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Jame Maria De Manreu ALEXIS CARREL Por Jante Maria De Manrev 1. El hombre en la sociedad industrial Hacia 1930, en Nueva York, un franvés, ignorado de las ‘masas pero célebre en los medios cientfficos, el Dr. Alexis Carrel, formaba parte del equipo de sabios a quienes el Insti- _ tuto Rockefeller proporeionaba los medios necesarios para que se dedicaran libremente a sus investigaciones. Premio Nobel de - Fisiologia y Medicina en 1912, se le debfan las téenieas del in- - jerto do Srganos, de la cirugia eardiolégiea de térax abierto, del eultivo de tejidos en fraseos y de la conservacién fuera del organismo, gracias a la bomba disefiada por Lindbergh, de 6r- ganos vivos enteros. No obstante, no estaba conforme vonsigo mismo. Pues un hecho, cientificamente comprobado, lo obsesio- naba: la degeneracién del hombre en el seno de la sociedad ‘industrial. En el siglo XIX, en efecto, el mundo occidental habia _ $ufrido una profunda transformaeién en todos los campos. El hombre do antes yivia en la naturaleza y respetaba sus leyes. Formaba parte de una pequefia comunidad social sélidamente organizada y jerarquizada, Se alimentaba con produetos de su suelo. Registraba una reducida eantidad de imagenes que es- taba en condiciones de ordenar, en su nivel intelectual. Iba a pie 0 a caballo, trabajaba 0 combatia con sus manos y sopor- PARE 30 JAIME MAR{A DE MAHIEU taba el rigor del clima. Desempefiaba, en Ja ciudad, una fun- cin perfectamente determinada, pero, en su mareo, tenia ple- na libertad para realizarse y, si fuera eapaz de hacerlo, para crear. E] maquinismo, desgraciadamente, ha destrusdo este mo- do de vida milenario, El hombre de hoy ya no es, en Ja gran ciudad, sino una unidad del rebafio. Se nutre de productos de sintesis que lo envenenan poco a poco. Vive bajo el impacto constante de las imagenes, deletéreas y demasiado numerosas, del cine y de la radio —la televisién no existia ain— que invaden y desinte- gran su mente, Se protege artificialmente del frfo y del calor. Efeettia, sin mayor esfuerzo, en la ffbrica o la ofieina, un trabajo rutinario y embrutecedor que trata en vano de com- ensar con ejercicios deportivos sistematizados. Vive en medio del ruido, al ritmo alucinante de una multitud siempre agi- tada. Tiende asi a adoptar uno de los dos tipos que pareeen configurar la humanidad de mafiana: el atleta con cerebro de péjaro de los paises sajones y el dormilén adiposo de los pat- ses mediterréneos. En ambos easos, adquiere las caracteristicas de los animales domésticos. Y, en ambos casos, pierde su equi- librio nervioso. Las grandes eiudades estén llenas de neuréticos, En los manicomios 0 en libertad, el ntimero de locos de todo tipo aumenta cada dia mas. Paradéjieamente, es el progreso que hemos logrado en el campo vientifico el que constituye la causa de esta degenera- ein biopsfquica del hombre blanco. Graeias a la fisica y la quimies, hemos domesticado las fuerzas de la naturaleza, pero no hemos sabido mandarlas. La sociedad industrial no respeta desde ningtin punto de vista las condiciones minimas de vida que exige la naturaleza humana. Se ha desarrollado, en sus bases materialistas, sin preoeuparse en absoluto por sus miem- bros. Ios medios que la ciencia ha puesto a su disposicién, los ha convertido en un fin en si. Carrel no tenia mente estrecha. Siempre se habia intere- sado en todos los aspectos de la actividad humana. La mistica y la parapsicologia —la metapsiqniva, como se decia entonces—_ ALEXIS CARREL 3r Jo atraian tanto como la biologia y la sociologia, Decidid os- cribir un libro que unificara todos sus conocimientos y, sobre- todo, indicara la solucién. En 1932 salié, en los Estados Uni- dos y en Francia, La incdgnita del hombre. 2 El fracaso de los especialistas pPor qué la cieneia no ha sido eapaz, hasta el momento, de resolver los problemas humanos que ella misma ha susei- tado? Hs éste el primer punto fundamental del anilisis earre- liano. La ciencia del mundo capitalista se dediea principal- mente a las biisquedas susceptibles de ser utilizadas por lw industria, Tiene que inventar nuevas miquinas y nuevas tée- nicas que reduzcan los eostos de produceién y nuevos produe- tos que la publicidad pueda imponer a los consumidores, aun cuando les sean iniitiles y hasta nocivos. El hombre sélo in- teresa a la sociedad industrial en funcién de las necesidades, reales 0 artificiales, que tiende a satisfacer. Los cientificos, directa 0 indirectamente sometidos a las instituciones burgue- sas —Estado 0 grandes empresas— que les suministran los medios que les son indispensables, tienen pues un campo de aceién limitado a la fisiea y la quimica, Adquieren, por esto mismo, una concepcién materialista del mundo y, por consi- guiente, del hombre que tienden a considerar, segiim su forma- cién, como una méquina o como una probeta. Por otra parte, la ciencia progresa tan répidamente que resulta cada vez menos posible a un individuo conover todos sus datos. Bl cientifico se va especializando cada ver més. Tie- ne que investigar en un estrecho seetor que adquiere entonces, para él, una importancia desmedida. No se da cuenta siquiera de su limitacién, pues le falta el espiritu de sintesis. Por um lado, en efecto, es el andlisis el que constituye la técnica fun- damental de su biisqueda; por otro, la formaeién humanista que preparaba tan bien para las grandes visiones de conjunto- 32 JAIME MAR{A DE MAHIEU va perdiendo poco a poco su rigor. Para el cientifico de hoy, toda maquina es un conjunto de piezas; todo producto, un compuesto. Cuando la ciencia ast concebida se interesa por el hombre, que no puede con todo dejar totalmente 2 un Jado puesto que es e] Consumidor impreseindible, le aplica, como ¢s Jégico, sus téenieas y su mentalidad. Para el fisico, el individuo no es ‘sino una maquina més compleja que las demés, en la cual cada pieza tiene eierta estructura y cumple determinado tra- bajo. Para el quimico, es un conjunto de everpos diversamente combinados que acttian y veaecionan produciendo ciertos efee- tos, Sin embargo, nuevas disciplinas no tardan en agregars® ‘a la anatomia fisiea y a la quimica orgénica. La psicologia, Ja sociologia y la economia yeivindican su autonomia y patean para su lado. El hombre ya no es sino wn Espiritu, vagamente apoyado en un sustrato corporal, como para Freud; o una simple eétula del organismo social, como para Spencer; 0 tam- bién un mero produetor, como para Marx. Hasta la teologia entra en la puja y, renegando de Santo Tomas a favor de Descartes, hace del individuo esta extrafia asociacién de un alma angelieal y un cuerpo animal que proclama el maniqueis- mo maritainiano, Se llega asi a esquemas iiiltiples, todos par- iales, cuya suma no constituye mucho més que un esquema mis complicado, pero no menos irreal, que Jos otros. Con este procedimiento, el individuo es, a la ver, desin- tegrado y generalizado. Por un lado no s° Jo considera jams sino en uno de sus aspectos, sea que s° nieguen los demis, sea que se los menosprecie. Por otro, se le aplica un esquema mas o menos complejo pero que, en todos los €as0s, sdlo expresa datos comunes a todos los seres humanos: Tas yariaciones cua- litativas se le escapan por definicién. Todos los individuos se hacen iguales e intereambiables. El esquematismo social se agrega asi al esquematismo individual, y sélo nos queda por legir entre el rebafio demoerditico ¥ el presidio soviético. ‘Pal es la obra nefasta de los especialistas. Estos no dejan. de ser indispensables en el campo del anilisis. Pero no hay 32 JAIME MAR{A DE MAHIEU va perdiendo poco a poco su rigor. Para el cientifico de hoy, toda maquina es un conjunto de piezas; todo producto, un compuesto. Cuando la ciencia ast concebida se interesa por el hombre, que no puede con todo dejar totalmente 2 un Jado puesto que es e] Consumidor impreseindible, le aplica, como ¢s Jégico, sus téenieas y su mentalidad. Para el fisico, el individuo no es ‘sino una maquina més compleja que las demés, en la cual cada pieza tiene eierta estructura y cumple determinado tra- bajo. Para el quimico, es un conjunto de everpos diversamente combinados que acttian y veaecionan produciendo ciertos efee- tos, Sin embargo, nuevas disciplinas no tardan en agregars® ‘a la anatomia fisiea y a la quimica orgénica. La psicologia, Ja sociologia y la economia yeivindican su autonomia y patean para su lado. El hombre ya no es sino wn Espiritu, vagamente apoyado en un sustrato corporal, como para Freud; o una simple eétula del organismo social, como para Spencer; 0 tam- bién un mero produetor, como para Marx. Hasta la teologia entra en la puja y, renegando de Santo Tomas a favor de Descartes, hace del individuo esta extrafia asociacién de un alma angelieal y un cuerpo animal que proclama el maniqueis- mo maritainiano, Se llega asi a esquemas iiiltiples, todos par- iales, cuya suma no constituye mucho més que un esquema mis complicado, pero no menos irreal, que Jos otros. Con este procedimiento, el individuo es, a la ver, desin- tegrado y generalizado. Por un lado no s° Jo considera jams sino en uno de sus aspectos, sea que s° nieguen los demis, sea que se los menosprecie. Por otro, se le aplica un esquema mas o menos complejo pero que, en todos los €as0s, sdlo expresa datos comunes a todos los seres humanos: Tas yariaciones cua- litativas se le escapan por definicién. Todos los individuos se hacen iguales e intereambiables. El esquematismo social se agrega asi al esquematismo individual, y sélo nos queda por legir entre el rebafio demoerditico ¥ el presidio soviético. ‘Pal es la obra nefasta de los especialistas. Estos no dejan. de ser indispensables en el campo del anilisis. Pero no hay ALEXIS CARREL 33 que permitirles formular conclusiones que no estén en condi- ciones de establecer. Los resultados parciales de sus investi- gaciones deben vonstituir la materia prima para una labor de sintesis, Y esta labor no puede encargarse a un grupo multidis- ciplinario. “Jamés una obra de arte ha sido hecha por un co- mité de artistas, ni un gran deseubrimiento por un comité de cientifieos”, dice Carrel. “Las sintesis que necesitamos para el progreso del conocimiento de nosotros mismos deben elaborarse m un cerebro finieo”, La fisica, la quimica, la anatomfa, Ja psicologia, ete. exigen especialistas. La ciencia del hombre re- quiere generalistas, 3. El ser humano y el individuo Para el observador, ol ser humano se compone, dice Ca- rrel, de la totalidad de sus actividades fisiolégicas y mentales. Los especialistas no tendrén, pues, dificultad alguna en des- eribirnos sus manifestaciones fisicoquimicas, orgdnicas, intelee- tuales, morales, estéticas, religiosas y sociales. Pero si sumamos todos los datos asi establecidos, obiendremos un esquema com- plejo de tojidos, liquidos orginieos y eoncieneia. Lo esencial se nos eseapara: el organismo que manifiesta estas actividades diversas y que no puede, desde ningiin punto de vista, consi- derarse suma de ellas. No sélo, en efecto, el organismo posee una simplicidad eseneial que abarea la multiplicidad fisiolégiea y psicolégiea, sino que también esta simplicidad es anterior a la diversidad que nos revela el anéilisis. La eélula-huevo ya es el organismo ¥ sélo se le agregarén, en el curso de su desarrollo, creador de multiplicidad orgéniea y mental, simples “materiales de cons- truccién”. El organismo se va vomplieando y diversificando por si mismo, Esto muestra hasta qué punto se equivocan los es- pecialistas que ereen poder estudiar un tejido, un érgano 0 una tendeneia psiquica prescindiendo del todo de que no constitu- ALEXIS CARREL 35 4. La medicina Las funciones adaptativas no avttian sélo en favor de la adecuacién del individuo a si mismo y a su medio, sino tam- bién en defensa de su integridad biopsiquica contra Jas agre- siones interiores y exteriores que padece. En el estado de na- turaleza, el organismo de buena calidad neutraliza autométi- mente la aceién de los agentes patégenos —microbios y vene- nos— y compensa, en caso de necesidad, la insuficiencia fun- cional momenténea de tal o cual 6rgano. En la ciudad mo- derna, por el contrario, el hombre, debilitado por el medio artificial, pierde su eapavidad de reaeeién inmediata. Sélo em- pieza a defenderse cuando los mierobios ya han realizado buena parte de su trabajo destructor o cuando la lesion se ha vuelto grave. Tiene entonces que movilizar todos sus recursos para lanzar una contra-ofensiva desesperada cuyo éxito es dudoso: la enfermedad, cuya causa real es, no el factor patégeno, sino la insuficiencia adaptativa del sujeto. Frente a la enfermedad, dos actitudes son posibles. La primera es la que ha adoptado la medieina moderna. Consiste en destruir desde afuera el agente patégeno y a compensar artificialmente las deficiencias orginicas. Si el bacilo de Koch invade el organismo y provoca la tubereulosis, se lo mata con ayuda de productos quimicos u —hoy en dia— bioldgicos. Si el panereas no segrega bastante insulina, se suministra al dia- bétieo un produto de laboratorio que compensa la insuficien- cia glandular. “Segnimos vonsiderando el cuerpo humano, dice Carrel, como una maquina mal construfda cuyas piezas deben constantemente ser reforzadas 0 consertadas”, no sin provecho para “los gigantescos laboratorios industriales donde (las es- pecialidades farmacéuticas) se manufacturan”. Se crea asi una “salud artificial que descansa en regimenes alimenticios, va- eunas, sueros, productos endoerinos, vitaminas y eximenes médieos periddicos, y en la proteccién costosa de los médicos, Jos hospitales y las enfermeras”, eS eis JAIME MAR{A DE MATHIEU ta terapéutiea moderna est4 fundada, pues, en un prin- cipio erréneo, La debemos, en gran parte, a la microbiologia pastoriana que ha hecho del microbio un agente patégeno en si, independiente del organismo que ataca. Carrel sefiala muy bien que los microbios estén normalmente en nosotros y alre- dedor de nosotros y que, por lo tanto, no son necesariamente nocivos. Resulta extrafio, por lo demas, que no mencione los trabajos de Charles Nicolle sobre su origen endégeno, vale decir sobre su produceién por el organismo mismo. Por cierto, Carrel se muestra muy prudente, tal vez demasiado, en lo que atafie a Pasteur. Lo cubre de elogios. Pero pone vlaramente de re- lieve el papel desgraciado de la medicina que nacié de sus teorias. La eausa profunda de Ja enfermedad infecciosa no es, por Jo tanto, €l mierobio, sino el debilitamiento del organismo de- generado que se ha vuelto ineapaz de resistirlo. En lugar de destruir los agentes patégenos y de eneubrir las lesiones orgé- nicas de las enfermedades degenerativas, corresponde devolver al organismo su salud natural, vale decir reponerlo en con- diciones de resistir por si mismo los asaltos del medio. Pero Ja salud natural es la consecuencia de un modo de vida natural. De ahi la necesidad de combatir las causas de nuestra dege- neracién, “Por ejemplo, escribe Carrel, Calmette, que se habia especializado en bacteriologfa, quiso impedir la propagacién de la tuberculosis en la poblacién francesa. Por supuesto, pres- eribié el empleo de la vacuna que habia inventado. Si, en lugar de ser un especialista, hubiera tenido un conocimiento mis ge- neral de la higiene y la medicina, habria aconsejado medidas atinentes a la vez a la vivienda, el modo de trabajo y los ha- bitos de vida de la gente”. Carrel recomienda, pues, en el fondo, un retorno a la concepcién hipocrética de la medicina y coineide al respecto con la escuela naturista. Lo que importa, en el enfermo actual © potencial, no es tanto el agente patégeno como el terreno, ALEXIS CARREL 37 artificialmente privado de su inmunidad natural en razén de las condiciones de vida anormales que nos impone la sociedad industrial. 5. La seleccién natural En el estado de naturaleza, todos los organismos no son capaces de resistir las agresiones normales del medio. Los hay de mala calidad que presentan graves deficiencias orginicas y psiquicas. Algunos nacen mal conformados, tarados 0 idiotas. Otros, més numerosos, simplemente débiles. Unos y otros mue- ren, por lo general, antes de poder procrear. Se produce, pues, una seleccién natural: los individuos inferiores son eliminados y la funeién de reproduccién, de que depende la dotacién ge- nética de las generaciones siguientes, queda reservada a los seres sanos y fuertes. Se produce asi, esponténeamente, una “Jimpieza” de Ja raza, semejante a la que realizan, artificial- mente, los criadores cuando matan los cachorros mal conforma- dos o cobardes y cuando seleecionan sus reproduetores. La higiene y la medicina pastorianas se dedican, por el contrario, a mantener artificialmente en vida a los seres hu- manos inferiores y a permitirles reproducirse. Y como estos individuos careeen generalmente de todo sentido de responsa- bilidad, son ellos los que més hijos tienen. “Toy en dia, es- cribe Carrel, gracias a la higiene, a una buena alimentacién, a la facilidad de la existencia, a los hospitales, a los médicos y a las enfermeras, la civilizacién moderna ha dado a nume- -rosos seres humanos de mala calidad la posibilidad de vivir. Ellos y sus descendientes contribuyen en una gran medida al debilitamiento de las razas blaneas”. La herencia genética de la raza se eorrompe poco a poco. Paralelamente, los seres su- periores son hostigados por el medio igualitario que les erea condiciones de vida negativas. Sus linajes degeneran y su fer- tilidad disminuye. Sucede lo mismo en lo que atafie a las razas. Los pueblos inferiores se vuelven, merced a la higiene, los 38 JAIME MARA DE MAHTRU mas prolificos mientras que los que nos dieron nuestra eivili- zacién van empobreciéndose cada vex més, en niimero y valia. En este campo, Carrel avanza con extraordinaria pruden- cia. Se lo siente tironeado entre las conclusiones légicas de sa andlisis y ciertos esertipulos religiosos. “Tal vez habria que renuneiar a esta forma artificial de salud y cultivar exclusi- vamente la que nos viene de la excelencia de las funeiones adaptativas y de la resistencia natural”, eseribe. Lo cual sig- nificarfa eliminar a los débiles, Va més lejos cuando admite a eutanasia para los eriminales y los locos. Pero, extrafiamente, retrocede ante medidas en realidad mucho menos brutales, por ejemplo la castracién de los tarados. Se limita a recomendar una “eugenesia voluntaria”, obviamente imposible de obtener de individuos anormales. Carrel, sin embargo, no renuneia. “Sabemos que la se leceién natural no ha desempefiado su papel desde hace largo tiempo. Que numerosos individuos inferiores han sido conser- vados gracias a los efectos de la higiene y la medicine. Que su multiplicacién ha sido nociva para la raza. Pero no pode- mos impedir la reproduecién de los débiles que no son ni locos ni criminales. Ni suprimir a los nifios de mala calidad como se destruye, en una camada de cachorros, los que presentan defectos. Hay un tinieco medio de impedir el predominio desas- troso de los débiles: desarrollar a los fuertes”. “Debemos bus- car, entre los nifios, los que poseen altas potencialidades y, desarrollarlos tan completamente como sea posible. Y dar ast a la nacién una aristocracia no hereditaria. Luego, por la euge- nesia, establecer una aristocracia biolégica hereditaria. Una seleecién social adeenada serfa asf capax de sustituir, en alguna medida, la seleceién natural desaparecida”. 6. La reconsiruccién del hombre “Hs un dato primero de la observacién, escribe Carrel, que la pobreza completa, la prosperidad, la paz, la multitud ALEXIS GARREL 39 © el aislamiento no son favorables para el progreso humano. El individuo aleanzaria probablemente su desarrollo éptimo en la atmésfera mental creada por cierta mezela de seguridad econémieca, de ocio, de privaciones y de lucha”. A estos datos psiquieos se agregan el condicionamiento por el elima y la alimentacién y el desarrollo biopsiquico por el modo de vida. “Los factores climatieos y fisicos del medio exterior... son eapaces de modificar profundamente los tejidos y la mente. Para hacer hombres resistentes y audaces, hay que utilizar los largos inviernos de la montafia, los pafses de estaciones alter- nadamente térridas y glaeviales...”. No estamos tan bien in- formados en euanto al efecto de los alimentos. “Pero sabemos que, en el pasado, los hombres de nuestra raza que dominaban a su grupo por su inteligencia, su brutalidad y su valentia se alimentaban sobre todo con carne, harinas groseras y aleohol”. AdemAs, el hombre s6lo reeuperaré su vigor fisico y fisiolégico si renuncia a la vida sedentaria y sustituye el eventual ejer- cicio de deportes sistematizados por “la carrera en terreno ac- cidentado, el alpinismo, la lucha, la natacién y los trabajos de los bosques y del campo”. Es éste, por cierto, un programa diffeil de apliear en la ciudad industrial. Sin embargo, “cada uno de nosotros puede modifiear su modo de existeneia, crear su propio medio en la tmultitud que no piensa, imponerse cierta diseiplina fisiolégica y mental, ciertos trabajos, ciertos habitos ... es libre de elegir a sus amigos, de no ir al teatro ni al cine, de no escuchar los programas radiofénieos, de no leer ciertos diarios y ciertos libros, de no mandar sus hijos a ciertas escuclas...”. Por lo ‘menos hasta cierto punto, pues resulta muy diffeil, y a veees imposible, al hombre aislado eseapar de los “habitos del reba- io”. Por lo tanto, dice Carrel, el individuo debe incorporarse a un grupo bastante numeroso como para poder “aislarse de Ja multitud, imponerse las normas necesarias y poseer sus propias eseuelas... Un grupo, atin pequefio, es eapaz de esea- parse de la influencia nefasta de la sociedad de su époea por el establecimiento, entre sus miembros, de una regla semejante a 40 JAIME MAR{A DE MAHIEU Ja disciplina militar 0 monéstiea... Grupos suficientemente numerosos serian eapaces de darse una vida atin mas personal. Los Dujobores del Canadé nos han mostrado qué independen- cia pueden conservar, atin en nuestra époea, los que tienen una voluntad suficientemente fuerte”. Tales grupos permitirian a sus miembros reencontrar y desarrollar su integridad biopsiquica y, sobre todo, dar a los nifios una educacién fisica, intelectual, moral, estétiea, ete. que los haga hombres en el pleno sentido de la palabra, Carrel in- siste, con toda raz6n, en este aspecto del problema. Los adul- tos pueden ser mejorados y, sobre todo, preservados. Pero los nifios constituyen una “materia prima” humana maleable. Con- dicionandolos por un adiestramiento, en primer lugar, y luego mediante una formacién total de la personalidad, se los puede convertir en los instrumentos de la revolucién necesaria con- tra la sociedad industrial. En conelusin: “No haria falta um grupo disidente muy numeroso para cambiar profundamente la sociedad moderna. Es un dato antiguo de la observacion que la diseiplina da a los hombres wma gran fuerza, Una minoria aseétiea y mistica ad- quiriria répidamente un poder irresistible sobre la mayoria gozadora y rastrera, Serfa capaz, por la persuacién y tal vez por la fuerza, de imponerle otras formas de vida. Ninguno de los dogmas de la sociedad moderna es ineonmovible. Ni las fabricas gigantescas, ni los office buildings que suben hasta €l cielo, ni las grandes efudades asesinas, ni la moral indus- trial, ni la mistiea de la produceién son necesarios para nues- tro progreso. Otros modos de existencia y de civilizacién son posibles: la cultura sin el confort, la belleza sin el lujo, la maquina sin la servidumbre de la fabriea y la ciencia sin el culto de la materia permitirian a los hombres desarrollarse indefinidamente conservando su inteligencia, su sentido moral y su virilidad”, ALEXIS CARREL 41 7. La ciencia del hombre Carrel no disimulaba de ninguna manera, por supuesto,. las dificultades de semejante proyecto: la vida moderna es e6moda para sus victimas, ineonseientes del dafio que les hace. Por otro lado, nuestro conocimiento de nosotros mismos es muy _ poco satisfactorio. La especializacién en el campo de la inves- _ tigaeién y el espiritu de nero que domina el mundo eapita- lista hacen que las medidas impreseindibles para la reconstrue- cién del hombre no siempre se nos aparezean claramente. Sa- bemos, por cierto, que nos eonviene abstenernos de cocaina y de cine —diriamos, hoy en fa, de televisién—, de produetos. alimentivios enlatados y de medicamentos quimicos y biolégi- cos. Sabemos que el esfuerzo y la lucha constituyen condicio- nes basicas de la buena calidad biopsiquica de nuestra raza. Pero ignoramos afin eusiles son las condiciones posibles, em nuestro medio fisico y social, de una vuelta a la salud natu- ral. La ciencia del hombre no puede limitarse, por lo tanto, a hacer la sintesis de los conovimientos logrados por los es- pecialistas. También debe estudiar sistemiticamente la inei- deneia global que tiene en el individuo y su descendencia el modo de vida que se nos impone en las grandes eiudades y realizar los experimentos necesarios para su correecién. La ciencia del hombre requiere, pues, instituciones apro- piadas que permitan, no s6lo estudiar al ser humano en todos. sus aspectos a la vez y como un todo unitario, sino también proseguir un mismo estudio a través de varias generaciones de _ investigadores. “Cada uno de nosotros, dice Carrel, sélo puede efeetuar por s{ solo unas povas observaciones. Nuestra vida es demasiado corta. Muchos experimentos deberfan ser Ileva- dos durante por lo menos un siglo”, como Jo hicieron los be- _ nedietinos de Solesmes que, en tres generaciones, reconstituye- ron el canto gregoriano. Lo cual no impedirfa, por supuesto,. realizar con ratas y con perros, algunas investigaciones de urgente neeesidad. JAIME MARIA DE MAHIEU En 1941, Carrel que, después del armisticio, habia vuelto a Francia, como en 1914, para ponerse al servicio del pais pudo por fin coneretar su proyeeto de un Instituto del Hombre. El gobierno francés ered para él la Fundacién Francesa para el Estudio de los Problemas Humanos que, durante tres aiios, realiz6 una tarea considerable, brutalmente interrumpida, por desgracia, en agosto de 1944, con la ocupacién de Paris por las fuerzas aliadas. Desde haefa meses, algunos hombres que habian sido sus colaboradores, como Lecomte du Noiiy y Fran- cois Peroux, y otros que no eran sino medioeres envidiosos, se enearnizaban con Carrel. Una de las primeras medidas del gobierno provisional fue su suspensin como regente de la Fun- dacién. Carrel tenia 71 afios. Era carc una segunda erisis de la cual apenas esta t6 el choque. No Ilegé a saber, sin embargo, que una orden de captura habia sido lanzada contra él, aunque se lo desmintié més tarde. Tampoco supo que se habia dejado, voluntariamen- ‘te, morir el trozo de coraz6n de pollo que, desde hacia veinti- dos aiios, vivfa en un frasco. La institucién cuyo ereador y animador habi sido Carrel desaparecié. Pero los auténticos ou lel maestro, bajo todas las latitudes, prosiguen su ImpRENTA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LrroraL Santa Fe § Argentina

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