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Importancia Del Ámbito Socioafectivo en El Desarrollo Infantil
Importancia Del Ámbito Socioafectivo en El Desarrollo Infantil
Desarrollo psicoafectivo
Nrc: 34200
Presentado por
Docente
Se habla que la educación para la convivencia busca impulsar en los alumnos de niveles de pre-
escolar, primaria y secundaria, competencias sociales, la cual son aquellos procesos internos
del individuo (pensamiento autorregulado, procesamiento de información social) que tienen
como propósito que las relaciones sociales sean un éxito y que sus comportamientos sean
adecuados por otros miembros de su grupo social
cuando El niño adquiere un aprendizaje esto se ve relacionado con los aspectos socioafectivos.
El proceso de aprendizaje se relacionan tres factores, como lo son:
Intelectuales
Sociales
Emocionales
Es importante señalar que el proceso de socialización transcurre durante toda la vida del
individuo. No obstante, se mantiene una distinción conceptual de dos etapas de socialización:
una etapa primaria y una secundaria. De acuerdo con Berger y Luckmann (1968), la
socialización primaria corresponde a la introducción del individuo en la sociedad, es decir, a la
internalización por parte del sujeto de un "mundo objetivo” social construido por "otros
significativos” encargados de su socialización. Generalmente, se suele dar a la familia el papel
de agente socializador primario de manera prácticamente exclusiva.
"La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por medio
de ella se convierte en miembro de la sociedad. [...] Se advierte a primera vista que la
socialización primaria suele ser la más importante para el individuo, y que la estructura básica
de toda socialización secundaria debe semejarse a la de la primaria". (Berger y Luckmann,
1968:168).
Con los niños potenciando lo socioafectivo desde todos los elementos curriculares.
Con los padres creando espacios para la participación y facilitando la comunicación en
la entrada y salida de la institución. Utilizando los medios adecuados, los padres se
dejarán empapar por las (formas de hacer las cosas) en la escuela y buscara la
participación y la complicidad. Ello, además, sentirse satisfechos de la decisión que
han tomado a la hora de elegir una institución donde depositan su confianza.
Debido a la corta edad de los niños, el educador infantil asume un grado de implicación
emocional y de entrega en la relación que no se da en el mismo grado, en ninguna otra etapa
educativa. Por lo que se refiere al desarrollo socioafectivo, se puede decir que se ponen juego
los aspectos más humanos del profesional de la educación infantil.
Se ha demostrado que durante los dos primeros años de vida la maduración del cerebro se
controla a través de la interacción con el cuidador. Con esta relación íntima, de naturaleza sutil
y oportuna en el tiempo, el cerebro del bebé se sintoniza literalmente con el de su cuidador
para producir las hormonas y los neurotransmisores adecuados en la secuencia correcta; esta
sintonía o modelaje determina la arquitectura cerebral de un modo permanente y poderoso
(T.R.Verny, 2002).
Según Siegel, en los primeros años del desarrollo, más importante que la estimulación
sensorial son los patrones de interacción entre el pequeño y la persona que lo cuida. La clave
de un desarrollo saludable es la interacción interpersonal, y no la estimulación sensorial. Siegel
destaca que el desarrollo del cerebro tiene lugar a lo largo de un periodo prolongado de
tiempo, que excede con creces los primeros años del apego y los vínculos afectivos.
Aunque el cerebro sigue siendo maleable hasta la edad edulta, los patrones neuronales básicos
(los circuitos del yo) se forjan en el crisol del vínculo afectivo antes de los 3 años. Las relaciones
posteriores, incluidas las terapéuticas, pueden alterar los patrones si la persona se muestra
muy motivada a experimentar un cambio. Pero aún así, son esas primeras relaciones las que
establecen de manera más completa y persuasiva la esencia de nuestro ser (T.R.Verny, 2002).
Ninguno de los sistemas básicos para gestionar las emociones (el sistema de respuesta al
estrés, la receptividad de los neurotransmisores, las vías neuronales que codifican la
comprensión implícita del funcionamiento de las relaciones íntimas) está ya establecido en el
momento de nacer, ni está desarrollado el córtex prefrontal, tan importante para el desarrollo.
Estos sistemas se desarrollan rápidamente a lo largo de los dos primeros años de vida,
construyendo la base de nuestro funcionamiento emocional a lo largo de la vida.
Un apego sano evoca sentimientos de pertenencia a una relación donde el niño se siente
aceptado y en confianza. Los padres, por quienes el niño siente un apego seguro, son
interiorizados como fuente de seguridad. A partir de aquí el niño podrá sentir placer por
explorar su entorno, construyendo poco a poco su propia red psico-socio-afectiva.
El apego es, por lo tanto, fundamental para el establecimiento de la seguridad de base: a partir
de ella el niño llegará a ser una persona capaz de vincularse y aprender en relación con los
demás. La calidad del apego también influirá en la vida futura del niño en aspectos tan
fundamentales como el desarrollo de su empatía, la modulación de sus impulsos, deseos y
pulsiones, la construcción de un sentimiento de pertenencia y el desarrollo de sus capacidades
de dar y de recibir. Un apego sano y seguro permitirá además la formación de una conciencia
ética y el desarrollo de recursos para manejar situaciones emocionalmente difíciles y
dolorosas, así como experiencias traumáticas (Barudy y Dantagnan, 2005).
Referencias bibliográficas
Libro guía. Papalia, D. E., Papalia, S. E., & Olds, S. W. (1992). Psicología del desarrollo: de la
infancia a la adolescencia.
Recurso web. Armus, M., Duhald, C., Oliver, M., Woscoboinik, N., y UNICEF. (2012). Desarrollo
emocional. Clave para la primera infancia. Recuperado de
https://www.unicef.org/ecuador/Desarrollo_emocional_0a3_simples.pdf