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66 LA CIENCIA DE LA CULTURA les y satisfactorios, salvo hasta el punto en que otras divisiones del trabajo y Ia especializacién hagan necesario el empleo de nuevos términos. Pero pata el pensador, para el filésofo de la ciencia, se requieren nuevos términos técnicos. No tengo la presuncién de proporcionar nombres para nuestras nueve cate- gporfas. Pero, dado que representan un anilisis l6gico y realista del campo, parece probable que a medida que estas categorias invadan més y més e] pensamiento sistemético, eventualmente recibirén nombres. iL. EL SiMBOLO Origen y base de la conducta humana Bn la Palabra estd el comienze... el comienae del Hombre y la Cultura.» 1 En julio de 1939 se celebr6 una reunién en la Universidad Le- land Stanford para conmemorar el centésimo aniversario del descubrimiento de que la célula es la unidad basica de todo te- jido nuevo. En la actualidad estamos comenzando a compren- der y apreciar el hecho de que el s{mbolo es la unidad de toda conducta humana y civilizacién. Toda conducta humana se origina en el uso de simbolos. Fue el simbolo que transformé nuestros antepasados antropoides en hombres y los hizo humanos. Todas las civilizaciones han sido generadas, y son perpetuadas, s6lo por el empleo de simbolos. Es el simbolo que transforma un infante de Homo Sapiens en un ser humano; los sordomudos que crecen sin el uso de simbo- los no son seres humanos. Toda conducta humana consiste en €l uso de simbolos 0 depende de tal uso. La conducta humana es conducta simbélica; la conducta simbélica es conducta hu- mana, El simbolo es el universo de la humanidad. 68 LA CIENCIA DE LA ULTURA 1 El gran Darwin declaré en La Descendencia del Hombre que «no hay diferencia fundamental entre el hombre y los mamiferos superiores en lo relacionado con sus facultades mentales», que la diferencia entre ellos consiste winicamente en la casi infinita- mente mayor capacidad del hombre para asociar entre s{ los so- nidos ¢ ideas més diversos... los poderes mentales de los anima- les superiores no difieren en clase, aunque si mucho en grado, de Jos correspondientes poderes del hombre (capftulos 3, 18; el su- brayado es nuestro). Esta opinién de la mentalidad comparativa es compartida por muchos investigadores en Ia actualidad. F. H. Hankins, un prominente sociélogo, dice, por ejemplo, que «a pesar de su enorme cerebro, no puede decirse que el hombre tenga algin rasgo mental que le sea peculiar... Todas estas superioridades ‘humanas son meramente relativas o representan diferencias de grado». El profesor Ralph Linton, un antropélogo, escribe en El Estudio del Hombre: «Las diferencias entre hombres y anima- les en todos estos sentidos (conducta) son enormes, pero pare- ccen ser diferencias de cantidad antes que de calidad.» Se puede demostrar que entre la conducta humana y la animal hay tanto en comin», observa Linton, «como para que la separacién (en- tre ellas) deje de tener gran importancia» El Dr. Alexander Goldenweiser, igualmente un antropélogo, es de opinién que «en lo tocante @ psicologfa pura, considerando la mente como tal, el hombre no es en realidad més que un animal de talento» y que «la diferencia entre la mentalidad aqu{ mostrada (por un ‘caballo y un chimpancé) y aquella del hombre es simplemente una diferencia de grado». Es pot demds obvio que hay numerosas ¢ impresionantes si- militudes entre la conducta del hombre y aquella del mono; es bastante positle que los chimpancés y gorilas de los jardi nes zool6gicos las hayan notado y apreciado. Bastante aparentes son también las similitudes de ia conducta humana con la de 1. Hankin, pp. 56,327; Lito, 1936, pp 79,68, 0; Goldenweler, 1937, p38 EL SIMBOLO 65 muchas otras clases de animales. Casi tan obvia, pero no fécil de definir, es una diferencia de conducta que distingue al hom- bre de todas las demés criaturas vivientes. Dije «obvio», pues es bastante claro para el hombre comiin que los animales no hu- manos con los que esté familiarizado no pueden entrat y parti- cipar, pues les es imposible, en el mundo en que él, como ser humano, vive. No es posible que un perro, caballo, péjaro, 0 hasta un mono, tenga a/gin entendimiento del significado del signo de la cruz para un cristiano, o del hecho de que el color negro (blanco entre los chinos) sea el color de duelo. Ningin chimpancé 0 rata de laboratorio puede apreciar la diferencia que hay entre agua bendita y agua destilada, o captar el signifi- cado de martes, 3, 0 pecado. Ningin animal salvo el hombre puede distinguir un primo de un tio, o un primo cruzado de un primo paralelo. Slo el hombre puede cometer el crimen de in- cesto 0 adulterio; sélo él puede recordar el dia de descanso y ‘mantenerlo sagrado. Tal como bien sabemos, no es que los ani- ‘males inferiores puedan hacet estas cosas pero en menor grado que nosotros; de ningin modo pueden efectuar estos actos de apreciacién y distincién. Segiin dijo Descartes hace ya mucho tiempo, «no es que los brutos tengan menos raz6n que el hom- bre, lo que ocutre es que no tienen absolutamente ninguna». Pero cuando el sabio intenta definir a diferencia mental que existe entre el hombre y otros animales, tropicza ciertas veces con dificultades que no puede superar y, por lo tanto, termina diciendo que la diferencia es simplemente una de grado: el hombre tiene una mente més grande, «mayor poder de asocia- cién», un més amplio orden de actividades, etc. Un buen ejem- plo de lo dicho nos lo brinda el distinguido fisidlogo Anton J. Carlson. Luego de notar «las presentes conquistas del hombre cen ciencia, en las artes (incluyendo la oratoria), en instituciones politicas y sociales», y observando «al mismo tiempo la apa- rente pobreza de tal conducta en otros animales», él, como hombre comiin, west4 tentado a llegar a la conclusién de que en estas capacidades, al menos, el hombre tiene una superioridad cualitativa sobre otros mam{feros», Pero, dado que, como hom- 1, Descartes, p18 70 LA CIENCIA DE LA CULTURA bre de ciencia, el profesor Carlson no puede definir esta diferen- cia cualitativa que existe entre el hombre y ottos animales, dado que como fsidlogo no la puede explicar, se rchiisa enton- ces a admitirla ~...el fisidlogo no acepta que el gran desarrollo del lenguaje articulado usado por el hombre sea algo cualitati- vamente nuevos..o- y sugiere desamparadamente que «tal vez ‘un dia hallemos en la mente humana alguna nueva piedra an- gular», un «adicional lipoide, fosfitido o ion de potasion que la explique, y concluye diciendo que la diferencia entre la mente del hombre y la del no hombre es «probablemente s6lo una di- ferencia de gradon.! La tesis que nos proponemos formulary defender en estas paginas es que hay una diferencia fundamental entre la mente del hombre y la mente del no hombre. Esta diferencia es de clase, no de grado. Y el espacio que media entre los dos tipos es de suma importancia ~al menos para la ciencia de la conducta comparada-. El hombre usa s{mbolos; no hay otra criatura que Jo haga. Un organismo tiene la facultad de usar simbolos, 010 Ja tiene; no hay estados intermedios. m1 Un simbolo puede ser definido como una cosa cuyo valor o sig- nificado le es adjudicada por quien lo usa. Digo «cosa», pues un simbolo puede tenet cualquier clase de forma fisica; puede te- ner la forma de un objeto, un sabor. El significado, valor, de un simbolo no tiene en ningun caso origen o determinacién en la forma fisica de propiedades intrinsecas: el color adecuado para el duelo puede ser amarillo, verde 0 cualquier otto; el pirpura no necesita ser el color de la realeza; entre los gobernantes manchiies de la China era amari- lo, El significadc de la palabra ever» no es inteinseco a sus pro- piedades fonéticas (0 graficas). «Buscar cinco pies al gato» puede significar cualquier cosa. El significado de los simbolos tiene su origen y determinacién en los organismos que los usan; 1. Calon, pp 477-0, EL SIMBOLO n Jos organismos humanos adjudican significado a hechos 0 cosas fisicas, los que luego se convierten en simbolos. «El significado de los simbolos», para usar la frase de John Locke, «nace de la imposicién arbitraria de los hombres.»' ‘Todos los simbolos deben tener una forma fisica, de lo con- trario no podrfan penetrar en nuestra experiencia, Esta afirma- cidn es valida independientemente de nuestra teorfa de la experiencia. Aun los expositores de la «percepcién extrasenso- tial», que han recusado el concepto de Locke de que «el conoci- miento de la existencia de cualquier otra cosa (aparte nosotros mismos y Dios) lo podemos obtener sélo mediante Ia sensa- cién, se han visto obligados a trabajar con formas fisicas antes que etéreas, Pero el significado de un simbolo no puede ser des- cubierto con el mero examen sensorial de su forma fisica. Con s6lo mirar una xen una ecuacién algebraica no podemos decit qué representa; con los ofdos solos no es posible determinar el valor simbélico del compuesto fonético yes; conocer el peso de un cerdo no basta pata saber cuanto oro nos darén por él; la ongitud de onda de un color no aclara si representa coraje 0 co- bardfa, o si es una sefial para gobernar el movimiento de pea- tones; ni tampoco se puede descubrir el espfritu de un fetiche con no importa cudntos extmenes fisicos y quimicos, El signifi- cado de un simbolo puede ser captado tinicamente por medios no sensoriales, simbélicos. La naturaleza de la experiencia simbélica puede ser ilustrada ficilmente. Cuando los espafioles se encontraron por primera vez con los aztecas, nadie conocta el idioma del otro.

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