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Re5en-adoswd s losdrrechos
Prohír1cb1 rcrroducción total o parcial
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CC: 12087
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......
-Te he buscado por todas panes, Euge
nio Praz.
No voy a mentir, mi no1nbre es Eugenio
Praz. O lo era cuando todavía estaba vivo
'
hace ciento cuarenta y cinco años, un tiem-
po breve en términos de espíritus, tinieblas,
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en su lugar llevaba un parche pirata. Le pre-
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gunte:
-¿En qué guerra se hizo todo eso,
coro nel?
-En ninguna, 1ne atropelló un tren cerca
de San Bernardo.
Le expliqué nli problema. El coronel
abrió el único de sus ojos y se alegró. Dijo
que le
quedaban dos de esas pistolas.
12 Recorrimos la casa y bajan1os a un sótano.
El coronel buscó en un armario desde donde
sacó dos pistolas cubiertas de polvo. A 1ní me
parecieron iguales a las de las películas de cow-
1
hoy. Eran muy pesadas. Advirtió que la única
forma de que sirvieran era cargé1ndolas con
hielo, es decir, necesitaban al 1nenos dos horas
en un refrigerador. No nos quedó otra solución
que atravesar hasta una casa del barrio y dejar
las pistolas en el refrigerador, al lado de unas
chuletas de chancho congeladas.
Mientras tanto, el coronel no paró de
ha blar contándome sus hazañas en la
Pritnera Guerra Mundial, donde había
participado en una trinchera francesa, y
luego en la Segunda Guerra, donde sirvió
en un submarino a pe sar de padecer de
claustrofobia.
Cuando oscureció retiramos las pistolas
de la casa del vecino. Entonces el coronel
1ne detuvo y dijo, mientras una de sus
piernas chirriaba:
-Con unacondición te las presto.
· -Dígame.
-Que ahora mistno nos vaya1nos juntos
a cazar gostos; hace como cincuenta años
que no atrapo uno.
4-&· :;:. :··'-=-·";1 · ...·-- -..::'.1-;..:.:--.-.:•
¡
1..ardee
Bomberos. El coronel, que apenas veí
.. . . fu d... 1 acon su
u1:1dco OJO, con .n 10 a gato y le disparó.
El
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ru..t po que produ10 fue como el de v iento
un
fr10. or supuesto, el disparo de hielO f ue a
d ar a d iez metros del gato, a una lápida d d
d ec1..a: m1· man·do que murió caone
"A fiel
,, El . .. ntan-
o.. gato
d bostezando no se 1n1nuto y siguió
14
arriba del techo. Preferí entonces mantener-
me alejado del alcance del coronel.
Llegamos ante una de las tumbas. El
coro nel se detuvo y leyó la lápida.
-"Demetrio Suárez (1895,1960)". Este
es.
-¿Este esquién?-pregunté vigilando en
todas las direcciones. El coronel miró con su
único ojo hacia arriba, al cielo negro.
-A los jóvenes de hoy les falta más
com.. premiso. Deberían ponerse la
camiseta con el lnframundo -indicó otra
vez la tumba-. Este señor, una vez muerto,
se convirtió en
gasto.
-¿ Y cómo lo sabe, coronel?
-No hay remedio -levantó los dos
bra, zos pidiendo piedad-. Porque lo
leíen el
boletín, por eso.
Los gostos aparecen en un boletínc, omo
en un boletín de deudores morosos,elabo.
rado porel Consejo AmpliadoNacional de
Espíritus y publicado como diario.Los ti
nen
a todos identificados, como en una guia de
teléfonos.
Nosregresamos con el coronel poar veni a
LaPaz. Demetrio Suárez, en vida, fueldueno
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desprenderle la prótesis. El coronel no le d.
importancia. Acercó la pistola a la cabez •
le disparó. Yo estaba paralizado. No sabía
hacer. El otro perro..caballo se movía por
q:
tod la habitación, flotaba o se estrellaba
contr: las paredes tratando de olemos para
encon.. tramos. Una mancha del líquido
pegajoso que se derramaba por su cuerpo,
cayó enm.
pantalones, lo sacudí enseguida porque pod:S
18
inmovilizarme. Levanté mi pistola de hieloª
pero con los nervios no pude fijar la
puntería: El coronel trababa de quitarse los
restos del otro gasto despedazado por su
disparo. Cerré los ojos y apreté el gatillo. La
bala de hielo le dio en el lomo al perro-
caballo que se vino al suelo pesadamente.
Enseguida se derritió como un helado al sol.
El líquido pegajoso quemó parte del piso de
madera antes de des, aparecer.
El coronel sonrió y me hizo un saludo mi, ·
litar. Nos pusimos de pie creyendo que todo
había terminado. Pero en ese momento escu,
chamos una risa macabra arriba de nuestras
cabezas. Risa de película de terror, como en
La venganza de los muertos de la risa. Era una
carcajada que producía escalofríos. No alean,
zamos a·hacer nada, estábamos
desprevenidos.
Desde el techo cayó una ráfaga de luz opaca
y.sin forma. Golpeó al coronel obligándolo a
soltar su pistola. La ráfaga adquirió la forma·
de una mano gigante que levantó la pistola de
- hielo del suelo, disparándola contra el
coro-- /
nel. Enseguida, la luz desapareció atravesando
el techo. El coronel cayó herido al lado de la
cama. Su único ojo pestañó aceleradamente. 1
_.
¿
,{eacerqué desesperado a ayudarlo. Él movió
la cabeza y dijo:
-No hay caso.
-¿Qué fue lo que nos atacó, coronel?
Traté de acomodarlo en la cama.
-Ese eraDemetrio Suárez convertido en
gosto. Tienes todavía 1nucho que aprender,
Praz.
-Se va a poner bien, mi coronel, no se
preocupe -le mentí porque no se veía nada 19
de bien.
-Tienes que estudiar el boletín si quieres
ser un buen cazador de gastos.
No dijo nada tnás y se desvaneció como
todos los espíritus que pasan a QEPD. Que-
dé sobre la cama, con los brazos doblados,
mientras desde la habitación del lado alguien
gritó: "Terminen el escándalo, aquí estamos
tratando de donnir".
3
---
-.N'o q.u, . i... .e.. _r. o s. er un c a z
ados_de..gostos., es peligroso, me aterra pensar
en tener que en--
. frentarme a uno otra vez. -
r-- .. _.,,-,----------_.
Blanquita me apuntó con un dedo, mien--
tras con la otra mano cargaba el mate de la
abuela con agua caliente.
-Escúchame bien, Eugenio Praz, si quie-
res seguir siendo mi amigo primero tienes
que asumir tu realidad. Y, lo más importan-
te, esforzarte por lograr salir adelante como
espírit·u. Si tnantienes esa actitud derrotista
nunca conseguirás nada.
Quedé impresionado. La abuela a su lado
dijo:
-Es cierto, esté1 linda y tibiona la ma-
ñana.
Blanquita se fue adentro de la casa a
buscar en la guía de teléfono el número de
Madame Ludmira, la mentalista de Estación
Central. Marcó y habló con ella. Le explicó
que ne- cesitábamos conocer el boletín.
Madame Ludmira, al otro lado de la línea,
movió la cabeza y repitió lo que yo había
escuchado antes: "espíritus adolescentes, no
saben nada de nada".
-· ..t'I"
24
gaban algunas noticias generales de:s e re.
famosos del mundo, como "lad D" P•rttus
Lennon, con información sobrey John L
'l . un recital d r
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d' lasEcatacumbas rot nanas para
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sopa de arvejas con dos cucharadasd .;:..
nico que lo mandaron a la otra vide ªtsé.
coincidía entonces. Kauffman habraª·v O<lo
a atacar, pero convertido en gasto. Lo elto
probable era que su base de operaciones Illás
. . . d b estu
v iera en ese anti guo ci ne e arria. Nos ·
damos mirando. Ella dijo: que.
-Mejor será que traigas las pistolasd
hielo porque esta noche tenemos algo e
26 q ue
hacer.
Yo quise decirle que prefería un viaje
largo y sin regreso a Sri Lanka, aunque no
tuviera idea dónde quedara, pero me parecía
sufi. cientemente lejos para esconderme. De
pie, en medio de la vereda, escuchamos el
ruido que producían mis dientes al chocar
entre sí. 1
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Je5colgué cables y los uní con otros. En " .i \.,
C<.'\SSCi!l]nd las pantallas se volvieronlr l).
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7
V.
venido, señor .Soler", luego un espacio en
blanco que pedía otra clave para ingresar a su .l:
escritorio. personal. La clave no,la conocía.
Intenté con la palabra "Blanquita", pero me
denegó el acceso. '
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.. siempre dicen que hay qu; tomarne
un tiempo para-pensar, para tomar las
decisio- nes correctas. En mi caso siempre
trie sucede al revés. Volví a mi casa? que rrie
parec_ió más abandonada y fría que_nunca,
con sus ven-
_ ranas clausuradas y la maleza creciendo por
··todas partes como una selva amazónica. Me
prometí que si resolvía el problema y ayu...
daba a BlanqÚita, cortaría el pasto y dejaría
..de arrojar la basura a mi vecino, el árbitro
de fútbol-;bastante tenía.-con esconderse
en su casa por iedo .a que los fanáticos lo
descubrieran. . -
··
·. Me esperaba el gato--gallina en su jaula,
:desmayado, con las patas·hacia arriba por--
".que rio había tomado su chocolate. Tuve que
. .
-,
._:.,o.._...
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· ,,,, ... .,.
. 1) 1'·,-.,
prepararle una cazuela dulce que l ov l . ,. re:
vida. Cuando estuvo recuperadosal?vioa
El l d la 1
imos a
ca lle. so se escon ió otra vez y un l . a
llejero marcó las 10:30 de la noche. Jca.
a un bus amarillo que recorrió Pedro V: s
vihaasta
Providencia y desde deah' ªd,.
h l .d 1 req0
asta e centro e Santiago. Ningunod l
.
pas Jeros po d' 1a vemos, mientras en laradio
e os
.
62 Celia Cruz cantaba una canción. Era e· ierto· '
la vida a veces es un carnaval y hay queg ·
ozar·
aunque los pasajeros de la micro se n•s.'
veíant
tes y aburridos, como si fueran a un funeral.
Llegamos a calle Ahumada en el centro de
la ciudad. A·esa hora la gente se preparaba
para regresar a sus casas, todos cansados y con
caras largas, como si se preguntaran: ¿por qué
no nací millonario para no trabajar nunca?
Nos internamos por el paseo Ahumada. Ele gí
un edificio antiguo de puertas grandes, al
lado de una multitienda que ofrecía una liqui..
dación de verano. Bajamos entonces hasta las
galerías subterráneas/ donde vendían revistas
de mujeres con poca ropa, duplicaban llaves
o hacían fotocopias. Finalmente, entramos a
uno de los baños públicos de la galería. Fren..
te a una taza del baño, nada de limpia, nos
quedamos mirando el gato--gallina y yo. Según
el plano que me entregó Romilio, era la úni:
ca entrada. Me preparé un momento, logre
convertirme en un rayo amarillo y luego en
uno azul que me adelgazó lo suficiente junto
a la jaula del gato,gallina. Nos hundimos en
la taza de agua oscura. Caímos por un tobo,.
gán sin poder detenemos. La fuerza delagua
me arrastró, hasta que desembocamos enuna
cañería mayor, entonces nos detuvo una
mu. ralla, mientras el agua sucia seguía por
un río pequeñito y delgado a nuestros pies.
Recuperé 1ni forma y comencé a caminar
por las alean.. tarillas debajo del centro de la
ciudad. Era im.. posible encontrar a alguien
en ese lugar llenó
de laberintos y cañerías. Nos perderíamos y
ja1nás encontraríamos la salida. Entonces me
acordé que para eso había llevado hasta allí 63
al gato.-gallina. Abrí su jaula. De un bolsillo
extraje uno de los pañuelos de Blanquita que
había conseguido en su· dormitorio. El gato..
gallina olfateó, maulló, cacareó, y se fue di..
rect:_o por uno de los túneles, caminando con
seguridad, doblando los pasillos como si los
conociera. Nos encontramos con ratones que
nos 1niraban sin ganas y seguían su vida de
ra.. tones de alcantarilla. El trayecto se
prolongó más de una hora. Parecía que nunca
acababan esas galerías hediondas y oscuras.
Cada vez que escuchábamos un ruido, yo
volvía otra vez a temblar sin poder
controlarme. Llegamos a un pasillo más
ancho, con el agua corriendo por el centro.
Escuchamos arriba el ruido de los
automóviles por la Alameda. Entonces, el
gato.-gallina se detuvo, retrocedió y se
escon.. dió detrás de una de mis piernas.
Cuando 1ne disponía a obligarlo a seguir, vi
en la oscuri.. dad dos ojos, dos ojos brillantes
como lám.. paras. Luego los dos ojos se
transformaron en cuatro. Retrocedí
lentamente. De la oscuri..
dad emergieron dos lombrices gigantes que se j.
arrastraban por el suelo barroso. Sus cabezas
eran las de dos toros con cuernos puntiagu..
dos. Por el mal olor de.las alcantarillas no l
-
ostos'L-:-
había notado el laftaleno de esos dosg
.
dos toros, lom bnces que se movían am •
, 1 entamente a m1 .gato-gallina
zantes. Recog1 ena.
aceleré por una de las galerías. Escuchédetr}
que uno de los toro,lombrices bufabae a.s
. b
toro fu o noso y se arrastra
a persiguiéndon
gran velocidad por los túneles. Mig:tso
gallin a com enzó a cacarear cobardemen
,
No tenia .
tiempo para concentrarme y con.
64
vertirme en rayo de luz y atravesar las pared
Al final de una galería caímos por uno de
qu:
túneles. Apreté con fuerza al gato-gallina,
se desmayó de la impresión. Cuando nos de
tuvimos en la caída, estábamos en medio de.
una charca llena de agua ponzoñosa y de mal
olor. Miré hacia arriba justo en el momento
en que la cabeza de toro tomaba distancia
para atacamos. El gato,gallina cerró los ojos
y escondió su cabeza de gato entre las
plumas. Veíamos acercarse, a toda
velocidad, a esa cabeza impulsada por el
cuerpo de lombriz. Instintivamente llevé mi
mano al bolsillo de mi camisa y encontré la
mini pistola de hielo seco que el Consejo
Ampliado me entrégó.
Con la punta de una uña doblé el pequeño t
gatillo. El disparo del hielo fue atronador. Caí
de espalda. De la pequeña pistola Venture sa,
lió un silbido. La bala de hielo le dio en la
frente al toro,lombriz, derritiéndolo como
mantequilla caliente. La pistola cayó alpi o
de la alcantarilla. Era difícil creer la potencia
que tenía a pesar de su tamaño. Cuando la I:,
vanté con dos dedos, seguía calientedespue
del disparo. No me iba a quedar a esperarª
otro toro--lombriz que recorría los laberintos
del desagüe. El gato-gallina cacareó feliz de
encontrarse todavía en el mundo de los espí-
ritus y seguimos adelante. •
Una hora después, el gato-gallina encontró
otra vez la pista. Olfateó y siguió muy seguro
hacia adelante. Llegamos a una amplia galería
con el piso de piedra húmedo. El lugar parecía
tnás profundo debajo de la tierra, no se escu
chaban los ruidos de la ciudad arriba de noso
65
tros. Entonces, oímos voces y vimos luces en
el fondo del túnel. Nos movimos lentamente.
Parte de los muros estaban arruinados, pero en
el centro de la galería se formaba un espacio
tan grande como una cancha de básquetbol.
Me arrastré entre los ladrillos para que nadie
me viera. Allí estaban reunidos una treintena
de gastos que brillaban en la oscuridad, con
su olor repelente, la viscosidad que les baja ba
por el cuerpo y los vómitos negros. En el
centro estaba Mariela Rilque, vestida con un
abrigo de piel y su pelo rubio extendido has ta
el piso. Detrás de ella vi un computador
encendido, en el protector de pantalla apa recía
la fotografía de Mariela Rilque cuando había
sido elegida reina de belleza. Fumaba un
cigarrillo, aburrida de la discusión. A cada rato
volvía al teclado del computador. Decidí que
la mejor idea era quedarme allí y esperar. Pero
solo fue un momento porque un aire frío
recorrió los pasillos y un olor a laftalenoa, ún
más fuerte, invadió la galería. Todos los
gas tos murmuraron y se apartaron;
hastaMari la Rilque dejó su computador y
se puso de pie. El viento frío se transfonnó
en una ventolera. Enseguida un rayo azul
violeta cortó el techó
-- \.
de la galería y ayó sobre el centro del túnel.
La luz se revolvió un n1omento y se
corporizó. Era la mistna luz que conocía
bien, la luz azul del asesino del coronel. El
rayo se despejóy
apareció la figura de u hombr con gorra de
aviador: Demetrio Suarez. Nadie se atrevió
a hablar. Mariela sonrió nerviosa. Suárez
abrió la boca y su voz resonó en todo el
túnel.
-Tenemos la clave de acceso ¿sí o no?
66 Los gestos se miraron y luego miraron a l\
1ariela, quien sonrió como si le preguntara
el jurado de un concurso de belleza.
-Demetrio, qué te puedo decir.
-Responder lo que te pregunté -dijo
¡
él.
-La verdad es que todavía nos falta.
-¿O sea que no tienes nada?
-No -dijo ella bajito, con los labios
temblorosos.
Demetrio Suárez respiró como si le faltara
el aire, abrió los ojos y de sus dedos salió un
rayo de luz naranjo, recto y corto, como en •
una película de ciencia-ficción. El rayo se fue
directo hasta la cabeza del gosto que tenía
más cerca, derritiéndolo enseguida. Los
demás se apartaron temblando.
-Para que entiendas -dijo Suárez con
losdientes apretados-, necesito ese acceso.
-Sí, Demetrio, tienes toda la razón, pero
es difícil...
-No quiero más disculpas. Debemos
aca, bar con el Inframundo si queremos
salir a la superficie.
-Sí, estoy de acuerdo contigo -repitió
Mariela más pálida que el día de su muerte. 1
·
,-... :
.
-¿Qué ocurrió con la niña?
-La tenemos, pero no quiere colaborar.
-No quiere colaborar -repitió Suárez-.
1e estás diciendo que una niña del mundo
de los vivos no quiere colaborar.
-Bueno, no todavía.
Oetnetrio Suárez pareció enfurecerse nue.
vatnente y todos los gastos se apartaron para
evitar su dedo. En ese mo1nento escuché un
67
cacareo conocido. Miré a mi lado y el gato.
gallina no estaba. Recordé que era hora de
su chocolate. Demetrio Suárez lo escuchó,
olió el aire y dijo mostrando la oscuridad del
túnel:
-Un espíritu anda por allá.
Los gastos se apartaron gruñendo. Yo 1ne r •
68
•,
...
'
9
,
,
1
-No todavía. ¿Cómo llegaste hasta aquí?
Me dolía la cabeza. El rayo de luz mna
1 rillo de Mariela Rilque me había dejado in
' consciente. Le conté toda la historia, sin
omitir el encuentro con su abuela. Ella
pare ció preocupada.
·• --Espero que no le pase nada a mi abue
lita, ha sido muy buena conmigo, me ha cui-.
dado desde que mi papá nos abandonó.
·. -
. .
."'-·
:-
- .
!.... • ',r ; , ..
,.
-
-Mariela Rilque es la mano derecha de
Suárez y .una experta en computación. M¡
padre desapareció hace tres años y no lo
han podido encontrar. La lista sigue oculta
en ese
progran1a,. en el Oomo Permanente, y nadie
sabe cómo ingresar.
-Excepto tú.
: -No, yo tampoco puedo.
-:-0 sea que es inútil que te tengan aquí.
72
·.-El programa .es parecido a un juego, la
única manera de llegar al .centro de la infor
. mación es bajar más profundamente. Yo pue
do entrar al- Domo Pennanente, mi papá me
_.. enseñó, pero no se cómo llegar a esos datos
ocultos. Por eso me quieren los gostos, para
que llegue a la raíz del programa.
-:-Y tú no lo harás..
-Mi ·papá desapareció por lo mi mo, por..
que .trataron de forzarlo a que entregara las
claves para bajar al Domo Permanente. Si
Mariela y Suárez se enteran de esa base de
t
datos será el fin para el lnfr mundo. 1
=..-
-- . que daba•asco. -A su lado caminaban
visco50
ostos torpes y ma l'evo1os. Los ojos
g
un o s 1 d
de M a r iela brillaron como uces e
colores. Nos
h;bló a pocos metros de los barrotes de nues-
tra celda: ., . ._
-Es.una lastima que una n1na como tú
n oq uiera ayudar. Eres igualita a tu padre. En
:º
d ',.]
fin, encontraremose . o auecuado para
1
,
hacerte cambiar de op1n1on - ·
73
Blanquita hirvió·de ra ia y le dijo:
-No voy a entrar al Domo Permanente.
-Eso lo veremos. Supongo que estarías
triste si hacemos pasar.a QEPD a tu amiguito
-me indicó-. Talvez lo podríamos usar a él
para convencerte.
-En mi opinión.-.. ;._alcancé a decir,
pero Mariela me detuvo. .
-Vamos. a probar otro método: por la
noche primero atacaremos al Consejo Am
pliado y acabaremos con ese grupo de viejos
inútiles.
t _ -Difícil queaverigüen donde encontrar
los. Yo no dfré nada -dije orgulloso de·mi
repentina valentía.
-Para eso estamos preparados. En reali
dad, tú mismo nos ayudaste.
-¿Yo?
· -Indirectamente,porsupuesto. Nostrajis-
te el gato--gallina -uno delosgostos
levantó un paño qye cubría la jaula con mi
gato--galli- na adentro, quien me miró
c o_nu n a sonrisa de gato, pidiéndome
perdón por disponerse a ayudar al enemigo.
.
- Mariela le dio .una pitada a su cigarrillo Y
dijo con la voz ronca: .
. l . ·
-A l
este anin1a 1to o convencimos Para
que nos lleve con su olfato especial hasta l
reunión semanal del Consejo An1pliado. a
El gato,gallina abrió los ojos Y cacareó
ca. bardemente. Mariela sonrió Y se dio
vuelta levantando su abrigo de piel,
alejándose Por la galería seguida por los
gastos. Mientras lo hacía, escuché el
cacareo,maullido de llli
o ato,ae,allina traidor. ·
e ,
74 Estábamos en problema. Si salía de esa
celda, los espíritus me acusarían de llevar a
los gastos al Consejo Ampliado.
Permanecimos varias horas · encerrados
hasta que escuchamos un ruido suave y
desli zante. Algo se arrastraba por las
galerías cer
_canas a la celda.donde nos encontrábamos.
Le pedí prestado a Blanquita un pañuelo con
flores estampadas que llevaba en un bolsillo.
Me acerqué a los barrotes y comencé a batir
el pañue_locon·fuerza. y a gritar desespera
do. Blanquita movió la cabeza sin entender.
Demoré.diez minutos hasta que ambos escu
chamos claramente cómo ·se. acercaba una ¡
wich me dijo: 1
1
i
-Hay que avisar al Consejo Ampliado
del ataque de esta noche.
1¡
1
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í
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10 ----
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"\.
"
tr
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trada y en·1os colga ores s-emecía
algoladeenropa.
en ...'. . ¡·,
,
-Ese era mi tnc1clo --dtJO Blanquita en r
mi oído. · · 1¡;
•' t
aquí -le dije.
-Mi hija -se rascó la barba-. Entonces
r
• me imagino por qué estás aquí. .
1
i
-¿Qué es tod esto? -le pregunté mos-
1
trando lo que veía a mi alrededor.¡ ·
t Es . unmaemoria suspendida. La
r
escribí t Y diseñé.yo mismo; Solo soy un-
programa de la memoria de Sebastián Soler. Hace
mucho
-
..;:_ ...-,.._--!-- --·•-
---,._- .0 ...
b ..,._,,_ ·• .. '' C ;(' J; >I M, ,
:
esta noche con el Consejo Ampliado. Í
Tenía razón. Se lo pregunté a Sebastián '.
Soler. Me respondió que la última vez que 1
trató con espíritus fue semanas antes de dejar ¡
de trabajar en NBX S.A., pero que nada
más sabía.
Blanquita me dijo que intentaría otra cosa.
Me pidió que cerrara los ojos. Enseguida
sentí un vacío en el estómago, como si bajara
a toda velocidad por una·montaña rusa.
Cuando abrí
los ojos estaba en el centro de Santiago O 1
' l d S
que parec 1a e centt_ e antiago porqu e e l
ª go
cielo era de un color extraño. Al frente tenía
el edificio de la NBX S.A. No pasaban auto
móviles por la calle, como si toda la ciudad es
tuviera desierta. ntté aledificio por la puerta·
de vidrio. Lo pnmero que encontré fueron
los guardias en el piso: parecían muertos. Las
parede tenían impactos d ? las. Subí al dé
citno piso y la escena se rep1t10: algunas perso
-81
nas yacían en el piso, aparentemente muertas.
En los pasillos los muebles estaban destruidos,
las sillas rotas y cientos de papeles aparecían
esparcidos por el suelo, mientras me repetía
a mí mismo que nada de eso.era verdad; que
todo era un programa, un archivo, una exten
sión, o ·qué sé yo. Me imaginé lo que había
ocurrido: Mariela Rilque intentó introducirse
en ese archivo, igual como lo hice yo, destru
yendo todo a su paso. Doblé por otro pasillo
del piso hasta que enfrenté una puerta donde
.,leí: "Sebastián Soler". Blanquita me advirtió
r por los audífonos:
-Estoy buscando el ·archivo de la última
reunión·que tuvo mi papá con los espíritus.
Esa reunión fue hace dos años.
· Abrí la puerta que me indicó y un vien
• tecito caluroso me recibió. La luz se apagó y
' se encendió enseguida. La habitación había
l cambiado. Sebastián Soler estaba sentado en
uno de los sillones, al frente tenía al director·
t del Consejo Ampliado, otros dos directores Y
al v_iejo Vadagaspov. .
.r
f -Es un archivo pasado, no te pueden ver,
1 solo lo puedo reproducir para ti -dijo·lavoz
l
-,.,1
. , .-.-:,
de Blanquita en mi oído. Adelante, Sebastiá.n ,. ,
Soler insistió que era·un honor trabajar Para
el CAEN. El director le explicó.del peligro
que significapa que los gostos se enteraran
del trabajo que realizaba para ellos. Mientras
escuchaba la conversación, me senté
aparte en una silla tratando de observar
todo lo que ocurría. La habitación no tenía
ventanas y los muebles eran cómodos, pero
feos. Vada-
82 gaspov mencionó que el lugar donde estaban
era secreto, que solo lo ocupaban en grandes
ocasiones, sin.agregar nada•más. Esperamos
otros diez minutos y la conversación se hizo
más técnica. Soler les explicó su trabajo con
la base de datos y cómo e peraba ocultarla '
para que los gostos no la encontraran. De
pronto entró una mujer a la habitación. Pare,
t cía una empleada, llevaba una bandeja con
varias· tazas de café. Las dejó en una mesa
en el centro y se retiró: Solo Sebastián So,
ler probó el café. Entonces escuché agitada
l1
'
I
en cualquier. casa abandonada·, conmigo lo
hicieron en una piscina en ruinas. ¿Cómo
puedes estar seguro que lo de esta noche
f
será justamente ahí?
1 -La reunión que aparecía en ese archivo
está fechada e.l quince de enero de .hace dos
t años.
-¿Y?
1
-Hoy es quince de enero.
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y
R1·¡que, Ia fu
e planificada ahnacla
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operac1 o n
tiempo y esperában1os no fallar. ce
Blanquita Soler se adelantó:
-¿Ustedes sabían que los atacarían?
-No lo sabíam os, pero esperábamo
.
nos.buscaran gracias s que
al gato,gallina quele
90 enviamos. s
Vadagaspov entró detrás llevando en
StJs
brazos a mi gato,gallina, que se limpiabalos
bigotes con el chocolate caliente que acaba.
ba de tomarse.
-No entiendo -dije.
-Nuestro gato,gallina -dijo el direc-
tor- era nuestro espía infiltrado en ese gru
po de gastos que buscábamos hace tiempo.
Los hicimos creer que él los traería a
nuestro escondite, pero en realidad era una
trampa para acabar con ellos.
-Pero yo fui quien les llevó el gato-galli
na a las alcantarillas -les dije con los
ojos abiertos por la impresión.
-Exactamente.
-O sea que me arriesgué para ayudarlos a
que el plan diera resultado.
-Digamos que colaboraste involunta•
riamente -dijo el director con una
sonrisa
idiota.
-Yo ... -alcancé a protestar, pero Vacla-
gaspov me detuvo:
-El Consejo Ampliado les tiene a ambos
una medalla al valor por todo lo que sirvie,
ron. Por supuesto, también el gato,gallina
tiene la suya. Lamentamos no haber
atrapado
_: • ... .._..;.•- ·.... --- . . ·. .,
' ..:. . ,.• ,.' .. .' "'··
-¿; .. .
•
• ..... \ • - - "o.;;-. -·-·- . L..1:-.i.
.
•
a Üt!tnetrio Suárez, pero ya tendremos otra
oportunidad.
Blanquita Soler se adelantó con las manos
en la cintura y el ro tro nada de amigable.
-A mí no me interesa la 1nedalla. Eu
!!enio y yo os hemos arriesgado para que
ustedes realicen sus planes. Ahora, quiero
hacerles una pre unta_, después me podré ir
tranquila de aqu1: quiero saber dónde está
mi papá -bajó unpoco la voz para seguir-, 91
quiero saber si está vivo o está muerto, uste-
des tienen que saberlo.
El director le sonrió amablemente:
-Esa es el tipo de materia que ninguno
de nosotros podría informar: es ley de los
es píritus no hablar de la muerte con los
vivos. Sabemos que tu padre huyó con las
claves de ingreso del Domo Permanente,
pero que lo
hizo para protegemos; por lo tanto, nosotros
también lo buscamos a él.
-Es decir, él no está muerto -afirmó
Blanquita con la voz quebrada.
-No puedo decir nada más. He hablado
demasiado. Vadagaspov los llevará a casa,
se ñorita, eso es todo y gracias otra vez.
No pudimos decir o hacer nada más. Los
tres espíritus se desvanecieron. La señora
dueña del hotel cordillerano nos sonrió y
Vadagaspov, cargando al gato-gallina en su
jaula, nos condujo hacia la salida.
El colectivo descendió rápidamente por
un camino de curvas. Al fondo veíamos otra
vez las luces de Santiago que brillaban débil
mente. No sé por qué pensé que volvía a mi
casa, que allá lejos existía un lugar agradable,
- ..
·
, .;
)·
confortable y seguro para seguir viviendo
como espíritu. Blanquita ta1nbién parecía
conforme. Cuando quise decirle que, al me-
nos, aún tenía un an1igo en quien confiar
quien además la admiraba por su
valentía'
y su inteligencia, me di cuenta que dormía
profundamente en el asiento del colectivo.
Escuchamos los grillos nocturnos arriba en la
montaña, el olor especial de la cordilleraen
92
verano y el maullido-cacareo del gato-galli
na, feliz de viajar de regreso.
.
12
-
13
¡·
pero sin nombre y a medio construir. , - ,:
f?.1 . •. .
Víctor
·-1·
,: -
,.. .
hablo, : . · . .:::,
-Esuna estación del metro que nunca se
utilizó; nadie la conoce, es ecreta. - -
·C a s i enseguida, vimos llegar un tren de
solo un vagón. Se detuvo al lado nuestro.
i
Su bimos y retrocedimos hacia el túnel.. El
viaje fue corto, apenas una estación.
Cuando vol vieron a abrir las puertas,
estábamos en un amplio subterráneo
cubierto de cámaras de vigilancia, pasillos
muy iluminados y pisos brillantes. Víctor
y Victoriano nos indica,
ro,n s.eguirlos. En el pasillo nos cr.uzamos con
esp1ntus, pero también con vivos·que nos
saludaban. Al final. los •pasillos se dividían
._
' ·':.·.. t.
eofnicinas y en un gr'-\n patio central
bajo
\ tierra, con una plaza artificial; una fuentey
árboles. Entran10s a una de las salas llenas de
·compuiadore:s, con espíritus y reencarnados
trabajando ·dedicadamente en sus consolas.
Un ho1nbre de cotona blanca se. acercó. Lo
reconocí enseguida: era el profesor Flores
el n1ismo que había visto adentro de-lDom
108
Pem1anente.
-¿Qué hace aquí? -le dije sin tnedinne.
El profesor se río y movió la cabeza.
-Debiste conocer a mi doble en el pro-
f
. gran1a del Domo Pennanente donde
'
.,
---
,
.. . .-
·..- ·.
eso?-pregunté.
-El Consejo An1pliado 1ne ha pedido
que les exija a ustedes dos no seguir
investigando y 1nenos entrando al Domo
Permanente, no solo es peligroso, sino que
puede atraer a su jetos peligrosos-como-
Suárez.
-Buscábamos a mi papá -dijo
desespe rada Blanquita.
-Justamente, esoes lo que los gostos es
peran. Si lo localizan, probablemente
podrán encontrar la entrada al programa.
Blanquita ardió de rabia contenida.y.dijo:
-No podemos quedarnos de manos
cruzadas.
·· El Consejo Ampliado se los pide como
un favor.
De pronto, Blanquit-acambió de actitud,
bajó los hombros y dijo 1nansamente:
....;_Podría, al menos, ver la oficina" donde
trabajaba mi papá. • .
Nos llevaron por un.pasillo muy ilun1inado.
La oficina de Sebastián Soler era pequeñita.
Desde su ventana se veía la sala grande con
el mapamundi y un tercio de la plaza subte-
rránea. Tenía un computador y una mesita
llena de papeles. Al final de la mesa estaba
la fotografía de Blanquita y su padre, la
mis- n1a que había visto antes: ella de la
mano de él, ambos alegres y despreocupados.
Se quedó 1nirándola con tristeza, sin decir
t 1
y dijo: ,.t:
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-¿Lo dice por los cigarrillos? ,..
',
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taxi. El chofer era un hombre simpático que
hablaba den1asiado y que le gustaba
escuchar pasodobles españoles como si
estuviéramos en una corrida de toros.
¿Llevas la \!enture 5009?-me pregun
tó Blanquita.
-Sí.
-¿Cómo dice, señorita? -preguntó el
chofer que creía que le hablaban a él - ...
114
No hay como el verano en Santiago, no
anda na die en la calle, está todo vacío.
Bueno, eso no es bueno para el negocio,
pero hay más tran quilidad. Hasta la gente
mala se va,a la playa. Aquí quedarnos solo
la gente de trabajo, la gente tranquila. ¿Le
gustan los pasodobles? Lo que pasa es que
mi abuelo era torero, no, mejor dicho, era
picador, que es parecido a torero...
Lo dejamos hablar.
Por fin llegamos al lugar. Pagamos y baja
mos del taxi. Al frente teníamos un edificio
antiguo y un letrero en la puerta: "Museo del
aire y del espacio,,. Entramos y nos encon
tramos con aviones antiguos exhibidos en
distintas salas.
-¿Qué hacemos aquí? -pregunté.
-Mi papá investigaba a Demetrio Suárez
antes de que·desapareciera. Suárez, de joven,
antes de hacerse dueño de ese hotel donde
mató a personas, era un
aviad_oracrobático.
-¿Pero por qué buscamos ·.a Demetrio
Suárez? Se supone que tendríamos que alejar,
nos lo más posible de·él. Además, acuérdate
de lo que dijo el profesor Flores, que mejor no
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En ese 1no1nento llegó un encargado del
museo que nos saludó. En realidad solo sa,
ludó a Blanquita, porque ·a mí no me podía
ver. Pareció interesarle el asunto de Suárez.
Se acordaba perfectamente, hacía cincuenta
afios fue un aviador reconocido, volaba viejos
aviones de la Primera Guerra Mundial y era
1nuy atrevido en sus piruetas. Luego el
encar..: gado nos paseó por unas fotografías en
blanco y negro en las paredes. En una de ellas 115
se veía a Demetrio Suárez vivo: Igual sentí
miedo y comencé a te1nblar sin poder
controlarme. Blanquita me miró y tosió. En la
fotografía aparec·ía él al lado de un aeroplano,
con cara sonriente y juvenil. Blanquita se
interesó en un hangar del fondo de la
fotografía.
-·Ese hangar, el número 286, ¿todavía
existe?
-Era el hangar del-grupo de Suárez. Las
pistas de aterrízajes desaparecieron casi
to das. Este museo está instalado en esas
pistas, pero casi todo el terreno fue
vendido para hacer poblaciones.
Precisamente, ese hangar se conserva detrás
del museo, pero éstá aban donado,·en ese
lugar solo guardan cachureos, nada más.
· Blanquita dio las gracias y salimos de
museo. ¡. ·
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