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¿Quién es el mejor informador?

Para la evaluación de los niños en la Psicología clínica puede ocurrir que necesitemos
distintas fuentes para obtener los datos e informaciones necesarias.
En general, cada fuente (niños, padres y cuidadores) va a proporcionar información
distinta desde su perspectiva y el contexto donde compartan, por lo cual todo lo que nos
digan es importante.
Y si nos preguntamos ¿Quién es el mejor informador?
En estos casos, pueden ser los padres, maestros, cuidadores, personas significativas del
infante y fundamentalmente el mismo niño, niña o adolescente.
Tenemos entonces que los niños son los mejores en informar sus estados internos, por
tanto, si queremos conocer al infante o adolescente, sus experiencias, percepciones,
creencias, emociones y razonamientos, quien mejor que ellos para que nos cuenten.
Mientras que los padres proporcionan información valiosa sobre las conductas
observables y sobe hechos relacionados con momentos temporales específicos que
permitan identificar los factores precipitantes. También, durante la entrevista con los
padres o cuidadores del infante, se obtiene la información sobre el motivo de consulta, la
descripción del problema que se presenta y otros temas que el niño o niña puede
desconocer, sobre todo si son de pequeños, tales como la información de su desarrollo y
la historia familiar.
Por eso, cuando vamos a realizar una entrevista, es fundamental hablar tanto con los
padres como con los niños, preferiblemente de forma separada para que cada quien
pueda expresarse libremente; sin embargo, para el proceso diagnóstico también resulta
interesante poder observar la interacción entre ellos. Aquí es importante tomar en cuenta
que pueden ser distintos los momentos que el niño o niña comparta con sus padres o
cuidadores, por lo cual también resulta provechoso poder contar con los miembros
directos de la familia para realizar la entrevista y tener una perspectiva más amplia.
A pesar de realizar la entrevista por separado a las distintas fuentes (representantes e
infante o adolescente), al intentar obtener el diagnóstico es frecuente que los resultados
no sean completamente iguales dada la información suministrada. Esto se debe a que se
ha observado que cuando es el mismo evaluador el que valora distintos rasgos (por
ejemplo, la enuresis, depresión…) la relación de esa información es mayor a cuando
distintos evaluadores lo hacen.
Analizar estas discrepancias en la información resulta útil para evaluar las variaciones de
los síntomas en distintos contextos.
Stone y Lemanek (1990) señalan algunas hipótesis que pueden ayudar a explicar las
diferencias entre la información suministrada por los niños y por los adultos:
1. El niño o niña percibe el problema, pero no informa a sus cuidadores de ciertas
conductas que mantiene. Por ejemplo, el niño no le ha dicho a sus padres o cuidadores
que participa en actos vandálicos, o que últimamente ha tenido pensamientos de hacerse
daño.
2. Existen percepciones distintas ante una conducta a consecuencia de que esta se
desarrolla en contextos específicos. Por ejemplo, los padres manifiestan que no han
evidenciado problemas de atención mientras que el niño indica que su profesora le llama
la atención constantemente por no estar atento en clases.
3. Las informaciones no concuerdan porque depende del tipo de síntoma y el tipo de
trastorno. Por ejemplo, los padres indican que su hijo nunca les había dicho que pensaba
en morirse (síntoma cognitivo por ideación suicida) antes de hacer el intento (conducta
manifiesta), mientras que el niño comunica que ha tenido pensamientos suicidas desde
hace tiempo antes del intento.
4. El efecto del “halo negativo” el cual influencia las respuestas de los padres, donde
adjudican a sus hijos muchos de los comportamientos negativos, exagerando los mismos,
es decir, exageran las conductas que resultan perturbadoras como la hiperactividad,
conductas de oposición o la agresividad.

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