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Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos
Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos
20. Uno de los puntos de partida para esta definición conceptual ha sido
ya recogido por la Comisión en anteriores oportunidades. Así, ha sostenido que
[12]
Esta afirmación general no desconoce que, en el caso específico de las normas regionales que integran
el marco de protección y garantía de los derechos humanos de las mujeres, se encuentra expresamente consagrado
el derecho a vivir libre de violencia en el artículo 3 de la Convención de Belém do Pará, que, concretamente
dispone: "Toda mujer tiene derecho a una vida libre de violencia, tanto en el ámbito público como privado".
[13]
En el caso de la 2da. Reunión de Expertos, realizada en Santafé de Bogotá, Colombia el 18 de
septiembre de 2008, se planteó "(...) la necesidad de definir si existe un derecho humano específico a la seguridad
frente a la violencia y el delito, o si la fuente de derecho debe buscarse en un cúmulo de derechos que pueden ser
vulnerados en situaciones de inseguridad ciudadana".
[14]
Presentación del Secretario Ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante el
Grupo Especial de Trabajo para Preparar la Primera Reunión de Ministros en Materia de Seguridad Pública de las
Américas, Washington DC, 20 de junio de 2008.
[15]
En su Informe sobre Desarrollo Humano de 1994, el PNUD define el alcance del concepto de seguridad
humana, en términos de "ausencia de temor y ausencia de carencias". La seguridad humana, en este sentido, se
caracteriza como aquella dimensión de la seguridad "frente a amenazas crónicas, tales como el hambre, la
enfermedad y la represión, al igual que la protección contra interrupciones súbitas y dañinas en los patrones de la
vida diaria, sean éstas en los hogares, en el trabajo o en las comunidades". Los cuatro elementos que definen la
seguridad humana, según este informe, se caracterizan por ser: (i) universales; (ii) interdependientes en sus
componentes; (iii) centrados en las personas; (iv) y garantizados, especialmente mediante acciones de prevención.
Disponible en http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh1994/capitulos/espanol.
[16]
Ver "Guía de Evaluación de la Seguridad Ciudadana en América Latina y El Caribe". Centro Regional de
conocimientos y servicios para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo,
2006.
[17]
PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 1994. Disponible
en http://hdr.undp.org/es/informes/mundial/idh1994/capitulos/espanol. El Informe sobre Desarrollo Humano para
América Central 2009-2010 señala que "sin negar la importancia de otras dimensiones de la seguridad humana,
vale destacar cinco características de la seguridad ciudadana que le dan una centralidad, una urgencia y un cariz
muy especiales. En primer lugar puede decirse que la seguridad ciudadana está en la base de la seguridad
humana(...) En segundo lugar que la seguridad ciudadana es la forma principal de la seguridad humana (…) En
consecuencia, y en tercer lugar, la seguridad ciudadana garantiza derechos humanos fundamentales. En cuarto
lugar (…) la seguridad respecto del crimen es una componente esencial de la ciudadanía (…). Por último, pero de
singular importancia, la seguridad ciudadana atañe inmediatamente a la libertad que es la esencia del desarrollo
humano(…). Ver http://hdr.undp.org/es/informes/regionalreports/americalatinacaribe/name,19660,es.html.
[18]
Aguilera, Javier, "Sobre seguridad ciudadana y democracia" en Buscando la seguridad. Seguridad
ciudadana y democracia en Guatemala, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) - Programa
Guatemala, Guatemala, 1996.
postulantes buscan entrar al escenario político aprovechando la publicidad que genera tocar
temas polémicos que apelan a las emociones populares. Por ello, algunos precandidatos
presidenciales han decidido emitir opinión sobre como abordar la situación de la inseguridad
ciudadana.
A partir de estas declaraciones, han surgido propuestas irresponsables que sugieren controlar el
derechos fundamentales. Así, dentro de las iniciativas presentadas, dos han sido las más
sonadas.
delitos específicos vinculados con la seguridad ciudadana, tales como el sicariato o el asesinato
de policías. Por el otro, se propone colocar a agentes de las Fuerzas Armadas en las calles para
que brinden seguridad pública, suplantando con ello las funciones de la Policía Nacional del Perú
extender las causales para la aplicación de la pena de muerte y las implicancias que ello traería
para nuestro país. Y, aunque tales declaraciones siempre han tenido un sesgo político, lo cierto
es que resulta preciso recordar que el Estado Peruano ratificó en 1978 la Convención Americana
de Derechos Humanos, que obliga a los Estado Parte a no extender la pena de muerte a delitos
a los cuales no se le aplique en la actualidad. Asimismo, el artículo 29° del mismo instrumento
resulta contundente al señalar que sus disposiciones no pueden ser interpretadas en el sentido
de permitir a alguno de los Estado Parte suprimir el goce y ejercicio de derechos y libertades
Las declaraciones de Humberto Lay y Pedro Pablo Kuczynski no son las primeras en colocar en el
debate público el tema de la pena de muerte. A fines del 2006 el gobierno de Alan García
propuso la pena de muerte para violadores de niños. Años más tarde, en el 2014, el mismo
García hacía pública su propuesta de ampliar los causales de la aplicación de pena de muerte
para asesinatos en el contexto de las acciones del crimen organizado. Se trata, en efecto, de un
tópico recurrente que aparece en época electoral o para ganar réditos políticos inmediatos.
Resulta evidente que establecer nuevas causales como el sicariato para la aplicación de la pena
de muerte sólo podría hacerse a través de la denuncia al Pacto de San José y la posterior
reforma constitucional. Las vías para reformar la Constitución son a través del referéndum o del
sostenido[1] que para realizar una reforma constitucional deberá observarse los límites
materiales y formales, estando estos primeros constituidos por principios supremos del
ordenamiento constitucional que no pueden ser modificados por la obra del poder reformador de
con oportunidades, antes que un objeto de venganza, burla o absoluta indiferencia. Dentro de
esta misma lógica, si se habla de la supresión de la vida como una forma de pena, ello será
incongruente desde que los objetivos de la pena son totalmente incompatibles con la muerte. La
cercenación de la vida elimina cualquier posibilidad ulterior de reencuentro del individuo con sus
valores”[2].
Por otro lado, una de las propuestas que han esgrimido tanto los candidatos presidenciales como
autoridades que actualmente ostentan cargos públicos es la posibilidad de que las Fuerzas
En ese sentido, vale recordar varias cuestiones. En primer lugar, las Fuerzas Armadas sólo
pueden hacerse cargo del orden interno en determinados casos. La primera de estas situaciones
hace referencia a aquellas en las que se ha declarado el Estado de Emergencia, según el artículo
137 de la Constitución Política del Perú. Este supuesto se encuentra recogido en el Decreto
Legislativo N° 1095 que regula las reglas de empleo y uso de la fuerza por parte de las fuerzas
armadas en el territorio nacional. El artículo 4.3 de dicha norma también contempla los
capacidad de control del orden interno, sea previsible o existiera peligro de que ello ocurriera.”
justificados» se refiere a aquellos casos extremos en los que se ponga en peligro la vida,
integridad, salud y seguridad de las personas, de toda o una parte de la población[3] . Por lo
tanto, las Fuerzas Armadas no pueden “patrullar las calles” en casos que no se encuentren
Otro punto que es necesario tener en consideración es el hecho que los militares no están
capacitados de manera específica para luchar contra la delincuencia, debido a que reciben
entrenamiento para actuar en contextos de conflictos armados. Este punto ha sido resaltado por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que afirmó que “los Estados deben limitar al
máximo el uso de las Fuerzas Armadas para el control de disturbios internos, puesto que el
Finalmente, deben tomarse en consideración las reglas que las Fuerzas Armadas deben respetar
en situaciones en donde se encarguen del control del orden interno corresponden a los
estándares del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En esa línea, deben seguir los
principios del uso de la fuerza contemplados en instrumentos como los Principios Básicos sobre
el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir
Legislativo N° 1095.
Es preciso señalar que si bien actualmente existe el reconocimiento general que la seguridad
la persona.
Tanto la extensión de las causales para la pena de muerte como la militarización de la seguridad
administrar justicia.
postulantes buscan entrar al escenario político aprovechando la publicidad que genera tocar
temas polémicos que apelan a las emociones populares. Por ello, algunos precandidatos
presidenciales han decidido emitir opinión sobre como abordar la situación de la inseguridad
ciudadana.
A partir de estas declaraciones, han surgido propuestas irresponsables que sugieren controlar el
derechos fundamentales. Así, dentro de las iniciativas presentadas, dos han sido las más
sonadas.
De un lado, se insiste en medidas punitivas como la implementación de la pena de muerte para
delitos específicos vinculados con la seguridad ciudadana, tales como el sicariato o el asesinato
de policías. Por el otro, se propone colocar a agentes de las Fuerzas Armadas en las calles para
que brinden seguridad pública, suplantando con ello las funciones de la Policía Nacional del Perú
extender las causales para la aplicación de la pena de muerte y las implicancias que ello traería
para nuestro país. Y, aunque tales declaraciones siempre han tenido un sesgo político, lo cierto
es que resulta preciso recordar que el Estado Peruano ratificó en 1978 la Convención Americana
de Derechos Humanos, que obliga a los Estado Parte a no extender la pena de muerte a delitos
a los cuales no se le aplique en la actualidad. Asimismo, el artículo 29° del mismo instrumento
resulta contundente al señalar que sus disposiciones no pueden ser interpretadas en el sentido
de permitir a alguno de los Estado Parte suprimir el goce y ejercicio de derechos y libertades
Las declaraciones de Humberto Lay y Pedro Pablo Kuczynski no son las primeras en colocar en el
debate público el tema de la pena de muerte. A fines del 2006 el gobierno de Alan García
propuso la pena de muerte para violadores de niños. Años más tarde, en el 2014, el mismo
García hacía pública su propuesta de ampliar los causales de la aplicación de pena de muerte
para asesinatos en el contexto de las acciones del crimen organizado. Se trata, en efecto, de un
tópico recurrente que aparece en época electoral o para ganar réditos políticos inmediatos.
Resulta evidente que establecer nuevas causales como el sicariato para la aplicación de la pena
de muerte sólo podría hacerse a través de la denuncia al Pacto de San José y la posterior
reforma constitucional. Las vías para reformar la Constitución son a través del referéndum o del
sostenido[1] que para realizar una reforma constitucional deberá observarse los límites
materiales y formales, estando estos primeros constituidos por principios supremos del
ordenamiento constitucional que no pueden ser modificados por la obra del poder reformador de
con oportunidades, antes que un objeto de venganza, burla o absoluta indiferencia. Dentro de
esta misma lógica, si se habla de la supresión de la vida como una forma de pena, ello será
incongruente desde que los objetivos de la pena son totalmente incompatibles con la muerte. La
cercenación de la vida elimina cualquier posibilidad ulterior de reencuentro del individuo con sus
valores”[2].
Por otro lado, una de las propuestas que han esgrimido tanto los candidatos presidenciales como
autoridades que actualmente ostentan cargos públicos es la posibilidad de que las Fuerzas
En ese sentido, vale recordar varias cuestiones. En primer lugar, las Fuerzas Armadas sólo
pueden hacerse cargo del orden interno en determinados casos. La primera de estas situaciones
hace referencia a aquellas en las que se ha declarado el Estado de Emergencia, según el artículo
137 de la Constitución Política del Perú. Este supuesto se encuentra recogido en el Decreto
Legislativo N° 1095 que regula las reglas de empleo y uso de la fuerza por parte de las fuerzas
armadas en el territorio nacional. El artículo 4.3 de dicha norma también contempla los
capacidad de control del orden interno, sea previsible o existiera peligro de que ello ocurriera.”
justificados» se refiere a aquellos casos extremos en los que se ponga en peligro la vida,
integridad, salud y seguridad de las personas, de toda o una parte de la población[3] . Por lo
tanto, las Fuerzas Armadas no pueden “patrullar las calles” en casos que no se encuentren
Otro punto que es necesario tener en consideración es el hecho que los militares no están
capacitados de manera específica para luchar contra la delincuencia, debido a que reciben
entrenamiento para actuar en contextos de conflictos armados. Este punto ha sido resaltado por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que afirmó que “los Estados deben limitar al
máximo el uso de las Fuerzas Armadas para el control de disturbios internos, puesto que el
entrenamiento que reciben está dirigido a derrotar al enemigo, y no a la protección y control de
Finalmente, deben tomarse en consideración las reglas que las Fuerzas Armadas deben respetar
en situaciones en donde se encarguen del control del orden interno corresponden a los
estándares del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En esa línea, deben seguir los
principios del uso de la fuerza contemplados en instrumentos como los Principios Básicos sobre
el Empleo de la Fuerza y de Armas de Fuego por los Funcionarios Encargados de Hacer Cumplir
Legislativo N° 1095.
Es preciso señalar que si bien actualmente existe el reconocimiento general que la seguridad
una política de Estado conforme con el respeto de los derechos fundamentales y la dignidad de
la persona.
Tanto la extensión de las causales para la pena de muerte como la militarización de la seguridad
administrar justicia.