Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Los Murales de San Bartolo
Los Murales de San Bartolo
Antigua Guatemala
Declarada como patrimonio cultural de la humanidad en el año
1979.
La ciudad de Antigua, sede de la Capitanía General de Guatemala,
fue fundada a principios del siglo XVI. Edificada a 1.500 metros de
altura en una zona sísmica, que como resultado fue destruida en su
mayoría debido a un terremoto en el año 1773.
Construida con arreglo a un trazado en damero inspirado en los
principios del Renacimiento italiano, La Ciudad de Antigua
Guatemala llegó a poseer en menos de tres siglos un gran número
de monumentos deslumbrantes.
Cabe mencionar que, hoy en día sigue sin perder su estilo colonial, el encanto de su época
lleno de detalles clásicos y una sofisticación simple, lo cual la hace uno de los patrimonios
culturales más hermosos y atractivos de visitar en Guatemala.
Ceremonia de la Paach
Bien inmaterial inscrito en 2013. Es un ritual de veneración del maíz
que se celebra en el municipio de San Pedro Sacatepéquez.
Se trata de una ceremonia de acción de gracias por la buena cosecha
obtenida, que pone de relieve la estrecha vinculación existente entre
los seres humanos y la naturaleza.En la ceremonia intervienen
orantes, llamados “parlamenteros”, que pronuncian plegarias de
ofrenda en lengua maya mam.
Cofradías indígenas
Desde octubre de 2003 se declaró a las Cofradías Indígenas —
congregaciones religiosas—, del país como Patrimonio Intangible
por conservar elementos y características que perviven en la cultura
maya de Guatemala.
El Sombrerón
Se le conoce como Tzipitío, Tzipe, Sombrerón o Duende. La palabra tzi
viene del quiché y se traduce como perro. Aunque podría provenir del
náhuatl tzitzimitle, que significa demonio. El Tzitzimite es “un hombrecito
muy pequeño, vestido de negro, con un gran cinturón muy brillante. Tiene
un sombrero negro, pequeño también, y unas botas con tacones que
hacen ruidito”. A este personaje le gusta “subirse a los caballos y hacerles
nudos en la cola y en las crines. Estos nudos, que son así de menuditos,
„cuesta un bigote‟ deshacerlos‟”.
Al Tzizimite también le agrada perseguir y molestar a las mujeres de pelo
largo y ojos grandes. Cuando le gusta alguna muchacha, no la deja ni a
sol ni a sombra: se le aparece en las noches cuando está dormida, y
después de haberle enredado el pelo, le baila y le canta con su guitarra.
De acuerdo con la idea popular, el Tzizimite tiene la altura de un dedo de
la mano y cabe escondido en la almohada. Es un espíritu juguetón y doméstico. Su sombrero
es tan grande que tiene que arrastrarlo, recorriendo a la hora del crepúsculo ciudades y
campos. Cuando encuentra a la mujer de sus amores, amarra sus mulas al primer poste que
encuentra, descuelga su guitarra que lleva al hombro y empieza a cantar y bailar.
2. La Llorona
La Llorona, a quien describen como una mujer vestida de blanco, se
aparece, por lo regular, en lugares con alguna afluencia de agua como
ríos, lagos o lagunas. Las personas narran que era una mujer que sufrió
un delirio mental y ahogó a sus hijos. Como castigo de Dios, vaga por la
eternidad buscándolos, y hay más de alguien que escucha su terrorífico
grito “¡Ay mis hijos!”. En la actualidad, dicha narración se ha ido
transformando y adaptando como un tipo de denuncia hacia el maltrato
que reciben las mujeres. Según narraciones de habitantes de Amatitlán,
La Llorona era una mujer que era víctima constante de violencia por
parte de su esposo, hasta que llegó el día en que los golpes fueron tan
severos que acabaron con la vida de la pobre mujer. El marido, para
ocultar su crimen, la lanzó al Lago de Amatitlán, y luego huye con sus
hijos hacia la capital. El alma de la pobre madre no descansa en paz, por lo que siempre se le
escucha gritando desconsolada en búsqueda de sus hijos.
3. La Siguanaba
El nombre de Siguanaba se deriva de tziguán, que significa barranco en quiché. La Siguanaba
se hace seguir por los hombres y luego de una larga persecución, los pierde en algún barranco.
No muestra la cara, pero lo hace cuando ya se ha “ganado” —arrebatado el alma— al hombre
quien se perturba al ver que es de caballo. Cuentan en la colonia El Incienso, zona 3 capitalina,
que Juan, un albañil que emigró del Quiché, cada vez que recibía el pago de la semana, se lo
gastaba en licor. Un día, rumbo a su casa, ubicada cerca del tanque
que abastecía de agua a la referida colonia, iba caminando
rápidamente bajo los efectos del alcohol. Un vecino interrumpe su
andar y le pregunta: “Vos, Juan, ¿a dónde vas con tanta prisa?”, a lo
que él responde apenas articulando palabras: “Mirá, esa hermosa
mujer me está llamando, voy a ver para qué me quiere. ¡Está rechula!”.
El vecino se quedó pensando que Juan estaba viendo visiones. Al otro
día, encontraron al pobre Juan ahogado en un lugar que los lugareños
llaman “la presa”. Esta es la leyenda de la mujer que llama a los
hombres borrachos y mujeriegos para “ganárselos” y perderlos por los
barrancos.
4. El Wiin
Sobre leyendas relacionadas con el diablo, en el municipio de El
Asintal, Retalhuleu, cuentan que hay hombres que invocan al diablo
en rituales llevados a cabo en el cementerio de la localidad, que
consisten en oraciones y danzas, en las que giran el cuerpo hacia
delante y hacia atrás. Cuando el diablo aparece, le puede conceder
a la persona el don de la transformación, para que le permita robar
animales de patio, objetos de valor o molestar a las mujeres,
especialmente, a las solteras o a las casadas que se quedan solas
porque el esposo emigró hacia Estados Unidos. A ese hombre se le
conoce como El Wiin. Algunos lugareños lo han visto transformado
en forma de perro, sentado en medio de la carretera. Se le reconoce
por sus ojos que no son de humano ni de animal, sino dos bolas de
fuego que atemorizan a quien lo ve.
5. El Cadejo
Es el espíritu que cuida el paso tambaleante de los borrachos. Guardián de los hijos de Baco,
“es un animal en forma de perro negro, lanudo, con casquitos de cabra y ojos de fuego. Su
tarea es perseguir y cuidar que no les pase nada a los „bolos‟ que se quedan tirados en las
calles. Sigue a los que están en peligro y los deja cuando este ya ha pasado”. Pero si bien El
Cadejo es un espíritu protector, debe tenerse cuidado con él, pues al
beber demasiado y con frecuencia, “lo puede „trabar‟, pues si se lo
encuentra a uno tirado y le lame la boca, ya lo „jodió‟ para siempre,
pues entonces uno jamás se compone. El Cadejo acostumbra a seguir
por nueve días al hombre que le ha lamido la boca y no lo deja en paz.
No es un espíritu perjudicial. No ataca, sino solo en casos extremos,
por lo que no es motivo de pánico encontrarse con él. Hay plegarias
específicas para atraer la gracia protectora de El Cadejo. En Petén
aparece como cadejo blanco, que cuida a las mujeres. Por esa zona El
Cadejo “es un chucho blanco, lanudo y grande, que acompaña a las
mujeres cuando van a acarrear agua”.