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4, EL TRIBALISMO LA NEBULOSA AFECTUAL “Noi siamo la splendida reaita’.” Esta inscripcién, escrita torpemente y hallada en un rincén perdido de la Ttalia meridional, resume bien el reto de la socialidad, Encontramos en ella un resumen de los distin- tos elementos que la caracterizan: relativismo del vivir, grandeza y tré- gedia de lo cotidiano, pesade del dato mundano, que se asume mal uc bien, todo ello expresado en un “nosotros” que sirve de argama- say que ayuda precisamente a soportar el conjunto. Se ha insistido tanto en la deshumanizacién, el desencanto del mundo moderno y Ja soledad que engendra que ya casi no podemos ver las redes de so- lidaridad que se constituyen en ella. Por mas de un concepto, la existencia social esta alienada y some- tida a las érdenes de un poder multiforme; pero esto no impide que exista una potencia afirmativa, que, a pesar de todo reanuda el “jue- go (siempre) recomenzado del solidarismo o de la reciprocidad”. Se trata de un “residuo” que merece nuestra atencién.! Para abreviar, se puede decir que, segiin las épocas, predomina un determinado tipo de sensibilidad: un estilo que especifica las relaciones que entablamos. con los demas. Esta puesta en perspectiva estilistica estd siendo cada vyermas destacada (P. Brown, P. Veyne, G. Durand, M. Maffesoli)? En concreto, permite dar cuenta del paso de la “polis al tiaso”, o también del orden politico al de la fusién. Mientras que el primero privilegia 4110s individuos y sus asociaciones contractuales, racionales, el segun- do va.a acentuar la dimensién afectiva, sensible, Por un lado, se ene * Somos a espléndida realidad (7 2 Sobre lt relacién poderpotencia,remito amis labia Pars (1979), reed, DDB, 1999. * Sobre el etlo fF. Brown, Genixe de !Antiguié dive, Pars, Gallimard, 1988, * 16, el prGlogo de P Veyne. G. Durand, La beaut emme présence paracique, Branes, 1984, Frankfurt, Insel Verlag, 1986 p. 129: M. Maffesoli, El paradigna estécico", en Selo ot ec, Montreal, vo. XVIL, mim. 2 oct 1985, p- 38. 1145] si M. Maffeslh, Le vlence 146 -rimePO DE LAS TRIM cuentra lo social, que posee una consistencia propia, una estrategiay una finalidad; por el otro, una masa en donde se cristalizan agregae dos de todo tipo, especificos, efimeros, de contornos indefinidos, La constitucién de lo social y su reconocimiento teérico no fue. zon, en absoluto, cosa fécil. Lo mismo ocurre en la actualidad con csa nebulosa que lamamos socialidad. Asi entendemos que una ine vestigacién pueda ser aproximada, parcial, a veces castica, a imagen de aquellas multitudes sobre las cuales no se tiene ninguna certeza, Pero lo que esté en juego, una vez mas, tiene suma importancia; y apuesto que cl futuro de nuestras disciplinas dependers esenciak mente de nuestra capacidad de saber dar cuenta de la bullicién en cuestion. Por mi parte, considero que la excesiva insistencia sobre el narck sismo o sobre el desarrollo del individualismo, lugares comunes de snumerosos anzlisis sociolégicos y periodisticos, son pensamientos conyencionales. A menos que no expresen el malestar profundo de los intelectuales que ya no comprenden nada de la sociedad que es su raz6n de ser, y que intentan asi volver a darle sentido; en térmb znos adecuados al campo moral o politico en el cual sobresalen, No ‘examinaré de nuevo este combate de retaguardia; baste con indica, aunque sea de manera un tanto tajante, c6mo la experiencia del prj. mo funda comunidad, aun cuando ésta sea conflictiva. Que se me en tienda bien: no pretendo participar en la elaboracién de la mesco- lanza moral tan de moda en nuestros tiempos, sino mis bien darlos lineamientos de lo que podria ser una lgica de la fusiGn. Metifora <ésta, ya que como vimos a propésito de la masa, la fusiGn puede efec tuarse sin que exista eso que tradicionalmente se llama didlogo, in- tercambio y demas bagatelas de la misma indole. La fusién de la co munidad puede ser perfectamente desindividualizante; crea una ‘unién que no implica la plena presencia ante el préjimo (Io que re mite a lo politico), sino que establece més bien una relacién vacia que yo llamaria relacin ctit en la masa nos cruzamos, nos rozamos, ‘nos tocamos, se establecen interacciones, se operan cristalizaciones yse forman grupos. Podemos comparar esto a lo que W. Benjamin dice de Bl nuevo mundo amoroso de Charles Fourier, un “mundo en donde la moral no tiene yamada que hacer”, en donde “las pasiones se engranan y'se me- canizan entre si”, y un mundo en donde, retomando los mismos t ‘minos de Fourier, se observa un orden de combinaciones y de asoc ss. TeBAtIsMO ur ciones indefinidas e indiferenciadas.*Y, sin embargo, estas relaciones ticles, formadas por sedimentaciones sucesivas, no dejan de crear ‘un ambiente especial: eso que yo he llamado una unin punteada. Pa- 1a facilitar nuestra reflexién, propongo una imagen: en su nacimien- to, el mundo cristiano ¢s una nebulosa de pequeiias entidades espar- cidas por todo el Imperio romano. La ebullicién que esto provoca secreta entonces la bella teoria de la “comunién de los santos”. Enla- ce a la vez flexible y firme que no deja de garantizar la solidez del ‘cuerpo eclesiastico, Es esta efervescencia grupal, y su ethos especifi- ‘co, lo que va.a dar origen a la civilizacién que conocemos. Se puede imaginar que estemos confrontados actualmente ante una forma de “comunién de los santos”. Las mensajerias informaticas, las redes se- xuales, las diversas solidaridades, el encuentro en las reuniones de- portivas y musicales son sendos indices de un ethos en formacién. No es otra cosa lo que delimita este nuevo espiritu del tiempo al que se Je puede lamar socialidad Precisemos, ante todo, que la tradicién fenomenolégica y com- prensiva lleva ya largo tiempo abordando este problema, Estoy pen- sando, en particular, en A. Schutz, quien, en muchos de sus andlisis, y mds precisamente en su articulo “Making music together”, estudi6 la “relacién de sintonia” (mutual tuning in relationship) segtin la cual los individuos en interacci6n se epifanizan en un “nosotros muy fuer- temente presente” (in vivid presence). Por supuesto, en la base cncon- tramos bisicamente la situaci6n de cara a cara, pero, por contamina- cidn, es el conjunto de la existencia social el que se ve afectado por «sia forma de empatia.* A propésito, ya sea por medio del contacto, de la percepcion o de la mirada, siempre aparece lo sensible en la re- laci6n de sintonfa. Como veremos mas adelante, es lo sensible lo que sirve de sustrato al reconocimiento ya la experiencia del projimo. Por tanto, se puede observar que es a partir de lo sensible como se elabo- ra “la relaci6n de las mnentes”, otra manera de nombrar la compren- 5 CE W. Benjamin, sis, Pars, Deno-Gonthier, 1988, p. 40, y, Tacusel, Chaves Pore le jeu des passions, Paris, 008, 2000, “A. Sets, "Faire de la musique ensemble. Une énude des rappors sociaux’ ra Aducciin francesa, Secs Paris, Masson, 1984, vol. 1, nim. 1, pp. 2227. Extracto de "Making music together”, Collected Paper IL Nijhoff, La Haya, 1971, pp. 199-178. también ML Gail, “Multiple meaning", "Techno", entrevista de J-1,-Nancyy M. Mat esol, Pri, Dis Voir, 1099, 148 LUE DELAS a pu TaIALI9N0 me sin, tomada en su sentido més amplio. Aunque resulte baladi, no, que temer repetirlo, la originalidad del proceder sociol6gico cor te en que descansa en la materialdad del estarjuntos, Dios (y la teologia), el espiritu (y Ia filosofia) y el individuo (y economia) le ceden el sitio al reagrupamiento. Ei hombre no esta considerado aisladamente. Y, aun cuando se dé prioridad a lo im: nario, cosa que yo me inclinarfa a hacer, no hay que olvidar que és procede de un cuerpo social y que se materializa en él a su vez. N hay, propiamente hablando, autosuficiencia, sino mas bien una cong tante retroaccidn, Toda vida mental nace de una relacién, ¥ de su go de acciones y de retroacciones, Toda la I6gica comunicacional @ simbolista se funda en esto. Es1o que O. Spann llama “la idea de ay reamiento” (Geaveiung). Es un efecto de pareja que se pucde ver e te los padres y el hijo, el maestro y los disefpulos, el artista y sus miradores.* Considerando, naturalmente, que este efecto de pareja transciende los elementos que lo componen. Esta transcendencia es caracteristica de la perspectiva sociolégica en su fase inicial, la cual, como es bien sabido, se vio obnubilada por la comunidad medieval, ‘Sin embargo, como el burguesismo triunfante tenia al individualis. ‘mo como vector esencial, este modelo comunitario se vio progresiva: mente recharado, 0 0 snd, porel conta, més que para fn ‘car el aspecto progresista y liberador de la modernidad. Pero ino por. cello los mitos corporatista o solidarista dejan de estar presentes, co ‘mo la estatua del Comendador, en el horizonte de nuestra argumen- tacién. Incluso el mas positvista de los sociGlogos, A. Comte, hace de ellos una nueva formalizacién en su religién de la humanidad. Ya co nocemos su influencia sobre Durkheim ya sociologia francesa, pero To que menos sabemos es que, por mediacién de W. G, Sumner, el m= to solidarista hallé eco en el pensamiento estadunidense.? Sin querer alargamos al respecto, se puede sefialar que el solidae rismo o la religién de Ia humanidad pueden servir de telén de fondo alos fenémenos grupales con los cuales nos vemos confrontados en ‘nuestros dias. Yello principalmente en lo que a la légica de la iden- tidad se refiere; sta ha servido de pivote al orden econdmico, politi- coy social que ha prevalecido desde hace dos siglos. Pero, aunque to- davia continia funcionando, su efecto de rodillo apisonador no tiene ya, ni mucho menos, la misma eficacia. Ast, para captar bien el senti- Irientoy la experiencia comparides, presentes en numerosas situaciones yactitudes sociales, conviene tomar ya otro angulo de ataque. El de Ia estética me parece el menos malo, Entiendo estética dle una mane- ractimol6gica como la facultad comiin de sentir, de percibir. A pesar de su racionalismo, Adomo habia observado que la estética podia per- mitir “defender lo no‘déntico que oprime en la realidad la obliga- cién de la identidad”.” Imposible describir mejor el florecimiento y la efervescencia del neotsibalismo que, desde sus distintas formas, se niega a reconocerse en cualquier tipo de proyecto politico, que no se inscribe dentro de ninguna finalidad y cuya tinica razén de ser es con- sagrarse a un presente vivido colectivamente, Para convencerse de cllo, basta referirse a as investigaciones y monografias realizadas so- bre los grupos de jévenes, sobre los circulos de afinidades, sobre las pequefias empresas industriales. ¥ todavia quedan por realizar otras, jnvestigaciones sobre las redes telemiticas para confortar el aspecto prospectivo de las relaciones de sintonfa. Las distintas lamentaciones de los hombres politicos, de los cléri- gos 0 de los periodistas a propésito de la creciente desindividualiza- Cin son un fndice que va en el sentido de realidades “suprasingula- res” o “supraindividuales’. Al margen de cualquier apreciacién normativa, conviene saber analizar las distintas consecuencias de lo anterior. A partir de experimentos psicoldgicos Hevados a cabo en los ais sctenta, Watzlawick mencionaba el “deseo ardiente e inquebran- table de estar de acuerdo con el grupo”. Actualimente ya ni siquicra se necesita hablar de deseo, sino de un ambiente que nos impregna. ‘Yio que cra experimental en los grupos californianos se ha vuelto rea- lidad en la vida cotidiana, El deseo apelaba todavia a un sujeto, que cra su portador; pero ya no es el caso. La inquietud de conformidad * Gta stulo de ejemplo: Gumplowice, Pris de soil Pari, 1898, pp. 287 34 So- bre O. Spann, ef el aniiss que hace W, Johnston, Lisp viens (una historia inte- etal y sec), 18481998, Pass ur, 1R,p 968, “Sobre la fscinaciin porlo comunitario en la sociologis cf R.A. Nishet a rade ‘ion scoapigu, Paris, pur, 1984, p. 30; sobre un precurior de la sociologia americans, Li Sma, WC Sumner ds la anane uke Une Laval, 1984, p. 107. cag ee 2 7 T.-W. Adorno, Thérieethdtiqu, Pars, Klindsieck, 1974, p. 18. Cf; mi definiion ie ta estetica, M, Maffesoli, Au cur der aparece, Paris (1990), Le Lnre de Poche, 1995 150 7 151 Jectivas”.® Lo que parece ser una opinién personal, es en ee lad la es una consecuencia de la masificaci6n, siendo en el interior de donde se operan incidentalmente y de manera aleatoria, los re pamientos. Antes he hablado de la “materialidad” de! estarjuntoy. pues bien, el vaivén masa-ribu es la ilustracién de ello, Es posible i ginar que, en vez de estar ante un sujeto-actor, nos encontremos con: frontados con un encajamiento de obetos. Como si se tratara de una, fieca rusa, el gran objetomasa encubre pequelios objetos-grupos, que se difractan hasta el infinite Alelaborar su ética de la simpatia, Max Scheler se esfuerza por mos: {ramos que ésta no es ni esencial ni exclusivamente social. Seria en ierta manera una forma englobante, matricial, Es una hipdtesis de este tipo lo que ahora voy a formular. Siguiendo e! movimiento pen- dular de las historias humanas, esta forma, tras haberse visto minimie zada, estaria nuevamente presente, privilegiando la funcién emocion nly los mecanismos de identificacién y de participacin subsecuentes, Lo que él llama la “teoria de la identificacin de la simpatia” permite explicar las situaciones de fusién, esos momentos de éxtasis que pue- den ser puntuales, pero que pueden igualmente caracterizar el clima de una época.* Esta teoria de la identificaci6n, esta salida extitica de si mismo se halla en perfecta congruencia con el desarrollo de la imax gen, con el del especticulo (desde el especticulo stricto sensu hasta los shows politicos) y, naturalmente, con el de las muchedumbres depore tivas, turisticas 0, simplemente, de vagos. En todos estos casos ‘mos a una superaci6n del principium individuationis, que fue el ntime- To dureo de toda organizacién y teorizacién sociales. eHlay que establecer, como propone Scheler, una gradacién entre “fusion”, “reproduccién" y *participacion” afectivas? A mi juicio, se- rfa mejor, aunque s6lo fuera a titulo heuristico, hablar de una nebue Josa ‘afectual”, de una tendencia orgifstica 0, como ya lo he analiza do antes, dionisiaca. Las explosiones orgidsticas, los cultos de osesién, las situaciones fusionales han existido desde siempre. Sin cM. Mateo, 41M: sehleope p. 40.162. Sobre a tendencia nlc, cM Limbs mtion be nied i Pi 9) eae Phe, so1.y farcel Riviére, 1956, donde se habla, en 1991-7 Mannie, ooget pe Pa Mt 856 19% sobre “ula opis’ amis M. Halbwachs, La mimi cacti Po Fin TS p28, wb cree cole eambien Nib, (oo, Par Klincsec, 1988. CIB Watlawick, La ltd la ili Paris, 1978, p. 1, y M,Scheler, Naturet or mes dea sympa, Pars, Payot, 1998, en particular pp. 115, 88 s, 88 y 85. Sobre las ‘muchedumbres, tJ. Beauchard, La Pussanc det fouls, Pars, wr, 1985, Sobre el de> Portes ct: los trabajos de F.Grifet,O.Sirostyla tes en curso (CEAQ) de D. Fementaa, Sobre el turismo, ef Soc, nim, 8, Pars, Masson, vol. 2, nim. 2, 1985, yR. Amir, Imagini du tourism, wr, 2000, 152 FL TIEMPO DE LAS THER ““inica sociedad verdadera, (el) \inico calor que se siente ahi, (3) el de una propulsién, de una compulsién colectiva’.!” Esta imagen pue- ‘de ayudarnos a pensar. De manera casi animal, se siente una fuerza que trasciendc las traycctorias individuales o, mas bien, que hace que _ éstas se inscriban en un yasto ballet, cuyas Siguras, por mas estocas ‘as que sean, no dejan de formar, afin de cuentas, una constelacién cuyos distintos elementos conforman un sistema sin que la voluntad, ni la conciencia intervengan. Tal es el arabesco de la socialidad, Garacteritea de io saiat 1 indviduo podfa tener una funciénen la soe ciedad y funcionar en un partido, una asociacién o un grupo estable, Garacerstica de la socialidad: la persona (persona) desemperia pape lestanto en el interior de stactividad profesional como en el seno de Jas diversas tribus en las que participa. Como su traje de escena cam-_ bia, esta persona va, seguin sus gustos (sexuales, culturales, religiosos, _ aumistosos) a participa cada dia en los diverss juegos del that 7 _ Nunca se insistiré lo suficiente en ello: a la autenticidad dramatic cade lo social corresponde la trégica superficialidad de la socialidad, ‘Ya mostré antes, a propésito de la vida cotidiana, cémo podia ocule tarse la profundidad bajo la superficie de las cosas. De ahi la impor- tancia de la apariencia. No se trata de abordarla aqui como tal, sino ‘lo de indicar brevemente que es vector de agregaci6n. En el senti- do indicado anteriormente, la estética es un medio para percibir, pax ra sentir en comin. Es, asimismo, un medio para reconocerse. ¢Par- va esthetica? En todo caso, el abigarramiento indumentario, los cabellos multicolores y otras manifestaciones punk sirven de argama- sa, La teatralidad instaura y conforta a la comunidad, El culto al cuer Po, los juegos de apariencia, s6lo valen en cuanto que se inscriben dentro de una vasta escena en donde cada quien es ala ver actor y ex pectador. Parafraseando a Simmel y su sociologia de los sentidos, se fata de una escena *comiin a todos”. Se hace menos hincapié en lo que particulariza que en la globalidad de los efectos." ct. P Scheres Lamas Pari, Albin Mi : Hime atm, ce, 1666 p17 ‘Betis, Anne Pas, Gre, 1986p CF ianene lon taboo Moles, Ist do Pychologie acl, Unies de Stanboug sere dese Jeligtiog,cicdera 2 Sabre lapariencin emita mi propor ans en M Malla, Lacon ‘ex Pas (179), o0m 1985, yr ih omens OW): Lae de eck, TAMA 158 Lo propio del espectéculo es acentuar, ya sea directamente, ya sea de manera eufemistica, la dimension sensible, tactil, de Ia existencia social. Estarjuntos permite tocarse. Todos los placeres populares son placeres de multitud o de grupo: y no se podra entender esta extraiia ‘compulsién a congregarse mientras no se tenga en mente esta cons tante antropolégica. Volviendo a la dicotomia desarrollada por W. Wor- ringer entre abstraccién y Einfihlung, se puede decir que hay momen- tos abstractos, teSricos, puramente racionales, y otros en los que la cultura, en el sentido mas amplio del término, es una cuesti6n de par- ticipacién y de “tactilidad”. El retomo de la imagen y de lo sensible ‘en nuestras sociedades remite ciertamente a uma légica del tacto. Es desde esta riibrica como hay que entender el resurgimiento, ‘aunque sca de manera mas o menos mercantilizada, de las fiestas po- ppulares, del carnaval y otros momentos de efervescencia. En una fe- liz formula, que merece resefiarse aqui, R. Da Matta observ6 que en tales momentos “los hombres se transforman ¢ inventan eso que no- sotros llamamos pueblo o masa”.!? Invencidn que hay que tomar aqui en el sentido mas estricto: hacer venir, encontrar (in-venird) lo que ‘existe. El paroxismo del carnaval, su teatralidad y tactilidad exacerba- ‘das, ponen de manifiesto con fuerza el mecanismo que estamos tra tando de descubrir aqui: el meollo de las multitudes y, en el seno de éstas, las pequefias nudosidades que se forman, actiian ¢ interactiian entre si, El especticulo garantiza, bajo sus distintas modulaciones, una funcién de comunién, Circo y circulo tienen el mismo origen etimo- logico: y de manera metaférica se puede decir que se refuerzan rec procamente. Ahora bien, lo que caracteriza a nuestra época es preci samente el entrecruzamiento flexible de una multiplicidad de circulos cuya articulacién forma las figuras de la socialicad. Es esta teatralidad, la del circo y la del circulo, esta concatenacién de los circulos, lo que caracteriza otro aspecto de la socialidad: el de la religiosidad. Término éste que conviene tomar en su sentido mas simple, el de rligacién (Bolle de Bal) refiriéndonos a una de sus et- mologias: rigare, volver a ligar. No se trata en absoluto, en esta socio- 1905, CL también Perot, Le teal des offences, Psi, Gnchra, 194, Sobre a "Parva esteiica’, ef G. Hocquenghem y Schere, oat, p. 25. Sobre lo sensible, P. Sansot, Les formes senses de ve soil, ope Para una aproximacién ala sociologia de os sentides, 2.6, Simmel, Méonges de philxophie lative, Pcs, lx Alcan, 191. "= R da Matta, Carvel, bandits thaws Pars, Sui, 1988, p. 116. 154 ‘aL Tero DEAS rary logia sofiadora que practico, de competir con los especialistas. Sin hae cer distincién alguna entre lo religioso como tal y lo “religioso por analogia’, intento describir con este término el lazo orgénico en el cual interactiian la naturaleza, Ia sociedad, los grupos y la masa."® Utie lizando una imagen antes citada, se trata de una nebulosa que, como, toda nebulosidad (zradioactiva?) va y viene, est quiza siempre ahi, pero ejerce mis 0 menos efecto sobre el imaginario colectivo, No se puede negar en nuestros dias que su efecto sea veraz. Para ser un poco mds preciso, que esta religiosidad puede correr la par con la descristianizaci6n w otra forma de desinstitucionalizae i6n. ¥ con raz6n, la socialidad designa precisamente la saturacin de los grandes sistemas y demas macroestructuras. Pero el hecho de hur 0, al menos, de no prestar atencién alas instituciones, no significa en absoluto el fin del rligar. Este puede manifestarse en otra parte, Es un debate de actualidad en ef que se hallan particularmente enfras- cados socidlogos como ¥. Lambert o D. HerviewLéger"! Aiadiré, por mi parte, que esta religiosidad puede ir a la par con el desarrollo tec- nol6gico, o incluso ser confortada por éste Sea como fuere, y enlazindonos con el hilo conductor de nuestra argumentacién, dirfa que existe cierta relacién entre lo emocional y la religiosidad; M. Weber le dedica a este respecto un pirrafo de su Economia y sociedad a la “comunidad emocional” o a la *religiosidad de la comunidad”, Entre las caracteristicas que les atribuye, encon- ‘ramos la de “vecindad’ y, sobre todo, la pluralidad e inestabilidad de sus expresiones.!? zEs abusar del derecho de interpretacién relacio- nar esto con la proximidad, con lo tactily con el aspecto efimero que rigen a nuestras tribus conterapordneas? En lo que atafie al nuevo max adel cristianismo de nuestros dias, se ha legac a hablar de “parro- "9 Sobre esta elacin onginica remito a mi rabalo, M. Maffesoli, La connaissance ‘ina, Pars, Méridien, 1985, Sobre la“religaién”, ef. Bol de Ball, La totaion some ‘minaini, Universidad de Broselas, 1985, yP. Le Quen, La tntationbouddse, Pat i, 1988 '4Y, Lambert, Dieu change en Bretagns, Paris, Cerf, 1985, yD. Herview Léger, Vrs un ‘owotaachritanisn, Pars, Cerf, 1986, p. 9, donde se observan los rag especiicos ‘de larelgiosdad obrer, yp. 217, donde re observa una afinidad entre el mundo mo- ‘demo y la religiosidad, Sobre lat "parroquias de afisiad’, p. 12, CL. también D. Jet Arey, feuisance du sor, Paris, Armand Coin, 1998, "SE M. Weber, Binomie soci Parts, Plon, pp. 475 478, 155 ‘quias de afinidad” (D. HerviewLéger), lo que yo relacionaria, por mi parte, con lo que llamaré la “socialidad electiva”. Se trata aqui de un paradigma que, como tal, puede ser metodolégicamente utilizable. Yano se puede hacer la economia de las formas de simpatia que, jun- tocon la relacién de causalidad, dan una visién més completa de un mundo cada vez més complejo. De hecho, la relaci6n simbélica que he esbozado aqui se inscribe deliberadamente en un esquera vitalista cercano al querer-vivir de Schopenhauer o al impulso vital de Bergson. Asimismo, la socialidad yel tribalismo que la constituye son esencialmente tragicos: los temas de la apariencia, de lo afectivo, de lo orgidstico indican la finitud y1o precario; pero como ha insistido tanto L-V. Thomas, todos los ritos de muerte preparan el "paso hacia la vida".!° Tal es el desaffo esen- cial de la socialidad: permitir pensar eso que es portador de futuro en clseno mismo de lo que se termina. El desencanto respecto de to- do lo que tuvo la primacfa en el burguesisimo no debe encubrir las formas particularmente vivaces que estin naciendo Al morir asi mis- ‘mo, el individuo permite que perdure la especie, Me remito aqui a aquella formula de las Memorias de Adriana: reo que ser‘a posible compartir la existencia de todos, y esta simpatia seria tuna de las especies menos revocables de la inmortalidad. (M. Yourcenar) Asimismo, al superar la categorfa del individualismo, la socialidad nos permite conocer (es decir nacer con),” las nuevas formas de socia- lidad que estn emergienco. EL, BSTARJUNTOS “SIN EMPLEO” En una palabra todavia, y para que sirva de fndamento a lo que pue- de ser la estructura socioantropolégica del tribalismo, seria interesan- te recordar que, de manera directa 0 a contraro, es siempre con rela- Lv, Thomas, Rie de mort, Pari, Fayard, 1985. + Véase nota p.79 (T] 156 FL-TIRNFO peas T cién al grupo como acaba determindndose la vida social, triviai importante de recordar. Hay quienes han llegado a decir que la sq: ciedad medieval, como sistema de organizacién orgénica, consti el modelo de “la utopia sociol6gica’. Asi, para tomar sdlo algunos ejemplos, cabe recordar que ¢s esta sociedad la que sirve de telon de fondo al andlisis de Tocqueville sobre la democracia estadunidente, ‘También se sirve de ella Le Play para claborar su concepto de “estra: tos familias"; y oo tanto se puede decir de la “comunidad” de Ton nies 0 de las “asociaciones intermedias” de Durkheim.'? Me parece que, mas que servir de material de comparacién, esta nostalgia mee dievalista pone de manifiesto que, contrariamente a las perspectivas mecanicistas ¢ individualistas caracteristicas del positivismo del s X0%, la perspectiva orgénica no puede hacerse de lado por completa, Se ha dicho que K. Marx se sintié fascinado por la tinica revoh ‘i6n que, asus ojos, habja triunfado: la Revolucién burguesa de 1789 su obra, que descansa en categorias esencialmente burguesistas, de- ja sentir tal impresi6n. Tal vez sea posible afirmar algo parecido res. ecto a Durkheim en relaci6n con el medievalismo. Esto quiere de- cir que sin dejar de ser un protagonista de la primacia del papel de Ja raz6n y del individuo en la sociedad, Durkheim no puede dejar de constatar, de acto, la importancia del sentimiento y de la comunidad, Me parece que la distincin que establece entre “solidaridad mecank 2” y “solidaridad organica’, y sobre todo la aplicaci6n que les da, ya no son de especial pertinencia. En cambio, si es importante destacar que se sintié verdaderamente obnubilado por esa realidad que es la solidaridad,"* lo cual no es un asunto de poca importancia, En efec: to, aunque esto no haya sido analizado suficientemente por los segui- dores del fundador de la escuela francesa de sociologia, es indudable que el problema del consenso prerracional y preindividualista es, pax 2 él, una base sobre la cual puede y va a construirse la sociedad. De ahi la importancia que le concede a la conciencia colectiva 0 a ¢s08 ‘momentos especificos (fiestas, acciones comunes) mediante los cua- 2 Sobre medicralismoy sociologia, cf. el andlseyloe ejemplos de R.A. Nisbet, Le ‘waditin oclogiqu, Pats, er, 1984, p30. "Gon relacion a K. Marg, cf. F. Lévy, K Mar, istered un barges allemand, Pars, GGraset, 1973, Sobre Durkheim, ef RA. Nisbet, ibid, pp. 110-111 Sobre l problema de las solidaridades mecénica y orginica, ct M. Maffei, La lec italia, Paris, ru, p, 180. 137 ies tal octal sociedad va a confortar “el sentimiento que ella ienc de ues se olvida con demasiada frecuencia que esta perspectiva de la fommunitas sobtepasa el aspecto utilitarista y funcionalista que preva- Jece en el economismo en boga ‘No deja de ser interesante notar que desde esta perspectiva M, Halb- ‘wachs analiza la permanencia del grupo, que es algo distinto a un vensamble de individuos”, Lo que él dice sobre un grupo formado en el seno de la Escuela (jNormal Superior de rue d’Ulm, por su- puesto!) seria igualmente vilido para el estuclio de cualquier grupo tmafioso. Comunidad de ideas, preocupaciones impersonales, stabi Jidad de la estructura que supera las particularidades y los individuos: hie aqui las caracteristicas esenciales del grupo, cl cval se cimienta an- te todo sobre el sentimiento compartido. Existe en este andlisis una lagica de la despersonalizaci6n un tanto mistica. Esta “sustancia im- personal de los grupos duraderos”, de fuerte connotacién erdticay pasional se inscribe en la perspectiva holistca que es propia de la co- ‘munidad orgénica; todo contribuye a su conservacién, inclusive las discnsiones y las disfunciones. Basta con observar la organizaci6n de Jos grupos primarios (familiares, amistosos, rligiosos, politices...) pa ra convencerse de la pertinencia de dicha dinémica. Esta superacion relativizacién del individualismo se encuentra en la sociologta ale- mana (en Tonnies, por supuesto, pero también en Weber y Mann- hncim). Esto es evidente en el caso de G. Simmel, quien, en particular a partir de las sociedades secretas, mostr6 claramente a la vez la dt rmensidn afectiva y sensible de las relaciones sociales y su florecimien- to. los pequefios grupos contemporiineos, Se trata de un hecho cuk tural que puede ser de sumo interés para la comprensi6n del devenir comunicacional de nuesras sociedades, El ans de hs extracturas ‘clementales 0 de los microgrupos sociales permite, en efecto, mino- tear el papel del ina ue tanto se Haba nad ded el Re- nacimiento. Como la rana de la fébula, que quiere hacer olvidar que se sitiia en un conjunto del que es parte integrante y no elemento CL M. Hallyachs, La mémoire oles Pars ru, 1968, pp. 119.120 Sobre el noin- Choate G Simmel mee epi yaen mil. Malls psi te exthtique’, Saige of sci Montreal, vol va, im. 2, 0c in Waties,G. Simm la sori a expronce du: monde moderne, Paris, Kinedsieck, 1886. 188 a TmB eo DE LAS THUG esencial. En efecto, parafraseando a Platén en su contestacién a Prov tégoras: epor qué ha de ser el individuo la medida de todas las cosas yno el cerdito que lo alimenta? De hecho, la I6gica comunicacional © también la interacciGn, particularmente visibles en los grupos, tiene den a privilegiar el todo, asf como la arquitect6nica y la complemen. tariedad procreadas por ellas. Es esto lo que nos permite poder ha. blar de un alma colectiva, de una matriz basica que engloba y vivfica ‘el conjunto de la vida de todos los dias. ‘Sin temer la simpleza del argumento, ni su aspecto repetitivo, tal vex podamos hablar de una socialidad natural, insistiendo precisamene te sobre el aspecto paraddjico de la expresién. En efecto, aun cuanr do esto adopte la forma de la agresividad o del conflicto, existe una propensi6n a reagruparse: es aquello que Pareto llama el instinto de ' combinacién, o también ese “instinto interno” que, segiin Locke, se halla en la base de toda sociedad. Sin pronunciarnos sobre el con. tenido de esta inclinacién, podemos considerar que la comunicacién, a Ja vez verbal yno verbal, constituye una amplia red que liga alos im. Wviduos entre si, Naturalmente, el prevalecimiento de una perspec. tiva racionalista hacfa considerar que s6lo la verbalizacidn tenia esta: tuto de vinculo social. Por lo mismo fue fécil observar que numerosas situaciones “silenciosas” se escapaban a tal vinculo, Esta es, clertamen. te, una de las razones adelantadas por la ideologfa individualista, he redera de Ja Tustraci6n y completamente ajena a los modos de vida populares, a las costumbres festivas y banales, al habitus, que estruc- turan en profundidad, sin necesidad de ser forzosamente verbalize. das, Ia vida de todos los dias. Las investigaciones contemporineas so- bre el lenguaje corporal, sobre la importancia del ruido y de la :ntisica, sobre la proxémica, alcanzan, por una parte, las perspectivas imisticas, poéticas y ut6picas de la correspondencia y de la arquitects- nica, y, por la otra, las consideraciones de lafisica tebrica sobre lo in. finitamente pequefio.”

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