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CARLOS MONSIVÁIS, REFERENCIA OBLIGADA DEL PROTESTANTISMO MEXICANO: A

PROPÓSITO DE UN NUEVO HOMENAJE


Leopoldo Cervantes-Ortiz
28 de agosto, 2008

El 4 de mayo de este año, el escritor mexicano Carlos Monsiváis cumplió 70 años. Con ese motivo,
recibió homenajes por parte de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y del
Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). En la UACM se llevó a cabo, además, un coloquio
internacional con una amplia participación de ponentes que abordaron aspectos múltiples de su
vasta obra. Esta institución le entregó el Doctorado Honoris Causa Perdida. En esa ocasión,
sintetizó su trayectoria, en un emotivo texto que pasó revista a sus intereses y preocupaciones.
Entre lo dicho, destacó su aseveración de que “la nación ha visto volatilizarse las utopías”, en clara
alusión al comportamiento de los gobiernos recientes. Sobre las causas perdidas dijo que
comparten numerosos rasgos de los movimientos derrotados pero vienen de más lejos, “de la
elección ética con resonancias estéticas, de reivindicaciones y reclamaciones destinadas al fracaso
inmediato, pero válidas en sí mismas y capaces de infundir ese momento de dignidad pese a todo”.
Dijo que las derrotas no se eligen y nadie, por ejemplo, participa en un movimiento “con la
ilusión perfecta de decir ahora viene el instante en que nos hacen un fraude electoral y
resplandecemos en el interior de nuestra convicción destruida”. Lo que explica la especie causas
perdidas, continuó, es la certeza del valor inmanente de las exigencias de justicia y de las batallas
para alcanzarla. “La primera gran victoria se alcanza sobre el pesimismo que da noticia de la
enormidad de los obstáculos y del final lamentable de quienes han intentado desafiar a los
vencedores de siempre”
(www.jornada.unam.mx/2008/05/09/index.php?section=cultura&article=a04n1cul).
Ahora, por fin, recibirá un reconocimiento por parte de algunos organismos protestantes. Este
nuevo homenaje se suma a la medalla que le otorgó en los últimos días la Universidad del Claustro
de Sor Juana por sus contribuciones a la cultura nacional. La cantidad de premios que ha recibido
es impresionante: el Nacional de Periodismo (1977), Jorge Cuesta (1986), Manuel Buendía (1988),
Mazatlán (1988), Xavier Villaurrutia (1995), Anagrama de ensayo (2000), Gabriela Mistral (2001,
Chile), Nacional de Ciencias y Artes (2005), Juan Rulfo (2006), y Rosario Castellanos (2007), entre
muchos más. Y los doctorados honoris causa de las siguientes universidades: Autónoma de Sinaloa
(1979), Autónoma Metropolitana 81995), Autónoma de Puebla (2000), Nacional Mayor de San
Marcos, Perú (2005), Arizona (2006) y Veracruzana (2007).
Estudió en las facultades de Economía y Filosofía y Letras de la UNAM. Trabajó en Radio
Universidad, adonde dirigió un programa sobre cine. Fue director de la colección de discos Voz Viva
de México y ha colaborado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ha impartido cursos y
conferencias en algunas universidades estadunidenses.
Fue secretario de redacción en las revistas Medio Siglo (1956-1958) y Estaciones (1957-
1959), en donde colaboró estrechamente con José Emilio Pacheco. Ha colaborado en la mayor
parte de periódicos y revistas de México y dirigió el suplemento La Cultura en México, de la revista
Siempre! Fue becario del Centro Mexicano de Escritores (1962-1963) y del Centro de Estudios
Internacionales de la Universidad de Harvard (1965). Pertenece al Sistema Nacional de Creadores
de Arte desde 1994.
Su primer libro fue la antología La poesía mexicana del siglo XX (1996), una propuesta
novedosa de interpretación del canon literario mexicano, pues allí se atrevió a incluir autores muy
jóvenes. El mismo año publicó una autobiografía, cuyo primer capítulo, “Firmes y adelante, huestes
de la fe”, resume su formación religiosa. Con su estilo característico, hace memoria de ella:
Pertenezco a una familia esencial, total, férvidamente protestante y el templo al que aún ahora y con jamás
menguada devoción sigue asistiendo, se localiza en Portales [sur de la Ciudad de México]. Familia
fundamentalista, que abomina del licor y el tabaco, la mía decidió otorgarme una educación singular. En el
Principio era el Verbo, y a continuación Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera tradujeron la Biblia, y acto
seguido aprendí a leer. (Carlos Monsiváis. Pról. de Emmanuel Carballo. México, Empresas Editoriales, p. 13.)

Como en el texto citado, y en varias oportunidades, Monsiváis ha hablado de la importancia de la


traducción de la Biblia más utilizada en las comunidades evangélicas latinoamericanas. El mismo 4
de mayo, día de su septuagésimo cumpleaños, publicó un texto titulado: “Los días de nuestra edad”,
cita directa del Salmo 90.1, mención explícita de los 70 años de la vida humana. Así, la
omnipresencia de la Biblia en toda su obra abarca todos los registros posibles: cita solemne,
alusión paródica, referencia literaria, etcétera. En una entrevista lo expresó con más claridad:
Entre nosotros, la Biblia no sólo era el fundamento religioso, sino el lazo de unidad, la razón de ser de la familia.
Su papel era muy preciso, la fuente del conocimiento y del comportamiento. […] Así, cualquier pasión mía por
los libros, y la que tengo es considerable, se inició con la Biblia, lo primero que leí, lo que más veces he leído, y
en donde he encontrado y matizado ideas para mí imprescindibles. (Adela Salinas, Dios y los escritores
mexicanos. México, Nueva Imagen, 1997, p. 95.)

Dentro del ensayo y la crónica (su género preferido), algunos de sus demás títulos son: Principados
y potestades (1967), Días de guardar (1970), Amor perdido (1977), Entrada libre. Crónicas de la
sociedad que se organiza (1987), Escenas de pudor y liviandad (1988), El género epistolar. Un
homenaje a manera de carta abierta (1991), Rostros del cine mexicano (1993), Por mi madre,
bohemios I (1993), Los mil y un velorios. Crónica de la nota roja (1994), Los rituales del caos (1995),
Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000), Las herencias ocultas del
pensamiento liberal del siglo XIX (2000), Las tradiciones de la imagen: notas sobre poesía mexicana
(2001), Protestantismo, diversidad y tolerancia (2002), Bolero: clave del corazón (2004), «No sin
nosotros». Los días del terremoto 1985-2005 (2005), Las herencias ocultas de la Reforma Liberal
del Siglo XIX (2006), Imágenes de la tradición viva (2006), Las alusiones perdidas (2007) y El
estado laico y sus malquerientes (2008).
Asimismo, tiene una biografía de Salvador Novo (Lo marginal en el centro, 2000), su maestro
y antecesor en el arte de la crónica, y un volumen dedicado a Octavio Paz (Adonde yo soy tú somos
nosotros, 2000), con quien sostuvo fuertes polémicas ideológicas y culturales. Otras antologías son:
A ustedes les consta. Antología de la crónica en México (1980) y Lo fugitivo permanece. 21 cuentos
mexicanos (1984). Su única incursión en la narrativa, hasta ahora, es Nuevo catecismo para indios
remisos (1982), una serie de fábulas paródicas inspiradas en la religiosidad novohispana y colonial.
Este libro es una fuente para esbozar la forma en que Monsiváis comprende la religión, pues
muestra la manera lúdica y liberadora con que procesa su influencia.
Es casi un lugar común en México decir que su biblio-hemerografía es inabarcable, pues ni
siquiera la ficha del Diccionario de Escritores Mexicanos de la UNAM (reproducida en el volumen El
arte de la ironía: Carlos Monsiváis ante la crítica, editado por Mabel Moraña e Ignacio Sánchez
Prado, México, Ediciones Era, 2007) ha podido recoger la totalidad de su producción debido a la
inmensa cantidad de publicaciones que incluyen su trabajo, especialmente ahora que sus textos
aparecen con mayor frecuencia en el extranjero.
Su postura ideológica siempre ha estado identificada con la izquierda, cuyos excesos y
limitaciones también ha criticado. Aún se recuerda su presencia en un mitin llevado a cabo en el
Zócalo de la Ciudad de México, en el que junto a Sergio Pitol, manifestó su profundo desacuerdo
con los resultados electorales de 2006. Con todo, Monsiváis ha sido reconocido también por los
gobiernos recientes, pues el Museo del Estanquillo, que reúne su colección personal, fue
inaugurado hace pocos años (www.museodelestanquillo.com).
Monsiváis pertenece a una generación de militantes evangélicos que experimentaron muy de
cerca el rechazo y la exclusión social por pertenecer a la disidencia religiosa, de modo que ahora, al
ser reconocido como uno de los intelectuales más importantes del país, muy lejos de la
marginalidad, resulta por demás necesario ubicarlo como uno de los frutos maduros de la presencia
y el pensamiento protestantes, especialmente porque al interior de las iglesias las nuevas
generaciones no conocen bien su trasfondo evangélico y fuera de ellas tampoco se entiende bien .
Muestra de lo último es el caso de la doctora Linda Egan, profesora de la Universidad de California
(Davis), quien abrió el homenaje el pasado mes de abril en la UACM con una conferencia magistral,
en su libro Carlos Monsiváis: cultura y crónica en el México contemporáneo (2001; en español:
Fondo de Cultura Económica, 2004) apenas se refiere a las bases religiosas “heterodoxas” del
escritor.
En este sentido, destaca en su bibliografía el mencionado libro Protestantismo, diversidad y
tolerancia (disponible en: www.cndh.org.mx/publica/libreria/Protestantismo.pdf), publicado por las
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, en donde, junto con el periodista Carlos Martínez
García, lleva a cabo una enérgica defensa de la presencia protestante en México.
La afición teológica de Monsiváis lo ha llevado, por ejemplo, a comentar un libro como
Twentieth Century Catholic Theologians (Teólogos católicos del siglo XX, 2006), del dominico
escocés Fergus Kerr, un acercamiento a la obra de 10 teólogos anteriores y posteriores al Concilio
Vaticano II, que incluye a . Karl Rahner, Edward Schillebeeckx, Hans Urs von Balthasar, Hans Küng,
Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, entre otros (www.el-universal.com.mx/editoriales/37561.html).
Finalmente, la huella protestante se percibe también en su intensa reivindicación de la
laicidad, manifestada recientemente en Las herencias ocultas de la reforma liberal del siglo XIX,
reeditado este año y El estado laico y sus malquerientes, adonde no ceja en su reconstrucción del
pasado liberal mexicano y las distorsiones que las tendencias derechistas de los gobiernos
recientes han realizado.
En suma, que Monsiváis, con sus múltiples intereses y aficiones no sólo es un referente
ineludible del protestantismo mexicano sino de la cultura actual.
(Algunas entrevistas que se pueden consultar son: Elena Poniatowska, “Los pecados de
Carlos Monsiváis”, www.jornada.unam.mx/1997/02/23/sem-monsivais.html; Juan Solís, “Profeta y
testigo del apocalipsis cotidiano”, www.eluniversal.com.mx/cultura/55983.html; Patricio Tapia,
“Monsiváis para Chile”, http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=print&sid=4134.
Un texto suyo sobre Octavio Paz: www.eluniversal.com.mx/graficos/confabulario/abril-12-08.htm.)

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