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Los niños saben hacer magia

Si yo te contara todos los momentos de imaginación que tuvo mi hija


cuando era pequeña, te sorprenderías y asombrarías. La imaginación
y la fantasía que tenía ella me hacían ¡abrir la boca y levantar las
cejas!

Es que la imaginación de nuestros hijos no tiene límites, es gratis y no


necesita de pilas. Surge de su bullicio interior, de sus deseos y
necesidades, de su naturalidad y espontaneidad, o simplemente de la
magia de ser niño. Además, sus fantasías son inofensivas, aunque a
veces puede pasar la barrera de la seguridad.

Hay niños que se entretienen con cualquier cosa, un trozo de papel,


un rollo de papel higiénico, hojas de un árbol, palos y palillos,
piedras... y hay incluso algunos que disfrutan más del papel que
envuelve un regalo, que del propio regalo. Hay niños a los que les das
un pequeño avión y no sabes lo que son capaces de hacer con ello.
Les das una caja de cartón y ellos son capaces de montar una casita
de princesas o una cueva. Y de una bolsa de la compra puede salir un
disfraz de lo más divertido. Así son los niños, unos recicladores de la
ilusión.

Me pregunto en qué momento los niños dejan la imaginación de lado y


pasan a vivir sólo de la realidad. No me acuerdo cuándo ha sido la
ultima vez que mi hija dejó una carta en la ventana para su
hada, amiga imaginaria. Tampoco cuando dejó de salir 'pitando' del
coche hasta la puerta del garaje de nuestra casa, sin jugar al
escondite con su 'duende juguetón', o de dar sus clases de
matemáticas a todos sus muñecos, o de meterse en la alfombra
'mágica' del pasillo de casa, e imaginarse volando como Aladino por el
mundo, o de dar formas tan raras a las plastilinas que para ella tenían
mucho sentido. Ella también tenía, en su aprietada agenda de
trastadas, el momento para pintar. Empezó pintando la cara, los
brazos, luego pasó a las paredes... ¡qué agobio! Acabé teniendo que
comprarle un rollo de papel para que ella diera 'alas a su fantasía', de
una forma más cómoda para todos. Sus ganas de probar, de
experimentar....¡no tenían límites!

La creatividad infantil
Mi hija, como muchos niños de cinco o seis años, poseía una
imaginación muy bien 'amueblada'. En una tarde de verano, por
ejemplo, como ella estaba malita y no podíamos bajar al patio y a
la piscina para refrescarnos, me sorprendió cuando entré en su
habitación y la encontré vestida con su bañador de lunares, acostada
encima de una toalla en el suelo de su habitación. A su lado había el
cubo y la pala de playa, con las que solía jugar en la arena del parque,
además de un paraguas abierto. Le pregunté qué hacía ella. Y me
contestó: ¿No ves, mamá? Estoy en la playa... anda, ponte el bañador
y aprovecha el sol, y de paso, tráeme la merienda, por favor. Te juro
que me quedé sin palabras. Sólo tenía ganas de achuchar a mi
pequeña...

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