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Martin Cohen (0 dilemas tis Segunda edicita 101 dilemas éticos Roger dijo Harry-, cambiamos de rumbo. Fiel a su palabra, al emprender el vuelo de regteso, Meneo, Barrig6n y Dickie sobrevolaron la pequefia fra- gata que, con su imponente cafién de 200 mm apuntan- do desafiante hacia las nubes, se alejaba lentamente de los refugiados y regresaba a su base 2Y qué pas6 con Jos refugiados? Nadie lo sabe. Lo Sinico cietto es que ninguno de ellos aleanz6 la costa. {Otro triunfo ético en el haber de Meneo, Barrigén y la patrulla de quardacostas? 218 Relatos de Relatavia 73. Los calvorotas de Pelolandia En Pelolandia conviven dos grupos étnicos, los mele- rnudos y los calvorotas. En realidad, el ntimero de melenu- dos es ligeramente superior al de los segundos y, con el tiempo, han ido copando los puestos mas importan- tes y de mayor responsabilidad de la administraci6n. ero, aun asi setrata de un estado bastante feliz (aunque también un tanto patriarcal) en el que todo el mundo sabe de qué manera funciona el sistema y el lugar que le corres- ponde en él. De hecho, se ha implementado un programa de control de nacimientos muy democratico, con objeto de ayudar a Jos padres a eliminar la posibilidad de tener descendencia calvorota No sorprende, por tanto, el enojo del primer ministro al encontrarse con que la delegacién —étnicamente mixta para variar— que ha enviado Relatavia, el pafs vecino, a fin de tratar de las relaciones comerciales entre ambos paises, critica algunos aspectos del régimen de Pelolandia -Nos preocupa comprobar que los calvorotas no go- zan de igualdad de oportunidades en materias como la salud, la educacién y el acceso al mundo laboral... -dice uno de los miembros de la delegacidn, Bueno, ejem, si, eso es cierto ~ataja con delicadeza el hirsuto y espigado anfitrién mientras se atusa su poblada 220 Dilema 73: Les ealvorotas de Pelotandia barbe-, pero debe entender que en nuestra cultura el ac- ceso a los puestos de trabajo de nivel medio y alto esta reservado a los melenudos, de modo que resultarfa poco practico ¢ innecesario destinar a los calvorotas unos re- cursos que, inevitablemente, tendrian que ser bastante li mitados. ¥ lo que es més ~prosigue altaneramente mien- tras recorre con gélida mirada a los miembros de la delegacidn, muchos de los cuales arrastran nerviosos los pies y parecen sentirse bastante azorados-, lo que es més, repito, es absolutamente esencial para el buen manteni- miento del orden paiblico y la moral que la edtucacién y la salud se administren por separado a los dos sectores de nuestra sociedad ‘A nuestro parecer, la mezcla en piiblico de los dos gru- pos, que en una sociedad como la suya parece tan nor mal, es de una moralidad més que dudosa. -¥, en un tono més conciliador, afiade~: Ademés, las diferencias en el rendimiento econémico entze melenudos y calvorotas nos obligan a concentrar los recursos y las oportunidades en los melenudos. Segiin tengo entendido, ustedes, en su pais, también tienen un sistema similar. La delegacién de Relatavia agradece la franqueza de la respuesta. Todos ellos se enorgullecen del alto grado de tolerancia que muestran hacia las diferencias culturales, y son muchos los que consideran que sostener que un sistema es mejor que otro constituye una forma de impe- rialismo. Todos, menos uno; un tipo bajito, medio calvo y excesivamente escrupuloso, que ademas es el vicepre- sidente de la delegacisn. =2Y qué me dice de los asesinatos de calvorotas? -Es al quien habla ahora, aaa 101 demas éticos Un tenso silencio se extiende por toda la mesa. Final- mente, el lider de los melenudos, con un desagradable gruitido, se aclara la voz, y dice: Se refiere usted a nuestro programa de control mé- dico de los nacimientos, un programa que, me petmito sefialarle, es solicitado mayoritariamente por los proge- nitores calvorotas? ~jEn efecto, pero no sblo a eso! -responde el vicepre- sidente “En tal caso, gtendria el sefior delegado la bondad de explicarnos a qué se sefiere exactamente? ~pregunta el primer ministro. “Ciertamente. ¢Cémo se puede considerar correcto que cada vez que tiene lugar una catéstrofe natural, como ocuttié con las recientes inundaciones, o una de las, asi amadas, «crisis nacionales», por ejemplo, el folléa que se armé la pasada semana tras la devaluacién del dolar peludo, o incluso la derrota del equipo de Pelolandia en las series mundiales de criquer, se procedaa hacer una re- dada de calvorotas para luego sometetlos a una flagela- cién piblica, llegando en ocasiones, segiin sefialan algu- nos informes, a lapidarlos hasta darles muerte? ‘Los anfitriones pelolandianos se sienten hondamente agraviados y ofendidos por tan descarado ataque contra su forma de vida, Forma parte de las tradiciones politicas, del pais que, cuando los hados se muestran adversos a la hnacién pelolandiana, cualquiera que sea la forma en que tal circunstancia se manifieste, se ha de llevar a cabo una demostracién de fuerza y poder para conseguir aplacar- Jos, Por otro lado, es bien sabido que no hay practica po- Iitica més saludable que imponer un castigo ejemplar a 222 7 Dilema 73: Los ealvorouas de Pelolandia unos cuantos calvorotas (de no hacerse asi, podrian des- mandarse). ~Antes de darles una respuesta, sefiores de Relatavia, quisiera hacerles una pregunta —dice el primer ministro de Pelolandia—: ¢Acaso pretenden ustedes imponernos sus propios valores? Qué deben responder a eso los relatavianos? 23 74. Los calvorotas de Pelolandia (IT) Los relatavianos se ponen a conferenciar. Esté claro, ar- gumenta uno, que ef pueblo de Pelolandia dispone de tan sistema consolidado y que goza de un apoyo casi mayoritario (aunque, dado que la disidencia se castiga con la pena de muerte, tampoco se pueda estar muy se- guro). El vicepresidente ~que ya ha causado bastante cons- ternacién, asi como un indudable quebranto de las re- laciones diplométicas~ sigue igual de agitado. Afirma que la opresién de los calvorotas no puede ser tolerada, pues constituye una violacidn de los derechos humanos universales, particularmente del derecho a la vida, y que no puede considerarse simplemente una anomalia «culturab>. Sin embargo, el presidente del grupo le espeta que es fundamental respetar los puntos de vista de otras socie~ dades. ‘Aun asi, el vicepresidente sigue discutiendo: se niega a aceptar que el mundo pueda dividirse en «sociedades» de ese tipo, pues carecen de sentido tanto desde el pun- to de vista geografico como histérico. Hace cincuenta afios, sefiala, en Pelolandia no se hacia ninguna distin- cién entre melenudos y calvorotas, € incluso hubo un primer ministro calvorota, y sélo desde que la fanética 224 Dilema 74: Los calvorotas de Pelolandia (Il) Iglesia de ia Conciencia Folicular aument6 su poder (y su tiqueza) la sociedad de Pelolandia ha mostrado ese empefio en erradicar la influencia de los calvorotas. Eso era antes, y lo que cuenta es el ahora replica otro miembro de la delegacién-, Sabes perfectamente que nosotros los relatavianos sostenemos que los valo- res no sdlo varian en el espacio, sino también en el tiempo. Si dice una delegada de aspecto remilgado, que tie- ne la mala costumbre de citar textos de memoria, lo que es correcto en este momento, es correcto sin més, y no tiene importancia que ayer estuviera mal, que lo vaya a estar mafiana o que se considere algo malo en cualquier otro lugar. -Un momento -se defiende el atribulado vicepresiden- te, que se da cuenta de que el sentir del grupo se inclina en su contra-, estéis incurriendo en un error a la hora de defini geograficamente esta sociedad. La mayoria de los calvorotas a los que se da muerte proceden del sudoeste del pais, un territorio que, en sentido estricto, formaba parte de Amorlandia, peto que le fue arrebatado... hace sdlo diez aiios! No me cabe ninguna duda de que si se realizara una encuesta entre los habitantes de esa regién, tanto calvorotas como melenudos, descubririamos que siguen ereyendo en ese espiritu de fraternidad y toleran- cia que, eso al menos era lo que yo crefa hasta ahora, tanto nos esforzébamos por poner en practica en Rela- tavia! Llegadas las cosas a ese punto, el primer ministro, que empieza a estar harto de todas estas disputas (los calvo- rotas van a pagar por esto mas tarde!), exige que se le dé 225 101 dilemas étcos tuna respuesta, ¢Acaso pretenden los relatavianos impo- nerles su forma de actuar, o pueden seguir haciendo ne- gocios? TE jefe de la delegaci6n, como buen relataviano, res- ponde gue, a estas alturas, lo mejor serd que cada delega- do exprese su punto de vista personal Pero iqué van a decir? 75. Sédlo de postre El primer ministro no esté por la labor de seguir escu- chando los torpes subterfugios de la delegacién relata- viana, y los hace callar con un gesto de la mano. ~jSilencio! Creo que en lineas generales estamos de acuerdo, Vené Roma veni Romani! (‘En Roma, haz lo que los romanos!”, Por desgracia, en las escuelas de Pelolandia se sigue estudiando latin.) Mis queridos amigos, algunos de sus puntos de vista (jno todos, desde luego!) son una afren- ta a nuestros més sacrosantos valores; por lo que, pata se- guir considerandonos socios, es necesario realizar un pe- ‘queiio sacrificio, Segtin nuestras costumbres, si se produce una desavenencia, la parte visitante que ha causado el agra- vio se unird a nosotros en una de nuestras «cacerias de cal- vorotas» para obtener algo con lo que celebrar un banque- te. jSdlo de postre, se lo aseguro; tenemos muchas otras cosas (nuestra quiche especial es una) como plato princi- pal! -afiade, malinterpretando la expresién de espanto de Jos relatavianos. Dicho lo cual, se gira en redondo y aban- dona con paso majestuoso la reunién, dejando solos a los pobres relatavianos para que sigan con sus discusiones. Pero, en esta ocasién, el grupo alcanza pronto un acuerdo, Todos menos uno (el vicepresidente) convie- nen en respetar las costumbres locales y que, como de todos modos los calvorotas de Pelolandia viven someti- 227 101 dilemas Aicos dos a una persecucién constante, no se les podré acusar de haber conttibuido a empeorar su situacién, Al fin y al cabo, si la reparacién de una desavenencia requiere un sacrificio humano, es muy posible que un desacuerdo més profundo tuviera como resultado un progromo, 0 dafiara seriamente las relaciones comerciales, algo que no seria bien visto en su pais. —gAdénde han ido a parar nuestros principios? 2Es que vamos 4 aceptar que se sacrifiquen vidas humanas sélo para que el comercio de armas relataviano vaya 30- bre ruedas? ~pregunta el vicepresidente, es de suponer, que de forma tetérica, pues, de hecho, la caza resulta muy emocionante y viene seguida, esa misma noche, de una excelente y muy animada cena. Al dia siguiente, los relatavianos firman varios acuer- dos comerciales de gran alcance, y regresan a su pais en olor de multitudes. Pasarn algunos afios antes de que un periédico de Amorlandia se haga con los detalles de Jos acuerdos y proclame su dudosa moralidad: «Una traicidn en toda regla a los més sacrosantos principios». ~Pero los principios ede quién? —manifiesta exaspera- do el gobierno relataviano, En todo caso, el asunto se queda en nada, porque, en realidad, comerse a alguien es un problema ético nimio, més atin si ha tenido lugar en un clima muy cordial. Pero es cierto eso de que no es mas que una costum- bre diferente? 228 76. Problemas (relatavianos) relativos alos parientes: una cuestién de honor En realidad, una de las cosas que hacen de Relatavia un pais tan apasionante es precisamente el espectaculo de ver tantas culturas distintas conviviendo las unas junto a las otras, sin que nadie trate de decir a los demas cémo deben comportarse. Lo cual no quita para que a veces surjan problemas, cuando la relacién entre los miembros de comunidades diferentes llega a ser muy estrecha, La sefiora Jones se ha quedado de piedra al enterarse por una vecina de que su hijo Jonathan «esté saliendo con una chicas, Esa misma noche, cuando Mega Jo- nathan, més contento que unas castauelas, le pregunta con voz temblorosa si «ha estado con alguien». ~Pues claro, madre ~dice ingenuamente Jonathan-, he ido al cine con Sally. Ala sefiora Jones se le han puesto los labios blancos de lo furiosa que est4, Nile ha dado permiso para ver a Sally ni le parece bien que lo haga, Considera que le corres- ponde a ella decidir con quién puede salir su hijo y, Hle- gado el momento, con quién debe contraer matrimonio, Con Sally, en cambio, ni siquiera esta enfadada, pues sabe que es de Amorlandia, y esa gente no tiene sentido dela moral. Pero de su Jonathan no se esperaba eso, Por siesto fuera poco, le ha parecido ver -aunque se ha guar- 229 101 dilemas éticos dado de decirlo~ que en el cuello de la camisa de Jo- nathan habia una mancha de carmin. Esa misma noche, la sefiora Jones convoca a las muje- res de la familia a celebrar un «cénclave» extraordinario ‘Allestd la abuela Jones, asf como las tias Jo y Ethel. Tam- bign se hallan presentes las hermanas de Jonathan, Flo y Kate. La abuela lo tiene muy claro: Jonathan ha mantenido ‘una relacidn ilicita, por lo que se le ha de aplicar la pena acostumbrada en estos casos. Flo, por su parte, esta tan indignada, que empieza a decir a voz en grito que su her- mano se ha estado comportando como un «miserable prostitutos. Al dia siguiente, cuando Jonathan, después de haber estado con Sally, regresa a casa, la abuela ya ha hecho su parte del trabajo y les ha dado a las chicas un revdlver con ocho balas. Flo y Kate no lo dudan ni un instante: «Bang! ;Bang! ;Bang!>. Jonathan cae al suelo. «{Bang! {Bang! ;Bang! ;Click!» Pero da igual, el pobre Jonathan esta muerto, y ahora 10 sdlo la sefiora Jones sino toda la familia se sienten in- mensamente aliviadas. El honor familiar ya esta limpio. Cuando se presenta una mujer policia para averiguar qué ha sido todo ese ruido (pues los vecinos se han quejado), la sefiora Jones Je explica la situaci6n y, tras darle las gracias, le dice que no hay ningtin problema, que lo tinico que hay que hacer ya es deshacerse del cuerpo. Pero la mujer policia no parece ser de la misma opi- nidn. Saca una libreta del bolsillo superior y empieza a 230 | { \ | Dilema76:Peoblemas(relatavianos) elativosalosparientes:unacuestién dehonor escribir la cantidad a la que asciende la multa establecida para tales casos. ~Tiene que pagar esta cantidad, sefiora ~dice con seve- ridad-, Es la nueva ley. ~1Al diablo con las nuevas leyes! —dice indignada la matriarca-. ¢Es que ya nadie distingue lo que esta bien de lo que esta mal? zHace bien la mujer policia al tratar de ponerles una multa? 231 Etica bélica Dresde en ruinas, Febrero de 1945. ‘© Holton Archive ils El buen combate Cuando, en 1939, Adolf Hitler ocupé Polonia, el Reino Unido y Francia declararon la guerra a Alemania; asf se inici6 la Segunda Guerra Mundial y, con ella, un nuevo tipo de guerra aérea, que los reiterados llamamientos del presidente Roosevelt, pidiendo contencién, no lograron impedir. Lo que se demandaba, concretamente, era que «bajo ninguna circunstancia se llevaran a cabo bombar: deos aéreos sobre la poblacién civil o sobre aquellas ciu dades que no estuvieran fortificadas», El mundo ya co: nocia esta diabélica forma de combate: los italianos habjan sido los pioneros, al emplearla contra las aldeas campesinas de Abisinia, y los alemanes la habfan perfec- cionado en Espafia Pero, llegado el mes de mayo del aio siguiente, cuando ya Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica e incluso Fran. cia habfan caido ante el avance aleman, el Reino Unido in- cumplié aquel compromiso tacito y empez6 a recurrir alos bombardeos aéreos. Churchill fue rompiendo paso & paso todas las convenciones; en un principio slo se bombar- dearon «objetivos militares», lo cual trafa aparejado lo que hoy se conoce como «dafios colaterales» (Ia muerte de ci viles), pues entre los objetivos se contaban las estaciones de ferrocartil y los puertos, y la precision de las bombas era de sdlo media milla. A partir del 20 de junio de 1940, 233, 101 dilemas éticos los centros industriales fueron incluidos también entre los objetivos militares. En septiembre, los alemanes comen- zaron su campaiia de bombardeos sobre las ciudades briténicas y sus habitantes; y en octubre, Churchill auto- rizé a Arthur Harris, el nuevo jefe del Mando de Bom- bardeo Aéreo, a que iniciara el «hombardeo de area». Ahora, el objetivo de las incursiones eta destruir ciuda- des enteras hombres, mujeres y nifios incluidos-. Se cuenta la anécdota de que, una noche, cuando regresaba a su casa en High Wycombe desde Londres, « Hay que reconocer que, como tal medida disuasoria, funciona a la perfeccidn, Aterrorizado ante la posibili- dad de que un simple accidente lo haga volar en peda- zos, el sefior Mezquino renuncia a realizar cualquier tipo de atreglo en el inodoro. Pero las cosas no quedan abi. Porque, a su vez, decide que él también se va a comprar su lote de explosivos particular, y, mediante un complejo sistema de cables, monta una trampa que hard que cual- quier intento de podar el seto produzca una potente de- tonacién que destruiré el seto, a quienquiera que lo esté cortando y, segtin sus propios caleulos, pot lo menos, la mitad de la casa de los Ingrato. Lamentaria mucho «te- ner» que hacerlo -le grufie a su vecino, resguardado de- tris del excusado-; lo énico que pretende es «tener una péliza de seguro». Por fin reina la paz en Pequefia Manzana. Los de- mis vecinos no se cansan de sefialar lo tranquilo que esta todo desde que los Mezquino y los Ingrato se li- mitan a realizar comprobaciones puntuales sobre el estado de sus nuevas cargas explosivas 0 a instalar cd- 242 Dilema 80: Medidas disuasorias maras para asegurarse de que no se hacen trampas que puedan dar al traste con el «efecto disuasorio» del nuevo arreglo. Como era de esperar, en el bar todo el mundo piensa que estan locos de remate. Pero al sefior Mezquino di- cho término no le parece apropiado. Por lo menos aho- ra, dice, mi familia, que hasta hace nada habia tenido que vivir en un estado de permanente inquietud, puede ir al inodoro siempre que quiera. Y se rie entre dientes, pensando en lo astuto que ha sido. Ea el otro bar del pueblo, el sefior Ingrato cuenta una historia parecida. Pero a ninguno de los presentes se le escapa lo irénico de la situacién. Porque ahora, por pri- mera vez, ambas familias viven con el peligro muy real de que les suceda una auténtica calamidad; y ya no se trata de que se queden sin su inodoro o sin su seto, sino de que, en cualquier momento, pueden saltar por los ai- tes en medio de la noche. El camarero le dice al sefior Ingrato: =2Y qué pasa si el nifio pequeiio de los Mezquino, sin darse cuenta, cierta la puerta del inodoro de un portazo? No querris que el chico salte en pedazos, everdad? El sefior Ingrato, muy irritado, responde: —Escucha, Fermin, nadie tiene por qué saltar en peda- 20s, siempre y cuando esta gente cumpla las reglas y deje en paz a mi familia, Eso no es mucho pedir, creo yo. El camarero no parece muy convencido, y el sefior In- grato, encendido por el tema, prosigue: -Mira, Fermin, hasta ahora el tinico afin de los Mez- quino en esta vida ha sido buscar la forma de ganarnos alguna batalla. La sefiora Ingrato padece angina de pe- 243 101 difemas ticos choy nuestra Rosi (la gata de los Ingrato) esta tan inquie- ta que ha perdido el apetito. Desde que me hice con los explosivos, lo tnico que pretenden es no causar proble- mas, gte parece mal es? Se han vuelto locos los Mezquino y los Ingrato? 20 su actitud responde mas bien a un frio calculo racional? 244 81. La Escuela del Terror ) En cierto pais -nada remoto, incluso bastante cercano, alli donde jamés se le ocurritia mirar ala Interpol exis- te una pavorosa institucién que bien podria denominar- se la Escuela del Terror. A lo largo de los tiltimos cin- cuenta afios, no menos de 60.000 alumnos han pasado por sus aulas. Sus nombres ~Alvarado, Juan Velasco (Pert); Galtieri, Leopoldo (Argentina); Noriega, Manuel (Panama); Rodriguez, Guillermo (Ecuador)- figuran en cualquier lista internacional que incluya regimenes que han sido levantados sobre la sangre y el suftimiento de sus propios ciudadanos, A otros graduados, no tan famosos, la Escuela tends que renditles honores por separado (véase recuadro de paginas siguientes) De hecho, os alumnos de la Escuela han elevado hasta unos niveles insospechados los parametros para evaluar la violencia de Estado en toda Sudamérica y América Central. Recurtiendo a lo aprendido en la Escuela, orga- nizaton el asesinato el arzobispo Oscar Romero (1980), asi como el de seis sacerdotes jesuitas (junto con su ama de llaves y 1a hija de ésta), por no mencionar algunas de las matanzas mas infames de la época, como la de El Mo- zote, en la que més de 900 personas perdieron la vida, 0 la de fos trabajadores bananeros de Uruba. 245; 101 dilemss éticos Nombre Pais Mencign especial Luis Garcia-Meza Bolivia Por liderar un violento gol- Tejada pe militar en 1979. Armando Chile Por sus trabajos _pioneros Femandez Larios en la técnica de los coches bomba Hugo Binzer Bolivia. Por ser el autor del «Plan Banzer», un manual para acallar las voces eriticas de la Iglesia. Farouk Yanine Colombia Por organizar los «escua- Diaz drones de la muerte» que perpetraron las masacres de los bananeros de Uruba en 1988, y otra de hombres de negocios. Gambeua Hitt Por ordenar a sus tropas Hyppolite que abrieran fuego contra una oficina electoral para alterat el desarrollo de unas elecciones. Alejandro Fretes Paraguay Por coordinar la «Opera- Davalos cién Céndor», un acuerdo secreto por el que varios paises podian seguir la pista y «neutralizar» a sus oposi- tores politicos mas alla de sus fronteras. Guatemala Por organizar el asesinato Byron Disrael del obispo Juan Gerardi. Lima Estrada 246 Dilema 81; La Escuela del Terror Nombre Pais Mencién especial Paucelino Latorte Colombia Por su condicién de jefe de Gamboa Ja Vigésima Brigada Militar, especializada en el asesinato de civiles, Juan Lépez Ortiz, Honduras Por dirigir la masacre de Ocosingo, en la que los sol- dados, tras atar las manos de los prisioneros, les pegaron un tiro en la nuca, Gustavo Alvarez Honduras Porque, a la pregunta de si Martinez, habia que matar también a los niios, respondié: «Estas semillas acabarén por dar fruto» (o sea, que «sir. Viadimir Lenin Pert Montesinos Torres Por Ilevar a cabo el asalto de La Canuta (1992), en el que 30 policfas encapucha- dos secuestraron a varios estudiantes, de los que nun- Los encargados de evaluar las ensefianzas de la Escue- Ja suelen hacer preguntas como éstas: Pero ¢c6mo con- seguis crear tal clima de terror? Y esos «escuadrones de la muerte, geémo actiian exactamente? Una testigo, Rufina Amaya, describe asi la matanza de El Mozote, en E] Salvador; una masacre en la que al menos nueve gra- duados de la Escuela estuvieron implicados: 247 101 dilemas éticos &ramos 100 en total. Los nifios estaban con las mujeres. Nos tuvieron encerrados toda la mafiana, A las diez, los soldados empezaron a matat a los hombres que estaban en la iglesia. Primero los ametrallaban y luego los degolla- ban, A eso de las dos, ya habjan acabado con los hombres; entonces vinieron a por las mujeres. A los nifios los deja- ron encerrados, Me separaron de mi hija de ocho meses y de mi hijo mayor. Se nos llevaban para matarnos. Cuando ya casi habfamos llegado al lugar donde habjan decidido acabat con nosoteas, pude escabullirme y esconderme de- tnds de un pequeiio matojo, cubriéndome con unas cuan- tas ramas sueltas. Vi a esos hombres poner en fila a veinte mujeres y ametrallarlas, Luego trajeron a otzo grupo. Y las acribillaron. Luego llegé otro, y otto, y otro> En 1996, durante una investigaci6n oficial sobre los con- tenidos de sus cursos, la Escuela se vio forzada a entre- gar sus manuales de formacién. En ellos se instruia sobre como organizar un escuadrén de la muerte y c6mo utili zar el chantaje, la tortura, las ejecuciones (tanto de los esospechosos» como de los «parientes de los sospecho- 505») y, en general, cémo propagar ¢l méximo miedo en- tre el conjunto de la poblacién. Se recomendaba que las, muertes se produjetan de tal manera que causaran el méximo horror posible, recurriendo, por ejemplo, a la mutilaci6n, la violaci6n y la tortura. ;Yaes suficiente! Ahora que la Interpol esta al tanto de todo esto... esta justificado bombardear la Escuela? 248, 82. EI predicador del odio El pétroco de Saint Bartholomew andaba muy preocupa- do. Cada domingo, los rostros serios de su feligresia des- cendian en niimero. Pronto, se imaginaba, llegatia un do- mingo en que se encontraria ahi de pie frente a una iglesia que solo contatia con su propia presencia y la del joven Jo- nes, el sacristén y organista, para escuchar su mensaje de paz y amor. Todo ello resultaba bastante perturbador por- que el pérroco percibia, de forma correcta, que unos tiem- pos como los actuales, an Ilenos de historias sobre terroris- mo y atentados, necesitaban desesperadamente una sélida orientacién ética, basada en valores eternos. Un dia, mien- tras los dos comentaban la asistencia del dia tras otro do- mingo malo, Jones asintis con gesto comprensivo y dij ~¢Por qué parece despertar mas interés el fundamen- talismo islamico que nuestra iglesia? Y ese comentario casual dio al parroco una idea, No se podria aprovechar el interés que despertaban es0s te- mas politicos, y, mas en concreto, el islamismo radical, para promover el interés por el mensaje cristiano? , En vista de ello, el tribunal mandé que se diera lectura al siguiente escrito, donde se recogia lo que dictaminaba la ley para estos casos: «Que el recluso sea remitido a la prisién de procedencia ysuuna ver alli, se le encierre en una sérdida celda, sin luz exterior, donde se procedera a tenderlo sobre el suelo desnudo, sin litera, paja o cualquier otro tipo de lecho, y sin otra ropa que Ja necesaria para cubrir sus partes pu- dendas, Se le dispondra boca arriba, con la cabeza cubier- tay los pies descalzos. Mediante una cuerda, se le estirara un brazo hacia tn lado de la celda y el otro en la diteccién ‘puesta; haciendo otro tanto con sus piernas. A continua- cidn, se irdn depositando sobre su cuerpo cuantas pesas de hierro 0 piedra pueda soportar, ¢ incluso mas. Transcu- rrido el primer dia, se le suministrarén tres mendrugos de 272 Dilems: 89. Justicia expeditiva pan de centeno, sin acompafiamiento de liquidos; yal se- gundo dia, por tres veces, podra beber cuanto desee del agua que se encuentra junto a la puerta de la prisién, pero en ningiin caso agua corriente, no suministrandosele pan en esta ocasién; ésta sera su dieta hasta que muera; asimismo, sobre quien recaiga este fallo perder todo de- recho sobre sus bienes, que pasarin a ser de propiedad real» (Humm... Con esto deberfa bastar...) 40 es que hasta los salteadores de cariinos tienen «de- rechos»? 273 90. El hijo de Sam EL 1 de enero de 1953, un recién nacido de nombre Da- vid fue entregado por su madre natural a sus padres adoptivos, Naty Pearl Berkowitz, que le colmaron de re- galos y atenciones. Lo que nadie podia suponer era que, en ese mismo momento, un asesino en serie iniciaba su carrera. Porque David Berkowitz no fue sdlo un matén de colegio y un chico «solitario» e hiperactivo que no obedecia a sus padres, ni tampoco un pirémano que se atribufa 1.488 incendios (todos ellos registrados en su diatio, en el que celebraba Ja sensacién de poder que aquello le producfa), sino que ademas se convertiria en uno de los mas famosos asesinos en serie de Nueva York. ‘A los catorce afios, la muerte de su segunda madre adoptiva, a causa de un cdncer, hizo que David se hun- diera cada vez més en su aislamiento mental y se obse- sionara con que existia una «conspiracién» en su con- tra; nadie Ie habia advertido de que aquello podia ocutrit. A los dieciocho, se fue de casa y se alisté en el ejército, donde estuvo tres afios. Durante ese tiempo mostré un especial interés por los fusiles de asalto. Abandoné la fe judaica y se convirtié al baptismo, aun- que no tardé mucho en desinteresarse del tema. En un determinado momento, David se reencontré con su madre biolégica, Betty Falco. Tanto ella como su 274 Dilema 90: El hijo de Sam Rosalyn hicieron todo lo posible para que David se sintiera acogido en la familia, pero pronto empez6 a in- ventarse excusas para no ir a visitarlas La mafiana del 29 de julio de 1976, «el hijo de Sam» dio su primer golpe. Durante més de un afio siguié asestando golpes al azar, disparando o apufialando a mujeres que se encontraban solas. Con el tiempo, fue ganando en con- fianza y se dedicé a desafiar a la policia con mensajes como el que aqui se reproduce. Los ataques contra mujeres consegufan aplacar durante algin tiempo los demonios interiores de David, Después de cada uno de ellos se sentia mis tranquilo y acostum- braba a salir a tomar una hamburguesa con patatas fritas. Como era de esperar, finalmente fue capturado, Pero las preguntas no habian hecho mas que empezar. zQuién tiene la culpa? {Betty? {Nat y Pearl? La socie- dad? 275 ole Los Twinkies: unos actos muy poco normales Acto I, escena 1 Nathan Leopold y Richard Loeb eran dos chicos esta- dounidenses de dieciocho afios que compartfan una mis- ma ambicién: cometer el crimen perfecto. Bobby, el pri- mo de catorce afios de Richard, tuvo la desgracia de cruzarse en su camino el dia en que decidieron hacer realidad ese suefio. Lo mataron a porrazos y luego aban- donaron su cuerpo en un sumidero. Sin ningtin remordi- miento, nada mas regresar a la comodidad de su hogar mecanografiaron con mucho esmero una nota, exigien- do un rescate, y la enviaron por correo para despistar a las autotidades Por desgtacia para ellos, aquella nota, lejos de despis- tara las autoridades, las puso sobre su pista, y bien pron- to se vieron ante un tribunal, acusados de asesinato en primer grado. Su abogado, por supuesto, vefa las cosas de otra manera. Las familias de los chicos habfan contra- tado para su defensa a un tal Clarence Darrow, uno de Jos abogados mas famosos del pais. Veamos lo que tiene que decirnos: —Arrastran el cadaver hasta el asiento de atrés y lo en- vuelven en una manta; el coche de la muerte inicia en- tonces su recottido. Si se ha dado alguna ver el caso de 276 Dilema 91: Los Tiwinkies: nos actos muy poco normales que un coche asi haya realizado un recorrido como ése, uotro similar, conducido por gente en su sano juicio, yo desde luego no tengo noticias de ello, y dudo mucho que haya quien las tenga. »En total, el coche recorre unos 25 kilémetros. Primero, baja por unas calles atestadas de gente, donde todo el mun- do conoce a los chavales y a sus familias. a continuacisn, siguiendo el camino habitual que atraviesa Jackson Park, llegan al Midway. Nathan Leopold esta al volante y Dick Loeb va en el asiento de atris, junto al cadaver del otro chaval. El mas minimo accidente, el més minimo percance, cualquier detalle que pueda despertar la curiosidad de al- guien, una detencién por exceso de velocidad, cualquier cosa, seria su perdicién. Mientras bajan por el Midway y atraviesan el parque, con el cadaver del chaval en el coche, se cruzan con cientos de vehiculos y pasan ante la mirada de miles de ojos. »é¥ todo eso para qué? ;Para nada! La tinica compa- racién que se me ocutre son los actos disparatados del idiota del Rey Lear. Y, aun asi, los médicos se empefian en asegurarnos que quienes actuaron asi estaban en sus cabales, Ellos son los expercos. »Atraviesan el sur de Chicago por una via muy transi- tada y, luego, durante tres kilémetros, siguen por la calle més larga de la ciudad; flanqueada por una sucesién ininterrumpida de edificios de oficinas, atestada de co- ches, de tranvias circulando por sus carziles, de ojos es- cruradores; un chaval al volante y el otro detrés, junto al cadaver del pequefio Bobby Franks, cuya sangre, que no para de brotar, va empapando todo el coche. a7 101 dilemas éicos Un relato escalofriante, sin duda, De esos que, en principio, hacen creer que el crimen fuera atin peor, Pues no sefior! Darrow cree que el mismo hecho de que resulte tan espeluznante contribuye a reducir la responsabilidad de «los chavales» (como él los llama). Porque ellos deben estar locos 40 no? Acto I, escena 2 —Me aseguran que en todo esto no hay ni un pice de lo- cura, que los cetebros de estos chavales no estan enfer- mos. Pero qué necesidad hay de recurrir a los expertos, a los rayos X o a los estudios endocrinos. Su conducta habla por sf sola, y demuestra que los dos jévenes que comparecen ante este tribunal tendrfan que ser recono- cidos en un hospital psiquidtrico, donde se les tratara con atencién y cuidado. »Pero sigamos: una ver han atravesado el sur de Chica- go, toman la ruta habitual que conduce a Hammond. La situacién ya la conocemos; cientos de vehiculos por todas partes; cualquier accidente puede provocar su perdicién, ‘Al llegar al lugar donde se bifurca la carretera, se detie- nen, dejan el cuerpo ensangrentado de Bobby Franks en el vehiculo y, sin mostrar emocién alguna, sin el més mini- mo cargo de conciencia, se ponen a tomar su cena. »Su sefiorfa, no es necesario creer en los milagros; no hace falta recurrir a ellos pata ver si asf podemos obtener 278 Dilems 91:Los Tinkies: unos actos muy poco normales Ja cuadratura del circulo, Si se tratara de cualquier otro caso, no existirfa ni la mas minima duda sobre qué es lo gue se debe hacer. nsisto, por més que se busque en los anales del eri- men, no se encontrar nada comparable, [Bueno... ¢s0 abria que verlo, de hecho, se parece un poco al dilema 92.] No guarda relacién alguna con cualquiera de los méviles, los actos 0 los tipos de conducta que inciden en la «gente normal» a Ja hora de cometer un delito, De principio a fin, no hay en todo este asunto ni un apice de cordura. No hay nada en la actuacién de estos chavales gue sea normal, desde sus inicios en un cerebro enfermo hasta el momento presente en que los tenemos ahf senta- dos, aguardando la muerte. ‘Aunque la argumentacién sea un tanto circular, nada gue objetar a lo dicho hasta ahora. Pero Darrow, impri- miendo un leve temblor a su voz, prosigue: Si yo tuviera que poner una soga alrededor del cuello. de un chaval, antes intentaria rememorar cuales eran las emociones propias de la juventud. Trataria de recordar cémo veia el mundo cuando era nifio, lo fuertes que eran esas emociones instintivas y persistentes que dominaban mi vida, Me esforzaria por recordar lo fragil y desvalida que se halla la juventud ante el embate avasallador de los sentimientos infantiles. Quien tenga honestidad suficiente para recordar, quien sepa hacerse esa pregunta e intente abrir una puerta que ereia cerrada, hard represar al nifio y sabra comprender al nifio. {Qué pasa, que lo llevamos en los genes? 279) 101 demas cos Acto I, escena 3 ~Pero, su sefioria, con esto no estd dicho todo sobre la infancia, La naturaleza es fuerte y despiadada, Sus desig- nios son inescrutables, y nosotros somos sus victimas. Bien poco podemos hacer al respecto. La naturaleza nos tiene en sus manos, y sdlo nos queda hacer nuestro pa- pel. Como decia el viejo Omar Jayyam: >“Somos mufiecos que agita la rueda del cielo, esto es una verdad y no una metafora, Somos en efecto juguetes sobre el tablero de ajedrez Ide la vida, que dejamos para entrar uno a uno en la nada”, »éQué tenia que ver el chaval con todo esto? El no era su propio padre; no era su propia madre; no era sus pro- pios abuelos. Todo le habia venido dado, No fue él quien decidi6 rodearse de institutrices y riquezas. El no se hizo asi mismo. Pero, eso si, debe pagar por ello, >En Inglaterra, hubo una época, que llegé incluso has- ta principios del siglo pasado, en que era normal que los jueces constituyeran un tribunal y nombraran jurados para procesar a un caballo, un perro o un cerdo, Conser- vo en mi biblioteca un relato que cuenta cémo un juez, un jurado y varios letrados procesaron y condenaron a una vieja gorrina por el hecho de haber matado a sus diez lechones al tumbarse sobre ellos iEh, un momento, Darrow! Ya es suficiente. Sefioras y sefiores del jurado: yserdn ustedes clementes? 280 92. Los Twinkies: aparece el malo de la historia Acto IT Pero Darrow piensa que su defensa no es atin lo bastante sélida, (Fueron los libros de ese tipo, Nietasche, los que tuvieron la culpa de todo). Babe [Nathan] ¢s algo mayor que Dick, y posee un intelecto notable, impropio de un chaval de su edad, En &te, como en otros aspectos, siempre fue una especie de bicho raro; un chaval sin emociones, un chaval obsesio- nado con a filosofia, un chaval obsesionado con adquitir conocimientos, que tenia ocupado cada minuto de su tiempo... Solo era un nifio a medias; en realidad era todo cerebro, «ina maquina intelectual, sin equilibrio ni go- bierno, empefiada en averiguat todo lo que la vida puede ofrecernos en el plano intelectual; empefiada en resolver todos los problemas filoséficos con la sola ayuda de su intelecto...; cuando descubrié a Nietzsche, su filosofia le cautivé, Sefiorfa, he lefdo practicamente todo lo que es- cribié Nietzsche. Era un hombre de una inteligencia prodigiosa, el fil6sofo més original del siglo pasado... »Nietzsche pensaba que legaria un momento en que apareceria el supethombre, que toda la evolucién con- uefa hacia el superhombre. Escribi6 un libro, Més alld del bien y del mal, en el que se critican todos los cédigos 281 101 dilemes éticos morales que ha conocido el mundo; un tratado en el que se sostiene que un hombre inteligente esté mas allé del bien y del mal; que las leyes que dictaminan lo que esta bien y lo que esta mal no son aplicables a quienes aspiran, a convertirse en superhombres. »Cuando tenia diecis¢is, diecisiete, dieciocho afios, mien- tras los chavales «sanos» juegan al béisbol, trabajan en una granja o hacen pequefios trabajos ocasionales, él estaba leyendo a Nietesche, y, a esas edades, este chaval jamas deberia haber accedido a esas lecturas, Babe estaba obesio- nado; oigan algunas de las cosas que ensefiaba Nietzsche: » “Endurécete. Obsesionarse con consideraciones mo- rales es signo de que se posce un nivel intelectual muy bajo”. » “Sustituye la moralidad por la voluntad de alcanzar tus propios fines, asi como los medios necesarios para lo- gtarlos”. »Nietzsche sentia el mas absoluto de los desprecios por todo aquello que los jévenes aprenden a considerar importante en Ia vida; establecia unos valores nuevos que no se parecen en nada a los valores que suelen incul- carse a un chico normal; «un suefio filos6fico», en defini- tiva, que podri contener un mayor 0 menor grado de verdad, pero que nunca se pens6 en aplicar a la vida... »Somos muchos los que leemos esta filosofia, pero no- sottos sabemos que no tiene ninguna aplicacién concre- ta la vida real; él, en cambio, no lo sabia, Pas6 a formar parte de su propio ser. Era su filosofia. La vivia y la prac- ticaba; pensaba que era perfecta para él; pero para que 282 Dilema 92: Los Tinks: aparece el malo de a historia pudiera llegar a creérsela ruvo que ocurtir una de estas dos cosas: 0 bien dicha filosofia hizo que su mente enfer- mara, 0 bien fue su propia mente enferma la que le hizo creer en ella Vale, zy ahora 2 quién hay que echarle las culpas? Acto final: defensa basada en las carencias de la infancia (también conocida como la tactica del «es malo tener demasiado dinero») El infatigable Darrow prosigue =:Qué sabemos de la infancia? El cerebro del nifio es el hogar de todos los suefios, de todos los castillos en el aire, de todo tipo de visiones, ilusiones y ensuefios. De hecho, no hay infancia sin ensuefios, pues cualquier en- sofiaci6n resulta siempre més seductora que los hechos reales, »Todo en la vida del nifio es un suefio y una ilusién, y que adopten una u otra forma no depende tanto de la mente sofiadora del nifio como de todo aquello que le rodea. Lo mismo podria haberme dado por sofiar con la- drones y haber deseado convertirme en uno de ellos, que haberme dado por sofiar con policias y haber aspirado a llegar a serlo en el futuro, Mi suerte fue, quizas, que yo no tenia dinero. [Ni Peany Dreadfuls.] Nos hemos acos- tumbrado a pensar que la verdadera desgracia es no te- nerlo, Pero, en este caso, la terrible desgracia fue preci- 283 101 dilemas éticos samente el dinero. Eso fue lo que arruiné sus vidas, Eso fue lo que alimenté sus ilusiones. Eso fue lo que los alen- 16 a cometer este acto demencial. Y si finalmente su se~ jiorfa los condena a morir, seré porque nacieron en una familia ric »¢Se puede considerar que Dickey Loeb es culpable, porque entre la infinidad de fuerzas que se conjuntaron pata formatle, la infinidad de fuerzas que Hevaban ac- tuando para ptoducirlo, desde muchos siglos antes de que él naciera, entre todas esas infinitas combinaciones hubo una con la que no nacié? [La conciencia moral.] Si es asi, habré que buscar una nueva definicién de justicia. ¢Puede culparsele por algo que no posee ni nunca ha po- sefdo? ¢Se le puede culpar porque su maquinaria sea de- fectuosa? »De quién es entonces Ia culpa? No Jo sé. Durante toda mi vida siempre he preferido «aliviar» a la gente de sus culpas antes que «achacérselas», pues no me consi- dero lo bastante sabio para Hevar a cabo esta iiltima ta- rea, Pero sf sé que entre las cosas que entraron a formar parte de este chaval en el pasado hubo algo que no alcan- 26 su objetivo. Quizas se traté de un defecto en el sis- tema nervioso. Acaso algiin defecto en el corazén o en el higado. Tal vez el problema estaba en las glindulas en- docrinas. Algo hay, de eso estoy seguro. Porque en este mundo todo tiene su causa. »Peto también Ia sociedad debe asumir su parte de responsabilidad en este caso, y en vez de dar lugar a dos nuevas tragedias, aprovechar esta calamidad para que a partir de ahora la vida sea més segura, para que la infan- cia sea mas sencilla y se encuentre més protegida, para 284 Dilema 92: Los Twinkies: aparece el malo de la historia hacer algo que cure la crueldad, el odio y el carscter aza- r0s0 e implacable de la vida. »Lo tinico que pido es que hagamos que la bondad se imponga a la crueldad, y el amor al odio [...]. Defiendo el futuro. Defiendo la posibilidad de que llegue un dia en que el odio y la crueldad no se ensefioreen del cora- z6n de los hombres... Si tengo éxito, mi mayor recom- pensa, y mi mas grande esperanza, sera sabet que he po- dido hacer algo por otros cientos de miles de chavales, por los innumerables desdichados que sumidos en la ce- guera dela infancia tienen que recorrer el mismo camino que siguieron estos pobres chavales; que he hecho algo para fomentar la mutua comprensidn entre los seres hu- ‘manos, para atemperar la justicia con la piedad, para que clamor se imponga al odio. Ya, ya, pero se puede saber qué tiene que ver todo esto con los Twinkies? 285 93. La Plaza Mayor de Diktatia En el centro de Diktatia hay una preciosa plaza mayor de estilo neoclasico, trazada con forma de reticula y ro- deada por el Museo de la Ciudad, el Palacio Presiden- cial y otros edificios notables. En medio, una fuente con delfines metilicos de gran tamafio que arrojan agua. En conjunto, la plaza da a la ciudad un rostro impo- nente y elegante. Pero, ay, siempre que aprieta el calor, los jévenes de la ciudad se desnudan y se dan un chapu- 26n en la fuente, Cuando eso ocurre, la sobria plaza ofrece una imagen de anarquia, de moralidad relajada. Al me- nos, €30 es lo que dice el alealde de Diktatia a sus colegas, cuando propone que se aprueben unas ordenanzas que restrinjan los usos de la plaza. La regla numero uno, que habré de figurar de forma prominente en la plaza, sera: NO se puede bafiar en la fuente, Cualquiera que desafie la orden y se zambulla, ten- dr que enfrentarse a una multa y a una pena de hasta 100 horas de trabajo comunitario obligatorio, por ejemplo, borrando grafitis de las pasarelas ferroviarias o disolvien- do los chicles pegados a las aceras. Los concejales asienten con la cabeza en sefial de apro- bacién, si bien algunos, en privado, piensan que baiarse en la fuente no hace dafio a nadie y que lo de las «100 horas» es un poco duro 286 ( | | i Dilema 9: La Plaza Mayor de Diktatia Elalcalde asiente también, pero se apresura a tranqui: lizatles. Si se ha puesto una pena tan severa es para que nadie corra el riesgo de inftingir la norma, Es un «ele- mento disuasorio» més que una forma de medir la alte- raci6n del orden que supone esa accién. Y prosigue: —La regla ntimero 2 es que cualquiera que haya sido declarado culpable de bafiarse en la fuente con anterio- ridad y que, por lo tanto, no haya aprendido a compor- tarse mejor después de las 100 horas de trabajo comuni- tario, seré castigado por esta segunda infraccién a una pena de 12 meses de prisién. Al ofr aquello, los concejales se sienten un poco alar- mados. ¢Solo por bafiarse en una fuente? ¢Y qué pasa si hay una ola de calor, o sila gente anda un poco bebida y se olvida de las normas? ¢¥ si...? Pero el alcalde hace caso omiso de todas las objeciones. Con toda seguridad, dice, nunca se tendré que aplicar ese castigo. Solo un de- mente se arriesgaria a bafiarse en las fuentes en tales cir- cunstancias. En todo caso, ¢s mejor contar con unos cas- tigos severos que tengan un efecto disuasorio efectivo gue con unos castigos blandos que animen a la gente a arriesgarse a quebrantar las normas. Como es natural, tratandose de Diktatia, las propues- tas se convierten en ley, Al verano siguiente, unos estu- diantes son multados, y dos deben cumplir el perfodo de trabajo comunitario, Ninguno teincide, Las fuentes pue- den seguir lanzando chorros de agua en paz. Un poco duro tal vez, pero yacaso no se esta haciendo justicia? 287

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