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Leyendas
Leyendas
En vez de caballos, los animales que sirven para remolcarla son un par de bueyes, los cuales por su aspecto
parece que los sacaron de un cementerio. Uno de estos es de una tonalidad negruzca, en tanto que el otro
tiene un pelaje muy similar al color del melocotón. Lo extraño es que jamás dobla en las esquinas. Si por
alguna razón se topa con una o llega a un callejón, simplemente se desvanece y aparece en otro sitio del
poblado. Desgraciadamente, no hubo nadie que me supiera decir cuál es el origen de la Carretanagua. No
obstante, investigando un poco más a fondo, me pude dar cuenta de que de alguna forma ese transporte
anuncia la muerte de un lugareño. Pues según lo que me dijo un amigo nicaragüense, cada vez que se
escucha el rechinido de sus llantas, una persona muere al día siguiente de manera inexplicable.
La mocuana
Ya en Sébaco, el joven conoció a la hermosa hija del cacique y la enamoró con intenciones de apoderarse de
las riquezas de su padre. La joven india se enamoró perdidamente del español, y en prueba de su amor le
dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes afirman que el español también
llegó a enamorarse verdaderamente de la joven india.
El cacique, al conocer los amoríos entre su hija y el extranjero, se opuso a la relación, y éstos se vieron
obligados a huir, pero el cacique los encontró y se enfrentó al español, logrando darle muerte. Luego
encerró a su hija, a pesar de estar embarazada, en una cueva en los cerros. Pero hay versiones que aseguran
que fue el español el que encerró a la india después de apoderarse de los tesoros.
Cuenta la leyenda que La Mocuana enloqueció con el tiempo en su encierro, del que logró salirse después
por un túnel, pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo en un abismo, y desde entonces aparece por los
caminos invitando a los caminantes a su cueva. Dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, sólo
su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra. En algunos lugares cuentan que cuando La Mocuana
encuentra a un niño recién nacido, se lo lleva, dejando siempre las piezas de oro.