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SUB - SOLE Sentada en la mullida arena y mientras el pequefio Acallaba dl han chupando 4vido el robusto seno, Cipriana con los ojos himedog yy ; llantes por la excitacién de la marcha, abarcé de una Ojeada Ia lige Ilanura del mar. ae . Por algunos instantes olvid6 la Penosa travesia de los arenales amy el magico panorama que se desenvolvia ante su Vista. Las aguas, en que se reflejaba la celeste béveda, eran de un azul Profundo, La tray, quilidad del aire y la quietud de la bajamar daban al océano riencia de un vasto estanque didfano e inmévil. Nj una ola ni una am, 8a sobre su terso cristal. Allé en el fondo, en la Ifnea del horizonte, 4 velamen de un barco interrumpia apenas la Soledad augusta de ly calladas ondas. Cipriana, tras un breve descanso, se Puso de pie. Atin tenia qu recorrer un largo trecho para llegar al sitio adonde se dirigia. Ag derecha, un elevado Promontorio que se internaba en el mar mostr- ba sus escarpadas laderas, desnudas de VegetaciOn, y a su izquierda, um dilatada playa, de fina y blanca arena, se extendia hasta un oscuro cor la ap, tesaltaban intensamente en el gris monétono de las dunas, bajé con itud por Ia arenosa falda de un terreno firme, ligeramente hume- decido, en e que los pies de Ja Mariscadora dejaban apenas una leve huella, Ni un ser humano se distinguia en cuanto alcanzaba la mirada. Mientras algunas Baviotas revoloteaban en la blanca cinta de espum®, 56 impulsado por (3 CamScanner roducida por Ja tenue resaca, enormes alcatraces con las alas abiertas e inméviles resbalaban, Unos tras otros, como cometas suspendidas or un hilo invisible, sobre las dormidas aguas. Sus siluetas fantdsticas alargabanse desmesuradamente Por encima de las dunas y, enseguida, doblando el promontorio, iban a perderse en alta mar. Después de media hora de marcha, la mariscadora se encontré de- lante de gruesos bloques de piedra que le cerraban el paso, En ese sitio la playa se estrechaba y concluia por desaparecer bajo grandes planchones de rocas basilticas, cortadas por profundas grietas. Cipria- na salvo dgilmente el obstaculo, torcié hacia la izquierda y se hallé, de improviso, en una diminuta caleta abierta entre los altos paredones de una profunda quebrada. La playa reaparecia alli otra vez, pero muy corta y angosta. La are- na de oro palido se extendia como un tapiz finisimo en derredor del sombrio semicirculo que limitaba la ensenada. La primera diligencia de la madre fue buscar un sitio al abrigo de os rayos del sol donde colocar la criatura, lo que encontré bien pronto en la sombra que proyectaba un enorme pefiasco cuyos flancos, htime- dos atin, conservaban la huella indeleble del zarpazo de las olas. Elegido el punto que le pareci6 més seco y distante de la orilla del agua, desprendié de los hombros el amplio rebozo y arreglé con él un blando lecho al dormido pequefiuelo, acosténdolo en aquel nido improvisado con amorosa solicitud para no despertarle. Muy desarrollado para sus diez meses, el nifio era blanco y rollizo, con grandes ojos velados en ese instante por sus parpados de rosa fi- nos y transparentes. La madre permanecié algunos minutos como en éxtasis devorando con la mirada aquel bello y gracioso semblante. Morena, de regular es- tatura, de negra y abundante cabellera, la joven no tenia nada de her- moso, Sus facciones toscas, de lineas vulgares, carecian de atractivo. La boca grande, de labios gruesos, posefa una dentadura de campe- sina, blanca y recia; y los ojos pardos, un tanto humildes, eran pe- quefios, sin expresién. Pero cuando aquel rostro se volvia hacia la criatura, las lineas se suavizaban, Jas pupilas adquirian un brillo de intensidad apasionada y el conjunto resultaba agradable, dulce y sim- Patico, 57 impulsado por CamScanner EI sol, muy alto sobre el horizonte, inundaba de luz de belleza incomparable. Los flancos de la cortadurg aes ty, | bajo la enmarafiada red de arbustos y plantas trepadoras ey, el leve zumbido de los insectos y el blando arrullo de] oles piedras, resonaba a intervals, en 1a espesura, el melancétig pitio. Blt La calma del océano, la inmovilidad del aire y la plag der ae _| tenian algo de la dulzura que se retrataba en la faz del ~ cy resplandecia en las pupilas de la madre, subyugaba a pesar ay magia irresistible de aquel cuadro. » Por, Vuelta hacia la ribera, examinaba la pequefia playa, delante , cual se extendia una vasta plataforma de piedra que se intemab, 4) cincuentena de metros dentro del mar. La superficie de la Toca en y brufiida, cortada por innumerables grietas tapizadas de img diversas especies de plantas marinas. Cipriana se descalz6 los gruesos zapatos, suspendié en tomo ay, cintura Ja falda de percal descolorido, y cogiendo la cesta, atrayy; Ja enjuta playa y avanz6 por encima de las pefias htimedas y resbayi, zas, inclinandose a cada instante para examinar las hendiduras que ¢,, contraba al paso. Toda clase de mariscos llenaban esos agujeros. |; joven, con ayuda de un pequefio gancho de hierro, desprendia de, piedra los moluscos y los arrojaba en su canasto. De cuando en cuz do, interrumpfa la tarea y echaba una rdpida mirada a la criatura qu continuaba durmiendo sosegadamente. EI océano asemejabase a una vasta laguna de turquesa Iiquida. Aur que hacia ya tiempo que la hora de la baja mar habia pasado, la mare subfa con tanta lentitud que s6lo un ojo ejercitado podia pert c6émo la parte visible de la roca disminuia insensiblemente. Las agus se escurrfan cada vez con més fuerza y en mayor volumen a lo lary de las cortaduras. La mariscadora continuaba su faena sin apresurarse. El sitio leew familiar, y, dada la hora, tenia tiempo de sobra para abandonat lap taforma antes que desapareciera bajo las olas. | hock oe Ienaba con tapidez. Entre las hojas transparentes e ai te acdbanse los tomos grises de los caracoles, el blanco ™ as y el verde viscoso de los chapes. Cipriana, con el cuerP?* 58 | impulsado por CamScanner nado, fa cesta en una mano y el gancho en Ia otra, iba y venta con clinado, seguridad en aquel suelo escurridizo. El apretado corpitio de- J absoluta orcimiento del cuello redondo y moreno de a matiscadora, jaba ree escudriflaban con vivacidad las rendijas, descubriendo el cuyos i arrancandolo de a aspera superficie de la piedra. De vez en | | isco) ho a do se enderezaba para recoger sobre la nuca las negrisimas cren- cui | de sus cabellos. Y su talle vasto y desgarbado de campesina desta- jens entonces sobre las amplias caderas con lineas vigorosas, no ae je gallardia y esbeltez, El cilido beso del sol coloreaba sus exent mgjills, y el aire oxigenado que aspiraba a plenos pulmones ae bali en sus venas su sangre joven, de moza robusta en la prima- vera de la vida. . iene El tiempo pasaba, la marea subia lentamente invadiendo Poco a poco las partes bajas de Ja plataforma, cuando de pronto Cipriana, que iba de un lado para otro afanosa en su tarea, se detuvo y miré con aten- | cién dentro de una hendidura. Luego se enderez6 y dio un paso hacia adelante; pero casi inmediatamente gird sobre si misma y volvié a dete- nerse en el mismo sitio. Lo que cautivaba su atencién, obligindolaa volver atrds, era la concha de un caracol que yacia en el fondo de una pequefia abertura. Aunque diminuto, de forma extrafia, parecia mas grande, visto a través del agua cristalina, Cipriana se puso de rodillas e introdujo la diestra en el hueco, pero sin éxito, pues la rendija era demasiada estrecha y apenas tocd con la punta de los dedos el nacarado objeto. Aquel contacto no hizo sino avivar su deseo, Retiré la mano y tuvo otro segundo de vacilacién, mas el recuerdo de su hijo le sugirié el pensamiento de que seria aquello un lindo juguete para el chico y no le costarfa nada. Y el tinte rosa palido del caracol, con sus tonos irisados tan hermosos destacdbase tan suavemente en aquel estuche de verde y aterciopelado musgo que, haciendo una nueva tentativa, salv el obstdculo y cogié la preciosa concha. Traté de retirar la mano y no pudo conseguirlo. En balde hizo vigorosos esfuerzos para zafarse. Todos resultaban int- tiles: estaba cogida en una trampa. La conformacién de la grieta y lo Viscoso de sus bordes habjan permitido con dificultad el deslizamiento del pufio a través de la estrecha garganta que, cifiéndole ahora la mufie- ca como un brazalete, impedia salir a la mano endurecida por el trabajo. | 59 a impulsado por CamScanner | Ontratiodeg We trang, Me En un principio Cipriana solo experiment una leve ¢ se fue transformando en una célera sorda, a medida el tiempo en infructuosos esfuerzos. Luego una angustia ya Cun. inquietud creciente fue apoderdndose de su dnimo. E] corazé; * tn, t6 sus latidos y un sudor helado le humedecié las sienes, De : een, sangre se paralizd en sus venas, las pupilas se agrandaron yun TOnty k nervioso sacudié sus miembros. Con ojos y rostro desencajag tem, espanto, habia visto delante de ella una linea blanca, cco Por 4 avanz6 un corto trecho sobre la playa y retrocedié luego con ed e era la espuma de una ola. Y la aterradora imagen de su hijo, amet y envuelto en el flujo de la marea, se presenté clara y nitida a are ginacién. Lanz6 un penetrante alarido, que devolvieron los ecos a quebradas, resbalé sobre las aguas y se desvanecié mar adentro at liquida inmensidad. a Arrodillada sobre la piedra se debatid algunos minutos furiosamen. te. Bajo la tensién de sus miusculos, sus articulaciones crujian y se dis locaban, sembrando con sus gritos el espanto en la poblacién alada que buscaba su alimento en las proximidades de la caleta: gaviotas, cuervos, golondrinas de mar, alzaron el vuelo y se alejaron presurosos bajo el radiante resplandor del sol. El aspecto de la mujer era terrible: las rocas empapadas en sudor habjan pegado a la piel; la destrenzada cabellera le ocultaba en parte el rostro atrozmente desfigurado; las mejillas se habian hundido y los ojos despedian un fulgor extraordinario. Habja cesado de gritar y mire ba con fijeza el pequefio envoltorio que yacia en la playa, tratando de calcular lo que las olas tardarian en llegar hasta él. Esto no se hacia esperar mucho, pues la marea precipitaba ya su marcha ascendente y muy pronto la plataforma sobresalié algunos centimetros sobre las aguas. El océano, hasta entonces tranquilo, empezaba a hinchar su torso, y espasmédicas sacudidas estremecfan sus espaldas relucientes. Curvas ligeras, leves ondulaciones interrumpian por todas partes la azul y ter sa superficie. Un oleaje suave, con acariciador y ritmico susurro, comer _ 26 a azotar los flancos de la roca y a depositar en la arena albos copos _ de espuma que bajo los ardientes rayos del sol tomaban los tonos cal iantes del nacar y del arco iris. = impulsado por CamScanner re zy serenidad jones salinas, dida ensenada flotaba un ambiente de pu ire tibio, impregnado de las acres emanac! s ato quietud de sus ondas el Ieve chasquido del . | zumbido de los insectos y el grito lejano de los fen Ia eso” 135. percibit # ts Fi agua entre las wa lane ebrantada por los terribles esfuerzos hechos para levan- quebran miradas imploradoras y no encontré ni en It fe que pudiera prestarle auxilio. En tierra MY Jos suyos, a la autora de sus dias, al padre de su hijo, que aaa Jas dunas aguardaba su regreso en el rancho humilde y «erable. Ninguna voz contesté a la suya, y entonces dirigid su vista ise el amor maternal arrancé de su alma inculta y muds, lee " ‘ yor fa angustia, frases y plegarias de elocuencia desgarradora: rot aiddate de mi hijo; sivalo; socérrelo...!_Perdén ai hijito, Seftor! jVirgen Santa, defiéndolo...! ;Toma mi vida, no s¢ la quites a i! {Madre mia, permite que saque la mano para po- nerlo mas alld... {Un momento, un ratito no mas...! jTe juro volver otra vez. aqui, jDejaré que las aguas me traguen; que mi cuerpo se haga pedazos en estas piedras; no me moveré y moriré bendiciéndote! Virgen Santa, ataja la mar, sujeta las olas; no consientas que muera desesperada jMisericordia, Sefior! jPiedad, Dios mio! jOyeme, Virgen Santisima! jEsctichame, madre mia! ‘Arriba la celeste pupila continuaba inmévil, sin una sombra, sin una contraccién, didfana e insondable como el espacio infinito. ee oe tasonidos roncos, apagados, como spués s6lo brotaron de su gargan- La frialdad del agua devolvid a aaa See ravafire de la Se eee energias, y la lucha pa- ates, Sus violentas sacudidas y el vez mis nose y desesperada que habian hinchado los miisculos, y la argollad ‘4 carne contra la piedra oi eecimtane en tomo dela mufeca, nT *éPrisiona h Hisoma, Sok me incesantemente, a sobresalig a 405 de trees del eron tan r; 6 en tomo a. tarse, a fas aguas un ser vivient 3 alld detrds c concluyé por cubri Superior del busto de la mujer arrodill, ae Partir de ese instante los Progre- que muy pronto el Oleaje alcanz6 a impulsado por CamScanner jal criatura. TH wy cerca del sitio en able al fin lego. Una ola, largangg amp, eb OT quel bao biscos despert6 2 r tir el Frio conser enetrante chillido. : tomo un gusano yaa unpenatrio, I joven no perdia un dg Para que mada (ata cy rito que desgarr6 las fbras mis hong de la excena Al sent je locura fulgur6 en sus extraviadas pup, de sus entrafas, une tda en el Lazo corta con los dientes el min, Js alimat fambrionta boca presta a morder se incling y, dado. ase recurso le estaba vec i Grapes eHn0 Se ios llores © wa sus era apacible; pero tan profundo que, cuando la marjad, fo arrastré mar adentro y lo deposit6 en el fondo, no se desperté ya mi 'Y mientras el cielo azul extendia su céncavo dosel sobre la tier y sobre las aguas, tdlamos donde la muerte y la vida se enlazan per ‘wament, el infinito dolor de la madre que, dividido entre las almas, hhubera puesto taciturno a todos los hombres, no empafié con la mis leve sombra la divina armonfa de aquel cuadro palpitante de vida, ée dulzura, de paz y amor. + Bi, odeniro d hati ds impulsado por CamScanner AUGUSTO D'HALMAR £1 HOMBRE. 19 més corriente es que un hombre alcance letras, ene nd ata Fuibleado numerosa y buenas obras, ha obtenido a cu yefiado cargos relevantes en la vida eat ee aeania D'Halmar, puesto que cuando 2. No court je edad y solo habia hecho algunas publicaciones id de ese tiempo lo consideraba su maestro y guia ambién se fijaban en ese muchacho que, con la tribuna del Ateneo y hablaba con terario santiaguino de Ia juventuc |. Los mayores tambite io de la palabra, subia fomienzos de siglo, D’Halmar era, pues, un persona) cia de ello y lo disfrutaba. ‘augusto Goemine Thomson —su verdadero nombre— nacié en ‘antigo el 23 de Abril de 1882 (algunos dicen que en 1880). Su ea inglesa, Sendo alin muy joven, perdi a su madre, y como su padre habia lado que no corta de la parte de las cordilleras y el filo junto al mah larga y destemplada hoja de acero, no era conocida entre los m 2 impulsado por (3 CamScanner espuma de sen viene a ser como el nar, es decir, de suefios de tillero de mi barco invisible Y surgiendo de las profundidades de sentina de ese café de puerto, me iba yo por los malecones, donde se acodaban marinos de todas las donde a cada dos pasos las griias henchian o vaciaban las entra tus de las embarcaciones. Y estibadores y descargadores animaban la sxtensa bahia hasta que se encendian en los cerros, las aguas y los Jos, las primeras luces, y procuraban uno de los mas grandiosos culos de trabajo que fuera dado a contemplar en la tierra, Después en los docks de Londres, en Amberes, en Hambu ry de vida. ;Oh, cudnto he adorado yo esos malecones donde ce mis primeres armas de vagabundo, donde me entrené a partir todas partes y ano volver de ninguna! ‘Ahora, una de estas tardes, me he detenido ante una cruz, si, el desmedido cepo de una ancla descomunal, medio enterrada, con otras a, inservibles, en una especie de cementerio en que se han reuni- do tras tanto levar y anclar. En ese camposanto, junto al océano, lescansan, con sus mohosas cadenas, extendidas en regueros intermina. bles, las que son la divisa misma de la vida maritima: las anclas; nunca ontén alguno, ni ningiin lobo de mar en tierra, habiame dado la sen- on de naufragio, de varadura definitiva, que me dieron esas pobres ‘as. Eran como una monstruosa vegetacién submarina, de madré- ors, sacada a la superficie. Los peces todavia palpitantes entre las ‘edes menos lamentables que ella. Tantos nudos de cadena a tantas brazas de profundidad, Y el arga- "60 0 argolla del dncora, el cepo o verga, la cafiay los brazos, termin 3 impulsado por (3 CamScanner * dos en enormes anzuelos, todo eso, herrumbrado y umbag 7 exhibfa lamentablemente al sol, junto a la maravill losa , azul, en cuyas profundidades tantas veces arraigaron, Ah lig das, arrancadas de cuajo, se movéan las anclas, al borde qc” de clemento, separadas de él para siempre, initiles, mueyig ™! los brazos como otro dertelicto 0 “epave”, yo me hubiess entre sus brazos, de cara al cielo de la Cruz del Sur, y me hy mecido, mecido por las resacas, por todo ese flujo y reflujo de, mar, la pleamar y las marejadas... El mar seguia latiendo, oo bi corazén del mundo. Y se habia sacado esas espinas de hieno y 6 habia botado con Ia ola. jNunea, nunca més, volverian a hincay su seno y a cantar y contar la celeste cancién del anclar y de j, anclas! a Abtiey, Titi biera, ag, impulsado por (3 CamScanner GUILLERMO LABARCA L HOMBRE Nacié en Santiago el 2 de Julio de 1879. | tuto Andrés Bello y los terminé en el Instituto Nacional. Posterior- ente ingresé a la Universidad de Chile, donde obtuvo los titulos de Se desempefié un tiempo como docente en el Liceo de Aplicacién, pero luego comenzé a actuar en la vida politica, quiado més que nada io public. En todas sus actuaciones se destacd presidente Ejecutivo de la Caja de Empleados Publicos y Periodistas, ro de Instruccién Publica (1929), de Defensa Nacional y del iterior (1939). Después de una intensa vida al servicio del pais, falle- el afio 1954. EL ESCRITOR Muchos criticos han lamentado que la actividad politica y el trabajo inesco hayan ahogado a un tan buen escritor. En efecto, desde su jwentud, Labarca se revelé como un escritor fino, de gran sensibilidad Y gusto exquisito. Al igual que otros escritores de comienzo de siglo, ord en las revistas literarias de la época que ya hemos menciona- Zig-Zag, Pluma y Lapiz, etc. Y también de acuerdo con la modal de aquel tiempo, Labarca se sintié fuertemente atraido por la a realista y naturalista de fuerte intencién social. Le atrajeron los WS impulsado por CamScanner hombres y los ambientes rurales y maritim volumen de cuentos titulados A/ Amor de la Tierra (1908), ® Mis tarde escribié una novela breve titulada Mirando oy ue el interés del personsjernarrador se centra en ta obec ter U6gica de los demas participantes de la accién, Este naragm "5 chacho que cumple su servicio militar en un destacamanta ee Parecer, en fa isla Quiriquine. Pero su relato no es el diario a wed un conscripto, algo monétono y sin mayor relieve humano. Muy ‘y el contrario, el narrador se asoma cautelosamente a la vide meg sus jefes y de sus comparteros, pero siempre en forma muy | No busca el escéndalo ni la intriga morbosa, sino que procede Peto y delicadeza. Es asi cémo vamos intuyendo contlictos, reprimidos, ensuefios, nostalgias, aspiraciones, jo y muy humano. Pero junto a esos personajes de carne y hues fy alli otro personaje también muy importante: el mar. E/ mar me ans Poderosamente —confiesa el narrador—. Ante él experimento un pas agudo que yo me esmero en no destruir con reflexiones de nin género; me entrego por completo a este goce penetrante y me pas horas y horas escuchando el rumor de la resaca y el tumbo del oleae. ‘Me encanta el aspecto del mar, del mar gigante, en su conjunto y en sus detalles; me agradan las débiles algas ondulosas y los hurts flotantes, los péjaros nadadores, las conchas multiformes de las plays, Jos innumerables y minisculos organismos que viven en las aguas 0 en la arena; me apasiona el contraste de toda esta vida humilde y bi Nante con la grandeza de las montaftas, de estos colosos austeros qut se yerguen frente al océano movedizo y cambiante (Pag. 26). Y mi adelante se referira concretamente al rol que le asigna el mar en! relato: En esta comedia tristona que vamos viviendo, el mar hace veces de! coro antiguo... Cuando no sopla el viento y no zumban Is Jarales ni gime el follaje de los arboles, parece que estos montes, cuya cumbre polula un pequefio hormiguero humano, que todas os soledades, yacen como muertas en Ia vacia quietud del vempo * nico que aparece vivo, imponente, en perpetua accién, es €! m=” forme y multiforme. Un pirrafo més adelante se refiere 2 tod0 0 e sugiere la contemplacién de esa vasta y movediza superficie. pienso en las vidas misteriosas y extrafas que se agitan en SY 15. Est0 se ac conte amore: todo un mundo comple 16 ill impulsado por (3 CamScanner jenso en sus trégicos furores, en los barcos solitarios que navegan por distintas latitudes y en las remotas playas que va una misma ola a be- ‘ar. A través de la inmensa comba de su lecho. tumultuoso 0 bonanci- ‘ble, es el eterno mensajero de los continentes. 1E| mar!. Por él se han construido estas moles de mamposteria; para dominarlo se han traido estos cafiones, irrisorios ante su pujanza; a ‘causa suya se agruparon aqui estos soldados, que por él viven y quizds ‘mueran por él; él es, en fin, quien nos une con el resto de la tierra y en nos Nevard algin dia... (Pig. 62) La novela comentada se inicia y termina en el mismo sitio: el embar- cadero. Y no podia ser de otra manera— ya que es el mar el Unico nexo on el resto de los hombres, con la vida que palpita més alld de los mu- I es un prodigio de actitudes y palabras n todo un mundo de sentimientos. Por su estilo, por el sabio manejo del lenguaje y del relato, es ésta una Pequefia obra maestra que por si sola hace que el nombre de su autor esté entre los buenos narradores chilenos, El cuento Vésquez ha sido recogido también en varias antologias. ®t asunto es muy simple: un pescador, obligado por la necesidad peren- 1 impulsado por (3 CamScanner toria de dar sustento a su familia, se hace a Ia mare rrascosa, El desenlace no puede ser otro que la musra ot i Si en Mirando e! Océano ex | oY my, media que viven los persor qui el mar es el antagona 26, mot mejor, ef fatum o destino triico conta el cual nae n° desic voluntad de los hombres. eden nig, jue Baldomero Lill, Labarca narra en fooms op ir las situaciones en las que intervienen person n= & No hace reflexiones ni menos intenta hacer una lector saque las consecuencias. Lo que importa es que es sea narrada en forma artistica. Si leemos el cuento con cuide ‘mos que eso Labarca lo logra plenamente. Para ello, ha elminato ws, lo superfluo, para centrar todo el interés en el problema humana, Ter poco hace concesiones a un sentimentalismo barato o plafidero, absoluta sobriedad y firmeza, lleva el relato desde el dilog ink | hasta la visién de la mujer que, enloquecida de angusti, sue mar teniendo una esperanza que el mar mataré para siempre, impulsado por (3 CamScanner VASQUEZ —jClemente? na ahora, Vasquez, déjalo para mafiana— interpuso dolorida la Peer Martina, st no salgo a pescar esta noche, maftane no tendre- ‘mos qué comer. Asis, pero estd norteando, fijate, y la marejada engruesa. En su voz temerosa se advertia también un sordo tencor contra la ‘mar oraz. El padre y un hermano dormfan en lo profundo. {Qué he de hacerle, mujer? ;Echale Clemente! La mujer, mal cubierta con harapos, morena, flaca y envejecida an- es de tiempo, hizo un gesto de resignacién y se acercé a su vez. para empujar la barca hacia las olas que reventaban con fuerza en la playa, Soplaba el viento produciendo silbidos agudos entre las rocas y un inés grave zumbar en el recodo de los cerros. Empezaban a condenar. s las nubes y ya una mancha parda y sombria llenaba un rincén del cie- No haba luna. Estaba muy obscuro. En lo alto parpadeaban algunas las con fulgor mortecino, y abajo, al otro lado del mar, el faro de lanzaba sus intermitentes destellos, Al impulso comin Ia chata sobrenad6 de pronto, al mismo tiempo toatl empapaba las vestiduras de la mujer, indiferente a le trai- "2 dentellada del mar. 719 impulsado por (3 CamScanner oN Vasquez y Clemente saltaron dentro, en que lucfan los ojos negros muy vies, hat Meany remo por la parte de pop, mientras el padre cong MO lang — ;Singla, singla, Clemente! € bichers Sey Era precio evadir con enema y destreza ls rc angosta caleta. Una ola reventé en la proa, Produce? Oi de espuma. La chata sb enderezé violent, por ajo an, auil:emares agua y los pescadoresrecibiron apa ny De la playa, apenas visible a causa de a expunge te la voz de Martina: Tem, —{Estd ya? —Listos, mamita, ~Acuéstate, mujer, y ofdo a la sefial —{Cuando? —Cuando alumbre el Iucero. Los pescadores ocuparon sus asientos en sus remos a compés. —Proa al pefién de Ia isla. —Adelante, Poco a poco disminufa el ruido de la resaca, y el bote conti por hundirse en las tinieblas. Soplaba el viento y hacia fro, La op los pescadores era muy ligera, y sus pies desnudos permanecian en agua que ocupaba el fondo. Bogaron largo rato, balanceados por lasobs Cuyas crestas fosforecentes columbrébanse en las sombras. Cer & ellos los peces huian entre dos aguas con dorado centelleo. Ambos iban silenciosos: nada tenian que decir ni era menes=" te tarse; el viejo lobo conocia a palmos Ia dilatada bahia, y el lobe educaba en buena escuela, De pronto interrumpié el silencio, —Hemos llegado— dijo con decisién. ~Por cierto— replicé el padre. Cogiendo la pequefia boya empez6 a recoger el esp! de antemano. Sujetos por los anzuelos, algunos peces ea vulsivamente en el aire y segufan rebullendo en el for chuelo, Mientras tanto, se amontonaba las nubes del cielo Y P* bancos y hundiewala aravel tei? agitaban om del ban arecian bai 80 impulsado por (3 CamScanner rarejada se hizo ms gruesas Y ja arriba con ojos escudrifia ia vista alrededor, como buscando Ia playa tomé I quien sae tendons tempo de lear aun true y empezaron acter goteTOnes- 0 ee desperts sobresaltada en fa casita y puso in, Martina + cerca el hervor de las rompientes; chasquidos ag0- aie y otras veces el agua que azotaba las rocas, dolor a lo largo de los cerros. La cin se Fct0! * hasta los cimientos. = Dios mi se puso de pie, cubrién tenia zapatos fie oS ‘una ojeada al chiquitin que dormia entre unos pello- fue a abrir la puerta. een Todo estaba oscuro y desde el fondo de la noche sll con los rugdos de la tormenta, desde la alta mar, la tempestad precipitabe rugiendo en la bahia. “Dios me ampare!~ clamé la mujer, llevandose la mano a los ojos lambrados. Y luego afiadi6 con afliccién extremada: Clemente... ome, por Diosito! Traté de encender el fuego dentro del cuarto, pero no pudo. A ca- instante rfagas violentas se colaban al interior dispersando los le- No obstante mantuvo la puerta abierta en espera de la conocida il casi aturdida por el estrépito del furioso oleaje. De pronto le pa- ‘scuchar por alld lejos, mar adentro, un silbido agudo, que legs zi pr encima de las aguas, sobresaliendo de todos los ruidos. en oa Por Ia lluvia permanecié anhelante en la playa, nt atando de inquirit lo insondable, mientras las olas aia azotaban nt Isamu PS destudos. Con toda la fuerza de sus pulmones 81 impulsado por (3 CamScanner Otro relémpago prendis en el aire 4 ; YM cs Descadores Vasquez permanecia de a Na Pudo coly ie ras Clemente se encore sob tit co ein a 5 el filo de una ola, ora otra cima lo velab ao lovee despecho de todo, el falucho avanzaba prec oa escollos y las rompientes espumosas. Ya PO aoe, ~ ;Visquez! Visquec! ~grit6 la dotente case ‘Ala distancia respondié la voz consoladora del hi —Estamos aqui, madre. thio: Play, = jo; voy a virar! a imposible llegar de igual modo hasta la li tas olas. Iban a virar, pero en ese See Ja matty dable, se produjo una ola como una montafia y bares fn vés, desaparecié en el abismo. rea, copia det ‘Del coro de la borrasca sobresalié un grito desgarador: — Virgen Santisima! La mujer dio un nugido, lanzéndose al agua, sin drs cuenta sue hacia, Nad6, braced, luch6 desesperadamente y aproxininie ugar de la catéstrofe, logré tomar a su hijo. Ora ola los arroj6 a ambos contra la playa, El muchacho que rado sobre la arena como un pingajo; Martina se levant y quo ds vo arrojase al agua, pero estaba agotada, yao tenia furs Ems grité con una vor. extraia, ronca, extrahumana: — jVésquez! jVasquez! bi por la playa de un lado a otro, como una fra re a, te do de ver en el oofano, los ojos abiertos hasta slime (188° . — ;Vésquee! iVésquez! Blimuchacho desmayado y sangrando perman de una roca. Ahora la madre slo miraba al mar» sombras con sus Oj0S. Sus ropas chorreaban, no las sent de la tierra ni del cielo, que era mayor ¢ 1 por el dolor. jVasquez! ;Vasquez! tendido al i queriendo taladar ec tones poco las coransn i sentfa tam | tormento de SY | impulsado por (3 CamScanner el nombre repercutia rebotando rocas. vvag6 toda la noche por la orilla esperanza prendido en el alma, aeechando .. nia, que no vino nunca... 83 impulsado por CamScanner impulsado por (J CamScanner M ARIANG LaToRA E gL HOMBRE En los afios. comprendidos atorre, gran Maestro y escritor, . Te fue don Mariano Latorre Court nacié en qdeta de la Octava Regidn, el 4 de en, paire, don Mariano de la Torre Suibles, ro tiginica de la cual sentiase orgulloso y 1a eual cientacién de su vida. De su madre, dofia Fernan ‘ech la sensibilidad y el fino ingenio del ancestro ssfamifa un tiempo en Valparaiso y luego en Santiago, para rs care después en Constitucion. Esta Ultima etapa la recordaré Posteriormente aisouento “Puerto Mayor”. Sus estudios secundarios los realizé en el taso de Hombres de Talca, donde tuvo como compafieros a mucha- as que posteriormente también tendrian figuracién en el mundo ‘teeetual; entre ellos, Fernando Santivén y Armando Donoso, nove- tauno e investigador el otro. Después, Mariano Latorre se traslad6 a Santiago con el propésito de ‘Sular Derecho. Sin embargo, su vocacién por la Literatura ya estaba nda y por eso ingres6 al Instituto Pedagdgico, que entonces perte- ee Universidad de Chile. En este plantel de ensefianza superior, \ e fortuna de ser alumno de algunos de los grandes maestros {ue cimentaron el prestigio internacional de este centro una fuerte herencia fue decisiva en tg dina Court Brezac, francés. Vivid con 85 impulsado por CamScanner 7 formador de profesores. Debemos consignar aqui que rant al Instituto Pedagégico fue un activo e importante ganna ed invesigaién. En sus aula dictaban class os més reputage ron lingtistas, Iiterato, historiadores, bidlogos, quimizos y me i6 de Profesor de Castellano, tiempo en el Instituto Nacional y en el Liceo Valenti, Letelgg desempefiar algunas tareas en la Biblioteca Nacional swung sue mente varias cétedras de Literatura en el Instituto Pedagicico, ser Director de este plantel, cargo en el que j i mas tarde, la Facultad de Filosofia y Educacid Chile lo honré designéndolo miembro académico. En e1 solemne Despuss de gp explicd las lineas matrices de su quehacer literario, Tanto en sus clases como en sus conferenci sitor sumamente ameno e interesante. Su voz cal 845 ojos claros vivaces los oyentes, Pero Por supuesto, ena charla pri a fos anaqueles atestados de su bi café del centro. Es que don Mariano era un gozador dela vide P 6! mundo era un espectéculo que habia que gozar. Era un hombre plo de vitalidad y optimismo, i En las vacaciones partia al sur a empaparse de aisajes, de luvia ¥ de sol, de valles y de montaf todo lo que te Ilamaba la de animales; In: nombres de lugares, de objetos' Dbocetos de personajes, dichos y modismos camps endas, anéedotas y aventuras. Amaba el campo como potos Gs fores lo han amado. Recorrié primero las cercanias del puerto fo Maule. Vio bajar a los campesino cerros al puerto a vender #5 IMchas maulinas, con sus @™ os. Viaié después por tierras de la Araucan v4 6! eno del Reloncavi; cruzé el canal de Chacao y lleg6 @ impulsado por CamScanner jrada todo el extenso territorio de Chile. 1 alma nacional que palpita en cada rincén arcar con su abé ; cultar el queria aus ~o mejor dicho unido a todo: esto— don Mariano 0 literaria y un agudo sentido a dictar cursos. Pul zadas. No fueron pocos los escritores rélogos para sus obras. Por su valiosa actuacién se le concedié el Premio Nacional de Litera- solicitaron Pl ‘campo de las letras, 1944. afio Tavera de 1956, fallecid en Santiago. Al borde de su tumba, ron sentidos discursos. Revistas universitarias le dedicaron es. Uno de los homenajes mas hermosos fue el que le Pablo Neruda mediante una oracién finebre de profun- imeros especial | poeta icado5. ESCRITOR mos que Latorre era un gran disfrutador de todo lo que veia. mismo goce de la vida lo vemos en sus obras. Su gran fuente de jan fue el campo, que él sentia tan unido a su vida y a su ser. xxplica en el prélogo de una de sus obras. Dice en uno de los Vivi en los cerros. Bebi la leche de las cabras montaraces @! cuenco moreno de un cédntaro de greda y en las siestas calurosas reel ulpo fresco o el mote de oro con el agua de las vertientes ... de veranos maduros de luz y de inviernos aullantes de vientos de vias. Los cerros chatos que cerraban todos los horizontes, con harapos de selva, tenian a veces un bravio cefio de cam- 10s, pero eran tan alegres, tan orondos cuando una nube andariega inaje, abullonando sobre los dispersos perfiles su blanca pollera estival. (Prélogo a Hombres y Zorros). los faust con detrimento de ta accién. Empero, podemos decir que lat "ipciones de este escritor, salvo las de sus primeros relatos, no 5 Fede leerse en Revista “Aten ‘ee un home NO 370, Mayo-Junio 1956, nimero impulsado por (3 CamScanner con frias y meras enumeraciones de objet0s 0 detaig Mm contrari: él se muestra como Un maestro de la dese MY bay, mica, colorista, impregnada de gran afec pluma hace vivir el paisaje. Y yor razén observaba @ los hombres, por hum; deisbe de reconocer que entre los campesinos tambien yt defects, setitudes tortuoses. No obstante eso, en aus a con respeto y hasta con carifio, no faltando por ahi i, nota ttt claro, Los mayordomos, capataces, inquilinos peoney siempre en sus cuentos y novelas. Pay En su afin por recoger todo lo auténticamen: don Marono se fi6 también en el mar nuestro, en sue pues Y Gl tes ¥, Por SuPUEStO, en sus hombres. Buss al pescavor be al lanchero may Y mueren en el m Chilenos del Mar —titulo muy expresivo— a Y La Isla de los Péjaras fy estas obras, al igual que en aquellas que le dedica al campo, Ls viendo las doctrinas realista y naturalista, le da mucha imporn influencia del ambiente sobre el hombre. Sin llegar a un dewm Ides que fue, Me chileno, lo ey Movediza del océano modelan a is seres humanos. Esto no quiere decir que esos hombres carezcan degra ea, que no posean atributos que los hacen dignos de estimaciny speto. Al releer las obras de Latorre, Probaré que el ién de los vocablos y, a la vez, un Presivo. Su prosa adquiere un ritmo apropiado a la materia de ” trata, Las figuras literarias le brotan esponténeamente con ra ot ad. ‘Buena muestra de los que decimos es su poema no de los Chilenos. Si lo leemos con cuidado, procurando aaa halide ¥ su lenguaje, descubriremos con qué elegancie ¥ aba de nuestro mar; mas allé de su aparente barroquismo- ye spac Wa dliimos que Latorre, por otro lado, fue un exit a Inculado @ la corriente realista. El mismo confesaba | - impulsado por CamScanner tendencia literaria y se reconocia seguidor de rropeos de la segunda mitad del siglo pasado entro los que cabe nombrar a Balzac, Dickens, su propensin a las descripciones amplias jados de est po narradores 97 gos del presente, maldosv Pred. Dea v ast mundonovista. Pues bien, este deseo de ser fiel sncio el ejemplo de Pereda, @ rrmaciones fonticas ¥ morfolégicas y sus maties seménti Tenquaje del narrador es muy elogante y artitico; en cambio, ae personajes es un castellano terriblemente adulterado, Esto paturalmente, 1a comprensién de los di sos sino aun Para no pocos fo que en esos di «a del hombre del campo o de Ia costa. Latorre no se imi resco y superficial de la vida ru . Sin embargo, la gran mayoria de los criticos de su tiempo mo Ricardo Latcham, Eleazar Huerta, Milton Rossel, Rail Silva ¥y muchos otros— no escatimaron logiosos cuando se liscordante solia ponerla Hernan Diaz Arrieta (Alone), hombre eminen- urbano que detestaba los relatos campesinos. Sin duda que elatos de Latorte carecen de la vivacidad y de la intriga de una Pero si se leen con cuidado, reparando », en su lenguaje y en su contenido, se descubriré un mundo Pechado. Con razén Neruda, en la oracién finebre que recordé- ce eee lamé @ Mariano Latorre nuestro primer fo amplio, se denomina clésico al artista que da 1. Latorre fue un ejemplo de honradez 89 impulsado por (3 CamScanner

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