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Meditación de la Palabra

Lc 13, 18-21.
LEYENDO A SAN AGUSTÍN
“Diga, pues, la Iglesia de Cristo, diga la Iglesia madre católica, diga el
cuerpo de la cabeza que subió al cielo, el cuerpo santo, compuesto de
muchos, extendido por todo el orbe de la tierra; diga la mies producida por
el grano que cayó en tierra —pues, como sabéis, acercándose ya la pasión,
dice este grano: Si el grano no cae en tierra, permanece él sólo; pero si cae
en tierra, producirá mucho fruto. Cayó, pues, en la tierra un único grano y
produjo abundantísimo fruto, y esta mies es el entero orbe de la tierra—;
diga, y dígalo sin altanería, reconozca de quién recibe el decirlo y lo que
dice. ¿Qué dice, pues? Yo he conocido que el Señor es grande” (Sermón
111, 2).
Para meditar
“El Reino de Dios requiere nuestra colaboración, pero es, sobre todo,
iniciativa y don del Señor. Nuestra débil obra, aparentemente pequeña
frente a la complejidad de los problemas del mundo, si se la sitúa en la obra
de Dios no tiene miedo de las dificultades. La victoria del Señor es segura:
su amor hará brotar y hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra.
Esto nos abre a la confianza y a la esperanza, a pesar de los dramas, las
injusticias y los sufrimientos que encontramos. La semilla del bien y de la
paz germina y se desarrolla, porque el amor misericordioso de Dios hace
que madure“ (Papa Francisco, Ángelus, 14 de junio de 2015).

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