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Sobre la tesis de Lacan "El inconsciente es la política"

Una variante como discurso del Otro


El triunfo de la democracia al menos en gran parte del mundo no genera el mismo
entusiasmo. Como dijo M. Gauchet: "Ahora sabemos que estamos destinados a
conocernos como signo de oposición sin violencia, pero sin retorno ni cura".
Por Jacques Alain Miller *
25 de mayo de 2017 - 00:00
Esta tesis de Lacan "El inconsciente es la política", que es abrupta, absurda, no se
puede descartar con un revés de la mano. El inconsciente, poco se sabe qué es,
tan poco que su representación es poco creíble y arriesgado de definir porque no
sabemos lo que es. Aún así, Lacan lo definía todos los días: "El inconsciente está
estructurado como un lenguaje". Tesis que implica que uno tiene la definición del
lenguaje y de hecho Lacan utilizaba las que Saussure y Jakobson produjeron. No
hay duda de que el "como" de la enunciación lleva a demandar por el cómo definir
la política, de manera que hay un sentido a develar en la fórmula el "inconsciente
es la política".
Lo divertido para mí fue que después de llegar a través de este comentario, abrí
un segundo libro sobre la democracia reciente contra sí misma, de un científico
político, que, sin duda, lee a Lacan, Marcel Gauchet (1), y me encontré con una
definición de la política: "Es en esto que está lo específicamente político: es el sitio
de una fractura de la verdad". Al entorno tanto infiltró el lacanismo y tal vez, a
algunos Merleau-pontysme (Merlopontistas). "Fractura" es una palabra que este
autor ama y también se encuentra en un libro suyo de 1992 la expresión "fractura
social", retomada en 1996 que cayó sobre una figura de la política francesa, lo que
significa que ha llegado lo suficientemente lejos. Se trata de un científico político
un tanto lacanoide que define la política como un campo estructurado por una S
tachado, donde el sujeto está en el dolor, y la experiencia muestra que no es que
la verdad no existe, sino que la verdad está dividida. Y eso es una definición de la
política con toda su virulencia en el momento que estamos viviendo, por una parte,
este tiempo que sigue siendo en general un tiempo "post-totalitario". Desde 1989
con la caída del muro de Berlín, al que todo el mundo no ha aplaudido, por otra
parte.
Yo no necesariamente valido la búsqueda del totalitarismo que fue utilizado para la
propaganda política durante el siglo XX. Totalitarismo era una esperanza brillante,
que encantó a las masas del siglo XX, lo que nosotros, siendo del XXI, casi hemos
perdido la memoria. Tenía la esperanza de reducir la división de la verdad, para
establecer el reino de la política, de acuerdo con el modelo de Massenpsychologie
(La Psicología de las masas , S.Freud). En esta aspiración a la armonía, la
reconciliación, el totalitarismo es impecable, ya que sus palabras se hacen eco en
el discurso del presidente Schreber.
Por lo que el triunfo de la democracia, que tiene el viento en popa en el espíritu de
la época, al menos en gran parte del mundo -obviamente el caso chino es algo
aparte, que me habla de apariencia, una nueva enfermedad, las muertes por
exceso de trabajo, en un espacio donde la palabra "unión" sería una nueva idea-
no genera el mismo entusiasmo e incluso mide un efecto depresivo; que cuenta,
ya que implica el consentimiento a la división de la división de la verdad que toma
la forma objetiva de los partidos políticos que participan en una contradicción
insoluble, ya que la verdad está obligado a ser dividida.
Lo dijo M. Gauchet con un lirismo digno de Merleau-Ponty: "Ahora sabemos que
estamos destinados a conocernos como signo de oposición sin violencia, pero sin
retorno ni cura. Siempre encuentro frente a mí, no un enemigo que me quiere
muerto, sino a un oponente. Hay algo aterrador en este encuentro
metafísicamente pacificado" -me gusta la conexión entre terror y paz- "la guerra se
gana, dijo, por lo que nunca se termina con esta confrontación".
De ahí la idea paradójica de que la pacificación del espacio público va con un
dolor privado, íntimo, subjetivo, y, al mismo tiempo en que se celebran las virtudes
del pluralismo, la tolerancia y el relativismo, se experimenta una verdad, cito, "que
se ofrece en la lágrima". Queda, no obstante, a reconsiderar el primero que se
hace aquí de la política como una cuestión de usted o de mí.
La definición del inconsciente por la voluntad política tan profundamente en la
enseñanza de Lacan. "El inconsciente es la política" es un desarrollo (variante) de
"el inconsciente es el discurso del Otro". Este vínculo con el Otro, intrínseco al
inconsciente, es lo que impulsa desde la salida de la enseñanza de Lacan. Es lo
mismo cuando nos dijo que el Otro está dividido y no existe como Uno.
"El inconsciente es la política", radicalizada definición del Witz, la broma como
proceso social encuentra su reconocimiento y apreciación en el Otro, como una
comunidad unida en el momento de la risa.
El inconsciente es la política. El análisis freudiano del Witz justifica a Lacan para
articular el sujeto del inconsciente a un Otro, y calificar el inconsciente como
transindividual. Podemos ir desde "el inconsciente es transindividual" a "el
inconsciente es la política", cuando resulta que este Otro está dividido, no existe
como tal.
Por lo tanto, el "inconsciente, es la política "no dice lo mismo que" la política es el
inconsciente". "La política es el inconsciente" se reduce, a cuando Lacan formaliza
el discurso del amo, dijo al mismo tiempo que es el discurso del inconsciente, y al
hacerlo, aporta una clave para muchos textos Freud. Mientras que "el inconsciente
es la política" es lo contrario de una sustracción, es la amplificación, está
transportando el inconsciente fuera de la esfera solipsista para ponerlo en la
ciudad, no dependerá de la "historia", la discordia discurso universal en todos los
momentos de la serie en la que se lleva a cabo.
* Publicado en L`Hebdo- blog el 21 de mayo de 2017. Traducción corregida,
revisada por José Manuel Ramírez.

(1) Marcel Gauchet, intelectual contemporáneo francés. Escribe sobre las


consecuencias políticas del individualismo ámoderno, la relación
entreáreligiónáyádemocracia, y los problemas de laáglobalización.

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