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Electricidad y Magnetismo

Nydia Lara Zavala


Un excelente ejemplo para ilustrar la manera
como se combinan y retroalimentan la
observación, la intervención y la representación,
esto es, la parte empírica, la parte práctica
tecno-experimental y la parte teórica que nos
ofrece la ciencia sobre cieros inobservables es la
historia de la electricidad y el magnetismo, de
donde surge la idea de electrón para dar cuenta
de la causa de los denominados efectos
electromagnéticos.
La historia es interesante, porque nos muestra
cómo la observación nos muestra la existencia de
un inobservable, pero es la riqueza que nos van
dando los resultados tecnológico-experimentales
los que van construyendo poco a poco una
realidad inédita, misma que sirve para cambiar,
modificar o crear formas de interpretar lo
inobservable a la luz de nuevos fenómenos
observables.
De hecho, como lo trataremos de hacer patente,
la observación se enriquece con la intervención y
la intervención tecno-experimental
constantemente crea nuevos fenómenos que
modifican la visión teórica del inobservable bajo
estudio.
Pero para entender el complicado proceso pare
darle cuerpo y sentido a los inobservables,
iniciemos por el principio, tratando de marcar, en
la medida de lo posible, cómo se combinan lo
observado sin intervención, lo observado
intervenido y la manera cómo se construyen
distintas teorías sobre lo inobservable para dar
cuenta de lo observado.
En el proceso, como lo trataremos de hacerlo
ver, a veces es realmente difícil discernir
entre qué es natural, qué es tecnológico y
qué es teórico
Pero el objetivo de este ejercicio es intentar
separarlos en la medida de lo posible para
entender que, entre más se enriquece la
intervención tecno-experimental, mas
cambios, modificaciones y discusiones sufren
las teorías que los tratan de explicar.
Los efectos de los inobservables:
atracción eléctrica y magnética
Observación:
La atracción eléctrica y magnética espontánea se observan
originalmente en solo dos objetos: el ámabar y el imán. Porque los dos
atraen a otros cuerpos, se piensa que se trata de un solo inobservable.
Sin embargo, esta idea se va modificando con el tiempo.
Hoy hablamos de fuerzas electromagnéticas, lo cual implica la asunción
de que el inobservable efectivamente es el mismo, pero la
experimentación en varias ocasiones muestra lo contrario.
A ustedes les tocará juzgar si se trata de una o dos fuerzas distintas.
Pero veámoslo en orden histórico.
Antecedentes:
El término ‘electrón’ fue utilizado por los griegos para referirse al
ámbar, una bella recina petrificada con propiedades intrigantes e
incomprensibles por largo tiempo.
Las mujeres sirias lo llamaban "el ladrón”, porque se observaba que al
frotarse atraía hacia sí pequños objetos, como hojas, pajas, cabello o
flecos de las prendas.
Por otro lado, el imán, un metal ferroso, obtiene el nombre de
‘magnetita’ por los griegos, porque según la leyenda, un pastor
llamado Magnes, que vivía en Magnesia, Grecia, al estar pastoreando a
sus ovejas por las montañas, de repente se percató de que el casquillo
de hierro de su bastón y los clavos de sus sandalias se adherían a una
roca de tal manera que parecía que la roca estaba empeñada en
quitárselos.
Así, tanto el ambar como el imán parecían dos especies
de ladrones que obviamente ejercían alguna clase de
fuerzas invisibles al ojo humano, pero que visiblemente
eran capaces de atraer a otros cuerpos hacia ellos.
Este hecho logró acaparar la atención de Tales de
Mileto en el siglo VI a.C., a quien tenemos que
considerar como el pionero en tratar de entender las
características distintivas de las fuerzas inobservables
ejercidas por el ámbar y el imán.
Tales de Mileto ( 620-546 aC):
Intervención:
Sus experimentos lo llevaron a reconocer varias
diferencias entre el ámbar y el imán.
Dentro de ellas destacó, en primer lugar, que el ámbar
no era magnético, ya que la fuerza del imán era
permanente, mientras que la fuerza del ámbar sólo se
manifestaba cuando la piedra se frotaba con ciertos
materiales.
O’GRADY, Patricia F., Thales of Miletus: The beginnings of western science and philosophy, 2002, p.113
Teoría:
Especuló, sin embargo, que la fuerza motríz que
animaba al ámbar y al imán era tan natural y
espontánea como las que se observaban tanto en los
seres vivos, como en el agua, el fuego o el aire.
Todos ellos manifestaban la propiedad de
mover o moverse.
Lo extraordinario del ambar y el imán era que no era
nada común encontrar fuerzas dinámicas en
las piedras.
Pero, desde la perspectiva de Tales, bastaba reflexionar
en el hecho de que el ámbar en algún momento había
sido líquido y el imán podía licuarse con el fuego para
poder asumir que la dinámica visible que provocaban
estos dos objetos era una especia de herencia
inherente a los líquidos y al fuego,
idea que empataba perfectamente con los principios
de la filosofía natural inaugurada por él.
Venerable Bede (673-735)

Observación:
Después de Tales, parece que el tema se abandonó por once siglos,
pues sólo brevemente reaparece hasta que un monje inglés,
conocido como el Venerable Bede, menciona en su Historia
Eclesiástica de los Ingleses que el azabache (carbón comprimido),
cuando se calienta por frotamiento,
“mantiene firme lo que se le aplica, como el ámbar”.
De aquí se concluye que la fuerza atractiva del ámbar, estaba
también presente en el azabache. Pero el Venerable Bede
aparentemente no dice mucho más sobre las caracterísitcas de esa
fuerza inobservable.
DAHL, Per F., Flash of Cathod Rays, 1997, p.21
Pierre Pèlerin de Maricourt (nace entre el 1200 y muere más o menos
en el 1299)

La siguiente aportación de uno de los inobservables se da hasta el siglo


XIII, pero sólo en el terreno del magnetismo con
Pierre Pèlerin de Maricourt. En casi toda la literatura lo llaman Peter
Peregrinus de Maricourt a pesar de ser francés.

Pèlerin fue ingeniero militar y reconocido matemático.


Mientras luchaba con el ejército de Carlos de Anjou en la cruzada de
1269 contra Lucerna, Italia, le escribío a su amigo Sygerus su famosa
Epistola ad Sigerum de Foucaucourt militem de magnete, mejor
conocida como Epístola de Magnete.
La Epístola está dividida en dos partes: la experimenral y la tecnológica.
Intervención:
En la parte experimental Pèlerin describe con lujo de detalle lo que
pasa cuando utiliza un imán esférico y en un hilo cuelga una aguja
que la deja flotando encima de la esfera para observar los
movimientos que espontáneamente se provocaban en ella.
Así se descubre la polaridad del imán, pues sus registros claramente
marcaban que los movimientos de la aguja sobre su esfera siempre
estaban alineados hacia los polos norte y sur de lo que él
erróneamente identificó con los polos de la bóveda celestes.
No obstante, él fue el que introdujo el término ‘polo’ para referirse a
los opuestos magnéticos que siempre estaban presentes en el imán.
Intervención y observación:
Manipulando varios imanes, describe los
efectos que tienen los diferentes polos entre
sí,
mostrando que polos iguales se repelen y
polos opuestos se atraen.
Desarrollo tecnológico:
En la segunda parte de su Epístola, Pèlerin pasa a narrar
asuntos más ingenieriles y habla de la posibilidad de construir
una máquina de movimiento perpetuo utilizando las
propiedades de atracción y repulsión observadas entre los
polos del imán.
Diseña lo que se conoce como la brujula “seca”, que fue muy
utilizada por los navegantes en la Edad Media.
Asimismo, a él se le adjudica la invención de un astrolabio
manipulado por imanes que resultó tan complicado que
prácticamente nadie utilizó.
Jean Gimpel, The Medieval Machine: The Industrial Revolution of the Middle Ages (New York, Penguin, 1976), 194-5.
Pese a la interesante información, conceptos y la
tecnología que nos heredó Pèlerin, él no generó
ninguna teoría sobre sus experimentos.
Simplemente describió sus experiencias, las
aplicó en cuestiones prácticas y desarrolló
tecnología.
Por eso se dice que la historia moderna del
estudio de la electricidad estática y el
magnetismo realmente inicia hasta el siglo XVI,
gracias al trabajo del médico de cabecera de la
Reina Isabel de Inglaterra:
William Gilbert
William Gilbert (1544-1603).
Intervención:
En su monumental obra conocida como De Magnete, el galeno narra una inmensa
cantidad de experimentos donde comenta que mientras que el imán sólo es capaz
de atraer sustancias magnetizables,
en la naturaleza existen muchísimas sustancias, invcluyendo el vidrio, el azufre, la
cera y las piedras preciosas, que al frotarse producen el mismo efecto que el
ámbar y el azabache.
Por eso Guilbert pensó que la fuerza invisible que claramente se manifestaba en
tantas y variadas clases de sustancias, necesitaba tener un nombre propio.
Él se inspira en la palabra ‘electrón’, que usaban los griegos para referirse al
ámbar, para acuñar el término ‘electricidad’ para hablar de la presencia del
inobservable en los fenómenos observables.
E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and Electricity p.29.
Por otro lado, con base en el
comportamiento de las agujas que utilizó
Pèlerin en su magneto esférico, Gilbert
descubre que los polos magnéticos opuestos,
correspondían a los polos norte y sur de la
Tierra y no a los celestes, como lo había
especulado el ingeniero.
Teoría:
Gilbert pudo suponer que los polos norte y sur,
originalmente detectados por Pèlerin en el imán, podía
entenderse mucho mejor si se concebían como el
efecto que ejercía la atracción de la Tierra sobre ellos,
ya que, según su teoría, la Tierra misma debía de ser
concebida como una especie de gran imán.
Bajo este supuesto fue que el galeno fue capaz de
explicar y dar cuenta coherentemente de las causas
que provocaban el comportamiento de las brújulas.
De nuevo la intervención:
Por otro lado, observó que un imán cuando se
rompía o cortaba, cada pedazo conservaba sus
dos polos opuestos constituyendo un todo
independiente.
Asimismo, demostró que una piedra imantada
podía imantar al hierro volviéndolo magnético,
sin que la piedra original perdiera su propia
potencia.
Per F Dahl, Flash of Cathod Rays, 1997, p.21
Observación:
Gilbert, al igual que Tales, también reparó en las
claras diferencias entre el magnetismo y la
electricidad.
Reafirmó que el magnetismo era una propiedad
permanente del imán, mientras que la
electricidad era un fenómeno efímero e inestable,
que además necesitaba estimularse con fricción
para manifestarse.
Nuevamente intervención:
Advirtió que el magnetismo funcionaba debajo del agua, mientras
que la electricidad funcionaba mejor en ambientes secos y perdía
toda su fuerza debajo del agua.
Se percató de que la atracción magnética entre dos cuerpos no se
afectaba cuando se interponía ciertas pantallas, como cristal,
madera, papel o tela.
Por contraste, la atracción eléctrica se eliminaba fácilmente con
cualquier pantalla.
Asimismo, reparó en torno a que la fuerza magnética tendía a
ordenar los cuerpos en determinadas orientaciones, mientras que la
fuerza eléctrica simplemente los amontonaba de forma caótica.
E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and Electricity, p.29-3.
Teoría:
Estas claras diferecias llevaron a Gilbert separar
tajantemente los fenómenos eléctricos de los
magntéticos,
reflexión que a su vez lo llevó a pensar en la
electricidad como una fuerza invisible pero totalmente
física, mientas que consideró que el magnetismo debía
de interpretarse como una fuerza oculta inteligente, ya
que el efecto observable que causaba el imán parecía
tener como finalidad ordenar el comportamiento de los
cuerpos del cosmos de cierta manera predeterminada.
Westfall, The Construction of Modern Science, USA, Cambridge University Press, 1977, p. 27.
Ahora bien, al interpretar al magnetismo
como una fuerza inteligente, Gilbert supuso
que ya no había nada más que decir.
De hecho, prácticamente nadie dice nada
nuevo sobre el magnetismo hasta el siglo XIX
con los experimentos de Orested y Faraday.
Por contraste, gracias a Gilbert, la electricidad se
volvió un tema de exploración importante.
Empero, para él quedaba pendiente explicar el
hecho de que el fenómeno eléctrico sólo se
manifestaba cuando el material se estimulaba
con fricción o frotación.
Gilbert, posiblemente por su formación médica, teorizó sobre la
electricidad inspirada en la doctrina predominante de
los "humores" corporales de su época.
En concordancia, sostuvo que muy probablemente un cuerpo al
frotarse, desprendía una especie de fluído o humor corporal, al que
denominó ‘efluvio’, que quedaba flotando a su alrededor, formando
un halo tan sutil que era invisible a los ojos.
Si era el caso, entonces podría suponerse que cuando ese efluvio era
reabsorvido por el mismo cuerpo que lo emanaba, jalaba hacia sí los
pequeños objetos electrificables que estaban a su alrededor.
Flash of Cathod Rays, p.21.
Niccolo Cabeo (1586-1650):

Sin duda, Guilbert logró ofrecer una teoría


convincente sobre el funcionamiento observable
del fenómeno eléctrico recurriendo a la idea de
un eflubio inosberbable.
Sin embargo, en 1620, Niccolo Cabeo, un monje
jesuita, que a pesar de ser un confeso admirador
de Gilbert, experimentalmente logra poner en
jaque su teoría.
Teoría:
Cabeo, como muchos jesuitas de su época, tenía una especial
fascinación por las denominadas ‘cualidades ocultas’ en la
materia.
Dichas “cualidades” eran consideradas como las responsables
de todos los inobservables que revoloteaban en el mundo
produciento efectos claramente visibles.
Su interés por las fuerzas invisibles, lo llevó a estudiar la
gravedad, el movimiento del péndulo y fundamentalmente la
electricidad y el magnetismo.
Todas ellas eran interpretadas como las propensiones ocultas
de las cosas a causar efectos en otros objetos sin un medio de
acción obvio.
History of theories of electricity and magnetism, p.31
Intervención:
Parece que el monje no logró gran cosas, aunque
sus experimentos con la electricidad sí lo llevan a
descubrir algo verdaderamente sorprendente
para su tiempo:
la electricidad no sólo era capaz de atraer
cuerpos, sino que también los podía repeler.
Consecuencias de la nueva observación para la teoría:
Obviamente, el fenómeno de repulsión, claramente
observable, representaba un genuino problema para la
teoría de la absrorsión del eflubio de Gilbert,
pues evidentemente el efluvio, tal como estaba
concebido por el galeno, daba cuenta de la atracción,
pero no era capaz de explicar este nuevo hecho
incontrovertible.
Nótese que la intervención, en el sentido de Hacking, sigue
enriqueciéndose con la experimentación, incluso a costa de
cuestionar una teoría que a primera vista parecía bastante
aceptable.
Este hecho claramente muestra, en contra de lo que sostienen
muchos filósofos de la ciencia, que no es la teoría la que en
todo caso guía el proceder de la intervención, sino que la
intrervención puede seguir aportando conocimiento por sí
misma, sin necesitar ninguna clase de explicación teórica para
desarrollarse, producir o manipular exitosamente fenómenos
inobservables analizando sus efectos.
Esto es mucho más obvio cuando revisamos el
movimiento experimental que da lugar al paso de la
electricidad estática a la corriente eléctrica.
El primero un fenómeno natural, el segundo un
fenómeno tecnológico.

Este giro es realmente apasionante, porque ilustra


perfectamente cómo la tecnología es capaz de generar
fenómenos inéditos en la naturaleza domesticando
propiedades inobservables sin ninguna teoría oficial
que los guíe.
Para que se aprecien las implicaciones filosóficas
de esto, vale la pena estudiar la evolución de la
segunda parte de la historia de la electricidad,
que propiamente hablando inicia con Hawksbee
con sus tubos de vidrio electrificados y la
invención de su máquina triboeléctrica. Le sigue
Stephen Gray, con el descubtimiento de la
conducción e inducción eléctrica. Entre Gray y
Desaguiliers se hacen las distinciones entre
materiales conductores y aislantes.
Aparece du Fay, con su idea de dos electricidades.
Se avanza hacia la domesticación de la
electroestática con la invención de la botella de
Laiden de Kleist y Musschengrook.
Watson y Frankling corrigen a du Fay y
promueven la idea de una sóla electricidad
presente en todos los cuerpos, pero suceptibles
de adquirir o perder el volumen de sus
cargas naturales.
La química inicia su intervención en la
tecnología de la electricidad con
la pila de Alessandro Volta,
Tecnología que hizo posible pasar del juego
con la electricidad estática al uso y estudio
de la corriente eléctrica.
Con la pila de Volta, Davy logra iluminar con
electricidad una calle.
Henry y Faraday crean la tecnología que produce lo que
se denomina ‘electromagetismo’ y Faraday logra
generar hechos inéditos combinado fenómenos
eléctricos con magnéticos.
Nicholson y Carlise descubren la electrólisis, al lograr
separar el hidrógeno y el oxigeno con la acción de una
pila de Volta.
Con la pila de Volta también se inicia el estudio
minucioso de la electrificación de gases, de donde
surge la idea de que existen partículas más pequeñas
que el átomo. Su estudio tecno-experimental y teórico
acaban dando origen a la idea de electrón y nucleo
atómico.
Pero para no perdernos, por lo pronto,
vale la pena que iniciemos este
apasionante recorrido con
Francis Hauksbee.
Francis Hauksbee (1666 y 1713):

Tecnología:
Francis Hauksbee creció en el seno de una familia que
se dedicaba a hacer cortinas e incluso puso su propia
tienda para venderlas.
Pero su pasión por la investigación hizo que poco a
poco su negocio tomara un giro hacia la manufactura
de instrumentos donde también empezó a desarrollar
novedosas tecnologías.
Fue el inventor de la primera bomba de vacío
eficiente y mejoró las rústicas máquina de fricción
eléctrica (máquina triboeléctrica).
Su máquina servía para crear por primera vez
ráfagas muy potentes de electicidad estática
(electrostática).
Máquina triboeléctrica
Se trataba de una mesa que en la parte de arriba
tenía dos postes que servían para sostener en un
eje una esfera de cristal.
La esfera podía girar cuando una persona le daba
vueltas a una rueda con una manivela conectada
a cada extremo de los postes que sostenían el eje
de la esfera.
El frotamiento lo hacía una persona que posaba
sus manos en la parte de abajo de la esfera al
mismo tiempo que otra giraba la manivela que la
hacía rotar.
Colgado del techo se ponía una barra que a través
de cadenas rosaban la esfera de cristal en
movimiento para producir al otro extremo
ráfagas electrostáticas.
La máquina funcionó muy bien,
pero su uso fue más para exhibiciones que para
investigación.
No obstante, Hauksbee en 1703 se convierte en
el asistente de Sir Isaac Newton
para realizar las demostraciones experimentales
frente a la Royal Society.
Su tecnología se puede ver como la antesala de
grandes avances tecno-científicos, pues, por un lado, su
máquina triboeléctrica permitió la creación de la
denominada ‘botella de Laiden’, que representa el
primer desarrollo que logra almacenar energía
eléctrica, y, por el otro, con su rústica bomba de vacío
él inició los estudios en tubos con gases rarificados,
cuya evolución tecnológica va a permitir culminar en
los experimentos que llevaron a J.J. Thomson a
postular la existencia del electrón como una partícula
suatómica del átomo.
Sin embargo, la tecnología de punta que
desarrolló Hauksbee, en su momento no tuvo el
impacto que merecía,
fundamentalmente porque la electricidad
estática, en sí misma, es sumamente efímera y
caprichosa.
Además, en ese momento la electricidad no tenía
ninguna aplicación práctica y, lo más grave fue
que no había una comprensión clara sobre
muchas de sus propiedades y características.
Esto cambia con lo que podríamos llamar
‘el giro eléctrico’,
que inicia cuando es posible utilizar la electricidad
estática para tecnológicamente convertirla en lo
que denominamos
‘corriente eléctrica’.
Movimiento que inicia con los estudios
realizados por Stephen Gray.
Jonathan Shectman, Groundbreaking Scientific Experiments, Inventions and Discoveries of the 18th Century, p. 81
Inducción y conducción eléctrica
Stephen Gray (1666-1733):

Aunque no se reconozca con facilidad, uno de los


descubrimientos más significativos para toda la
humanidad tuvo lugar en 1729,
cuando un modesto teñidor de telas llamado
Stephen Gray, a los 42 años decidió incursionar
como autodidacta en el estudio de la electricidad.
Observación:

Gray, como muchos otros antes que él, sabía que


frotando tubos de vidrio era posible levantar
plumas y otros pequeños objetos con la
electricidad estática que se producía en el tubo.
Al experimentar con su tubo electrificado notó
que, por ejemplo, una pluma, no sólo se pegaba
al tubo, sino que también se pegaba a los corchos
que lo tapaban.
Lo que realmente llamó su arención fue que
esto sucedía sin que fuera necesario aplicarles
ninguna clase de estimulación a los corchos.
Esta observación fue sumamente relevante
porque la tradición y, en más de un sentido la
misma experiencia, suponía que la electricidad
sólo se podía manifestar por fricción,
hipótesis que quedaba ahora cuestionada por
esta nueva observación.
Gray, sin embargo, no vuelve a retomar sus
estudios sobre la electricidad hasta 1729,
cuando varios de sus amigos (la mayoría
miembros de la Royal Society con los que había
colaborado) lograron pensionarlo en una
prestigiada casa de retiro.
Experimento:
Cómodamente instalado y pensionado en la
hermosa casa de Chartehose,
Stephen Gray retoma sus previas observaciones y
sostuvo que fuera lo que fuera lo que causaba lo
que él denominó la ‘virtud atractiva’ para
referiese al fenómeno que causaba la
electricidad,
lo obvio era que esa capacidad pasaba de la
superficie del tubo electrificado al corcho.
Ante este hecho, la pregunta que se hizo fue si la
virtud adquirida por el corcho se podría extender
a una mayor distancia del tubo.
Para probar su idea,
tomó un cordón que pegó al corcho y amarró una
esfera de marfil al otro extremo,
quedando algo muy parecido a una caña de
pescar, donde el mango era el tubo y la carnada
la bola de marfil atada a la cuerda que salía del
corcho.
Lo que descubrió fue que no sólo la “virtud” de
atraer y repeler objetos se transmitía del tubo a la
esfera de marfil a través de la cuerda, sino que
incluso esa propiedad era más fuerte de la que se
manifestaba en el corcho.
Históricamente hablando es la primera vez que se
usa un cable para conducir electricidad de un
lugar a otro y por eso a este fenómeno se le da el
nombre de ‘conducción’.
Pero su descubrimiento más sorprendente fue
que, en un arreglo horizontal, el tubo
electrificado ni siquiera requería tocar
directamente el cable que sostenía a la esfera.
Bastaba acercar el tubo a la cuerda para que la
esfera que él había colocado a una distancia de
765 pies (233.172 m) mostrara la misma virtud
atractiva que se manifestaba en el tubo excitado
por frotamiento.
Flash of Cathod Rays, p. 23; His Ltory of Eather and Electricity, p 37
A este fenómeno se le da el nombre de
‘inducción’,
por el sorprendente hecho de que se puede
inducir electricidad de un objeto a otro sin
tocarse.
Por otro lado, también notó que si la esfera
tocaba el piso, la virtud se eliminaba por
completo.
Asimismo, observó que la electricidad no se
transmitía cuando se le ocurrió clavar a una viga
la cuerda donde colgaba la esfera. Esto lo llevó a
pensar que
la virtud eléctrica se eliminaba al tocar tierra.
Gray también exploró la utilización de diversos
materiales para amarrar tanto su esfera como
muchos otros objeros
(incluyendo un pollo y un niño).
Notó que había diferencias significativas en la
manera como se transmitía o no la virtud
atractiva a la esfera y otros objetos dependiendo
del material de los cables que utilizaba.
Esto lleva a pensar a Gray que había materiales
que denominó
‘no eléctricos’,
como el metal o el agua, que conducían la virtud.
Pero también había los
‘eléctricos’,
como la seda, el vidrio y la resina, que tendían a
retenerla.
Así se descubren lo que su amigo Jean Theophilus
Desaguiliers denominó materiales
‘conductores’ y ‘aislantes’.
Los primeros facilitaban la transmisión de la
electricidad, los segundos la impedían.
Pero el aspecto más interesante de toda esta
historia es el giro que da Gray en trono
al estudio de la electricidad.
Originalmente el enfoque estaba dirigido al
estudio de
los materiales que atraían o repelían otros
objetos,
pero con Gray, el tema a estudiar era uno
totalmente nuevo:
el de los materiales capaces de transmitir
electricidad.
Es decir,
se paso del estudio del fenómeno de la atracción
al estudio de la transmisión eléctrica.
Esto sin duda marca el inicio de la era eléctrica
que actualmente vivimos.
Teoría:
La observación de la conducción y la inducción
llevaron a Gray a pensar que la electricidad
no era algo que acontecía al interior de los
objetos,
sino que ella mas bien parecía residir en sus
superficies.
Esto es importante porque, la ya de por sí
golpeada teoría del efluvio propuesta por Gilbert,
aunque no eliminó por completo la idea de que la
electricidad era una especie de fluído que
emanaba del interior del cuerpo,
había quienes abiertamente la rechazaban
porque pensaban que la electricidad surgía de la
fricción misma.
La razón para sostener esta idea era que
la fricción parecía ser la que producía en el
entorno del cuerpo
una vibración que atraía o repelía a otros
cuerpos.
Lo cierto era que los resultados de Gray
mostraban que ninguna de estas dos teorías era
completamente satisfactoria,
pues, aunque a primera vista todo parecía indicar
que la electricidad era algo que acontecía fuera
del cuerpo electrificado,
contradecía la idea de que fuera causada por una
especie de vibración del medio ocasionada por la
fricción.
La misma posibilidad de conducir e inducir la
electricidad por cables a objetos que no
requerían ninguna fricción para electrificarse,
ponía en tela de juicio la idea de
la fricción como causa de la electricidad dentro o
fuera del cuerpo.
Desafortunadamente, ante esto Gray decide no
especular y por eso
opta por referirse a la fuerza invisible de la
electricidad estática simplemente como
‘virtud atractiva’.
Experimento:

No obstante, para probar que


la electricidad no residía dentro de los cuerpos,
Gray tomó dos cubos idénticos, donde
uno era totalmente sólido y el otro hueco.
Los dos cubos fueron electrificados exactamente
de la misma manera y
lo que se observó fue que
su virtud atractiva fue también idéntica.
Así demostró que
para la conducción era totalmente indiferente
sobre cómo era el interior del objeto
electrificado, ratificando la idea de que la
electricidad que producía la virtud atractiva
residía fuera del objeto electrificado.
Vale la pena reparar en el hecho de que Gray no
asume de antemano prácticamente ningún
compromiso teórico.
Esto se constata porque la mayoría de sus
comunicaciones, tanto a su amigo Jean
Theophilus Desaguiliers (1683-1744), como a
otros miembros de la Royal Society, son
básicamente descriptivos.
De hecho, sus conceptos de virtud atractiva,
conducción e inducción,
mas los que agregó Desaguiliers sobre materiales
conductores y aislantes
no son teóricos.
Todos son descriptivos y observacionales.
Pero lo más extraordinario es que sus
experimentos
no requieren del conocimiento o aceptación de
ninguna ciencia o teoría.
Todos los experimentos de Gray son realmente
fáciles de replicar en cualquier lado.
Con esto se quiere enfatizar dos cosas:
la primera es que los importantes avances
epistémicos en torno a la electricidad que Gray
nos heredó de sus estudios, cláramente
contradicen la idea de que toda observación, para
ser significativa, necesariamente tiene que tener
una carga teórica.
De hecho, lo que se cuestionó con las
observaciones de Gray fue precisamente la carga
teórica que hacía suponer que la causa de la
electricidad era necesariamente la fricción.
Sus resultados ponían en entredicho tanto
la teoría que suponía que la electricidad emanaba
del cuerpo,
como la que sostenía que la fricción provocaba la
vibración del medio alrededor del cuerpo.
La segunda cosa a enfatizar es que Gray,
sin el auxilio de ninguna teoría,
logró demostrar empíricamente que se puede
producir el fenómeno eléctrico sin fricción,
por lo que evidentemente
ninguna de las dos teorías en competencia
explicaban cabalmente
qué era o qué producía el fenómeno eléctrico.
Esto representó una extraordinaria novedad que
acaparó la atención de muchos investigadores y
que genero insospechados resultados tanto
teóricos como prácticos,
como lo veremos más adelante.
A su vez, Gray descubrió que la electricidad,
fuera lo que fuera,
se podía llevar de un lugar a otro sin alterar sus
efectos visibles.
Las dos cosas juntas, abrieron la puerta tanto
para lograr producir lo que denominamos la
‘corriente eléctrica’ comercial y residencial que
cotidianamente recibimos,
así como la exploración de la posibilidad de
“empacar” electricidad en las baterías que todo el
tiempo usamos en miles de aparatos eléctricos y
electrónicos.
Por otro lado, hay que enfatizar a favor de
Hacking que,
sin ninguna claridad en torno a qué era la
electricidad,
el trabajo experimental de Gray es prueba
suficiente de que es posible manipular y provocar
efectos claramente observables e identificables
con un inobservable.
Empero, y contradiciendo a Hacking y a otros
filósofos de la ciencia,
el inobservable no es teórico, sino físico,
por lo que la comprobación de su existencia no
depende de ningún postulado teórico, sino sólo
de la observación de los efectos que podemos
provocar con eso,
sea lo que sea y llámese como sea.
La crítica se puede extender también a
los anti-realistas,
que sólo reconocen como real lo observable, por
lo que dejan en la categoría de teórico cualquier
inobservable que estudia la ciencia.
Sin embargo,
la electricidad es un inobservable real, y
aunque la explicación de su composición y
características pueden ser
problemáticas para la ciencia,
la realidad de la electricidad es simplemente
indiscutible y sin lugar a dudas es un inobservable
físico que la ciencia sigue tratando de entender
teóricamente hasta la fecha.
Bien analizado, cada personaje que hemos
revisado ha aportado conocimiento en torno a
qué podemos hacer con la inobservable y
escurridiza electricidad y
sólo en segundo plano se ha intentado decir algo
convincente sobre qué puede ser la electricidad.
Lo que es claro es que hay una fuerte diferencia
entre
explorar qué se puede hacer con un inobservable
y
tratar de definir qué es ese inobservable.
El primero es práctico, el segundo teórico.
Hacking atinadamente nos diría:
“la realidad tiene más que ver con lo que
hacemos en el mundo que con lo que pensamos
de él.”
Hacking, p.17
En el caso de los estudios sobre la electricidad
esto es clarísimo.
Avanzamos nuestro conocimiento con lo que
hacemos con la electricidad,
a pesar de las controversias teóricas que
prevalecen hasta la fecha.
Pero para que esto quede más claro sigamos
avanzando.
Teoría:

Aunque Gray nunca pretendió ofrecer una teoría


acabada de sus ricas observaciones y
experimentos, sus resultados sí tuvieron
repercusiones en la forma de entender y tratar de
explicar el fenómeno eléctrico.
Por ejemplo,
el concepto de eflubio de Gilbert como algo
permanente adherido al cuerpo,
finalmente se desechó
para introducir en su lugar las ideas de
conducción e inducción
de lo que Gray bautizó como virtud eléctrica.
Estos términos, como se puntualizó arriba,
no son teóricos,
sino que nombran observaciones empíricas.
La conducción, al hecho de poder conducir la
electricidad de un lugar a otro;
la inducción, a la posibilidad de inducirla sin
necesidad de tocar los objetos para electrificarlos.
La virtud eléctrica, por estas razones, se empezó a
concebir como
la circulación de algo invisibles a los sentidos que
se transmitía de un lado a otro.
Lo que se siguió discutiendo desde entonces fue
si eso que claramente se desplazaba de un lugar a
otro se debería de entender como algo discreto o
como algo continuo, es decir, como corpúsculos o
como ondas.
Parece que esta discusión todavía no está
totalmente resuelta, pero dentro de todas las
incógnitas para dar cuenta de ese inobservable,
se encontraba también el enigma para poder
explicar por qué la fuerza eléctrica a veces era
atrayente y a veces repulsiva,
tema que acaparó la atención de otro amateur de
la electricidad: du Fay.
Charles-François de Cisternay du Fay
(1698-1739):

Observación:

Fascinado con los resultados de Gray, du Fay


procedió a realizar varios experimentos para
tratar de entender por qué
los objetos que eran eléctricamente atraídos por
un tubo electrificado,
poco después eran espontáneamente expulsados
del mismo tubo.
Teoría:

Su primera hiótesis fue que la electricidad atraía


sólo a cuerpos no electrificados,
pero que al tener contacto con la electricidad,
ellos mismos se electrificaban, lo cual provocaba
su separación por repulsión.
Experimento:

Para probar esto, du Fay pensó que


si ponía dos tubos electrificados donde uno de
ellos hubiera atraído, digamos una pluma,
al poco rato la pluma electrificada al soltarse
naturalmente sería rechazada por el segundo
tubo electrificado.
En algunos casos fue así, pero, para su sorpresa,
no en todos.
Si se usaban tubos hechos de ciertos
materiales resinosos,
el resultado era que la pluma no sólo no era
rechazada por el segundo tubo,
sino que claramente era atraída hacia él.
Teoría:

Ante esto, du Fay sostuvo que había dos clases de


electricidad, a las que llamó
‘resinosas’ y ‘vitrias’.
Estas dos electricidades las concibió como dos
fluidos distintos.
Contradiciendo a Gray, sostuvo que las dos
electricidades era
parte constitutiva de todos los cuerpos.
Cuando conviven en un objeto que contiene
exactamente la misma proporción de fluídos
resinosos y vitrios,
la electricidad es neutra y por eso
no se manifiesta.
Pero cuando hay exceso o falta de uno de los dos
fluídos,
el fenómeno eléctrico aparece.
De esta reflexión, du Fay también deriva
la primera ley sobre la electricidad,
afirmando que
la misma clase de electricidad se repele y
diferente clase de electricidad se atrae.
Por su importancia, vale la pena citarlo de manera
textual:
Vemos, pues, que hay dos electricidades de naturaleza totalmente
diferente: la de los sólidos transparentes, como el vidrio, el cristal, etc.,
y la de los cuerpos bituminosos o resinosos, como el ámbar, el copal, el
lacre, etc. Cada uno de ellos repele los cuerpos que han contraído una
electricidad de la misma naturaleza que la suya, y atrae aquellos cuya
electricidad es de naturaleza contraria.
Y más abajo también dice:
Vemos incluso que los cuerpos que no son ellos mismos eléctricos
pueden adquirir cualquiera de estas electricidades, y que entonces sus
efectos son similares a los de los cuerpos que se la han comunicado.
Aparece en Flash of Cathod Rays, p.40.
En realidad, la ley es correcta,
pero la teoría que postuló la existencia de dos
electricidades fue muy pronto remplazada por las
de
William Watson y Benjamín Francklin.
Para ellos sólo existía una electricidad y
el fenómeno observado por du Fay respondía a la
cantidad de carga o descarga
que sufrían diferentes cuerpos cuando se
frotaban, absorbían o desprendían electricidad.
Aunque esta idea se asemeja mucho a nuestra
idea actual de cargas:
una positiva (vitria) y otra negativa (resinosa),
no es equivalente a la idea de carga que propuso
Franklin.
Pero sobre esto se hablará más adelante.
Por lo pronto vale la pena detenernos en la
creación de la botella de Laiden, considerada
como el antecedente del
capacitor y del condensador modernos.
Esta botella es, sin duda, la primigenia tecnología
capaz de almacenar electricidad estática para, por
primera vez en la historia, poderla transportar en
un contenedor y utilizarla para absorber o
generar electricidad a conveniencia.
Pieter van Musschenbroek (1692-1761),
Ewald Georg von Kleist (1700-1748)
y
la botella de Laiden

Sin tener una idea clara de lo que era la


electricidad, el hecho de que pudiese circular de
un lado a otro, como lo demostró Gray, abrió la
posibilidad de intentar atraparla en alguna clase
de contenedor aislante, como el vidrio por
ejemplo.
Todo parece indicar que esto era una idea que ya
estaba en el aire, pues dos personajes de manera
independiente llevaron a cabo el experimento
que logró la invención de la denominada
‘botella de Laiden’:
uno fue Ewald Georg von Kleist y
el otro Pieter van Musschenbroek.
Los dos estudiaron en la Universidad de Laiden y
fueron alumnos de Wilhelm Jacob s'Gravesande
(1688-1742), entusiasta divulgador de las ideas de
Newton e interesado en las investigaciones
alrededor de la electricidad.
Posiblemente por estas coincidencias, Jean
Antoine Nollet decidió darle a este gran invento
el nombre de
‘botella de Laiden’.
Tecnología y experimento:
El experimento que von Kleist y van
Musschenbroek llevaron a cabo es prácticamente
idéntico.
Los dos utilizaron una máquina semejante a la
triboeléctrica de Haukebee. Al final de la barra
que desciendía del techo, colgaron una botella de
vidrio conteniendo más o menos la mitad de
agua. Sellaron la botella con un corcho y pusieron
en su centro una especie de clavo largo para que
la punta que estaba dentro de la botella pudiera
tocar la superficie del agua y la de afuera la barra
colgada del techo.
La idea que guiaba al experimento suponía que
era posible transportar la electricidad de la barra
de metal al agua contenida dentro de la botella.
Esta hipótesis claramente se apoyaba en los
experimentos de Gray, pero es importante
reparar en que, en ese momento, no existía
ninguna teoría que fundamentara esa posibilidad.
Todo era experimental y no teórico.
Tanto von Kleist como van Musschenbroek
detenían la botella con una mano para
estabilizarla cerca de la barra colgada.
La idea era evitar las vibraciones ocasionadas por
el funcionamiento de la máquina que se operaba
con la ayuda de la persona que ponía sus manos
debajo de la esfera y la que movía la palanca para
girarla.
Al final del proceso, los dos pudieron constatar
que su botella contenía electricidad, porque al
retirarla de la máquina y tocar la punta del clavo,
salían chispas y experimentaban un choque
eléctrico tan violento que llevó a van
Musschenbroek a escribir que juraba no volver a
repetir ese experimento nunca más y advertía a
otros investigadores de hacerlo.
Afortunadamente, nadie le hizo caso y la botella
de Laiden evolucionó en dos tecnologías que
tienen importantes usos tanto para generar una
descarga eléctrica, como para absorverla:
los capacitores y los condensadores.
Ejemplo del primero es el desfribilador que
utilizan los médicos para estimular
eléctricamente el corazón de un paciente
moribundo con un fuerte choque eléctrico.
Ejemplos del segundo, son los utilizados en
prácticamente todos los aparatos eléctricos y
electrónicos que tienen que ser protegidos de
inesperadas descargas eléctricas tanto internas
como externas.
Lo que hay que resaltar es que con la botella de
Laiden se produjo, por primera vez en la historia
de la humanidad, una fuerte descarga eléctrica de
manera no natural por medio de una tecnología
capáz de almacenar un inobservable dentro de
una botella.
Casi se podría decir que esta tecnología
efectivamente logró
encerrar al genio dentro de la botella.
El clérigo conocido como
Abbé Jean Antoine Nollet,
fue uno de los más entusiastas comerciantes y
difusores de lo que él mismo denominó
la ‘botella de Laiden’.
Con ella realizó varias demostraciones públicas e
hizo investigaciones interesantes sobre la
dualidad de la electricidad expuesta por du Fray.
Abbé Jean Antoine Nollet (1700-1770)

Teoría:

Nollet sostuvo, siguiendo un poco la idea de du


Fay, que el fenómeno eléctrico era el resultado
de dos fluidos que corrían en direcciones
opuestas, pero que siempre estaban presentes en
todos los cuerpos.
Idea interesante si consideramos que la
manifestación de la electricidad inició sólo con el
ámbar, luego se agregó el azabache.
Gilbert experimentó con muchos objetos más
para mostrar que también eran eléctricos,
pero Nollet, sin demostrarlo, asumió que la
electricidad estaba contenida en cualquier
cuerpo.
Aceptado esto,
supuso que cuando un cuerpo era exitado por
fricción, una parte de alguno de sus dos fluidos
salía de sus poros como una especie de vapor
muy sutil e inflamable que inmediatamente era
compensado por otro proveniente del exterior.
En esta transacción, según su teoría, los
pequeños objetos que se encontraban a su
alrededor podían ser atraídos o repelidos
dependiendo de la actividad eléctrica que se
provocaba entre ellos.
Esta teoría parece dar cuenta de por qué la
electricidad a veces manifestaba actividades
opuestas de atracción y repulsión y, de hecho,
tenemos que recordar que justo el fenómeno de
repulsión fue lo que más contribuyó a cuestionar
la teoría del eflubio de Gilbert,
aunque bien analizado, Nollet retoma de Gilbert
la idea de que la electricidad era el intercambio
de dos especies de fluídos muy sutiles que salía y
entraban de los curpos.
La originalidad de Nollet está en la idea de que los
dos fluidos estaban presentes simultáneamente
en cada cuerpo, por lo que la manifestación
eléctrica respondía a una pérdida o exceso de
aluno de los dos fluidos.
Aunque la idea de los dos fluidos era interesante,
muy pronto fue criticada y sustituida por otras
hipótesis como veremos a continuación.
Sir William Watson (1715-1786)

Observación:
Poco después de la creación de la botella de Laiden, un
reconocido médico y boticario de Londres, Sir William
Watson, reparó en el hecho de que las personas que
experimentaban un choque eléctrico con esta tecnología,
invariablemente reportaban que la desagradable sensación
sólo la sentían en los brazos y en el pecho.
A history of electricity and magnetism, Herbert W. Meyer (1971), p. 42
Teoría:

Supuso entonces que cuando se producía el choque


eléctrico en la persona, se tenía que aceptar que había
algo inobservable acumulado dentro de la botella y que
eso acumulado, fuera lo que fuera, siempre se
transmitía hacia el receptor por el camino más corto.
Si este era el caso, entonces tendría que
aceptarse que lo que salía de un lado y
llegaba al otro era la misma cosa.
Esto lo llevó a pensar que no había dos dos tipos
de electricidad -vitrea y resinosa-, como lo
propuso du Fay y defendió Nollet,
sino que en realidad se trataba del excedente de
un único fluido que se había acumulado en la
botella y que salía disparado al entrar en contacto
con otro cuerpo.
A este fluido lo denominó ‘eter eléctrico’ y,
de hecho,
Watson fue el primeo en utilizar los términos
‘más’ y ‘menos’ para hacer referencia a un exceso
o a una deficiencia de eter eléctrico en los
cuerpos.
Con estas idea,
explica que la transmisión eléctrica es la
manifestación de una reacción natural que busca
el equilibrio cuando hay un exceso o una carencia
de electricidad en los cuerpos.
Asume, además,
que la cantidad total del éter eléctrico en el
universo ni se creaba ni se destruía, sino que
siempre se conservaba.
Ibidem, (History if Electricity and Magnetism, Herbert Meyer, cap. 20, p.38)
Benjamín Franklin (1706-1790)

Aparentemente, sin haberse conocido


previamente, Benjamín Franklin propuso una
teoría impresionantemente parecida a la de
Watson,
pero en América, específicamente en Filadelfia.
De hecho, muchas de las aprotaciones que en la
literatura se le adjudican a Franklin,
previamente ya habían sido enunciadas por
Watson.
La prueba de ello es que
el libro sobre electricidad de Watson salió a la luz
en 1746,
el año en el que Franklin por primera vez se
interesó en explorar los misterios de la
electricidad.
Pero,
lo que sin la menor duda hay que
reconocerle a Franklin
es que fue
el primero en poder darle un uso práctico a
la electricidad.
A sus 40 años,
el polifacético y talentoso Franklin
ya era un próspero hombre de negocios,
así como un reconocido político y
ardiente defensor de la independencia de las
colonias inglesas.
Era dueño de una imprenta, de una papelería y de
una oficina postal.
En 1731
fundó la primera biblioteca pública de Filadelfia,
donde, gracias a la donación de su amigo inglés
Collinson, recibió material para la biblioteca que
contenía, además de un tubo de vidrio con
instrucciones, mucha literatura sobre diversos
experimentos y teorías sobre la electricidad.
Tecnología:

Como lo mencionamos arriba, una de las


contribuciones más importantes que hay que
reconocerle a Franklin es que, con la invención
del pararayos, por primera vez se logró darle una
aplicación útil a la electricidad
Esto lo logró estudiando con mucho cuidado
la tecnología que hacía posible almacenar
electricidad dentro de una botella de Laiden.
Originalmente la botella de Laiden
era sostenida en una mano para evitar
vibraciones,
pero cuando la pusieron en una mesa se dieron
cuenta de que la botella no adquiría electricidad.
El problema se solucionó
cuando Watson forró el interior y el exterior de la
botella con delgadas hojas de aluminio para
almacenar electricidad sin necesidad de tener
que sostener la bottella con una mano
Aprovechando esta ventaja, Franklin procedió a
innovar la máquina tribueléctrica de Haukbsee,
sustituyendo la esfera por un rodillo de cristal y
puso un cepillo con mango de madera donde
previamente se ponían las manos para generar la
fricción que causaba la electricidad.
Experimento:

Su máquina trabajó a la perfección,


por lo que se le ocurrió pedirle a dos personas
que mientras funcionaba la máquina,
se pararan en una tarima cubierta de cera (para
evitar que la electricidad pasara a tierra).
Le pidió a una de ellas que sólo tocara el
rodillo de cristal (para du Fay electricidad
vitria),
mientras que le pidió a la otra que sólo
tocara el mango de madera del cepillo (para
du Fay electricidad resinosa).
Después de un rato,
les pidió que se tocaran con un dedo una a la otra
y de inmediato salía una chispa,
pero después, ya no pasaba nada.
El fenómeno eléctrico, que él denominó
‘fuego eléctrico’,
simplemente ya no se manifestaba.
Teoría:

Frankling pensó que si efectivamente existieran


dos clases de electricidad, las personas
electrificadas con cada una de ellas, no podrían
nuetralizarse una a la otra como sucedía en su
experimento.
Lo lógico, según él, y en concordancia con lo que
sostenía Watson, era suponer que sólo había una
única clase de electricidad.
Supuso entonces que lo que pasaba era que
una de las personas al poner sus dedos en el mango de
madera de la máquina perdía electricidad (en su
lenguaje, se cargaba negativamente)
y
la que ponía sus dedos en el rodillo de cristal ganaba la
cantidad de electricidad que la otra perdía (se cargaba
positivamente).
Al tocarse,
la persona con carga positiva le transmitía su
sobrecarga a la de la carga negativa
y
cuando se equilibraban, ya no pasaba nada más,
porque las dos personas habían recuperado el
equilibrio de sus respectivas cargas.
Es interesante darse cuenta de que,
aunque el lenguaje de
cargas positivas y negativas que acuñó Francklin
es el que se utiliza hasta la fecha,
no tiene el mismo significado teórico
Para Frankling,
la electricidad era un solo fluido que se movía de
positivo a negativo, esto es,
del cuerpo con mucha carga (+)
al de poca carga (-).
Según lo que se acepta actualmente,
la electricidad es producida por el movimiento de
electrones,
esto es, de partículas subatómicas con carga
negativa.
Con base en la idea de que
el electrón tiene carga negativa,
lo que hoy se acepta es que
la corriente eléctrica es el resultado del
movimiento que va de la carga negativa a la
positiva y no al revés, como lo pensó Franklin.
De hecho,
la teoría de Franklin y la atómica
no son ni medianamente parecidas.
En la literatura, empero,
se aprecia siempre un profundo reconocimiento a
Franklin por la introducción de las ideas de
cargas, que a veces se exagera por tratar de ver
en su teoría cosas que Franklin jamás imaginó.
Además,
lo cierto es que en la literatura no existe una
clara definición en torno a qué exactamente
quiere decir ‘carga’.
Tampoco se ofrece una razón para definir
si una carga es positiva o negativa.
Franklin no tenía manera de saber
quién tenía más o menos carga eléctrica y,
aunque actualmente se acepta sin pestañar que
los electrones son negativos,
parece que es por mera convención
o porque así se ha estipulado.
No obstante,
tanto en la versión de Franklin
como en la actual,
se acepta que hay cargas positivas y
negativas en la electricidad.
Esto se sabe porque experimentalmente
es claro que
cargas iguales se repelen
y
cargas distintas se atraén.
Pero decir
cuál de ellas es la positiva y cuál la negativa
parece no tener ninguna razón
teórica-experimental que lo pueda decidir.
Como quiera que sea,
hay que señalar que un corolario interesante
relacionada con la idea de cargas,
tanto de Franklin como de la actual,
consiste en inferir
que no es la fricción la que causa la electricidad, como
se había sostenido por tanto tiempo,
sino que la fricción es sólo un insentivo para mover la
electricidad que ya existe en los cuerpos de un lugar a
otro.
Idea que, dicho sea de paso, era perfectamente
compatible con lo que Gray ya había demostrado
al provocar tecno-experimentalmente los
fenómenos de conducción e inducción,
mismos que Franklin supo aprovechar
para desarrollar
el pararayos que se utiliza hasta la fecha.
Observación de la tecnología:

No cabe la menor duda de que Frankling era


además de un hombre práctico, un observador
sumamente inteligente y con una imaginación
creativa y original.
Por eso, no es sorprendente que él hay sido el primero en
reparar en que los rayos que se observaban en una tormenta,
fueran tan parecidos a los que él denominó ‘fuegos eléctricos’,
que eran claramente observables tanto en la botella de Laiden
cuando la punta de metal que salía de la botella entraba en
contacto con algún objeto, como en la chispa que se producía
en los sujetos electrificados de los experimentos cuando se
tocaban.
Esto es relevante,
porque algo que sin duda también hay que
reconocerle a Franklin fue hacer una muy
atinada analogía entre los resultados
eléctricos experimentales y el
comportamiento de una tormenta con rayos.
Fue él quien supo utilizar el hecho de que
durante una tormenta,
los rayos normalmente caían en las puntas
más altas del entorno y muy rara vez en
terrenos planos.
Esto parecía que tenía que ver con que
la electricidad tendía a viajar por el camino
más corto, observación que también ya había
sido señalada por Watson.
Teoría por analogía tecnológica:

De todo esto, la hipótesis que se le ocurrió a


Franklin fue que,
si por inducción era posible cargar
una botella de Laiden,
no había razones para dudar que por la misma vía
era posible descargar de su electricidad a las
nubes durante una tormenta con rayos.
Experimento:

Curiosamente, el primer experimento que logró


demostrar que efectivamente los rayos eran “fuegos
eléctricos”, no fue Frankling,
sino un botánico francés de nombre
Thomas Dalibard (1709-1778)
que, sin serios conocimientos sobre la electricidad,
siguió las sugerencias descritas en un libro de Franlkin
para ejecutarlo en Francia.
A 25 km al norte de París,
en una vieja costrucción de madera con
techo, Dalibard construyó, una plataforma de
madera para colocar en su centro una barra
de metal de aproximadamente 12 metros de
altura.
Pacientemente se esperó a que una típica nube
negra de tormenta pasara por encima de esa
asta. El 10 de mayo de 1752, una nube con esas
carcterísticas finalmente aparecio arriba de la
punta de la barra.
Lo que pasó fue que, dentro de la construcción, cuando
una persona acercaba una varilla de metal a la barra de
12 metros, para facinación de todos los presentes, se
producía una fuerte chispa,
hecho que sirvió para comprobar que efectivamente la
barra que apuntaba hacia la nube, por inducción, había
sido electrificada.
Así se demostró que sin lugar a dudas los rayos que se
observaban en una tormeta eran indiscutriblemente
fuegos eléctricos.
Se dice que más adelante Franklin realizó otro
experimento para comprobar lo mismo,
pero ahora con un papalote de seda al que le
colocó en la punta un varilla para obtener la
electricidad de la nube y la condujera hacia una
llave de metal al final de la cuerda que sostenía el
papalote.
Este experimento es bien conocido,
por lo que no vale la pena detallarlo.
Lo que sí es digno de cosideración fue la
interpetación que dieron tanto Dalibard
como Francklin de sus resultados.
Teoría:

Con base en la teoría de Franklin,


cuando un objeto tenía una sobre carga de
electricidad, otro con menos carga podía
absorberla y neutralizarla.
Si este era realmente el caso,
con los pararayos se podía prevenir que las nubes
se cargaran de electricidad
si conectábamos con cables y varillas de hierro
fuera de los edificioes
y mandáramos la electricidad a tierra enterrando
otra vara de metal en el piso.
Según esto,
el fuego eléctrico silenciosamente podría
salirse de la nube sin causar ningún daño y
sin hacer mayor ruido.
Pero los hechos parecían ser otros.
El pararayos no descargaba la electricidad de la
tormenta.
Lo que hacía era conducir un rayo a tierra,
evitando así que la edificación se dañara.
El ruido ocasionado por las descargas eléctricas
de los rayos no se silenciaban con el pararayos.
Lo que indiscutiblemente hacían y todavía hacen,
era evitar que el golpe eléctrico del rayo
destruyera o dañara a los inmuebles.
Lo que es digno de llamar la atención es que
Franklin supo cómo utilizar el conocimiento que se
obtuvo en el desarrollo de la botella de Laiden para
generar:
a) por analogía, el descubrimiento de que los rayos de
las tormentas naturales eran electrostáticos y
b) aprovechar los conocimientos experimentales que
aportó Gray para lograr desarrollar la tecnología del
pararayos que, hasta la fecha, ha conseguido salvar
muchas vidas al evitar la destrucción muchas
edificaciones.
Esto es relevante, porque perfectamente ilustra
cómo un fenómeno natural, como son los rayos
de las tormentas, van a encontrar su explicación
causal en la observación de un fenómeno
tecnológico, como son las chispas que salen de la
botella de Laiden o las que se producen en los
sujetos electrificados cuando se tocan.
También muestra que la tecnología
puede ser y servir como una rica fuente de
conocimiento para entender y lograr explicar el
comportamiento de la naturaleza,
idea que, por cierto, fue previamente concebida
por Tales de Mileto.
Tales de Mileto: la ingeniería en el proceso de gestación y nacimiento de la filosofía natural, Lara, N y Padilla, T.
Asimismo,
es interesante notar también cómo la
tecnología existente (como la botella de
Laiden) puede servir como fuente epistémica
para la creación de nueva tecnología, como
fue, en este caso, la invención del pararayos.
Pero para no desviarnos de nuestro tema,
por lo pronto sigamos adelante con el
desarrollo de la historia de la electricidad.
Electricidad química
Johann Gorg Sulzer (1720-1779)

La historia de la electricidad química inicia


de pura casualidad con
Johann Gorg Sulzer en 1752.
Sulzer fue un filósofo suizo dedicado
fundamentalmente a cuestiones de estética,
pero en alguno de sus múltiples escritos,
reporta que en una ocasión se le ocurrió
poner en la punta de su lengua un pedazo de
cobre y otro de plata
Cuando los metales se tocaron sintío un
dolor punzante parecido a una rápida y
desagradable vibración acompañado de un
horrendo sabor a vinagre.
Esta historia se conoce gracias al Conde Alessandro
Volta, pues la experiencia de Sulzer le sirve como punto
de partida tanto para desmantelar la hipótesis de Luigi
Galvani sobre la existencia de una electricidad animal,
como para la creación de la pila eléctrica que abrió un
panorama inédito para la elaboración de diversos
desarrollos tecnológicos que motivaron nuevas líneas
de investigación. Pero para no perdernos iniciemos con
Galvani.
Luigi Galvani (1737-1798)

Luigi Galvani se graduó como médico en la


Universidad de Bolonia y realizó un doctorado
sobre la formación y desarrollo de los huesos, que
le valió para obtener una plaza para impartir la
cátedra de anatomía en su misma universidad.
Para dar sus cursos, a Galvani le gustaba disecar
ancas de rana que secaba colgándolas en una reja
de hierro de su jardín con ganchos de latón.
Observación:

Un día, mientras sus ancas estaban colgadas en la


rejilla, de pronto cayó una fuerte tormenta
eléctrica, por lo que su esposa y él salieron a
recojerlas para evitar que se mojaran y se
encontraron con una verdadera danza macabra:
las ancas se contraían y estiraban como si
estuvieran bailoteando al ritmo que marcaba la
caída de los rayos.
Inmediatamente Galvani asoció este hecho con la
botella de Laiden y muy especialmente con el uso
que le dio Franklin para demostrar que los rayos
observados en las tormentas eran eléctricos.
Pensó también en las anguilas eléctricas y en los
peces torpedo, dos animales, que al igual que las
nubes, poseían de manera natural pripiedades
eléctricas.
Pero también reparó en el hecho de que la
electricidad es un inobservable.
Su existencia sólo se podía reconocer por los
efectos observables que se producen tanto
de manera espontánea, como de manera
artificial
Teoría:

De estas deliveraciones
supuso que no era descabellado pensar que los
espamos que se obserbaban en los músculos de
las ancas,
se debía a un fenómeno claramente eléctrico.
(Groundbraking, p.45-46)
Experimento:

La contractura muscular la logró replicar dentro de su


laboratorio llevando a cabo varios experimentos.
Descubrió que si tocaba la médula espinal de una rana
muerta y el músculo de su anca con dos diferentes
metales, los músculos de la rana se convulsionaban
como si nuevamente adquirieran vida.
Observación reflexiva:
Posiblemente sin conocer la filosofía de Hume, pero en una veta
empirista muy cercana a él, Galvani sostuvo en
Aloysii Galvani de Viribus Electricitatis in Motu Musculari
Commentarius (Comentario sobre el efecto de la electricidad en
el movimiento muscular)
que nadie, simplemente observando el ámbar, hubiera podido
inferir que esa hermosa resina amarilla poseía propiedades
eléctricas.
Su electricidad sólo se manifestaba cuando de manera artificial
se le frotaba con un paño. Sin esa intervención, jamás
hubiéramos podido descubrir la presencia eléctrica en el ámbar.
Teoría:

Mutatis mutandis, para Galvani, lo que la


tormenta eléctrica había mostrado en las
ancas de rana, era justo la presencia de
electricidad en los seres vivos,
que él denominó
"electricidad animal".
La existencia de esa electricidad, según él,
había sido ignorada porque sólo fue posible
hacerla patente a nuestros sentidos por la
tormenta eléctrica o cuando experimentalmente
se tocaban los nervios y los músculos de los
animales poniendo dos puntas de metal
diferentes en contacto con ellos.
Pero para Galvani, no cabía duda de que la
electricidad animal era la responsable de
activar tanto nervios como músculos.
Si este era el caso, entonces también habría
que aceptar que existía de manera
espontánea en todos los tejidos de los seres
vivos.
Con base en esta hipótesis,
afirmó que el movimiento muscular y,
en consecuencia, la vida misma,
provenía de esa clase de electricidad.
Kile and Kirkland, Electricity and magnetism
Mostraban en público
los movimientos y contracciones que lograban
obtenerse aplicando las puntas de dos metales en
los nevios y músculos de sus muestras
o los estimulaban
con las chispas que se obtenían de las botellas de
Laiden.
El impacto que causaban estos
experimentos, propició que también se
iniciaran la exploración en cuerpos humanos
A cadáveres de criminales ahorcados,
por ejemplo,
se les colocaban las puntas de metales en sus
músculos y nervios para provocar que los cuerpos
colgados realizaran cabriolas espantosas, como si
la electricidad lograra regresarles parte de la vida
que acababan de perder.
Kile and Kirkland, Electricity and magnetism, Electricity, Magnetism, and Life p. 109
Por estos experimentos, no es descabellado
suponer que estas horrendas danzas le sirvieran
de inspiración a Mary Shelley para escribir su
famosísima historia de terror Frankenstein,
considerada por muchos como la novela que
inaugura el género de la ciencia ficción.
A su vez,
en el terreno de las cienicas biológicas,
le debemos a Galvani el inicio de la
investigación en torno a la existencia de
fuezas bioeléctricas en los tejidos vivos.
El problema fue que Galvani
erróneamente supuso que la electricidad
animal se producía directa y
espontáneamente en el mismo tejido
muscular,
idea que le sirvió a Alessandro Volta para
desmantelar y en su momento desprestigiar
la teoría de Galvani.
No obstante, cabe señalar que gracias a
Galvani nace una nueva e insospechada línea
de investigación en torno a la relación de la
electricidad con la biología
De estos estudios surgen la
electrofisiología, la cardiología moderna,
asi como
la neurofisiología misma.
Dentro de los desarrollos tecnológicos
relacionados con la electricidad y la biología,
tenemos
el marcapaso
considerada como la primera tecnología creada
con el propósito de corregir anomalías en el ritmo
cardíaco.
Fue inventado por los hermanos Albert y Charles
Hyman en 1930. El primero cardiólogo y el
segundo ingeniero.
Ellos se inspiraron en el que desarrolló
el Dr. Mark C. Lidwell en 1926,
que utilizó para revivir a un recién nacido cuando
trabajaba como anestesiólogo en un hospital de
maternidad de Sydney, Australia.
Pero Lidwell ni patentó su inventó, ni le interesó
perfeccionarlo, por lo que el crédito de su invención
normalmente se le da a los hermanos Hyman.
Dentro de la tecnología para diagnóstico
tenemos, por ejemplo,
el electrocardiograma,
que mide la frecuencia cardiaca,
inventado en 1903 por el premio Nobel
Willem Einthoven (21 May 1860 – 29
September 1927)
así como el electroencefalógrafo, que mide la
actividad eléctrica del cerebro,
inventado en 1924, por Hans Berger (21 May
1873 – 1 June 1941),
psicólogo y neurofisiólogo convencido de la
posibilidad de la telepatía por un incidente que
tuvo durante su entrenamiento en el ejército.
Berger narra que cuando se accidentó, su hermana, a
muchos kilómetros de distancia, aseguró que sintió que
su hermano estaba en peligro.
Convencido de este hecho, Berger escribió: "Fue un
caso de telepatía espontánea en el que en un momento
de peligro mortal, y mientras contemplaba una muerte
segura, transmití mis pensamientos, mientras mi
hermana, que estaba especialmente unida a mí, actuaba
como receptora" (Hans Berger (1940), Psyche, p. 6.)
Pero hay otro punto que es importante resaltar
aquí: Galvani también nos deja en claro que el
conocimiento tecno-experimental es acumulativo
y que su riqueza ni depende ni requiere de
ninguna teoría científica para desarrollarse y
expandirse en nuevas líneas de investigación
De hecho, la teoría puede estar equivocada
sin impedir el desarrollo tecnológico que
expanda y enriquezca el conocimiento sobre
el fenómeno bajo estudio.
En este caso, distintos avances
tecno-experimentales contribuyeron a
entender y ampliar el concocimiento de ese
todavía escurridizo y efímero inobservable
que llamamos ‘electricidad’.
Pero lo efímero que por tantos siglos
distinguió a la electricidad, se lograría
estabilizar gracias al Conde Alessandro Volta,
que fue quien creó la tecnología que logró
ofrecernos la primera fuente constante y
confiable de energía eléctrica:
la pila de Volta
Alessandro Volta (18 February 1745 – 5 March 1827)
Estudió en la Universidad de Pavía donde se
graduó como físico en 1769 y de inmediato se
integró como profesor de física experimental,
hasta que se mudó a la Universidad de Como
en 1794.
Desde joven se interesó no sólo en la física,
sino también en la química, la termodinámica,
la electricidad y el magnetísmo.
Dentro de sus primeros reconocimientos
académicos se le adjudica el descubrimiento del
gas metano en 1776
pero su fama inicial como experto en electricidad
responde a las innovaciones que le hizo al
electrófero, una pequeña máquina muy práctica
para producir electricidad estática, originalmente
creada en 1762 por Johan Wilcke.
Volta tuvo la oportunidad de estar presente en
alguna de las exhibiciones públicas de los
experimentos de Galvani, donde
escuchó su teoría sobre la existencia de la
electricidad animal.
pero de inmediato recordó la experiencia que
Sulzer había reportado cuando puso una pieza de
plata y otra de cobre en su lengua y la
desagradable descarga eléctrica que sintió en su
boca
cuando los metales se tocaron
Pero de inmediato recordó la experiencia que
Sulzer había reportado acerca de la muy
desagradable descarga eléctrica que sintió en su
boca cuando puso una pieza de plata y otra de
cobre en su lengua y los metales se tocaron.
Teoría y controversia:
Ante estos hechos,
Volta sostuvo que Galvani estaba equivocado al
pensar que había descubiero la electricidad
animal, pues lo que realmente estaba
demostrando era que al ponerse en contacto dos
metales diferentes con algún fluído presente en
los músculos o los nervios del animal, se producía
la electricidad.
Experimento:

Según su teoría, la utilización de tejido animal era


completamente innecesario para la generación de
energía eléctrica.
Para demostrarlo Volta inició experimentando con
muchos metales y descubrió que prácticamente todos
producían electricidad siempre que entre dos metales
diferentes hubiera alguna clase de líquido que mediara
entre ellos.
Teoría:
Con esto Volta pensó que se podía probar que no era el
hecho de que la rana o cualquier ser biológico hubiera
estado vivo para producir la electricidad que
mostraban los experimentos de Galvani, sino que la
manifestación eléctrica en los animales se debía a la
intervencion de dos metales unidos por alguna clase de
líquido conductor presente en los músculos o nervios
de los sujetos del experimento.
Electric Universe: The shoking true story of electricity, p. 11-12
Tecnología:

Convencido de que la electricidad se podía


producir interponiendo discos de tela o papel
impregnado de algún líquido conductor entre dos
metales, Volta procedió a apilar discos de
aproximadamente 3 centímetros cada uno.
Logró detectar que por cada unidad que se
agregaba, se producía el doble de electricidad, así
que construyó un cilindro donde apiló treinta
discos usando dos metales con sus respectivas
paños en sus centros.
A esta tecnología por su forma y diseño se le dio
el nombre de
‘la pila de Volta’
a la que también se le denomina
‘pila voltáica’
Indistintamente utilizaba plata y zinc
o cobre y estaño, separándolos con tela,
fieltro o papel empapados de agua salada o
hidróxido de sodio.
Al final de cada extremo de su pila, agregó
un cable del mismo material que había
utilizado en cada arreglo, es decir,
de plata, si salía del disco de plata y de zinc,
si salía del disco de zinc.
Cuando unió los cables para conformar un circuito se
produjo un sonido muy parecido al que se escucha en
el caudal de un río,
por lo que de ese sonido se acuñó el término
‘corriente eléctrica’
para describir el fenómeno tecnológico producido por
el primer dispositivo en la historia de la humanidad
capaz de generar una electricidad constante, muy
distinta a la siemrpe efímera chispa producida por la
electricidad estática.
A la medida de la fuerza con la que sale la
corriente eléctrica, en honor a Volta se le
denomina
‘voltaje’
Refiere al empujón que causa el flujo de la
corriente.
Su unidad se mide en ‘voltios’ por la misma razón.
Parece que Volta construye su primera pila
en 1792, pero publica su invento hasta 1800
a través de una carta que envía a la Real
Academia de Londres.
Mayer, A history of electricity and magnetism
Ante esta noticia
de inmediato no solo se iniciaron los estudios
de las novedosas propiedades de la
corriente eléctrica que revelaba la pila,
sino que abrió caminos de investigación
insospechado por el propio Volta sobre sus
posibles aplicaciones y usos.
Lo triste de esta historia es que la tecnología
que revolucionó la vida humana,
para Volta solo representó la prueba del
error de la teoría de Galvani,
lo que lo cegó para entender la importancia y
trascendencia de su propio invento
Su pila produjo un fenómeno tecnológico inédito,
pero él nunca intentó ofrecer una teoría sobre su
comportamiento.
En su carta a la Real Academia, simplemente
describe lo que hace su pila, pero no avanza
ninguna hipotesis que de cuenta de su
funcionamiento.
William Nicholson (1753-1815) y Anthony Crlisle
(1768-1840)

El mismo año que se da a conocer públicamente la existencia


de la pila de Volta,
el talentoso escritor, editor, traductor e inventor William
Nicholson, junto con su amigo, el médico Anthony Crlisle,
produjeron,
con lo que se conoce como un
circuito eléctrico no metálico,
la técnica denominada ‘electrólisis’,
que utiliza corriente eléctrica inmersa en algún líquido o gas,
para descomponer sustancias químicas en componentes más
básicos.
Experimentación con la nueva tecnología:

Nicholson y Carlisle colocaron las puntas de


los dos cables que salían de la pila de Volta
en un vaso de vidrio que contenía agua con
una pequeña cantidad de ácido sulfúrico.
Observación:

De inmediato se dieron cuenta que en el


líquido se producían burbujas que se
acumulaban alrededor de cada cable,
donde en uno de ellos visiblemente se
acumulaba el doble de burbujas que en el
otro.
Al analizar las características de las burbujas
acumulado en cada cable,
se dieron cuenta de que la que tenía el doble
de burbujas eran de hidrógeno y las otras
eran de oxígeno.
Así descubrieron que la fórmula del agua era
H2O,
pero además, esto proporcionó la primera
evidencia experimental de que el agua no era
un elemento simple,
como previamente se había pensado,
sino un compuesto de dos sustancias.
Sorprendentemente,
los padres de la electrólisis
no hicieron ninguna otra aportación y,
de hecho, nunca volvieron a trabajar juntos
Sin embargo, una nueva línea de
investigación quedó abierta y
el personaje que realmente logra evolucionar
la química vía la electrólisis fue Sir Humphry
Davy.
Pero antes de hablar de Davy es importante
detenernos en un
médico militar escocés de nombre Cruickshank,
que modificó la tecnología utilizada en la pila de
Volta para producir lo que se denominó
la ‘batería de pesebre’,
antecedente del tipo de las baterías que
actualmente todavía utilizan los automóviles.
William Cruickshank (1740 -1811)

El mismo año en el que


Nicholson y Carlisle
publican el uso de electrólisis para
descomponer el agua en hidrógeno y
oxígeno,
Cruickshank explora la electrólisis con
otras soluciones
Experimento y observación:

En diferentes recipientes que contenían soluciones de


acetato de plomo, sulfato de cobre o nitrato de plata,
cuando el galeno introdujo los cables de una pila de Volta nos
describe que observó lo siguiente:

…cuando se emplean soluciones metálicas en lugar de agua,


el mismo alambre que separa el hidrógeno reaviva el cáliz
metálico y lo deposita en la extremidad del alambre en su
estado metálico puro.
Elements of Galvanism, in Theory and Practice: Volumen 2, Charles Henry Wilkinson
A la extracción de elementos puros vía
electrólisis se le llama
‘electroobtención’
y se utiliza para refinar metales.
Pero otra aportación importante de
Cruickshank tiene que ver con la
innovación que consiguió hacerle a la pila
de Volta.
Innovación tecnológica:

Prácticamente todas las universidades e


institutos que se enteraron de la existencia de
la pila de Volta, produjeron las suyas para
explorar lo que se podía obtener con la
novedosa corriente eléctrica.
Se sabía que cada celda doblaba el
voltaje de la pila y la hacía más
poderosa.
El problema era que el líquido que
conectaba a los metales se salía por los
costados,
provocando que la pila perdiera potencia
y se descargara rápidamente.
Para solucionar ese problema,
a Cruickshank se le ocurrió que
en lugar de apilar los discos unos sobre
otros,
se podía pensar en un diseño horizontal
Colgó placas de cobre y zinc
encima de una caja rectangular
dividida en secciones que llenó con
ácido sulfúrico para que hicieran el
contacto con los metales colgados
A este arreglo se le llama
‘batería de pesebre’
por su forma
y es el diseño que le sirvió a
Humphry Davy para construir una
inmensa la batería que utilizó para
iluminar una calle.
Sir Humphry Davy (1778-1829)

Davy, desde muy joven tuvo dos grandes pasiones: la


poesía y la química.
Se formó con médicos y estuvo de aprendiz en una
botica.
Pero el dueño lo corrió porque se pasaba el día
haciendo experimentos con los diferentes compuestos
químicos que encontraba en los estantes del negocio.
Pero esto no evitó que siguiera haciendo toda clase de
experimentos en su casa.
A los 20 años,
fue contratado por Thomas Beddoes
como su asistente
en el Instituto de Neumática recién
inaugurado
Ahí llevó a cabo varios experimentos con
diferentes gases
que probaba sus efectos con animales,
doctores o amigos.
Su fama inicia mostrando en teatros y fiestas el
efecto provocado por
el gas de óxido nitroso,
popularmente conocido como el gas de la risa,
pues al inhalarlo las personas no podían evitar
reír.
Davy no lo inventó, pero fue quien lo popularizó.
En 1779, un grupo de 58 nobles millonarios
interesados en la ciencia fundan
el Royal Institution of London
y le ofrecen a Davy un puesto para dar
conferencias y mostrar experimentalmente los
resultados científicos más vistosos obtenidos por
sus miembros.
En el sótano de esa institución
Davy montó una batería de pesebre de cerca
de 300 m2, que contenía 2,000 placas de
metal.
El objetivo de esa tecnología era explorar,
con la técnica electrolítica,
si era posible aislar o generar nuevos
elementos experimentando la reacción que
se podía obtener con distintos fluidos.
En el transcurso de tres años, Davy logró completar la
tabla periódica de la química con 9 nuevos elementos:
Sodio (Na),
Potasio (K),
Calcio (Ca),
Estroncio (Sr),
Bario (Ba),
Magnesio (Mg),
Boro (B),
Aluminio (Al) y
Yodo (I).
Teoría:

Sus impresionantes logros con la electrólisis


no sólo incrementaron la fama de gran
científico que ya tenía,
sino que su propio entusiasmo lo llevaron a
sostener que
todas las reacciones químicas eran de
naturaleza eléctrica.
Dado sus resultados experimentales, esta idea fue
aceptada sin cuestionar por mucho tiempo,
hasta que se demostró que había fenómenos
químicos que no eran suceptibles de ser ni
expliados ni producidos vía la electrólisis,
sobre todo los que competen a las reacciones de
neutralización y la formación de precipitados.
Experimentación y observación:

Pero las proesas de Davy no pararon ahí.


Experimentando con su gigantesca batería, notó que si
cubría las puntas de los cables con carbón, cuando se
acercaban se producia una brillante chispa que, a
diferencia de las que se obtenían con electricidad
estática, esta no sólo no desaparecía de inmediato,
sino que si se separaban suavemente las puntas de los
cable, la luz de esa chispa se extendía entre ellos
formando un bello arco luminoso entre punta y punta.
Por su forma,
Davy llamó a esa resplandeciente luz blanca
‘arco eléctrico’,
pero con el tiempo se popularizó con el
mombre de
‘lámpara de arco’.
Esta lámpara fue la primera luz eléctrica
que logró tener interesantes usos prácticos
para la ciudadanía, pues, entre otras cosas,
sirvió para iluminar calles
Aunque tenía serios inconvenientes para uso
doméstico,
se usó comercialmente hasta 1879 cuando fue
rápidamente remplazada por las lámparas
incandecentes inventadas por Thomas Edison que
utilizaba filamentos de carbono dentro de una
bombilla de vidrio sellada al vacío, muy parecidas
a los focos que iluminan nuestras casas hasta la
fecha
Sin embargo,
modificaciones de la lámpara de arco aún se
utiliza en, por ejemplo, soldaduras o
aceledarores de partículas.
El accidente:

En octubre de 1812,
Davy estaba trabajando con gases dentro de
tubos de vidrio y de pronto se produjo una
explosión, donde una astilla del cristal le
lastimó severamente el ojo derecho.
Este desafortunado accidente
obligó a Davy a contratar un ayudante para la
realización de sus experimentos
y aquí es donde aparece Michel Faraday,
otro gran personaje que modificó la vida humana
fundamentalmente con sus extraordinarios y
originales desarrollos tecnológicos
Pero antes de hablar de Faraday,
es menester considerar a
Oersted y Henry,
que son los los otros dos personajes que
contribuyen a la gestación del electromagnetismo
como una nueva y riquísima línea de
investigación científica y tecnológica.
Hans Christian Oersted (1777 – 1851)

Es importante recordar que tanto


Tales como Gilbert
clatamente marcaron experimentalmente las
diferencias entre la electricidad estática y el
magnetismo declarándolos dos fenómenos
distitnos.
De hecho,
Gilbert contribuyó a que
el magnetismo
ni siquiera se considerara como una fuerza física
y, por lo mismo, por muchos siglos no fue
considerado como un objeto de estudio
interesante para la ciencia
Pero este panorama cambió cuando se
produjo ese extraordinario fenómeno
tecnológico denominado
‘corriente eléctrica’,
producido por primera vez con la pila de
Volta.
Hans Christian Oersted fue hijo de un
farmacéutico y desde muy joven se interesó
por la investigación científica
Su padre era dueño de una farmacia y
Oersted por su influencia y entrenamiento en
casa obtuvo el título de farmacología en la
Universidad de Copenhague.
Teoría:

Más tarde obtuvo su doctorado con una tesis


sobre Kant,
donde Oersted, en contra de Lavoisier,
sostenía siguiendo a Kant,
que toda la materia era infinitamente divisible y
que se mantenía en equilibrio gracias a la acción
de dos fuerzas fundamentales opuestas.
Por su destacado desempeño académico,
el gobierno Danés le pagó un viaje para
enriquecer su formación a Alemania y
Francia.
Durante su estancia en Alemania
entró en contacto con el pensamiento de
Schelling,
de quien aceptó la idea de que la
realidad consistía en un proceso de
auto-desarrollo en el que todo lo que
existe está interconectado en una unidad
dinámica
En su obra
"Sistema del idealismo trascendental"
(1800),
Schelling argumenta que esta unidad
subyacente es la fuente de la armonía y el
orden que se observa en la naturaleza y en el
mundo humano.
Esta idea se reforzó en Oersted por la influencia
del
químico húngaro Jakob Joseph Winterl,
que argumentaba que toda la química era el
resultado de dos sustancias:
la Andronía, que era el principio de la acidés y
la Thelycke, que era el principio de la alcalinidad.
Todo esto convenció a Oersted que
parte de la labor del científico
era buscar la manera de unificar a la ciencia,
por lo que un primer paso fue tratar de unir lo
que Tales y Gilbert habían radicalmente
considerado como totalmente diferente:
la electricidad y el magnetismo.
Se sabía desde la antigüedad que entre la
electricidad estática y el magnetismo no existía
mayor influencia de una sobre otra,
pero la corriente eléctrica obviamente tenía
caracterísicas muy distintas a las de la electricidad
estática.
La más obvia era el hecho de que la
electricidad estática era un fenómeno
efímero,
mientras que la corriente eléctrica era
estable y continua.
Para explorar si se podía
producir alguna interacción entre la
corriente eléctrica y el imán,
Oersted conectó una batería a un cable
conductor y lo colocó cerca de una aguja
previamente imantada montada en un
pedestal.
Si la batería estaba apagada, no pasaba nada con
la aguja,
pero cuando se encendía la batería se
manifestaba un fenómeno inédito:
la aguja imantada se desviaba de su posición
original y se alineaba perpendicularmente al
cable, de tal forma que moviendo el cable parecía
que la aguja giraba alrededor del cable como si lo
rodeara.
Observación:

Esto era realmente muy exraño,


pues se esperaba que las fuerzas eléctricas y
magnéticas se comportarían como otras fuerzas
conocidas en la física clásica,
es decir, como fuerzas de atracción y repulsión,
mismas que previamente ya se habían observado
entre objetos eléctricamemte cargados o
imantados.
Sin embargo,
el fenómeno que provocó el experimento de
Oersted mostró que la interacción entre la
corriente electrica y el magnetismo era
una fuerza muy diferente.
Entre el cable electrificado y la aguja
imantada había una fuerte y visible
interacción,
pero el fenómeno observado era inexplicable
con las herramientas conceptuales de la
física clásica.
Lo único que parecía ser claro era que
la corriente eléctrica atraía a la aguja imantada,
pero algo invisible a los sentidos,
impedía que la aguja se pudiera pegar al cable
como era lo esperable desde la perspectiva de la
física clásica
¿Pero qué era eso que se interponía entre la
aguja y el cable?
La respuesta histórica ha sido que se trata de un
campo electromagnético
que se puede calcular con las ecuaciones de
Maxwell,
pero parece que no existe una explicación
universalmente aceptada en torno a qué podría
ser ese campo.
Como quiera que sea,
a pesar de que en los libros de texto
no se le da a Oersted la importancia que merece,
no cabe la menor duda de que sus experimentos
abrieron un nuevo e insospechado campo de
investigación para la física, al mismo tiempo que se
iniciaron los más increíbes y novedos desarrollos
tecnológicos que han modificado radicalmente la vida
cotidiana humana.
Pero para apreciar lo que significa hasta la
fecha la línea de investigación que inauguró
Oersted y que lleva el nombre de
‘electromagnetismo`,
vale la pena detenernos en
Joseph Henry y Michael Faraday.
Aunque Henry era americano y
Faraday inglés,
hay entre ellos mucho paralelismo.
Sus familias tenían problemas económicos,
por lo que los dos tuvieron que trabajar desde
muy jóvenes.
Fueron autodidactas, pero lograron aportar
conocimientos invaluables sobre
electricidad y magnetismo.
Los dos desarrollaron prácticamente al mismo
tiempo la tecnología denominada
‘electroimán’.
Un electroimán consiste en un núcleo de
material ferroso, como hierro dulce o
acero, rodeado por un cable conductor
enrollado en forma de espiral alrededor
del núcleo.
La corriente eléctrica que fluye a través
del cable convierte al núcleo en un imán
temporal.

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