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‘ninguna de ellas, figuran las siguientes: problemas sobre el obrar y Ia caracterizacicn de la aocién; sobre la comunica- cién y el analisis hermenéutioo; sobre la explicacién de Ia ‘accidn dentro del marco del métode sociolégico. El resto del libro se dedica a desarrollarlas. 2. Obrar, identificaciones de actos e intencién comunicativa 92 Gran parte de los escritos de autores britdnicos y norte- americanos, a menudo muy influidos por la obra del wtimo Wittgenstein, aun cuando la critiquen, se han dedicado a la «dilosofia dela accidn». No obstante lo voluminoso de esta bi- bliografia, sus resultados han sido mas bien escasos. Como es tratada por autores anglonorteamericanos, la «filosofia de la accién» adolece en su mayor parte de las limitaciones de la filosoffa poswittgensteiniana en su conjunto, incluso cuando esos autores no se presentan como discipulos cerca- nos de Wittgenstein y estan sustancialmente en desacuer- do con algunas de suis ideas por lo menos: en particular, su desinterés por las estructuras sociales, por el desarrollo y el cambio institucionales, Esta falta es algo mas que la expre- sidn legitima de una divisién del trabajo entre fildsofos y cientificos sociales; es una debilidad que penetra profunda- ‘mente el andlisis filoscfico del caracter de la accion. Hero ‘una razén mas inmediata para lo confuso de la bibliografia reciente sobre filosofia de la accién consiste en la incapaci- dad para separar diversos tipos de problemas que es preciso distinguir con elaridad. Estos son: la formulacién del con- cepto de accién 0 de obrar; las conexiones entre el concepto de accién y el de intencisn 0 propésito; la caracterizacién. (identificacién) de los tipos de actos; a significacién de las azones y los motives en relacién con el obrar; y 1a naturale- za de los actos comunieativos. Problemas del obrar Es evidente que los legos, en cl curso de su vida diaria, se refieren de continuo, en una u otra forma, a nociones de ac- cién, o las emplean, aunque importa destacar que sélo en 93 clertos casos o contextos (por ejemplo, en los tribunales de justicia) probablemente puedan ofrecer o tengan interés en ofrecer narraciones en términos abstractos sobre por qué y ccémo actian. La gente por lo comiin decide sobre la «respon sabilidad» por los resultados, y adecua su conducta a ello; también basa sus respuestas en las narraciones/justifica- ciones/excusas ofrecidas por otros, Es diferente la evalua- cign de lo apropiado de la conducta de un hombre, y la reac- cin ante esta, segrin se juzgue que eo podia evitar» lo que hizo 0 que «lo podia evitar». Una persona que se enferma puede, por ejemplo, reclamar de otros, con éxito, una solici- tud extraordinaria, y restarles tiempo de sus obligaciones corrientes, Estar enfermo se réconace como algo que no pue- de evitar (en la cultura occidental por lo menos, aumque no universalmente). Pero respuestas diferentes son apropia- das si se juzga que no est «realmente enfermor, o que slo «finger la enfermedad para recibir a simpatia de otros 0 re- huir sus obligadas responsabilidades. Que el limite entre ambas situaciones no ests claramente definido lo demues- tra el cardcter ambiguo de la hipocondria, que algunos con- sideran algo que una persona puede superar, mientras que, sogtin otros, no es algo de lo cual sea responsable. En tanto miran la chipocondriax como un sindrome médico, los pro- fesionales por supuesto pueden trazar ineas divisorias dis tintas de las aceptadas por otros, Tales ambigtiedades 0 20- nas borrosas entre la condueta por la cual los agentes son considerados responsables y, en consecuencia, estén poten cialmente expuestos a que se les exijan justifieaciones, y la ‘que se reconoce como «fuera de su aleances, sustentan di- versas formas de maniobra o engaiio mediante las cuales Jos actores busean escapar de sanciones por lo que hacen, ala inversa, se atribuyen un resultado particular como una. realizacién que les es propia. En la teoria legal, un hombre puede ser considerado res- ponsable de un acto aunque no advirtié lo que hacia ni se propuso contravenir una ley. Es tratado como culpable si se juzga que «deberia haber sabida», como ciudadano, que era ilegal lo que hizo. Por supuesto, quiza suceda que su ig- norancia le permita escapar de la sancién o le procure una reduecién de su pena (si, por ejemplo, se considera que no estaba en condiciones de saber slo que toda persona compe- tente deberia saber» o si se lo diagnostica . O sea, nos inclinamos a presumir que, mientras que los mo- vimientos pueden ser observados y descritos directamen- te, las descripeiones de acciones suponen otros procesos, de inforencia o de «interpretacién» (p.e}. identificados de acciones como actos, distinguiéndolos de caccidn» o de «obrar», que utilizaré para designar genér camente el proceso vivido de la conducta cotidiana. La idea de que hay cacciones basicas, que aflora bajo varias formas en [a bibliografia filoséfica, es un error que deriva de no distinguir entre accidn y actos. Hablar de ¢levantar uno su ‘brazo» es una estegorizacién de un acto en igual grado que hablar de «impartir una bendicién»; aqui vemos otro resi- ‘duo de la engatiosa oposicién entre accién y «movimiento». ‘Definiré aceidn wu obrar como la corriente We interven ciones causales reales o contempladas de seres corpireos en el proceso corriente de sucesos-en-el-mundo, La nocién de obrar se conecta directamente con el eoncepto de praxis, yal referirme a tipos regulados de actos hablaré de précticas Jhumanas como una serie progresiva de «actividades pric ticas». Resulta del examen analitico del concepto de obrar que 1) una persona «podria haber actuado de otra manera» ‘y2) quo el mundo tal como est eonstituido por una corrien- +e de sucesos-en-proces0 independientes del agente no sus- tenta un futuro prodoterminado. El sentido de «podria ha- ber actuado de otra manera» es manifiestamente dificil y discutible, y aspectos de él se investigardn en varias seccio- nes de este estudio, Pero a todas luces no es equivalente de las Jocueiones usuales «no tenia alternative», ete, y, por lo tanto, de la xcoereién» u eobligacin> social de Durkheim. 42 Véase Arthur Dante, Ancitica Philosophy of Action, Cambridge: 1978, pies. 28 sis. 97 Un hombre obligado por los deberes de su ocupacién a par- ‘manecer en su oficina durante un dia soleado no esta en la misma situacién que uno obligado a quedarse en su easa por hhaberse quebrado las piernas. Lo mismo vale para la abs- tencién, que implica contemplar un curso posible de accién, ‘aquel del cual uno se abstiene. Pero surge una diferencia significativa. Mientras que una corriente progresiva de acti- vidad puede implicar, y a menudo iraplica, una antieipacién reflexiva de cursos de accién futuros, ello no es necesario para el concept de accisn en si. Una abstencién, sin embar- £o, presupone Ia conciencia cognitiva de cursos de accién posibles:no es simplemente lo mismo que «no hacer» cosas que uno podria haber hecho. Intenciones y proyectos Utilizaré «intencién» {intention} y «deliberacién» [pur- pose} como términos equivalentes, aunque el uso del inglés corriente reconoce diferencias entre ellos. «Deliberacién», a diferencia de «intencién», no es, segtin el uso habitual, un término entoramonte intencional en el sentido fenomenel6- ‘ico: decimos que una persona actiia «a propésitor 0 «delibe- radamente». eDeliberacidn» parece relacionada con «resolu- cidn» o «determinacién», no asi «intencién». O sea que ten- demos a usar la palabra «deliberacién» para referirnos a ambiciones de mas largo plazo, mientras que la «intencién» esta mas confinada a la préctica cotidiana.* Para referirme a tales ambiciones emplearé, sin embargo, el término «pro- yecto» [project] (p. ej, el de escribir un libro). Es erréneo suponer, como lo hicieron algunos flésafos, que sélo pueden lamarse actos deliberados aquellos para los cuales los actores mismos tienden a pedir explicaciones en su vida diaria, Asi, se sostuvo a veces que puesto que habitualmente no pedimes a alguien que nos diga cul fue ‘su intencién al poner sal en su comida, no puede decirse que tal conducta sea intencional. Pero bien podriamos sentirnos inclinados a formular esta interrogacién si estuviera espol- voreando su comida con talco; y alguien de otra cultura, en 9... Austin, «Three way of spilling inks, The Philosophical Review, woh. 75, 1986, 98 a) Ja que la costumbre no sea familiar, podria preguntar cual ‘es el objoto de poner sal a la comida. Sino somos proclives a proguntar sobre ello, ciertamente no es porque no tenga sentido hacer esa pregunta, sino porque ya sabemos, osupo- nnemos que sabemos, cual ha sido el objeto. Las formas mas mundanas de la conduct eotidiana pueden llamarse muy apropiadamente intencionales. Es importante destacar es- +0, porque de otro modo podria ser tentador suponer que la conducta rutinaria o habitual no puede ser deliberada (co- ‘mo tendia a hacerlo Weber). Sin embargo, ni intenciones ni proyectos deberian ser asimilados a orientaciones hacia luna meta que se tienen en mente con conciencia, como si un actor debiera percatarse del fin que busca aleanzar. La ma- ‘yor parte de la corriente de accidn que constituye la condue- ta cotidiana es prerreflexiva en este sentido. Deliberacién, empera, presupone , 0 «un objeto de una masa cierta y definida». Todas pueden ser earactari- zaciones verdaderas, pero no hay una sola que sea simple- ‘mente correcta en tanto que las demés son erréneas: todo depende de las circunstancias en que se haga la pregunta. Lo mismo vale para las preguntas orientadas a identifi- ‘eaciones de actos humanos antes que de sucesos u objetos naturales. Ha sido causa de intorminables dificultades la tendencia de los fildsofos a suponer que la pregunta «qué hace X% tiene una respuesta unitaria; o que todas las res- puestas a ella tendrén una forma légiea similar. (En este sentido, en modo alguno equivale a la pregunta «qué propone hacer?».) Porque enseguida se hace evidente que hay muchas respuestas posibles a tal pregunta: se puede decir que un hombre que el individuo tiene para lo que hace, incluirén Ia decisién sobre lo que se propuso hacer. La racionalizacién de la accién El uso del inglés corriente tiende a elidir las distinciones entre las «preguntas qué y spor qué». Uno podria pregun- tar, en un contexto apropiads, «por qué brillé repentina- mente esa luzen el cielo? 0 «équeé fue ese repentino brillo de Juz en el cielo?» como especies diferentes de indagacién; la respuesta «fue un relimpago» podria ser aceptable en am- 1 Vase, pei. D. 8. Shwayder, The Stratification of Behaviour, Lon Ares, 1965, pig. 134; tambien, del miamo autor, «Topics on the back rounds of ection, Inquiry, vol. 13, 1970. 104 bos casos. De modo similar, las identificaciones de actos a menudo sirven como respuestas adecuadas a preguntas «por qué» referidas a la conducta humana. Una persona no familiarizada con los procedimientos militares britanicos, al ver que un soldado levanta rigidamente su brazo hacia la frente, podria preguntar «qué hace?» o «por qué hace stots; la informacién de que es el modo de saludar en el jército britdnico podria ser suficiente para aclarar su duda, —a saber: suponiendo que ya estuviera familiarizado con lo que son los kejércitos», los «soldadose, etcétera. Las distinciones entre en el us0 diario, es itil separar, en el anilisis sociolégieo, diversas capas de indagacién que los actores le- gos realizan de sus actividades mutuas. Cuando la conducta de-un actor, do que hace», es enigmatica, otro procurard en primer término hacer inteligible su proceder atribuyéndo- Je un sentido, Sin embargo, puede declararse satisfecho en cuanto a saber lo que el otro hace, y querer preguntar por el designio que tavo para hacerlo, os le hizo intencionalmen- te (o cual puode alterar su caracterizacién inicial del acto, en particular si le preocupa la atribucién de una responsa- Dilidad: entonees «muerte» puede convertirse en «asesina- to»). Pero puede querer penetrar hasta una profundidad mayor que esta, hasta la efundamentaciéne de lo que el ac- tor hizo, lo cual significa preguntar por la integracin ligica -yeLcontenido empirico del control de sus actividades. Por consiguiente, «razones» se pueden definir como prin- ‘ipios fundados de wna accion; los agentes «se mantienen en contactor con ellas en tanto elementos de rutina de la regu- lacién reflexiva de su conduct. Quiero ofrecer un ejemplo de Schutz (cf. supra, pag. 45): eabrir un paraguase es una caracterizacién de un acto; Ia intencién de una persona al hacerlo se puede expresar como xevitar mojarsey;y la razén. que aduzca para hacerlo seria saber quo un objeto de forma adecuada que se mantiene encima de la cabeza lo resguar~ dard de la Iluvia. Un «principio do accién> constituye enton- ces una explicacién de por qué un «medio» particular es el corrector, y tacciones», no puede plantearse inquisicién alguna sobre la existencia de una especie de relacién causal que las vincule. Por el otro lado, os autores que quisieron sostener la poten: cia causal de las razones buscaron alguna manera de esta- lever su separacién, como sucesos, respecto de la conducta ‘con la que se relacionan. La cuestién depende obviamente ‘en una parte sustancial de la nocién de causalic ue srla verdadero dai quo ln mayor parte dels tots Duciones al debate se han hecho, explicitamente o no, en el mareo de la causalidad segxin Hume. Es imposible empren- der una discusién detallada de la I6gica del anslisis causal cn los limites do cote catudio, y aqui afirmaré doguniicar ‘mente la necesidad de un relato sobre Ia causalidad del ‘agente, en el que la causalidad no presuponga eleyes» de co- nexién invariante (en todo caso, lo inverso seria lo vilido), sinomés bien 1)la conerin necesaria entre causa y efecto, y 2) Ia idea de eficacia causal. Que la accién es causada por una regulaiénreflexva que el agente hace de sus intencio nes en relacién con sus nocosidades y también con su apre- Giacisn de Is demandas del mundo toxierier, provee tna crrliacin suficiente dol iberad do in conducta para as necesi este estudio; por eonsiguiente, no: i bartad a causeldad,sinoméa ben eausaldad de ogentor a ecausalidad de suceso». El edeterminismos, en las ciencias socials, por consigulente denotacualauler esqema tedr- luzea la accién humana exclusivamente a la ecau- salidad de suceso».® alae ° Of. R. Harré y PF. Secord, The Explanation of Social Behaviour, Ox at tease ni 108 He sostenido que hablar de «razoness puede inducir a error, y que la racionalizacién de la conducta es un rasgobé- sico de la regulacién que es intrinseca a la conducta reflexi- va de los actores humanos como seres que persiguen desig- nnios. Ahora bien, en la conceptualizacion de las cuestiones que he desarrollado, el designio es necesariamente inten- cional en el sentido fenomenclogico —o sea que esté «légica- ‘enter ligado a descripeiones de «actos deliberados»—, pero In racionalizacién de la accién no lo es, puesto que se refiore alos fundamentos bisicos de tales actos. La racionalizacion de una conducta expresa la raigambre causal del obrar en tanto enlaza unos designios a las condiciones de su realiza- cin dentro de la praxis eorriente de la vida cotidiana. Antes ‘que decir simplemente que las razones son o pueden ser ‘eausas, es mas exacto decir que la racionalizaciOn es la ex- presién causal del fundamento de la deliberacién del agente en el conocimiento de si mismo y en el conocimiento de los ‘mundos sociales y materiales que conforman el ambiente Gel ser actuante. Utilizaré la nocién de emotivacidn» para referirme alas necesiciades que disponen a la aecién. La conexién de la mo- tivacién con los elementos afectivos de la personalidad es di- rrecta, y se la reconoee en el uso diario; con frecuencia, los ‘motives tienen mombresy: miedo, celos, vanidad, etc., ¥ es- tos, al mismo ticmpo, gon comtinmente considerados enmo Jos «nombres» de las émociones. Todo lo que he tratado has- ta ahora es «accesible» a la conciencia del actor: no en el sentido de que pueda formular teéricamente cémo hace lo que hace, sino en el sentido de que, puesto que él no disimu- Ja, su testimonio sobre el designio y las razones de su con~ ducta es la fuente de prueba més importante, si no necesa- riamente concluyente, sobre ella, Esto no vale en el caso de Ja motivacién. Tal como utilizaré el término, incluye ala vez ‘eag0s en que los actores tienen nocidn de sus necesidades, y también casos en que su conducta se ve influida por fuen- ‘tes no asequibles a su conciencia; desde Freud, tenemos que contar con la probabilidad de que la revelacién de estas fuentes pueda ser activamente resistida por el agente, La nocién de interés esti en estrecha relacién con la de motivo; Jos «intereses» pueden ser definidos simplemente como re- ssultados o sucesos cualesquiera que faclitan la satisfaccibn de las necesidades de los agentes. Nohay intereses sin neco- 109 sidades: pero puesto quo la gente no necesariamente tiene conciencia de sus motivos para actuar de una manera deter- ‘minada, tampoco la tiene necesariamento de sus intereses en una situaciin dada. Desde luego, tampoco los individuos achian inevitablemente de acuerdo con sus intereses. Por otra parte, seria erréneo suponer que las intenciones son siempre convergentes con las necesidades: una persona puede intentar hacer, yhaver de hecho, cosas que no necesi- ta hacer; y puede necesitar cosas para cuyo logro no intente {niclar curso de accién alguno.10 Sentido e intencién comunicativa Hasta ahora me he ocupado sélo de problemas del «sen- tid de as atones. Cannone lng oon; noe referimos a la intencionalidad, a menudo hablamos de lo ‘que una persona «quiere hacer»; del mismo modo, con refe- rencia a las proferencias, hablamos de lo que «quiere decir». De ahi pareceria que silo hay un corto paso hasta la pro- posicién, o el supuesto, de que «querer algos en el obrar es lo mismo que «querer algos en el decir. Aqui las nociones de Austin sobre los actos ilocutivos las fuerzasilocutivas han roducide quizd tanto dafio como beneficio. A Austin le lla- ‘mé la atencién el hecho de que decir algo no siempre es lo ‘mismo que afirmar algo. La asorcién «con este anillo yo te caso» no es una deseripeidn de una accién, sino Ia accisn misma (de easar). Si, en tales casos, querer algo en el decir es ipso facto querer algo en el obrar, pareceria que hay una forma tinica y soberana de sontido que no necesita estable- cer diferenciacién alguna entre hacer algo y decir algo. Pero noes asi. Porque virtualmente todas las proferencias, con la excepcién de las exclamaciones involuntarias, los gritos de dolor o de éxtasis, tienen un carécter comunicativo. Algunas especies de comunicacién verbal, incluso las proferencias ri- ‘tuales, tales como «con este anillo yo te caso», son proclama- En este sentido csincdo con Danto, quien dive: «Un hombre puede hacer algo porque intents hacerlo, sin que de elle rua lo que deses; senos que modifiquomee el significado del “deseo” haciendo que sign fique en definitva exactamenta to misio que la “inteneén's, Aelia Philosphy of Acton, pg. 186 110 tivas en su forma, pero ello no afecta la cuestién. En esos casos, la proferencia es a a vez un xacto provisto de sentidor ‘ensi,¥ al mismo tiempo un modo de comunicar un mensaje oun sentido a otros: quizés en esta circunstancia el sentido comunicado es algo asi como «de este modo la unién del ma- tzimonio queda sellada y se vuelve vinculantes, segtin lo en- tionden la pareja conyugal y otros presentes en la escena. ‘De este modo el sentido de las proferencias en tanto «ac- tos comunicativos» (si tienen alguno) se puede distinguir siempre en principio del sentido de la accién o de la identifi- ‘caciGn de la accisn camo acto particular. Un acto comunica- tivo es aquel en el que el designio del actor, o uno de sus de- signios, es tratar de pasar informacidn a otros. Tal «infor- ‘acién», por supuesto, no tiene por qué ser exclusivamen- te de especie proposicional, sino que puede consistir en una tentativa de persuadir o influir a otros para que respondan de una manera particular. Ahora bien: asi como una profe- rencia puede ser ala vez un acto—algo «obrados— yun «ac ‘to comtnicativos, asi algo eobrado» puede tener a la vez in- tencidn comunicativa. Los esfuerzos de los actores para crear impresiones de un tipo especifico sobre otros por me- dio de Ins sefiales que ellos se encargan de hacer que sus ae- ciones cemitam son bien analizados en los escritos de Er- ving Goffman, quien se interesa en comparar y contrastar (esas formas de comunicacié wi las trasmitidas en profo- rencias. Pero esto no invalida la tesis: el cortar madera, y ‘muchas otras formas de accién, no son actos comunicativos en este sentido, En resumen, hay una diferencia entre en- tender lo que alguien hace cuando hace algo (incluso si se trata do proferencias rituales en una ceremonia nuptial) y ‘entender odmo otros entienden lo que él dice o hace en es- faer2os de comunicacién. He observado que cuando actores co cientificas sociales hacen preguntas «por qués sobre accio- nes, a veces quieren preguntar «qué» es la accién o piden ‘una oxplicacién de por qué el actor parece inclinado a seguir cierta conducta, Podemos hacer esas preguntas «por qué» sobre proferencias, pero cuando queremos saber por qué tuna persona dijo algo en particular, en lugar de saber por {qué hizo algo, preguntamos por su intencién comunicativa. Podemos preguntar qué quiso decir, el primer tipo de pre- sgunta por qué; o algo asi como «iqué lo impulsé a decirme ‘esto en una situacién en la que sabia que me alligiria?». Algunos, aunque sélo algunos, aspectos de la intencién ‘comunicativa en proferencias han sido recientemente ex- plorados por Strawson, Grice, Searle y otros. E] intento de dejar de lado teorias més antiguas sobre el sentido, repro- ssentado por los tiltimos estudios de Wittgenstein y por la in- vestigacién de Austin sobre los usos instrumentales de las palabras, ha tenido indudablemente algunas consecuencias bbeneficiosas. Existe una evidente convergencia entre el tra- bbajo reciente en la filosofia del lenguaje y las ideas elabora- das por Chomsky y sus seguidores sobre las graméticas trasformativas. Ambos ven el uso del lenguaje como una obra de destreza y creacién. Pero, en algunos escrito flosé ficos, Ia reaccién contra el supuesto de que todas las profe- rrencias tienen alguna forma de contenido proposicional ha levado a sostener, con no menor exageracién, que el «sen- tido» se agota en la intencién eomunicativa Para concluir esta seecidn, quiero mostrar ahora que el trabajo de los autores mencionados al comienzo del parrafo anterior nos retrotrae a considsraciones a las que Schutz y Garfinkel dieron mucho relieve: el papel de las «compren- siones de sentido comin» o de lo que designaré después sa ‘ber mutuo que se da por supuesto en una interaccisn social humana. El andlisis més influyente sobre el sentido como intencién comunicativa («sentido no natural) es el ofrecido por Grico. En su formulaciGn uriginal, Grice expuso la idea de que el enunciado de que un actor S xentendié tal y tal cosa por X> por Jo comtin se puede expresar diciendo que 4S intenté que la proferencia X produjera un efecto sobre ‘otro u otros a través del reconocimiento de ellos de que esta era su intenciéno. Pero ello no siempre es asi —seiialé des- pués Grice—, porque esta expresién podria incluir easos que no serian ejemplos de sentido (no natural). Una perso- nha puede descubrir que siempre que emite cierta especie de exclamacién, otro cae en un estado de sufrimiento, y, una vez hecho el descubrimiento, repetir intencionalmento el efecto; sin embargo, sila primera persona emite a exclama- cin y Ia otra en efecto se desmaya, tras reconocer nosotros la exelamacién, y con ella la intencién, no diremos que la ‘exelamacién «quiso decir» algo. De este modo, Grice llega a Ja conclusién de que el efecto que S intenta producir «debe de ser algo que en cierto sentido esta dentro del control de la audiencia, © que, en algtin sentido de “razén", el reconoci- 2 miento de la intencién que hay detris de X es para la au- dicncia una razén y no meramente una causar. 11 ‘Varias ambigtiodades y dificultades han sido denuncia- das por los criticos en esta exposicién. Una es que parece llevar a.un regreso al infinito, donde lo que S} intenta pro- ueir como efecto sobre Sp depende de que S; intente que Se reconozea su intencién de conseguir que $; reconozca su intencién de conseguir que $2 reconozea su intencién. .. En ‘su analisis posterior, Grice sostiene que la posibilidad de tal regreso no crea dificultades particulares, puesto que en cualquier situacin ral le negative oincapacidad de un ‘actor para seguir muy lejos por la linea del conocimient Dopreties dle Ineo jt Len gen Tare esto no es muy satisfactorio, puesto que el problema del re-~ ‘reso es de indole légica; s6lo podemos escapar del regreso, mi juicio, si introducimos un elemento que no aparece di- rectamente en los andlisis del propio Grice. Este elemento es precisamenta el de «las comprensiones de sentido co- zmtin» que poseen los actores en medios culturales compar- tidos —o, para adoptar una terminologia diferente, lo que 1un filésofo ha llamado el «saber mutuor—. (Puesto que de hecho —sogiin dioo—el fenémeno no tiene un nombre acep- tado, y por consiguiente debe acufiar uno.)'9 Cualquier ac- tor aceptaré o dard por supuesto que cualquier otro actor competente sabré muchas cosas cuando se dirige a él con ‘una proferencia, y también dard por sentado que el otro sa- bbe que él lo supone, Esto, a mi juicio, no introduce otro re- ‘greso al infinito de xsaber que el otro sabe que uno sabe que <1 otro sabe. ..». El regreso al infinito de «saber que uno sabe gue ol otro sabe. ..» amenaza sélo en circunstancias estra- ‘égicas, tales como una partida de péker, donde la gente que participa trata de sacar ventaja en Ia jugada o en la adivi- nacién: y este es mas un problema préctico para los actores, que un problema légico susceptible de ocupar al filésofo o al cientifico social. En cambio, la «comprensién del sontido oo iin» o el saber mutuo que interesan a la teoria de la inten- ‘ein comunicativa incluye primero «aquello que se puede “4. P Grice, Meaning», Philosophical Review, vl 88, 1957, pig, 385, "2 Grice, Utterer'a meaning end intentions, Philosophical Review, vl 73,1988. 19 Stephen R. Schifter, Meaning, Oxford, 1972, pgs. 30-42. 13 esperar que todo actor competente sepa (crea)» sobre las propiedades de actores competentes, incluidos él mismo y otros, y segundo, que la situacién particular en la que el ac- tor se encuentra en un tiempo dado, y el otro 0 los otros quienes la proferencia se dirge, inclayan juntamente ejem- pos de circunstancia de un tipo especifco, al que la atribu- cién de formas definidas de competencia sea en consecuen- cia apropiada. Grice y otros plantearon con gran energia la idea de que Ja intencién eomunicativa es la forma fundamental do «sen- tides, porque hacer un relato satisfactorio de ella nos per- mitird entender los sentidos (convencionales) de tipos de proferencia. En otras palabras, el sentido-S (Jo quo un actor Guiere decir cuando produce tuna proferencia) os la clave para explicar el «sentido-X» (lo que una marea o simbolo es- pecificos significan).14 Quiero negar que sea asi. El «sen- tido-X> es anterior al «sentido-So a la ver sociolégica y 15- gicamente, Sociolégicamente anterior, porque el marco de aptitudes simbélicas necesarias para la existencia misma {de la mayor parte de los designios humanos, como los lleva adelante cualquier persona individual, presupone la exis- tencia de una estracharalingtiistica que medie entre formas culturales. Légicamente anterior, porque cualquier relato ‘que parta del «sentido-S» no podré explicar el origen de las «comprensiones de sentido commun» 0 el saber mutuo, sino ‘que deberd suponerlos dados. Esto se puede aclarar obser- vando ciertos escritosfiloséficos que coinciden bastante con la teoria de Grice del sentido y presentan similares insufi- iencias.!® Ese relato, reducido a sus aspectos esenciales, se de- sarrolla como sigue. El sentido de una palabra en tna co- ‘munidad lingtifstca se basa en las normas 0 convenciones que predominan en esa comunidad, en tanto ese acepta por convencién que la palabra signifiea ps. Una convencién se puede entender como una resolucién de un problema de coordinacién, tal eomo solo define en Ia teoria de juegos. En un problema de coordinacin, dos o mds personas tienen un fin compartido que quicren aleanzar, para lo cual eada una debe elegir entro una serie de medios distintos que se exclu: Yen entre ellos. Los medios elegidos no tienen significacién % Bid, pigs. 1-5 passin David K: Leia, Contention, Cabri (Vinx), 1960. 14 por si mismos, salvo que, combinados con los elegidos por el ‘otro 0 Jos otros, sirvan para alcanzar lo que se desea mu- ‘tuamente; las respuestas mutuas de los actores estén en equilibrio cuando hay una equivalencia de resultados, pres- cindiendo de qué medios se usen. Asi, supongames que dos grupos de personas, uno de los cuales esta habituado a con- ducir por la derecha y el otro por la izquierda, se revinan pa- ra formar una comunidad en un nuevo territerio. El proble- ma de coordinacisn es el de aleanzar el resultado de que ‘cada uno conduzea por el mismo lado de la carretera. Hay dos conjuntos de equilibrio que representan resultados lo- ‘grados: aquel en que todos marchan por el lado derecho de Iacarretera, y aquel en que todos marchan por la izquierda; ¥, Por referencia al problema inicial como problema de coor- ‘inacin de acciones, ambos son igualmente elogradosy. Es- to interesa porque parece indicar que la intencién comuni- cativa puede ir enlazada con Ia conveneidn. En efecto, los ac- ‘tores que intervienen en un problema de coordinacién —por Jo menos en tanto se conduzean «racionalmente-— actua- rrin todos de una manera en que ellos esperan que los otros esperan que ectuardn. Pero este punto de vista, aunque tiene cierta simetria formal no carente de atraccién, es engafioso como relato 80- bre la convenciin en general y como teorfa de los aspectos ‘eouvencionules del sentido en particular, Es sociolégica- mente deficiente, y ereo que es también légieamente insos- tenible: al menos, hasta donde concierne a convenciones de sentido. En primer lugar, parece evidente que algunas espe- cies de normas o convenciones no ineluyen problema allgu- node coordinacién, Es convencional en nuestra cultura, por ‘ejemplo, que las mujeres, pero no los hombres, usen faldas; pero problemas de coordinacién sélo se asociarfan a modas ‘convencionales de vestimenta en relacién con tales cuestio- zes en tanto, por ejemplo, el hecho de que las mujeres ahora ‘usen en grado ereciente pantalones y no faldas creara una dificultad en la separacién de los sexes, icon tal que el logro de resultados mutuamente deseados en las relaciones se- xuales pudiera resultar comprometido! Lo mas importante ‘es que aun en aquellas eonvenciones de las que pueda de- cirse que incluyen problemas de coordinacién, los objetivos y las expectativas de quienes participan de las convenciones ‘estan caracteristicamente definidos por la aceptacién de la 115 convencién, en lugar de que la eonvencién se aleanzara co- mo un resultado de aquellos problemas. Los problemas de ‘ooredinacién, como problemas para los actores (y no para ol observador de ciencia social que intenta comprender eémo lacoordinaciGn de la acciones de los miombros serealian en concrete) surgen sélo en las cireunstancias que ya he sefia- lado: euando la gente trata de adivinar 0 anticipar lo que los otros estan por hacer, teniendo a su disposicién la informa cién de que los otros también intentan hacer lo mismo con respecto a sus propias acciones probables. Pero en la mayo ria de las circunstancias de la vida social, los actores no tie- nen que hacer esto (conscientemente), en gran parte preci- samente a enusa de la existencia de convenciones en fun cin de las cuales los modos xapropiados» de respuesta se dan por supuestos; esto vale para normas en general, pero ‘on particular fuerza para convenciones de sentido. Cuando luna persona dice algo a otra, su objetivo no es coordinar su aceién con las acciones de los otros, sino comunicarse con ellos en alguna manera, mediante él uso de simbolos con- vencionales. En este capitulo he planteado esencialmente tres argu- rentos. Primero, que ni el concepto de accién ni el de iden- tifieacién de acto tionen Iégieamente relacién alguna con in- tenciones; segundo, que la importancia de las «razones> en Ja conducta humana se puede entender mejor como el «as pecto tedrico» de la rogulacién reflexiva de la condueta que actores legos esperan mutuamente ver sustentada, de suer- te que sise le pregunta por qué actia como acta, un actor pueda ofrecer una explicacién que fundamente su acto; ter- cero, que la comunicacién de sentido en una interaccién plantea problemas que en alguna medida son separables de Jos que se refieren ala identificacidn do un sentido en actos no comunicatives. En los dos capitulos siguientes me ocuparé do utilizar y elaborar las conclusiones que aleaneé en este, las cuales ofrecen una base preparatoria para una reconstruecién de la logica del método de la ciencia social. Es sélo preparatoria porque, tal como esté, lo dicho hasta ahora no comienza a tratar lo que en mi andlisis crtico precedente discerni como algunas de las dificultades basicas de la «sociologia com- prensiva» —el fracaso en abordar problemas de organiza- 116 cién institucional, poder y lucha como rasgos que forman parte de la vida social—. En el capitulo siguiente, en conse- cuencia, trataré de integrar algunas de las contribuciones hechas por las diversas escuelas de pensamiento antes con- sideradas en los contornos de un esquema teérico capaz de abarcar satisfactoriamente estos problemas. Un paso preli- minar necesario para elo, sin embargo, es un breve examen de por qué esa reconciliacién no se encuentra ya en aquellas tradiciones establecidas de teoria social que sitiian en pri- mer plano las cuestiones de andlisis institucional: la esocio- logia académica ortodoxar de Durkheim y Parsons, yla tra- icin opuesta, que se origina en los eseritos de Maix. A.es- tos temas volveré ahora, uy 8. La produccién y reproduccién de la vida social Orden, poder, conflicto: Durkheim y Parsons El tratamiento de Durkheim de la «exterioridad> de los hechos sociales y la ecoercisn» que ejercen sobre la eonducta de los actores fue un intento de aportar una teoria sobre el nexo entre la accién y las propiedades de colectividades so- ciales. Cuando introdujo por primera vez las nociones de cexterioridad y coercién, en Las reglas del método socioldgi- co, Durkheim omitié separar el sentido ontel6gico en el que el mundo fisico tiene una existencia independiente del su jeto cognoscente, y puede influir causalmente sobre su con- Gucta, de las propiedades ecercitivas de la organizacién so- cial. Pero después se empeié en aclarar el supuesto, que de todos modos ya estaba fuertemente desarrollade aun en sus escrites iniciales, de que los fenémenos sociales gon, en su yaisma esencia, fondmonos morales. Las sanciones sutilita- rrias», que influyen sobre la conducta humana de una mane- ra «mecénica», se distinguen de las sanciones morales, cuyo contenidoes especifico del universo moral al que pertenecen (la conscience collective); legs a sostener que la adhesién a ideales morales no os coercitiva en un sentido simple, sino que es la fuente misma de la conducta intencional. En es: te ultimo sentido, se establece una triple conexién: social- ‘moral-intencional. Esta es la clave do la sociologia de Durk- heim, aunque permanece confundida con una tendencia a ver ciertos designios como si fueran wogocéntricos», basados en impulsos orgénicos, y resistentes a su incorporacién al ‘universo social de los imperatives morales. Pero la idea de que los designios pueden ser consider: dos como «valores introyectados» no es en modo alguno ex- clusiva de los escritos de Durkheim; por el contrario, aparece | Anthony Giddens, «The “individval” inthe writings of Emile Durk- Iheime, Archives europsennes de soiologie, vs. 12, 1971 18 ‘en much{simos sitios diferentes, y a menudo en las obras de aquellos cuyas ideas son en apariencia muy distintas de las de Durkheim y, en verdad, directamente opuestas. Los axio- ‘mas cantrales implicitos se pueden expresar como sigue. Bl mundo social se diferencia del mundo de la naturaleza esen- cialmente por su cardcter moral («ormativos). Esta es la vordadera disyuncidn radical, porque los imperatives mo- rrales no estn en relacién de simetria con los de la natu- rraleza, y por consiguiente en modo alguno pueden ser deri- vvados de estos; la la «libertad del sujeto actuantes se reduce entonces —y muy claramente en la teoria maduura de Parsons— a las disposiciones de nece- sidad de la personalidad. Rn el emaren de referencia dela acciéns, la eaccién» misma sélo aparece en el contexto de ‘una insistencia en que las explicaciones sociclégicas de la conducta se tienen que complementar con explicaciones psi- colégicas de clos mecanismos de la personalidad»; el sistema esenteramente determinista.® Asi como no hay espacio aqui para la capacidad creadora del sujeto en el nivel del actor, tuna fuente importante de dificultades nace de la tentative, de explicar Jos origenes de las trasformaciones de los pro- pios criterios de valor institucionalizados, un problema que elsistema de teorfa de Parsons (y ol de Duricheim) comparte con las ideas de Winch, queen otro sentido son muy diferen- tes, sobre la filosofia de la accién, puesto que los dos tienen. ‘que tratar los criterios de valor («reglass) como dados. 8 The Structure of Sécial Action, op it pég. 81 ‘Pienzo que este comentario tambign vale paral ania deserollado ‘enPetor L. Bergery Thomas Lekman, The Saclal Construction of Reali- ' Londres, 1967, quo, on mi opinién, fracasa en eu intento de eonciiar luna tori dela accin con une teria de la organizacin institucional. 121 El individuo en sociedad ‘La solucién de Parsons para el problema del orden tiene en cuenta, desde luego, la existencia de tensiones o contlic. tos en la vida social. Estas derivan de tres conjuntos posi bles de circunstancias, y cada uno de estos en cierto sentido se centra en la nocién de anomia, fundamental en el pensa- miento de Parsons como lo fue en el de Durkheim. Uno de ellos es la ausencia de «criterios de valor obligatorios» en alguna esfera de la vida social; el segundo supone una falta de earticulacién», como lo expresa Parsons, entre las dispo- siciones de nevesidad de los actores y una «pauta de orien- tacién de valores» dada; el tercero se verifica cuando los cle- mentos scondicionales» de una accion, como los percibe el ‘actor, se especifican erréneamente. Se ha dicho con bastan- ‘tefrecuencia que el esquema todrion de Parsons no deja sitio 1210s conflictos de intereses. De hecho, su mismo punto de artida es la existencia del conflicto de intereses, puesto que al tearema de la integracién de designios y valores es la base Principal de su propuesta solucién al eproblema del orden de Hobbes», definido precisamente en funcién de la concilia- ciGn de intereses diversos y divergentes. He sostenido en al- guna parte que el «problema hobbesianor no tiene en la his toria del pensamiento social la importancia que Parsons bprelendié asignarle,’ peroes importante examinar aqui sus debilidades analiticas. La cuestién no est en queel sister de Parsons (y el de Duricheim) no concedan un papel al con: flicto de intereses, sino en que ofrecen una teoria especifien, ¥ defectuosa, sobre él, de acuerdo con la cual el choque de intereses existe en la medida en que un orden social no es ‘capaz de hermanar los propésitos de los diversos miembros de una colectividad con la integracién de patrones de valor en.un consenso internamente simétrico, y sélo en esa medi- dda. El «conflicto de intereses, segtin esta concepcién, nunca lege a ser algo mas que un choque entre los propésitos de actores individuales y los «intereses» de la coloctividad. En. a perspectiva, el poder no puede llegar a ser tratado como ‘un componente problematico de intereses de grupo diver. gentes corporizados en una aecién social, puesto que el en trelazamiento de intereses es considerado primoro y ante 1. Giddens, «Clasial social theory andthe origin of modern socclo 7, American Jour of Sociology, va. 82,1916. 122 todo como un problema de la xelacién entre «el individuo» y da sociedads, Desde este punto de vista, las ideas de Durkheim son ‘mas complejas que las encarnadas en The Social System, por lo menas en tn importante aspecto. Durkheim sostuve ‘que hay dos modes principales en los euales los intereses de los actores puecien llevarlos a apartarse de los imperati- ‘vos morales de la conscience collective, aunque en su pensa- ‘iento no consiguis esclarecer plenamente la relacisn entre ellos, Uno se basa en el papel de los impulsos egocéntriens, orgiinicamente dados, concebicios en tensin constante con Jas domandas morales de Ia sociedad 0 con ol segmento so- cializado de la personalidad dualista del actor. Bl otro es el esquema conocido de la falta andmica de conjuncién entre los designios do los actores y las normas morales estableci- das, El tratamiento que Durkheim hace de la anomia ofre- ce algtin reeonocimiento del conflicto de intereses porque la «desregulacién» anémica deriva de una situacién en la que los actores tienen aspiraciones definidas que no son «rea- lizables> (argumentacién elaborada después por Merton), y no de un vacio moral, una ausencia de normas morales obligatorias para las aeciones.® Pro esta posibilidad, que poairia haber sido vinculada con el analisis deo que Durk- heim designs sdivisidn forzada del trabajo», y por ova via con el analisis del conflict de clases, permanecid en buena parte inexplorada en los escritos de Durkheim, y se pier- de por completo de vista en el esquema tebrico de Parsons, puesto que este define la anomia como ela antitesis polar de una institucionalizacién plena»,o «la completa quisbra del orden normativos. Aunque la interpretacién que Par- sons ofrece de la linea de pensamiento de Durkheim en The Structure of Social Action es a mi juicio enteramente erré- 1nea,? Ia sefialada insistencia vincula indudablemente la obra de Durlcheim con la de Parsons, y asi unifia la tradi- cin dominante en la sociologia académica. El «problema <— del ordeno, desde este éngulo, cansiste en la contralidad de ‘una tensidn que se supone existente entre eegoismo» y . Orden, poder, conflicto: Marx Para buscar una alternativa a una teoria de este tipo, tendemos a recurrir al marxisme, con su manifiesta y ge- neralizada insistencia en el proceso, el conflicto y el cambio, Se pueden distinguir en los escritos de Marx dos formas de relacién dialéctica en el movimiento de la historia, La pri- mera es una dialéctica entre humanidad y naturaleza; la '0-Talott Parsons, nota del traductor,en Max Weber, The Theory of Se- cial and Economie Organisation, Londres, 1964, pig. 124, Ck. Paroons, ‘The Social System, pig. 96, donde distingue dos axpectos del problema del ordens;el «problema hobbesianoey el «problema del orden en los sist: sas simbdlicor que hacen posible Is comunicecié>. 124 segunda es una dialéctica de clases. Las dos se enlazan con In trasformacién de a historia y la cultura. Los sores huma- 10s, a diferencia de los animales inferiores, no son capaces de oxistir en un estado de mera adaptacién al mundo mate rial. El hecho de que no posean un aparato innato de res- puestas instintivas los obliga a un juego reciproco creador con sus circunstancias, tal que deben procurar hacerse due- fios de su ambiente en lugar de adaptarse simplemente a él como a algo dado; asi los seres humanos se cambian a si mismos cambiando el mundo que los rodea en un proceso continuo y reciproco. Pero esta cantropologia filosdfica» ge- neral (que no era original de Marx y que en la forma en que la expuso, en particular en sus primeros escritos, hizo poco ‘mas que injertar la «inversién feuerbachianay en el sistema de Hegel) se mantiene latente en las obras siguientes de ‘Marx (com la excepcién parcial de las Grundrisse, donde la reelaboracion de estas ideas es atin fragmentaria). En con- secuencia, es poco lo que se puede encontrar en Marx en la forma de un andlisis sistematico 0 elaboracién de la nocion. basica de la praxis. Hallamos afirmaciones como esta: «La ‘onciencia es (...) desde su comienzo mismo un producto social, y lo seré mientras existan seres humanos> y, més especificamente: «El lenguaje es tan. antiguo como la con- ciencia, el lenguaje es conciencia practica que existe tam- bien para otros hombres (. ..) el lenguaje, como la concien- cia, sdlo surge de 1a necesidad, del intercambio con otros hombress.11 Pero antes que explorar las consecuencias de tales proposiciones, Marx se interesaba sobre todo en avan- zar directamente hacia la tarea de interpretar histérica- mente el desarrollo de tipos particulares de sociedad por medio de los conceptos de modos de produccién, divisién del trabajo, propiedad privada y clases, para lo cual desde luego se concentraba en la critica de la economia politica y la tras: formacién eventual del capitalismo por ebsocialismo. ‘Marx elabors en ese contexto sus analisis del interés ma- terial, el conflicto y el poder, que dejan traslucir algunas de las ambigtiedades de los recursos conceptuales que los ins piraron. Bs bastante evidente que, dentro del régimen capi- talista, las dos clases principales, capital y trabajo asalaria- do, tienen intereses divergentes (tanto en el sentido estre- 1 The German Ideology, Mocei, 1968, pig. 42. 125 cho de la apropiacién del ingreso econdmico como en el sen- tido mas profundo en el que los intereses de la clase obrera promueven la incipiente socializacién del trabajo, en coli- siGn con la defensa cerril de la propiedad privada por parte de la clase dominante); que estos factores implican que el conflicto de clases, latente o manifiesto, es endémico en la sociedad capitalista; y que esta condicién de antagonismoes regulada o estabilizada de manera més o menos directa par Ja gestién del poder politico del Estado. La superacién del capitalismo, sin embargo, marca la superacién de las clases, de sus conflictos de intereses y del «poder politico» mismo. En este ultimo aspecto, se puede sefialar sin dificultad la in- fluencia residual de la doctrina de Saint-Simon, la idea de que la administracién de los hombres por otros hombres da- 1rd paso a la administracién de los hombres sobre las cosas. La idea que Marx se forma sobre la superacién del Estado spor cierto mucho mas refinada que esto, como lo prueban, sus apuntes en sus criticas iniciales a Hegel y sus comenta- rios posteriores sobre la Comuna y el Programa de Gotha. Pero las clases, los intereses de clases, el conflicto de clases, y el poder politico dependen para Marx, en un sentido sus- tancial, de la existencia de un tipo dado de sociedad (la 90 iedad de clases), y como él rara vez analiza los «intereses», elconflicto» ¥ el spoder» fuera del contexto de las clases. no resulta claro hasta déndo estos concoptos se relacionan con la sociedad socialist. Los intereses de clases y los conilictos de clases pueden desaparecer en la sociedad socialists, pero équé ocurre con las divisiones de intereses y los conflictos ue no estan especificamente ligados a las clases? Hay afir~ maciones en Jos escritos iniciales de Marx que podrian in terpretarse en el sentido de que la llegada del comunismo marca el finde todas las formas de divisién de intereses. De- bemas dar por seguro que Marx no mantuvo este punto de vista; pero la ausencia de algo mas que indicaciones dis persas acerca de tales cuestiones impide hacer afirmaciones muy coneretas sobre ellas. Ahora bien: se puede sefialar que Marx se negé a entrar en detalles acerca de la sociedad del futuro sobre la base de que tal especulacién degenera en el socialismo utépico, puesto que no es posible prever la forma dé la organizacién social que caracterizaré a una sociedad basada en principios muy distintos de los existentes; y de modo similar, tal vez se pueda sostener que los conceptos 126 desarrollados dentro de un tipo de sociedad —ol eapitalis- ‘mo— no serian apropiados para el anzlisis de otra —el so- cialismo—. Pero estos argumentos no desmienten el punto Fincipal: que los tinieos andlisis convincentes del conflicto Yelpers vnculaneapeciiementean Marx con lo inte rreses de clases, Bajo este aspecto, sus escritos no proveen ‘una alternativa elaborada frente a las grandes tradiciones del pensamiento social cuya «antropologia filoséfica> se cen- tra en los concepts de valor, norma o eonvencién. ‘Lo que sigue se basa en Ja idea fundamental de Ia pro- duceisn y reproduccién de la vida social, que ciertamente ‘resulta coherente con la ontologia marxista de la praxis. Se- sin lo dice Marae: Tal como los individuos expresan su vida, ‘asi es como son. Lo que son, por consiguiente, coincide con su produecién, tanto con lo que producen como con el modo fen que producen».!2 Pero «producciéne se debe entender en. un sentido muy amplio, y para especificar sus connotacio- nes tenemos que ir mucho més alld de lo que nos ofrecen de ‘una manera inmediata los trabajos de Marx. La produccién 0 constitucién de la sociedad es un logro diostro de sus miembros, pero tal que no ocurre on condiclo- nos que estén enteramente dentro de su intencién o com- prensidn. La clave para entender el orden social —en el sen- tido mas general del termino que he distinguldo antes— no estd en la «interiarizncién de los valores», sino en las rela~ ciones cambiantes entre la producein y la reproduecisn de la vida social por sus actores constituyentes. Pero foda re- ‘produccidn es necesariamenie produccién: la simiente del cambio existe en cada acto que contribuye a la reproduccién. de cualquier forma wordenada» de vida social. El proceso de reproduccién comienza con la reproduccisn de las cirouns- tancias materiales de la existencia humana y depende de cesta: la re-procreacién de la especie y la trasformacién de la nnaturaleza. Los seres humanos, segtin dice Marx, producen, clibremente» en intereambio con la naturaleza, en elsentido araddjico de que estan forendos a trasformar activamente ‘el mundo material para sobrevivir en él, puesto que carecen ‘de un aparato de instintos que les proveeria una adaptacisn més mecanica a su ambiente material. Pero lo que sobre todo distingue a los seres humanos de los animales es que 2 Tid, pi. 82 127 Jos primeros son eapaces de o colectividad. Bajo el aspecto de su produccién como serie de actos de habla por un hablante individual, el \guaje es 1) una destreza, 0 un conjunto muy complejo de destrezas, que posee cada persona que «conoce> el lenguaje; 2) utilizado para «conferir sentido», literalmente, como un. arte creadora de un sujeto activo; 8) algo quees hecho, reali- zado por el hablante, pero no eon pleno conocimiento de e5- ‘mo lo hace. Es decir que probablemente el individuo pueda ofrecer sélouna versisn fragmentaria deo queson las habi- lidades que ejerce, 0 de cémo las ejerce. Bajo su aspecto de medio de comunicacién en interac- cid, el lenguaje implica el uso de eesquemas interpretati- ‘Yos» para entender no sélo lo que otros dicen, sino también Jo que denotan; Ia constitucidn de un «sentido» eomo un lo- gro intersubjetivo de entendimiento mutuo en tn intercam- ‘bio continuo; y el uso de indicios contextuales, como propie~ 128 dades del escenario, como parte integral dea constitucién y comprensién del sentido. Considerado como una estructura, el lenguaje no es «pose‘do» por ningvin hablante particular, yy sélo puede ser conceptualizado como una caracteristica de ‘una comunidad de hablantes; se lo puede coneebir como un conjunto abstracto de reglas que no se aplican mecanica- mente, sino que las emplean de un modo generativo los ha- blantes miembros de la comunidad de lenguaje. Me pro- pongo decir entonees que la vida social se puede considerar ‘como tn conjunto de préciicas reproducidas. Siguiendo el triple enfoque que distinguimos antes, las prcticas sociales pueden ser estudiadas, primero, desde el punto de vista de su constitucién como una serie de actos «producidos por ac- tores; segundo, como formas constitutivas de interaccién, ‘que incluyen la comunicacién de un sentido; y tercero, como estructuras constitutivas que pertenecen a eeslectividadess ‘0 «comunidades sociales», La produceién de una comunicacién «provista de sentido» La produceién de interaccién tiene tres elementos funda- mentales: su eonstitucién con earacter «provisto de sent do»; su constitucién como un orden more ‘como la operacién de relaciones de poder. Postergaré por el ‘momento la consideracién de los dos iltimos, pero sélo por- ‘que su importancia merece un tratamiento detallado, y all final estos elementos deben ser reunidas, porque se los pue~ de separar analiticamente, pero en la vida social estan sutil pero esirechamente entrelazados. La produccién de una interaccién en tanto provista de sentido depende ante todo de la reciprocidad de la «recep ciGn» (Austin) en el intento comunicativo, donde el lenguaje es el medio primario pero ciertamente no el tinieo. En toda interaccién intervienen un interés constante y una aptitud de descubrir modes para comprender Ja conducta del otro, parte de la recepcién del intento comunicative —por ejem- plo, la comprensién de motivos—. Las sutilezas de la pro- ‘duccién cotidiana de interaceién pueden parecer fécilmen- ‘te meras molestias periféricas si unos modelos idealizados 129 de dialogo como «entendimientos mutuos perfectos» se ven como algo mas que un mundo posible de la filosofia. Dice Merleau-Ponty: «La voluntad de hablar es una y la misma que la voluntad de ser entendidov.!8 Pero mientras que es- to presumiblemente tiene validez para simismo como una ascrcién del fildsofo, en situaciones diarias de interaccién la voluntad de hablar es también a veces la voluntad de con- ‘trariar, desconcertar, engafiar o ser mal entendido. Es esencial para cualquier anélisis adecuado de la inter- accién como producto de las destrezas constitutivas de los factores reconocer que su «sentidos se negocia de modo acti- voy continuado; que noes sélo a comunicacién programada de sentidos establecidos: esta es, segxin interpreta, la sus- tancia de la diferenciacién de Habermas entre «competen- cia lingiistica» y «comunicativay. La interaccién, como ya he sefialado, estd situada espacial y temporalmente. Pero ‘esto es una simple perogrullada sin interés sino advertimos ‘que es algo generalmente usado 0 aprovechado por los acto- res para producir interaccién, Anticipaciones de las res- uestas de otros median la actividad de cada actor en cual- quier momento del tiempo, y lo que sucedié antes esta su- jeto a revisidn a la luz de la experiencia que siguié. De esta manera, sefala Gadamer, la vida social practica presenta ontoldgicamente las caracteristicas del «circulo hermenéu- theo». La «dependencia del contexto», en las diversas mane- ras en que esta expresin admite ser interpretada, se puede ‘considerar apropiadamente un elemento integral de la pro- duccién de sentido en una interaccién, no un simple obs- ‘téculo para el andlisis formal. En relacidn con teorias de las descripciones definidas, los {ilsofos han analizado con frecuencia las ambigtiedades de frases como esta: «A quiere casarse con alguien que sus pa- dres desaprucbam. Pero es importante advertir que tales discusiones pueden volverse enteramente engaiiosas si se Jas plantea como intentos de aislar una estructura 16 abstracta de la comunicacién de sentido en una interaccién. Aqui cambigiiedad» es ambigiiedad-en-contexto, y definida- mente no se la debe confundir con las acepeiones que una palabra u oracién dadas pueden tener en circunstancias distintas de aquellas en que las emitié un hablante particu- ® Maurice Merlenu-Ponty In Prose of Philosophy, Evanston, 1963, pig 54 130 lar en tn tiempo particular. La oracién citada antes pro- dablemente no es ambigua, por ejemplo, si se la pronuncia enel curso de una conversacién en la que ya se mencioné al individuo que figura en los planes de matrimonio de A; 0 también si el curso de la conversacién ya puso en claro para los participantes que A se ha propuesto elegir una esposa que resulte objetable para sus padres, aunque sin tener pre- sente hasta ahora alguna en particular. Porel otro lado, una afirmacién que aparte del contexto parezea enteramente no ambigua, como «A se dispone a easarse maiians», puede en realidad ser ambigua si, por ejemplo, se la pronuncia con suficiente insinuacién de sareasmo come para que un oyen- te no sepa con seguridad si cl hablante «mnienta en realidad Jo que dices. E] humor, la ironia, el sarcasmo dependen to- dos ellos en alguna medida de posibilidades abiertas del dis- ccurso, como elementos reconocidos de las destrezas por me- dio de las cuales la interaccién se constituye en tanto pro- vista de sentido.!4 Si bien esas destrezas desde Ing sugonen un eben, 1e en principio puede ser expresado en forma proposicio- tale ovidanis quo ou suburacin por arpectastemporaos yyespaciales del contaxto de comunicacisn nose puede consi- ‘derar en estos términos exclusivamente. Tomemos un ejem- plo analizado por Ziff. Los lingttistas han sostenido veces que el significado de un uracisn, como «la phuma que esté obro ol escritorio es de oro», cuando se la utiliza en el eon- texto diario de la comunicacién podria ser expresada en. un enguaje formal como una serie de afirmaciones, conocidas implicitamente por los participantes, que describan carae- toristicas contextuales «pertinentes».1® De este modo, el re- ferente exacto se podria indicar sustituyendo ela pluma que esta sobre el escritorio» por «la vinica pluma que ests sobre clescritorio de la habitacién que da al frente del mimero 10, Downing Street, a las 9 de la mafiana del 29 de junio de 1 Acerca dela juegos de palabras eertios, chistes, ete, dle Goffman: “EL jaogo de pelabras més parece celebrar el poder del contexte para dee- Califcns todas las interpretaciones menos une, que impugnar los efectos Go ost fusran, Erving Gofmen, Frame Analyse, Nueva York, 1974, 463. °S Paul Ziff, Natural and formal languages», en Sidney Hook, Langua- ge and Philowophy, Nuewn York, 1969. también Zit, Semantic Analysis, hace, 1960, 131

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