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PEDRO Y SUS MUERTOS

Jairo Yela Burbano


Personajes
Pedro
Antonio
Muerto 1
Muerto 2
Soldado Carnaza
Soldado Carroña
ESCENA I
(Pedro aparece sentado en el tronco de un árbol, al lado
izquierdo del escenario. Al fondo, hay una lengua roja que cuelga
de un hilo. Luces verdes)
ANTONIO (borracho): ¿Pedro?
PEDRO: Hola…
ANTONIO: ¿Qué haces aquí?
PEDRO: Esperando.
ANTONIO: ¿Esperando qué?
PEDRO: A los muertos.
ANTONIO: ¿Cuáles muertos?
PEDRO: A los tuyos y a los míos.
ANTONIO: Pero si a mí no se me ha muerto nadie.
PEDRO: Eso no quiere decir que no tengas muertos.
ANTONIO: ¿Y para qué los esperas?
PEDRO: Me quedaron a traer unas semillas.
ANTONIO: ¿Cómo? ¿Ahora los muertos venden las semillas?
PEDRO: Hace tiempo que me prometieron que me darían unas.
ANTONIO: ¿Gratis?
PEDRO: No sé, para eso también los espero.
ANTONIO: ¿Y hace cuánto tiempo que estás esperando?
PEDRO: Hace unos días.
ANTONIO: Pero si ayer te vi donde las putas.
PEDRO: Solamente fui a dejar un recado. Aquí estoy apenas hace
unas horas.
ANTONIO: ¡Ah, claro, yo también! Qué pereza esperar a los
muertos. Mejor vamos por una cerveza a la cantina.
PEDRO: Hoy tienen que llegar. ¿No hueles?
ANTONIO: ¿Oler qué? Si aquí siempre huele a lo mismo.
PEDRO: Huele bien.
ANTONIO: Cierto, huele como a lechuga.
PEDRO: Ve para atrás y me dices a qué huele.
ANTONIO: ¡Qué asco! Aquí huele a ratas podridas.
PEDRO: Entonces deben estar por llegar.
ANTONIO: ¿Y a qué hora te dijeron que llegan?
PEDRO: Más tarde.
ANTONIO: Más tarde no es ninguna hora. Más tarde pueden ser
las dos o las cuatro. No esperes tanto. Vamos mejor por una
cerveza. Invito yo.
PEDRO: ¿Y si vienen?
ANTONIO: Realmente no creo que vengan.
PEDRO: ¿Y si se ofenden?
ANTONIO: Qué se van a ofender.
PEDRO: ¿Pagas tú?
ANTONIO: Sí, pago yo.
PEDRO: Entonces vamos.
(Salen)
ESCENA II
(Lo mismo de la escena anterior. El muerto uno trae un par de
zapatos en sus brazos, muerto dos un par de brazos colgados del
cuello)
MUERTO 1: No hay nadie.
MUERTO 2: Debimos haber corrido.
MUERTO 1: Pero si a mí me cortaron los pies. Debiste haber
parado un taxi.
MUERTO 2: Pero a mí me cortaron los brazos.
MUERTO 1: ¿Ahora qué hacemos?
MUERTO 2: Esperar.
MUERTO 1: ¿Dónde se ha visto que los muertos esperen a los
vivos?
MUERTO 2: Tenemos que hacerlo. Las semillas no se sembrarán
solas.
MUERTO 1: Los vivos de este pueblo como que son sordos,
ciegos y mudos. Antes los muertos al menos espantaban.
MUERTO 2: Esta es la vida que nos tocó.
MUERTO 1: Qué dura la vida de un muerto.
MUERTO 2: Esperemos, esperemos, en cualquier momento
llegan.
MUERTO 1: ¿Y si no?
MUERTO 2: Y si no nos vamos.
MUERTO 1: Nos vamos de nuevo querrás decir.
MUERTO 2: Mirá, mira, esa esa es la lengua de la otra muerta.
Ahí colgada.
MUERTO 1: ¿La otra muerta no tiene lengua? Y yo que pensé
que le caía mal. ¿Por qué habrá dejado su lengua aquí?
MUERTO 2: No la dejó, se la cortaron por hablar mucho.
MUERTO 1: A mí si apenas me cortaron los pies, como pude salí
a recogerlos.
MUERTO 2: Yo hice lo mismo pensando pesando que de muerto
me iban a servir los brazos.
MUERTO 1: Nos matan y ni siquiera tienen la decencia de
enterarnos enteros.
MUERTO 2: Toma esa lengua y se la llevas.
MUERTO 1: Apesta más que tus brazos.
MUERTO 2: Habló el de la pecueca perpetua.
MUERTO 1: ¿Por qué será que solo me apestan los pies? ¿Estaré
enfermo?
MUERTO 2: Lo que pasa es que cuando a uno lo cercenan, la
parte cercenada ya no es parte de uno. Es como si esa parte se
quedara en el mundo de los vivos.
MUERTO 1: ¿Y qué pasa con los que mueren aplastados por una
locomotora o a los que les cae una bomba encima?
MUERTO 2: De esos no queda nada. De este lado apenas se
escuchan sus voces.
MUERTO 1: Con razón que tienen mal aliento. ¿Tienes horas?
MUERTO 2: Aquí no pasa el tiempo.
MUERTO 1: Tienes razón es la costumbre. ¿Será que vuelven?
MUERTO 2: Esperemos, seamos pacientes.
MUERTO 1: Pero si no tenemos toda la eternidad. A ver, déjame
ver tus brazos.
MUERTO 2: ¿Mis brazos? ¿Para qué?
MUERTO 1: Pues como dices que es la única parte que te queda
viva, quiero verlos.
MUERTO 2: (Deja que los brazos caigan al suelo)
MUERTO 1: ¿Y este tatuaje qué dice?
MUERTO 2: Son los nombres de mi esposa y mi hija.
MUERTO 1: No sé leer, ¿Cómo se llaman?
MUERTO 2: Mi esposa, Paola y mi hija, Lucia.
MUERTO 1: Te deben de extrañar muchísimo.
MUERTO 2: Me buscaron por años, pero no me encontraron.
MUERTO 1: Pero al menos te buscaron, de mi pensaron que me
fui para otro pueblo y como vivía solo por allá lejos en la
montaña, fue como si no hubiera pasado nada. Por eso no
recuerdo ni cómo me llamo.
MUERTO 2: ¿Y a qué te dedicabas?
MUERTO 1: Yo vivía únicamente para mí. Nunca me gustó
estudiar ni trabajar lo que sí me gustaba era la comer y caminar.
Por eso compré un terrenito en la montaña y allí sembraba y
comía e iba dar paseos por el bosque. Vivía solo, pero era feliz.
MUERTO 2: ¿Y por qué te mataron?
MUERTO 1: Eso fue lo más de extraño. Una tarde llegó un tipo
herido a mí casa, en la pierna tenía dos agujeros de bala. Yo le
molí unas hierbas, se las eché en la herida y lo curé. Se quedó
como tres días en mi casa. Luego vinieron un montón de tipos y
dijeron que yo era colaborador. Y yo por supuesto les dije que sí,
que yo era muy colaborador y hasta les dije en qué les podía
colaborar. Me pidieron información del tipo que yo había curado.
Pero como yo no sabía nada, no pude decirles nada, terminaron
por enojarse y me mataron. ¿Será que me cortaron los pies por
qué sabían que me gustaba caminar?
MUERTO 2: ¿Y eso tipos eran del ejército, de la guerrilla o los
paracos?
MUERTO 1: Yo la verdad no sé. Al fin y al cabo, todos se
parecen, ¿O no? ¿A ti cómo te mataron?
MUERTO 2: A mí me mató la policía. Cometí el error de
denunciar. Resulta que en el río donde yo solía pescar empecé a
ver como traficaban droga y por el bien de mi hija Lucia y la
comunidad, fui directo a la estación de policía. Les di todos los
datos que pude, incluso nombres. Después de eso me hicieron la
vida imposible, los policías empezaron a rondar mi casa todos los
días de la semana. Al principio pensé que lo hacían para
protegernos, pero qué va, días después empezaron a intimidarnos,
se cambiaban el uniforme y de civil me trataban de sapo. Hasta
que llegó esa madrugada en que iba por el río y me agarraron tres
hombres, los mismos policías, me llevaron bosque adentro y me
mataron, luego me desaparecieron.
MUERTO 1: Yo no sabía que la policía también mata.
MUERTO 2: Allá afuera todos matan.
MUERTO 1: Los animales no matan.
MUERTO 2: Ellos también se matan.
MUERTO 1: Al menos no se matan por política y esas cosas.
¿Cuándo has visto un caimán cortándole las aletas a un pescado
para que deje de nadar? La verdad si creo que me cortaron los
pies porque me gustaba caminar. Cuando estaba vivo caminaba
mucho, eran días enteros caminando y eso me hacía lo más de
feliz. No entiendo cómo es que la gente no camina y prefiere
quedarse sentada seis u ocho horas en la casa o el trabajo. Yo no
podría vivir así. Bueno, ahora me toca por fuerza mayor.
MUERTO 2: ¿Y realmente no recuerdas cómo te llamas?
MUERTO 1: No, eso sí que se me olvidó. Uno cuando pasa
mucho tiempo en soledad se olvida de cosas que pensaba eran
importantes. Mi nombre lo olvidé cuando estaba vivo.
MUERTO 2: Me parece terrible, tener un nombre es parte
fundamental, no tenerlo significa no existir.
MUERTO 1: Una vez conocí a alguien al que le decían Pocillo.
MUERTO 2: ¿Y por qué le decían así?
MUERTO 1: Porque le faltaba una oreja.
MUERTO 2: Eso no es un nombre, es un apodo.
MUERTO 1: Pues tuvo que quitarse la oreja para poder tener ese
apodo. A ver, dime, ¿Qué ha hecho Lucia, tu hija, para que se
llame Lucia?
MUERTO 2: Ese nombre se lo puso mi esposa.
MUERTO 1: Le hubiera puesto acetaminofén y daba lo mismo.
¿Tú sí recuerdas cómo te llamas?
MUERTO 2: Claro que sí, yo me llamo… me llamo… ¿Martín,
Mateo, Mario? Era con M…
MUERTO 1: ¿Mocho?
MUERTO 2: ¿Marcos, Matías, Marlon?
MUERTO 1: ¿Muerto?
MUERTO 2: ¿O era Marcelo…?
MUERTO 1: Muertísimo.
MUERTO 2: O tal vez Macario. Increíble, no recuerdo.
MUERTO 1: Hasta que no te nombren seguirás siendo un muerto
como cualquiera. Toma. (Le tira sus brazos, hace con su cuerpo
mutilado el ademán de atajarlos)
MUERTO 2: Tienes razón, vámonos. Aquí no hay nadie.
(El Muerto 1 al ver que el Muerto 2 deja los brazos, decide
también dejar sus pies)
ESCENA III
(ambos entran borrachos y cantando)
PEDRO: Estuvieron aquí.
ANTONIO: ¿Quiénes?
PEDRO: Los muertos.
ANTONIO: ¿Por qué lo dices?
PEDRO (mientras los alza): Estos deben ser sus pies y estos
deben ser sus brazos.
ANTONIO: Esos no son muertos, son pedazos de muerto.
PEDRO: Ayúdame a buscar los otros pedazos.
ANTONIO: Ahora si huele a vacas muertas.
PEDRO: Te dije que iban a llegar y no estuvimos.
ANTONIO: Yo si me voy, vamos y mañana te ayudo a buscar.
¿Qué dices?
PEDRO: Así como bebemos cerveza, asimismo me tienes que
ayudar a buscar.
ANTONIO: Eso de andar buscando muertos no es lo mío.
Además, eso que tienes huele muy mal.
PEDRO: Si quieres que se vaya este olor, pues ayúdame.
ANTONIO: ¿Y luego vamos a celebrar con más cerveza?
PEDRO: Ya veremos.
(Buscan)
ANTONIO: No hay nada.
PEDRO: Busca por todos lados.
ANTONIO: ¿Y qué tal si le decimos a los demás que nos ayuden
a buscar? Igual lo que nos van a dar es semillas, ¿no?
PEDRO: Ellos andan muy ocupados.
ANTONIO: Podemos hacer un buen cartel “ARMA TU PROPIO
MUERTO Y TENDRÁS SEMILLAS GRATIS”.

PEDRO: Deja de decir burradas y mejor ten, ayúdame con esto.


ANTONIO: ¿De quién serán estos zapatos y estos pies?
PEDRO: Pueden ser los de cualquiera.
ANTONIO: Nunca había olido una pecueca tan fuerte.
PEDRO: Debimos estar aquí. Los muertos deben estar
preocupados.
ANTONIO: Este no puede estar muy lejos.
PEDRO: Es tu culpa. Tú y tus malditas cervezas y yo que me dejo
convencer.
ANTONIO: La cerveza no tiene nada que ver. Eso muertos son
muy impuntuales.
PEDRO: A los muertos hay que hacerles caso, hay que esperarlos
si es preciso toda la vida.
ANTONIO: ¿Y acaso son familiares tuyos?
PEDRO: No.
ANTONIO: ¿Eran tus amigos?
PEDRO: ¿Tampoco?
ANTONIO: ¿Los conocías?
PEDRO: Menos.
ANTONIO: ¿Entonces por qué los buscas?
PEDRO: Eso no depende de mí.
ANTONIO: ¿Así de valiosas son las semillas? Y a todas estas,
¿De qué son esas semillas?
PEDRO: No lo sé, solo dijeron que me las iban a dar.
ANTONIO: Para mí que estás enfermo. Esos tales muertos no
existen. ¿Además por qué dices que son míos?
PEDRO: Porque los mataron.
ANTONIO: ¿Y yo por qué tengo velas en este entierro?
PEDRO: ¿Y dónde fuera tu esposa qué hicieras?
ANTONIO: ¿Si fuera mi esposa? Si fuera mi esposa yo estaría
feliz.
PEDRO: ¿Si fuera tu esposa no la buscarías? Tú estás más muerto
que cualquier otro.
ANTONIO: Esa vieja jode mucho, además se echa unos pedos
que huelen peor que esto.
PEDRO: Pero hace un sudado de gallina delicioso, ¿O me
equivoco?
ANTONIO (después de buscar por largo rato): Sabes que, yo no
puedo estar pensando en comida, tener esto encima y estar
borracho al mismo tiempo. (le entrega los zapatos y sale)
PEDRO: (se desespera y empieza a llamar) Andrés, Camilo, Ana,
Cristóbal, Daniela, Marta, Juliana, David, Carlos, José, María,
Rebeca, Néstor, Andrés, Marcela…
(Termina exhausto, sale)
ESCENA IV
MUERTO 1: ¿Se habrán olvidado de nosotros?
MUERTO 2: No hay que perder la esperanza.
MUERTO 1: Los muertos también nos deprimimos.
MUERTO 2: Se llevaron mis brazos.
MUERTO 1: Y mis pies.
MUERTO 2: Eso es buena señal.
MUERTO 1: Ya no olemos tan mal.
MUERTO 2: El olor se quedó en el mundo de los vivos.
MUERTO 1: ¿Servirá de algo todo este sacrificio?
MUERTO 2: Cuando nos encuentren, cuando nos vean lo
sabremos.
MUERTO 1: Porque yo estoy cansado de subir la montaña de la
melancolía, cruzar el río del angustia, caminar por el lodazal de
la ignominia para llegar hasta aquí y que no nos espere nadie.
Ojalá el olor les revuelva un poco las entrañas.
MUERTO 2: Hoy deben llegar.
MUERTO 1: ¿Y quién nos espera?
MUERTO 2: El otro día escuché rumores de que había gente que
nos esperaba.
MUERTO 1: ¿Y es gente importante?
MUERTO 2: Lo que es importante es tener al menos una voz en
el mundo de los vivos.
MUERTO 1: ¿Será uno de esos del gobierno? Ellos tienen una
voz grandísima.
MUERTO 2: Yo me conformo con cualquiera que nos ayude.
MUERTO 1: ¿Te puedo preguntar algo?
MUERTO 2: ¿Qué quieres preguntarme?
MUERTO 1: ¿Por qué no te gusta estar muerto?
MUERTO 2: No es que no me guste, es que no lo soporto. Hay
maneras de morir que son muy infames. Siempre pensé en morir
como Dios manda, con un buen velorio y un buen entierro. Por
eso espero que mis brazos sirvan de algo.
MUERTO 1: ¿Y dónde entreguemos las semillas y no sirva de
nada?
MUERTO 2: No, la gente no es así. Si ellos están ciegos, sordos
y mudos, las semillas les darán ojos, oídos y boca. Sembrarán
como nunca lo han hecho en sus vidas.
MUERTO 1: La gente no es así… Pero si a ti te mató la policía.
MUERTO 2: Fueron unas manzanas podridas.
MUERTO 1: Es suficiente una manzana o una papa que estén
podridas para pudrir todo el bulto.
MUERTO 2: No todo el bulto está podrido.
MUERTO 1: Lo que yo no entiendo es cómo una fruta o una
verdura podrida que tiene el deber de cuidar a las frutas sanas, se
alían con la podredumbre de otro bulto, para pudrir a las frutas
sanas.
MUERTO 2: Por eso es la urgencia y la necesidad de que sepan
de nosotros. ¡De las semillas!
MUERTO 1: ¿Por qué no las sembramos nosotros?
MUERTO 2: No podemos, tiene que ser un trabajo en conjunto
con los vivos.
MUERTO 1: ¿Y de qué nos sirve a nosotros?
MUERTO 2: Para estar tranquilos.
MUERTO 1: O sea que no ganamos nada, tan solo recuperamos
lo que se nos quitó. Qué dura la vida de un muerto.
MUERTO 2: A mí me reconforta pensar en los vivos.
MUERTO 1: Más por ellos, nosotros qué, nosotros ya estamos
muertos.
MUERTO 2: ¿Y a ti te gusta estar muerto?
MUERTO 1: Es que no entiendo muy bien mi muerte. A veces
incluso he soñado que estoy vivo. Pero es esa oscuridad, esa
oscuridad que anda por todo lado es capaz de matar a cualquiera.
Eso lo que menos me gusta. Extraño la luz del sol. Antes mi rostro
era salvaje y curtido, por el sol, el viento y la lluvia, ahora tengo
una piel que bien puede ser envidiada por una reina de belleza.
MUERTO 2: Aquí muchos se quejan de la oscuridad.
MUERTO 1: Hay que decirlo: ¡Aquí la muerte es pura niebla!
MUERTO 2: Y nada que vienen a alumbrar este pedazo de
muerte.
MUERTO 1: ¡Cómo dices, no hay que perder la esperanza! A mí
en el fondo me entusiasma mucho lo de las semillas. Porque creo
profundamente en la noche en que crecen las semillas, sobre todo,
yo, que me considero un hijo de la naturaleza, ella misma me ha
revelado que la tierra no solo sirve para sembrar comida sino
también el alma, para sembrar la vida y el futuro. No solo
muertos.
MUERTO 2: Para no saber leer eres todo un sabio.
MUERTO 1: Todo lo he aprendido de la naturaleza. Mientras
estaba vivo si tenía la ciudad a mí derecha y la naturaleza a mí
izquierda, siempre me iba para la izquierda. Nunca entendí
verdaderamente esas cosas de política, iglesia y escuelas. Esas
son las únicas izquierdas y derechas que conozco, la única
religión y todo lo que he aprendido.
MUERTO 2: A mí por meterme en esas cosas es que estoy donde
estoy. Se nota que tú eres un muerto bueno.
MUERTO 1: No hay muertos buenos ni malos, solo hay muertos.
MUERTO 2: Esperemos que el que nos espera entienda eso.
MUERTO 1: Yo creo que hoy no viene.
MUERTO 2: Bueno, será otro día. Vamos.
MUERTO 1: Vamos.
(salen)
ESCENA V
ANTONIO (busca): ¿Viste? No hay nada.
PEDRO: Entonces esperemos.
ANTONIO: ¿Esperar?
PEDRO: Hasta que lleguen, después ya podemos estar tranquilos.
ANTONIO: Yo estoy lo más de tranquilo.
PEDRO: Entonces esperemos.
ANTONIO: A ver, mientras tanto cuéntate algo.
PEDRO: ¿Algo cómo de qué?
ANTONIO: Pues en el pueblo dicen que tú te sabes hartas
historias de fantasmas.
PEDRO: Todos en mi familia éramos así. Mi bisabuela se lo
heredó a mi abuela, mi abuela a mi madre y mi madre a mí.
ANTONIO: ¿Cómo es vivir con eso?
PEDRO: Pues uno se acostumbra. Lo difícil es diferenciar los
espíritus buenos de los malos.
ANTONIO: ¿Y eso cómo se hace?
PEDRO: Los buenos suelen aparecer envueltos en una luz blanca,
en cambio los malos, le ponen a uno el cuerpo pesado, lo
enferman.
ANTONIO: ¿Y estos que estamos buscando y que estamos
esperando de cuáles son?
PEDRO: Son buenos.
ANTONIO: ¿Qué es lo más feo que te ha pasado con los
espíritus?
PEDRO: Eso estuvo a cargo de mi madre. Recuerdo que de
pequeño. A mi madre se le apareció una sombra, una sombra que
la molestaba día y noche. No la dejaba ni comer tranquila, bocado
que se metía, bocado que vomitaba. Tampoco podía dormir
porque si lo hacía la sombra se apoderaba de ella. Pero como uno
no puede dejar de dormir así por así, la sombra terminó por
meterse en el cuerpo de mi madre. Un día se despertó y tenía los
ojos blancos, blanquísimos, hasta la pupila, las manos como entre
morado y verde y las venas de todo el cuerpo se le brotaron. Los
dientes los tenía negros y toda ella adelgazó en una sola noche.
ANTONIO: ¿Y qué pasó después?
PEDRO: Se ensañó conmigo. Me servía la carne de las gallinas
cruda, cuando me miraba me escupía. Como era pequeño yo
pensé que todo eso era un castigo por algo malo que hice. Pero
mi tío, que también tiene el don, me explicó que a mi madre se le
había metido un espíritu malo, el de mi padre que nos abandonó
y terminó suicidado por las deudas. Me dijo que había venido por
mí, pero que por mi edad y mi estatura no podía meterse en mi
cuerpo, sino que había usado el de mi madre para hacerme daño.
Una noche me tocó esconderme porque mi madre se le dio por
perseguirme con un cuchillo, me escondí toda la noche en la casa
del perro sino sabrá Dios lo que me hubiera podido pasar.
ANTONIO: Con razón por el pueblo corre el rumor de que tu
mamá y gran parte de tu familia están medio locos.
PEDRO: No somos locos, solo somos algo diferentes.
ANTONIO: Para mí tú también estás un poco loco. Andar para
arriba y para abajo con esas cosas no es normal. ¿De dónde
sacaste eso?
PEDRO: La otra noche, ¿No te acuerdas?
ANTONIO: ¿Y yo qué tengo que ver aquí?
PEDRO: La otra noche que pasamos justo por aquí las
encontramos. Estas son parte de los muertos que estamos
esperando.
ANTONIO: Pues yo no recuerdo.
PEDRO: Si hasta cargaste los zapatos.
ANTONIO: ¿Yo? Yo jamás me atrevería a tocar esas
inmundicias.
PEDRO: Pues lo hiciste. Tremenda borrachera que te pegaste.
ANTONIO (después de buscar largo rato): Sabes qué, Pedro, yo
creo que esos tales muertos no existen. Te los inventaste tú solo
y eso de las semillas es pura parla para engañar ingenuos.
PEDRO: Ingenuidad creer que la muerte no existe.
ANTONIO: La muerte sí, los muertos de tu cabeza son lo que no
existen.
PEDRO: ¡Ya verás! Deben estar por llegar.
(entran los dos muertos)
MUERTO 1: ¿Son ellos?
MUERTO 2: Deben ser ellos.
MUERTO 1: Saluda.
MUERTO 2: Buenas…
MUERTO 1: Saluda más alto.
MUERTO 2: Buenas tardes.
PEDRO: Buenas tardes, por fin. ¿Por qué no se aparecían?
ANTONIO: ¿Con quién hablas?
PEDRO: ¿No ves? Ya llegaron.
MUERTO 2: Estuvimos esperando y no llegaba nadie.
PEDRO: Nosotros también estuvimos esperando.
MUERTO 1: Ustedes son muy impuntuales.
PEDRO: Mil disculpas, cómo usted sabrá… La vida y esas cosas.
Les presento un amigo.
MUERTO 1: Buenas tardes.
MUERTO 2: Buenas tardes.
PEDRO: ¡Antonio, saluda!
ANTONIO: ¡No hay nadie!
PEDRO: Discúlpenlo, es que él no cree en ustedes.
MUERTO 1: Pero si aquí estamos, parados frente a sus ojos.
PEDRO: Les ruego que lo disculpen, así como él por aquí hay
mucha gente. ¡Qué bueno que hayan llegado!
MUERTO 2 (mientras le pasa las semillas en una bolsa verde de
tela): Les trajimos las semillas que prometimos. Esta es nuestra
única esperanza.
MUERTO 1: Nuestro último recurso, es nuestro regalo. Lo
hacemos con mucho cariño.
ANTONIO: ¿Con quién hablas? ¿Qué es lo que miras?
PEDRO: Ya ven, se niega a creer en ustedes.
MUERTO 1: Debe estar bromeando, nunca hemos estado tan
cerca de un vivo.
PEDRO: Comprendan, él nunca ha estado frente a un muerto.
ANTONIO: ¡Reacciona! Estás enloqueciendo aún más. ¡Aquí no
hay nadie!
PEDRO: ¡Cálmate! Van a creer que estás loco.
ANTONIO: ¡Esos malditos muertos no existen!
PEDRO: Qué vergüenza con ustedes.
ANTONIO: ¡Loco! ¡Tú estás loco! ¡Entiende! ¡Loco como una
cabra! Me cansé. Me voy, no vaya a ser que se me pegue la locura.
(sale)
PEDRO: Mil disculpas, me da mucha vergüenza con ustedes. Se
me cae la cara de la vergüenza.
MUERTO 2: No se preocupe.
MUERTO 1: Sí, no se preocupe, con que usted nos mire nos
basta.
PEDRO: ¿Cómo les ha ido?
MUERTO 2: Estuvimos a punto de desistir.
PEDRO: Qué pena con ustedes, mil disculpas, mil disculpas.
MUERTO 1: Ya, hombre, no se disculpe tanto que el que mucho
se disculpa termina por no disculparse nunca.
MUERTO 2: Estamos muy contentos de haber podido estregarle
esas semillas.
PEDRO: ¿Y son gratis?
MUERTO 2: Nos costó la vida.
PEDRO: Pobres… me lo imagino. ¿De qué son estas semillas?
MUERTO 2: Cuando las siembre lo verá.
MUERTO 1: Solo esperamos que lo que se coseche sea otra cosa.
PEDRO: ¿Ustedes volverán a la vida?
MUERTO 1: No, ¿Acaso cree que está en una película de terror?
MUERTO 2: Solo venimos a entregarle las semillas, usted sabrá
repartirlas. Le agradecemos mucho.
MUERTO 1: Perdón por el mal olor.
PEDRO: No es nada, ¿De quién son estos brazos y estos pies?
MUERTO 1: Los pies son míos.
MUERTO 2: Los brazos son míos.
MUERTO 1: Puede quedárselos, nosotros ya no los necesitamos.
PEDRO: Muchas gracias.
MUERTO 2: Adiós.
MUERTO 1: Que estén muy bien.
PEDRO: Adiós, se cuidan.
(aprieta con fuerza esperanzadora la bolsa, sale)
ESCENA VI
(Antonio entra con varias herramientas y limpia una pala
mientras tararea una canción)
CARNAZA: Buenas tardes.
ANTONIO: Buenas tardes, ¿Con quién tengo el gusto?
CARNAZA: Con el soldado Carnaza.
CARROÑA: Y el soldado Carroña.
CARNAZA: ¿De casualidad usted conoce a un tal Pedro?
ANTONIO: Ni intenten hablar con él, está más loco que una
mula.
CARNAZA: Venimos a favor de la razón.
CARROÑA: ¿Puede decirnos dónde está?
ANTONIO: Debe estar por ahí buscando a esos tales muertos.
CARNAZA: ¿Y ha encontrado alguno?
ANTONIO: Qué va, cómo va encontrar muertos que ni siquiera
existen.
CARNAZA: ¿Sabe dónde vive?
ANTONIO: El acostumbra ir a dejar recados donde las putas.
CARROÑA: Venimos de allá.
ANTONIO: Entonces no tengo ni idea. Ya rompí relaciones con
él. ¿Ustedes piensan ayudarlo?
CARNAZA: Esa es nuestra única intención.
ANTONIO: Es que la locura de Pedro es cosa seria. Nadie le saca
de la cabeza esa idea que tiene con los muertos.
CARROÑA: De eso no se preocupe, nosotros estamos aquí para
colaborar.
ANTONIO: Qué bueno, porque no me lo aguanto con ese cuento
que de los muertos y que de las semillas. Imagínense que hasta se
consiguió unos brazos y unos pies qué vaya a saber uno de donde
los sacó. La gente del pueblo ya empezó a quejarse de su mal olor.
CARROÑA: ¿Tiene alguna información concreta de su paradero?
ANTONIO: Por el momento no. Pero si llego a saber algo se los
hago saber. Hasta luego, vuelvo al trabajo. Que les vaya bien.
CARROÑA: Hasta luego.
CARNAZA: Hasta luego.
(sale)
CARROÑA: El olor.
CARNAZA: Sigamos el olor.
(Salen)

ESCENA VII
(Pedro entra regando las semillas, después entran Carnaza y
Carroña)
CARNAZA: ¿Usted debe ser don Pedro, cierto?
PEDRO: El mismo que canta y baila.
CARROÑA: ¿Esos brazos y esos pies dónde los consiguió?
PEDRO: Me los encontré por ahí.
CARROÑA: Huelen muy mal.
PEDRO: Pierda cuidado, en cuanto pueda les daré una santa
sepultura.
CARNAZA: No sé preocupe. El olor es lo de menos. Estamos
aquí por otra cosa.
PEDRO: ¿Y eso? ¿Por qué?
CARNAZA: ¿Usted por qué anda hablando tanto de muertos que
no le pertenecen?
PEDRO: No depende de mí.
CARNAZA: Pero no se preocupe, nosotros venimos a curarlo.
PEDRO: Muchas gracias, pero no necesito que me curen.
CARNAZA: Claro que lo necesita. Vamos hermano, deje de
sembrar por un momento y todas esas cosas que anda a cargar.
CARROÑA: No hay que empeñarse en eso si usted quiere vivir
tranquilo.
CARNAZA: Sí, vamos, deje eso y venga para acá.
PEDRO: ¿Cómo les digo que no necesito que me curen?
CARNAZA: Eso dicen todas las personas como usted. Venga
para acá. No nos haga perder el tiempo.
CARNAZA: Arrodíllese.
PEDRO: ¿Qué me van a hacer?
CARNAZA: Nada, no se preocupe.
PEDRO: ¿Entonces por qué me tapan los ojos?
CARROÑA: Vamos a jugar hasta que se cure.
PEDRO: No necesito que me curen.
CARROÑA: Pero nosotros lo necesitamos curado para poder
seguir con nuestras vidas.
PEDRO: Ya por eso. ¿Qué hago?
CARROÑA: ¿A jugado a la gallina ciega?
PEDRO: Sí.
CARROÑA: Perfecto. Vamos a jugar a la gallina ciega.
(entre risas, obligan a Pedro a jugar; juegan hasta que se
aburren)
CARROÑA: Ahora póngase en cuatro patas y haga como perro.
(las acciones siguientes también ocurren como juegos que Pedro
no termina por entender pero que sin embargo las realiza
contagiado por la alegría de Carnaza y Carroña)
CARROÑA: Ahora haga como gato.
CARROÑA: Ahora haga como vaca.
CARNAZA: Responda: ¿Por qué buscan muertos que no le
pertenecen?
PEDRO: Ya les dije que no depende de mí.
CARROÑA: Entonces seguiremos jugando. ¿Qué tal se le da el
futbol?
PEDRO: Soy pésimo.
CARROÑA: No importa. (a Carnaza, este saca un balón de
futbol envuelto en vendas) Saca el balón.
CARNAZA: Aquí está el balón.
PEDRO: ¿Qué hago?
CARROÑA: Haremos un calentamiento, corra por todo el
espacio con el balón.
(Lo hace hasta que se cansa)
CARNAZA: ¿Por qué busca muertos que no le pertenecen?
PEDRO: Créanme, no depende de mí, es hereditario.
CARNAZA: Eso dicen todos. Usted sigue enfermo, loco y
delirante. Continúe.
(continúa jugando hasta que se agota)
PEDRO: Créanme, no depende de mí. Estoy cansado.
CARROÑA: Perfecto. Pasemos otro juego. (a Carnaza) Saca la
cuerda.
CARROÑA: ¿Sabe saltar la cuerda?
PEDRO: No sé si recuerde.
CARROÑA: A ver, inténtelo.
(otro juego. Empiezan a jugar, este juego los divierte aún más,
hasta que desbocados aumentan la intensidad obligando a Pedro
a seguirlos)
CARNAZA: Perfecto, muy bien. No pare.
PEDRO: Estoy cansado.
CARROÑA: Continue.
PEDRO: Ya no doy más.
CARROÑA: No pare.
PEDRO: Se me va a salir el corazón.
CARNAZA: ¿Usted por qué busca muertos que no le pertenecen?
¡Responda sin dejar de saltar!
PEDRO: No depende de mí. Paren, por favor.
CARNAZA: No, hasta que se cure.
CARROÑA: Más rápido. Más rápido. Más rápido.
(Pedro cae muerto)
CARROÑA: Se curó.
CARNAZA: Efectivos como siempre.
CARROÑA: Dando resultados como siempre.
CARNAZA: Está haciendo como hambrecita.
CARROÑA: ¿Arroz chino?
CARNAZA: ¡Arroz chino!
(Salen)
ESCENA VII
MUERTO 2: Huele mal, huele mal de nuevo.
MUERTO 1: Huele muy mal.
MUERTO 2: Huele como a tus pies.
MUERTO 1: A tus brazos querrás decir:
MUERTO 2: ¡A los dos!
MUERTO 1 (se percata de la presencia del cuerpo): ¡A los tres!
MUERTO 2: ¡Las semillas!
MUERTO 1: ¿Y a este qué le pasó?
MUERTO 2: Señor, señor, levántese. No se puede quedar aquí
tirado.
MUERTO 1: Pero… Pero… Sí es él…
MUERTO 2: ¿Qué le pasó?
PEDRO: Vine a sembrar las semillas. Luego de sembrar tenía
pensado ir a sepultar sus pedazos. Pero esos dos hombres...
MUERTO 1: ¿Cuáles hombres?
PEDRO: Un par que venían dizque a curarme.
MUERTO 2: ¿Y qué le hicieron?
PEDRO: Nada. Estábamos jugando, jugamos a la gallina ciega y
yo no sé qué otros juegos que ellos se inventaron. ¿Qué es ese
olor?
MUERTO 1: Son mis pies.
MUERTO 2: Y mis brazos.
PEDRO: Pero hay un olor distinto.
MUERTO 2: ¿Esto es suyo?
PEDRO: Sí, es mi corazón.
MUERTO 2: Déjeme decirle que lo acaban de matar.
MUERTO 1: Mi más sentido pésame.
MUERTO 2: Mis condolencias. Lo acompaño en su dolor.
PEDRO: ¿Y ahora qué?
MUERTO 2: Tenemos que esperar.
MUERTO 1: ¿De nuevo?
MUERTO 2: Sí.
PEDRO: ¿Será que viene alguien?
MUERTO 1: ¿Tienes más semillas?
MUERTO 2: Sí, los que murieron ayer me dieron algunas.
PEDRO: ¿Se han comunicado con alguien más?
MUERTO 2: Sí, eso tratamos. Uno nunca sabe lo que puede
pasar.
MUERTO 1: ¿Vendrá alguien?
MUERTO 2: No sé, esperemos.
PEDRO: Qué dura la vida de un muerto.
MUERTO 1: La verdad yo estoy cansado.
MUERTO 2: Y yo…
PEDRO: Y yo… ¿Y si venimos otro día?
MUERTO 2 (al muerto 1): ¿Qué dices?
MUERTO 2: Qué más da.
MUERTO 1: Entonces vamos.
PEDRO: ¿Qué hacemos con esto?
MUERTO 2: Déjelos, eso por acá no sirve.
(salen)
Escena IX
(Entra Antonio con sus herramientas, de entre ellas saca un
rastrillo y empieza a limpiar)
ANTONIO: Ese Pedro y sus muertos. ¡Qué hediondez! ¡Qué
peste! ¡Qué chiquero!
FIN

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