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Ante las elecciones: ética o necesidad.

Aunque es bien sabido que los protagonistas de la vida política deberían ser los ciudadanos y que
una democracia se construye en el día a día, lo cierto es que siguen siendo las campañas
electorales las que monopolizan la reflexión y el debate políticos.
Lo que más escuchamos es como hay que convertir las ocasiones en oportunidades, parece
razonable tomar como punto de partida ese debate que tanto han mencionado los candidatos y
es lo que aún le falta a la ciudadanía, para proporcionarlo en el futuro. Y, en ese sentido, ante las
elecciones del 03 de febrero la necesidad de regenerar éticamente la política se ha convertido en
un tema de moda, en una exigencia presente en todos los discursos: la ética anda en boca de
todos los partidos, bien para desautorizar a otros por inmorales, bien para presentar proyectos
comprometidos éticamente. Conviene entonces tomarles la palabra y utilizarla no sólo para
decidir a quién votar, sino sobre todo para construir en el futuro. Sin embargo, como la palabra
“ética” da para mucho, no tenemos que usarla como descripción ante la función o cargo de un
político o futuro presidente.

En efecto, lo ético se
puede entender al
principio de una
campaña, y entonces
suele suceder que el
hablante (candidato a
presidencia) se siente
moralmente impecable
y acusa a otros de
inmorales. Como los
escándalos que salpican
los medios y las redes
dan materia más que
suficiente para las acusaciones continuas, se practica hasta “la agresión moralista”, la crítica a los
infractores que, curiosamente, siempre son los otros.
Respecto a los medios informativos.

Si el periodismo nunca debe fiarse de una sola fuente, en una elección mucho menos. Todos los
políticos darán sus propios datos, dirán que son la mejor opción y dirán que sus adversarios son
lo peor. Por poner un ejemplo, si un candidato dice que su rival fue corrupto, el periodista no
debe consignarlo tal cual en una nota. Debe aclarar que se trata de una acusación de un rival e
inmediatamente investigar si la acusación es real. Si un periodista recibe información de un
candidato corrupto, primero debe verificarla, contrastarla y corroborarla con varias fuentes. Sería
irresponsable publicarla o adjudicarla a fuentes anónimas, pues probablemente se estaría
cayendo en un juego oculto para perjudicar o beneficiar a algún candidato. Lo mismo aplica para
la información oficial. Aunque las autoridades electorales afirmen que todo está en orden para
las elecciones, el periodista debe indagar si eso es real entre la población. Volviendo al principio,
el periodista debe integrar la mayor cantidad de fuentes posibles. No quedarse con la
información oficial ni la de los punteros, sino también la de los ciudadanos, las ONG, etc.

Con clases sociales en constante movimiento tratando de plantear proyectos para el desarrollo
personal son cosas que ya hemos venido haciendo, por lo tanto, en nuestras manos no queda
más que la espera de un futuro con oportunidades. Tarea de los partidos es darle la forma que
consideren más operativa y llevar a cabo este futuro, codo a codo con la sociedad civil, porque
no sólo hay vida después de las elecciones, sino que es ésa la vida que importa.

Francisco Velásquez es estudiante de la Universidad Francisco Gavidia

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