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Anejos Unidad 8.2
Anejos Unidad 8.2
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la
mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija
hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó
como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros,
chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso
amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el
negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente
lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien
años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano
de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las
esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia
tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En
cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque.
Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras
de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa
de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que
concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación,
Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido
devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el
Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes
fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos
venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la
libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de
América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo
de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de
hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del
oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia
racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los
hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas
movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la
importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo
descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de
libertad e igualdad.
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y
tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de
ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido
golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la
brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo.
Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es
merecido, es emancipador.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del
momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el
sueño "americano".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos
esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a
la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el
calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y
justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán
juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán
llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados,
y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe
podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza.
Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una
hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar
juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo
que algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un
nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra
de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de
cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de
ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de
Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de
Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de
Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
No merecemos el olvido.
Somos la voz del pueblo,
dice un señor sentado
con sus ojos ciegos vendados
pero, que aún tiene la esperanza en sus manos.
Honorable Secretario General, Sr. Ban Ki-moon; respetado presidente de la Asamblea General,
Vuk Jeremic; Sr. Gordon Brown, honorable enviado de la ONU para la Educación Global,
respetados ancianos, queridos hermanos y hermanas: Assalamu alaikum. Hoy es un honor para
mí estar hablando otra vez después de mucho tiempo. Estar aquí con personas tan distinguidas
es un gran momento en mi vida; y es un honor para mí que hoy lleve puesto este chal que
perteneciera a la difunta Benazir Bhutto.
No sé por dónde empezar mi discurso. No sé lo que la gente se esperaba que dijera, pero en
primer lugar le agradezco a Dios, para quien todos somos iguales, y a cada persona que ha
orado por mi rápida recuperación y una nueva vida. No puedo creer el mucho amor que la gente
me ha demostrado.
He recibido miles de tarjetas de buenos deseos y regalos de todo el mundo. ¡Gracias a todos
ellos! Gracias a los niños cuyas palabras inocentes me han animado. Gracias a los ancianos
cuyas oraciones me fortalecieron.
Me gustaría dar las gracias a las enfermeras, médicos y al personal de los hospitales de
Pakistán y el Reino Unido y al Gobierno de los Emiratos Árabes Unidos, porque me han
ayudado a mejorar y recuperar mi fuerza. Apoyo plenamente al Secretario General de la ONU,
Sr. Ban Ki-moon, en su Primera Iniciativa de Educación Global y el trabajo del enviado
especial de la ONU para la Educación Global, Gordon Brown y al Honorable Presidente de la
Asamblea General de la ONU, Vuk Jeremic.
Les doy las gracias por el liderazgo que siguen mostrando. Inspiran a todos a la acción.
Queridos hermanos y hermanas, recuerden una cosa: el Día de Malala no es mi día. Hoy es el
día de cada mujer, cada niño y cada niña que ha levantado la voz por sus derechos. Hay cientos
de activistas de derechos humanos y de trabajadores sociales, que no sólo están hablando de sus
derechos, sino que están luchando para lograr el objetivo de la paz, la educación y la igualdad.
Miles de personas han sido asesinadas por los terroristas y millones han resultado heridas. Yo
sólo soy una de ellas: así que aquí estoy. Aquí estoy, una niña, entre muchas otras. No hablo por
mí, sino por aquellos que no tienen voz se puedan hacer oír: aquellos que han luchado por sus
derechos. Su derecho a vivir en paz. Su derecho a ser tratados con dignidad. Su derecho a la
igualdad de oportunidades. Su derecho a la educación. Queridos amigos, el 9 de octubre de
2012, un talibán me disparó en el lado izquierdo de la cabeza; dispararon a mis amigos,
también. Pensaban que las balas nos iban a callar, pero fracasaron.
Y de ese silencio surgieron miles de voces. Los terroristas pensaban que iban a cambiar mis
objetivos y hacerme dejar mis ambiciones. Pero nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
Tampoco estoy aquí para hablar en términos de venganza personal contra los talibán o
cualquier otro grupo terrorista. Estoy aquí para hablar en nombre del derecho a la educación
de todos los niños. Quiero educación para los hijos e hijas de los talibán y los terroristas y
extremistas. Ni siquiera odio al talibán que me disparó. Incluso si tuviera un arma en la mano y
él estuviera de pie frente a mí, no le dispararía.
Esto es lo que mi alma me dice: estar en paz y amor con todos. Queridos hermanos y hermanas,
nos damos cuenta de la importancia de la luz cuando vemos oscuridad. Nos damos cuenta de la
importancia de nuestra voz cuando somos silenciados. De la misma manera, cuando estábamos
en Swat, al norte de Pakistán, nos dimos cuenta de la importancia de los lápices y libros cuando
vimos las armas.
El sabio dijo: “La pluma es más poderosa que la espada.” Es cierto. Los extremistas tienen
miedo a los libros y bolígrafos. El poder de la educación les da miedo. Tienen miedo de las
mujeres. El poder de la voz de las mujeres les da miedo. Esto es por qué mataron a 14
estudiantes inocentes en el reciente ataque en Quetta. Y es por eso que matan a las maestras.
Es por eso que están destruyendo escuelas todos los días: porque tienen miedo al cambio y a la
igualdad que llevaremos a nuestra sociedad. Recuerdo que un chico en la escuela, al que un
periodista preguntó por qué los talibán estaban en contra de la educación, respondió muy
simplemente apuntando hacia un libro: “un talibán no sabe lo que está escrito en el interior de
este libro.”
Ellos piensan que Dios es un ser minúsculo y conservador que apuntaría un arma a la cabeza de
la gente sólo porque van a la escuela. Estos terroristas están haciendo mal uso del nombre del
Islam para su propio beneficio personal. Pakistán es un país amante de la paz y democracia.
Pastunes quieren educación para sus hijas e hijos. El Islam es una religión de paz, humanidad y
fraternidad. Es deber y responsabilidad de cada uno el conseguir educación para todos los
niños, eso es lo que dice. La paz es una necesidad para la educación.
Las niñas tienen que hacer el trabajo infantil doméstico y se ven obligadas a casarse a una edad
temprana. La pobreza,la ignorancia, la injusticia, el racismo y la privación de sus derechos
básicos son los principales problemas que enfrentan mujeres y hombres. Hoy me estoy
centrando en los derechos de la mujer y la educación de las niñas, ya que ellas son las más
afectadas. Hubo un tiempo en que las activistas pidieron a los hombres que lucharan por ellas.
Pero esta vez vamos a hacerlo por nosotras mismas. No estoy diciendo que los hombres se
aparten de hablar sobre los derechos de la mujer; me estoy enfocando en que las mujeres sean
independientes y luchen por sí mismas.
Así que, queridos hermanos y hermanas, ahora es el momento de hablar. Hoy hacemos un
llamado a los líderes mundiales para que cambien sus políticas estratégicas en favor de la paz y
la prosperidad. Hacemos un llamado a los líderes mundiales para que todos estos acuerdos
deban proteger a las mujeres y los derechos de los niños. Un acuerdo que va en contra de los
derechos de las mujeres es inaceptable.
No todos podremos tener éxito si la mitad de nosotros somos refrenados. Hacemos un llamado a
nuestros hermanas de todo el mundo para ser valientes, para asumir la fuerza dentro de sí
mismas y desarrollar todo su potencial. Queridos hermanos y hermanas, queremos escuelas y
educación para un futuro brillante de todos los niños. Continuaremos el camino a nuestro
destino de paz y educación. Nadie nos puede parar. Hablaremos a favor de nuestros derechos y
vamos a traer el cambio con nuestra voz.
Anejo # 4:
08 febrero 2007
Martin Luther King Jr. en una celda de una cárcel de Birmingham (Alabama) en abril de 1963. (Foto:
Archivos Nacionales)
"Hay dos clases de leyes, las justas y las injustas”, escribió desde la cárcel el Dr.
Martin Luther King Jr. el fin de semana de Pascua en 1963. “Uno tiene la
responsabilidad moral de desobedecer las leyes injustas”. Santo Tomás de Aquino no
habría estado en desacuerdo. La imagen grabada en la memoria nacional es la del Dr.
King de “Yo tengo un sueño”, pronunciado hace 40 años en la ciudad de Washington,
de manera que es difícil imaginar al hombre de 34 años en una celda estrecha en la
cárcel de Birmingham, solo, agazapado al anochecer, usando los márgenes de las
hojas de un diario y el reverso de escritos legales para sentar las bases filosóficas del
movimiento por los Derechos Civiles.
Gracias a la carta del Dr. King, “Birmingham” fue un toque de atención para la
acción del movimiento contra el apartheid en Sudáfrica, especialmente en la década
de 1980, cuando llegó a su cumbre el clamor internacional por la liberación de Nelson
Mandela. El arzobispo Desmond Tutu citó la carta en sus sermones, el cantante
jamaicano de reggae Bob Marley guardaba una copia con él como amuleto de buena
suerte, y los hijos del primer ministro Kwame Nkrumah de Ghana la recitaban como si
el texto del Dr. King fuera una escritura sagrada. Durante la guerra fría, Carta 77 de
Checoslovaquia, Solidaridad de Polonia y el Movimiento de los Pastores de Alemania
Oriental hicieron traducir la “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” y la
diseminaron entre la población clandestinamente.
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
Así como el Dr. King había sido inspirado por el ensayo “Desobediencia Civil” de
Henry David Thoreau, escrito en una cárcel de Massachusetts para protestar contra la
guerra entre México y Estados Unidos, una nueva generación de oprimidos en el
mundo adoptó la carta como una fuente de valor y de inspiración. La segregación y el
apartheid estaban apoyados por leyes claramente injustas, porque distorsionaban el
alma humana y dañaban su psique. El remedio del Dr. King fue la acción directa
pacífica, la única manera válida espiritualmente de sacar una injusticia flagrante a la
superficie, donde se pueda ver y corregir.
El activista argentino por los derechos humanos Adolfo Pérez Esquivel, ganador del
premio Nobel de la paz en 1980, se inspiró en parte por la carta de King para crear el
Servicio Paz y Justicia, una organización de América Latina que documentó la tragedia
de los desaparecidos. En la actualidad sería difícil encontrar un novelista o poeta
africano, incluyendo a Chinua Achebe y a Wole Soyinka, que no haya sido incitado a
denunciar el autoritarismo por la noción de King de que es moralmente esencial ser un
protagonista audaz en favor de la justicia. Incluso el republicano conservador William
J. Bennett incluyó la “Carta desde la cárcel de la ciudad de Birmingham” en su Libro
de Virtudes.
El atractivo universal de la carta del Dr. King reside en la esperanza que brinda a
los desheredados de la Tierra, los millones de pobres sin voz que pueblan el planeta
desde los vertederos de basura de Calcuta hasta las aldeas de SIDA de Haití. Su carta
describe “la vergonzosa humillación” y “crueldades inexpresables” de la esclavitud
estadounidense, y así como el Dr. King fue forzado a reducir sus pensamientos
sagrados a las palabras profanas del periódico a fin de triunfar sobre la injusticia, los
afroestadounidenses ganarían su libertad un día debido a que “la herencia sagrada de
nuestras naciones y la voluntad eterna de Dios están plasmadas en nuestras
resonantes demandas”.
Estas páginas de poesía y justicia se cuentan ahora como uno de los manuales de
instrucción supremos de ayuda propia del siglo XX sobre cómo los Davides pueden
Unidad 8.2: ¡Quiero convencerte!
enfrentar a los Goliats sin derramar sangre. La “Carta desde la cárcel de la ciudad de
Birmingham” no tiene rivales como declaración eterna que hace resonar la esperanza
en los valles de la desesperación, constituyendo un documento estadounidense tan
especial como la Declaración de la Independencia o la Proclama de Emancipación.
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