Annual Review of
INTRODUCCIÓN
Los términos ideología y lenguaje han aparecido juntos frecuentemente en estudios
culturales, sociolingüísticos y antropológicos recientes, a veces unidos por “y”, a veces
unidos por “en”, a veces unidos por una coma. Se registran análisis, algunos de ellos
muy influyentes, acerca de las ideologías políticas y culturales en tanto constituidas,
codificadas o representadas en la lengua (100, 239, 298). La presente revisión está
concebida de un modo diferente, y (superficialmente) más estrecho: nuestro tema son
las ideologías “del” lenguaje, un área de investigación especializada que recién está
comenzando a fusionarse (185). Hay tanta variación cultural en las ideas sobre el
discurso como la hay en las formas de discurso en sí mismas (158). Las nociones sobre
cómo funciona la comunicación en tanto proceso social y a qué propósito responde, son
culturalmente variables y necesitan ser descubiertas más que simplemente asumidas o
presupuestas (22:16). Aquí revisamos una selección de investigaciones sobre las
concepciones culturales del lenguaje -su naturaleza, estructura y uso- y sobre el
comportamiento comunicativo como puesta en acto de un orden colectivo (277:1-2).
Aunque hay variados intereses en los estudios que hemos examinado, enfatizamos la
ideología del lenguaje como nexo mediador entre estructuras sociales y formas de habla.
Las ideologías del lenguaje son significativas tanto para los análisis lingüísticos como
los sociales, porque no atañen sólo al lenguaje. Más bien, tales ideologías imaginan y
representan enlaces entre la lengua y la identidad personal y grupal, la estética, la moral
y la epistemología (41,104, 186). A través de tales nexos, a menudo apuntalan
instituciones sociales fundamentales. La desigualdad entre grupos de hablantes y los
encuentros coloniales par excellence, ponen muy de relieve las ideologías lingüísticas.
Como ha observado R. Williams, “una definición del lenguaje es siempre, implícita o
explícitamente, una definición de los seres humanos en el mundo” (320:21). No sólo las
formas lingüísticas, sino también las instituciones sociales, tales como el estado-nación,
la escolarización, el género, la solución de controversias y la ley, actúan como bisagras
en la ideologización del uso lingüístico. La investigación sobre género e instituciones
legales también ha contribuido con importantes y particularmente puntualizados
estudios sobre ideología de la lengua, pero éstos fueron revisados en otros trabajos (ver
81, 213).
Heath (135) observó que los científicos sociales se han resistido a examinar la ideología
del lenguaje porque representa un área indeterminada de investigación, sin fronteras
aparentes, y, como revisores notamos esto con una apreciación irónica, aún cuando
observamos que tal resistencia se ha desgastado. Aunque ha habido esfuerzos recientes
por delimitar el concepto (138a, 327), no hay una literatura nuclear uniforme. Además,
hay distintos términos en juego actualmente: ideología lingüística (linguistic
ideologies), ideología de la lengua (language ideology) e ideologías del lenguaje
(ideologies of language). Aunque los diferentes términos apuntan a diferentes énfasis,
con el primero enfocando más sobre estructuras lingüísticas formales y el último sobre
representaciones de un orden colectivo, el ajuste entre términos para diferenciar
perspectivas no es perfecto, y los usaremos aquí alternadamente.
Al menos tres discusiones académicas -de ningún modo restringidas a la antropología-
invocan explícitamente las expresiones ideología de la lengua o ideología lingüística, a
menudo con un aparente desconocimiento mutuo. Uno de estos grupos de estudios se
interesa por el contacto entre lenguas o variedades lingüísticas (118, 133, 135, 152, 219,
249, 285). La recientemente floreciente historiografía de la lingüística y de los discursos
públicos sobre el lenguaje ha producido un segundo foco explícito sobre las ideologías
de la lengua, incluyendo las ideologías científicas (173, 256, 268). Finalmente, existe un
significativo y teoréticamente coherente conjunto de trabajos sobre ideología lingüística
que se concentra en su relación con las estructuras lingüísticas (214, 237, 258, 275).
Más allá de las investigaciones que emplean explícitamente el término ideología, hay
también numerosos estudios que se enfrentan con concepciones culturales del lenguaje
o la lengua, en relación a aspectos metalingüísticos, actitudes, prestigio, estándar,
estética, hegemonía, etc. Hay un consenso emergente acerca de que lo que la gente
piensa, o da por hecho, sobre la lengua y la comunicación es un tópico sobre el que vale
la pena investigar, y el área de estudio está necesitando cierta coordinación.
Notamos una ironía particularmente aguda en nuestra tarea de delimitar este campo
emergente. Un aspecto en el estudio comparativo de la ideología del lenguaje es el de
mostrar la especificidad histórica y cultural de las visiones sobre el lenguaje, aunque los
revisores debemos decidir qué cuenta como tal. Corremos el riesgo de excluir el trabajo
en el que el lenguaje o la lengua no parece ser focal porque el grupo estudiado no
compartimentaliza y reifica las prácticas sociales de comunicación, es decir, no
convierte la energeia (actividad) de la lengua de Humboldt en ergon (producto), como
sucede en la tradición europeo americana (41, 155, 198, 203, 258). Nuestro propósito no
es distinguir la ideología del lenguaje de la ideología en otros campos de la actividad
humana. En cambio, el punto es enfocar la atención de los académicos antropólogos
lingüistas sobre la dimensión ideológica, y apuntar a la comprensión de los aspectos
lingüísticos entre quienes estudian ideología, discurso y dominación social.
Ortografía
En países donde la identidad y nacionalidad se están negociando, todo aspecto del
lenguaje puede ser cuestionado, incluyendo su descripción fonológica y sus formas de
representación gráfica (226, 265). Aun cuando la nacionalidad esté tan fuertemente
establecida como ocurre en Francia, pueden estallar batallas ortográficas. Por eso, los
sistemas ortográficos no se pueden definir simplemente como la reducción del habla a
la escritura, sino que más bien son símbolos que portan significados históricos,
culturales y políticos (62, 96, 154, 169, 300). En algunos criollos, por ejemplo, los
partidarios de la ortografía etimológica apelan a una vinculación histórica con el
prestigio de la lengua colonizadora. Aquellos que prefieren un enfoque fonémico
argumentan que un modo más objetivo de representar los sonidos permite un mayor
acceso a la alfabetización, y ayuda a que el idioma se haga respetable por derecho
propio (44, 141, 199, 265, 321).
ALFABETIZACIÓN
Las ideologías de la alfabetización tienen relaciones complejas con las ideologías del
habla y juegan roles distintivos y cruciales en las instituciones sociales. Aun la
conceptualización de la palabra impresa puede diferir grandemente de la de la
manuscrita (7, 313). La deconstrucción que realiza Derrida (71) de la visión occidental
del habla como natural y auténtica, y superior a las meras inscripciones inertes de una
escritura extraña y arbitraria, ha generado mucho interés sobre las ideas en torno al
lenguaje hablado y escrito. Las nociones de la elite japonesa del siglo XVIII sobre el
lenguaje comprendían una ideología fonocéntrica, que enfatizaba la primacía,
transparencia, e inmediatez de lo hablado sobre lo escrito (259). Los javaneses no
comparten la visión de la voz original como la auténtica (273). No todos los que han
estudiado la ideología occidental encuentran ese sesgo hacia la oralidad que describe
Derrida. Harris (131) afirma que un “escritocentrismo” basado en la experiencia
europea de escritura de las lenguas, se infiltra en el aparente sesgo hacia la oralidad de
los conceptos lingüísticos contemporáneos, desde la frase hasta la palabra y el fonema.
Mignolo (216) afirma que la supremacía de lo oral en el Fedro de Platon se revirtió, y
que la ideología de la letra alfabética se asentó durante el Renacimiento europeo. Tyler
(301) identifica en Occidente un énfasis “visualista” (que es ideológico) en la visión del
discurso como referencial y transparente, basado en la supremacía del texto y en la
supresión del habla.
Los estudios antropológicos sobre la alfabetización (por ejemplo, sobre su introducción
en sociedades orales o su uso en la escuela) reconocieron tardíamente que ésta no es una
tecnología autónoma ni neutral, sino que está organizada culturalmente, tiene un
basamento ideológico, varía históricamente y está condicionada por fuerzas políticas,
económicas y sociales (53, 56, 58, 60, 97, 138, 161, 223, 266, 269, 290-292).
Actualmente la investigación enfatiza las distintas maneras en que las comunidades
adoptan la alfabetización, a veces alterando formas locales de comunicación o
conceptos fundamentales de identidad (15, 27, 29, 30, 37a, 77, 88, 114, 138, 214a, 252,
264). Las cuestiones de poder afectan fuertemente las estrategias de alfabetización. En
Gapun, la mirada sobre el idioma como un medio poderoso para transformar el mundo
se extiende a la alfabetización en lengua tok pisin, que se cree permite la adquisición de
un valioso legado (189). En contraposición, los Yekuana no extienden su enfoque sobre
la lengua oral a la alfabetización. Las palabras habladas son transformadoras y mágicas,
pero la escritura destruye su poder (122). Para los Chambri y Yekuana, la “fijación” por
medio de la escritura es una fuente de peligro; las palabras impresas no son adaptables a
las circunstancias sociales. Las creencias maoríes de que hay un texto oral portador de
autoridad que fue captado sólo superficialmente por un tratado escrito, constituyen un
irónico contrapunto platónico a la búsqueda -por parte de los neozelandeses de origen
europeo- de un texto “verdadero” entre las muchas traducciones del tratado en el que se
apoya su gobierno (208). La exégesis textual depende fundamentalmente de las
ideologías del lenguaje, o de las ideas de cómo se crean los textos y cómo deben ser
entendidos. Dentro de la tradición judeo-cristiana se pueden encontrar abordajes
contrapuestos de la búsqueda de la verdad en las Escrituras (170).
La definición de qué es y qué no es alfabetización es siempre un asunto profundamente
político. Los estudios históricos sobre el surgimiento de la alfabetización escolar y la
lengua inglesa en la escuela, muestran la vinculación entre tradiciones de alfabetización
valoradas simbólicamente y mecanismos de control social (56, 60, 137). En el mismo
sentido, los análisis sobre la interacción en clase demuestran cómo las expectativas
implícitas sobre el lenguaje escrito determinan juicios discriminatorios sobre el lenguaje
oral y la performance del estudiante (37, 55, 215). La instauración de la lengua inglesa
como una disciplina universitaria en el siglo XIX creó una distinción entre la lectura,
vista como aristocrática y entretenida, y la escritura, en tanto trabajo. La composición,
como entrenamiento de habilidades para el empleo, es el “trabajo sucio” de los
departamentos de inglés, con implicancias en las políticas de género (58).
La transcripción, o la representación escrita del habla, en las disciplinas académicas y
en la ley, por ejemplo, se apoya en -y refuerza- concepciones ideológicas del lenguaje
(73:71; 83, 120, 159, 262, 295). En estudios del lenguaje infantil por ejemplo, el uso de
ortografía estándar fuerza la interpretación literal de emisiones que, de no ser así,
podrían considerarse objeto de manipulación fonológica (229). Por otra parte,
folkloristas y sociolingüistas que han grabado dialectos del inglés revelan sus prejuicios
lingüísticos cuando usan ortografía no estándar (a veces llamada “dialecto-visual”) para
representar el habla de negros y apaches más que la de otros grupos. Dada la ideología
del valor de la letra, los hablantes no estándar aparecen entonces como menos
inteligentes (82, 245, 246). En el sistema legal americano, el registro “palabra por
palabra” es una construcción idealizada, confeccionada de acuerdo con el modelo de
inglés del reportero de la corte, el que interpreta, filtra y evalúa lo relatado. Si un testigo
habla sin respetar la gramática, eso se considera información, pero no si lo hace el
abogado, y la edición se aplica de acuerdo a esta distinción (312).
ESTUDIOS HISTÓRICOS
A pesar de que en las últimas décadas ha habido un notable giro lingüístico en los
estudios históricos, Bauman ha destacado que gran parte de ese trabajo fue
lingüísticamente ingenuo y no fundado en una investigación del significado social e
ideológico del lenguaje, según las concepciones de la propia gente sobre la naturaleza
del lenguaje y su uso (22:16). Desde entonces ha habido una ola de estudios históricos
sobre las ideologías del lenguaje, incluyendo las ideologías nacionales dominantes, los
debates de las elites, y las expresiones coloniales. Las naciones occidentales, en
particular Francia, Inglaterra y Estados Unidos, son las predominantes en esta literatura,
aunque también se le ha dedicado atención a Asia (16, 18, 65, 94, 98, 173, 180, 218,
219, 259, 281, 283). Muy relacionadas con estos estudios están las historias críticas de
la lingüística y de la filosofía del lenguaje (8, 45, 106, 280), que se suman a historias
intelectuales más tradicionales (1).
Desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX en Europa occidental, el
lenguaje devino en motivo de interés cívico, a medida que los nuevos participantes en la
esfera pública formulaban nuevas concepciones del discurso público y de las formas de
participación (y de exclusión) (17, 22, 65, 67, 69, 118, 126, 145, 192, 276, 313). La
mayor parte de la investigación histórica se centra en ideas normativas sobre la retórica
más que sobre la gramática, pero demuestra cuán estrechamente relacionados estaban
estos dos tópicos. En los debates de norteamericanos y franceses entre los siglos XVII y
XIX, predominaban las conceptualizaciones políticas del idioma más que las reflexiones
sobre una lengua autónoma (8, 12). La ideología hegemónica sobre el inglés obtuvo su
efectividad política y social del supuesto de que el lenguaje refleja la mente, y de que el
concepto de “civilización” era sobre todo lingüístico (283,294). El debate sobre el inglés
en los Estados Unidos durante el siglo XIX fue esencialmente una lucha sobre qué tipo
de personalidad se necesitaba para mantener la democracia (50). El surgimiento de una
personalidad democrática compartimentada correspondió a la aceptación de un
desplazamiento de estilo y de una variedad de registros lingüísticos (ver también 14, 18,
94, 123, 180, 281).
Lingüística colonial
“La lengua ha sido siempre compañera del imperio” aseveraba el gramático español
Nebrija en el siglo XVI (161, 225). Algunos de los trabajos recientes más sugerentes
sobre ideologías lingüísticas provienen de estudios sobre colonialismo, lo que evidencia
claramente los lazos existentes entre formas lingüísticas, ideológicas y sociales. La
decisión de qué lengua(s) usar en la administración colonial no siempre era evidente, y
cada elección tenía sus propias motivaciones ideológicas y sus consecuencias prácticas.
En algunos casos, podía ser que se seleccionara, por ejemplo, una lengua indígena
vernácula para proteger la lengua de los colonizadores de las versiones no-nativas, que
eran consideradas desagradables (272).
La colonización y la realización de misiones en otros continentes por los europeos
implicaron un control sobre los hablantes y sus lenguas vernáculas. Investigaciones
recientes sobre descripción lingüística y traducción en la Colonia han abordado la
dimensión ideológica de diccionarios, gramáticas y guías lingüísticas, demostrando que
lo que se concebía como una iniciativa científica neutra era en realidad fuertemente
política (248).
En lo que Mignolo (216) llama la colonización de la lengua, los europeos llevaron
consigo las ideas acerca del lenguaje que eran imperantes en la metrópolis, y esas ideas
–aunque ellas mismas fueron cambiando en diferentes momentos históricos- los cegaron
frente a las conceptualizaciones y organizaciones sociolingüísticas de los indígenas
(165, 177, 216, 260). Como en muchos otros fenómenos coloniales, los lingüistas
construyeron mas que descubrieron variantes distintivas (166), como Fabian (89) lo
explica para el swahili y Harries (130) para el tsonga. Cohn asevera que las gramáticas,
diccionarios y traducciones británicas de las lenguas de la India crearon el discurso del
Orientalismo y convirtieron las formas indias de conocimiento en objetos europeos
(54:282-283; cf 224).
En el encuentro colonial la estructura lingüística que se percibe siempre puede tener un
significado político. A menudo se argüía una inadecuación formal o funcional de las
lenguas indígenas y, en consecuencia, de la civilización o mentalidad indígena, para
justificar el tutelaje europeo (89). Por otro lado, un gramático del siglo XVI aseveraba
que el quechua era tan similar al latín y al castellano, que era “como una predicción de
que los españoles lo poseerían” (216:305; ver también 166, 248).
Debido a la disponibilidad de documentos, gran parte de esta investigación histórica ha
explorado las ideologías lingüísticas de los colonizadores más que la de las poblaciones
indígenas. Pero algunos trabajos tratan de capturar las contradicciones e interacciones
entre ambas (59, 128, 204, 216). La metapragmática de los niveles del habla en lengua
tongana indica un re-análisis de la sociedad que incorpora complejos institucionales
derivados de los europeos en las construcciones de la jerarquía social de los tonga (240).
La estructura y foco de un manual instructivo sobre castellano del siglo XVII, escrito
por un impresor tagalog, contrasta fuertemente con las gramáticas del tagalog realizadas
por misioneros españoles, mostrando los diferentes intereses políticos que había detrás
de la traducción para los españoles y para los indígenas filipinos (247).
Historiografía lingüística
La estrecha vinculación que hubo durante el siglo XIX, en Occidente y sus colonias,
entre las conceptualizaciones públicas y eruditas del lenguaje, ha motivado estudios
críticos sobre la filosofía del lenguaje occidental y sobre el surgimiento de la lingüística
profesional. En la colección de Joseph y Taylor (173), distintos autores examinan los
prejuicios, tanto intelectuales como políticos, que orientaron el crecimiento de la teoría
lingüística, desde Locke hasta Saussure y Chomsky, y el rol de ideas lingüísticas en
luchas sociales específicas (cf 227). De particular relevancia para nuestro tema, Attridge
(11) deconstruye la lingüística de Saussure y la presenta como hostil a (y como
supresora de la evidencia a favor de) el hecho de que el usuario de la lengua y la
comunidad lingüística intervienen, consciente o inconscientemente, en la alteración del
sistema del lenguaje. Attridge sugiere que Saussure considera al lenguaje vulnerable al
cambio externo por fuerzas humanamente incontrolables, pero rechaza la influencia de
la historia como un constructo intelectual. Diversos estudios sobre el siglo XIX
muestran cómo la filología y la naciente disciplina lingüística contribuyeron a distintos
proyectos religiosos, de clase, y/o nacionalistas (65, 67, 235).
La lingüística profesional y científica del siglo XX ha rechazado casi invariablemente el
prescriptivismo, pero muchos autores afirman que este rechazo oculta una dependencia
implícita y una complicidad con instituciones prescriptivas debido al propio tema de ese
campo de estudio. Más que registrar un lenguaje unitario, los lingüistas ayudaron a
configurarlo (66:48, 131, 132). Sankoff (261) afirma que las metodologías lingüísticas
positivistas contemporáneas, que esgrimen una base científica, son impuestas
ideológicamente por los mismos intereses que propagan el normativismo y el
prescriptivismo. Es decir que el idealismo de una lingüística moderna autónoma ha sido
sometido a una crítica ideológica articulada (37. 157, 173, 320, cf 68, 227).
Las lingüísticas de orientación más antropológica también han sido estudiadas desde el
punto de vista ideológico. Por ejemplo, el concepto de diglosia ha sido criticado como
una naturalización ideológica de las estructuras sociolingüísticas (205a). Rossi-Landi
(256) critica al relativismo lingüístico como una ideología burguesa, al encontrar en esa
teoría una manifestación de culpa por la destrucción salvaje de los indios americanos. El
idealismo del relativismo lingüístico transforma a los productores lingüísticos en
consumidores, y habilita la ilusión de que la exhibición teórica de las estructuras de una
lengua salva la visión del mundo de los extintos trabajadores lingüísticos (cf 57, 151).
Schultz (268) afirma que las estrategias contradictorias que aparecen en textos de Whorf
se originaron en respuesta a los condicionamientos de la ideología folk norteamericana
de la “libre expresión”. A pesar de que sus ideas se acercan a las de Bakhtin, Whorf
tuvo primero que convencer a su audiencia de que la censura lingüística existía
efectivamente.
CONCLUSIÓN
Es paradójico que al mismo tiempo que el lenguaje y el discurso han devenido temas
centrales en las ciencias sociales y humanas, los antropólogos lingüistas se lamentan de
la marginación de la subdisciplina dentro del campo más amplio de la antropología. El
tópico de la ideología lingüística es un puente muy necesario entre la teoría social y la
lingüística, ya que relaciona la microcultura de la acción comunicativa, con las
consideraciones político-económicas sobre el poder y la inequidad social, confrontando
las restricciones macrosociales sobre el comportamiento lingüístico (Paul Kroskrity,
comunicación personal). También es un medio potencial para profundizar la
concepción, a veces superficial, de la forma lingüística y su variabilidad cultural en los
estudios político-económicos del discurso.
Muchos pueblos en el mundo, de distintas maneras, postulan conexiones fundamentales
entre categorías culturales aparentemente diversas tales como lenguaje, ortografía,
gramática, nación, género, simplicidad, intencionalidad, autenticidad, conocimiento,
desarrollo, poder y tradición (104). Pero nuestra atención profesional recién ha
comenzado a comprender cómo y cuando se forjan esos lazos -ya sea por participantes
profanos o por analistas expertos- y cuáles podrían ser sus consecuencias para la vida
social y lingüística. Una plétora de problemáticas públicas tiene su base en la ideología
lingüística. Algunos ejemplos tomados de los titulares de los diarios norteamericanos
incluyen la política bilingüe, y el movimiento del inglés oficial; cuestiones de libertad
de expresión y hostigamiento; el significado del multiculturalismo en escuelas y textos;
la exclusión de jurados que, por su propia lengua nativa, podrían comprender los
testimonios judiciales no realizados en inglés; y la cuestión de las responsabilidades de
los periodistas y la reproducción fidedigna del discurso directo. Abordar tales asuntos
públicos es abordar la naturaleza y el funcionamiento de la ideología lingüística.
La investigación sobre temas tales como los pronombres, la cortesía y el purismo ha
iniciado el difícil programa de considerar a qué intereses sirve el hecho de que la
ideología lingüística tome la forma que tiene, vinculando las concepciones de la
ideología lingüística basadas en la estructura lingüística y en las limitaciones cognitivas
con las concepciones de la ideología basadas en prácticas e intereses sociales (258:356).
Es este intento de relacionar estos dos aspectos de la ideología, y de entrelazar las
formas lingüísticas y sociales a través de la ideología, lo que resulta a la vez más
desafiante y más motivador.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Susan Gal por alentarnos a escribir este ensayo. También queremos
agradecer a los participantes de la sesión sobre Ideologías lingüísticas en el Encuentro
de 1991 de la American Antropological Association, y a los miembros del Grupo de
trabajo sobre Lenguaje del Centro de Estudios Transculturales. Su investigación y
conversaciones nos ayudaron a dar forma a nuestra visión del campo de estudio.
Kathryn Woolard agradece a la Fundación Nacional para las Humanidades y a la
Fundación Spencer por su apoyo para preparar esta revisión, y a Alex Halkias, Natasha
Unger y Begoña Etcheverria, que colaboraron con trabajo bibliográfico en diversas
etapas. Bambi Schieffelin agradece a Paul Garret por la colaboración bibliográfica y a
Lolly Mitchell por la ayuda editorial. Este ensayo se dedica a Ben, cuyo maravilloso
sentido del tiempo ayudó a organizar este proyecto.