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La enseñanza del Holocausto y otros genocidios en la escuela

Clase 3: Memoria, Justicia y Negacionismo


Hola, colegas, bienvenidos y bienvenidas.

Esta tercera clase sobre la enseñanza del Holocausto, está dedicado a brindar las herramientas
conceptuales necesarias para desarrollar una propuesta de enseñanza. Nos queda entonces abordar
los procesos de recordación del Holocausto. Dado que se trata de un acontecimiento de significativa
magnitud, las formas en las que fue y es conmemorado a escala global y nacional ha mostrado ritmos
cambiantes y significaciones variadas que nos permiten dar cuenta de las características de la
memoria y los modos en los que las sociedades recuerdan. Asimismo, se abordará el negacionismo,
los discursos del odio y su impronta actual atendiendo a las redes sociales como lugar de expresión
y de difusión de estas ideas.

Objetivos:

● Conocer la historia de la memoria del Holocausto a escala global y el impacto en nuestro país.

● Reconocer los hitos relacionados a la memoria del Holocausto.

● Identificar los espacios, acciones y pedagogías dedicadas a la memoria y aprendizaje sobre el


Holocausto.

● Problematizar el negacionismo y su impacto en Argentina.

Memoria, pasado y conmemoración


¿Qué significa recordar? ¿Cómo se construye la memoria sobre un hecho traumático?, ¿Cómo se
recuerda? ¿Quiénes tienen la potestad para hacerlo? ¿Puede la memoria atravesar generaciones,
países, culturas?

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La preocupación en torno al pasado es constitutiva de nuestra propia trayectoria cultural. Como ha
sostenido el historiador Iosef Yerushalmi, con relación a los textos bíblicos, por ejemplo, hay una
voluntad de explicar el desarrollo histórico a través de genealogías, a la vez que la manifestación de
dar testimonio de un tiempo pasado. El historiador francés Pierre Nora ha observado, en su
monumental trabajo sobre Los lugares de la memoria, que el recuerdo no es natural; es decir, no
sucede solo porque en calidad de seres humanos somos capaces de reflexionar con relación al
pasado. Lo que advierte Nora es que las formas de recordación, en un punto, son arbitrarias: las
sociedades, tanto como los individuos, toman decisiones en relación con qué recordar. Lo que se
recuerda supone un bien o una experiencia significativa para las sociedades que, a su vez, cuando
construyen los mecanismos y soportes para su conmemoración, advierten las posibilidades de un
potencial olvido por parte de generaciones futuras.

Estas perspectivas se asientan, en verdad, en las premisas de quien fuera uno de los promotores del
estudio sociológico en torno a las memorias: Maurice Hallwachs. Apenas en la década de 1930, el
sociólogo francés advertía que las formas de recordación estaban impregnadas de los marcos sociales
en los que las referencias al pasado sucedían. Aun cuando la memoria aludiera a una experiencia
individual, aquello que se traía del pasado estaba legitimado por la propia dinámica de las sociedades
en las que la apelación al pasado ocurría.

Al afirmar que la posesión de un valor significativo depende de las condiciones contextuales, de


época, nadie puede garantizar el carácter eterno de un recuerdo. Como ejemplo, podríamos pensar
en monumentos o nombres consagrados en la trama urbana que fueron valorados por sociedades
en un tiempo pasado y que pueden no resultar significativos –o incluso desconocidos– para
sociedades de otro tiempo.

En este sentido, podríamos afirmar que la memoria, como forma de recordación del pasado, es un
ejercicio que se construye socialmente, a la vez que se modifica con el paso del tiempo. No se
recuerda siempre de la misma manera ni lo hacen siempre los mismos. En la medida que las
sociedades son dinámicas y que cada generación traba un vínculo particular con el pasado, las formas
de recordación pueden ser cambiantes, otorgando centralidad a otras experiencias o resignificando
aquellas ya impuestas.

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Incluso, las narrativas en torno al pasado no son consensuales en el contexto de una misma
generación. Conviven, en un mismo tiempo y frente a una misma experiencia, valoraciones distintas
con relación al pasado. De este modo, deberíamos reconocer que no hay una memoria, sino múltiples
modos de recordación que conviven y luchan por obtener una perspectiva legítima sobre el pasado.
Estas luchas son, en ocasiones, políticas y, en oportunidades, concebidas como luchas contra el
olvido. Sin embargo, como afirma Elizabeth Jelin, esto puede ser tramposo: “la memoria contra el
olvido o contra el silencio esconde lo que en realidad es una oposición entre distintas memorias
rivales (cada una de ellas con sus propios olvidos). Es en verdad ‘memoria contra memoria’” (Jelin,
2002, p.6).

https://youtu.be/CSYnaWEfQ3I
¿Pueden convivir memorias opuestas?, ¿por qué se modifican las memorias?, ¿qué
sucedió y sucede en el caso específico de la memoria del Holocausto?

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Para ampliar sobre este punto puede consultar el libro Memorias elaborado por la
Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y Educación Sexual Integral,
con la participación del Programa Educación y Memoria en el año 2021.

Enlace: https://www.educ.ar/recursos/157996/memorias

Memoria y conmemoración del Holocausto

En el caso específico del Holocausto la consolidación de su memoria implicó un enorme desafío para
los sobrevivientes, las generaciones posteriores y, también, los Estados nacionales o las

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organizaciones dedicadas a su conmemoración. No siempre fue una memoria legitimada de forma
pública y durante decenios el sufrimiento de las víctimas fue invisibilizado. Las primeras narrativas
sobre el Holocausto –ya sean como crónicas periodísticas o filmografía documental– puso el acento
en el carácter represivo del régimen nazi. Sin embargo, estas alusiones no atendieron al carácter
singular de las víctimas y, por lo tanto, invisibilizaban la particularidad del crimen cometido en Europa
bajo la responsabilidad del nacionalsocialismo y sus colaboradores.

Noche y niebla de Alain Resnais (1955)


Este filme documental de Alain Resnais, cuyas imágenes resultan muy ilustrativas de la
dinámica criminal del nazismo, hacía foco en la dimensión política del crimen perpetrado,
pero no hacía más que una alusión marginal acerca de los judíos que habían perecido.

Esta perspectiva comenzó a cambiar en los años sesenta del siglo pasado, a partir del juicio a
Eichmann que sacudió la audiencia internacional. La proyección mediática internacional que tuvo el
caso y el lugar central de los sobrevivientes durante el proceso judicial brindaron un lugar central al
testimonio de las víctimas de los crímenes masivos. En la medida que las prácticas criminales en
contextos genocidas no quedan documentadas –o se alude a ellas a través de alegorías como la de
“Solución Final” para dar cuenta del exterminio de judíos–, la voz de quienes pasaron por campos de
concentración y/o exterminio, resultaría central para conocer la mecánica utilizada para el
aniquilamiento de las personas.

Juicio a Eichmann
Luego de la Segunda Guerra Mundial, uno de los criminales nazis más importantes huyó de
Europa y se escondió en Argentina. En mayo de 1960, Adolf Eichmann fue capturado por
agentes del servicio de seguridad israelita y llevado a Jerusalén para enjuiciarlo en una corte
israelí. El juicio de Eichmann despertó el interés internacional, trayendo las atrocidades

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nazis a la vanguardia de las noticias del mundo, y mostrando por primera vez a los testigos
del Holocausto. El juicio fue televisado y miles de personas en todo el mundo pudieron
escuchar testimonios desgarradores. Periodistas de todas partes del mundo viajaron a
Israel para presenciar el juicio. Entre ellos y ellas, una informante clave fue Hannah Arendt
(1906-1975), filósofa alemana de origen judío que migró a los Estados Unidos en el contexto
del nazismo. Su mirada lúcida y polémica sobre el juicio y en general sobre el nazismo y sus
responsables se plasmó en libros como Eichmann en Jerusalén y Eichmann y el
Holocausto entre otros. Un concepto clave de la autora fue “la banalidad del mal”, y a
grandes rasgos, hace referencia a que la actuación de Eichmann (como de otros nazis) fue
consecuencia de su deseo de ascender en su carrera profesional. Sus actos, en este sentido
fueron consecuencia del cumplimiento sin cuestionamiento de las órdenes dictadas por sus
superiores. Arendt remarcó que Eichmann no tenía un sesgo especialmente antisemita ni
una personalidad enferma. Era, en otras palabras, un simple burócrata que cumplía
órdenes.

Durante este período, y en función de este corrimiento de sentidos y reconocimiento de las víctimas,
se inició un lento proceso de institucionalización y monumentalización de la memoria del Holocausto.
Se trataba de estrategias de reconocimiento hacia las víctimas que, como consecuencia, produjo un
reconocimiento académico del genocidio a través de la creación de Centros de Investigación y
Programas de enseñanza en Universidades de Europa y Estados Unidos de América.
Si bien durante estos años la filmografía sobre el Holocausto se incrementó, la ampliación del
reconocimiento del Holocausto como una experiencia sensible del siglo XX ocurrió tras la
transferencia del contenido del cine a la televisión. En 1978 se emitió en Estados Unidos la serie
“Holocausto”, dirigida por Marvin Chomsky, que dio definitiva presencia pública a este
acontecimiento. Traducida y emitida en un número significativo de países -en Argentina se emitió en
1981-, la serie inició un proceso de consagración global de la memoria del Holocausto. Esto se
reforzaría, años después, con la realización de algunos filmes que resultarían centrales en la
configuración de lo que hoy entendemos acerca del Holocausto: Shoah, de 1985, realizada por Claude
Lanzmann y La lista de Schindler, dirigida por Steven Spielberg, en 1993.

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Memoria y cine

La miniserie Holocausto dramatizó el genocidio nazi a través de la historia ficticia de la


familia Weiss.

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Conferencia Lior: “El cine es un vector de memoria y de imaginación”

Enlace: https://youtu.be/lhzSxXrlurI

Esta globalización del Holocausto, sin embargo, y como sugiere el investigador español José Carlos
Rueda Laffond, debería ser entendida como un proceso de territorialización de su memoria en un
contexto global. ¿Qué significa? Que, si bien es notorio que ha habido un ensanchamiento de la
memoria del Holocausto, las formas en que esta se manifiesta resultaron diversificadas. De algún
modo, podríamos decirlo así: se recuerda el Holocausto en muchos lados, pero no se lo recuerda ni
(re) significa del mismo modo en todas partes. Por ejemplo, hay Museos del Holocausto en muchos
países, pero ni las muestras ni las narrativas que los sostienen dicen lo mismo. Si bien, en estos hay
un núcleo narrativo que se sostiene –la dinámica criminal del nazismo– lo que se quiere decir con
ello puede variar. La memoria del Holocausto puede ser vehículo de consagración de los Estados
Unidos como garante de la libertad global en aquel país, o una narrativa para denunciar el apartheid
en Sudáfrica o las violaciones a los derechos humanos en Argentina.

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La primacía de la memoria del Holocausto a escala global se puede advertir en la configuración de
una serie de organizaciones y dispositivos con diverso grado de diversidad institucional. Por ejemplo,
en el año 2000, tras una sesión que tuvo lugar en Estocolmo y reunió diversos países, se conformó la
International Task Force para promover la enseñanza, investigación y remembranza del Holocausto
desde 2012 el organismo se conoce como International Holocaust Remembrance Alliance del que
Argentina es el único país miembro de América Latina. Para esta organización, es un compromiso
fundamental “…conmemorar a las víctimas del Holocausto y honrar a quienes se resistieron.
Alentaremos formas apropiadas para la remembranza del Holocausto, incluyendo un Día Anual
Recordatorio del Holocausto” (Art. 6, Declaración Estocolmo). Como parte de esta tendencia global,
el 1 de noviembre del 2005, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró, mediante la
resolución 60/70, el 27 de enero como Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las
Víctimas del Holocausto, conminando a los Estados miembros a realizar actividades conmemorativas
específicas. Finalmente, la UNESCO, al menos para el caso de América Latina, ha promovido la
creación de una red de puntos focales en los Ministerios de Educación para la Enseñanza del
Holocausto.

Material Unesco
Para comprender alguna de las características que tiene la enseñanza del Holocausto en
América Latina, les compartimos el siguiente documento de Unesco

Enlace: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000253183

Asimismo, compartimos la colección de materiales educativos del Programa Educación y


Memoria del Ministerio de Educación de la Nación para abordar el 27 de enero. Si bien
para nuestro calendario escolar es vacaciones de verano, los materiales pueden ser
relevantes para trabajar la temática del Holocausto durante todo el año.
Enlace: https://www.educ.ar/recursos/158112/dia-conmemoracion-memoria-
victimas-holocausto

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Les recomendamos ver el video de la ceremonia que se repite cada 27 de enero en los
países comprometidos con la transmisión y enseñanza del Holocausto
Enlace: https://www.educ.ar/recursos/158114/encendido-de-velas-por-las-
victimas-del-holocausto

Aunque se puede advertir cómo la memoria del Holocausto articuló una serie de ejes complejos en
torno a la dimensión conmemorativa, lo hizo combinando diversas dimensiones no siempre de modo
armonioso. Si bien se trata de una memoria a escala global, las formas que adquieren las prácticas
conmemorativas solapan dimensiones transnacionales, inter y transregionales y, finalmente,
escenarios locales a través de distintos circuitos que transmiten normas, valores y códigos culturales
y políticos que convergen y divergen según las realidades nacionales. No obstante, ese escenario
global, la memoria del Holocausto, siempre es situada, cada museo, monumento o lugar de
recordación se pone en diálogo con aspectos y procesos históricos singulares de los lugares en los
que fue emplazado: el apartheid en Sudáfrica, la experiencia de la opresión soviética en Alemania y
los países de la Europa del Este, la última dictadura militar en Argentina, entre otros. Para las
sociedades europeas, a su vez, reconocer el Holocausto era una obligación moral y una condición
para acceder a la Unión Europea. La decisión de pertenecer a esta comunidad de remembranza fue
simbólica o un gesto pragmático y político mediante el cual se enfatizaba su pertenencia a Occidente
o a criterios éticos internacionales, mas no necesariamente su voluntad para confrontar su pasado
nacional violento. En ocasiones, adherirse a la memoria global del Holocausto era más fácil que
confrontar los crímenes cometidos por el propio grupo o la indiferencia hacia distintos genocidios.

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Como ejemplo de estas tensiones resulta interesante la obra La puerta de Branderburgo
del artista alemán, Horst Hoisel. En su participación en un concurso para construir un
monumento sobre el Holocausto, el artista propuso demoler la Puerta de Brandemburgo
símbolo nacional de la cultura alemana y con ello expresar lo que significó el Holocausto.
Por supuesto su trabajo no fue admitido, pero a cambio propuso proyectar durante varios
días sobre este monumento, la imagen de la puerta de entrada a Auschwitz para
confrontar a la sociedad alemana con su pasado y explicar que el Holocausto fue un
acontecimiento producto de la sociedad y la cultura alemana.

Foto: gentileza del autor.

La ampliación de la memoria del Holocausto trajo aparejado un debate de carácter conceptual que
puede resultar ilustrativo de algunas tensiones suscitadas durante este proceso. La centralidad que
ocupó la memoria del Holocausto, materializada a través de monumentos, museos, filmes y
literatura, desplazó a la historia como un saber específico con relación al pasado. La centralidad que
cobraron los testimonios, por ejemplo, en referencia al documento histórico derivó en una serie de
debates acerca de los alcances y limitaciones de conocer una experiencia compleja a través de un

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relato de carácter individual. La máxima expresión de esta divisoria fue propuesta por Elie Wiesel,
sobreviviente del Holocausto, quien advertía que nadie podía decir qué fue aquello salvo los que
estuvieron allí, en relación con los campos de concentración y exterminio. En este sentido, este giro
“testimonial” desplazaba al conocimiento de carácter historiográfico en sus posibilidades de
construir una imagen compleja acerca de cómo había sido posible aquel crimen masivo. Según la
socióloga francesa Anette Wieviorka, quien escribió La era del testigo, había algo en aquella palabra
que resultaba de un orden que no podía ser auscultado por la disciplina historiográfica.

No obstante, la supremacía testimonial no es aceptada sin reparos. La idea de que solo las víctimas y
afectados pueden hablar acerca de lo que sucedió limita la comprensión de experiencias históricas
complejas que exceden la dimensión individual y subjetiva del testimonio.

Quien puso en duda esta dimensión con mayor énfasis fue el escritor español –y no un
historiador– Javier Cercas. En su libro El impostor aborda la trayectoria de Enric Marco,
un hombre como cualquier otro que promediando sus cincuenta años se inventó un
pasado: a Marco se lo consagró públicamente como un sobreviviente de los campos de
exterminio del nazismo, joven combatiente anarquista durante la Guerra Civil Española
y miembro de la resistencia al franquismo tras su regreso de Alemania. Marco recibió
premios, presidió la Amical de Mauthausen –una organización de sobrevivientes– y
ofreció conferencias en los más diversos ámbitos. Fue la sospecha y el trabajo de un
historiador de oficio, Benito Bermejo, el que descubrió la impostura de Marco. Su
testimonio era mentira. Marco había estado en Alemania durante aquellos años, incluso
preso; pero su derrotero era distinto al de las víctimas raciales y políticas del nazismo.
Lo mismo pasó con su trayectoria republicana y su militancia antifascista. El escándalo
–y el escarnio– fueron inmediatos: a Marco se lo condenó públicamente por su farsa.
Sin embargo, como sostendrá Cercas, una mentira es creíble cuando se amasa sobre
verdades. Es decir, solo se puede falsear el testimonio cuando la apoyatura es sobre una
base empírica creíble. Entonces, ¿cómo desconfiar del testimonio de una presunta
víctima en tiempos que consagraron el lugar de estas como testigos privilegiados de la
historia? ¿Acaso no sostenemos a la figura del “testigo” o la “víctima” como depositario

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de la “verdad histórica” de una experiencia sensible, llámese nazismo, terrorismo de
Estado o conflicto armado? Cercas escribió en El País una columna cuyos fragmentos
quisiera replicar aquí para dejar abierta la polémica:

“No falla: cada vez que en una discusión sobre historia reciente se produce una
discrepancia entre la versión del historiador y la versión del testigo, algún testigo
esgrime el argumento imbatible: ¿Y usted qué sabe de aquellos, si no estaba allí? Quien
estuvo allí, el testigo, posee la verdad de los hechos, quien llegó después- el historiador-
posee apenas fragmentos, ecos y sombras de la verdad. Elie Wiesel, superviviente de
Auschwitz y Buchenwald, lo ha dicho con un ejemplo: para él, los supervivientes de los
campos de concentración nazis tienen que decir sobre lo que allí pasó más que todos los
historiadores juntos”, porque “solo los que estuvieron allí saben lo que fue aquello; los
demás nunca lo sabrán”. Esto, me parece, no es un argumento: es el chantaje del testigo.
[…] Este no siempre tiene razón; la razón del testigo es su memoria, y la memoria es
frágil y, a menudo, interesada: no siempre se recuerda bien, no siempre se acierta a
separar el recuerdo de la invención; no siempre se recuerda lo que ocurrió sino lo que
ya otras veces recordamos que ocurrió, o lo que otros testigos han dicho que ocurrió, o
simplemente los que nos conviene recordar que ocurrió. De esto, desde luego, el testigo
no tiene la culpa (o no siempre): al fin y al cabo, él sólo responde ante sus recuerdos; el
historiador, en cambio, responde ante la verdad. Y, como responde ante la verdad, no
puede aceptar el chantaje del testigo; llegado el caso, debe tener el coraje de negarle la
razón. En tiempo de memoria, la historia para los historiadores”.

Como señaló el intelectual argentino Héctor Schmucler –quien, a su vez, fue un exiliado durante los
años de la última dictadura militar y padre de un joven desaparecido, Pablo–, la memoria del
Holocausto resultó iluminadora de otras experiencias genocidas ocurridas durante el siglo XX. La
reflexión conceptual que suscitó, así como las herramientas metodológicas de distinto orden que se
produjeron para recabar fuentes empíricas en torno a este crimen, resultaron solidarias para el
reconocimiento de otros crímenes masivos. Incluso, las políticas reparatorias de diverso tipo –ya sean

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retributivas o simbólicas– fueron modelo para vehiculizar las demandas de otras víctimas. No
obstante, y como señaló el sociólogo francés Jean-Michel Chaumont, el lugar que ocupó la memoria
del Holocausto en las políticas estatales de muchos países de Europa suscitó una “competencia
memorial” entre las víctimas que podían advertir una mayor legitimidad de algunas experiencias
históricas sobre otras.

La memoria del Holocausto en Argentina


¿Cuál fue el desarrollo y el impacto de la memoria del Holocausto en nuestro país? ¿De qué manera
dialogó con la historia local? Como observamos en la clase anterior, los debates en torno al nazismo
y su política criminal contra los judíos tuvo un impacto temprano en Argentina. Desde las décadas de
1930 se suscitaron debates referidos al fascismo que animaron la contienda política y cultural y que
construyeron una base conceptual para interpretar la historia nacional desde la segunda mitad del
siglo XX.

Como propone la historiadora Malena Chinski, Argentina fue uno de los países que comenzó de forma
temprana a recordar lo que sucedía con los judíos en Europa. Los primeros actos conmemorativos
del exterminio contra los judíos tendrían lugar desde mediados de la década de 1940 y eran
realizados por integrantes de la comunidad judía e instituciones. En el cementerio judío de la Tablada,
por ejemplo, se inauguró uno de los primeros monumentos recordatorios con el objeto de disponer
de un sitio dónde duelar los familiares perdidos durante el Holocausto.

Si bien estos actos conmemorativos comenzaron en los 40, continuaron a lo largo de las décadas y
fueron mutando en sus formas y contenidos. La recepción del nazismo y sus crímenes se
constituyeron en tema relevante y produjo una lectura de aquellas experiencias desde Argentina. Las
conmemoraciones del Holocausto en Argentina adquirieron, desde 1950, la posibilidad de transmitir
núcleos de entendimiento de procesos políticos amplios y complejos. Si bien, hasta entrado el siglo
XXI, continuaron siendo organizados por instituciones auto adscriptas a la representación de lo judío,
desde los años de la recuperación democrática (1983) interpelaron a un público diverso y vinculado,
también, al entramado político y estatal.

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El restablecimiento de la democracia en Argentina, hacia fines de 1983, movilizó a diversos sectores
de la opinión pública. La revisión de lo sucedido durante el régimen dictatorial, así como los debates
en torno a los problemas que la apertura política debería atender, constituyeron un horizonte de
interpelación entre diversos actores. Entre los andamiajes que acompañaron las demandas por el
reconocimiento de las violaciones a los derechos humanos acaecidas durante el régimen dictatorial,
el Holocausto constituyó una de las referencias más tempranas. Las alusiones al exterminio de los
judíos europeos tanto como la comparación de las prácticas concentracionarias de la dictadura con
los crímenes del nazismo constituyeron una pieza central y ampliamente utilizada por diversos
actores durante los debates sucedidos que iniciaron el proceso transicional.

Hebe y Jaika
En los primeros años post dictadura en nuestro país, uno de los momentos más
sobresalientes y que cristalizaron esa relación entre ambas memorias tuvo lugar cuando
Jaika Grossman visitó Argentina, en 1985. Ella era reconocida localmente por su militancia
juvenil en la organización sionista-socialista "Hashomer Hatzair" que integró la resistencia
clandestina en el gueto de Bialystock en abril de 1943 y, posteriormente, como
sobreviviente y emigrada al naciente Estado de Israel donde era una de las referentes del
Partido Obrero Unificado (MAPAM). Durante su visita al país se entrevistó con
representantes políticos, disertó en varias oportunidades frente a diferentes auditorios y,
finalmente, mantuvo un encuentro con Madres de Plaza de Mayo. En particular, durante
este último evento, expresó su solidaridad y comprensión con el movimiento liderado por
Hebe de Bonafini quien le entregó el pañuelo que las identificaba como madres de
detenidos-desaparecidos. El reconocimiento y la “legitimación” de la lucha de las Madres
efectuada por una integrante de la resistencia al nazismo y sobreviviente del Holocausto,
constituyeron uno de los tópicos sobresalientes del período.

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Nueva Sión, "Jaika Grossman con Hebe de Bonafini", 7 de septiembre de 1985: 15.

Hacia 1983 tendrían lugar una serie de iniciativas que propalarían, en el espacio público, las bases de
interpretación de la propia experiencia dictatorial a la luz de la memoria del Holocausto. El 25 de abril
de 1984, por ejemplo, el Movimiento Judío por los Derechos Humanos, en ocasión del 41º aniversario
del Levantamiento del Gueto de Varsovia, propuso conmemorar el Holocausto vinculándolo con la
situación represiva recientemente clausurada en Argentina. El acto tuvo lugar en el Obelisco y fue
convocado bajo el lema “Ni olvido ni perdón. Nunca Más un Holocausto”. El rabino Marshall Meyer,

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desde el escenario y en calidad de orador, vinculó la dictadura nazi y la argentina legitimando el uso
del Holocausto más allá de la propia experiencia judía y como símbolo de lucha contra el olvido.

El rabino Meyer estuvo vinculado a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
–una organización conformada en 1975– y su posición condenatoria de las violaciones a
los derechos humanos lo catapultaron, durante los primeros años del gobierno
alfonsinista, a integrar la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Co.Na.De.P).
(Rosenberg, 2010).

Durante la década de los noventa, tuvieron especial repercusión los atentados a la Embajada de Israel
en Buenos Aires (1992) y la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (1994). Ambos
acontecimientos movilizaron una sensibilidad respecto de la “cuestión judía” en el espacio público
que, sin ser monocorde ni consensual, puso de manifiesto los alcances y limitaciones del desarrollo
de la vida judía en el país. El impacto que tuvieron ambos atentados promovió una serie de medidas
y acciones por parte del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) y otras agencias estatales que dieron
relevancia a la memoria del Holocausto. Entre estas podemos encontrar la promoción de agencias
estatales como la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en Argentina (CEANA) o
el Instituto Nacional Contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), si bien este último
no tiene vínculo directo con el Holocausto, su creación, en 1995, estuvo ligada a los debates
posteriores a los atentados en relación con la discriminación en Argentina.

Desde entonces, la memoria del Holocausto fue reconocida como política de Estado en Argentina.
No obstante, adquirieron mayor envergadura desde comienzos del siglo XXI cuando las acciones
fueron acompañadas por un marco normativo que incentivó la enseñanza y conmemoración del
Holocausto. En el año 2009, por ejemplo, el Consejo Federal de Educación aprobó la Resolución
número 80 titulada “Plan de Enseñanza del Holocausto” que comprometía a los Ministerios de

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Educación nacional y provinciales a la realización de acciones concretas para la inclusión curricular y
la enseñanza de esta temática. Posteriormente, en el año 2012, el Consejo Federal de Educación
aprobó la Resolución 180/12 que propiciaba la enseñanza del Holocausto/Shoá y otros genocidios
del siglo XX en el ámbito de la educación secundaria.

Materiales educativos

En este marco, tal como mencionamos anteriormente, se produjo una amplia gama de
materiales educativos:

La Shoá en la pantalla [1] (2007): https://www.educ.ar/recursos/155219/la-shoa-en-la-


pantalla

Memorias en Fragmentos (2008):


http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL002562.pdf

Holocausto: preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza (2009). En 2014 se publicó


una versión ampliada de este libro, Holocausto y Genocidios en el Siglo XX, que ampliaba el
conjunto de experiencias genocidas sucedidas en el siglo XX[4]
https://www.educ.ar/recursos/91438/holocausto-preguntas-respuestas-y-propuestas-para-
su-ensenanza

Genocidio Armenio (2015) realizado en colaboración con el Consejo Nacional Armenio de la


República Argentina (CNA). http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005431.pdf

Estos últimos libros, además, funcionaron como soporte para la realización de un material
educativo del canal televisivo Paka Paka: ¨La asombrosa clase de Zamba sobre la Memoria”
cuyo objetivo fue abordar experiencias como el Holocausto y otros genocidios para un
público infantil. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=MaxGOK7H3C4

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Este trayecto formativo y los materiales editados forman parte de las políticas educativas de
memoria realizadas durante el período 2003-2015 y que fueron retomadas con un fuerte
impulso a partir del año 2020 y continúan en la actualidad.

Para finalizar esta clase, queremos compartir algunas conclusiones, reflexiones y


desafíos en torno a la importancia de la construcción de la memoria sobre el
Holocausto. Hemos trabajado qué fue el Holocausto, desarrollamos su contenido
histórico, sus consecuencias, el modo en que se posicionó nuestro país en

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relación con el nazismo y qué impacto tuvo el Holocausto en la sociedad
argentina. También, trabajamos los procesos de recordación del Holocausto a
escala global y nacional atendiendo a los ritmos cambiantes y las significaciones
variadas según los contextos.

Negacionismo e impronta actual


En este apartado, pensaremos sobre el negacionismo y su impronta actual.

Cuando nos referimos al negacionismo, estamos hablando de la negación total o parcial de la realidad
de hechos históricos que han sido asumidos por la mayor parte de una población como una injusticia.
En especial, hace referencia a la negación de las violaciones masivas de los derechos humanos.

Se afirma que hay negacionismo cuando se niega:

- la sistematicidad de los actos


- el número de víctimas
- los dispositivos de exterminio
- la negación de órdenes oficiales
- se cuestionan los procesos judiciales
- se niegan los hechos en sí (“nunca existió una dictadura”)
- se niegan las responsabilidades estatales o se minimiza el rol del Estado o paraestatales
- a través del silencio, no hablar o reconocer el pasado.

Pueden ser negacionistas los gobiernos, o sectores políticos, historiadores e intelectuales con
influencia pública, perpetradores y generaciones posteriores.

El negacionismo es una categoría que fue acuñada desde la historia y tiene su origen en la negación
del genocidio nazi. Los y las historiadores/as intentaron dar cuenta de un fenómeno que se consolidó
a partir de datos históricos falsos. Los primeros negacionistas se autopercibían como “revisionistas

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históricos” presentando “otra cara” de la historia. Sin embargo, el negacionismo no es una forma
diferente de mirar el pasado, sino que implica el falseamiento de hechos históricos.

El historiador francés Yves Ternon ensayó una definición acerca de la negación del genocidio situando
su aparición en 1987 en relación con el exterminio nazi. El especialista sostenía: “Un análisis del
negacionismo debe estar precedido por una advertencia: trata de la negación, de la mentira y de las
manipulaciones”. Su intervención ofrece elementos conceptuales relevantes para identificar los
procedimientos discursivos involucrados en el aparato de la negación, sintetizados en cuatro
mecanismos centrales: la racionalización, que implica deslegitimar o falsear las pruebas y testimonios
del genocidio; la reducción de la cantidad de personas asesinadas; la inversión de la acusación a partir
de la culpabilización de las víctimas; y la anamorfosis o deformación de la realidad, por ejemplo
mediante la negación de la función asesina de las cámaras de gas en el caso del Holocausto. Al mismo
tiempo, Ternon desarrolla ejemplos históricos concretos de la manifestación de la negación que
entiende como inescindible de los procesos genocidas y caracteriza como una práctica delictiva, en
tanto pretende eludir la responsabilidad de los victimarios.

Para profundizar sobre esta cronología, recomendamos visitar el siguiente video:

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Enlace: https://youtu.be/x4TOeegOu7M

Les sugerimos leer el siguiente material sobre Negacionismo, publicado por la Secretaría de
Derechos Humanos (2022): Negacionismo
https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/2022/03/negacionismo_0322.pdf
A su vez, recomendamos la lectura de las Recomendaciones de la Alianza Internacional para
el Recuerdo del Holocausto en relación con la banalización y negación del Holocausto
https://www.holocaustremembrance.com/es/resources/working-definitions-
charters/definicion-operativa-de-negacion-y-distorsion-del-holocausto

Como esgrimía Ternon, el negacionismo no constituye un fenómeno de definiciones y alcances


unívocos. ¿Qué sucede en nuestro país? En Argentina en particular, se corporiza en las
manifestaciones de negación, relativización y justificación de los delitos de lesa humanidad
cometidos centralmente durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983. Estas alocuciones,
sostenidas por los perpetradores desde el momento de los hechos, si bien continúan siendo
manifestaciones minoritarias y con escasa réplica en la sociedad, cobraron visibilidad como reacción

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al proceso de justicia y las políticas de memoria y verdad impulsadas por el Estado argentino desde
el año 2003. Además de situarse en el plano discursivo, estas expresiones han llegado a plasmarse
en acciones concretas, como la vandalización de símbolos, marcas y lugares asociados a políticas de
memoria, así como diversos ataques a figuras o instituciones emblemáticas del campo de los
Derechos Humanos.

El sociólogo argentino Daniel Feierstein afirma que:


“El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina”, lo
siguiente: “Una práctica social genocida es tanto aquella que tiende y/o colabora en el
desarrollo del genocidio como aquella que lo realiza simbólicamente a través de modelos
de representación o narración de dicha experiencia. Esta idea permite concebir al
genocidio como un proceso, el cual se inicia mucho antes del aniquilamiento y concluye
mucho después, aun cuando las ideas de inicio y conclusión sean relativas para una
práctica social, aun cuando no logre desarrollar todos los momentos de su propia
periodización” (2011, p.36).

¿En qué formas continúa en el presente el genocidio?, ¿podemos ver en la actualidad


destellos de ese pasado?, ¿de qué maneras y dónde?

Actividades: Foro de intercambio

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Foro:

Estimados/as colegas:

Las y los invitamos a elegir una de las tres entrevistas del siguiente micrositio
Narrativas negacionistas. Las escuelas frente a los discursos de odio: Micaela
Cuesta, Daniel Feierstein, y Valeria Thus:

Cuesta: https://www.youtube.com/watch?v=gtVEY8a8N8c

Feierstein: https://www.youtube.com/watch?v=TxPbqizmGpk

Thus: https://www.youtube.com/watch?v=YKPoLBbGkpw

A partir de la entrevista elegida, les pedimos que: :

1) Destaquen brevemente alguna de sus ideas principales.

2) Propongan una nueva pregunta para realizar al/la entrevistado/a.

Invitamos también a compartir en este espacio, si lo desean, alguna experiencia


en el aula o la escuela con situaciones de estas características.

¡Espero sus participaciones!

Bibliografía de referencia
La Shoá en la pantalla (2007): https://www.educ.ar/recursos/155219/la-shoa-en-la-pantalla

Memorias en Fragmentos (2008) http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL002562.pdf

Holocausto: preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza (2009). En 2014 se publicó una
versión ampliada de este libro, Holocausto y Genocidios en el Siglo XX, que ampliaba el conjunto de
experiencias genocidas sucedidas en el siglo XX https://www.educ.ar/recursos/91438/holocausto-
preguntas-respuestas-y-propuestas-para-su-ensenanza

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Genocidio Armenio (2015). Realizado en colaboración con el Consejo Nacional Armenio de la
República Argentina (CNA). http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL005431.pdf

Arendt, H. (2017). Eichmann en Jerusalén. Buenos Aires: De Bolsillo.

Arendt, H. (2013). Eichmann y el Holocausto. Serie Great Ideas. España.Taurus.

Huyssen, A. (2001). En busca del futuro perdido. México: Fondo de Cultura Económica.

Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Buenos Aires: Siglo XXI.

Créditos
Autor/es: Programa Educación y Memoria, Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y
Educación Sexual Integral, Ministerio de Educación de la Nación.

Cómo citar este texto:


Programa Educación y Memoria, Dirección de Educación para los Derechos Humanos, Género y Educación
Sexual Integral (2023). Clase 3: Memoria, Justicia y Negacionismo. La enseñanza del Holocausto y otros
genocidios en la escuela. Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.

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