Está en la página 1de 5

¿Qué es una experiencia sexual?

|
Mabel Fuentes
Trabajo presentado en la Mesa: «¿Qué es una experiencia sexual?»
perteneciente al Ciclo Científico 2016: «La experiencia en Psicoanálisis»,
junio 2016.
Interesante desafío el que nos propone la Comisión Científica, reunir dos conceptos tan amplios en
sus respectivos terrenos, como experiencia y sexualidad.

El concepto de experiencia nos viene de la Filosofía, pero tiene un uso coloquial.

Hasta mediados del siglo xx se entendía en general a la experiencia como algo individual del propio
sujeto, con características de ser intransmisible e inaccesible.

Sólo el sujeto sabría en qué consistió su experiencia ya que las palabras no lograrían expresar esa
vivencia íntima.

A partir del «giro lingüístico» de la Filosofía en los años 60, pasa concebirse como mediada por el
lenguaje y quizás podríamos decir: cautiva de él.

El «giro lingüístico» es una expresión acuñada por Gustav Bergman en 1964 y hecha célebre por la
colección de ensayos editados por Richard Rorty en 1968. Aunque se trataba de un movimiento
filosófico, pronto influyó en la disciplina histórica.

Martin Jay, historiador de las ideas y estudioso de la Escuela de Frankfurt, en su libro Cantos de
experiencia. Variaciones modernas sobre un tema universal (2004) analiza este tema. :Los
pensadores de la Escuela de Frankfurt fueron: Theodor Adorno, Walter Benjamin, Max
Horkheimer, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas, Oskar Negt o Hermann Schweppenhäuser, Erich
Fromm, Albrecht Wellmer y Axel Honneth, entre otros.
Recorto algunos conceptos vertidos por Martin Jay:

«El lamento de Adorno sobre la amenazadora atrofia de la experiencia fue compartido por muchos
intelectuales de su generación. La “pobreza de la experiencia” como lo definió su amigo Walter
Benjamin, pareció asolar a muchos de los que habían sufrido los shocks traumáticos de la historia
del convulsionado siglo xx. En textos de pensadores tan disímiles como Martin Buber, Ernst Junger,
Hermann Hesse, Georges Bataille, Michel Foucault, etc. (siguen otros) puede discernirse con
claridad el anhelo de poder volver a vivir experiencias auténticas o genuinas.

Lo que se dio en llamar un verdadero “culto de la experiencia” emergió como un antídoto para las
vidas supuestamente estériles y alienadas de los hombres y mujeres modernos… Nadie familiarizado
con la historia cultural del siglo pasado puede dejar de sentirse impresionado por el alcance de esa
ansiedad por algo llamado experiencia.

Acaso resulte menos evidente que no sólo la experiencia pareció entrar en crisis sino también el
mismo concepto de “experiencia”, término que Gadamer llamó con justa razón “uno de los más
oscuros que tenemos”».

En otro lugar, dice Martin Jay:

«Me gustaría referirme a la crisis de la “experiencia” (el concepto o palabra) y no la experiencia en


sí (lo que el concepto o la palabra designan). Es que si no comenzamos por desenredar la maraña de
denotaciones y connotaciones, a menudo contradictorias e incompatibles, adheridas a la
“experiencia”, no podremos esperar llegar a comprender a qué se debe esa crisis supuestamente tan
profunda o incluso si se justifica hablar de una crisis. Más que un mero ejercicio semántico, revelar
los múltiples niveles de significado y rastrear los diferentes usos que se han dado a esa palabra
permiten apreciar aspectos fundamentales de la ansiedad del siglo xx ante la supuesta declinación de
la experiencia.
Al hacerlo nos enfrentamos inmediatamente a una aparente paradoja. La palabra “experiencia” ha
sido usada con frecuencia para apuntar precisamente hacia aquello que excede los conceptos y el
lenguaje mismo, para designar aquello que, de tan inefable e individual, no puede ser referido en
términos meramente comunicativos. Se argumenta entonces que a pesar de que podemos intentar
comunicar las experiencias que vivimos, sólo el sujeto sabe realmente en qué consistió su
experiencia. Dicho en otros términos, la “experiencia” no puede ser definida, puesto que hacerlo
sería reducirla a otras palabras o términos conmensurables, que es precisamente lo que se busca
impedir cuando se investiga el término en cuestión.

Después de lo que se dio en llamar el “giro lingüístico” también apareció, sin embargo, el planteo
contrario: dado que nada significativo puede aparecer fuera de las fronteras de la mediación
lingüística, ningún término puede escapar de la fuerza de gravedad de su contexto semántico. Para
algunos defensores extremos de esta posición, la “experiencia” no es sino una palabra, un producto
de un sistema discursivo que no refiere a nada real fuera de su posición en dicho sistema. Más que
fundacional o previa a la reflexión, la “experiencia” misma es una función de contraconceptos que se
le oponen, como por ejemplo “reflexión”, “teoría” o “inocencia”».

«En mi opinión —dice Martin Jay— ninguna de esas alternativas puede ser compartida plenamente.
En su lugar, sería mejor conservar la tensión creada por la paradoja. Es decir que tenemos que ser
conscientes de las maneras en que la palabra “experiencia” es a la vez un concepto lingüístico
colectivo, un significante que refiere a una clase de significados que comparten algo en común, y un
recordatorio de que tales conceptos siempre dejan un excedente que escapa a su dominio
homogeneizador. Podríamos decir que la “experiencia” es el punto nodal de la intersección entre el
lenguaje público y la subjetividad privada, entre lo compartido, culturalmente expresable, y lo
inefable de la interioridad individual. A pesar de ser algo que debe ser atravesado o sufrido en lugar
de adquirido de manera indirecta, no obstante puede volverse accesible para otros a través de un
relato post facto, una suerte de elaboración secundaria en sentido freudiano, que la transforma en una
narrativa llena de sentidos.

Entre los pensadores contemporáneos, acaso el análisis más desesperanzado de las posibilidades de
recuperar aquello llamado “experiencia” se encuentra en la obra del filósofo italiano Giorgio
Agamben, quien radicalizó las lecciones de Walter Benjamin y de Th. W. Adorno sobre la
“destrucción de la experiencia”.

En su libro Infancia e Historia , Agamben afirma lisa y llanamente que la búsqueda de la experiencia
genuina, más allá de cómo la definamos, siempre está condenada al fracaso, no únicamente en la
modernidad, sino por siempre jamás.

La experiencia, sostiene, es otra manera de referirse a la condición imaginaria de una infancia feliz
previa a la adquisición del lenguaje. La ilusión de superar la brecha entre el sujeto y el objeto, de
entrar en contacto con la realidad vivida sin que medie la reflexión no es sino una nostalgia de un
paraíso perdido que nunca se podrá recuperar, porque nunca existió verdaderamente».

Concluye Martin Jay:

«Si analizamos la historia de las ideas, podremos comprobar sin embargo que el término
“experiencia” no siempre fue identificado con una búsqueda tan grandiosa e irrealizable».
Vayamos ahora a Freud.

El prototipo de «experiencia» o «vivencia» los psicoanalistas lo tenemos en la experiencia o vivencia


de satisfacción que introdujera Freud en el Proyecto de Psicología y que luego retomara en el
capítulo vii de La interpretación de los sueños.
Esta experiencia de satisfacción es el prototipo de vivencia sexual.
En esa experiencia de satisfacción se articulan procesos de carga, la percepción de la descarga, y la
primera inscripción de una satisfacción.

El objeto satisfaciente queda dibujado por las huellas mnémicas y asociado a la vivencia de
satisfacción.

El organismo queda modificado por la inscripción de esta experiencia supuesta por Freud, y a partir
de allí cuando resurja el estado de urgencia biológica ya habrá un aparato psíquico que estará
en estado de deseo.
Freud lo expresa como una facilitación en las vías que condujeron a la satisfacción, al tiempo que la
vivencia de dolor —contrapartida de la vivencia de satisfacción— dejará como residuo las barreras
de contacto, algo así como la indicación de qué caminos no volver a recorrer.

Así pues, desde el comienzo de la teoría freudiana, la noción de experiencia se articula a estos dos
términos —satisfacción y dolor— y se plantea en relación al concepto de pulsión.

La experiencia inaugural del sujeto es una experiencia sexual.


La sexualidad se distingue de la necesidad biológica justamente por su posibilidad de satisfacerse,
por ejemplo, con la alucinación, es decir, de asumir metas más allá de las que el organismo plantea.

En el inicio Freud introduce la idea de que la sexualidad genera aspiraciones que podrían ir en contra
de la conservación de la vida ya que, de no mediar el auxilio ajeno, el lactante podría derivar toda su
energía en la búsqueda de la satisfacción por la vía alucinatoria —o sea la realización del deseo— y
así llegar a la muerte por inanición.

Sólo más adelante se articulan placer y realidad.

Esa vivencia de satisfacción, inaugural del psiquismo, es el comienzo del deseo.

Deseo y psiquismo se originan en la misma experiencia sexual.

El anhelo por das Ding (la Cosa freudiana), que ya no se volverá a presentar en forma idéntica, es la
marca original del sujeto.
Ese deseo se presenta como una «tensión hacia». ¿Tensión hacia qué? Hacia el objeto de la
satisfacción, me dirán.

Dice Lacan en el Seminario 7: «El objeto está perdido como tal por naturaleza. Nunca será vuelto a
encontrar. El mundo freudiano, es decir el de nuestra experiencia, entraña que ese objeto, das Ding,
en tanto que Otro absoluto del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar. Como mucho se lo
vuelve a encontrar como nostalgia. Se vuelven a encontrar sus coordenadas de placer, no el objeto.
En ese estado de anhelarlo y esperarlo, será buscada, en nombre del principio del placer, la tensión
óptima por debajo de la cual ya no hay ni percepción ni esfuerzo». (pág. 68).
Como dice el tango: «No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con su piel ni con su
voz…».

Ese objeto imposible de reencontrar, hay que ubicarlo más allá del principio de placer, sin embargo
su búsqueda —que orienta la actividad psíquica— tiene tramos comandados por la palabra, tramos
que quedan dentro de la zona del dominio del significante.

El deseo se articula al significante parcialmente, hay un resto siempre pendiente.


Ese resto real anima tanto lo que Freud llamaba las satisfacciones pulsionales directas, como lo que
se formula en el decir. Dice Lacan: «El inconsciente sólo habla por metáfora y metonimia de los
objetos de la pulsión». (Seminario 14).
La vida psíquica está organizada por el deseo, deseo que Lacan ubica sostenido en el fantasma
fundamental.

Sin embargo, no toda la pulsión, no todas las ambiciones pulsionales intentan su satisfacción dentro
del principio del placer, dentro del ámbito de lo que puede ser articulado en un discurso.

La pulsión apunta al goce, y el goce sería la satisfacción de la pulsión de muerte.

En el extremo, satisfacción y dolor se tocan como en el inicio.

Pero —podemos alegrarnos— hay un tramo pasible de ser vivido comandado por el principio de
placer.

Entre el primer cosquilleo de zona erógena y el orgasmo, la satisfacción pulsional se ubica en la zona
de placer. Allí, en la fase llamada por Freud del placer preliminar, habita el deseo. Lacan habla del
«placer de desear», placer de experimentar una tensión.

Esta porción de la vida sexual es la preferida del neurótico y la más vilipendiada por la cultura
actual. Todo lo que es anhelo, espera, esfuerzo hasta llegar a lo ansiado es concebido como un placer
menor respecto al placer de satisfacción.

Se propone ignorar que sin tensión previa la satisfacción consiguiente es también mínima.

Freud nos advertía que el ser humano sólo puede disfrutar la felicidad como fenómeno episódico:
«Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre
instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión […] Toda persistencia de
una situación anhelada por el principio del placer sólo proporciona una sensación de tibio bienestar,
pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino del contraste». (El malestar en la
cultura).
Sin el mínimo displacer de anhelar no es posible conseguir un buen placer de satisfacción.

Y luego está la cuestión del orgasmo. Por logrado que sea siempre deja algo que esperar respecto a
la expectativa del goce. Encore …(su traducción es todavía, aún, pero también el pedido al final de
una obra de un bis: ¡Otra! ¡Otra! sería en francés: Encore! Encore!) Así tituló Lacan el Seminario
20.
En esa diferencia entre el placer logrado y el goce esperado, se sitúa el punto donde Lacan ubica la
desilusión respecto al falo.

El falo como órgano copulatorio nunca logra hacer de dos Uno, como el goce quisiera.

El carácter temporario de la erección, el mecanismo fisiológico de la detumescencia, hacen que el


lugar común de la angustia, sea tanto para el hombre como para la mujer, la falta fálica, el menos phi
(- φ). Esa es la angustia de castración, que ahí donde el goce es esperado como goce del cuerpo, el
cuerpo no tiene con qué responder al llamado del goce.

Eso pone un límite al placer, al placer máximo que le es dado sentir al hombre en el decir de Freud.
En cuanto a Lacan, sigue la tradición francesa de llamar al orgasmo como la «pequeña muerte» en
alusión a la relajación post-orgásmica y lo contrapone a la muerte verdadera. Dice Lacan
jocosamente: «Eso es satisfacerse a buen precio». (Seminario 10)
La satisfacción anhelada en la cópula genital se presenta como la más problemática, por una parte,
por ser central en ella la cuestión de la castración; por otra parte, por la no complementariedad entre
el goce masculino y el femenino.
A pesar de eso, nos dice Lacan: «Es en ese acto (genital) en un único momento, que se puede
alcanzar algo por lo cual un ser para otro, esté en el lugar a la vez viviente y muerto de la Cosa. En
ese acto, y en ese único momento, puede simular con su carne, el logro de lo que no está en ningún
lado». (Seminario 7)
Hasta ahora, sólo les hablé de lo que Lacan llama el goce fálico, goce que como vimos está sujeto a
la castración. Pero también postula la existencia de un goce que no fuera el fálico.

Este Otro goce, sería el goce femenino. Un goce más allá del falo, más allá de la castración.

Hay asimetría en la posición del hombre y la posición femenina respecto al significante fálico. En
tanto ser hablante ella está sometida a la interdicción del incesto, ella también está castrada. Pero no
pasa por la castración del mismo modo que el hombre, y además no toda.

Por eso Lacan dice que el goce femenino es un goce suplementario.

Lo compara con el goce místico. Es un goce inefable, un imposible de decir.

Está fuera de toda narrativa.

Recuerdo hace muchos años, cuando la sexualidad era un «tema tabú», como se decía, había algunas
pacientes que traían el tema de si habían tenido un orgasmo o no.

La respuesta de las amigas «más experimentadas» era que «si lo hubiesen tenido lo sabrían».

En la actualidad, las experiencias son cuestión de mercado, sujetas a la oferta y la demanda.

Así podemos encender la televisión y encontrar, por ejemplo, a Alessandra Rampolla dando clases
de cómo hacer para tener más y mejor placer.

Si lo sexual pasa del ámbito íntimo al de lo público, ¿no se nos está expropiando algo?

El placer sexual con la pareja o con la masturbación pasa a ser algo que nos pueden vender en un
sex-shop, ya fabricado por otros, y la inventiva privada de cada pareja se tiene que comparar con los
modelos ofrecidos y aconsejados.

Se sustituye así el encuentro posible entre «lo que me gusta» y «lo que le gusta a mi partenaire» por
ideales sexuales propuestos desde los medios de comunicación. Ideales referidos a cómo hay que ser,
y cómo hay que hacer.
Inmersos como estamos en una cultura del exceso, nuestras preferencias tienen que figurar en algún
catálogo. La abundancia y la variedad figuran la posibilidad de elegir como si fuera un rasgo de
libertad.

Todo lo que puede ocupar el lugar de objeto de deseo pasa a ser objeto propuesto para el consumo, y
es para preguntarse quién consume a quién.

https://www.elpsicoanalisis.org.ar/nota/que-es-una-experiencia-sexual-mabel-fuentes/

También podría gustarte

  • L 2
    L 2
    Documento8 páginas
    L 2
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • P 2
    P 2
    Documento6 páginas
    P 2
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • R 4
    R 4
    Documento1 página
    R 4
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Sexto Grupo
    Sexto Grupo
    Documento1 página
    Sexto Grupo
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • L 3
    L 3
    Documento12 páginas
    L 3
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Esquema Asociación
    Esquema Asociación
    Documento6 páginas
    Esquema Asociación
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • COBROS 2da Feria
    COBROS 2da Feria
    Documento2 páginas
    COBROS 2da Feria
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • P 3
    P 3
    Documento11 páginas
    P 3
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • B 1
    B 1
    Documento1 página
    B 1
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Sticker Nuevo DIEGO
    Sticker Nuevo DIEGO
    Documento3 páginas
    Sticker Nuevo DIEGO
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Diego Etiquetas para Cuadernos
    Diego Etiquetas para Cuadernos
    Documento4 páginas
    Diego Etiquetas para Cuadernos
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Nuevo Presupuesto
    Nuevo Presupuesto
    Documento10 páginas
    Nuevo Presupuesto
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Bolívar, Bolivia
    Bolívar, Bolivia
    Documento7 páginas
    Bolívar, Bolivia
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Historia Perú
    Historia Perú
    Documento14 páginas
    Historia Perú
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Bolívar, Bolivia
    Bolívar, Bolivia
    Documento5 páginas
    Bolívar, Bolivia
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Sticker Nuevo FELIPE
    Sticker Nuevo FELIPE
    Documento3 páginas
    Sticker Nuevo FELIPE
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Historia Perú
    Historia Perú
    Documento12 páginas
    Historia Perú
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Aspectos Generales 1
    Aspectos Generales 1
    Documento9 páginas
    Aspectos Generales 1
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Nombres de Lapices Diego
    Nombres de Lapices Diego
    Documento1 página
    Nombres de Lapices Diego
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Pronunciamiento Pseudo Cen
    Pronunciamiento Pseudo Cen
    Documento2 páginas
    Pronunciamiento Pseudo Cen
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Sticker Nuevo SOFIA
    Sticker Nuevo SOFIA
    Documento3 páginas
    Sticker Nuevo SOFIA
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Nombres de Lapices
    Nombres de Lapices
    Documento2 páginas
    Nombres de Lapices
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Horario Ismael
    Horario Ismael
    Documento2 páginas
    Horario Ismael
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Características Pte2
    Características Pte2
    Documento4 páginas
    Características Pte2
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Sticker Nuevo FELIPE
    Sticker Nuevo FELIPE
    Documento3 páginas
    Sticker Nuevo FELIPE
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Relacion de Pasajeros
    Relacion de Pasajeros
    Documento2 páginas
    Relacion de Pasajeros
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Carta A Mapfre
    Carta A Mapfre
    Documento1 página
    Carta A Mapfre
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • MONOM
    MONOM
    Documento31 páginas
    MONOM
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones
  • Rodrigo Montoya CV
    Rodrigo Montoya CV
    Documento25 páginas
    Rodrigo Montoya CV
    Ismael Romero Montora
    Aún no hay calificaciones