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VAGABUNDOS y ANDANTES

Etnografías de Santiago, Valparaíso y Temuco

Francisca Márquez & Patricio Toledo


editores

Ediciones Universidad Academia Humanismo Cristiano, 2010


Este libro de etnografías e historias del vagabundaje reúne a antropólogos y etnógrafos de
universidades y ciudades diferentes. Es un libro que nace también de preguntas diversas, pero
siempre con la mirada en los habitantes de las calles de nuestra ciudad. El trabajo que aquí se
presenta nos permitió poner sobre una misma mesa y un mismo papel, observaciones,
perspectivas y discusiones sobre esta realidad de la cual poco comprendemos. No es un libro
acabado, tampoco se desea así, apenas una mirada cuidadosa, sobre las historias y los
itinerarios de los vagabundos y nómadas de las ciudades de Santiago, Valparaíso y Temuco.

2
autores

Participaron en la elaboración de este libro:

Alejandra Araya, historiadora, Universidad de Chile.

Marcelo Berho, antropólogo, Universidad Católica de Temuco.

Leonor Fernández, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano.

Alexis Flores, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano.

Felipe Godoy, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano.

César González, antropólogo, Universidad Católica de Temuco

Lya González, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano.

Francisca Márquez, antropóloga y doctora en sociología, Núcleo de Antropología Urbana,


Universidad Academia Humanismo Cristiano.

Gaspar Miranda, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano.

Guillermo Molina, antropólogo, Universidad Bolivariana.

Leonardo Piña, antropólogo, Universidad Bolivariana.

Francisca Retamales, estudiante de antropología, Universidad Academia Humanismo


Cristiano.

3
créditos

UNIVERSIDAD ACADEMIA DE HUMANISMO CRISTIANO

VAGABUNDOS y ANDANTES. Etnografías de Santiago, Valparaíso y Temuco.


Francisca Márquez, editora.

Registro de Propiedad Intelectual N°XXXX

© Francisca Márquez

ISBN XXXXX

Diseño gráfico y diagramación:


Impreso en XXXX
xxxx Impresores
Santiago de Chile, 2008.

4
índice

presentación

Vagabundos, andantes y atorrantes. . 7


Francisca Márquez

capítulo 1 historia

Andar andando. Historias de vagabundas en Chile, siglos XVI al XIX. 20


Alejandra Araya

capítulo 2 etnografías

Notas de calle. Notas de campo 36


Leonardo Piña

Etnografía del habitar la calle


El Barrio Puerto como lugar de reconocimiento. 53
Francisca Retamales

Etnografía de los “moradores de la calle” en la capital de La Araucanía. 73


Dos relatos y un análisis.
Marcelo Berho

Documentación e identidad en y desde los márgenes. 86


Etnografía de la comunidad vagabunda en Temuco
César González

La Ruta de la Cuchara. Rutas y trayectos de vagabundos en Santiago 95


Lya González

Los Rucos del Barrio Yungay: 107


en busca de los “nómades” urbanos
Guillermo Molina

capítulo 3 el habla

Me gusta la calle, la libertad 122


La historia de Daniel

El sabor de la calle. 126


La historia de Luis

Morir en la calle. 134


La historia de “Harrison Ford”

5
Y así es mi vida
La historia de Elizabeth 139

Por amor llegué a la calle 147


La historia de la Marú

Soy un profesional 157


La historia de don Patricio

Manto Sagrado 161


La historia de Ernesto

Mi enfermedad masiva 167


La historia de Ricardo

En la calle no se siente cariño 170


La historia de Menen

La oveja negra 176


La historia de Nelly

6
PRESENTACIÓN

Francisca Márquez

La noche había caído y la atmósfera se había enfriado… Allí, en la


acera que bordeaba el parque, había un banco de madera; se
sentó. Se sintió muy cansado y tuvo ganas de estirar las piernas
encima del asiento y recostarse. Pensó: Seguramente se empieza
así. Un día estiras las piernas encima del asiento de un banco,
luego cae la noche y te duermes. Así es como un día te
encuentras en el bando de los vagabundos y te conviertes en uno
de ellos. Por eso controló el cansancio con todas sus fuerzas y
permaneció sentado, muy erguido.
Milán Kundera, La identidad.

Las etnografías que aquí se presentan nos hablan de vagabundos, de andantes, de hombres y
mujeres que han hecho de la caminata y el trayecto por nuestros campos y ciudades su modo
de habitar. Son hombres y también mujeres, que en su deambular solitario y a veces colectivo,
acompañan como sombras la vida gris y agitada de la modernidad urbanizada. Son los
intocables y los innombrables que transitan a paso lento y silencioso en el anonimato de
saberse invisibles.

Estas son historias de deriva, de trayectos a menudo sin rumbo, salvo el que dicta el hambre, el
frío, el miedo y la inmensa red de caridad y asistencia que desde siempre los sostiene. Son
historias también de nomadismo perpetuo, de caza y recolección de objetos y deshechos que la
civilización deja tras de si. Son historias de solidaridades y amistades incondicionales y
efímeras que, -entre puentes, rucos y calles-, se arman y desarman con la misma rapidez que
la violencia y la muerte les suceden.

De las etnografías del vagabundaje


Los textos reunidos en este libro, con excepción del texto histórico que inaugura la lectura,
describen al vagabundo contemporáneo, aquel que habita y transita por nuestras ciudades.
Lejos de una definición substancialista, la mirada se reubica en su relación con esta sociedad
urbana y el significado que en este transcurrir se construye. En estas etnografías no se estudia
a los vagabundos, sino la manera como algunos hombres y mujeres son producidos como
vagabundos y las consecuencias que esta construcción tiene en las identidades y prácticas de
la vida urbana.

Metodológicamente, el camino es el de la descripción etnográfica, que significa la escritura de


la cultura. (Laplantine, 1996). La incipiente experiencia de trabajo con vagabundos en Chile nos
indica que el etnógrafo se enfrenta al menos a tres dificultades en su ejercicio de observación,
escucha y escritura: a la condición de nomadismo y movimiento perpetuo del vagabundo; a la
invisibilidad que le otorga su condición de tránsito y movilidad; y a la fragmentación de un habla
a menudo plena de vacíos y de piezas que a ratos parecieran no encajar de manera
comprensiva para quien escucha.

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La descripción etnográfica se vuelve doblemente desafiante. En ella se ponen en juego no solo
la capacidad del observador, sino también de construcción comprensiva de un relato de las
situaciones, siempre cambiantes, en las que se desenvuelve el sujeto. Para la etnografía,
pensar las culturas y las identidades desde sus flujos y tránsitos exige por cierto un esfuerzo
por resituar la mirada a la espacialidad y los modos de producción de los lugares.

En estos términos, la figura del vagabundo y el andante interpelan y obligan a la construcción


de una etnografía de los pies, de la caminata, de la trayectoria y de las tensiones que supone
esta itinerancia en los espacios de la ciudad. Una etnografía que no se puede reducir al
develamiento de lo dado, de lo instituido, si no a la comprensión de cómo el uso de las calles
por parte de los vagamundos, como se les llamaba siglos atrás, convierte todo lugar en una
sucesión de puntos recorridos. Y cómo en este caminar, nacen retóricas de las andanzas,
porque caminar viene a ser como hablar, emitir un relato, y hacer proposiciones de caminos y
desplazamientos. Caminar nos dice Michel de Certau (1999) es también pensar, discurrir. El
andante hace algo más que ir de un sitio a otro, haciéndolo somete la trama ciudadana a
prácticas móviles, que por insignificantes que pudieran parecer, convierte los lugares por los
que transita en una geografía de resistencias cotidianas hacia las formas espaciales de nuestra
urbanidad.

La metáfora del nómada y del vagabundo como subversión a los espacios del control se ha
vuelto emblemática en los estudios sobre la vida urbana. Los textos aquí reunidos siguen esta
línea, y más que el nómada como movimiento permanente, interesan aquellas dimensiones de
la cotidianeidad del andante que a través de sus movimientos e imaginación abren nuevos
universos de significados y de prácticas. Etnografías de contra narrativas que resisten y
subvierten nuestra ciudad. Ni tan próximo ni tan lejano, un andante que se construye en esta
relación de pertenencias fronterizas, entendidas como esa línea porosa que se puede cruzar y
mirar de uno y otro lado.

Los autores de estas seis etnografías son fieles a este desafío de la observación del
movimiento, de los pasos y trayectos; pero también a una de las lecciones básicas de Marcel
Mauss ([1947] 1989): un diario de ruta, donde se anotará cada noche el trabajo realizado
durante la jornada: fichas completas, objetos recolectados entrarán en ese diario…. Sin el cual
la observación y el conocimiento de las sociedades se vuelven inviables.

El texto de Leonardo Piña, Notas de calle. Notas de campo, sigue fielmente este camino. Sobre
la base de apuntes y reportes de su trabajo de campo, el relato etnográfico se nos presenta
rigurosamente en informes que describen y analizan lo observado durante las incursiones en el
Barrio Yungay. Recorridos matinales y nocturnos por las calles del barrio que permiten tomar el
pulso a quienes hacen de este espacio su hábitat. Los personajes aparecen y desaparecen,
sus historias apenas se dibujan en la maraña de actividades y afanes propios a la
sobrevivencia, al uso y desuso de la amplia red de asistencia. A la manera de la vieja bitácora y
el cuaderno de campo, el relato se organiza en torno a episodios en los que el etnógrafo nos
enseña como descubrir y adentrarse en este mundo de la calle, del espacio público por el que
lo único que cabe es deslizarse –de manera sigilosa o estruendosa-, y en este movimiento,
habitarlo.

En la misma tradición se inscribe la etnografía de Guillermo Molina, Los rucos del barrio
Yungay. Relato que describe aquellos nichos intersticiales que los andantes ocupan en la
ciudad. Nichos, sitios eriazos, territorios abandonados que ellos sabrán transformar en un lugar
propio. Propiedad transitoria que pone en cuestión la hipótesis del autor de un patrón de
asentamiento nómada o transhumante. En un acto de transgresión y desdibujamiento de la
frontera entre lo público y lo privado, los testimonios hablan del deseo (nunca acabado) de

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fundar hogar, comunidad y ganarle un lugar a la ciudad. Mimetizados, invisibilizados tras el
precario cascarón de la fachada de una casona derruida, los habitantes de estos sitios eriazos
se establecerán hasta que esa misma ciudad los devuelva a su transhumancia.

En el texto Vagabundos del Barrio Puerto. Etnografías del Habitar de Francisca Retamales, el
relato nos conduce a una conclusión similar a la de Guillermo Molina. En Plaza Echaurren en la
ciudad de Valparaíso, los vagabundos encuentran el nicho, el lugar que acoge y proteje. La
plaza se vuelve hogar, residencia, barrio, vecindad…y donde las convenciones propias a la
convivencia entre cercanos se acatan. Punto de partida y de llegada de sus habitantes, lugar
donde se reconocen los amigos y se reúnen las fuerzas (y las monedas) para los itinerarios
cotidianos en busca del abrigo, la comida y la bebida que calentará el cuerpo. De la plaza se
sale a la calle a machetear, a la plaza se regresa a descansar, a compartir… transformándola
así en abrigo y lugar propio a la familia de andantes. A diferencia de los sitios eriazos del Barrio
Yungay, plaza Echaurren, por su carácter abierto de espacio público, acoge sin embargo, la
diversidad. En ella entran todos, vagabundos, cesantes, prostitutas, jubilados, voluntariados y
etnógrafos… Lugar público travestido de privacidad, lugar de encuentro y de protección donde
se constituye también comunidad y un precario, pero eficaz nosotros.

Marcelo Berho, en su texto Etnografía de los “moradores de la calle” en la capital de La


Araucanía, continúa con el ejercicio descriptivo, pero esta vez, guía al lector hacia la
comprensión de los procesos de configuración de la identidad del andante y su relación con el
espacio de la ciudad de Temuco. De manera similar a las etnografías de Valparaíso y Santiago,
Berho reconoce en Temuco el poder de una lógica de la ubicuidad en la forma de habitar y
simbolizar el espacio urbano. A través de esta etnografía de las trayectorias desde los
márgenes, el autor concluye que gran parte de la adaptación que requiere todo vagabundo
refiere al modo de resolver sus necesidades básicas. Una vez sin hogar, cada vagabundo debe
decidir que hará si no quiere morir… si no quiere perder su condición. En la calle se descubre la
urgencia de las necesidades vitales, pero también la necesidad de modelar su conducta al
entorno. La calle se vuelve así, no solo cantero y recurso, también territorio existencial, que
acoge a los más desposeídos; la calle es mi madre, señala un hombre. La calle, por definición
es el lugar de lo público y lo transitorio, pero para estos hombres y mujeres, es también útero y
hogar.

La capacidad de estos andantes de trastocar y subvertir la realidad no termina en la calle, ni en


las plazas ni en los sitios erizos; ella también toca a los objetos y sus significados socialmente
instituidos. Cesar González nos relata en su texto Documentación e identidad en y desde los
márgenes, el complejo proceso de uso y significado de las cédulas de identificación entre los
vagabundos de la ciudad de Temuco. De instrumento de identidad, también adquiere el sentido
práctico y simbólico de otorgar visibilidad, acceso a la ayuda institucional, protección, moneda
de trueque y de riesgo… El relato etnográfico, nos enseña de la subversión que cada uno de
estos andantes hace al sentido de este instrumento y carta por esencia, de ciudadanía y control
público.

Pero no todo es metamorfosis y subversión, en la vida del andante. El conocimiento y la


práctica estratégica son un imperativo a la sobrevivencia. Lya González en su texto Rutas y
trayectos en Santiago, describe de manera rigurosa Las rutas de la cuchara que marcan la
rutina de quienes deben proveerse el sustento en este movimiento por la ciudad. Rutas que
comienzan temprano con la taza de té y un pan y concluyen de noche con un tazón de sopa en
alguna hospedería. Son rutas que hablan de la compleja y gran red de caridad, pero también
del disciplinamiento y el saber-hacer de estos hombres y mujeres para sobrevivir en el
movimiento permanente.

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Estas seis etnografías no tienen nada de inmediato o de experiencia transparente. En ellas sus
autores nos muestran el arte de dejarse guiar por el Otro a través de la escucha, el diálogo y la
mirada, sin temor al juego de sensibilidades que se despierta en este viaje hacia la alteridad. El
etnógrafo en este sentido, no niega ni oculta la naturaleza mediada de los datos obtenidos del
terreno. El autor está allí, siempre presente en el texto y en cada uno de los relatos, consciente
de ser un Otro que increpa, escudriña y pregunta.

Del habla del vagabundo

El libro finaliza con seis relatos de vida, a través de los cuales hemos querido entrar en el habla
de estos andantes. ¿Desde donde situar y recoger el habla? Encontrándonos en las calles, las
veredas, las cunetas, los sitios eriazos de la ciudad… un habla encontrada en el lugar desde
donde se emiten y producen. Por ello, es que hemos procurado –más allá de sus memorias y
olvidos– ser fieles al lugar desde donde estas palabras fueron construidas.
El habla de estos hombres y mujeres, ha sido editada cuidando preservar su ritmo y su lógica
interna. En algunos casos hemos dejado al lector seguir el diálogo entre el entrevistador y el
entrevistado, de manera que pueda reconocer la participación de la pregunta en la construcción
del habla (Bourdieu, 1994). Sólo en el caso de Daniel, éste solicitó editar su relato para poder
dárselo a una tía (asistente social) que lo acompaña por años en sus intentos de rehabilitación
del alcoholismo y salida de la calle.

¿Podemos hablar de un relato identitario en el mundo del vagabundaje? Difícil respuesta;


ciertamente que en estas historias el discurso no se construye, ni a la manera del poblador, del
obrero o del trabajador de nuestras ciudades. Las historias de vagabundos sitúan a quien
escucha, frente a un complejo problema de comprensión. La discontinuidad temporal del habla
biográfica pone a prueba el ejercicio de la memoria, de la coherencia del relato, y dificulta la
capacidad comprensiva de quien escucha. La tensión entre continuidad y discontinuidad
biográfica es una dificultad en términos analíticos, aunque es justamente en esta discontinuidad
que, creemos, reside la clave de estas trayectorias de la calle.

Si aceptamos la premisa, que contar la vida es mostrarse a sí mismo como protagonista y actor
de la propia historia, como productor de las propias condiciones de existencia (De Gaulejac, )
comprenderemos talvez mejor las dificultades que esta tarea supone para quien se construye
desde la invisibilidad de la calle como única posibilidad. En el mundo del vagabundaje, de los
intocables, no hay relato ni narrativa biográfica posible. Porque el relato, por definición, supone
la aceptación del postulado del sentido de la existencia relatada; esto es, de la posibilidad de
organizar la propia vida en secuencias de relaciones inteligibles. El relato se inspira siempre en
el deseo de dar sentido, consistencia y coherencia a lo vivido y lo que se vivirá. Producir una
historia o un relato de vida, tratar la vida como una historia, supone aceptar la ilusión retórica de
una representación común de la existencia. (Bourdieu, 1994) En el habla del vagabundo –que
no es historia de la vida– encontramos que lo real es siempre discontinuo, que el tiempo y los
sentidos se yuxtaponen en una imbricada tensión de aparentes sinrazones, aleatorias,
imprevistas y entrecortadas. Un habla que deja ver las contradicciones profundas de vivir la
vida desde la invisibilidad y la ruptura. La vida del andante se nos aparece como una anti-
historia, imposibilidad de ser en un mundo social que identifica la normalidad con la
inteligibilidad de una historia bien construida, previsible, coherente y objeto de reconocimiento
social.

Las historias y relatos de vagabundos son lo que son: relatos de una experiencia siempre a la
deriva, de itinerarios sin estructura clara y en el cual los eventos se suceden en función de las
necesidades y las condicionantes que lo acompañan. Una historia a la deriva que sin embargo,

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habla también de lucha por la vida, por mantenerse a flote y en la que se construye una
experiencia que amarra a los individuos unos a otros, y aunque también separa, siempre los
concierne a todos y a cada uno de ellos.

En sus relatos fragmentados y a menudo sin memoria, las identidades se dibujan con dificultad.
A medio camino entre la opción y la exclusión obligada, la libertad y la vergüenza, el estigma y
el reconocimiento compasivo, lo único claro es que las identidades se levantan sobre la base
de una ruptura.

De la fragilidad del vínculo

La vida del andante y vagabundo es una historia de desarraigo y ruptura. En su mayoría, una
adquisición tardía1, de largos y dolorosos procesos de desafiliación2 y de desocialización
(Vexliard, 1957) de los mundos de pertenencia, la familia, el trabajo, el barrio, la comunidad.
Según las cifras censales, en Chile un 68.3% de los vagabundos de nuestras grandes ciudades
lleva en promedio nueve años habitando la calle y la mitad de ellos no tiene contacto con sus
familias. Ciertamente no estamos frente a una situación o un fenómeno transitorio.

Sin familias, desafiliados en el sentido más profundo (Castel, 1995), la figura del vagabundo
nos habla de una sociedad con serias dificultades para proteger y contener. Sociedad sin lazos
solidarios, ciudad segregada y siempre amenazante que para recorrerla en su centro hay que
volverse invisible, mamarracho, dice una mujer, desaparecer para poder vivir en ella.

Sin embargo, estas etnografías nos hablan de cazadores recolectores que usan y abusan de la
otra ciudad a través de un movimiento perpetuo que impone el nomadismo y que termina
finalmente, por dibujar un vínculo social en esta red de caridad sólidamente instituida. En esta
ciudad llena de rincones y resquicios, los vagabundos deambulan a la caza de una taza de té,
de un plato de comida, de un abrigo, de una cama. Dibujando así trayectos complejos y
rigurosamente constituidos, en que el azar y la estrategia se combinan perfectamente al ritmo
del día. Trayectos con horarios, con puntos de encuentro, con normas, con exigencias que
ordenan el día y la noche de estos nómadas de la ciudad.

El saber - hacer del vagabundo consiste justamente en esa urgencia y a la vez capacidad de
sobrevivir, de marcar el día, de marcar la noche, de armar y desarmar en un movimiento
perpetuo. Deambular y marcar huellas que no tienen otro fin que romper el aislamiento
cotidiano.

Encontramos vagabundos de oficios precarios y marginales, descargadores de barcos,


jornaleros, peones, lustrabotas, prostitutas, campesinos, migrantes sin tierras... Vagabundaje
de origen social, de oficios inestables y en sectores laborales precarios que se valen de mano
de obra temporal. Es el caso de los oficios de puerto, como nos muestra la etnografía de
Francisca Retamales, que con la modernización y mecanización de las tareas de carga y
descarga en los noventa, dejaron fuera a una gran cantidad de trabajadores que se
desempeñaban allí. Oficios de pobreza y de cultura fuertemente alcoholizada, que vuelven
impensable cualquier posibilidad de reconversión o reinserción en el mundo del trabajo.

1
De acuerdo a la literatura, gran parte del vagabundaje se asocia a la pérdida simultánea de
empleo y familia en una edad cercana a los cuarenta años. Ello hace que se vuelva especialmente difícil
rehacer sus vidas.
2
Castel, R. (1996) “desafiliados”, “le desafilié” sería quien ha roto con todos los vínculos de
protección social, incluyendo los más cercanos.

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Vagabundaje que se construye amarrado a la exclusión laboral, pero a la que se suma siempre
la ruptura y la precariedad del vínculo social, familiar y comunitario.

Encontramos también aquellos vagabundos del desvarío y la vida perdida en los hospitales
psiquiátricos, que los antropólogos Marcelo Berho y Leonardo Piña ilustran para Temuco y
Santiago. Carentes de lazos familiares y de trabajos estables, la calle se levanta como única
salida posible. La figura silenciosa y errante del vagabundo, nos alerta de la fragilidad del
vínculo que nos ata y desata al todo social; siempre es la ruptura la que antecede a la calle3.
Paradojalmente, como ellos mismos relatan, es en la calle y en los sitios eriazos, como los del
barrio Yungay en Santiago, que algo de ese lazo se recupera y se reinventa. Las etnografías de
Guillermo Molina y Lya González nos ilustran como de manera precaria, pero menos que en las
sedentarias vidas de la civilizada integración, estos lazos se amarran en su transitoria
temporalidad.

Del nomadismo urbano: morar el espacio público


Presencias armadas a la manera del nómada que lleva sus enseres sobre la espalda, la figura
del vagabundo -en un complejo orden del desorden-, nos deja entrever que en este ir y venir
otra ciudad se construye. Exterioridad y movimiento, que anuncian que no hay domesticación ni
orden posible en este estado que es el nomadismo urbano. Alteridad del errante, estética del
deshecho y la suciedad que contravienen y se oponen a toda forma de urbanidad
sedentarizada. Resistencia a una moral que hace de la residencia fija la propia condición de
existencia.

Coincidimos con la antropóloga francesa Pascal Pichón (2006), que no es el individuo que es
separado y arrojado del mundo de los comunes e integrados, sino más bien, es el mundo de los
comunes y normales que es quebrado, en su espacialidad, en su temporalidad y linealidad de
sus trayectos y trayectorias. La experiencia del vagabundaje, tal como lo muestran las
etnografías de sus recorridos, se componen de una secuencia de estrategias y tácticas, de
adaptaciones y de reacciones que se tejen a la medida de cada circunstancia, de cada
momento, de cada ciudad, de cada ayuda. La figura del vagabundo se vuelve así una figura
más de nuestra moderna contemporaneidad.

Figuras que en sus andanzas diseminadas transforman la fachada exterior de la arquitectura de


nuestras ciudades en fachadas interiores de su privacidad errante. Cultura de la exterioridad
invisibilizada –imagino que aquí hay un muro y nadie me mira, dice una mujer– y que sin
embargo, simultáneamente invita a la mirada compasiva, enrabiada, escandalizada,
atemorizada del transeúnte que se cruza.

En esta diversidad de marcas que se instalan en la ciudad, cada tribu y cada cazador levanta –
según sus circunstancias y necesidades- un tipo ecológico diferente (Sahlins, 1974). Cultura del
nomadismo, entendida como un conjunto referencial de signos que ordena y orienta el
conocimiento, las acciones y las representaciones de sus prácticas cotidianas con los objetos,
los espacios y sus cuerpos.

3
El Censo nos indica que en Chile un 53.3% de los vagabundos vive y se agrupa con otros
vagabundos; en las calles, las caletas, bajo los puentes o en sitios eriazos. La libertad de acción, recibir
ayuda, contar con amigos, recibir alimentos, recibir cariño y apoyo son los aspectos más positivos que
los encuestados reconocen del hecho de vivir en la calle. Sólo un 14% señala que no existe ningún
aspecto positivo de vivir en la calle (Mideplan, 2005).

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Cultura nómada que infringe las fronteras acordadas entre la casa, la calle, lo público, lo
doméstico y las reglas históricas y sociales de la privacidad. Espacios subvertidos, artefactos
recogidos y reutilizados, cuerpos transformados que forman una cultura de los significados y las
prácticas de la cotidianeidad del vagabundaje. Rompiendo con el modelo familiar y de higiene
urbano, el nómada de nuestra urbanidad es la figura temida que acecha el orden de nuestra
precaria y sedentaria integración.
A la manera de Michel de Certau (1999), podríamos decir que el andar del vagabundo es
además de la práctica del lugar, creación y representación del espacio público. Prácticas
articuladas a la cotidianeidad y a las tácticas clandestinas desde donde eludir la rigurosidad y el
disciplinamiento de la planificación urbana. Movimiento que no construye puentes entre
espacios públicos y privados (Simmel, 1903), pero que en su pura movilidad – sin techo, sin
muros, sin puertas -, subvierte el afuera para volverlo a pesar de todo intimidad, transformando
lo público en privacidad obligada.

En este espacio que no nace para ser morado, en el sentido que no puede ser residencia ni de
personas ni de instituciones (Delgado, 2007), vagos y andantes lo transforman – a través del
movimiento invisibilizante - en morada. Estar fuera, nos recuerda Delgado, es estar siempre
fuera de lugar, con la sospecha que en el fondo no se tiene nunca lugar. Estar fuera es también
estar fuera de sí, es uno mismo lo primero que se abandona cuando se sale (Giannini, [1987]
1992). El adentro tiene límites y estructura, el afuera es paisaje ilimitado que no ha sido
pensado para vivir, y por el que lo único que cabe es deslizarse. La ciudad, nos recuerda este
andante, es también ruta, circulación y flujo permanente que a pesar del ordenamiento de la
planificación urbana, puede disolverse.

La ciudad de los andantes se transforma así en una ciudad atravesada por los territorios del
andar, de la imprecisión, de la indeterminación y la disolución que estas prácticas imponen a
las pautas culturales más presuntamente sólidas como es la división entre lo privado y lo
público. Plazas en dormitorios, cunetas en camas, veredas en comedores, puentes en cobijo, la
fachada se vuelve interior. Para el vagabundo sin hogar y sin trabajo, la calle, la plaza, el
puente no pueden sino ser útero y refugio, la calle es mi madre. La calle entonces pierde su
condición de espacio público, el lugar de todos, del transeúnte y del flujo humano que transita
entre el hogar y el trabajo; la calle se vuelve partida y llegada.

De la invisibilidad identitaria
A medio camino entre la opción y la exclusión, la libertad y la vergüenza, la alteridad que es
también identidad, encuentra dificultades para dibujarse. La historiadora Alejandra Araya a
propósito de los vagabundos de los siglos XVI al XVIII, señala que éstos nunca fueron un grupo
social definido ni sujetos que se asumieran como vagabundos. Como bien lo ilustra a través del
caso de Vicente Pizarro, apresado por su condición de andante (1806, 1808); en su defensa
éste señalaba que no sabía que era ocioso porque trabajaba cuando podía, que no sabía que
era ladrón hasta que se lo dijeron y que explicaba sus desventuras por estar destinado a
padecer.

Figura solitaria y a veces colectiva que en su andar permanente –sin estructura, organización
estable ni jerarquías-, va constituyendo su invisible forma de ser-en-el- mundo. Invisibilidad
callejera que es también renuncia y escudo protector a la mirada amenazante y ascéptica de la
ciudad. Invisibilidad que lo transforma en un intocable, un imbunche, un ser impuro al que la
ciudad le teme y evita hasta con la mirada. Invisibilizarse y desaparecer -en la ropa, en el olor,
en el color, en el silencio-, para poder vivir. Fuera-del-mundo, como el asceta en la India, que
construye su destino renunciando al estructurado sistema de castas (Dumont,1956).

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Figuras silenciosas que conforman un paisaje de sombras esculturales con sus tachos, sus
bolsos, sus ropas colgantes, sus rucos en los sitios eriazos y olvidados de la ciudad. El mundo
del vagabundaje construye de manera imperceptible un paisaje que adquiere su forma y
sentido en la invisibilidad, pero también en la escurridiza y, a veces compasiva, caritativa
mirada de sus habitantes.

Porque es la invisibilidad la condición de su existencia y presencia en la ciudad, la identidad


entendida como posibilidad de nominación, de nombre propio, tampoco se constituye en una
categoría social del reconocimiento. Son los innombrables, vagabundos, mendigos, personas
en situación de calle; exocategorías de la amplia red de caridad y los objetivos de políticas
públicas de reinserción.

Sin nombre propio, sin cédula de identidad, por tanto sin estado civil (nacionalidad, sexo, edad,
residencia) -institución que instituye presencia y continuidad en el tiempo y el espacio -, la
presentación del relato identitario no se construye.

De la condición humana
La figura del vagabundo, finalmente, nos remite a las contradicciones irresolubles de la
experiencia humana. Las experiencias de vida que aquí se presentan hablan, a un mismo
tiempo, de supervivencia y de convivencia, de desgarro y deseo, de inmediatez y
trascendencia, de temor y amor, del mal y del bien, de integración y exclusión, de la ley y la
transgresión, de la soledad y la filiación, de la muerte y la vida, la razón y la locura, proximidad
y distancia, a riesgo de avanzar siempre a tientas y de perderse en el no – saber (Simmel,
1903). Es en esta paradoja donde reside el conflicto y la tragedia de todo vagabundo; y es ahí
también, donde nace el terror y la compasión que su figura y su deambular despiertan entre
nosotros, los etnógrafos y habitantes de la ciudad.

Orden que subvierte y subvirtiendo se transforma en una cultura del nomadismo que resiste a
toda domesticación semántica y práctica. Confrontados a una estructura básica de un orden
social citadino condicionado al sedentarismo, el modo de vida del vagabundaje nos obliga, a la
manera de un espejo, pensar nuevos órdenes críticos que transgreden la vocación institucional
por el refugio en el mundo de lo privado (Eltit, 1999).

En esta subversión, la figura del andante se vuelve molesta, temible; quien se queda en la
calle, es porque se ha perdido irremediablemente; él ha sido envuelto, atrapado, sin retorno. La
calle, y el que vive en ella por extensión, ofrece dimensiones desconocidas e inquietantes. Ella
es el medio de comunicación espacial, pero también el territorio abierto donde el que lo transita
puede detenerse, distraerse, demorarse, desviarse, perderse, seguir, ofrecer, ofrecerse.
(Giannini, [1987]; 1992).

La figura del vagabundo confunde, conmueve, asusta. Ella nos arranca y nos devuelve a los
fantasmas de esta precaria estabilidad de la vida normal. Usando y abusando de la ciudad, sus
figuras aterran y advierten del costo de su liberación, de la emancipación del trabajo, la familia y
un modo de vida sedentario. Y sin embargo, vaciados de todo deber moral, los nómades de la
ciudad se autoabastecen y sobreviven. Experiencias de muerte, de poder, de amor, de
supervivencia y por sobre todo, de la irremediable búsqueda de la convivencia y el lazo social.
Tensión irreductible entre la libertad y la sumisión, el bien y el mal, la humanidad servil y la
humanidad soberana (Bataille, 1996).

La paradoja de la experiencia del vagabundaje, es que junto a esta relativa libertad y renuncia a
todo resultado práctico, a todo saber eficaz, el terror a la muerte persiste. Futuro subordinado a

14
un presente, pero en el que sin embargo, el temor a la muerte pesa angustiosamente sobre él.
Libertad y condena.

Es la cuestión de la condición humana, que en la figura del vagabundo no tiene sino una
respuesta paradojal e irresoluble. Por un lado, la respuesta que afirma el aquí y el ahora como
un fin absoluto del presente; y por otro lado, la respuesta que remite y subordina el aquí y el
ahora a un futuro incierto, siempre inalcanzable. En la figura del vagabundo se condensa la
paradoja de la condición humana como negación de la animalidad; y a través de la afirmación
de esa animalidad, la inmediatez del presente y la inmanencia del mundo (Bataille, 1996). Su
condición es la paradoja, irresoluble.

La tarea pareciera ser entonces, aprender a mantenerse sobre ese precario equilibrio que es
siempre la vida, para unos y para otros. La lección de Vicente, un vagabundo como muchos
otros, es clara: La euforia es extremadamente peligrosa y también la tristeza es peligrosa;
entonces los extremos son peligrosos, uno tiene que mantenerse en un equilibrio…, parejito,
porque cuando uno está muy arriba se cae y si está muy abajo también se cae. Ni tan cerca no
tan lejos, proximidad y distancia, precario equilibrio de la condición humana que nos obliga
irremediablemente a una reflexión moral y política.

De la piedad y la horca
La vagancia ha sido siempre parte de la cuestión social. La existencia de hombres y mujeres
sin residencia ni trabajo fijo ha abierto históricamente la pregunta hacia la disyuntiva entre la
piedad y la horca en la relación que la sociedad establece con los pobres (Geremek, 1989).
Pobre merecedor de ayuda caritativa o pobre peligroso que no puede sino merecer el encierro y
el castigo.

Tanto el programa filantrópico del siglo XIX como la doctrina social del cristianismo, pusieron en
primer plano el aspecto de la degradación moral que la miseria conlleva para la existencia
humana. Esta concepción del pobre y miserable tendió históricamente a expresarse en políticas
normalizadoras y correctoras del desvío, pero también en el encierro y castigo de quienes
vagaban sin trabajo fijo. Con variantes diferentes, tanto el Estado, la Iglesia como los
organismos de caridad orientaron y orientan sus líneas de intervención en el control y la
“restitución” del vagabundo a la sociedad y sus instituciones.

Fue la movilidad espacial, la errancia –sostiene la historiadora Alejandra Araya- la que se leyó
como señal de ocio y de conducta delictiva y transgresora del trabajo lícito, la hombría de bien y
el buen uso del tiempo. Entre la misericordia y el castigo, el debate indicaba que la limosna no
debía darse a gente ociosa y vagabunda que pudiendo trabajar no lo hacía. Estos eran los
falsos o pobres fingidos, físicamente aptos para ofrecer su fuerza de trabajo, pero que se
resistían a trabajar; a sujetarse a otros para servir. Los verdaderos pobres, en cambio, señala la
historiadora, ya en el siglo XVIII, eran los que no podían usar su cuerpo para trabajar, razón por
la cual quedaban autorizados para mendigar. Era la diferencia entre tener oficio o beneficio.
Estudios sobre la historia de torrantes, peones y gañanes en Chile (Bengoa, 1988; Salazar,
1990; Falabella, 1970), advierten que la construcción histórica del problema del vagabundaje en
los territorios rurales, nace estrechamente vinculado al problema del ocio y del trabajo, de la
resistencia al disciplinamiento de la mano de obra, al control y a la explotación que bajo estos
nuevos sistemas de trabajo se imponían. Es en estos escenarios que nacen leyes que
permitirán la criminalización y el castigo a quienes se resistan al trabajo permanente.

Hijos del largo proceso de campesinización desde el siglo XVII, y no pudiendo ser retenidos en
el campo por las exiguas cesiones de terrenos, habrían tenido que marcharse

15
descampesinizándose y constituyéndose en una fuerza laboral móvil, hacia las minas y las
ciudades. Es en esta expulsión obligada donde reside el origen de la trashumancia y un
peonaje libre que transita entre la agricultura, la minería, las obras de ferrocarriles, los puertos y
los trabajos temporales de descarga de barcos. Sin tierras, sin familia, la figura del vagabundo -
solitario y masculino-, no espera mucho del trabajo y hace del desarraigo y la movilidad, su
condición de libertad.

No es sino hasta mediados del siglo XX, que esta masa de peones empobrecidos se desplaza
hacia la ciudad para engrosar lo que José Nun (1969) denominará el ejército industrial de
reserva excesivo. Urbanizado, el vagabundo perderá parte de esta identidad del trashumante
rural, de una cultura popular fuerte en su capacidad de subsistencia, de construcción de
solidaridades, de compadrazgo, festejo y libertad. En la ciudad, la identidad del vagabundo
sufre una metamorfosis que conserva algunos de sus rasgos -como es el desarraigo-, pero la
escasez de recursos para la subsistencia lo atarán a una estrecha red de caridad y
beneficencia; y la ocupación del espacio público y la calle lo harán más vulnerable al control y
al castigo de la institucionalidad pública. La invisibilización y la soledad de su figura se
transforman así en una condición de su sobrevivencia en la ciudad.

Hoy en pleno siglo XXI la preocupación y la pregunta por el mundo del vagabundaje -
fundamentalmente urbano– continúan presentes. En relación a lo que ocurría a comienzos del
siglo XX en Chile, ciertamente las cifras de vagabundos hoy día son menores. Según cifras del
Gobierno de los años treinta, la población conceptualizada como “indigentes, vagos,
abandonados y delincuentes”, se calculaba en cerca de siete mil sólo para la ciudad de
Santiago, pudiendo llegar hasta los cuarenta mil en todo el país. Para el año 2005 se calculan
un total de 7.126 vagabundos en las ochenta comunas más pobladas y urbanas de Chile (con
más de 40 mil habitantes)4.

Hasta el año 2004, en Chile la única acción pública era la de su detención por ebriedad en los
espacios públicos o la derivación a recintos hospitalarios en casos de evidente enfermedad.
Los vagabundos eran fundamentalmente objeto de preocupación de las entidades eclesiales,
en especial el Hogar de Cristo, sus hospederías y una amplia red de instituciones caritativas
como son el Ejército de Salvación, la Cruz Roja, los comedores de parroquias. Sin embargo,
hoy la preocupación por la vagancia -Personas en situación de calle- resurge desde el Estado y
la Iglesia casi en los mismos términos que fuera planteada históricamente. Atracción y
repulsión, idealización y sufrimiento. La figura del vagabundaje atrae pero también aterra.
Caridad y control continúan siendo las salidas propuestas.

Las etnografías de este libro poseen un trasfondo profundamente político, ellas son también,
cada una a su manera, un llamado a favor del cambio de paradigma de la cuestión social que
rodea a la figura del vagabundo en nuestra sociedad. El relato etnográfico, a través del ejercicio
reflexivo y polifónico, contribuye a develar las estructuras profundamente escondidas de este
mundo social, así como los mecanismos que tienden a asegurar la reproducción o
transformación, a menudo conflictiva, de las condiciones sociales que le dan vida. Por cierto, se
reconoce en la figura de estos hombres y mujeres la afirmación de una autonomía y libertad
que se hace en el transitar y ocupar esta ciudad; pero también, sabemos que la salida para
muchos de ellos no es sino el lugar de la impotencia y la muerte.

Este es el desafío que asumen los autores de este libro, evocar y borrar fronteras totalizantes
para abrir la mirada hacia el retrato y la comprensión de las culturas del movimiento, con todo lo

4
Mideplan, 2005.

16
que ellas poseen de deliberación, dominación y resistencia. Etnografías de los lugares de
exclusión e invisibilidad que excavan en los silencios y en las memorias de aquellos itinerantes
y desplazados de nuestras ciudades.

Más que intentar sanaciones imposibles o reinserciones inútiles, de lo que se trata es de


comprender el carácter irreversible de muchas de estas historias; la profunda desafiliación que
los afecta social, económica y simbólicamente. Si aceptamos que el vagabundaje nace de la
ruptura profunda del vínculo que ata a sí mismo y al todo social, podríamos concluir que sólo en
la medida que las acciones emprendidas logren restituir ese vínculo, la situación del vagabundo
logrará algún alivio. Y como toda gran ruptura, esta requiere ser acompañada a lo largo de la
vida y hasta la muerte. Vínculo terapéutico o de asistencia, lo esencial es que este sea
indestructible e incondicional a los lugares, al movimiento, a las resistencias. Ello supone
entonces, ante todo, una relectura del movimiento y de las rupturas no como transgresiones y
fracasos, sino como condiciones a la existencia del vagabundo, un principio de realidad. Un
cambio de perspectiva como el propuesto supone cambios políticos profundos, como es el
reconocimiento de la legitimidad de la ayuda sin otro objetivo que la restitución del vínculo
social y existencial.

De lo que se trata entonces, es de suspender ese deseo y necesidad social de normalizar a sus
miembros (Declerck, 2001). Y así evitar el sufrimiento inútil, las muertes tempranas, la violencia
y la estigmatización que exacerban su condición de parias. Pero ello exige la aceptación y el
respeto del otro en sus diferencias y en sus desvaríos. Es esta aceptación y tolerancia del otro,
sean cuales fuesen sus disfunciones, y sean cuales fuese los beneficios que de ello pueda
extraer, los que pueden transforman la función de la asistencia o la caridad –y no del castigo-
en la respuesta que suavize y mitigue esa profunda ruptura del vínculo social. La asistencia se
transforma así en la aceptación social del vagabundo tal cual es, incluidas sus aberraciones o
disfunciones. Es una exigencia ética fundamental, el reconocimiento al derecho de vagos,
andantes y locos a existir y encontrar protección y abrigo sin la exigencia de volverse distinto a
lo que ellos son; sujetos todos que la sociedad misma gestó.

Más radical aún, sería reconocer el derecho del andante a guardar silencio, a no declarar, a
escabullirse, a invisibilizarse en el tráfico urbano, a no ser reconocido, a no dar explicaciones;
derecho a existir sólo como alguien que pasa, que va o que viene sin ser detenido en su
marcha (Delgado, 2007). Es el derecho al anonimato, a la reserva del urbanitas (Simmel, 1903).
Esto es, a ocupar los espacios públicos sin por ello, tener que volverse sujetos de política ni de
caridad, ni de sospecha, ni de estigmatización. Es el derecho a la calle de Henri Lefebvre, un
espacio accesible a todos, indistintamente, como requisito y posibilidad de la ciudadanía
democrática.

Referencias Bibliográficas.

Bataille, G., 1996, Lo que entiendo por soberanía, Paidós, Buenos Aires
Bengoa, J., 1988, El poder y la subordinación. Acerca del origen rural del poder y la
subordinación en Chile. Ed. Sur, Santiago de Chile.
Bourdieu, P., 1994, L´illusion biographique, Seuil, Paris.
Castel, R. 1995. La metamorphoses de la question sociale. Fayard. Paris.
De Certau, M. et al, 1999, L´Invention de la vie quotidien, Point, Paris.
Declerck, B. 2001, Les naufragés, Poche, Paris
Delgado, M., 2007, Sociedades movedizas: por una antropología de la calle, Amorrortu,
España.
Dumont, l. [1956] 1986, Homo Hierarchicus, U.Chicago Press, USA.

17
Falabella, G.,1970, “Desarrollo del capitalismo y formación de clase: el torrante en la huella”. En
Revista Mexicana de Sociología, UNAM, año XXXII, Nº 1, enero-febrero, pp. 87-118.
Giannini, H. [1987] 1992. La reflexión de la vida cotidiana: Hacia una arqueología de la
experiencia, Ed. Universitaria, Santiago.
Eltit, D., 1999, Padre Mio, Lom, Santiago.
Lefebvre, H., 1976, Espacio y política: el derecho a la ciudad, Península, Barcelona, España.
Mauss, M. [1947] 1989. Manual d´ethnographie. Bibliotheque Payot. Paris.
Mideplan, Censo 2005, Santiago, Chile.
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Revista Latinoamericana de Sociología 5. N° 2.
Pichon, P., 2007, Vivre dans la rue. Sociologie des sans domicile fixe, Paris, Aux lieux d‟être.
Sahlins, M.,1974, Las sociedades tribales, NCL, Barcelona.
Salazar, G. [1985] 1990, Labradores, peones y proletarios. Formación y crisis de la sociedad
popular chilena del siglo XIX. Ediciones Sur, Santiago de Chile.
Simmel, G., 1903, El extranjero, Point, Paris.

18
historia

19
Andar andando.
Historias de vagabundos en Chile siglos XVI al XIX

Alejandra Araya

Para comenzar

Este texto reutiliza y recompone una investigación realizada hace varios años que se inició con
la pregunta por la relación entre el miedo al llamado viejo del saco -en la infancia de los años
setentas del siglo XX- con los vagos entendidos como gente que habitaba en la calle. Pero esa
pregunta encerraba una trampa en la que solemos caer los historiadores y en las que nos
suelen entrampar: el mito del origen. ¿Es posible relacionar la historia, en tanto historia de vida
y experiencia del sujeto, con las que yo rastree finalmente en las causas judiciales a hombres
que fueron catalogados de ociosos, vagabundos y malentretenidos del siglo XVIII y XIX, en lo
que hoy llamamos Chile? No. Lo que se une es la mirada hacia una serie de conductas, de
sujetos concretos, mirada que los configura como un problema a solucionar por medio de un
conjunto de acciones que tienen a eliminar, rehabilitar o normar. Entiendo que esta mirada es la
que estas etnografías cuestionan. Entonces sólo pretendo mostrar los puntos de encuentro
entre ellas y las historias de los vagabundos de los siglos XVI al XIX.

Pensar en la historia de los vagabundos es dar cuenta de los procesos y discursos que fueron
configurando, en el largo tiempo, un objeto nuevo: la movilidad espacial como señal de ocio,
hasta hacer de vagabundear una señal de ocio, por tanto hacer de los vagabundos, vagos. Esta
distinción es muy relevante, puesto que lo que puedo contar sobre los vagabundos de los siglos
XVI al XVIII no es la historia de un grupo social definido ni de sujetos que se asumieron como
vagabundos, sino que distintos momentos en que una serie de conductas se tornaron
sospechosas y delictivas de acuerdo a la configuración de lógicas predominantes respecto del
trabajo lícito, la hombría de bien5 y el uso del tiempo. Los procesos judiciales atrapan a
hombres concretos en una red de discursos morales cristianos, otros ilustrados, otros de la
gente común y de las familias en torno a un problema: una noción del trabajo asociado a lo
sedentario y la ciudad como espacio ideal de la vida civil y civilizada que hace del nomadismo
una otredad peligrosa. Estas son cargas simbólicas que estructuran un imaginario que opera de
manera evidente en el modo de mirar y escribir sobre los vagabundos hoy en día: ya sea en las
políticas de gobierno entendidas como asistencia, las que intentan normar y “rehabilitar” en una
familiaridad no casual con el debate de los verdaderos y falsos pobres del siglo XVI, como
también en la mirada política de la vida nómade y del sujeto trashumante en tanto icono de
resistencia a la normalización. Desde la mirada historiadora podemos dar cuenta de los
discursos que configuran un objeto o problema, el de los vagabundos y vagos, como de la
relación entre esos discursos y los sujetos que visibiliza, así como sus tensiones, rupturas o
permanencias en momentos específicos. Una historia, en tanto proceso continuo de unos
sujetos que trazan en el tiempo un camino claro y un proyecto es imposible, esa es una forma
de representar la historia, pero no es mi mirada de la historia, por ello en insisto en la
configuración histórica de los objetos. Por otro lado, el dispositivo que supone el proceso
judicial, materialidad con la que he trabajado el problema supone un momento en que se
5
Ser un hombre de bien se refería fundamentalmente a ser cristiano y cumplir con los preceptos
de la Iglesia, especialmente ir a misa y confesarse, así como ser responsable como hijo, padre o esposo.
Obviamente esto significaba huir de los vicios y no delinquir.

20
intersectan múltiples historias que fijan a su vez distintos actores siendo y operando, reforzando
y construyendo un discurso sobre el trabajo y la criminalidad y, al mismo tiempo, objetivando
esos discursos en un sujeto concreto. Del otro lado del espejo, esos procesos judiciales son
textos que operan en algún punto como etnografías de unas historias de la vida nómade en
otros tiempos.

Las historias de vagabundos en el siglo XVIII son parte de la historia de la mano de obra y el
trabajo en la sociedad colonial. Ya sea que tomemos a los catalogados de "vagos" como
sujetos "distintos", "pintorescos", "peligrosos" o "marginales", debemos remitirnos
inmediatamente al contexto temporal y espacial en que esas nociones operan e intentar
explicar por qué, respecto de quiénes y a quiénes debemos identificar con ellas. De la misma
forma, si hablamos de vagancia, debemos someter el concepto a una confrontación con lo que
sabemos del periodo en que nos interesa estudiar el problema, esto es, determinar si cabe
hablar de vagancia en el siglo XVIII, en qué términos debe hacerse para no caer en
"arbitrariedades conceptuales". Vagancia se entiende actualmente y, sociológicamente, como la
situación ambivalente de la persona que, careciendo de vínculos sociales permanentes y
medios visibles y legítimos de sostenimiento, se muestra voluntariamente refractaria al trabajo
regular sistemático y habitualmente profesado. Según esto, habría que definir cuáles eran los
vínculos sociales que los individuos debían mantener en la sociedad colonial, cuáles eran los
medios "legítimos" de sostenimiento, si se podía determinar cuáles eran las características del
trabajo aceptado como lícito en siglo XVIII, si se podía hablar de "regular", "sistemático" o
"habitual" como sus rasgos constitutivos.

El artículo de Mario Góngora titulado " Vagabundaje y sociedad fronteriza en Chile (siglos XVII
a XIX)" (1966), hablaba de la "ociosidad rural" y de las causas criminales hechas a "ociosos,
vagabundos, ladrones" y otros términos, como parte del "fenómeno" del vagabundaje.
Sociológicamente, este correspondería a una situación de desvinculación y desarraigo social
acompañada de actividad deambulatoria, improductividad y, generalmente, de la práctica de la
mendicidad, pudiendo constituir un índice de peligrosidad. Góngora consideró en su trabajo los
dos primeros rasgos, el desarraigo y la actividad deambulatoria, para incluir estos procesos
judiciales en el fenómeno del vagabundaje. Para mí, sin embargo, que los vagabundos, los
ociosos y malentretenidos apareciesen como parte de un problema de criminalidad, se
relaciona con los tópicos de la "improductividad" y el "índice de peligrosidad" a que estaban
asociados. Ninguna causa identificaba el delito como "vagabundaje" o "vagancia". Pero sí había
un problema de fondo que unificaba todos estos términos "la ociosidad" o, su reverso, "el
trabajo", la forma en que estos personajes se relacionaban con él, resistiéndose, cometiendo
faltas, evadiéndose o perturbando el normal desarrollo de las tareas es por esto que hablo más
bien de cómo los vagabundos, hombres libres de lazos de dependencia y en razón de ello con
libertad de movimiento, encarnarán lo que se entiende por vagancia desde el siglo XIX. Como
ya dije, este término no se usa en los siglos anteriores, sino que se habla de ociosos, vagos,
malentretenidos y vagabundos o vagamundos. Hay que aclarar también que en los sistemas
judiciales de Antiguo Régimen como los coloniales, se sanciona a sujetos y modos de vida y no
a delitos con penas proporcionales a ellos. Por lo tanto, ser acusado de vago es en sí un
argumento de la criminalidad del sujeto y esa calidad es la que se juzga. Esto explica también
que es en largo tiempo de conocimiento del individuo, luego de variadas acciones y conductas
reiteradas, que se proceda a enjuiciar. Finalmente, el mismo proceso se entiende como acceso
a la justicia, ya que era bastante común aplicar penas sin proceso. En el caso de los vagos,
eran destinados a servir en las obras públicas del Rey, desterrados o sometidos a la pena de

21
azotes. Sólo a fines del siglo XVIII se sienten algunos reclamos ilustrados frente a las penas
aflictivas o corporales6.

Podríamos decir que en el siglo XVIII las causas judiciales a los hombres vagabundos son
indicio del triunfo de una concepción de ellos como malos pobres y perjudiciales. En el siglo XVI
se habló de ellos dentro de dos debates, uno a ambos lados del Atlántico: el de los verdaderos
y falsos pobres (o buenos y malos); y otro en América: el de los vagabundos como hombres
españoles que perturbaban la vida de los indios al instalarse en sus tierras, también fueron
llamados “forasteros en pueblos de indios”. Los vagabundos españoles, se decía, solían ser
bebedores, jugadores, pendencieros y mujeriegos.

Los vagabundos como malos pobres en el siglo XVI: la mirada asistencial y la


ocupación como trabajo.

Entre 1520 y 1540 se desarrolla un amplio debate sobre la limosna que puede entenderse
como una gran discusión sobre la beneficencia: si la responsabilidad de ella debía seguir
siendo cuestión de conciencia individual o debía estar en manos de instituciones públicas. De
este debate derivan variadas legislaciones sobre la hospitalidad: hospicios, conventos,
hospitales, casas de recogidos y recogidas, entre otras. Dentro de ellas el tema de los
vagabundos fue objeto de controversias.

A juicio del tratadista Domingo de Soto, la diferencia debía hacerse entre vagabundos y
holgazanes: entre “vagabundos baldíos7 y holgazanes que no siendo pobres, fingiendo pobreza
andan pidiendo limosna fuera de sus naturalezas8 a pedir por todo el reino. Porque los
primeros, no solamente es ley antigua del reino, empero es más antigua de derecho común y
mucho más antigua de derecho divino y natural, que no sean permitidos ni se sufran sin
castigo. Y lo segundo, que es de lo que ahora se trata […] a mi pobre juicio es cosa nueva y no
fundada en ley común ni en ley antigua del reino …”9. La novedad, a juicio de Soto, era
restringir la limosna a los pobres del lugar negándola a los forasteros de los cuales ahora se
sospechaba. El tratadista aconsejaba a Felipe II que, como príncipe cristiano, debía asegurar la
limosna al pobre desnudo, al pobre hambriento y al pobre peregrino10.
6
Como señalé al principio este texto se conforma de trabajos previos. Sobre la historia de los
discursos sobre la ociosidad veáse Alejandra Araya Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile
colonial. Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y
Museos, 1999 y sobre el sistema judicial colonial “El castigo físico: el cuerpo como representación de la
persona, un capítulo en la historia de la occidentalización de América, siglos XVI-XVIII”, Revista
Historia, Santiago, PUC, julio-diciembre 2006, Nº39, vol. II, pp.349-367 y “Justicia, cuerpo y escritura en
la sociedad colonial americana: intersticios de transculturación y aculturación”, en Roberto Aedo y otros
(editores), Espacios de transculturación en América Latina, Santiago, Santiago, Centro de Estudios
Culturales Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, 2005, pp.15-
32.
7
Baldío, en este sentido, se refiere a un hombre sin uso, no ocupado en cosas de la tierra, lo que,
como veremos más adelante, será entendido como sin oficio ni ocupación.
8
Se entiende como las tierras en donde se había nacido. En los procesos criminales del siglo
XVIII en Chile, se pregunta en las confesiones “de dónde es natural”.
9
Domingo de Soto (Segovia, 1495-Salamanca, 1560), Deliberación en la causa de los pobres,
Salamanca, 30 de enero de 1545. En: Félix Santolaria Sierra (Edición y estudio introductorio), El gran
debate sobre los pobres en el siglo XVI. Domingo de Soto y Juan de Robles, 1545, Barcelona, Editorial
Ariel, 2003, p.57.
10
El argumento de Soto en particular es la llamada Ley Tavera (por el obispo Juan Tavera 1472-
1545- que la sistematizó) sobre el recogimiento de pobres, derivada de una larga crisis de subsistencia
entre 1538 y 1540 que hizo poner cuidado en que el trigo y otros alimentos se mantuviesen en cada

22
En el debate matriz sobre este tema, otro punto relevante es que una cosa era la limosna y otra
la llamada corrección fraterna y castigo de los malhechores. Pero ambas competían a los
mismos agentes: las autoridades de las casas y familias y a la justicia. El examen de la vida y
costumbre de los pobres, decía Soto, si eran amancebados o aficionados a otros vicios, no
debía ser condición para negarles la ayuda que requerían. Una cosa era la “miseria corporal” y
otra la espiritual. Soto también ponía reparos a la exigencia de la confesión penitencial como
requisito para ser considerado pobre verdadero o recibir limosna, puesto que en las mismas
décadas también se debatía sobre el libre albedrío, la confesión no tenía valor si era forzada.

Otra postura, en cierto modo contraria a la de Soto, estaba representada por Juan de Robles,
monje benedictino. Para él lo principal era resguardar la limosna a los verdaderos pobres para
lo cual era necesario desenmascarar a los que con artimañas y fingimiento de enfermedades o
llagas las robaban. También defendía que la caridad comenzaba por casa y que por dicha
razón era necesario primero reservar la limosna de los de “nuestra tierra que a los extranjeros
de ella”, aunque eso no quería decir negar la limosna al forastero, sino que asegurarse de que
realmente se necesitaba mediante una averiguación11. Así, no debía darse limosna a gente
ociosa y vagabunda que pudiendo trabajar no lo hacía, “antes éstos deben ser por las justicias
corregidos y compelidos a que trabajen y gane por sí de comer”12.

Estos argumentos seguirán siendo los más recurrentes en la cuestión de los pobres y también
de la historia de los vagabundos a dos bandas: entre la misericordia y el castigo. A ella se
agregarán en América el tema del trabajo y el tributo por lo que la discusión sobre los
vagabundos se relacionará también con los grupos a los cuales se requería como mano de
obra. Tanto los indios como los españoles vagabundos serán acusados o defendidos respecto
de su ociosidad, su pobreza o su peligro.

Como en la crisis española de 1520-1540, la legislación sobre vagabundos se utilizará en


América para hacer frente a problemas de diversa índole: dificultades para conseguir mano de
obra, compelir al trabajo tachando de vagabundos a los grupos y hombres que servían para
ello, ante lo desconocido defenderse con la sospecha o ante la otredad vigilar. La legislación
sobre ellos sirvió en distintas situaciones como una herramienta política y los discursos que
circulaban en torno al tema, servirán como estrategias para enfrentar problemas sociales y
económicos13.

provincia, impedir acaparamientos indebidos y aplicar las ordenanzas existentes sobre mendigos y
vagabundos. Ver Félix Santolaria, op. cit, estudio introductorio, pp.20 y ss.
11
Juan de Robles (Medina del Campo, 1492ca.-Montserrat, 1572), De la orden que en algunos
pueblos de España se ha puesto en la limosna para remedio de los verdaderos pobres. Salamanca, 20
de marzo de 1545. En: Félix Santaloria, op.cit., p.130.
12
Ibíd., capítulo 4, p.143.
13
La relación entre la discusión del tema y momentos de crisis puede verse en: Alejandra Araya
Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile colonial. Santiago, Centro de Investigaciones Diego
Barros Arana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 1999. De la misma autora, Trabajo y mano
de obra en el valle central de Chile: un acercamiento desde el problema de la vagancia. En: Última
Década, Nº 6, Viña del Mar, CIDPA, 1997, pp. 3-44; Guerra, intolerancia a la ociosidad y resistencia: los
discursos ocultos tras la vagancia. Ciudad de México 1821-1860, Boletín Americanista Nº 52, Facultad de
Geografía e Historia, Universidad de Barcelona, año III, Barcelona, 2002, pp. 23-55; De los límites de la
modernidad a la subversión de la obscenidad: vagos, mendigos y populacho en México, 1821-1871. En:
Romana Falcón (coordinadora), Culturas de pobreza y resistencia. Estudios de marginados, proscritos y
descontentos. México, 1804-1910, Mexico, El Colegio de México/Universidad Autónoma de Querétaro,
2005, pp.45-71; Richard Warren, Entre la participación política y el control social. La vagancia, las clases
pobres de la ciudad de México y la transición desde la Colonia hacia el Estado nacional, Historia y
Grafía, México, Nº6, 1996, pp. 37-54.

23
Como "vagabundos" se designaba, desde el medioevo, a los hombres libres de lazos de
dependencia. El origen etimológico del término " vagabundo " se encuentra en "vacare" : " estar
vacío, estar libre, estar ocioso del cual deriva el sustantivo vagar" holgura sosiego, ocio, tiempo
libre "muy usual en toda la edad media, como adjetivo " vacuus es el que esta vacío, vacante;
vagabundo del latín vagabundus alterado por etimología popular en " vagamundo " en el siglo
XIV " por influjo del adjetivo vago y de la locución en vago, es el moderno vago " hombre sin
oficio ni beneficio ""14. El vagabundo por lo tanto es un hombre libre de lazos de dependencia lo
que implica en cierto modo no tener trabajo, porque este supone no estar en el servicio de
alguien. En este sentido sería un mal pobre. Sin embargo, su figura también se asociaba a la
del peregrino, el mendicante y hasta al penitente. Así, el vagabundo era unvagamundo, fuera o
extrañado de los lazos sociales de la comunidad cristiana en razón de una búsqueda de
reconciliación con la misma.

La imagen romántica del vagabundo, no fue la más estable, al contrario su libertad, en la


mirada asistencial, se iba tornando un indicio de ocio de huída a las obligaciones y
ocupaciones. En el siglo XVI el ocio es enemigo del negocio, tener una ocupación visible
suponía ya un rasgo de mayor sedentarismo. La ociosidad, la madre de todos los vicios en la
moral cristiana, se tornó una enemiga clara de una nueva lógica productiva que opuso el ocio al
negocio. Ser vagabundo no era en sí sinónimo de falta de ocupación, oficio o beneficio. La
movilidad del vagabundo no era necesariamente ausencia de ocupación. Pero será este rasgo
deambulatorio el que se tornará un signo negativo, en la medida en que se esa ocupación se
entienda a su vez como trabajo honesto en tanto sedentario. ¿Para qué trasladarse de un lugar
a otro, en qué malos pasos andará? Se cerrará cierra otro capítulo de esta historia cuando se
haga un solo término el del ocioso y el de vagabundo: ocioso vagabundo.

El bando de Joseph de Garro, para el Reino de Chile (1683) consideraba como "ocioso
vagabundo" a "todas las personas de cualquier estado y condición, españoles, mestizos, indios,
negros, mulatos libres que no entendieren en la administración de sus propios bienes ni
tuvieren caudal con qué poderse sustentar", los que estaban obligados a elegir "oficio y
ocupaciones lícitas y honestas en que puedan ganar con su propio trabajo el sustento
necesario y los que se aplicasen a oficios mecánicos se asienten y concierten con los maestros
examinados en los otros oficios que tuviesen tiendas públicas "15. Tenemos aquí tres claves del
trabajo lícito: administrar los propios bienes, ejercer el oficio bajo la dependencia de otro o en
tiendas públicas, es decir, establecidas. El amplio terreno que seguirá alimentando lo que se
entenderá por vagancia es ese de las ocupaciones lícitas y honestas ¿qué y quiénes las
definen?

De aquí en adelante "vagabundo" estará asociado indisolublemente a la calidad de "ocioso". En


el siglo XVII la ociosidad fue proclamada la madre de todos vicios, "la fuente de todos los
desordenes". Se obligará a los ociosos a trabajar para despojarlos de su rasgo de inutilidad-
improductividad y como una medida para restablecer el orden perturbado. Una causa de 1734 a
Bartolomé Díaz hablaba del "ocio y la vagamundidad" como la calidad entitativa del hombre
libre sin sujeción a servicio, lo que hacía de él un ser inútil o peligroso. Bartolomé era un "
ocioso vagamundo y ladrón " debido a " no tener otro ejercicio...de andar robando, y

14
Joan Corominas / José A, Pascual Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico,
Editorial Gredos, Madrid 1983, tomo V, pág. 728-729.
15
Auto del gobernador Don José de Garro, promulgado en forma de bando en Concepción el 28
julio de 1683, ANAMV (Archivo Nacional Archivo Morla Vicuña), vol. 3, pieza. 77-b.

24
continuamente en las casas de juego " 16.. Se le hacía la siguiente pregunta: " si para
mantenerse trabaja o tiene bienes propios o heredados de sus padres "17. Concordando con la
descripción de Garro respecto al obligado a asentarse a servir. Ya en 1782, se decía que, la "
gente ociosa y vagabunda...se entiende ser toda aquella que vive sin destino, ocupación, y
trabajo de qué poderse mantener "18.

Otro adjetivo que acompañará a los ociosos enemigos del negocio, será el de "malentretenidos"
que tenía que ver con el buen "destino " que se daba al tiempo. Esta categoría comprendía los
vicios (distracciones) que desviaban del trabajo como embriagarse o jugar distintos tipos de
juegos, pasar apostando o en la cancha de bolas. Ya en 1814, los vagabundos son llamados
vagos puesto que la deambulación era signo de desocupación, por tanto, el círculo entre
nomadismo, pobreza y trabajo se cierra: "que los vagos y malentretenidos tomen ejemplo y se
dediquen al trabajo, y hacerse útiles a la sociedad y a su Patria..."19.

Entredichos de la pobreza en el siglo XVIII: Vagamundidad y malentretenimiento como


delito.

Las leyes de vagabundos servirán para enfrentar el problema frente a una población diversa y
compleja de manejar en términos de sus propias formas de trabajo y servicio. En Chile, lugar de
los confines donde se mandaba a desterrar a estos hombres tan perniciosos, sin embargo,
también se aplicaron las mismas medidas. Es justamente en 1680, antes de ser publicada la
Recopilación de Leyes de Indias, dichas normas fueron aludidas para que los negros y mulatos
libres pagasen tributo o se sujetasen a servir. Negros, indios libres y mestizos serán
considerados más bien holgazanes. Para la definitiva criminalización del problema es muy
importante la Real Orden de 30 de abril de 1745, allí el vagabundo es un vago y se dará el
catálogo de los entretenimientos u ocupaciones que ya no serán correctas sino que
“malentretenimiento”, radicando en ellos otro tipo de vagancia, más cercana a nuestras
imágenes de los hombres bebedores, jugadores, de las esquinas, de la “pérdida del tiempo”,
del que no le trabaja un día a nadie, distanciándonos ya de las consideraciones sobre la
limosna y la caridad a los pobres como primera preocupación en la cuestión de los
vagabundos: “Los que sin oficio ni beneficio, hacienda y renta vive, sin saberse de qué venga la
subsistencia por medios lícitos u honestos. El que teniendo algún patrimonio no se le conoce
otro empleo que el de casas de juego, compañías mal opinadas, frecuencia de parajes
sospechosos. El que vigoroso, sano y robusto de edad…, anda de puerta en puerta pidiendo
limosna: el soldado inválido, que teniendo sueldo de tal, anda pidiendo limosna: el hijo de
familias que mal inclinado no sirve en su casa y en el pueblo de otra cosa, que de escandalizar
con la poca reverencia u obediencia a sus padres, y con el ejercicio de las malas costumbres,
sin aplicación a la carrera que le ponen: el que anduviese distraído por amancebamiento, juego
o embriaguez:… y busca las ocasiones disponiendo rondas, música o bailes en los tiempos y
modo que la costumbre permitida no autoriza, sin son regulares para la honesta recreación: el
que trae armas prohibidas:… el que teniendo oficio no lo ejerce lo mas del año; sin motivo justo
para ejercerlo: el que con pretexto de jornalero, si trabaja un día lo deja de hacer muchos, y el

16
Causa criminal [en adelante C.C.] contra Bartolomé Díaz por ocioso vagabundo, ladrón. Partido
de Maule. Diciembre 1734, ANRA (Archivo Nacional, Archivo de la Real Audiencia) vol. 2830, pieza 39,
auto cabeza de proceso 7-12-1734, foja 93.
17
ídem, foja 93v.
18
Título de juez de comisión concedido a Domingo Pais(sic), Santiago 13/8/1781, ANCG (Archivo
Nacional, Capitanía General) vol. 928, foja 266v.
19
C.C. contra José, Andrés y Manuel Bruna por ladrones vagos y malentretenidos. Aconcagua
1814", Arch. Jud. de San Felipe legajo 67 pieza 23 sin foliar. Auto cabeza de proceso 8-2-1814.

25
tiempo que había de ocuparse en las labores del campo, o recolección de frutos, lo gasta en la
ociosidad…; el que sin visible motivo de mala vida a su mujer con escándalo en el pueblo: los
muchachos que, siendo forasteros, andan en ellos prófugos sin destino: los muchachos
naturales de los pueblos, que no tienen otro ejercicio, que el de pedir limosnas ya sea por
huérfanos o por descuido de los padres: el que, creciendo sin crianza, sujeción ni oficio, por lo
regular se pierden, cuando la razón mal ejercitada les enseña el camino de la ociosidad
voluntaria: los gaiteros, bolicheros y santibancos: porque estos entretenimientos son permitidos
solamente de los que viven de otro oficio y ejercicio: los que andan de pueblo en pueblo con
máquinas reales, linternas mágicas, perros y otros animales adiestrados…”Y así, ¿se les hace
conocido?”

Los verdaderos pobres, ya en el siglo XVIII, eran los que no podían usar su cuerpo para
trabajar, razón por la cual quedaban autorizados para mendigar y recibían licencias especiales
para ello. Los falsos o pobres fingidos estaban físicamente aptos para ofrecer su fuerza de
trabajo, entendiéndose que trabajar era sujetarse a otros para servir. Eso era tener oficio o
beneficio. Gran parte del catálogo anterior se invoca en las causas revisadas para Chile,
aunque no es esa legislación la que da pie a la persecución de los vagos.

El problema de la mano de obra es lo que da forma al problema en estos territorios, ya fuese


por escasez, abundancia, nuevos sistemas laborales o lisa y llanamente control social20. Las
nuevas concepciones sobre el trabajo lícito y el trabajo entendido como producción, legitiman la
persecución de los vagos y su procesamiento criminal. Estos procesos fueron a su vez un
medio para inculcar dichos discursos a través del castigo de una serie de conductas ahora
consideradas ilícitas. Esto, sin embargo, no estuvo exento de polémicas en el ámbito del
derecho, no tanto como un rechazo al derecho o a examinar las costumbres de las personas,
sino por ser considerado el proceso mismo una señal de justicia. Es decir, que si se tachaba a
alguno de vagabundo o de vago o de ladrón, debía probarse cumpliendo con los pasos
correspondientes, sobre todo cuando el castigo de azotes que les estaba asignado era
infamante y la aplicación al trabajo de las obras públicas una vergüenza iguamente pública.
Todavía más, cuando ya en esta centuria el discurso sobre el malentretenimiento y la ociosidad
también se dirigía como crítica a las personas de bien, a los hijos de familia y a los nobles para
los cuales el trabajo físico era ausencia de nobleza21.

Un proceso judicial consta de los autos cabeza de proceso que dan los fundamentos que
sostienen el inicio de la causa, la sumaria de información que reúne declaratorias de testigos,
confesiones y, finalmente, la sentencia o dictamen. En medio, numerosas anotaciones sobre
las fechas de recepción de los papeles, sus traslados, constancias de las gestiones de los

20
No obstante, dado que el problema es una cuestión de normativas imperiales aparece en igual
periodo en distintas partes de América. Véase a modo de ejemplo Norman Martin, Pobres, mendigos y
vagabundos en la Nueva España, 1702-1766: antecedentes y soluciones presentadas, Estudios de
Historia Novohispana, UNAM, Instituto de Investigaciones históricas, vol. III, Nº 8, México, 1985. pp.99-
126; Silvia Marina Arrom, El hospicio de Pobres, un experimento fracasado de control social, 1774-1884.
En: Carlos Illanes/Ariel Rodríguez Kuri (compiladores) Instituciones y ciudad. Ocho estudios históricos
sobre la ciudad de México. Ediciones ¡Uníos!/Unidad Obrera Socialista/Frente del Pueblo, México, 2000,
pp.115-131; Amaral, Samuel, Trabajo y trabajadores rurales en Buenos Aires a fines del siglo XVIII. En:
Anuario del Instituto de Estudios Histórico Sociales, Nº2, Tandil, Universidad Nacional del Centro de
Buenos Aires, 1987, pp. 33-41; Gustavo Fabián Alonso, El delito de vagancia durante el último cuarto de
siglo XVIII. Historias de la ciudad. Una revista de Buenos Aires, Nº11, septiembre, Buenos Aires, 2001,
pp.19-26.
21
Araya, A. El castigo físico: el cuerpo como representación de la persona, un capítulo en la
historia de la occidentalización de América, siglos XVI-XVIII. Historia, Nº 39, Santiago, Pontificia
Universidad Católica de Chile, 2006, pp 349-367.

26
funcionarios del cabildo, la cárcel o la Real Audiencia. El proceso judicial, como expediente, es
un conjunto de papeles de diversa naturaleza textual, una escritura a varias manos que traduce
varias voces22. Los discursos que van describiendo el conjunto de conductas consideradas
criminosas o peligrosas y que configuran la imagen de los vagabundos y su asociación con
concepciones sobre el trabajo, se hacen operantes en los autos cabezas de proceso. En ellos,
los argumentos de tratadistas y las leyes y decretos, se hacen carne en los lugartenientes de
justicia, alcaldes de barrio, oidores de la Real Audiencia, subdelegados, intendentes,
gobernadores o los llamados jueces de comisión, porque fueron hombres que solicitaron
expresamente una autorización especial para ser jueces y aprehender a “todos los ladrones
amancebados, ociosos y bagamundos” (1756), “perseguir a los malhechores bagamundos y
ladrones hasta extinguirlos sin que les valga el subterfugio de andar de un partido en otro
(1768). En algunos casos son los propios hacendados o vecinos de pueblos, los que requieren
tener jurisdicción para poder frenar el daño a las haciendas por “bandidos y holgazanes que se
mantienen del sudor de otros” o paralizaban las “faenas por los hurtos, con total menosprecio
de la justicia y poco temor a Dios”. Otros, relacionaban a estos hombres perturbadores con el
crecimiento de los alborotos, los escándalos, homicidios y heridas. Y también se apela al
cumplimiento de las leyes, las de Indias sobre vagamundos, las de Castilla sobre exterminar el
desorden.

Esas comisiones especiales son características de la segunda mitad del siglo XVIII y, coinciden
con la configuración del poder rural ligada a la organización del latifundio tradicional que
requiere del control de la población, sus movimientos, su expulsión y anclaje en tanto factor
productivo esencial, así como una utilización estratégica de los discursos sobre los falsos
pobres para sancionar éticamente la movilidad.

En las décadas finales del siglo XVII, cuando aparecen los primeros procesos formales a
vagamundos en Chile, se trata de “limpiar” los partidos de hombres de “maleficio, ladrones,
ociosos, de mal oficio, vagabundos y pernicioso” para que tuviesen estos “delitos el castigo que
se merecen”. Esta declaratoria será el discurso formal casi siempre aludido, entre 1730 y 1740.
También hará fuerza el testimonio de vecinos y conocidos que veían a estos hombres como
seres perjudiciales tanto por sus robos como por vagar por las calles. Ambas situaciones se
denuncian por ser de “pública voz y fama”, argumento de prueba suficiente para ser
considerado “verdad”, pero por sobre todo incómodo para la comunidad. En este punto sin
embargo, hay que precisar que en un proceso judicial a un vagabundo se encuentran dos
temores y una solución: por un lado el juicio es la forma de restablecer el orden para el propio
grupo que conoce desde hace mucho tiempo al enjuiciado y que presta testimonio para
expulsarlo de su seno cuando ha transgredido todos los límites de la confianza (no devolver lo
prestado que por ello pasa a ser robo, amenazar a las mujeres, violar los códigos del
compadrazgo, abusar de la hospitalidad), por otro, normar de acuerdo a los nuevos discursos
del trabajo castigando a los íconos del no-trabajo (andantes y sin vínculos de dependencia). La
trasgresión a las normas de la comunidad produce una primera desvinculación del sujeto. Es
constante durante todo el siglo XVIII la denuncia en torno a hechos concretos como robos,
intentos de violación, falta de respeto a “todo género de personas y estados, amancebamiento,
poco temor de Dios, menosprecio de la justicia, bagantes y ociosos”. A mediados del siglo,
aparecen denuncias por reincidentes en dichas conductas, podríamos decir efectivamente
resistentes a “corregirse” o asumiendo una forma de vida distinta a la ya “normal”, lo que se
acrecienta a fin del siglo con expresiones referidas a la necesidad de “corrección” de los

22
Araya, A. El uso de los textos judiciales en el problema de la identidad como problema de
sujetos históricos. Petronila Zúñiga contra Julián Santos por estupro, rapto y extracción de Antonia
Valenzuela, su hija. 1720-1721. En: Anuario del Magister, Nº 3, Santiago, Facultad de Filosofía y
Humanidades, Universidad de Chile, 1999, pp 219-241.

27
excesos y exagerada vida de estos hombres; para rematar en las décadas de 1770 a 1790 con
la emergencia de una teoría sobre la criminalidad centrada en las naturalezas de los hombres,
como explicaciones de sus opciones o fracaso de la corrección: “mal natural desde tierna edad,
perjudicial al público y de malas inclinaciones”.

Esto muestra la instalación de una convicción sobre las conductas mucho más específica que
el mandato general que al inicio de la centuria justifican las causas. Siempre el dilema es si se
trata de resistencias o si los argumentos que configuran nuevos objetos jurídicos van creando
criminales y crímenes que no son asumidos socialmente como tales. Hasta que el
convencimiento de los nuevos argumentos hace sentido a variados actores, y por tanto se
constituye un nuevo nicho sociológico para conductas que no tuvieron consciente o
voluntariamente tal fin. Un claro ejemplo de ello es el lugar de los hurtos y robos en estos
casos. Claramente hay usos retóricos y argumentativos en decir que no se sabe la causa de la
prisión, pero en realidad otros elementos indican que la vida rural y la movilidad hace del
préstamo de especies, sobre todo de cabalgaduras, un elemento importante de la sociabilidad y
la construcción de redes entre hombres y mujeres. Así como es un dato relevante de las
causas con notoriedad desde la década de 1790, cuando efectivamente la propiedad agraria se
funda en la noción de propiedad privada y el tradicional “avío” y “préstamo de especies” caerá
bajo sospecha de robo cuando no se devuelven en plazos prudentes. Las causas por robo
referían sobre todo a caballos, que permitían moverse aunque ello también reforzaba el
estereotipo del bandido, y en segundo lugar a las vacas que sirven para alimentarse y que
pueden cogerse si andan sueltas y sin marca. El denunciante a su vez debía probar que era el
propietario de las especies. Otra gama de denuncias trata de los aperos de cabalgadura, sobre
todo de plata, que efectivamente podían reducirse o convertir en monedas.

Diego Moreira natural de “las corrientes”, de poco más de 40 años fue acusado de vagabundo,
por jugador de especies de plata e introducir mercaderías ilícitas en la villa de San Martín de la
Concha, villa minera. En su confesión dijo ser “libre soltero” y que no era vagabundo.
Respondió a la pregunta sobre su oficio “diciendo que su inteligencia era en trabajar en las
minas y andar mercachifleando”, negaba dedicarse a apostar y explicaba su movilidad por
“buscar forma de trabajar y no habiendo hallado en que ocupar su persona se vino a esta villa y
en ella estuvo tres o cuatro días”, “alojó en el Convento de Nuestra Señora de las Mercedes y
que comía y cenaba en casa de algunos que le hacían merced”. Se había desplazado de la
Villa a Santiago para comprar yerba mate y tabaco y de allí a Maule y Lontué, para visitar a un
pariente religioso. Sólo confesó la venta ilícita de paños de ruán en Rancagua23. Sabía firmar.
Su historia muestra bien la cuestión de la movilidad como forma de trabajar, que ahora cae en
sospecha y las diversas estrategias combinatorias de dicho trabajo que podía incluir algo ilícito,
como una opción más en caso de desesperación.

La diferencia entre la cogida y el préstamo radicaba en la presencia o ausencia de


consentimiento por parte del dueño y en la cantidad de tiempo en que la posesión estaría en
otras manos. La cogida se efectuaba sin mediación de consentimiento explícito del propietario
de la bestia, aunque se aceptaba porque implicaba una devolución más menos inmediata. El
préstamo, por su parte, era un pacto personalizado quizás por el hecho de que involucraba un
traspaso del bien por un periodo más largo de tiempo, también se le llamaba "avío". Administrar
como propia una bestia prestada también era un robo. Así queda expuesto en una causa de
1761 a Fermín Rivera, acusado de robar una yegua, hecho que negaba por las siguientes
razones: “es cierto que caminando para Maule a ver a sus parientes se juntó con dos y viéndole

23
Causa criminal contra [en adelante C.C.] Diego Moreira por vagabundo, Archivo Nacional de
Chile, Fondo Capitanía General [en adelante ANCG], vol. 288, fojas 173 y ss., Villa de San Martín de la
Concha, año 1727.

28
que se le había rendido la bestia le aviaron con el caballo [...] por lo que a su venta o después
de vendido declaró no era seguro...”24.

La hospitalidad, en esta sociedad móvil, era una pieza fundamental de las relaciones sociales,
un uso arraigado en la vida de las gentes y por esto la vigilancia y el control también recaían
sobre aquellos que poseían ranchos que podían ser considerados "aposentadores de
facinerosos". El que alojaba u hospedaba debía distinguir entre buenos y malos pobres y estar
preparado para enfrentar la pregunta que se le haría a sus vecinos si se veía comprometido en
un juicio: "si saben que si alguno de los susodichos han tenido amistad o comunicación con
sujetos de malas costumbres o si han amparado en su casa a algún vagamundo y de malas
propiedades antes sí en contrario haber...tenido amistad siempre con personas de buena
calidad y costumbres favoreciendo con sus personas y bienes a muchos pobres de buenos
procederes"25.

Con bases o sin ella, la sospecha no dejaba escapatoria y muchas veces se devela como
simple y llano prejuicio. Por ejemplo, Gabriel de Neira de 50 años, pensaba que Juan Zapata
sin duda era "un hombre vagabundo porque si se quita a servir es con el motivo de tener mejor
ocasión para sus robos"26. O como se decía de Agustín Lazo de 50 años, gañán que servía por
año o por mes " y cuando halla quién lo contrate", que según la voz pública era ladrón "pues no
tiene bienes ningunos ni más inteligencia que ser vagante"27.

Estar sujeto a alguien era el signo de un trabajo honrado, con lo cual la movilidad excesiva fue
siendo estigmatizada cada vez más con la sospecha del delito y el peligro. Además, estar libre
implicaba la posibilidad de usar indiscriminadamente de esa libertad. De ahí la asociación, en el
discurso público, entre vagos y malas entretenciones: la gente que jugaba todo el día a las
bolas, cartas, apuestas o era asiduo visitante de pulperías y fiestas, claramente no destinaba
sus energías al trabajo. Los centros de diversión y comida, íntimamente ligados, fueron objeto
de vigilancia permanente sobre todo en Santiago, en donde, en tiempos del corregidor Luis
Manuel de Zañartu, se llevaron a cabo verdaderas cacerías de hombres para las obras de la
construcción de los Tajamares del río Mapocho, dándoles sólo su ración de alimento.

Las denuncias de los corregidores y hacendados llenaban la Real Audiencia sobre la peste de
hombres vagabundos que rondaban los campos y la ciudad. Manuel de Salas, el gran ilustrado
del siglo XVIII, hizo notar a mediados de ese siglo que el problema no era la ociosidad natural
de la población que se compelía al trabajo, sino la falta de trabajo permanente:

“quien a primera vista nota esta contradicción […] desata luego el enigma concluyendo que la
causa es la innata desidia que se ha creído carácter de los indios, y que ha contaminado a
todos los nacidos en el continente […]. La flojedad y molicie que se atribuye a estos pueblos es
un error […]. Todos los días se ven en las plazas y calles, jornaleros robustos ofreciendo sus
servicios […] se ven en las casas de campo mendigando ocupación, y a sus dueños en la triste
necesidad de despedirlos. Soy continuo espectador de esto en las obras públicas de la capital
en que se presentan enjambres de infelices a solicitar trabajo […]. Conque no es desidia lo que

24
C.C. contra Fermín de Rivera por vagabundo y ladrón. Partido de Itata, mayo 1761, Archivo
Nacional de Chile, Fondo de la Real Audiencia [en adelante ANRA], vol. 2229, pieza 5, confesión de
Fermín Rivera 24-5-1761, foja 164.
25
ANCG vol. 310, año 1774, foja 205.
26
C.C. contra Juan Antonio Zapata mulato, por vagabundo y ladrón, Colchagua 1749, ANCG vol.
288, testigo Gabriel Neira, foja 287v.
27
C.C. contra Agustín Lazo por ladrón y vagante 1744-1745, Partido del Maule, Arch. Jud. de
Talca, legajo 226 pieza 6 sin foliar.

29
los domina; es la falta de ocupación que los hace desidiosos por necesidad a algunos la mayor
parte de año que cesan los trabajos, y otros el más tiempo de su vida que no lo hallan […]”28.

Vida de hombres y movilidad: andar andado y destino de padecer.

Efectivamente, en el siglo XVIII, la oferta de trabajo era estacional tanto en las minas como en
el campo. En las haciendas se prefería a los peones estacionales por sobre los permanentes
porque resultaban más convenientes, puesto que no era obligatorio darles techo o protección
en enfermedades o mantener a sus familias. Terminada la cosecha o la vendimia, el peón era
despedido. Esta racionalidad económica, acorde con la transformación del cultivo en empresas
agrarias, no se compadecía con el crecimiento demográfico que en esa misma centuria se
experimentó. Entonces, es cierto que campos y ciudades presenciaban el paso de muchos
hombres y mujeres buscando ocupación, pero el discurso imperante atribuía esta situación a su
naturaleza, enfrentándolo con temor y miedo a perder el control sobre una población numerosa
y desconocida.

Sin embargo, estas nuevas ideas sobre lo útil y correcto no tenían relación con una sociedad
rural (incluso Santiago), que vivía en torno a la fiesta, el juego y la diversión. Una sociedad que
no obstante ir interiorizando el discurso sobre la ociosidad a fuerza de cadena, destierro, prisión
y trabajo obligado seguía siendo fiel a la hospitalidad, el préstamo de especies, a conocerse por
nombre y apellido y a rechazar sólo a los sujetos que en el largo tiempo desafiaban su
confianza. Tanto las nociones de propiedad privada como las de vicio quedan en entredicho en
las prácticas culturales mayoritarias. Por ejemplo, el hurto de ganado, según las causas, se
presentaba con más frecuencia en los partidos de Colchagua y Maule, zonas ganaderas y en
caminos a la frontera. Es interesante constatar que en este tema son importantes las sutilezas
semánticas, por ejemplo, el rasgo andariego denunciado como característica del reo, se
acentuaba cuando se quería testimoniar la sospecha del tráfico de animales. Tenemos el caso
de Marcos Retamal, natural de Cauquenes y apresado allí, que vivía "sin ninguna sujeción de
ocioso vagamundo, contrabiniendo y ejecutando contra los vandos publicados de vender varios
cueros de chivatos y cabras y de otros más excesos...". Esto lo decía el juez de comisión, pero
los testigos agregaban que hacía más de 14 años que lo conocían por "andante ocioso
vagamundo, sin quererse sujetar a servir a persona alguna"29.

La denuncia, la sospecha y la vigilancia de unos sobre otros, el rumor que volaba de puerta en
puerta y de rancho en rancho fue llenándose de una nueva moral, de un nuevo modo de vivir,
acorralando a artesanos, peones y mercaderes que debían deambular para sobrevivir,
obligándolos a asentarse y vivir más ordenadamente, para no ser considerados ociosos
vagabundos. El desfase entre los discursos de unos pocos y las prácticas de muchos hizo decir
a Vicente que no sabía que era ocioso porque trabajaba cuando podía, que no sabía que era
ladrón hasta que se lo dijeron y a explicar sus desventuras por estar destinado a padecer.

Entre 1806 y 1808 Vicente Pizarro, huérfano de padres, español (o sólo más blanco que el
resto de la mayoritaria población mestiza del reino), vivió en medio de aventuras y desventuras.

28
“Representación al ministerio de Hacienda hecha por el señor Don Manuel de Salas síndico de
este Real Consulado, sobre el estado de la agricultura, industria y comercio de este Reino de Chile, 12
de marzo de 1798, Reproducido en Miguel Ángel Cruchaga, Estudio sobre la organización económica y
la Hacienda Pública de Chile, Madrid, Editorial Reus, tomo III, 1929, p 151-152.
29
C.C. contra Marcos Retamal por ocioso vagabundo y otros excesos. Maule 1775-1776, ANRA
vol. 2812, pieza 2. Auto cabeza de proceso 18-11-1775, foja 58 y testigo Santiago Soto 18-11-1775, foja
58v.

30
Alrededor de los 18 años fue colocado en casa de un maestro carpintero para aprender el
oficio, pero también trabajaba de vez en cuando en las trillas en Conchalí y gustaba de jugar a
las cartas con sus amigos o con quien quisiera acompañarlo. Disfrutaba correr a caballo por las
calles empolvadas de Santiago, aunque lo llevaron preso por eso más de una vez. Tanta era su
pasión por el juego, que en una ocasión no resistió quedarse con un mazo de cartas, lo
sorprendieron y lo mandaron a servir a su majestad en un barco. Desertó en el puerto del
Callao, en Perú. Subió a “La Castorcita” y llegó a Valparaíso, desde donde partió caminando a
Petorca, allí estuvo trabajando como carpintero. Decidió seguir rumbo a Santiago, también a
pie, y remolerla solo sin alojarse en casa alguna. En las cercanías de Santiago -casi al cruzar el
río Mapocho- pidió alojamiento en casa de José Antonio Rodríguez, se pitó un cigarro con él y
le pidió prestados unos zapatos, tanta caminata había terminado con sus chanclas y los pies
descalzos no resistían otras andanzas. Los que traía puestos Rodríguez, y que amablemente le
cedió, le quedaron grandes, pero los de su esposa, de badana amarilla con pintas negras
ribeteados con cinta azul, ajustaron mejor. A Rodríguez no lo volvió a ver y tampoco conoció a
la dueña de esos llamativos zapatos. Consiguió un caballo y un avío de montar con un alguacil
conocido, pero no alcanzó a seguir su viaje ya que lo apresaron y quitaron de sus pies los
zapatos. Según supo sospecharon de él por ese atavío y el caballo. Llamaron a varios
conocidos a decir cosas sobre su persona. Apareció su antiguo maestro de carpintería y
también el de albañilería al que lo habían entregado después del incidente en la trilla. No
entendió, pero su defensor le dijo que lo consideraban un vago, ocioso, cuchillero, ebrio y
ladrón por compañero de las gentes de esa clase, jugador, tahur, otro más de la soez del
pueblo. Recordó que, como la albañilería no le gustaba, se había ido, pero no sabía que eso se
consideraba fuga ¿acaso era esclavo del maestro albañil?

Llamaron a uno de sus tíos a la prisión, Vicente pensó que se irían juntos. Lo saludó de lejos,
alcanzó a oír que decía al fiscal que era un mozo vago, ocioso y mal entretenido, en malas
compañías y sin subordinarse a una tía que lo cuidó cuando murieron sus padres. Hacía tanto
de eso. El tío se fue. Un señor muy solemne vino a decirle que era necesario reducirlo a una
vida más arreglada y para eso lo conducirían a los fuertes de Valdivia, a trabajar en las obras
públicas. Quizás eso fuera más afortunado para él, si le daban de comer estaba bien30.

Los hombres procesados muchas veces no eran vagos sino que buscadores de trabajo. En 350
causas entre los años 1681 y 1814, encontramos a hombres mayoritariamente entre los 20 y
los 40 años, peones-gañanes es decir para cualquier labor y en particular las de la agricultura y
la ganadería, algunos maestros o aprendices de oficios que requerían cierta movilidad como los
zapateros y sastres puesto que ofrecían sus servicios por el territorio, hombres cuyo oficio se
ejercía en movimiento como los mercachifles, arrieros, aviadores de cabalgaduras, mineros y
otros de vidas aventureras como barberos, vendedores de estampitas, cantores y guitarreros,
los menos, diciéndose a sí mismos andantes y sin oficio31.

Las cientos de causas a hombres por ociosos, vagabundos y malentretenidos del siglo XVIII y
principios del XIX en Chile, muestran diferentes aspectos de una vida económica, social y
cultural colorida (como los zapatos prestados a Vicente). Y también códigos sexuales, de pareja
y de afectos diferentes. El amancebamiento es una falta que también cobra más relevancia en
la segunda mitad del siglo XVIII, cuando a ser hombre de bien se suma la cuestión de mantener
a la esposa y residir con ella. Este modelo de pareja y familia, claramente es nuevo e incide

30
La historia de Vicente se encuentra en el Archivo de la Real Audiencia de Santiago (Archivo
Nacional de Chile), vol. 2430 piezas 14 y 17, 1806-1808.
31
Para más detalles ver Alejandra Araya, Ociosos, vagabundos y malentretenidos en Chile
colonial, Santiago, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dirección de Bibliotecas, Archivos y
Museos, 1999.

31
también en los controles sexuales que al menos en estas historias aparecen regidos por la vida
móvil, por aparejamientos en visitas varias y estacionales. Dichas prácticas no pueden pasar
desapercibidas dentro de una historia de la masculinidad y las reglas de la hombría en nuestros
países. Esa puede ser otra historia, pero en esta que estamos contando ahora, nos devuelve a
la idea de que el vagabundo va encarnando todas las faltas a la vida de bien o el canon de la
normalidad más decimonónico y característico de las sociedades tradicionales contemporáneas
en transformación en la actualidad.

La errancia como ausencia de trabajo será difícil de controlar puesto que los rasgos productivos
serán agrícolas por mucho tiempo, esos peones-gañanes podrán ser luego mineros, carrilanos,
artesanos u obreros, pero incluso en el siglo XIX dicha cuestión será paradójicamente
contradictoria con el discurso liberal respecto de la libertad de la mano de obra y a la noción de
delito positivo: no se pueden condenar costumbres, sino que delitos. El orden, sin embargo,
parece ser un discurso muy poderoso en nuestra sociedad, puesto que la inclusión de ella en el
código criminal de 1874, nos devuelve la función de dicho discurso como herramienta política
en momentos de crisis o de situaciones percibidas como peligrosas por las elites32.

El temor hacia hombres extraños a la comunidad por su deambulación y cierta insania


asociada, a veces, a su ropa raída aparecía conformándose, incipiente; porque en una
sociedad en que para trabajar era necesario moverse siguiendo los ritmos de la agricultura no
era raro encontrarse con extraños e incluso había reglas de hospitalidad que seguir. Reglas de
paisanaje, puesto que en otros momentos a uno mismo le podía acontecer tener que salir a
probar suerte33. Entonces, es claramente en el espacio urbano donde se asienta más esa
imagen del vagabundo como un extraño, un forastero, alguien peligroso. El viejo del saco cobra
cierta presencia, quizás en él lleva sus propiedades más preciadas, su historia de desgracias,
su mate, su manta. Es en la ciudad y a fines del XIX (sino a inicios del siglo XX) cuando los
vagos pasan a ser los vagabundos de hoy, pobres en la calle, sin hogar, ligados en sus
representaciones a la suciedad como rasgo predominante.

Sólo para graficar algunas referencias de lo que he dicho. En Santiago, en la segunda mitad del
siglo XVIII se presentaban situaciones de transición entre una y otra historia, es decir, la de los
hombres deambulando y las de los hombres paisanos, compadres, de vidas duras, solitarias y
sin afectos. Así como la de los jóvenes ya crecidos en una conocida triste y desgarradora
historia del Mapocho: "en la rivera del río se iban a dormir varios vagamundos que no se
ocupan en otra cosa que en juegos robos, y su merced incontinente pasó al lugar [...] y halló
entre unas chilas una camada de seis sujetos y entre ellos halló a uno muy afamado [...]
nombrado Mariano Silva alias Polillita a los cuales puso presos en la cárcel [...] se examinen los
testigos que puedan ser sabedores de sus hechos particularmente al denunciante [...]"34.

32
Véase Teresita Rodríguez, ¿Omisión como acción?: La vagancia y su rol en la conformación y
legitimación de la República Liberal decimonónica. Santiago 1870-1875”. Informe para optar al grado
Licenciatura en Historia, Seminario de Grado Sujetos, textos y discursos: una reflexión sobre la
construcción de identidad histórica en perspectiva cultural, siglo XVIII-XX. Universidad de Chile, Facultad
de Filosofía y Humanidades, 2005, pp.199-200 [revisar].
33
Véase Anicia Muñoz, “El paisanaje y la cultura del día a día: identidad peonal, prácticas
cotidianas y espacios sociales. Santiago, Rancagua y Talca, 1850-1860”. Informe para optar al grado de
Licenciatura en Historia, Seminario de Grado Sujetos, textos y discursos: una reflexión sobre la
construcción de identidad histórica en perspectiva cultural, siglo XVIII-XX. Universidad de Chile, Facultad
de Filosofía y Humanidades, 2005, pp.133-198.
34
C.C. contra Mariano Silva alias Polillita y otros por vagabundos. Santiago. 1775, ANRA vol.
2372, pieza 5. Auto cabeza de proceso 14-3-7-1775, foja 189.

32
El denunciante a que se alude, había sido apresado con el objeto de que dijera lo que supiese
de "uno que llaman Polisoncito, y se acordó que al mulato Gavino, a Nanguita, a Polillita y
Pinguedita los veía continuamente en la cancha de la Alameda vieja a las siestas; y con motivo
de que el que declara se iba todas las mañanas a la chácara de Pozo veía a los susodichos a
la alba salir del río y como tengan la fama de ser ladrones por esto le dio la noticia más que no
sabe que hallan hecho robo alguno sí que Polillita fue desterrado por ladrón..."35.

Se trataba de un grupo de muchachos de 13 a 20 años que: "por las tardes y las mañanas se
empleaban en una cancha jugando bolas y algunas ocasiones al Paro, y luego que entraba la
noche bajaban a la ciudad donde las conocidas y a las ocho o nueve se iban al río a dormir y
algunas noches salían tarde y andaban de casa en casa buscando qué robar y antes de
amanecer se recogían al cerro San Cristóbal"36. Es interesante destacar las distintas
situaciones que se encuentran en este caso, por ejemplo, el grupo mencionado no se sentía
perteneciente al grupo del llamado "Polisoncito" y al "Gavino", si en alguna oportunidad habían
estado juntos aclaraban que: " sólo ha sido en la cancha pero no para andar juntos ". También
tenemos que entre ellos se encontraba uno conocido como "el minero" que una vez los había
convocado "para ir a robar unos ponchos que se quería ir para su tierra". Había otros que
habían caído en la redada y que sólo hacía semanas que estaban junto a ellos. Juan Aguirre
afirmaba que conocía nada más que a Lorenzo Rojas en razón de que "han trabajado juntos, y
que tal vez los días de fiesta que solía ir a las canchas los solía hallar..." 37. Por otra parte, el
famoso "Polillita" era enfático en señalar que Juan Aguirre no era del grupo porque era un
"peón": "no se ha juntado con él porque es peón de las monjas"38.

Este grupo de muchachos vagos se sentía distinto a este "peón" que, sin embargo, a los ojos
de las autoridades, era tan vago como ellos. El peón sólo fue apercibido de que moderara su
conducta "evitando la ociosidad y la continua concurrencia que se nota en las canchas
principalmente en días de trabajo"39. En un caso más común habría sido enviado a las obras
públicas, sin embargo, su vagancia tan grave en el discurso, parece menos considerable ante
la realidad que denunciaba el caso de este grupo. Por lo demás, el uso de "alias" y la vida en el
río se nos revelan como experiencias distintas a las que hemos visto hasta el momento, sobre
todo porque se trataba de niños y jóvenes desvinculados de lazos familiares, de seres que
formaban parte de un mundo realmente marginal, que se encontraban y desencontraban con
hombres que iban y venían por el territorio buscando trabajo, regresando a su tierra o,
simplemente, desviados de sus ocupaciones.

Los hombres que llegaban desde la campaña a Santiago también eran objeto de sospecha,
tanto por su posible conexión con el tráfico de ganado como por el miedo a los salteadores de
caminos: "se ha denunciado que Ignacio de la Vaca es hombre ocupado en malas propiedades
ocioso vagamundo y ladrón de profesión... y que en la cañadilla se halla en un cuarto en que
tiene un trabuco cargado, arma prohibida a sujetos de su clase y sospecha que acaba de llegar
de campaña... la averiguación de la vida de este hombre y que acaso sea uno de los
salteadores de caminos que se solicitan..."40. Este hombre tildado de "sujeto de su clase",
resultó ser "Dn. Ignacio de la Vaca", carpintero de oficio y arriero de ejercicio, que había
andado hasta Concepción "por verse en pobreza y no poder llegar a la casa de su Padre que

35
ibid., declaración de Carlos Segura 14-3-1775, foja 189v.
36
ibid., declaración de Tadeo Vilches, Santiago. 14-3-1775
37
ibid., declaración de Juan Aguirre, 14-3-1775, foja 194.
38
ibid., declaración de Mariano Silva 14-3-1775, foja 194.
39
ibid., fallo de la Real Audiencia, Santiago. 4-7-1775, foja 244-244v.
40
C.C. contra Don Ignacio de la Vaca por ocioso vagabundo y malentretenido. Santiago. 1791,
ANRA vol. 2376, pieza 10, auto cabeza de proceso 20-5-1791, foja 159.

33
es en San Fernando... tres años que murió su Padre y que tiene un hermano ocupado en
trabajar chácaras y unas hermanas solteras, que a tiempo de ocho o 10 años que no los ve y
que no ha ido allá porque ha tenido vergüenza por verse en corta fortuna y que estuvo ocupado
en casa de Dn. Antonio Terapegui el tiempo de cinco años..."41. A la ciudad había venido a
vender unos quesos y unos cordobanes de un tal Antonio Godoy de Lircay y las armas eran
para defenderse. Se solicitaron informes de él a los subdelegados de Cauquenes y Concepción
que notificaron que había estado preso por varios "hurtos menores". El fallo consignó lo
siguiente: "por ser vagamundo, ocioso y malentretenido a quien por sus recomendables
circunstancias de buen nacimiento, y gallarda presencia ha tenido a bien destinarlo al servicio
de las armas"42.

Las imágenes de estas historias de vagabundos y vagos de otros tiempos tienen resonancias
parecidas a las de los andantes de hoy. Quizás es mejor decir que lo que queremos rescatar es
justamente esa dimensión de anti-sujeto de los vagabundos, de hombres libres, difíciles de
nombrar y atrapar. También se trata de reformular los discursos para concebir otra forma de ser
sujetos. Esta forma de leer sus historias me parece muy sugerente, sobre todo al devolver la
dimensión de la libertad del vagabundo más que su asociación con la ruralidad y la
trashumancia laboral. No obstante, esos vagabundos del XVIII nos hablan de esa historia de
libertad en estrecha relación con las lógicas productivas y la noción del trabajo. Me pregunto de
qué forma la mirada etnográfica que se teje en este libro alude a las nociones que hoy operan
sobre la noción del trabajo y la productividad ¿o es que se trata de otra historia o de una vuelta
a la valorización del vagabundo como un buen pobre o como el sujeto trágico por excelencia y
por tanto siempre heroico, o de una utopía que vuelve a su orígenes: la búsqueda inalcansable
de un lugar?

41
ibid., confesión de Ignacio de la Vaca 8-10-1791, foja 182v-183.
42
ibid., fallo 13-10-1791, foja 185v

34
etnografías

35
Notas de calle. Notas de campo

Leonardo Piña Cabrera

“En verdad salí cachorro


en la calle me hice perro”
(Juan Cameron)

1. Martes 20 de noviembre. Recorrido matinal: Dando vueltas por las calles.– Una investigadora
como informante.– Conversando con dos personas.– Salvados por un Ejército.

Reunidos en la Escuela43, luego de una mínima coordinación y definición de tareas, a las 07:30
horas salimos a las calles para establecer nuestro primer acercamiento. Rodrigo Maturana
(Pata), Cristina Guerra (Piti) y Alejandro Pino (Jano), se dirigen al Parque Portales a contactar a
quienes utilizan la pileta para su aseo personal y el lavado de ropa. ¿Su propósito? Tratar de
conocer la rutina de estas personas. Andrea Manríquez, Gloria Véliz y yo, en tanto, vamos en
dirección a la Sala de Urgencias del Hospital San Juan de Dios (Posta 3), a ver si aún hay
gente que duerme allí, o intenta hacerlo, a pesar de su cierre como sitio para pernoctar. No hay
mucho de eso. Una puerta, aunque abierta, está ahí para franquear el paso de una sala vacía.

En el camino, vemos que don Samuel, que las oficia de cuidador de autos en calle Herrera,
está en el negocio de don Nono. Mientras nos acercamos, Gloria nos cuenta de él, la señora
Beatriz y Eduardo, a quien, junto a unos compañeros, no hace mucho llevó a la Posta con la
intención de que lo atendieran por su delicado estado de salud. El alcohol, como a muchos en
la calle, también a él lo había dañado. ¿Qué pasó? Luego de infructuosos intentos, decidieron
probar suerte en el Policlínico del Hogar de Cristo donde la situación tampoco mejoró, aunque
esa vez la negativa vino por el lado del mismo Eduardo, no convencido de necesitar esa ayuda.

Más tarde, cuando entramos al negocio de don Nono, nuestro pretendido informante ya no
estaba ahí. Jorge, el dependiente del lugar, y la señora Beatriz, quien se incorporó después a
la conversación, nos informaron de las hospederías existentes en el barrio. Una en Maipú con
Mapocho de nombre Padre Lavín perteneciente al Hogar de Cristo, la más barata; otra en
Huérfanos (entre Esperanza y Libertad al costado oriente de la Biblioteca de la Universidad
Bolivariana), cuyo alojamiento alcanzaría los $ 1000 por noche; y una última en calle
Sotomayor, frente a la Plaza Yungay, que es la elegida por don Samuel para su nocturno
descanso. La hospedería de calle Portales (entre calles Esperanza y Libertad), ya no existe: fue
demolida por su dueño, un hombre de apellido Márquez, alrededor de cuatro meses atrás.

Al salir de allí, por fin nos encontramos con don Samuel, un hombre delgado, de apariencia
mayor a los 54 años de edad que confiesa, quien ya a esa hora mostraba indicios de haber
estado bebiendo. En compañía de Roberto Alfonso Rojas Garcés, hombre bajo y de contextura
media que también trabaja como acomodador de autos44, con gran disposición aceptan
43
Escritos en la forma de reportes (casi) diarios de terreno, los informes que aquí se presentan
contienen información y reflexiones en torno a las actividades de investigación del estudio titulado Perfil
de usuarios de hospederías del Barrio Yungay de Santiago y sus posibilidades de reinserción
laboral, realizado por un equipo de la Escuela de Antropología de la Universidad Bolivariana, a fines del
año 2001, por encargo del Fondo de Solidaridad Social, FOSIS.
44
Para obtener el empleo, informa, los postulantes deben ir a la Dirección del Tránsito de la
Municipalidad de Santiago con certificados de Antecedentes y Residencia, $ 2000 y cuatro fotos tamaño
carné. De resultar seleccionados, deben precisar un sector al cual se les asigna por un año, pudiendo
renovar el permiso varias veces (el suyo caducaba en diciembre y quería renovarlo).

36
conversar con nosotros. El tema del día es la reciente muerte de don Juan, que como la
mayoría de ellos también pasaba sus días en la calle.

Afectados, una y otra vez volvían sobre lo mismo para contar que la mañana del martes último,
curiosamente 13, don Juan no pudo levantarse de la cama donde dormía en la hospedería de
calle Sotomayor. Cansado y sintiéndose mal, tarde llegó la noche anterior a pesar de lo cual
don José, el administrador del lugar, lo había dejado entrar sin mayor problema. Coincidiendo
en que “la pelá estaba brava”45 pues hacía poco otro caballero, también de la calle, había
muerto atropellado, se consolaban afirmando que al menos don Juan lo había hecho abrigado
y no en abandono, como era habitual entre ellos. Previendo un final similar, don Samuel se
apura en decir que para morir él se iría a Villarrica, su tierra natal, donde cavaría un hoyo con
sus propias manos para echarse a esperar la muerte. Mejor eso que en la calle, remató.

Grandes amigos, Roberto cuenta que don Samuel y don Juan solían conversar y beber, por lo
que sería él quien más lo echaría de menos ahora que la muerte lo había encontrado. Llegada
la hora, reflexiona, ninguna circunstancia, “ni un segundo más, ni un segundo menos”, podía
demorar ese momento (“cuando a uno le llega la hora no hay cómo esconderse”). De 39 años y
proveniente de la comuna de El Bosque, indica que vive con su madre y un hermano que tiene
algún grado de retardo mental, y que antes, cuando estaba su padrastro viviendo con ellos,
solía arrancarse de la casa para quedarse en las hospederías del sector, preferentemente en la
de Sotomayor. Aunque de eso, recuerda, han pasado diez años ya.

En relación a su trabajo, informa que en un buen día se pueden ganar $ 4000 ó $ 6000, en
especial si se realiza algún lavado de auto, cuyo valor es de $ 1000 versus los $ 1500 que don
Samuel pide por lo mismo. Este último, por su parte, cuenta que antes trabajó como nochero en
la demolida hospedería de calle Portales, cerca de 2 ó 3 años, a cambio de alojamiento y
comida. Antes de eso, unos treinta años atrás, llegó desde el sur dejando allá toda su familia.
¿Qué buscaba con tal viaje?, ¿qué obtuvo? No lo sabemos. Con la respuesta en su cabeza,
escasamente habla de sus tres hijos para seguir, luego, con su permanente temblor de manos
e ir y venir entre calles: la suya en calle Herrera y la de Roberto en calle Huérfanos.

Sobre la alimentación, cuentan que la gente suele darles bastante, no siendo tan raro que ello
implique algún plato recién preparado. Los días de semana, dicen, están bastante cubiertos, no
así sábados y domingos, período en el cual la ayuda disminuye ostensiblemente. Negocios e
instituciones cerradas, menor flujo de actividades y personas, los obliga a buscar otras
alternativas, siendo la adquisición de comida y su habitual práctica de compartir lo que
obtienen, las principales fuentes para esos días. Suerte de comunidad abierta, imaginamos,
presta a la solidaridad y protección mutua, la idea de grupos en redes con alta acumulación de
conocimientos para la sobrevivencia, nos parece la figura que mejor los caracterizaría a la hora
de enfrentar la precariedad material asociada a su forma de vida. La invitación que nos hacen a
desayunar donde El Capitán, podría ejemplificar su apertura a desconocidos que, como ellos,
necesitan de una mano. Lo mismo la queja con que coronan la circunstancia que diferencia los
días de semana y que apunta hacia una sociedad cerrada en sí misma, que olvida que “los
sábados y domingos también necesitamos comer”.

Insistentemente invitados, terminamos sentados a la mesa junto a 15 ó 20 personas en una


pequeña sala de la casa que el Ejército de Salvación mantiene en la vereda oriente de calle

45
Expresión con que coloquialmente se alude a la muerte.

37
Herrera, al sur de Agustinas46. Un tazón de té y un sandwich con margarina y mortadela nos
hace preguntarnos, no sin culpa, por la pérdida, en nosotros, de un recurso escaso como el
alimenticio. Luego aceptaríamos, al menos como posibilidad, que ello podía ser parte de un
inicial gesto de ingreso al juego de toma y da con que parecen relacionarse. En tal lógica, si un
día se dispone de lo necesario, ¿por qué no habría de ocurrir lo mismo al siguiente?

Finalizado el desayuno y con muchos ojos sobre nuestras pesadas espaldas, volvemos con
nuestros anfitriones a sus lugares de trabajo donde la conversación tiende a decaer por la hora
y el cansancio. Al despedirnos, don Samuel hace mención a una visita del Presidente de la
República al Museo de la Solidaridad para el día siguiente. Sin mediar consulta ni coacción por
parte de nosotros que no fuese nuestra propia presencia –insoslayable y quizá la más grande
de las coerciones–, afirma que para entonces se presentará completamente sobrio a diferencia
de su actual estado de ebriedad que reconoce. ¿Germen, nos preguntamos, de una cierta
sensatez laboral que ve en tal circunstancia la necesidad de un cambio, utilitario, de conducta?

2. Martes 20 de noviembre. Salida nocturna: „Soy informante: entrevístenme‟.– Del ruco a la


Posta, un paseo con elástico.– Apoderados y tíos.– Hogar de Cristo, primera aproximación.

Reunidos en la Escuela por la noche y esperando la llegada de algunos de los miembros del
Equipo que aún no lo habían hecho, de pronto fuimos sorprendidos por un hombre que
decidido subió las escaleras para solicitarnos lo acompañáramos, en calidad de apoderados, al
Hogar Padre Lavín. Tratándonos reiteradamente de tíos/as, su intención era ingresar al lugar
para ser derivado a la Sala San José, también del Hogar de Cristo, en General Velásquez,
donde quería someterse a un tratamiento antialcohólico. “Quiero ponerme el péle”,
constantemente repetía47. Su propósito de fondo, hasta donde es posible especular, era el
rompimiento, por la vía del auxilio de terceros, de la normativa de la referida institución,
bastante estricta en cuanto a la hora de ingreso y el consumo de alcohol de sus usuarios.

Consultado por su nombre, de un solo golpe espeta, “yo me llamo Javier Ernesto Bravo Bravo,
nacido el 53 el 20 de noviembre, estoy de cumpleaños”, lo que podía suponer, así entendimos,
un buen momento para reorganizar su vida dejando atrás su afición alcohólica. Asegurando
que cambiando él varios de sus amigos también lo harían, confiesa que la reciente pérdida de
un hijo que no hacía mucho conoció, lo había hecho recapacitar. A su edad, muy próximo a
cumplir los 50 años, debía enmendar sus pasos y conocer a su familia (hijo, nuera y nieta)48.

Acompañado por Mauro Quiroz, otro de nuestros investigadores, su repentina aparición cambia
nuestros planes obligándonos a dividirnos en dos grupos. Uno, el de su interés, que lo
acompañaría al Hogar. Y otro, que iría a la Casa de Acogida de la Corporación Nuestra Casa,
ubicada al costado de la Biblioteca de la Universidad, a realizar una entrevista antes pactada.
Previo a ello, sin embargo, debíamos pasar por su ruco49 a buscar a Moisés Daniel Araya Silva,
un joven que también estaba necesitado de atención médica producto de una golpiza.
46
Martes y jueves de 08:00 a 10:00 horas, el desayuno gratuito que el Ejército de Salvación
dispone en esos horarios a quien lo requiera, puede ser acompañado por baño y ropas si ello es de
gusto y necesidad de los usuarios. Por extensión, El Capitán es el nombre dado al encargado de la casa.
47
Alusión a las cápsulas, o pellet, que se aplican a través de una pequeña incisión en el abdomen
y se disuelven paulatinamente en la sangre, y que pueden provocar alteraciones alérgicas, depresión
respiratoria, mareos, vértigo, vómitos, e incluso accidentes cardiovasculares, efectos que incidirían en la
decisión de dejar de beber en quienes se someten a su tratamiento.
48
Agobiado por la falta de voluntad del padre, incapaz de culminar un tratamiento antialcohólico,
su hijo, Mauricio Alfonso Bravo Salas, había desistido de su intención de llevárselo a vivir con él.
49
Expresión usualmente dada al sitio e instalaciones donde habita esta población.

38
Ubicado en Portales donde antes estuvo la demolida hospedería, el sitio eriazo donde levantan
su hogar50 representa, en sus palabras, una legítima posibilidad de contar con un lugar donde
reposar cada noche. Así, más allá de todas sus carencias materiales, éste sí les brindaría tal
cosa en materia de vida al aire libre (“¿quién duerme mirando las estrellas?”), ahorro de
servicios y contribuciones (“aquí no se paga nada”) y un relativo bienestar producto de su
aislamiento y tranquilidad (“nadie nos molesta”). Eso sin considerar que las hospederías
suponen gasto de dinero y ciertas restricciones referidas a hora de ingreso y consumo de
alcohol, además de condiciones de salubridad bastante deplorables.

Ya en el lugar, tuvimos que cargar a Moisés unos 20 ó 30 metros debido a su imposibilidad de


caminar. Sus piernas, muy hinchadas, no podían con su cuerpo presentando, además, una
abundante tos que a Javier, muy preocupado, le parecía “algo pulmonar” urgente de atender.
En silencio y adolorido, solo abrió la boca para pedirle a José Luis, el acomodador de autos de
calle Chacabuco, que consiguiera una silla de ruedas y un sitio donde estacionar. Conocidos
de antemano, su rápida respuesta otra vez hizo manifiesto, además de su sorpresa (“¡quién
conchetumadre te hizo esto!”), la existencia de invisibles lazos entre ellos. En observación para
evaluación, cuando nos fuimos nos percatarnos que José Luis y Julio, otro acomodador de
autos, quedaban ahí prestos a atender un llamado de ayuda que efectivamente sería
necesario. Cerca de las 23:30 horas, Mauro se encontró con Julio, quien le informó que a
Moisés lo habían dado de alta al poco rato, con un incierto diagnóstico de fractura y tos, y una
bolsa de pastillas para su autoadministración. Preocupado, lo llevó a su casa por estimar que
dormir a la intemperie no sería bueno. Sin embargo, dijo, no podría seguir haciéndolo.

Mientras tanto, una y otra vez Javier repetía instrucciones acerca de cómo abordar la probable
reticencia de los tíos del Hogar de Cristo. No obstante ello, Alex Valenzuela, funcionario de
trato directo de la hospedería, con bastante amabilidad nos explicó que solo tenía que ver con
el estado de ebriedad de Javier quien, de permitirse su entrada, podía alterar la tranquilidad y
los propios procesos de desintoxicación de quienes ahí pernoctaban. Como alternativa,
propuso derivarlo a la de calle Sotomayor, cuyo valor de ingreso sería cubierto por ellos, y que
al día siguiente evaluarían su caso y lo internarían si fuese necesario. Empero, luego de una
extensa conversación en que nos informó de las muchas veces que Javier había sido recibido
en similares condiciones y con igual propósito, varió su posición aceptando ingresarlo, para
sorpresa nuestra, cuando ya habíamos entendido el fundamento de tal restricción.

Satisfecho Javier, insistió en que intentáramos convencer a su hijo de que esta vez sí era cierto
que él cambiaría, porque ya no estaba “en edad de andar en la calle”, y porque ahí no lo
recibirían de persistir en tal actitud. Aludido Alex, señaló que ellos estaban para eso y que si él
20 veces golpeaba la puerta, 20 veces se la abrirían. Con esta afirmación, al retirarnos lo
hicimos pensando en el grado de convicción de Javier, y si éramos nosotros, e incluso los
funcionarios del Hogar de Cristo, las personas indicadas para evaluarlo y, en consecuencia,
abrir o cerrar las pocas oportunidades que, muy posiblemente, personas como Javier tenían.

3. Miércoles 21 de noviembre. Salida matinal: Javier Bravo, entrevista y estertores.– Cultura


funcionaria.– Sala San José, el paraíso de los desamparados.

50
De unos 500 m2, a los referidos Javier y Moisés, se debe agregar la señora Beatriz y otro
muchacho, quienes viven ahí concentrando sus actividades en la parte posterior del terreno por
considerarla más protegida de la pública mirada.

39
Preocupados por el evidente mal estado de salud de Javier, temprano por la mañana nos
dirigimos a verlo. Semidormido en un rincón de una obscura sala donde un grupo de 5 ó 6
personas veía televisión, su apariencia, salvo por el baño que se había dado, no era muy
distinta. Pálido, más tembloroso que la noche anterior y manteniendo su intención de
rehabilitarse, cuenta que no había podido comer producto de una permanente sensación
nauseabunda que lo hacía vomitar a cada rato. “Vómitos de sangre”, asevera.

Contando que sufría “ataques de alcoholemia (me dan drogas)” y que las tercianas solían
durarle tres días, según propia confesión éste sería otro de varios intentos por dejar la calle y
sus hábitos, en especial los concernientes al alcohol. Agradecido por la ayuda del Hogar de
Cristo, dice que “lo único que tengo que hacer es retirarme del ambiente... es que tengo
muchos conocidos”, radicando en ello la razón de sus repetidos fracasos. “Es que pienso
mucho cuando estoy sin trago”, explica. En una situación similar, la señora Beatriz, que “buena
y sana es a la pinta pero con trago es muy odiosa”, también debería hacer lo mismo antes de
que su salud física y mental, ya muy dañada, continuara deteriorándose.

Confesando tener problemas psiquiátricos (“de autohomicidio”, en sus palabras), explica que la
rabia suele desbordarlo en circunstancias de impotencia y frustración, autoinfiriéndose heridas
que lo tienen lleno de cortes en brazos y estómago. De esta forma, agrega, evita agredir a
terceros. Arrepentido de su fallido último intento de rehabilitación, se muestra afectado por la
pérdida del hijo, proyectando que una vez que se recuperara, se dedicaría a “trabajar, vestirse
y estar con sus hijos”. Con una nieta de 7 años, dice estar muy consciente de la necesidad de
cambiar para poder conocerla a ella y a su nuera, como también para recuperar a su hijo. Por
ello, “ponerse un péle para no seguir bebiendo” sería su mejor alternativa.

En relación a lo mismo, cuenta que tiene una hija (15 años, en un Hogar de Talagante), a la
que hace mucho no ve, al igual que a la madre de ésta, a quien le reconoció otra hija de la que
no sería progenitor. Casado con la madre de su hijo, recuerda que éste la trajo cuando se
encontraron, cuestión que considera un error porque “debió traerla de a poco”. ¿La razón? La
vergüenza que a sí mismo le causa su apariencia física (por desaseo y aspecto enfermizo).
Siempre en el terreno familiar, informa que tiene parientes en calle Santo Domingo con quienes
mantendría una pugna por una casa departamento que, según entiende, le correspondería a él
por tener más derechos que un tío y sus dos medio hermanas. Aprovechándose de su situación
de calle, añade que una prima le comentó que su tío quería “clotearlo”51 para quedarse con
ella.

En cuanto a sus creencias, informa que está yendo a la iglesia evangélica a la que pertenece
por adscripción familiar aunque, en la actualidad, se confiesa descarriado porque “lo engañó el
diablo”. Veinte meses preso por haberse cargado a sí mismo por un delito cometido con su
pareja de entonces, cuenta que ésta resultó muerta, al poco tiempo, en un incidente en que no
ahonda. Aún afectado, dice seguir sintiéndose mal aún cuando el Señor lo ha ayudado mucho.

Sobreseído, en otra oportunidad, de una causa de hurto (por robo de una billetera), cuenta
haber estado cinco días detenido a pesar de que también fue acusado, falsamente dice, de
llevarse una radio, TV y zapatillas. De regreso al Hogar de Cristo, un incidente con
Investigaciones terminó, otra vez, en su detención. Encerrado y muy afectado estomacalmente,
señala que le dieron dos botellas de alcohol para calmar su necesidad de tomar. Trasladado a
Puente Alto, a pesar de la negativa de Gendarmería que no quería recibirlo por su avanzado
estado de ebriedad, estuvo cuatro días en cana52. De ello, concluye, han pasado ya dos meses.

51
En términos coloquiales, perjudicar.
52
Coloquial referencia a la cárcel.

40
De sus intentos de rehabilitación, recuerda la relación que estableció con unos evangélicos que
querían ayudarlo, pero que no prosperó porque solía quedarse en la puerta del Hogar de
Cristo, sin entrar, para ir a beber con sus amigos de una caleta próxima a los juzgados de
Huérfanos con Amunátegui. Enviado, en otra ocasión, al Open Door para tratamiento, cuenta
que al cuarto día se puso a beber con una persona que ahí conoció, a pesar de que ya llevaba
tres meses sin hacerlo. La oferta de bebida había podido más. Sin embargo, insiste, en la Sala
San José del Policlínico del Hogar de Cristo todo sería distinto: “Ahí voy a estar bien”, dice.

Viejo residente de las calles, cuenta que lleva 8 ó 10 años durmiendo en ellas, aunque cuando
pequeño también acostumbraba hacerlo en la Quinta Normal, fugado de la Casa de Menores
donde estaba interno. Sin embargo, asegura, “tengo que pegarme la ascurría53 [porque] ya voy
entrando en edad” y porque, además, la soledad de la calle lo angustia en demasía.

Con conocimientos de tapicería, mueblería y jardinería, también ha trabajado como pulidor


manual en lapislázuli y auxiliar paramédico en el Hogar que el Padre Alejandro mantiene en
Cuesta Barriga, lugar en donde atendió ancianos. Actualmente dedicado al macheteo54 en calle
Portales con Matucana, dice que le gustaría trabajar como auxiliar de aseo en algún Liceo.

Constantemente interrumpida por sus vómitos que, afirma, son de sangre (“otra vez vomitando
sangre, tío”), la conversación termina cuando su estado logra llamar la impávida atención
funcionaria. El compromiso de la noche anterior en orden a evaluar su caso para derivarlo a
atención médica, había pasado a mejor vida. Solo la intervención de Emilia López, una amable
Técnico en Asistencia Social, logró romper la larga e incomprensible espera con el añorado
pase al Policlínico. Inquirida por la posibilidad de internar a Javier una vez que se recuperara
médicamente, informa de la precariedad de las redes del Hogar de Cristo para tales efectos:
algunos cupos en la Caleta Sur, otros en la Casa de Acogida Esperanza Joven y unos pocos
más en grupos de autoayuda, no bastarían, en sus palabras, para cubrir una creciente
demanda que, dada la ausencia de redes familiares de apoyo, no serían del todo efectivos por
el carácter ambulatorio, o de puertas abiertas, de estos programas de rehabilitación.

Llevado luego por nosotros, su atención fue casi inmediata. Entendiendo, entonces, el
paradisíaco valor asignado por Javier a la Sala San José, nos despedimos dejándolo
hospitalizado con un diagnóstico de mediana gravedad por el daño acumulado en su cuerpo.
De haber demorado más, señala la doctora, su salud podría estar peor, siendo evidente que de
no mediar un cambio de hábitos, la calidad de su sobrevida sería la principal perjudicada.

4. Miércoles 21 de noviembre. Salida nocturna: ¿Dónde está Moisés Araya?.– Frente a un


Liceo con don Claudio y don Antonio.– Ricardo por dos.– Disquisiciones, por Dios.

En busca de noticias sobre Moisés, llegamos al sitio que éste ocupa en calle Libertad. Después
de llamar varias veces, decidimos dar unas vueltas a la espera de mejores resultados luego.
Especulando acerca de su suerte, frente al Liceo Miguel de Cervantes, Mauro se encontró con
Claudio y Antonio Campos, dos hombres que duermen en el estacionamiento del colegio y que
él conocía desde antes. Acompañado por 5 ó 6 perros, don Claudio (52 años, estatura media a
baja y contextura gruesa), se muestra como una persona reflexiva y llana a la conversación.

53
Expresión utilizada para referir la necesidad de un cambio de conducta.
54
Práctica consistente en pedir dinero a los transeúntes y/o automovilistas. Para muchos
eufemismo de mendicidad, para ellos se trata, más bien, de un trabajo en sí mismo.

41
Antonio (bajo, delgado y más joven), exhibe, por su parte, una personalidad más expansiva y
dada a la calificación rápida producto, quizá, de su evidente estado de ebriedad.

Amigo de la referencia bíblica, don Claudio muestra un alto conocimiento de la Biblia yendo,
por lo general, más allá de la mera repetición del texto hacia una interpretación aparentemente
personal. De ánimo calmo, tiende a perder la compostura cuando Antonio, bastante ebrio,
interrumpe la conversación para referirse en forma descortés a personas y situaciones. Molesto
entonces, lo reprueba por lo que estima una falta de consideración y respeto. Restablecido el
orden, o lo que él supone como tal, explica que la utilización de garabatos es ofensiva con el
Ser Humano y la cordialidad con que debiéramos tratarnos como hijos de Dios.

Hombre de fe evangélica, comparte con ellos su rechazo por el culto a la imagen y la opinión
de que es posible acceder a Dios sin la intermediación de terceros o la asistencia a misa. Así,
fuertemente apoyado en sus creencias, éstas aparecen como un puntal ideológico que lo
sostienen en un mundo que no le ha sido fácil, al punto de servirle para explicar su situación de
pobreza como una prueba, oportunidad quizá, de crecimiento espiritual. En tal lógica,
argumenta, si Cristo aceptó el sufrimiento con entereza y altruismo para la salvación de la
humanidad, ¿por qué las personas no han de hacer lo mismo o, al menos, intentarlo?

Confesándose autodidacta, dice que Dios le ha dado fuerzas y posibilidades de aprender lo


poco que sabe. Primero, a partir de una beca de estudios en la Fundición de Huachipato donde
estuvo desde los 13 a los 23 años trabajando como fogonero y maestro fundidor. Y en la
actualidad, con su triciclo, el quinto que tiene, en el que transporta y vende cachureos por
distintas partes de Santiago. Para aprovechar el verano, tiene proyectado habilitarlo con
cholguán y plumavit para la venta de helados que, estima, sería un muy buen negocio.

Ante la consulta, finalmente, de por qué no duerme en las hospederías del barrio, dice que
hace mucho no lo hace por sus desmejoradas condiciones de salubridad, y las situaciones de
violencia y consumo de alcohol que en ellas se dan. Sin embargo, a pesar de su discurso y las
apariencias, sería él y no Antonio el que más bebería según Mauro.

Concluida la entrevista, un extraño encuentro con Ricardo, uno de los viandantes más
amistosos del sector, planteó algunas inquietudes con respecto a la forma de vida de estas
personas y el sentido de nuestro estudio. ¿Por qué? Porque aunque en otras ocasiones se lo
ha visto mucho más ebrio, en ésta, como en días posteriores, se lo vio particularmente
inestable y agresivo al punto de evadir el contacto, desconocer amigos y su propia situación,
mostrarse argumentalmente voluble e irresoluto y terminar preso un par de días después por
una terquedad no antes vista. Amistosamente abordado, su reacción fue de desconocimiento,
sus respuestas sucesivamente distintas y opuestas, y su conversación vaga e inconexa,
haciendo preguntarnos si ello no sería la manifestación de algún grado de desorganización
mental (visto desde nuestra lógica), o la asunción de alguna otra (visto desde la suya), que le
posibilitaría posicionarse de mejor modo del lugar desde el cual hoy día habita, cuál es la calle.

La experiencia de esa noche con un Ricardo casi dos (el de antes y el de entonces, el de una
respuesta y otra), sigue preguntando por el ángulo de vista toda vez que si sujetos como él han
logrado generar mecanismos adaptativos, materiales y mentales, que les posibilitan un relativo
logro, aceptación y/o justificación de su forma de vida, ¿qué valor podría tener una
investigación que generase algún grado de cuestionamiento de sus propias construcciones sin
que, de otro lado, ello fuese acompañado de un set de herramientas que permitiendo su
reintegración social, ayudase a disolver el conjunto de juicios que los cataloga como
inadaptados, ociosos y vagabundos?

42
¿No intentarlo, por otra parte, podría ser legítimo cuando el acercamiento ha permitido observar
abandono, en especial en materia de asistencia médica, e indolencia y desamparo en el trato,
especializado o no, de quienes los atienden, o no los atienden? ¿Ello no sería un equivocado
conservadurismo que, en pos de la diversidad, estaría posibilitando la mantención de un estado
de cosas injusto y altamente discriminador? De emprenderse alguna acción en el sentido de la
investigación, finalmente, ¿podría ésta ser tan abiertamente flexible como para permitir el
mejoramiento de ciertas condiciones materiales como alojamiento, alimentación, trabajo y
previsión, sin que ello fuese abrasivo con la propia comprensión de su forma de vida?

5. Jueves 22 de noviembre. Salida matinal: Conversando con la señora Beatriz.– Carla, ángel
de guardia.– Macheteo, una caja y otra más.

Reunidos en torno a la pileta de calles Portales y Matucana, la mañana del jueves no fue muy
diferente a otras para Marco, Julio Iglesias, otro joven de mirada perdida e interesada y varios
más que con el paso de las horas se incorporaron a la conversación que sosteníamos con la
señora Beatriz. Desde temprano en el lugar para su lavado personal y el de sus ropas tendidas
entre el ramaje de los árboles y el respaldo de los bancos, el resto de la mañana la dedicaron
desigualmente al macheteo de dinero como al consumo de sus primeros vinos.

Sin mayor reparo por nuestra aparición, a lo largo de la conversación fueron pasando por su
boca, además del blanco en caja55 que cada tanto enjugaba su memoria, el recuerdo de su
historia; la dolorosa e intermitente relación que sostiene con sus hijos y demás familiares; la
forma en que dice haber rearmado su desarticulada vida después de la no aclarada muerte de
su esposo; su paulatino acostumbramiento a la calle; sus prácticas y amistades; el
establecimiento de una nueva relación de pareja y su reconocida afición por el alcohol.

De origen social humilde, cuenta que en términos económicos logró establecerse, junto a su
marido, en una casa en cuyo primer piso mantenían una popular sala de pool, a lo que
agregaban los ingresos provenientes del arriendo de una pieza y de un taxi manejado por su
esposo. Tranquila por la estabilidad y proyecciones, informa que estando embarazada de un
hijo que hoy en día tiene 7 años, su marido fue asesinado lo que para ella supuso un duro e
insoportable golpe que la llevó del dolor a la bebida y de ésta a la calle. Posiblemente muerto,
dice, por un ajuste de cuentas arrastrado desde la peni56 (donde estuvo preso tras ser acusado
de participar en el engaño y apropiación de las pertenencias de unos pasajeros venidos del
sur), en forma paulatina se fue quedando sola al punto que su pequeño hijo, nacido con
síndrome de Down, en la actualidad está al cuidado de una hermana a quien, cada tanto, visita
para estar con él. Con la precaución/obligación de mantenerse sobria, confiesa que ni la
interminable capacidad de afecto de su hijo, empalagosa casi, ni los deberes del hogar, el tejido
o la compañía familiar, logran alejarla por completo del alcohol y la calle, retornando con los
días a ambos.

Con una hija mayor, Cristina Chandía, resultado de una anterior relación sentimental, informa
que hace mucho no la ve, en especial ahora que está detenida, al parecer por microtráfico de
drogas. No obstante, se apura en decir, el principal obstáculo para verla no es el
encarcelamiento sino la vergüenza que a sí misma le ocasiona su propio modo de vida,
situación que piensa revertir absteniéndose por un tiempo del consumo alcohólico. Actualmente
con salida dominical, cuando se entera que Andrea realiza un Taller en la Cárcel de Mujeres,

55
Referencia al vino blanco en caja que a esa hora bebían colectivamente.
56
Diminutivo de penitenciaría, nombre con que popularmente se alude a la cárcel.

43
pregunta si conoce a su hija o puede obtener información sobre ella al tiempo que, solicita, no
se le diga nada en relación a cómo se encuentra en la actualidad.

Amable como había dicho Javier, la señora Beatriz cambia el tono en dos ocasiones. Primero,
cuando observa que ella es quien menos bebe de una compartida caja de vino que ocultan en
un basurero57 y, segundo, cuando informa acerca de Carla, una joven de unos 20 años que
acostumbra visitarlos y que, tiempo atrás, fue sexualmente abusada por la pareja de su madre.

Proveniente de la Villa Portales donde vive con su abuela, Carla es una joven que, como ella
misma ironiza, es otra cesante calificada que pasa sus días recorriendo plazas sin obtener
empleo. Secretaria egresada de un instituto profesional, suele traerles ropas y alimentos que
una agradecida señora Beatriz celebra efusivamente. Bonita, mientras duró nuestro encuentro
su actitud no expresó ninguna diferencia o rechazo con quienes seguían llegando a esa hora.
Enrabiada por su historia, para la señora Beatriz “eso no se le hace a una hija”, menos a Carla
que es tan buena, agregando que suele aconsejarla para que no se vaya con su madre porque,
en su opinión, solo la quiere para prostituirla y ofrecerla a su pareja. “Carne nueva”, dice.

Asegurando, la señora Beatriz, que entre ellos constantemente se ayudan, informa que el tata
Julio Iglesias es uno de los que más lo necesita porque está viejo, enfermo y despreocupado.
Ella misma, indica, ha tenido que lavarlo y obligarlo a comer ya que, con el alcohol y la vida en
la calle, uno suele desatender tales cosas. Por su parte, asevera, acostumbra a cambiarse
todos los días “calzones y sostenes” lavándolos en la pileta. De su aseo personal, agrega, se
preocupa a diario cuidando de bañarse en ese lugar todas las mañanas y, antes de eso, en el
ruco donde Marco le ayuda con el lavado de las partes privadas. Unos tarros con agua
manipulados por él, harían las veces de una fría ducha, indispensable según afirma.

Del dinero, cuenta, el macheteo es la principal fuente para la cobertura de sus diarias
necesidades de vino y comida. Para ello, un par de horas macheteando a los automovilistas
frente a la remodelación del Hospital San Juan de Dios son suficientes considerando que, entre
ellos, es común la práctica de compartir lo que obtienen y que en el sector hay varios sitios
donde acudir para alimentarse. Por ejemplo, pequeños restoranes después de las horas de
atención de público; comedores abiertos sin costo alguno o muy bajo para sus usuarios (entre
otros, el Ejército de Salvación y los Padres Capuchinos); y negocios cuyos dueños o
dependientes están sensibilizados con ellos o casas particulares donde ocurre lo mismo.

Dueña de un peculiar estilo, el macheteo practicado por la señora Beatriz se caracteriza por su
buen trato hacia los automovilistas quienes, interpelados con frases del tipo “buenos días
amoroso, ¿no tendría alguna monedita para mí? Gracias amoroso, que le vaya lindo”, no tardan
en abrir sus bolsillos permitiéndole embolsarse, al día, unos $ 6000 a $ 8000.

Al aire libre, sin una relación de apatronamiento que los presione para aumentar su
productividad, pudiendo tomar descansos e incluso ausentarse sin previo aviso y/o justificación
ulterior, comiendo o bebiendo a elección, en grupos de amigos conformados por ellos mismos y
con tales niveles de retorno; la pregunta por un plan de apresto y reinserción laboral que los
llevase de la calle a un empleo formal resulta una incógnita, más aún si monetariamente ello no

57
Hecha la observación, fuertemente enrostra a Marco, su pareja, por lo que estima un acto poco
equitativo pues si ella trabaja y pone dinero para el vino, deberían asegurarle su parte. Increpado Marco,
propone comprarle unos tragos mostrando unas monedas que la señora Beatriz no duda en aceptar.
Retrocediendo él, impone como condición que se haga tal como en los bares, esto es “servido y
pagado”, luego de lo cual, al menor descuido de ella, se marcha llevándose consigo el dinero ofrecido,
los últimos sorbos del preciado líquido y la candidez de nuestra entrevistada.

44
les redituase como en el caso planteado. ¿Una compensación, por ejemplo, por la vía de lo que
se ha dado en llamar rehabilitación social, podría ser tan atractiva como para iniciar el camino
de regreso? Y en la eventualidad de que ello fuese posible, ¿de qué retorno se estaría
hablando? ¿O, más bien, se podría estar en presencia de un punto sin retorno a partir del cual
aquello no es factible, al menos no sin un alto costo en todo el amplio sentido de la expresión?
Del otro lado, ¿podría haber un nivel tal de flexibilidad en el planificador de forma que, tanto en
su comprensión de la materia como en su accionar consecuente, pudiera distinguirse la
infinidad de mundos englobados en la imprecisa figura del usuario de hospedería y/o habitante
de la calle? La misma respuesta del Estado, ¿podría sostenerse en el tiempo de forma que la
preocupación de un día no fuese olvido al siguiente?

Yendo y viniendo de una pregunta a otra, como de una a otra caja lo hacían nuestros
interlocutores, al irnos lo hicimos con la sensación de apenas haber entrevisto un mundo
altamente complejo y diverso. A ratos comprensible, a ratos no, tal vaivén no impide apreciar
que tras la dureza material con que suele reducírsele, también puede existir coherencia en su
construcción, amén de una gran inteligencia adaptativa. Lo mismo con respecto a sus conflictos
y contradicciones, equivalentes aunque distintos a los existentes en el mundo que los engloba.

6. Lunes 26 de noviembre. Salida matinal: Esperanza 66.– Conversaciones al paso.– ¿Dime


con qué colchón andas...?.– Reticentes o dispuestos.

Una breve conversación el viernes por la mañana con una de las personas que trabajan en la
hospedería de Esperanza 66, y que a esa hora sacaba unos tachos de basura, permitió saber
que la noche anterior habían dormido ahí cerca de 40 personas, la mayoría de las cuales ya se
había ido a esa hora (cerca de las 10:00). De ellos, un número importante se dedicaría a
ocupaciones informales como el comercio ambulante, la carga y descarga en ferias libres o La
Vega y la realización de pololos58 de diverso tipo. Otro número lo haría como obreros en la
construcción o estarían desempleados. Con valores entre los $ 1000 y $ 1100 por noche, la
hospedería dispone de un servicio de comida por $ 500 adicionales que no todos usarían.

La mañana del lunes, en tanto, la dedicamos a contactar a usuarios de hospederías al


momento de salir de ellas con el fin de averiguar su destino y avanzar en el conocimiento de
sus capacidades, intereses y disposiciones laborales. Afuera de Esperanza 66, pudimos
conocer a algunos de ellos en una jornada lenta, pero particularmente interesante:

La primera persona contactada fue un señor llegado desde Puerto Montt en 1973, que
acostumbra alojar en esa hospedería pagando $ 1100. Separado y con un hijo de 22 años,
informó tener dos hermanos trabajando en algún cargo administrativo en Almacenes París, a
quienes vería con cierta irregularidad. En lo laboral, dijo ser ayudante en tres puestos en la feria
y que, aprovechando el tradicional lunes libre de los feriantes, se dirigía al Policlínico del Hogar
de Cristo para tratarse una úlcera varicosa de su pie derecho. De aspecto medianamente
cuidado, su aliento, sin embargo, revelaba que la noche anterior había estado bebiendo.

La segunda persona, Pato, abandonó el recinto minutos antes de las 08:00 en dirección a calle
Meiggs donde trabajaba como comerciante de confites y helados. Con un carro de
supermercado en el que llevaba su mercadería, afirmó no beber ni fumar y que solía
hospedarse en esa casa, pagando una comida diaria. Soltero sin hijos, antes de despedirse
confidenció estar juntando dinero en una libreta bancaria para financiarse un lugar estable
donde vivir. De apariencia descuidada, no mostraba vestigios de haber estado bebiendo.

58
Se refiere a la realización de pequeños trabajos a trato.

45
Mientras conversábamos con Pato, nos abordó Guillermo, un hombre de unos 40 años
conocido de Pata y Piti, que alegremente informó haber dormido a la intemperie la noche
anterior. Yéndose rumbo a la Alameda con otro usuario de la hospedería, al volver lo hizo con
un colchón en bastante buenas condiciones que pretendía, según dijo, guardar en un sitio de
calle Libertad porque tenía el “poto cuadrado de tanto dormir en el suelo”. “Lo cuido porque con
éste dormí bien anoche”, agregó. Para sorpresa nuestra, sin embargo, tan solo unos minutos
después displicentemente lo arrojó en calle Esperanza, antes de llegar a Erasmo Escala.
Tirado en plena calle, el colchón permaneció largo rato ahí, hasta que un automovilista se
detuvo para llevárselo. De Guillermo, en tanto, nunca más supimos. Nos dejó, eso sí, la
impresión de que un encuentro y una declaración no bastaban para formarse una idea de las
cosas y de que para él, Pata, como cualquier otro, perfectamente podría habitar en las calles.

La siguiente persona con la que pudimos conversar, fue Lorenzo, un hombre de 61 años que a
lo largo del encuentro mantuvo una cierta desconfianza hacia nosotros. Insistiendo en su
reserva cada tanto (“¿por qué tantas preguntas, no vaya a ser para ultimarme?”), nos contó que
tenía familiares en Conchalí y 4 hijas en la comuna de La Granja, todas en la veintena, quienes
lo visitaban con alguna irregularidad, la última vez el año antepasado. Largo tiempo residente
en una mejora59 que tenía en avenida Las Torres, Peñalolén, ello duró, según dijo, hasta que
una liebre del recorrido “12 Macul que ahora se llama metrobus” la destruyó, dejándolo en la
calle con “una lesión cerebral, coágulo, epilepsia y amnesia”. Los “cinco sentidos dañados”,
precisó. Dedicado a la realización de trabajos ligeros por prescripción psiquiátrica, actualmente
hace pololos de distinto tipo en Ñuñoa, comuna que escogió “porque es mapuche, el nombre,
porque yo soy de Temuco”. Consultado entonces acerca de si él era mapuche, rápidamente
afirmó que no, que “me vine a los 10 años pero no me gusta el idioma, nunca lo aprendí”.
Confundidos con su respuesta y de regreso al tema laboral, informó que “antes trabajaba en
aseo en la emisora Tierra antes llamada Baquedano”, pero que con el accidente le fue
imposible continuar. Informando que quería hablar con la visitadora60 para que lo autorizara a
internarse en la hospedería de Pedro Torres, Ñuñoa, que “es clase media, o sea más limpia”, a
diferencia de la de calle Esperanza, que no le gustaba porque “es muy mala, no tiene
veladores, lámpara, ropero, nada”. Trasladándose en micro diariamente a Ñuñoa, contó que
tenía que “saber juntar $ 2000 para la hospedería y las dos comidas diarias”, pero que no tenía
ningún amigo en ella. “Puras peleas”, argumentó. Respecto del alcohol, afirmó que no bebía ni
fumaba puesto que en el Psiquiátrico, donde estuvo 3 meses internado, el médico le había
dicho que si se quería morir, entonces podía hacerlo puesto que “tomando enloquece, quiebra
vidrios y lo pueden matar a tiros antes de media cuadra”. Sin entender mucho el sentido de sus
palabras, se marchó hacia la Alameda después de 15 ó 20 minutos de resistida conversación.

La cuarta persona a la que quisimos abordar –un hombre mayor, de contextura delgada y que
para caminar se ayudaba de un bastón– al enterarse de que proveníamos de la Universidad,
rápidamente rechazó nuestro contacto, arguyendo que estábamos “puro hueviando”61.

Don Enrique, la quinta persona a la que abordamos, se excusó porque estaba muy apurado.
“Voy atrasado a la pega”, aseveró.

La última persona con la que conversamos, don Joel, muy solícito accedió a ello respondiendo,
al igual que durante todo el encuentro, “claaaaaro hermanito”. Hombre con algún grado de
trastorno mental y apariencia física muy deteriorada y sucia, nos contó que había nacido en

59
Vivienda de material ligero.
60
Nombre usualmente dado a las Asistentes Sociales.
61
Molestando, de otra forma.

46
Santiago, aunque no recordaba en qué parte. Confesando increíbles 20 años, también dijo que
trabajaba en La Vega (¿cómo cargador?), llegando todos los días hasta allá como a las 09:00
horas a través de una larga e intrincada combinación de medios de transporte que no
entendimos.

7. Lunes 10 de diciembre. Consideraciones finales: Los nombres del estudio.– El maestro


Valcárcel y don Raimundo.– Ciro, Vicente Parra y Javier Bravo.– El tío Alex.– Ricardo.

Esperando el arribo de algún usuario de la hospedería de Esperanza y Andes, notamos su


precaria apariencia, no muy diferente, sin embargo, a la de las otras de tipo comercial
existentes en el barrio. De dos pisos, una entrada habilitada por calle Esperanza y otra sin uso
por Andes, la mayoría de sus ventanas estaba sin vidrios y con rejas, o algún otro material
ligero como cholguán o cartón. Conversando, luego, con el administrador del lugar, don León
Valcárcel, supimos que su deteriorada fisonomía estaría próxima a cambiar por iniciativa de la
dueña del inmueble, empeñada en su refacción. Hombre amable próximo a los 50 años, el
maestro Valcárcel, como él mismo se autodenominó en alusión a su paso por la construcción,
nos contó que la capacidad máxima de la casa bordea las 40 camas, aunque la noche anterior
se hospedaron ahí cerca de 30 personas, la mayoría de las cuales a esa hora (09:00 A.M.), ya
se habían marchado a sus quehaceres diarios. Según él, como puesteros y/o cargadores en La
Vega, para lo cual debían levantarse cerca de las 05:00 de la madrugada.

En la misma hospedería, el martes 27 por la noche conversamos con Raimundo Lara, un


hombre de 59 años, bajo y de contextura gruesa, que traía entre sus manos una botella de
coca-cola. Uno de los “gustitos” que aún podía darse, dijo. Actualmente acomodador de autos
frente al Hospital San Juan de Dios, cuenta que se desempeñó por más de 20 años en la
Telefónica como instalador y más tarde como jefe de taller. Exonerado durante el gobierno de
Pinochet, hace unos años se vino desde su natal Victoria para seguir de cerca el juicio que,
junto a otros, lleva en Tribunales por el reconocimiento de sus derechos laborales e
indemnización. A la espera del fallo, hubo de aceptar que dadas sus actuales circunstancias,
debía trabajar en lo que hubiera y alojarse donde fuere. “¿Sabe por qué?, porque en las
construcciones está lleno de peruanos que trabajan por menos”. Con un fuerte discurso
nacionalista, agrega que si al gobierno le importara, no debería permitir que el grueso de la
población cesante fuese chilena, porque el empresariado, usufructuando de la necesidad de
empleo, copa sus puestos de trabajo “pagando menos” a sabiendas de que nadie lo supervisa.

Insistiendo en la necesidad de tomar conciencia frente al “problema” (“ustedes que son


universitarios deberían hablar de estas cosas”), informa que tiene estudios inconclusos de
leyes en la Universidad de Chile que tuvo que abandonar por falta de dinero, y que antes de
irse al sur vivía en el Paradero 14 de Vicuña Mackenna donde tenía una casa que tuvo que
vender para poder subsistir. Viudo con un hijo, se muestra arrepentido de haberla vendido,
estimando que con la construcción de la Línea 5 del metro, esa misma casa doblaría el valor
pagado entonces y que, de no haberlo hecho, ahora no tendría que vivir en una hospedería.

El miércoles 28 por la mañana, en tanto, conversamos con Ciro, un joven de Rancagua


recientemente recuperado de una poliadicción de pasta base, alcohol, marihuana y cocaína
que lo tuvo por más de 5 años consumiendo, cada vez más alejado de su familia y también de
la imagen que de sí mismo guardaba. Con 30 años de edad, y actualmente empleado como
copero en un restaurante donde le pagan $ 120.000 mensuales, cuenta que arrienda una pieza
en el barrio Brasil desde que pudo culminar su tratamiento de rehabilitación en la Caleta Sur de
Lo Espejo. Sobre los cambios experimentados, informa que “de primera trabajaba, me
costeaba el vicio de mi plata pero después empecé a decaer valóricamente, empecé a vender

47
mis cosas, después lo que estaba en la casa […] se pone mañoso uno, se pone „vivo‟ como le
llaman en la pobla, se pone malo, es otra cosa”. Así, agrega, para sobrevivir tuvo que aprender
muchas cosas, destacando la costumbre de subirse “a las micros para vender el cuento, por
ejemplo iba al Psiquiátrico y robaba tarjetas y me ponía como paciente esquizofrénico y decía
que estaba en la hospedería del Hogar de Cristo y que necesitaba dinero para comprar el
medicamento y nombraba el medicamento incluso”, actividad en la que “podía hacerme harta
plata, podía empezar a las 10 de la mañana y hasta las 4 de la tarde y me hacía unas 8, 11
lucas62, claro, no es poca plata”; a lo cual se agregaban otros dineros provenientes “del robo
con sorpresa, el lanzazo” que, al menos en su caso, nunca le significó caer preso.

En relación a su proceso de rehabilitación, a pesar de que cree que estar en la calle “es un
estilo de vida más [...] ni menos denigrante”, señala que “un día estaba en la calle y me
pregunté si realmente quería seguir ahí [...] y me dije que no, que quería otras cosas para mí y
las cosas que quería no las podía lograr así [...] me gusta la música, me gustan otras cosas y
aquí no tengo nada de eso, no tengo ese mundito que tenía”. Consciente, sin embargo, de lo
dificultosa que podía ser tal decisión, cuenta que ello fue “como una bicicleta cuando usted va
pedaleando una subida, pero cuesta, es una cuestión pero pantanosa, terrible pero aguanté,
aguanté”. Ahora, con la perspectiva del logro y su dificultad, afirma que no frecuenta los
mismos lugares de antes porque se pone “en riesgo innecesario [...] a lo mejor algún día voy a
pasar por ahí, aunque ya he pasado y he estado allá y con ellos también pero nada „hola
compadre‟ y cada uno camina para su lado”.

La noche del miércoles 28, conversamos largamente con Vicente Parra, un hombre de 39 años
proveniente de Valdivia, usuario de la Casa de Acogida “Nuestra Casa”. Nos cuenta que el
propósito de sus fundadores (Javier, Ingeniero Comercial, y Karina, Psicóloga, ambos
voluntarios de la UC), es transformarla en una casa que no responda al perfil de las
hospederías comerciales del sector, para lo cual cada uno de sus miembros debió, al ingresar,
asumir un compromiso de no consumo de alcohol y drogas, además de compartir las labores
diarias de aseo y mantención del orden: “sí, nosotros tenemos lo que se llama un turno, por
ejemplo a mí el día lunes me toca lavar la loza y nos vamos rotando, por ejemplo todas las
semanas le toca a una pieza determinada, ayer nos tocó a nosotros, hoy día le toca a la
siguiente pieza […] entonces hay cuatro o cinco labores definidas, una que son los baños, la
basura, la loza, la cocina y la bodega, entonces cada una de las personas se reparte una
función por ejemplo uno lava la loza, el otro limpia el baño, el otro saca la basura y el otro se
encarga de la cocina y la bodega, esa es la función obligatoria, o sea que no es voluntario, es
[…] voluntariamente obligado porque uno tiene que elegir una de las cuatro tareas”.

Llegado de Valdivia hace cinco años donde cursó estudios de Administración de Empresas con
mención en Municipalidades en la Universidad Austral y de Gasfitería en el Inacap, y
desilusionado de la política luego de haber participado en la campaña a alcalde de un familiar,
cuenta que en la actualidad presta servicios de mantención en el Consejo de Defensa del
Estado, el Arcis y un par de hoteles del sector próximo a la Norte Sur. En torno a ello, afirma
que no le “gusta estar apatronado sino estar independiente porque veo que es mejor para mí
porque tengo que rendirme cuentas a mí y a veces el trato es diferente porque cuando uno es
empleado de alguien es como que uno pasa a ser parte, por lo menos en Santiago he visto que
el trato con un empleado es bien autoritario, como bien arribista mientras que si uno trabaja
como independiente uno hace valer su servicio”, agregando que “uno siempre tiene que sacar
una resultante de lo que le pasa a uno, entonces yo en esa oportunidad [luego de su
experiencia en la política] aprendí que uno tiene que ser independiente porque si uno es
dependiente de algo o alguien, uno no construye nada, lo importante es la autonomía, pero el

62
Coloquialmente, mil pesos.

48
problema es que cuando uno tiene autonomía y gana una cantidad de dinero, uno puede ser
una persona demasiado contenta y con la plata puede hacer cosas extrañas, se puede llegar a
la drogadicción o al alcoholismo porque ahí empieza la falla”.

Explicando su alcoholismo a partir del peculiar papel que la euforia jugaría en el desequilibrio
de las personas, cuenta que en su caso ello se manifestaba en que estando “económicamente
bien, la euforia me llegaba al cuerpo y lo primero que hacía era ir a comprar un copete para
celebrar y empezaba con una cerveza, después con dos y tres hasta que me iba con toda la
plata, entonces descubrí que era un error mío […] que la euforia es extremadamente peligrosa
y también la tristeza es peligrosa, entonces los extremos son peligrosos, uno tiene que
mantenerse ojalá en un equilibrio, como dice el Charly Badulaque63 „parejito‟, porque cuando
uno está muy arriba se cae y si está muy abajo también se cae, entonces hay que estar más o
menos moderadamente bien”. Así, con el apoyo de un grupo de una iglesia evangélica, termina
el punto señalando que si una persona es “inteligente, ¿por qué tenía que perder la plata
tomando?” cuestión que, con el correr de los días, debimos volver a preguntarnos dado que
don Vicente fue expulsado de “Nuestra Casa”, al parecer en forma definitiva, por haber llegado
en estado de ebriedad por tercera vez desde que en agosto de 1999 fuera aceptado su ingreso
a ella.

Mientras tanto, la situación de Javier Bravo, se nos seguía apareciendo sin que tuviéramos
alguna claridad de lo que ocurriría con él. Una tarde, por ejemplo, decidimos visitarlo y como
llegamos más temprano de la hora signada para visita, aprovechamos de conversar con el
personal médico que lo atendía, quienes coincidieron en que se trataba de un tipo mañoso y de
difícil trato, y que su auto promocionada intención de dejar el alcohol, a riesgo de equivocarse,
no pasaría de ser eso: una intención. Viéndolo más tarde, nuestra impresión no fue muy distinta
a la de ellos. ¿La razón? Porque recuperado como estaba, tanto en sus palabras como en su
actitud tendía a mostrar una menor convicción en la rehabilitación y una mayor propensión a
pedir cosas materiales, cuestión que antes no habíamos visto. La petición de una mochila para
guardar unos zapatos que le habían dado, dio pie para que afirmara que sus zapatillas las
utilizaría para correr en la Quinta Normal luego de lo cual se tomaría “unos cope... no, no, no
más de eso”.

Pues bien, cuando lo dieron de alta dos días antes de lo presupuestado, rápidamente se cayó
al trago64, según él, porque lo dejaron solo y nadie estuvo allí para acompañarlo a la
Hospedería Padre Lavín donde debía tramitarse su ingreso a un programa de rehabilitación.
“Me dio pena”, dijo. Con tal explicación, tampoco fue tan raro que ese mismo día fuera detenido
en estado de ebriedad, y que días después, una vez liberado, reapareciera igualmente ebrio y
con una herida en la cabeza. Lo habían atropellado, se excusó. ¿Qué hubiera ocurrido, sin
embargo, si al momento de salir del Policlínico hubiese sido inmediatamente internado en un
programa para su rehabilitación? ¿Habría podido reincidir? Cualquiera que fuese la respuesta,
el largo recorrido que lo devolvió a la calle, más bien nos pareció una inteligente estrategia que,
cada tanto, él y personas como él podían utilizar para recuperarse médicamente. La reducción
del proceso de rehabilitación al solo acto de “ponerse el pele”, así nos lo parecía.

Consultado al respecto, Alex Valenzuela, en una extensa entrevista que nos dio el jueves 29
por la tarde, enfatizó la conjunción de situaciones que podrían explicar la conducta de Javier.
En sus palabras, serían “como hartos factores de la vida personal de ellos, o sea yo creo más
que el copete yo creo que es la historia de vida de ellos, o sea por ejemplo no tener redes
familiares de apoyo, no tener una estabilidad social laboral, no haber tenido nunca un domicilio,

63
Alusión a un personaje de la televisión que solía usar la expresión “parejito”.
64
Coloquial expresión que alude al

49
haber tenido muchas frustraciones en su vida. Lo que yo les comentaba ese día sobre el hijo de
él, haber tenido un hijo que nunca conoció y cuando lo conoció lo encontró botado en la calle, y
a raíz de eso yo me imagino que la gente reincide mucho en el trago, acá sobre todo, y sus
historias de cárcel, de juntas de gente más o menos delictual, todo eso. Yo no conozco muy
bien si el Javier alguna vez estuvo preso, pero me imagino por sus conductas o sea anteriores
que sí, tiene probablemente antecedentes, pero lo que repercute sobre todo en el alcoholismo
en estas personas son sobre todo el sentirse muy solos, y su bloque familiar, entre comillas
informal, es la gente de la calle, la que duerme con ellos en los grupos, la que comparte con
ellos las buenas y las malas con ellos. Como yo te decía el otro día nosotros acá casi siempre
que lo recibimos lo recibimos casi para tirarlo pa‟rriba, pero bien exigente en esas partes yo
creo que igual el cuestionamiento, yo te explicaba el otro día que con el Javier no había mucho
más que hacer, o sea solamente hacerle cariño cuando venía para acá, porque como
intenciones de cambio siempre son las mismas promesas de que ahora sí, ahora no, pero yo
creo que su verdadera familia es la que para él es la gente que comparte con él en la calle”.

De tal modo, una rehabilitación centrada en el individuo y no en sus grupos de pertenencia y


entorno, aparece como un esfuerzo dirigido al fracaso toda vez que de culminarse con éxito,
cuestión de suyo difícil, no necesariamente implicaría la reinserción social del sujeto, esto es su
adscripción a redes que él valore y lo valoren. En tal caso, ¿ello podría ser considerado un
éxito? Coincidiendo con nosotros en el sentido de que lo visto con Javier sería, más bien, parte
de una estrategia para la recuperación médica, Alex puntualiza que lo haría “para mejorarse y
para ver que está bien y seguir tomando, o sea el mejor ejemplo fue éste, ustedes lo vivieron
ahí y se dieron cuenta que fue eso en definitiva, se asustó porque el compadre estaba botando
sangre y todo y nada más, o sea ya se vio bien y vamos derecho a tomar no más”.

En relación al resto de la población usuaria del sistema hospederías, Alex entrega una
interesante descripción y clasificación de sus perfiles a partir del “gran porcentaje de gente con
problemas mentales que tenemos en estos momentos. Según un estudio del año pasado, nos
arrojó que el 50% de la gente que está acá tiene problemas mentales, la mitad de la población
[…] a raíz de eso, casos puntuales, que se ha dividido la población en cuatro segmentos: la
gente que viene de paso que no aloja más de tres días acá, gente que puede trabajar, buscar
trabajo que está dentro del rango normal; los que tienen algún grado de dificultad psicológica
ya sea mínimo; y están los enfermos graves psicológicos y alcohólicos y esquizofrénicos, igual
se da harto, harta gente que aparte de su enfermedad mental es alcohólica o drogadicta”.

Con tal información, finalmente, y extrapolando su sentido a lo vivido con Ricardo durante los
últimos días en relación a su grado de deterioro y tajantes declaraciones respecto al abandono
del que sería objeto también por parte de su acomodada familia, y más allá de que ello sea
cierto o solo sea una invención de su cabeza, la pregunta que se reinstala es qué papel podría
jugar la rehabilitación alcohólica y la reinserción laboral en las vidas de estas personas. ¿Por
qué? Porque si su afán no reparara en el conjunto de su realidad, muy probablemente
supondría un segundo abandono, esta vez a la inversa. Ebrio como lo vimos, renegando
incluso de la calle y de las personas que en ella viven y lo rodean, tanto en su español ilustrado
como en sus pasos, todos los días retorna Ricardo a estos lados, la mayoría de las veces
limpio y afeitado, muchas otras cargando su guitarra y casi nunca tocándola. ¿Por qué lo hace,
empero? Según él, porque a pesar de que en su familia lo tendría todo, le falta cariño y le sobra
“tristeza”, cosa que también ocurriría en la U donde muchos lo conocen y lo quieren. “¿Pero en
verdad me quieren?”, se pregunta. Su respuesta, poco condescendiente consigo mismo, no es
muy distinta. A nadie le importa, dice. “También aquí estoy tirado”.

8. Después de escrito…

50
Efectuado por encargo del Fosis y a partir de una adaptación de la llamada metodología RAP,
su enfoque, desarrollado desde fines de los años setenta, en la oportunidad fue llevado a cabo
por un equipo de 11 integrantes dividido, a su vez, en dos grupos para las tareas de campo y
gabinete, y sobre la base de salidas matinales y nocturnas (a veces también diurnas), de 3 ó 4
horas cada una (en ocasiones más), intermediadas por reuniones de análisis e interpretación
de la información recogida en terreno. En inglés rapid assessment process (o proceso de
evaluación rápida), se refiere a un modelo de investigación intensivo usado en situaciones
marcadas por la escasez de tiempo y la necesidad de resultados efectivos en que el tamaño
del equipo de trabajo, la producción y discusión de informes diarios, su triangulación con datos
de diversa fuente y perspectiva, podría permitir la comprensión de una situación dada a partir
del conocimiento del/los punto/s de vista de sus actores (cf. Beebe, 2001: xv).

Esbozadas algunas ideas, la temprana referencia a la comunidad abierta conformada por las
personas que tuvimos oportunidad de conocer, de uno u otro modo se nos fue repitiendo con
los días. En la primera salida, sin embargo, no alcanzó a repararse en el hecho de que así
como podía contener relaciones de fraternidad, también podía albergar conflictos y otras
relaciones. Hasta ahí, empero, su emergencia vino tanto de las declaraciones verbalizadas
como de su observación en la invitación a compartir un desayuno. La queja, por su parte, hacia
el olvido de los fines de semana en que las opciones para su alimentación mermaban, nos hizo
ver cómo se desplazaban los abiertos límites de su „comunidad‟ más allá o más acá del cerrado
círculo de la sociedad mayor que los engloba, y también margina. Dentro y fuera de sus
bordes, a uno u otro lado del distanciamiento social que los aleja y/o mantienen ellos mismos,
los distintos juegos de estrategias que dispondrían, si bien no alcanzan a ocultar las
inequidades de que son objeto, en adelante también nos dejarían ver otras posibilidades, como
el símil recolector de sus prácticas y la igualación del entorno como su naturaleza/fuente.

Sin respuestas, redes y estrategias serían palabras que repetiríamos en no pocas ocasiones.
Menos visibles y más precarias que las formales, aún así estarían presentes relativizando las
posiciones que solo ven su desafiliación y no así la capacidad que les cabría en la creación de
otras. Como fuese, su inteligencia adaptativa también sería algo que habríamos de ir
aceptando tanto como la elasticidad del concepto calidad de vida. El ruco compartido de calle
Portales, sin ir más lejos, también podía corresponderse con su contenido. Tranquilidad,
aislamiento, vida al aire libre, exención tributaria, no pago de servicios, entre otros elementos,
aparecían como cuestiones que, por el contrario, no calzaban con la imagen usualmente
asociada a la expresión sitio eriazo. Lo mismo con el contenido de los conceptos trabajo y ocio.
Límites borrosos y no definitivos, la larga jornada que pudimos apreciar en las esquinas de
Portales y Matucana algo nos quería decir al respecto. Igual cosa con el matutino peregrinar
desde las hospederías a La Vega y otros lugares de ocupación informal.

Breve pero intensa, la experiencia de este estudio arrojó muchos aprendizajes. La mayoría
ligados con la especificidad de su mandato, también los hubo en otras direcciones, en especial
con respecto a las formas en que se observa el fenómeno de la calle, el lugar que ocupa la
perspectiva de sus protagonistas y qué se hace o puede hacerse, con su conocimiento a nivel
la política social. En el caso de uno de los últimos testimonios, por ejemplo, ¿cuánto de
preconcepción había en el juicio sobre el comportamiento de Javier Bravo, como una estrategia
para su recuperación médica, de auto imagen y/o credibilidad? ¿Cuál es el mecanismo que
opera en la reducción de su lectura? El hecho de que reincidiera o de que hubiese decaído en
su voluntad, ¿bastaría para invalidar su propósito y convertirlo en una estrategia?.

51
Referencias Bibliográficas

Beebe, James (2001) Rapid Assessment Process. An Introduction. Altamira, USA.

Guerra, Cristina; Manríquez, Andrea; Maturana, Rodrigo; Murillo, Claudia; Novoa, Paulina; Pino,
Alejandro; Piña, Leonardo; Quiroz, Mauro; Rodríguez, Carolina; Salinas, Fresia & Gloria Véliz
(2006). Adaptación local de una metodología diagnóstica rápida. Usuarios de hospederías del
Barrio Yungay. En: Actas 5º Congreso Chileno de Antropología, San Felipe, 8 al 12 de
noviembre de 2004, Colegio de Antropólogos de Chile, Santiago de Chile, Tomo II, pp. 1216-
1225.

Guerra, Cristina; Manríquez, Andrea; Maturana, Rodrigo; Murillo, Claudia; Novoa, Paulina; Pino,
Alejandro; Piña, Leonardo; Quiroz, Mauro; Rodríguez, Carolina; Salinas, Fresia & Gloria Véliz
(2007) Método antropológico de investigación rápida (MAIR). El caso de los usuarios de
hospederías del barrio Yungay de Santiago. En: Pensar, sentir, actuar. Método en
antropología, Universidad Bolivariana, Santiago de Chile, pp.113-134.

Handwerker, W. Penn (2001) Quick Ethnography, USA.

52
Si yo me como este lugar.
Etnografía del habitar la calle;
El Barrio Puerto como lugar de reconocimiento.

Francisca Retamales65

Relato de Ruta

Ya van seis días en terreno. Hoy fue un día diferente. Hace un par de días Daniel y Luis me
invitaron a que los acompañara en su ruta nocturna de macheteo66, por las calles Serrano,
Sotomayor, Errázuriz hasta llegar a Bellavista. Durante todo el día ha habido expectación frente
a la invitación. Me preguntaron continuamente si los acompañaría, para mí no había duda.
Pensé que la expectación se debía a que realmente no me creían, pero luego entendí el
verdadero por qué. Se habían corrido la voz de que me iría a dormir con ellos al ruco67, pero mi
intención era llegar con ellos sólo a Bellavista, estar un rato y luego irme, tal como pasó.

La ruta empezaría en plaza Echaurren a eso de las 20:00 horas, luego de ir a comer al
comedor 421. Se me había advertido que durante el trayecto me mantuviese un poco distante
de ellos para no interferir en el macheteo, ya que si me veían con ellos era probable que no les
diesen plata. Obviamente no tuve ningún problema en ello, ya lo había pensado, así que les
dije que no tuviesen problema, que intentaría pasar inadvertida para que no nos asociaran y
así no les fuera mal con el macheteo. Claramente yo sabía que mi presencia sí afectaría, no
sólo porque nos vieran juntos, sino porque era la primera vez que estaría con ellos “en acción”
fuera de la plaza y del barrio. En estos días se ha creado confianza y afecto con el grupo, pero
acompañarlos en su trayecto significaba que me mostrarían otra faceta de sus vidas y que
saliéramos del espacio conocido y común: plaza Echaurren. Para mí significaba, entre otras
cosas, ver la ciudad desde otra perspectiva, no desde el lugar que para mí me era conocido
como porteña, sino desde su lugar. Para ellos imagino, significaba abrirme otro espacio de sus
vidas, que viera y viviera con ellos su quehacer de noche.

El día transcurrió normalmente, como era “costumbre” por estos días. Llego en la mañana a
plaza Echaurren, allí los encuentro, estamos juntos, comemos panes, frutas que les regalan en
el mercado, a veces soy yo la que llevo comida; panes con queso que compartimos mirando
cómo pasa el tiempo. Hay ocasiones en que estoy con ellos todo el día, otras, a ratos, entro y
salgo de la plaza, doy vueltas por el sector, voy al “421” a ayudar en la cocina, a servir platos, o
converso con otras personas, o simplemente observo alejada del grupo, mientras ellos en la
plaza toman y machetean para nuevos chimbombos68. Ese día transcurrió como todos los
demás, las horas pasaban sin mayor sobresalto, ni lentas ni rápidas, sólo pasaban.

65
Egresada Antropología, Universidad Academia Humanismo Cristiano. Núcleo Antropología
Urbana U.A.H.C. Correo electrónico: franretamales@gmail.com
66
El macheteo consiste en pedir dinero a las personas que van pasando por la calle. Es una
actividad relevante en tanto de aquí surge la mayor parte de los “ingresos” monetarios para quienes
viven en la calle. Lo recolectado se utiliza principalmente para la compra de alcohol, cigarros, bebidas,
alimento o para la cuota de las hospederías, en el caso de los que allí duermen.
67
Un ruco se le llama al lugar donde se acude para pasar la noche, pueden ser lugares adecuados
con cartones en el piso o estructuras de cartón, lata y plástico, o lugares elegidos para dormir sin ser
habilitados para esto.
68
Chimbombo se le dice a la botella de litro y medio de vino tinto.

53
Dieron las 19:00 horas momento en que se abre el “421”. A esa hora todo cambió, estaba
ansiosa, preguntaba a qué hora partiríamos, a qué hora subiríamos a comer. Esperamos a que
fueran las 19:30 porque había menos gente, menos espera y era más fácil entrar al comedor.
Ya había estado antes en el “421”, pero hoy tenía una expectación particular, no era sólo que
tuviese hambre, estaba nerviosa. Creo que en ese momento recién tomé conciencia que me
iría con ellos, no tenía miedo, pero tenía la sensación de que al acompañarlos saldría del
ámbito que manejaba. Estar en la plaza no me significa ningún “riesgo”, la plaza es un lugar
conocido desde niña, y además, creo ahora al menos poder intuir su ritmo, pero salir de allí es
algo totalmente desconocido pese a los relatos que ya me habían hecho sobre su ruta, sobre
los lugares, las detenciones y lo que hacían.

En ese momento se acerca el “Loco Lilo” a preguntarme preocupado si me iba a ir a dormir al


ruco, me sorprendí de su pregunta, pero ahí entendí la expectación. Le respondí que no, que
sólo llegaría con ellos a Bellavista, que no se preocupara, que si veía cualquier “cosa extraña”
me iría de inmediato. El “Loco Lilo” empezó a hacerme toda clase de comentarios, que no
confiara en ellos, que podía sucederme algo, que ellos creían que me iría al ruco… Él no creía
que pudiese manejar la situación en tal caso, yo confiaba en que sí, pero en verdad creo en
ese momento no sabía bien qué esperar, sólo me guié por mi intuición y confié. Finalmente el
“Loco Lilo” me dijo que iría conmigo, que no me dejaría sola. A lo cual accedí, insistiendo en
que no se preocupara, que no era necesario. Las cosas se me nublaron un poco, de confiar ya
no sabía en quién realmente podía hacerlo y fue ahí cuando la extrañeza del estar allí se hizo
patente.

Subimos al 421 a eso de las 19:30, nos detenemos en la entrada a esperar un momento lugar
para entrar, una vez que el comedor está más desocupado entramos. Se deben pagar $50
pesos por persona, Daniel habla con el “tío Cebolla” para que los deje pasar gratis, que no
tenían plata, que había gente que entraba a comer que sí tenía trabajo, que cómo ellos no iban
a entrar. Nos dejan pasar a todos, pero yo, por remordimiento quizás, por tener el dinero para
entrar, sin que se den cuenta le paso al “tío Cebolla”, que ya me conocía, una colaboración de
$300 pesos por todos los que éramos. Él me mira y sonríe.

En ese momento éramos cinco personas: Luis, Daniel, el “Loco Lilo”, “Mister Gato” y yo.
Entramos, el lugar estaba repleto, los seis mesones llenos de personas, hombres jóvenes,
adultos y ancianos, mujeres adultas y ancianas, mujeres con sus hijos. Hacía calor, la luz
amarilla y el espacio pequeño hacía que los olores de la cocina se concentrasen. El comedor
es un lugar cálido, pero no necesariamente acogedor, sus murallas son bajas, es un local
adaptado improvisadamente como comedor.

Me demoro un poco en la entrada, me saluda el “Harrison” y conversó con él. En eso escucho
que me llaman, que me apure, que me tienen un puesto guardado. Me despido y me voy
sentar. Nos ubicamos al centro del comedor en un mesón casi frente a la cocina. Todos
estamos sentados en una banca de madera, unos con otros, pegados, otros de frente. Ese día
tocaban lentejas, nos dieron un plato rebosante, sabroso y contundente. Algunos se repitieron
el plato. Cuando se llega más tarde y queda comida las “tías” de la cocina repiten plato a quien
lo pide. Daniel y “Mister Gato” así lo hicieron. Comemos rápido, estuvimos allí no más de 20
minutos, durante la comida estuvieron pendientes de mí, pendientes de que comiera y que me
comiera todo. Me ofrecían insistentemente más comida, pero en verdad no podía más. Se
mostraron alegres de verme allí, con ellos, comiendo, eso decían. Una vez terminada la comida
bajamos caminando lentamente por calle Clave hasta plaza Echaurren.

En la plaza estuvimos alrededor de dos horas más, mi nerviosismo había bajado, estaba más
tranquila, pero seguía expectante. A esa hora había menos personas en la plaza, alrededor de

54
ocho solamente. Volvemos a los bancos de siempre, fumamos mientras ellos siguen tomando
lo que les quedó del vino del día. Como les queda poco y se acabará, piensan en comprar algo
más. Algo pasa en el ambiente, tras la comida los ánimos se vuelven más agresivos, deciden
comprar una botella de ron, recolectan el dinero con algunos comensales que se unen a la idea
del ron y lo compran. Ahora somos seis personas en el grupo, hombres todos, menos yo claro.
Con el ron los ánimos se vuelven de golpe turbulentos, Daniel el menor, es el más agitado, da
vueltas, discute, maldice. En eso, alrededor de las nueve de la noche llega a la plaza un grupo
de voluntarios de la iglesia de Schoenstatt a dar té, café y un pan con mermelada. La plaza se
empieza nuevamente a llenar de gente, a esa hora habíamos unas veinte personas. Ignoraba
que este grupo de voluntarios fuera a la plaza a dar comida.

Pese a que no quería comer, Luis llega con un té y un pan para mí. No me pude negar y lo
acepté, me lo entrega y me dice ansioso que tengo que conocer al “tío Esteban”, encargado del
grupo de voluntarios. Él ya le había hablado de mí y sin que se lo pidiese lo llama
insistentemente. Somos presentados y Luis le cuenta a cerca del trabajo que yo andaba
haciendo. Me puse un poco incómoda, prefería acercarme por mis propios medios a los
voluntarios de Schoenstatt, pero Luis se adelantó y sin darme cuenta tenía un portavoz
hablando por mí y a un desconocido mirándome con cara de interrogación cómo diciendo “de
qué se trata todo esto”. Interrumpí la presentación y me puse a explicar lo que estaba haciendo
en el barrio. Nos sentamos los tres: Luis, Esteban y yo en las bancas de la plaza, conversamos
acerca de la labor de Schoenstatt, mientras tomábamos té y comíamos. De pronto aparece
Daniel y se produce una discusión entre él y Luis, el ambiente se puso tenso y se integra a la
discusión el “Loco Lilo”. Esteban me mira con miedo, teme por mí, intento calmarlo y nos
alejamos un poco de ellos, junto con nosotros viene el “Loco Lilo”. Seguimos conversando,
luego Esteban nos dice que tiene que irse, se disculpa y nos invita a participar en una oración.
Vuelve a su grupo para reunir a la gente a un costado de la plaza y los ubica en círculo. Me
acerco a ellos y me quedo atrás observando.

Estaba nerviosa por lo que había pasado, de los seis días que había compartido con el grupo
en Echaurren, nunca los había visto tan agresivos; me asusté, pero me contuve y seguí ahí.
Luis y Daniel seguían discutiendo en el otro costado de la plaza, mientras me cuestionaba si
acompañarlos o no en la ruta. Intento poner atención al rezo, pero no logro captar bien, sólo
escucho que se da gracias por el alimento y se pide a Dios por todos los necesitados. Las
personas de la ronda escuchaban la oración pero por el nerviosismo no presté atención a los
detalles. No pude leer en sus gestos corporales, si en verdad había devoción y agradecimiento,
o sólo estaban ahí por responder al gesto del té y el pan. La oración concluye y el grupo
rápidamente se dispersa. Hay un movimiento generalizado al interior de la plaza, se acrecienta
mi nerviosismo, me detengo y me increpo a tomar una decisión: ir o no ir. En ese instante
aparece el “Loco Lilo” y me dice que no vaya, que no sabía lo que podía pasar, que no era
bueno que fuera con ellos. Él creía de verdad que el recorrido terminaría conmigo en el ruco.
Le aclaro que eso no será así, que sólo llegaré a Bellavista, no me creyó mucho y reafirmó su
intensión de acompañarme en la ruta, pese a que dormía en el Ejército de Salvación a media
cuadra de donde estábamos. Daniel, Luis y “Mister Gato” emprenden la ruta y se dirigen a calle
Serrano señalándome al pasar que era hora de partir.

En ese momento ya eran las diez de la noche y la ruta iba a variar un poco por estar los
negocios cerrados. Según me contaban, de la plaza caminaban hacia calle Serrano en
dirección a plaza Sotomayor, pero se detenían a medio camino en la panadería “Rico Pan” a
machetear. Como las cosas se habían revuelto un poco, me despido de Esteban desde lejos y
en un acto compulsivo, me escabullo entre la gente y decido emprender sola la ruta por calle
Cochrane y encontrarme con ellos en Sotomayor para ver si los ánimos se habían calmado.
Cochrane es una calle paralela a Serrano, ambas calles están interconectadas por pequeños

55
pasajes. Como los negocios estaban cerrados y a esa hora no andaba gente en la calle,
supongo que su paso por Serrano sería perceptible, es decir que los escucharía y me daría
cuenta si los ánimos se habían calmado o no. Si no era así, tendría que optar por abortar la
ruta e irme a casa.

Caminé casi una cuadra, dos pasajes de por medio, no escuchaba nada, al tercer pasaje me
detuve, me tranquilicé y pensé que lo que estaba haciendo era un poco ridículo, así que esperé
a encontrarlos. Me vieron y caminaron hacia mí, venían todos, los cuatro: Daniel, Luis, “Mister
Gato” y el “Loco Lilo”. Una vez juntos Daniel me pregunta molesto, que porqué me había ido
por esa calle si sabía que la ruta era por Serrano. Le respondí que estaba esperando que se
tranquilizaran un poco, que pensaba encontrarlos en Sotomayor. Estaban más calmados, ahí
me di cuenta en verdad que las discusiones en la plaza no habían sido graves, estaban un
poco alterados, pero más que nada abatidos por el alcohol, aún seguían juntos, eso me
devolvió la confianza y pude dimensionar mejor las cosas, tranquilizarme y continuar.

Caminando rumbo a Sotomayor, conversamos y


nos reímos un poco. Como era costumbre
andaba con mi cámara y me preguntaron si
sacaría fotos, que era importante que lo hiciera
porque así quedaría registro de su ruta. La
verdad no pensaba usarla, pero me pareció
pertinente si ellos me lo pedían. Traté de hacerlo
con cautela, me sentía incomoda, me parecía
que el acto de sacar fotografías en este contexto
era como escenificar la ruta y pese a que era de
noche, no usé el flash, era demasiado
espectáculo para este cotidiano.

Una vez que llegamos a plaza Sotomayor doblamos en diagonal en dirección al mar hasta
llegar a Avenida Errázuriz. Desde este momento empezó el macheteo, así que tome un poco
de distancia y me quedé tras ellos, el “Loco Lilo” y “Mister Gato” me acompañaron. Daniel de
28 y Luis de 33 años, son los que machetean, ellos son los más jóvenes del grupo. El “Loco
Lilo” tiene 47 años y “Mister Gato” 44. De los cuatro sólo tres duermen en la calle; el “Loco Lilo”
duerme habitualmente en el Ejercito de Salvación, en ese tiempo llevaba nueve días sin beber.
“Mister Gato” no se veía en muy buen estado, andaba a paso lento y hablaba con dificultad,
estaba enfermo de un pie y los demás no querrían darle ron porque sabían que se pondría más
mal, él estaba en el límite de la ebriedad.

El macheteo no lo hacen en grupo, uno se


adelanta y pide; el que va detrás lo hace también,
pero pide a personas diferentes. Luis era el más
animoso, iba adelante, se sabía observado, era el
momento para mostrarme sus técnicas de
macheteo, sus dichos, sus aplausos, su manera
de llamar la atención a las personas tal como me
había contado días antes. Daniel caminaba sin
prisa, un poco enrabiado, pero más tranquilo. A
ratos caminaba junto al “Loco Lilo” y conmigo, a
ratos se adelantaba, o caminaba con “Mister
Gato”, quien se había separado un poco y
caminaba cada vez más lento.

56
A medida que llegamos al sector de los bares de Errázuriz nos topamos con un tumulto de
botellas de pisco y ron vacías, se detienen y empiezan a ser bromas y mofas de la cantidad de
copete que se tomaron, como si esas botellas las hubieran desocupados ellos. Me piden que
les saque una fotografía.

Tras algunas risotadas y bromas seguimos caminando. A esa hora la gente está en los
paraderos esperando micro para volver a sus hogares; ese momento del día según me indican,
es bueno para machetear, harta gente, “harto de todo”.

En el transcurso sólo Luis machetea, Daniel va caminando tranquilo, conversa conmigo y con
el “Loco Lilo”. “Mister Gato” avanza sin mayores comentarios. Las personas al ver a Luis tienen
diferentes reacciones, algunos lo ignoraban, otros se detienen frente al “¡me faltan $10 para un
kilo de vino!”, otros le convidaban del cigarro que se están fumando. Luis, enérgico agitaba sus
manos aplaudiendo, llamando la atención de las personas al pasar, sus dichos eran fuertes y
seguros. Cortés, sin temor a pedir una moneda o un cigarro, no se enojaba con aquellos que
no le daban nada, los ignoraba y seguía caminando. Daniel, mientras conversábamos al pasar,
macheteaba cigarros que nos íbamos fumando en el camino. Al llegar a la intersección de
Errázuriz con Bellavista, doblamos en dirección al cerro. Pasamos la gasolinera, cruzamos la
calle y a las afueras del supermercado Líder, en el paseo peatonal nos detenemos a saludar a
un grupo de jóvenes punk que también estaban macheteando. Se saludan entre ellos y me
presentan al grupo como una amiga, uno de ellos me reconoce, nos habíamos conocido
anteriormente en plaza Echaurren un día mientras estaba con Daniel y Luis y este joven punk
pasó a saludar, el vive en el barrio. Conversamos un rato, nos cuentan cómo va el macheteo y
luego nos despedimos.

Seguimos caminando por Bellavista hasta llegar a esquina de Condell. Allí, al costado de la
farmacia Cruz Verde nos detenemos, ese es su lugar, el punto o la “oficina” para el macheteo
nocturno. Nos ubicamos al borde de la cortina de la farmacia que a esa hora estaba cerrada.
Dejamos los bultos, un saco donde llevan una frazada y una bolsa con un poco de pan que les
habían regalado, y otro saco donde está el chimbombo, el único que les va quedando.

Daniel, “Mister Gato”, el “Loco Lilo” y yo nos quedamos sentados en el borde de la cortina. Luis
cruza a la vereda de enfrente y se ubica a la misma altura que nosotros, se mantiene de pie y
empieza a hacer su “performance” para el macheteo. Aplaude, increpa y les pide a las
personas a viva voz dinero, un cigarro, lo que sea, se sabe observado. Por este lado, Daniel
estira la manga, mira a las personas desde abajo, las ve venir y las elige para machetearles.
Intento pasar inadvertida, pero es difícil, la gente al pasar me observa un tanto sorprendidos,
no tomo en cuenta las miradas y continúo al lado, sentada, fumando. La noche no ha sido
buena, entre Luis y Daniel sólo llevan algo más de $1.000. Luis tira las monedas desde la
cuadra de enfrente, Daniel es la “caja” esta noche, él es el encargado de juntar el dinero en un
fondo común.

En esos momentos Daniel y Luis son una dupla, son compañeros de la calle, pasan todo el día
juntos, duermen juntos en un ruco bajo el edificio de la Intendencia Regional, a dos cuadras de
donde estamos. Todo lo que consiguen en el macheteo lo reparten entre los dos, sólo suman a
amigos en el caso de que ellos también colaboren con algo. En esta ocasión la regla la
pasarán por alto porque “Mister Gato” anda enfermo y no puede “trabajar”. Con el dinero se
abastecen de vino o ron, según prefieran, y de cigarros para la noche y la mañana siguiente.
Como ya estaban tomando ron, la misión era comprar otro y cigarros para la noche, y ojalá un
chimbombo para el otro día. Era alrededor de las 11:30 de la noche, el ron ya se había
acabado y quedaba un poco de vino. Como no tenían mucha plata e iban a cerrar la botillería,

57
se decide comprar sólo un chimbombo más. “Mister Gato” es el emisario, va comprar a la
botillería de siempre ubicada a media cuadra de donde estábamos por la subida Ecuador.

Mientras estábamos en la esquina, por la vereda de enfrente Daniel ve pasar a una antigua
amiga de Luis y le avisa que está ahí. Luis se pone nervioso y parte corriendo a saludarla, al
rato me llama para que vaya a conocerla. Estuvimos en la esquina conversando largo rato, su
amiga era una antigua compañera del orfanato, crecieron juntos. Luis nervioso y emocionado
me contaba pasajes de su vida con ella, mientras ella asentía con la cabeza, y como Luis le
había contado qué estaba haciendo yo, la amiga le pedía que colaborara conmigo. Ella ahora
es asistente social y había trabajado en su práctica un par de meses en el Comedor 421.
Conoce bien a Luis, le ha seguido los pasos, se notaba mucho cariño entre ambos. Le conté lo
que estaba haciendo y me dio algunos datos y consejos, luego nos despedimos y volví a la
esquina donde esperaban los demás. Luis volvió diferente, desanimado, la noche no estaba
buena y se había puesto melancólico, triste y conflictivo. Los demás obviaban sus reacciones,
seguían en lo suyo, pero todos, especialmente Daniel, sin decirlo, estaba muy pendiente de
Luis.

Era ya la una de la mañana, estaba cansada, había sido un día largo e intenso, así que decidí
que ya era hora de volver a casa y descansar. Al día siguiente tenía que estar temprano en
Echaurren, y quería en lo posible, decantar lo que había sido el día de hoy. Así es que le
entregué los cigarros que me quedaban a Daniel y le dije que me iba. Daniel también se iría,
pero Luis estaba enojado y no quería nada, sentado en la acera de enfrente nos daba la
espalda y hacía caso omiso a los llamados de Daniel, que le decía que ya era hora de irse al
ruco. Nos levantamos todos, yo crucé para despedirme de Luis, lo encontré triste, llorando.
Conversamos un rato largo mientras los demás caminaron y esperaron en la esquina de la
Avenida Brasil con Bellavista, atentos. Luis se quería ir de la calle, reclamaba por la vida que
tenía, me increpaba sobre el trabajo que estaba haciendo, me preguntaba qué ganarían ellos
con eso… difícil pregunta, nunca es fácil de responder.

Traté de apaciguar un poco su pena, conversamos un rato más hasta que se calmó. Accedió a
caminar conmigo hasta donde estaban los demás, pero siempre insistiendo que ese día se iría
al Ejercito de Salvación. Llegamos cerca de la esquina de Brasil y Bellavista. Ahí me separaba
para tomar el colectivo a casa. Me despedí de todos con dificultad, estaba abrumada con la
intensidad del día, además de imaginar como los rumbos cambiarían al separarnos; ellos al
ruco, yo a mi casa. El “Loco Lilo” insistió en acompañarme al colectivo que quedaba a media
cuadra de donde estábamos. Caminamos, esperé el colectivo, me despedí, me subí y partí
imaginando lo que podría suceder con ellos: todos seguirían caminando en dirección al Puerto
por la calle Blanco; Daniel y Luis se detendrían en el edificio de la Intendencia donde tiene su
ruco y dormirían allí. El “Loco Lilo” y Mister Gato seguirían hasta plaza Echaurren. El “Loco
Lilo” dormiría en el Ejército como de costumbre, y “Mister Gato”… “Mister Gato”, no lo sabía,
nunca supe donde dormía, no lo vi más.

58
Plaza Echaurren; de ahí se parte, ahí se llega, allí se está.

“Es difícil
explicarlo,
porque es una
experiencia de
vida,
no es tanto
como plaza, o
sea, si yo el día
de mañana
dejo de tomar y
paso por acá,
van a llegar los
recuerdos...
esta plaza es
como una casa…”
(Entrevista Luis) Croquis 1: Plaza Echaurren

De tanto andar por el barrio, había visto continuamente en la plaza a personas que por su
apariencia son catalogadas como mendigos, vagabundos, indigentes o personas sin hogar.
Llegar ahí por lo tanto no fue casual, el barrio y plaza en particular, son lugares donde se hace
visible, de manera permanente, la existencia de personas que viven en la calle en Valparaíso.

Plaza Echaurren es un lugar relevante pues constituye el centro del sector. Congrega a
diversos actores en tránsito u ocupación cotidiana, de los cuales los más permanentes son las
personas que viven en la calle. Se observa una población flotante y estable en el lugar de
hombres entre los 28 y 70 años, distinguiéndose un número reducido de mujeres de alrededor
de cuatro a seis entre los 25 a 45 años de edad. En su mayoría circulan solos por el barrio,
existiendo en menor cantidad aquellos que se agrupan durante el día.

Tras ingresar al barrio, me senté en una de las tantas bancas de plaza Echaurren, mientras un
grupo de personas que intuía vivían en la calle, sostenía una conversación. Después de un
rato, justo cuando iba a su encuentro, fui interceptada por uno de ellos para que le diese
dinero. Accedí y tras un par de palabras, pregunte si podía conversar con todos. Sorprendido y
amablemente, Luis me lleva donde están los demás. Era un grupo de cinco hombres, todos
muy afables, extrañados y curiosos de mi acercamiento e interés, pero dispuestos a conversar.
Sólo uno era de la ciudad, los demás habían llegado desde Santiago y el sur de país,
tendencia generalizable para las demás personas que conocería luego. Cuatro de ellos dormía
en la calle y uno en el Ejército de Salvación69, ubicado a una cuadra de la plaza. En esa
ocasión me quedé solo un momento, me interesaba establecer contacto para volver luego, me
aseguraron que allí estarían, así que quedamos en vernos en un tiempo más. Este fue el
primer acercamiento, y el momento que marcaría a quienes conocería y con quienes
compartiría en las siguientes estadías y visitas a la plaza y al barrio.
69
El Ejército de Salvación es un organismo sin fines de lucro que pertenece a la Red Mundial
Cristiana de Beneficencia. Cuenta con un hogar y una hospedería exclusiva para hombres a partir del
año 1907 en Valparaíso. Los valores de alojamiento en la hospedería van entre los $600 a las $1.200 la
noche, con derecho a baño y ducha.

59
Primer encuentro, el impulso del registro y la foto del “equipo de calle”.

Semanas después volví con la duda si los encontraría, sin embargo estaban todos allí, en la
misma banca de la misma plaza. Nuevamente se sorprendieron al verme, esta vez no por
acercarme, sino por haber vuelto. Me contaban que pocas personas que no fueran de su
“ámbito” volvían, y por eso no esperaban verme otra vez. El recibimiento fue entusiasta, me
invitaron a sentar, me ofrecieron un cigarro y de a poco fuimos entablando vínculos en la
experiencia del día a día en la calle.

Plaza Echaurren se ubica en el corazón del centro histórico de Valparaíso o barrio Puerto, esta
bordeada por bares, restaurantes, botillerías, peluquerías, puestos de frutas y verduras, y por
el Mercado del Puerto. Al volver a la plaza y retomar contacto con el grupo, seguí con ellos su
rutina.

El día pasaba sin mayor sobresalto, mientras diversas personas transitaban por el lugar, fue
común ver a turistas nacionales y extranjeros, vecinos del barrio, trabajadores del mercado,
lanzas, traficantes, estudiantes secundarios y universitarios, porteños de otros sectores,
homosexuales y pensionados entre otros. Visualmente en principio pude distinguir sólo a
algunas de estas personas, sin embargo después de estar uno días en la plaza, me fueron
indicando a personas que a simple vista encubrían actividades que ignoraba, como sucedía
con los traficantes y lanzas del sector. Todas las personas nombradas acuden a la plaza pero
de diferente manera. Para algunos la plaza es un lugar de paso o transito momentáneo,
mientras que para otros es un lugar de permanencia. Estos últimos son generalmente los
pensionados, homosexuales, traficantes y personas que viven en la calle. Ellos ocupan la plaza
constantemente todo el día, por lo general todos se conocen pero no se mezclan, es decir que
no conforman un grupo único sino que grupos diferenciados correspondientemente; “a nosotros
los drogadictos nos caen mal, los traficantes nos caen mal, ósea los que somos del grupo
tienen que ser, no alcohólicos, pero que le guste el trago, puro vino…” (Entrevista Luis).

Cada grupo se instala en lugares separados, pese a ser un lugar pequeño, es posible observar
diferencias por sus conductas, rutinas y según con quién se relacionen. Conocen historias de
cada uno y la manera en cómo viven, siendo estos elementos que determinan con quién se
juntan y con quién no. En base a ello se agrupan por avenencia, amistad o por compartir
prácticas como el beber, estableciendo de manera implícita límites claros y definidos de
convivencia. También están aquellos que no se relacionan públicamente con nadie, que se
sientan solos mientras pasa el día.

La plaza es un lugar que acoge, pero a su vez obliga a mantener códigos para relacionarse con
las personas que allí acuden. Se sabe quien es quien, o en su defecto lo que hace, con quien

60
se junta, de que vive, ello implica el manejo de códigos internos según adscripción, haciendo
posible que cada cual, o cada grupo, conviva, coexistiendo y perpetuando la diferencia entre un
“nosotros” y los “otros”. Donde el “nosotros” en este caso, corresponde a las personas que
viven en la calle, los torrantes; en cambio los “otros”, son aquellos que pese a convivir o no en
la plaza, poseen un trabajo, una casa, es decir personas ajenas al circuito de la calle como
lugar donde se vive.

Al hablar de un circuito de calle, me refiero a que la vida en la calle implica una serie de
detenciones, recorridos y desplazamientos dentro del barrio como fuera de él. Las lógicas de
tal movimiento son determinadas en primera instancia por la posibilidad de conseguir alimento,
dinero y un lugar donde pasar el día y la noche.

En este sentido, plaza Echaurren constituye el centro del movimiento o circuito, es el punto
desde donde se parte, al que se llega, donde se está, es un lugar de reunión y reconocimiento
para las personas que viven en la calle, como también un lugar de subsistencia. En términos
generales se reconoce al menos tres maneras de acceder y estar en la plaza: ocupación
esporádica, focalizada y permanente.

La ocupación esporádica pudo observarse en relación al tránsito por la plaza a diferentes horas
del día. Las personas que viven en la calle y que andan solas, por lo general circulan por las
cercanías de la plaza y del barrio para machetear, cuidar autos o bien, para acudir a los bares
próximos. La plaza en este sentido es un lugar de descanso en su continuo deambular, sirve
para dormir a ratos, encontrarse con otros pares y pasar el tiempo.

Un día cualquiera en plaza Echaurren

La ocupación focalizada puede describirse como la ocupación de la plaza a horas precisas de


la tarde y la noche, momento en que llegan grupos de voluntarios de instituciones solidarias,
tales como Remar70 e iglesia Schoenstatt71, a entregar comida gratuita a la plaza. En estos
70
Remar es una asociación cristiana y benéfica a nivel mundial dependiente de la iglesia del
Cuerpo de Dios. Se ubica a una cuadra de plaza Echaurren y esta orientada a la rehabilitación y
reinserción personas alcohólicas y drogadictas en un régimen voluntario de internado. Los internos, en
nombre de la institución, van 3 veces a la semana (lunes, miércoles y viernes) aproximadamente a las
17:00 hrs. a plaza Echaurren a entregar comida gratuita a quien la necesite.
71
La Iglesia de Schoenstatt, si bien no se encuentra ubicada en el barrio, sino en Viña del Mar,
acude mediante un grupo de voluntarios los días martes y jueves a plaza Echaurren alrededor de las
21:00 hrs. para entregar té, café y un pan a las personas que lo necesiten. En ese momento también
aumenta el número de personas de la plaza, pero en menor cantidad que con las visitas de Remar. Las
personas acuden a tomar té, comen su pan y luego se retiran rápidamente del lugar o bien se quedan

61
momentos el ambiente de la plaza se prepara para recibir a las instituciones, las personas
acuden al lugar con horas de anticipación, la plaza se llena poco a poco congregando a gran
cantidad de hombres, mujeres y niños, quienes tras recibir el alimento abandonan la plaza.
Remar es el más esperado ya que sus voluntarios entregan una ración de comida y pan por
persona. Una vez que llegan los voluntarios, se hace una fila para recibir el alimento. De la olla
apoyada en los bancos salen porciones servidas en bandejas plásticas individuales
humeantes, de sopa de huesos, arroz y fideos entre otras comidas, no son platos a simple vista
apetitosos -nunca los probé- sin embargo, para muchos es una porción de alimento
fundamental en el día. Una tarde, mientras Remar servía la comida, observé que no todos
aceptan de buena gana ubicarse en la fila para comer. Frente a esto hay dos motivos, el
primero tiene que ver con que hacer la fila, es dejar en evidencia la situación de carencia y la
necesidad de alimento, frente a esto muchos esperan que la fila se acabe o en su defecto, son
otros (pares) los que le pasan la bandeja para comer. El segundo motivo tiene que ver con la
dignidad. El acto de recibir no implica que se recibe todo lo que se les da, variadas fueron las
veces que se negaron a comer porque encontraban que era “comida para perros”, que eran
“puras sobras”, optando por esperar y comer más tarde en el Comedor 42172.

Entrega de alimento por Remar en plaza Echaurren.

Por otro lado se observa una ocupación permanente de la plaza. En el transcurso de la


investigación y como era su costumbre, el grupo conocido en la plaza así como también otras
personas que andan solas, pasan todos los días en plaza Echaurren; allí duermen, comen,
guardan sus frazadas, sus ropas, machetean dinero o cigarros, se encuentran con amigos o
conocidos, comparten y pasan el día. Durante el terreno, muchos de ellos, a distintas horas del
día o durante todo el día, estaban bajo los efectos del alcohol.

Beber constituye un mecanismo de sobrevivencia para seguir el día a día en la calle; el alcohol
los “mantiene” les quita el frío y el hambre, pero a su vez los enferma y mata. Esta realidad es
conocida por ellos mismos quienes se asumen como alcohólicos. Diversos fueron los relatos
sobre las consecuencias del alcohol en sus cuerpos (tiritones, dolores de estómago), o sobre

junto a los voluntarios de Schoenstatt para conversar y formar tras de un rato, una ronda a un costado de
la plaza, allí rezan y dan las gracias por el alimento recibido, mientras un encargado del grupo de
voluntarios en voz alta pide a Dios por la salud de todos los que allí están y por todos los necesitados.
72
El Comedor 421, dependiente de la iglesia católica La Matriz, entrega alimento todos los días
del año a las 19:00 hrs., a personas que lo necesiten. El valor es voluntario y varía entre los “0” y $50.
Junto con eso los días domingo presta servicio de ducha, barbería y primeros auxilios a través de
voluntarias de la Cruz Roja de manera gratuita. Al momento de esta investigación se encontraba
momentáneamente, mientras reparaban su antigua sede, ubicado en calle Clave, en los bajos del
Ejército de Salvación.

62
muertes de pares que un día “se reventaron de copete”, sin embargo, dejar de tomar es algo
difícil e incluso peligroso si es “de golpe” ya que su organismo requiere, “le pide” alcohol y está
acostumbrado a ese ritmo. Por otro lado el tomar es un gusto, una práctica de sociabilidad que
los hace ser parte de un mismo grupo y reconocerse como tales.

Para ellos el día transcurre mientras las botellas de vino tinto se vacían y son reemplazadas
por otras nuevas, hasta que llega el momento de partir al Comedor 421 para comer y volver a
la plaza a esperar que caiga la noche, momento en que se trasladan al centro de la ciudad a
machetear y dormir en el ruco, para volver a repetir al otro día la misma rutina. La permanencia
en la plaza sólo es interrumpida a momentos cuando se hace necesario machetear para
reponer el alcohol. Aquí todo el grupo se pone a “trabajar” en la plaza o en sus alrededores,
juntan lo necesario y compran un nuevo chimbombo, o un ron puro a horas cercanas de la
noche, en ocasiones, y como no tomaba alcohol con ellos, compraban “bebida para la
Panchita”, para que tuviera algo que tomar con ellos. Entremedio, entre un vino y otro, mientras
pasábamos el día conversando, algunos dormían en los pastos de la plaza o en los escaños,
otros paseaban o iban y volvían de bares cercanos. A momentos alguien del grupo llegaba con
pan o frutas que les regalan en panaderías o en el mercado, el alimento lo combatíamos entre
todos los presentes y si alguno de ellos dormía, su ración era guardad para cuando despertara.

Esta rutina a simple vista puede quizá resultar “liviana”, sin embargo, creo nunca había sentido
de esa manera el desgaste del hacer “nada” y el cansancio del paso del tiempo en el cuerpo
como en esos días. Si bien transitaba y recorría el barrio a momentos, la estadía en la plaza
fue preponderante. Allí permanecíamos sentados, conversando mientras sentíamos calor, frío,
hambre a ratos, veíamos el movimiento de la calle, de la gente al pasar, sentíamos el ruido de
los autos, los turistas sacando fotografías, la dinámica de la plaza se hacía agotadora, burlas
nacían cuando me veían persistiendo en la estadía, ellos también estaban agotados,
claramente no sólo por vivir el paso del tiempo; el frío, el mal dormir, los efectos del alcohol, la
alimentación intermitente, las enfermedades, la soledad de la calle - cosas que yo no podía
sentir – ellos lo sobrellevaban a ratos alegres, a ratos mal humorados, a ratos tristes,
silenciosos y contemplativos mientras fumábamos y conversábamos de sus historias, de sus
vidas, de mi, de la calle, de la gente que pasaba. A estas alturas el peso del “academicismo”
que tenía marcado en la frente, había bajado, seguía siendo una extraña, sin embargo la
cercanía producto del escuchar, estar y dialogar tenía más preponderancia, el valor radicaba
en que alguien ajeno a su ámbito, tuviera interés en ellos sin “atenderlos” o asistirlos y
estuviera de alguna manera “con” ellos en su rutina aunque fueran unos días.

Como señalo, la plaza era un lugar nodal para este grupo, un lugar claro y definido donde estar
y vivir el día a día. Este cotidiano adquiere amplios y diversos significados ligados por una
parte, a la experiencia del vivir y hacer en; “es mi casa, si aquí duermo (…) yo soy de aquí,
ósea, no tampoco criáo en esta guea, pero soy de aquí” (Entrevista Daniel). La figura de la
“plaza-casa” se entiende al momento que, al ser la plaza un lugar de convivencia y estadía
diaria, el estar se vuelve un habitar del espacio, un lugar de reconocimiento y adscripción.

Por otra parte, la plaza también representa una “ganancia” ya que mediante la sociabilización
entre pares, vecinos y conocidos, y el macheteo, se obtienen y comparten bienes que son
parte de su subsistencia tales como alimento, ropa y alcohol. A la plaza no sólo llegan
personas foráneas a quienes pedirle dinero, sino que también pasan vecinos del barrio que
conocen o ubican a las personas que viven en la calle y les reportan de manera amigable una
moneda o alimento, muchas veces sin necesidad de pedirlo. Para los vecinos y comerciantes
del sector, esta permanencia tanto en el barrio, como en la plaza, no es algo nuevo. La plaza
es un lugar donde se les permite estar, su presencia no incomoda del todo y están

63
acostumbrados a verlos allí, siendo catalogados como “parte del paisaje (… ) parte de la
cultura del puerto” (Entrevista, Hermana Sara Comedor 421).

Plaza Echaurren es un lugar que traspasa los límites del espacio público, en tanto se vuelve un
lugar propio, apropiado tanto por quienes viven diariamente allí, como por quienes transitan o
acuden a él de manera flotante; ambos grupos hacen suyo el espacio. La plaza se presenta
entonces no como un escenario, sino como el lugar en donde se vive y se hace el cotidiano,
representando la figura del hogar, de la casa, el lugar de donde se es, siendo clave además
para la socialización y la subsistencia.

Plaza Echaurren puede ser entendida entonces, dentro del sector, como un nicho social, como
un lugar en el sentido antropológico según lo propuesto por Marc Augé (1996), en tanto
adquiere significación, identidad como espacio social por la manera en cómo se ocupa y
significa el espacio.

Extensión del movimiento

Vivir en la calle no es algo fácil, se está de alguna manera a la “deriva” al no contar con una
fuente o actividad fija que provea a las personas de recursos para satisfacer sus necesidades.
Por ello las personas que viven o habitan la calle cuentan con una serie de prácticas y
estrategias para sobrevivir. Estas son actividades, gestiones propias para conseguir alimento y
dinero, dentro de las cuales está el ya mencionado macheteo, y, el trabajo informal. Asimismo
se encuentra la labor de instituciones solidarias que les aportan alimentación, vestimenta y
ayuda. Tales prácticas y estrategias implican movilidad y transito por los alrededores del barrio,
como fuera de él.

Los alrededores son todas las calles y lugares


aledaños a plaza Echaurren. Son lugares de tránsito
y estadía en menor proporción que la plaza, por ellas
se circula durante el día, siendo variados y
fluctuantes los recorridos. Plazuela La Matriz ubicada
a las faldas de la iglesia del mismo nombre, es uno
de ellos, este un lugar turístico donde acuden
visitantes todos los días del año. Algunas personas
que viven en la calle se ubican allí a cuidar autos, a
machetear, o se les puede ver en las cercanías
durmiendo.
Costado iglesia La Matriz.

Como se menciona, el macheteo es una de las prácticas que los provee de dinero. Consiste en
pedir a personas que van pasando una moneda o en su defecto cigarrillos. De aquí surge la
mayor parte de los “ingresos” monetarios destinados para comprar de alcohol, cigarros,
bebidas, alimento o, para la cuota de hospedería en el caso de los que allí duermen. Puede ser
una actividad individual o colectiva, es decir pedir dinero para si mismo o para el bien común
cuando por ejemplo, se quiere comprar un chimbombo, cigarros o algo para comer (pan, fruta,
pollo asado, papas fritas, etc.) para el grupo.

Machetear no es sólo el acto de pedir dinero, para que sea efectivo, para persuadir a las
personas existen tácticas que van desde el hecho de vestir o contar con “mala” presencia
(andar sucio o con ropa visiblemente deteriorada por el uso), hasta el uso de frases hechas;

64
“Yo hago una cuestión así, mire, es bien cuática la cosa si, pero la gente se ríe igual y me pasa
plata: ¡ya! (aplaude) vamos a ponernos las pilas. -“¡Reina hermosa faltan veinte pesos pa`
comprarme un litro de pan!”-, y la gente se ríe; -“¿para un litro de pan?” “¡no, pa` un kilo de
vino!”-; me dicen -“por ser sincero, te los doy”-, y no pasan veinte, pasan cien pesitos,
quinientos pesitos…” (Entrevista Luis).

Los lugares del macheteo varían, pero no es cualquier lugar o punto del barrio o la ciudad. Son
lugares donde se sabe con anterioridad que son buenos, que se va a obtener ganancia, por lo
tanto son lugares estudiados en razón del beneficio. En el barrio los lugares privilegiados son
las plazas Echaurren y Sotomayor, Muelle Prat y las afueras de los Tribunales de Justicia.
Todos ellos son buenos lugares porque existe afluencia de personas constantemente, la gran
mayoría de ellos son turistas, personas a las que se les supone poder adquisitivo y la
posibilidad de obtener por ello dinero. Aquí se ubican las “oficinas”, es decir puntos precisos
donde determinadas personas que viven en la calle se ubican a pedir dinero. Cada oficina
posee un “propietario” y son reconocidas entre si, siendo respetas para no toparse unos con
otros. Al denominar a estos puntos como “oficinas” el macheteo adquiere también un nuevo
apelativo denominándolo muchas veces como “trabajo”.

Fuera del barrio, existen otros puntos o calles donde a ciertas horas del día o de la noche las
personas que viven en la calle se dirigen a machetear. Avenida Errázuriz por ejemplo, después
de las 18:00 horas es uno de ellos. Errázuriz es una avenida de tránsito público donde a partir
de esa hora la gente acude a tomar locomoción para volver a sus casa luego de la jornada
laboral. Por esta razón hay una afluencia constante de personas que representan posibles
fuentes de “ingresos”. Otros lugares u oficinas fuera de los márgenes del barrio Puerto se
ubican en el centro de la ciudad, en esquinas concurridas o a las afueras de supermercados.
Las “oficinas” pueden cambiar según se vaya “dando la mano”, es decir según lo que se gane
en cada punto. Las personas que viven en la calle se movilizan por la ciudad y eligen en razón
de estos elementos puntos estratégicos para el macheteo.

Otras de las prácticas relacionadas con el tránsito en el barrio, corresponde al trabajo informal,
esta se da en menor medida en comparación al macheteo que es una práctica extensiva. El
trabajo informal puede ser definido como actividades remuneradas no formalizadas, es decir
sin contratos. Las más comunes son de cuidador de autos y cargadores de bultos en puestos
de frutas y verduras a las afueras del Mercado del Puerto. Ambos trabajos les reportan
pequeñas cantidades de dinero, implica socializar y cumplir con lo encomendado, los que
realizan estos trabajos son aquellos que están más vinculados con el entorno y la gente. La
recurrencia a estos trabajos es variada, se puede ejercer de manera esporádica por momentos
en el día o sólo algunos días a la semana, depende de las ganas y las capacidades reales para
trabajar, es decir no estar enfermo o borracho.

Los cuidadores de autos se ubican en plazuela La Matriz y, plazas Echaurren y Sotomayor y


alrededores. Las personas que estacionan sus autos allí son en su mayoría de la ciudad y
trabajan en el sector, conociendo y confiándoles el cuidado de sus autos a quienes realizan
esta labor a cambio de dinero ($500 o más).

Con relación a los cargadores de puestos del mercado, se da una situación diferente, pues el
trabajo implica ciertos horarios y movilidad. Éste consiste en armar el puesto de venta, y estar
disponible durante la mañana para ir a dejar pedidos a los clientes. También reciben dinero a
cambio de esta labor (cantidad que fue imposible saber). Sin embargo, un factor relevante es la
relación que se da con el/la dueño/a del puesto. Entre ambos hay una relación más allá de lo
laboral, habiendo vínculos afectivos de confianza y cariño, una especie de apadrinamiento de

65
parte de los/as locatarios/as, por lo que este trabajo significaba un refugio o cobijo dentro del
contexto de la calle, algo por lo que se enorgullecen.

Ambas prácticas implican transito durante el día por el barrio Puerto, un ir y venir desde la
plaza hacia los puntos de macheteo, hacia los lugares para cuidar autos, como también hacia
los puestos de frutas y verduras.

Una calle importante dentro del tránsito en el Puerto es calle Clave. A media cuadra de plaza
Echaurren subiendo hacia el cerro Cordillera se ubican bares que funcionan desde muy
temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche. Son lugares que a simple vista
parecieran estar cerrados al tener sus puertas entre abiertas o tener muy poca luz. Son
espacios principalmente masculinos que venden alcohol a bajo precio. Para las personas que
viven en la calle estos bares son lugares donde pueden estar, ver televisión y cambiar un poco
la rutina de la calle, sin embargo, no todos pueden acudir allí, algunos tienen prohibida la
entrada por haber tenido problemas o rencillas con sus dueños.

Junto con los bares en calle Clave se encuentra el Comedor 421 y el Ejército de Salvación.
Ambas instituciones prestan servicios y ayuda a personas jubiladas, indigentes y a quienes
viven en la calle.

El Comedor 421, dependiente de la iglesia al Matriz, entrega alimento a 100 personas de lunes
a sábado a las 19:00 horas. Para las personas que viven en la calle la comida de este comedor
es muchas veces el único alimento contundente diario, pudiendo comer sin tener que pagar por
ello, o en su defecto a muy bajo precio ($50).

Fachada e interior Comedor (provisorio) 421 calle Clave.

Una vez dentro, pude observar que son personas conocidas y tratadas de igual manera que los
demás asistentes (jubilados, cesantes y viajeros), salvo en comparación con los niños y
mujeres frente a quienes todos se muestran mas amables y se les da preferencia en la
atención. La relación que se establece entre los voluntarios del comedor y quienes allí acuden
a comer se focaliza en el alimento; la gente entra, se ubica en las bancas y se les sirve el plato
de comida, comen y se van. Una vez que terminan deben retirarse para dejar el asiento libre a
los que esperan afuera para entrar. Pese a ser un momento breve (veinte minutos
aproximadamente), esta es una instancia de encuentro entre los pares y no pares, donde todos
ven las caras a diario, es una especie de “estado de la situación”, allí la gente se entera de la
muerte o desaparición de alguien de la calle, de accidentes, de personas que han caído presas
o están internas en hospitales, en general “corre la voz” sobre todo lo concerniente a lo que le
ocurra a las personas que viven en la calle, siendo el comedor por lo tanto un espacio de

66
encuentro reconocido no sólo por quienes allí comen, sino también para cualquiera que se
interese en ubicarlos o saber de ellos.

Algunas de las personas que comen en el “421” y que viven en la calle, duermen en ocasiones
en el Ejército de Salvación. Esta situación para algunos es constante siendo contadas las
veces que duermen en la calle, mientras para otros la relación es inversa, es decir, pasan días,
semanas o meses durmiendo en la calle y a veces, cuando están enfermos, cansados o es
invierno optan por dormir en hospederías. Esta distinción entre los que duermen en la calle y
los que duermen en hospederías, aunque ambas situaciones nunca son radicales, genera una
diferencia en la manera de habitar la ciudad, por ejemplo, los grupos que se arman en el día se
diluyan en la noche por dormir en lugares diferentes. Entre ambos grupos no existe rivalidad,
comparten de igual manera el diario vivir, pero se saben entre ellos distintos.

Ahora bien, las hospederías en general, si bien les proporcionan un techo donde dormir, una
cama y un baño, significa además tener que someterse a reglas, cumplir horarios, normas de
conducta y de convivencia. Estas condiciones no se acomodan muchas veces al ritmo de vida
y elementos considerados como positivos del vivir en la calle, como el no admitir que les
impongan reglas, que los manden, que pauten su ritmo de vida, su quehacer y forma de ser.
Son ellos quienes determinan, por ejemplo cómo y en qué ocupar su tiempo, a dónde ir y con
quién juntarse. En este sentido son personas desligadas del mandato rousseauniano del
contrato social, son personas “libres” que no responden frente ninguna institución o estructura
social. Las personas que viven en la calle tienen responsabilidad consigo mismo, o con pares
con quienes comparten la calle. Las hospederías en este sentido, coarta su manera de vivir, les
imponen horarios de entrada y salida del recinto, horarios de sueño, les imponen una autoridad
que deben respetar y acatar si desean dormir bajo un techo. Por ello, el dormir en hospederías
no es algo según me contaban, deseado, sino una posibilidad en caso que se encuentren muy
deteriorados o enfermos, el costo por dormir no es un problema necesariamente ya que lo
pueden costear con el macheteo o, como sucede en algunos casos, sin tener que pagar, sin
embargo no acuden allí simplemente porque no les gusta. Se mencionan reacios también a la
convivencia con los internos, las hospederías serían lugares que se prestan para conflictos,
rencillas y en algunos casos robos entre los que allí duermen, representando lugares
inseguros, donde “no se puede dormir tranquilo”. También aluden a malas condiciones
sanitarias del recinto diciendo que ahí “se llenan de piojos”.

Consecuente con esto, las personas que viven en la calle eligen espacios públicos para dormir.
Aquí la extensión del movimiento varía, los espacios “dormitorio” no siempre son los mismos, ni
están todos dentro del barrio. Es decir que al otro día las personas que no duermen en el barrio
se movilizan hasta él. Algunos de los lugares públicos que pude conocer o me fueron relatados
dentro del barrio fueron sitios eriazos a un costado de la iglesia La Matriz, algunas gasolinerias,
el Muelle Prat y en específico “El Santiaguillo”73 y el edificio de los Tribunales de Justicia. A
esto se agregan espacios fuera del barrio tales como los bajos del edifico de la Intendencia

73
El “Santiaguillo” es un barco español que llegó al puerto en la época de la conquista,
actualmente es monumento histórico y se encuentra en exposición permanente a un costado del paseo
del muelle Prat. El ingreso al barco es público, pudiendo cualquier persona ingresar a él y recorrerlo, tras
visitar el barco se observó que no estaba en muy buenas condiciones principalmente por la cantidad de
basura que había en su planta baja y el mal olor. Es relativo el número de personas que allí duermen,
pudiendo a veces no haber nadie. Sin embargo es un punto conocido para dormir principalmente en
invierno.

67
Regional en el centro de la ciudad y recovecos de piletas o estructuras de concreto ubicadas
en el parque Brasil.

Todos estos lugares sirven como parapetos, espacios protegidos del frío donde las personas
duermen con frazadas y cartones. Pese a ser lugares públicos que no han sido pensados para
que alguien duerma, carabineros o vigilantes de dichos recintos les permiten dormir allí con la
salvedad que no dejen rastro de tal ocupación, es decir que no armen estructuras que
interrumpan su imagen a la luz del día.

Como se señala, el movimiento y tránsito en el barrio, como fuera de él, está determinado por
las actividades del macheteo, el trabajo informal, la presencia de instituciones y los lugares
elegidos como espacios “dormitorio”. El radio de movimiento tanto dentro del barrio como fuera
de él, es lo que ilustran los siguientes croquis.

Croquis 2: Transito y movimiento dentro del barrio.

Croquis 3: Radio de tránsito y movimiento desde el barrio puerto hacia el centro de la ciudad.

El barrio como lugar de reconocimiento

68
Se hace difícil hablar de las personas que viven en la calle como un todo homogéneo, como un
grupo compuesto por las mismas características, sin embargo el hecho de hacer de la calle, del
barrio, el espacio y lugar donde se vive, es un elemento que los define a partir de la
apropiación y significación del espacio público basado en la experiencia del habitar la calle.

En el barrio quienes viven en la calle llevan viviendo allí alrededor de tres a diez años
aproximadamente, cantidad de tiempo que para algunos a sido constante mientras que para
otros ha sido intermitente, es decir con lapsos de tiempo breve (dos a cuatro meses), donde
vuelven al hogar familiar en el caso que lo tengan. En este último caso el vivir en la calle
constituye el lugar donde se está, mientras la casa representa un intento de salir de allí, de
adecuarse a la vida familiar y laboral, opción que resulta infructífera al no sostenerse en el
tiempo y volver en reiteradas ocasiones a la calle.

En la mayoría de los casos, las personas que viven en la calle no cuentan con una red familiar
que los sostenga o apoye, la mayoría de ellos han roto este vínculo teniendo poco o escaso
contacto, supliendo los lazos afectivos con grupos de pares o amigos de su mismo ámbito.
Estos vínculos son relaciones esporádicas, es decir que existen mientras están juntos. Se
pueden formar grupos o duplas por avenencia, por compartir códigos y prácticas ligadas al
consumo de alcohol o según dónde se duerma (en la calle o en hospedería). Cuando esto
sucede los lazos se articulan según reciprocidad donde lo crucial es el bien común. Por
ejemplo, si se reúne un grupo a tomar alcohol, todos los integrantes deben “movilizarse” para
conseguir el dinero necesario, lo mismo si se tiene hambre.

Los lazos o vínculos sociales también se extienden hacia personas que realizan alguna
actividad en los puntos de apoyo como los educadores del Hogar del Cristo y las personas que
trabajan y atienden el Comedor 421. Estos últimos, están comúnmente al tanto de la situación
de la gran mayoría de las personas que habitan la calle, conocen su historia familiar, su
biografía, sus enfermedades o dolencias, sus amistades, dónde duermen, cómo sobreviven.
Son personas reconocibles que manifiestan especial interés por su situación, generando con
ellos lazos de confianza y que además, representan el vínculo con lo instituido, es decir,
instituciones públicas o privadas y sus respectivos servicios: hospitales, registro civil,
carabineros, cementerios, iglesia la Matriz, Ejército de Salvación. Las personas que viven en la
calle al necesitar ayuda específica como vestuario, alimentos, frazadas o remedios, acuden a
ellos.

Tanto los tipos de relaciones y vínculos sociales ya sea entre pares, con personas del barrio
como con representantes de instituciones de acogida, como las estrategias de subsistencia y
las diferentes maneras de ocupar/transitar el barrio, son elementos que caracterizan y
sostienen la habitabilidad de quienes viven en la calle en el barrio Puerto. Las personas que
viven en la calle se rigen por estrategias, códigos, pautas de conducta y prácticas propias
formadas en este contexto. Son personas que no participan del todo en la estructura social,
que se ubican al “margen” o están distantes de ésta, situación que conlleva una serie de
dificultades, soledades, deseos no cumplidos, insatisfacciones como también enfermedades,
elementos que se presentan como no deseados para ellos. Sin embargo, a pesar de que se
apartan de participar de la estructura social, se encuentran al mismo tiempo en una situación
de dependencia hacia ésta. Las personas que viven/habitan la calle no rompe con el conjunto
de la sociedad, al contrario, depende de ella, dependen de personas anónimas o de
instituciones que practican la caridad, la filantropía y comprenden la pobreza, como señala A.
Sen, como una situación de marginación y exclusión social de responsabilidad compartida, es
decir tanto del Estado como de la sociedad en general (Sen 1992). En este sentido, las
instituciones solidarias representan uno de los soportes esenciales para sobrevivir en la calle,

69
un pilar de sostenimiento ya que de ellas obtienen alimentación, techo, abrigo, atención y
cuidado, sin la necesidad muchas veces de dar algo a cambio de lo brindado.

El barrio entonces se muestra y se vive como un lugar que acoge, desde el cotidiano y otorga,
desde las instituciones, un escenario facilitador y sustentador para vivir en la calle. Como
espacio la calle, el barrio, las plazuelas, los callejones, las esquinas corresponden al medio
espacial donde quienes viven en la calle pasan gran parte del día, donde viven. La calle, a
diferencia de quienes poseen un lugar donde vivir, un hogar, un trabajo estable, constituye el
lugar de lo cotidiano para ellos. Como lugar, la calle adquiere significados diversos, es un
espacio social significado donde se generan lazos afectivos, vínculos y sociabilidad. Se
constituye lugar en la medida que el espacio es apropiado y significado según los usos y
prácticas que allí se tejen. La calle es por lo tanto, el contexto y cobijo de sus vidas.

Comentarios finales; tiempo, espacio e identidad del habitar


Andar por el barrio Puerto queda marcado en la memoria. Antes de iniciar el trabajo de campo
que he intentado traducir en estas líneas, me detuve en la imagen que tenía o me había
construido del lugar. El barrio en mi memoria solía convertirse en fotografías fragmentarias que
siempre dejaban preguntas abiertas, sin responder. En sus vértices, a modo de vacíos (pero
repletos de mini imágenes), la comprensión de la escena quedaba siempre baldía, pobre,
insuficiente. En estos vértices los comúnmente llamados vagabundos, mendigos o torrantes,
eran quienes pese al paso de los años, podían ser reconocidos recurrentemente marcando
metafórica y concretamente la imagen de mi memoria y el vacío de preguntas sin responder.
La inquietud primera estaba entonces en la comprensión de quienes representaba tal
recurrencia y vacío.

Si bien, esta experiencia, aporta elementos que ayudan a comprender esos “espacios vacíos”
que originalmente estaban en mi memoria, al observar lo “conocido”, se abren nuevas
interrogantes y de mayor complejidad como por ejemplo, la ambigüedad que se me genera al
intentar configurar como concepto a las personas que viven en la calle.

Vivir en la calle puede ser entendido como una opción de vida, como una elección “deliberada”
donde el individuo se separa de lo establecido, de las pautas familiares, de la vida laboral, de
los horarios y las responsabilidades del “deber ser” socialmente instaurado como ciudadano
con deberes y derechos. Desde esta perspectiva, vivir en la calle puede ser sinónimo de
libertad, sin embargo esta “libertad” resulta contradictoria, al ser ésta una opción en
dependencia. Soy libre, pero dependo de quien quiera ayudarme para sobrevivir. Al mismo
tiempo, esta “libertad” se vuelve ambigua, ya que vivir en la calle implica un costo personal alto;
las condiciones de vida de las personas allí viven junto con una carencia de habitación,
servicios básicos, y una alimentación adecuada entre otros, conlleva sufrimiento, soledad y
enfermedad, y al ser estos elementos no deseados por quienes los viven, tensiona esta idea de
libertad como algo netamente positivo o satisfactorio.

De esta manera vivir en la calle , no es una opción que se muestre, en relación a los resultados
de este trabajo, como algo claramente definido, sino más bien como una interrogante abierta,
que requiere de nuevas investigaciones y trabajos de campo que aporten más antecedentes
sobre las motivaciones o causas del estar y vivir en la calle.

Sin embargo, creo es posible acercarse a la compresión de lo que implica y significa vivir en la
calle, a través de tres elementos de análisis: temporalidad, espacialidad e identidad.

70
En el barrio Puerto la presencia de personas que viven en la calle, según fuentes
historiográficas, data de principios del siglo XIX. Este barrio se presenta como un sector
popular con una larga tradición portuaria y bohemia, que es visto y vivido como un espacio y
lugar permisivo para quienes viven en la calle, “tolerante” frente a la diferencia. Esta idea se
refuerza al existir allí instituciones solidarias que sirven de soporte para la sobrevivencia. En
este sentido, la existencia, grupal, de personas que viven en la calle en el barrio, está ligada a
características propias del Puerto, tanto por su historia, como por ser un lugar estratégico para
la sobrevivencia en la ciudad.

Ambos elementos hacen que el Barrio Puerto se distinga y sea diferenciado claramente de
otros lugares de la ciudad. Las personas que viven/habitan la calle, se congregan y transitan
por el barrio de manera común, siendo un lugar de visibilización donde las personas que viven
en la calle generan una suerte de apropiación del barrio en términos del uso de espacios
públicos, los cuales son demarcados mental y concretamente. El barrio es un lugar de
adscripción, un lugar propio donde no sólo se les permite estar sino que simplemente se está
por “derecho”, por historia. Allí conviven y comparten entre los pares y no pares de manera
pública; allí trabajan, machetean, duermen, se alimentan. El barrio se vuelve entonces más que
un escenario de vida, sino que un espacio social y lugar propio donde se habita, donde se está,
representa el lugar de donde se es, donde me reconozco, comparto, y socializo con otros
iguales. Esto es importante en la medida que el barrio por las características enunciadas
favorece la configuración de un nosotros reforzando la identidad como personas de la calle y la
idea de pertenencia al barrio.

Siguiendo esta último, es importante recalcar a plaza Echaurren como centro, como nicho
social asociado a la figura de la plaza/casa. Echaurren es el núcleo de ocupación constante;
allí se produce y reproduce, de manera visible y sistemática la apropiación del espacio público,
haciendo que el mundo privado se vuelva público o que lo público sea privado; duermo con
familiaridad en la banca, sueño mientras las micros y los vecinos pasan haciendo ruido al lado
mío, como mientras los niños juegan en la pileta y un compañero de macheteo se lava el pelo
con lindano en la misma pileta, converso con mis pares, tiro la talla, tomo y la vecina me pasa
unas monedas que le quedaron después de comprar el pan en la esquina de al frente...

La apropiación de lo público trasciende el mero hecho de estar en un lugar, sino que involucra
cuestiones tanto de sociabilidad, medios y estrategias de subsistencias como también
significados y configuraciones simbólicas del habitar.

En este sentido, es posible señalar que la identidad de las personas que viven/habitan la calle
en el barrio, se construye mediante la significación y apropiación del espacio, en el
reconocerse mutuamente dentro de un lugar, como los que son parte de un nosotros, que en el
cotidiano dan forma a códigos y normas de convivencia que les permiten reconocerse y
coexistir con el mundo social que los acoge o están insertos. Los otros, los que no viven en la
calle, son aquellos con quienes comparten un espacio pero en situación de tránsito, no se
traspasa el limite de la diferencia. Éste lo marca la calle, el hecho de habitarla y vivir según las
lógicas y condiciones que ella impone. Aquí no hay división entre lo público y lo privado en
tanto se vive dentro del espacio público - la calle, las plazas - y se es de ahí.

Es mediante la ocupación y apropiación del espacio callejero, a través de la conformación de


lugar, que se resignifica el “yo” y se convierta en un “nosotros”: nosotros los torrantes, nosotros
los indigentes. Generando una serie de pautas, prácticas, vínculos sociales, estrategias, redes
y códigos que conforman identidad, un modo de vida, una manera de habitar la ciudad
diferente al mundo de los integrados, es decir los “otros” que están vinculados a través de roles
y prácticas sociales con el sistema social.

71
Como manera de habitar la ciudad, el tránsito no es un espacio intersticial, sino la manera
como se construye y reconstruye una forma particular de ser y hacer ciudad. Plaza Echaurren y
alrededores, el barrio Puerto, se conforman como espacios públicos ocupados y apropiados
donde opera una lógica interna, una dinámica propia que involucra no sólo elementos de
adscripción, sino también lógicas y racionalidades económicas. Los recorridos, tránsitos y
ampliación del espacio y lugar habitado responde a la posibilidad cierta de obtener beneficio
mediante estrategias de subsistencia tales como el macheteo y el trabajo informal. Aquí opera
una lógica de previsión, en tanto hay un estudio previo de los puntos y horas pertinentes para
tales prácticas. Vivir en la calle por lo tanto no implica una deriva o un transito sin sentido,
azaroso, al contrario, genera y requiere de un conocimiento exhaustivo de la ciudad donde
poder desarrollar maneras claras y efectivas que posibiliten la sobrevivencia en la calle. Esta
lógica se extiende en la elección de los lugares para dormir, como donde estar durante el día.

Así, el vivir en la calle adquiere variados significados cuyos patrones de vida se ubican al
margen de los establecidos por el orden social instituido. Las personas que viven en la calle, la
habitan en la medida que la hacen suya desde la apropiación irrestricta de lo público,
conformándose como un grupo diferenciado con características propias que persiste pese a las
transformaciones y cambios acaecidos en la historia social del barrio, como en nuestro país.

Referencias Bibliográficas.

Augé, Marc (1996) Los “no lugares”, espacios del anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad. Editorila Gedisa. Barcelona.
Araya Alejandra (1999) Ociosos, Vagabundos y Malentretenidos en Chile Colonial. Dibam,
Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, LOM Ediciones, Santiago.
Delgado, Manuel (1999) El Animal Público. Editorial Anagrama, Barcelona.
Urbina Carrasco, M. Ximena, “Vendedores Ambulantes, Comerciantes de “Puestos”, Mendigos
y Otros Tipos Populares de Valparaíso en el Siglo XIX. En:
Http://Arpa.Ucv.Cl/Archivum4/Historia regional y patrimonial/Vendedores ambulantes,
comerciantes...X.Urbina.Pdf. Visitado el 20 de noviembre de 2006.
Sen, A. Sobre conceptos y medidas de pobreza. En Comercio exterior, Vol. 42, num., México,
abril de 1992.
Vasilachis de Gialdino, I (2003). Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales.
Editorial Gedisa, Barcelona.

72
Etnografía de los “moradores de la calle” en la capital de La Araucanía .
Dos relatos y un análisis74

Marcelo Berho75

Primer relato.
“Ejercitar el don de las extremidades para estar a nivel”

La primera vez que me acerqué a C. fue una tarde otoñal de 1998, de esas de comienzos de la
estación que aún ceden un poco de espacio a los rayos del sol. C. estaba en la bencinera de la
Avenida Caupolicán con Imperial, en la ciudad de Temuco. Llevaba consigo un enorme
equipaje de desechos que, como más tarde me diría, había recogido “en la ciudad”. Ya lo había
visto en un par de oportunidades, pero no había encontrado pretexto para abordarlo. Ahora
tampoco lo tenía, pero mi voluntad fue más fuerte. Me había llamado mucho la atención su
estética. Su estilo abigarrado, caracterizado por llevar trajes hechos por él mismo en los que
sobresalían nudos y amarras de las que pendían objetos cada vez más increíbles. De un poco
más de cincuenta años, C. era un hombre pequeño y delgado. Tanto su cara y cabeza como
sus manos y pies, tenían ya sedimentado el paso de varias temporadas de vida a la intemperie
en el centro–sur de Chile.

Me diría que venía de Talca y que habría llegado caminando a Temuco en 1993. Tuve la
sensación de estar hablando con un hombre que no había sostenido relaciones sociales desde
hacía mucho tiempo. Observé su pasividad y quietud y la humildad que emanaban de su
presencia, haciéndolo aparecer como una figura para nada indiferente a los ojos de cualquier
transeúnte, no pudiendo captar menos que el interés apasionado de un etnógrafo dispuesto a
ver al hombre detrás de la rareza. Porque para cualquiera que lo viera, C. era raro, muy raro -
un “freak” según los adolescentes de ahora. En ese tiempo C. se había ganado, entre otros,
apelativos como “Señor Basura” y “Capitán Inmundo”. Para otras personas que por casualidad
se cruzaban con él –como el portero de un colegio, un zapatero y un cuidador de autos–,
aparecía como “enfermito” y “loco”. Pero, ¿era realmente así?

En ese primer encuentro nos presentamos. Hablamos un poco de quién era cada uno y qué
hacíamos. Su voz era suave y un poco entrecortada. Sus ojos jamás miraron los míos. Movía
su cabeza de un lado a otro, como esquivándome. Sus palabras salían de su boca sin premura.
Yo apenas lo podía escuchar. Cada vez que, por lo mismo, intentaba acercarme un poco más a
él, se echaba un paso más atrás, de tal manera que durante toda la conversación mantuvimos
siempre una distancia más o menos fija. Si bien no olía a alcohol, su presencia entera expelía
hedor. Observé que el cargamento que llevaba consigo era literalmente de desperdicios. Y que,
según él mismo, eran “materiales de la ciudad”.

Hubo aspectos de su vida que no pude oír a causa del bajo volumen de su voz y del ruido de
los autos y camiones que atravesaban la avenida a esa hora. Me sentí un poco incómodo por

74
Este texto ha sido elaborado en base al material etnográfico acumulado a partir de una
investigación de campo antropológica en torno a “moradores de la calle” realizada en la ciudad de
Temuco, Chile, en diferentes momentos desde fines de 1997 a 2005. En la mayor parte de estos
acercamientos he contado con el apoyo de la Universidad Católica de Temuco y de entidades públicas
de la región y la comuna.
75
Antropólogo, UC Temuco. Programa Doctorado en Ciencias Sociales de la UNGS – IDES,
Buenos Aires, Argentina. mberho@uct.cl

73
preguntarle cosas, por mi actitud inquisitiva. Traté de no presionarlo. Dentro de todo lo que dijo,
le entendí claramente que él vivía cerca de donde estábamos. Me quedé tranquilo porque
supuse que podría volver a verlo si venía a esperarlo. Y así fue. En adelante seguí
encontrándome con él en diferentes puntos de un área más o menos amplia que abarcaba
parte del sector sur-oeste, la Avenida Caupolicán (Panamericana Sur) y algunas calles del
centro de la ciudad.

Nunca pude saber si C. podía dormir bien en su “aposento”, como llamaba al lugar en que,
justo en los límites de la ciudad y la comuna, dormía y acumulaba desechos76, pero lo cierto era
que despertaba cada día muy temprano y solía hacer diferentes cosas que llenaban su tiempo
y parecían darle razón a su vida. La mañana generalmente la ocupaba para “hacer ejercicios”,
literalmente. En un par de oportunidades lo acompañé mientras levantaba y trasladaba grandes
rocas usadas en la contención de las aguas del río Cautín en invierno. En su “aposento” podía
tener reservas de comida que encontraba en los tanques de basura. El agua la sacaba del río
que tenía a metros, “aguas de vida”, decía cada vez que bebía un sorbo o hablaba de ellas.
Cuando levantaba rocas o trasladaba “materiales” de desecho, decía que eso era “ejercitar,
hacer ejercicio” y “desarrollar el don de las extremidades”. Se refería así a estar activo, a hacer
cosas, a “no decaer”, es decir a estar en movimiento y sentirse vivo. Pero, ¿qué cosas hacía
realmente C.? Era el tipo de preguntas que, desde mis primeros encuentros con él, me hacía.
Y, para saberlo, no quedaba más que ir en su búsqueda y quedarse con él todo el tiempo
posible.

Tras levantar pesas C. se iba a caminar. Una de las mañanas que estuve con él, lo acompañé
por “las poblaciones” del sector Las Quilas, Amanecer y el sector de la Universidad de la
Frontera. Atravesamos lentamente calles y avenidas y nos detuvimos en algunos puntos que
antes ya habían captado mi atención. Primero, en una esquina de calle, al borde de una antigua
avenida rota –para variar– por reparaciones, en cuya muralla figuraba una pequeña pintura
hecha con tiza de color cuyo contenido era un retrato desprovisto de rasgos específicos, un
rostro sin ningún trazo. C. me dijo que la había hecho él. Por entonces, yo ya había advertido la
forma como C. se simbolizaba a sí mismo diciendo que para él lo más importante era
“desarrollar el don del lenguaje” y “el don de las extremidades”. Igualmente, resultaba muy
interesante y revelador que, entre otras designaciones, se definiera a sí mismo como “artista”,
“sastre” e “inventor”. Esa vez me conmovió mucho saber que había sido él quien había dejado
esa inscripción. Me satisfizo también el hecho de que entonces pudiera establecer con
seguridad que varios dibujos similares que había visto en otros puntos del área eran igualmente
obra de él. Ahí nos quedamos un rato, casi absortos con la luz del sol. C. absorbía la energía
del sol; parecía dormido, o ensimismado, como tantas veces lo había visto y lo seguiría viendo.

Seguimos caminando, hasta llegar a la rotonda de Caupolicán, donde nos volvimos a detener.
Allí había una pequeña feria de frutas y verduras, un colegio de adultos, una capilla, un
supermercado; mucho flujo humano y de transportes. A unos metros del lugar en que nos
detuvimos –en el que igualmente había un rostro dibujado con tiza, esta vez con una pipa en la
boca (y que me hizo recordar la disposición artística de C.)–, había un tanque de basura
rebosante de restos orgánicos dejados por los locatarios de la pequeña vega. C. inició su
incursión un poco tímidamente –infiero que a causa de mi presencia. Mas, pronto no pudo
seguir con su excavación, decidió introducirse al tanque, para lo cual me pidió ayuda. Una vez
dentro, escarbó, hurgó y separó minuciosamente lo que se llevaría consigo. Encontró
manzanas y naranjas un poco pasadas, hojas de lechuga y repollo, papas viejas y uno que otro

76
Se trataba del costado inferior del Puente Cautín, en la salida sur de Temuco. El espacio había
sido totalmente intervenido por C. mediante la incorporación y yuxtaposición de objetos de desechos
reutilizados por él con fines ligados a la sobrevivencia en un sentido genérico, esto es, más que material.

74
“material” para sus “inventos”: una pequeña botella de vidrio, un poco de hilo de nylon, una
revista, un trozo de madera que más tarde usaría para hacer un tallado que en otra oportunidad
me obsequiaría.

Tras esto volvimos al muro donde estaba la pintura. Nos sentamos en el suelo cubierto de
hojas; no había pasto. Le pregunté a C. si venía habitualmente allí. Me respondió
afirmativamente, agregando que “había estado cortando el pastizal”, lo que ofrecía una
respuesta al hecho de que allí, en lugar de pasto, sólo hubiera hojas. De inmediato sostuvo:
“tengo pensado cortar un poco el pastizal de la ciudad... en eso estoy pensando porque está un
poco largo... algo que haga en las calles, ya que me falta un poco de dinero (por entonces –y
después– no tenía ¡ni un peso!)... de alguna forma no hay que decaer, hay que mostrar un
poquito el pensar... ya limpié un poco allí en la ciudad la otra noche...” ¿Dónde –le pregunté?:
“de la bomba [de bencina] pa‟rriba, un poco allí limpié, saqué unos pastizales, pero después me
voy a tirar más adentro pa‟ sacar todo eso... el otro año limpié bastante, saqué escombros y
todo eso, dejé un poco limpio... a veces me demoro meses o años, pero estoy presente en todo
eso” (C., octubre de 2000).

Estos “escombros” eran los restos que progresivamente había ido acumulando en su “patio”,
un lugar inmediatamente contiguo al “aposento”, que tenía atiborrado de “materiales” (de
desecho) recogidos en la ciudad y que, en mis primeras visitas, me había provocado náuseas
debido al intenso hedor que de ahí emanaba y el cual, poco a poco, fui aprendiendo a “leer”, y
por cierto, a soportar. Después de nuestra conversación, C. siguió solo hacia el centro de la
ciudad, donde probablemente se dedicó a hacer una “limpieza”. Con el correr del tiempo,
advertiría que C. solo iba al centro urbano de noche, cuando había menos flujo humano y su
presencia podía pasar desapercibida.

“La primera vez que llegaba a la ciudad estaba tan necesitado y encontraba alimento bueno,
sellado... Dije: “Voy a limpiar todo esto, algo de pastizal y saber lo que voy a recoger ahí”... y
ahí tenía una pequeña respuesta, todo eso me quedó, y hasta la hora, porque dije yo: “yo tengo
algo en el suelo o en mis manos, un privilegio del Señor”... Pensaba “yo soy como mis padres y
todos, aprendí muchas cosas y todo eso me va a informar, si pescar algo y me va a
corresponder”, dije yo, y de esa forma empecé a arreglar un poco el pastizal, las calles, todo
eso y hasta la hora” (C., octubre de 2000). Como “limpiador” C. se dedicaba no sólo a arrancar
el pasto sino que también a recoger y llevar consigo escombros, neumáticos, fierros, envases
de vidrio, lata, plásticos, ropa, telas y diversos materiales virtualmente reciclables. Un par de
veces incluso lo vi recoger animales muertos que después enterraba. Él decía que por más
ínfima que fuese una criatura, en ella había vida, por lo que, al igual que los hombres, se
merecía una sepultura digna.

En otra ocasión, observé a C. atravesar Avenida Caupolicán desde la biblioteca pública hasta la
salida sur de Temuco, llevando consigo, trotando, un perro muerto amarrado a su espalda.
Parecía uno más de los accesorios que portaba consigo (además de un cuchillo cartonero, una
cadena de fierro al cuello y pulseras de acero amarradas en muñecas y tobillos). El perro era
pequeño, llevaba el cuello torcido y de su boca corría un delgado hilo de sangre. Lo seguí todo
el trayecto hasta su “aposento”, donde le pregunté por el animal. Dijo: “este es un animalito que
atropellaron y yo recogí para enterrar. Como este es territorio indígena, no puede quedar ahí
tendido en la calle”. No supe exactamente a qué se refería con esto último, pero no me cupo
duda que el hecho de haber recogido ese animal y llevarlo consigo para sepultarlo tenía que
ver con la visión “espiritualista” desarrollada por él como un mecanismo que le facilita(ba) la
existencia” (Notas de campo, abril de 2001).

75
Los “materiales” los recogía tanto para “limpiar la ciudad” como para usarlos él mismo y en
ningún caso para venderlos, como hacían otras personas que por entonces también
frecuentaba. Este hecho, sumado a que C. no mendigaba ni tampoco contaba con apoyo
material de alguien, revelaba que él no usaba dinero. Y, en efecto, una vez que le quise dar
dinero me dijo que mejor le comprara algo, ya que a él le sería más difícil entrar a un negocio.
Esa vez “conversamos del dinero y su posición era que él no lo necesitaba, pues todo lo que
requería para vivir lo encontraba “en la ciudad”. Le pregunté cómo podía hacer eso y si
realmente confiaba que la ciudad podía proveerle siempre de lo necesario. Con un tono muy
optimista se volvió hacia mí y dijo: “digamos que yo soy un poco prehistórico, como los
prehistóricos, pero bien... pienso yo que lo más importante es el don de las extremidades, el
don del lenguaje, saber orar, hacer oraciones, componer cantares, no decaer... y si todo eso
me acontece yo digo “estoy bien”, entonces el hombre para qué quiere riquezas”. Y agregó, “en
la Biblia el Señor dice: “deja oro o plata y sígueme”, así es que no sólo del pan vive el hombre”
(C, marzo de 1999).

Mientras mantuve el contacto con C. aumentó entre nosotros la confianza. Él sonreía cada vez
que me veía llegar y paulatinamente se ponía más conversador y animado. Sin decírmelo, él
me aceptaba cada vez más cerca suyo, a la vez que yo comprendía mejor lo que me decía.
Disfrutaba escuchándolo hablar de cuestiones existenciales, las que por cierto se fueron
transformando en un tema prioritario en nuestras conversaciones. La vida la entendía como un
proceso en el que el pasado requiere ser olvidado y el futuro - presente debe ser
imperiosamente proyectado en base a las pautas que él mismo ha creado. Salirse de este
proyecto implica “caer en decadencia”, “desviarse”, “entrar en desvío” o dejar de “estar a nivel”.
De ser así, el propio sujeto y su (precaria) integridad terminarían disolviéndose en el caos de la
nada, el sin-sentido, el absurdo, la decadencia radical.

Para “no desviarse” o entrar al estado de decadencia, C. realizaba oraciones o sostenía una
comunicación espiritual con Dios o “el Señor”, como él prefería llamarle a lo absoluto. En esta
actividad C. empleaba una parte importante de su tiempo, ya fuese que estuviera detenido o
descansando, o bien se encontrara caminando o “limpiando”. Si bien nunca escuché a C. decir
una oración, sí pude registrar el uso que hacía de los símbolos religiosos y los contextos en los
que los inscribía. “Yo empecé a orar del ‟93 pa‟ cá... me sentía tan mal y confuso. Oré, oré, oré
día y noche y ahora me siento otro, digamos con otro semblante, pobre de bolsillo, pero eso no
es todo... yo tenía en el cielo mucha riqueza y eso no era todo, no ve que en el libro de la Biblia
dice el Señor: “deja oro o plata o madre o padre y sígueme” y “del comer o del pan no vive la
persona” dice, sino “de toda palabra”, dice el Señor, y eso es una verdad que habla los
misterios de la Biblia, las oraciones espirituales y por eso me siento otro yo ahora” (C, octubre
de 2000).

Los “cantares” eran composiciones melódicas de un tono verdaderamente extemporáneo que


evocaba un pretérito y un sitio remoto –contrastando con los repertorios musicales de los otros
“moradores” que hasta entonces conocía. En 1998 y 2000 conté con la aprobación de C. para
registrar algunos de sus “cantares”. Estos eran melodías articuladas en una lengua sin
referente cuyos tonos y sonoridad –entre gitano y juglar medieval– tendían, desde la primera
vez que los escuché, a erizarme los pelos. C. ligaba estos “cantares” con el libro bíblico del
“Cantar de los cantares”. La primera vez que registré un “cantar” de C. le pregunté cómo era
cada día para él y cómo se veía él en la sociedad. Me dijo: “comparto con mi presencia, veo las
calles y todo eso y veo lo que recojo ahí a veces, materiales y veo lugares y digo que también
tuve relaciones... y ahora que tengo que estar solo... el Señor es una respuesta y sólo a Él pido
oraciones, siempre, así que cuando me voy a acostar hago oraciones y todo eso, así que no
puedo estar sin oraciones... El Señor anda con señales... quizá son señales de él, igual que
nazca un chancho, un pequeño animalito, distintos fenómenos, una planta o cualquier cosa,

76
son señales del Señor... esa es la verdad, para que sea construida en oración, siempre fiel a Él
porque vino a mí... la era fue muerte, digamos, así que todo eso dejó en oraciones, en la Biblia,
los Apóstoles, los Santos, todo eso acontece... Ud. ve que hay millares de iglesias católicas, y
yo me doy cuenta...” (C., octubre de 1998).

Una vez reunidos y seleccionados diversos “materiales”, C. se hallaba en condiciones de “hacer


un invento”. Al definirse a sí mismo como “sastre”, “artista” (de hecho su nombre lo tomó de un
actor de cine) e “inventor”, C. me enseñaba que la dimensión física presente en el “atleta” o en
alguien que “desarrolla el don de las extremidades” no era la única forma con que aseguraba la
vitalidad de su ser, sino que también debía considerarse lo que él denominaba el “don del
lenguaje”, entendido como vehículo y lugar donde cohabitan el pensamiento y la espiritualidad.
La necesidad de crear y no permanecer inmóvil está asociada con la idea de que, de no ser así,
la persona se disolvería. C. sentenció una vez que “si no hiciera un invento, yo creo que no
podría seguir, decaería, yo creo que la atmósfera me olvidaría”. Algunos de sus “inventos”
consistían en hacer bolsas de género y otros artefactos (hechos a su vez de otros artefactos).
Asimismo, su ropa era mayoritariamente confeccionada por él. En una fotografía de 1998, C.
lleva una especie de coraza armada con diferentes fragmentos de géneros, bolsas de plástico,
alambres y vegetales secos; sus pantalones son de franela envueltos en bolsas de
agroquímicos. Lleva un zapato de un tipo y otro de otro y en uno de ellos se asoman los dedos
del pie. En otras oportunidades ha llevado adheridos a su ropa diferentes creaciones: un
pequeño cráneo de gato que llevó atado por algún tiempo a su pecho con alambre o el disco de
la cadena de una bicicleta como parte de su coraza. El perro que había llevado atado a sus
espaldas era visto por él como otro de sus “talismanes”. El “transistor de imágenes” o la
botellita con arena que colgó a su pecho, así como las “pulseras” y “ropajes”, servían todos a
un fin tanto preventivo como terapéutico ligado a la búsqueda y mantenimiento del bienestar y
la continuidad vital.

Segundo relato.
“Vivo ahí, duermo allá”

P. era en 1998 un gracioso hombre de 60 años, oriundo de Quillota –“pero ponle tú que no soy
de ni un lado” – se apresuraría a agregar en uno de nuestros primeros encuentros; que llegó a
Temuco “sin saber cómo” a comienzos del mismo año. Lo conocí en la feria Pinto77, en el barrio
antiguo de Temuco. Yo andaba haciendo uno de mis recorridos habituales. Era mediodía y ya
venía de haber conversado con un par de “torrantitos”78, ambos finados hoy en día. Cuando lo
vi por primera vez, estaba de pie en un paradero de colectivos de Barros Arana. Me llamó la
atención que estuviera murmurando y que llevara una bolsa con un cuaderno. Lo observé

77
Espacio tradicional de comercio de productos agropecuarios al que concurren chilenos y
mapuche, campesinos, comerciantes y compradores provenientes de sectores y localidades rurales
aledaños y de la ciudad. Hay en él un terminal de buses rurales, la estación de ferrocarriles,
supermercados, tiendas comerciales, mayoristas y minoristas, ferreterías, tiendas de ropa usada, bazar –
conocido como “feria de las pulgas”–, cantinas y restaurantes. En fin, uno de los escenarios que el
etnógrafo de las formas marginales del Temuco de hoy (y de ayer) está obligado a tener que reconocer.
78
El “torrante” o “atorrante” constituye una categoría con la cual se designa a las personas que
presentan un visible estado de deterioro físico-psíquico y de exclusión social. El “torrante” o “atorrante”
que mora en las calles encarna una identidad social y corporal desacreditada -aunque no plenamente
privada de la posibilidad de su restauración-, basada en la frustración y la resignación frente a “quedar
afuera”, la obstinación y el auto-abandono a conductas socialmente reprochables, como el consumo
excesivo de alcohol. En la etnografía de las carreras marginales (Berho, 2000) de “moradores de la
calle”, advertí la incidencia de este aspecto en la emergencia y/o modificación de otros atributos y
actitudes psicosociales.

77
durante un par de minutos desde el otro lado de la calle. Hasta ese momento todavía no tenía
más indicios sobre su posible condición. De pronto comenzó a registrar el basurero del
paradero. Esa acción estimuló mi deseo de cruzar a hablar con él. Cuando me acerqué a su
lado, P. tenía sus dedos untados con yogurt. Hablamos un poco mientras seguía untando sus
dedos en el yogurt y llevándoselos a la boca. Le hice algunas de las típicas preguntas que solía
hacerles a las personas con las que buscaba entablar relación, cómo se llamaba, de dónde era,
por qué estaba ahí, etc. Muchas de sus respuestas eran contradictorias, decía una cosa y luego
agregaba otra de índole muy diferente, o afirmaba y a la vez negaba lo que decía. Hablaba muy
rápido, como si por mucho tiempo hubiera mantenido asfixiadas las palabras y estas quisieran
salir de una vez por todas de su boca sin más dilación. De todas las cosas que dijo en esa
oportunidad no capté sino unas pocas: que tenía hambre, que no sabía dónde le podían dar
comida, que dormía en cualquier parte y que en su cuaderno tenía escrito algo así como “el
código de espina”. Estos rasgos me permitieron establecer que estaba ante uno de los
“elegidos” para continuar mi trabajo. Contando con su aprobación, en esa oportunidad lo llevé a
un lugar en que le dieron almuerzo, y al que posteriormente seguiría asistiendo. Una vez allí,
debió pasar por la entrevista de la asistente social y en seguida hacer una fila junto a otros
“peregrinos”79. Dentro del comedor observé que P. era del grupo de los que tenía “buenos
modales”, como algunos allí decían. Se referían así no sólo a los modales en la mesa sino, en
general, a una actitud modelada por la educación cívica. “No porque estemos en la calle vamos
a ser mal educados o a andar como los animales”, era una conciencia entre algunos hombres
que conocí. Como sea, comió en silencio, no habló con nadie y se repitió el plato. Cuando nos
fuimos de allí, caminamos bastante. Partimos de la feria y llegamos a 18 de Septiembre, en
plena Avenida Alemania. En el trayecto él se fue inspeccionando los basureros. Ese hecho me
provocó risa y a la vez vergüenza: precisamente, dos formas como experimentamos y
simbolizamos la presencia en la ciudad de gente como P. Sin preguntarle qué hacía, advertí
que andaba en busca de revistas. Recogió una revista publicitaria de modas y otra “Muy
interesante” manchada con café. Le pregunté si esas revistas tenían algo que ver con el
cuaderno que llevaba guardado entre sus ropas. No me respondió nada.

Al otro día P. era uno de los primeros en la fila para obtener almuerzo en el “comedor
comunitario”. Me sorprendió, pues, a juzgar por el día anterior, no esperaba encontrarlo ahí.
Igualmente me causó gracia que llevara atado un palo a la cintura. Nos saludamos y hablamos
brevemente. En el almuerzo volvió a ser amable y agradeció que le dejaran repetirse. Parecía
no escuchar a sus pares, algunos de los cuales se habían insultado y vociferado mientras
hacían la fila de espera. Le pregunté qué había hecho después de nuestro encuentro y me dijo
que se había ido a descansar. No supe dónde exactamente, pero señaló un sitio lleno de
escolares. Intuí que debía tratarse de algún lugar cercano a algún establecimiento educacional,
de manera que, si dormía allí, ya tenía una idea de dónde ir a buscarlo en otra oportunidad80.

Cuando conseguí que P. hablara de su cuaderno y del “código de espina” me explicó que,
escribiendo una frase y abajo poniendo el código correspondiente –que sólo él conocía para
cada caso–, él podría saber quién era yo y mi acompañante. Era de noche, estábamos en los
“puestos” (locales) de la feria. Más allá de nosotros pasaba un grupo de jóvenes “voluntarios de
calle” –de los primeros que se formaba en Temuco. Hacía un poco de frío, pero el ambiente

79
Categoría usada entonces por los agentes institucionales del Hogar de Cristo para referirse a
los “moradores de la calle” que habitualmente atendían. Con el tiempo, esta designación sería
reemplazada por la expresión “tíos”.
80
La experiencia del trabajo de campo me había enseñado que la mejor manera de establecer los
lugares de pernoctación de las personas era buscándolos al amanecer o a medianoche. Asimismo,
había corroborado que el mejor momento para hablar con algunos de ellos, específicamente con los
“torrantes” era en la mañana, especialmente si de por medio había un café y un sándwich.

78
parecía grato y seguro. P. no paraba de hablar: de una camioneta doble cabina azul, de un
joven, de una señora... Tras escribir algo en un papel que pidió, sin usar su cuaderno, puso sus
dedos en él, lo tocó y murmuró... luego dijo que yo era “Efraín” y que mi acompañante era
“Francisco”, agregando que yo tenía que estudiar arquitectura. De este mismo modo afirmó
haber alcanzado conocimiento de su enfermedad –más precisamente del “mal” que le habían
hecho–. Así pudo saber y darse cuenta que él tenía los órganos cambiados. “¿Cómo es eso?” –
le pregunté: “así es, tengo el pulmón de uno, el hígado de otro y así.... Eso –advirtió- quiere
decir que no estoy completo todavía...” (Notas de campo, mayo de 1998).

Con el tiempo y tras verlo evocar el “código” cada tanto, comprendí que para él cualquier acción
que emprendiese podía depender de los “códigos de espina”, una especie de oráculo para
prepararse ante cualquier eventualidad o situación vital e incluso llegar a saber el nombre de
alguien o el estado de su propia salud o la de otro. Más allá de la certeza o demostrabilidad de
sus enunciados y de que hablara sin parar y sin saber si me escuchaba o no, aprendí a
reconocer algunos temas recurrentes en su discurrir lingüístico. Persistía en hablar sobre
situaciones antes vividas, sobre épocas en que él trabajaba en una planta, en la fábrica o en la
industria, cuando vivía en Quillota. Recordaba gente, nombres de calles y lugares; situaciones,
escenas, cuadros vividos evocados en el presente a través de un recuerdo retorcido –“unos
hombres me vinieron a buscar en una camioneta, Chevrolet doble cabina... de ahí me llevaron,
me sacaron de la fábrica... de ahí yo anduve con unos jóvenes que me preguntaban si tenía el
papelito...” –; experiencias homosexuales; viajes a Valparaíso, a San Felipe, a San Pedro y a
otros lugares; la llegada y la naturaleza de su enfermedad –“empecé a ver amarillo”, “lo mío es
un mal que me hicieron. Por la mente me dijeron que mi casa está embrujá y que todos tienen
que irse de ahí”–; la jubilación que le hicieron –“Pinochet me dio la jubilación”– y que en la
actualidad (1998) no cobra […] [Asimismo,] parece estar profundamente obsesionado con
tarjetas de crédito, cuentas bancarias, números de series y de cuentas, códigos de barra,
firmas y rúbricas, sellos y timbres de documentos y papeles”81. En otro momento (1999),
escucharía hablar con igual o más vehemencia a P. sobre antenas, radares y transistores. Por
entonces, como se dice vulgarmente, hablaba con locura de algunos temas y contra-temas.

En menos de un año viviendo en las calles de Temuco, el aspecto de P. cambió notoriamente.


Sus barbas y cabellos crecieron en un lapso de seis meses. Su tez y su contextura han
cambiado. En ese intertanto se ha vuelto más moreno y enjuto. Sus manos se curtieron del
polvo de la ciudad y de todo lo que pasa por ellas. Por entonces, se sometió a P. a una
entrevista psiquiátrica a partir de la cual se estableció un primer diagnóstico que, junto con
otros elementos sociales y técnicos, ayudarían a que saliera de la calle82. En la ocasión estuvo
encendido, fue simpático y gracioso, aunque en general no fue muy colaborativo con la
“doctora”. De todos modos, a nosotros nos brindó nuevas versiones de momentos, procesos y
situaciones, que había vivido y que seguía actualizando cada vez que volvía a hablar de ellos.
Se refirió a una situación con los carabineros de Quillota, al parecer durante los años de Frei
Montalva, la enfermedad que sufría, la ocasión que lo llevaron en ambulancia a Putaendo.
Opinó sobre momentos históricos vividos, nombró a los presidentes de Chile que han
gobernado durante los últimos treinta años; relató por qué llegó a Temuco.

Para dar una idea vívida de su estilo, transcribo su habla: “Por represalia, por represalia,
porque resulta, parece que este caballero se le olvidó allá, porque yo había perdido... se me
había hecho tira el papel de la jubilación... entonces yo fui para allá y me dio alojamiento y
todo... faltaba que me diera mujer no más... pero entonces yo sabía por la mente que el joven

81
Tomado de Berho, Marcelo, 1998a: 50 – 51.
82
Estos antecedentes permitieron que una de las instituciones locales se hiciera cargo de P.,
sacándolo de la calle y acogiéndolo en su seno.

79
mayor parece que iba por ahí y los otros “lolos” (jóvenes) iban después y hacían el amor...
entonces fui para allá y estábamos en el comedor y estábamos conversando los dos solos,
estábamos ahí en el comedor y entonces yo le dije a él cómo tenía que decir porque no sé si
sabía, porque le dije “oye”... le conversé que... por ejemplo si yo quería que él me haga el amor
a mí yo no tengo que decirle a él. Eso le dije a ése niño, entonces se entusiasmó y me dijo
“bueno”... pero resulta que eso es feo, ese caballero, padre o madre, llevan para allá a uno
como allegado y no es mujer, puh, no es mujer...” (Entrevista psiquiátrica a P., junio de 1998).
En aquella ocasión admitió que antes oía voces y que en el presente a veces también le
sucedía. Afirmó que era feliz como estaba, “vivo por ahí, duermo por allá”. Por entonces, si bien
era consciente de no tener dinero, no lo era mucho respecto de la situación de carecer de otros
medios de subsistencia. La “doctora” corroboró lo que el sentido común había nombrado desde
el principio con la palabra “locura”. Dos días antes de la realización de esta entrevista P. había
comenzado a dormir en Los Traperos de Emaús, uno de los tres refugios que entonces había
para soportar el frío y la lluvia del invierno local83.

Pasado un año, P. sólo iba de repente a comer al Hogar de Cristo y prefería dormir en los
“puestos” de la feria Pinto antes que ir a Los Traperos. Parecía sentirse bien. Se relacionaba
con los “feriantes”84; trabajaba para tres de ellos guardando mercadería y lo hacía bastante
bien. La gente le daba fruta, pescado o dinero y le convidaban agua cuando pedía. Al igual que
C., seguía siendo un “N N” o indocumentado. A veces no olía nada bien. Su contextura física se
mantenía, no había bajado de peso, como era el caso de otras personas en igual situación.
Seguía siendo bueno para caminar. En todo ese tiempo lo había encontrado en muchas partes:
en la Avenida Alemania, en Caupolicán, en la Plaza de Armas –donde varias ocasiones lo
encontré hablando solo a las ocho de la mañana–, en la Plaza Lautaro, en el centro. Si no
estaba sentado, hablando solo, lo veía raudamente surcando calles, murmurando y
deteniéndose a veces a escribir algo. Seguía siendo abstemio. Y todavía transmitía sobre
cuentas bancarias, códigos de barra, códigos de identificación, cédulas de identidad y un sinfín
de elementos de la cultura moderna en los que parecían haberse quedado suspendidos
algunos episodios de su historia. Símbolos que remitían a no-presencias, a problemas
irrevocables sin solución, a fracturas y huecos biográficos. Como por entonces ya no valía la
pena que le preguntara algo, porque él hablaba y hablaba sin escuchar, decidí que cada vez
que me encontrara con él simplemente lo dejaría hablar85.

Como mi casa quedaba en el trayecto que hacía cuando iba a dormir a Los Traperos y ya había
cierta confianza entre nosotros, un día se apareció tocando el timbre. Esa tarde P. calzaba
unas botas vaqueras color cobrizo, puntiagudas y con taco. El pantalón lo llevaba medio
arremangado hasta los tobillos, dejando ver el largo de las botas. Encima de la parka llevaba
una capa de una tela semi-impermeable que había atado a su cuello. Llevaba puesto el gorro
de la parka. Sus barbas largas le daban un efecto casi mágico, como si de pronto fuese a sacar
una bola de cristal o un conejo de sus ropas. Llevaba además una bolsa con pescados que le
habían dado en la feria. Esa vez, mientras compartimos una taza de té y pan, P. acompañaba
todo lo que decía con un gesto tan divertido y decidor del momento que vivía. Cada vez que
emitía frases llevaba hasta su boca una de sus manos poniéndola de tal forma que simulaba
ser un altavoz o una trompeta. A su juicio, esa conducta respondía a que el volumen de su voz

83
No es casualidad que fuese la única hospedería que por entonces recibiera y siga recibiendo
más población que la que puede dar abasto durante los meses de invierno.
84
Dueños o arrendatarios de los puestos comerciales de la feria.
85
Siguiendo este principio no sólo me fue bien con P. sino con la mayoría de los “moradores” que
he conocido en Temuco. Queda pendiente aún el análisis del silencio y su relación con otras
dimensiones configuradoras (como la temporalidad, la violencia y el trauma), en la etnografía de la
marginalidad extrema. O de la escucha en la construcción del contexto etnográfico.

80
había bajado y requería por tanto ser amplificado. Desde entonces nunca más se supo de su
cuaderno. Simplemente lo había perdido y ni siquiera lo recordaba. El contenido de ese
cuaderno eran ilimitadas series de letras y números que ocupaban todo el espacio; también
habían textos, especies de poemas, anti-poemas, pensamientos, anti-pensamientos. En una de
las pocas oportunidades que tuve de ver su cuaderno rescaté algunas frases: “La banca se me
rompió”; “La casa está embrujada/ Yo estoy en el cielo / y no vuelvo nunca más”.

En 1999 había en Temuco tres hogares para personas sin hogar. De uno de ellos P. terminaría
siendo uno de sus residentes más queridos. Allí comenzó a experimentar evidentes cambios.
Fue objeto de atenciones especiales por parte de sus encargados, quienes hicieron de él una
especie de emblema de lucha, persistencia y compromiso. Ellos lo llevaron al médico y P. inició
un tratamiento psiquiátrico. En el hogar fue amado por su pasividad y docilidad, la que en su
momento atribuimos a la medicación a la que fue sometido por su desequilibrio. En efecto, tras
un par de meses en el hogar P. dejó de “delirar”, dejó de hablar solo y de levantarse a
medianoche a caminar –como había ocurrido a su llegada–. “Era terrible como andaba aquí en
la noche, quería irse, teníamos que sujetarlo entre los dos. Se levantaba como sonámbulo y
decía groserías, no hallábamos qué hacer con él cuando lo trajimos” –me contó la encargada
del lugar. Pienso que fue neutralizado con los “remedios”, si no, no hubiese perdido el ánimo
para levantarse, llegando a pasar una buena parte del día acostado. La primera vez que lo fui a
visitar no me reconoció, a pesar de que parecía hacer un enorme esfuerzo abriendo sus
grandes ojos celestes para mirarme. Su cara estaba inflada y sus poros exudaban las toxinas
del Tonaril, el Haldol y otros ungüentos de la farmacéutica con que se medica a los enfermos
de esquizofrenia en los hospitales chilenos. Leía un poco la Biblia y participaba en los cultos
que se hacían en el living del hogar, pero no tenía su espíritu puesto en nada de eso, al menos
no como antes en otros asuntos. Con el tiempo se iría restableciendo y podría hacerse cargo
de algunas pequeñas tareas y deberes al interior del establecimiento: barrer, picar y acarrear
leña, hacer algunas compras, cuidar los hijos de los encargados, entre otras. Trascurrido un
tiempo, sus cuidadores se transformaron en sus “apoderados” legales. De esta manera, como
exige la ley de discapacidad en Chile, pudieron hacerse oficialmente cargo de él y de su
pensión como “discapacitado psíquico”. Desde el 2003 que no lo he visto. Supe que seguía con
los pastores del hogar, ahora en Padre Las Casas, en un hogar de ancianos.

La identidad marginal extrema en la ciudad

Los relatos que introducen este texto contienen algunos elementos que ayudan, por un lado, a
retratar a los “moradores de la calle” desde un punto de vista antropológico86 y por otro, a abrir
el diálogo con la sociedad en que estos se inscriben y participar en la producción y disputa
simbólica de concepciones y prácticas concretas sobre los marginales como categoría social
límite. Al verlo así, la etnografía se transforma en un esfuerzo intelectual de doble salida. Al
explorar, penetrar y transitar por las diferentes densidades de la vida social y la cultura local y
nacional en que tienen lugar las experiencias de los “moradores de la calle”, el etnógrafo no
sólo desarrolla la misión cognoscitiva propia del ámbito de su disciplina, sino que también se ve
inmerso en tramas socioculturales en las cuales desempeñará un papel diferente que
paulatinamente irá aprendiendo a desplegar, sin desperfilarse de la trayectoria intelectual que
precede a su trabajo, y en el que la posibilidad de participar del diálogo social, político y cultural
de la sociedad dominante se torna un desafío ético e intelectual ineludible. Lo que sigue
constituye un relevo interpretativo orientado a destilar algunas cuestiones en torno a dos
aspectos significativos: el proceso de configuración de la identidad de los sujetos en relación

86
Véase Berho y Samaniego, 2005 y Berho, 2006.

81
con el espacio de la ciudad y algunas de las representaciones sociales dominantes en torno a
estos.

En cada uno de los relatos se puede reconocer la existencia de una lógica de la ubicuidad
relativa a la forma de habitar y simbolizar el espacio. Nuestra hipótesis es que tanto los
desplazamientos como las prácticas que se despliegan, así como los motivos que subyacen a
los mismos y las concepciones que los acompañan son la expresión de identidades
particulares; hijas de un proceso de desacoplamiento socio-relacional y de una construcción de
las inscripciones subjetivas e intersubjetivas que sólo se da a través de una serie de fases
analíticamente discernibles. ¿En qué consiste este proceso? ¿Cuáles son los momentos más
relevantes que lo caracterizan? ¿De qué modo la ciudad se hace parte de este proceso y éste a
su vez de la ciudad? La etnografía de las carreras marginales aporta el material básico para
visualizar los hitos y delinear el proceso en su totalidad.87

Gran parte de la adaptación a “la calle” concierne al modo cómo resolver las necesidades
básicas. En este contexto la persona debe enfrentar cada día el problema de la alimentación y
la bebida, la protección, el abrigo, el descanso y la seguridad. Es más, debe decidir qué hacer
si no quiere morir. La persona descubre que para cubrir tales necesidades debe sintonizar su
conducta al entorno de “la calle”. Esta comienza poco a poco a convertirse en un territorio de
donde es posible extraer (casi) todo lo necesario para sobrevivir. La situación de C. es muy
indicativa de ésto, al punto de configurar una preferencia por hacer de la calle su hogar.
Algunas personas, como P. o C., parecieran resignarse a vivir sin un hogar en los términos
convencionales, mientras que otras experimentan sendas crisis emocionales que sólo alivian
momentáneamente embriagándose, fantaseando o alienándose. Otros sienten deseos de morir
o de acabar con la vida que llevan. Pueden ser muy críticos hacia la sociedad o ni siquiera
presentir sus entrelazamientos. Durante esta fase las personas experimentan la discriminación
social ligadas al cambio de su apariencia y conducta. Es lógico pensar que todas estas
experiencias surtan profundos efectos sobre la configuración de la identidad social y subjetiva o
que, más bien, este proceso esté conectado con la adaptación que debe experimentar la
persona en un sentido total, prácticamente ontológico. Lo que está en juego en este proceso es
la consistencia relacional y el sentido de la vida.

Como podemos inferir de los relatos cada carrera se va haciendo de distintos materiales vitales
y en ella están implicados actores, contextos y experiencias en cuanto contenidos. En otra
oportunidad88, notamos que la mayoría de la población había llegado a la calle debido a alguna
crisis vital o a hechos biográficos de honda repercusión psíquica, experiencias en todos los
casos intolerables: enfermedad, muerte de seres queridos, separación conyugal, quiebra y
abandono familiar. Las vivencias y sentimientos que acompañan este proceso parecieran ser
correlativos con el nivel de estructuración del respectivo perfil identitario de las personas. En
este marco, las conductas sociales e individuales de C. y P. adquieren consistencia propia89. La
adquisición de un estilo marginal implica básicamente, el desarrollo de estrategias de
sobrevivencia –entre las cuales las económicas sólo constituyen un tipo más– y la
resignificación de la calle, las experiencias de desvinculación y el sí mismo. “Durante la fase
[que llamamos] de desvinculación, la persona experimenta una sensación de vulneración de su
integridad que lo lleva a desarrollar una serie de estrategias de auto-protección, sin las cuales

87
Concepto tomado de Goffman (1970 [2006]) para dar cuenta de la emergencia y desarrollo de
ciertos atributos considerados socialmente como profundamente desacreditantes.
88
Véase Berho (2003a).
89
Me aventuraría a señalar que si la persona ha soportado las fases de ruptura inicial y la de
consecuente desmembramiento o desafiliación socio-afectiva y socio-económica advertida por otros
especialistas (Castel, 1999), entonces está dispuesta a la adquisición de un estilo marginal.

82
el mundo de la calle sería prácticamente imposible de ser vivido y de llegar a convertirse en un
territorio existencial. Así, durante esta fase el sujeto experimenta las consecuencias directas de
su proceso de desvinculación del mundo social (familia, amistad, trabajo), así como de los
sistemas sociales (asistencia social, salud, protección social): reproche y rechazo social,
desprotección y exposición a la violencia urbana de todo tipo (de los pares más jóvenes o más
fuertes, de los sistemas de control social, de las pandillas juveniles, incluso de los perros)”90.
Las estrategias económicas, en tanto, se caracterizan –como vemos en los relatos de C. y P. –,
por desafiar los cánones ligados al mérito y la iniciativa productiva del capitalismo económico.
Más aún, C. enseña que es posible vivir fuera del capitalismo, en verdad, con lo que éste
desecha.

En relación con la resignificación de “la calle” como territorio existencial, observamos que ésta
es una afirmación que hacen, en general, quienes ven en ella un contexto que, a pesar de su
violencia, acoge a los más desposeídos. “La calle es mi madre” –me señaló una vez E., un
“atorrante” hoy finado. “La calle”, en este sentido y a pesar de todo lo que podemos imaginar
los que no vivimos en ella, es re-significada como contexto de estabilidad, como un territorio
que tiene su propio recorrido: con una partida, una estancia, planicies, pliegues y un final. La
seguridad que prodiga la madre, la calle también la puede dar. Como C. lo sabía y P. tuvo que
aprenderlo: es cosa de saber dónde buscar, a quién recurrir, a qué horas producir los
desplazamientos, cuándo y cómo entrar en escena y cuándo y cómo retirarse. Esto sólo cobra
real significado entre quienes han alcanzado un conocimiento de la vida en “la calle”, es decir,
tras haber vivido a la sombra de ésta, cobijándose en su seno del frío y la lluvia, comiendo de
su comida, bebiendo de sus líquidos. Con el tiempo pareciera diluirse la sensación de
inseguridad que la calle produce en los iniciados, lo que no quiere decir que ésta no sea
insegura. Por esto es que coincidimos con Robert Desjarlais (1997), quien considera la calle
como “un dominio socio-geográfico que modela una forma de vida específica y ciertos marcos
de entendimiento”91.

Este marco socio-geográfico no sólo es el suelo donde pisan habitualmente los “moradores de
la calle”, sino que es también el lugar de la co-presencia y la co-habitación con otros individuos
(transeúntes, consumidores, ciudadanos, pobladores). En este marco, la calle es simbolizada
de dos maneras: 1) como si se tratase de un territorio prístino que se debe descubrir y nombrar,
y en el cual cada cual se sustrae más o menos de su historia pasada para mimetizarse en el
cemento, los sitios eriazos, las construcciones abandonadas, los lugares liminales y los no-
lugares, y 2) como un territorio cuyas riquezas han sido ya extraídas y que, por efecto del
tiempo, vuelve a alcanzar el estatus de potencia benevolente, por lo que requiere ser
redescubierto y vuelto a nombrar. Estas dos formas pueden confluir entre sí y son las que
explican el entendimiento que hacen del territorio los “moradores”. De este modo, coexisten
nociones de “la calle” como contexto existencial, es decir, como espacio en que deviene la vida
y la muerte, y como fuente de consistencia o borramiento vital en el que se pueden registrar
relaciones estandarizadas, contingentes y azarosas de benevolencia, indiferencia, abuso,
silencio y violencia.

“La calle” era para C. un espacio de apropiación creativa en la que se podía encontrar, más allá
de toda su riqueza y desigualdad, lo necesario para vivir y dotarse de una identidad personal.
Un sitio en el que dejar inscrito su paso efímero, marcando el ritmo de la conversación interior.
Para P., en tanto, era ese escenario en el que bullían fragmentos de una cultura casi
indescifrable, de la cual él parecía irse desprendiendo cada vez más, no para retirarse a vivir en
la soledad sino para distanciarse de su semántica, sus lugares comunes y su atosigante

90
Tomado de Berho y Samaniego, Op. Cit.: 109.
91
Desjarlais, Robert, 1997: 120. Traducción libre.

83
serialidad y replicabilidad. Las estrategias de sobrevivencia trascienden aquí las necesidades
biológicas: el yo es a fin de cuentas lo que mayormente deberá proteger quien, invirtiendo el
sentido clasificatorio dominante, hizo de “la calle” su hogar. Nuestro análisis sugiere que, entre
otras prácticas, la locura, el silencio, el ocultamiento, la evasión física o mediante sustancias,
constituyen mecanismos que permiten asegurar la vida en estas condiciones y, en este sentido,
pueden entenderse como prácticas de sobrevivencia.

Se podría pensar que los casos elegidos no son para nada típicos y que, con ellos, el etnógrafo
estaría ofreciendo cuadros efectistas e idiosincrásicos del mundo de la marginalidad extrema,
en lugar de descripciones detalladas de totalidades. Es perfectamente posible que así ocurra si
el etnógrafo no ha tomado antes una posición. Personalmente diría que los casos fueron
elegidos en tanto casos extremos de lo que constituye el “morar en la calle”, entendido como
una forma de experiencia límite. En ellos, además, se apreciarían diferencias en los modos de
habitar y simbolizar la ciudad y, asimismo, sería posible revisar y repensar algunas opiniones y
nociones comunes dentro de la cultura dominante.

Saber dónde dormir, dónde pedir dinero, encontrar abrigo o refugio, comida gratuita o por poca
plata, son conocimientos pragmáticos que sugieren que los “moradores de la calle” no son
individuos fantasmales que di-vagan por la ciudad delirando o sin ningún rumbo fijo, como
podríamos aducir del caso de P. Porque él buscaba donde pernoctar o conseguir ropa, comida
y agua es que su mundo -por más delirante que pueda parecer su verborrea y expresión
escrita- no era ajeno a algún tipo de orden, a alguna distribución de la actividad cotidiana en
tiempos, en desplazamientos espaciales, a algún sistema de digresiones discursivas
socialmente concebido como desequilibrio, el contra-mundo frente al mundo.

En el caso de C., se desarrolla una apropiación del espacio urbano que es coherente con las
concepciones subjetivas en torno a la función social auto-asignada del marginal en la ciudad.
Su mundo depende de una construcción simbólica, sustentada en creencias y concepciones
éticas y religiosas que otorgan sentido a su existencia y los actos concretos que la organizan y
representan. Se trata de una vivencia límite, que da origen a una forma de sobrevivencia
creativa, en la que se condensa la actividad simbólica y que obliga a relativizar nuestros
conceptos de lo deseable así como de lo puro-impuro, lo limpio-sucio, el trabajo-la producción.

La libertad es otro atributo adscrito a los “moradores de la calle”. He escuchado esta opinión
incluso entre etnógrafos de la ciudad, pero es muy común encontrarla en ciertas
representaciones idealizantes que ven en el “vagabundo” a una figura totalmente desarraigada
y sin ataduras relacionales, así como profundamente ajeno a las pesadas estructuras
materiales que gobiernan la vida social, política y económica de la sociedad moderna. La
investigación empírica de este aspecto nos muestra más bien que tal desconexión absoluta es
poco probable, aunque hay excepciones.

El caso de C. es un extremo y una paradoja, por cuanto para vivir él necesita lo que otros
desechan. Su relación con la sociedad está mediada por su relación con los desechos urbanos.
Así, él se relaciona con lo que la sociedad arroja, asumiendo el compromiso de recoger y
“limpiar” la ciudad. La resonancia semiótica del delirio, también puede interpretarse como una
forma de liberarse de los formatos hegemónicos del discurso, o como parte de una infra-política
inconsciente para el propio agente. De cualquier forma, ¿qué libertad puede haber allí donde
hay ausencia de reciprocidad o posibilidad alguna de comunicación intersubjetiva? Las
principales ataduras que en estos casos pueden haber parecen ser finalmente de orden
lingüístico. Todo lo que se dice busca hacer comprensibles estados y procesos del mundo, de
la subjetividad y los otros, por más inverosímil, errático e incoherente que nos parezca.

84
Por último, suele asociarse la libertad con la movilidad geográfica, con el nomadismo. Ni C. ni
P. nos permiten demostrar esta asunción. En todo caso, la diversidad del mundo de los
“moradores de la calle” ofrece esta posibilidad a través de la categoría de los “caminantes”92.
De este modo, podría decir que las experiencias límite de los “moradores de la calle” pueden
desplegarse en movimiento –como entre los “caminantes”– y, de allí, dar la sensación de
libertad que ese estado podría suscitar; o bien que pueden estar ancladas a un único lugar en
el cual queda inscripto el anonimato y la desafiliación relativa de cada uno. Así, si mantenemos
la idea de homologar “vagabundos” con “caminantes”, tendríamos que señalar que a éstos se
han sumado hoy día otros tipos de sujetos, más arraigados o sedentarios.

Referencias Bibliográfícas

Berho, Marcelo y Samaniego, Mario (2005). “Estudio multidimensional sobre la marginalidad


extrema en la ciudad de Temuco”. Informe final, Proyecto DIUCT 2003-1-01, Universidad
Católica de Temuco.
Berho, Marcelo (2006). “Identidad marginal entre personas sin hogar de la ciudad de Temuco,
Chile”. En Revista CUHSO, Vol. 11 (1): 39 – 58.
Castel, Robert (1999). La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado.
Paidós, Buenos Aires.
Desjarlais, Robert (1997), Shelter blues. Sanity and selfhood among the homeless.
University of Pennsylvania Press, Philadelphia.
Goffman, Ervin (2006). Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu. Buenos Aires.

92
El “caminante” constituye una categoría presente entre los “moradores” jóvenes, menores de 40
años, cuya principal característica es la movilidad geográfica que los identifica. Comparten con los
“atorrantes” la adicción al alcohol y la mendicidad (o “macheteo”) y el uso instrumental de los espacios
asistenciales.

85
Documentación e identidad en y desde los márgenes.
Etnografía de las personas sin hogar en Temuco93

César González

Contexto, escenarios y actores

Esta etnografía gira en torno a la figura que comúnmente se ha denominado vagabundo,


concepto que implica una imagen estereotipada y estigmatizada del fenómeno con una fuerte
carga semántica de características subjetivas atribuidas desde afuera, como por ejemplo:
flojera, locura, suciedad o “deambulismo” (práctica que sólo algunos realizan). En este texto me
referiré a este grupo o sector marginal como personas sin hogar94, ya que este concepto
permite definir a una persona a partir de una característica objetiva como es la posesión o no
de hogar. Otra figura que también estará presente será la del “funcionario” (del Registro Civil de
Identificación y Documentación) y la mía, como “etnógrafo”.

A medida que avanzaba en la empresa etnográfica iba desentrañando un universo con diversas
constelaciones y tonalidades, de carácter vigorosamente heterogéneo. Un universo en el que
los matices de los discursos y las prácticas encandilan y, las diversas constelaciones de
significaciones y usos deslumbran. Universo que se encuentra en una zona intersticial entre la
sociedad y sus márgenes; espacio que en ocasiones toma una forma híbrida y en otras un
carácter sincrético, donde se genera una semántica y una pragmática desde los márgenes que
convive con sentidos y prácticas producidos y promovidos por la sociedad, pero los cuales son
procesados y reinterpretados desde la condición existencial de marginal.

Al interior de la realidad marginal de las personas sin hogar de la ciudad de Temuco se pueden
visualizar diversos subgrupos. En algunos el alcoholismo es el denominador común, en otros es
posible identificar algún tipo de enfermedad mental y aquellos que no poseen ninguna de las
características anteriores. Cada subgrupo establece distintos grados o niveles relacionales con
su entorno, siendo el último el que instaura relaciones sociales más estables y permanentes, y
por lo tanto, el de más fácil acceso. Del mismo modo, cada subgrupo se desenvuelve en
espacios territoriales específicos: la feria Pinto, la Estación de trenes, las hospederías, los sitios
eriazos. Durante la etnografía se logró visualizar la existencia de una estrecha relación entre el
estilo de persona sin hogar y los espacios en los cuales se desenvuelve.

Tras las primeras salidas a terreno me di cuenta que se podían visualizar claramente dos
contextos o escenarios de interacción; entendidos como los espacios simbólicos en que se
desenvuelven los actores y en los cuales sus prácticas y discursos adquieren pleno significado.
1) Contextos cerrados: aquí agrupo a las distintas instituciones en las cuales me desenvolví e
interactué con personas sin hogar, como los hogares, hospederías y comedores. En este caso:
Los Traperos de Emaús y el Hogar de Cristo. Aquí las personas sin hogar deben adaptarse a

93
Investigación antropológica, realizada entre el año 2001 y 2002 en el marco de mi participación
en el proyecto social del Registro Civil e Identificación denominado Identificando a personas con
discapacidad social, Centro de Estudios Socioculturales (CES) de la Universidad Católica de Temuco.
Esta iniciativa surgió con el objetivo de proporcionar cédula de identidad a los “vagabundos” en la
comuna de Temuco y me permitió iniciarme como etnógrafo respecto de la “comunidad vagabunda”
interactuando directamente con los sujetos y recogiendo desde allí todo lo que hablara acerca de los
usos y significaciones socioculturales que los actores le otorgaban al proceso, a la cédula de identidad.
94
El término ha sido tomado de Berho (2001 en adelante), quien a su vez lo ha tomado de la
traducción de Cabrera (1998), del término en inglés homelessness.

86
una serie de normas impuestas por la institución95. En estos contextos, los mayores de
cuarenta y cinco años se presentan con una actitud basada en el respeto y la cortesía, en
cambio los menores, que llevan menos tiempo viviendo en la calle, tienden en tanto a ser más
apáticos y ariscos, siendo más dificultoso el acercamiento y la interacción. Observé que las
relaciones entre las personas sin hogar y los miembros de la institución operaban como
relaciones de servicio asistencial más o menos profesionalizadas.

2) Contextos abiertos: me refiero con esto a los territorios existenciales de las personas sin
hogar, a sus lugares personales y zonas de contacto en las cuales se desenvuelven
diariamente. Las zonas de contacto, son los lugares en los que la persona establece sus
relaciones sociales, ya sea con sus pares (otras personas sin hogar); con otros tipos de
personas que se encuentran en el sector (“feriantes”, por ejemplo). En este caso, los lugares y
zonas corresponden al sector de la feria Pinto96 y el barrio Estación.

Este contexto constituye el principal foco social urbano donde se desarrolla una economía
informal más o menos exenta de la coacción social. En estos sectores es habitual que las
personas sin hogar eventualmente ejecuten alguna actividad que les permita recibir dinero o
comida. Los lugares personales son los sitios en los cuales se duerme, se pide o se mendiga.
Aquí las relaciones no están controladas por una normatividad impuesta, sino por una
construcción generada en la cotidianeidad de las relaciones sociales de los propios actores. En
estos espacios el vagabundo se comporta y actúa con más soltura y espontaneidad, y las
relaciones que establece se basan en la supervivencia. El trabajo toma aquí la forma de
“pololos” o “changuitos”97, en donde por lo general se usa la fuerza física en tareas ligeras –
cuando la salud lo permite– como trasladar objetos livianos, limpiar papas, estacionar vehículos
o cumplir con algunos “pedidos” o “favores” que algún feriante solicita” (Berho, 1998a: 8). En
este espacio, la feria Pinto, es donde se desenvuelve gran parte de las personas sin hogar de
Temuco.

Cabe destacar que la visualización de ambos contextos me remite a comportamientos distintos


dependiendo en el que me encuentre, esto determina que tanto yo como algunos funcionarios,
durante el proceso de identificación, nos sintiéramos más cómodos en ciertos contextos y no en
otros. La mayoría de los funcionarios se sentían más cómodos en los contextos cerrados, es
decir, en los contextos institucionalizados, ya que en ellos les era más fácil cumplir su labor
(entregar documentación a las personas sin hogar). Así lo reflejan las siguientes frases de ellos
en contextos abiertos durante y tras el proceso de documentación: “hay que estar echándoles
un ojo a las mochilas...”, o, “yo ya veía que me sacaba un cuchillo...”.

Visualizar ambos contextos no quita la posibilidad de encontrar diferencias internas dentro de


ellos. En relación con los contextos cerrados, pude ver una diferencia entre las dos instituciones
que visitamos. En el primero de ellos, era posible captar un mayor control, tanto hacia las
personas sin hogar como hacia mí. Así, al entrar fueron muchos más los “porteros” y muchas
más las preguntas sobre la función que desempeñaba en el proyecto. Además, la cantidad de
empleados era mucho mayor y como institución católica, las orientaciones ético-religiosas
tenían un lugar mucho más preponderante.

95
“... la acción está definida por dispositivos de control institucional socialmente compartidos e
individualmente aplicados...” (Berho, 1998a).
96
La feria puede describirse como un centro de transacciones económicas de carácter formal e
informal ligada a la actividad agropecuaria y comercial.
97
Se entienden como un “trabajito” caracterizado por un esfuerzo físico dirigido con rendimientos
de poca monta.

87
De la misma manera, en los contextos abiertos también fue posible percibir algunas diferencias.
En la feria Pinto, el acceso a las personas sin hogar y el proceso de identificación y
documentación fue más sencillo, ya que en este lugar es habitual la llegada de personas o
grupos de distinta índole que asisten o ayudan a los “vagabundos” del sector. En cambio, en la
galería comercial de la feria Pinto, donde reinaban las picadas, cantinas y bares económicos, el
trabajo fue mucho más dificultoso, ya que las miradas poco afables eran habituales. En este
último espacio me sentí observado y examinado en todo momento, me hicieron sentir un
intruso. “Muchas veces en la galería de la feria Pinto me siento como un invitado sin invitación,
como un extraño que no forma parte de una rutina, como una persona que no forma parte de la
vida del sin hogar” (Notas de campo, mayo 2002). Superé esta situación a medida que las
visitas fueron transcurriendo y a medida que el rapport con los actores fue aumentando,
finalmente la información obtenida en esos espacios fue de un enorme valor etnográfico.

Hay que señalar que la documentación de las personas sin hogar fue voluntaria. Sin embargo,
en los contextos cerrados fue posible percibir un grado de imposición para que ellos sacaran
carné. Una nota de campo grafica de mejor forma esta situación: “En esta primera visita a los
Traperos de Emaús, logré conversar relajadamente con quien en ese momento estaba a cargo
de la institución. Estábamos sentados de frente alrededor de una rancia mesa de madera, me
preguntó acerca del proyecto y cómo éste se estaba llevando a cabo en las demás
instituciones, y luego me señaló: “no, si vamos a aprovechar de que todos saquen carné,
después vienen los ratis98 y nosotros tenemos problemas...”. Tras lo anterior me explicó que la
policía de investigaciones cada cierto tiempo hacía visitas para controlar a la gente que ahí se
encontraba” (Notas de campo, mayo de 2002).

En cambio, en los contextos abiertos la mayoría de las personas que sacaban carné lo hacía
por motivación propia. Los motivos e intereses que ellos/as tenían para hacerlo eran muy
variados, como tuve oportunidad de registrar.

La empresa etnográfica y el proceso de identificación y documentación

El tema de los usos y significaciones que las personas sin hogar le otorgaron durante la
experiencia de documentación civil a la cédula de identidad surgía de forma espontánea, a
veces de forma explícita y otras implícita, a veces con palabras y otras con gestos. En estos
casos, el proceso etnográfico se encontró atiborrado de voces y silencios, por lo cual como
etnógrafo iniciándose tuve que aprender a atender, escuchar e interpretar ambos, y,
parafraseando a Clifford Geertz (1987), en muchas ocasiones debí ir interpretando expresiones
sociales que eran enigmáticas en su superficie.

Tras varias reuniones de coordinación y algunas salidas a terreno en solitario, se realizó la


primera salida en conjunto con los “funcionarios” del Registro Civil. Ésta se llevó a cabo en la
más concurrida hospedería que había entonces en Temuco: los Traperos de Emaús, donde
diariamente llegaban entre cincuenta y sesenta personas, muchas de ellas sin hogar y además
indocumentadas.

Tanto en este como en los restantes acercamientos y en reiteradas conversaciones con los
funcionarios del Registro Civil, éstos me señalaron casi sin modificaciones sustanciales que el
carné de identidad les serviría a algunas de las personas sin hogar para sacar pensiones, para
atención medica, para acercarse a otras instituciones de asistencia. Al respecto, escribí:

98
Apelativo popular con que se denomina a los miembros de la Policía de Investigaciones de
Chile.

88
“Durante la tarde fui a los Traperos de Emaús en compañía de los funcionarios del Registro
Civil. Antes de comenzar el proceso de documentación tuve la oportunidad de conversar por
unos minutos con Juan, de unos cuarenta años de edad y con una pícara alegría que lo
distinguía de sus compañeros. Tras platicar acerca de nuestras familias e intercambiar algunas
opiniones acerca del proyecto, le pregunté el por qué el consideraba que era necesario que las
personas sin hogar sacaran carnet, ante lo cual, me respondió “tsss, te apuesto que todos van
a querer sacar… hasta los que ya tienen… (se ríe)… si es gratis, van a poder ir al hospital sin
problemas o no va a faltar el abuelito que pueda sacar una pensión… si muchas veces ellos ni
cachan99” (Nota de campo, junio de 2002).

Los funcionarios planteaban usualmente que la cédula de identidad les serviría a las personas
como un medio o un instrumento que les permitiese obtener una serie de beneficios que la
sociedad presta u ofrece. La opinión usual de los funcionarios de la institución del Registro Civil
era construida desde adentro de la sociedad, y, justamente allí, cobraba pleno sentido. Esta
opinión basada en el sentido común e influida por una visión institucional, elaborada sobre un
conjunto de representaciones y significaciones bien particulares, les permite a los funcionarios
otorgarle sentido a lo que los rodea, a lo que perciben y a lo que hacen.

En toda sociedad existen una serie de valores hegemónicos y, en correlación con ellos, un
conjunto de normas implícitas y explícitas que son globales y totalizantes. Esta situación es la
que promueve atribuciones de sentido como la de los funcionarios, quienes consideran que las
personas sin hogar no se acercan a instituciones legitimadas socialmente únicamente por la no-
posesión de la cédula de identidad, situación que los hace “invisibles” socialmente. La posesión
del carné los haría supuestamente reconocidos o reconocibles en términos sociales y les
permitiría acercarse a dichas instituciones.

Esta uniformidad en las réplicas acerca de las significaciones y usos que los funcionarios del
Registro Civil elaboraron, es la antítesis de las contestaciones que las personas sin hogar me
dieron, en donde la heterogeneidad era el denominador común, eso sí, siempre siguiendo una
suerte de lógica interna erigida desde vivencias y motivaciones propias.

En una conversación en Los Traperos de Emaús (contexto cerrado) con don Pedro, quien fue
uno de los primeros con los cuales tuve un acercamiento, me señaló que el carné le serviría:
““...pa‟ encontrar una pega...”. Don Pedro es un hombre delgado, muy afable, tanto como lo
hace aparentar su colorida camisa y su peinado al viento. Me parece que deseaba conversar y
compartir con alguien. Luego de la documentación salió de la habitación tipo liceo en la cual
ésta se desarrollaba y se sentó afuera en una banca. Me acerqué a él he hice un comentario
acerca de la potencia del flash de la cámara (con la cual se sacaba la foto para el carné), ya
que en el proceso me di cuenta que le había molestado, creo que lo encandiló. “Sí po‟… casi
quedo ciego… ja ja ja…”. Cortésmente se deslizó hacia un costado de la banca, como
invitándome en silencio a sentarme junto a él, la conversación partió cuando me hizo algunas
preguntas acerca de mí procedencia, “… sí, es bonito el norte”, replicó. Luego comenzamos a
conversar acerca de su rutina diaria, “… me despierto temprano… como a las seis, le echo algo
al buche100 y parto a buscar unas monedas al centro. Yo soy artista, toco la guitarra…, ahí paso
la mañana y me hago unas monedas pa‟ pasar el día. Voy pa‟ la feria y después busco donde
dormir… a mí me gusta dormir acá, pero a veces no tengo plata”. En los Traperos de Emaús, a
los que alojan y cenan se les cobra una suma de doscientos pesos diarios” (Nota de campo,
junio, 2002).

99
Saben, conocen.
100
Comer.

89
Don Pedro, se movía diariamente tocando su guitarra por Temuco para obtener algo de dinero
de los transeúntes del centro. Algunos me contaron en diversas conversaciones que el carné
les serviría para irse “al norte”. En una conversación con “El Gato” en la feria Pinto, a quien ya
lo había visto en los Traperos de Emaús, me señaló: “…yo quiero puro sacar el carné pa‟ irme
al norte a trabajar”. Él lo utilizaría, según sus palabras, para irse a la zona central del país a
trabajar de temporero en la fruta o en el maíz, o “…en lo que venga”.

En el Hogar de Cristo, contexto cerrado, la señora Agustina, de cincuenta y dos años de edad,
me comentó en el momento en que se estaba documentando a un costado del comedor
principal, que ella quería el carné para hacer los trámites y obtener una pensión asistencial.
“Doña Agustina, aparenta muchos más años de la edad que realmente tiene (cincuenta y dos
años). Camina con dificultad y viste con sobriedad. Es la primera vez que la veo, no la había
divisado en ninguno de los otros espacios. Me presento y ella responde con una sonrisa y
señalándome su nombre. Tras intercambiar algunas percepciones acerca del clima imperante
en la región, y luego de preguntarle para qué utilizaría el carnet, ella me señaló: “... mire, yo
quiero el carne pa‟ sacar pensión...” (Nota de campo, junio de 2002).

Ella necesitaba la cédula de identidad para obtener un beneficio que la sociedad ofrecía, en
este caso, una pensión asistencial. En el mismo lugar, don Emilio, “de cuarenta y cuatro años,
hombre de un metro sesenta aproximadamente, con las manos curtidas y con una chaqueta de
terno plomo manchado con las costras de suciedad que le dejan los avatares de su vida.
Desprendía un vigoroso hedor a alcohol que me habla de una noche bastante regada. Tras
sacar carné me planteó que lo quería “... pa‟ votar, no ve que se vienen encima las elecciones”
(Nota de campo, julio de 2002). Él requería la cédula de identidad para hacerse reconocible en
la sociedad civil y política como miembro legítimo de ella, como ciudadano, y para poder
participar de esta forma en el proceso electoral.

En una conversación con Sergio, alias “El Keko”, al borde de una de las calles de la feria Pinto
(contexto abierto), me contó que necesitaba el carné para una operación que se tenía que
realizar en el pulmón. “Keko, es un hombre pequeño de treinta y ocho años de edad, con él me
he encontrado en reiteradas ocasiones en la feria Pinto. Vive allí desde los siete años, en el
lugar todos lo conocen. Diariamente se dedica a acarrear las carretas vacías de los feriantes,
ya que las que están cargadas son muy pesadas y no las puede acarrear por un problema de
salud de tipo pulmonar (cuenta que tiene un solo pulmón). Característico en él es su vaivén al
caminar y su protuberante nariz, derivada probablemente de reiteradas noches en compañía
del alcohol. A veces va a almorzar al Hogar de Cristo y las noches las suele pasar refugiándose
en los puestos de la feria. “… estoy acostumbrado a vivir en la calle…” (Nota de campo, mayo
de 2002).

El trámite para dicha operación se lo realizaría una tía, con la cual, a pesar de estar
acostumbrado a vivir en la calle, mantiene algún tipo de relación esporádica. Él, al igual que
doña Agustina, utilizaría la cédula de identidad para una prestación u obtener un beneficio que
la sociedad brinda a todos sus miembros, o más bien, como quedaba claro entonces, a quienes
tengan ciertas características y cumplan determinadas condiciones.

Como vemos, estos cuatro casos son demostrativos y coherentes con lo que los funcionarios
del Registro Civil pensaban respecto al uso y significado de la cédula de identidad, en el
sentido que el carné les serviría como un medio e instrumento que les permitiría obtener una
serie de beneficios o servicios que la sociedad ofrece.

En una visita por la tarde a la feria Pinto, lugar que se enmarca en lo he denominado contexto
abierto y que visualizo como más marginal, ya que en él, el sin hogar al no tener que someterse

90
a una normatividad externa impuesta, actúa con mayor soltura y espontaneidad, sostuve “una
larga conversación con María. Fue uno de esos días en los cuales unos caprichosos rayos de
sol batallaban para secar los pisos de la comuna. Ella tiene veintinueve años de edad y, es de
esas personas que siendo mayor que uno, produce una profunda ternura infantil. Las facciones
de su cara evidencian de sobre manera su cambiante estado de ánimo, pasa de estar muy
contenta, incluso excitada, a estar con una aparente profunda tristeza que la deja a punto de
derramar unas cuantas lágrimas. María animaba la interacción haciendo rimas a partir de los
nombres, de esta manera construyó una con el mío y otra con el del funcionario. Luego
comenzaron a llegar las demás personas con quienes andábamos y María continuó su
dinámica, evidenciando que poseía un par de estructuras de rima en las cuales lo único que iba
cambiando era el nombre. Luego de hablar acerca de algunos temas vinculados a su rutina
diaria y a su historia personal me cuenta que “…yo duermo en la calle (bajo los puestos de la
feria Pinto)…, ahí (y me señala con el dedo uno de los habitáculos que estaba a unos diez
metros)…, no, pero no sola, con el Juan y otros cabros más. Si tenemos unas frazadas y todo”.
Luego, en relación a la cédula de identidad me plantea que “... el carné, ná... sirve pa‟ los
paco101. Siempre vienen a hueviar102 pa‟cá”” (Nota de campo, junio de 2002).

María, al igual que otros, me relató que cada cierto tiempo los “ratis” iban al sector y les pedían
la cédula de identidad a todos y a cada uno de los que se encontraban en el sector. Ella, como
otros, no quería el carné para poder acceder a la sociedad y sus beneficios, sino para que una
institución de control de la sociedad (carabineros o investigaciones) no la molestase y la dejase
vivir y desarrollar su vida según su parecer.

En una de las salidas nocturnas a la feria Pinto entablé una conversación con el guardia de
seguridad de la feria durante la noche. “Cargaba una mochila en donde llevaba un termo con
café y vasos. Era una noche muy fría y sólo los ladridos de unos perros la animaban. Desde la
esquina diviso una silueta que camina hacia mí. Era un hombre robusto de unos treinta y cinco
años de edad. Al llegar me pregunta con el tono de quien desea iniciar una conversación: “¿en
qué andai?” Le respondo que dando café y le ofrezco uno. Lo acepta y nos sentamos afuera de
uno de los puestos de la feria. Tras presentarme, me señala su nombre y me plantea que él
trabajaba como “guardia del sector”. Le pregunté dónde estaba la gente que normalmente
dormía en el lugar, “llegaste tarde po‟ flaco, están todos escondidos ya”. Tras dialogar por unos
minutos, me percaté que el hombre conocía muy bien el lugar y a las personas que en él
dormían. Finalmente, le conté el proyecto en el cual me encontraba participando, “es bueno lo
que estai haciendo,… y es regalado, tssssss bueno, está bien”. Tras permanecer en silencio
unos segundos continuó, “es bueno, pero caleta103 no van a estar ni ahí con sacar carné… si
hay varios que le deben años a la justicia”” (Nota de Campo, agosto de 2002).

En este sentido y siguiendo la lógica argumentativa del guardia, a muchos no les convendría
adquirir el carné, ya que si lo obtuvieran sería más fácil para la justicia localizarlos. Cabe hacer
notar que esta creencia estaba también instalada entre los funcionarios a cargo del proceso de
documentación y es común incluso entre algunos agentes asistenciales.
Una tarde en el mismo sector, “estábamos a un costado de la feria y me encontraba realizando
unas preguntas (lugar de procedencia, estado civil), a don Marcos, previo a que comenzara el
proceso de documentación, cuando veo a un joven de unos 26 años mirando el proceso. Tras
terminar, me acerque a él, me presenté y le conté en lo qué andábamos, le pregunté si
deseaba sacar carné. “No, y pa‟ qué. No, no, no…”, y comenzó a alejarse del lugar. Esta

101
Apelativo popular con que se designa a Carabineros de Chile, policía uniformada.
102
Molestar.
103
Muchos.

91
situación me dejó un sabor nada de agradable, pensé y pienso que el acercamiento debió ser
distinto, pero ya estaba hecho. Luego de unos minutos, se me acerca “El Gato”, quien vivía
hace mucho tiempo en el lugar y con quien había logrado establecer una muy buena relación y
me preguntó, “–¿qué te dijo?”– Le respondí y me señaló que con él debía irme “con cuidado, si
ése anda escondío”, y me explica que hace pocos días había llegado el joven al lugar y que
estaba escondiéndose de la policía por algún delito que había cometido” (Nota de campo,
septiembre de 2002).

A partir de lo anterior puedo señalar (teniendo sólo datos de segunda mano, ya que no logré
establecer una relación directa con ninguno que pudiera pertenecer o participar de un hecho
delictivo), que hay un grupo de personas que tienen por condición el no tener hogar, para
quienes el poseer carné no representa ningún beneficio, más aún, éste puede constituir una
amenaza o perjuicio para ellos. Ellos no lo utilizan para acceder a los recursos de la sociedad ni
como un medio para que ella no los moleste: el carné simplemente no le es funcional a partir de
su historia, pasado y presente. En estas personas sin hogar podía ser común un posible
pasado o presente delictivo104.

Me parece muy valioso hacer mención a una situación desarrollada en una de mis visitas en la
tarde a la feria Pinto donde me encontré con don Pedro, a quien ya se le había entregado el
carné y con quien había logrado establecer una buena relación. “Lo distinguí a la distancia
(unos diez metros), me apresuré, lo alcance y tras saludarlo caminé a su lado, luego de un
breve diálogo le pregunté si el carné le había servido para encontrar “pega” (respuesta que él
mismo me había entregado anteriormente), o para algo más. Ante lo cual me respondió que no,
pero que en “... cualquier momento me sirve, por si me paran los pacos… si te paran y si uno
no tiene carné te preguntan si eres chileno, argentino, mapuche, gitano...”. No veo
descabellada la idea de que ya lo hayan confundido con un gitano, ya que su estética así lo
hacía parecer” (Nota de campo, agosto de 2002).

Lo relevante de esta conversación radica en el cambio de su opinión respecto a la utilización de


la cédula de identidad. En una primera instancia, en los Traperos de Emaús, me había
señalado que le serviría para encontrar “pega”, y luego, en la feria Pinto, me planteó que le
sería útil “pa‟ los pacos”, para identificarse frente a la policía.

Esta situación refleja de una forma muy clara la influencia que tiene el contexto en el cual
estemos al momento de generar un discurso o una práctica. El contexto puede determinar o
hacer que las respuestas tiendan hacia una dirección y no en otra (contexto cerrado, Traperos
de Emaús: para “conseguir una pega”; contexto abierto, feria Pinto: para “identificarme con los
pacos”), en la situación contextual de interacción, el individuo “activa” ciertos rasgos identitarios
que participan en la definición de la situación y del lugar de los actores en ella. La antropóloga
Teresa Durán (1986), entiende la identidad como una “red”, la cual se extiende o retracta
constantemente de acuerdo a la definición de situación y significado que le atribuye el individuo
al entorno (real o simbólico). De este modo, se puede “activar” una identidad dada en un
contexto concebido como adecuado y de hacer el proceso contrario si las condiciones son
consideradas como negativas: lo que se relaciona con la idea de elasticidad identitaria, que
señala Durán.

Un día fui a la feria Pinto al atardecer y me encontré nuevamente con el guardia. “Estaba
llegando a la feria, a unas dos cuadras y veo que en la vereda del frente caminando en la
misma dirección iba el guardia. Cruzo, nos saludamos y de forma natural se inició la

104
De acuerdo a los datos provistos por el Registro Civil a Berho (2002), menos de un tercio de la
población documentada en esa oportunidad (cincuenta personas) tenía antecedentes delictuales.

92
conversación. “Y, ¿están sacando carné o no?” (en su cara se deja ver una sonrisa). Le digo
que relativamente sí y me señala que “igual, algunos lo van a sacar, pero lo van a sacar
porque… sí, por último lo cambian por copete, sí... mira, anda al restorán de la esquina (me
apunta con el dedo), está lleno de carné de gente que va a pedir fiado”. La verdad es que ya
me había fijado en esa situación, pues hace un par de días había pasado a dicho restaurante a
tomarme un bebestible y había visto el colage de cédulas de identidad apostado a un costado
de la caja” (Nota de campo, octubre de 2002).

De lo anterior y de otras conversaciones sostenidas con personas sin hogar, datos de segunda
y tercera mano, se puede especular con la existencia de un grupo de ellos que lo utilizan, no
como un medio para entrar o acceder a los beneficios que la sociedad presta, ni como un
instrumento para que la sociedad (“los pacos”) no los moleste, ni tampoco resulta ser que el
carné no les sea beneficioso, ya que sí lo es, sino que el beneficio es redefinido y
resemantizado a partir de su uso cotidiano, de sus intereses, de su historia y desde su
presente; para este grupo de personas sin hogar el carné es beneficioso en el sentido que les
permite el intercambio por algo de alcohol y un poco de comida.

El trabajo etnográfico me permite señalar que las distintas significaciones y diversos usos que
giran en torno a la cédula de identidad que se han presentado se vinculan con los contextos en
los cuales se mueven las personas. De esta manera, las que mantienen relaciones constantes
con la sociedad, concuerdan en que el carné es útil para acceder a ciertos servicios que la
sociedad presta o para encontrar algún trabajo. Esta significación y uso concuerda con el
postulado por los funcionarios, quienes, podríamos plantear, son miembros activos de la
sociedad. En cambio, para quienes tienen menos contacto con la sociedad y se desenvuelven
casi al margen de ésta, la cédula sirve para que la sociedad no los moleste o simplemente no
les presenta ningún beneficio y más bien le es perjudicial.

Significaciones y usos de la cédula de identidad

A continuación, intentaré realizar una categorización de las distintas significaciones y usos


otorgados a la cédula de identidad por el grupo de personas sin hogar en Temuco. Cabe
destacar que esta categorización no se funda en un único criterio teórico ni se basa en datos de
la misma naturaleza. A través de ella sólo he pretendido ordenar, en cierto modo, el mosaico
que la realidad nos presenta. Atendiendo a esta diversidad, he levantado las siguientes
categorías:

1) Funcional: existe un grupo de personas que considera, al igual que los funcionarios del
Registro Civil, que la cédula de identidad es un instrumento que les beneficia, ya que les
permite acceder a una serie de servicios que la sociedad presta u ofrece (salud, pensiones). En
este sentido, puedo decir que les es funcional. Este grupo es aquel que mantiene relaciones
más constantes con la sociedad (trabaja o busca trabajo, va al hospital, recurre a la asistencia
social), y normalmente tiene mayores expectativas de vida, por ende, desea incorporarse más a
la sociedad. Además, poseen un conocimiento de la red asistencial del municipio y las
instituciones públicas, lo que les lleva a obtener una amplia gama de ayuda. Son personas
mayores de treinta y tres años y poseen una escolaridad superior a la de los demás. Ellos
consideran el estar y vivir en la calle como una situación transitoria.

2) A-funcional: es el grupo de personas sin hogar para quienes la cédula de identidad no


presenta ninguna clase de beneficio, es más, su posesión los perjudica. Son aquellos que,
como nos hablaba el guardia, “le deben años a la justicia”, y para quienes el carnet haría que
su localización por parte de la justicia fuera más fácil. El carné no le es funcional a partir de su

93
historia, pasado y presente. Estas personas suelen no establecer muchas relaciones con la
sociedad y tienden a vivir en la periferia o al margen de ésta. De esta manera, se encuentran
más distantes de sus familias originales, tendiendo a permanecer físicamente ocultos, invisibles
al resto de la sociedad. Este grupo tiende a estar compuesto por los más jóvenes, quienes no
llevan mucho tiempo viviendo en la calle.

3) Resemantizado: en este grupo se puede situar a las personas sin hogar para quienes la
cédula de identidad es un objeto de intercambio o trueque, para ellos la cedula es útil ya que “la
cambian por copete105 o comida”. El carné le es beneficioso, pero lo redefinen a partir de su
historia, desde sus intereses, motivaciones y necesidades. Estas son personas que no
establecen muchas relaciones con la sociedad y se mueven en contextos y espacios
marginales. Suelen dormir en la calle y parecen configurar un marco significativo subversivo, en
el sentido que le da el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda (1984) al término sub-versión,
como una versión distinta a la hegemónica, al margen. Esto tiene relación con una serie de
experiencias de vida frustradas lo que genera que ellos dejen de lado, en cierta forma,
cualquier esperanza de un futuro mejor. Como en el caso anterior, esta categoría se conforma
básicamente por jóvenes y adultos menores de cuarenta años.

4) Apático: por último existe un grupo de personas para quienes la cédula de identidad no
representa ningún beneficio real (por esto pensé también en nombrarlo neutro, pero creo que el
concepto elegido los caracteriza de mejor forma). El carné no lo utilizan ni para entrar a la
sociedad a solicitar una prestación o servicio ni para usarlo como medio de abono o medida de
cambio informal (ya sea por comida o alcohol). A ellos sólo les sirve para cumplir con ella y así
ésta, y todas sus instituciones normalizadoras y de control, los dejen vivir “tranquilos”. Estas
personas, al igual que las anteriores, suelen dormir en los habitáculos de la feria Pinto y no
manifiestan un conocimiento de la red asistencial de servicios públicos, lo que los lleva a que
regularmente no acudan a ella para pedir algún tipo de ayuda.

Esta experiencia como etnógrafo iniciándose y antropólogo en formación, me permitió conocer


y desarrollar habilidades centrales para la enigmática y siempre compleja tarea de comprensión
e interpretación del “otro”. Esto no quiere decir que la iniciación haya terminado, me parece que
la forma de entender y practicar la etnografía es siempre inconclusa, está siempre en
construcción y desarrollo por parte de cada uno de nosotros y nuestras subjetividades.

Referencias Bibliográficas

Berho, M. (2003). “Personas sin hogar en Temuco. Enfoque antropológico aplicado”. En Nicolás
Richard (Ed.), Movimiento de campo en torno a cuatro fronteras de la antropología chilena.
ICAPI, Guatemala.
Clifford Geertz (1987). La interpretación de las culturas. Gedisa. Barcelona.
Durán, T. (1986). “Identidad mapuche: un problema de vida y de concepto”. En América
Indígena Nº4, octubre-diciembre 1986, Instituto Indigenista Interamericano, Ciudad de México.
Fals Borda, Orlando (1984). “La ciencia y el pueblo”. En María Cristina Salazar ed. La
Investigación-acción participativa. Inicios y desarrollos. Editorial Humanitas y Organización de
Estados Iberoamericanos, Buenos Aires.

105
Alcohol, vino.

94
La Ruta de la Cuchara
Rutas y trayectos de vagabundos en Santiago.

Lya González C.

En la ciudad de Santiago, los vagabundos y vagabundas se desplazan generalmente solitarios.


Itinerantes, se mantienen en constante movimiento de un punto a otro de la ciudad. Su
trayectoria está marcada por la búsqueda del alimento, por lo que se les puede encontrar a
distintas horas en diversos lugares.

Durante la semana, la entrega de alimento varía de un lugar a otro, las instituciones que lo
procuran cuentan con días, horas y un mínimo reglamento para mantener el orden entre
quienes acceden a ellas. Ello constituye un hito, que pasa a formar las rutas por las cuales se
llega a la comida. Estas mismas rutas marcan su itinerario diario, jamás se encuentran muy
lejos de los lugares que constituyen el soporte para continuar viviendo en la calle.

La Iglesia Evangélica de la Misericordia, lleva quince años entregando comida. Los días lunes,
jueves, sábados y domingos en la Plaza de Armas de Santiago, entre las tres y cuatro de la
tarde reparten un plato de comida. La plaza se transforma, entonces, en el centro de reunión de
vagabundos. Inicialmente esta institución priorizó por los jóvenes vagabundos del centro de la
ciudad, pero a poco andar se sumaron vagabundos de todas las edades quienes frecuentan y
habitan el centro, sus calles y plazas.

Esta Iglesia cuenta con una camioneta de segunda mano y dos voluntarias quienes se sitúan
en las bancas que están frente al Portal Fernández Concha, detrás del monumento al pueblo
mapuche, a un costado del Metro Plaza de Armas. Con dos enormes ollas de aluminio se
instalan a repartir la comida, se forma una fila aproximada de treinta personas en su mayoría
hombres, quienes esperan pacientemente a que llegue la camioneta. Este alimento se entrega
entre los meses de abril y diciembre. El menú consiste generalmente en sopa, tipo carbonada,
con un medio pedazo de pan. Todo este alimento proviene de donaciones recogidas por el
voluntariado en la Vega Central de Santiago.

Plaza de Armas de Santiago. Dos voluntarias descansando.

La Cruz Roja chilena lleva 35 años atendiendo ”indigentes”, como los denominaron hasta que
cambiaron este concepto por el de “vulnerables” el año 2006. Lo hacen los días lunes,
miércoles y viernes desde las tres hasta las cuatro de la tarde. Esta entrega se extiende entre
marzo y diciembre. La once o refrigerio consiste en una leche con chocolate o un té y un pan
con mortadela. Al acercarse la temporada de primavera cambian esta dieta por un jugo y un
pan solo.

La Iglesia Presbiteriana por su parte, comenzó en plena época de la dictadura militar a entregar
alimentos a los más necesitados de la calle. En sus comienzos era una ayuda hacia la
población cesante, pero con el correr del tiempo derivó en los vagabundos. Estos reciben tres
veces a la semana a los vagabundos desde las cuatro y media hasta las siete de la tarde en un
local ubicado en Almirante Latorre 660. En este local es posible que los vagabundos y
vagabundas puedan quedarse mucho más tiempo, tienen acceso a duchas de agua fría, les
regalan ropas e incluso guardan sus bicicletas dentro del galpón. Los voluntarios son pastores

95
evangélicos que se turnan, y el día jueves es el único día en que no reparten onces, que son
remplazadas por un sermón.

El Ejército de Salvación atiende indigentes desde 1940. En su local ubicado en la calle


Agustinas esquina Herrera, específicamente por Herrera cuentan con una casa de madera que
abre su puerta de acceso para repartir desayunos.

Por otra parte los grupos de voluntarios católicos que entregan comida por la noche en los
alrededores de la Posta Central, llevan quince años en esta labor.

Santiago destaca por la marcada transitoriedad de los vagabundos, éstos se desplazan en la


búsqueda de alimentos: La trayectoria se llama la ruta de la cuchara, la que pasa a formar del
eje de su movimiento diario. Las instituciones son los puntos para proveerse de alimento, ropa,
duchas, remedios y cobijo.

En la ciudad hay una dispersión establecida en el desplazamiento de los vagabundos, se llega


al punto o hito: institución que los provee, luego parten nuevamente a la calle hasta el próximo
punto de entrega de alimentos.

La distribución de las instituciones marca los límites de desplazamiento. Porque dependiendo


de dónde se pasa la noche, es el lugar donde se desayuna y, a veces, se ducha. Lo anterior
marca su ruta diaria. Los puntos de entrega de alimentos, nunca están muy lejos entre sí. Las
instituciones son el soporte con la que ellos cuentan para continuar su vida en la calle. Las
instituciones tienen normas establecidas que los vagabundos deben respetar.

La alteridad se construye en la institución: “el nosotros“ está definido dentro de la


institucionalidad, en los momentos para compartir; antes de las comidas y después de ésta. La
institución reafirma el nosotros y los otros. Por medio del vínculo diario. Los otros (la
Institución), ellos establecen normas, reglas de comportamiento, de convivencia por ejemplo:
Ustedes los de la calle / Nosotros la Cruz Roja. Desde el vagabundo: Ustedes los de la Iglesia /
Nosotros los de la calle.

La alteridad se construye sólo al interior de las instituciones, al salir de éstas vuelven


nuevamente a su condición de solitarios(as); a veces en compañía de su perro, su triciclo, la
chanchita (bicicleta), la mochila, el saco, el morral o en el caso de algunas vagabundas. Los
hijos e hijas.

Constitución del espacio: Debido al tránsito de un lugar a otro, de una institución a otra al
movimiento constante de los vagabundos, no es posible hablar de la constitución de un espacio
o lugar determinado. Es un constante deambular. Sin embargo, a la hora de buscar un lugar
para dormir son realidades distintas: los jóvenes se recogen en Postas o lugares públicos; los
de la tercera edad acceden a las hospederías.

En la ciudad el espacio es nada más que el trayecto de un lugar a otro. La ruta de la cuchara,
corresponde al itinerario que siguen para proveerse de alimento en el transcurso del día. En
esta búsqueda ellos tienen identificadas las instituciones que entregan los alimentos. En
Santiago Centro existen cuatro rutas de la cuchara. En esta oportunidad damos a conocer dos
de las rutas que utilizan cuatro de mis entrevistados.

96
PRIMERA RUTA.

Desayuno
Lunes, 8:30 a.m.: Ejército de Salvación, calle Herrera 182 y 151, esquina Agustinas (a dos
cuadras del Hospital San Juan de Dios).

Ingreso por puerta lateral calle Herrera 151.


La puerta se abre para dar acceso a los comedores del Ejército de Salvación .

9:00 a.m. Todos los días en Paseo Lourdes esquina Santo Domingo 801 (Santuario de
Lourdes). La puerta permite el ingreso al patio interior donde se entregan los alimentos. Las
bancas que se divisan permiten que los indigentes puedan esperar sentados. Atiende personal
de la Iglesia Católica y religiosas.

Frente al Santuario, algunos indigentes pasan la noche y parte de la mañana .

Pausa

Parque Bustamante, a la espera de arribar a Avenida Condell 88.

Almuerzo

12:00 a 12:30 a.m. Avenida Condell 88, frente a la Embajada de Francia.


Las encargadas de a organización y de la entrega de alimento son religiosas católicas.

12:00 a 13:00 Calle Chiloé 1420.

97
Esquina de Victoria con Chiloé. Parroquia San Felipe de Jesús.
A la espera del almuerzo, algunos indigentes sentados en el frontis de la Parroquia, luego se
desplazan hacia calle Chiloé.

Calle Chiloé 1420.


Ingreso a comedores de la Parroquia.
Este es el ingreso a los indigentes, se ubican en la entrada. En el informativo instalado en la
entrada, señala los horarios de atención.

13:00 hrs., día martes en la Iglesia San Francisco, por un costado, reparten pan.
El encargado es el sacristán.

Interior del costado de la Iglesia, mujeres a la espera de la entrega del pan. Se reúnen indigentes y
gente humilde.

Onces

Siendo tal vez la última comida del día, la mayoría se repiten el plato.
15:00 a 16:00 horas, todos los días en la Cruz Roja de Estación Central, Abate Molina 92.
Además se les da ropa (caso de requerirlo), ducha y baño.

Se desplazan por las calles aledañas en grupos de a dos a tres personas, caminando desde
Abate Molina hasta calle Almirante Latorre 660. A su vez otros indigentes (que no acceden a la
Cruz Roja) ingresan por calle Almirante Latorre directamente a la plaza, dónde se reúnen y
caminan hacia la Iglesia Presbiteriana.

98
16:00 a 19:00 horas en la Iglesia Evangélica Presbiteriana, Almirante Latorre 660,
entregan leche, té, pan. Además de acceso a duchas y al culto evangélico.

Cena

19:00 a 20:00 horas en la Parroquia San Felipe de Jesús, acceso a comedores por calle Chiloé
1420.

21:00 a 22:00 horas, Frontis Posta Central. Avenida Portugal esquina Diagonal Paraguay. Los
grupos de jóvenes voluntarios, de la Universidad Católica y el Colegio Cumbres, entregan en la
noche pan y café. Por las mañanas repiten la misma ración entre los indigentes que se ubican
fuera y frente a la Posta.

Se aprecia a indigentes que permanecen frente a la Posta central a plena luz del día. Entre sus
pertenencias se observa una colchoneta, para dormir en grupos. Aproximadamente 35
colchonetas, de a dos, tres personas y familias enteras de cuatro a cinco personas, incluso
niños, guaguas, sus perros y también bicicletas.

99
SEGUNDA RUTA.

Desayuno

7:00 a 8:00 de la mañana, en la Posta Central, Portugal esquina Diagonal Paraguay.


Aproximadamente 50 personas pasan la noche allí.
Grupos de voluntarios universitarios se encargan del desayuno.

7.00 a 8.00 a. m. En la hospedería del Hogar de Cristo.


Se entrega desayuno a quienes pernoctan allí.

Hospedería Hogar de Cristo, ubicada en la comuna de Estación Central.


Ingreso a la Hospedería de mujeres.

Hogar de Cristo. Ingreso a la Hospedería de Varones.

Almuerzo

13:00 A 13:30 p.m. Iglesia de Fray Andresito. Recoleta esquina Antonia López de Bello.

100
Onces

15:00 A 16:00 horas, Cruz Roja Abate Molina 92, Estación Central.

uno).

16: 00 a 19: 00 p.m. Almirante Latorre 660.

Pausa
Se desplazan hacia la Biblioteca de Santiago, ubicada en Avenida Matucana 151. Esta
biblioteca les permite acceso al baño, lectura gratis de diarios y revistas, acceso a internet,
a su correo electrónico [revisar]. Se quedan esperando, entre las 18:00 a 20:00 horas, hasta
caminar, en busca de la cena, rumbo a la Posta Central, Diagonal Paraguay esquina Portugal.
Otras veces no cenan.

La Biblioteca Santiago atiende público de lunes a domingo.

En invierno el ingreso a la Posta, Dr. Alejandro del Río, ocurre alrededor de las 10 p.m. En la
sala de espera se van acomodando entre los familiares de pacientes alrededor de unas
veinticinco personas, en las afueras (escaleras, rampa de camillas y jardines que dan hacia
Avenida Portugal se ubica otra cantidad igual de vagabundos). Cerca de la medianoche, la
ocupación de la sala de espera, por parte de los indigentes, es inminente. Algo que no puede
frenar ni siquiera carabineros de turno presente en la Posta.

Cena

21:00 a 22:00 horas, Frontis de Posta Central, Avenida Portugal con Diagonal Paraguay.
Grupos de voluntarios religiosos y estudiantes universitarios reparten el alimento.

El local de la Cruz Roja ubicado en Abate Molina 92, se encuentra a unos doscientos metros de
la Alameda, cercana a la estación del metro Unión Latinoamericana.

Los indigentes, como los denominan las voluntarias, comienzan a llegar aproximadamente a las
tres de la tarde, el local abre sus puertas minutos antes.

A las tres ya es posible ver entrar a Don Patricio cojeando, se instala en la primera banca de
madera, por lo general ese es su lugar. Don Patricio viene lentamente caminando desde el
Hogar de Cristo, donde pasó la noche. Llega a Abate Molina por Salvador Sanfuentes.

101
La Cruz roja, es una casa antigua de principios de 1900, donada por una de las primeras
voluntarias. Cuenta con una fachada amplia: una sola puerta de acceso y dos ventanas con
barrotes de fierro. Al ingresar vemos un pequeño pasillo de entrada con una mampara de
madera, a manera de segunda puerta. La entrada es agradable a los ojos de alguien que viene
caminando bajo el sol. Ellos son recibidos en el primer patio, allí entre el jardín interior y la
consulta médica, se ubican las bancas de madera arrimadas a la pared, esperando a los
indigentes tres veces a la semana: lunes, miércoles y viernes de 15:00 a 16:30 horas.
En el segundo patio, separado del primero por una sala y un pasillo, se permite sólo acceso a
personal autorizado luce un letrero en un espejo que dice: sólo voluntariado. Se ubican la
cocina, dos baños, una pequeña sala y un pequeño patio luz.

La cocina se ubica al lado de una puerta de madera, que da paso a la ducha para los
indigentes, que cuenta con agua helada y un baño. Es un lugar estrecho, con dos mesones, un
lavaplatos: allí las voluntarias de turno comienzan a preparar la leche en una gran olla de
aluminio, generalmente es leche sola, otras ocasiones se le agrega chocolate; a su vez van
preparando los panes con mortadela. A eso de las 15:30, ya se encuentran reunidos unos
treinta a treinta y dos indigentes, en su mayoría hombres. En un 70% de la tercera edad.
También hay jóvenes de entre 25 a 40 años. Las únicas tres mujeres llegan con sus pequeños
hijos, su llegada a este punto no es constante.

Cuando la mayoría de los indigentes ha llegado, se reúnen en torno a las bancas del primer
patio, las voluntarias salen de la cocina avanzando por el pasillo con dos grandes bandejas
plásticas: una con tazones plásticos con leche y algún té “pedido a la carta” (producto de dolor
estomacales). La otra bandeja lleva los panes en orden y con una servilleta. Ambas avanzan de
un lugar a otro hasta que todos han recibido su ración. Los alimentos son donaciones de una
panadería cercana, la Cruz Roja sólo compra pan y leche en caso que éste donante falle.

Luego se retiran dejando a los visitantes en tertulia, que se alarga alrededor de una hora. Si
algún indigente requieren ayuda médica, se ubica en el otro pasillo sentado en una silla
plástica, a la espera del médico de turno, a veces algún anciano dormita a la espera de
atención.

Las visitas ingresan con sus pertenencias, algunas mochilas los más jóvenes. Bolsas de
plástico, sacos adaptados como morrales a los hombros; incluso un triciclo en la calle
estacionado en el árbol de la entrada, una bicicleta ubicada al borde del jardín interior. Al
transcurrir la tarde se van retirando como llegaron de uno en uno, de dos en dos y los más
ancianos solitarios.

A la vuelta de la esquina por Salvador Sanfuentes en dirección a la cordillera, algunos


emprenden el camino hacia la plaza Manuel Rodríguez ubicada en las esquinas de club Hípico
y Salvador Sanfuentes, aproximadamente a unas 9 cuadras de Abate Molina.

102
Allí se entretienen esperando la hora para arribar al local de Almirante Latorre 660, una Iglesia
presbiteriana, que les otorga en mismo beneficio en distinto horario. Desde la plaza deben
caminar por Club Hípico alrededor de 4 cuadras, doblar una hacia Almirante Latorre y dos hacia
Avenida Matta.

Por el costado, una puerta blanca abierta de par en par deja ver un local oscuro, parecido a un
galpón, espacioso, donde las personas de la calle, como las denominan los pastores y
voluntarios, todos varones, se reúnen en una mesa, al fondo de las otras mesas dispuestas
para atenderlos. Por lo general son varones alcohólicos y de la tercera edad que duermen
sobre las mesas.

Hacia el lado derecho de la entrada se ubica el baño, donde se duchan o lavan sus manos
antes de entrar al comedor.

La cocina se ubica al fondo, está cerrada y sólo se abre para repartir los alimentos que son
llevados a las mesas. Como el local es amplio, las bicicletas, triciclos de madera o metal, entran
con ellos. Incluso algunos llegan con los perros, a los que sus dueños tiene la posibilidad de
bañar. Los apodos son la bienvenida a las personas, los pastores los reciben a la entrada, el
ambiente es mucho más informal pero a la vez más humano. Los pastores tienen claro que
más que dar alimento su labor es escuchar, por lo que algunos se quedan al culto que ocurre al
caer la tarde y que se materializa los días jueves con una misa. En épocas de invierno llegan
más temprano que de costumbre y las puertas se abren todos los días de 16:00 a 19:00 horas.

Interior galpón Iglesia Presbiteriana. Una indigente y su hijo.

Nocturno

1) Hogar de Cristo

En búsqueda de cobijo deben esperar que transcurra la tarde a la espera de la noche,


dispersos por la ciudad van lentamente emprendiendo rumbo al lugar donde pasarán la noche;
los más ancianos practican la mendicidad, es el caso de Don Patricio, que se ubica en las
escaleras de alguna estación de metro (metro Plaza de Armas o Unión Latinoamericana), para
pedir algunas monedas (las hospederías cobran por pasar la noche).

Al caer la tarde comienza su recorrido de vuelta hacia el Hogar de Cristo, cansado y con
dificultades para mover sus piernas llega usualmente antes de las nueve, sé ubica en la Plaza
frente a Nicasio Retamales con calle Hogar de Cristo, dormitando junto a sus pertenencias (una

103
pequeña bolsa de saco y un bastón de madera), a la espera que los guardias ubicados en el
portón de entrada den la señal para ingresar. A eso de las nueve y quince le llaman, dando
preferencia a que se ubique dentro del recinto en una banca de madera, debido a sus
dificultades para desplazarse.

Hospedería de Varones

2) Hospital San Juan de Dios: Acá pernoctan en la Sala de Espera unos diez indigentes.

Aquí se observa la entrada principal.

3) Posta, Avenida Salvador esquina Rancagua:


Acá pernoctan en la pequeña Sala de Espera unos cuatro a cinco indigentes. Entre este Daniel
Martínez, uno de los entrevistados.

4) Alrededores de la Posta

Durante el día es posible ver indigentes(as) en las cercanías de la Posta, hacia la izquierda se
encuentra una bajada de nivel, que permite salida de vehículos a la calle Salvador, entre unas
murallas y arbustos se refugian unos siete a ocho indigentes todas las noches, cuentan con un
brasero y cartones para dormir. Los carabineros y personal de seguridad de la Posta no

104
interfieren ni se involucran. No los echan del lugar. Generalmente alcoholizados, en algunas
ocasiones ocupan el lugar para dormir durante el día.

105
Los Rucos del Barrio Yungay
en busca de los “nómades” urbanos106
Guillermo Molina107

Los Indicios de "nómades urbanos"


o nostalgia de una ruralidad perdida en la ciudad.

La motivación para realizar esta investigación etnográfica surgió del interés por observar la
ocupación humana de los sitios eriazos del barrio Yungay, y establecer las estrategias de
sobrevivencia utilizadas por sus ocupantes. Como hipótesis de trabajo se plantea que las
personas que ocupan los sitios eriazos, operan siguiendo un patrón de asentamiento nómade o
trashumante, muy similar a la lógica de supervivencia empleada por las sociedades
preagrícolas. Este razonamiento me hizo pensar que estas personas debían ser una especie
de "nómades» contemporáneos, que debían utilizar estrategias de sobrevivencia similares o
análogas a las de los "cazadores- recolectores" de antaño; y que, en cierta forma podían ser
grupos humanos que se diferencian de otros grupos callejeros tradicionalmente urbanos108.

En cierta forma quería observar una especie de reducto resistente al modo de vida urbano.
Esperaba encontrar en estos rincones de la ciudad alguna especie de socialización relicta e
invisible, que practicara costumbres más cercanas a la definición de lo rural que de lo urbano.
Rural, en el sentido de la relación amplia que establece el Hombre con la Naturaleza, o al
menos con una vasta región o superficie del medio ambiente donde habita, tal como lo hace un
cabrero, un arriero o un pescador que se adentra al mar, o el campesino que observa las
señales naturales para predecir el tiempo de las labores agrícolas como dice Rafael Barahona
(1999). Una ruralidad territorializada en un segmento de la ciudad (en los sitios eriazos), en
donde la ocupación del espacio desarrolla un sentido lógico opuesto a la desterritorialización
de las ciudades de la que habla Jesús Martín Barbero (1992), que fragmentan el espacio y
confinan las interacciones sociales a micro espacios interconectados; y en cierta forma también
opuesta a la lógica de los no-lugares planteados por Marc Augé (1988).

A partir de las huellas observadas en los sitios eriazos del barrio Yungay, podía inferir que
existía otra forma de ocupación y apropiación de estos espacios supuestamente en desuso.
Tras el proceso de modernización y remodelación urbana, después de cada demolición,
emerge un nuevo sitio eriazo, que queda expuesto a la ocupación (y re-territorialización),
habitándolo como un lugar de refugio o campamento temporal.

106
Este texto proviene de un manuscrito del año 2000, resultado de una etnografía realizada dentro
del marco de la asignatura de Antropología Urbana del profesor Bernardo Arroyo, mientras cursaba el
segundo año de carrera en la Escuela de Antropología Social de la Universidad Bolivariana. Esta
etnografía me inició en el tema que posteriormente seria mi tesis de grado.
107
Antropólogo Social, Universidad Bolivariana de Chile. Alumno del Programa de Postgrado en
Antropología de la Universidad Católica del Norte y la Universidad de Tarapacá.
108
El planteamiento de esta hipótesis de trabajo para realizar esta etnografía, finalmente fue tratada
como una hipótesis ilusa que develaba toda mi ingenuidad como estudiante de antropología recién
iniciado en el trabajo etnográfico, sin embargo esta hipótesis funcionó como un buen pretexto para
acércame al tema de investigación, y motivó el encuentro - cara a cara - con los habitantes de los sitios
eriazos, de los barrios Brasil y Yungay de la ciudad de Santiago .

106
Los indicios de ocupación eran restos materiales encontrados en los sitios eriazos del barrio;
restos de fogones, piedras acomodadas, carbones, tarros adaptados como chocas109 para
calentar agua, refugios abrigados hechos con cartones, piedras, bloques de cemento,
maderas, latas y plásticos. Se podía ver claramente en estos vestigios el lugar donde - hace no
mucho tiempo - habían dormido algunas personas.

En sitios eriazos - o peladeros - encontré refugios escondidos, camuflados entre escombros y


malezas. Imaginé que detrás de estos vestigios encontraría toda una filosofía silenciosa de la
vida nómada y ermitaña en la ciudad. Imaginaba a un grupo humano que por instinto se resiste
a vivir de modo urbano, y que por eso, de alguna forma, aprovechan las condiciones que
brindan estos sitios despejados; para encontrar en ellos abrigo, refugio y camuflaje, tras unos
muros en ruinas, entre los escombros o las malezas; y encontrar la posibilidad de hacer fuego
a cielo descubierto, tanto para calentar el cuerpo como para cocinar o hervir agua, como
evidencian las chocas tiznadas que suelen encontrarse en estos sitios. Esta posibilidad de
poder hacer fuego y estar más en contacto con la tierra y el aire libre en medio de la ciudad, la
interpreté como un deseo, o una opción por reproducir (consciente o inconscientemente)
costumbres rurales que se oponen al modo de vida urbano.

Pensaba, - antes de conocer cara a cara a los ocupantes de los sitios - que ellos debían sentir
una especie de añoranza por la naturaleza perdida, y que de alguna forma por instinto, optaban
por esta vida nómade; y que evitaban pernoctar en las calles y espacios públicos, y que
preferían dormir refugiados al interior de estos sitios, aislados del contacto directo de la calle y
la urbanidad. Pensaba que detrás de esta conducta, existía una opción por evitar el modo de
vida urbano y moderno, evitando los asentamientos sedentarios, evitando la dependencia de
las rutinas laborales y familiares alienantes, evitando así las obligaciones o "responsabilidades"
impuestas por una socialización normalizante, generadora de dependencias económicas,
basadas en el uso de la moneda como sistema de valor en el mercado, el cual suele negar
toda posibilidad de independencia y autosuficiencia dentro de este engranaje, que sólo permite
libertades parciales dentro del sistema socioeconómico totalizante. Suponía que detrás de este
tipo de vida podía existir una lógica distinta, a la de los otros sujetos que viven en la calle, los
conocidos vagabundos, andantes y chichas110, que duermen directamente en la calle o en
hospederías; cuyas estrategias de sobrevivencia se basan principalmente en la caridad y en
captar la ayuda social (asistencialismo). Limosneros y macheteros111 basan su subsistencia en
la economía de la mendicidad y la caridad.

Existe otro tipo de personas que optan por no pedir ni mendigar, pero sin embargo prefieren
hurgar en la basura, o torrejear112 para comer, o prefieren vender sus cachureos 113 y objetos

109
Las chocas son tazones confeccionados a partir de un tarro de lata y un asa de alambre, son
ideales para hervir agua en el fuego directo o las brasas. Son usadas tanto por trabajadores agrícolas
como por obreros de la construcción y se usan generalmente para hacer té.
110
Alcohólicos.
111
Mendigos.
112
Torrejear es la acción de recoger cosas del piso o hurgar en la basura para obtener comida u
objetos de utilidad. A las personas dedicadas a torrejear en la calle se les conoce como torrejas,
torrantes o atorrantes. También al torrejear se le llama torrantear.

107
reciclados de la basura en las ferias libres. En estas actividades parece existir una lógica de
subsistencia distinta a la opción de vivir de la caridad. La lógica de estos recolectores urbanos
se acerca a la estrategia de sobrevivencia empleada por las sociedades nómades, quienes
basan su economía en la practica de la caza y la recolección orientada hacía el autoconsumo.
La acumulación de bienes y el intercambio monetario suele ser poco significante, dentro de
este sistema de subsistencia, la moneda se usa en un ámbito muy restringido –no de
acumulación capitalista– sólo como intercambio de valor primario, muy similar al trueque,
siguiendo un criterio de equivalencia del valor de uso de los bienes obtenidos mediante la
actividad de la recolección.

La dinámica de movilidad o trashumancia que implica la labor de recolección en el contexto


urbano, esta ligada al seguimiento de los flujos de recursos que circulan por las calles, por lo
tanto, esta particularidad demanda que el recolector desarrolle una habilidad especializada en
el reconocimiento de estos flujos; junto con la habilidad del tratamiento geográfico de la urbe y
la identificación precisa de los recursos susceptibles de recolectar. Esta habilidad sería similar
a la que establecen los "cazadores-recolectores" en relación con el desarrollo de habilidades
de observación de su ambiente, y la distinción precisa de los micro-ambientes o nichos
específicos de cada hábitat, llegando a abarcar un conocimiento acabado de grandes
extensiones geográficas (ecosistemas enteros). Este tipo de conocimiento se adquiere por la
observación detallada que permite la práctica sistemática de un recorrido pedestre - a un ritmo
pausado -, el cual permite observar con minuciosidad el entorno del cual se depende, habilidad
imprescindible para sobrevivir de la actividad extractiva del "medio ambiente".

Los Sitios eriazos


o la tierra prometida.

La dinámica de modernización y remodelación urbana de la ciudad de Santiago , que afecta al


barrio Yungay, esta cambiando la fisionomía de barrios de larga tradición histórica como:
Brasil, Blanco, República, Dieciocho y Matta, debido a una dinámica creciente de demoliciones
de casas antiguas y construcción de edificios nuevos114. La tradición histórica y cultural de
estos antiguos barrios, va más allá del evidente y reconocido valor arquitectónico y patrimonial
de los edificios más antiguos y significativos. El problema está en la instalación de una actitud
selectiva que se presenta como un criterio de "rescate patrimonial" de sólo algunos edificios
considerados monumentos nacionales y condena a muerte al resto de la arquitectura
tradicional del barrio. Siendo este criterio de rescate patrimonial selectivo, bastante
cuestionado por los propios vecinos amantes del barrio en su conjunto.

113
Objetos o utensilios desechados que todavía poseen algún valor o utilidad.
114
Estas nuevas construcciones son levantadas con un criterio altamente comercial, en desmedro
de una urbanización amable con el entorno del barrio, pues prima la rentabilidad del negocio inmobiliario.
El Estado incentiva la construcción brindando subsidios adicionales a la adquisición de viviendas nuevas
en Santiago centro, con un incentivo de 200 UF y descuentos tributarios vía decreto DFL2 por la compra
de propiedades. Pero sin duda, los más beneficiados con este subsidio son las empresas constructoras e
inmobiliarias, que inflan los costos de mercado de las propiedades. La creciente oferta inmobiliaria de
departamentos y lofts nuevos han seducido principalmente a los profesionales jóvenes y la clase media
alta a mudarse a vivir a la comuna de Santiago.

108
Dentro del reordenamiento de la ciudad y los barrios del centro, el mercado inmobiliario reserva
el privilegio de la remodelación del patrimonio arquitectónico a los más pudientes,
profesionales, intelectuales y artistas de élite, para que participen en la revitalización de la vida
comercial y turística de los barrios, abriendo restoranes, bares, pubs, o habilitando lofts en los
viejos edificios. Sin embargo en el otro extremo, también opera un proceso de recambio social -
o extirpación del tejido social dañado -, al desalojar los viejos convetillos y cités, conjuntos de
antiguas viviendas obreras, ahora deterioradas en donde se arriendan piezas o se da pensión
a inmigrantes peruanos o a provincianos que vienen a vivir a la ciudad . De esta forma el
repoblamiento de Santiago supone también un despoblamiento, un recambio, un reacomodo.
Sube la plusvalía del suelo del centro, y los habitantes más pobres salen a la periferia, y entran
en cambio ciudadanos más "decentes" a la comuna, practicando algo así como la política de
"blanqueo" que implementó Vicente Pérez Rosales en los comienzos de la República, al traer
colonos alemanes al sur de Chile para "mejorar la raza", validando la antigua estrategia del
racismo y la marginación social.

Simbólicamente el sitio eriazo y su materialidad como metáfora (suelo despejado, escombros,


espacio susceptible a la ocupación), encarna la dinámica del suelo y su disputa en la
resignificación de los espacios. Una transición, no exenta de tensiones, entre un antiguo
pasado tradicional reducido a escombros de demolición, que representa para algunos un
referente de nostalgia, mientras que para otros representa la posibilidad de construir un futuro
de esplendor moderno y su promesa de progreso, prosperidad y bienestar; sin embargo ese
mismo espacio es para otros la oportunidad de encontrar un refugio en la ciudad.

Después de la demolición, emerge el sitio eriazo, despejado, y viene una suerte de limbo o
transición entre dos estadios: Pasado (casa demolida) – Futuro (edificio proyectado). Los sitios
eriazos emergen mostrando el suelo descubierto, como manchas o claros de tierra en medio
del paño de cemento de la ciudad. No obstante, la ordenanza municipal obliga al cierre
inmediato del sitio en cuanto se demuela una construcción; pues el sitio eriazo es percibido
como potencialmente peligroso, representa una amenaza a la vecindad, puede ser la guarida
de los delincuentes, o puede ser ocupado en forma indebida. Por esto muchas casas se
demuelen y conservan las fachadas o algunos muros para ahorrar la construcción de los
cercos de cierre, y precisamente son estas paredes de fachadas y vestiduras semi-demolidas,
los que son escogidos preferentemente por los ocupantes (ilegales) de estos sitios, que son los
espacios más propicios para encontrar refugio, camuflaje y cobijo, el lugar predilecto de los que
habitan esta mítica "tierra prometida" de los sin casa y sin propiedad privada.

El primer contacto con los ocupantes del sitio eriazo:


(o encuentro cercano con el "Otro").

Hace tiempo que me llamaba la atención un terreno baldío ubicado en la esquina de la calle
Maipú con Santo Domingo. Había visto ropa tendida en un rincón y a lo lejos podía distinguir
una construcción a modo de refugio. Entonces fui un día con la decisión de averiguar si podía
conversar con algún ocupante de este sitio. Me puse a curiosear y pude ver a una mujer

109
lavando ropa en un balde, había dos perros junto a ella que al percibir mí presencia corrieron
hacia donde estaba yo y comenzaron a ladrarme. Ella me miró a lo lejos y le gritó a los perros
para que se callaran. Me sentí incómodo y me fui a dar una vuelta a la manzana. Al pasar
nuevamente junto al sitio, me encontré con esta mujer, la saludé cordialmente y empezamos a
conversar115. Así fue como conocí a Pilar quien fue mí puerta de entrada al grupo de los
ocupantes de este sitio eriazo. Pilar desde este primer día se mostró muy abierta a conversar y
le pregunté acerca de la posibilidad de que me presentara a los demás ocupantes del sitio.
Justamente, en ese momento, venían llegando dos hombres uno alto y delgado y otro bajo y
macizo. Los dos me miraron desconfiados, Pilar los saludó y yo también. Ellos me devolvieron
el saludo de una forma cortante, entraron al sitio por un agujero en la reja y llamaron a Pilar.
Dudé que fuera a ser bien recibido por estos sujetos evidentemente molestos por mi presencia
cerca del sitio. Entonces decidí volver en otra oportunidad.

En otra ocasión me encontré con Pilar en la esquina del sitió eriazo, nos pusimos a conversar y
de repente llegó una mujer muy nerviosa, gritando:

–¡¡Pili !! ¡¡Pili!! no, sabís na', mataron a la Ana!!, fue el conchesumadre del Chuqui
–¿En serio? – Contestó Pilar sorprendida
–Te juro que si veo a ese conchesumadre me las va a pagar, y no se va a salvar y lo voy a
meter esta botella en la raja!! Te lo juro !!. 116

Dijo esta mujer moviendo una botella de cerveza que traía en la mano, con la mirada
desorbitada, salivaba una espuma que se le pegaba en los labios. Pensé que podía estar
drogada. La mujer estaba muy afectada, muy afligida, se notaba en su voz temblorosa y en
todos sus gestos. Pilar la consoló abrazándola y escuchándola con mucha atención, hasta que
en cierta medida se tranquilizó. Esta mujer se llama Bernarda, y vive en unos rucos de calle
Santo Domingo casi al llegar a Maturana, y trabaja cuidando autos en la calle, frente al
restaurante Puro Chile.

En una de las primeras conversaciones con Pilar, ella se refirió a su hogar con el nombre de. El
ruco es una precaria construcción cuyo techo parecía ser un toldo de plástico grueso
suspendido sobre una cuerda amarrada en sus extremos a dos postes. Este toldo se apoyaba
a su vez a una vieja muralla de adobe, la más abrigada, donde se apoyaban dos viejos
colchones de espuma plástica sobre el piso de tierra. Las otras tres murallas estaban hechas
de grandes letreros de madera y lata con los que la corredora de propiedades Carvajal
anunciaba la venta del sitio. El Negro me contó, que cuando eligió este sitio para quedarse lo
primero que hizo fue echar abajo los letreros.

Tal vez la denominación de ruco evoca en cierto modo a la habitación tradicional de los
mapuches. La ruka mapuche, hecha de madera, ramas y ratoneras amarradas con boquis
(fibras vegetales nativas); o la ruca de quincha y barro que subsistió en el campo de la Zona
Central, estaría en cierto modo emparentada con todas estas construcciones modestas y
precarias de los pobladores pobres de la ciudad.

115
Cuaderno de Campo, mes de marzo del 2000.

110
Los rucos pueden ser apenas cuatro palos levantados, donde se extiende un techo de plástico,
cholguanes y algunas fonolas117. Paredes de latas, cartones y maderas; en fin lo que esté a
mano para levantar este refugio, que es el ruco urbano. Al parecer la palabra ruco, designa a
este tipo de construcción precaria de duración indeterminada, caracterizado por la ligereza de
sus materiales, además por su posibilidad de levantar, desarmar y armar fácilmente. En
definitiva ellos mismos hacen la distinción, "un ruco no es una casa, pero sirve igual".

Después, en el transcurso de tiempo que llevo visitando el ruco de la calle Maipú, he visto
como han ido refaccionando y mejorando sus rucos, ahora son dos y han hecho una caseta de
letrina (baño). Las murallas están reforzadas con cholguanes y están buscando plásticos para
reforzar los techos, ya que el agua se pasó con los temporales del invierno.

Un ruco, una "familia"

Fue en el sitio de Santo Domingo con Maipú donde conocí a Pilar, el Negro, la Turca y al
Peruano. Nunca olvidaré la sensación que sentí la primera vez que me invitaron a entrar al
ruco, a su espacio íntimo. Recuerdo que fue un día sábado por la noche, alrededor de las
nueve y yo había quedado de ir para conversar con ellos y entrevistarlos con grabadora. Ellos
ya me esperaban, y estaban bastante borrachos y alegres compartiendo con un grupo de
amigos. Yo les llevaba de regalo unos Faritos, –unos cigarrillos mexicanos de tabaco rubio sin
filtro–, que tuvieron gran aceptación y me agradecieron el gesto. Inmediatamente el Negro me
invitó a pasar al ruco, donde estaban los invitados. Las risas y murmullos se escuchaban a lo
lejos, habían varias personas allí dentro. El Negro abrió la cortina y al momento de traspasar el
umbral del ruco y entrar en esa oscuridad donde sólo podía ver las brazas de los cigarrillos
encendidos, una sensación muy extraña me invadió; era entrar a un mundo desconocido, podía
sentir el olor a ropa vieja y sudada, olor a lana húmeda, olor a cantina y a transpiración de
alcohol. Entré como un ciego y sentí manos que me tomaban y me hacían un espacio para
sentarme en un colchón que estaba sobre el piso, –la tierra– donde estábamos amontonados;
el Flaco, la Pili y el Peruano y yo sentados apretados en un borde, y detrás de nosotros había
otros dos durmiendo y roncando a lo largo del colchón.

Luego, poco a poco mi vista se acostumbró a la oscuridad y pude distinguir las siluetas de los
que estaban en el colchón de enfrente, había otra persona durmiendo –el Galo– y estaba la
Turca, el Tito y el Negro, y dos perros bastante grandes. Me sorprendió ver a tanta gente en un
espacio tan pequeño, afuera hacía bastante frío y aquí adentro con tanta gente existía un calor
humano, muy húmedo, que templaba el ambiente vaporoso, similar al que se siente en una
micro llena.

116
Ibidem.
117
Los cholguanes son planchas de madera aglomerada, y las fonolas son planchas de cartón
grueso acanalado pintado con alquitrán o aceite quemado, que es utilizado en los techos de las casas de
emergencia o de sectores marginales de las grandes ciudades.

111
El murmullo que antes escuchaba desde afuera ahora era más intenso, todos reían y hablaban
al mismo tiempo. Nadie parecía estar muy atento en escuchar, todos querían hablar al mismo
tiempo. El Negro formalmente me presenta haciendo callar a todos, me presenta como un
amigo "periodista" que quiere hacer una "entrevista", y yo reparo diciendo que soy antropólogo
y no “periodista". Lo que despertó muchas preguntas acerca de lo que estudia la antropología y
de por qué yo tenía ese interés de conversar con ellos. La Turca me dijo que antes habían
venido unos periodistas de la tele a entrevistarlos, y que les preguntaban ¿cómo era la vida en
la calle?, Y que los de la tele estaban más interesados en saber si eran drogadictos o
delincuentes que en saber lo que pensaban de verdad, y de que querían grabarlos
consumiendo drogas, y que ellos les dieron en el gusto haciendo un show con cuática118, para
que se quedaran contentos los de la tele. Éstos en agradecimiento les regalaron unas botellas
de pisco. Luego dicen que unos amigos les contaron que salieron en el canal 9 de TV
Megavisión.

Poco a poco me fui acostumbrando y entrando en confianza, compartiendo el estrecho espacio


nueve personas y dos perros. Me invitaron a tomar en un frasco de vidrio en el que todos
bebían.

–¿qué es?–, Pregunté, mientras tomaba el primer sorbo de un trago tibio espumoso y muy
fuerte.
– checoslovaco–, me contestó el Negro
– es cerveza con pisco– me dijo un joven amigo de Pilar, que estaba muy acaramelado con
ella.

Encendí la grabadora y todos querían decir algo, todos estaban distorsionados119 y salieron
muchas historias, confesiones, cuentos, chistes, canciones, historias de amor, aventuras
policiales y experiencias en la cárcel.

El ambiente era muy distorsionado, salieron algunos pitos120, y aumentaron las risas y la
intensidad de las conversaciones carrete; el Peruano se puso a llorar y yo estaba confundido
sin saber qué hacer. Sólo atinaba a grabar intermitentemente, eran muchas cosas al mismo
tiempo.

Después el revisar la grabación de la cinta, me aportó una segunda lectura más pausada de lo
que sucedió esa noche. Mis sentidos estaban más puestos en vivir la experiencia que en
interpretar los detalles significativos de esos testimonios grabados. Primero, esos testimonios
fueron grabados en el contexto de una noche de carrete121. El efecto del alcohol y los pitos era
un componente esencial dentro de esta situación, donde en un estado de conciencia
evidentemente alterado, se dieron muchas confesiones o testimonios muy íntimos, cargados de
mucha emotividad. En esa noche cada uno me contó su historia, algunos rasgos de sus relatos

118
.- Histrionismo, parafernalia, dramatismo.
119
.- Borrachos, drogados, desbordados.
120
.- Cigarro de marihuana.
121
.- Fiesta, parranda.

112
me produjeron una desconfianza instantánea, –me están cuenteando– pensé, pues algunos
relatos me parecían estereotipados y fantásticos.

La Turca afirmaba ser hija de un musulmán muy importante de Turquía, algo así como un rey
que fue asesinado y que su madre le salvó la vida al entregarla a los militares chilenos, –ellos
la ingresaron al país– y le dieron otra identidad, pero su identidad real es: Eliana Samid
Adbarahamed. Ella dice ser millonaria y que está en la calle sólo por rebeldía, por que no le
interesa la plata, y que su mamá le dice: "busca un buen hombre para casarte, yo te pongo un
departamento y nada te va a faltar". La Turca al momento de hablar se pone a mezclar
palabras en francés, italiano y "turco", y dice que conoce muchos lugares del mundo. La Turca
dice estar muy enamorada de su Negro y dice: "soy hija del amor y por eso estoy pendiente de
todos, el amor es lo más importante en mi vida, los amo a todos. La embajada de Turquía me
tiene en impugna, por eso estoy yo acá pasando desapercibida".

El Negro.

El Negro me contó que desde muy chico se arrancaba de la casa, que vivía en La Legua y que
allí todavía están sus padres; pero él siempre prefirió la calle, siempre fue muy pelusa, y que
cantaba en las micros, y me cantó muy emocionado esta canción: (Golpeteando el ritmo con
una piedra el frasco de vidrio en el que estaba el checoslovaco).

Se llevan al Pelusita
camino del más allá...
murmuran unas vecinas
que el Pelusita al cielo se va.

Dice la gente
que no cantaba
que estaba enfermo de soledad...
y que por las noches
se preguntaba
por qué no tengo Papá ni Mamá.

Muy blanca su carrusita al


cielo del más allá... murmuran unas vecinas
que el Pelusita al cielo se va.

Muchachitas de cara triste,


caritas sin color,
que suben a las micros a entonar una canción,
no les nieguen una moneda
sino es perfecta su voz.

Muy blanca su carrusita ... (Bis)

113
El Negro además me contó que él tiene una familia e hijos; que se casó, pero que no pudo vivir
en casa, porque estaba acostumbrado a la vida libre de la calle, donde nadie le dice nada y él
hace lo que quiere. "Lo malo es que estoy mal acostumbrado cachay, soy alcohólico y no
puedo vivir con mi familia, no me hallo encerrado allí, y no quiero que me vean así todo
cuático"... pero eso sí me dan ganas de chantarme 122 y tener una casita, y un trabajo". El
Negro dice que lo intentó una vez; se casó, tuvo hijos y no funcionó, no se pudo chantar, pero
ahora quiere intentarlo con la Turca, porque está enamorado, pero la Turca no se quiere
chantar y no quiere dejar el vicio ni su estilo de vida libre.

El Negro es el más callado y reservado, indiscutiblemente es el líder del grupo y la autoridad


del ruco, él es quién se preocupa de todos y toma las decisiones de lo que hay que hacer. Su
carácter es el de un líder innato, todos lo admiran por escurrío123, bravo e inteligente. El Negro
es en definitiva un guerrero de la calle, es el más feroz en la pelea, –dicen todos– pero él se
hace el desentendido, siempre está callado y pensativo. El Negro dice conocer casi todas las
cárceles de Chile, porque ha sido patiperro, ha viajado al norte y al sur y siempre ha sido
ladilla124 y cae en la cárcel por desordenes y peleas. "soy muy inquieto cuando ando con
copete". En una ocasión se acercó y me dijo algo así: "seguramente tú no confías en nosotros
aun que tratas de hacerte el confiado, de eso yo me doy cuenta" –y agregó mirándome
fijamente a los ojos– "no es malo ser desconfiado, hay que ser desconfiado, yo tampoco confío
en ti pero me caes muy bien" –y me abrazó diciendo– "no creas que soy mala onda contigo,
¡me entiendes!, pero uno tiene que desconfiar siempre" –finalizó mirándome nuevamente a los
ojos y riéndose.

El Peruano dice que también a recorrido el mundo; primero se fue a España y en Barcelona
traficaba con hachís y heroína, que traían de Marruecos y de allí a Francia. Dice que en
Francia conoció al Galo, y que allí se farrearon todo el dinero que tenían y se vinieron a Chile.
Esta historia me parece más creíble porque evidentemente el Peruano tiene rasgos andinos y
conserva un acento peruano y habla con mucho detalle de su país. Al parecer habla francés y
se comunica con el Galo, quien sí tiene aspecto de francés y habla francés, aunque yo no le
entiendo una palabra, porque siempre lo he visto muy borracho y le cuesta hablar. Pero se
comunica con el Peruano en francés, creo que no mienten. En una oportunidad el Negro, me
comentó que iban a cobrar un giro que le había llegado de Francia al Galo, entonces estaban
tratando de mantenerlo despierto, pues estaba "muerto" de borracho tendido en un colchón. No
pude acompañarlos en esa oportunidad a cobrar el cheque, pero después me contaron que les
había ido muy bien, se habían tomado casi toda la plata entre muchos amigos y más encima
les había alcanzado para comprar ropa.

Pilar es una mujer muy callada, no presume de nada, todos la quieren mucho porque es "muy
buena tela"125. Ella es la más casera y no le gusta salir mucho, pasa harto tiempo cuidando el
ruco; cocina y lava ropa porque le gusta hacerlo "no siempre, pero a veces cuando me dan

122
Chantar es parar de beber y de consumir drogas.
123
Inteligente, atinado, astuto.
124
Desordenado, Inquieto.
125
Buena persona.

114
ganas". Pilar, me contó que vive en la calle desde los ocho años y que ha vivido hasta debajo
de los puentes en el río Mapocho. Siempre ha vivido con amigos la mayor parte del tiempo lo
ha vivido en caletas126. Pilar también dice que tiene familia, se casó y tuvo hijos, pero se
aburrió de vivir con su marido porque él le pegaba. Ella le entregó sus hijos a una hermana y a
su mamá y se fue de la población (La Pincoya). Pilar dice que prefiere vivir en la calle, aunque
de vez en cuando ve a sus hijos y a su familia.

En el ruco de calle Maipú, se podría decir que vivían en forma estable como una familia: el
Negro, la Turca, el Peruano y la Pili. Pero siempre llegan por las noches algunas visitas de la
casa. Entre los amigos frecuentes están el Flaco, el Kramer, el Galo y el Tito que se quedaban
de vez en cuando a dormir.

Las reuniones de noche en el ruco se repitieron varias veces, siempre con la misma estructura:
siempre había alcohol y en todas aparecía gente nueva, y ellos me presentaban a sus visitas y
todos pasaban a contar sus historias. Por ejemplo, el Kramer trabaja en la feria, él tiene casa
pero se desaparece una o dos semanas y se junta con sus amigos de la calle. A él le gusta la
casa pero también le gusta la calle; la vida libre y compartir con los amigos. Es de la población
La Pincoya, de allí conoce a la Pilar y anda con ella. Al Kramer le gusta tener plata segura, por
eso lleva muchos años trabajando en la feria libre de Portales, la de Rosas y la de Romero.
Dice que es rasta, y que viajó a Jamaica con unos amigos y allí se volvió Rastafari y se dejó
rastas (dredloocks) en el pelo. –No le creí mucho su cuento– pero para el resto él era un
auténtico rasta.

El Tito dice ser cinturón negro de karate y también dice saber capoeira, y se dedica a enseñar
sus habilidades en combates simulados o hace exhibición con los demás amigos que están tan
borrachos como él. En un momento casi todos –los que podíamos pararnos– jugamos a
combatir a patadas voladoras y golpes de karate muy descoordinados. En un momento el
Negro casi se pelea de verdad con el Tito por una patada que le llegó, pero más bien me
parecía que estaba celoso, porque el Tito estaba enseñándole en forma muy especial karate a
la Turca y ella decía "Tito, tú eres mí instructor personal, mí personal trainer".

Grabación y Fotos
o la verdadera casita de cristal.

Una vez en una de esas tantas noches, la Turca me dijo: "por qué mejor, en vez de anotar
tanto o grabar en cassettes, no te consigues una cámara filmadora y te hacemos una película,
así bien cuática, todos locos así, sexo, drogas y rockanrol, y también karate, cachay Y te
cuento mi historia, le ponemos a la película "la verdadera casita de cristal", ¿ah, cómo la veí?
"–me dijo la Turca.

126
Las caletas son lugares específicos de la ciudad que sirven de escondite-refugio, en donde
grupos de niños o jóvenes de la calle que se juntan a dormir, brindándose apoyo en comunidad.

115
La idea me gustó, ellos mismos se propusieron para hacer la película; pero la verdad es que
me produce algo de temor realizarla, si bien podría ser un excelente documento y poder utilizar
todo ese entusiasmo comunicativo y expresivo que muestran en forma espontánea,
evidentemente falsa y sobreactuada, llevando siempre a la broma todo lo referente a sus vidas.
Pero al final de sus juegos y representaciones dramáticas siempre se asoma la intimidad, se
les escapa de adentro de sus historias medio fantásticas e irreales127.

Lo que más me hace dudar sobre hacer el video, es que siempre me lo han propuesto con
entusiasmo cuando están borrachos, volados y eufóricos. Pero no lo han confirmado con el
mismo convencimiento cuando están sobrios. Esto me complica mucho. No quiero
aprovecharme, de la "vulnerabilidad de sus estados de conciencia alterada", en todo caso si lo
llego a hacer, nunca será con la intención de hacer nada que los pudiera perjudicar. Inclusive
las mismas fotos que les he sacado, que fueron al comienzo, cuando recién los estaba
conociendo. La impresión de esas primeras fotos me impactó tanto, que no he podido realizar
nuevas fotos, lo he evitado, no sé bien por qué. Tal vez si no los hubiera alcanzado a conocer
tanto, les hubiera sacado más fotos.

Apenas revelé la película les regalé las mejores fotos, que a ellos les gustaron mucho y me
agradecieron cariñosamente el regalo. No les molestaron para nada esas escenas íntimas que
las fotos retrataban sino todo lo contrario, les he regalado varias copias; "estas fotos valen
mucha plata" –me dijo la Turca.- "no vas a encontrar a nadie en el mundo como nosotros,
somos únicos". La verdad es que tener esas fotos en mis manos me ha inmovilizado, y no he
querido sacarles más fotos, por el momento es suficiente, me cuesta digerir toda esta
experiencia.

Con la grabadora me ha sucedido algo similar, a ellos les encanta grabar, cantar, contar
chistes, inventar voces y sonidos y después oírse; es como un juego, pero a veces se ponen
más serios. Creo que se sienten intrigados, -¿para qué quiere este antropólogo saber tanto de
nosotros? –Se preguntarán–. Yo les he explicado, pero parecen no creer que para mí sea tan
interesante escucharlos porque sí nomás. Seguramente están intrigados conmigo.

El día y la noche.

Radicalmente distinto es el animo y la disposición de todos los habitantes del ruco, cuando es
de noche y están borrachos, en comparación con la mañana cuando están sobrios. Las
conversaciones que hemos tenido en la mañana han sido muy distintas, abundan los
momentos de largo silencio sin emitir ninguna palabra; sólo miradas intensas que me daban la
sensación de complicidad y amistad, miradas afectivas tratando de expresar con actitudes
cosas que no pueden ser expresadas en palabras. No insisten en sus roles-fantasiosos de la
noche. Nos tomamos una taza de té, comemos un pan con mortadela. Es como si fuese otro
mundo ver los rucos con la luz clara de la mañana, se ven los desperdicios botados en el

127
Lo cual me hace recordar el texto de Erving Goffman en el que habla de las formas de
simulación en presentación publica. Goffman (1979).

116
suelo, las botellas, las colillas de cigarros y restos de comida. En los rostros se ven los efectos
del carrete (la parranda), pero todavía hay sonrisas, bromas y buen humor para seguir con las
labores del día; ir a buscar agua al grifo, darle de comer a los perros, lavar ropa, ordenar las
cosas y arreglar el ruco.

La Turca me muestra a su perro regalón, es un Alaska Malamute que se llama Joe, lo


encontraron un día en la calle o más bien dicen haber visto como saltó de una camioneta y
corrió por la calle. "El Joe se vino a vivir con nosotros por que es de la calle, cachay128 es libre
como nosotros" – dice la Turca con orgullo por su perro.

La Turca y el Negro fueron los primeros en llegar a este sitio eriazo, "antes arrendábamos una
pieza con el Negro en una pensión en la calle Chacabuco y después en Herrera, ahí
conocimos al Flaco, pero nos salía muy caro así que mejor nos vinimos a vivir a este sitio que
está bacán “– me dijo la Turca.

Pilar me cuenta "no somos malos pero le hacemos al choreo129, no somos ladrones, somos
oportunistas, si un gil deja su mochila botada es porque no la quiere cachai, entonces allí nos
escurrimos y ¡pah!.., tomamos la mochila o el bolso, porque perdieron por agitalos130, por no
cuidar sus cosas, hay que andar vivos". "Mi pololo es güiña131 de las mochilas allá en el
terminal, una vez tomó una mochila grande y tenía una carpa y nos fuimos con ella a la playa,
a Cartagena, y allá la vendimos e hicimos hartas monedas. Bueno, así uno se gana algo,
según la suerte, la oportunidad uno no la anda buscando" Me confiesa Pilar como esperando
ver mi reacción, como esperando ver si me espanto o no con lo que me ha dicho.

De la calle a la caleta, de la caleta al ruco.


(O El circuito de trashumancia).

El estudio de esta pequeña comunidad de ocupantes del sitio eriazo de la calle Maipú con
Santo Domingo, terminó rompiendo mi hipótesis ilusa de que los habitantes de estos sitios
fueran claramente definidos como nómades urbanos. Si bien se dedican a la recolección,
también la complementan con otras estrategias de explotación de los recursos de la calle.
Alternado la recolección y el reciclaje de objetos y materiales de la basura, con sofisticadas
estrategias de macheteo y trabajos esporádicos diversos como; cuidar y lavar autos en la calle,
vender cachureos, ayudar a los comerciantes en la feria libre e inclusive de vez en cuando
recurrir al robo oportunista.

También el estudio de la forma en que ellos ocupan estos sitios eriazos nos reveló una lógica
de ocupación muy distinta a la planteada al inicio de esta investigación de campo. La
constatación en terreno de un patrón de asentamiento tendiente a la sedentarización, como lo

128
Entender (viene de cachar, entender, captar.)
129
Robo menor
130
Tontos (viene de gil, tonto, torpe)
131
Hábil ladrón

117
es la construcción de rucos, los cuales reproducen el estilo de vida sedentario –urbano
rompieron mis presupuestos teóricos,

Los Habitantes del ruco de la calle Maipú se acercaron en algunas características a la


definición de “nómades urbanos”, pero también se alejaron al mismo tiempo de esta definición,
ya que en particular este grupo presentó rasgos propios de un asentamiento tendiente al
establecimiento permanente, o al menos, esa era la intención que manifestaron algunos de sus
ocupantes en la práctica, con la actitud de construir un ruco e ir consolidándolo cada vez más,
afianzando su autoconstrucción en la medida que la permanencia en el sitio fuera siendo cada
vez más prolongada. Así, la ocupación del sitio eriazo de calle Maipú, se parece en algún
grado a los movimientos sociales de toma de terrenos, cuando los pobladores sin vivienda se
organizan para tomarse ilegalmente terrenos baldíos, apropiándose de ellos y asentándose en
el lugar con la intención de permanecer en él. Pero los movimientos sociales de toma de
terrenos son estrategias de cohesión social, que se apoyan en lazos de solidaridad organizada,
y presionan políticamente a las autoridades y resisten activamente con todas sus fuerzas al
desalojo. En cambio la ocupación de sitios eriazos es una estrategia mas solitaria, mas
individualista, menos social, mas oportunista.

En el sitio eriazo de Maipú, se opta por una ocupación ilegal, pero se pretende pasar
inadvertido utilizando una estrategia de mimetismo urbano, lejos del alcance de la mirada de
los curiosos, y lejos de la vigilancia policial, tratando de ser lo menos evidentes, evitando
molestar a los vecinos, para refugiarse en un espacio de cierta intimidad al interior del sitio.

El Negro me contó que antes vivía en un ruco en un sitio eriazo bien piola en la calle Romero
con Sotomayor, hasta que los echaron de allí, antes vivió un tiempo debajo del puente del rio
Mapocho en una caleta, y antes de aquello arrendaba una pieza en una pensión en calle
Herrera. Una historia similar me contó Pilar, una trayectoria de vida en la calle, durmiendo en
distintas caletas, armar ruquitos o volver intermitentemente a su casa materna y de ésta de
vuelta a la calle.

Mi ingenua hipótesis se destrozó poco a poco al ir escuchando sus testimonios. La intermitente


vida errante entre la calle y el hogar, huir y volver interminablemente.. Los vínculos esporádicos
con sus núcleos familiares de origen, salieron a la vista después de aplicar una visión sistémica
a las redes de relación social que ellos establecían con su entorno. Al aplicar este enfoque de
redes, se hizo pedazos la ingenuidad del concepto de nómada urbano, imaginándolos como
sujetos automarginados de la sociedad por libre opción y deseo de autonomía. Existían redes
de relación que funcionaban como una especie de puente, de interacción emocional, con
vínculos afectivos, de parentesco o reciprocidad, con vínculos económicos o comerciales con
el entorno barrial. La autonomía del ruco tenía muchos cables conectados al sistema –en vez
de conformar un circuito autónomo u orientado hacía la autonomía– ellos aprovechaban los
intersticios del sistema para sobrevivir.

Lo interesante de esta investigación es que a nivel descriptivo, sirvió como una exploración que
abre posibilidades para una futura investigación que pueda investigar en profundidad, los
distintos patrones de asentamiento y estrategias de sobrevivencia adaptadas a vivir en función

118
de la calle y sus flujos de recursos. Para observar con más detalle las multiples formas de vivir
en la calle – las cuales se meten al mismo saco- ignorando sus particularidades. En este
trabajo de campo me di cuenta que no da lo mismo dormir en una caleta, que dormir en un
ruco, o en un banco de plaza. Tal vez los nómades urbanos que imaginé en el papel, a pesar
de no existir en la realidad, fueron un buen pretexto para observar empíricamente una realidad
compleja. No importa si calzan exactas o no estas imágenes especulativas, lo importante es
acercarse a los sujetos de carne y hueso, dejando de lado las obsesiones por alcanzar
certezas, de las cuales aparentemente nunca podremos estar seguros.

Tal vez, sino fuera por esta búsqueda guiada por la imaginación, nunca hubiera traspasado el
umbral del sitio eriazo de calle Maipú, donde conocí a personas reales con un imaginario sin
duda más alucinante que el mío.

Postdata

En noviembre del 2000 me encontré con el Flaco de la pensión de calle Herrera, me contó que
alguien le había prendido fuego al ruco de Maipú y que se quemó entero. Ellos creen que pudo
ser el dueño del sitio o la corredora de propiedades, para sacarlos de allí. Al día siguiente fui a
ver el ruco, y efectivamente sólo quedaban restos carbonizados de lo que fueron las cosas del
Negro, la Turca, la Pili y el Peruano. En enero del 2007 volví a encontrarme con el Negro y la
turca en la Plaza Brasil, ellos siguen juntos como pareja, después de separarse en varias
oportunidades y volverse a juntar; ellos vivieron en Concepción, Valparaíso e Iquique. Tuvieron
un hijo y perdieron otro. Su hijo vive con la madre de la Turca, ellos no se sienten capaces de
poder cuidarlo, pero lo visitan de vez en cuando.

Referencias Bibliográficas

-Augé, Marc (1988). “Lugares y no lugares de la ciudad”. En: Actas del Tercer Congreso
Chileno de Antropología, Tomo 1.
-Barahona, Rafael (1999), “Un campesino por dentro”. En: Revista AL-STERRA N°1, diciembre
Escuela de Antropología de la Universidad Bolivariana de Chile.
Barbero, Jesús Martín. “Dinámicas urbanas de la cultura”: En: Gaceta de Colcultura N°12,
diciembre de 1991, Instituto Colombiano de Cultura.
García Canclini, Néstor (1999). “Culturas urbanas de fin de siglo”.
http://www.crim.unam.mx/cultura/ponencias/ponen2faseindice/Canclini.htm
Goffman, Erving (1979). “La presentación del yo en la vida cotidiana". Editorial Amorrortu,
Buenos Aires.
Harris, Marvin (1971). “Introducción a la Antropología General”. Editorial Alianza Universidad.
Mackenna Terence (1992). “El manjar de los Dioses”. Editorial Paidós, Buenos Aires.
Harris, Marvin (1971). Introducción a la Antropología General. Editorial Alianza Universidad.
Mackenna Terence (1992). El manjar de los Dioses. Editorial Paidós, Buenos Aires.

119
el habla

120
De los cinco años que llevo aquí
La historia de Daniel132.

¿Cómo te llamas?
Yo me llamo Daniel, tengo 28 años. Soy de Chiloé, de la isla Teuquelin, está al lado de
Cahuash

¿Tienes más hermanos?


Tenía, murieron. Éramos siete, queda una hermana, pero ahora es tortillera133. Los otros son
finao`, el mar los mató... murieron. Vivía con mi papá y mi madrastra y mis seis hermanos,
conmigo siete. Pero yo era el último, el concho, por eso a mi no me pescaban.

¿Eran pescadores?
Mi papá también, pero el viejo era un gueveta134, un ladrón internacional. Íbamos pa´ la
albacora, el loco, todas esas cosas. Yo soy buzo pescador, pero aquí no me sirve de nada,
aquí no me sirve mi tic.

¿Y cuántos años tenías cuando te fuiste de la casa?


Yo tenía 15 años, cuando fui papá. Dejé preñá135 a una mina136 y me arranqué (risas). A la
señora del gendarme, la dejé y me fui, ¡andá fui bonito! (…) ¡patas negras!. Me estaba
tirando137 (risas), me estaba tirando a la señora de un detective y yo no sabía, él quería
agarrarme a combo, me salió con un fierro138.... pero bueno (risas) ¡salí de vuelo! Me fui a
Iquique, estuve en Osorno, después me fui a Iquique.

¿Cómo llegaste a Valparaíso?


Tratando de conocer, ¡vine a conocer!... ¡y aquí quedé pegao`! cinco años voy a cumplir, ya los
cumplí ya.

En estos cinco años qué has hecho


Estuve preso, cumplí un tiempo y ¡ahora estoy aquí!. Fueron 8 meses.

¿Igual has estado más tiempo acá que preso?


Si po`, he estado más tiempo en la calle. ¡no les compro a los pacos, no les compro! (…) En
estos cinco años estuve viviendo en la Ratonera, ahí viví, harto tiempo viví... ahí viví como un
año más. Después viví en la San Mateo, después viví allá en la Caleta Portales, después arriba
en, ahora con la bruja, viví allí en… San Roque. Y de ahí pura calle no más, en la Intendencia,
poniéndole gueno en la Intendencia. Anoche me quedé en la Intendencia, porque ese otro se
llevó la frazá'. Con el Lucho dormí anoche, pero no teníamos la frazá', se la llevó el Gato. ¿Ya
andai con el pica-pica139 también? (ríe).

No, no es nada (ríe) no me ha pasado nada


... ese gil te pegó el pica-pica (ríe).

132
Historia de vida realizada por Francisca Retamales
133
Lesbiana
134
Aclarar
135
Embarazada
136
Mujer
137
Aclarar
138
Aclarar
139
Sinónimo de sarna

121
¿En la Ratonera vivías con más gente?
Éramos ocho… pura gente atorrante venía.

¿Sólo hombres?
Mujeres también. Habían mujeres bonitas, pero nunca nosotros nos pasamos película con las
mujeres, las echamos pa` fuera. No me gustan a mi, o sea, no es que no me gusten, las
echaba pa´ fuera porque no me gusta que tomen con uno. ¡yo las echaba!. Las mujeres son
muy cuáticas140 ¡arman cualquier escándalo!. Sabe que... yo no, no, caminaba pa` otro lado no
más yo. Ahí éramos, más de ocho éramos, éramos como doce, fuera de las mujeres, pero las
mujeres yo no las cuento, no sirven (risas). Cocinábamos, era bueeeno ahí po`, ahí yo
cocinaba, teníamos una olla y nos juntábamos todos, por ejemplo: tú te movíai por algo, yo me
movía por algo y ¡pum!, los otros se movían por un vino, ¡pum!.

¿Cuando dices movían, es macheteo?


Macheteo141. Cada cual sabía dónde macheteaba. En el centro... ¡yo me movía p‟al centro!

¿Por qué te fuiste de ahí?


Más de un año… me fui porque la cerraron. Igual ahora quiero abrirla, voy a reventar pa` dentro
y voy a ir a acostarme pa` dentro.

¿Y de ahí te fuiste a la San Mateo?


No, miento... en la San Mateo empecé primero, pero cuando me fui en cana142, salí, y de ahí no
fui más a la San Mateo. Ahí vivía con otro viejo ¡si nunca voy a vivir solo!, nunca me ha gustado
andar solo ¡y menos gueviando solo!, yo soy caminante con… (se encuentra con un amigo).

Me decías que no te gusta andar solo


Yo no puedo andar solo… ¿no es el cebolla que anda ahí?, no…

¿Dónde conoces a la gente con quien vives?


Yo los conozco, ¡no sé!... me los llevo por, por el cerebro, la estudio ¡igual que a usted!, igual
que a todos estos giles de aquí. ¡Estos giles me tienen mala a mí!, me tienen envidia, envidia
¿sabe por qué?, porque saben que yo me movilizo, yo no me quedo echado en los huevos,
salgo pal` centro, y usted ha visto dónde yo he llegado, ¡estos giles, no hacen ni un brillo, ni un
brillo!. Ayer me agarré con uno, me pegó un fierrazo a mi, y un fierrazo al Lucho. Pero a mi no
me pego na‟, porque el me alcanzó a salvar o si no me pegan un fierrazo a mi

¿Por qué pelearon?


Porque yo me muevo, usted lo conoce es un gil… el canoso ese que anda, que tiene una
hernia aquí, ese… y yo soy... soy ganador, que me va a venir a cuentiarme a mi el gil

¿Después de la Ratonera, adónde te fuiste?


Me fui donde mi señora.

¿No pasaste por caleta Portales?

140
Aclarar.
141
El macheteo es una de las prácticas que provee a los vagabundos o personas de la calle de
dinero. Consiste en pedir abiertamente a diferentes personas que van pasando por la calle una moneda
o en su defecto cigarrillos.
142
Cárcel

122
A no... pero ahí fue, esa fue otra, otra tomatera, estuve viviendo en la caleta Portales, ¡pero ahí
era bueno si!, ahí cocinaba, era bueno ahí po`. Ahí vivíamos hartos, vivíamos como trece,
hombres y mujeres, que, no servían pa ná`, ni una las viejas (se ríe), no, la legal… ahí fue
poco, 6 meses. Ahí íbamos a Uruguay, ¿conoce Uruguay?


Ya, ahí. Donde están los rati, ... al ladito, donde esta la botillería, ahí. ¡Pero ahí la hacíamos
bonita si! Ganábamos harto, ganábamos guenas monedas, qué... en un ratito nos poníamos y
¡pum!. Y decía la gente: “anda a trabajar” ¡qué anda a trabajar gil, dame mone‟as, y pum!,
quinientos, luca, al tiro. Y aparecíamos como en seis, siete lucas ¡si po`! a la hora que era. De
repente íbamos temprano, de repente íbamos tarde, ahora no he ido pa allá, ¡tengo unos
clientes guenos allá si!, o sea yo les digo “clientes”. Ahora voy pa allá a la subida Ecuador. Si
porque aquí no, aquí no, aquí son pobres, estos atorrantes de aquí son pobres.

¿Después de esos seis meses, qué pasó?


Me fui pa´ arriba, me enamoré, fui papá… claro ¡el cabro chico no se parece a mi si po`!, ¡no se
parece en ná‟ a mí! cumplió un año no más, ¡adónde la viste!... ¡adonde voy a vivir con lo
gueno, tai‟ más fresca!, si el cabro chico no tiene ni una pinta mía. Uy!!!... está saliendo el olor a
hierba, ¿a dónde está saliendo olor a hierba?.

¿Tu señora tiene casa?


Si, ahí en San Roque. Y no voy pa` arriba, no voy, ¡y no voy a ir tampoco! yo soy desgraciado,
¡si ella es desgraciada, yo soy más desgraciado todavía!, yo soy pintamono… ahora estoy
loco… ¿está abierta la Matriz?

No, está cerrada


¡Qué cresta!, entonces ¿cómo estoy viendo que entran giles a cada rato?

Están sentados igual que nosotros, pero en la escalera de al lado


¡No... están na`!

Están ahí, lo que pasa es que de aquí no se ven


¡ …! Yo estoy pato.

¿Cuánto tiempo viviste con tu mujer?


En la casa harto tiempo viví yo, trabajé yo. Yo fui chofer, me quitaron la licencia los pacos, me
la quitaron porque atropellé a una vieja, ¡atropellé a una vieja ¿qué tanta cuestión? y aquí estoy
po`!. A ella no le pasó na`, pero me quitaron mi auto. Yo tenía un Peugeot 404, tenía un auto,
tenía una liquidación que era guena ¡y ahí quede nomás!

¿El auto cómo lo conseguiste?


¡Trabajando! ¿qué cree que me lo regalaron?, ¡¡¡me lo compré con mi trabajo, con mi
esfuerzo!!!, pero lo perdí ¡ahí quedé tirao`, ahora no tengo na`!... todavía le estoy debiendo
ciento setenta lucas143, y no le voy a pagar, ¡adonde le voy a pagarle, vieja fresca!, ciento
setenta lucas ¿de dónde le voy a sacarle? ¡shi..., no estoy ni ahí!, no le pago ni loco, claro que
me va a tener en cana, seguro si po`... acaso seré gil.

¿En qué trabajabas?

143
Dinero

123
Si poh, trabajé en varias cosas, de chofer, trabajé como carpintero, yo soy carpintero de
terminaciones. ¡Hacía terminaciones bonitas y me mandé un condoro144!, me robé una
herramientas y me pilló el jefe, ¡ahí ta‟ po`, me echaron cagando! (se ríe)… ¡tan gil que es uno
… pa` puro tomar copete!, me traía más de treinta lucas, y tenía salvado no se pa` qué cresta la
hice. Estuve seis meses, y el loco me dice que vaya a trabajar de nuevo, ¡ pero ya se pierde la
confianza!, se perdió la confianza ya, ya no es la misma confianza que tenía antes de la
choreo145, ¿qué voy a ir? no, me hago el gil nomás, igual el tonto sabe que yo trabajo bien.

¿Cómo fue que llegaste a la calle de nuevo, al Puerto?


Que si yo siempre... siempre he andado así, de los cinco años que llevo aquí, los cinco años
me los he tirado en la calle. De repente la bruja me busca y toda la cuestión. Ella me viene a
buscar, el otro día quería presentársela, haber cuándo..., ayer po`..., el sábado, cuando ella
vino usted no estaba, yo quería presentársela para ver, porque le dijeron que yo andaba con
una cabra146, por usted, ¿que yo andaba con una cabra? Y después me acordé... ¡¡¡ah!!!... era
usted, ¡y que le dije vieja bruja!, es vieja. Ella tiene cuarenta y cinco parece, no miento,
cuarenta... parece que tiene, por ahí va.

¿Ella tiene dos hijos, el tuyo y otro más?


Si, dice que es mío, pero no le creo na si po`. Ella me busca ¡pero no quiero!, a mi me gusta
esta cuestión, a mi me gusta la calle, la libertad, yo soy igual que el Mell Gibson ¿ah?,
¡libertaad! (risas) ¿vio la película?

Sí, si la vi
Corazón valiente, ¡a mi me gusta esta cuestion!, no sé po`... mi libertad, no me gusta que me
manden, ¡a mi me gusta todo esto!, y el Puerto sabe que tiene..., da..., da pa` que uno ande
gueviando así.

¿La plaza Echaurren, qué es para ti este lugar?


Mi casa. Es mi ganancia, yo aquí gano, aunque nadie me crea, ¡gano aquí en esta plaza!,
cinco, seis lucas diarias, aquí en la pura plaza, fuera de lo que hago pa` arriba,... pa` arriba
hago más money147.

¿Me decías que es tu casa?


Sí, mi casa, si aquí duermo (…) ¡me como este lugar! porque yo soy de aquí, tampoco criado,
pero soy de aquí (…) es el ambiente. Estos giles de aquí, todos estos son giles gueones..., si
yo soy bacán. Son cinco años aquí, pero no siempre, igual tengo mi bruja… y mi cabro chico...,
Ese es el que me… me voy a ir a pelear con ese gil, después me agarraré a combos con él,
más grandote que yo (…) Pero ahora si el gueon se va, me voy, me voy yo pa` la casa...,
porque se va el hijo, tiene dieciocho años, ¡ya esta bastante hediondo el pendejo148, que se
mueva!, y ahí voy, voy a entrar yo. Voy a hacer cositas guenas, cosas de mayores, ahí usted no
va a poder estar (risas), pero yo soy así po`.

144
Error, equivocación, caída.
145
Hurto, robo menor.
146
Mujer joven
147
Dinero
148
Niño

124
El sabor de la calle
La historia de Luis149

.
En esta vida estalló el trueno del clamor,
muchas veces despierto en el instante,
no sólo amanezco para disfrutar del sol y el océano,
sino que tengo que luchar por las horas de mi vida.

No debí aventurarme a salir de la casa,


estalló un trueno en mi clamor,
tengo los ojos pálidos de un soñador,
la luna ya no brilla,
las flores de mi corazón ya se marchitaron
junto a la puerta de mis sentimientos.

Quiero sacar la luz de la razón,


la verdad de los ventanales no explican
la razón de las llamas de la vida,
tengo unas ideas de tripulaciones,
quiero abrir camino,
tengo un camino rocoso y peligro.
(Luis, nov. 2006)

Yo nací el 14 de septiembre del 75`, me crié en un hogar y me salí de ahí a los diecisiete años
es demasiado triste esa historia… si fuera por olvidarla me gustaría olvidar, y no acordarme
nunca más de esa historia. Yo fui, algo bien personal voy decir, yo fui violado a los ocho años
en el hogar por el director, y el director para recompensar lo que hizo, me compró ropa,
zapatillas de todo. Yo creo que eso me tiene marcado, ósea ser violado siendo un niño de ocho
años ¿a quién le gustaría?, el director no tuvo compasión de mi…yo me he hecho el examen,
cada seis meses me hago el examen de sida, porque tengo miedo a que el director, porque yo
sé que no es la primera vez que se había violado a una persona… nunca lo he contado, nunca
149
El presente relato corresponde a la edición de las entrevistas realizadas a Luis durante los días
8 y 14 de Noviembre del 2006. La edición se realizó a pedido de Luis para entregar el relato a la “tía
Anita”, asistente social con quien mantiene contacto permanente y quien representa el único vínculo
afectivo fuera del ámbito de la calle. El proceso de edición se realizó de manera conjunta.

125
he contado también que yo tengo un hijo con mi hermana, a nadie le he contado. No sé, de
repente trato de pensar positivo diciendo “por algo pasan las cosas”.

Del hogar me fui, ósea, me escape a los 17 años, no porque quería irme a tomar, no, me
escapé para conocer a mi viejita pensando de manera bien positiva, diciendo: “por todo el amor
que no me dio en este tiempo, yo creo que me lo va a dar ahora”, con esa intensión iba yo, que
iba a ser cariñoso todo. Resulta que tenía una envidia, una envidia sana si, todos los días
domingos iban a ver a mis compañeros y yo era uno de los pocos que no iban a verlo, me
daban como celos, y empecé a averiguar entre los tíos sobre mi familia, averigüé como llegué
al hogar; llegué en una canasta a los seis meses con el certificado de nacimiento, ellos me
ayudaron, se demoraron como tres meses en darme la dirección y fui a busca a mi mamá.

Estuve tres meses en la casa, y a los tres meses me fui. Lo que me dolió, realmente lo que me
dolió, no fue que no me haya ido a ver, porque la iba a perdonar. Yo quería tener una
conversación personal con ella, ya se había separado y todo, y me dijo: “yo esta familia por ti
no la voy a perder”, ¡eso me dolió mucho! Ella murió, y hasta el día de hoy nunca la perdoné,
ahí me fui de la casa y me vine aquí a Valparaíso.

Yo no conocía Valparaíso y me vine, no llegué aquí, al puerto, puerto, llegué a la plaza


O´Higgins. Allá estuve como dos semanas en la plaza misma, no llegué macheteando al tiro,
llegué demasiado asustado, a los 17 años no fumaba ni tomaba, en el hogar no pescaba ni una
escoba. El puerto lo conocí por una persona que era homosexual, el me trajo para acá, como
yo tenía necesidad y no conocía el puerto enganche con él, y me quedé con él, ósea, un
tiempo, ya cuando empecé a conocer el puerto me separé de él. Para estar en la calle muchas
veces hay que hacerle a todo, aunque digan que son hombres, todos han pasado por un gay,
por ejemplo si un gay dice: “si tienes sexo oral conmigo te pago cinco mil pesos” el que está en
la calle va, va, aquí nadie puede decir que no ha estado, como se dice vulgarmente, con un
maricon, nadie puede decir que no… la plaza Victoria es bien conocida porque andan hartos
gay, en la noche llegan, y conocí a un viejo y me llevo al departamento, me tuvo viviendo ahí,
igual tenía que hacerle el favor y toda la cuestión, pero yo estando bajo techo lo hacía.

Más que nada al principio empecé a tomar por el frío, para la noche, la plata la conseguía en el
mercado, ahí me iba a trabajar porque me hice amigo de esta persona, él me hizo la movida y
empecé a trabajar en el mercado en la noche, de amanecida, a las cinco de la mañana cuando
llegaban los camiones. Ahí es bien conocido el ron para el frío, ahí empecé a tomar y me
acostumbre, antes tomaba ron no tomaba vino, después me fui del departamento porque no me
gustó esa vida, la encontraba demasiado humillante. Ahí me fui a la playa Carballo, al
restaurante del “Pato Peñalosa”, ahí trabajé, incluso la jodí si porque habían tres personas:
había un junior para las compras, un copero, el planchero y yo. Entre a trabajar recomendado y
le quité la pega a los tres, y me quedé con las tres pegas; de junior, de planchero y para las
compras, eran tres pegas por mil quinientos pesos, trabajaba de las nueve de la mañana hasta
como las tres de la mañana por mil quinientos diarios, y como ya empecé a tomar, sacaba
pisco y después me lo descontaban, me lo dejaban a setecientos pesos y tomaba.

Antes arrendaba una pieza, me cobraban dos mil pero éramos cuatro: era el Geral, el Miguel,
que un día casi nos mata en el auto, el Mister Gato y yo, arrendábamos una pieza en dos mil,
allá donde esta el “don Carlos”, el restauran, al ladito. Ahí estuve como tres meses, y pasó que

126
el Geral se fue, el Gato se fue por otro lado y era muy pesado para mí pagar todo solo, así que
la perdí.

Ahora los del grupo, legalmente somos cuatro: el Daniel, el viejito, don Albert, el loco Lilo y yo,
somos los cuatro que siempre pasamos juntos, los otros que llegan son como visitas. Con el
Daniel somos como los más juntos, don Albert tiene su departamento y el loco Lilo duerme en
el Ejército de Salvación, pero los más legales, los que vamos a trabajar somos yo y el Daniel,
eso hace tres meses.

Nosotros con el Daniel dormimos en el ruco, lo único que le destaco a el ruco es que si llueve
no nos mojamos, porque en el sentido de la intemperie dormimos en tierra, no somos capaces
ni de buscar un par de cartones para tirarlos en el suelo, otra que estamos al frente de la
intendencia, por lo cual a las cinco de la mañana empiezan a pasar las micros y empiezan a
despertarnos con el ruido, otra que hay un escalón y llega gente a tomar ahí y también nos
despiertan, y otra; ¡que hay muchos perros que también llegan!, ósea, si fuera por elegir ¡yo
prefiero mil veces el Santiaguillo150, porque en el Santiaguillo por ultimo hay un colchón, y me
tapo con la chaqueta!. Ayer me tuve que tapar con la chaqueta, pero igual tuve frío, esta vida…
que puedo decir, ¡esta vida no es para un perro yo creo!, después la vida te pasa la cuenta, yo
he tenido experiencias y por eso digo, dicen que después de los cincuenta años la vida te pasa
la cuenta por todo lo que has vivido en la calle, empiezas con los dolores, con enfermedades.
En la noche me pongo a llorar, no todas las noches, pero hay varias noches que me pongo a
llorar diciendo: “señor, ¿pero por qué tengo que pasar esta vida?” son cosas que a uno le dan
rabia, si el señor nos dio un don cierto, porqué yo no tengo la fuerza de voluntad para
levantarme y decir “¡ya basta, no voy a tomar más, nunca más!” ¿Por qué no lo puedo hacer?
Eso es lo que yo me pregunto, por qué yo no puedo hacerlo, tengo mi buen trabajo, tengo una
profesión, tengo buena situación y resulta que por qué tengo que estar pasando esto, a eso voy
yo. La he sufrido las mil y una, esta vida no se la deseo ni a mi peor enemigo, porque es una
vida puta, es triste, amargada, tienes soledad, no sientes amor, no sabes que hacer. Yo he
tratado tres veces de matarme, tres veces me he tirado al mar y he nadado hasta cansarme y
no se porqué cresta, esta vida no es para una persona, para un ser humano, porque uno no se
la merece, no, Dios no te hizo para esto, no te hizo para que uno la sufra, para que uno tome,
para que uno se drogue, yo no me drogo, pero cuesta… igual da rabia porque uno no tiene la
capacidad de dominarse y decir “ya, yo puedo hacerlo, voy a cambiar mi vida”, es super difícil,
yo no me siento contento con esta vida. Uno se despierta en la mañana y no es muy alegre
despertar con tiritón, yo no tomo tranquilo, yo no soy feliz porque tomo, nosotros no nos
tomamos un trago con alegría, con felicidad, el Daniel tampoco se lo toma con alegría, yo sé
porque conversamos en las noches, de repente nos dan las dos, las tres de la mañana y
despierto al Daniel y le digo: “Daniel sabes qué, préndete un cigarro” y empezamos a conversar
sobre nuestras vidas, el Daniel no esta contento porque esta tomando, no porque nos vean
todos los días tomando somos felices, no, somos infelices, somos super infelices.

Cuando nos levantamos una de dos; el Daniel me despierta a mí, o yo lo despierto a él, en el
ruco siempre. Amanecemos con dos chimbombos, uno lleno y otro hasta la mitad, ese lo
tomamos ahí en la subida Ecuador, amanecemos con un chimbombo, con un Derby diez y con
monedas; “ya Daniel, son como las ocho” porque mas o menos calculamos la hora. Nos
sentamos unos veinte minutos, el Daniel hace sus necesidades y yo también, pero yo lo hago
150
Barco que llegó a las costas de Valparaíso en la época de la conquista y que hoy se encuentra
en exposición como monumento nacional en el paseo costero del Muelle Prat.

127
para el otro lado, nos tomamos la mitad del chimbombo, nos fumamos unos cigarros y
empezamos a caminar. Doblamos adonde esta la intendencia, la primera cuadra, doblamos
hacia Errazuriz por el solcito, y ahí nos vamos derecho por Errazuriz hasta acá, doblamos por
el mercado, por Clave, ahí doblamos y tenemos un chimbombo lleno si, cigarros y plata,
llegamos a la plaza y empezamos a tomar.

No son todos amigos, pero al Daniel cando le cae bien una persona y a mi, me cae bien
también la misma persona le convidamos, por ejemplo el pelaito, el Harri, ese compadre toma
con nosotros y después se va a tomar al “Hoyo”, porqué no dice “chiquillos, ahí hay doscientos
pesos”…

Estamos todo el día en la plaza Echaurren, pero hay que ser ubicado. A nosotros los
drogadictos nos caen mal, los traficantes nos caen mal, no nos juntamos con ellos para nada, a
los que somos del grupo tiene que ser, no alcohólico, pero si que le guste el trago, puro vino.
Están también en la calle los que son choros151, los que se creen ser choros, creen que la
llevan en la calle, y uno siempre tiene un dicho “¿a dónde están los choros? Porque dicen que
los choros están arriba en la cárcel, mentira los choros están en la calle, ósea, si a una persona
le pido veinte pesos y me dice: “no tengo” y me hecha la choriá, yo agacho el moño y me voy,
¡para qué pelear con una persona por veinte pesos o por una moneda!, prefiero mil veces
agachar el moño aunque digan “ah soy tonto”, me voy, por eso no he manchado mis papeles,
porque muchas veces me han echado la aniñada 152en la calle me dicen: “chorizo” así , porque
hablan así “chorizo” yo le digo “¿qué?” “sabí que me falta una gambita153” “sabí que no tengo
guachito”, porque hay que hablar igual que los cabros, “no tengo guachito154” “cómo vai a ser
tan cagao155 “, ¡y al tiro el garabato!, “no si no tengo, si tuviera la gamba te la paso, pero no
tengo” “y que te pasa y la conchetuma…” yo sigo caminando porque al momento que soy mas
parado y me devuelvo “y que te pasa gil y la … “, pero muchas veces a uno lo ven por tonto
porque es alcohólico.

En la plaza tomamos y macheteamos a la vez, de repente macheteo solo y le digo “¡ya po`
Daniel, si aquí todos los monos bailan!” cuando hay cinco, seis “¡ya, tres gambas cada uno!” el
chimbombo vale nueve cincuenta y nos hacemos los nueve cincuenta en tres minutos, y de ahí
sale el otro, y de ahí el otro, son como doce chimbombo solo en la plaza. Ahí esperamos las
siete para ir al cuatro veintiuno, cenamos y de ahí nos vamos a la subida Ecuador
macheteando de aquí hacia allá; tomamos Serrano, llegamos hasta la Sotomayor, bajamos a
Errazuriz, y de Errazuriz tomamos todo hacia allá, pasamos la Shell, pasamos Bellavista y de
ahí nos tiramos hacia arriba. Nos vamos por Errazuriz porque la gente a esa hora, cuando
nosotros nos vamos, está esperando la micro, hay mas gente, y ahí ¡se le machetea hasta el
aire! hasta a los mismo pacos le hemos macheteado. Yo hago una cuestión así, es bien
cuática156 la cosa, pero la gente se ríe igual y me pasa plata, digo: “¡ya (aplaudo), vamos a
ponernos las pilas!: reina hermosa faltan veinte pesos para comprar un litro de pan” y la gente
151
Apelativo con que se nombra comúnmente a las personas del puerto y que se caracterizan por
buscar peleas, más que una manera de ser es un impostura de ofensiva.
152
Se refiere a enfrentar verbalmente a otra persona, insultándola de manera agresiva incitando al
conflicto.
153
Nombre informal para la moneda de $100.
154
“Compadre”, amigo.
155
Egoísta
156
Tiene varios significados de acuedo al contexto en el que se le use; en este caso se usa para
nombrar un acto expresivo, gestual exagerado.

128
se ríe “¿pa´ un litro de pan?” “no, pa un kilo de vino” “por ser sincero te los doy” y no pasan
veinte, pasan cien pesitos, quinientos pesitos.

Un día sábado que tuve que hacer la hora, estaba en Errazuriz, antes tenía dos oficinas, pero
ahora ocupo una; una oficina es donde macheteamos, donde nos sentamos a machetear,
bueno, resulta que en Errazuriz donde están los pub, un día le macheteo a un caballero, se
bajó del auto y le dije “ ¡mi rey sabe que tengo sed, me faltan veinte pesos para comprar un litro
de pan!” me dijo “ a la vuelta”, eran como las tres de la mañana, “ya” le dije “ a la vuelta se la
cobro”, “ya” me dijo “a la vuelta”. No lo pude creer, no la creí, ahí estaba con el Gerald, con mi
ex compañero, sale y eran ya como las cinco de la mañana, a las cinco de la mañana día
viernes y sábado es super bueno, y sale el caballero y le digo “ya pue, ahora, ¿usted no me dijo
a la vuelta?”, “ah” me dijo “de veras”, abre la billetera y me pasa diez mil pesos, ¡diez mil pesos!
no podía creerla. Aquí hay una botillería que trabaja toda la noche y hay que tocarle así brum,
la Merval, y partí a comprarme una garrafa, ¡cara dura!... yo he vivido muchas cosas.

Macheteamos por necesidad, no macheteamos porque nos guste machetear, siempre nos
aseguramos unas monedas para el día siguiente, porque esta vida hay que sobrevivirla, no es
llegar y que habrán el cuatro veintiuno y comer un plato de comida, y machetear, y después
irse a dormir al ruco donde vivimos nosotros ¡no!. Uno está expuesto a que lo asalten, esta
expuesto a que te de una enfermedad, por ejemplo el otro día estábamos en la subida Ecuador
y llega una niña como de diecisiete años, joven, encachada, buen cuerpo, llega adonde
estábamos macheteando, y se sienta al lado de nosotros, y el Daniel tenía relaciones sexuales
con ella, ahí mismo, pero un poquito mas allá y me dice “Lucho: ¿querí la parte?”, “ya” le dije,
yo entona'o157, pero no tuve erección como se dice, con el trago no tuve, yo pensando que iba a
tener y no pude, y resulta que la pierna después, ya pasó como una hora, la voy viendo, ósea
el Daniel se dio cuenta, y al frente estaba con otra persona más teniendo relaciones ¿Qué
esperas tú de esa mujer?… yo me acordé de una historia. Había una historia verídica que pasó
en La Serena, porque yo tengo una tía en Ovalle, resulta que dicen que hay una mujer que
tenía un buen cuerpo, que era rubia, de ojos azules, resulta que tomaba los buses y se sentaba
al lado de los hombres, esta persona se acostaba con los hombres y le dejaba un ramo de
rosas negras y le decía: “bienvenido a la muerte” y le dejaba un letrero con las rosas negras…
la mujer tenía SIIDA, el SIDA se lo habían pegado y ella como venganza se desquito con los
hombres. Entonces, ¿por qué esa mujer se andaba regalando? a eso voy yo. Creo que toda
mujer debe ser respetada, pero si yo veo que una mujer, que tu no conoces, viene, se sienta al
lado, nos pide un trago y le damos, y el Daniel le empieza a picar la guía, y le da, y la mujer se
abre de piernas ¡es mal mirada!, el hombre como es demasiado machista qué va a decir; “mira
esa que va pasando ahí es fácil, con un trago acuérdate que se va a curar y te va a dar la pasá”
eso va a decir el hombre.

Hace ocho años que estoy en la calle. Cuando uno esta en la calle siente, tiene soledad,
interiormente, aunque estés con diez amigos tomando, es una soledad interior, no es una
soledad porque ando solo, no, uno no se siente amado, no se siente respetado, uno se siente
sucio… yo ando todo cochino, ¿porqué ando cochino? ¡para el macheteo!, no porque me gusta
andar así. Si yo me afeitara, me cambiara de ropa, me cambiara de zapatos y fuera a
machetear a la subida Ecuador ¿me van a dar?, posiblemente me pueden dar, pero así es
mucho mejor, ¿por qué no me afeito? por lo mismo, porque yo se que tengo que sobrevivir.
Ayer no mas me lavé el pelo, nos pasaron una bolsa de ropa, no me cambio porque yo se que

157
Embriagado

129
así voy a conseguir plata, pero si voy limpiecito, afeitado, con el pelo bien cortito no me van dar
y yo tengo que sobrevivir, tengo que sobrevivir.

Con el Daniel no nos cuesta nada pagar una pieza, en el día nos tomamos doce, trece
chimbombo, aparte de los cigarros, aparte de lo que hacemos allá en la subida ecuador, ósea,
no nos cuesta nada arrendar una pieza, pero con la plata compramos puro copete158, nos
alimentamos del 421, del Hogar de Cristo y de Remar que llega los días martes jueves y
sábado, es de lo único que nos alimentamos, esperamos a que lleguen. Ahora, si nos da
hambre todos nos movilizamos, no somos tan flojos, si de repente queremos comernos un
mariscal “¡ya!” decimos “todos los monos bailan, ¿cuántos somos? ya, somos cinco, tres
gambas cada uno”, nos hacemos las tres gambas, compramos el mariscal, nos conseguimos
unos limones y hacemos el mariscal, ahí en la misma plaza, a puro macheteo.

Yo no tomo porque me guste el trago, tomo más que nada por el frío, para olvidar problemas,
para relajarme, yo se que estoy enfermo del alcohol, que soy un alcohólico, yo me pregunto
“¿esto es una elección de vida?”; creo que si, la pensé bien y sí, una porque nadie te pone una
pistola en la cabeza para que te tomes un vino, nadie te manda, no es tanto que uno no quiera
salir, es que uno solo no puede, ósea, si una persona digiera “chiquillos saben que yo tengo
este proyecto y este proyecto para que puedan salir del alcohol, para que puedan salir de a
poquitito, le damos dos semanas para que salgan, para que vayan rebajando su consumo” ¡lo
hacemos!, yo sé que el Daniel y yo lo hacemos. El Hogar de Cristo se conforma, yo lo he
conversado con los chiquillos, se conforma con que los días lunes, miércoles y viernes por dar
choca creen que están salvando, una cosa así, pero yo creo que el Hogar de Cristo tiene
posibilidades para hacer algo más, si se movieran con un centro y hacen un convenio ¡cuantas
personas no saldrían de aquí!, nosotros no tomamos porque nos gusta el trago.

La gente de la calle no es tan torrante como la ven, nos miran mal porque somos alcohólicos,
porque dormimos en la calle, porque andamos sucios, creen que no llegamos ni a cuarto
básico, pero: él fue acomodador de cine y tiene su profesión, yo soy ayudante de cocina
avanzado, soy la mano derecha del chef, el Daniel es maestro carpintero, el loco Lilo que le
decimos, también es maestro carpintero, todos tienen su profesión, pero porque andamos en la
calle, porque andamos tomando, porque andamos sucios, creen que nosotros somos lo último
¿por qué creen que somos lo último si también tenemos nuestra profesión? Incluso, personas
que eran alcohólicas, pero que ahora ya no toman, no nos miran, no mira a nadie, no mira a
ningún alcohólico, pero hay gente derecha como el Lorenzo, ese compadre también vaciló con
nosotros, tomo su copete, estuvo lanzado su buen tiempo y ahora que esta chantao igual sigue
al lado de nosotros ¿por qué la gente no puede ser comprensible?...

La gente nos trata super mal porque nos ven así, porque nos ven barbón, porque nos ven con
el pelo sucio, porque uno anda con la ropa sucia, nos comparan como si fuésemos drogadictos,
delincuentes. Hay gente que cuando macheteo una moneda me dice; “anda a robar” ¡y para
qué, si yo no robo!, llevo ocho años en la calle y nunca he robado, tengo mis papeles limpios.
De repente macheteo otra moneda y me dicen; “anda a trabajar, si soy joven” y uno tiene que
agachar el moño ¿por qué?, porque no es obligación de la persona que me de una moneda a
mi, no es obligación de él, pero uno para seguir tiene que humillarse. Muchas veces por un pan
uno tiene que trabajar tres horas, trabajar haciendo aseo o lavando platos, cualquier cosa,

158
Alcohol, licor.

130
¡pero por un pan!, pero como tiene hambre y muchas veces en el día no come, ¡si no fuera por
el 421 uh! la cosa sería peor, gracias al cuatro veintiuno nosotros tenemos un plato de comida,
siempre esperamos las siete de la tarde, ¡hay que esperar hasta las siete de la tarde, ósea!.
Muchas veces no comemos porque el trago lo tenemos hasta acá, y no nos da hambre, pero
muchas veces esperamos que llegue el cuatro veintiuno, hay que pagar cincuenta pesos, y tu
macheteai los cincuenta pesos porque es tanto lo que te pide el cuerpo por comer que los
pagai`. Nosotros hemos pasado cuatro, cinco días sin comer, porqué, porque el alcohol nos
mantiene a nosotros, pero cuando decimos con el Daniel; “ sabes que Daniel, hoy día nos
vamos despacito con el trago” nos vamos despacito y ya nos empieza a dar el bajón, y nos dan
ganas de comer, nosotros hemos llegado al extremo de revisar bolsas de basura, de pescar un
tomate podrido, o una manzana podrida, o una fruta, una verdura podrida ¡y la comemos igual!,
nos conseguimos sal, le echamos una lavada en la misma pileta, la cual yo creo que debe tener
mil infecciones ¿cierto?, pescamos un tomate o una manzana e igual la comemos, hemos
comido pan verde, que tienen hongos, hemos llegado a un extremo.

Lo que pasa es que no tenemos apoyo, eso es. Si viniera una persona y me dijera “ya Luis
sabes que, yo te doy la mano para rehabilitarte, vas a tener todo mi apoyo, todo lo que tu
necesites” ¡yo me voy, cierro los ojos y me voy, me voy!. Yo creo que hasta que no nos pase
algo, vamos a decir: “chuta, si sigo tomando voy a llegar a la muerte”, yo creo que hasta ahí
esta la elección de vida, por ejemplo; ya, yo estoy tomando y voy por la calle y me atropellan,
chuta, y quedo vivo y cojo, o quedo invalido en una silla de ruedas ¡hasta ahí llego mi elección
de vida!, ósea, dos posibilidades: sigue tomando o te salvai`, esas son las dos posibilidades.
Unos espera siempre que le pase algo para darse cuenta de lo que esta haciendo, el Punto, el
mismo Punto que atropellaron en Errazuriz, él debe estar pensando “si sigo tomando me voy a
morir, mejor no tomo más”, o ese el de barbita que esta ahí en la plaza, el tienen una hernia
inflamada, usted le pega una pata en el estomago, se la reviente y se muere, el Hogar de Cristo
le ha dicho mil veces “anda a operarte nosotros te damos la mano”, y ahí esta tomando, ¿va a
esperar que se reviente?. Un día entré a la iglesia que esta abajo, y bueno como soy
evangélico, el pastor me llamo, me dijo: ”¿cuál es tu nombre?” le dije: “me llamo Luis”, me dijo:
“¿tienes algún vicio?” yo le dije: “si, soy alcohólico, soy enfermo alcohólico” porque yo tengo mi
enfermedad crónica que es el alcohol, yo se que eso es para toda la vida, eso lo tengo claro, y
me dijo: “sálete del alcohol porque sino el señor te va a llamar con dolor”, si se me murió mi
madre y ahí conocí el evangelio ¿cómo me va llamar el señor? ¿con una enfermedad, con un
atropello?… son cosas que uno se pregunta.

Igual yo, cuando me pasa algo no hago nada por eso, cuando uno va al baño y ve, se limpia y
ve el confort con sangre, ¡chuta, me estoy reventando!, uno entra a preocuparse. Pero
mayoritariamente el alcohólico lo que tiene es que espera a que le pase algo mayor, algo más
grande, que le peguen un palo en la cabeza o que le peguen una puñalada para darse cuenta.
Yo estaba ahí en la subida Ecuador con el Dani, y no se que me da por ir a la intendencia, me
siento en una escala y empiezo a vomitar sangre, me empieza a salir sangre de narices, y
resulta que el paco que cuida la intendencia se da cuenta y viene corriendo, yo lo quedo
mirando y viene corriendo, y como andaba con la radio llamo a la ambulancia, de ese
carabinero no tengo nada que decir. El paco159 estaba asustado, llamo a la ambulancia, código
diez, no se que código, pero código diez, y llegó la ambulancia con cuática, con sirenas, con
luces con todo, y resulta que me suben a la ambulancia… ¡si uno es porfiado! uno cuando esta
metido en el alcohol es totalmente porfiado, resulta que llegue al hospital, me llevaron en
camilla, yo nunca había estado internado en el hospital, me vio el doctor y me dice: ”ya, va a

159
Carabinero

131
quedar hospitalizado usted” y me asusté, me bajé de la camilla y salí para afuera, y hasta el día
de hoy no me he hecho ningún tratamiento. Yo para empezar lo que tengo que hacer realmente
es un chequeo medico completo.

Yo no tomo porque me guste el trago, ósea, obviamente que estoy enfermo, pero yo no tomo
porque sienta una gran satisfacción por el vino, porque muchas veces tomo y siento dolor aquí
en el estomago, y de repente pienso que todo se me puede ir a las guifas, como se dice, irme a
la cresta y no quiero, no es por mi, es más por mi hijo, obvio. No quiero que mi hijo me apunte y
me diga: “no, si a ti no te conozco, porque papá tu fuiste un alcohólico” una cosa así. Yo no lo
veo hace más de un año, nació el 28 de agosto del 2003, es del mismo signo mío, virgo igual
que yo, pero no quiero que después un día se enoje conmigo y diga “no, si tú no soy mi papá,
tú soy un alcohólico”. Yo estuve 17 años internado en un hogar y no me gustaría que mi hijo
pasará lo mismo, que mi señora tuviera la necesidad de internarlo, yo tenía las ganas de darle
lo mejor a mi hijo, que no pasara lo mismo que pasé yo, pero no sé qué pasó con mi vida que
me lancé de nuevo, ya estoy lanzado de julio del año pasado, siempre en la plaza.

Uno no se explica, realmente uno ha sufrido. Muchas veces cuando me quiero correr del puerto
digo: “ya, me voy a chantar” y veo gente que va comprando, me da como una envidia, pero
como una envidia sana, y digo: “¿por qué yo no puedo estar así?, son cosas que, bueno que
uno mismo se las busca también. Cuando veo a una persona en la plaza Victoria, la veo
saliendo con una caja de televisor yo pienso “¿por qué a mi señora yo no le puedo comprar
esto, por qué a mi hijo no le puedo compara esto?” me duele. Todo el día nos pueden ver
relajados tomando pero, anoche no pudimos dormir por el frío, yo tuve que abrazar al Dani para
que tuviésemos calor, nos compramos un Derby diez y a las cinco de la mañana no teníamos
ningún cigarro por el frío, tomamos copete y copete y no se nos pasaba el frío, no sabíamos
que hacer. No porque estemos todo el día aquí tomando trago nos gusta esta vida, no nos
gusta, por eso decimos, cuando el Daniel me dice: “buenas noches Lucho” “buenas noches”, el
Daniel me dice: “buenas noches Luis, nos vemos hasta mañana si Dios quiere y nos de salud”.
Nosotros oramos todas las noches, después nos abrazamos y nos ponemos a llorar porque
sabemos que estamos equivocados, son cosas que… si alguien nos diera una oportunidad
para salir, salimos, el Daniel siente soledad, también perdió a su señora, perdió a su hijo lo
mismo que yo, y nos sentimos solos, no nos sentimos apoyados.

Podemos tener hatos amigos, amigos entre paréntesis, porque muchas veces amanecemos
pato, porque no alcanzamos a llegar a la subida Ecuador y nos acostamos, y al otro día
estamos hasta las dos, tres de la tarde y nadie nos da copete, pasan todos curados, pero
cuando tenemos trago llegan todos… la soledad se siente en la noche, ahí es cuando uno
piensa qué estoy haciendo aquí, por qué estoy durmiendo acá, mi hijo, mi señora, mi mamá, mi
papá… en el día no es tanto porque ves pasar gente para allá, para acá, pero en la noche tres,
cuatro de la mañana cuando despiertas y prendes un cigarro te pena, es super triste. Muchas
veces cuando no tenemos cigarros y queremos fumar, uno de los dos se levanta para ir por
todas las veredas a buscar colillas de cigarro ¡llegamos a ese extremo!, ósea, ¡cuantas
infecciones podemos tener nosotros!, y aunque sea así un poquitito de cigarro igual lo
recogemos, juntamos y juntamos, uno de los dos tiene que parearse a cuentear que significa ir
por la vereda buscando colillas de cigarro, tres, cuatro de la mañana cuando despertamos por
el frío mas que nada, o por ejemplo, cuando no alcanzamos a llegar a los turno de la comida,
cuando nos quedamos dormidos y nos dan las nueve, despertamos lucidos y con hambre, ahí
al Daniel le da vergüenza revisar, pero yo reviso las bolsas de basura.

132
Es la enfermedad que tenemos nosotros, es super difícil dejarla, ósea, yo puedo decir: “ya, no
voy a tomar más”, pero yo sé que al día siguiente voy a seguir tomando. Necesitamos el apoyo
de otra persona que te saque de este ambiente, yo no saco nada con decir que no voy a tomar
si sigo en este sector, sabiendo que este sector es bohemio, aquí todos nos conocemos ¡y
cuando uno no quiere tomar es cuando más ofrecen!, ¡y cuando uno quiere tomar es cuando
nadie ofrece! Yo si yo quisiera dejar de tomar tendría que tener un apoyo psicológico, donde
me dijeran: “sabes que tengo esta actividad, ¿Luis vamos a la playa, vamos a dar una vuelta
para Pedro Montt, o vamos a Viña?” sería como otra rutina y no estaría aquí, porque no saco
nada, en este sector puedo dejar de tomar unos dos, tres días, pero después yo se que me voy
a lanzar, pero si tuviera un apoyo ¡me voy a ojos cerrados, no la pienso dos veces porque yo
estoy aburrido!.

133
Morir en la calle.
La historia Harrison Ford160

¿Harri, podrías decirme tu edad y de dónde eres?


Soy de la Octava región, de Negrete. Yo nací el 27 de Abril de 1966, y me llamo Harrison Ford
para todas las mujeres, si las secretarias me dicen “pero Harri ¿por qué no dejai de tomar?”,
Cuando yo ando sano y bueno, “si usted es tan caballero” Bueno, déjalo ser, si a mí me gusta
el alcohol, como esta mujer que viene acá, ¡linda, preciosa! ¡andá que sí que me gusta! Yo soy
lanza'o161, me gustan así las mujeres a mí, gorditas, ¡no, si no es broma!, Yo me levanto a todas
las mujeres que me gustan, por eso hay una película que yo la adoro y la quiero, trabajaba
Richard Gere y la Sharon Stone, Entre dos amores, ¿la ha visto?

No, no la he visto
¡Shi... andá, que esa película es buena!, Porque la Sharon Stone no se queda con Richard
Gere porque Richard Gere muere, fue en un accidente, por eso a la primera ninguna de las dos
mujeres se quedó con Richard Gere; y ese es el actor preferido mío y el Tom Cruise, ah? Y el
otro… el, el, Richard Gere, Tom Cruise y Nicolas Cage, las películas del Nicolas Cage ¡andá
que yo adoro esas películas! Ese es mi actor favorito. Porque, andá lola que yo anduve en
Europa, yo no soy gil.

¿Y en qué anduviste en Europa?


Si el Cebolla sabe mi historia, déjala ahí no más, déjala ahí no más lola…. Yo he estado con las
tremendas mujeres, he visto las mansas minas, por eso yo soy lanzao. Yo siempre voy a tirar
un piropo rico.

¿Hace cuánto tiempo que estas aquí?


Aquí llevo diez años ya, pero no me voy a ir más, si yo voy a morir acá en la calle, si po`, yo me
voy a morir en la calle ¿y por quién voy a luchar? Si soy solo, mis amigos son, la calle no más
¡el Cebolla sabe!, Yo le dije al Cebolla, cuando me muera van a ir todos pa`allá.
Lamentablemente, que me enamoré una vez y nunca más voy a aceptar a otra mujer. Por eso,
me da rabia cuando el Daniel dijo “no si yo le agarré”, me dio rabia a mí. Yo, a la loquita la
agarro de las manos, pero con respeto, ella sabe mi vida, con respeto, cariño, amor. Deja mirar
pá`allá también, porque tengo que mirar pá‟ allá, mira que se va a virar la marina y me tiene
que dejar propina. Shi, ¡si estoy de las siete de la mañana acá!, Es el auto que está ahí, bueno,
¡y si se va, se va! A la finales, “no vale la pena corazón” (canta), ¡no estoy ni ahí con la guea! Si
yo quiero que me maten.

¿Por qué quieres que te maten?


De verdad, yo quiero morir en la calle. Al Cebolla le dije yo, él tiene toda mi experiencia, “murió
el Harri”; todos estos compadres que me conocen van a ir a tirarme una flor porque yo soy
caballero, soy caballero, yo entro a todos los restaurantes ¡a todos los restaurantes! “pasa no
más Harri, ¿qué querí ?”... “tengo dos gambitas no más”... “pasa no más”… ¡a todos los locales,
a todos los locales! Donde el Lucho; El Cojo Lucho voy yo… (canta) “te amo y te amo y te
amo”. Si a mí a veces me han visto terrible curao ahí, vomitao y me paran y los pacos “no, no
déjalo ahí no más” y me dejan ahí hasta que me recupere y me cuesta recuperarme. ¡qué
hermosa esa mujer, me gustan las gorditas a mí!, bueno déjalo ser… ¡si yo voy a morir en la
calle!.

160
Entrevista realizada por Francisca Retamales, 11 de noviembre 2006.
161
Aclarar.

134
Es que yo amé a una mujer y nunca más voy a amar a otra mujer, si yo amé a una mujer que la
conocí cuando nadie tocó a esa mujer. Yo toqué a una mujer que nadie la había tocado, ni
siquiera le habían tocado el calzón, discúlpame, discúlpame, ¡sabí que es hacer el amor con
una mujer a los 14 años, y que te caguen!... de verdad, a los 14 años, cuando hicimos el amor,
el sexo, déjame, me dijo: “Harri estoy manchá”... Yo tampoco sé que lo que era eso, era la
virginidad ¿o no?. Entramos por la ventana a la casa... entramos por la ventana a la casa, y yo
estaba caliente, discúlpame, pero estaba caliente, entramos por la ventana y ya le dije: “eres el
amor de mi vida”, hicimos el amor sin pensar las cosas que venían después y dejamos
manchado… De ahí vino mi hija, y ahí vino mi hijo, pero con el Cebolla me entiendo.

¿El Cebolla sabe tu historia?


Él sabe mi vida, ¡porque me traicionó la Karina!, Yo pensé que iba a ser más legal, yo pensé
que con la Karina ahí, también, andarse... Allá a mí me quieren caleta de minas, cuando yo me
chanto, soy bacán de caballero. Yo no hablo con nadie, no si yo no hablo,... si yo soy caballero,
si soy terrible de piola, pero que me dañaron, me hicieron un daño en mi vida, ¡déjalo andar! Yo
fui el que le hice la virginidad ¿sabí tú? ¡Conocer a una mina que nadie la ha tocado!, ella sabe
que yo fui...

¿Vas a tu casa a ver a tu familia?


A mi mama y a mis hijas, la que más adoro, va en primero medio. Bueno hace tiempo que no
voy, pero mi hija, es igual a ella en serio, ojalá dios la bendiga. El Nicolás, ¡bueno, es un loco
igual que yo!, Fuma hierba... hace todo lo que hace su papá, pero ojalá que mi hija, la Luisiña,
sea feliz, por eso yo le canto así a lo marino ”y que sea feliz con ella” (canta). Porque me
cagaron y qué voy a llorar, anda que voy a llorar ¡si me destruyó mi vida!. Si el primer amor es
difícil de olvidar ¿o no?, La virginidad del hombre y de la mujer son cosas que nunca se van a
olvidarla. Si mi lola tenía 14 años, ¿sabí lo que es tener 14 años?.

¿Qué te acuerdas de tus viajes?


Muchas cosas, muchas cosas, ¡Parece que estos giles me pegaron los piojos!. La legal, yo
anduve robando en Europa y mi hija y mi hijo tienen un lugar pa` vivir. Me deportaron tres
veces, en Andalucía me pillaron robando en España, de ahí me fui a Madrid, para despistar,
después en Italia, en Génova pá‟ juera, y en Suecia, con el Jean Pierre, ese que anda por aquí,
¡no estoy ni ahí!. Yo andaba robando para mi reina, sabí lo que es amar a una mujer, ella era
mi reina, y yo, a ella nunca nadie la había tocado. ¡Para qué me hizo eso! Primero era mi reina,
bueno, todavía es mi reina, si yo todavía la amo: “la amo, la amo y la amo” (canta). Por eso
cuando coloco la radio allá en el local, shi, me pongo a llorar, porque yo la amo: “la amo, la amo
y la amo”(canta), porque es algo especial, tocar algo que nadie a tocado y darme dos hijos
lindos, mi chica y gracias a Dios me trajo una linda hija. Si nadie nunca la había tocado ¡jamás
si no le habían puesto ni un dedo encima! Para que vamos a conversar cosas…

¿Cuando te mandaron deportado, ¿te dejaron libre o te fuiste a la cárcel?


No, quedé libre, si no tenía pasá, claro que acá en Argentina si me dejaron detenido porque
tenía pasá en el casero, había estado en Cuatro Cuartos ahí, en Buenos Aires ahí me dejaron
detenido, yo tenía... acá en Neuquén en Chipolote, y ahí me dejaron deportado.

¿Cuánto tiempo estuviste ahí?


Como cuatro meses, porque, por una documentación ilegal que había pasado, porque yo había
pasado ilegal, había pasado por Temuco. Ahí por una parte ilegal, ahí me dejaron, ¡pero igual!.
El mundo tiene que ser liberal como dijo los Iracundos, a todo trapo, si mañana me muero la

135
riqueza ¿se va a ir conmigo al cielo?, ¡murió no más, nada más!, pero yo quiero que mi hija,
sea una gran mujer, no sea maraca162. Ojalá nunca…

¿Tu familia ha venido para acá?


Mi hermano sí, mi hermano me ha venido a buscar todas estas veces y no, yo no me voy le
digo, ¡no me voy, no me voy, no me voy. ¡Yo mando!, ¡No me voy!.

¿Y por qué no te vas?


Lamentablemente, ellos son mayores que mí, ¡pero el que manda soy yo!, ¡Harri manda la
cuestión!, Y todas las embarradas la lleva el Harri; el Cebolla sabe, váyanse a la
conchesumadre… Yo le doy las gracias sí, porque a mi hija, a mis hijos, a mi hija la han tratado
como una verdadera reina, porque le han comprado de todo. Él me dice: “no, no te preocupí
Harri”.

¿Tus hermanos ayudan a tus hijos?


Con mis hijos, pero por eso le digo yo, si ellos son mis dos hermanos que ¡shi andá!. Yo, pagué
el estudio y la educación de mi hija y tengo una hija linda. ¡Más linda que todas estas minas
que andan aquí!, ¿sabes por qué es más linda? Porque no es cualquier mina. … El Nicolás no,
ese no, ese salió como el papá ¡salió igual que el Harri no más! Salió como el Harri.

¿Harri en el día qué haces?


Yo trabajo todo el día, en el día tengo sexo con las mujeres. Yo trabajo, yo tengo una pila de
cosas que hacer, pero es que de repente cuando ando con la guea ¡no voy!.

¿Cuáles son las cosas que tienes que hacer?


Armo estos tres puesto pá‟ allá; el puesto del Mercado, me pasan las llaves y todo eso... .
Después, voy a abrir el local allá al lado, esa es mi vida, después voy al cuartel de bomberos a
dejar el pedido, si tengo que ir a dejar el pedido yo, llevo papas, zanahorias, toda la comida pal`
casino, y allá me mando guenas dosis, allá me quieren… por eso le digo yo, ¡si yo nunca me
voy a ir del Puerto! Yo me voy a morir acá, quiero morir acá, yo le dije a mi mamá ¡Que yo
quiero morir en la calle! Y cuando muera, ¡sé que va a ir más gente que la cresta! porque a mi
me conoce mucha de gente, porque el Cebolla va a decir “murió Harrison Ford”, porque cuando
yo voy pal` hospital es pa´la la risa la cuestión, cuando yo voy al hospital es pa´la risa

¿Por qué?
Olvidar, cuando llego allá “¿cómo se llama usted caballero?” “Harrison Ford”, “no si usted”,
“Harrison Ford”, “¿adónde nació?” “En California el 23 de Abril”. Y no falta la señora que me
conoce, ya me conocen todos ahí, y “pase no más”, y llaman por los parlantes, no ve que hay
que esperar ahí y “que pase el señor Harrison Ford”, y la gente me queda mirando, y paso yo,
“¿cómo esta señor?”, “ando enfermo, ¿me podría ayudar?”, “sí Harri, ¿qué tení?”, “que me
enterré un clavo en el pie, ¿usted me podría ayudar?”, ”siéntate en la camilla Harri, ¡deja de
tomar Harri!”, “si mañana dejo de tomar” le digo yo, shi “¡ah! ¿Qué me colocó? ¿y ahora qué
voy a tomar pa´ allá pa´ abajo, señor?. “Que linda enfermera que tiene usted señor, déjeme
llevarme la enfermera, ¡qué enfermera tan linda!” ¡Ya, ya, es más enamorado este caballero,
sácalo pa` fuera”.
No ve que yo parto, yo digo la verdad, yo las joteo163 a las minas, a las finales las minas
entienden que yo, y después cuando voy para allá, cuando ando chantao, ¡Voy para allá como

162
Prostituta.
163
Aclarar

136
un caballero!, una hora, dos horas, esperando, “pase caballero”, “no, que pase la señora no
mas”. Cuando estoy chantao` soy romántico“ ¿y usted ahora no está enamorao?” “¡además que
estoy enamorao de usted señorita!. Pero ahí no más conversamos, si al final su marido llega a
puro dormir, ¡si él no hace el sexo como voy a hacérselo yo!”, “¡ah, saca pa` fuera al tío!”, “Si ya
me voy al tiro”, me han echado como tres veces afuera por eso, ¡es que es verdad!. Si yo no se
cómo algunos compadres pueden tener una mujer tan hermosa… Bueno no entiendo, ¡dejar
ser ahí no más! Pa` que voy a hablar esas cosas.

¿Te juntas con el grupo del Daniel, el Lucho y los demás?


Yo me separo, porque a mí la gente me dice acá... porque cuando estoy solo yo, ¡yo entro a
cualquier lado a dormir curao y me dejan dormir no más! Y cuando me ven con ellos, voy lleno
de piojos y me retan: andai con esos cochinos, atorrantes. No, mejor ando solo.
La gente de acá no los quiere... déjalo ser... yo los miro, yo hice una promesa: ¡que nunca más
volvería a la cana!, porque sí,... qué me cuesta darle una puñala a ese gueón ¿qué tengo que
perder yo? Son cinco años y total... pero yo hice una promesa y nunca más voy a volver a la
cana. Yo me quedo piola... yo puedo ir al quiosco donde la Ana y sacó la cuchilla y lo agarró a
puñaladas al gil ¿Cómo lo dejó? Déjalo ser…(se acercan a conversar otras personas).

137
La historia de Elizabeth164

Te quiero más que a mi vida,


Vida no la quiero si no es contigo
Contigo conocí lo que es el amor
Amor, palabra pequeña que dice tanto
Tanto, es lo que te quiero
Que tengo miedo a perderte
Perderte nunca
Porque somos el uno para el otro
Otro amor como el nuestro no existirá jamás
Jamás nadie me quiso como tú
Tú me seguirás amando igual
Como te quiero, te he querido siempre
Siempre juntos hasta el fin
Fin de este pequeño mensaje
(De Elizabeth para Alfredo)

Yo me llamo Elizabeth Del Rosario Barrios Vallejos. Nací en Santiago, el 10 de Mayo de 1975.
Me gusta el carrete, me gusta tomar, me gusta trabajar también y me gusta tener mi plata. No
conozco el sur, no conozco el norte. Conozco puro Valparaíso porque ahí mi esposo me llevó
para casarnos allá.

¿Tú lo conociste allá?


No, lo conocí en Renca, donde vivía yo. Fumando pasta base. Y ahí lo conocí y como le vi el
potito para'ito (ríe). Claro, le vi el potito paraito y dije este va a ser mío y tenia el pelito largo y
todo. Así que nos fuimos para allá. Y el me dijo un día: sabí que Eli salgamos de esta volá'.
¡Ya!, dije yo

¿De la pasta?
De la pasta… durante seis años fumamos los dos… entonces, ya po‟ de ahí nos fuimos para la
casa de un hermano primero. Él trabajó dos meses con el hermano, ahí le pagaron sus
moneditas. Nos tomamos un shop cada uno y de ahí … a Valparaíso. Después nos pusimos un
puro día no más, estuvimos en una residencial (ríe). Y después dormimos en la línea del tren …
y ahí fue cuando me acostumbr a la calle.

¿Cuánto tiempo de casados llevan ustedes?


Diez años... harto tiempo aguantando… Acá llevamos como nueve, claro, porque en Valparaíso
estuvimos un año, claro que me llevé a mi hijo … Tengo uno de catorce…El sábado va a
venir… A las nueve de la mañana se va a venir pa‟ estar todo el día conmigo. Está con la
abuela, con la mamá del papá de mi hijo. Él es de Renca también … y así viene.

¿Él por qué viene a las 9 a. m?


Es que el papá no lo deja (cambia de tono). El papá no me deja verlo ¿me entendí? Bueno, el
papá es el papá porque lo engendró pero este me lo crió (señala a su actual pareja, Alfredo). El
le enseñó a leer y todo.

164
Historia de vida realizada por Leonor Fernández en Santiago, septiembre de 2006.

138
¿Y hasta que edad estuviste con tu hijito?
Es que mira, cuando estuve metida en la pasta base, tuve que entregárselo… a mi suegra (se
segura que Alfredo no escuche). Tuve que pasárselo porque no tenía para darle de comer, me
gastaba todas las monedas que me ganaba en pasta, ¿me entendí? Entonces tenía que andar
pidiendo a las vecinas que me dieran algo de comer para el Pallalla, porque así le digo yo,
Pallalla, motocoi, coti coti, porque llamaba a los gatitos así coti coti coti coti (susurrando). Ah…
mi moreno es más lindo que la cresta... lindo, lindo, lindo. Y es más alto que yo… Y así es mi
vida. Mi mamá era alcohólica ¿me entendí? Mi papá también. Mi papá le sacaba la cresta a mi
mamá. Entonces un día llegó mi hermano y él tenía una guitarra (ríe). Así que llega mi hermano
el mayor,‟ el Sergio, llega y dice hasta cuándo le vai a pegar a mi mamá y le pega un guitarrazo
en la cabeza a mi papá y... queda con la guitarra (ríe). Y queda con la guitarra aquí en el cogote
y todos muertos de la risa.

¿Tus papás son de Santiago también?


No, mi mamá es de Chillán, ...era de Chillán porque ya no la tengo. Y mi papá no sé de dónde
miércale salió, pero salió. No le conocí a nadie de su familia a mi papá. A mi mamá le conocí a
mis tías que viven ahí en el dieciocho de Santa Rosa. Ahí a ellas las conocí, pero de mi papá
no le conocí a nadie.

¿Tú vivías con ellos allá?


En Renca, sí…ahí yo tengo mi casa, o sea la casa no es mía, es de todos nosotros porque ya
murió mi mamá… Pero ahora quieren venderla.

¿Quiénes?, ¿tienes más hermanos que quieren vender la casa?


Sí, éramos ocho. Mataron a uno que era el que me apoyaba, el que me compraba las cosas …
¡Ah! El otro anda perdido… estaba en La Serena, primero vino a verme y estaba en La Serena.
La otra, como mi mamá era tambaleque, le gustaba el alcohol, se ponía loca y nos empezaba a
echar garabatos, así que cada uno… buscó su lado. Buscó su camino. Uno está perdido; otro
en La Serena, no se ha sabido nada de él; la otra, está en Calama me vino a buscar para
pedirme la firma para vender la casa y yo le dije que no, no quiero darla, porque yo soy la
última.

¿Por qué no quieres vender la casa?


Qué voy a recibir yo estando acá en la calle... nada po…Mira, con mi hermano, con el que está
preso… él... yo, estaba recién paría de mi hijo, recién nacido mi cabro chico… y de repente yo
estaba durmiendo con mi hijo en el suelo de mi casa … en un colchón… y de repente siento
que me tocan, que me estaban tocando, despierto y era él. Mi hermano, y bueno ahí yo le digo
qué te pasa y bueno de ahí con vergüenza… con vergüenza le dije a mi mamá…. Le dije
“sabes que mamita, mi hermano se esta pasando películas conmigo… no sé, quiere violarme”...
y de ahí mi mamá se paró y le dice … que te está pasando con la Charo (porque así me decían
a mi)… y mi hermano pesca una cadena…porque le iba a pegar a mi mamá con una cadena …

¿Cómo era la relación con tus hermanas?


Con mi hermana... ¡¡¡Uh!!!... muy buena, buena, buena, me cuidaban. Bueno yo soy la última, la
más chica de todos lo hermanos... yo soy la más chica. Ellas me cuidaban, sacaban frazaditas
y me tapaban ... cuando mi mamita estaba con copete nos echaba para afuera ... “váyanse de
acá maracas culiadas”...Y mi hermana a lo único que atinaba era a pescar una frazada... para
mi.

¿Cuántos años tenías?


Como... nueve años, diez años.

139
¿Cuánto tiempo llevas viviendo acá en la calle?
Nueve años.

¿Dónde conociste a tu marido?


Ahí en Renca.

¿Se fueron a Valparaíso a casarse?.


Claro. Ahí nos casamos y me tocaron la marcha nupcial… pa pa pa paa…(tararea). Mira, sabes
que estaban todos los hermanos sentados, porque me casé por la iglesia evangélica (se
entusiasma). Y estaban todos sentados y era el único que estaba así (aplaude)… nervioso. Y
más encima era un día de lluvia. Veníamos bajando con la Hermana Tracy, era australiana y el
pastor uruguayo… ¿cachay?. Bueno, veníamos bajando y de repente se me engancha mi
moño en la parra. Porque había una parra de uvas y se me sale el velo y se me desarmó el
moño... en el auto riendo, bueno íbamos bajando en el auto y la hermana Mónica… ella me
ayudó hartó… sí... la hermana Mónica, venía haciéndome el moño y se cae la rosa que lleva el
auto adelante y ahí tuvo que bajarse el hermano Germán, el que me entregó a... él (señala a
Alfredo), claro hizo como las pases de mi papá ¿me entendí?. Él me entregó y … fue todo muy
lindo (triste).

¿Han tenido hijos con tu pareja, cómo se llama tu esposo?


Alfredo… Mira… (triste) perdí uno…Primero perdí uno de dos meses y tanto, ¿me entendí? Y
después perdí uno de seis meses y medio…. Y hasta el día de hoy me duele (se le quiebra la
voz), me duele porque era mío.

¿Sí sé lo que se siente?


(Silencio) Sabes lo que como yo sufro a esta niña (la que tiene al niñito de un año), porque ella
tiene su guagüita. Pero en todo caso me lo habrían quitado aquí en la calle, me entendí?, me lo
hubieran quitado pero es difícil…es difícil ver a tu guagua. Yo le pedía a la señorita que me
atendió ¡sálvelo!, ¡sálvelo!. Pero se demoraron mucho en la Posta en atenderme, porque yo no
iba sangrando, sino que se me reventó la bolsa aquí en el pasto. Estaba durmiendo en el pasto
y el Alfredo me compró agua mineral, yo quería tomar agua, agua, agua y me compró dos
aguas mineral pero estaban terrible de heladas. Y estábamos los dos juntitos así y yo con mi
güatita….y… y cuando de repente se me revienta la bolsa y le dije Alfredo me meé, y no... y de
repente empecé con los dolores ¡ah!... Y mi cuñada que trabaja aquí también... ella me ayudó...
la cuñada de Alfredo y que el Alfredo tiene al hermano, la señora. Ella me ayudó, me ayudó a
cambiarme de ropa porque sabí que yo sentía tanto dolor… que yo no podía, y después me
llevó el Alfredo caminando pa‟ alla y ahí llegó con un taxi, ahí en Marcoleta, y ahí me subieron
arriba y me llevaron ahí … (suspira)... fue difícil.

¿Hace cuánto que pasó todo esto?


Hace 6 años que pasó… mi hijo ya tendría 6 años. Pero, bueno, el Señor sabe lo que hace o
¿no? Por algo lo hizo él… Pero sabes que hice una cosa yo… renegué contra él… ¿por qué a
mí?!, Si era de nosotros…Era algo, que a él, lo pudo haber hecho cambiar y a mi igual o no
¿me entendí?

¿Cómo es su rutina acá?


Mi perro Kayser, me despierta a las 9 de la mañana …El Alfredo, y de repente cuándo se
quedan mi cuñada con mi cuñado... ¡ah!... y el Tomás.

¿Ellos llegaron después? ¿Ustedes dejan que se queden no más o le ponen límite?
No, es que hay que respetar, y si quieren dormir que duerman porque si no tienen donde
dormir.

140
¿Todos carretean juntos?
Sí... nos pegamos los medios carretes, ayer hicimos un asado aquí, si en denantes barrí aquí
donde está negrito (lugar cerca de las plantas)… ahí se hace fueguito. Mira yo en verano
duermo ahí (señalando una banca).

¿Por el calor?
Claro, pero para el invierno nos vamos debajo del puente, pero es incómodo en todo caso, por
las piedras que hay, y todo eso.

¿El puente les cubre de la lluvia o no?


Claro. Pero ese mino tiene piojos (señala a un hombre que duerme en una banca cercana a
nosotros) El cabro que duerme ahí, tiene piojos, me pegó los piojos.

¿Cómo te los pegó?


El Katimai (otro perro) que duerme con él, después se fue pa‟ abajo y me los pegó a mí y
después yo se los pegué al Alfredo, por eso se peló el Alfredo.

¿Ya no tienes?
No, si tengo liendres. A mi hijo que va al jardín también le pegan los piojos

¿Qué edad tiene tu bebe?


Ayer lo viste. Tiene 1 año 2 meses. ¡Hola mi rey! (saluda).

¿Te gusta vivir acá?


Mira, no es que no me guste, pero es que es costumbre (voz triste), uno se acostumbra a esta
vida y (suspira)... ahí no sé, no sé, mira yo le digo al Alfredo, “pucha trabajemos, juntemos
plata, arrendemos una pieza”, pero el Alfredo dice que no, que le gusta vivir acá y como es mi
marido, mínimo que tengo que acompañarlo, cuidarlo, abrazarlo, darle besitos.

¿Por qué te fuiste de tu casa?


Porque quemé mi pieza, yo tenía mi pieza. Mi hermana me dejó la pieza, porque a mi hermana
le salió trabajo en una escuela, donde va mi hijo ahora. Y ella tiene su espacio de ella, mi
sobrino, mi sobrina y entonces ella me dejó la pieza. Entonces un día yo le dije al Alfredo “te vai
a ir a acostar o no”, volao‟, volao‟, curaito así por la pasta. Le dije, te vai a ir a acostar o no y me
dijo no, y pesqué una camisa de él y la eché debajo de la cama y en cinco minutos estaba todo
prendido, de ahí llegaron los pacos, nos fuimos en cana.
Gracias mi amor... (responde a su esposo que le trae un vaso con vino), mi pelón.
Nos fuimos presos. Boté a una paca, me caí con una paca. Mi hermano igual se pitió un
condoro, le pegó un fierrazo a la vecina del frente en el ojo, quedó tuerta, así que ahora está
pagando. Le dieron 10 años y un día ahí está en Colina. Yo no he ido a verlo.

¿Cuánto tiempo estuviste en la cárcel?


Sí, pero me le vine altiro estuve cinco días. Pero primero caí, por burra…¿no cachai eso?, Mira,
yo tenia una amiga mechera, que vivía conmigo

¿Qué es mechera?
Son las que andan robando, sacan la ropa de las tiendas. Un día vamos a trabajar. Ya po, le
dije yo. Así que ahí íbamos bien arregladitas, con taquito y ella me decía... ya abre la bolsa y
ella no sé cómo lo hacía pero le sacaba la alarma a la ropa de la tienda, y ella también era
pastera, éramos todos pasteros. Y llegó el día en que la niña me dejó tirada, con un vestido de
$98.000, uno de noche así bonito, se lo dejó la paca el vestido. Me llevaron a la Primera, con

141
un paco aquí y un paco acá, (señalándose ambos brazos) bien esposada en el piquete.
¿Cachay cuál es el piquete?

No
La micro de los pacos. Y ahí conocí a un mino, al Jean Pierre se llamaba, me dio el numero de
teléfono, pero nunca lo llamé.

¿Eso fue antes de estar con el Alfredo?


Sí... fue cuando estaba con el papá de mi hijo. Compramos un balón de gas, la cocina, dejamos
todo a la venta, a la venta, para fumar pasta. Y ella tenía un chiquitito que primero salía con el
marido y tenía otro que me lo dejaba cuidando mi, y sabí que un día no sé qué fue lo que le
pasó al chiquitin que empezó a ponerse morado y yo le decía ¡qué te pasa, qué te pasa! y yo lo
tomaba y … (enojada) ¡hay!... y entones, partimos las dos corriendo hicimos parar una
camioneta para que nos llevara a la Posta … y ahí atendieron al niño.

¿Qué tenia, se había afixiado?.


No, tenía un problema aquí (señalando el riñón). En la espaldita. Y después nos pescamos a
combo, con ella.

¿Ahí te desahogaste?.
Claro, igual que mi mamá, mi mamá también. Un día mi padrastro le pegó y con mi hermana
fuimos a buscarla donde tomaban ellos, en una barraca, una cantina clandestina y los pillamos
durmiendo debajo de un camión, entonces vimos a mi mamá con así el ojo inflamado; a mi
mamá y mi hermana viene y se saca el taco y ¡PA! Se lo pone en la cabeza como luma.

¿A tu papá?
No, a mi papa no, a mi padrastro. Es que yo tenia 2 padrastro, mi mamá era buena para el…
(ríe). El primer padrastro se juntó con otra mujer de San Antonio, llegó y dejó a mi mamá tira‟ y
mamá encontró a otro pierno, que era alcohólico igual que ella. Entonces se enyuntaron y
convivían y después se pone a pelear mi padrastro Lancupil se llamaba, y sabí ¿cómo murió
él? Murió de frío, porque el también dormía en la calle. Mira mi mamita tomaba, antes de
conocer a ese hombre, mi mamita tomaba y me mandaba a mi a comprar vino, a mi me decían
3/4 .

¿Por qué?
3/4, porque yo tenía que ir a comprarle ¾ de vino (ríe). Un día se me quiebra la botella … oh
(recuerda)… Dios mío, sabí que ese día fue una paliza pero con cuática. Y ¿sabí lo que hizo mi
mamá?, a mí no me gusta el pimentón y coció cinco pimentones y así me los embutió pa‟
dentro, ¡Cómetelo, Cómetelo! ¡pa, pa, pa!, ¡y pone altiro a machetear!. Y ahí yo con mi
hermano, bueno con el que está preso y con la que está en Calama, nos íbamos a machetear
frutita a la feria … Así (abre las manos) llegábamos con las cosas: “Tío, me da una frutita”
(recuerda). “Claro, claro” (respondía la gente). Llegábamos con hartas cositas para poder
comer. Si mi papá yo me acuerdo de… (se tapa la boca). Te voy a contar esto pero piola... Mi
papá un día, que tenia cáncer, entonces estaba postrado en la cama, entonces mi mamá me
dice tome, llévele el jabón y la maquina de afeitar, para que se afeite. Y llega y me dice sabís
que vo‟ hus … (se tapa la boca). Vo‟ huacha culia ,sale de aquí porque te recogí de la basura.
Mi papá entonces el tenía una manguera y yo fui donde mi mamá… no sé llorando y entonces y
me devolví le saque la manguera y se murió. Pero no siento remordimiento, porque él era muy
malo, muy malo con mi mamá.
Porque mi mamá tenía el pelo largo muy largo y él se enrollaba el pelo en la mano y el usaba
estos zapatos de punta de fierro y la arrastraba del pelo por todo el patio de mi casa y nosotros
veíamos todo eso y l daba patadas (llanto) ohhh… un día la dejó entera moreteada, todo el

142
cuerpo morado. Y le decíamos “mamita vamos a la Posta, vamos a la Posta y ella decía no...
no. Hasta que un día lo sapeamos, con mi hermana más grande llamamos a los pacos.
Llegaron los pacos y lo pescaron de una pata y de las manos y ¡pa! pa‟ arriba lo tiraron a una
piscina a las 5 de la mañana en pleno invierno. Por malo, porque era malo. Un día también...
¿conocí esta patitas de fierro para arreglar el zapato?

¿Dónde se ponen los zapatos al revés?


Sí, aquí (señalándome la cabeza)

¿De dónde salió eso?


Él arreglaba. Así era el chichón a mi vieja (tocándose la cabeza) y llegamos a la Posta y el
doctor le preguntó “qué le pasó” y mi mamá le dice no, “es que me caí”. Por no mandar al
choque a mi papá.
Pero sabí que a mi mamita algo le deben de haber dado, porque mi mamá de los 18 años y
murió a los 53 de cirrosis hepática. A los 18 años porque con el vecino de al lado estaba
encamándose y entonces la señora del viejo feo le dio algo en una copa de vino... ¿cachay?. Y
nunca más mi mamá dejó de tomar, día y noche, día y noche, entonces algo le tuvo que haber
dado.

¿Entonces tú dices que algo le tuvieron que haber dado en ese vaso?
Sí... la mina, la señora del vecino

¿Cómo pudo haber sido?


Tabaco, tabaco o cuando tomai copete, te volví loquito, te borrai, no sabes lo que hací, no sabi
donde dormí... Y ahí mi mamita murió y yo estaba durmiendo en la playa con el papá de mi hijo
y mi hijo y llega mi hermana corriendo y me grita Charo, Charo.
Y así… la vida es cuática, pero igual es como uno quiera hacerla también, pero es difícil, pero
cambiar uno puede, pero es difícil dejar, cuando uno es adicto al alcohol, a la pasta a la
marihuana, es difícil dejarlo.

¿Qué pasó con el papá de tu hijo?


Ahí, el papá de mi hijo me mandaba a machetear, pero fue antes de que naciera mi cabro
chico. Yo tenía que traer un papelillo a la casa para el vicio, porque él era pastero. Y ahí yo
comencé a prostituirme, yo me prostituía y me tenía que acostar con viejos cochinos para
llevarle sus vicios a la casa … Terminé yo con él, porque una vez que yo le estaba dando
pecho a mi cabro chico él llegó y me levantó la mano… aunque siempre me pegaba … pero
esa fue la última.

¿Cuándo empezaste a tomar? ¿En qué tiempo después de fumar pasta?


Ahí tomaba menta y ron de repente. Antes tomábamos puro vinito, una cajita en la noche,
ahora no, ahora tomamos al despertar y al acostar (rie).

¿No te acuerdas en qué fecha empezaste a tomar?


No... pero... en que año, a los 12 años empecé a tomar y tengo 32, ahí empecé. Por mi mamá
… y también le di marihuana, pintó cualquier mono y después quería pasta, no, le dije yo no
hay mano para darte, porque ese vicio, es muy desgraciado. Mira sabí que, a veces llegan los
chiquillos a fumar acá atrás y me preguntan si quiero y yo le digo que no…

¿Alfredo cuántos años tiene?


El Alfredo tiene 40. Antes era cuático conmigo, sabí que yo pasaba con el ojo morado, todos los
días. Cuando vivíamos acá tres años o cuatro años atrás. Entonces, se curaba y me pegaba, y
aquí un día yo me corte por las mías (señala una cicatriz en el cuello). Quebré un envase,

143
porque él me estaba pegando, quebré un envase y me corté, se le quitó hasta la curadera (se
rie). A la Posta me llevó y ahí me cosieron... y ahora no. Un día estábamos ahí durmiendo y me
pegó un charchazo, pero fuerte y teníamos una botella de cervecita y le dije sabí que (con el
permiso tuyo) ¡por la conchatumare, nunca más me toquí! y pesqué la botella llenita y se la tiré
en la cara, le dejé el ojo morado yo. Y ahí salí corriendo donde el paco que esta parado en la
esquina. “¡Me están pegando me quieren pegar!”. Después regresé y estaba acostadito y ahí
nos tomamos la chela los dos, después en buena. De ahí nunca más me ha tocado… Una vez
me cortó la oreja... no sé dónde pero me cortó la oreja (se toca la oreja). Ahí vivíamos en la
Católica … afuera de la Católica

¿Por qué se cambiaron aquí después?


Porque aquí trabajamos, entonces nos queda más cerca, no tenemos que tomar micro (se ríe).
Ahí trabajamos limpiando autitos…Tenemos un horario de trabajo, yo comienzo a las cuatro
hasta las 11 más o menos o si se demoran hasta la 12, esperándolos…cuidando autitos… y así
se hacen unas moneditas. Ahora me hizo gastar todas las monedas… para el copete, pa‟ dos
piscos.

¿Alfredo también trabaja ahí?


Qué… se queda sentado… soy yo la que tiene que estar corriendo pa‟ allá y pa‟ acá. Igual que
esta cosa de primera, mira cuando llegué aquí yo… porque el tenía una señora y la señora
macheteaba en la escala... ahí... en… a la entrada del metro (estación U. Católica). No, al lado
de acá. (señala hacia la izquierda), una vieja fea me hacia la vida imposible … me hueveaba
todo el día que maraca pa‟ alla, que maraca pa‟ aca, me pegaba, todo, ¿me entendí? Hasta
que me aburrí …y... cha cha cha... échale, échale.

¿Dónde almuerzan ustedes?


Aquí, hacemos comidita no te digo… tenemos ollitas unas fuentecitas para la ensaladitas…
tanta ensalada que hay… (se rie).

¿Aparte de trabajar en los autos ¿en qué más trabajas?


No, autitos no más, con los puros autos nos movilizamos, con eso comimos, con eso
tomamos… con eso … De la municipalidad, vino el otro día la señora Andrea Tolosa, linda la
niña… nos botó todo, todo, todas las cosas, la ropita que me habían traído, el Alfredo tenia
ropa, los colchones las frazadas, todo. Nos dejó así no más, porque quería limpiar aquí
nomás… Mira, yo todo esto que te he contado de mi mamá… Mi mamá a la vez fue buena y a
la vez fue mala. Porque cuando yo estaba embarazada, ella me ayudó…Cuando fui a parir a mi
hijo, ella estuvo conmigo… ¿cachay?. Mi mamita me ayudó… me puso un pañuelo, cuando me
daban las contracciones, me sacó a caminar y se portó un siete conmigo y por eso yo le
agradezco mucho y no la puedo odiar, porque algo mío. Y ella también me dijo una vez que me
había encontrado en el tarro de la basura. Yo le pregunté a mi hermano, al que mataron, me
dijo no, cómo se te ocurre que te encontraron en el tarro de la basura. A mi hermana igual le
pregunté llorando. Y mi hermano fue a mi graduación, a mi graduación de octavo.

¿Dónde estudiabas tú?


Ahí en el DUOC, haciendo el primero medio… ¿Y sabí con que nota pasé a primero medio?…
con un 4,7… arrastrando (se ríe). Pero no alcancé a hacerlo porque me echaron. Ahí la
profesora nos trataba de maracas a nosotras y a los minos de maricones. Les pegaba a los
minos, nos pegaba a nosotras, entonces un día yo me paré y le pegué con la silla en la
espalda. Y de ahí, pa‟ afuera... (se ríe) pa‟ afuera la pobre Eli.

¿Cuáles son sus sueños?


Alfredo: -Nuestro sueño es tener una casa

144
Eli: -No una casa, una pieza…
Alfredo: -Un lugar que sea donde nos sentemos y optemos por algo, porque somos muy
irresponsables. Primero yo soy irresponsable, nací así.
Eli: -No naciste así.
Alfredo: -Nunca me dieron una responsabilidad.
Eli: -Tú estás mintiendo Alfredo.
Alfredo: -Todo lo tenía. Por eso yo, me gusta estar acá en la calle, me gusta estar donde estoy
acá en la plaza, me gusta estar con mis amigos.

¿Por qué dices que él miente?


Porque él es responsable, cuando se llevó a mi hijo para Valparaíso, fue el hombre más
correcto del mundo y luchó, luchó. Se levantaba a las cinco de la mañana y llegaba como a la
una de la mañana y luchó por el cabro chico. También me tenía mi pieza, me tenía mis cosas,
no me faltaba nada y ahora no sé yo… el alcohol. Somos los dos buenos para el copete y
ninguno de los dos celebramos nada.

145
Por amor llegué a la calle
La historia de la Marú165

Yo me llamo María Isabel Kau Pinto, nací en Rancagua el 4 de septiembre de 1972. 34 años
tengo yo, ya serían 34 años viviendo en Santiago. Mi infancia fue buena, con mis padres he
vivido los 35 años; somos 4 hermanos, yo soy la mayor

Yo soy la mayor, mis hermanos son… dos mujeres, o sea tres mujeres nosotros y un hombre.
Mi hermano vive en Rancagua; mi hermana se casó, viven en la comuna de Peñalolén y mis
papás también. Soy mamá soltera y tengo una hija de 9 años, mi mamá me la crió... me la está
criando. Yo me vine pa'cá porque… era la primera vez yo iba a las discotes y conocí a un joven
de la calle... y empezamos a conocernos y a mi me gustaba y nos quedamos juntos acá.
Después fue, nos juntamos y fuimos a vivir donde vivía su mamá. Tuvimos problemas y
después nos vinimos nuevamente para acá... teníamos problemas acá igual... íbamos a vender
parche curita a los supermercados. Salíamos a bailar al Parque O‟higgins en las Fiestas
Patrias, vendíamos todo y nos veníamos pa'cá caminando... caminamos bastante, en el día y
en la noche. Mi hija se llama Susana Fuentes, tiene nueve años y vive con mis papás. Van
hacer tres meses que no la veo, pero por eso yo le dije al psicólogo que no... que todavía no
me sentía preparada para ir a verla... porque quería encontrar un trabajo para que ellos vean
que yo puedo sola y no con la ayuda de ellos y salir adelante sola.

Mis papás vivían en la comuna de Peñalolén, en Américo Vespucio con las Torres, de allá
somos. Con mi papá no me llevo muy bien, con mi mamá más o menos pero igual ella me
apoyado bastante.

Mi mamá se siente preocupada porque no la he llamado, porque ahora cambiaron los


celulares... se compraron otros celulares. A mi me regalaron unos cuando vino una vez a
carretear, a bailotear a las discos y me robaron mi celular... y ahí quedé.

Más o menos no más me llevo con mi papá, más mal con él que con mi mamá. Yo tenía
problemas con él allá en … él era mano larga166.

Lo único que no me gustaba mucho de mi papá, es que cuando nosotros éramos chicos él
llegaba curado muy tarde en la noche y rompía las cosas. Él llegaba solo a la casa, sus
compañeros llegaban más temprano pero después se retiraban y ahí él salía y después volvía.
Después siguió en lo mismo, seguía tomando, era celoso... siempre ha sido celoso. Él seguía
tomando, nosotros estábamos chicos y él llegaba tomado, quebraba las cosas a medianoche,
nosotros arrancábamos de la casa, nos trataba super mal.

Estábamos chicos nosotros, yo tendría unos 10 u 11 años más menos... no tan chicos, pero mis
hermanos sufrían caleta igual. Yo fui la que más sufrí porque como era la mayor… en el
momento no hallaba qué hacer.

Mi mamá también chupaba167 un poco... pero no sé. Ella me quiere a mi y yo la siento que me
quiere porque he conversado con ella... yo todo se lo contaba, era mi mejor amiga... yo le dije el
día que me falté. No sé a quién le voy a contar mis problemas, y voy a intentar de ir igual...
porque igual la necesito... igual que a mi hija también la necesito.

165
Historia de vida realizada Felipe Godoy, en Santiago 2006.
166
Fresco, degenerado
167
Beber alcohol

146
Mi mamá recibió una plata por parte de mi papá cuando él se indemnizó; recibió la mitad de la
plata de mi papá, 6 millones fueron... claro 6 millones creo que le pasaron... 3 millones para ella
y 3 para él. Ella la metió al banco, no sé como estará ella, trabaja en ferias libres… si yo trabajé
un tiempo con ella... igual me ayudaba. Si yo allá dejé todo por venirme pa'cá.
Pero ahora estoy acá, me ducho... mis cosas aquí y allá... siempre con mis pilas bien puestas.
Yo no puedo andar así torrantucha168; no puedo, la costumbre... es otra manera de enseñanza
de los padres que uno lleva entonces… yo estoy no acostumbrada a ese tipo de suciedad ¡¡no,
no, no me gusta!!.

Me gustaría volver a mi casa pero mi papá es el problema, mi papá es alcohólico. Cuando


éramos chicos mi papás nos llevaban a pasear, nos hacían paseos por la empresa de
ferrocarriles... nos llevaban a la piscina, a la playa, comíamos pollo asado. Íbamos con todos
mis hermanos, claro... con mi mamá y con mi hija.

Las calles

Mi vida ha sido bastante dura, el sufrimiento acá en la calle... los primeros días anduve siempre
sola después conocí a este chico. En la calle uno aprende a sobrevivir cuando uno necesita
algo tiene por ejemplo que cuidar autos.

La primera vez que llegué a la calle fue a la Plaza de Arma, y fue trágico. Porque yo cometí un
hurto en un taller de ropa de corte y confección de ropa de guagua. Había sacado unos hilos y
unos potes… pero en el momento en que yo, me sapearon169 a mi. Los de volví, pero igual me
tomaron detenida, fue durante la tarde y me largaron… los carabineros y yo me asusté caleta
entonces… llamé a mi casa y le conté a mi mamá y llegué a la noche.

Yo pagué la multa nomás y con eso mis papeles se limpiaron porque yo no soy ninguna
delincuente, era la primera vez que lo hacia, tampoco lo supe hacer… gracias a Dios … y por
ese lado yo me fui de la casa para la calle. Después igual volví a la casa mi mami, ella me
prestó plata para que yo volviera y pagara la multa, y me salvé porque tenía que quedarme en
la noche y era primera vez, me daba miedo quizás con que tipo de gente se iba a topar ahí.
Hasta ahora he sido bien honesta no me a gustado hacer nada, machetear no más, pero de vez
en cuando porque él tampoco machetea (se refiere a Cristián que nos observa por la ventana),
busco trabajo pero me ha ido más o menos mal ahora.

Por eso me fui para la calle, porque quería juntar la plata yo, para ver si podía hacerlo y no que
me ayudaran los demás… esa vez estuve como dos o tres meses más menos y andaba sola,
dormía en las bancas y ahí un gallo se aprovechó de mí y me violó… y yo después empecé a ir
a psicólogo y todo eso, entré en depresión, intente suicidarme… ahí las personas de la calle me
ayudaron...amigos: El Esteban, el Juanito, el Vampiro, la Maluca con el Maluco, la tía Alicia con
el Marcelo esas personas son más antiguos... ellos siempre me apoyaron a mi.

En el verano me fui a Viña del Mar a una hospedería del Hogar de Cristo, me fui porque las
primeras semanas que estaba acá los vola'os se violaban las niñas, nos pegaban, maltrataban,
nos robaban las cosas... aquí hay peleas de repente, uno tiene que aislarse un poco para no
ver esas cosas porque a uno le dañan… y así con las personas que yo he conocido. He venido
pa'cá... me encontré con una amiga y ella me invito para acá. Ahí vienen los tíos a darnos

168
Atorrante
169
Acusaron, denunciaron.

147
comida en la noche, tecito... todas esas cosas. En una casa, una corporación El Trampolín,
hacen actividades de computación, escuchar música.

La calle es de mucho sufrimiento, igual nos ha enseñado a sobrevivir... por lo menos a mí, me
enseñó a sobrevivir en algunas cosas… y mi ex pareja igual me enseñó como sobrevivir,
porque con él andábamos en todas y ahí sobrevivíamos los dos. Eso nunca me voy a olvidar
porque yo todavía siento algo por él. Todas las personas que viven en la calle tienen un choque
emocional. Shock emocional. Las mismas personas que ven a la gente en la calle los
discrimina mucho... pero cuando yo ando así ordenadita... ando higiénica así, no nos
discriminan porque ven que uno no es como ellos piensan.

Lo decidí vivir en la calle cuando conocí a mi ex pareja. Al Esteban lo conocí en la Plaza de


Arma, me preguntó la hora, yo venía de la discotec... de la discotec me pasé pa'llá en la
mañana... para la Plaza de Armas. Me senté en el solcito, luego llegaron los chiquillos a tomar
desayuno; me acerqué y ahí me hice amigo de las personas de la calle porque yo soy super
amistosa... con cualquier persona incluso... soy super humilde. El Esteban tenía 20 años, yo
tenía más edad... yo tenía 28 ó 29.

Yo iba a las discotec sola, gracias a Dios nunca me pasó nada y siempre en el camino me
salían personas buenas... nunca me salían personas con malas intenciones. Llegué ahí y él me
preguntó la hora, me empezaron a conversar, compraron bebida... me invitaron al Mapocho.
Ahí fue la primera vez que me quedé en la calle, no quise irme pa'la casa. Me quedé con él;
estuvimos varios días durmiendo en un parque que hay por acá cerca de la Universidad, por
Portugal. Después nos fuimos pa' Maipú, donde vivía la mamá; el padrastro quedó con la boca
abierta... pero con la boca abierta así... porque él nunca iba a pensar que iba a llegar el con una
persona como yo… así higiénica, más joven, más buen moza. Es lo que yo pienso porque
como el quedo así.

La mamá nos pasó una pieza chiquitita, empecé a trabajar yo... a cachurear170, hacer pololos171.
Yo cometí muchos errores… empezamos a pelear por celos y nos vinimos a la calle... hubieron
peleas acá, yo trabajaba y él no me dejaba trabajar en ningún lado, quería que estuviera
siempre con él. Todavía anda en la calle, me manda a buscar... la gente nos quiere hacer
gancho172, pero no es posible... no es posible, por que él le hace a la droga, fuma pasta base...
y ¡uuff!, yo cuánto no luché para que él cambiara... cambió un poco pero ahora cayó de nuevo.
Y el Cristián no es así (su actual pareja), el Cristián toma.

Con el Esteban nos íbamos a casar pero no resultó, yo me quedé por amor en la calle. No
teníamos colchonetas, pero los tíos nos ayudaban… los tíos del Hogar de Cristo, de los
colegios de las Condes... de esas partes. Con el Esteban empezamos a pelear... él más se
drogaba, fumaba marihuana. El tenía problemas como psicológicos igual que yo, ahora en la
Fundación “Nuestra Casa” nos ayudan con psicólogos, asistentes judiciales, asistentes
sociales. Ayer me tocó psicólogo, le conversé... era la primera vez que me conversaba con ese
caballero; yo tomaba pastilla en mi comuna... en el consultorio pedía pastillas porque tenía
depresión… ahora no... ya dejé las pastillas y ahora recién conversé con el psicólogo y me
decía que no me pusiera tensa, que lo mirara a los ojos y le conversara de mi vida.
Llegué por amor a la calle, por amor hice lo que hice... estuve con él en las buenas y en las
malas... me protegía bastante él; peleábamos igual porque éramos los dos celosos después
volvíamos y nos arreglábamos. Pero él siempre estaba conmigo y yo siempre estaba con él...

170
Buscar cosas que la gente bota para vender.
171
Trabajo temporal.
172
Juntar.

148
yo traté varias veces sacarlo de la calle y hasta ahora no puede hacerlo y yo sola me alejé de
él.

Me han acogido personas, me han invitado a vivir en su casa... acá hay una amiga que hoy la
llamé del teléfono de la Posta Central, me tragó las monedas... así que ahí no me puede
comunicar con ella, mañana me voy para allá o me voy a machetear por ahí, para ver si me
consigo plata para ir a la casa de la mamá de él, de este chico el Miguel. Con él yo estoy
pololeando, como hace tres meses estoy pololeando con él, ¡¡no!!, él es muy buena persona,
“él va al Mundial”; es muy buena persona, muy cariñoso. El mundial de fútbol de Sudáfrica,
ellos nos van a representar a la Corporación La Calle, gente de la calle y a Chile.

Esteban todavía vive en la calle, eso si, duerme en Lastarria. Va a la comuna de Los Nogales,
él compra su droga allá, trabaja cachureando… yo también trabajaba cachureando en las
poblaciones, de gente de un poco de clase más alta así; nos regalaban cosas y así estamos
subsistiendo. Ahora yo conocí a un amiga hace, tiempo que anduvo en la calle con otro joven y
nos… a mi me alojó en su pieza y anoche salí a celebrar mi cumpleaños y llegué acá hoy en el
día; y vine a compartir con los chiquillos aquí porque ellos van a la casa El Trampolín. Hay
clases de computación ahí, nos hacen clases de dibujo, nos cortan el pelo gratis hacen
almuerzos solidarios el día miércoles… los martes hacen once solidarias. Entonces uno tiene
que aportar con un granito de arena, según lo que uno tenga.

La Natalia, el Juan, la Maluca, el Maluco viven en la Católica… hay una niña que está
embarazada… yo los conozco hacen dos o tres años atrás y a varias personas acá de la
calle… y a muchos jóvenes, personas que duermen ahí en la Católica…arribita de las galerías
de la vuelta. Si ahora últimamente yo… cuando he vuelto a la calle he ¡visto pura gente
nueva!... jóvenes… muchos jóvenes… mucha gente que duerme por ahí… en todas partes.
Cuando los veo por ahí en los comedores los saludo porque… somos conocidos de muchos
antes… gente antigua y gente que me ha acogido súper bien… otras personas que… porque a
uno la ven sola tratan de atropellarnos… de sobrepasarnos así.

La gente de El Trampolín nos han ayudado a sacar los documentos para encontrar trabajo,
tarjetas para vernos gratis los médicos; hay comedores y duchas en la casa para ir a
ducharse…por ejemplo la Fundación las Rozas, la iglesia el Padre Fray Andresito” que hay
comedores para almorzar en el día… pero hoy no había ni una mano173 para almorzar… en ni
una parte para almorzar en el día.

Hay muchos comedores, hay muchas partes, yo estuve en la casa de acogida, en la


Hospedería del Hogar de Cristo de mujeres… está la Hospedería del Hogar de Cristo de
hombres”… de personas adultas está la otra Hospedería del Padre Lavín, que está en la Quinta
Normal con Huérfano. Ahí tengo un pololo que conocí y ellos se van al mundial de Sudáfrica…
ellos participan el 20 de Septiembre… se van para Sudáfrica a participar en un Mundial que los
clasificaron a ellos, son 8 personas.

Los días

Yo me considero una buena persona, me gusta colaborar en todo, por ejemplo en Nuestra
Casa El Trampolín hacen aniversario… participe en “Arco Neme” que es una casa…es una
casa de acogida para la persona alcohólica…ahí hicieron el aniversario… yo canté en el

173
No había lugar.

149
aniversario… participé con otra compañera que ella pertenece… es voluntaria… yo no soy
voluntaria, pero he estado harto tiempo ahí y me he dedicado hacer hartas cosas.

Un poquito más debajo de la Universidad, ahí nosotros almorzamos. Siempre yo voy allí. Me
levanto en la mañana de la casa de mi amiga, me ducho y salgo, pero cuando uno anda en la
calle, igual soy higiene yo… lavo la ropa en la casa El Trampolín para no gastar agua en la
casa de ella; aparte que ellos se han portado súper bien conmigo… igual hay personas que a
uno lo tratan de allegada… y eso no se siente na‟ muy bien cuando uno está en una casa
ajena. Yo estoy buscando trabajo para arrendar una pieza para mí. Hoy me voy ha quedar con
los chiquillos de Portugal acá compartiendo con ellos… hay más confianza. Los conozco de
siempre… por ejemplo el Juanito es antiguo, la Natalia también… a ellos los conozco de
aaañooss. Ellos son nuevos… hay mucha gente joven que es nueva por aquí y otros viejitos
que no están acá; otros están en la hospedería de hombre… y las mujeres que están en la
hospedería de mujeres, hay una hospedería en Avenida La Paz también, en Recoleta.

Los amigos aquí me protegen, me protegen de los jóvenes que toman, y de los que se pasen
rollos174 con alguna mujer… que quiera hacerte algún daño verbal o sexualmente, porque ya
me ha sucedido. La primera vez que anduve en la calle sola no conocía ha nadie y me sucedió,
varias veces… pero yo fui al médico y me curaron… y no tuve ninguna complicación, yo me
cuido… me trato; por el momento no he tenido ningún problema yo… ahora estoy durmiendo en
la pieza de mi amiga. Ahora estoy aquí porque quería compartir con los chiquillos de la calle
y… yo no me quería quedar… pero me dieron ganas de quedarme, ya me quedé, porque a
veces vienen los tíos. A veces mi amiga no tiene gas y van ha conseguirse… el marido de ella
entró trabajar hace poco.

El papá de mi hija era un drogadicto… entonces él se fue y me dejó sola y… yo empecé a


levantarme, como se dice sola. Llegué acá a la calle… aquí conocí amigos ya
antiguos…después conocí al Cristián (su actual pareja) y sigo con él, llevamos dos semanas.
Con su antigua pareja tienen sus problemas, pero se han sabido solucionar de a poco…
tratando de tener comunicación.

De repente vienen unas alumnas de corte de pelo…aquí hay de todo para ducharse, conversar,
música, computación… curso de inglés hubo hoy… de literatura. Hubo que hablar sobre la
micro… los verbos… de la micro… cómo se siente en la micro… qué anécdotas le pasó en la
micro o un poema, qué significado tiene. Por ejemplo, yo me voy a subir a la micro… que la
micro salta mucho… que es agradable. O un poema, por ejemplo: yo me subí a una micro
cuando estudiaba y salía tarde del colegio y pasé por al medio de la avenida y me rasmillé la
mano y qué le dije al chofer que me dolía la mano… él no me dijo nada, eso es lo que hay que
escribir. Yo cuando me subo a una micro, me siento descansada porque uno se sienta en un
sillón que por lo menos tiene esponja, y es como agradable, observar. Pero me encanta igual
que andar en tren, viste que mi papi trabajaba en ferrocarriles, y nos daba paseo en el tren.

Los cambios

Mis papás se fueron a Paine, ahí vivía la mamá de mi papá, ahí me crié yo hasta grandecita y
después nos cambiamos pa‟cá… pa‟ la población de Matucana con Yungay. Y ahí me crié yo y
cuando voy pa‟llá, al parque Los Reyes… noo pasaba de nuevo por ahí, porque hay que
caminar harto. Yo iba cuando chiquitita a la Quinta Normal con mis papas, cuando íbamos de
paseo…hacíamos picnic después de la Pascua… andábamos con mis tíos, mis padrinos…en
174
Aprovechen.

150
bote andábamos. Hemos visto museos también acá… hemos pintado cuadros grandes y los
vana a exhibir el jueves en la Casa Colorada… allá andábamos, primero fuimos al museo de la
Moneda y…ahí vimos mucho.

Ya con los años llegamos acá a la población ¡¡Aquí yo cambie¡¡ Soy la oveja negra de la
familia. Porque antes yo era súper tímida, no tenía idea de nada. Llegué a la población de la
comuna de Peñalolén. En la Avenida Las Torres con Américo Vespucio, es una población…
son villas. Se llamaba villa de San Luis de Macul y ahí antes era terrible malo. A mi papá le
salio casa ahí… unas casas de segundo piso. Ahí nosotros nos derivamos para el centro a
estudiar, en el colegio que estábamos antes…ahí terminé el 8º básico y después me fui a otro
liceo… uno de mujeres. Ahí cambié yo, me juntaba con amigos que tomaban y se
drogaban…íbamos a las fiestas… ¡¡uufff!! Salía con ellos y tomaba, tomaba y tomaba… pero
con el tiempo me fui quitando de eso, yo misma dejé esas amistades. Después quedé
embarazada de mi hija… a los 24 años. A los 23 quedé embarazada y nació a los 25 años mi
hija.

Voy a cumplir como una semana y media con Cristián, y con el Esteban llevé como tres años y
medio y con el papá de mi hija unos días no más... un mes, Juan Pablo, así se llamaba él. Él no
es de la calle, pero igual se queda en la calle. Lo conocí en una feria (ríe), en una feria me
regalaba dulce de membrillo. Yo me decidí a puro vivir el presente y ahora estoy a donde
estoy... ja, ja, ja... tratando de tirar para arriba con la ayuda de él.

El mochileo

El año pasado… o sea este año, en el verano y yo estaba en Viña del Mar me fui a mochilear175
con una niña, ella es de Villarrica pero nosotros la derivamos al Hogar y quería quedarse,
donde hay una hospedería, quería quedarse ahí ella. Me hice muy buena amiga y salíamos pa‟
todos lados después ella me invitó a ir a Viña del Mar… que iba a ir a un circo. Ella era bailarina
de árabe y no sé si era verdad.

Nos fuimos al otro día… arreglamos las cosas y nos fuimos a Viña del Mar a dedo por la
carretera… nos llevaron al tiro en camión hasta allá mismo. Yo no conocía Viña del Mar, era
bonito… eso fue en el verano de este año; pero lo pasamos mal de primera, pasé hambre.
Porque uno llega a una parte desconocida no haya que hacer, yo no salía… me daba lata
machetear… yo llegue allá y guaa tengo hambre… me voy a golpeaba casa por casa, timbre;
una persona me regaló mil pesos, otra persona me regaló una fuentecita de porotos
granados… me los serví todos.

Después volví me compré cigarros… yo molesté por las casas, fui a pedir por las casas… fui
por las casa a pedir pan, un plato de comida; ahí conocí a otras personas de la calle que vivían
debajo de un puente… nos invitaban bebidas, nos compraba sándwich… me invitó bajo un
puente donde él vivía, quería que yo no me aloje ahí… pero yo no me alojé ahí.

Después conocí a una señora que cuidaba autos donde estaba el circo Los Tachuelas, es
grande el circo de Los Tachuelas... yo la ayudaba a cuidar autos ... en la mitad de la noche nos
fuimos donde están las discotec y ahí cuidamos toda la noche autos y en la mañana nos
íbamos pa la pieza donde dormía que era una casita de madera y ahí nos quedamos hasta el
otro día hacer la misma cosa.

175
Viajar con muy pocos recursos.

151
Después yo encontré otro trabajo con unas prostitutitas… nos preguntaron si queríamos
trabajar. Yo no quería trabajar le tenía miedo a ese trabajo, pero ella no... y yo le dije, no sabí
que yo trabajo en aseo … pero preséntese igual, me dijo ella… ya me puse unos tacos, me salí
a presentar, no le guste... que bueno decía yo. Un día llegó un tipo, parece que era argentino o
no sé de qué país era… él quería una morenita, ya fui yo, fui para presentarme... después se
presentó otra chica, no le gustó... le gusté yo, ¡no! le dije yo, no trabajo en eso le dije yo... yo
no... yo limpiaba nomás, lavaba; pero no, nunca, gracias a dios.

Por ejemplo pagaban 20 mil pesos la hora, pero usaban condón (lo dice muy bajito), para
protegerse... pero gracias a Dios es que a mi. Yo trabajé haciendo aseo y la cocina, uno se
gana sus monedas pero, yo preferí haciendo aseo. Después me derivaron a otra casa de
aseo... se trataba de lo mismo... tampoco, nunca me presente.

Yo no me arrepiento de nada de lo que hice, porque también me llevaron a otra casa y así a
otra casa... también trabajé ahí... me tenían mi camita y todo. Las niñas iban a trabajar de
noche no más y yo ahí podía salir a las disco, me tenían el horario restringido... de repente iba
a la playa sola. Estuve ahí en febrero… a fines de febrero o marzo parece, claro... marzo
porque mi hija empezó a estudiar… y ahí después me quedé allá

Búsqueda y encuentro.

“Los termómetros no superaban los -4,4 grados el pasado 10 de julio en Pudahuel. Producto
del frío, hoy falleció un indigente en el sector de la Vega Central, hipotermia habría sido la
causa de muerte de Francisco Guerra Lobos, indigente que fue encontrado esta mañana por
personal de Carabineros en las cercanías de la Vega Centra”l176. Este crudo invierno se ha
llevado la vida de muchas personas que pernoctan en la calle, por este motivo, el estadio
“Víctor Jara” abrió sus puertas para trasformarse en un albergue y así capear las noche de frío
que han tenido que soportar los más olvidados de esta ciudad, me refiero, a los residente de la
calle.

En un frío y húmedo Santiago busco a Maria Isabel para realizar la tercera entrevista acordada.
En la casa El Trampolín, me dice que no ha ido hace tres semanas; por los lugares que transita
regularmente no se ve divisa, al parecer la calle ya no era un lugar para ella.

En el comedor de Condell las amistosas monjitas me ofrecen por cuarta vez un plato de
comida, repito las intenciones y el nombre de Maria Isabel, la Marú como es más conocida.
Unas personas de la calle me llaman -“tío, tío, a quién busca tío”. -A la Marú, una joven,
morena, baja. -ella hace tiempo que no viene pa´cá, se la comió la tierra. Por otra mesa me
llaman y me dicen que ella terminó con el pololo y está trabajando en un restaurante, pero no
saben dónde es.

En ese momento recuerdo que Marú me decía que estaba buscando trabajo y que había
entregado unos currículos y que ella iba a dejar la calle cuando encontrara trabajo. No podía
llegar a su casa sin trabajo, porque volvería a la calle y eso a su hija le hacía mal, ella es lo más
importante en el mundo “la sangre tira”, como decía ella.

Maria Isabel, en este momento, debe estar trabajando, viviendo en su casa, con sus padres y
su hija. Espero que algún día la vuelva a ver pero ahora seré yo el que contara la historia de
vida tomándonos un café... Cada persona que entra al Victor Jara es recibida por voluntarios de
176
http://www.latercera.cl/medio/articulo/0,0,3255_5666_284124235,00.html. (revisado 23/ 07/ 07)

152
distintas instituciones, le entregan una colchoneta y dos frazadas; los enfermos son ubicados
en una sala separada del resto del recinto y son atendidos por voluntarios de la Cruz Roja.

El rastro de Maria Isabel se me había perdido, ya no la buscaba y, pensaba que a esas horas
de la noche ella dormía abrazada de su hija... justo en ese memento una cara familiar se me
asoma por el hombre izquierdo ¡era ella!, Maria Isabel, alojando en el Víctor Jara. -¡Marú!, le
dije, te acuerdas de mí... confundida por mi sorprendida expresión me abraza y me dice que el
trabajo de mesera no funcionó, no puedo trabajar ni un día, me dijo.

La última vez que nos encontramos, puede decirse, yo estaba pololeando con el Cristián
Valladares, esa vez, en ese parque, ¿se acuerda? él y otro amigo más… estuvimos juntos y
dormimos en la Posta Central... allá en las colchonetas, al frente de la Posta Central, llegaron
los tíos con cosas, regalos.

No estaba por aquí, porque el papá del Cristián nos fue a visitar a la Posta Central un día en la
mañana y nos invitó para su casa, allá en los Zapadores. Pasamos el año nuevo y la pascua
ahí... y en enero pasamos ahí y nos fuimos… tuvimos una pequeña pelea en la casa y la
madrastra de él me corrió... entonces yo me fui a la Hospedería de mujeres de la Avenida La
Paz... y empecé a buscar trabajo, encontré unos pololitos ahí en La Vega Central desgranando
sacos de porotos granados.

Estuve viviendo en esa hospedería por un tiempo, llegaba en la tarde cenaba y tomaba
desayuno. Después fui a buscarlo al Cristián, me hice unas moneditas177... fui a buscarlo a la
casa del padrastro... el papá de él y me quede ahí de nuevo. El otro problema, es que me dio
una crisis de la depresión, me dieron dos crisi; la primera fue cuando me fui pa'la hospedería...
la segunda fue cuando él se fue solo para el Tabo... porque nos íbamos a ir pa'l Tabo, pa'la
playa pero él se fue cura'o llorando, creo en el bus. Yo fui a la feria con la madrastra de él a
vender a la feria persa... que hay los sábados y llegué en la tarde y él no estaba... no estaba su
maleta, yo me puse a llorar así como una niña y partí esa misma noche en camino.

Al Tabo llegué igual, me fui preguntando... junté unas moneditas... me fui en la noche oscura
con miedo en la carretera sola, y gracias a Dios el señor me acompañó... así que no, no me
sucedió nada. Justo había un auto estacionado y unos jóvenes me invitaron, y me llevaron
hasta San Sebastián... y de San Sebastián me llevaron hasta Cartagena... y de Cartagena tomé
una micro pa'l Tabo. Di puras vueltas y vueltas... no encontraba dónde estaba él, donde vivía,
dónde estaba la cabaña, dónde estaba alojado él; y justo conocí un joven y él me llevó donde
su familia... a su casa, porque yo iba a dar vote178 toda la noche... en el frío.

Al otro día encontré trabajo, en los diarios abajo en la playa, en el centro del Tabo y repartir
diario y me gané $4.000 diarios. Después un caballero de unos juegos, me ofreció para trabajar
vendiendo algodón de azúcar. Hacerlos, prepararlos todos, colorarlos... todo listo para trabajar
en el carrito, en las tardes desde las seis o siete hasta como las tres o cuantro de la mañana,
todos los días hasta fines de febrero.

Estuve viviendo en la casa del niño este, era buena persona... pero era muy bueno para
tomar179y para fumar pitos180;este chiquillo me iba a encontrar al camino, me decía ¡necesitai

177
Dinero.
178
Sin rumbo
179
Beber alcohol
180
Cigarrillo de marihuana

153
algo, te falta algo!... siempre me llevaba cigarros o para comer... llegaba medio curaito181
siempre. Yo le decía: oye sabí que anda a dar una vuelta y después volví porque estoy
atendiendo gente; para que no me molestara. Después íbamos a la orilla de la playa cuando
salía a las tres o cuatro de la mañana, para no subir los cerros sola porque es oscuro... por los
bosques... porque es oscuro y lejano... y poca gente baja o subía. Él me acompañaba y
llegábamos a la casa y después en la tarde él me dejaba o yo me iba sola o más temprano.

Un día aparecieron acá unas vecinas de la comuna de Peñalolen, amigas de mi mamá, me


saludaron y estaba yo trabajando… y de repente aparece el Cristián Valladares... y cuando me
vio, se quedó con la boca abierta 182 así... me vio sentada con delantal vendiendo algodones de
azúcar. Cuando me vio, ¡¡ooohhh quedoó helaadoo!!, no podía creer el que yo podía ir a
buscarlo allá... yo también quedé helada... ¡aahh!... quedé así... asombrada; después él se dio
una vuelta y se fue a un supermercado a comprar algo.... andaba con un amigo, el Yiyo.
Después conversamos... yo conversé con él y me emocioné, pero me contuve. Se arreglaron
las cosas, yo estaba en la casa de una amiga... y el Cristián vente conmigo, me decía; igual
tomaba él... yo lo conocí así cura'o183.

En esos días estuvimos alojando en la cabaña de su tía, en medio de un bosque. Sí, sí... yo me
fui a dormir allá, él me llevó la segunda noche y me fui a quedar con él allá; la pasé bien... pero
habían cosas que igual. Me dio la última crisis y ahí me vine para Santiago a ver médico, sola
me vine... mi pololo andaba cura'o ese día; le dio una alergia por unas ramas y en todo su
cuerpo el unas ronchas... y se rascaba y se rascaba y tomaba. No me gustaba cuando tomaba.

Cuando me vine a Santiago estuve alojando donde mi mamá, después me vine para acá.
Busqué un trabajo, encontré... pero ahora no porque se acabó. Saqué el papel de antecedentes
porque se me había extraviado el carné. Estuve trabajando de planchadora... el caballero no
me quiso recibir altiro184, así que por eso le dije a mi mamá que me iba a quedar en el centro,
en una hospedería hasta que encontré un trabajo, pero no era suficiente para mi, para
costearme mi alimentación, mi vestimenta, poder dormir bien… ahora sí voy hacerlo, para que
me cure de eso... voy a echarme la cremita.

Pero se terminó, así que quedé parada... quedé sin trabajo. Ahora, me di unas vacaciones
cortitas para relajarme un poco, y ahora estoy poniéndome las pilitas185 para buscar un trabajo
y para poder ir a ver a mi hija y a mi mamá... porque hace tres meses que no voy... deben estar
terrible de preocupados. Ella sabía que yo iba a estar en una hospedería… el otro día me fue a
ver a una hospedería no más, porque mi mamá no tiene idea de mí; sabe que yo me estaba
quedando en una hospedería pero no sabe que me quedé sin trabajo.

Ahora el Cristián no quiere saber nada de mí, estuvimos un momento bien bonito... él igual va a
El Trampolín186, pero no quiere volver conmigo. Él está arrendando solo super bien, vive ahí
cerca, pero no sé donde es; está trabajando super bien, me mira no más pero no me dice
nada... anda totalmente indiferente... él no va para el Víctor Jara, pero derepente iba para allá. .

181
Borracho
182
Impresionado
183
Borracho
184
Inmediato.
185
Esforzarse
186
Casa de acogida

154
El Victor Jara ha sido una gran ayuda, super buena ayuda, nos tratan bien; por lo menos la
gente que es tranquila... pero algunas personas son jugositos187, pero los demás bien. La gente
que da jugo las echan para afuera nomás o sino las advierten que para la próxima... fuera. Nos
revisan todo cuando entras, prestobarbas pa'fuera, cortaúñas pa'fuera, piches con punta esas
cosas, cuchillos pa'fuera también..

Últimamente estoy durmiendo en la calle no más y en las noches voy pa'l Víctor Jara, antes
estaba en la Posta Tres, pero ya no nos dejan estar ah. Estoy viendo la posibilidad de irme a la
hospedería Francisca Romana que queda en Avenida la Paz con Recoleta, cobran cien pesos
nomás por la noche.

Ahora me estoy entrevistando con la asistente social para sacarme los documentos, los
papeles de antecedentes y mi carné de identidad para hacerme los antecedentes curriculares...
el currículo... para llevarlos a los locales para trabajo y ahí si encuentro un trabajito; buscarme
un arriendo, una piecesita barata para mí o con pareja o solita. Después solicitar ayuda para
pagar la mitad del ararriendo, y ellos me puedan ayudar con pequeños implementos para el
hogar; puede ser una cama de una plaza, puede ser cocinilla, tele o radio y ropa de cama, esas
cosas y mercadería, y con eso yo podría salir a flote un poquito y arreglar la situación mía.

Yo no quiero vivir con mis padres, ya tengo 34, voy pa' los 35... y aparte quiero rehacer mi vida
también, la última oportunidad que me queda o sino quedarme sola nomás, con mi hija por
supuesto. Si mi mami me falla yo a mi hija la saco de ahí, se viene conmigo cueste lo que
cueste... la voy a convencer igual porque la sangre tira y seguir luchando no más. Ella tiene 10
años ya, va en cuarto básico... se estaba preparando para la Primera Comunión... tengo que
ayudarla para comprar sus cositas para que ella se de cuenta que su mamá no se a olvidado
de ella, y no crea que la tengo abandonada... quiero trabajar para comprarle su regalito pa'la
Pascua, porque ella sueña con tener un celular y quiero regalárselo.

Este invierno ha sido muy difícil... estuve muy mal, pero ahora estoy mejor; conocí al Marco y
me invitó a esta casa (Moviliza). Él duerme en el Víctor Jara, porque estaba durmiendo en la
Posta del Salvador... lo conocí en la Posta Central... a mucha gente la conocí en la Posta
Central... en la hospedería de las mujeres; después todos se han derivado.

Una vez tuvimos la idea de ir a vivir con amigos, íbamos arrendar; uno estaba trabajando y el
otro chico no. Íbamos arrendar ellos, mientras que nosotros buscáramos trabajo; era yo, el
marco, el Javier… cuatro con el otro chico que se fue, con su polola... él estaba trabajando en
construcción... entró a trabajar en construcción y ahí nos dispersamos todos... se fueron las
ideas de vivir asi, claro que la ideas mías eran otras entonces... la idea mía fue, que encontré
otro trabajito, me fui de la hospedería y se me dio otra oportunidad, claro.

187
Revoltosos.

155
Soy un profesional
La historia de don Patricio188.

Soy una persona normal, común y corriente; lo que me está pasando es increíble, porque
nunca me imaginé que iba a llegar a una situación así. Soy un profesional, tengo mi profesión.

Hace 19 años me trataron de matar para robarme unas cosas que tenía, una casita que me
gané en el sur, porque yo fui funcionario público hasta el año 75 ya que en ese entonces yo
trabajaba en la ciudad de Los Ángeles. De allá me vine, y en ese año se me puso en la mente
venirme a Santiago, porque yo hice un trabajo para una institución que se formó en la ciudad
que se llamó Comité de Restauración de la ciudad de Santiago. Y el año 75 presente la
renuncia y me vine a Santiago. El presidente de ese comité era el presidente del Banco de
Concepción. En ese momento se llamaba así, ahora se llama otra forma. Y a la vez, su esposa
era asistente social de la institución donde yo trabajaba, que era CORAVIT189, ahora se llama
SERVIU.

Yo era administrativo simplemente, pero como siempre me ha gustado hacer las cosas bien
hechas, todo lo que era de la institución lo hacía con buenos objetivos… con buena finalidad,
fui jefe del departamento de Postulación y Asignación de Vivienda; el último cargo que tuve.
Cuando recién comencé a trabajar en la institución, entré como administrativo y ahí me tuve
quehacer cargo como constructor civil… porque no había constructor civil. Porque en ese
entonces hacía poco tiempo que había egresado de mis estudios, de la enseñanza media y di
mi P.A.A. Postulé a la universidad... e hice un curso en la Universidad de Chile de construcción
civil y también un curso de medicina.

¿Cuándo ocurrió eso?


Ocurrió durante la Unidad Popular, yo no tenía vocación de ser médico… yo no egresé como
médico, pero quedé con mis conocimientos de medicina, también en la Universidad de Chile.
Yo soy fanático de la Universidad de Chile… soy colocolino… pero me gusta la Universidad de
Chile.

Después empecé a trabajar… y después mientras postulaba al ingreso en la CORAVIT, aparecí


donde mi padre, porque mi padre fue jubilado de suboficial de carabineros. Con su jubilación y
las amistades que tenía aseguradas, se incorporó como taxista en la ciudad y con su jubilación
se compró un Peugeot. Incluso fue a Los Andes a comprarlo y fue a buscarlo y llegó con el
vehículo a la ciudad y comenzó a trabajar en el sindicato de taxistas.

¿Cuántos eran en su familia?


Dentro de la familia yo era el mayor de los hijos; éramos cinco hermanos, yo era el mayor. Pero
bueno, ya voy a llegar a esa parte… Como mi padre quería que yo fuera oficial de carabineros
y yo no tenía esa intención…mi padre quería que yo fuera oficial. Yo conversé un día con él y le
dije: Padre, pídame cualquier cosa pero no que sea oficial; Ya, entonces te voy a proponer que
seas contador, para que tengas un buen futuro; Mire papá, como oficial yo se que no voy a
tener buen futuro, por las experiencias que he pasado.
Yo estudiaba en el comercial de Los Ángeles, en el Instituto Comercial de Los Ángeles y
pusieron a un teniente de profesor de matemáticas. Y un día, los alumnos, empezaron a
tomarle el pelo… y como a mi no me gusta tomar las cosas a la chacota… porque me gusta la
privacidad. Entonces le escuché decir que le gustaba montar en moto y salir a hacer su trabajo.
188
Entrevista realizada en Santiago por Lya González, segundo semestre de 2006.
189
Explicar sigla.

156
Yo le dije: Si yo tuviera esa plata me montaba a caballo, y como mis compañeros se ríen de lo
que yo dije, él fue a la dirección. Allá la directora no encontró mejor solución que echarme del
colegio… Y me echaron del colegio. Yo tomé mis cositas y me fui a la oficina de mi papá; que
en ese tiempo era Radioperador, estaba en servicio activo. Y le conté: Papá me acaban de
echar del colegio, por esta razón, él lo tomo a mal y me echaron. Entonces me dijo: Ya, yo voy
a conversar con la directora. Mi papá era el presidente del Centro de Padres. Así que fue al día
siguiente y me reincorporaron al colegio… yo seguí en el comercial, no sé en qué condiciones,
seguí unos meses.
Hasta que un día, vi uno letreros de publicidad, relacionado con que acá en Santiago había
unos comerciales donde había buena educación… entonces hablé con mi papa y le dije si se
atrevía a mandarme a Santiago, si yo vuelvo para acá con un diploma. Ya, me dijo, y llegamos
acá y empezamos a buscar en qué colegio me podía inscribir. Primero fuimos al Instituto
Comercial que está en Recoleta, ese que está frente a la calle Buenos Aires; hasta que
llegamos a Avenida España, al Instituto de Comercio Nº2, que está frente al liceo Darío Salas,
nos recibió el inspector y la directora. Yo quise altiro ser dirigente estudiantil, postulé a un cargo
y pasé a ser secretario, las hacia todas en el Centro de Alumnos... Hice programas de radio y
televisión.
Me tocó ser secretario, en los programas de radio y televisión… me tocó como asesor un
profesor de la U. de Chile, don Valentín Trujillo, él era el asesor artístico. Di todo lo positivo,
para que mis compañeros hicieran actuaciones artísticas; así que saqué a un artista, un
cantante que lo conocí en las fiestas de la Universidad de Santiago… en las fiestas que están
en Jotabeche. Allí lo vi triste, él quería ser cantante; mira, le dije yo, tú quieres ser cantante y
serás un cantante famoso, yo te voy a ayudar. Partimos a hablar con el que está a cargo de
esta zona, para que le dé la autorización para unas demostraciones y salga a la palestra. Acá
en la Universidad que estaba en Ruiz Tagle con la Alameda, allí nos juntábamos... Porque las
personas que tienen iniciativa así, yo las apoyo. Ahí se toma la decisión final. Salió, hizo unas
demostraciones 3 ó 4 canciones y a todos les gustó. Me di cuenta que había penetrado en el
espíritu, él cantó bien. Yo seguí con él… Yo en ese entonces estaba haciendo un programa en
la radio José Miguel Carrera, de repente me llevaban y me decían… qué ideas tienes para el
programa. Ahí yo presentaba una idea y me la dejaban al aire. En ese momento con ese
muñeco yo trabajaba.

¿En ese entonces usted ya estaba en Santiago?


Sí, yo ya vivía solo en Santiago, llevaba como seis meses; estaba estudiando en el liceo
comercial; y estuve ahí 2 años hasta que logré terminar. A mi papá le entregaban todas las
notas del semestre y logré especializarme en contador: Me recibí, me entregaron mi diploma y
partí a Los Ángeles.
Y cuando llegué, fue y se calló… no me dijo nada. Allá por el año ‟64, llevaba unos meses en la
ciudad y me enteré que en el Instituto Comercial de Los Ángeles iba empezar a dar clases
nocturnas; fui y hablé con los principales y me incorporé como alumno. Yo no hallaba qué hacer
encerrado en la casa y no me gustaba estar de ocioso. Todos los días iba a clases al comercial
nocturno, pasé tres años estudiando… claro, yo me callé que había recibido del comercial
nocturno acá en Santiago. Nuevamente ceremonia de graduación; la realizaron en el Teatro
Municipal de la ciudad. Ahí me entregaron un diploma.
Con los demás compañeros me invitaron a una fiesta que se hizo en el gimnasio…participé. Ahí
empezábamos a conversar y encontrábamos harta diferencia… discutiendo empezábamos a
tomar una olla grande de Coca-Cola, todos discutiendo y tomábamos y tomábamos vino…
hasta que de repente nos pasó que estábamos todos curandos y noté que me estaba
manoseando… y le dije: lo siento mucho yo nunca he estado en una situación así; cómo
empezamos a tomar Coca-Ccola, y terminamos tomando vino. Entonces pedí que me fueran a
dejar a la casa. Me echaron arriba de un auto y me llevaron a la casa.

157
¿Qué edad tenía usted, cuando sucedió eso?
Tenía 17 años. Me dejaron en la casa… y me acosté. Al otro día el hachazo190, el típico dolor de
cabeza. Después me duché hasta que se me pasó. Y me fui a buscar a mis compañeros pero
no encontré a nadie… nunca me encontré con ninguno.

¿Usted a qué edad empezó a trabajar?


A los 18 años, en CORAVIT. Allí duré como 10 años

¿Lo indemnizaron a usted?


No. Yo presenté la renuncia a la institución y me dijeron no; y seguí trabajando hasta tener los
medios para venirme a Santiago.

¿Usted tenía en mente venirse a Santiago?


Claro, porque como le conté, tenía que venir al Comité de Reconstrucción de la ciudad. El jefe
de esa entidad me pidió que le hiciera un trabajo… todo lo que era relacionado con
publicidad… porqué soy dibujante. Ya pues, le voy a hacer un trabajo, si le gusta conversamos,
le dije. Con este señor, que era esposo de la Asistente Social, ya lo tenía todo conversado.

¿Durante los 10 años que vivió en Los Ángeles tuvo familia, se casó, tuvo hijos?
Sí. Pero, cuando me fui con el titulo de contador de acá, me encontré con una sorpresa
desagradable. Yo tenía una polola, ella estudiaba dos cursos más arriba que yo, o sea ella
estaba en tercero y yo en primero… yo la dejé solita confiando en que nunca pasaría ná´…
pero cuando volví, me encontré con la sorpresa que estaba con una guatita… como yo no
sabía mucho de esas cosas, no lo tomé en cuenta.
Pero resulta que cuando salí a pasear por la ciudad, a vitrinear, me encontré con un grupo de
amigos, todos me conocían y sabían que yo era el pololo de la muñeca191. En eso un joven del
grupo hizo un comentario de a mí que no me gustó. Todos eran conocidos… entonces, alcancé
a escuchar que este tal por cual… que estaba limpiando las paredes de la ciudad conmigo, por
la situación de que ella estaba embarazada. Al principio no tomé en cuenta… pero luego, al
sentarme en la plaza me di cuenta que estaba pagando un pato injusto… yo no tenía nada que
ver con el asunto. Al estar pensando me empecé a dar cuenta de que estaba pasando una
cosa injusta… todos estaban hablando mal de mí… todos, todos me conocían y sabían que yo
no era ese tipo de persona. Pero el hecho de escuchar ese comentario directamente yo… eso
me dolía.
Después de conversar con mi polola, le conté: Mira, dije, está pasando tal cosa. Entonces te
casas conmigo. Ya, me dijo, de acuerdo. Y fijamos la fecha, hablé con sus padres. Luego fui a
hablar con el cura para poner fecha al matrimonio. Nos casamos sin mayores fiestas. Yo no
tenía intención de casarme, tenía sólo18 años.
Estaba empezando a hacer una postulación a la empresa Endesa en la ciudad. Fui y me
presenté, pensé era el primero pero eran 100 postulantes. Igual me presenté, era una
concesión en Los Ángeles. Me hicieron un test.... bueno esperé a ver qué pasaba. Al día
siguiente vine a ver los resultados, si era necesario tenía que dar una entrevista. Miré, es un
cargo alto, como jefe… bueno me fui. Era un cargo de Gerente de Personal para hacerse cargo
de la mina de El Abanico. Bueno, me fui nomás... al otro día tenía el primer lugar de los 100.
Me entrevistaron, me hizo pasar un gerente. Le conté de todo de mis estudios. Yo sabía
inglés... lo que yo más sabía era hablar inglés. Yo había estado en el Instituto Norteamericano.
Ya, me dijo, estás bien. Me explicó el cargo, era para Gerente Personal para la Central El
Abanico, en donde había un montón de sindicatos que estaban empezando a volver loco al

190
Malestar físico y dolor de cabeza después de una borrachera.
191
Mujer joven y bonita.

158
gerente. Allí le dije que lo lamentaba mucho, pues yo no estaba capacitado para manejar
sindicatos...
En el mes de marzo de 1977 me vine a Santiago, tomé la decisión de trabajar en publicidad que
era lo que yo quería... con esto yo quería tener otra situación y formar un hogar; estuve un año
en Santiago, sin trabajo. Yo vivía en la Galería Alessandri en la salida del metro Unión
Latinoamericana. Allí tenía un departamento arrendado, hasta que me enteré de que me
querían robar mi casa allá en el sur. Me fui al Ministerio de Justicia, coloqué la denuncia pero
igual me la quitaron... pues mi señora, estaba viviendo con otro tipo, y ese tipo era el verdadero
padre de su hijo. Yo viví 8 años con ella... ella era muy salidora, dejaba todo botado, se dedicó
a la prostitución; eso me afectaba mucho.

En esa época yo daba charlas para incentivar a la gente para construirles poblaciones... casas
en la zona de Las Canteras. Yo volvía a la ciudad de Los Ángeles y al llegar a mi casa,
encontré todo pelado192. Empecé a averiguar, y mi mujer se había venido a Santiago, eso me
dijo el vecino. Yo tenía una antigua dolencia en la columna, en la cuarta lumbar... allí me dio
parálisis para caminar, esperé dos meses a mi mujer. Hablé con mi jefe y me cambiaron de
ayudante... pedí permiso para venir a Santiago por 15 días. La busqué y llegué al lado del
supermercado que está al lado de la piscina Mund, en Grecia al lado del Estadio Nacional; allí
me paré en la puerta con la foto de mi mujer.... Total que encontré a una vecina y me llevó a su
departamento. Allí estaba mi mujer, con su hermana y me enteré que me había dejado por un
hombre que trabajaba en Codelco. Ella quería deshacerse de mí, me lo dijo. Esa explicación
me dio.
Allí me fui a la Estación Central y dormí al lado de los trenes que corrían al sur, en el suelo...
me tendí al lado de la máquina. Allí, con el calor, estuve dos días... luego me decidí y me fui al
sur a la casa de mis padres y me quedé allí. Seguí golpeado, pero volví a pensar en venirme a
Santiago.
Busqué trabajo... caminaba hasta Plaza Italia todos los días. Hasta que un día voy llegando a
Alameda con Ahumada y veo que en una vitrina un aviso de se necesita un vendedor. Entré al
local y hablé con el patrón de la confitería... tuve una pequeña entrevista. Era en una zapatería
chica, hoy es una farmacia Cruz Verde. La zapatería era chica, pero tenía otra sucursal ahí
cerca, que la manejaban dos hermanos. Pedí crédito para un par de zapatos para mí... pero me
encontré con que uno de mis patrones quería que saliera a pelear a puñetes... y resulta que no
le quise hacer caso. Ahí me pegó, yo quería dejar todo hasta ahí no más... Me amenazó con
echarme de la pega... Traté de evitarlo y seguir caminando. Fui al trabajo, al local, antes de
llegar me encuentro con los dos hermanos. Conversé con ellos y todo quedó en nada... seguí
trabajando. Era un buen vendedor. Seguí condicionado 5 meses y al final terminó mi contrato
me retiré... en buena.
Del trabajo me vine caminando al departamento y me encuentro con un vecino de allá de Los
Ángeles. Que trabajaba como armero... y que había sido carabinero. Se recordó de mí... era
don Clorinda Palma. Me ofreció un trabajo... estaba intentando ingresar a Chilectra como
contratista... me ofreció un trabajo como chofer. Me pagaba $1500 semanales, no era mucho
pero bueno... al día siguiente recibí el auto, me presentaron y entré a trabajar... 10 años a
Chilectra.
El año '88 era... me dio una parálisis y quedé así. Yo tenía una conviviente... estuve con ella 10
años también, pero ella trabajaba en el Portal Edwards y ella tenía otra persona, o sea me
estaba poniendo los cachos193, me enteré por un amigo. Me quería morir… no... esto no de
nuevo. Ella empezó con que quería volver al sur, a ver a su papá porque estaba postrado en
cama porque lo habían atropellado... se llevó con ella a mi niña, el capullito. Se fue y nunca
más volvió. Cuando mi hija, Michel cumplía 15 años fui a verla al sur. Me bajé 10 kilómetros

192
Desocupado.
193
Engañando.

159
antes de la casa... y en todo el trayecto me mojé... llegué... llamé a la puerta y salió mi mujer,
estaba con otra pareja que ya tenía, y mi niña salió... se levantó... me recibió como una señorita
grande. Ella estaba bien informada de todo lo que había pasado. Me sorprendió porque era
inteligente y responsable. Estuve un día con ella. En esa casa sufrí una caída por tratar de
arreglar una antena en el techo de la tele... estuve 15 días hospitalizado. Volví a Santiago, en el
año 80... Y me di cuenta que estaba solo.
Luego busqué trabajo, en la calle San Martín... en una distribuidora de libros fue el año '84 y
arrendaba una pieza en la calle Libertad 92. Era vendedor, tenía que viajar a provincias; a
Temuco, a Los Ángeles, allí visité a un hermano. Le pedí que me llevara a un centro médico
para verme la columna, allí me revisaron la parte inválida... bueno, me sacaron una radiografía,
pero me vine a Santiago... no esperé los resultados.

¿Por qué decidió usted vivir en la calle?


Yo no lo decidí, me echaron a la calle. Tenía mi cama de dos plazas, mí tele, mí equipo...
estaba arrendando en una pieza en la calle Esperanza 571, eso fue el año '93. Tenia mis
cosas, había echo un curso de jubilados del INP. Tuve un diploma, pero no me alcanzaba la
plata para pagar la pieza y comer, así que me echaron a la calle y la dueña me botó y se quedó
con todas mis cosas porque yo le debía. Incluso tenia mi cocinita de camping donde me hacía
mis comiditas.
Tengo una pensión de 50 mil pesos, una porquería... no me alcanza para nada. Ahora duermo
en una hospedería del Hogar de Cristo... algunas veces me voy a una particular allí en
Cumming y cuando tengo plata entro a un restaurante a comer un plato de comida, para
sentirme gente y que me atiendan en la mesa.
Me cobran $500 la noche. En el día tengo que pedir monedas porque no me alcanza y estoy
postrado de todo este lado izquierdo del cuerpo... me pesa caminar... entonces tengo que
empezar antes a caminar para llegar aquí a la Cruz Roja a comer algo. Pero necesito pedir... o
no tengo más posibilidad de seguir con vida.
Quiero morirme pronto, estoy cansado, esto no es vida. Trabajé toda una vida, tuve dos
señoras y una hija... y ella no sabe nada de mí... ella está grande... es una mujer, tengo nietos.
Pero estoy solo. Ya no tengo fuerzas de seguir luchando. Sin embargo, amanece el día...
despierto a las cinco de la mañana y debo seguir.

160
Manto Sagrado
La historia de Ernesto194

[Foto1: Fachada e interior de sitio eriazo de Santo Domingo]


[Foto2: de izquierda a derecha: Barrientos (de pie), Víctor con su perro, Mauro abraza a Ernesto (quien viste
su manto sagrado), Nano abraza a la Chalo]
[Foto3: Ernesto con su Manto Sagrado]

He trabajado en San Camilo195, sé que me han humillado, todos me han humillado... ¿por
qué?... porque no me siento realizado... mi familia me dijo que yo andaba botado en la calle que
yo era una lástima... que andaba dando pena. Me dijeron bien claro… cierto, algo como le
dijeron a todos los cabros preferimos verlos muertos.
Esto me lo trajo Megavisión196,(muestra logotipo del canal)… esto es testigo. Sabes porque...
porque ellos ganaron plata y a nosotros nos humillaron aquí. Vino Megavisión, vino la Red 197 y
vino hasta la Cuarta198, y todos fotografiaron y ganaron que ganaron… fueron indignos ellos,
nos robaron, o sea que en pocas palabras… nos chantajearon que es diferente.
Yo tengo cualquier educación, pero vivo aquí en mi mundo nomás aquí... nos querían quitar el
sitio... todos... la junta de vecinos... todos. Todo era un conclave, igual que buscar a Paul
Sheffer, todos se unían para que nos dañaran; la junta de vecinos, no es cierto, nos quitaron el
grifo allá afuera... las monjas se metieron por el otro sector también nos quitaron todo, fueron
indignos ante nosotros…

¿Qué le quitaron las monjas?


El grifo… ellas mismas sapearon199.
¡Cierto! -agregó Barrientos.
- Si po, si nosotros sacábamos de allí agua… lo cerraron de un viaje… y ahora comenzó de
nuevo la debacle –agrega Ernesto-, todos quieren acusarme de gueás200 que yo no he hecho;
me acusaron de que yo andaba con menores de edad, nos hicieron parte… vino
Investigaciones... estuvo ayer, está firmado todo el atao201... andamos en la calle le ganamos al
molino de Balmaceda202 a todos... pero lo que quieren... no sé si la envidia, el verbo envidiar el
que más sucede ante todo. Con esto, no es cierto Chico, hemos estado en los buenos y los
malos momentos aquí; yo traje esta mediaagua y empezaron todos...

¿Cuándo viniste?
Yo tengo un año tres meses, soy el mas antiguo aquí, ¿cierto?. Después llegó éste y así eran...
así unas matas tan grandes; pero luché, les gané... Después llegaron los cabros203 y siempre
hemos estado muy unidos, en los malos y los buenos momentos hemos estado muy unidos.
Éste hizo su ruquito.

194
Entrevista realizada por Guillermo Molina Santiago el xxx.
195
Marca comercial muy tradicional de panaderías y pastelerías del centro de Santiago.
196
Cadena privada de televisión abierta, señal 9.
197
Cadena privada de televisión abierta, señal 4.
198
Periódico de circulación nacional, de corte sensacionalista, dirigido al segmento más popular de
la población.
199
Sapear viene de "ser sapo", delatar, acusar de algo.
200
De cualquier asunto.
201
Situación, acontecimiento o problema.
202
Caleta muy concurrida por la gente de la calle, ubicada en el sector del parque de Los Reyes en
Avenida Balmaceda.
203
Muchachos.

161
Tío, cuando llegamos aquí había un solo pastizal –interrumpe el Chico Víctor–, yo llegué con
las puras manos nomás, me ponía unos calcetines en las manos... porque esta cuestión tiene
unas espinitas chiquititas que penetran la mano….
Aquí se limpió todo, sacábamos un montón de pájaros –continua Ernesto–, usted cree... había
un montón de pájaros... de arriba nos caían hasta por si acaso... nos caían los pájaros, así nos
ganamos esto.
Un día llegaron los desgraciados de mierda, le digo sinceramente le digo, ellos saben: los
pacos204 de la Tercera Comisaría... ¿sabe por qué?, porque a mí me mataron a mi mejor amigo,
te lo digo sinceramente, ¿está grabando o no? A mí mejor amigo, a Marcelo Cáceres Espinosa,
a ese cabro lo conocí de carabinero... ¿no es cierto?... yo lloré, ese día yo me quise suicidar...
cierto. Lloré, me revolcaba entre medio de las matas aquí... porque lo mandaron sin antibalas a
cuidar un banco y el asalto fue comunión de los pacos de la Tercera. Y los mismos huevones
nos pasaron a nosotros... ¿no es cierto?... y nos pasaron medio a medio, vía Investigaciones y
los pacos dijeron esta gueá es pa' la risa.
Pero lo que yo tengo es agallas... tengo todo agallas... le pedí a la asistente social del Hogar de
Cristo... le dije ayúdeme a la tía Orieta; me pasaron un abogado... en pocas palabras de
amparo... yo sabía que me iban a defende; vino la policía y dijo esta gueá... los tienen para el
gueveo cabros... todos son los culpables. Los protagonistas mataron al cabro, dos cabros que
han trabajado junto conmigo en Temuco, Novena Región... en Trenaquepe. Todos mataron a
dos pacos... dos cabros han vuelto en cajón y me querían como policía a mí... después que les
construí el retén en Nehuentue... y son de la Tercera... son los protagonistas y también le
sacaron el asalto. Les pasó lo mismo... y ésto y ahora hoy día porque los pacos no me
defienden... todos los pacos me declararon la guerra... le digo sinceramente fueron unos
cobardes, unos mentirosos.

¿Qué fue lo que hicieron, los querían echar?


Todos, porque no aguanto el tiempo... me vinieron a cobrar hasta por asalto... pero luché y yo
les dije con qué ética moral y conciencia. Un día fui, a mi no me conocen... tengo cualquier
historia... Yo tengo tercero medio rendido... estudie leyes, el poder ejecut… cuando me decía
ejecutivo, legislativo y judicial... ¿y la jueza Cher...? Y qué dijo el hueón ahora; dijo: sólo
depende de la jueza y los hueones.... en un archivo tenían escrito.
Nos siguen hueviando con nosotros todo el tiempo... y a mí me gusta ser alegre, en la calle;
tengo el Liceo de Aplicación, le hago la tarea a los cabros; Liceo Salesianos; Liceo Nacional y
sobre todo el Liceo que está aquí... todos me meten… Me dicen el famoso, es verdad, jugué
con Marcelo Salas... jugué con Marcelo Salas en Temuco, él en el Santos y yo por el Dante... y
por eso tengo un tremendo repertorio.

¿Conoces al Salas?
¡¡¡No voy a conocer!!! Si sacaba camarones en una cueva igual que yo pues... se cagaba de
hambre igual que yo. Cuando tenía hambre pescaba el camarón... ¿cierto que todos comimos
camarón, cierto?... De ahí que nos mordía igual que la jaiba.

¿Camarón de Vega?
¿Y cómo conoce la vega usted?... aquí no tenemos camarones, sólo que al ratito nos vamos a
poner camarón... ¿cierto?. Y vinieron todos a molestarnos aquí... todos querían echarnos... la
junta de vecinos ese día vinieron a insultarnos, al cabro de al frente, porque estaba vendiendo...
yo me consigo todo, y andan picados por la gueá que traje. Es de guardia, de guardia que
cuida, yo fui de seguridad internacional del Aeropuerto de Pudahuel... no pueden conmigo... El
otro día, no tengo paciencia, porque el otro día le iba a vender la moto a un paco... a mí con
todo en la calle, no me dejo ante nadie... defiende este territorio, porque este territorio es de

204
Carabineros.

162
nosotros ¿cierto?. Ya llevamos más de un año tres meses... y ahora vienen todos... vino
Ricardo Lavín... cómo se llama ese ¿Ricardo Lavín?… cómo se llama ese, el Joaquín Lavín 205
dijo bien claro en la Municipalidad... dijo que iba a parar el terrorismo, que iba a parar todo: la
delincuencia, la droga. Mentira, ¿cuándo? el más drogadicto... y saben perfectamente. El viejo
feo, le mandaron con la bacinica en la cabeza... ¿cómo se llama?, Andrés Zaldivar; cuando
estaba en Radio Chilena y después con la mierda en la cabeza vino y nosotros salimos a la
calle.

Yo nunca me metí en la droga, y ellos quisieron harto doblegarme… en pocas palabras


meterme en cuestiones de andar robando, y nunca lo hice... hasta la fecha. Y por eso tengo mis
certificados de estudio; los tengo allí, porque fui al ministerio a buscarlos. Pero nunca le fallé a
nadie; por eso es que todos me quieren... en el supermercado todos me quieren... en el
Monserrat, sé que lo que construí, que haya servido para otras personas.

¿Qué ramo te gustaba más en el Liceo?


Biología celular o castellano... por algo estuve en Carahue... defendiendo yo entre los cabros
externos... en frase... en todo, como te podría decir, en dictado, o sea cómo comunicarme y
cómo escribir, la teoría de cómo escribir... todo lo que uno puede decir. Me equivoqué en
halluya206 nomás, y en murciélago, porque no coloqué el acento; pero salí tercero y tengo el
tremendo certificado y todavía lo tengo en castellano. Pero de qué me sirve ahora, no saco
nada con tener un certificado de estudio, si no voy a cumplir la tarea que me dejaron como
legado los profesores donde yo estudie: científico humanista. Y ahí quedé promovido a cuarto
año de educación media humanístico y científico, pero en física y en química... creo que estaba
muy lejos de la realidad... no le pegaba en todo.
¿Conoces al filósofo Sófocles?, dijo: "sólo se que tengo sed"... A usted, seguramente le gusta
el periodismo y el sueño mío de ser periodista... de trabajar de actor en la televisión, nunca lo
obtuve... porque no tenía plata para ir a la universidad. Lo que obtuve es que el finado de mi
hermano que se ahogó... él me daba veinte pesos y todos lo conocen a mi hermano... pero aun
así me tocó bailar... y a mi Papá igual y él soñó que su hijo...
Pero yo de mi familia soy el que tengo más estudios, pero de qué me sirve hoy en día... de qué
me sirve si estoy tan lejos de la realidad... y si fuera constitucional, si fuera.
Si lo que yo tengo es que no soy apático y jamás en la vida me ha interesado el dinero...,
jamás... si mi abuela que ya tiene 120 años... sé que ella perfectamente me puede dar una
luz... pero de qué me sirve si yo estoy metido en un vicio... si mi familia no me quiso... no me
aceptaron en un momento difícil que estoy viviendo, y cuando supieron lo que me estaba
sucediendo... creo que se avergonzaron... eso creo que sí lo dije en Megavisión... y lo dije.
Yo quiero que crean en mi, o sea yo pretendo reconciliarme con la sociedad, eso es lo que
quiero; porque si no voy a reconciliarme como la gente, con la que veo todos los días... creo
que es un item, no es una tesis para mí, porque es algo que está desdibujándome,
destruyéndome, y mientras más me destruyo. Yo te digo sinceramente... yo me estoy muriéndo,
los glóbulos rojos... a veces y para mí.
Este sitio me ha traído la mayor de las maldiciones ¿por qué?, porque este es un sitio eriazo...
dos años pegado aquí... y toda la gente cree en mi... todos creen en mi... si don Luis Ortudia207
cree en mí... ahí en el supermercado... es porque él sabe que yo mandé en el Monserrat.

¿Después de trabajar en el Monserrat, te viniste a vivir a este sitio, no?

205
Al momento de la entrevista Alcalde de la Comuna de Santiago.
206
Un tipo de pan blanco tradicional chileno muy popular.
207
Gerente del Supermercado Economax de Compañía con Ricardo Cumming. Ernesto lo conocía
de antes cuando trabajaban juntos en el Supermercado Monserrat. Don Luis Ortudia permitía a Ernesto y
a varios cartoneros recoger las cajas de cantón que el supermercado desechaba.

163
Yo llegué ese día, fui y tuve que enfrentarme realmente con la fuerza pública, todos me
miraban como que fuera un delincuente... todos me vieron, menos mal que yo tenía dos
cédulas de identidad, porque cuando yo llegué… me presenté con los carabineros de la
Tercera Comisaría... fue una sobredosis porque me querían dominar. Pero cuando supieron
que yo era de Nehuentue... era un pueblo... un carabinero y no me extraña, no me extraña
araña... que algo está sucediendo... que ya sucedió.
Te digo sinceramente, llegué solo aquí y ese día vinieron a echarme soplado pa' afuera, los
carabineros que llegaron con términos... con menos de base, no tenían ni siquiera... o sea no
se sabían ni siquiera el número de la placa... y fue lo que sucedió cuando yo llegué aquí. En
esos momentos difíciles... y sobre todo estos eran unos pajonales... y de ahí llegó el Barrientos
a pedirme que yo lo ayudara aquí, y yo lo ayudé... porque aquí me llamaron primero y ese día
cuando hubo un asalto al lado, yo fui protagonista y casi cooperé... y yo fui caradura y hablé
con la policía... hablé con inteligencia y sabían que mi identidad está escrita en la base mía...
porque yo no soy idolatra, soy persona común y corriente... cuando cometo un error pido las
disculpas necesarias... y creo que eso lo considera carabineros.
Después cuando llegó el Hogar de Cristo... llegaron todos... y yo creo que fui protagonista de
haber construido hartas cosas que en este sitio... quizás porque no tengo yo lo necesario para
trabajar. Para mí es necesario trabajar con un elenco... no es necesario trabajar con actores y
actrices, lo sé perfectamente que he hecho hartas cosas por este sitio y sé perfectamente que
mi vida ha sido como un relámpago nomás... así, algo que ha quedado inconcluso.
Sabía perfectamente que yo venía, y cuando me encontré... cuando fui a buscar los cartones...
como la gente se gana todo. Yo llegué el '91... cuando el '85 justamente para el Mundial, yo
estaba en Temuco... por eso tengo el certificado de estudios de Tercero Medio... yo llegué
cuando tenía como... puedo calcular... porque en estos momentos no puedo decir una cosa que
no… llegué... si ahora tengo 31 y una diferencia de nueve años atrás, si soy matemático, tenía
sólo 23 años. En ese momento llegué el '91, pero me aceptaron en el Hospital Clínico de la
Católica... me aceptaron en la Clínica Boston... en la Cámara de la Construcción... en el San
Pablo, en todas partes me quisieron.
Y comprobé que las cosas no eran así... así como me aceptaron en la calle... así también
construí, pero fue un sueño que para mi creo que está muy irreal... yo se que voy a regresar,
quizás me falta alguien que me apoye... porque la confianza con mi familia se perdió hace rato,
desgraciadamente por lo que me sucedió y punto... yo sigo siendo el mismo.

¿Qué fue lo que te sucedió?


Lo que me sucedió a mí son cosas que... cuando yo le pedí apoyo a la fuerza pública... porque
yo tengo problemas con los pacos... porque no tienen ética, no tienen moral no tienen
conciencia y menos... son irracionales…

¡¡¡pero qué te sucedió!!!, interviene la Chalo.

Cuando me violaron a la fuerza, lo reconozco... a la fuerza... y el mismo hueón que mato a dos
más, les dio un enharinado con Racumin208.

Está suelto todavía... y más encima en el pueblo todos me odiaron... me tenían odio porque yo
me dediqué a estar con los carabineros. Sé que me tenían odio, pero lo que me sucedió a mi...
creo que me dejó escrito... me escribió la historia para siempre y por eso creo que yo estoy
fracasando. Ya no soy la persona adecuada para hacer las cosas... sé que me paro medio a
medio, me coloco un terno y corbata... y lo que nunca he hecho en mi vida... nunca le he sabido
hacer un nudo a la corbata. Pero cuando me he parado... me he parado. En el aeropuerto

208
Veneno para ratas.

164
cuando yo trabajé, se lo digo sinceramente, nunca pude hacerle el nudo a la corbata... porque
cuando yo me crié con corbata, estaba en octavo básico cuando me licencié, y era el mejor
alumno en Carahue, por eso tengo el certificado... quizás fui un alumno regular, común y
corriente; pero les enseñé a los cabros y descubrí que entre 45 chiquillos... le gané a la
Municipalidad... le gané a la Intendencia, en todo. Construí el Club Deportivo Pacífico, yo fui el
presi… Ahora, qué le vamos a hacer... ahora.
Me quisieron convertir en ladrón, pero nunca han podido... y eso lo saben perfectamente,
porque yo digo las cosas como son... a veces me equivoco... sé que me equivoco, que soy
bocón.
Pero ahora tengo la gran oportunidad y sólo depende de mí... pero sé que no estoy dispuesto
en estos momentos para lograr algo o administrar algo... por último en recepción, ser una
persona… pero el Monserrat lo mandé igual y no me costó y el Unimarc... también.

¿Cómo está tú relación con el vicio, ahora?


Sí, te voy a decirte la verdad caradura209 y no tengo ná que ver aquí... que no soy el primero ni
el último. Sabí por qué me pasa esto... porque cuando me sucedió, estaba tomando vino y el
gueón me pilló curao210,y ahí se me fue ¡¡la noche encima!!... después que todos que era
psicópata... que todo. Todavía lo llaman el psicópata... yo cuando estaba en octavo básico, él
me decía igual te lo metí en el hoyito... claro, porque yo era un cabro menor de edad nomás...
lo hizo al propio.
Y más encima cuando yo le pedí apoyo a la fuerza pública, a los pacos en ese tiempo, así se
pudrieron, se están muriendo uno a uno... pero me destruyeron a mí, mi vida... más encima me
conocían y me dijeron quédate callado, porque te van a tratar todos de … yo digo las cosas
como son nomás... te van a tratar de maricón, todos te van a tratar de homosexual. Después no
pasó un tiempo más... que le hace un combinado de harina y se pitea a dos altiro211... y
sobretodo como estaba Pinochet en ese tiempo... ahí creo que se acabó mi historia mía, a mis
34 años... se acabó.

¿Pero ya pasó harto tiempo de eso ?


Claro, pero la psicosis me quedó a mí... me quedó grabadita... me quedó grabadito el terremoto
que se pasó por mi cabeza... de hecho he sido nunca más feliz, de ahí. He tenido plata, he
tenido todo... pero me destruyeron mi vida. Yo no quería hacer eso... yo no iba a hacerlo...
menos mal que no hablé con mi abuelo ni con mi papá; porque mi papá capaz que ese día....
con que hablo con mi papá y va a matarlos altiro, pero no quise decírselo... mi papá descansa
en paz y mi hermano igual. Con mi hermano, que era enfermo mental, hicieron lo mismo...
porque la autopsia fue ficticia, fue de mentira... conozco a la doctora Roldán, conozco al doctor
Comparini que trabajaban en el Hospital Clínico de la Católica... yo hubiese descubierto la
verdadera verdad. Porque tarde o temprano tienen que saber la verdad, cierto. Tú eres una
persona dubitativa... educada, no sacai nada con andar grabando aquí gastándote en pocas
palabras, gastándote los rollos y gastando... que tengaí una tremenda cámara... pero yo no la
tengo… y si querí hacerlo... yo estoy dispuesto.

209
Directamente, sin remilgos ni retrucos.
210
Bebido, borracho.
211
De inmediato.

165
Mi enfermedad masiva
La historia de Ricardo212
[foto1: Boby, perro, cuida la entrada del sitio].
[foto2: Ricardo, en su ruco en calle Agustinas]

Yo no recibo ordenes de nadie... tengo que mantener en reposo mi enfermedad masiva... tengo
que tener iniciativa propia... tengo una profesión y la posición que ocupa mi profesión. Aquí
murió el Chacal de Nahuelbuta, el dueño de la propiedad... lo prescribió como herencia de
índole genitaría... de índole político social, militar... nunca se supo. Yo llevo como 4 meses
viviendo en la propiedad... brindándole un servicio.

¿Tú vives solo? ¿antes tenías un perrito?


El Boby, lo saqué a pasear para que no se claustrofobiara... nos estábamos haciendo
responsables de la propiedad.'

¿tienes amigos en el barrio?


No, a nadie... no me involucro con nadie.

Tú estás siempre activo ¿porqué?


Es una política burocrática, depender del dinero... de la posición. Pero siempre anhelando algo
propio... que sea de uno.

¿Tú trabajas?
Lavando autos, a veces le reconocen con algo... con alguna propina. Nada es gratis en la vida.

¿Estás contento viviendo aquí?


No estoy contento... estoy en contra de mi voluntad, quisiera estar en lo mío... desenvolverme
tranquilamente en lo laboral, político, comercial. No es mi intención... mi intención es vivir de
una forma social humana, que tenga relación con la familia, con las amistades. Yo tengo el
criterio formado... cumplir un requisito.

¿Tú estudiaste?
Tengo tres profesiones: la política, alumno en practica en política... hay mucha discriminación,
no cualquiera consigue una práctica. Hice el servicio militar y cumplí con el requisito... algo que
va contra todas las clases sociales... es una desgracia para la familia, yo lo hice porque
necesitaba independencia propia.

¿Lo pasaste bien en el Servico Militar?


Sí, uno aprende una disciplina que lo ayuda... una eternidad para la sobrevivencia. Soy capaz
de defenderme yo solo.. una dependencia propia que uno adquiere con disciplina, pero también
fracasé en eso. Estudié arsenalería en la división narcóticos... como el CNI es discriminado y
mal interpretado.

¿Por qué dices que eres enfermo?


Esquizofrenia... porque trabajaba en el supermercado y tuve que hacer el servicio militar y me
echaron para afuera... me dijeron que estaba eximido, yo tenía la intención de hacerlo.
Tuve que conformarme con trabajar solamente, y también me fue mal porque me despidieron...
no puedo prosperar, y estoy cesante... esas son desgracias... porque no puedo dar ninguna
ayuda social.

212
Entrevista realizada por Guillermo Molina, Santiago 4 de febrero de 2002.

166
¿Cómo te ciudas de tu enfermedad?
Bien, sin necesidad de molestar al médico... por lo menos yo tengo fuerza de voluntad y trato
de salir solo. Uso tres tipos de drogas para mi enfermedad... no las puedo consumir porque
tengo que solventarlos y sin trabajo no puedo. Quinientos pesos por ponerme la inyección
particularmente... plata para comprar el remedio... tres mil seiscientos para comprar el bono de
atención medica. Todos los días para que no me traiga alguna consecuencia... así no irme de
urgencia a internarme de nuevo. Esto es más tragedia que enfermedad.

¿Quién te cerró la puerta del sitio?


Unas personas que dicen ser los dueños. El Chacal de Nahuelbuta... pero los documentos
están falsificados... deberían ser a nombre Toyota.

¿Cómo pasas?
Por arriba de la reja... a menos de que razonen... usan la brutalidad. Alguna vez hice el
servicio... sé de leyes... atropellan un medio judicial que soy yo mismo... me tienen que
respetar. La guerra es una disciplina.

¿Fuiste militar?
Exactamente... una disciplina obligatoria eficiente.

¿Te tocó usar armas?


Sí, si se reciben órdenes y se tienen que cumplir... demostrar práctica... Siempre fui soldado
raso, se me reconoció mi buena actitud en la disciplina para dar ejemplo en todas partes... a
uno lo reconocen. Uno de esos premios es tener la dicha de recibir la orden de un superior.
Armamentos nucleares... -desármeme un misil ... se esparce a nivel planetario -desactívemelo
en cinco minutos... estoy en una práctica militar.

¿Tú dices que conociste la CNI?


No, estudie arsenalería militar... división narcóticos. Es una disciplina para fabricar armamentos
de toda índole.

¿Veo que estás juntando latas también, para qué?


Las latas de aluminio me recuerdan el servicio militar... lo consumían sólo los superiores en
ocasiones especiales. Junté kilos de latas.

¿Las vendiste?
No, las junté nomás, ¿las compran por kilo?

Sí ¿tú también ordenas las cosas?


Hago cosas que puedan ser útiles, constructivo o cultural... las cosas se tienen que hacer de
forma obligatoria. Un cachureo no presta comodidad.

¿Ricardo, cuéntame por qué estás viviendo en este sitio?


Yo soy bien casero… no, soy callejero… Cesante, llevo siete años sin trabajo y cuando estaba
con trabajo no tenía problemas de vivienda. No estaría mal aprovechar mi cesantía para haber
estado... estar aquí en esta propiedad, pero me encontré con la sorpresa de que está
inhabitable... no puede vivir nadie aquí. Soy muy apasionado yo por la calidad de vida, no soy
tan exagerado para vivir la realidad… la realidad... la realidad también tiene sus comodidades.

¿Ricardo, tienes televisión? ¿qué opinas de la televisión?

167
La televisión es muy buena, es como ir al colegio, es como un juguete... pero un juguete que es
real. Para mí el televisor es un juguete.

¿Cómo la conseguiste?
Yo casualmente me encontré uno botado en la basura, aproveché que tenía luz aquí... lo
enchufé y no estaba malo... estaba bueno.

¿Qué pasa con tu familia? ¿hace cuánto tiempo que no la ves?


Hace harto tiempo... harto tiempo. Mi familia me dejó hace harto rato... hace harto rato me
dejó... (una larga pausa).

¿Y por qué te dejó?


Eso algún día lo tendré que conversar con mi familia. Lo desconozco... lo desconozco
totalmente, no tengo idea. Algún día lo tendré que conversar con mi familia... hasta ahora... tal
vez no habrá necesidad. Pero algún día voy a tener la necesidad y voy a tener que enfrentar a
mi familia y voy a tener que conversar con ella... llamar a mi familia y preguntar ¡qué miércale
es lo que pasa!.

¿Ricardo, te gusta vivir solo aquí en el sitio?


La principal cultura que a mi se me enseñó... que me enseñó mi mamá por lo menos es... mi
mamá tenía muy buenas costumbres... es que, uno tiene que vivir en su casa nomás, y tener su
propio habitat... no andar molestando a nadie. Yo soy sedentario, no soy nómada... para mi es
difícil estar tomando decisiones de que si me voy a ir pa' una parte o que si voy a ir para la otra.

¿Pero qué vas a hacer cuando vendan el sitio?


¡¡Pero así como está no creo que lo quieran comprar!! porque yo, por lo menos, como cliente
no lo compraría... yo como cliente no compraría una propiedad que está inhabitable... no
puedo... porque como cliente, tengo que mirar la parte de que a mi me convenga... de que por
lo menos tenga un baño... asunto eléctrico. Ahora en todas partes hay TV cable, un teléfono, no
sé... yo por lo menos... doy mi veredicto como cliente... yo ¡no lo compraría! porque me van a
sacar un ojo de la cara y la propiedad no está habitable.

168
En la calle no se siente cariño
La historia de Menem213

Yo nací en Quilpué, en la Quinta Región, en el valle del sol. Mi papá trabajaba en Ovalle en las
minas... trabajaba de minero; pero a mi papá yo no lo conocí. Tenía como un año yo cuando mi
papá se fue, él se llamaba Juan Luis Araya Vásquez; mi mamá se llamaba Ana Isabel Albanes
Apablaza, ella murió el año 1988 de cáncer. Arrendábamos en Quilpue... yo viví con ella hasta
el día en que murió... yo era el regalón porque era el único hijo hombre y otras tres hermanas.

Tengo 43 años y mi nombre completo es Luis Marcelo Araya Albanes. Yo me fui a la calle por
la muerte de mi vieja. Lo que pasó fue que cuando vivía con mi mami tenía una hermana que
era la mayor, la Pocha. Ella era hija de mi mamá nomás, pero nunca le decía mamá... le decía
Ana y lo que pasa que como era hija... ella la mamá mandó a mi mamá que trabajara con ella
como empleá... la propia hija y eso es lo que a mi no me gustó... que la mamá le trabaje a la
hija. Imagine que abusaba de ella, no le pagaba bien. La hacian trabajar hasta tarde... la hacían
lavar, planchar, y ella tenía que estar hasta las doce de la noche y todo, para que le pagaran
una caracha... y como abusaban de ella también querían abusar de mi... a uno lo trataban mal.
A mi mamá si querían le convidaban almuerzo, si no querían no le convidaban almuerzo y
como ellos tienen buena situación.

Después cuando murió mi mamá... ella sufrió mucho. Lo bueno si que ellos hicieron fue que la
llevaron a médico y la operaron del cáncer... pero ¿qué pasó?... que un día se puso mal y la
llevaron al hospital Barros Luco en la Gran Avenida, y como que el médico no fue ná muy
bueno y mi mamá estaba como enrabiá... y le hizo un tajo en la espalda pensando que era
liquido y ahí mi mamá cayó en cama... estuvo cuatro meses en cama y no se paró más...
empezó a perder la vista a no ver a nadie... se hizo una herida, aquí abajo del sobaco...
empezó a salir una hediondez y ahí quedó hasta que murió.

Murió al lado mío; sí, la vi morir... y todo eso no me gustó y ahí dije ya nada más; pá mi murió
mi familia, porque abusaron mucho de ella... sus propias hijas y de mi también... así que
conmigo ustedes murieron, de aquí yo me voy y chao, no tengo familia hasta el día de hoy.

¿Eso fue cuando vivía en Quilpué?


No, eso fue aquí en Santiago... cuando paso todo eso con mi mamá. Mi hermana compró una
casa aquí y ahí comenzaron los problemas... dije yo, ya nada más, murió mi familia y me fui a la
calle... llevo más de 20 años en la calle yo.
La primera vez me fui para allá... pa'l lado de Pedro Aguirre Cerda... por ahí... por Salesianos,
detrás de un colegio había un sitio eriazo y ahí me quedé... ahí dormía. Después me fui al
Parque O'higgins... ahí me envicié en el trago, tomaba todo los días, moneda que juntaba me la
tomaba... por esas partes andaba. Después me vine pacá... harán como unos once años que
me vine pacá... pa'l Santiago Centro... Después llegué a Recoleta, llegué donde el padre
Lavin... llegué como a los 35 ó 38 años, llegué donde el padrecito a almorzar. Ahí conocí a la
Nelly... ya llevo como siete años con ella... pa todos lados, en las buenas y en las malas.
Pero vivir en la calle... se sufre... hay que saber vivir en la calle. Las peleas, la mala conducta
de la gente, los maltratos... porque hay gente que vive en la calle y son buenos pa'l trago... está
la delincuencia, está el alcohol, están las peleas... que por cualquier cosa se pelean... se
agarran a combos, con cuchillas, todas esas cosas... el pelambre todo eso, y si uno no sabe

213
Entrevista relizada por Gaspar Miranda, segundo semestre 2006 en Santiago.

169
apoyar con las otras personas está mal. Es difícil... es difícil vivir en la calle se sufre... se pasa
hambre... se pasa frío.

¿Han pensado en arrendar algo?


A mi me gustaría que alguien me ayudara con unos dos meses de arriendo... por último de una
pieza, de ahí yo a trabajar altiro y después pago yo mi pieza... con mi sueldo. He hablado con la
Asistente Social de la municipalidad y te dicen que no... que no tienen plata... que no... que
aquí que allá, que puros ataos214. Que el alcalde no les pasa plata... he ido a varias casas pero
no he tenido apoyo, dicen que el gobierno va ayudar pero ¡puuuh!... el gobierno cuando
promete algo nunca lo cumple... siempre dicen lo mismo...prometen pero nunca cumplen. A mi
me gustaría que me ayudaran dos meses de arriendo y quedó conforme... y ahí comienzo a
trabajar y a salir adelante solo... de a poquito.
En la construcción tengo posibilidades de trabajo con un amigo, pero necesito una parte donde
vivir, no puedo dejar sola a la Nelly... porque... compadre que ve a una niña en la calle se
aprovechan de ella al tiro... la maltratan... la echan a garabatos o le pegan, ese es el problema
mío, si tuviera una pieza, ella se queda en la pieza y yo salgo a trabajar, para que nadie se
pase rollos con ella... porque así es en la calle... se ve mucha violación, sobre todo cuando son
cabras jóvenes... la pescan entre tres o cuatro compadres, en una parte sola y con copete y fue
no más poh!... y si la comadre dice algo después le pegan o la matan nomás.
Todos los días llega gente a la calle... hay gente que sale...hay gente que pesca su rumbo
nuevo y se van pa´l norte, se van pa´l sur... pero siguen en la calle igual, si. Lo que pasa es que
el gobierno no lo apoya mucho a uno.
A mi por me gusta la calle pero hasta por ahí nomás... lo que pasa es que uno con algo de
estudio ¡qué va a querer estar en la calle!... puede salir a rebuscárselas no cuesta ná´... pero
uno tiene que tener una parte donde dormir... Usted puede llegar a su hogar a dormir, tiene su
pareja y todo... descansa y al otro día sale a trabajar sin ningún problema, y ahí uno empieza a
salir para arriba de a poco, así uno empieza... con su pieza y su trabajo. En la calle es
diferente, en la calle uno no vive tranquilo y si hay problemas uno tiene que apechugar nomás...
y listo.

¿Cómo se siente en la calle?


Solo...cuando uno está en la calle si poh... pero nunca anda solo, como uno anda con su pareja
para todos lados, uno nunca anda solo... pero igual uno esta solo en la calle... siempre pasa
solo... pero uno nunca anda solo porque el de arriba siempre está con uno... pero en la calle
uno vive solo, sufre solo, llora solo y tiene sus problemas solo... no los comparte con nadie.
Solo nomás, las penas las tristezas y las amarguras las vive uno solo.
Desgracias que pasan toda la cuestión... la situación de uno... todo. En la calle la pobreza que
uno sufre, los sufrimientos, todo eso, da rabia. Cuando uno vuelve a la calle, como que vive
otra cosa, otro ambiente... como que sabe que algo le va a pasar, como que sabe que en
cualquier momento puede venir alguien por atrás... le puede pegar... le puede pasar una
cuestión trágica... un compadre que venga volaó215, que arme su pelea, uno puede mandarse
un condoro216 o puede pasarle algo grave.
Cuando estaba en el hospital... estaba más tranquilo, porque estaba aferrado de alguien...
porque lo cuidan a uno... lo tratan con cariño y todo; como que se siente uno otra persona. En
la calle no, en la calle no siente cariño de nadie... casi.
Uno pierde las esperanzas en la calle, uno pierde todo en la calle, pierde el ánimo... pierde las
ganas de seguir luchando... de seguir viviendo. Cuando más se achaca... como que más se le

214
Problemas.
215
Drogado
216
Error, infortunio.

170
quita el ánimo a uno... más ganas dan de hacer una tontera... cualquier cosa... porque
empiezan a pelear con uno. Uno sin hacer nada, sin hacer problema.

¿Le ocurrió algo grave?


Shiii...el otro dia, tenía la cara pa‟ la cola, me atacaron unos pelao' nazi... pensé que me iba
cortao217. Resulta que ese día yo venia pacá. Me había tomado una pura cajita nomás... de
repente... estaba de aquí hasta donde está ese fierro (15 metros). En Agustinas antes de llegar
a Esperanza... entonces estaba ahí y los compadres empezaron a gueviarme... y qué le dan
tanto... pelao's… y qué pa'... y seguí caminando. Cuando sentí una patá en la espalda y caí al
suelo... y empiezan apegarme... patá' en la cara y con un bate... me rompieron la oreja... me
pusieron como ocho puntos... la pierna morá... la cara así... toa hinchá.
Quedé tirao, de ahí pasaron unos de paz ciudadana... y salieron arrancando. Como pude me
paré y fui pa‟la Posta Tres... llegué solo. Habían como tres personas que estaban en la
ventanilla, pa‟ que le hicieran los papeles... me vieron a mí y me dieron altiro el pase para
adentro... a urgencias. Ahí adentro me tiraron arriba de la camilla y comenzaron a curarme y
todo... me pusieron anestesia en la oreja y la cosieron. Era un pedazo grande, son nueve
puntos..., después listo, de ahí me salí poh. Estuve toda la noche ahí como hasta las nueve de
la mañana..., de ahí salí y me fui a dar su vuelta, no quería llegar al lado de ella (Nelly), porque
me iba a ver con la cara así de hinchá... toda la cara desfigurá... morá la cara y todo.
Así que me quedé por el Teatro Municipal... ahí me quedaba... al frente hay una plaza...en unas
bancas... ahí me quedé con lo puesto no más, y ahí paso un compadre... yo estaba durmiendo
y le contó a la Nelly... cuando ella le preguntó y le dijo que yo estaba ahí durmiendo así que fue
a buscarme allá.
Lloraba cuando me vio con la cara así... fue un día miércoles y el día jueves le dije, sabí Nelly,
voy a general Velásquez, al Hogar de Cristo a verme la cara, porque me arde la cara, me duele
... ya poh y en General Velásquez me vio la doctora y me dijo: No, tení que quedarte internado,
tení toda la cara inflamá, tení la oreja infectá... esto está mal, tení que quedarte internado. Ahí
me quedé internado una semana... me daban remedios... me ponían inyecciones, radiografías.
Menos mal que no me pasó nada más grave. Adentro se portan bien... se portan bien con uno...
lo pasan cuidando... los remedios a la hora... le toman la presión... le llevan su almuerzo, su
desayuno, su once... no había problema... todo bien.

¿Qué siente al volver a la calle?


En la calle uno se siente amargado, como dicen, no siente lo mismo cuando esta afuera...
adentro uno siente más cariño, a uno le dan más animo ¿entiende?. Afuera ¡noooo!, porque
uno sufre, siente más tristeza, porque nadie lo apoya... porque aburre toda esta cuestión,
incluso una piensa en hacer otras cosas... como se dice auto eliminarse... porque está
aburrido... aburrido de la vida... de todas esa cuestiones... de los sufrimientos... lo que uno
sufre... de no tener un cariño de hogar.
A veces me dan ganas de puro tirarme al rió, tirarse entre medio de los vehículos, cualquier
cosa para matarse. A mi me a pasado eso varias veces eso por la mente, pero después me
hecho pa'trás porque pienso en mi pareja y lo que va a sufrir. Yo no voy a sufrir tanto... la que
va a sufrir va a ser ella. Entonces eso pasa... a veces pasa cosas que siento yo... sé que si me
mató, la que va a sufrir va hacer ella... porque la van a pasar a llevar... van aprovecharse de
ella. Porque ella está puro apoyada en mí, nada más... nadie la apoya a ella, si queda sola
quién la va apoyar... nadie. Por eso yo pienso en hacer eso... pero después me arrepiento y
pienso en ella.
La Nelly no sabe mucho... le falta estudio... no sabe leer, ni escribir, no entiende mucho ella...
media enfermita ella de los nervios. No está muy bien de los cinco sentidos... no tiene los cinco
sentidos buenos. Pero comprende si un poco.

217
Morir.

171
¿Y las peleas en la calle complican?
Es como volver atrás con todas las peleas y toda esa cuestión de la familia de uno. Volver a la
misma vida que ha tenido antes.

¿Lo ve similar?
Es más o menos igual, es lo mismo casi tiene peleas... peleas todos los días y a mi me aburre...
es lo mismo cuando estaba joven o chico, peleas... que aquí, que allá... peleas... con la
hermana... ¡¡aahh!!... es lo mismo.
Para no tener problemas me vine a la calle... pá vivir tranquilo, pero llegué a lo mismo, porque
igual tiene problemas uno... no faltan los problemas... no falta con quien pelear o que te
busquen la bronca... cualquier cosa, las envidias. Ahí son todos envidiosos, yo por lo menos me
las rebusco para comer algo, salgo a cachurear y todo... junto cachureos y voy a la feria el día
domingo. Ellos lo único que saben es el puro macheteo... pedirle a la gente nada más... puro
macheteo y copete nada más. Todos los días puro copete.

¿Se aburrió de la casa, se aburrió de la calle y ahora qué quiere hacer?


Estar en otra forma... en otra parte, por ejemplo tener mi propio... hogar mi propia pieza, vivir
tranquilo y todas esas cosas. No estar viviendo en la calle, para no tener problema con la gente
en la calle. Es otra vida, ya no va a tener problemas con nadie... nadie lo va a molestara uno.
En cambio en la calle no... en la calle puros problemas todos los días, casi por cualquier cosa;
cualquier cosa pelea, cualquier atado218, es así poh... aburren las peleas, cualquier cosa
peleas, pelea... pelea, hasta por una botella con agua pelean, eso pasa. Eso me gustaría a mí
tener una parte donde estar tranquilo.
Lo único que quiere es salir... yo ya estoy choreado ya, son más de 20 años ya... estoy
choreado de la calle. Quiero puro salir de la calle... he visto muchas cosas ya en esta cuestión

¿Cómo?
Es que acá no llegan los tíos. Anoche en la calle Marcoleta, llegó un tío dando café y un
sándwich; antenoche llegaron unos tíos, con arrosito y té. Hoy día llegan los tíos de Renca de
Cristo que atienden a la gente de la calle. Después llega el tío, que le decimos el tío Turrón...
porque se parece al humorista. Él viene de Peñalolén y viene con los hijos, la señora, con los
yernos, con la mamá... nos trae café y sandwiches... viene todos los jueves, es buena onda.
Para el dieciocho trajo unas empanaditas, bebidas y café... esos son los que vienen hoy día.
Con ellos nos llevamos bien; pero con el que mejor nos llevamos, es con un tío que viene los
días sábados, con unos tíos de la Reina de la Iglesia Católica. Son varios tíos y nos tienen
buena a nosotros... conversan con nosotros... cuando estamos enfermos la tía Marilu nos trae
remedios... cuando estamos con tos nos trae jarabe... cuando nos duele el cuerpo nos trae
remedios ¡¡uffftta!! buena onda ellos, siempre nos tratan con cariño. Cuando ellos hacen una
comida especial nos llevan para allá, nos traen. Ese es el cariño de ellos... cariño de tío como
se dice... de tío y de persona. Es una preocupación por uno, le traen comida a uno... le tienen
buena... se ponen a conversar con uno. Eso le da a uno un poco más de valor... un poco más
de fuerza para seguir luchando.

¿Cuál es el circuito que recorren en la ciudad?


En la mañana nos levantamos, como yo trabajo en los cachureos... si no vamos a los
comedores. Compro almuerzo, mi pancito pa'l desayuno, cafécito con mi pareja... pa'l desayuno
pa'l almuerzo... cuando no hay comedores, los fines de semana o feriados.
Para tomar onicecita, almorzar venimos aquí... pá tomar once nos vamos a un comedor que
está los lunes, martes, miércoles y viernes ahí tomamos oncesita y nos bañamos... hay duchas,

218
Enrededo, problema, altercado.

172
eso es Almirante Latorre con la calle Benavides, antes de llegar a Lord Cochrane... eso es en la
tarde... de las cuatro de la tarde en adelante. En la semana dan de comer aquí en las monjitas,
en la calle Condell.
En la mañana tomamos desayuno y de ahí nos venimos pacá, estamos un rato en el Parque.
Salimos de la Católica por Cueto hasta Vicuña Mackenna, y de ahí nos venimos pacá, todos los
días y después en la tarde. Después de almuerzo si están abierto los comedores de allá nos
vamos caminando p'allá cachuriando y de vuelta me vengo igual cachuriando pa'l ruko,
juntando pa'l día domingo ir a vender a la feria, y así junto algunas monedas. Siempre ando
buscando cosas...casi todos los días para ir a vender el domingo.
Ahora he pensado en juntar unas monedas y comprarme un carro, de esos de supermercado,
para echar todas mis cositas... para no andar con todas las cuestiones al hombro... salen
baratos. como dos mil o tres mil pesos en La Vega. Me voy a comprar uno si Dios quiere, pa' no
andar con las cuestiones en las manos... así voy andar más livianito; empujar nomás, para así
cuidar mis cositas, porque anda mucho doméstico y le sacan todo a uno. Uno guarda sus cosas
en las cámaras219, llegan y se las sacan, ¡¡shii!! a mi me han dejado cuatro veces con lo puro
puesto..., así que ahora ando con todo a cuestas.
Nos vamos a la plaza en Marcoleta, frente a la Católica. Ahí nos ganamos220 bajo techo cuando
llueve... cuando hace sol nos ganamos en la redondela nomás. La ducha en Almirante Latorre,
ahí tomamos oncecita y nos cambiamos ropa cuando tenemos... cuando los tíos de la noche
nos traen ropa.
Los jueves no hay once, porque ellos están en reunión, esos días no tomamos once. Si no hay
no hay nomás, poh. Hasta la noche cuando llegan los tíos que traen cafecito y un pan. Pero
ahora no van hasta el sábado... los jueves y los sábados no tomamos once, pero si tengo plata
compro un cafecito o un té; unos cuatro panes y unos chanchito y tomo once... uno tiene que
rebuscárselas como sea, la cuestión es no pasar hambre.

¿Esa es la meta al estar en la calle?


Si poh, hay que rebuscárselas por todos lados... con lo que sea... cachuriando lo que sea... a
veces salen cosas buenas a veces no... a veces nos va bien, otras nos va mal. Cuando nos va
mal hacemos como dos mil... dos mil quinientos pesos; cuando nos va bien hacemos cuatro mil
o cinco mil pesos. Cuando son buenos los cachureos, ahí tenimos pa' la semana... pa'l
desayuno... el almuerzo... pa' los cigarros... porque somos buenos pa' fumar, pa' todo.
Si no fuera por los tíos cómo estaríamos, estarían todos muertos de hambre... si no es por los
tíos estarían todos sin comer nada, ni en la noche. Eso es lo bueno, que los tíos tienen buen
corazón. Yo creo que la mayoría de la gente está en la calle por los tíos, porque saben que los
tíos le traen comida... le traen todo. Si no estuvieran ellos no estarían en la calle, por lo menos
por mi parte yo no... porque yo estaría en la calle igual... porque yo me las rebusco igual.
Así es fácil, no te manda nadie... así lo que queí. Uno está en la calle, no paga luz, no paga
agua, no paga arriendo y más encima llegan los tíos con comida y todo, están los comedores
en el día. No van a ir a trabajar... capaz que se les revienten los pulmones... si no le han
trabajado un día a nadie...pulmones vírgenes.
Cuando los tíos no vienen, anda mucha gente mala... mucha droga, yo prefiero andar por
partes donde sea más tranquila, no meterme con nadie andar tranquilo... sin que nadie nos
moleste, no andar peleando discutiendo... no me gusta eso. En La Vega hay que saber vivir
ahí... ahí va gente que se queda en la noche... pero ahí puras peleas en la noche, llega la
droga... llega el alcohol... la delincuencia llega también. Por eso los tíos llegan ahí están un rato
y se van altiro, los asaltan a ellos mismo.
El año pasado... día jueves fuimos pá allá a comer y a un tío le pegaron una puñala en el
estomago, porque a uno no le dio un sanguche... pero eso no se hace... ellos mismos cortan la

219
Ductos subteráneos de las vias telefónicas o eléctricas.
220
Ubicamos.

173
mano, por eso los tíos después no van... cortan la mano y no comen... joden ello mismos y
después reclaman porque no llegan los tios.
Pero lo importante es saber cómo vive la gente en la calle... cómo sufre uno por estar en la
calle. Los fríos, las lluvias, porque cuando llueve uno no puede salir para ningún la'o... ni ir a
comer... uno no puede salir porque queda todo moja'o... capaz que uno se enferme cualquier
cosa... una pulmonía. Ahí tenemos que quedarnos, eso es lo que uno sufre... el frió y la lluvia,
lo demás no es tanto porque cuando hay sol, uno sale para todos lados y camina para todos
lado; pero cuando llueve uno no puede salir. Con la lluvia no poh... ahí cuando sufre uno queda
todo mojado y pierde todo uno, pá comer llegan los tíos en la pura noche... todo el día sin
comer.

¿Don Luis hasta que curso llegó?


Hasta cuarto medio estudié, después postulé para la Universidad... pero faltá las monedas. Mi
mamá trabajaba con el lavado y el planchado; si hubiese podido me hubiera dado mejor
educación... gracias a ella que me apoyo en todo pude estudiar. Pero a puro coscacho aprendí.
pero igual aprendí. Me dejaba castigado adentro para que no saliera a la calle, a puro estudiar y
nada de calle, sólo el fin de semana... sábado y domingo salía... los demás días puro estudio,
con el favor de ella termine mis estudios. Como se dice no soy un analfabeto.
Hay mucha gente aquí en la calle que no sabe leer ni escribir, por eso mismo porque no
tuvieron el apoyo de los papás... por lo menos mi mamá fue padre y madre. Hice el Servicio
Militar, ella sacó todos sus ahorritos que tenía en el Serviu para una casa... para que yo tuviera
para irme al Servicio, me compró ropita y de todo... después volví, estuve con ella como un año
y después ella murió.
Me dijeron que me quedara en el servicio, pero yo no quise por mi mamá, y otra porque había
que pegarle mucho a los soldados, retarlos y eso no me gustaba mucho... estar mandando a la
gente... no soy de esas personas así de andar mandando o pegando. Cuando entré al Servicio
a los tres meses ya era soldado primero.Lo que pasa es que yo antes de entrar al Servicio,
estaba en la Defensa Civil y ahí me enseñaron todo lo del servicio, instrucción, desfilar y todo...
cuando llegué allá, a los tres meses me hicieron soldado primero y ahí quedé de cabo de
reserva... en la Primera Compañía de Comandos hice el Servicio... fue bonito si poh... fue
buena experiencia.
Después ya estábamos en Santiago... después murió mi vieja y me fui a patiperrear como se
dice. Estuve poco con ella... sólo un año, pero como dicen como pecas pagas... mi hermana
cuánto duro, después que murió mi mamita, como cuatro años y después murió de cáncer ella.
Como dicen el de arriba castiga pero no a palos.

¿Y el trago don Luis?


¡¡El trago noooo!!, ya no. Antes era bueno pa'l trago yo... ¡¡puuuuh güenazo!!, muy bueno pa'l
trago... tomaba todos los días. Ahora no poh... ahora tomo una a las mil quinientas, hace como
nueve o diez meses que no tomo, si la última farra fue el lunes pasado; pero tomo un puro día
no más poh... al otro día no puedo ver el trago.
Cuando tomo me da como susto, porque dejo a ella sola; claro yo me corro... que me arranco.
Ella no toma, después llego al lado de ella... por ejemplo me voy a las dos de la tarde y llego
como a las once de la noche; ahí me retan si poh... pero al otro día como que no ha pasado
nada. Pero yo tomo un puro día nada más, de ahí pueden pasar ocho... diez meses y de ahí de
nuevo... pero con lo último que me paso ¡¡noo!!, nunca más... con los dos ataques que me
dieron, no... nada más. Sirve como experiencia, pa'la próxima puede ser una cototua221 la cosa
y chao... te fuiste no más; todo por el famoso alcohol, por eso yo tomo un solo trago... puro vino
tinto, nada de cerveza ni tragos fuertes... puro tinto. Hay otros en la calle que toman todos los
días, no pueden estar sin el trago.

221
Más grave, más serio.

174
¿Cuando hay conflicto qué hacen?
Nos corrimos, no nos gusta estar así... en peleas y todo es; me gusta vivir tranquilo como se
dice. Pero si vienen hacerme algo a mi o vienen hacerle algo a ella, obligao a enfrentarme no
más... no me queda otra... así es la vida. Enfrentarse no más, como sea a palos... el que vive,
vive, el que se va al hospital se va al hospital, el que queda parao queda parao... esa es la vida
de aquí de la calle.
A tomar suero... lo vamos a mandar a tomar suero... eso lo dice uno cuando pelea. Cuando a
uno le roban y pílla al compadre le pega uno y que hace lo manda a tomar suero. Le roban a la
misma gente de la calle. Uno cuando duerme tiene que estar con un ojo abierto y el otro
cerrado. Duerme mal uno, por eso en la tarde uno viene al parque y duerme un poco, y
después uno llega allá duerme otro poco, duerme a saltos porque te pueden robar tus cosas.
En el día uno duerme más tranquilo porque hay más gente, y los domésticos se ven... cuando
le quieren sacar las cosas, a veces es la misma gente con la que uno duerme... hacen como
que duermen pero igual no más... uno sabe como son los conoce y pá qué, pa' puro copete o
pa' droga, pa' eso no más roban. La gente que roba son los que vienen llegando... gente nueva
o bien cabros chicos de 14 ó 15, les roban a los alcohólicos; llegan a dormir ahí... hacen como
que duermen y roban, pero uno como ya los ubica ya sabe quienes son... que se haga el tonto
uno, pero ya sabe quienes son.
A mi nunca me a gustado pedir, si me dan me dan, si no nomás. A otros les gusta el
macheteo... pedir monedas para el alcohol y toda esa cuestión... no me gusta pedir... no me
gusta pedir monedas ni una cosa... si dan dan si no nomás, me las rebusco por mi cuenta... no
me gusta andar pidiendo ni por casas, ninguna de esa cuestión o pararme en una esquina a
pedir moneas, no... no me ha gustado nunca. Prefiero ganármelas honradamente por ahí.

¿Preocupado por la Nelly?


¡¡Ahh por ella!!, yo me preocupo de ella, porque está sola... claro por las peleas que pasan allá
y los atados y menos mal que ese día andaba solo... porque ese día si hubiera andado con ella,
también hubiera corrido riesgo.
Es que no puedo dejarla sola, ese es el problema... no puedo dejarla sola, la dejo sola la pasan
a llevar... ese es un problema para mí, porque no puedo dejarla sola porque se aprovechan de
ella... la tratan mal, la quieren golpear... ese es un problema.
Pero, estamos los dos enamorados... es que estamos acostumbrados, son siete años. A mí lo
que me gustaría bien claramente es tener la pieza mía, tener para pagar una pieza por dos
meses... yo ya estaría trabajando. Ahora el problema es que no puedo buscar trabajo porque
está ella, no puedo dejarla sola... si tuviera una pieza ella se queda en la pieza. Ella me dice, si
tuviera una pieza yo me quedo en la pieza y tú vas a trabajar. Pero de adónde... así yo podría
salir a trabajar tranquiló.
No nos quedamos en el Hogar de Cristo, porque ahí estamos separados... ella está en General
Velásquez y yo estoy por acá en Mapocho. Estamos acostumbrados los dos, no aguantaríamos
ni una noche. Más encima en General Velásquez hay machos... que se las dan de hombres,
ahí también la pasarían a llevar... ese es el problema que hay. Si yo estaría bien con una pieza
solo.
Mi única familia es la Nelly, no más... hemos pasado cada historia, buenas y malas. Aunque a
veces hemos peleado. Nos hemos pegado los dos como dos o tres veces, después nos
ponemos en la buena... ha pegado ella y he pegado yo... después nos ponemos en la buena.
Ella me dice, disculpa papito, que aquí que allá... es que como es enferma de los nervios
también ella se altera, se pone grosera... toda esa cuestión. Después nos ponemos en la
buena...como toda pareja... como los matrimonios.

175
La oveja negra
La historia de Nelly 222

La familia

Yo me llamo Nelly, nací el '64... el vieinte de noviembre... ahí estoy de cumpleaños. Soy de la
Quinta Normal, en Santiago, ahí nací yo, con mi hermano y mi hermana. Mi mamá me llevó
para Chillán cuando era chica... como hace 30 años ya, más o menos... tenía como 12 años,
ahora tengo 42... mi mamá me llevó para Chillán.

No tengo mamá yo... mi mamá es muerta. Murió de un infarto del corazón... era una niña no
más yo. Yo soy la única que iba a verla...a mi mamá y a mi papá, nadie más. Se llama Raquel
mi mamá, se murió cuando yo era una niña... hace días que no veo a mi mamá, me han dicho
que la han pillado por ahí... Yo no la conozco... si sé que ella me tuvo, si sé... pero yo no la
conozco y ella no me conoce a mí. Si ella viviera me llevaría de la calle... me sacaría de la calle
mi mamá... es que me da la huevá nomás y me arranco del lado de mi mamá... porque no me
acostumbro en la casa.

Mi papá es muerto... Raúl Retamal se llama mi papá, murió de copete223... a veces mi papá se
levantaba a las cuatro de la mañana a tomarse el copete... mi papá me decía que iba a estar
siempre en la calle nomás y me decía: hija, usted, cuando me muera yo va a andar sufriendo
igual que toda la gente de la calle.

Nos fuimos a Chillán... porque les gustan más los campos a ellos. Está descansando mi papá...
mi papá trabajaba de las luces, arreglaba las luces... es mecánico. Sufría mucho con él... mi
papá me compraba de todo... era la más chica de las ovejas negras yo. Yo no más salí de la
casa, porque mi papá vivía con otra galla224... y esa galla me pegaba delante de mi papá, me
pegaba cuando era chica. La galla que vive con mi papá no es mi mamá, es madrastra... se
llama Luisa... me dejaba to'a machucá a mí en mi cuerpo.

Tenía yo un hermano... mi hermana está acá en Rancagua; otro está en Colina, otro más está
en Puente Alto... la Chani, la Rosa, la Myriam. La Rosa está viviendo acá en Talagante. A mi
hermana más chica me la mataron acá en Santiago. Es que ella no conocía, tenía mucho
miedo a la gente de la calle... no falta el compadre que se la violó. Le dije Judi, espérame
aquí... Cuando volví no estaba; después vino un carabinero anda buscando a una hermana
suya, me dijo. Sí, le dije yo. Está muerta su hermana.

Tengo un hijo yo... pero ese hijo no es nada mío, es de una violación que me hicieron a mí... en
Chillán. Cuando era niña... me llevaron para donde unos ríos. Yo dije: hermana, espérame acá
arriba, yo voy para abajo, donde está hondo para bañarme... y me violaron. Mi hermana me
dijo: ¡¡Nelly, Nelly!! viene la micro”, no sabía nada mi hermana que me estaban violando, y
arranca. Eran como diez hueones... ahí me acordé de la cara de un huevón cuando me llevaron
detenida a mí... me llevaron pa‟la comisaría. Lo mismo acá en Santiago, cuando llego aquí a
Santiago me pasa lo mismo, en el cerro San Cristóbal también me violaron.
Ahora está con mi familia mi hijo... tiene 18... está con mi hermana mayor. Sí, lo quiero ¿qué
voy a hacer yo? ¿qué voy a andar sufriendo con mi hijo, si después me lo quitan? ¿si viene un
carabinero o carabinera?... yo pienso primero si voy a tener a mi hijo.
222
Entrevista realizada por Alexis Flores.
223
Alcohólico.
224
Mujer.

176
La oveja negra

Mi hermano y mi hermana estudiaron. Cuando yo iba a la escuela iba a calentar el asiento no


más, nunca he leído yo. Me pegaban mucho, me trataban mal cuando era chica... me tiraban el
pelo... me pegaban. Mi papá estudió, era mecánico; mi mamá también estudió en la escuela.
Están todas mi hermanas casadas, todas... yo soy más chica... soy la oveja negra de la casa.

Yo no iba a la escuela. En el campo, en Chillán, trabajaba nomás... en los campos de manzana,


de la uva, también el zapallo. Vendía ajo también yo... la sandía. Me iba en el tren, subía en el
bus... tenía amigos en el bus... pagaba el pasaje. Después me iba... vivía con mis compañeras
y después me iba... después me pagaban el pasaje y me iba a Santiago. Vivía con mi mamá,
mi papá y mi hermano. Era chiquitita yo nomás, tenía como 13 años... caminaba para todos
lados, ahora no.

Cuando era chica era peleadora con amigos... cuando le tiraba las orejas a mi hermana ella me
tiraba los tenedores en la cara... peleaba harto con mi hermana. Ella también me tiraba el
cuchillo y yo le pescaba los tenedores... era mala yo antes... o si no pescaba un elástico y le
tiraba cáscaras de naranja o jugo a los ojos.

Tenía amiguitas, tenía amigos y jugaba con las muñecas al mamá y al papá... ahora somos
adultos. Tenía todos los dientes... me acuerdo, los accidentes que pasó en la calle ¿ve?
Pololeábamos harto, ahora no... no tanto... no lo pasaba mucho con cabros225 cuando era
joven... eran amiguitos míos pero hasta por ahí no más... cuando era bonita y simpática. Han
de estar casados esos cabros ya... amigos míos ya están casados ya... cuando son chicos,
después van creciendo y se casan.

Había sufrido mucho con mi familia, me pegaban mucho... la oveja negra de la familia... porque
son tan envidiosas las hueonas de mis hermanas que se aprovechaban de mí... Mi hermana, la
mayor me pegaba y me tiraba el pelo y yo le pegaba nomás. Mejor vivir sola nomás, vivir con
mi marido nomás.

Mi hermano cuando me lo pillo aquí en el centro... me tapo la cara, como que no me conoce,
porque mi hermano va a llevarme al tiro para la casa... son aprovechadores... son malos
conmigo.

Chillán, pasajes de ida y vuelta.

Toda mi familia que estaba acá en Chillán, no son hermanos míos. El único hermano mío
verdadero es el de Rancagua, se llama Marco. Hermano, hermana, primo, prima... tengo a mi
familia acá en Santiago, acá en Talagante, en Melipilla y en Peñaflol. En Chillán hay ferias...
mercado para comer, desayuno, cocinería... todo.

No me acostumbraba en Chillán... allá vivía con una compañera que tenía de Chillán, era... que
me dejó sola... ella se vino para acá, para Santiago. Era una amiga conocida, era compañera
de pega. Había una población mala allá en Chillán... la Irene Frei, si entrabas de día o de noche
te cogoteaban. Trabajaba en cualquier cosa yo nomás, si no le pedía monedas a la gente y me
daban... con cualquier cosa me hacía las monedas... en la misma pega que hacía mi amiga; las
frutas, la uva. Tenía pega, trabajaba puertas adentro... ahora no... me sacó de la mano mi
225
Joven, muchacho.

177
hermano... me fue a sacar. Es que me mandaban mucho. Después me dio la lesera, pesqué
mis cosas y me vine para acá para Santiago... ahí empecé a vivir en la calle yo. No me gusta
Chillán... para qué voy a vivir en Chillán, si está toda la gente mía acá. ¿Mi familia está toda
acá? ¿qué saco?

La calle

Hace treinta años estoy acá, en Santiago. Estoy sola acá, no tengo amigos aquí yo... cuando
llegué me las rebuscaba en los comedores no más. Hace días me llevaron para allá... para
Talagante; mi familia, mi hermano... pero estoy acostumbrada aquí en la calle yo, voy a
morirme en la calle. Me gusta más Santiago a mi.... de repente nomás, le da la hueá a mi
marido y vamos para Valparaíso... la playa. Hay comedores también.

Ha cambiado harto la calle... ahora ando tranquila, antes no podía andar tranquila, me pasaban
a llevar... antes la gente te empujaba, gente mala. Acuérdese del cerro San Cristóbal, me
violaron a mi diez hueones... no, no me quiero ni acordarme más. Ahora hasta el cabro chico
anda cogoteando... con así una cortapluma andaban el domingo en el Paseo Ahumada. El río
Mapocho es más peludo226 que los cerros... andan hasta cabros chicos cogoteros.

Me gusta la Catolica, la Posta Central... ahí pasan a verme los inspectores. Nos vinimos pa‟cá,
porque no me huevean los inspectores. Yo no le hago daño a nadie... porque me pillaron
lavando mis pantalones, mis calzones ahí en la pileta... porque los inspectores saben que yo
soy una mujer limpia... y porque a los otros hueones que estaban ahí tomando copete se
persiguieron con ellos... porque tenían tajos, los echaron.

Yo quería conocer La Reina... me llevó un amigo mío; el tío Mauricio va a venir el sábado a
vernos... va a venir a avisarnos si hay otra cena o no. Tuvimos una comida, una cena... tienen
buena comida... nos trajeron un video con cosas, salió el Luís, salieron harta gente de la Posta.
De repente me quedo en la redondela227 sola, los otros días al Luis le da la huevá y va para
arriba para que le den desayuno en la mañana... hay un caballero que me pasa plata, cinco
lucas.

De repente me vengo pa' los comedores... almuerzo. Después llegamos allá a la Católica, a ver
a los tíos. Ahí conocí a mi guacho yo, a Luis Araya, hace siete años. También es de la calle...
me conoció y estuvo viviendo donde el padre Lavín... iba a verlo todos los días.

Ibamos a los comedores, no sabía lo que era un tarro basurero, nada... Nunca había
cachureado, con mi marido empecé a cachurear... ahí andamos juntos... a rebuscárselas como
sea en Santiago... me acuerdo cuando iba pa‟llá donde una población, a Luis le tiritaban de las
manos, el cuerpo, todo. Tenía miedo, pensé que iban a pegarme una puñalada... porque me
han pegado a mí puñaladas acá en Santiago:

Me acuerdo muchas cuestiones de la calle yo... he sufrido en la calle... de la gente, que la


pasan a llevar a una como gente; a mi marido lo pasan a llevar también, lo miran porque
piensan que es pato malo mi marido y no es pato malo. La gente cuando ve a mi marido, se
ponen la cartera así escondida... se persiguen... no todos si.
Toda mi vida en la calle yo... me voy a morir en la calle. Pero no estoy sola tampoco en la calle,
hora estoy con mi pareja... sí... aquí estoy con él viviendo.
226
Peligroso.
227
Pequeña plaza circular ubicada en el Parque Metropolitano, a veces duerme en el lugar.

178
Las Instituciones

Con carabineros, con el amigo mío... adonde queda la comisaría... La Tercera en Agustinas...
fui para allá.... me dijo, quédate aquí conmigo Nelly, aquí te vas a criar... me dejaban dormir
ahí, adentro de la comisaría y a las 6 de la mañana pa' fuera... de repente daban comida... a la
misma comisaría volvía a dormir. Buenas personas conmigo... ellos me cuidaban... me quería ir
al Parque los Reyes y me decían “no Nelly, tú no vas”. De a poco vas conociendo a la gente, ya
todos me conocen... en todos lados soy conocida... camino, camino, camino, camino.

Me llevaron detenida por desorden, por desordenada... los hueones me molestan a mí y yo los
agarro a fierrazos. A una comadre228 le pegué un fierrazo en toda la mano porque me miró en
menos. Yo no puedo poner a pelearme con la gente, porque sino me van a llevar en cana229... y
ahí quedo no más, en cana. Ahora no me llevan... me sueltan altiro.

El Hogar de Cristo no ayuda nada... ayuda a la gente que necesite nomás... están esperando
que la presidenta Bachelet le dé las casas... porque el Gobierno se ha portado mal con la gente
pobre... le da lo mismo... la Bachelet es mujer, es mujer ¿y las casas cuándo?... la gente de la
calle la sufre nomás. Igual que la Andrea Tolosa, ¿por qué no viene a la Católica?... porque yo
le digo que es mi mamá pero no es mi mamá... yo le tengo mala a la Andrea... porque es mala,
es mentirosa... dice una cosa y después no cumple.

La Rutina

Voy para la calle Agustinas... si no tenemos para comer hay que aguantársela nomás hasta el
otro día. Los días sábado vienen las tías... cuando estoy enferma... ahí mismo le pido los
remedios a los tíos... a las tías. El sábado vienen los tíos... la tía Cecilia trae remedios... los tíos
le traen comida a la gente de la calle... los tíos de La Reina... con una madrecita que trae
comida para acá.

Los domingo nos levantamos como a las 5 de la mañana... hay que ganarse un lugar en la
feria, porque se junta mucha gente... nos ponemos no más. De repente nos va bien, se hacen
15 ó 30 lucas230... ahí tenemos para la semana...para el desayuno, la once, el almuerzo. Lo que
alcanzamos lo vendemos en La Vega... a La Vega Central, en Mapocho... me va bien, hay que
llegar temprano eso si para no tener atados... a las 5 de la mañana hay que estar allá.

Mañana me toca bañarme en Almirante Latorre, hay un comedor... me dan once, pan con
mantequilla... estoy hasta la coronilla con el pan con mantequilla. De repente me empieza a
doler el estómago y no como nada... tomo puro té no más.

Hoy día nos levantamos a las 7: 00 de la mañana, no tomanos desayuno... comimos puro
almuerzo; mañana nos levantamos tarde. Cuando estamos en la Católica nos levantamos como
a las 6:20 de la mañana, hacemos la hora un poquito más allá... en la pileta que está más
abajo; estamos un rato aquí, en un ratito más salimos a cachurear... como a las 6:00, de ahí a
la Católica.

228
Mujer.
229
Cárcel.
230
Nombre popular a los billetes de mil pesos.

179
No trabajo yo, hay que rebuscárselas... no me gusta que me anden paqueando. No tenía
amigos, andaba sola por Santiago buscando los comedores... buscando comedores, almorzaba
sola, salía sola; no me juntaba con un amigo, nadie. En el hospital y en la calle no hay amigos
mijito, Dios no más es mi amigo... el que está arriba, nadie más. Aquí no hay amigos, te pegan
la puñalada por detrás, te cogotean aquí mismo ¿qué haces tú? Tienes que cuidarte bien
porque si andas de noche o de día te puede pasar algo, pasar a llevarte un hueón... no faltan
los hueones domésticos231, que andan robando a la misma gente. A la Católica me traen
zapatillas también, zapatos, ropa, comida, té. Cosas para entretenerme, escuchando música...
no me gusta caminar a mí... mi marido se entretiene con la sopa de letras. Nos gusta vivir en la
calle a nosotros.

¿Quién es Luis Araya para usted?


El es mi pareja y lo quiero mucho, soy la única que lo busco.
-Papi (señala a Luis-Menem), ¿te acuerdas cuando te dio un infarto al corazón y no me
conociste? Andaba con copete andaba, él no puede tomar. Mamita, me decía, mamita... a mí
me corrían las lágrimas; mamita, mamita, me voy con mi mamá, me decía. Después me abrazó
él, me puse a llorar yo; no podía quitarme el llanto... con agua tampoco podía quitarme el llanto,
lloraba... y mi marido, ¿se controló, mamita?, me decía. Un carabinero preguntó ¿están
peleando?. No, mi cabo, es que algo le pasa a mi marido, le dijo yo.
No le pasó nada, Dios es grande... Dios no se lo llevó.

Nunca he trabajado yo, no me gusta que me manden... el hombre manda. De repente


peleamos, pero él me deja hablar no más; lo que pasa es que yo soy muy alterada, cualquier
cosa me enojo. Todas las parejas son iguales. Antes me pegaba... ahora no, me trataba de
maraca, de puta... y yo le pegué y él me pegó... por tonteras no más. Yo no quiero problemas
con él, ahora que está el juzgado de mujeres, el de la familia.

A Luis lo cogotearon los nazis, el domingo en la noche... me dijeron los mismos amigos de él
“oye Nelly, a tu marido le pegaron”. Tenía así un moretón... no quería venirse al lado mío. Ese
mismo día en la noche se me escapó... me lo traje para Condell para que comiera, al otro día
me lo llevé pa‟ General Velásquez y me lo dejaron internado.

Me vine sola para acá nomás, con una amiga y un amigo... ahí ellos me cuidaban por mientras.
Estaba triste, me mordía, lloraba por mi marido, no podía traérmelo, no puedo yo... tratar a que
se mejore no más... quedó con el ojito morado y yo llorando; con su boca rompida... llorando. A
mi me daba pena también, yo no quería verlo así pues; ahí lo tengo así ahora, sanito ahora...
hablamos del copete, nunca más copete. Los nazis ahora, lo pillan solo se lo pitean232.

Se pasa mal en la calle. Me violaron a mí, me pegaron puñaladas... también he sufrido mucho.
Cuando murió mi familia salí a la calle nomás... no tengo familia. Pero hay que luchar para tirar
pa'rriba, hay te tirar pa'rriba los dos nomás.

231
Ladrones.
232
Matan.

180

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