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Juan
Juan
En principio era el Logos, y el Logos estaba ante Dios, y Dios era el Logos.
Este estaba en principio ante Dios.
Todo existió por Él, y sin Él, nada de cuanto existe existió.
En Él había vida, y la vida era la Luz de los hombres.
La Luz resplandece en la tiniebla, y la tiniebla no pudo extinguirla.
Juan | El heraldo
Hubo un hombre enviado de parte de Dios llamado Juan; este vino como testigo para que diera
testimonio de la Luz, a fin de que todos creyeran por medio de él; no era él la Luz, sino para que
diera testimonio de la Luz.
Juan | El propósito
La Luz verdadera, que al venir al mundo, alumbra a todo hombre, estaba en el mundo, y el mundo se
hizo por Él, pero el mundo no lo conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron, pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su
Nombre, les dio potestad de llegar a ser hijos de Dios, los cuales no fueron engendrados de sangres,
ni de voluntad de carne ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Juan | La tabernaculización
Y el Logos se hizo carne y tabernaculizó entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria como del
Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan testifica acerca de Él, y ha clamado, diciendo:
“Este es Aquél de quien dije: El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero
que yo.”
De su plenitud todos recibimos gracias tras gracia, porque la ley fue dada por medio de Moisés; la
gracia y la verdad se hicieron realidad por medio de Jesucristo.
Nadie ha visto jamás a Dios; el Unigénito Dios (que está en el seno del Padre), Él lo explicó.
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel
que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque Dios no envió al Hijo al mundo para que juzgara al mundo, sino para que el mundo
fuera salvo por Él.
El que cree en Él no es juzgado, pero el que no cree, ya ha sido juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Unigénito Hijo de Dios.
Y ESTA ES LA ACUSACIÓN:
Que la Luz ha venido al mundo, pero los hombres amaron más la tiniebla que la Luz, pues
sus obras eran malas.
Porque todo aquel que practica cosas malas, aborrece la Luz, y no viene a la Luz, para que
sus obras no sean descubiertas. Pero el que practica la verdad viene a la Luz, para que sea
manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Juan | El que viene del cielo
Después de esto, Jesús se fue con sus discípulos a la tierra de Judea, y estaba allí con ellos y
bautizaba.
Y también Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, pues había allí muchas aguas.
Y acudían y era bautizados porque Juan todavía no había sido echado en la cárcel.
Surgió entonces una discusión de los discípulos de Juan con un judío acerca de una purificación.
Y se acercaron a Juan y le dijeron:
“Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú has dado testimonio, he
aquí bautiza y todos acuden a él.”
Respondió Juan y dijo:
“NADA PUEDE RECIBIR UN HOMBRE SI NO LE FUERA DADO DEL CIELO.
Vosotros mismos me dais testimonio de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido
enviado delante de Él.
El que tiene la novia es el novio, pero el amigo del novio, que está a su lado y lo oye, se
alegra en gran manera por la voz del novio.
Así pues, esta alegría mía ha sido colmada.
ÉL DEBE CRECER, Y YO MENGUAR.
El que viene de arriba, esta sobre todos.
El que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra.
El que viene del cielo está sobre todos.
Lo que ha visto y oído, esto testifica, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz, pues aquel a quien Dios envió, habla
las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano.
EL QUE CREE EN EL HIJO TIENE VIDA ETERNA; PERO EL QUE DESOBEDECE AL
HIJO, NO VERÁ VIDA, SINO LA IRA DE DIOS PERMANECE SOBRE ÉL”
Juan | La Samaritana
Cuando Jesús supo que los fariseos oyeron decir:
“Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan” (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus
discípulos), dejó Judea y se fue de nuevo a Galilea, pero le era necesario pasar por Samaria.
Llega, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que Jacob dio a su hijo José, y
allí estaba el pozo de Jacob.
Y Jesús, cansado de la jornada, se sentó precisamente junto al pozo.
Era como la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua.
Jesús le dice:
“Dame de beber” (pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos).
Le dice entonces la mujer samaritana:
“¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?”
(Porque judíos no se tratan con samaritanos).
Respondió Jesús, y le dijo:
“Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías, y Él
te daría agua viva.”
Le dice:
“Señor, ni vasija tienes, y el pozo es hondo.
¿De dónde, pues, tienes el agua viva?
¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, del cual él mismo bebió
con sus hijos y sus ganados?”
Respondió Jesús y le dijo:
“Todo el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez, pero el que beba del agua que Yo le
daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él una fuente de agua
que brota para vida eterna.”
Le dice la mujer:
“Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacar.”
Le dice:
“Ve, llama a tu marido y ven acá.”
Respondió la mujer y dijo:
“No tengo marido.”
Jesús le dice:
“Bien dijiste: No tengo marido, porque cinco maridos tuviste y el que ahora tienes no es tu
marido.
En esto has dicho verdad.”
Le dice la mujer:
“Señor, veo que tú eres profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar
donde es necesario adorar.”
Jesús le dice:
“Mujer, créeme que viene una hora cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al
Padre.
Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la
salvación viene de los judíos.
Pero viene una hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y verdad, porque también el Padre quiere que lo adoren tales adoradores.
Dios es Espíritu; y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.”
Le dice la mujer:
“Sé que viene un Mesías, el llamado Cristo.
Cuando Él venga nos declarará todas las cosas.”
Jesús le dice:
“Yo Soy, el que habla contigo.”
En esto llegaron sus discípulos, y se extrañaban de que hablara con una mujer.
Sin embargo, nadie dijo:
“¿Qué indagas, o qué hablas con ella?”
Entonces la mujer dejó su cántaro y fue a la ciudad, y dice a los hombres:
“¡Venid!
¡Ved a un hombre que me dijo todo lo que hice!
¿No será este el Cristo?”
Y salieron de la ciudad y fueron a Él.
Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo:
“Rabbí, come.”
Pero Él les dijo:
“Yo tengo una comida para comer, que vosotros no conocéis.”
Se decían entonces los discípulos unos a otros:
“¿Acaso alguien le trajo de comer?”
Les dice Jesús:
“Mi comida es que Yo haga la voluntad del que me envió y que acabe su obra.
¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses, y viene la siega?
He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y contemplad los campos, porque están blancos para la
siega.
Ya el que siega recibe salario y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se
alegre juntamente con el que siega.
Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembre y otro el que siega.
Yo os envié a segar lo que vosotros no habéis labrado; otros han labrado y vosotros habéis
entrado en su labor.”
Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él a causa de la palabra de la mujer, que
daba testimonio:
“¡Me dijo todo lo que hice!”
De manera que cuando los samaritanos llegaron a Él, le rogaban que permaneciera con ellos.
Y se quedó allí dos días.
Y muchos más creyeron a causa de la Palabra de Él, y a la mujer decían:
“Ya no creemos por tu dicho porque nosotros mismos hemos oído y sabido que estes
verdaderamente el Salvador del mundo.”
PORQUE COMO EL PADRE TIENE VIDA EN SÍ MISMO, ASÍ TAMBIÉN DIO AL HIJO
EL TENER VIDA EN SÍ MISMO.
Y LE DIO AUTORIDAD PARA HACER JUICIO, POR CUANTO ES EL HIJO DEL
HOMBRE.
No os maravilléis de esto, pues llega la hora en que todos los que yacen en los sepulcros
oirán su voz, y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida, pero los que
practicaron lo malo a resurrección de juicio.
No puedo hacer Yo nada de Mí mismo.
Según oigo, juzgo; y mi juicio es justo, PORQUE NO BUSCO MI VOLUNTAD, SINO LA
VOLUNTAD DEL QUE ME ENVIÓ.
Si Yo doy testimonio acerca de Mí, mi testimonio no es veraz.
Otro es el que da testimonio de Mí y sé que el testimonio que da acerca de Mí es veraz.
Vosotros habéis enviado mensajeros a Juan y ha dado testimonio de la Verdad.
Aunque Yo no recibo el testimonio de parte de un hombre, digo esto para que vosotros seáis
salvos.
Él era la antorcha que está ardiendo y alumbrando, y por un momento os quisisteis regocijar
en su luz.
Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan, porque las obras que el Padre me
dio para que las realizara, las obras mismas que hago dan testimonio de Mí, de que el Padre
me ha enviado.
El Padre que me envió, Él ha dado testimonio acerca de Mí.
Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su Palabra permaneciendo en
vosotros, porque a quien Él envió, a Este vosotros no creéis.
ESCUDRIÑÁIS LAS ESCRITURAS PORQUE OS PARECE QUE EN ELLAS TENÉIS
VIDA ETERNA, Y ELLAS SON LAS QUE DAN TESTIMONIO DE MÍ, ¡Y NO
QUERÉIS VENIR A MÍ PARA TENER VIDA!
Gloria de parte de hombre no recibo, pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en
vosotros mismos.
Yo he venido en el nombre de mi Padre y no me recibís.
Si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis.
¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís gloria los unos de los otros y no buscáis la gloria
del único Dios?
No penséis que Yo os acusaré delante del Padre; hay quien os acusa: Moisés, en quien
vosotros habéis puesto la esperanza.
Pero si creyerais a Moisés, me creeríais a Mí, porque de Mí escribió él.
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”
Entonces le dijeron:
“¿Qué señal haces tú pues, para que veamos y te creamos?
¿Qué obra haces?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a
comer.”
Jesús les dijo:
“De cierto, de cierto os digo: No os ha dado Moisés el pan del cielo, sino mi Padre os da el
verdadero pan del cielo.
Porque el pan de Dios es aquel que desciende del cielo y da vida al mundo.”
Ellos le dijeron:
“¡Señor, danos siempre ese pan!”
Jesús les dijo:
“¡Yo soy el pan de la vida; el que a Mí viene nunca tendrá hambre y el que cree en Mí no
tendrá sed jamás!
Pero os he dicho que aunque me habéis visto, no creéis.
TODO LO QUE EL PADRE ME DA, VENDRÁ A MÍ; Y AL QUE A MÍ VIENE, DE
NINGÚN MODO LO ECHO FUERA, PUES HE DESCENDIDO DEL CIELO, NO PARA
HACER MI VOLUNTAD, SINO LA VOLUNTAD DEL QUE ME ENVÍO.
Y esta es la voluntad del que me envió:
QUE DE TODO LO QUE ME HA DADO NO PIERDA NADA, SINO QUE LO
RESUCITE EN EL DÍA POSTRERO.
Porque esta es la voluntad de mi Padre:
QUE TODO EL QUE MIRA AL HIJO Y CREE EN ÉL TENGA VIDA ETERNA Y YO LO
RESUCITARÉ EN EL DÍA POSTRERO.”
Los judíos murmuraban entonces acerca de Él, porque había dicho:
“Yo soy el pan que descendió del cielo”
Y decían:
“¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?
¿Cómo dice ahora: He descendido del cielo?”
Respondió Jesús, y les dijo:
“No murmuréis entre vosotros.
NINGUNO PUEDE VENIR A MÍ SI EL PADRE QUE ME ENVIÓ NO LO ARRASTRA.
Y Yo lo resucitaré en el día postrero.
Está escrito en los profetas: Y todos serán enseñados de Dios.
Todo el que oyó de parte del Padre, y aprendió, viene a Mí.
No que alguno haya visto al Padre, excepto el que es de parte de Dios: Este ha visto al
Padre.
De cierto, de cierto os digo:
El que cree, tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Vuestros padre comieron el maná en el desierto, y murieron.
Este es el pan que desciende del cielo, para que quien coma de él no muera:
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre.
Y el pan que Yo daré por la vida del mundo es mi carne.”
Entonces los judíos discutían unos con otros, diciendo:
“¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”
Así que Jesús les dijo:
“De cierto, de cierto os digo:
A menos que comáis la carne del Hijo del Hombre y bebáis su sangre, no tenéis vida en
vosotros.
El que mastica mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el día
postrero.
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida.
El que mastica mi carne y bebe mi sangre, permanece en Mí, y Yo en él.
Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo del Padre, de igual modo el que me mastica,
también él vivirá de Mí.
Este es el pan que descendió del cielo; no como los padres comieron y murieron.
El que mastica este pan, vivirá para siempre.”
Estas cosas dijo en Cafarnaúm, enseñando en una sinagoga.
Por esto surgió una división entre la gente a causa de Él, y algunos de ellos querían prenderlo, pero
nadie puso las manos sobre Él.
Así que los sirvientes fueron a los principales sacerdotes y fariseos, y ellos les dijeron:
“¿Por qué no lo trajisteis?”
Los sirvientes respondieron:
“¡Nunca un hombre habló así!”
Entonces los fariseos les dijeron:
“¿También vosotros habéis sido engañados?
¿Acaso alguno de los magistrados o de los fariseos creyó en Él?
Pero esta gente que no conoce la ley es maldita.”
Nicodemo (el que antes había ido a Él, y es uno de ellos), les dice:
“¿Acaso nuestra ley juzga un hombre sin que primero lo oiga y conozca qué hizo?”
Respondieron y le dijeron:
“¿Acaso eres tú también de Galilea?
Escudriña y verás que de Galilea no surge ningún profeta.
“Yo hablo lo que he visto en la presencia del Padre, y vosotros hacéis también lo que oísteis
de vuestro padre”
Respondieron y le dijeron:
“Nuestro padre es Abraham.”
Jesús les dice:
“Si realmente sois hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.
Pero ahora procuráis matarme, hombre que os he hablado la verdad que oí de parte de Dios.
No hizo esto Abraham.
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.”
Le dijeron:
“Nosotros no hemos nacido de fornicación.
Un solo padre tenemos: Dios”
Jesús les dijo:
“Si Dios fuera vuestro padre me amaríais, porque Yo salí del Padre y vengo de Dios.
No he venido de Mí mismo, sino del que me envió.
¿Por qué no entendéis mi lenguaje?
Porque no sois capaces de oír mi Palabra.
Vosotros sois de vuestro padre, del diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer; él
era asesino desde un principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en
él.
Cuando habla mentira, de lo suyo habla, pues es mentiroso y padre de ella.
Pero a Mí, que digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros me inculpa de pecado?
Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
El que es de Dios, las palabras de Dios oye, por esto no oís vosotros, porque no sois de
Dios”
Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que había hecho Jesús.
Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron al Sanedrín y decían:
“¿Qué haremos?
Porque este hombre hace muchas señales.
Si lo dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y nos quitarán tanto el Lugar
(el Santuario) como la nación.”
Entonces Caifás, uno de ellos, que era sumo sacerdote de aquel año, les dijo:
“Vosotros no sabéis nada, ni consideráis que os conviene que un solo hombre muera por el
pueblo, y no que toda la nación perezca.”
Pero esto no lo dijo por si mismo, sino que, siendo sumo sacerdote de aquel año, profetizó que Jesús
iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para que reuniera en uno a los hijos
de Dios que habían sido dispersados.
Desde aquel día pues, tomaron acuerdo para que lo mataran.
Por eso Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que de allí se fue a la región cercana
al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y allí permaneció con los discípulos.
Estaba cerca la pascua de los judíos, y muchos subieron de la región a Jerusalén antes de la pascua
para purificarse.
Y buscaban a Jesús, y unos a otros, estando en el templo, decían:
“¿Qué os parece?
¿Que no vendrá a la fiesta?”
Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que si alguno supiera dónde
estaba, lo informara para prenderlo.
Estas cosas he hablado en alegoría; llega una hora en que ya no os hablaré en alegorías, sino
claramente os anunciaré acerca de Padre.
En aquel día pediréis en mi Nombre, y no os digo que Yo rogaré al Padre por vosotros,
porque el Padre mismo os ama, pues vosotros me habéis amado y habéis creído que Yo salí
de Dios.
Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y voy al Padre.”
Dicen sus discípulos:
“Mira, ahora hablas con claridad y ninguna alegoría dices.
Ahora entendemos que conoces todas las cosas, y no tienes necesidad de que alguien te
pregunte; en esto creemos que saliste de Dios.”
Jesús les respondió:
“¿Ahora creéis?
He aquí viene una hora, y ha llegado, en que seáis esparcidos cada uno por su lado y me
dejéis solo; aunque no estoy solo, porque el Padre está conmigo.
Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz.
En el mundo tenéis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo.
Juan | La intercesión
Estas cosas habló Jesús, y levantando sus ojos al cielo, dijo:
“¡Padre, ha llegado la hora!
¡Glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a Ti, puesto que le diste potestad sobre
toda carne para que dé vida eterna a todos los que le has dado.
Y estas es la vida eterna:
Que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien enviaste.
Yo te glorifiqué en la tierra acabando la obra que me encomendaste que hiciera.
Y ahora, Padre, glorifícame Tú junto a Ti mismo, con la gloria que tenía contigo antes de
existir el mundo.
Manifesté tu Nombre a los hombres que del mundo me diste.
Tuyos eran y me los diste, y han guardado tu Palabra.
Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado vienen de Ti, porque les he dado
las palabras que me diste; y ellos las recibieron y entendieron que verdaderamente salí de Ti
y creyeron que Tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado, pues son tuyos, y
todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo, mío; y he sido glorificado en ellos.
Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo, y Yo voy a Ti, Padre Santo,
guárdalos en tu Nombre, el cual me has dado, para que sean uno como Nosotros.
Cuando estaba con ellos, Yo los guardaba en tu Nombre, el cual me has dado; y los cuidé, y
ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a Ti y hablo estas cosas en el mundo, para que tengan mi gozo completo en
sí mismos.
Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los aborreció, porque no son del mundo como
tampoco Yo soy del mundo.
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del Maligno.
No son del mundo, como Yo no soy del mundo.
Santifícalos en la verdad, tu Palabra es verdad.
Como me enviaste al mundo, también Yo los envié al mundo; y por ellos Yo me santifico,
para que también ellos sean santificados en verdad.
Pero no ruego solo por estos, sino también por los que creerán en Mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno como Tú, Padre, en Mí, y Yo en Ti; que también ellos estén en
Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste.
Y Yo les he dado la gloria que me has dado, para que sean uno como Nosotros somos uno.
Yo en ellos y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en uno, para que el mundo conozca
que Tú me enviaste, y los amaste a ellos como me amaste a Mí.
Padre, los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo, para
que contemplen mi gloria que me has dado, porque me amaste antes de la fundación del
mundo.
¡Oh, Padre justo!, el mundo no te conoció, pero Yo te conocí, y estos conocieron que Tú me
enviaste, y les di a conocer, y daré a conocer tu Nombre, para que el amor con que me
amaste esté en ellos, y Yo en ellos.
Juan | El arresto
Habiendo dicho estas cosas, Jesús salió con sus discípulos al otro lado del arroyo invernal de
Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró Él con sus discípulos.
También Judas, el que lo entrega, conocía el lugar, pues muchas veces se reunía allí Jesús con sus
discípulos.
Judas, pues, tomando la cohorte y algunos sirvientes de los sumos sacerdotes y de los fariseos, fue
allí con linternas y antorchas y armas.
Jesús, por tanto, sabiendo todo lo que le iba a sobrevenir, salió y les dice:
“¿A quién buscáis?”
Le respondieron:
“A Jesús el nazareno”
Les dice:
“Yo Soy”
Y con ellos estaba también Judas, el que lo entregaba.
Y cuando les dijo: “Yo Soy”, retrocedieron y cayeron a tierra.
Les pregunto, pues, otra vez:
“¿A quién buscáis?”
Y ellos dijeron:
“A Jesús el nazareno.”
Jesús respondió:
“Os dije que Yo Soy; por tanto, si me buscáis a Mí, dejad que estos se vayan.”
Para que se cumpliera la Palabra que había dicho: “De los que me has dado, no perdí ninguno de
ellos.”
Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió al esclavo del sumo sacerdote y
le cortó la oreja.
Y el nombre del esclavo era Malco.
Entonces Jesús dijo a Pedro:
“Mete la espada en la vaina.
¿Acaso no he de beber la copa que me ha dado el Padre?”
Entonces la cohorte, el tribuno, y los sirvientes de los judíos arrestaron a Jesús y lo ataron y lo
llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, quien era sumo sacerdote aquel año.
Y Caifás era el que había dado aquel consejo a los judíos:
“Conviene que un solo hombre muera por el pueblo.”
Y Simón Pedro seguía a Jesús con otro discípulo.
Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús en el patio del sino sacerdote,
pero Pedro se había quedado afuera, de pie junto a la puerta.
Salió, pues, el otro discípulo (el conocido del sumo sacerdote), y habló a la portera e hizo entrar a
Pedro.
Entonces la criada portera dice a Pedro:
“¿No eres tú también uno de los discípulos de este hombre?”
Él dice:
“No soy”
Y los esclavos y los sirvientes, que habían preparado un brasero, estaban de pie y se calentaban, pues
hacía frio.
Y también Pedro estaba con ellos, de pie y calentándose.
Juan | La crucifixión
Tomaron, pues, a Jesús, y cargando Él mismo la cruz, salió hacia el lugar llamado de la Calavera,
que en hebreo se dice Gólgota, donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, y en
medio a Jesús.
Y Pilato también escribió un título y lo colocó encima de la cruz; y había sido escrito: Jesús el
nazareno, el Rey de los judíos.
Muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de
la ciudad, y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.
Y decían los principales sacerdotes de los judíos a Pilato:
“No escribas: El Rey de los judíos, sino que él dijo: Soy rey de los judíos”
Respondió Pilato:
“Lo que he escrito he escrito”
Habiendo, pues, crucificado a Jesús, los soldados tomaron sus vestidos y la túnica, e hicieron cuatro
partes:
Una parte para cada soldado; pero la túnica era sin costura, tejida completamente desde arriba.
Entonces se dijeron unos a otros:
“No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella para ver de quién será”
Para que se cumpliera la Escritura: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron
suerte”
Así, pues, los solados hicieron estas cosas.
Y junto a la cruz de Jesús estaban de pie su madre, la hermana de su madre, María, Salomé la de
Cleofás y María Magdalena.
Entonces Jesús, al ver a la madre y al discípulo a quien amaba, de pie a su lado, dice a la madre:
“¡Mujer, he ahí tu hijo!”
Después dice al discípulo:
“¡He ahí tu madre!”
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió consigo.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo había sido consumado, para que se cumpliera la
Escritura, dice:
“Tengo sed”
Estaba puesta una vasija llena de vinagre, y empapando una esponja en el vinagre, la sujetaron
alrededor de un hisopo y se la acercaron a la boca.
Entonces, cuando tomó el vinagre, Jesús exclamó:
“¡Ha sido consumado!”
Y habiendo inclinado la cabeza, entrego el espíritu.
Entonces los judíos, para que los cuerpo no quedaran en la cruz en el sábado (pues era la
preparación, y el día de aquel sábado era muy especial), rogaron a Pilato que les fueran quebradas
las piernas y fueran quitados.
Fueron, pues, los soldados, y quebraron las piernas del primero, y del otro que había sido crucificado
con él; pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas; pero
uno de los soldados le abrió el costado con su lanza, y al instante salió sangre y agua.
Y el que ha visto, ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad,
para que también vosotros creáis.
Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliera la Escritura: No será quebrado hueso suyo.
Y además otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Después de estas cosas, José de Arimatea (que es discípulo de Jesús, aunque escondido por temor a
los judíos), rogó a Pilato que le permitiera llevar el cuerpo de Jesús; y Pilato lo permitió.
Fue, pues, y llevó su cuerpo.
También Nicodemo (el que fue primero a Él de noche), había ido llevando una mezcla de mirra y
áloe como de cien libras.
Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias aromáticas, según es
costumbre de sepultar entre los judíos.
Y en el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún
nadie había sido puesto.
Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, porque el sepulcro estaba cerca,
colocaron a Jesús.
Juan | La resurrección
El día uno de la semana, estando aún oscuro, María Magdalena se allega al sepulcro y ve removida
la piedra del sepulcro.
Corre, pues, y va a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús y les dice:
“¡Se llevaron del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo pusieron!”
Entonces salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro.
Y corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió adelante más rápido que Pedro y llegó primero
al sepulcro.
Y agachándose vio los lienzos de lino puestos allí, pero no entró.
Llegó entones Simón Pedro, que lo seguía, y entrando dentro del sepulcro vio los lienzos de lino
puestos allí, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos de lino, sino
enrollado en un lugar aparte.
Entonces entró también aquel otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó.
Porque aún no habían entendido la Escritura, que tenía que resucitar de entre los muertos.
Asi que los discípulos fueron otra vez a los suyos.
Pero Tomás, uno de los doce, el llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús apareció.
Le decían, pues, los otros discípulos:
“¡Hemos visto al Señor!”
Pero él les dijo:
“A menos que vea en sus manos la señal de los clavos, y meta mi dedo en el lugar de los
clavos, y meta mi mano en su costado, de ningún modo creeré”
Y ocho días después, de nuevo estaban sus discípulos dentro (y Tomás con ellos), llegó Jesús y se
hizo presente estando las puertas cerradas, y dijo:
“Paz a vosotros”
Luego dice a Tomás:
“Trae acá tu dedo y mira mis manos, y acerca tu mano y métela en mi costado; y no seas
incrédulo, sino creyente”
Respondió Tomás y le dijo:
“¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”
Jesús le dice:
“¿Por qué me has visto, has creído?
Bienaventurados los que no vieron y creyeron”
Pedro se volvió, y ve que los sigue el discípulo a quien Jesús amaba (el que también en la cena se
había reclinado sobre su pecho, y dijo: Señor, ¿quién es el que te entrega?).
De manera que cuando Pedro lo vio, dice a Jesús:
“Señor, ¿y este qué?”
Jesús le dice:
“Si lo quisiera dejar (aquí) hasta que vengo, ¿qué a ti?
Sígueme tú”
Esta palabra salió, pues, a todos los hermanos: “¡Aquél discípulo no muere!”
Pero Jesús no le dijo: “No muere” Sino: “Si lo quisiera dejar (aquí) hasta que vengo, ¿qué a ti?”
Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que escribió estas cosas.
Y sabemos que su testimonio es veraz.
Y HAY TAMBIÉN MUCHAS OTRAS COSAS QUE HIZO JESÚS, LAS CUALES, SI SE
ESCRIBIERAN UNA POR UNA, SUPONGO QUE NI EN EL MUNDO ENTERO CABRÍAN LOS
LIBROS ESCRITOS.