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La vivienda de polvo

Durante siglos, el concepto de forma estuvo unido al de permanencia. La forma de los objetos era
determinada, dada, justificada, heredada o, como mucho, evolucionada. Hoy no. Hoy las formas nos
asaltan, sorprenden, intrigan y, como poco, nos desconciertan. La celeridad del cambio tecnológico
impone su ley. Nada ES. O bien, ser es provisorio.
Hasta hace unos años, habitar era el hábito de estar. Pero ahora, pocas cosas duran lo suficiente
para acostumbrarnos, poco permanece y, a duras penas, nos adaptamos. ¿Seguirá siendo la cultura
el marco de referencia de la creación arquitectónica?
La morfología de las obras de arquitectura parece no tener límites. La tecnología amenaza con
destruir toda imposibilidad. El concepto de utopía luce obsoleto. Todo vale. ¿Podríamos diseñar una
vivienda a partir de un objeto dado, una botella, por ejemplo? Total, de botellas plásticas parece
que está hecho el mundo.

Pero, ¿una vivienda para quién?, ¿dónde?, ¿cuándo? No sé, hay que imaginarlo. Quizás para una
familia, dos padres y tres hijos. Suena familiar. En un lugar desértico. Los lugares desérticos se han
vuelto populares. En un futuro mediato, con un planeta tan poluto que no se pueda respirar afuera
por mucho tiempo. Es fácil de imaginar.

Pienso en una vivienda refugio, adonde recalemos para respirar un rato de cuando en vez. Una
vivienda que no emerge, no se erige, sino que cae, se sedimenta, se acumula. Algo como ¡una
vivienda de polvo!... pero hay que adelantarse, hacer habitaciones como cápsulas para estar a salvo
del polvo. Bueno, como botellas. Una para los padres y cada chico la suya. Mas otra para todo lo
demás, para lo social. Esa, centralizada, claro.

Van a necesitar una máquina para respirar, para producir aire limpio, quise decir. Estará en la
entrada, como símbolo de estatus. Ahora pienso en el atomizador de la botella, no es una máquina,
pero sí un mecanismo. De hecho, la cápsula central se alimentará de aire por ducto aéreo, para
lucirse. Los demás ductos correrán bajo tierra. Además, las cápsulas tendrán filtros en los techos, un
plan B por si falla algo.

Y luego, una cubierta, una que enlace las cápsulas, que albergue. Con las cápsulas sobresaliendo,
para atrapar luz. Hay poca luz ya. Si las cápsulas sobresalen, ¿para qué es la cubierta? ¡Ah!, es una
zona de transición entre el oasis y el infierno.

Al principio, será una cubierta que esté y no esté. Muy fina, transparente quizás, apenas lo
necesario para retener el polvo y acumularlo. Se irá convirtiendo en costra y hasta podría llegar a
derramarse por los aleros y formar hilos. Con suerte, formaría un velo que reforzaría el encierro.

Cubrirse de polvo para protegerse del polvo casi parece un chiste. Bueno, es otra piel. Y total,
parece que la polución será permanente, así que, mejor acostumbrarse. Hasta pienso que un día la
cubierta será tan gruesa, tan resistente, que podremos subir a ella. Una cubierta en rampa, con
terraza y mirador. Me pregunto qué miraremos…

Leopoldo Ortiz

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