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Ricitos de Oro
Ricitos de Oro
Introducción
Había una vez una hermosa niña de cabellos dorados, a la que todos
conocían como Ricitos de oro. La
pequeña tenía la costumbre de
levantarse temprano, desayunar y
aprovechar las primeras horas de
sol para recoger las flores más
bellas del bosque.
Desarrollo
Una mañana, la pequeña Ricitos de Oro se distrajo, caminó más de la
cuenta y se perdió. Al rato de caer en la cuenta de que se había perdido, y
cuando ya casi no tenía energías para llorar, encontró una pequeña cabaña.
Cuando acercó su puño para golpear la puerta, notó que esta estaba abierta.
Con delicadeza, la abrió y, luego de decir “hola” varias veces sin recibir
respuesta, se animó a entrar.
“¡Alguien ha probado mi sopa!”, dijo Papá Oso apenas vio la cuchara sucia
al costado del tazón. La madre respondió: “¡Alguien ha probado mi sopa
también!”. Mientras que el Oso Bebé respondió: “Alguien se ha tomado
toda mi sopa!”. Perpleja, la familia decidió sentarse en sus sillas a
descansar. Apenas vio la suya, Papá Oso vio que el almohadón estaba algo
torcido, por lo que gritó: ¡Alguien se ha sentado en mi silla!”, a lo que la
madre, tras ver su almohadón en el piso, respondió: “¡Alguien se ha
sentado en mi silla también!”. El Oso Bebé, que ya estaba triste por el
incidente de la sopa, entre lágrimas dijo: “¡Alguien ha roto mi silla!”.
Indignados, los tres osos decidieron tomar una siesta y dejar atrás lo
sucedido. Pero cuando llegaron al cuarto, una vez más, el padre notó que
algo no estaba en su lugar. “¡Alguien ha dormido en mi cama!”, dijo
furioso. En seguida, Mamá Oso observó su cama para responderle:
“¡Alguien ha dormido en mi cama también!”. El Oso Bebé se acercó hasta
su cama y, con los ojos más abiertos que de costumbre, gritó: “¡Alguien
está durmiendo en mi cama!”.