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LA MÚSICA EN LA LITURGIA

TRABAJO REALZADO POR SEMINARISTAS DEL


SEMINARIO METROPOLITANO DE BUENOS AIRES

INTRODUCCIÓN – FRANCISCO CHOCOBAR

Desde siempre hemos hecho la experiencia de la música. Cuando éramos niños, nuestras madres nos
cantaban para animarnos, o para dormirnos, o para contarnos un cuento, o para recordar algo. Cuando
fuimos al colegio nos enseñaron a cantar el Himno Nacional, otras melodías... después nos empezó a
gustar la música que escuchábamos, y la empezamos a cantar por decisión propia, poniendo más el
propio corazón. Me gusta tal o cual canto, tal o cual estilo musical. Incluso más adelante quizás nos
animamos a tocar algún instrumento como queriendo completar nuestro canto.

También descubrimos que la música tiene una funcionalidad. De cantar lo que sentía nuestro corazón
pasamos a descubrir con mayor conciencia, que ese canto sirve para algo, para expresar lo que siento,
para comunicarme, para crear un clima determinado... entonces el canto, la música pasó a ser
descubierta en todas sus dimensiones y quedó incorporada a nuestra vida. Así, el gran San Agustín
decía que ‘cantar es propio del que ama’. Y sabemos bien que el amor es algo que se alcanza en la
madurez. Descubrir el canto como expresión de la belleza también.

Toda nuestra vida está llena de música. Quizás nos sorprendería si nos pusiéramos a pensar cuántos
momentos durante el día estamos escuchando alguna melodía. Quizás nos sorprenderíamos si
pensásemos cuántos eventos importantes de nuestras vidas estuvieron bañados en música. Fiel
compañera, la más espiritual e inmaterial de las artes, es la única que el hombre puede llevar
dondequiera que esté. Aunque no podamos cantar a veces aparece dentro del corazón y lo llena de
gozo, explícita sus sentimientos, y el hombre es capaz de ‘decirse a sí mismo’, más bien, de ‘cantarse a
sí mismo’.

Las distintas culturas nos muestran que esto es verdad. Quizás una de las piezas literarias más
antiguas, el poema del Gilgamesh, de la mesopotamia asiática del siglo XIII a.C., es un canto por el cual
el hombre trata de explicar la obra de la creación. Incluso la Ilíada o la Odisea de Homero de V siglos
antes de nuestra era, o la Enéada de Virgilio que empieza ‘Canto a las armas y a los hombres...’. Casi
siempre que el hombre quiso decir algo sobre sí o sobre Dios usó primero la prosa, después la poesía,
para llegar a un nivel más profundo, y cuando las palabras ya no alcanzaban para expresar lo oculto, lo
profundo, les puso, a esas palabras, música; o mejor, exprimió las palabras de tal modo que largaron
toda su expresividad hasta la última gota, hasta hacerse la misma palabra, melodía. La música nunca -
si es verdadera - es una yuxtaposición de palabras y notas (que al fin son una conjunción matemática)
sino que se hace cantar a la misma palabra con su propia musicalidad: esta palabra acá, hoy, me canta
así. La palabra, la música y la realidad vivida se relacionan de un modo muy trabado, no se los puede
separara si se quiere expresar algo en plenitud. De ahí que los cantos puedan ser - o no - adecuados.
Hay una relación entre la subjetividad del que canta, la objetividad del momento y el medio: la palabra
musical. Cualquier espectador ignorante y pasivo podrá notar que está fuera de lugar alguien que canta
el arrorró en un velorio, o en vez del feliz cumpleaños toca el himno nacional.

LA MÚSICA EN LA IGLESIA - FRANCISCO CHOCOBAR

La Iglesia de Cristo, es ante todo la Iglesia del hombre. Todo lo que hay de bueno y verdadero en el
hombre es semilla - a veces oculta - del Verbo, es de algún modo expresión de la verdad sobre Dios y
sobre el mismo hombre, sobre cada uno de nosotros.

Desde el más antiguo texto que la Sagrada Escritura conserva (el Cántico de Déborah, Jueces 5)
pasando por los Salmos (que dicho sea de paso son una pieza no sólo de valor artístico, musical o
histórico sino también dogmático ya que muchas verdades de Dios que no se pueden expresar en una
argumentación racional, las dicen los salmos de modo más profundo) hasta el Cántico de las Bodas del
Cordero (Apocalipsis 19) todos quieren cantar. En la Misa hacemos referencia al Cielo donde cantan los

1
ángeles la santidad de Dios (Is 6). Incluso en el Nuevo Testamento encontramos textos musicales: el
canto de Zacarías cuando se le devuelve el habla y canta bendiciendo a Dios, Simeón cuando recibe la
visita del Mesías en el Templo, y María cuando exulta de gozo en el Señor por las maravillas que obró
en ella; Pablo, Pedro, Juan, van a cantar en algunos pasajes de sus escritos sobre Cristo, sobre la
gesta redentora, cosas que la mera palabra dicha no lograría decir. Toda la Biblia está plagada de
cantos de alabanza, de súplica, de alegría y perdón... sencillamente porque toda nuestra vida está llena
de estas actitudes y sentimientos. Y la fe eleva a lo sobrenatural aquello que de ordinario es meramente
natural, da dimensión eterna a nuestras cosas tan caducas. La iglesia de Cristo es la Iglesia de la
encarnación que quiere rescatar al hombre y llevarlo a su verdad más profunda. Encontrarse con su
realidad de criatura necesitada de Dios. No se trata de negar sino de asumir. Y el canto, la música, es
una herramienta poderosísima para elevar el alma a Dios.

Quizá nos sintamos admirados - y porqué no decirlo, algunos hasta escandalizados - por el interés de la
Iglesia, desde siempre por las artes humanas. Desde antiguo se preocupó por descubrir en las filosofías
contemporáneas lo que podían tener en común con el Evangelio, en el medioevo fueron los
monasterios los grandes centros culturales donde el tesoro de la antigüedad fue custodiado
celosamente ante la irrupción bárbara, en el renacimiento y en el clasicismo, la Iglesia fue una de las
grandes mecenas del arte. Lo encontramos en su arquitectura, la imaginería, y muy especialmente en la
música. Desde el gregoriano que es una gran esfuerzo de unificación eclesiástica por medio del canto,
hasta la polifonía, y la música contemporánea; todo es un esfuerzo por asumir lo humano, no sin antes
evangelizarlo. (Por ejemplo el Tantum ergo de Palestrina).

Esta valoración de parte de la Iglesia se traduce, en introducir en su vida propia estas manifestaciones
humanas. Así, la música entra en la Iglesia para formar parte de la increíble riqueza del hombre
redimido. La música entra como el agua, que se filtra por todos lados, en toda la vida eclesial. El lugar
privilegiado y ahí donde se concentró el mayor esfuerzo en este campo es el de la Liturgia.

“El Apóstol exhorta a los fieles congregados para esperar la Venida del Señor a que canten todos juntos
salmos, himnos y cánticos inspirados (Cf. Col 3, 16). Pues el canto es señal de júbilo del corazón (Cf.
Hch 2, 46). De ahí, que San Agustín diga con razón: “Cantar es propio del que ama”, y también el
antiguo proverbio: “El que canta bien, ora dos veces.” Por tanto, en las celebraciones debe darse gran
importancia al canto, habida cuenta de la índole del pueblo y de las posibilidades de cada asamblea.
Esto no implica que deban cantarse siempre todos los textos destinados a ser cantados. En la selección
de las partes que se van a cantar debe darse preferencia a las más importantes, y en especial, a las
que canta el sacerdote o los ministros y que requieren respuestas del pueblo, o a las que canta el
sacerdote junto con el pueblo.” 1[1]

LA MÚSICA EN LA LITURGIA – BENJAMIN CANCINOS

Antes que nada habría que decir que sería pobrísimo sostener el valor de al música en la liturgia como
una mera expresión artística - más o menos valiosa -; si bien hay algo de verdadero en esto, no
podemos reducirlo a esta sola valoración. No lo podemos decir ni siquiera después de haber asistido a
un concierto en el teatro. Ahí, la sexta sinfonía de Beethoven, además de ser una belleza musical, nos
llevó al campo, nos dijo cosas acerca de la belleza de la naturaleza, el ansia de libertad del hombre, la
sencillez del pastor, los sentimientos nobles; o una polonesa de Chopin nos puede hablar del arraigo de
una persona a su tierra, o la sinfonía ‘del nuevo mundo’ de Dvorak, la admiración de un extranjero en
Nueva York. La música no es sólo algo lindo, no es sólo algo ‘de fondo’. La música hay que escucharla,
tratar de entenderla y entrar en diálogo con el autor, con lo que tiene delante y quiere expresar en este
lenguaje. La música tiene cantidad de valores. En la liturgia, más.

Expresa y realiza nuestras actitudes interiores. Como ya se dijo, la música es expresión, lenguaje
universal, que llega a profundidades dónde no llega la palabra dicha. Pero además realiza la actitud
interior, la encarna, la hace viva, humana. En la liturgia, el canto expresa nuestra postura ante Dios
(alabanza, súplica, respeto, confianza), la penetración del misterio que se celebra (bautismo, canto de
entrada de una Misa, aclamación después de la consagración, etc.), y nuestra sintonía con la
comunidad (en una dinámica de yo-tu-nosotros). Contribuye, el canto, a que la oración sea más plena,

1[1] Ordenación General del Misal Romano. (OGMR) 19

2
más englobadora de toda nuestra persona orante. Con el canto ‘la oración adopta una expresión más
penetrante... el misterio de la liturgia se manifiesta más claramente’ 2[2].

Muchas veces el no cantar algunas partes de la liturgia significa un empobrecimiento. Por ejemplo el
caso del salmo, que por naturaleza es cantado, si se recita, se pierde una plenitud expresiva que podría
llegar a expresar más plenamente el sentimiento y su belleza estética.

El canto hace comunidad. El cristiano nunca reza solo. Siempre lo hace en la Iglesia, esté o no
acompañado. Cuando estamos reunidos varios en nombre de Dios, esta unión se expresa de distintas
maneras. Realizando un mismo gesto, poniendo las mismas intenciones o sentimientos, o cantando
juntos.

Con el canto, ‘el misterio de la sagrada liturgia y su carácter jerárquico y comunitario se manifiesta más
claramente; mediante la unión de las voces se llega a una más profunda unión de los corazones’ 3[3]y
‘pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano’ 4[4].

Nuestra no es un asunto personal sino comunitario y el canto es uno de los mejores signos de nuestro
común sentir. Si queremos ver esto en acción fijémonos cuando recitamos una oración que es común
que cada uno la diga a su propio ritmo y no se entienda nada de lo que se dice (cada uno hace ‘la suya’)
y fijémonos que con el canto esto es raro que suceda ya que el mismo ritmo y la misma melodía hace
que no podamos ‘hacer la nuestra’ sin que sea muy notorio. En otro orden de cosas, esta función unitiva
del canto la encontramos en el Himno Nacional, como algo que nos representa en un mismo cantar pero
también en los cantos de la cancha, de las manifestaciones políticas, las marchas, una guitarreada.
También recordamos que en el canto cada uno deja un poco de sí y une su voz con la de otros para
incorporarse a una comunidad que se siente alcanzada por el don de Dios.

‘Creemos que la fría tristeza de un mundo congelado por el egoísmo, y por los mitos actuales de la
incomunicabilidad y de la protesta, el canto litúrgico, situado en su puesto al servicio de la liturgia, puede
cooperar eficazmente a encender de nuevo la llama del entusiasmo, la alegría y el fervor. Puede
cooperar a que se viva con más intensidad el amor fraterno, fundiendo los corazones al unísono en la
alabanza a Dios, rompiendo las barreras que hacen al hombre de hoy indiferente para con sus
hermanos y haciendo comprender mejor a las almas el auténtico espíritu de la Iglesia, que es
comunidad de propósitos, de intenciones y actividades. 5[5].

El canto hace fiesta. También hay que tener en cuanta al canto como un medio que crea un clima más
festivo y solemne ‘ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unidad, ya sea
enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados’ 6[6].

Siempre que hacemos fiestas cantamos, ponemos música porque es expresión de la alegría del
corazón. Bien, esto ha de estar presente en la liturgia de un modo especial. ‘El canto es señal de la
euforia del corazón. Incluso recuerda esta motivación el gozo que será ya pleno en la asamblea
definitiva del cielo, en que la liturgia será vivida en plenitud’ 7[7].

No podríamos decir propiamente que hemos celebrado a Jesucristo, que estamos alegres por la
redención que nos alcanzó, que salimos contentos a anunciar su amor, si no hemos hecho carne,
encarnado esos sentimientos y verdades en el canto.

Función ministerial del canto. Es de fundamental importancia este papel del canto en la liturgia.
Decimos que el sacerdote es ministro, también los que extraordinariamente nos dan la comunión del
Cuerpo del Señor, como también los que tienen que leer, animar o cantar; pero ahora decimos que el
canto es ministro8[8]. ¿Qué significa esto? La razón de ser de la música en la celebración no le viene
tanto de su propia naturaleza musical o de la herencia recibida de la tradición o simplemente de su valor
pedagógico: sino de la celebración misma y de la comunidad celebrante. La música y el canto tienen

2[2] MS. 5
3[3] MS 5
4[4] Introducción General a la Liturgia de las Horas (IGLH) 270
5[5] Pablo VI El Canto en la Asamblea. En la IX Reunión de Capillas Musicales (1969)
6[6] Concilio Vaticano II. Constitución Sacrosantum Concilium sobre la sagrada liturgia (SC) 112
7[7] MS 5
8[8] SC 112

3
dos puntos de referencia: el rito y la comunidad que celebra. El canto, tiene que hacer posible este
acontecimiento siempre nuevo que consiste en que esta comunidad concreta llegue a celebrar con
plena verdad y sintonía. Entonces un canto será litúrgico o no si ‘sirve’ a la celebración. Esto es común
con otros tipos de música (para ‘algo concreto’ baile, marcha, etc.). Acá, esta música es para que esta
comunidad que está celebrando cara a Dios exprese sus sentires más verdaderos.

‘El canto no ha de ser considerado como un mero ornato que se añade a la oración, como algo
extrínseco, sino más bien como algo que dimana de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios y
pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano. Por ello son de
alabar los grupos cristianos de cualquier género que sean, que se esfuerzan por adoptar el canto en la
plegaria’9[9].

Toda música (cantada e instrumental) debe ser consciente de su ministerialidad ya que de lo contrario
se puede caer en abusar de ella (buscando melodías bellas en sí mismas sin atender a la finalidad del
canto) o desmerecerla (tenerla como superflua ya que la finalidad del culto es la plegaria y ella resulta
superflua e impropia). Tenida como servicio puede lograr una celebración más contemplativa, más
orante.

EL EQUILIBRIO: PALABRA CANTO Y RITO – GONZALO SANCHEZ

Hay un trinomio en la liturgia, dentro de los varios niveles que en ella encontramos que relaciona el
canto con la palabra (o texto) y con la liturgia (o rito).

‘El canto sagrado unido a las palabras es parte necesaria e integrante de la liturgia solemne’ 10[10].

La ritualidad litúrgica es una serie de complejas interacciones entre los creyentes, en los que corre hoy
una gracia salvífica que brota del acontecimiento pascual de Cristo. El yo personal se coloca frente al tú
divino, al tú del hermano, y al tú del celebrante. A la vez se expresa como ‘nosotros’ frente a Dios. Cada
rito es un ‘juego’ de estas relaciones, pálido reflejo de las relaciones en el seno de la Trinidad.

Siguiendo las consignas recibidas de Jesús y de la comunidad apostólica, nos servimos del gesto
humano, del texto de la oración, del rito expresivo, del espacio dispuesto, para ser como plasmados y
llevados a la espera del encuentro definitivo. Es en esta dinámica en la que hay que buscar la relación
entre texto y melodía. La música sigue al texto para servir, ambos, de sentido al rito - acción. Rito que
sirve a la asamblea en cuanto que la pone en estado de celebración, la pone en contacto con Dios, que
renueva la alianza de amor.

Los elementos que juegan en este movimiento han de estar bien trabados y coordinados para que la
hagan fluir y no la obstaculicen; sería desatender a su papel ministerial. El código sonoro (hablado,
cantado, vocal, instrumental, silencioso) está, por esto, en estrecha relación con otros códigos
expresivos y comunicativos: los movimientos, lo visual, lo objetivo, lo espacial. La ritualidad litúrgica es
el contexto indispensable para entender y estructurar el texto leído o cantado.

En lo que refiere al texto encontramos también una relación interna entre la palabra de Dios y la de los
hombres. Los textos bíblicos y litúrgicos, poéticos y de prosa, hablan hoy en un rito que es la evocación
sacramental respecto de un acontecimiento originario, que es acción incondicionada. Nuestras palabras
son segundas que prolongan en eco fiel la palabra primera, de la que se originan. Las palabras se
convierten en ‘santas’ cuando sirven de trámite e intercambio con el Absoluto, de manera que tanto el
misterio de Dios como el del hombre se abren el uno al otro y se sueldan juntos como glorificación del
primero y santificación del segundo 11[11].

A veces la importancia del rito pide que las palabras que lo expresan sean en-tonadas, dando lugar al
canto. En el mejor de los casos, el canto es el resultado de la fuerza evocativa ya implícita en el texto,
con acentuación expresiva y comunicativa. La palabra ritual - evocativa - se presta de por sí a resonar, a

9[9] IGLH 270


10[10] SC 112
11[11] Cf. SC 5 y 7

4
‘en-cantar’. Esto supone que la palabra cantada sea oída, acogida, asimilada, compartida y reexpresada
en una escucha activa, que es mucho más que una resignada tolerancia acústica.

‘Los expertos tengan cuidado que en el texto en lengua popular estén oportunamente unidas la fidelidad
al texto latino (original) y la adaptabilidad al canto: en este trabajo tengan en cuenta la naturaleza y las
leyes de cada lengua y la índole y las características de cada pueblo’ 12[12].

En nuestra civilización marcada por la sonoridad martillante - la cultura del ruido - existe el riesgo de
sofocar la capacidad expresiva del canto y la experiencia de hacer música. Esto quizás sea un motivo
de alguna desorientación en lo que hace al canto litúrgico.

‘La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale
entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras,
constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne. En efecto, el canto sagrado ha sido
ensalzado tanto por las Sagradas Escrituras (Ef. 5,19; Col 3,16) como por los santos padres, los
romanos pontífices, los cuales, en los últimos tiempos, empezando por San Pío X, han expuesto con
mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino. La música sacra, por
consiguiente, será tanto más sacra cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea
expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo con
mayor solemnidad los ritos sagrados. Además la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las
formas de arte auténtico que estén adornadas con las debidas cualidades.’ 13[13].

Algunas pistas pastorales y culturales pueden ser las siguientes:

✓ Escoger y evaluar una pieza litúrgico - musical no puede ser sobre parámetros exclusivamente
musicales (una melodía agradable). Debe tener en cuenta la calidad y el tratamiento del texto y su
funcionalidad concreta en la acción ritual concreta.

✓ El funcionamiento ritual de una pieza cantada depende también de las dotes intrínsecas del texto
mismo y de la melodía y de la colocación en el contexto celebrativo apto. Hay cantos típicos para
algunos momentos rituales en lo que hace al momento, al modo y al contenido del canto.

✓ Algunos cantos constituyen un rito o un acto de por sí, son signos directamente sacramentales en el
ámbito de cada una de las celebraciones (Gloria, Salmo, Santo, etc.) y algunos simplemente
acompañan el rito (entrada, ofertorio, Cordero, etc.). 14[14]

✓ La praxis ejecutiva de la celebración es fundamental en la simbiosis entre texto, melodía rito, porque
así como el texto es re-dicho en cada celebración, la melodía debe ser re-cantada como si fuese la
primera vez. Esto nos advierte contra las grabaciones y las ejecuciones mecanizadas. En el ahora de la
liturgia juega el ahora del texto y del canto.

✓ También el método de enfocar un canto cuenta. La incisividad del gesto vocal, el volumen, la velocidad.
Todo debe entrar en juego para atender a su nobleza, sinceridad y congruencia. Si esto no se atiende,
caemos en el adorno musical, con poca relación con la liturgia.

LOS INSTRUMENTOS MUSICALES - GONZALO SANCHEZ

Teniendo en cuanta lo ya dicho sobre la ministerialidad de la música en la liturgia lo decimos también


respecto del uso de los instrumentos musicales.

Si nos preguntásemos ¿porqué el hombre alguna vez se puso a acompañar su canto con instrumentos
musicales? O bien ¿porqué teniendo en su poder el más perfecto de los instrumentos que es la voz
humana quiso valerse de cosas inertes para hacer música? Podemos ensayar una respuesta. El canto
humano auténtico es expresión de los más profundos y verdaderos sentimientos de todo hombre. Este
canto que brota de una profundidad tal requiere un receptor parejo. Otro hombre igualmente abierto o el

12[12] MS 54
13[13] SC 112
14[14] OGMR 17

5
mismo Dios. Pero para reforzar la veracidad de su canto, para completar la alabanza, asocia a su canto
‘a capella’ a aquellas cosas que por sí solas no pueden cantar.

Los animales pueden emitir sonidos y alegrar con mayor o menor belleza; pero los vegetales, los seres
inanimados no pueden. Incluso algunos animales. Bueno, el hombre, en su afán por hacerse uno con la
creación en la alabanza agradecida y adorante, asocia estos elementos a su alegría hecha melodía.
Pensemos en la madera de la guitarra, en sus cuerdas de nylon hechas con polímeros provenientes del
fraccionamiento del petróleo, en la mulita que se usa para hacer un charango, en las cañas de una
quena, en el cuero de un bombo, el las cerdas del arco del violín, en el bronce de una trompa, en las
felpas de algodón en el mecanismo del piano, o en las teclas de marfil que éste tiene.

Toda la creación, se hace canto en los instrumentos. Por eso queremos que suenen con nobleza, con
dignidad, con expresión.

La liturgia hace suyo este impulso humano y los incorpora. No sólo - ni principalmente - por su belleza
artística, sino más bien por su función ministerial.

‘Los instrumentos musicales pueden ser de gran utilidad en las celebraciones sagradas, ya acompañen
el canto, ya intervengan solos. “Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos como
instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias
eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales. En el
culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad
eclesiástica territorial competente, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado,
convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles.” (Cf. SC 120)
Para admitir instrumentos y para servirse de ellos se tendrá en cuenta el carácter y las costumbres de
cada pueblo. Los instrumentos que, según el común sentir y el uso normal, sólo son adecuados para
música profana, serán excluidos de toda acción litúrgica, así como de los “ejercicios piadosos”(Cf.
Instrucción del 3-9-58.70). Todo instrumento admitido en el culto se utilizará de forma que responda a
las exigencias de la acción litúrgica, sirva a la belleza del culto y a la edificación de los fieles. El empleo
de instrumentos musicales en el acompañamiento de los cantos puede ser bueno para sostener las
voces, facilitar la participación y hacer más profunda la unidad de la asamblea. Pero el sonido de los
instrumentos jamás debe cubrir las voces ni dificultar la comprensión del texto. Todo instrumento debe
callar cuando el sacerdote o un ministro pronuncian en alta voz un texto que corresponda por su función
propia.15[15].

No se trata entonces de tener en cuenta la cultura y posibilidades de este grupo concreto sino también
la objetividad del misterio celebrado, como ya se dijo.

Es importante resaltar que el Concilio adopta una postura amplia en este tema. Se le da una preferencia
al órgano de tubos en la liturgia como el instrumento propio. Esto sin embargo no es un absoluto ya que
durante mucho tiempo el mismo órgano no era admitido en los templos porque se usaba en tabernas y
lugares de encuentro para música de ocasión, lo que resultaba totalmente inadecuado para la liturgia
dadas las resonancias que provocaba en el común de la gente. Una vez que perdió este usa no hubo
problema por ‘evangelizarlo’ e introducirlo en las iglesias. Quizás nosotros asistamos a un proceso
semejante respecto de instrumentos que hoy no son apropiados para la liturgia.

Dicho esto podemos agregar que la música instrumental puede prestar tres servicios concretos a la
liturgia.

Acompañar y sostener el canto. En esto se muestra muy útil cuando no necesario, especialmente en
comunidades pobres en voces, pero siempre en el horizonte de la ministerialidad del canto, sin ahogar
el canto, que ha de ser siempre principal.

Dar carácter festivo a la celebración. Volvemos a decir lo dicho respecto del deseo humano de cantar
junto a la creación entera. Sin embargo los instrumentos pueden sonar solos. La Musicam Sacram
alude principalmente a cuarto momentos.‘Se puede tocar en solo antes de la llegada del sacerdote al
altar, en el ofertorio, durante la comunión y al final de la misma.’ 16[16]

15[15] MS 62.63
16[16] MS 65

6
Quizás el que más propiamente sea instrumental sea el canto de salida ya que la asamblea se ha
disuelto y no actúa comunitariamente en este canto.

Distinguir los tiempos y fiestas. Un acompañamiento más sobrio en los tiempos penitenciales, o más
alegre en los festivos puede suplir incluso una escasez de repertorio adecuado.

‘El sonido solo de estos instrumentos no está autorizado durante el tiempo de Aviento y Cuaresma,
durante el Triduo Sacro y en los oficios o Misas de difuntos’ 17[17].

LOS CANTOS EN LA EUCARISTÍA – VIRGINIA VEGA

La Musicam Sacram señala como preferida la misa cantada cuando se celebra con el pueblo,
especialmente los domingos y fiestas. 18[18]A la vez han de observarse ciertos grados de participación del
pueblo y los ministros, que señala el N o 27:

Primer grado de participación:

a. en los ritos de entrada

✓ el saludo del sacerdote y la respuesta del pueblo


✓ la oración colecta

b. en la liturgia de la Palabra

✓ las aclamaciones al Evangelio

c. en la liturgia eucarística

✓ la oración sobre las ofrendas


✓ el prefacio con su diálogo y el sanctus
✓ la doxología final del canon
✓ el Padrenuestro con su monición y embolismo
✓ el pax domini
✓ la oración post comunión
✓ las fórmulas de despedida

Segundo grado de participación.

a. Kyrie, Gloria y Agnus Dei.

b. Credo.

c. La oración de los fieles.

Tercer grado de participación.

a. Los cantos procesionales de entrada y comunión.

b. El canto después de la lectura o epístola.

c. El aleluya antes del Evangelio.

d. El canto de presentación de ofrendas.

17[17] MS 66
18[18] MS 27

7
e. Las lecturas de las Sagradas Escrituras.

Siempre es conveniente que la asamblea participe en los cantos del propio (Ej. Salmo) y tenga
participación en los cantos del ordinario (Gloria) aunque los cante polifónicamente un coro. Podemos
ensayar una jerarquía de cantos, siempre teniendo en cuenta la relación existente entre los distintos
elementos de la liturgia.

I. El salmo responsorial por su rol en la Liturgia de la Palabra.

II. El sanctus por su rol en la Liturgia Eucarística.

III. El Amen al final de la Plegaria Eucarística.

IV. La aclamación del Aleluya en liturgia dominical.

V. El canto de entrada, tal como lo reclama su finalidad propia de formar la asamblea.

VI. El canto de comunión.

VII. El Gloria debería cantarse siempre en la liturgia dominical.

El silencio también debe revalorizarse a la vez que el equilibrio entre lo recitado y lo cantado,
atendiendo a la naturaleza de los textos y a los momentos litúrgicos, de modo que no se agobie a los
fieles con exceso de cantos y no se deje ningún espacio para un silencio más meditativo.

LOS RITOS INICIALES - VIRGINIA VEGA

EL CANTO DE ENTRADA - VIRGINIA VEGA

Es el primer elemento - más allá del mismo espacio físico dispuesto - que reúne a la asamblea. Debe
introducir en la celebración del día, o en el tiempo litúrgico, o en el misterio eucarístico y conviene que
acompañe con carácter procesional el rito que sirve. No se canta para ser escuchado exclusiva y
directamente (como con el salmo) sino que se quiere embellecer y explicitar el rito de entrada, la
procesión la formación de la asamblea, crear el clima celebrativo, motivar la participación, etc.
Recordemos que el hecho de que no se cante, como el Viernes Santo nos significa un hueco sino que el
silencio, si se opta por él, ha de ser elocuente.

“Una vez congregado el pueblo, mientras entra el sacerdote con los ministros, comienza el canto de
entrada. La finalidad de este canto es iniciar la celebración, fomentar la unión entre los presentes e
introducir los espíritus en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta, y acompañar la procesión del
sacerdote y los ministros. Lo cantan alternando el coro y el pueblo o un cantor y el pueblo; o bien lo
canta todo el pueblo o sólo el coro. Se puede usar una antífona con su salmo del Gradual romano o del
Gradual simple, u otro canto que convenga a la acción sagrada, y al carácter del día o del tiempo, cuyo
texto haya sido aprobado por la Conferencia Episcopal. Si no hubiera canto de entrada, recitan la
antífona indicada en el Misal todos los fieles o parte de ellos o un lector, o al menos, el mismo sacerdote
después del saludo.” 19[19]

EL ACTO PENITENCIAL Y EL GLORIA - VIRGINIA VEGA

Estos cantos forman parte del ordinario de la Misa. Por ser oraciones del pueblo, no es propio que el
pueblo fiel quede totalmente excluido de la participación en su canto. Quizás se puede ser creativo en
la forma de cantarlo: el coro alternando el estribillo el pueblo, alternando la asamblea distribuida en dos
coros, etc.20[20] Conviene tener en cuenta que si se hace una polifonía ésta no debe ser de tal
complejidad que dificulte la respuesta del pueblo. Se puede hacer de modo simple la primera vez y
polifónica la respuesta sumándose las demás voces a una que ya el pueblo ha incorporado.

19[19] OGMR 25-26


20[20] MS 34

8
“Después del acto penitencial comienza el “Señor, ten piedad”, a menos que éste ya hubiera formado
parte del mismo acto penitencial. Como se trata de un canto en el que los fieles aclaman al Señor e
imploran su misericordia, de ordinario será cantado por todos; es decir, participarán en él el pueblo y el
coro o el cantor. Cada una de estas aclamaciones de ordinario se repetirá dos veces; pero por razón de
la índole peculiar de cada lengua y del arte musical, o de las circunstancias, no se excluye que pueda
repetirse mayor número de veces, o que se intercale un breve tropo. Si el “Señor, ten piedad” no se
canta, se recitará.

EL Gloria es el himno antiquísimo y venerable por el cual la Iglesia congregada en el Espíritu Santo
glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le presenta su súplica. Lo canta la asamblea de los fieles, o
alternando el pueblo con el coro, o sólo el coro. Si no se canta, lo recitarán todos juntos o
alternadamente. Se canta o se dice los domingos, excepto en tiempo de Adviento y Cuaresma, en las
solemnidades y fiestas y en algunas celebraciones más solemnes.”21[21]El Gloria, himno, naturalmente
musical, de alabanza y festivo queda desdibujado si no se canta. Pierde brillo y fuerza comunicativa.

Respecto de todos los cantos del ordinario no conviene que por una cuestión melódica se les cambie el
texto original. El Directorio para la Misa con niños en su No hace uso del No 55 de la Musicam Sacram
que faculta a las autoridades territoriales para determinar el uso de textos en lengua vernácula,
procedentes de textos antiguos. Sin embargo conviene recordar el valor no sólo histórico de respetar los
textos originales tal como están en el Misal sino también en lo que hace a la unidad entre las distintas
comunidades, o Iglesias particulares, y a su valor dogmático y catequístico.

LITURGIA DE LA PALABRA – EVELIN ORTIZ

EL SALMO RESPONSORIAL Y EL ALELUYA - EVELIN ORTIZ

La Ordenación del Misal se detuvo en este punto. El salmo es tomado por especialistas como un
notable logro del Concilio.

“Después de la primera lectura sigue un salmo responsorial o gradual, que forma parte de la Liturgia de
la Palabra. De ordinario el salmo se tomará del Leccionario, ya que sus textos están directamente
relacionados con las respectivas lecturas: por tanto, la elección del salmo depende de las lecturas...El
salmista o cantor del salmo proclama los versos del salmo desde el ambón o desde otro lugar
adecuado, mientras la asamblea, sentada, escucha y de ordinario participa con su repuesta, a menos
que el salmo se pronuncie todo seguido, es decir, sin intercalación de respuesta.” 22[22]

El mensaje (la ministerialidad) del salmo responsorial es el de prolongar, interiorizándolo, el mensaje de


la primera lectura. Hace de ‘eco’ al contenido de la lectura, pero con la misma Palabra de Dios, que
toma carácter poético y lírico (de acá que no convenga reemplazarlo con otro canto). Se crea un clima
para rumiar, meditar la Palabra, para que cale hondo en nuestros espíritus. Entonces se interiorizan y
personalizan los sentimientos y valores proclamados en la lectura. Incluso nos hace entrar en diálogo
con Dios.

El modo de cantarlos, la cantilación, consiste en una melodía sencilla que sirve de soporte a las
palabras: se quiere comunicar un texto que se hace más expresivo por la melodía. Si no se consigue un
solista (siempre complejo) se puede recitar, incluso con un melodía de fondo, siempre que no ahogue el
texto. Incluso se puede decir la antífona sólo al principio y al final haciéndosela repetir al pueblo y recitar
todo el salmo de corrido.

Por su función de ‘espejar’ la palabra proclamada, ante la imposibilidad de cantar el salmo propuesto en
el Leccionario se puede cambiar por otro adecuado, que mantenga el mismo sentido, ya sea sólo la
antífona o todo el salmo.
San Juan Crisóstomo, al comentar el Salmo 41 decía: “no cantemos la respuesta con rutina, sino
tomémosla como bastón de viaje. La respuesta que tu has cantado, no una sola vez, ni dos, ni tres, sino
muchas veces, recuérdalas con interés y entonces serán para ti de gran consuelo. Yo os exhorto a no

21[21] OGMR 30-31


22[22] OGMR 36

9
salir de aquí con las manos vacías, sino a recoger las respuesta como perlas, para que las guardéis
siempre, las meditéis y las cantéis con vuestros amigos.”

Sin la importancia del salmo responsorial, el aleluya cumple una función importante en la liturgia del
domingo, de solemnidades o fiestas. Es una aclamación alegre, festiva, como rito que prepara la
proclamación del Evangelio. De pie, la asamblea cambia de actitud y se dispone a un encuentro fuerte
con el Señor que habla.

El versículo antes del Evangelio lo introduce y conviene que se cante los domingos o celebraciones
especialmente festivas, siguiendo el siguiente esquema.

Aleluya entonado por el solista.

Aleluya repetido por la asamblea.

Versículo entonado por el solista o de ser posible por toda la asamblea.

Aleluya repetido por la asamblea.

Después de la segunda lectura sigue el Aleluya u otro canto, según lo pida el tiempo litúrgico. El Aleluya
se canta siempre, excepto en Cuaresma.”23[23]

El salmo después de la lectura, si no se canta, ha de recitarse; pero el Aleluya o el versículo antes del
Evangelio, si no se cantan, pueden omitirse.”24[24]

Cuando hay una sola lectura antes del Evangelio: a) en los tiempos litúrgicos en que se dice ‘Aleluya’ se
puede tomar o el salmo aleluyático o el salmo y el aleluya con su propio versículo o solamente el salmo
o el Aleluya; b) en el tiempo litúrgico en que no se ha de decir ‘aleluya’ se puede tomar o el salmo o el
versículo que precede al Evangelio.“ 25[25]

Las secuencias, excepto en Pascua y en Pentecostés, pueden omitirse.” 26[26]

LA CANTILACIÓN DE LOS TEXTOS BÍBLICOS - EVELIN ORTIZ

Es una práctica que se ha abandonado y que se puede recuperar, especialmente en grandes ocasiones
como Pascua y Navidad, donde prevalece el aspecto festivo y no se requiere un esfuerzo tan grande de
parte de la asamblea en la comprensión de los textos. Sin embargo siempre debe dejarse de lado
cuando su cantilación, por la ejecución o por la complejidad, no ayuda a la proclamación del texto
bíblico.

Lo mismo vale para cantilación de las palabras de la consagración.

La profesión de fe “el símbolo es fórmula de profesión de fe, y conviene que lo canten todos o que se
cante de forma que permita una conveniente participación de los fieles.” 27[27]

Cantar el credo, y si puede ser en latín, es un signo muy fuerte de comunión eclesial, podemos unirnos
a una sola voz con todos los fieles de la Iglesia universal.

23[23] OGMR 37
24[24] OGMR 39
25[25] OGMR 38
26[26] OGMR 40
27[27] MS 34

10
LA LITURGIA EUCARÍSTICA – LUIS FERNANDO CHILIGUAY

EL CANTO DE PRESENTACIÓN DE OFRENDAS - LUIS FERNANDO CHILIGUAY

Conviene tener en cuenta, además de la naturaleza propia de este rito, que el momento de la
presentación de ofrendas tiene un sentido de preparación, de pausa. Se parte de la Liturgia de la
Palabra y se prepara la ofrenda para la consagración. No sería entonces apropiado que este canto
tuviera un relieve mayor que el del mismo momento litúrgico. No por eso hay que quitarle la importancia
propia que tiene dentro de la liturgia.

“El canto del ofertorio acompaña la procesión en la que se llevan las ofrendas. Este se prolonga por lo
menos hasta que las ofrendas son colocadas en el altar. Las normas sobre el modo de cantarlo son las
mismas que para el canto de entrada. Si la antífona del ofertorio no se canta, se omite.” 28[28]

El canto es procesional y debe destacar esto y no otros valores, quizás propios de la Plegaria
Eucarística. Puede también cantar la schola una polifonía, dejando a la asamblea para escuchar y
‘reposar’ mientras se prepara lo siguiente. Una tercera posibilidad es la de un acompañamiento
instrumental. Nada obsta, sin embargo a que se reciten las palabras del ofertorio y se conteste ya sea
sin canto o por él.

LOS CANTOS DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA Y LAS ACLAMACIONES - LUIS FERNANDO


CHILIGUAY

La Musicam Sacram las coloca dentro del primero grado de participación, como algo preciado. Es que
estamos frente a cantos de tipo aclamatorios que se ubican en momentos realmente importantes de la
celebración. Rodean la Cena del Señor de un clima de alabanza cuando el celebrante despliega su
lirismo y la asamblea se une en aclamación jubilosa. El esquema podría ser el siguiente:

1. Acción de gracias (prefacio) - presidente


Aclamación (santo) – asamblea

2. Institución - presidente
Aclamación (memorial) – asamblea

3. Doxología - presidente
Aclamación (Amen) - asamblea

Sin duda que los polos sobre los que se apoya esta estructura lírica son el sanctus y el amen.

El sanctus es a la vez una aclamación y un himno. En él nos unimos a la alabanza angélica y de toda la
creación que canta con nuestras voces. Por eso es más que un canto, es rito y no mera palabra
explosiva o una música sin palabras ni un canto cualquiera, sino que es un canto que le corresponde a
la asamblea, es su canto esencial. De ahí que fuera uno de los más defendidos como cantos de la
asamblea hasta entrada la Edad Media.

“El sanctus es una aclamación conclusiva del Prefacio, y conviene que habitualmente lo cante la
asamblea junto con el sacerdote” 29[29]

El amen es una ratificación alegre, solemne, y vigorosa de la oración del celebrante. Es un signo fuerte
de fe en la cumbre de un acontecimiento comunitario, en el que sólo podemos estar de verdad,
participando, con la atención humana y de la fe; entonces brotará de nuestro corazón y de nuestros
labios el grito unánime del Amén-Amén. Amén - Amén. Amén - Amén.

28[28] OGMR 50
29[29] MS 34

11
EL PADRENUESTRO - LUIS FERNANDO CHILIGUAY

“El Padrenuestro está bien que lo diga el pueblo junto con el sacerdote. Si se canta en latín, empléense
las melodías oficiales ya existentes; pero, si se canta en lengua vulgar, las melodías debe aprobarlas la
autoridad territorial competente” 30[30].

EL CORDERO, GESTO DE LA PAZ Y FRACCIÓN - LUIS FERNANDO CHILIGUAY

Estos ritos giran en torno a la idea de la unión y la comunión vital entre los que participan en la
comunión eucarística: la que realiza Jesucristo especialmente por este sacramento.

Durante la fracción del pan se canta el ‘Cordero...’, antiguo himno litánico, repetitivo y meditativo. Se
puede quebrar la rutina de hacerlo todo todos y hacerlo de modo litánico, dónde la asamblea responde
a cada invocación, tantas veces como sean necesarias.

Durante la fracción del pan y la inmixtión, de ordinario el coro o el cantor, respondiendo el pueblo,
cantan o recitan la invocación Cordero de Dios. Esta invocación puede repetirse cuantas veces sea
necesario para acompañar la fracción del pan. La última vez se concluye con las palabras: Danos la
paz.” 31[31].

El Agnus Dei puede repetirse cuantas veces sea necesario, sobre todo en la concelebración, cuando
acompaña la fracción; conviene que el pueblo participe en este canto, al menos con la invocación
final”32[32].

EL CANTO DE COMUNIÓN Y POST-COMUNIÓN - LUIS FERNANDO CHILIGUAY

Este canto acompaña el gesto externo de la procesión comunitaria hacia el altar. El canto y la música se
unen por la naturaleza del gesto.

“Mientras el sacerdote y los fieles reciben el Sacramento, se entona el canto de Comunión, cuya
finalidad es expresar por la unión de las voces la unión espiritual de los comulgantes, manifestar el gozo
de los corazones y tornar más fraterna la procesión de los que van a recibir el Cuerpo de Cristo. El
canto comienza cuando el sacerdote comulga, y se prolonga mientras los fieles reciben el Cuerpo de
Cristo hasta el momento oportuno. Sin embargo, cuando hay un himno después de la Comunión,
conclúyase a tiempo el canto de la Comunión. Se puede tomar una antífona del Gradual Romano, con o
sin salmo, o una antífona con salmo del Gradual simple, u otro canto adecuado aprobado por la
Conferencia Episcopal. Lo canta el coro sólo, o bien el coro o el cantor con el pueblo. Si no hay canto,
recitarán la antífona indicada en el Misal todos los fieles o parte de ellos, o un lector, o al menos el
mismo sacerdote después de haber comulgado y antes de distribuir la comunión a los fieles.

El canto de comunión expresa la relación personal del que comulga con Cristo y la relación comunitaria
de todos los que comulgan juntos. Acá se llega a la cumbre de expresar la alegría del corazón al recibir
el don de Dios: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. El amen que acá se pronuncia - si bien se dice en la
Iglesia - es personal. El canto debe disponer a esto. De ser posible conviene que recoja el contenido de
las lecturas o la celebración del día.

El canto supone la participación de la asamblea, lo que condiciona el canto elegido ya que si se


desplaza, debe poder cantar sin tener que leer. Convendrá un himno conocido por todos, o un canto con
una estrofa o estribillo que se repita u otro tipo de canto de fácil ejecución.

Cristo, el Señor, objetivo preferido de la asamblea en procesión, exige una música y un canto de fuerte
expresividad, de ejecución paciente, inteligente y firme, segura, que comience antes que la procesión y
termine con un solo instrumental después.

30[30] MS 35 cf. OGMR 56 a


31[31] OGMR 56 e
32[32] MS 34

12
Terminada la distribución de la Comunión, según las circunstancias, el sacerdote y los fieles oran en
silencio por algunos momentos. Si se desea, toda la comunidad puede también cantar un himno o
salmo u otro canto de alabanza.” 33[33]

EL CANTO DE SALIDA - LUIS FERNANDO CHILIGUAY

En rigor, el canto de despedida no es parte de la acción litúrgica y por tanto puede omitirse. Sin
embargo, se ha tomado la costumbre de acompañar con un canto el regreso de los celebrantes a su
liturgia existencial, ya impregnada de la liturgia ritual que acaba de concluir. Este puede expresar, o bien
la acción de gracias por los bienes recibidos en Cristo, o bien animar a la misión a la cual hemos sido
enviados desde la Celebración Eucarística, o bien el afecto filial hacia la Ssma. Virgen María, Madre de
Dios y Madre nuestra, para que nos conduzca mediante una vida fiel hacia la patria del Cielo que hemos
recibido en prenda en el Cuerpo del Señor. Si el sacerdote con sus ministros sale en procesión este
canto adquiere forma hímnica procesional.

No siempre el canto de salida tiene sentido: la Misa terminó, la asamblea fue despedida y ya se disolvió
y los celebrantes se fueron. No tiene mayor sentido hacer quedar a algunos contando... se podría cantar
antes de la despedida y luego acompañar la salida con música instrumental.

EL MINISTERIO DEL CANTOR – MAXIMILIANO ALI

INTRODUCCIÓN - MAXIMILIANO ALI

Ahora nos ocupamos de pensar en quiénes son los que cantan en la liturgia. ¿Quiénes son los
cantores? ¿Cómo han de encarar su ministerio?

Estamos frente a un desafío pastoral muy grande ya que es en este campo dónde se presentan la
mayor cantidad de posibilidades y de discusiones. No resulta complejo entender las normas eclesiales
y aceptarlas tal como son dictadas. Sucede que muchas veces la realidad de las comunidades
celebrantes no permite su instrumentación tal como lo sería deseable. Quizás por límite cultural, o
técnico, musical, económico, o pedagógico. El sacerdote, el primero y el cantor, después se encuentran
ante el problema de ‘bajar’ lo mejor posible a la propia realidad el deseo de la Iglesia.
Ante todo el cantor litúrgico sabe que hace música sagrada.

Se entiende por Música Sagrada aquella que, creada para la celebración del culto divino, posee las
cualidades de santidad y perfección de formas. Con el nombre de Música Sagrada se denominan aquí:
el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna en sus distintos géneros, la música sagrada
para órgano y para otros instrumentos admitidos, y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.” 34[34].

Sabe también ponerse frente a la realidad de su comunidad, latir con ella. Más allá de la relación entre
rito - texto - música, tiene que encontrar la relación que ata esta realidad a su comunidad (nacimientos,
pestes, problemas sociales, difuntos, tiempos litúrgicos o civiles - elecciones -, fiestas patrias, etc.)

¿QUIÉN CANTA? - MAXIMILIANO ALI

Las acciones litúrgicas son celebraciones de la Iglesia; es decir, del pueblo santo congregado y
ordenado bajo la presidencia del obispo o de un presbítero (Cf. SC 26.41.42; LG 28).

Ocupan en la acción litúrgica un lugar especial: el sacerdote y sus ministros, por causa del orden
sagrado que han recibido; y por causa de su ministerio, los ayudantes, los lectores, los comentadores y
los que forman parte del grupo de cantores. (Cf. SC 29)” 35[35].

33[33] OGMR 56. i. j.


34[34] MS 4
35[35] MS 13

13
LA ASAMBLEA - MAXIMILIANO ALI

Es quizás la afirmación más rotunda. El protagonista del canto es la misma comunidad entera. Esto es
doctrina conciliar, que recoge la liturgia “Formen, pues, un solo cuerpo, escuchando la Palabra de Dios,
participando en las oraciones, y en el canto, y principalmente en la común oblación del sacrificio y en la
común participación en la mesa del Señor. Esta unidad se hace hermosamente visible cuando los fieles
observan comunitariamente los mismos gestos y actitudes corporales. “ 36[36].

Para esto ayudará el coro, el instrumento, los solistas, pero el protagonismo es siempre de la
comunidad. La adhesión interior se exterioriza de un modo privilegiado cuando la comunidad canta su
súplica, su alabanza, su alegría, o acude cantando en procesión a comulgar.

Los cantos propios de la asamblea son:

Los diálogos con el presidente, que provocan la atención y dan a la celebración un tinte sagrado.

Los géneros litánicos favorecen la participación, por su facilidad, haciendo la celebración más
participada (letanías de los santos, Kyrie, oración de los fieles, Agnus - dejando para el pueblo la
respuesta solamente).

Las aclamaciones que dan realce a los momentos más exultantes de la celebración (aleluya, doxología
de la plegaria eucarística, respuesta a Palabra del Señor, sanctus, etc.). Se ensayan en poco tiempo y
ayudan a incorporar un repertorio que da al conjunto un ritmo de participación que educa porque ayuda
a subrayar cada momento con una palabra cantada que expresa la actitud justa.

la respuesta al salmo responsorial que es eco de la Palabra ya proclamada en la primera lectura. Da a


la escucha de la Palabra un tono de seriedad, atención y pausa contemplativa y no deprisa preocupada
sólo de la materialidad: no sólo que suene la Palabra, sino que resuene en nosotros.

otros cantos como el de entrada, el Gloria y el Credo (pueden alternar con el coro), el de comunión, etc.
La Instrucción Musicam Sacram ya pide la participación de los fieles: “Los fieles cumplen su función
litúrgica mediante la participación plena, consciente y activa que requiere la naturaleza de la misma
Liturgia; esta participación es un derecho y una obligación del pueblo cristiano en virtud de su bautismo
(Cf. SC 14). Esta participación:

a. debe ser ante todo interior; es decir, que por medio de ella los fieles se unen en espíritu a lo que
pronuncian o escuchan, y cooperan a la divina gracia (Cf. SC 11).

b. pero debe ser también exterior; es decir, que la participación interior se exprese por medio de
gestos y las actitudes corporales, por medio de las aclamaciones, las respuestas y el canto (Cf.
SC 30).

Se debe educar también a los fieles a unirse interiormente a lo que cantan los ministros o el coro, para
que eleven su espíritu a Dios al escucharles.

Nada más festivo y más grato en las celebraciones sagradas que una asamblea que toda entera,
expresa su fe y su piedad por el canto. Por consiguiente, la participación activa de todo el pueblo,
expresada por el canto se promoverá diligentemente de la siguiente manera:

a. incluya en primer lugar, las aclamaciones, las respuestas al saludo del celebrante y de los ministros y
las oraciones litánicas, y además las antífonas de los salmos, y también los versículos intercalares o
estribillo que se repite, así como los himnos y los cánticos. (cf. SC 30).

b. por medio de una catequesis y pedagogía adaptada se llevará gradualmente al pueblo a participar
cada vez más en los cantos que le correspondes, hasta lograr una plena participación.

36[36] OGMR 62

14
c. sin embargo, algunos cantos del pueblo, sobre todo si los fieles no están aun suficientemente
instruidos o si se emplean composiciones musicales a varias voces, podrán confiarse solo al coro, con
tal que no se excluya al pueblo de las otras partes que le corresponden. Pero no se puede aprobar la
práctica de confiar, sólo al grupo de cantores, el canto de todo el Propio y de todo el Ordinario,
excluyendo al pueblo de la participación cantada.” 37[37]

EL PRESIDENTE – LUCIANO SATO

El presidente representa a Cristo, es su signo sacramental, a la vez que significa los lazos entre la
Iglesia local y la universal. La pregunta es ¿tiene que cantar? La respuesta es que no pero su canto
puede favorecer el hecho de resaltar su ministerio. Tal puede ser en sentido descendente cuando
saluda o bendice, o en sentido ascendente cuando eleva las oraciones propias, el prefacio, la plegaria,
etc.

“El sacerdote preside al asamblea, haciendo las veces de Cristo. Las oraciones que él canta o
pronuncia en voz alta, puesto que son dichas en nombre de todo el pueblo santo y de todos los
asistentes (cf. SC 33), deben ser religiosamente escuchadas por todos.” 38[38].

Es importante que su canto sea diáfano, transparente y sobrio ya que el texto debe ser bien
comprensible sea o no apoyado por el canto. Si canta debe hacerlo bien, de lo contrario se cae en
empobrecer el texto. Para esto el Misal trae cantidad de textos musicalizados que pueden o no hacerse
de ese modo propuesto.

El presidente es el primer animador de la celebración y su tarea pedagógica es insustituible. Además, al


hacer las veces de Cristo, no conviene que su ministerio quede desdibujado por formas extrañas o
intransigentes.

Otro problema que se suele plantear es la incapacidad del celebrante en materia musical.

“Siempre que pueda hacerse una selección de personas para la acción litúrgica que se celebra con
canto, conviene dar preferencia a aquellas que son más competentes musicalmente, sobre todo si se
trata de acciones litúrgicas más solemnes o de aquellas que exigen un canto más difícil o se transmiten
por radio o televisión. (Instr. 3-9-58. 95) Si no se puede hacer esta selección, y el sacerdote o ministro
no tiene voz para cantar bien, se puede recitar sin canto, pero con voz alta y clara, alguna que otra parte
más difícil de las que le corresponden a él. Pero no se haga esto sólo por comodidad del sacerdote o
del ministro.”39[39]

EL CORO – CANTORES - LUCIANO SATO

“Entre los fieles, los cantores o coro, ejercitan un oficio litúrgico propio y les corresponde ocuparse de la
debida ejecución de las partes reservadas a ellos, según os diversos géneros del canto, y favorecer la
activa participación de los fieles en el mismo. Y lo que se dice de los cantores, vale también, salvada la
proporción, para los otros músicos, sobre todo para el organista. Es conveniente que haya un cantor o
director de coro que se encargue de dirigir los diversos cantos, participando el pueblo en aquello que le
corresponde.”40[40].

El coro debe ocupar su lugar, tanto físico como litúrgico. Por eso no debe sobresalir más de lo necesario
teniendo en cuenta su ministerialidad, ni debe ser relegado a una función meramente exterior.

“El coro -o ‘Capilla Musical’ o ‘Schola Cantorum’- merece una atención especial por el ministerio litúrgico
que desempeña. Su función según las normas del Concilio relativas a la renovación litúrgica, ha
alcanzado una importancia y un peso mayor. A él le pertenece asegurar la justa interpretación de las

37[37] MS 15. 16
38[38] MS 14
39[39] MS 8
40[40] OGMR 63. 64

15
partes que le correspondan según los distintos géneros de canto y promover la participación activa de
los fieles en el canto. Por consiguiente:

a. se tendrá un ‘coro’ o ‘capilla’ o ‘schola cantorum’ y se fomentará con diligencia, sobre todo en las
catedrales y las demás iglesias mayores, en los seminarios y en las casas de estudios religiosos.

b. es igualmente oportuno establecer tales coros, incluso modestos en las iglesias pequeñas.” 41[41].

“Procúrese sobre todo allí donde no haya ni siquiera posibilidad de formar un coro pequeño, que haya
al menos uno o dos cantores bien formados que puedan ejecutar algunos cantos más sencillos con
participación del pueblo y dirigir y sostener oportunamente a los mismos fieles. Este cantor debe existir
también en las iglesias que cuentan con un coro, en previsión de las celebraciones en las que dicho
coro no pueda intervenir y que, sin embargo, hayan de realizarse con alguna solemnidad y por tanto
con canto.” 42[42]

Si dijimos que el mismo canto tiene una función ministerial, cuánto más el coro o los animadores
musicales. Tengamos en cuenta que la asamblea tiene ahora una relación más directa con el coro ya
que no se limita a escuchar sino que tiene que dialogar con éste. Ya no se cantan las - incantables -
misas de Mozart, Bach o Palestrina, a diario sino que el coro tiene que sostener un canto de todo el
pueblo. Esto no significa que hayan de desaparecer los coros sin que su lugar en la liturgia ha sido
acomodado a las nuevas circunstancias.

El coro enriquece el canto del pueblo. Esto no se logra sólo con más voces sino que se trata de aportar
más cantos, o a los ya conocidos, más voces que acompañe la voz principal, más sencilla.

Crea espacios de descanso que fomentan la contemplación. Se trata de tomar a cargo la realización de
ciertos cantos dónde el resto de los fieles, permanecen en un silencio meditativo o en una suerte de
‘descanso’. Se lo logra con un canto sencillo, con una polifonía, con una melodía a cargo del órgano u
otro instrumento, durante la presentación de ofrendas, la post-comunión, etc.

Dar un colorido más propio a cada una de las celebraciones del año litúrgico. Mediante formas más
variadas y solemnes, explotando no sólo la variedad de cantos sino también su distinta forma de
ejecución.

Animar el canto de la asamblea. Especialmente en asambleas que tienen mayor dificultad en asimilar el
canto en la liturgia, por cultura, costumbre, edad, aptitud, educación, etc.

Es muy importante entonces para lograr estos fines, la formación de los cantores. Además de lo dicho
en el No 21 la Musicam Sacram agrega que “Además de la formación musical, se dará también a los
miembros del coro una formación litúrgica y espiritual adaptada, de manera que, al desempeñar
perfectamente su función religiosa, no aporten solamente más belleza a la acción sagrada y un
excelente ejemplo a los fieles, sino que adquieran ellos mismos un verdadero fruto espiritual.” 43[43]

Lo musical se integra con las otras realidades que rodean el ministerio del cantor y lo enriquecen no
sólo para beneficio del pueblo celebrante sino para el del mismo ministro. Sin duda que un cantor que
ha penetrado el misterio de la Eucaristía por connaturalidad, por piedad, por vida espiritual, podrá
expresar mejor el significado profundo de ese rito o gesto o sacramento cantando el mismo canto o bien
eligiendo uno más apropiado.

También la ubicación del coro ha sido prevista. No parece apropiado entonces que se cante de los
‘coros’ en alto de las iglesias salvo que las circunstancias particulares manden hacerlo así
(celebraciones multitudinarias, coros muy numerosos, etc.).

Los cantores, teniendo en cuenta la disposición de la Iglesia, sitúense de tal manera que:

41[41] MS 19
42[42] MS 21
43[43] MS 24

16
a. aparezca claramente su función; a saber: que forman parte de la asamblea de los fieles y que
realizan una función peculiar,

b. la realización de su ministerio litúrgico resulte más fácil,

c. a cada uno de sus miembros le resulte asequible la participación plena en la Misa; es decir, la
participación sacramental. Cuando en el grupo de cantores hay también mujeres, dicho grupo ha
de situarse fuera del presbiterio.” 44[44].

EL SALMISTA - LUCIANO SATO

Traemos acá lo ya dicho respecto del salmo y su lugar en la liturgia. Respecto del salmista decimos que
tiene una función sencilla, sublime y delicada. Es servidor de la Palabra de Dios, mucho más que un
solista del coro. Él compromete su experiencia al nivel de la fe, al ejercer su ministerio y al nivel de la
música al dar forma melódica a los textos de la Palabra de Dios. Es guía y maestro de oración poética y
cantada. Intenta dar vida al salmo, expresar y comunicar los sentimientos de alegría, dolor, penitencia,
júbilo, admiración, lamento, que el texto trae y que la música contribuye a expresar. La Palabra de Dios
no sólo suene en la asamblea sino que resuene en los corazones.

Su preparación no ha de ser sólo litúrgico - musical sino que además, por ser servidor de la Palabra de
Dios, bíblica, para poder reconocer y dar forma expresiva a los distintos géneros de salmo.

“Al salmista le corresponde proclamar el salmo u otro canto bíblico inerleccional. Para cumplir bien con
este oficio, es preciso que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para em itir bien y
pronunciar con claridad” 45[45].

Por la ‘función’ del salmo de ser respuesta meditativa ala Primera Lectura, conviene que no sea el
mismo lector sino que cambie, y de ser posible, con una breve pausa entre aquella y éste para no
apabullar y dejar que la Palabra proclamada baje al corazón.

Un buen salmista canta desde dentro, desde el corazón, ‘sintiendo’ el salmo ubicado en la Liturgia de la
Palabra como una pieza valiosa. Ha de actuar con arte y espíritu.

Tiene que recurrir a las fuentes propias como son las varias ediciones de libros del salmista.

Una última palabra sobre el modo de cantar los salmos. La letra tiene más importancia que la música,
por lo cual parece más adecuado la cantilación que un estilo musical de canción. La melodía ha de
servir de soporte a las palabras. Este modo especial de cantar requiere un ‘entrenamiento’ especial, que
habría que atender para el servicio de cada comunidad.

CUALIDADES DE LOS ACTORES DEL CANTO – ALDANA ORTIZ

Estas palabras parecerían superfluas si no se tuviese en cuenta la seriedad y la responsabilidad que


acarrean el ministerio del cantor litúrgico.

• Deben conocer el oficio. Buenos músicos, canto, instrumento, solfeo, ritmo, géneros musicales, etc.
Buenos liturgos, momentos de la celebración, tiempos litúrgicos, etc. Buenos cristianos, que quieren
celebrar el misterio que sirven. No se puede ejercer bien un ministerio si no se prepara uno bien.

• Deben estar coordinados entre ellos. Con el presidente, guionista, organista, etc. Acá vale llamar la
preparación de la celebración como sinfónica; hay que gastar tiempo en ponerse de acuerdo para la
celebración. “Una organización auténtica de la celebración litúrgica, además de la debida distribución y
desempeño de las funciones - en la que ‘cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará
todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas’ (SC 28) -,
requiere que se observen bien el sentido y la naturaleza propia de cada parte y de cada canto. Para

44[44] MS 23 cf. OGMR 274


45[45] OGMR 67

17
conseguir esto es preciso, en primer lugar, que los textos que por sí mismos requieren canto, se canten
efectivamente, empleando el género y la forma que requiera su propio carácter.” 46[46]

• Deben sentirse servidores, ministros y no dueños. Esto vale para todos, desde el presidente hasta el
organista. Cada uno con la actitud adecuada en cada momento, buscando penetrar el misterio con la
funcionalidad de su ministerio. En la liturgia no hay ‘música pura’ sino ‘música para’ (Duchesne).

• Todos además han de recordar que ellos mismos están llamados a celebrar, porque ellos también
pertenecen a la comunidad. No se trata de mirar y servir desde fuera sino de comprometerse en la
misma celebración que se sirve. Se trata de orar haciendo orar. Se trata de escuchar cuando todos
escuchan, rezar cuando todos rezan, de comulgar cuando todos comulgan, etc.

¿QUÉ Y CÓMO CANTAR? - ALDANA ORTIZ

Estamos ahora en el meollo de la cuestión pastoral. Acá los documentos abren la cuestión al juicio de
los pastores y la realidad de cada comunidad. Sin embargo no dejan de dar ciertos lineamientos que
deberían observarse en todas ellas.

El canto gregoriano. Hay que tener cuidad con desecharlo como algo vetusto y caído en desuso cuando
la Iglesia nos anima a mantenerlo vivo en nuestras celebraciones. Lo mismo vale para el canto en latín,
cuando se lo considera no sólo como un medio válido en la liturgia sino también como medio de
unificación eclesial.

“La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de
circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas. Los demás géneros de
música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los
oficios divinos, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica a tenor del Art. 30.” 47[47].

“Procúrese,..., que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del
ordinario de la misa que les corresponden” 48[48].

“Como a menudo se reúnen fieles de diversas naciones, conviene que esos mismos fieles sepan cantar
juntos en latín, con melodías sencillas algunas partes del ordinario de la Misa, especialmente la
profesión de fe y la oración del Señor.” 49[49]

El canto popular también ha de ser sujeto a un discernimiento, musical, litúrgico y pastoral. Recordar lo
que establece MS 5 sobre la santidad y perfección de formas.

“Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que en os ejercicios piadosos y sagrados y
en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas,
resuenen las voces de los fieles.” 50[50]

“Como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia
que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dése a esta música la debida estima y el lugar
correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar su culto a la
idiosincrasia, a tenor de los Art. 39 y 40. Por esta razón, en la formación musical de os misioneros
procúrese cuidadosamente que, dentro de lo posible, puedan promover la música tradicional de su
pueblo, tanto en las escuelas como en las acciones sagradas.” 51[51]

Al elaborar el cancionero de una comunidad han de tenerse en cuenta varios elementos que
condicionan el canto litúrgico.

46[46] MS 6
47[47] SC 116
48[48] SC 54
49[49] OGMR 19
50[50] SC 118
51[51] SC 119

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“En la selección del género de Música Sagrada, tanto para el grupo de cantores como para el pueblo, se
tendrán en cuenta las posibilidades de los que deben cantar. Al Iglesia no rechaza de la acciones
litúrgicas ningún género de Música Sagrada, con tal que responda al espíritu de la misma acción
litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes (cf SC 116) y no impida la debida participación
activa del pueblo (cf SC 28).”52[52]

Cada canto ha de cumplir su ministerio. Para ello hay que hacer un cuádruple juicio:

I. un juicio musical sobre la calidad de una melodía, su ritmo, su dignidad artística.

II. un juicio sobre la letra y el texto, sus valores teológicos y espirituales, que expresan mucho más
que lo puramente sensible o catequético, etc.

III. un juicio litúrgico, sobre la conveniencia o no de un canto para determinado momento celebrativo
(hay que distinguir necesariamente entre un canto de entrada - procesional - y un canto
meditativo después de comulgar). Recordar siempre que no cantamos durante la Misa sino que
cantamos la Misa.

IV. un juicio pastoral para ver si este repertorio está ajustado o no a una comunidad concreta, a un
coro, a un solista, etc.

De ahí conviene partir el análisis para componer una liturgia más digna, más solemne. MS 6 (Pág. 19).

“Téngase en cuenta que la verdadera solemnidad de la acción litúrgica no depende tanto de una forma
rebuscada de canto o de un desarrollo magnífico de ceremonias, cuanto de aquella celebración digna y
religiosa que tiene en cuenta la integridad de la acción litúrgica misma; es decir, la ejecución de todas
su partes según su naturaleza propia. Una forma más rica de canto un desarrollo más solemne de las
ceremonias siguen siendo sin duda deseables allí donde se disponga de medios para realizarlos bien;
pero todo lo que conduzca a omitir, a cambiar, o a realizar indebidamente uno de los elementos de la
acción litúrgica, sería contrario a su verdadera solemnidad.” 53[53]

El silencio también tiene en la liturgia su lugar, que no es ausencia de sonidos sino un dar lugar a la voz
interior que puja por hacerse presente.

“Se observará también un silencio sagrado (cf SC 30). Por medio de este silencio lo fieles no se ven
reducidos a asistir a la acción litúrgica como espectadores mudos y extraños, sino que son asociados
más íntimamente al Misterio que se celebra, gracias a aquella disposición interior que nace de la
Palabra de Dios escuchada, de los cantos y de las oraciones que se pronuncian y de a unión espiritual
con el celebrante en las partes que dice él mismo.”54[54]

La tradición de la Iglesia no es un antiguo material de museo sino que sigue manteniendo su vigencia.
Dada la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II hay piezas musicales de gran valor que quedaron sin
un lugar apropiado en la eucaristía. No obsta eso a que se lo pueda reubicar en determinadas
celebraciones litúrgicas o en algunas Misas especiales. Pero nadie se puede erguir en juez o árbitro y
declararlas como obsoletas. La Iglesia no lo hace. Nos puede sorprender que se tomen como modelos
las antiguas formas musicales. Acá también se dan algunas pistas para la composición de música sacra
“Teniendo en cuenta las condiciones locales, la utilidad pastoral de los fieles, y el carácter de cada
lengua, los pastores de almas juzgarán si las piezas del tesoro de Música Sagrada compuestas en el
pasado para textos latinos, además de su utilización en las acciones litúrgicas celebradas en latín,
pueden ser, sin inconveniente ser utilizados también en aquellas que se realizan en lengua vernácula.
En efecto nada impide que en una misma celebración algunas piezas se canten en una lengua
diferente.” 55[55]

“Para conservar el tesoro de la Música Sagrada y promover debidamente nuevas creaciones, dése
mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los Seminarios, en los noviciados de

52[52] MS 9
53[53] MS 11
54[54] MS 17
55[55] MS 51

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religiosos de ambos sexos, así como también en los demás Institutos superiores especialmente
destinados a esto (cf SC 115). Debe promoverse ante todo el estudio y la práctica del canto gregoriano,
ya que, por sus cualidades propias, sigue siendo una base de gran valor para la cultura en Música
Sagrada” 56[56]

“Las nuevas composiciones de Música Sagrada han de adecuarse plenamente a los principios y normas
expuestas más arriba. Por lo cual ‘han de presentar las características de verdadera música sacra, y
que no sólo puedan ser cantadas por las mayores ‘scholae cantorum’, sino que también estén al
alcance de los coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de los fieles
(cf SC 121).

En lo que concierne al tesoro musical tradicional, se pondrán de relieve en primer lugar las obras que
respondan a las exigencias de la renovación litúrgica. Después, los expertos especialmente
competentes en este terreno estudiarán cuidadosamente si otras piezas pueden adaptarse a estas
mismas exigencias.

En cuanto a las composiciones que no correspondan a la naturaleza de la Liturgia o a la celebración


pastoral de la Acción Litúrgica, serán oportunamente trasladadas a los ‘ejercicios piadosos’ y, mejor
aun, a las celebraciones de las Palabra de Dios. (cf. 49)” 57[57]

Respecto de las prioridades en lo que hace a la selección de cuáles textos cantar, remito a lo dicho al
tratar el tema de los cantos en la eucaristía. No obstante lo cual agrego algo más de MS.

“Entre la forma más solemne y más plena de las celebraciones litúrgicas, en la cual todo lo que exige
canto se canta efectivamente, y la forma más sencilla en la que no se emplea el canto, puede haber
varios grados según que se conceda al canto un lugar mayor o menor. Sin embargo en la selección de
las partes que se deben cantar se comenzará por aquellas que por su naturaleza son de mayor
importancia; en primer lugar por aquellas que debe cantar el sacerdote o los ministros con respuesta del
pueblo; o el sacerdote junto con el pueblo; se añadirán después, poco a poco, las que son propias sólo
del pueblo o sólo de los cantores” 58[58]

El canto ha de ejecutarse acorde a lo que se celebra para que se pueda desplegar toda la riqueza del
rito.

“El sacerdote, los ministros sagrados y los ayudantes, el lector y los que pertenecen al coro y el
comentador, pronunciarán los textos que le correspondan de forma bien inteligible, para que la
respuesta del pueblo cuando el rito lo exige, resulte más fácil y natural. Conviene que el sacerdote y los
ministros de cada grado unan su voz a la de toda la asamblea de los fieles en las partes que
corresponden al pueblo(Inst. 1964 48b)” 59[59]

Para terminar conviene recordar la importancia de los ensayos con la comunidad. Siempre conviene
que si se va a cantar algo nuevo o si se va a tratar de mejorar algo que no sale bien, que se tomen 5’
del celebrante para dedicarlos a un ensayo corto y bien preparado. Una antífona del salmo, la respuesta
a la oración de los fieles, una aclamación o un canto entero. Estos ensayos son quizás el único medio
posible para introducir cantos nuevos en la liturgia de una comunidad que se reúne sólo durante la Misa
de los domingos, o incluso diariamente.

PARA TERMINAR

Nos unimos a la alabanza de los ángeles en el cielo que de cara a Dios cantan su amor y junto con
María, la llena de gracia pedimos ser contados algún día entre aquellos que todas las generaciones
llamarán felices porque han sido objeto de la misericordia de Dios.

56[56] MS 52
57[57] MS 53
58[58] MS 7
59[59] MS 26

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