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Avenida Corrientes derecho, hasta Pueyrredén. Siempre al atardecer. Durante casi un afio, ese fue el camino para iravera Bruno. Es 14 de septiembre de 2017, cinco de la tarde. Buenos Ai- res. El sol entra en el departamento del piso doce por una ven- tana lateral y le da al aire una cualidad ambarina, escenografi- ca. Sobre la mesa hay budin, tarta casera, sindwiches, masas, dos jarras diminutas con edulcorante liquido, otra con leche, vajilla de porcelana, todo sobre un mantel de damasco francés color bordé (que en las cenas importantes se cambia por otro, también de damasco, color crudo). En el centro, un racimo de uvas de piedras semipreciosas —cuarzo, gata, jade- y dos can- delabros de plata con sus velas apagadas. Sobre un hornillo, una tetera donde un earl grey con esencia de bergamota per- mancce caliente. El esti, como siempre, sentado de espaldas a la pared roja, frente a la mesa, en su silla con apoyabrazos ta- pizada en verde opaco con chispas blancas.: Hoy no lleva ma- quillaje, aunque si delineados los ojos y las cejas. La camisa a cuadros, extrafamente informal, cerrada hasta los putios, des- prendida en el cuello, se abre levemente sobre el vientre abul- tado dejando ver algo de piel y el cinto de cuero sobre el pan- talén negro. 11 Escaneado con CamScanner ese mientras tracciona con 1 dice exagerando la a ego con los pufios sobre la -(Tesssoro! Jas manos sobre los apoyabrazos y 1 mesa para levantarse. -No te levantes, no hace falta. —Mird si me vas a mandar vos a mi convencién jocosa, y S¢ yergue sobre sus —Sentate, pichona. - ; Cuatro horas mas tarde, Juana me acompana hasta la plan- ta baja. El consorcio ha decidido prescindir del personal de vigi- lancia en las noches por cuestiones de economia, de modo que cada propietario debe encargarse de bajar a abrir. Mientras el as- censor desciende, Juana cuenta que se siente mal porque hace un mes murié su cufiada de cincer y su hermano, viudo de la mujer fallecida, est4 en cama, deprimido. Le digo que seguramente va a mejorar, pero ella quiere un diagnéstico precis «En cudn- to tiempo, usted calcula?» Aventuro: «Dos, tres meses.» Abre la puerta del ascensor, sale y se detiene en el rellano de ms antes de los escalones que bajan hasta el hall. Dice que su c da, en los tiltimos dias antes de morir, usaba pafales; que ella anda con la presi6n por el piso. Le pregunto si le conté a él, si él sabe. Dice: «No, yo lo conozco al sefior, no le gusta que le hablen de esas cosas, de las enfermedades. Pero él sabe que mi cufada murié y me pregunta.» Lo imagino arriba, en el departamento, sentado en la misma posicién en que estaba cuando llegué, la mano izquierda cerca del control remoto del televisor, del telé- fono fijo, del teléfono mévil, esa central de mandos desde la que maneja la casa, preguntindose qué hard Juana, que no vuelve. Mientras ella habla, de un lado a otro del hall vuela ui ié- lago frenético, espantoso. Arriba, hace un rato, él in murcié a le tengo miedo. «A los murciélagos» respondi-¥ aon w aN ; . Y él: «No te agas... No te estoy preguntando €30. Lo sabés.» Entonces me me habia contado a lo largo de i Si después de todo lo que él eso. ¥ le di una respuesta irrespons. be yo le debiera, al menos. able. Le dije la verdad. Escaneado con CamScanner { dice en un tono de re- brazos de Adiante. mol, Cuatro meses antes, a las doce y media de la noche del vier- nes 5 de mayo de 2017, llega un mensaje de texto a mi teléfono mévil: «;Dormis?» No contesto. Llamo al dia siguiente a una hora en que sé que ya puedo encontrarlo despierto: las tres de la tarde. Siempre me deja mensajes en el contestador en los que dice, simplemente, «Brunitoooo». Entonces sé que tengo que llamar- lo. ¥ lo llamo. El edificio, sobre la calle Teniente General Juan Domingo Perén, antes llamada Cangallo, tiene puertas de herreria y vi- drio flanqueadas por dos gigantescas ventanas que permanecen con las persianas bajas. A un lado, una construccién moderna de varios pisos de cuyo frente cuelga ropa puesta a secar; una fachada de color ocre desvaido que se anuncia como el Hotel Cangallo; y la tienda Mami, de bijouterie y piercing. Al otro lado, una casa que parece abandonada con un cartel que dice Gaty Estilos. Enfrente, la Obra Social de Docentes Particula- tes; la tienda Florian, que vende articulos de cosmética y perfu- meria; la panaderfa Los Molinos. En una de las esquinas esta Bangla, artesanfas de Medio Oriente y ropa hind, bajo un es- tacionamiento de tres pisos que termina en un techo de chapas tefiidas de dxido. Por todas partes, los aparatos de aire acondi- cionado gotean sobre las veredas Ilenas de contenedores y bol- sas de basura. Durante el fin de semana, o después de las siete de la tarde, las persianas de los comercios estan bajas, las calles vacias, y en medio de un silencio neutrénico lo tinico que se mueve son los cartoneros y sus carros repletos de papeles, bote- Ilas y el largo rosario del desperdicio ajeno. Frente al edificio discurre una bicisenda muy angosta por la que suelen pasar, mas que bicicletas, motos, sorteando la ma- rafia de camiones y autos que atiborran el transito durante el dia en el barrio de Once, el més popular y comercial de la ciu- dad de Buenos Aires, a veinte cuadras del Obelisco, donde se vende calzado, ropa, juguetes, articulos electrénicos, peluches, 13 Escaneado con CamScanner outerie, lenceria, sabanas, jg, allay, todo barato. EL barrio seg Ue pero hereda su apodo de la cos, cotillon, bij ti telas, cosm™ al por mayor, todo al por menor Y Balvanera, nomina femmes eee rae funciond un mereade cht plaza 11 de Septiem! + leva el nombre de plaza Misetere, food ue ares de confluencia de transporte Puiblicg Es uno de e la ciudad: dos lincas de me ted oe cabrones de rob ses, Desde fines delat Jace wenaron allf comerciantes y iudios pero hoy, rea i iendo a la zona en una quictud a esa tradicién que sigue sum : 70 del shal masiva cada viernes por la tarde con el comienzo del shabat, s¢ sumaron comercios coreanos, chinos, peruanos. De ocho de la majiana a cinco de la tarde hay camiones descarg, ndo merca deria bajo el cielo atravesado por cables flojos, changarines arrastrando carros atragantados de cajas, com pradores revol- viendo ofertas en ese transatlintico de baratijas a cielo abierto, todo en medio de una arquitectura salvaje en la que se mezclan horrores de los setenta, edificios sefioriales de los treinta y ano- dinas construcciones opacas de hollin cubiertas por un tapiz. de carteles que anuncian los nombres de los loca Rasgo's, ‘T'ela- landia, Dynasty, Javi, Cachito’s, Craizi, Creaciones Raquel, EI paraiso de Paso, Loka como tu madre, El edificio de la calle Perdn fue to Robert Charles Tiphaine en 192 tio Emilio Saint, uno de los propie lates Aguila. Se lo encuadra den arquitecto argentino Fabio Grem, Proyectado por el arquitec- 5 por encargo del empresa- tarios de la fibrica de choco- tro del estilo are déco yel entieri, monio urbano, dij especialista en patri- ua dijo que es una “mezcla de eshe| con estilizado templo egipcion debido a | Sdelto paquebote ala laseras egipcias, columnas Luis XVI, cence coMluencia de «pi- . , . » Contraf sarnare nas griegas y templetes sajonesy, Es co fuertes $eticos, ur- Saint ys de estar en cualquier otro hann°40 como la ‘Torre albe i darri ‘ que alberga -pisos de roble de Eslaye tt | y cinco centimetros de ancho, cd ei * : » {may piso y piso costarian el trip n dos cuerpos, atta de aire le. Ti aire e © treinta @ ie inta 2 Ne una plants Nta entre Melas con tel 14 Escaneado con CamScanner vex fueron de bronce, y solo puede apreciarse en su fritzlan- guiana dimensién si se lo mira desde la esquina mas alejada, en la calle Castelli. Desde alli se ven las aristas amenazantes, los voltimenes dsperos, los pisos aterrazados que se retiran hacia el interior de la manzana como si estuvieran en constante movi- miento de expansién o repliegue. La entrada es un largo pasillo recortido por columnas. La pared derecha se vacia en vitrales a través de los que entra, por las tardes, una luz puritana, adormecida. A la izquierda, un es- critorio que utilizan los porteros durante el dia y, unos pasos més adelante, ocho escalones de marmol que terminan como una ola congelada al pie de dos ascensores antiguos en cuyas cabinas de madera, con botones borroncados por el uso, un cartel escrito a maquina sostenido por una chincheta dice, con un manejo silvestre de las comas y los signos de admiracién: «Sefiores copropietarios: Por favor, cuidar la limpieza del edifi- cio y de los ascensores, en ellos no dejar bolsas con basura, si la sacan fuera de horario, bajarlas a los containers que se encuen- tran en Ia calle, dentro del horario de retiro de residuos, dejar- las en la puerta de servicio, que el encargado pasard a retirarlas en los horarios estipulados. !!!!!EI edificio es de todos, sepan cuidarlol!!!!!!» Los dos ascensores tienen una chicharra que empieza a so- nar de forma enloquecida apenas se abren sus puertas y funcio- nan a velocidad inusitada, contradiciendo la lentitud de anti- cuario que se presume al verlos. Al subir, se ven las escaleras de mérmol arqueéndose como caracoles varados, dibujando una espiral tensa y calcdrea que se hace mas luminosa a medida que se llega a los pisos altos. Es un dia gélido y ventoso de mediados de otofio, 5 de abril de 2017. Seis de la tarde. En el piso numero doce espera Juana. Sostiene abierta una de las dos hojas de las puertas altisi- mas, dos metros de madera noble. Para abrirlas -desde adentro o desde afuera— hay que desconectar la alarma del departamen- to que permanece activada siempre. Juana es baja, menuda, de formas discretas pero contundentes: pechos definidos, caderas Escaneado con CamScanner valor 08. Usa ef cibello oscuro y Inclo recopidg, Has, 0 7 ‘ esttechas, uualinerntee UNE camming, Un Jean, paths parece La ropa =U vente cdmoda, COMO st formara parte de gy sfoetany redarle perfects ; f sees y fy “ so, Habla en vor (Uy queda, pronunciande Hin ees y dag ai un chasquido hipndtico. Cuando no ests aqui, donde tes CO b vive y trabaja de lunes a viernes, vuelve a su casa en el conutha. no bonaerense, en Horenclo Varela, con sus chica hijos ~Hola, encantada, Lella, -Eneantada, edmo esti, Juana / Y por primera ver dice una frase que repetird a lo largo de mes =Pase, pases el sefior la esta esperando, Siempre dird «pase, pase» dos veces, Iteraciones salvo uw segunda parte de la a Cini a posi- ‘so sucedera en oracién tampoco tendra ble: «El sefior estd dando una clase. Ya viene.» una sola ocasién, Las paredes del recibidor estin pintadas de un rojo opaco que se transforma en sibito amarillo al desembocar en la sala ~piso de roble cubierto de alfombras francesas hechas a mano, sillas revestidas con telas trafdas de Venecia~ pero vuelve a transformarse en rojo opaco después de dos cortinas teatrales que enmarcan el espacio donde est4 la mesa, rodeada de seis sillas estilo Luis XV tapizadas en terciopelo verde. Sentado ante la mesa, de la pared, en un sitio desde el que puede contemplar toda la sala, esté él, que empieza a levan- tarse, Cuatro meses después, el viernes 11 de agosto de 2017, a las tres y media de la tarde, suena mi teléfono celular. En la pantalla aparece su nombre, Atiendo, —Hola, gcdmo esta —Extrafandote dice, —Mentira. -No. Si, Bueno, no extra cudndo volvias de viaje, — Pero si preguntandome Escaneado con CamScanner

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