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EVANGÉLICOS
Me da qué pensar cuando recuerdo el refrán que dice: “En la casa del herrero,
cuchillo de palo” que podría equivaler a algo así como: “En la Iglesia cristiana
evangélica, evangelio del diablo” que justamente es lo que viene sucediendo en la
mayoría de las denominaciones evangélicas y carismáticas de hoy. Ellas llevan
el nombre de evangélicas, pero enseñan un evangelio barato, de cartón o de
hojarasca que no alimenta ni nutre el alma. Sencillamente estas iglesias están
trabajando para los demonios, los inventores de las doctrinas perversas,
diabólicas, y que ciegan el entendimiento de los incrédulos con propuestas o
promesas seductoras y mundanas, imposibilitándolos así de ver la luz del
verdadero evangelio de la gloria de Cristo, que es el evangelio del reino (2 Cor.
4:4).
No obstante, me pregunto ¿por qué se les hace muy difícil a muchos entender
que sólo hay un evangelio verdadero y salvador en la Biblia, y más, cuando éste
está tan claramente revelado por Jesús y Pablo? ¿Por qué hay tan poco interés
por parte de los evangélicos por averiguar cuál es exactamente ese único y
singular evangelio de Cristo, cuando sabemos perfectamente que es vital para la
salvación? (Romanos 1:16). ¿No es acaso injusto que estos “creyentes” se
arroguen el nombre de “evangélicos” cuando en realidad han puesto poco o
ningún interés por averiguar lo que es el evangelio?
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y no a su persona como tal. El no vino a decirnos que su persona era
específicamente el evangelio de Dios. En realidad él nunca dijo que él era el
evangelio, y usted no encontrará ni una sola instancia en que él dijera semejante
cosa, pese a que Pablo habló a veces del “evangelio de Cristo” pero sólo en el
sentido de que el evangelio pertenece a Cristo y proviene de él.
Sin embargo, no hay excusa válida para dejar de lado la expresión completa
usada por nuestro Señor para el evangelio. Si él lo llamó desde un comienzo
como “el evangelio del Reino de Dios”, entonces usted, mi hermano, debe
respetar esa locución al pie de la letra, y no quitarle nada.
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Pero usted dirá que en otras partes Jesús sólo usó la frase “El evangelio” y no
menciona el reino de Dios. Sí, es verdad, pero cualquier lector de la Biblia sabe
que cuando Jesús habla del “evangelio”, él se está refiriendo al “Reino de Dios”
como sucede en Marcos 1:14, 15: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino
a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio”. Aquí usted verá que en el verso 14 Jesús habla del “evangelio del
reino de Dios”, y en el versículo 15 él separa la frase hablando sobre “el reino de
Dios” y un poquito más adelante él dice: “el evangelio”. Así que tome nota que
cuando Jesús habla en otras citas sobre “el evangelio” (p.e. Lucas 7:22; Marcos
8:35; 13:10), nosotros sabemos que se refiere al reino de Dios. Tenemos que
aceptar de una vez por todas que “el evangelio”, “el evangelio de Cristo”, “el
evangelio de la paz”, “el evangelio de aquella promesa”, “el evangelio de la
gracia” y el “evangelio de la gloria” son todos sinónimos para el único
evangelio que es el evangelio del Reino de Dios.
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Sí, las “iglesias hijas” del romanismo, sin darse cuenta, aún predican algunas
herejías católicas que no han logrado extirpar de sus credos de fe. Siguen aún
metidas en Babilonia la grande, la madre de las rameras, y participando de su
fornicación espiritual. Si hay algo que cambiar inmediatamente son los
evangelios falsos que velan al único y salvador evangelio que es el que Cristo
predicó.
Si bien es cierto que Jesús nunca dijo ser el evangelio en los evangelios sinópticos,
no obstante después descubrimos que Pablo predicaba a los Corintios el
evangelio diciendo: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he
predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el
cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no
creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo
recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que
fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que
apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos
hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya
duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último
de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”. Ajá, aquí vemos que Pablo
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devela cuál fue el mensaje del evangelio que predicaba a los gentiles. Y
claramente él dice que el evangelio que predicaba era “que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó
al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los
doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales
muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a
todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a
mí”. Es decir, el evangelio que Pablo predica a los gentiles es que Cristo,
conforme a las Escrituras, fue sepultado, y que resucitó al tercer día, y que se
apareció a Cefas, y a los doce, y a quinientos hermanos, a Jacobo, y al mismo
Pablo, como a un abortivo. ¿Y dónde quedó el evangelio del reino de Dios?
¿Será que sólo fue para los Judíos y no para los gentiles como algunos maestros
enseñan? Pues no! El evangelio es único y para todos los que crean, sean Judíos
o Gentiles.
Pero algo más, Pablo no se olvida del Reino de Dios, ya que en esta misma carta
de 1 Corintios 15 y en el verso 50 él escribió: “Pero esto digo, hermanos: que la
carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la
incorrupción”. Así que Pablo pone como meta del cristiano la herencia del
reino de Dios (el evangelio de Cristo), que es la otra parte del evangelio que
complementa al de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.
Con esto podemos concluir que no se puede predicar el reino de Dios sin
predicar sobre la muerte, sepultura y resurrección de Cristo y viceversa. Los
evangélicos (como los católicos) predican acerca de la victoria de Cristo sobre la
muerte, y su gloriosa y visible resurrección. Pero para nada mencionan que tal
evento extraordinario sirve para que tengamos seguridad de que si hacemos
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nuestra parte, heredaremos el reino de Dios (el evangelio de Cristo) en la nueva
tierra de justicia. Y mientras que los grupos evangélicos y protestantes en
general ignoren esto, seguirán predicando un “evangelio” mutilado.