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Canes Garrido, Humanismo y Educación Clasicista
Canes Garrido, Humanismo y Educación Clasicista
DEL
HUMANISMO
I
Serie
Teoría / Crítica
AGRADECIMIENTOS
Editorial Trotta (textos de C. G. Jung, Louis Massignon);
Editorial Bellaterra (Kwame Gyekye); Herederos de García Morente;
Fundación Xavier Zubiri; Fundación Krishnamurti;
Fundación María Zambrano; Editorial Kairós (Ken Wilber);
Emanuele Severino; Herederos de Alfonso Reyes;
Raimon Panikkar y Editorial Siruela; Herederos de Eugenio Garin
GITE-09034-UA: Nuevas tecnologías en el Humanismo
TOMO I
PREFACIO ........................................................................................................... 17
TOMO II
DOMINGO SÁNCHEZ-MESA MARTÍNEZ ................................................... 9
El humanismo en la cibercultura
FRANCISCO JAVIER VARELA POSE ............................................................ 55
La informática humanística y la transmisión del texto digital
CRISTÓBAL MACÍAS..................................................................................... 81
Humanidades y Bibliotecas digitales
JOSÉ ANTONIO CORDÓN ........................................................................... 113
El humanismo, la edición y la función editorial en la época con-
temporánea
ENRIC SULLÁ................................................................................................. 139
Canon literario y humanismo
ASUNCIÓN RALLO GRUSS y RAFAEL MALPARTIDA TIRADO............... 167
La epístola como género literario humanístico
RAFAEL MALPARTIDA TIRADO .................................................................. 189
El diálogo como género literario para el humanismo renacentista
español
MARÍA JOSEFA POSTIGO ALDEAMIL ........................................................ 217
Paremiología y humanismo
CARLOS CAMPA MARCÉ .............................................................................. 247
De humanismo y semblanza. (A propósito de Alfonso Reyes y otros
humanistas hispanoamericanos)
ALEJANDRO CIORANESCU ......................................................................... 271
El proceso de la utopía. El porvenir del pasado (Ed. de Lilica
Voicu-Brey)
EL HUMANISMO Y LA EDUCACIÓN CLASICISTA
Una introducción pedagógica
293
294 FRANCISCO CANES GARRIDO
Se tiene a Cicerón (106-43) por quien primero se sirvió de una idea hu-
manística pedagógica, pero su antecedente se encuentra naturalmente en la
Paideia griega, que tanta importancia concedía a la formación humana desde
la infancia hasta la adolescencia. Esta idea, según está presente en Platón (427-
347), en La República y en Las Leyes, se refiere a alcanzar un ideal educativo ne-
cesario para conseguir la perfecta armonía entre el cuerpo y el espíritu, y de
ahí la importancia que se otorgaba a la educación física para el cuerpo y a la
música para el alma. El maestro había de ser un modelo de sabiduría, bondad
y virtud y justamente el conocimiento de la naturaleza es aquello que le per-
mitía conocerse a sí mismo. Sócrates (469-399) ayudaba a este conocimiento a
través de la mayéutica y de la introspección, es decir el método socrático. Así el
celebérrimo “conócete a ti mismo”, la frase del Templo de Delfos: gnosce te
ipsum. Los sofistas se sintieron preocupados por el conocimiento del hombre,
de lo cual quedan frases tan famosas como la de Protágoras (480-410): “el
hombre es la medida de todas las cosas”. Hay que recordar a Epicuro de
Samos (341-270), fundador de la doctrina moral que tenía como fin el placer
del hombre. El estoicismo se inclinaba ante la adquisición de la virtud y la per-
fección humanas con el fin de conseguir la felicidad. Se alcanzaba la virtud vi-
viendo conforme a la naturaleza y para ello era necesaria la educación. Cierta-
mente, las ideas de Lucio Anneo Séneca (3-65) fueron muy relevantes para el
Humanismo histórico y para los humanistas en general.
Se ha de asumir desde un principio que la Humanitas romana es el
equivalente de la Paideia griega. El ideal era que el hombre alcanzase su
esencia, que fuese humano, en oposición a los bárbaros considerados como
inhumanos. A Publio Terencio (190-158), del que nos han llegado algunas
de sus comedias, se debe la sentencia Homo sum, humani nihil a me alienum
puto (“soy hombre, y todo lo humano me toca muy de cerca”). Cicerón, má-
ximo representante de los ideales educativos romanos, es sin duda uno de
quienes primero usan la palabra humanitas, en su obra Defensa del poeta Ar-
quías. Su propósito es el acceso a la perfección humana alcanzando la virtud
y la sabiduría. Aulo Gelio (125-175), en Noches áticas, define el concepto hu-
manitas como instrucción e iniciación a las artes liberales, y tiene por huma-
nistas a quienes las poseían y disfrutaban con ellas por ser los más humanos.
1
A. Chastel y R. Klein, El Humanismo, Barcelona, Salvat, 1971, pp. 187-188.
TEORÍA DEL HUMANISMO 295
2
L. Esteban, La educación en el Renacimiento, Madrid, Síntesis, 2002, p. 10.
3
F. Rabelais, Gargantúa y Pantagruel, Barcelona, Bruguera, 1971, pp. 203-204.
TEORÍA DEL HUMANISMO 299
4
J. L. Vives, Epistolario, Madrid, Editora Nacional, 1978, p. 128.
302 FRANCISCO CANES GARRIDO
7
J. L. Suárez, Las grandes filosofías de la educación, Madrid, Apis, 1964, p. 76.
8
Vid. J. Bronowski y B. Mazlishb, La tradición intelectual de Occidente, Madrid, Editorial
Norte y Sur, 1963, p. 95.
9
F. Hermans, Historia doctrinal del Humanismo cristiano, Tomo I, Valencia, Fomento de
Cultura, 1962, p. 306.
10
Ibid., p. 30.
11
A. Capitán, Historia del pensamiento pedagógico en Europa (Desde los orígenes al precienti-
fismo pedagógico de J. F. Herbart), Madrid, Dykinson, 1984, p. 288.
TEORÍA DEL HUMANISMO 305
conquista se prolongó hasta finales del siglo XVIII con la Revolución Fran-
cesa12. A juicio de Garin, entre 1400 y 1600, se produjo en Europa una revo-
lución intelectual cuyas raíces se hallaban en la pedagogía humanista, que
afectó a todas las parcelas del conocimiento y repercutió en la vida práctica.
El pensamiento de los humanistas quedó reflejado en la abundante litera-
tura didáctica que se publicó en los diferentes países europeos. En ella se
ocupaban del perfecto caballero y la perfecta dama, del buen ciudadano,
del príncipe justo, del religioso, etc. criticando tanto la enseñanza medieval,
como la que se impartía en su momento. Propusieron cambios tanto en la
organización escolar como en la enseñanza a impartir para alcanzar el
nuevo ideal educativo que era una educación liberal para conseguir un
hombre libre que se ganase la vida con su trabajo. Para Agazzi, el hombre
ideal era el que todo lo sabía y todo lo hacía “literato, artista, científico,
señor de la vida y de las circunstancias, sublime en el pensar y excelente en
el obrar”13. Los humanistas, inspirándose en el ideal de la Humanitas ro-
mana, defendieron una educación basada en las artes liberales, literarias e
históricas que no preparaba para una determinada profesión específica o ac-
tividad, aunque luego asumieron que también era necesario atender las ne-
cesidades prácticas de la vida14. Se pusieron de moda los tratados pedagógi-
cos de Plutarco y Quintiliano. Se produjeron cambios exaltando a Platón
sobre Aristóteles y recuperando la educación física, recordando la célebre
frase latina mens sana in corpore sano, casi olvidada en la época medieval, pre-
firiendo la educación estética a la mística. Aunque en la práctica era difícil
conseguirlo en el pensamiento de los humanistas, sí cabe decir que el nuevo
concepto de la educación liberal comprendía lo físico, lo estético, lo moral,
lo intelectual y lo social; aquello que hoy entendemos por educación inte-
gral por cuanto abarca todas las facultades humanas. Algunos humanistas
como Vives, Rabelais y Montaigne ya advirtieron acerca de la necesidad de
adaptar la enseñanza a las necesidades laborales para quienes tenían que de-
dicarse en el futuro a un oficio manual. Con ello se proponían el desarrollo
de un hombre libre, con individualidad propia, que participase en la vida
siendo útil a su país y a los ciudadanos. Ponce distingue cuatro corrientes pe-
dagógicas del siglo XVI al XVIII: la que expresaba los intereses de la nobleza
12
E. Garin, La educación en Europa 1400-1600, Barcelona, Crítica, 1987, p. 262.
13
A. Agazzi, Historia de la Filosofía y de la Pedagogía, Tomo II, Alcoy, Marfil, 1977, 3ª ed.,
p. 46.
14
Ibid., p. 55.
306 FRANCISCO CANES GARRIDO
15
A. Ponce, Educación y lucha de clases, Madrid, Akal, 1978, p. 116.
TEORÍA DEL HUMANISMO 307
16
Vid. R. Mousnier, Historia general de las civilizaciones, Tomo IV, Los siglos XVI y XVII,
Barcelona, Destino, 1984, 5ª ed., p. 25.
308 FRANCISCO CANES GARRIDO
21
E. A. Nebrija, La educación de los hijos, Valencia, Universidad de Valencia, 1981,
pp. 151-155.
22
E. Hernández, Las ideas pedagógicas del doctor Pedro López de Montoya, Madrid, CSIC,
1947, p. 391.
23
J. L. Vives, Tratado de la enseñanza, México, Porrúa, 1984, p. 29.
24
Ibid., p. 30.
25
Ibid., p. 32
26
Ibid., p. 24.
27
J. L. Vives, Tratado del socorro de los pobres, Valencia, Prometeo, s.a., pp. 23-24.
310 FRANCISCO CANES GARRIDO
33
Vid. D. Morando, Pedagogía, Barcelona, Luis Miracle, 1968, 3ª ed., pp. 150-151.
312 FRANCISCO CANES GARRIDO
que hable y escriba con corrección, que sepa latín y griego, que escriba en
lengua vulgar, que conozca el dibujo y la pintura, que sea versado en poesía,
oratoria e historia; morales, bueno y virtuoso, correcto en el trato, orde-
nado, sin afectación; estéticas, experto en el canto, tocar diversos instrumen-
tos, amante de las bellas artes y de la música. En el libro tercero se ocupa del
ideal de la dama cortesana, destinada a ser perfecta esposa y compañera del
cortesano, que debía comportarse femeninamente siendo honesta, deli-
cada, tierna, dulce, afable, bondadosa, de agradable conversación, de porte
sereno y modesto, buena danzarina, con conocimientos de música y pintura.
Semejante al hombre en cuanto a ingenio, talento y virtud, considera que
debe dársele una formación integral como la del cortesano. El cuarto y úl-
timo libro está dedicado a la formación política del cortesano, que ha de
participar en los asuntos políticos y colaborar con los príncipes a fin de que
gobiernen correctamente. También se ocupa del príncipe ideal, que debe
procurar la paz y la felicidad de sus súbditos, siguiendo los tratados de los
clásicos, especialmente Platón y Aristóteles. En cuanto a las diferentes for-
mas de gobierno, prefiere la monarquía y la república a la tiranía, que es la
peor con la demagogia o la oligarquía36. El haber sido traducido al caste-
llano por Boscán, en 1534, permitió su amplia difusión en lengua española.
Inglaterra. Tomás Moro (1478-1535) en su célebre Utopía (1515) critica
la sociedad en que vivió y viene a proponer otra distinta considerada ideal.
Fundamentalmente, la obra no es un tratado sobre educación, pues lo más
importante en ella es el mantenimiento de la paz y el triunfo de la justicia. En
tanto que se trata de un proyecto social de mejora y cambio de la situación de
la época puede considerarse como un escrito pedagógico dirigido a toda la
sociedad. De hecho se ocupa de aspectos tanto religiosos como pedagógicos,
políticos o sociales. Aunque no ofrece referencias a métodos pedagógicos, la
educación es un factor importante en la sociedad de Utopía, puesto que el
Estado ideal tenía como base una sociedad instruida y democrática que ele-
gía a sus representantes en la asamblea y en el senado. Se divide en dos par-
tes: la primera describe la situación inglesa de los cercados de ganado ovino
que habían sustituido a las tierras de cultivo y sus consecuencias sociales cre-
ando miseria para los antiguos propietarios y riqueza para los amos del ga-
nado; la segunda se refiere a la isla de Utopía. En ella no había propiedad pri-
vada, todo era común excepto las mujeres; los jefes de familia elegían al
36
Vid. B. de Castiglione, El Cortesano, Barcelona, Bruguera, 1972, pp. 53-448.
314 FRANCISCO CANES GARRIDO
37
Vid. T. Moro, Ob. cit., pp. 131-138.
TEORÍA DEL HUMANISMO 315
38
Vid. F. Rabelais, Ob. cit., pp. 243-249.
39
Vid. M. Montaigne, Ensayos Completos, Tomo I, Barcelona, Orbis, pp. 101-130.
318 FRANCISCO CANES GARRIDO
40
Vid. E. A. de Nebrija, La educación de los hijos, Valencia, Universidad de Valencia,
1981, pp. 76-77.
TEORÍA DEL HUMANISMO 319
41
J. L. Vives, Contra los seudodialécticos, en Obras Completas, Tomo II, Madrid, Aguilar,
1984, p. 293.
320 FRANCISCO CANES GARRIDO
42
Vid. M. Debesse y G. Mialaret, Historia de la pedagogía-I, Barcelona, Oikos-tau, 1973,
pp. 272-275.
TEORÍA DEL HUMANISMO 321
43
Vid. J. Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las ciencias, Madrid, Editora Na-
cional, 1977, p. 55.
322 FRANCISCO CANES GARRIDO
3. LA PRÁCTICA EDUCATIVA
La revolución educativa
Painter dice que en sus comienzos el siglo XVI fue un tiempo de gran
degeneración moral e intelectual, que la incultura se había impuesto en el
clero, que se había olvidado la escuela y que la superstición y la ignorancia
caracterizaban a las masas44. No obstante, a lo largo del siglo se produjeron
notables progresos educativos, razón por la cual numerosos historiadores de
la educación y de la pedagogía lo consideraron el siglo de la revolución edu-
cativa. Para Durkheim, en la primera revolución educativa, la del siglo XVI,
apareció una rica literatura pedagógica que no se volvería a repetir hasta la
segunda revolución en el siglo XVIII45. Varios historiadores posteriores, como
Abbagnano y Vissalberghi46, Cipolla47, Debesse y Mialaret48 y Stone49 tam-
bién sostienen que tuvo lugar dicha revolución.
Los humanistas también presentían que en su ambiente algo estaba
cambiando. Erasmo, en una carta dirigida a su amigo Vives, de junio de
1520, le decía que en Alemania había tantas universidades como ciudades y
en Colonia se permitía enseñar a cualquiera y a cualquier precio50. Rabelais
refleja en uno de los párrafos del libro II de Gargantúa y Pantagruel (1532) el
importante interés por el estudio, incluso entre la gente que por tradición
era considerada inculta:
Todo el mundo está lleno de sabios, de doctos preceptores y de amplias bi-
bliotecas, hasta el punto de que en mi opinión, ni en los tiempos de Platón, ni en los
de Cicerón, ni en los de Papiniano, había tanta comodidad para estudiar como
ahora y que, en adelante, no se hallará en ningún lugar ni reunión gente que no
haya sido bien pulida en la oficina de Minerva. Veo que bandidos, verdugos, aventu-
reros y palafreneros, son ahora más doctos que los doctores y predicadores de mi
tiempo51.
44
F. Painter, Historia de la Pedagogía, Madrid, Jorro, 1911, p. 182.
45
E. Durkheim, Historia de la educación y de las doctrinas pedagógicas. La evolución pedagó-
gica en Francia, Madrid, La Piqueta, p. 230.
46
N. Abbagnano y A. Visalberghi, Historia de la Pedagogía, Madrid, FCE, 1981, 5ª ed., p. 212.
47
C. Cipolla, Educación y desarrollo en Occidente, Barcelona, Ariel, 1970, p. 58.
48
M. Debesse y G. Mialaret, Ob. cit., I, p. 220.
49
L. Stone, “The Educational Revolution in England 1500-1640”, Past and Present, 28
(1964), p. 41.
50
J. L. Vives, Epistolario, Madrid, Editora Nacional, 1978, p. 199.
51
F. Rabelais, Ob cit., p. 246.
TEORÍA DEL HUMANISMO 323
52
E. Durkheim, Ob. cit., p. 230.
53
J. A. Maravall, Estado moderno y mentalidad social. Siglos XV a XVII, Tomo II, Madrid,
Revista de Occidente, 1972, p. 254.
54
E. Hernández, Las ideas pedagógicas del doctor Pedro López de Montoya, Madrid, C.S.I.C.,
1947, p. 386.
55
J. Zarco Cuevas “El lic. Miguel Caja de Leruela y las causas de la decadencia de
España”, en Estudios sobre la ciencia española en el siglo XVII, Citado en Kagan, R.: Universidad y
Sociedad en la España Moderna, Madrid, Tecnos, 1981, p. 87.
324 FRANCISCO CANES GARRIDO
Alfabetización y escolarización
Tarea difícil resulta averiguar el nivel de escolarización de la población
dada la escasez y poca fiabilidad de los datos conocidos, como ya han indi-
cado algunos estudiosos58.
56
R. Kagan, Ob. cit., p. 35.
57
J. Bowen, Historia de la Educación Occidental, Tomo III, Barcelona, Herder, 1985, p. 37.
58
Vid. J. Bowen, Ob. cit., p. 394; M. Debesse y G. Mialaret, Ob. cit., p. 289; y R. Kagan,
Ob. cit., p. 317.
TEORÍA DEL HUMANISMO 325
67
Ibid., p. 208.
68
M. Fernández Álvarez, La sociedad española del Renacimiento, Salamanca, Anaya, 1970,
p. 193.
328 FRANCISCO CANES GARRIDO
bién era analfabeta. Este porcentaje también era muy elevado entre las mu-
jeres. Otro grupo social marginado y analfabeto fue el de los moriscos que
todavía quedaban en España antes de su expulsión en 1609, aunque se fun-
daron algunas instituciones para su evangelización69. La mayoría de las gen-
tes vivían en poblaciones de menos de 150 habitantes, sumidas en la igno-
rancia, al margen de todo saber y sólo preocupados por las primarias
necesidades de subsistencia; en ellas escaseaban las escuelas y los maestros
privados eran inaccesibles. Cuando existía algún monasterio o escuela cari-
tativa, se tenía la posibilidad de aprender gratis, pero la enseñanza solía ser
bastante deficiente ya que algunos párrocos, con escasa vocación docente,
dejaban en manos de otras personas, como sacristanes y enterradores, la fati-
gosa tarea de enseñar las nociones de catecismo, lectura y escritura. Como
en el resto de Europa, los campesinos eran los menos instruidos. A pesar del
favorable ambiente descrito por algunos autores de la época, el analfabe-
tismo seguía siendo la tónica dominante, especialmente entre campesinos,
pobres, mujeres y minorías marginadas, como la de los moriscos, cuya ex-
pulsión se decretó en 1609. De 1580 a 1650 el nivel de escolarización afec-
taba de forma desigual a los distintos grupos sociales. María Teresa Nava
piensa que:
Todos los clérigos saben firmar con su nombre, al igual que los letrados –bu-
rócratas–, los grandes mercaderes y la mayor parte de la alta nobleza, pero no los hi-
dalgos pobres de extracción nobiliaria inferior. Entre el 30 y el 50 por 100 de los ar-
tesanos, tenderos y agricultores enriquecidos demostraron ser capaces de escribir y
en cuanto a los trabajadores asalariados, dependía bastante de la naturaleza de su ac-
tividad y del grado de especialización: el personal al servicio de familias nobles solía
ser alfabeto y los niveles de analfabetismo se disparan considerablemente entre los
humildes taberneros y los jornaleros70.
71
Vid. H. Weimer, Historia de la Pedagogía, Madrid, La Lectura, 1925, pp. 79-80.
72
Vid. M. T. Nava, Ob. cit., p. 176.
330 FRANCISCO CANES GARRIDO
73
Vid. R. Kagan, Ob. cit., p. 55.
74
Vid. J. Bowen, Ob. cit., III, p. 41.
TEORÍA DEL HUMANISMO 333
75
F. Painter, Ob. cit., pp. 169-170.
76
R. Kagan, Ob. cit., p. 104.
77
Ibid., p. 86.
334 FRANCISCO CANES GARRIDO
80
A. Agazzi, Historia de la Filosofía y la Pedagogía, cit., II, pp. 51-53.
338 FRANCISCO CANES GARRIDO
calcula que, a finales del siglo XVI, podría haber de diez a quince mil alumnos
al año en sus colegios, donde la mayoría estudiaba gramática latina y hablar
en latín era obligatorio. Las universidades se quejaban de que los alumnos no
alcanzaban buena preparación en latín. Esto se intentó contrarrestar en la se-
gunda mitad del siglo XVI mediante acuerdos con la Compañía de Jesús, que
llegó a ser la institución más importante en la organización de la enseñanza
secundaria durante el gobierno de los Austrias. Aunque la enseñanza impar-
tida era gratuita, cobraban a los internos, cuyos padres podían pagar, por alo-
jamiento y manutención, pero también acogían gratuitamente a alumnos po-
bres destacados. En los inicios recibieron quejas sobre la preparación y
movilidad del profesorado, así como por el esfuerzo en captar a la nobleza y
la alta burguesía. Los estudios venían a durar entre cuatro y seis años y los
alumnos aprendían, principalmente, gramática y filosofía, además de reli-
gión, matemáticas, geografía, historia y astronomía. En algunos colegios se
acogía a los niños desde primaria hasta que pasaban a la universidad. La ma-
yoría del profesorado era religioso y se preocupaba por la formación moral.
En sus internados los alumnos permanecían aislados del mundo exterior
once meses al año con unas cortas vacaciones y recibían contadas visitas de
los familiares. Existía fuerte vigilancia a fin de asegurar la disciplina permi-
tiendo que unos compañeros delataran a otros. Se estimulaba el trabajo y la
competencia con premios. El famoso método Ratio studiorum se basó en las
experiencias educativas de los primeros colegios y en algunas normas de San
Ignacio, en la cuarta parte de las Constituciones y otras de la Compañía. Se re-
dactó en 1586 pero hubo otra posterior en 1591 y la definitiva de 1599. Aun-
que en sus Constituciones se recogía que enseñar a leer y escribir a los ignoran-
tes era una obra de caridad, ninguna de las personas ocupadas en los
servicios domésticos de la Sociedad debería saber leer y escribir sin el consen-
timiento del general de la Orden. Su método fue muy imitado por otros esta-
blecimientos durante los siglos posteriores. Su disciplina y duro trabajo les
procuró renombre, y la calidad resultante no tuvo competencia entre otras
instituciones similares hasta comienzos del siglo XVIII81.
El humanista Pierre de la Ramée (1515-1572), defendiéndose de sus
detractores, dio a conocer, en 1550, el método utilizado en el Colegio de
Presles, que dirigía, al que acudían sobre todo jóvenes de buenas familias.
Cada día un maestro impartía por la mañana una hora de griego y latín, es-
81
Vid. A. Messer, Historia de la Pedagogía, Barcelona, Labor, 1935, 3ª ed., p. 222.
TEORÍA DEL HUMANISMO 339
82
Vid. E. Garin, Ob. cit., pp. 161-164.
340 FRANCISCO CANES GARRIDO
tanto entre protestantes como entre los católicos, se daba más importancia a
la formación moral que a la intelectual.
Duras críticas recibieron los colegios del último tercio del siglo XVI por
el sufrimiento y descontento de sus alumnos, que según cuenta Paul Porteau
estaban sometidos durante quince o dieciséis años que duraba su escolariza-
ción, a catorce o quince horas de duro trabajo diario “que minaba su salud
corporal a la vez que embrutecía su alma”. Parecían prisioneros encarcela-
dos gimiendo “bajo la férula ensangrentada de sus maestros. El rostro en-
cendido de cólera, la amenaza o el insulto en la boca, estos tiranuelos se ale-
graban de su martirio; y los ojos despavoridos de los niños no veían otra cosa
que espectáculos de horror y de crueldad”83. La dura disciplina, con la apli-
cación de castigos físicos, fue una de las cosas más criticadas por los huma-
nistas pues la utilización de la férula y el látigo eran muy frecuentes recor-
dándonos la célebre frase que se ha mantenido a lo largo del tiempo “la letra
con sangre entra”, que entonces sí se practicaba. Quizás por las críticas reci-
bidas, en los estatutos de algunos colegios consta que se suavizaron los casti-
gos y entre los jesuitas era frecuente que para su aplicación recurrieran a
una persona no religiosa.
La enseñanza universitaria
Las universidades surgieron en la Edad Media y se fueron extendiendo
por diversos países. Antes del siglo XVII se las conocía como Estudios genera-
les y se distinguían de las escuelas de gramática por tener cátedras de dere-
cho, medicina y teología. A ellas acudían los alumnos que previamente ha-
bían estudiado la gramática latina y podían conseguir los títulos de bachiller,
licenciado y doctor.
En 1450, en los reinos de Aragón y Castilla había seis Estudios genera-
les. El más antiguo era el de Salamanca, de principios del siglo XIII, que con-
cedía esos títulos académicos. En aquellos años los estudiantes españoles
preferían las universidades extranjeras: los de medicina la de Montpellier,
los de derecho la de Bolonia, y los de teología la de París. De 1474 a princi-
pios del siglo XVII se crearon veintisiete nuevas universidades en España, al-
canzando en total treinta y cuatro, un importante incremento. Junto a las
universidades se crearon numerosos colegios donde se acogía a los estudian-
83
P. Porteau, Montaigne et la vie pédagogique de son temps, París, Droz, 1935, p. 11, cit. en
M. Debesse y G. Mialaret, Ob. cit., I, p. 290.
TEORÍA DEL HUMANISMO 341
tes y que en cierta forma estaban relacionados con lus estudios superiores.
Por ejemplo es el caso de la Universidad de Alcalá de Henares, que tenía
siete colegios en 1508, cuando se fundó, y fue aumentando en años sucesi-
vos; y la de Salamanca, que tenía sólo dos colegios para estudiantes laicos en
1500, pero a lo largo del siglo XVI llegó a tener veintiocho sin contar los de
las órdenes religiosas que acogían a sus estudiantes84. Las universidades, ins-
taladas en importantes núcleos de población experimentaron gran desarro-
llo durante ese siglo, gracias al apoyo que recibieron de monarcas, prelados,
particulares y asociaciones que favorecieron el acceso a las mismas de las cla-
ses populares. Gil de Zárate (1793-1861) opinaba que: “jamás hubo una na-
ción donde los medios de aprender se hallarán en tanta abundancia”. La
gratuidad de la enseñanza y la proliferación de colegios para estudiantes po-
bres, cuyas becas cubrían todos sus gastos y necesidades, favorecieron a los
alumnos de familias humildes. Gracias a estas ventajas pudieron superar su
anterior situación y elevarse
hasta las más altas dignidades. A nadie le preocupaba su origen, se atendía sólo a su
saber; y cada estudiante por pobre que fuese, veía en perspectiva, como premio de su
aplicación y talento, una mitra, una toga, un asiento en los consejos del Estado. Así
los claustros, la Iglesia, los Tribunales se llenaban de una inmensa multitud que con-
tribuía poderosamente a aumentar el caudal intelectual de España; pero que por
una triste consecuencia, dejaba despoblados los campos y los talleres, que fueron vi-
siblemente decayendo85.
88
Ibid., pp. 243-245.
TEORÍA DEL HUMANISMO 343
91
Vid. J. L. Vives, Diálogos, Madrid, Espasa-Calpe, 1959, 4ª ed., pp. 72-75.
346 FRANCISCO CANES GARRIDO
92
Vid. J. R. Hale, La Europa del Renacimiento, Madrid, Siglo XXI, 1973, p. 350.
93
Vid. T. Nava, Ob. cit., p. 139.
94
Vid. T. Davidson, Una Historia de la Educación, Madrid, Jorro, 1910, p. 268.
TEORÍA DEL HUMANISMO 347
95
Vid. A. Agazzi, Ob. cit., II, pp. 58-59; y D. Morando, Ob. cit., pp. 155-160.
96
N. Abbagnano y A. Visalberghi, Ob. cit., p. 214.