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El coro alaba al hombre como la criatura más maravillosa del mundo, capaz de dominar el mar en barcos y la tierra con arados, domesticar animales y desarrollar el lenguaje y el pensamiento. Sin embargo, reconoce que el único mal del que el hombre no puede escapar es la muerte. Exhorta a los que cultivan la fe en las leyes divinas a permanecer leales a su patria, y advierte que quien las traicione quedará sin patria.
El coro alaba al hombre como la criatura más maravillosa del mundo, capaz de dominar el mar en barcos y la tierra con arados, domesticar animales y desarrollar el lenguaje y el pensamiento. Sin embargo, reconoce que el único mal del que el hombre no puede escapar es la muerte. Exhorta a los que cultivan la fe en las leyes divinas a permanecer leales a su patria, y advierte que quien las traicione quedará sin patria.
El coro alaba al hombre como la criatura más maravillosa del mundo, capaz de dominar el mar en barcos y la tierra con arados, domesticar animales y desarrollar el lenguaje y el pensamiento. Sin embargo, reconoce que el único mal del que el hombre no puede escapar es la muerte. Exhorta a los que cultivan la fe en las leyes divinas a permanecer leales a su patria, y advierte que quien las traicione quedará sin patria.
pueblan el mundo, la mayor, el hombre! Él en alas del Noto, entre la bruma, cruza la blanca mar, sin que le asombre la hinchada ola de rugiente espuma. Y a la Tierra también, la anciana diosa, incansable, inmortal, ha dominado con sus ágiles mulas, yunta airosa, que año tras año le hincan el arado.
Él a las aves, cabecitas hueras,
a los monstruos del Ponto y a las fieras, ingenioso y sagaz, las redes tiende, y nada de sus mallas se defiende. Para rendir al animal que ronda libre los campos, con primor se amaña, y bajo el yugo domador sujeta al resistente toro de montaña, al potro hirsuto de cerviz inquieta.
El lenguaje adquirió, y el pensamiento
que corre más que el viento, y el temple vario en que el vivir estriba del hombre en la ciudad. Con hábil treta los flechazos del hielo astuto esquiva y el chubasco importuno que no dejan parar a cielo raso. Su avance no detiene azar alguno, y no hay dolencia que le salga al paso que a soslayar no acierte. De sólo un mal no escapa: de la muerte.
A cuanto cabe imaginar rebasa
su fértil inventiva, que inspira el bien o que en el mal fracasa. Quien, pues, la fe cultiva que a las leyes juró por las deidades, mire a su patria en pie. Quien sus lealtades se atreva a quebrantar, sin patria quede; ni quiera Dios que a quien tal haga hospede en mi hogar o comparta sus maldades.