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Los Teatros de La Crueldad - Dumoulie
Los Teatros de La Crueldad - Dumoulie
1. EL PATHOS DE LA ARMONÍA
CULTURA Y CRUELDAD
Ambos reconocen que una ruptura entre el padre y los hijos es el origen de la
decadencia cultural, una culpa que mancha nuestra relación con la Naturaleza y
perpetúa la caída de la cultura en una crueldad enfermiza y retorcida, olvidada de
sus orígenes naturales. Corresponde a los hijos inventar un nuevo instrumento
capaz de reconciliarnos con el origen.
Esa práctica que restaurará la armonía, es el teatro. Para comprender su elegido
debemos interrogarnos sobre la forma más antigua del teatro de la crueldad: la
puesta en escena de lo divino.
LO DIVINO Y LA CRUELDAD
a) La economía de lo divino
Los mitos y los dioses son para ellos una expresión particular de lo imaginario. Para
Nietzsche los dioses están encargados de asumir la inocencia de la crueldad,
invitando al hombre a concebir la existencia como un juego “más allá del bien y del
mal”. Para Artaud los dioses asumen la culpa y la necesidad del mal en que el
hombre vacila en entrar.
En perspectiva, los análisis de ambos sobre las relaciones entre los dioses y la
crueldad nos llevan a una visión de economía de lo divino.
Para Nietzsche el universo apolíneo de imágenes y la seducción de sus formas es
fue siempre una necesidad vital: hijos del ensueño, los olímpicos ofrecen una
imagen parcial, detrás de la cual yace una “profundidad horrenda” que el autor
intenta despertar. Para Artaud el mundo divino también es un teatro, los dioses
“están en la vida como en un teatro”, no tienen sentido sino en relación con lo real
que recubre: lo No-Manifestado, el No-Ser, donde aspiran perderse. Son fuerzas
que sólo anhelan precipitarse. Es ese desgarramiento entre lo imaginario y lo
real, que constituye la esencia de lo divino.
El riesgo es que los dioses sean confundidos con lo real, y lo aprovechen en
beneficio propio. Para Nietzsche todas las religiones son “sistemas de crueldad”,
pero el politeísmo griego le resulta excepcional por haber liberado a los hombres y
dioses de la economía arcaica de la deuda y la culpa. Sin embargo, reconoce una
sistematización de lo divino bajo la égida de Apolo, y el olvido de la realidad
representada por Dionisos, realidad titánica y bárbara que los otros dioses querían
ocultar. El mismo peligro es denunciado por Artaud en Heliogábalo.
Respecto a la crueldad y lo real, el hombre tiene una responsabilidad superior a la
de los dioses, que se sostiene en esa “conciencia” rigurosa sin la cual no hay
verdaderamente crueldad.
Si los dioses muestran, según Artaud, “cómo el Hombre podría salir de sí”, si
pueden ser, según Nietzsche, una personificación imaginaria de la “voluntad de
poder, el lugar de los hombres no es el de los dioses; más exigente, es el
representado por Dionisos y Heliogábalo. Cada uno de ellos es a la vez actor y
director de la crueldad.
b) “Hay dioses”
Pero el teatro no tiene una función religiosa y social (como el rito), tiene una
significación metafísica, y apunta a ese real que los dioses recubren. En las obras
de ambos autores lo real es de naturaleza trascendente.
La historia de las religiones es la historia de la traición al Uno, pues los ritos tienen
una finalidad social: mantener la cohesión del mundo profano. Esto los hace
eficaces en el plano de la realidad. En cambio, la eficacia en el plano de lo Real
reside en la no-decisión en el plano de la realidad.
- Es decir, la tensión ética que exige la epifanía de lo Real se opone a la
preocupación moral y social que preside la práctica religiosa.
Hamlet es para Nietzsche la imagen ejemplar del hombre dionisíaco, que justifica la
ineficacia de la acción en la realidad: no es la simple indecisión psicológica lo que le
impide decidir, sino su excesiva lucidez. El teatro no se refiere ni a “la realidad” ni a
“un mundo imaginario”, sino a “un mundo tan real y digno de fe como el Olimpo para
los griegos.
“Ese maravilloso ardor por el desorden [...] no es sino la aplicación de una idea
metafísica y superior del orden, es decir de la unidad”. Como el mundo está
atrapado en una falsa diferencia, el llamado a la unidad es causa de anarquía, dolor
y violencia.
a) Una antimímesis
LA PARADOJA DE LA REPRESENTACIÓN
DIVERGENCIAS DRAMATÚRGICAS ENTRE NIETZCHE Y ARTAUD
1. El lenguaje teatral.
Al principio ambos coinciden en sustituir el “logocentrismo” por cierto
“melocentrismo”, reconociendo un privilegio metafísico de la música, “verdadero
lenguaje de lo universal” para Nietzsche, capaz de vincularnos de nuevo con la
Palabra original, para Artaud.
Netzsche reconoce la cualidad por la armonía, expresión de unidad que engloba las
diferencias. Artaud reconoce la cualidad de la disonancia, pues partiendo la armonía
en dos nos permite percibir la amenaza de un caos peligroso (de aquí el lenguaje
heteróclito y logomáquico del “teatro de la crueldad”).
Pese a su común oposición a la hegemonía del texto, Artaud lleva más lejos u
rechazo, soñando con su absoluta supresión en el teatro.
4. El placer trágico
Según Nietzsche la tragedia tiene por objeto provocar placer, por la superación del
sufrimiento y la sublimación de la violencia. Ese “placer superior” es de naturaleza
metafísica: es el de la Voluntad que supera el dolor y la contradicción por medio del
arte y la contemplación de lo bello. Para él lo trágico es la elucidación apolínea de lo
dionisíaco, se justifica la violencia como fenómeno estético.
Para Artaud el teatro debe liberar una especie de trágico en estado puro, por lo que
no puede generar ni placer ni goce, sino únicamente dolor y malestar. Es en contra
de los espectadores, y a pesar de ellos, como se hará el “teatro de la crueldad”.
Los dos autores reconocieron ante todo el valor purificador de la tragedia. Para
Nietzsche nos permite “descargarnos” del dolor de existir, “purificarnos y curarnos”.
Para Artaud es un “exorcismo” que permite “a lo que hemos reprimido tomar vida”
(comparte con el psicoanálisis la eficacia basada en dos principios idénticos: la
“virtualidad” del acto, que por simbólico no deja de tener un efecto sobre el
organismo y los afectos, y la “sublimación”).
El problema es ante todo “económico”: administrar las fuerzas cósmicas, para que la
economía del mundo profano concuerde con la economía cósmica, sin tener que
pagar a la realidad un tributo demasiado gravoso.
Para Artaud el teatro es el objeto de una apuesta donde se gana con todos los
puntos: o estamos salvados o estamos perdidos, de todos modos llegamos a la
meta. Es una conexión con lo que es ineludible, impostergable. Si fracasa en la
purga/terapia, el hombre estará firmando su sentencia de muerte, un destino
metafísico de destruirse y abrir el camino a la liberación final, el No-Ser.
EL “TERRIBLE EN SUSPENSO”
b) La architragedia