Está en la página 1de 5

Publicado 2010

"La filosofía y su decir en el presente" en Frischknecht, A. (coord.); En blanco y negro VI,


UNCo, 2010 ISBN 978 -987-05-8146-8

La Filosofía y su decir en el presente

María Eugenia Borsani


(Universidad Nacional del Comahue)
Neuquén, Argentina
La mala prensa de esta peculiar actividad intelectual ha hecho suponer que el decir
filosófico tiene escaso o nulo engarce con el mundo y sus urgencias.
Sin embargo, la filosofía tiene qué aportar siempre que se conciba a este peculiar tipo de
saber en tanto tarea a la vez que teoría. Procuraré ser más explícita: si la filosofía es
concebida simplemente como una suerte de disciplina que coadyuva a sólidas,
interesantes e inteligentes argumentaciones referidas a perspectivas que son de interés
sólo de un recortado auditorio y distanciada de mundo, desapegada de sus urgencias,
contemplando su entorno con parsimonia, mesura y consolidándose como espacio de
destacada erudición, debo entonces decir que la Filosofía nada tiene qué decir -y esto no
es un mero juego de palabras-.
Ahora bien, si nos posicionamos en una muy breve definición de tan sólo tres palabras
que expresa que la filosofía es recusación de obviedades, entonces he de expresar que
hoy urge prestar debida atención a los modos en los que se hace filosofía, esto último a
cuenta de cierta distorsión que viene dándose hace no poco tiempo en relación a aquello
que es inherente a este singular tipo de conocimiento.
A saber, la filosofía viene sufriendo un paulatino proceso de encerramiento
academicista que la ha encapsulado en tanto saber de elite, inmutable ante lacerantes
acaecimientos del presente, desprovista de terrenales inquietudes y desvelos.
Puede pensarse si tal vez no se ha hecho oídos sordos a aquello que se repite, en
ocasiones desconociendo la dimensión exhortativa e interpelativa que comporta: “los
filósofos, <dijo Marx> se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que
se trata es de transformarlo,”1

1
Marx, K.; “Escritos juveniles” en Crítica Filosófica, Madrid, Ed. Emesa , 1975. Pág. 668
Con su hipoacusia, gradualmente la dimensión práxica de la filosofía se fue
desluciendo y con ello la actividad filosófica ha ido, posiblemente, fortaleciendo ella
misma las murallas que la distancian del mundo.
En una acción que podría pensarse cercana a un silencioso vaciamiento, desguace
y desacreditación, caben recordar aquellas célebres palabras de Kant inspiradas en Ovidio
para dar cuenta de la situación agónica de la metafísica y traer aquel sentir a propósito de
la actual situación de la maltrecha filosofía en nuestros días:

“Los vientos que en estos momentos corren son muy contrarios a ella; por doquier
se ve el desprecio en que se la tiene, y la matrona rechazada y abandonada, gime como
Hécuba.”2

Y hoy gime porque está desamarrada de lo que es propio de sí, de su alcance


práctico, de su involucramiento con la actualidad y con el devenir. Dicho de otra manera,
la “La filosofía (está) fuera de si”, -tomando el nombre de un evento académico llevado a
cabo en España-. Y si digo fuera de sí, es porque está, privada de lo que le es propio, de
su razón de ser, en estado de enajenación. Es justamente por este estado de privación de
lo que hace a la filosofía ser filosofía y no otra cosa, es que la pensamos gimiendo al
verse encorsetada en un tipo de registro discursivo que por momentos no es sino el
reflejo de su aislamiento con lo que le es inherente, su desempeño mundano.
La filosofía está entonces deshabitada en gran medida de las temáticas que otrora
pertenecían a sus fueros y que eran de su incumbencia sin fomentar la vinculación de lo
que tiempos idos, anidaba en su seno.
Situación dramática de la filosofía, caída hoy en desgracia, reversible si se lograra
dar con el modo de “sacar a la filosofía de su claustro hacia el mundo y la realidad, de
modo activo y productivo”3 según lo sostiene Luis Sáez, catedrático de la Universidad de
Granada, quien junto a Javier de la Higuera y Óscar Barroso, advierte con pena pero no
por ello resignación, el crítico estado de revista de este campo. Entonces, la filosofía -y su
quehacer- ha ido cediendo a la apática sintonía del presente y muy poco ha quedado de
un tipo de actividad que debe necesariamente mirar a su entorno. Ha devenido en un tipo
de saber al que se lo contempla con cierta solemnidad y cauta medianía, proporcional a la
misma distancia que la filosofía ha interpuesto con sus propios tiempos, en general
esquiva a involucrarse con la urgencia de la actualidad, encerrada, en ocasiones en
tramas de inexpugnable significación.

2
Kant, I.; Crítica de la Razón Pura. Buenos Aires, Losada. Pág. 120
3
Sáez, L.; Correspondencia electrónica. 1-06-08 (En adelante C.E.)
Así, no son pocos los que advierten incomodidad ante el quehacer filosófico que,
reificado en disciplina, ha ido perdiendo, gradualmente su carácter de “actividad”. Los
resultados de tal cosificación se dejan ver en el distanciamiento entre la filosofía y el
mundo.

Por ello, y entendiendo que corren tiempos de resemantización de la actividad


filosófica que le devuelva a la filosofía su matiz práctico (y con ello su inexorable vínculo
mundano) postulamos la urgencia de una actitud autorreflexiva de esta singular actividad
crítica.

En esa dirección es que nos identificamos con quienes impugnan la pérdida de la


dimensión práxica de la filosofía e indican acerca de las consecuencias políticamente
objetables de la retirada de ésta con relación al mundo, al tiempo que recusan las
producciones teóricas resultantes de áreas que encerradas en sus propias idiosincracias
discursivas, clausuran el cruce con otras discursividades propiciando así el
esclerosamiento derivado de los disciplinamientos cognoscitivos. Esto es, los filósofos y
filósofas discuten, escriben y se leen hablan entre sí, y lo mismo cabe expresar de los
historiadores, los sociólogos, y demás.
Ahora bien, en lo que nos toca “la filosofía debe reavivar su nexo con la sociedad
desbordando el claustro universitario o su ensimismamiento puramente especulativo. (…)
es precisamente en el movimiento de salida de la filosofía a su propio exterior donde cabe
reencontrar esa dimensión radical y crítica que es hoy día necesaria, en atención especial
al peligro de un cierre del mundo sobre sí mismo a causa de la lógica de la globalización.
<de modo que> los diversos saberes y prácticas sociales puedan encontrar su específica
contribución a la construcción de una nueva mundialidad más justa y verdadera.”4
Así, mientras algunos filósofos postularon que el mundo debía ser puesto en
instancia de epojé, otros impugnan tal propuesta fenomenológica de suspensión o
abstención, requiriendo la vinculación filosofía-mundo, que bien puede traducirse en trama
filosofía-presente. Parafraseando a Paul Nizan, poner bajo análisis a los que hacen/mos
filosofía y requerir que se expidan en torno a cuestiones tales como la guerra, el
colonialismo, los adelantos de la industria, el amor, las variedades de la muerte, la política,
el desempleo, las fuerzas policiales, el aborto y más.5 En esa dirección se expide Raúl

4
Memoria Técnica del Proyecto de Investigación: “La actividad filosófica en el espacio social: el
nuevo lugar de la ontología en la época de la mundialización”. Universidad de Granada, 2007. Pág.
9.
5
Cfr. Nizan, P.; Los perros guardianes. Barcelona, 1973.Pág. 31 citado por Fornet –Betancourt
R.; “Por una filosofía popular”.
Fornet- Betancourt, quien requiere “…frente a la escolarización de la filosofía y su
consiguiente aislamiento del ´mundo de la gente´ una base orientadora para un proyecto
de recontextualización del quehacer filosófico en nuestro mundo histórico actual”.6
Estas apreciaciones están dirigidas a la elaboración de una “filosofía para el
mundo, (…) implica recuperar para la filosofía el ejercicio de la razón que hace la gente y
fomentarlo, no por la ´instrucción´, sino para la ´interlocución´ lo que a su vez redunda en
una férrea crítica de la ficticia diferenciación entre filosofía teórica y filosofía práctica”,
distinción ésta con la que el autor citado discrepa.
Así, le corresponde a la intelectualidad toda -no sólo a la comunidad filosófica-
desempeñar una hermenéutica del tiempo presente, y con ello, posicionarse ante su
propia época requiriendo para dicha tarea, y de manera inexorable, de un entramado o
urdimbre de saberes, en una suerte de acción de nuevas tramas de filiación con otros
espacios de tal modo de sanear la actual situación de “encapsulamiento academicista y de
interioridad autista”7
Cabe pensar si tal vez frente a tal cosificado anquilosamiento no sea,
posiblemente, éste el momento de un tratamiento de empecinado reposicionamiento de la
filosofía en espacios de los que se alejó a expensas de cierto modo de pensamiento des-
ideologizado, apático y abúlico, en conformidad con los tiempos que corren y en
disconformidad con aquellos que sostenemos que todavía la filosofía tiene tarea a realizar
y mucho qué decir, toda vez que se asuma en tanto contextualizada, permeada de
presente y comprometida con el mundo. Tal vez, si eso ocurriera, cese su gemir y se
encuentre con lo que cabe esperar de la Filosofía. Tal vez, si eso ocurriera, valiéndome de
una figura de Ortega y Gasset, la filosofía deje de ser esa momia cuyo esqueleto se pasea
por las aulas, y logre vivificarse toda vez que se confíe en que aún tiene qué decir, qué
decir del mundo y de la sociedad, entrenándonos en el desempeño de estrategias
hermenéuticas para una más adecuada comprensión del hoy y acción sobre el presente.
Se trata de una apuesta, desafío que adopto como propio y al que invito a asumir, en esta
ocasión, a quienes se incorporan al mundo de `las letras´. Y las letras hacen palabras, y
éstas son hacedoras de mundo. Novelistas, articulistas, poetas, ensayistas, literatos,
investigadores, educadores, filósofos y filósofas, todos y todas igualmente albañiles de
palabras que construyen mundo.

6
El autor remite a “Die Popularphilosophie oder die zu rehabilitierende Tradition” en Modelle
befreiender Theorie in der europäischen Philosophiegeschichte. Frankfurt, 2002, Pág. 175 y ss.
7
Sáez, L.; C.E.

También podría gustarte