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La Carretanagua

En esas noches en las que la oscuridad abunda, se


dice que sale a rondar la Carretanagua,
anunciando desgracias para los pueblerinos de
una localidad determinada. La poca gente que
dice haberla visto, afirma que se trata de una
carreta vieja que se encuentra en muy malas
condiciones. Esto hace que sus ruedas hagan
demasiado ruido, provocando que la gente se
quede en sus casas hasta que el estruendo cesa.
En vez de toldo, ese transporte se encuentra cubierto por una sábana de color blanco. Por su parte, la
conductora de la carreta, no es otra que la muerte, quien viaja acompañada de una filosa guadaña, misma
que recarga sobre su hombro izquierdo.

En vez de caballos, los animales que sirven para remolcarla son un par de bueyes, los cuales por su aspecto
parece que los sacaron de un cementerio. Uno de estos es de una tonalidad negruzca, en tanto que el otro
tiene un pelaje muy similar al color del melocotón. Lo extraño es que jamás dobla en las esquinas. Si por
alguna razón se topa con una o llega a un callejón, simplemente se desvanece y aparece en otro sitio del
poblado. Desgraciadamente, no hubo nadie que me supiera decir cuál es el origen de la Carretanagua. No
obstante, investigando un poco más a fondo, me pude dar cuenta de que de alguna forma ese transporte
anuncia la muerte de un lugareño. Pues según lo que me dijo un amigo nicaragüense, cada vez que se
escucha el rechinido de sus llantas, una persona muere al día siguiente de manera inexplicable.

La mocuana

Aproximadamente en el año 1530, los españoles realizaron


una expedición bien armada en territorio nicaragüense, para
ampliar sus dominios e incrementar sus riquezas. En esta
incursión los españoles lograron reducir a los indios de
Sébaco, habitantes de la Laguna de Moyúa. El jefe de la tribu
india, una vez vencido, obsequió a los conquistadores bolsas
elaboradas con cuero de venado, llenas de pepitas de oro.
La noticia en España de que los conquistadores habían regresado con grandes riquezas llamó la atención de
un joven, quien esperaba vestir los hábitos y cuyo padre había muerto en esta incursión. Decidido, el joven
se incorporó a una nueva expedición, y después de un largo y penoso recorrido llegó a suelo nicaragüense,
donde fue muy bien recibido por los pobladores, creyendo que era un sacerdote.

Ya en Sébaco, el joven conoció a la hermosa hija del cacique y la enamoró con intenciones de apoderarse de
las riquezas de su padre. La joven india se enamoró perdidamente del español, y en prueba de su amor le
dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes afirman que el español también
llegó a enamorarse verdaderamente de la joven india.

El cacique, al conocer los amoríos entre su hija y el extranjero, se opuso a la relación, y éstos se vieron
obligados a huir, pero el cacique los encontró y se enfrentó al español, logrando darle muerte. Luego
encerró a su hija, a pesar de estar embarazada, en una cueva en los cerros. Pero hay versiones que aseguran
que fue el español el que encerró a la india después de apoderarse de los tesoros.

Cuenta la leyenda que La Mocuana enloqueció con el tiempo en su encierro, del que logró salirse después
por un túnel, pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo en un abismo, y desde entonces aparece por los
caminos invitando a los caminantes a su cueva. Dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, sólo
su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra. En algunos lugares cuentan que cuando La Mocuana
encuentra a un niño recién nacido, se lo lleva, dejando siempre las piezas de oro.

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