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La lectura nos menciona como el paisaje se convierte en una fuente de seguridad

ontológica, ya que nuestra comprensión del mundo se forja a través de la distinción


fundamental entre el sujeto y el objeto. Al observar y separarnos de lo que nos rodea,
creamos una percepción objetiva y distante del mundo físico creando una forma de
conocimiento que influye en nuestras acciones, crecimiento y relaciones.

Se hace mención sobre un discurso epistemológico por Descartes, el cual expone este
proceso y como no solo implicó la división entre el trabajador y su producto, sino también
la separación entre las personas y la tierra, y, como resultado, la desconexión entre la
cultura y la naturaleza. Con esto, conceptos como mente y cuerpo, sujeto y objeto, cultura
y naturaleza comenzaron a establecer los fundamentos del pensamiento moderno.

En cuanto a la concepción del paisaje en arqueología, esta ha evolucionado a lo largo del


tiempo pues se asociaba al concepto moderno y euclidiano de espacio, donde se veía el
paisaje como un espacio neutral en el que ocurrían los eventos humanos. Esto se basaba
en la dicotomía sujeto-objeto y consideraba el espacio como pasivo y universal. Sin
embargo, ahora ha comenzado a considerar aspectos simbólicos y sociales como
elementos esenciales del paisaje, enfatizando una perspectiva más humanista que
reconoce a las personas como actores creativos y racionales. El nuevo enfoque no
plantea una distancia entre nosotros y el mundo, sino más bien un proceso relacional de
incorporación donde el sujeto y el objeto se fusionan en la experiencia compartida del
habitar.

También se menciona a Latour, quien señala que los seres humanos en todas partes del
mundo tienen la tendencia a atribuir personalidad y agencia a entidades que según la
doctrina oficial de la modernidad, deberían ser catalogadas como simples objetos. Tanto
la objetividad como la separación ontológica pura se presentan como una imagen ideal,
una construcción cultural de la modernidad que, a pesar de que puede influenciar nuestra
percepción de quiénes somos, no corresponde exactamente a la realidad. Se expone
sobre la hermenéutica, como la forma en que todo sujeto se desenvuelve en el mundo, es
decir, como una ontología de la comprensión que establece una relación de conocimiento
entre sujeto y objeto, la hermenéutica implica la comprensión dentro de la estructura
ontológica del ser.

La seguridad ontológica en el acto de habitar y el proceso de socialización plantea


desafíos a la fenomenología, que se basa en experiencias sensoriales, como método para
la arqueología. Cuando hablamos de "seguridad ontológica en el habitar", no nos
referimos a la seguridad en términos físicos o emocionales en un contexto específico, sino
a la familiarización con la forma en que percibimos, pensamos y vivimos la realidad como
sujetos inmersos en esa realidad pues una hermenéutica fenomenológica crítica implica la
desarticulación de la ontología, lo que significa considerar los prejuicios transmitidos y
toda la historia de la filosofía que influye en esta perspectiva.

Otro punto abordado es acerca de la ontología relacional o animista, donde se expone


como la vitalidad no se encuentra confinada dentro de la persona, sino que fluye
libremente y esta energía se transmite y se genera a través de las relaciones sociales
entre los seres humanos, también entre todas las entidades que existen en el cosmos.
Las relaciones entre estas entidades son de naturaleza dialógica, lo que significa que el
estado del ser es sujeto a negociación y en muchos casos, estas relaciones involucran lo
que Strathern denomina intercambios inmediatos, que implican sustancias corporales,
palabras o esencias espirituales, y tienen efectos inmediatos en quienes los reciben,
como ocurre en varios tipos de rituales.

Las concepciones metafóricas son ampliamente observadas en la literatura antropológica,


especialmente en comunidades indígenas. En estas comunidades, las relaciones entre
seres humanos y no humanos se establecen en términos de relaciones personales, en un
contexto sujeto a sujeto en lugar de sujeto a objeto. Podríamos decir que el paisaje se
origina en la experiencia compartida del mundo físico concreto y se vincula con la
comunicación cotidiana, que se produce entre las diversas entidades que habitan ese
mundo.

Como ejemplos la lectura menciona las canciones espirituales como comunicación en


sociedades animistas: la comunicación con el mundo espiritual se logra a través de
canciones espirituales, para estas sociedades, las canciones son un todo indivisible que
revela el lenguaje de los espíritus. Estas canciones son obtenidas como una
comunicación revelada por los espíritus a los iniciados.

Se destaca la importancia de considerar los objetos y las formas del paisaje como
agentes sociales en lugar de simples consecuencias inanimadas de la acción. En lugar de
ver el arte rupestre o el registro arqueológico como simples representaciones gráficas o
registros de actividades, se deben considerar cómo diferentes culturas y grupos sociales
que otorgan agencia a estos elementos del paisaje, lo que influye en su significado y
función dentro de la sociedad.

En la parte final de la lectura se nos remarca como la epistemología desempeña un papel


fundamental en el pensamiento moderno, pues esta no era una preocupación en las
sociedades pre modernas, ya que en ese contexto se creía que vivir es conocer. Sin duda
la modernidad se caracteriza por la constante incertidumbre sobre la validez de sus
representaciones, una incertidumbre que se utiliza para generar nuevas certezas
provisionales, como ocurre en el ámbito científico o como para adoptar formas de
solipsismo, tal como se observa en la posmodernidad.

Este enfoque en la incertidumbre y la reflexión constante sobre el conocimiento define la


dinámica epistemológica en la era moderna y postmoderna, donde la búsqueda de
certezas se convierte en algo en constante evolución.

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