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LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD EN “LA VIDA ES SUENO” DE CALDERON FoR Tomas Carreras y Artau Catedratico de la Universidad de Barcelona. Constituyen las discusiones acerea de la libertad, especialmente en su aspecto teologico, uno de Jos asuntos mas vivos y apasionados en la Espaiia de los siglos xvr y xvu. Estas discusiones no eran privativas de ‘una clase intelectual, sino que afectaban en cierto modo a toda la colec- tividad, pues eran seguidas con avidez por aquel “pueblo, no ya de catélivos, sino de tedlogos” en una époea en que “la teologia dogmatica y la filosofia no eran patrimonio exclusivo de gente curtida en las aulas, sino alimento cotidiano del vulgo, espectador de los autos sacramen- tales” (1). La literatura refieja a maravilla esa singular disposicién del espi- ritu eolective y muy especialmente aquellas dos grandes produceiones del teatro: El Condenado por desconfiado, de Tirso de Molina, y La Vida es suefio, de Calderén de la Barea. Ambas realizan el mismo pro- pésito de evar a la escena el problema de la libertad; pero aun eoin- eidiendo en la solucién, en eada una se aborda el tema de una manera propia e inconfundible. En El Condenado, apenas se inicia el drama, el lector o espectador es remontado de un solo vuelo a las més altas cumbres de la especulacién teolégiea. ¥ aun reconociendo de buen gra- do que el drama tiene, por cima del aspecto dogmitico ortodoxo o de tal o cual escuela, un valor moral universal demasiadamente olvida- do (2), eonstituye El Condenado, desde el punto de vista eonereto que ahora nos interesa, tna magnifica glosa postico-teatral a la doctrina (1) -M. Menénder. y Pelayo, en el estudio eritico preliminar al Teatro selecto de Calderin de la Barca (“Biblioteca elisiea”, t, XXXVI), Madrid, 1912; I, p6- ginas xxx y x0 (2) BR. Menéndez Pidal, El Condenado por desconfiado de Tirso dc Molina, en Estudios tterarios (Madrid, Pub, Atenea), pag, 66. 152 TOMAS CARRERAS Y ARTAU teolégica de la gracia, En La Vida es suefio, el tema de la libertad dis- eurre desde las primeras escenas en un plano inis bien filoséfico, siquie- ra en sus dltimas estribaciones penctre francamente en el ambito de la teologia. Visto en conjunto, el drama calderoniano nos produee la im- presién de que asistimos, no sin algunas bruscas interrupeiones, al es- peetéeulo de la gestacién y florecimiento de la idea de la libertad Tiene La Vida cs suefo la rara y primordial virtud de exeitar ince- santemente la apetencia filoséfica, abriendo al espiritu horizontes siem- pre nuevos y dilatados. Pero creo también que es tarea muy intere- sante aplicarse a desentraiiar, con criterio rigurosamento objetivo, las relaciones del pensamiento ealderoniano con el pensamiento cspaiol do Ja époea (uso aqui el término espaiiol como sinénimo de espiritu de Castilla en su maxima expansién), y aun sefialar ciertas coineideneias con el pensamiento filoséfieo moderno, Todo eso, a reserva de revelar © comprobar, siempre que la ocasién lo depare, determinados rasgos de la psicologia nacional. No sin vacilacién me decido a condensar en esta nota el fruto de anejas lecturas y meditaciones, aun después de haber visto la luz alguna muy importante disertaeién filoséfica sobre, 0 mejor, “a pretexto” de La Vida es suefo (1). Abrigo la ereencia de que, coneentrada ahora la atencién en el tema de la libertad, es posible descubrir todavia nuevas e interesantes perspectivas de estudio. No creo aventurado afirmar que el punto de partida de La Vida ¢s suefio lo eonstituye una preoeupacién comiin de la época muy arrai- gada en Espafia. Calderén, acorde en este punto eon los espiritus més eselarecidos, se propuso proclamar muy alto el doble principio del li- bre albedrio humano y de la Provideneia divina enfrente de la supers- ticién astrolégica dominante que los obseureeia y afeaba. Un deseo insélito de escudrifiar el porvenir habia degenerado en mania obsesionante, que revestida con diversas y aun curiosas formas, afectaba a la mayoria de las elases sociales. Habia el prurito temerario de acortar la distancia entre la tierra y el ciclo, entre el hombre y la Divinidad. Las ecuestiones sobre la magia preocupaban hondamente. Martin del Rio escribia sus Disquisitionum magicarum libri sex, que aleanzaron gran boga; y los tedlogos, con Vitoria a la eabeza, obliga- dos a intervenir en el asunto, trataban de discernir los casos de ex- plicacién natural de aquellos de intervencién sataniea. Huarte, para- petado en la filosofia natural, no erefa del todo absurda ni imposible la facultad de adivinar el porvenir. El hombre — dice — fué hecho (). Me refiero al doctisimo estudio del profesor A. Farinelli, La vita 2 we sogno, 2 vols, Turin, Fratelli Bocea, 1916. LA FILOSOFIA DE LA LIDERTAD 153 a semejanza de Dios y participa de su divina providencia y tiene po- teneia para conocer todas tres diferencias de ticmpo: memoria para lo pasado, sentidos para lo presente, imaginacion y entendimiento para lo que esta por venir. Y asi como hay hombres —afiade —que hacen ventaja a otros en acordarse de las cosas pasadas, y otros en conocer lo presente, asi hay muchas que tienen mas habilidad natural en imaginar lo que esta por venir, Afirma que Dios da a los hombres eierta gracia sobrenatural para conocer qué obras son de Dios y euiles del demonio, Y que de esta gracia estan mas lejos los que no tienen ingenio para \a filosofia natural; porque esta ciencia — concluye — y la sobrenatural que Dios infunde eaen sobre una misma potencia, que es el entendi- miento (1). Un ambiente de milagreria habia invadido ciertos seetores de la vida mondstiea y religiosa (2), En fin, las llamadas artes adivi- natorias, revistiendo las mas caprichosas y variadas combinaciones, eran practicadas con fervor en las mAs infimas eapas sociales. De entre aqué- llas, quizés la que tenia mas devotos era la astrologia judieiaria. En el Quijote se alude a “estas figuras que se llama judiciarias, que tanto ahora se usan en Expafia, que no hay mujercilla, ni paje, ni zapatero de viejo, que no presuma de alzar una figura como si fuera una sota de naipes del suelo” (IT, 25). Filésofos y moralistas esgrimieron sus argumentos y levantaron su vou satiriea 0 indignada contra ese estado de supersticién tan compacto ¥ gencralizado. Juan Luis Vives, en su Tratado del alma, sienta que la astrologia judiciaria vive sélo de la reputaeién 0 provecho que de ella saean los astrélogos. Niega que el ciclo, como cosa inanimada, pue- da mover o impulsar los actos humanos, que son de naturaleza diversa. Son entre si—dice—cosas muy diversas y contrarias el cielo y la voluntad del hombre, puesto que en los cielos, y los astros reina la necesidad, ¥ en Ja voluntad humana la libertad (3). En su aurea Intro- duecién a la Sabidurta condena enérgicamente las artes adivinatorias por ser contrarias a la virtud, porque hay en todas ellas una dafiosa vanidad, hallada por el demonio engafiador, y porque “se tratan y pro- fieren a cosas que reservé Dios para si solo, que es el conocimiento de las cosas eseondidas y venideras” (4). Quevedo dice de la astrologia judiciaria que ex una ciencia que tiene por golosina los cobardes, sin otro fundamento que el crédito de los supersticiosos; que es de la (@) Examen de ingenios, c. VIL, “Bitlioteen Je Autores Espafioles”, t, 65, p&- gina 432, (@) Vid. M. Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodozos espaiteles (Ma- arid, 1880), t. I, 1. V, @ TV. pigs, 646-677. @) LTT e. XT, pag. 192, de la ellie. y trad, de Madrid, 1916. @) ©. VI, “Biblioteca de Autores Espafioles”, t. LXV, pag. 432. 154 TOMAS CARRERAS ¥ ARTAU naturaleza del pecado, que todos dicen que es malo y le cometen todos, y que es un falso testimonio que los hombres mal ocupados levantan a las estrellas (1). Favor especial aleanzaria la astrologia judiciaria aplicada a la politica; esto es, como arte de seiialar el porvenir prés- pero o adverso de los reinos y monarquias. Y asi el agustino Fr. Juan ‘Marquez, profesor de Salamanca, en su celebrada obra El Gobernador cristiano (2), se cree en el caso de impugnar aquella “muy perniciosa opinién”, convencido, no obstante, de la inutilidad de sus argumentos, porque la gente que la profesa es “tan décil” y ademas “la curiosidad de saber lo por venir es tan grande, que por de risa que sea la facultad que lo prometiere, se llevaré tras si los ojos del vulgo”. Sienta, en conclusién, que “las mudanzas de los reinos estan sujetas a la provi- deneia de Dios, que los da y quita por su voluntad; y sélo su enten- dimiento, 0 a quien é1 lo revelare, aleanza a saber el estado florido de las reptiblicas y sus declinaciones en lo por venir, y ni lo uno ni lo otro, ni el trueco de aristoeracia en democracia, o al contrario, se puede, no digo yo comprender, pero ni aun barruntar por las estrellas. Y lo con- trario —afiade —es vanidad de gente supersticiosa”. Calderén coopera, a su manera, a es? coro de voces escogidas. No saldran de su pluma invectivas ni una condenacién fulminante; pero los argumentos de algunas de sus comedias ayudaran a socavar el cré- dito de la astrologia judiciaria, Examinada La Vida es suefio por cier- to lado, consiste esencialmente en un experimento de la libertad hu- mana realizado bajo la hipétesis directriz de determinada prediccion astrologica. No negaré que el cuento del durmiente despierto de las Mil y una noches aprovechado por Calderon, encierra en si mismo un germen de experimento. pero hubiera sido de eseasa o ninguna transcendencia puesto en otras manos. Digamos que en la misma época algunos es- eritores se habian mostrado especialmente aficionados a presentar esa suerte de experimentos psieolégico-morales con fines transeenden- tes. Ejemplos, El Condenado por desconfiado y El Curioso imperti- nente, entre otros. Pero el experimento de La Vida es suefio reviste un tono de solemnidad inusitada, y seré altamente instruetivo seguirlo en su desarrollo. Basilio, rey de Polonia, por sobrenombre el Docto, se habia dado con pasién a los estudios astrolégieos. Descifrado el hordscopo en relacién eon las terribles cireunstancias que acompafiaron el nacimiento de su 1) Mereo Bruto, “Biblioteca de Autores Espafoles”, t. XXITI, pag. 149. (2) Fi Gobernador cristiano dedueido de las vidas de Moysén y Josué, pr eipes del puchlo de Dios (sexta impresién. Madrid, 1664), L IL, e. 1, § 1, pé& winas 311 y 312. LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 155 hijo Segismundo (trastornos celestes y sobre todo la muerte de su ma- dre a causa del parto), hhallé el rey Basilio la siguiente prediccién: Que Segismundo seria el hombre mas atrevido, y el principe mas cruel y el monarea mas impio, y 4, de su furor Hevado, entre asombros y delitos, habia de poner en mi las plantas, y yo rendido a sus pies me habia de ver. (L, 6) Determiné, pues, Basilio de encerrar a su hijo por ver si el sabio tenia en las estrellas dominio. (Ibia.) Al efecto hizo labrar una torre entre las pefias y riscos, y en ella vivié Segismundo, misero y cantivo, bajo el exclusivo cuidado y trato de Clotaldo, quien le instruyé en las cieneias y en la ley eatéliea. Inquietados sus sentimientos de padre y vacilante por haber dado crédito facilmente a los sueesos previstos, porque el hado mas esquivo, Ja inclinacién mis violenta, el planeta mis impio sélo el albedrio inclinan, no fuerzan el albedrio, (Ibid.) previene el rey un remedio tal que habra de suspender los sentidos de sus sibditos, Dispone que Segismundo, sin que sepa que es su hijo y previamente adormecido con un naredtico, sea euidadosamente trasla- dado desde la torre al real palacio, de modo que cuando despierte se enenentre ocupando su trono y ejerciendo el mando, rodeado de servi- dores y vasallos. Porque, dice Basilio, quiero examinar si el cielo en su cruel condicién, o se mitiga o se templa por lo menos, y veneido con valor ¥ con pradencia se desdice; porque el hombre (Uy, 14) predomina en las estrellas. Y fia en la disereeién del hijo el resultado de la prueba: si magna- nimo la vence, reinara; pero si muestra ser eruel y tirano, le volveré a 156 ToMAS CARRERAS Y ARTAU su cadena, Basilio da a Clotaldo la razén de “aquesta experiencia”; si fraeasa la prueba por intemperancias de Segismundo, fécil seré en- tonces convencer a éste de que fué sofiado cuanto vid, y otra vez redu- cido a miseria, no eaeré aquél en desesperacién. Sabidos son los desmanes a que se entregé Segismundo, que cons tituyen la mayor parte de la segunda jornada del drama, y que de terminaron a su padre a eneerrarle nuevamente. Sigamos a Segismundo en la tercera jornada, al frente de los soldados que le sacan de la torre, y detengamonos en aquella emocionante eseena final, euando, triun- fante el hijo, ve ¢ste humillado a sus plantas a su padre. Queda confir- mada, al parecer, y asi lo cree Basilio, la terrible predieeién astrolégica: Y¥ tras prevenciones tantas cumpla el hado su homenaje, eampla el cielo sw palabra, (IIT, 148) Pero la sabia inesperada respuesta de Segismundo ante Ja Corte de Polonia encierra el verdadero resultado de! experimento, o sea la férmu- la calderoniana de las relaciones entre la libertad y la Providencia divina: Lo que est4 determinado del cielo, y en azul tabla Dios eon el dedo escribid, de quien son cifras y estampas tantos papeles azules que adornan letras doradas, nunea engaia, nunea miente; porque quien miente y engaha es quien, para usar mal dellas, Tas penetra y las aleanza. (Thid.) Es decir, la astrologia judiciaria es una ciencia vana e imposible, mentirosa, como ya dijo Quevedo. Los designios de Dios son indescifra bles por parte de los hombres; pero en si mismos, esto e8, por parte de Dios, estos designios son infalibles e irrosistibles. Por eso hay que aca tarlos con serenidad y espiritu de justicia: La fortuna no se vence con injusticia y venganza, porque antes se incita més; ¥ asi, quien veneer aguarda su fortuna, ha de ser con cordura y con templanza, (Ibid.) LA FILOSUFIA De LA LIBERFAD 137 Y es iniitil que el hombre se reserve y prevenga antes de venir el daiio, no asi después que se halla en la ocasién, porque aquesta no bay camino de estorbarla, (Ibid.) Ejemplo, el presente especticulo de admiracién y horror, de ver a un padre y monarea rendido a sus pies: Senteneia del cielo fué. (Tbid.) Pero, ya que no la previsiin de lo futuro, hay algo que Ja Provi- dencia divina no se ha reservado, sino que lo deja a Ja libre voluntad del hombre, ¥ es la facultad de obrar bien en todo momento ; pensamien- to éste latente en todo el drama, y que Calderén ha explicitamente for- mulado en el auto sacraments del mismo titulo (1). ¥ acto seguido, da de ello vivo y singular ejemplo el mismo Segismundo: Sefior, levanta, (Al Rey) dame tu mano; que ya que cl ciclo te desengaiia de que has errado en el modo de vencerla, humilde aguarda mi enello a que tii te vengues: rendido ya tus plantas. (bid.) Esta actitud inesperada de Segismundo, punto 4lgido de la subli- midad del drama, cierra el experimento. Cierto que el padre, intitiles todas las prevenciones, ha tenido que rendirse a los pies del hijo; pero es por diversos motivos de los sefia- lados en el hordseopo: es e| justo castigo a su temerario y peeaminoso intento de descifrar seeretos que la Providencia divina se ha reservado para si. En todo lo demas, la prediccién astrolégiea ha sido desbara- tada. Ha triunfado wn factor imprevisto: la libertad moral personifi- cada en Segismunde. Este, lejos de ser el “monstruo en forma de hom- bre” vaticinado, es ahora un agente moral que alberga al verdadero (2) En efecto, la Lur de la Gracia contesta de este modo a Ta curiosidad del Hombre, inquietado por saber su pasado, su presente y su porvenir Sigue esta luz, y sabris de ella Io ane fuiste ¥ eres; mas de ella saber no espercs To que adelante serds, ae eso ti solo podrds hacer que sea mato o bueno, 158 TOMAS CARRERAS ¥ ARTAU principe. Por eso, vuelto ya de su asombro, dice el padre con bella profundidad, que su hijo vuelve a naeer espiritualmente: Hijo, que tan noble accion otra vez en mis entrafias te engendra, principe eres, ti veneiste. (Ibid.) Por si no fuese bastante significativo el desenlace del drama, estas iltimas memorables palabras del rey Basilio—que son una reeusacién tardia pero absoluta del horéseopo —no dejan lugar a ninguna duda acerca del pensamiento de La Vida es sueno, decididamente favorable al libre albedrio enfrente de la astrologia. Porque no creo que pueda admitirse como criterio legitimo de interpretacién el hacer mérito des- articuladamente de alguna de las sentencias antes transcritas, de evi- dente sabor astrolégico, tales como “el planeta sélo inclina, pero no fuerza el albedrio” (Astra inclinant, non necessitant) y “el hombre predomina en las estrellas” (Vir sapiens dominabitur astris) puestas en boca de Basilio—nétese bien—en el primer periodo del experi- mento, esto es, euando el obcecado padre y rey, no desengafiado toda- via, profesaba de buena fe las prdeticas astrolégicas. Es evidente, por otra parte, que en La Vida es suefio y en toda la produccién calderoniana se barajan y confunden con demasiada fre- cuencia loeuciones tales como el “cielo”, el “hado”, la “suerte”, la “fortuna”, el “influjo fatal”, la “buena” y la “mala estrella” y otras andlogas; pero si se examina con detencién este punto, se vera que aquellos voeablos son usados antes como un recurso pottico que con verdadera intencién filoséfiea; y puede comprobarse sin esfuer- 2% que todos ellos pueden ser reducidos a un comtin denominador, a saber: los designios inescrutables de la Providencia divina. Porque es preciso afiadir que Calderén, ala par que un ferviente defensor del libre albedrio, es un convencido providencialista. Mas comprometedora parece otra serie de imagenes. Segin vimos, en el drama La Vida es sucito se compara el cielo a “azul tabla” donde “Dios con el dedo eseribié”, 0 se le denomina “papeles azules que ador- nan letras doradas”. En el auto sacramental del mismo titulo se llama al firmamento “dorado libro de once hojas de cristal” (aludiendo a las once esferas de la astronomia alfonsina) y “eneuadernado volumen de quien el sol es registro”; y en el auto sacramental manuserito (de que me ocuparé luego) se dice que “para mas hermosura de esta fabrica (del cielo) dibujaron sus esferas rasgos de estrellas y signos”. Image- LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 159) nes parecidas se repiten en otras produceiones calderonianas (1). De toda esa fraseologia, no muy féeil de concordar doctrinalmente, parece inferirse que los astros, mejor que érganos, son testigos de la Prescien- cia divina, segiim manifiesta explicitamente la Sabiduria divina en el auto sacramental La Vida es suefio: Yo, que sé todas las cieneias de que son fieles testigos los. astros.. En realidad, esa confusion de términos que como resabios de paga- nismo hemos registrado en Calderén, existfa en la literatura poética de Ja époea, sin que se librase totalmente de ella la misma literatura filo- s6fica. El mal venia de lejos. La sustitueién del concepto de una Pro- videneia fisica e inesorable inherente al determinismo de los estoicos por la Providencia moral y bienhechora del Dios personal de Ia filoso- fia eristiana, que asigna una funeién importante al libre albedrio hu- mano, dejé supervivencias en el lenguaje filoséfico-teolégico, sefial in- equivora de que Ia depuracién de los conceptos se realizaba lentamen- te. Boecio, que es un autor de transicién, al lado de la Providencia divina admite l¢ que los antiguos llamaban el hado (Fatwn a veteribus appellatum est). La Providencia es aquella divina disposicién que, co- locada en el supremo principe de todas las cosas, lo gobierna todo; y el hado, aquella disposieién unida a las mismas cosas, por la cual la Providencia distribuye a cada una su destino (2). La fuerza del hado —afiade—se ejecuta por algunos espiritus divinos, servidores de la Providencia, 0 por el alma, o por toda la naturaleza a su servicio, 0 por la influencia de las estrellas, 0 por virtud angélica, o por diversas ar- tes de los demonios, ya por alguna de estas eosas 0 por todas juntas (3) Pero afirma también que todo lo que esté sujeto al hado, est& sujeto a Ja Providencia, incluso el hado mismo. habiendo, por otro lado, cosas no sujetas al hado, sino exclusivamente a la Providencia, como son aquellas establemente fijas eomo mas eercanas a la Divinidad. Santo Tomés de Aquino, comentarista y corrector en parte de Boecio, admite el hado en el sentido de sujecién de las cosas temporales a la Providen- (1) Las recopila Farinelli, Za vita ? un sogno, parte 28. pégs, 59-67 y 322-395, (2) De consolatione philosophiae, 1. IV, prosa VI (al. de Amsterdam, 1630), pagina 112, (3) Sive igitur, famulantibus quibusdam providentiae divinis spiritibus, fatum exercetur, seu anima, sea tota inserviente natura, seu coelestibus sideram motibus, seu angelica virtute, seu docmonium varia sollertia, seu aliquibus horum, seu omni bus, fatalis series texitur. (1bid.) 160 TOMAS CARRERAS Y ARTAU cia divina, en cuanto han sido preordenadas y como premanifestadas por ella, no sin hacer constar que los Santos Padres repudiaban el uso de la palabra falum a fin de no fomentar las creeneias astrolégieas (1). El jesuita espafiol Luis de Molina, en su eélebre libro de la Concordia liberi arbitrié cum gratiae donis, publieado en 1588, distingue dos usos diferentes de la palabra fatwm: uno ilicito y pecaminoso, cuando eon aquel vocablo se significa el fatalismo astrolégico, y otro tolerable, me- diante una explicacion téeita, por el que se quiere expresar los decre- tos conoeidos y ordenados por la Presciencia y la Providencia divinas en relacién con les actos humanos libres, esto es, con los sucesos futu- ros y contingentes (2). Si el término fatwm de tal manera se iba arrastrando aun en los dominios de la mas alta tradicién filosofico-teoligica cristiana, ,e6me hemos de sorprendernos de que poetas como Calderén, no sélo no su- piesen desembarazarse de la frascologia astrolégica, sino que eneontra- Sen en su uso una no disimulada delectaeién ? En resumen: el empleo freeuente de frases y sentencias de sentido astroligico en La Vida es sueiio y otras producciones calderonianas, es, antes que todo, un recurso poético, Pero examinado el asunto con un criterio riguvosamente filoséfieo-teoldgico, 1a astrologia, en la men te de Calderén, se reduee a la Presciencia divina, la cual se revela inmediatamente por signos y disposiciones de los astros inteligibles Yinicamente por su divino Autor. La astrologia es, pues, una ciencia imposible, vana y temeraria por parte det hombre. A éste le basta para la realizacién de su destino inmortal el buen uso de la libertad de que generosamente le ha dotado la misma Providencia divina que ha tenido a bien reservar para si el eonoeimiento de lo future. Considero interesante sefialar aqui algunos puntos notables de coin- cidencia entre el desenlace de La Vida es sueito y el de El Condenado por desconfiado, dejando a un lado difereneias particulares. También en este iiltimo drama el crmitafio Paulo, que se habia empefiado en des- cifrar el porvenir, queriendo temerariamente arranear a Dios el se- (2) Sie igitur inguantum omnia quse hie aguntur, divinae providentize sub- duntur, tamquam per eam pracordinats, et quasi praclocuta, fatum ponere pos- sumus; Ticet hoc nomine sancti Doctores uti recusaverint propter eos qui ad vim positionis siderum boc nomen detoraucbant, (Sum, thecl., L® q. CXVI, De fato, a. L) (2) Si vero fatum sumeretur, pro ordine eausarum contingentium atque evi- tabilium ut subest immutabili certaeque pracscientine divinae, qua Deus, ex ci dem causis ve ipsa eventurum, Deo ipso interdum disponente, aut etiam permit- tente aliqua, ut id tandem eveniat, atque in ea signifieatione diceret quis, fato regna his vel illis evenire, sententiam, inquit Augustinus, teneat, linguam corrigat. (Concordia, etc., coment. a la a. 14, a, 13, p, 4) (Cito por la 1* ed. Olyssipo- ne, 158 LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 161 ereto de su pre! imacién, es humillado y condenado; y en tanto se realiza un suceso inesperado: la salvacién del bandolero Enrico por obra de su libre albedrio ausiliado con la gracia divina. Y en defini- tiva, queda también patente el engaiio de una prediecién, que en este caso no es astrolégica, pero si del demonio tentador, oeulto bajo la figura de un Angel. al asceurar éste a Paulo que era voluntad de Dios que él tendria el fin que tuviese Enrico. Confirmaeién todo ello del aserto de Luis Vives, el P, Ribadencira y otros de que las artes que se pro- fieren a adivinar lo que esté por venir encierran una dafiosa vanidad puesta por el demonio engafiador. Nada se vislumbra en el drama La Vida es suefio acerca de las rela- ciones entre el libre albedrio y la gracia divina; pero este tema apa- reee ampliamente tratado en el auto saeramental del mismo titulo, representado treinta y ocho afios més tarde, 0 sea en 1673, ¢ impreso en 1676. Con nombre de Calderén, eorria otro auto manuserito titulado también La Vida es suefo (1), intermedio entre el drama, al eual sigue muy de cerea en sus temas y reeursos principales. y el auto impreso. Un anilisis comparativo, no sélo del estilo postico, sino sobre todo ideo- logico, no deja lugar a ninguna duda de que el auto manuserito es del propio Calderén. La existeneia de este auto manuserito como pieza de transicién, pracha en primer término que Calderén dedicé al tema de la Libertad y del destino largos y maduros afios de su vida poétiea. ¥en segundo Ingar, nos descubre el proceso que siguié la mente eal- deroniana al remontar aquel doble problema desde eleterreno puramen- te filoséfico a los mas altos dominios de la teologfa. Es el auto sacramental La Vida es swefo una historia teolégica de la humanidad. dividida en los tres periodos de la creacién, Ia caida o el peeado original y Ia redeneién. Dentro de este grandioso escenario se debate el problema de la salvacién del hombre; y a este propésito. Calderén, con un seguro instinto teolégieo, desarrolla en conceptos & imdgenes felicisimos toda una doetrina de la libertad y de la gracia, la cual, extrafda cuidadosamente y examinada con deteneién, coneuerda con las dos notas que constituyen la eseneia del molinismo, a saber: coexistencia real de la gracia y del ejereieio de la Libertad y “ciencia media” en Dios (2). (2) Lo ha publicado integramente A. Valbuena Prat como apéndieo a su estudio Los autos eacramentales de Calderén (Revue Hispanique, junio de 1924) FL Sr. Valbuena ha impugnado con éxito Ia suposicin caprichosa de Gonzfllez Pedroso de atribuir 1 auto manuscrito a un imitador de Calderéu, (Vid, “Bibl, de Auts, Esp.”, t. LVIIL Autos sacramentales, pig. 421.) (2) EI limite sefialado a los trabajos del presente Howexase me obliga a su Primir aqui y a dejar para otra ocasin el anilisis ideoldgieo del auto sacramental n 162 TOMAS CARRERAS ¥ ARTAU Volvamos al drama. A Calderén, més que el hecho de la libertad le preceupa la idea de la libertad. Los principales personajes estén al servicio de unas cuantas ideas; por esto, en vez de actuar como seres reales, se manifiestan por coneeptos, no siempre nitidos y preeisos, sino obseurecidos con demasiada frecuencia por la pompa verbal y labe- rintiea, La figura de Segismundo, psicolégicamente eonsiderada, es de una misera simplicidad mental: vacuo declamador hasta lo pedantesco desde los primeros momentos, no es propiamente un cardcter, sino un simbolo; ¥ sélo bajo este supuesto, es posible orientarse rectamente en el estudio del drama. Pero ya que no una génesis psicolégica de la libertad, nos presenta La Vida es suefio el proceso lagico de Ya idea de la libertad, distribuido en tres momentos muy bien definidos y que se corresponden muy apro- ximadamente con las tres jornadas en que se divide el drama, a saber: la libertad natural, el libre arbitrio y la libertad moral o sabiduria. Sigdmoslos. Libertad natural.—Es la libertad del “ave”, del “bruto”, del pez”... y aunque la exigencia retériea la extienda también al “arro- yo”, es por mera analogia, Esta libertad no es mas que la espontanei- dad del ser vivo, como lo compruecba la famosa retieencia de Segis- mundo: “—Y yo teniendo mas alma..., mejor instinto.... mas albedrio..., mis vida, gtengo menos libertad?” (I, 1.9) Bajo otro respecto, Ia libertad natural consiste en la conciencia que tiene el hombre de que por ley de la naturaleza no debe estar sujeto a otro hombre, aunque de hecho soporte la tiranfa. Son palabras de Scgismundo: Mis desdichas me consuelan; pues por lo menos, si estoy sujeto, lo estoy por fuerza; porque voluntariamente a otro hombre no me rindiera. (IT, 14) El mismo Basilio, padre y tirano contra su voluntad, le reconoee este derecho natural a la libertad: Pues ninguna ley ha dicho que por reservar yo a otro de tirano y de atrevido, pueda yo serlo, supuesto que si es tirano mi hijo, porgne él delitos no haga, vengo yo a hacer los delitos. (I, 6) La Vida eg swefio, y 2 preseindir también de la referencia a las concepciones po- pulares espaiiolas sobre el molinismo (jun molinismo sin Molina!), o sea el arrai- go social de la doctrina que considera al hombre Arbitro de eu destino, LA FILOSOF{a DE LA LIBERTAD 163 Pero la expresin de esta libertad natural culmina en aquella brava respuesta de Segismunde, prineipe por vez primera, a su padre, cuando éste le echa en cara la mereed otorgada: Tirano de mi albedrio, 4 Dasme mas de lo que es mio? Mi padre eres y mi rey; Inego toda esta grandeza me da la naturaleza por derecho de su ley. (IL, 64) Ese sesgo politico que denuncian los textos citados es algo sintoma- tieo, y no seria dificil revelarlo asimismo, no sélo en las produeciones posticas, sino muy especialmente en las obras de los tedlogos y filéso- fos, moralistas y autores politicos, si lo permitiese la indole del presen- te trabajo (1). Y es que en el fondo de todas aquellas deelamaciones en defensa de Ja libertad natural, se oculta uno de los rasgos mas caracteristicos de la psieologia del pueblo espafiol de aquella época y aun de las posteriores. El pueblo espafiol tiende, por exeeso, a confun- dir la libertad con la independencia. Individualismo andrquico e indi ciplina social: he ahi una de sus notas més constantes. Si los mismos fildsofos y te6logos vacilaban al tratar de fundar la ley positiva y pro- elamaban eon Alonso de Castrillo que “la obediencia fué introducida més por fuerza y por ley positiva que por natural justicia” y “que salva la obediencia de los hijos a los padres y el acatamiento de los menores a los mayores en edad, toda otra obediencia es por natura injusta, porque todos nacimos iguales y libres” (2); si Sufirez comen- zaba afirmando que “homo natura sua liber est, et nulli subieetus, nisi creatori tantum”, para coneluir, ms atenuadamente, que “prineipatum hnmanum non esse congenitum eum natura, non vero esse contra na- tnram” (3), jha de extrafiar que en Espafia una de las artes mas inge- niosas y populares haya sido siempre el arte de burlar la ley? No otro es el trasunto de la Novela picaresea. Un autor eontemporineo, perea- tado de este heeho, indudablemente cierto, pero confundiendo el tem- (1) Trato este punto con alguna detencién en mi libro La fllosofta det dere. cho en et Quijote (Ensayos de Psicologia colectiva). Barcelona, 1904; ¢, VIII, pa ginas 281-292, y ¢. X, pags, 382-341. (2) Tratado de repibliea, ¢, VE y XXIT. (Cit, por E, de Hinojosa en su Me. moria titulada Influencia que tuvicron en el Derecho piihlico de se patria, y sin- giarmente cn el Derecho penal, los flésofos y teéiogos esparoles anteriores a nues- tro siglo, Madrid, 1890, pig. 78.) - (3) De legibus ac Deo legistatore, 1. IL, c. I (ed, de Amberes, 1613), pagi mg 133-136, 164 TOMAS CARRERAS Y ARTAU peramento coleetivo con el derecho, ha proclamado con insisteneia “el derecho de insurreecién como principio constitucional en Espafia” (1). iNo seria mas exacto decir que en la constitucién del espiritu espaiiol se desenbre un considerable sedimento aerético? Libre arbitrio (2).— Exige ya un cierto grado de reflerién, y es la facultad de obrar conforme al deseo. Aunque tiende a confundir el querer con el poder, implica la faeultad de clegir y el poder de inhi- bieién, Este segundo momento de la libertad se aviene perfeetamente con el cardeter inicial y las especiales cireunstancias de educacién de Se- gismundo. Se dibuja hébilmente en el primer aeto, cuando la inespe- rada aparicién de Rosaura con su eseudero viene a alterar las eon diciones de aquel pequefio mundo exterior en que vivia Segismundo. “que nunca vié ni hablé a un hombre solamente”. Y asi dicele a Ro- saura: Solo porque me has ofdo, entre mis membrudos brazos te tengo de hacer pedazos. (I, 2) Con todo. enternecide por la voz, y suspenso por la presencia de Rosaura, detiene Segismundo su podei Té sélo, ti has suspendide a pasion a mis enojos. (Tbid.) Pero el desarrollo culminante de la libertad en forma de libre arbi- trio lo encontramos en las escenas mas movidas del segundo acto, euan- do Segismundo apenas se ha dado cuenta de su nuevo estado, sin des- conocer la distincién entre lo justo y lo injusto que brota a menudo de sus labios, establece la equivalencia entre ser principe y “mostrar su soberbia y su poder”. Reeuérdese, entre otros, el episodio de la defenes- tracién del criado que se atreviera a advertir a Segismundo lo incon- veniente de su conducta, y la maxima suprema por éste proclamada: Nada me parece justo en siendo contra mi guste, (II, ) ¥ aquella eseena en que. desbordada la pasién, Segismundo, “muy ineli- (1) Joaquin Costa, Concepto del Derecho en la poesia popular espaiola (en sus Estudios jurédicos y politicos. Madrid, 1884, pigs. 59-67), y también en su Teoria del hecho juridieo, Madrid, 1880, § 34, pigs. 282-289. (2) Preferimos esta denominzein a la de Whre albedrio, aun sin deseonocer que esta segunda forma ha nacido histéricamente de la primera. (Vid, Roque Bar- cia, Dic. ctim., t. I, pig. 199.) Todaria en el lenguaje corriente se emplean los términos arbitrario y arbitrariedad para signifiear el mal uso de la libertad. LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 165 nado a vencer lo imposible”, pugna par hacer st Rosaura. Liberiad moral. — Es el dominio de las pasiones, el gobierno de si mismo, el ejercieio del bien. Se confunde con la virtud y la sabiduri Esta fase tiltima de Ja libertad, que supone las dos anteriores, apareee desenvuelta en trazos muy rapidos, pero Ienos de sublimidad, prin- eipalmente en el tercer acto. Segismundo, superando las condiciones de una educacién tirinica y equivoeada, que hizo de él “un bruto, una fiera humana”, llega a ser, al fin de la jornada, el “principe disereto y prudente”. Esta conversién de Segismundo se opera de una manera harto precipitada. El héroe llega a marehas forzadas a las diffciles cumbres de la victoria de si mismo y de la perfeccién moral. Vedmoslo. Segin explica Basilio a su hijo Segismundo, sélo Clotaldo, dian, le habia hablado, tratado y truido en la ley catélica (I, 6. mundo en la vi violentamente a el guar- sto, y Je ha ensefiado ciencias ¢ ins- . Con esta preparacién se inicia Segis- 12 social y en el ejereicio del mundo; pero tal engen- dro de edueacién no fué parte a elevarle moralmente, sino todo lo con- trario, como lo eomprueban los actos de violencia a que se entrega in- mediatamente. El alto conocimiento de si mismo, el supremo dominio de Ia conducta lo va adquiriendo Segismundo mereed a los vaivenes de la fortuna, ora favorable, ora adversa, gracias a una experiencfa inten- sfsima de la vida provocada per Ja sabidurfa eautelosa del rey padre. A medida que Segismundo se va formando la conviecién acerea de la instabilidad de los bienes temporales, esto es, de que “la vida es sue- fio”, van germinando en su espiritu los principios morales que le in- culcara su guardién en la soledad del cautiverio. Unos oportunos to- ques de ateneién obran como centellas en la coneiencia confusa y agitada de Segismundo. Y asi adviértele su padre, al contemplarle ebrio de pasién y de poder, que sea humilde y blando. porque quizé ests sofiando, aunque ves que estés despierio. (II, 6.4) Y a poco, también Clotaldo le repite la advertencia que seas més apacible, si reinar deseas: ¥ no por verte ya de todos dueiio, seas ernel, porque quiza es un suetio. (IT, 8) Reducido nuevamente @ prisién en la torre, Segismundo recuerda triste y eonfuso lo que, de cierto o en suefios. le ha oeurrido en el real 166 ToMAS CARRERAS Y¥ ARTAU palacio. Aprovecha la ocasién Clotaldo para adoctrinar el espiritu ahora deprimido y mAs sosegado de Segismundo: CLoranpo: ‘Mas en suefios fuera bien honrar entonces a quien te erié en tantos empefios, Segismundo, que aun en suefios no se pierde el hacer bien. Secisuunvo: Es verdad; pues reprimamos esta fiera condicién. (II, 18.4 y 19.4) La conversién esta heeha, y para apreeiar sus’ frutos, eonvendra aguardar un nuevo cambio de condiciones em la vida de Segismundo. Tal es el contenido del tereer acto del drama, en el que se va descu- briendo todo un nuevo mundo de ideas y relaciones morales. Una revolucién de soldados se acerea hasta la torre de Segismundo , proclaméndole principe contra su padre, le saca de su eneierro. Clo- taldo, el guardian, viéndose perdido, Iega a las reales plantas de Se- gismundo, dispuesto a morir. Pero éste le obliga a levantarse del suelo, y reeordando lo que debe a su erianza, después de Wamarle padre y proclamarle guia y norte de sus futuros aciertos, le abraza. Clotaldo, aténito, no se explica este nvevo lenguaje; pero Segismundo se lo acla- ra con toda la conviecién del discipulo: Que estoy sofiando, y que quiero obrar bien, pues no se pierde el hacer bien, aun en suefios. (IE, £4) Ante tan notoria mudanza de Segismundo, y puesto que “el obrar bien” es ya sn blasén, Clotaldo se atreve a indiear al principe que a su padre no debe hacer la guerra, y que él no le ausiliaré contra su rey, postrandose otra vez a sus plantas para recibir la muerte. Momento interesante: la ira y el libre arbitrio trai¢ionan sabitamente a Segis- mundo, pero ¢ste reeobra, no sin esfuerzo, el dominio de si mismo para la prenta realizacién del bien: Sraiswoxpo ;Villano, traidor, ingrato! (Ap. Mas, jcielos!, el reportarme conviene, que alin no sé si estoy despierto.) (IIL, 4°) Y, admirando la lealtad de Clotaldo, le manda que vaya a servir a su rey, que en el campo ya se verdn; ordena tocar al arma, y se dirige con los suyos a la batalla, dispuesto otra vez a reinar, pero atento al lema de su nueva vida: Mas sea verdad o sueiio, obrar bien es lo que importa, (Tbid.) LA FILOSOFLA DE LA LIBERTAD 167 Ya en marcha, el toque de un elarin anuncia la presencia de una airosa mujer, que lega en veloz caballo, con vaquero y cifiendo espada y daga: es la hermosa Rosaura, “euya luz eiega” a Segismundo. La eseena que ahora se desarrolla es uno de los episodios mis fatigosos del drama, pero es interesante para apreciar el grado de ascensién moral del héroe. Rosaura, nacida de noble y desgraciada madre en la corte de Moscovia, reflere e6mo disfrazada de hombre vino a la corte de Polonia persiguiendo a Astolfo, su prometido, y Ios trabajos que leva realizados para desbaratar las bodas de este dltimo con Estrella. Supliea a Segismundo defienda su honor, y a su vez ella se ofreee para ayudarle a cobrar su corona: ‘Mujer, vengo a enternecerte enando a tus plantas me ponga, y varén, vengo a servirte con mi acero y mi persona. (III, 1 Segismundo, que reeonoce en Rosaura la mujer real que estuvo a punto de gozar la otra vez, encendida su pasién, vacila y se inclina a romper “las leyes del valor y de la confianza”; mas el recuerdo de las cosas acaecidas—reales 0 sofiadas, pero pasajeras todas —vnelve a serenar su espiritu, y después de proclamar que ‘Mis a un principe le toca el dar honor, que quitarle, (Tbid.) decide ser primero conquistador de la honra de Rosatra antes que de su propia corona. Huye de la ocasién, “que es muy fuert dando tocar al arma, se marcha del lugar. Rosaura, decepcionada, no comprende esta actitud, ineonecbible en un principe: y man- 4Cémo es posible, sefior, que ni me mires ni oigas? {Aun no me vuelves’el rostro? Sestsmunpo: No te hablo, porque quiero que te hablen por mi mis obras; ni te miro, porque es fuerza, en pena tan rigurosa, que no mire tu hermosura quien ha de mirar tu honra. (Ibid.) Y se aleja decididamente con los soldados. Llegamos a los altimos momentos del desenlace del drama, en que todo el interés se condensa en torno de Ia figura moral de Segismundo Todos los personajes, hasta los més humildes, obtienen alora su me- 168 TOMAS CARRERAS Y ARTAU reeido y pasan a ocupar su justo lugar. La sabiduria del joven prin- cipe instaura, con el asentimiento y aplauso de todos, un nuevo orden del bien obrar y de Ja justicia. Al padre, rendido a sus plantas, le le- vanta, y es él quien se prosterna con filial humildad. A la admiracién que causa este hecho inesperado, contesta el héroe muy seguro de si mismo: Pues que ya vencer agnarda mi valor grandes victorias, hoy ha de ser la mas alta vencerme a mi. (III, 144) E incontinenti manda a Astolfo dar la mano a Rosaura, pues sabe que de su honor es deuda y yo he de eobrarla, (Ibid.) en tanto que Clotaldo, eonseguido su propésito de ver casada noble y honrada a Rosaura, descubre con ternura que es su hija. A la deseon- solada Estrella, de su propia mano la casa con esposo que en méritos fortuna, si no excede, iguala a Astolfo: le da sn propia mano de principe. A Clotaldo, que leal sirvié a su padre, le abre sus brazos, eon las mereedes que él pidiere le haga. Y al soldado que fué causa del alboroto del reino y le sacé de la torre, que pide ahora la paga, le manda encerrar en la misma torre, con guardas de vista, basta morir: Qne el traidor no es menester siendo la traicién pasada. (Jhid.) Una meditaeién profunda sobre la libertad lleva expresa o sobre- entendida una concepcién de Ja vida. Asi se desprende de los analisis que Hevamos hechos. Pero cabe preguntar intencionadamente eudl sea el valor y la significacién de Ja vida en el drama calderoniano que nos ocupa. La respuesta adecuada a este punto servira también para preeisar la funein de la libertad en la vida, 0 dieho de otro modo, para determinar el contenido de la sabiduria segin La Vida es suefio. A juicio de Farinelli, Calderén con La Vida es suefio escribe y lleva a la eseena el drama de la negacién de la vida (1). He aqui una aseve- racién facilmente aceptable a primera vista, que en estos o parecidos términos se lee a diario, y que, no obstante, merece ser revisada. Cier- to que Calderén se encarifié con el titulo La Vida es suefio. que, a gui- sa de sentencia, se repite con sospechosa voluptuosidad en el dram: ¥ no contento con esto, segiin vimos, renueva en la eseena ol titulo y el pensamiento simbélico de La Vida es suefio en el auto sacramental (1) Le vita 2 un sogno, parte 14, pag. 1. LA FILOSOF{A DE LA LIBERTAD 169 del mismo nombre, Pero no es menos cierto que en el drama coexisten dos tesis aparentemente contradictorias. Muestra la primera tesis, me- jor que la negaci6n de la vida, la instabilidad de los biones temporales — incluso de los tenidos por més exeelentes, como la pompa y la gran- deza de la majestad real, 0 mas duraderos, como el amor— ; y con- signientemente, la fugacidad de aquellos bienes, fugacidad compara- ble a las sombras y al suefio. El poeta, apropiandose originalmente la leyenda milenaria del durmiente despierto y otros elementos, sabe co- municar 2 maravilla, mediante la sucesién a veees vertiginosa de las escenas, la sensacién de suefio, hasta el punto que el leetor o espeetador se siente también oprimido por aquel ambiente de pesadilla, viniendo como a participar de la manera de proceder casi sonambiilica de los personajes. Pero al lado de esta tesis, em el drama se afirma resuelta- mente el valor de la vida en sf, de la verdadera wda, de la vida eter- na, no la puramente fenomenal y engafiosa del mundo de los sentidos, que es Ja del vulgo de los hombres, sin exceptuar aquellos que sin la preparacién moral necesaria esealan la eumbre de la realeza. Comple- mentariamente, en el drama se afirma vi: rosamente el principio de la libertad, considerada ésta en su expresién mas alta y verdadera, 0 sea Ja facultad que tiene el hombre de sobreponerse a las pasiones y de realizar aquel bien suprasensible que ni decae ni perece. Y es por el ejereicio de la libertad, asf entendida, que el hombre colabora y parti- cipa a la vez en la obra divina y eterna. Considerada, pues, La Vida es suefio en este aspecto simbélico-transcendente, jno podria titularse, con razén, el drama de la vida eterna y de la libertad? Dije que aquellas dos tesis eran sélo aparentemente contradicto- rias: es que, en definitiva, se trata de una sola tesis, la de la afirma- cién de la verdadera vida, que se va imponiendo y acaba por triunfar en el drama en la misma medida que se va retirando la otra, es decir, que van siendo anuladas las falsas glorias mundanas; andlogamente como el imperio creciente de la Iuz produce el efecto ineludible de di- sipar Jas tinieblas. En comprobacién de este aserto, segiin la explicita confesién final de Segismundo, “fué su maestro un suefio”, nada mas instruetivo que hacer uma revisién de este tema del suefio, siguiendo pari passu la manera eémo mereed a tan insdlito re- eurso se va formando el héroe un congepto y un valor de la vida, y la- bra con sus propias manos el instrumento adecuado de la sabiduria. El anélisis nos muestra que la coneieneia de Segismundo pasa suce- sivamente por las tres siguientes fases: esecpticismo ineipiente, eseep- ticismo agudo y escepticismo prudente con dogmatismo moral. Escepticismo incipiente. — Segismundo, sorprendido de verse en su nuevo estado de principe. duda desde el primer momento de si mismo y toda vex qne, 170 TOMAS CARRERAS Y ARTAU y de la pompa cortesana que le rodea. Apela al testimonio de los sen- tidos, y por si éstos fallasen, afirma pragmdticamente su voluntad de vivir: iVélgame el cielo, qué veo! Decir que sueiio es engaiio: bien sé que despierto estoy. Yo Segismundo no soy? aquién me mete en discurrir? Dejarme quiero servir, y venga lo que viniere. (II, 3) Y¥ cuando, mas adelante, intentando imitilmente su padre poner freno a sus excesos, le advierte que quizi esta sofiando, aunque vea que esta despierto, contesta resueltamente Segismundo: No suefio, pues toco y creo lo que he sido y lo que s: (Hy, 6.2) Y tan cierto esté ahora de que los sentidos no le engafian, tan “in- formado esta de quien es”, que terminantemente dice a su padre que, por mas que se arrepienta, no le podra quitar su derecho a heredar la corona. Sentir es ahora vivir para Segismundo, y concorde eon esta concep- cién exclusivamente temporal, mundana y empirica de Ja vida, el joven principe no conoce ni ejercita ms que la libertad natural y cl libre arbitrio en la forma que antes hemos deserito. Escepticismo agudo.— Otra vez prisionero en la terre, y dormido por efecto del narestico, Segismundo, cuyo espiritu divaga en el plano de los ‘iltimos sueesos, suefia, Suefia que tomara venganza y que “su valor sin segundo” triunfaré de su padre y tirano. Despierta, y aténi- to ante la nueva y para él inexplicable situacién, vuelve a dudar de si mismo y de todo lo aeaecido: ‘Soy yo por ventura? No sois mi sepulero vos, torre? Si. ;Vélgame Dios, qué de cosas he sofiado! (II, 18.4) Clotaldo, el guardian, interesado en mantener la fiecién, pregintale con naturalidad si es hora ya de despertar: SrasueNpo: Si, hora es ya de dispertar. (Ibid.) LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 171 Continiia Clotaldo eseudrifiando con disimulo el espiritu de Segis- mundo, y le pregunta ahora si desde la altima vez en que estando en la torre le mostré el raudo vuelo de un guila, nunea ha despertado: Seatsucxpo: No, ni aun agora he dispertado; que segiin, Clotaldo, entiendo, todavia estoy durmiendo: y no estoy muy engaiiado; porque si ha sido sofiado To que vi palpable y cierto, To que veo sera incierto; ¥ no es mucho que rendido, pues veo estando dormido, que suene estando despierto. (Ibid.) Estos versos lapidarios marean, a mi modo de ver, el punto algido del escepticismo de Segismundo, eseepticismo que en ningtim momen- to llega a ser total. (Ahora mismo Segismundo cree que fué verdad, porque lo siente atin, el amor a Rosaura.) No llegan a tanto las belli- simas estrofas que constituyen el mondlogo de la eseena siguiente. Ini- ciada ya en esta escena la conversién de Segismundo al asentir que “aun. en suefios no se pierde el hacer bien”, comienza a palpitar gran- diosamente la idea de la muerte y a entreverse los primeros resplan- dores de la fe en la vida cterna, idea ésta que se ird abriendo paso y culmina, como veremos, en el tercer acto: ‘Sparsuwxpo: estamos en mundo tan singular, que el vivir sélo es = y la experiencia me ensefia que el hombre que vive, suefa To que es, hasta dispertar. Suefia el rey que es rey... y este aplauso, que recibe prestado, en el viento eseribe; ¥ en cenizas le convierte la muerte (jdesdicha fuerte!): aque hay quien intente reinar, viendo que ha de dispertar en el suefio de la muerte? (II, 19.*) “Aplauso que recibe prestado”, porque como se aclara mas ade- lante, la majestad y todo poder “ha de volver a su duefio” (IIT, 3.4). “Dispertar en el suefio de la muerte”, porque la muerte no es término, 172 TOMAS CARRERAS Y ARTAU sino transito: ella deseifraré el enigma de la vida, pero de momento ex parte ya a mostrar lo que tiene de fingido y caduco esta vida temporal. Tal es el recto sentido de los famosos verses: Qué es la vida? Un frenest: Qué es la vida? Una ilusién, una sombra, una fiecién, (Zbid.) Ya Clarin, como si levase la voz objetiva del drama, habia expre- sado poco antes este mismo pensamiento de una manera més insinuan- te, al ontemplar a Segismundo otra vez prisionero en la torre y dor- mido: No acabes de dispertar, Segismundo, para verte Perder, trocada la suerte, siendo tu gloria fingida una sombra de la vida y una Wama de la muerte. (IL, 17.*) Una gloria “fingida”, puesto que las hay verdadcras. Una “sombra de la vida", de la vida verdadera, se entiende, de la vida que no muere, como muy pronto comprobaremos. En resumen: En esta segunda fase —muy bien deslindada en el drama, pues termina con el segundo acto— para Segismundo, muertos ya los sentidos, vivir es renunciar, es soflar lo que se es hasta dispertar, pero no para morir definitivamente. Escepticismo prudente y dogmatismo moral. —Un nuevo cambio de situacién espiritual determina esta postrera fase del héroe. Segis- mundo, ya resignado con su vida de renunciamiento, de sdbito si¢n- tese turhado por el grito de ; Viva Segismundo! con que los soldados le aclaman principe ¥ quieren saearle de su encierro: Secismunpo: — ; Otra vez (jqué es esto, cielos!) queréis que suefie grandezas que ha de deshacer el tiempo? i Otra vez queréis que toque el desengaio, o el riesgo @ que el humano poder nace humilde y vive atento? (IIT, 3) Pero nada sera parte a hacer renacer sus sentidos, ya muertos, y a que, dando valor a la ficcién de esta vida temporal, vuelva a estar su- jeto a la fortuna: Pnes no ha de ser, no ha de ser mirarme otra vez sujeto ° LA FILOSOFIa DE LA LIBERTAD, 173, a mi fortuna: y pues sé que toda esta vida es sueiio, idos, sombras, que fingis hoy a mis sentidos muertos cuerpo y voz, siendo verdad que no tenéis voz ni cuerpo; que no quiero majestades fingidas, Ya 0s eonozeo, ya os conozco. (Ibid.) He aqui encerrada en estos versos una formula de la sabidurfa a base del renunciamiento absoluto. Nétese, com todo, que este renuncia- miento no es la negacién de la voluntad de vivir, ni conduee al nirvana. Debajo de la ficcin de la vida temporal de los sentidos, se oculta con toda la realidad de una idea platénica la fe en la vida eterna. Por fin, Segismurido cede ante la insistencia de los soldados, 0 dicho en lenguaje mas filoséfico, no rompe del todo las conexiones con la vida vemporal; y eon conocimiento de estas nuevas circunstaneias, se lanza a elaborar su formula definitiva del vivir y de la sabiduria: Y caso que fuese cierto, pues que la vida es tan corta, sofiemos, alma, sofiemos otra vez; pero ha de ser con atencién y consejo de que hemos de dispertar deste gusto al mejor tiempo. (Ibid.) He aqui afirmada por Segismundo la que é1 estima la primera vir- tud: la prudencia. Hila mantendra indiferente al héroe ante los bienes temporales, considerandolos como si pudiese perderlos en cualquier momento, y Ie ayndaré a tener muerto al viejo salvaje, al hombre natural que leva dentro. Y asi, si alguna vez intentase renacer la pa- sién del amor, de dominio o de la gloria, Segismundo sabri oponer con fortaleza estoiea aquello de pero el ynelo abatamos, espiritn, (II, 9) y en Io suessivo s2 aplicaré a busear, con espfritu eristiano, lo eterno a través de lo temporal: ¥ eon esta prevencién de que cuando fuese cierto, es todo el poder prestado wha de volver a su duefo, atrevdmonos a todo. (IIT, 3.4) 174 TOMAS CARRERAS ¥ ARTAU Porque como dice mas adelante: iQuién por vanagloria humana pierde una divina gloria? Acudamos a lo eterno que es la fama vividora donde ni duermen las dichas, ni Jas grandezas reposan. (III, 10.4) Y para no desviarse de la ruta de lo eterno y vencer los nuevos embates de la vida temporal. hay un tinico pero infalible reeurso: el obrar biel A reinar, fortuna, no me despiertes, si duermo, y si es verdad, no me aduermas. Mas sea verdad o sueiio, obrar bien es lo que importa: si fuere verdad, por serio; si no, por ganar amigos para cuando despertemos. (III, 4%) amos; Scgismundo, al llegar, victorioso de si mismo, al término de la jor- nada, resume en dos sentencias su admirada sabidurfa. Es la primera (y de paso se aclara el verdadero significado del titulo del drama), que toda la dicha humana, en fin, pasa como un sueno, (III, 14. y es la segunda, que hay que aprovechar el tiempo, porque, segiin se ha venido repitiendo, en el mundo sélo una cosa tiene un valor absolute ¥ positivo: . obrar bien, pues no se pierde el hacer bien aun en sueiios. Notemos que las Gltimas eseenas del drama estén saturadas de recta ratio, de razén pura. Todo se reviste con un aire de imponente gra- vedad. Se apagan los iltimos fuegos de la pasién, y legan casi a extin- guirse las fuentes del sentimiento y de la ternura. El mundo es obli- gacién, porque es to tnico que no perece. Ni tan s6lo el amor, suscep- tible de las mas puras e ideales transformaciones, se salva. Segismun- do, que a su primer contacto con el mundo confiesa, impresionado, que si algo no previsto le admira es la belleza de la mujer (IT, 7.) ; que mas tarde — preludiando una idea fundamental del Faust que el mismo pen- LA FILOSOF{A DE LA LIBERTAD 175 samiento del drama calderoniano hace abortar—exelama en el mo mento de maxima decepeién: Sélo a una mujer amaba... que fué verdad, ereo yo, en que todo se acabé, y esto solo no se acaba, (II, 18. ahoga a Ja postre valientemente en su pecho la Hama del amor, aviva- da con la inesperada presencia de la persona amada, la bella Rosaura: Que es el gusto Hama hermosa, que la convierte en cenizas cualquiera viento que sopla. (ILI, 104) Y no hay que recordar eémo antes por deber que por inclinacién, Segismundo casa a Astolfo con Rosaura, y él da su propia mano a la desconsolada Estrella. Ya adverti que Segismundo es mas bien un simbolo que un perso- naje real, dotado siquiera de realidad poética. Por eso seria tarea vana establecer su parentesco espiritual con los més grandes earacteres de la literatura espafiola o con personajes histéricos poéticamente transfigu- rados. También seria descaminado ver directa e intencionadamente en Segismundo la idea del principe cristiano realizada en el teatro, and- logamente como los escritores politieos espaiioles de los sigles xv y XVM, eombatiendo © coro las doctrinas de Maquiavelo, desarrollaban minu- ciosamente aquella idea desde el libro. Segismundo aetiia e interesa més como hombre que como prineipe, ofieio éste que desempefia como hubiera podido ejercer otro. Segismundo es ¢l simbolo del hombre es- forzado y recto, del héroe eristiano que supera con humildad los em- bates de Ia fortuna y encuentra en si mismo la solueién al problema del destino. Pero abandonando por initil toda tentativa de psicologia compa- rada de los prineipales personajes del drama calderoniano, el induda- ble fondo ideclégieo espaol que el mismo encierra hay que desen- trafiarlo indireetamente, segtin hemos venido haciendo. Lo es, eviden. temente, esa sintesis original de estoicismo y eristianismo que, sin in- tencién preconcebida, han ido mostrando los anteriores anilisis, Angel Ganivet (1), con certera intuicién, lamé senequismo a esa peculiar y nativa disposicién espiritual, a ese estoicismo sui generis, que consi- (D) Adcarivm esparol, Granada, 1897; pags. 5-11, 176 TOMAS CARRERAS ¥ ARTAU dera como uno de los caracteres esenciales del espiritu espafiol (1) ; y alguien muy autorizado (2) ha documentalmente confirmado la exacti- tud de aquel juicio, revelando las huellas de ese estoicismo espafiol en la historia del pensamiento filoséfieo y en los monumentos literarios, especialmente en la novela picaresea. Hay mas todavia. He de repetir aqui que La Vida es suefo, por la universalidad y el vigor de su pensamiento fundamental, constituye una fuente inagotable para la meditaeidn filoséfiea. Sin deseonocer que el pensamiento poético, por mucha que sea su profundidad, eareee de la pre mn y coherencia del pensamiento rigurosamente filoséfieo, y aun se desenvuelve en un plano muy diferente, hay que convenir, no obstante, en que la meditaeién del drama calderoniano nos leva natu- ralmente hasta el umbral mismo de uno de los problemas eapitales de la filosofia de todos tiempos: el problema eritieo del conocer, genial- menie sugerido ahora en su aspecto que podemos denominar més mo- derno, esto es, considerado en sus relaciones con la libertad y la moral. Y es precisamente por este aspeeto y por la explicita solueién prag- mitico-moralista con que es resuelto el problema de la existencia, que el criticismo de La Vida es sueiio constituye una nueva muy interesan- te aportacién a la historia del pensamiento filoséfico espafiol, entendido éste en su concepto mas amplio y comprensivo, es a saber: integrado, no s6lo por las doctrinas reflexiva tieas de los filGsofos pro- fesionales, sino también por las intuiciones de los poetas y literatos y aun de toda la coleetividad. En efecto: el fondo eritieo y eseéptieo que eon tanto esmero ha re- velado Menéndez y Pelayo (3) en las doetrinas filoséfieas de Juan Luis Vives, Francisco Sanchez y Pedro de Valeneia, no afecta a la entrafia misma del problema moral, el cual queda intaeto y como al margen de toda elucubracién eritiea. En otros términos: en ningnno de aquellos tres pensadores peninsulares del siglo xvr asoma definidamente lo que desde Kant, y para marcar una cierta actitnd ante el problema eritico, se viene Hamando el primado de la voluntad. Para encontrar un desarrollo sistemitico del eriticismo en los tér- minos sngeridos por el pensamiento de La Vida es sweiio, es preciso, pasando por alto la moral de la comodidad y de la costumbre de Mon- y sister (2) En el Grama La Vida eg suefio se alude al “Séneca espaol” (I, 6.*). (@) A. Bonilla y San Martin, Historia de la filosofia espafola, vol, I (Ma- drid, 1908), pigs, 144-164, Cervantes y su obra (Madrid, F. Beltran, s, f.). Véase el estudio IV, “Los picaros cervantinos”. (3) De los origenes del oriticismo y del escepticismo, y especialmente de Toa Precursores espaiioles de Kant (Discurso de recepeién en la Real Academia de Ciencias Morales y Politieas). Madrid, 1891; pigs. 56-102. LA FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 177 taigne (1) y la moral “provisoria” de Deseartes (2) — que en el fondo son dos formas muy parecidas de abstencién eritica —Iegar hasta el mismo filisofo de Koenigsberg. Efectivamente, en la filosofia kantiana se restituye dogmaticamente a la razén pura, enando ésta actiia en la esfera prictica, la realidad objetiva que la eritica habia puesto en duda en la esfera puramente teérica. La ley moral, aunque indemostrable y no susceptible de ser confirmada por la experiencia, es afirmada como un hecho primario y absolutamente eierto, “La razin pura — se lee en la Critica de la razéu prictiea —es por sf sola préctiea y da (al hombre) una ley universal que nosotros denominamos la ley moral” (3). “La ley moral — se aclara mas adelante —es dada, por decirlo asf, como wn hecho de la razén pura, del cual nosotros tenemos coneiencia « priori, y que es apodicti- camente cierto, aun cuando no se eneontrase en la experiencia ningin ejemplo de que haya sido eumplido exactamente. Asi, pues, la realidad ob jetiva de ta ley moral no puede ser demostrada por ninguna deduc- cién, por ningiin esfuerzo de la razin tedriea, especulativa 0 apoyada empirieamente, y, por tanto, aun si se quisiese renuneiar a la eertidum- bre apodictica, na puede tampoco ser confirmada por la experiencia, y demostrada ast a posteriori; y, no obstante, se mantiene firme sobre si misma” (4). Recordemos aquel reiterado apotezgma de La Vida es suefio: “ni aun en suefios se pierde el hacer bien”. El noumeno, la cosa en si, euyo eonocimiento es imposible desde el punto de vista teérico, es admitide como cierto desde el punto de vista moral exclusivamente, y con una certidumbre totalmente practi- ca, La moral es el tinico medio por el que el hombre tiene aceeso a la esfera inteligible y noumenal, al mundo de lo absoluto y eterno, a la vida suprasensible, la cual para Kant, como para Platén (y como para Calderén) es en definitiva la verdadera realidad, puesto que la vida sensible, conocida mediante las formas @ priori de espacio y tiempo, no es més que pura apariencia. “La ley moral no reconoce ninguna dife- rencia de tiempo” (5). De ahi un moralismo a la vez dogmatieo y absoluto: “Ni en el mun- do, ni, en general, tampoeo fuera de él, es posible pensar nada que pue- (1) Essais, véase especialmente el ¢, XIII det |. TIL. (2) Discours de la Méthode, 3.* parte (Ocustes, ed. Adam-Tannery), t, VI (Pa- ris, 1902), pag. 22. (3) Kritik der praktischen Vernunft (“Immanuel Kants Werke”, t. V), 1.* par te, 1. Ie. J, § 7, pig, 36, Esta y las citas que siguen, son de la edicién Cassirer, Berlin, 1: (4) Obra cit, L* parte, LI, eI. art, 1, pag. 53. (©) Obra cit., L* parte, LT, e, IIT, pig. 108. a 178 TOMAS CARRERAS Y ARTAU da considerarse como bueno sin restriecién, a no ser tan slo una buena voluniad” (1). “Una buena voluntad es lo iinico que puede dar a la exis. teneia (del hombre) un valor absoluto, y, con relacién a ella, a la exis- teneia del mundo un fin ferminal... El hombre no puede ser un fin ter- minal de la creacién mas que como ser moral” (2). Kant resuelve la “antinomia suprema” entre la razén prietica, ante la cual son admitidas como ciertas un conjunto de realidades su- prasensibles 0 cosas en si, y la razén teériea, que no va més allé del fenémeno, mediante lo que él lama el primado de la razén pura préc tiea (der Primat der reinen praktischen Vernunft). “En el enlace de la razén pura especulativa con la razin pura préetiea para un eono- cimiento — dice — lleva la diltima el primado... pues sin esta subordi- naeién sirgiria una contradiveiin de la razin consigo misma... Por peenlativa e invertir, pues, el orden, no sv puede exigir de Ia razin pura practica, porque todo in- en iiltimo término, préetieo, y el inter’s mismo de la razén espeeulativa es condicionade y s6lo en el uso practieo esta comple- to” (3). Segiin esta teorfa —que algim historiador de la filosofia ha calificado de “nueva en filosofia”—. el querer es superior al conocer y lo completa, 0 dicho en lenguaje calderoniano: sea la vida verdad 0 sucito, obrar bien es lo que importa. ¥ no obstunte esas registradas coincidencias, que quizés seria mejor Hamar interseceiones de pensamiento —coineideneias que no son raras en la historia de la filosofia —. no me atreverfa a eonsiderar al autor, no silo del drama, sino también del auto saeramental La Vida es sueno, como un precursor (se ha abusado demasiado de esta palabra) del fild- sofo de Koenigsherg. Como ha dicho Balmes, refiriéndose a la investi- gzcién filosdfica, hay que ver todo lo que hay en el objeto, pero no més de lo que hay. Calderon — muy admirado, por cierto, por el autor de Faust —no es evidentemente el caso de Goethe, en que él poeta de estirpe aparece doblado de filésofo. Los pocos e inseguros dates que poseemos acerea de la educacin y la vida intelectual de Calderén (4) otra parte, subordinarse a la razin (1) Grundicgung zur Metaphysik: der Sitten (“Verke”, t. TV), c. I, pag. 249. (2) Kritte der Urteilstraft (Werke", t. V), 2 parte, § 86, pig. 523. (3) ritit der praktischen Vernunft, 1 parte, 1. TI, ¢ TT, pag. 132. (4) Véase Emilio Cotare’o, Ensayo sobre la vida y obras de Don Pedro Cal- deréa de ta Barca, “Boletin de la Real Academia Espafiola”, 1921-1923, Eso no obstante, el Sr, Cotarelo afirma que “ChlMderdn Megs a ser un consumado teélogo” (Mbid., 1921, pig. 669). EI jesuita Alejandro Baumgartner, més cauto, asegura que “la filosofia y la teologin escolistieas son el fundamento cientifico de su poesia’: (Cit, por Cotarelo, 1bid., pig, 694.) Menéndez y Pelayo dice que “en cuanto a ea teologia tan ponderada de los autos saeramentales, tampoco excede el nivel co- min de la cultura de los espatioles de aquella edad”, Teatra selecto de Calderée La FILOSOFIA DE LA LIBERTAD 179 no nos autorizan para tener a este eseritor, no ya como un filésofo Y¥ un tedlogo profesional, sino ni siquiera como un hombre entregado asiduamente a las leeturas filoséfieas de la época, Pero insisto aqui en el punto de vista antes apumtado, esto es, que la intuicién postica euando es muy vigorosa puede, siguiendo Ja traycctoria mareada por su propia ley, anticiparse al mismo pensamiento filos6fico disciplina- do y sistemdtico. Y es un hecho que el drama La Vida es sucfo, dejando a un lado diferencias esenciales de pensamiento, fiene la vir- tud de acercarnos a la Hamada “filosoffa moderna”. Existe, en efecto, un cierto fondo ideolégico comin que permite pasar con facilidad y aun con delectacién— para quien sepa hacer la experiencia — de los graves y rotundos versos calderonianos a las densas tieas kantianas, y viceversa iginas de las Cri- de la Barca, antes cit., pag, xx111, Morel-Fatio, después de afirmar que la Espa fia de Calderén “estaba herméticamente cerrada 2 toda idex extranjera", repro- duce el testimonjo del consejero francés Bertaut, quien visité a Calderén en 1659. “A. sa conversation — dice Bertaut — je vis qu'il ne scavoit pas grand’chose, quoy qu'il soit deja tour Da udes sur UEspagne, Premiere série (Paris, 1888) estudio I, pig. 33. El Dr. Willy Kaspers. de Colonia, dice que aunque Calderon conoeia bien el edificio completo de Ja filosofia escolistica, so halla dentro de 1a corriente agustiniana; y eoncluye que el éxito admirable del autor de La Vida ¢s suefio consistié en revestir en forma poética el pensar abstracta de los esco lasticos ¥ Ios filésofos cristianos acerca de aquel tema milenario: Calderons Meta physi nach den Awtos sacramentales (estudio de 18 pigs. inserto en Philosophi- Sches Jalirbuch der Grirresgeselischaft, 1917. Hay tirada aparte).

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