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Principales aportes teóricos a la cognición en la adultez

El interés por este tema se centra en los procesos de cambio de los aspectos cognitivos
desde la adolescencia en adelante. Los aportes de Jean Piaget han sido muy valiosos y
fructíferos en el abordaje de esta temática.

Esta corriente sostiene que hay continuidad a lo largo de todo el desarrollo, la adaptación
al medio y los dos subprocesos que interactúan: asimilación y acomodación. Así se va
avanzando a situaciones cada vez más complejas. En cuanto a la estructura de la
inteligencia, la culminación se da en el estadio de las operaciones formales, a partir de la
adolescencia. Nos proporciona un mapa de las tareas que puede realizar un adulto y las
estrategias más frecuentes. En este sentido, es un modelo optimista: se adquiere la
capacidad de operar formalmente y esta capacidad no solo se mantiene, sino que se
perfecciona.

La estructura que subyace al pensamiento formal se conoce como INRC. Supone la


coordinación de una operación inicial con su inversa. Identidad Negación Reciprocidad
Correlación. Los adultos no siempre las resuelven exitosamente. Sin embargo en situaciones
prácticas, las que resultan familiares, esta capacidad se incrementa. El mismo Piaget
reconocía que el éxito depende de las aptitudes y los contextos profesionales. Es decir que
la capacidad del pensamiento formal, o de operar formalmente se vería ampliamente
beneficiada si se aplica al área de especialización del sujeto evaluado: una valorización de
la experiencia.

A esto se lo conoce como validez ecológica, la proximidad de la tarea propuesta con la


experiencia del sujeto.

Por eso podemos concluir que para la visión piagetiana la adultez y la vejez se caracterizan
por una “larga marcha hacia la sabiduría” que se ve afectada por la lentificación, el
incremento de los tiempos de reacción frente a un estímulo y por el declive de la agudeza
sensorial. Los cinco sentidos tienden a declinar con la edad, y se incrementan levemente los
tiempos de reacción frente a un estímulo.

Desde las investigaciones psicométricas encontramos un aporte que ha iluminado este


tema: la distinción de Cattell y Horn de 1963. Ellos van a diferenciar dos tipos de
inteligencia: la fluida y la cristalizada

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La fluida se caracteriza por operar con contenidos abstractos y por ser la que se utiliza para
resolver problemas nuevos, desconocidos. Se relaciona poco con los procesos de educación
y de aculturación. La cristalizada por el contrario es la que opera con lo aprendido, con los
productos de la cultura. Se observa una declinación la inteligencia fluida, disminuye la
capacidad de enfrentar situaciones nuevas, desconocidas o muy abstractas. Se explica esto
por el envejecimiento del cerebro. Pero la cristalizada se mantiene, resiste el paso del
tiempo y en algunos casos puede incluso llegar a incrementarse con la edad. Se explica esto
por la experiencia.

Si bien ambas dependen de factores hereditarios y ambientales, la fluida está más


determinada por lo hereditario, lo que traemos al momento de nacer y la cristalizada por la
educación, el aprendizaje y los productos culturales.

Otro enfoque optimista es el del procesamiento de la información, que pone el acento en


los procesos de codificación y el conocimiento previo. Evalúa la capacidad intelectual desde
el punto de vista del contexto en el que tiene lugar, y enfatiza la importancia de la
automatización frente a la novedad.

Los diseños de investigación no han contribuido a este tema: tradicionalmente el abordaje


ha sido a través de estudios transversales, donde no se puede diferenciar si los resultados
obtenidos son debido a efectos de la edad o a efectos de la pertenencia generacional.
Muchas estrategias y procedimientos varían culturalmente, lo mismo que los métodos de
educación. Esto no se tiene en cuenta en los estudios transversales, se aplica el mismo
instrumento a todas las edades. Los resultados fueron siempre desalentadores, mostrando
deterioro en los mayores, y puntuaciones máximas entre los 20 y los 30 años. Las
conclusiones de los estudios transversales no pueden considerarse válidas, ya que no
contemplan el efecto de la pertenencia a diferentes generaciones, métodos educativos,
procedimientos usuales de resolución de problemas.

Hoy la tendencia es a abordar el envejecimiento con investigaciones longitudinales. En estos


estudios se selecciona una muestra y se la evalúa cada 5 años a lo largo de su propia
evolución. Esto requiere continuidad y estabilidad de los equipos de investigación. Los
resultados son mucho más alentadores, observándose un deterioro muy leve y después de
los 70 años.

Y están los hechos: muchos hacen sus mejores contribuciones a edades avanzadas:
científicos, artistas, empresarios. Si el deterioro fuera el único destino esto no podría ser
posible.

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También afectan negativamente los prejuicios asociados al funcionamiento intelectual del
periodo de la vejez.

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