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DEL FANTASMA DE CAMBIO DE SEXO ALSINTHOME TRANSEXUAL “Cada transexual es tinico”,! subraya Marie Edith Cypris en su notable testimonio acerca de su recorrido de cambio de sexo -constatando que hoy en dia es posible querer e incluso llevar a cabo ese cambio en el marco de un proceso transgénero muy diferente del suyo. Ella subraya que el fantasma de cambio de sexo ahora esta en expansion y es propio de sujetos heterogé- neos en cuanto a su funcionamiento y sus aspiraciones. Sus Mémoires d’une transsexuelle, obra publicada en 2012, constitu- yen un documento de primer orden sobre la transexualizacién, acerca de la cual ella se esfuerza por proponer un “anélisis ati- pico” y “sin contemplaciones” ? La ensefianza que extrae de su propia experiencia la aleja del discurso politicamente correcto de las asociaciones Lcsrig.* Escribe menos para defender una opinién acerca de la naturaleza del transexualismo que para dar testimonio de la dificultad del recorrido de quienes tienen laconviccién de pertenecer a un sexo distinto del asignado a su cuerpo por la biologia. Ella procura contribuir a la percepcién 1M. E. Cypris, Mémoires d’une transsexuelle. La belle au bois dormant, Paris, rvs, 2012, p. 50, 2 Ibid, p. 49. . 3 Lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales, queer. La multiplicacién de estos significantes “registra la fragmentacién de las formas contemporaneas de goce”, observa Marie-Jean Sauret en "Peut-on penser une science clinique qui serait construite autour de la singularité du cas?”, en A. Guillen (dir.), Essais dépistémologie pour la psychiatrie de demain, Eres, 2017, p.99. 217 del estado transexual, entregando su “percepci6n ingenua, en el sentido de candida, esponténea, natural, incluso si a menu- do se la formula de manera provocativa”.* Hay en su relato un esfuerzo de elocuencia que le da su valor; por otro lado, se nutre de una cultura literaria y cientifica de primer orden. Lo que ella califica de “humor negro” y de “irrisién a veces feroz” poco deja subsistir de los semblantes ligados a los discursos convencionales relativos a lo que ella observa. Desde los doce afios, ella se travestia con la ropa de su ma- dre. Observaba a las nifias de la escuela mixta, no debido a un deseo sexual, sino porque las “codiciaba en lo que eran”, las envidiaba “de manera enfermiza”, queria “ser como ellas” * Su recorrido ha sido dificil. Debido a una “inestabilidad pro- fesional” y a ciertos “antecedentes en el plano psiquiatrico”, su primera demanda de reasignacién de sexo, tras un proce- so iniciado en 1991, no se consideré admisible. Debio esperar muchos afios a fin de lograr ser operada en 2007, a la edad de cuarenta y dos afios.° Pone el acento en el sufrimiento asociado a lo que ella mis- ma considera que es inicialmente una dificultad psfquica: “Me cuesta mucho concebir que uno pueda desear para sf un re- corrido como ése, tan doloroso y antinatural, declaraéndose en buen estado dentro del nivel psiquico”,” El sindrome transe- xual, tal como ella lo describe, tiene tres caracteristicas: ademds del sufrimiento inicial, una conviccién de pertenecer al otro sexo y una precariedad de la parada félica. Ella afirma haber sentido “una percepcién inmutable que sostiene, contra todo", que serfa mejor ser una mujer.’ “El odio por ser un hombre y el deseo de ser una mujer” constituyen una conviccién que se ha conservado a lo largo de los afios y que se le presenta bajo una forma psicorrigida invariable e irreductible.? Desde 4M. E. Cypris, Mémoires d'une transsexuelle. La belle au bois dormant, op. cit, p. 103. 141, 8 Ibid., pp. 72, 79. 9 CE. ibid, p.73. 218 [ ~ wuinfancia, por otro lado, ella se vefa a si misma como “una mierda”, Su madre, que la detestaba, le explicaba en detalle lo que eso significaba: “Era imprescindible que yo entienda bien eeestatus definitivo: yo no era nada y seguiria siendo asi toda mivida”.” Encontramos varios indicios de que en este caso el sindro- me transexual no corresponde a una psicosis desencadenada, sino a un funcionamiento subjetivo determinado por una for- clusién de la funcidn paterna. En primer lugar, el surgimiento delo real no dialectizable de la conviccién transexual y la pre- cariedad de la parada falica. Por afadidura, asumir la funcién paterna es, para Cypris, totalmente impensable: ella abandona de inmediato a una mujer con la que habfa vivido en pareja heterosexual cuando su partenaire manifiesta el deseo de tener un hijo." Hay que agregar que a los veinte afios Cypris habia hecho una bouffée delirante, con alucinaciones auditivas, temas de persecuci6n y sentimientos megalémanos. Con posteriori- dad, ella se pregunta si ese episodio no se habré debido al he- cho de que subrepticiamente le habrian puesto un “dcido” en su vaso de alcohol.’ Asi sugiere que no habria sido un estado psicstico, sino un episodio suscitado por una ingesta no deli- berada de isp. Es indiscutible que una bouffée delirante es un fenémeno que no pertenece en sentido estricto a la estructura psicética; sin embargo, un estado onjirico pasajero causado por una droga alucinégena no conduce a una internacién hospita- laria de ocho meses que requiera una intensa quimioterapia: “Yo pesaba cuarenta y cinco kilos al ingresar, ;cuando me ‘libe- taron’ estaba en setenta y uno! Gracias, pastillitas”.'° Con mas de cuarenta afios, en el aprés-coup de su transexua- lizacién, Cypris afirma haber alcanzado el apaciguamiento: Lo que el cambio de sexo me aporté es, entre otras cosas, ya no sentir mas ese dolor que me inundaba hasta la angustia. 10lbid,, p. 118. NCE. ibid, p. 163. 12Cr, ibid, p. 159 Bibi, p. 162, 219 Es casi mi primer aniversario después de la operacién de transformaci6n genital, después de la cual siento en el fondo de mi ser una dulce armonia que me tranquiliza." Con raz6n, sefiala que la transexualizacién no se limita a la in- tervencién quirtirgica: “No toma cuerpo antes de haber sido sostenida en la escena social”. “La evaluacién de los resulta- dos previstos”, aclara, “(satisfaccién fisica estética y funcional, credibilidad social) pasa inevitablemente por el otro: éste es, en efecto, el testigo -incluso también el partenaire hétero en el sexo de llegada- que evaltia si hay una mujer o un hombre en el sexo de llegada”."* Es importante subrayar que la transexua- lizacién no se convierte en suplencia sino al permitir el anu- damiento de un lazo social. Después de su operacién, Cypris reanud6 su trabajo como auxiliar de enfermeria haciendo que su empleador y sus compajieros de trabajo aceptaran su trans- formacion. Si bien esta sola, ella no descarta conocer a un hom- bre, y parece haber logrado adquirir una identidad sexuada que la satisface. No obstante, nota muy bien que la suplencia obtenida deja persistir un fallo: “uno no llega a ser realmente del otro sexo, sino que se acerca a él lo més posible”.” Tener una pr6stata disimulada detras de su vagina constituye para ella una “trazabilidad que soy reacia a integrar”.'* Eso no quita que ella afirme con fuerza que “el bienestar omnipresente de més 0 menos ser es mejor que el insoportable no ser nada”.” Un cuadro heterogéneo El transexualismo ya no es lo que era en la época de Jean- Marc Alby y de Lacan. Los transexuales primarios al estilo de 14 Ibid., p. 80, 15 Ibid., p. 230. 16 Ibid., p. 91. 17 Ibid., p. 62. 18 Ibid,, p. 280. 19 Ibid, p. 92. 220 we Se ager aati eo ve ote eager pene tee Mas ak tame ee tn eae mes meme att - = “. wie ote - en ee a ee [ : i oe fern emma a nem ne oD yo wpe we - a woe < on ee ~ 5 ~ + mo Soe Anema Fag am a ee |) a wn - : # ce em mI ie : mee we te am tae ” a i i reece em Pn cenrmgeer one permeates mimes ote Re ee cornet terse Se aan de kere mer epee wee mS ree epee ea RNIN ee wee ee gm ae gee ni ee eae annem tee ieee: os . tek sm cen geet feeeetine scetee nae ee ® i i ae ow @ a oe Wk te cetera c/- a nee ee te nee deerme me ee bert Stoller han pasado a ser extremadamente raros. El cua- 9 clinico se volvié borroso. Los clinicos estén de acuerdo en yecho de que los pacientes que demandan una reasignacion sexo han cambiado en las tiltimas décadas. Los progresos la ciencia han hecho més plausibles las feminizaciones y sculinizaciones transexuales; el concepto de género, que asidera que el sexo no es mas que una construccién social, aa difundido ampliamente desde la década de 1970; el eco 2en los medios se da al fenémeno transexual ha hecho que sociedad occidental sea mas tolerante para con éste. Asi 2s, el movimiento transgénero, a través de las asociaciones nig hoy en dia milita no sdlo por la aceptacién del fenéme- transexual, sino por una aplicacién de los principios liberta- se individualistas al cuerpo humano. Aboga por una parti- 1 menos rigida dentro de las categorias sexuales. Considera ‘la capacidad de hacer variar el género seria psfquicamente ‘radora: nada deberia prohibir, por ejemplo, ser hombre por aaiiana, mujer por la tarde, e hibrido por la noche. Denuncia discriminaciones transf6bicas ejercidas por el Estado y mili- favor de una despatologizacién y una total desmedicaliza- 1 de la transidentidad. La cobertura total de la reasignacion exo constituye una de sus principales reivindicaciones. Asf s, es preciso subrayar que el fendmeno transexual ha evo- onado en las tiltimas décadas: de ser una rara enfermedad »asado a ser el mascar6n de proa de un militantismo hiper- co con respecto a las normas sexuales. .08 Sujetos que se apropiaron del concepto de género desde Scada de 1970 para abogar por una transidentidad libera- \consideran a los transexuales como precursores. Algunos jen tomarlos como modelos hasta el punto de borrar la ‘enciacién entre transexuales y transgéneros. Sin embar- ie ve la huella de ciertas divergencias en el interior de los imientos LcBriQ. Los transexuales constituyen la mas extre- ulminacién de la identidad trans y, al mismo tiempo, son itamente contestatarios frente a la ideologia transgénero. ésta, los roles masculino y femenino son construcciones les de las que hay que desprenderse haciéndolas variar; 221 en contraste, los transexuales revelan estar muy interesados en encarnarlos después de la reasignacién de sexo. Asi pues, algu- nas personas transgénero, que consideran que los roles sexua- les se distribuyen en un continuo, se burlan del apego de los transexuales al binario clasico hombre / mujer. Los primeros abogan por la fluidez de los géneros; los uiltimos se mantienen apegados a su distincién rigida. Los transexuales introducen una falla en la ideologia transgénero que ellos han contribuido a forjar. No obstante, en el interior mismo de los movimientos LGBTIQ, las posiciones no siempre son tan tajantes. Los clinicos estan de acuerdo en considerar que la solicitud de reasignacién de sexo, mediante el uso de las hormonas e incluso, a veces, el de la cirugia, ahora puede ser hecha por sujetos transgénero que no son transexuales. Haciéndose eco de una opinién am- pliamente compartida, Pierre-Henri Castel escribe lo siguiente: Cambiar de sexo ya ha dejado de ser el sintoma patogno- ménico de una entidad, y en cambio ha pasado a ser [...] un atractor sintomético, que selecciona a individuos con toda clase de patologias que incluyen un componente sexual (desde la histeria hasta la homosexualidad “ego-disténica” en determinados momentos de crisis interna).”” Ciertos sujetos que tienen particular confianza en los poderes de la ciencia llegan hoy a consultar creyendo que la identidad se ha vuelto plastica y que serfa posible cambiarla a voluntad. No es la certeza transexual lo que los moviliza, sino un fan- tasma que se inserta en un contexto cultural nuevo. Una vez que en Francia la cobertura de los transexuales se ha demo- cratizado, una multitud de candidatos quiere cambiar de sexo por motivos heterogéneos. Cierto ntimero de prostitutas, hom- bres 0 mujeres, homosexuales o bisexuales, se presentan como transexuales para obtener beneficios pecuniarios de su cambio de sexo, a veces bajo la presién de proxenetas. Como la ofer- 20 P-H. Castel, La Métamorphose impensable, Essai sur le transsexualisme et lidentité personnelle, Parts, Gallimard, 2003, p. 370. 222 tacrea la demanda, hoy en dia ciertos travestis e histéricas se amoldan a la construccidn social del sindrome transexual para Iograr el cambio de sexo. Por otro lado, aunque la mayoria de Jos transexuales no presenta trastornos psicoticos manifiestos, elhecho es que desde hace mucho tiempo se ha observado que undelitio hipocondrfaco, esquizofrénico o paranoico también puede generar un tema transexual. Agreguemos que las de- mandas mismas son variadas: es cada vez mds frecuente que no recaigan mas que en el cambio de estado civil sin pasar por a cirugia. Por aftadidura, el periodo de prueba para la toma de hormonas y la vida social en el sexo opuesto, exigido por lamayoria de los equipos médicos antes de autorizar la ope- racién de cambio de sexo, ahora es con frecuencia considerada una insoportable violacién de la libertad individual. El nimero de los candidatos que se niegan a cumplir con el protocolo mé- dico va en aumento. (Deberiamos establecer, por lo tanto, la distincién entre las personas transgénero y los verdaderos transexuales? Cypris se enfrenta a esta pregunta. Su testimonio es muy revelador de las problematicas actuales. Ya no sélo se trata de hacer que los transexuales y el sentido de su lucha sean conocidos. Los medios de comunicacién y numerosas autobiograffas anterio- res ya se han abocado a ello. A partir de 1992, la causa es es- cuchada: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos autoriza la operacién de cambio de sexo. El desaffo para quien hoy en dia busca “participar, de la manera mas honesta posible, en la percepcién del estado transexual”,”! pasa a ser el de afirmar su especificidad amenazada por multiples adulteraciones. Cypris se rebela contra la banalizacién del fendmeno. Se torna vehe- mente: Notese que, en la actualidad, cerca de la mitad de los transe- xuales no quiere “sufrir” intervenciones de transformacién. genital, sino que quieren papeles del sexo opuesto. Habida a M: £. Cypris, Mémoires d'une transsexuelle. La belle au bois dormant, op. cit., p. 103, 223 cuenta de esta demanda “incompleta” de tratamiento, por mi parte considero que estas personas no son transexuales y que otorgarles el cambio de estado civil significaria suscribir la abolicion de los sexos. [...] El trans quiere quedarse con su pija, su trabajo, su mujer embarazada, jpero que le reasigne- mos sus documentos! De ahora en més, el desaffo es social. Dejar de sufrir la agonia de la aventura para la realizacién de sf; de ahora en més, jla hazaiia se juega por completo en la suspensién de las respuestas de la Seguridad Social a los Horiqueos!? Ella afirma a voz en cuello que ser transexual no es algo para cualquiera, cuestién que condensa en una férmula notable so- bre la cual tendremos que volver: “Esta aventura no es para los maricones. Es que hay que tenerlos para hacer que te los quiten”.® Su reflexién la lleva a intentar un interesante diag- néstico diferencial entre transexuales y transgéneros. De ma- nera pertinente, observa que algunas de las motivaciones que suscitan las vocaciones voluntarias de identidad sexual hibrida carecen de lazo con el estado de necesidad vital que experi- mentan los transexuales; éste es el motivo por el cual propone lamar transexuales a quienes viven su estado con sufrimiento y lo sienten como una patologia, y reservar el término transgénero para quienes no se sienten bajo los efectos de una patologia.* La distincién es, sin duda, valida en una gran cantidad de ca- sos, pero hay casos en que es indecidible y admite demasiadas excepciones como para ser aceptable. Un travesti o un histérico puede sentir un gran dolor por no poder realizar su fantasma transgénero, mientras que por regla general un delirante no re- conocerd su conviccién transexual como una patologfa. Hoy en dia, no podemos hacer otra cosa que constatar la extrema labi- lidad de las formas concretas del transexualismo. En una am- plia medida, se trata de un sindrome iatrogénico co-construido por generaciones de médicos, de enfermos y de socidlogos. Sin 224 dao, ha dado pruebas de su consistencia, sefiala Castel,* que haacumulado suficiente crédito como para inquietar a sees y pasar de tener la forma de una patologia psiquiatri- qaladeuna reivindicacién social de fluidez del género. Asmetria del sindrome transexual Los primeros estudios del sindrome transexual se centra- son sobre todo en sujetos de sexo masculino. Durante mucho tiempo sugirieron que los mismos mecanismos debian estar en acciin en las mujeres que sentfan la necesidad de cambiar de _ gxo. No obstante, desde principios de la década de 1960, se- gun Miller, parece que Lacan establecié una disyuncién completa entre el transexualismo masculino yelfemenino. En el transexualismo masculino esta el tea- tro, mientras que el transexualismo femenino que aspira al hombre lo hace con mucho mayor naturalidad, porque esta enla misma vena de la sexualidad femenina.”* Las diferencias, en efecto, resultan ser numerosas. El compo- nente travesti es casi nulo en la mujer. Esta no busca sensacio- nes erdticas cuando se viste con ropa de hombre.” La inves- tidura libidinal del objeto sexual es mucho més frecuente en ellas que en los hombres. A menudo llegan a la consulta con su pareja, no solas. La administracién de testosterona aumenta la libido de una mujer, mientras que la de estrégeno hace que las erecciones del hombre sean menos frecuentes y menos sosteni- das, La mayorfa de los especialistas coincide en que BPH. Castel, La Métamorphose impensable. Essai sur le trans personel, op. cit, p. 395 % JA. Miller, Del sintoma al fantasma, Y retorno, Buenos Aires, Paidés, 2018, pp. 257-258, en referencia a J. Lacan, “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, en Escritos, loc. cit, t.2, p. 698: “Falta sacar la leccién de la ‘aturaldad con que semejantes mujeres proclaman su calidad de hombres, para oponcrla al estilo de delirio del transexual masculino”. UC.Chiland, Changer de sexe. Illusion et réalité, Paris, Odile Jacob, 2011, p. 164. 225 ssexualisme et l'identité los FM son un grupo mas homogéneo que las Mr, todos aque- llos que han estudiado el transexualismo rm han constatado lo mismo. Entre ellas no hay equivalente alguno de esta ex- trafieza que se encuentra en la sala de espera: los pacientes hablan de una “fauna” delante de personas Mr, a las cuales encuentran caricaturescas y con las cuales no se identifican, una fauna tan extrafia que da una mejor perspectiva a los demiés transexuales en la sala de espera. En particular, entre ellas no hay prostitutas y muy raramente hay personas que viven tinicamente de los subsidios sociales. En su integra- cidn social son mas exitosas y, tienen, en la mayoria de los aspectos observados, [...] un nivel educativo mas elevado.* Mas atin, en las tiltimas décadas el ntimero de mujeres tran- sexuales que se masculinizan ha aumentado de manera con- siderable. La proporcién de sexos M / F, que era de tres 0 cua- tro en todas las estadisticas, ha descendido e incluso tiende a estabilizarse.” De esto cabe deducir que el peso de la cultura en la génesis del fenémeno es probablemente mas importante para las mujeres. Estos datos permiten suponer que algunas histéricas ahora se han apoderado del sindrome transexual, confirmando una vieja intuici6n de Lacan segtin la cual “un efecto de Aufkldrung”, ligado a “la entrada en escena, por en- clenque que haya sido, del discurso del analista”, fue suficien- te “para que la histérica [...] renuncie a la clinica lujuriante con la que ella ocupaba el hiato de la relacién sexual. Tal vez haya que tomarlo como el signo, dado a alguien, de que ella hard algo mejor que esta clinica”. Sin embargo, a pesar de la ma- yor homogeneidad de la masculinizacién transexual, ésta no deja de ser un fenémeno heterogéneo. La opinién de Catherine Millot, expresada ya en 1983, ha sido confirmada por estudios ulteriores: 170. eM: mujeres que se masculinizan. me: hombres que se feminizan. p. 26. 30 J. Lacan, El seminario, libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidés, 2009, pp. 143-144. 226 Jos delirios de transformacién corporal, frecuentes en los hombres, no faltan del lado de las mujeres. En ellas encon- ramos, a veces, la conviccién de tener un pene interno, conviccion que constituye la base de su posicién transexual. Otras veces, la demanda transexual esconde un delirio hi- pocondriaco. En otro sentido, por poco que el deseo de un ercero se preste a ello, la demanda de transformacién de sexo bien puede tener su fuente en la vacilacién histérica relativa al propio sexo.” La mayoria de las transexuales feminizadas afirma que la reasignacién de sexo es una necesidad imperiosa para evitar un sufrimiento intenso. La masculinizacién transexual a veces va acompaiiada de un discurso diferente: “yo soy yo pero mas viril”, me revelé uno de ellos después de una faloplastia. Acep- t6 por mucho tiempo ser una chica, incluso bonita, no recha- zaba maquillarse ni vestirse con coqueterfa. No fue una nece- sidad vital lo que motiv6 su proceso, sino, en la adolescencia, “elazar” de encuentros en el mundo lésbico, en especial los de mujeres masculinas. El no buscé la aprobacién del mundo mé- dico: se esforzé en “hacer lo que queria” yéndose al extranjero. Convertirse en un hombre para una mujer, conto, “era subir de nivel”. Sin embargo, él se encontraba mas apuesto como chica, y descubre como hombre un papel que le parece dificil de asu- mir. Su recorrido parece estar mas anclado en el proceso liber- tario transgénero que en la reivindicaci6n transexual; a pesar de ello, él no retrocedié frente a los considerables sacrificios para llevar a cabo su cambio de sexo. Existe una simetrfa inicial entre la feminizacién y la masculi- nizacién transexuales: ambas tienen su origen en una inexisten- cia sexual intolerable. No obstante, por mas que las soluciones halladas sean falofanias imaginarias, resultan ser asimétricas con respecto a las formulas de la sexuacién. La diferencia entre el comportamiento de los transexuales feminizados y el de los masculinizados asombra a la mayor parte de los observadores. 31.C. Millot, Horsexe, Essai sur le transsexualisme, Paris, Point Hors ligne, 1983, pl. 227 Un enfermero, é1 mismo transexual, que trabaja en un servicio quirtirgico donde se los opera, constaté lo siguiente: las mujeres transexuales -es decir, las que se habfan conver- tido en hombres- o las que aspiraban a serlo y con las cuales yo me codeaba seguian, por lo general, una linea de conduc- ta constructiva: su comportamiento no era ni mas ni menos semejante al del comtin de los mortales. Se proponfan una meta en la vida, realizaban su proyecto de cambiar de sexo, continuaban su educacién, se casaban, fundaban un hogar y armaban una familia. La mayoria de estas mujeres candi- datas a su reinserci6n en el género masculino se mostraban reservadas y, una vez completada su estancia hospitalaria, abandonaban discretamente el hospital. Las cosas eran muy diferentes en la categoria inversa. Muy pocos de estos hom- bres se comportaban realmente como las mujeres que ellos deseaban ser, ya fuese en sus palabras o en sus modales. Se lamaban uno a otro “reina de los bafios publicos”, armaban un gran alboroto, exhibian sus flamantes vaginas al primero que llegaba, y usaban un lenguaje de soldados de guardia.” El transexual feminizado se orienta mds bien hacia una posi- cién de excepcién, la de La mujer toda, mientras que la tran- sexualizacién masculinizante tiende a ser socialmente muda, de acuerdo con la posicién de quien busca inscribir su goce en la ley del conjunto que se impone a los hombres.* Jan Morris observa que los hombres “tienen mds talento que las mujeres para el espiritu de equipo [...]. Con frecuencia acttian juntos como un mecanismo, con mayor frecuencia que las mujeres”. El, que se ha feminizado, afirma por el contrario su posicién de 32 M. Martino, Emergence. Autobiographie d'un transsexuel (1977), Paris, Trevise, 1981, p. 236. 33 Segiin Cypris, un fendmeno de la moda intervendria, por afiadidura, en estos comportamientos, con una neta evolucién en 2012: “las transexuales ya no se quedan pegadas a las estereotipias de las mujeres fatales de las décadas de 1970 y 1980 (pollera corta, tacos altos, maquillaje desmesurado, cirugia caricaturesca). Un estilo mas natural y mejor adaptado a cada silueta hace aparecer, hoy en dia, un aire mas discreto y desconcertante” (Mémoires d’une transsexuelle. La belle au bois dormant, op. cit., p. 33). 228 ce tee : shh enn ome i ee 8 a ethene, wate bio : ah eat etd : ‘ .” a “ows oe en eenenetty agememey on , oe me gna 12 eenuta Ce emo ma ee Se ee le @ Gnas eon emer rey ee See fe poomtnmes 8 eee oe me oe gr FONG EE OI Stem ene) meaEORE deh etl me reer mage et ee ee 25 tee. oF serie mek ne ROE woe mm oe ome ee ae a be erm Recent tees meena os Sr em mean fe ne ie te remmnN HO Teemener sn oe eee: em: Rear ee AU ane em = Nenana weer eer ee dime mere Feng ree © 8 eee CD Soe ee me RO agen ag SO Ng Ge OT Ot NTTI NNN ne excepciOn: “a mi me parece natural vivir fuera del marco nor- mal de las cosas”.* Constata que su “sensaci6n de ser diferente ysiste”, y atin alimenta un ideal mas excepcional, que seria el denoser ni hombre ni mujer. En contraste con esto, una mujer transexual, al masculinizarse, no encarna la excepci6n paterna, sino una posicién hombre, logrando acomodar su goce bajo el primado falico. La discrecién social de la masculinizacién tran- sexual es el indicio de esto. Las masculinizaciones histéricas y fetichistas tienden a tomar formas mds impactantes. Rechazo del inconsciente Los transexuales se presentan como si tuvieran la solucién desu problema, de manera tal que dificilmente se inclinan a in- terrogar el origen de su conviccién. Definirse como transexual implica un rechazo del inconsciente y una negativa a cuestio- nar el propio deseo. Tomando el ejemplo del estado maniaco, Lacan hace referencia a un “rechazo del inconsciente”; lo apre- hende como un “retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje”,* y da por base de este rechazo un desconocimiento delinconsciente que se traduce en un fenédmeno de cuerpo. Por lo tanto, los psicoanalistas no tienen buena prensa entre los transexuales. Sabemos que Colette Chiland fue violentamente atacada por Act Up, a pesar de que sus posiciones fueran, no obstante, matizadas.” El propio informe de la Haute Autorité de Santé (11s) * parece hacerse eco, en 2009, de algunas opi- niones exageradas —provenientes de militantes transexuales— cuando ataca, en primer lugar, a los lacanianos: allf se afirma J. Mortis, L’Enigme, Paris, Gallimard, 1974, p. 209. 35CE ibid, pp. 271-272. 4%). Lacan, “Televisién”, op. cit., p. 526. 37 Ella aboga por una posicion de neutralidad del terapeuta con respecto al pro- yecto de reasignacién de sexo: “Nunca he prohibido a nadie que se haga operar; ayudo a la persona, cualquiera que sea su decisién con respecto a la reasigna- én” (C.Chiland, Changer de sexe. Ilusion et réalité, op. cit., p. 20). 38 Autoridad francesa independiente y de cardcter cientifico en el campo de la salud publica. 229 que “Jacques Lacan escribié su primera condena clara y enér- gica contra el transexualismo en 1972 durante el seminario ...0 peor”, as{ como sus tomas de posicién habrian sido seguidas por sus discipulos”, en referencia a Millot y Castel.” No cabe duda de que los primeros psicoanalistas confrontados con el transexualismo tuvieron al comienzo una actitud de rechazo con respecto a la demanda de cambio de sexo, y asf lo sefiala Stoller, quien no era nada favorable a la intervencién quirdr- gica®: Casi todos los psicoanalistas que han hablado al respecto [...] piensan que los procedimientos de “cambio de sexo” son malos por principio debido a que los tratamientos no tienen en cuenta la patologia psicodindmica en el origen del transexualismo (Ostow, 1953; Socarides, 1970; Volkan, 1979) [...]. Estos escritos a menudo describen el transexualismo como algo que, en el mejor de los casos, es una fachada que enmascara una psicosis."! EI mismo recuerda, en 1985, que su posicién no ha cambiado: “la mayoria de los que demandan el cambio de sexo no extrae- rd de ello un gran beneficio. Una evaluacién minuciosa, una psicoterapia y/o una terapia conductual le conviene més”.* Las indicaciones de Lacan, evocadas por la Has y sobre las cuales volveremos, son mucho mas prudentes: él nunca tomé posici6n en cuanto a la reasignacién de sexo y nada seria mas 39 Haute Autorité de Santé, Situation actuelle et perspectives d’évolution de la prise en charge médicale du transsexualisme en France, noviembre de 2009, p. 31. 40 Cf. R. Stoller, Recherches sur lidentité sexuelle (1968), Paris, Gallimard, 1978, p. 289: “Es perturbador pensar que el transexualismo apenas era un problema para los médicos hasta estos ultimos aftos. [Si] las técnicas no hubieran sido aplicadas a los transexuales y éstos no hubiesen recibido alguna publicidad, es- tas personas se habrian controlado, tal como pueden hacerlo aquellos que no tienen esperanza. ...] No obstante, debemos encontrar una solucién para este problema, [...] Dado que estas intervenciones pueden ser desastrosas si no se las, emplea con el paciente adecuado, sugeriria que no se las utilice mas que como técnica de investigacién’. 41R.J. Stoller, Masculin ou féminin?, Paris, pur, 1985, p. 262. 42 Ibid., p. 288, 230 y contrario a su ética que la condena aun paciente. En cuanto a jas opiniones de sus discipulos, éstas revelan cierta heteroge- neidad. Henri Frignet, Marcel Czermak y Pierre-Henri Castel se mantienen reservados en cuanto a la demanda de cambio desexo, y a pesar de todo admiten que a veces sea necesario “colaborar con la psicosis”.* En cambio, desde 1983 la posicién deMillot revela ser bastante diferente: ella no duda en conside- rarque la transexualizacién puede constituir “una suplencia’”* y “una defensa lograda”.“® De hecho, el mayor reproche que se hace a los psicoanalistas lacanianos es el de mantener un vinculo entre transexualidad y psicosis -concebida ésta en su acepcién psiquidtrica, que implica locura, alucinaciones y tras- tomos cognitivos. Partiendo de la constatacién de que la mayoria de las per- sonas transexuales no presenta comorbilidad psiquiatrica, que dispone de la plenitud de sus capacidades intelectuales, que un intenso sufrimiento la conduce a ciertas mutilaciones vividas como reparacién, y que la reasignacién de sexo causa, por lo general, una mejoria de la posicién subjetiva, con la perspecti- va més amplia que tenemos a nuestra disposicién para apre- hender el fenémeno, la posicién de Millot me parece la mas pertinente en la actualidad. Ella incita a concebir el proceso de transexualizaci6n como un trabajo de suplencia desarrollado por determinados sujetos con estructura psicética. Por tanto, el transexualismo se presenta como un tipo clinico especifico que noha de confundirse con el proceso transgénero. Otro analista, Jean-Pierre Jacques, en un artfculo de 2008, sostiene un enfoque similar y se interroga de manera pertinen- te acerca de las implicaciones, para comprender el transexua- lismo, de la referencia a la nocién relativamente reciente de psicosis ordinaria: 45 2-H, Castel, La Métamorphose impensable. Essai sur le transsexualisme et l'identité personnel, op. cit, p. 401. 48C Mllot Horse, Esa sur le transsexualism op pln by Pe AB. Millot, “Un cas de transsexualism féminin”, en Ornicar?, n® 22/23, 1981, 231 Si mantenemos este diagndstico de psicosis, gcudles son las implicancias? ;Ha habido un desencadenamiento o un riesgo de desencadenamiento? Nada es menos seguro, tam- poco sistematico. ;Hay acaso insensatez? Sin duda, pero no més que entre los candidatos a la cirugfa estética. gY aun asi qué? ;Este diagnéstico nos ayuda a escucharlos, a acom- pajiarlos, a responder a la demanda de peritaje? No es evi- dente. Cuando este diagnéstico sirve para desacreditar la demanda, la pertinencia del candidato como sujeto de su demanda, y, a falta de cualquier otra propuesta terapéuti- ca, para conducirlo a los neurolépticos 0 a una psicoterapia de miras adaptativas tan superflua como la que se admi- nistraba a los homosexuales empedernidos, hay en ello una forma de maltrato terapéutico. [...] Por el contrario, si este diagnéstico pretende arrojar luz sobre las cosas que estan en juego en la demanda sin desacreditarla a priori y de ma- nera sistemética, revela ser un apoyo conceptual fecundo, bajo la condicién de tomar todas las distancias posibles con respecto a la dimensién peyorativa que este término adquie- re en psiquiatria, dado que con este diagnéstico resurge la querella de los diagnésticos: el término psicosis ya no tiene la misma significacién en psiquiatria y en psicoandlisis. De ahora en adelante, debemos distinguir la psicosis en el sen- tido psiquidtrico del término, de la psicosis en el sentido de una estructura especifica de personalidad. La psicosis ordinaria no debe entenderse como la designa- cién de una patologia, ya que el descubrimiento freudiano ha establecido, desde hace ya mucho tiempo, la irrelevancia de la distincion entre normal y patolégico, sino como uno de los mo- dos de funcionamiento subjetivo, una de las formas de lidiar con la condicién del parlétre, ni mejor ni peor que la del neur6ti- co, la del fetichista 0 incluso la del autista.”” Estar estructurado de un modo psicético no constituye un obstdculo para ejercer de manera competente la medicina o el psicoandlisis ni para 46 J-P. Jacques, “Le discours transsexuel sur le corps”, en Cahiers de psychologie clinique, n° 30, 2008/1, pp. 155-156. 47 JC. Maleval, El autista y su voz, Madrid, Gredos, 2011. 232 | estar,a veces, Satisfecho con la propia existencia. La clinica psi- coanalitica del siglo xxi se verd conducida, sin duda, a romper de una manera més firme con las raices que tiene en la clinica psiquidtrica del siglo xix. Ya evitamos usar la expresién “estruc- tura perversa” debido a las connotaciones abusivamente pe- orativas que a ella estan ligadas. Podria ser reemplazada por “estructura fetichista”, que pone el acento en un mecanismo de defensa aislado por Freud. De igual modo, dado que la nocién i de psicosis sigue connotando demasiado la locura, serfa por cierto més adecuado a nuestro tiempo caracterizarla tomando encuenta la suplencia, teorizada por Lacan —nocién que subra- yasus capacidades creativas. Esto llevaria, entonces, a preferir laexpresion “estructura suplente” antes que “estructura psicé- tica”. Recordemos que la nosologia psicoanalitica presenta una particularidad que la distingue netamente de la psiquiatria: no serefiere en nada a lo “normal”, disuelve esta nocién, la distri- buye en diferentes estructuras. No instaura ningtin gradiente de gravedad entre éstas. La estructura suplente no es un con- cepto ajustado a los abordajes rigidos de los cuales se nutre la burocracia sanitaria para gestionar la “salud mental”. Lacan fue el primer psicoanalista que intenté en Francia la cura de un transexual entre 1952 y 1954. Se traté del caso Henri, reportado dos afios mas tarde por Jean Delay. Segtin éste, Henri habria encontrado en Lacan una “comprensién in- comparable [...], pese a lo cual los dos coincidieron en la in- utilidad de continuar con una tentativa de modificar su esta- do que el paciente nunca parece haber suscrito”.“* Nada tiene de sorprendente esta finalizacion: la ausencia de demanda de atencién psicoterapéutica en sujetos que se presentan como si poseyeran la solucién para sus problemas constituye uno de los elementos del sindrome. Semejante experiencia de rechazo del inconsciente orienté las raras indicaciones de Lacan acerca del transexualismo, que apuntan a correlacionar este tipo cli- nico con la estructura psicética. Ya en 1971 él llama la atencién 48]. Delay, P. Deniker, R. Volmant, J.-M. Alby, “Une demande de changement de sexe: le trans-sexualisme”, en L’Encéphale, n° 45, 1956, p. 53. 233 sobre el libro de Stoller Sex and Gender,” publicado tres aiios antes, y comenta: Una de las cosas més sorprendentes es que [Stoller] elude por completo la cara psicética de estos casos, por carecer de toda orientacién, por no haber escuchado nunca hablar de la forclusién lacaniana, que explica de inmediato y muy fé- cilmente la forma de estos casos. Sin duda, a este respecto él evoca el empuje-a-la-mujer y la ex- traccién del objeto a que estan en el primer plano del cuadro clinico. Su contribucién al abordaje del transexualismo, citada por la HAs, se presenta el 8 de diciembre de 1972, en el curso del seminario ...0 peor. Por cierto, 61 muestra una reticencia para con el proceso de cambio de sexo. El transexual, segtin él, sufre “el error comtin” que consiste en confundir el 6rgano peneano con el simbolo félico, por lo que Lacan considera que es “lo- cura [...] querer liberarse de este error” tratando de derribar, por medio de la cirugia, los muros del lenguaje.*" Comparte la opinion de Freud segtin la cual no existe una representacién psiquica segura de la oposicién femenino/masculino. “El ser del cuerpo, ciertamente, es sexuado”, pero cuando se trata de estudiar la sexuacién del parlétre, esto parece “secundario”,” porque ésta es el resultado, ante todo, de hechos de discurso, a los que los 6rganos deben adaptarse (0 no). El tinico elemento de respuesta que el sujeto puede encontrar en el Otro cuando se interroga acerca del hombre, de la mujer y del goce, es el constituido por el significante falico. Ahora bien, su unicidad lo torna inadecuado para expresar una diferencia significan- te; de ahi la ausencia de toda determinacién esencialista de lo 49 R. Stoller, Sex and Gender, trad. fr. Recherches sur lidentité sexuelle (1968), Paris, Gallimard, 1978, 50 J. Lacan, El seminario, libro 18, De un discurso que no fuera del semblante, op. cit, pp. 30-31. 51]. Lacan, El seminario, libro 19, ...o peor, Buenos Aires, Paidés, 2012, p. 17. 52]. Lacan, El seminario, libro 20, Atin, op. cit, p. 11. 234 y- masculino y de lo femenino. De todos modos, el simbolo falico mite una soluci6n identificatoria al impasse sexual situan- do, de un lado, a los que lo tienen, los “partidarios del deseo”, de otro lado, a las que lo encarnan, “los apelantes del sexo”. Lacan formaliz6 esto en 1972, durante el seminario Atin, pro- duciendo formulas de la sexuacién que distinguen los sexos el modo en que el sujeto, en calidad de variable, se inscribe dentro de la funcién falica. El error del transexual seria enton- ceseldeintentar rebajar la logica de la sexuaci6n a la diferencia entre los érganos. Separarse del pene no es, segtin Lacan, la via que lleva a convertirse en mujer. El intento de compensar la forclusién de la castracién por medio del sacrificio de la libra de carne no abre un acceso regulado al falo simbélico, de modo que el transexual se enreda en las férmulas de la sexuaci6n. No logra enganchar su goce en el no-todo falico que especifica a la posi- cién femenina: en el transexual feminizado no hay mascarada alguna que se unifique con la mascara. El encarna la imagen de La mujer toda: 3x.@x. Por eso, la mayoria dice que quiere ser una mujer para ella misma, para expresar un si mismo auténti- co, para adquirir una completud o una unidad. La persona transexual que se feminiza publica mucho mas que aquella que se masculiniza, ya que busca hacer valer el cardcter excepcional de su proceso: “me parecia que lo que me habfa pasado y que intenté describir en este libro”, dice Jan Morris, “era una de las experiencias mas fascinantes que jamas le haya ocurrido a un ser humano”.* Mario Martino, que se masculiniza, es mas sobrio: él escribié su autobiograffa con el fin de calmar sus angustias y de ayudar a los otros a exorcizar sus demonios [...]. Poner orden en mi vida fue mi primera y mi tinica exigencia. Yo logré hacerlo, Poder decir- loesmi recompensa [...]. Demando poco a la vida, apenas lo i |. Lacan, “Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina”, it, p. 698.- [N. de T: en la traduccién se pierde el doble sentido de tenant ("pattidario’, “detentador”) y el de appelant (“apelante”, “demandante”).] 54]. Mortis, L’Enigme, op. cit., p. 229. 235 suficiente como para vivir apaciblemente con mi esposa, tal vez con hijos, como cualquier familia del barrio. Para las personas transexuales que se feminizan, la dind- mica principal no es la de procurar adecuarse al fantasma del hombre: alguien transexual no desea ser convertido en mujer por razones sexuales, sino ante todo por razones identitarias, para adquirir la imagen de un cuerpo de mujer. La frecuente encarnacién de La mujer en calidad de toda por parte del tran- sexual que se feminiza converge con la importancia otorgada al empuje-a-la-mujer en la clinica de la psicosis. Ella orienta hacia un abordaje del transexualismo como trabajo para suplir la forclusién del Nombre-del-Padre haciendo advenir una ima- gen valorizada como sustituto del falo simbédlico defectuoso. En este dominio, observa Cypris, sélo es prueba la imagen: Uno no desenvaina su propio documento de identidad para combatir una mirada inquisidora, para despejar la duda que a veces uno percibe en el otro. Lo que ocupa toda la escena es la apariencia, el cuerpo. Este lugar preponderante no es una elecci6n deliberada de parte mia. Es exigido y exigente. Constituye una prueba irrefutable de que realmente eres lo que aseguras ser.* Antes de la reasignacién, el transexual testimonia, por lo ge- neral, una percepcién de si mismo y de su sexo desprovista de brillo falico. La aversién para con los 6rganos genitales es frecuente. El pedazo de carne * entre las piernas esté despro- visto de sentido. “Yo estaba atrofiado”, observaba Jan Morris, “despojado de mi ropa, era una quimera, a medias hombre, a medias mujer, un objeto de asombro, incluso para mi”. Cypris propone un anélisis de gran pertinencia acerca de este punto. 55M. Martino, Emergence. Autobiographie d'un transsexuel, op. cit., pp. 13, 158, 269. 56 M. E. Cypris, Mémoires d’une transsexuelle, La belle au bois dormant, op. cit.,p. 95. 57 Bidoche (“carne”) es un término del argot francés sin equivalente castellano. En bastardillas en el original. [N. de T.] 58 J. Morris, L’Enigme, op. cit., p. 171. 236 file commadiers que el transerualiemo “podria definerse como gma decompensacdn pereiiente de le identidad sewaal” Youowiengo que el transes ual presenta une identidad seseal que no ests compensada (es defoente, no puede sportarie ni equilibrio ni bienestar) |] Me parece que tal estade a (transerualiemo secundano) por ef miedo que en @suscita la imposibihdad de construm su identidad a partir de exe sexo que él sente como extrafto, intuso en ef revel simbdlico (psicoandhisis (forclusién del falo?) Para hacer frente a la protunda angustia induada, y partende de que hay otro sexo, una “segunda cportundad”, se sitha en com diciones (incluso inconscentemente, segan pareve) de come truirse del otro sexo, una posibilidad adquirkda por medio de lo imaginanio. Esta perspectiva de apropiackén be pareue que puede colmar lo que él percibe como su inexistencta se xual. Se dice a sf mismo, con toda légica: si no puedo ser de éste, es porque soy del otro.” [in efecto, parece que el proceso de reasignactén del transexual arraiga en una precanedad de la tuncadn fabca ese precariedad leda la sensacion de Gierta “inexustenaa sexual” Para compen sar esta posicidn inicial fuera de sexo, se estuerza por vestir bo real del cuerpo mediante una imagen de completud, que so ae coordina con el falo simbdélico. La mayorta de los transexuakes wenten placer al mirarse en un espeyo después de la Grugia mientras que antes de ésta ello les resultabs desagradable y hasta horrible Hay que tenerlos para hacer que te los quiter, subrays Cypee oor su parte, una formula que no adquaere su peso de werdiad nas que en el aprts-cng de la operaadn, cuando ef proce de easignacidn esté casi Consumado Todo andacs que elle sass be sencal del proceso transexual can la ayuds de ans igers O80 Hay que hacer que te los guste para temerion BL pao poe + ogvesa menuda, si bien no mempee, el paso que we dete SE Cypen, Momanes 4 vene smmncnwailic. La teilic 0 im dommes a st, ; i fla considera que el transexualismo “podria definirse como una descompensacidn persistente de la identidad sexual”: Yo sostengo que el transexual presenta una identidad sexual que no esta compensada (es deficiente, no puede aportarle ni equilibrio ni bienestar). [...] Me parece que tal estado se presenta (transexualismo secundario) por el miedo que en élsuscita la imposibilidad de construir su identidad a partir de ese sexo que él siente como extrafio, incluso en el nivel simbélico (psicoandlisis: zforclusién del falo?). Para hacer frente a la profunda angustia inducida, y partiendo de que hay otro sexo, una “segunda oportunidad”, se sittia en con- diciones (incluso inconscientemente, segtin parece) de cons- truirse del otro sexo, una posibilidad adquirida por medio de lo imaginario. Esta perspectiva de apropiaci6n le parece que puede colmar lo que él percibe como su inexistencia se- xual. Se dice a si mismo, con toda légica: si no puedo ser de éste, es porque soy del otro.” Enefecto, parece que el proceso de reasignaci6n del transexual arraiga en una precariedad de la funcién falica: esa precariedad leda la sensacién de cierta “inexistencia sexual”. Para compen- sar esta posici6n inicial fuera de sexo, se esfuerza por vestir lo teal del cuerpo mediante una imagen de completud, que no se coordina con el falo simbélico. La mayorfa de los transexuales sienten placer al mirarse en un espejo después de la cirugia, mientras que antes de ésta ello les resultaba desagradable y hasta horrible. Hay que tenerlos para hacer que te los quiten, subraya Cypris por su parte, una formula que no adquiere su peso de verdad més que en el aprés-coup de la operacién, cuando el proceso de reasignaci6n esta casi consumado. Todo indica que ella roza lo esencial del proceso transexual con la ayuda de una ligera in- version: Hay que hacer que te los quiten para tenerlos. El paso por lacirugia es a menudo, si bien no siempre, el precio que se debe 9 a E. Cypris, Mémoires d’une transsexuelle. La belle au bois dormant, op. cit, p-308, 237 pagar para hacer que se sostenga una imagen que constituye un sustituto félico. A continuacién, atin hard falta ser capaz de darle consistencia en la mirada de los otros, por medio de un travestismo crefble y mediante un cambio en el estado civil, para que se produzca un anudamiento sdlido, sin duda des- abonado del inconsciente, pero capaz de constituir sinthome. El devenir de los transexuales Si la reasignacién de sexo constituye, para algunos sujetos, un trabajo que participa en la construccién de una suplencia, la mayorfa de ellos deberia dar pruebas de un mayor bienestar una vez que han obtenido su nueva identidad. Casi la totalidad de los testimonios publicados da fe de la satisfaccién que ésta aporta. Una apreciacién positiva del cambio de sexo parece, hoy en dia, ser ampliamente compartida; sin embargo, no es facil interpretar los estudios acerca del devenir de los transe- xuales. Castel subraya la fragilidad de las conclusiones que hay que extraer de la “satisfaccion subjetiva” en una patologia autodiagnosticada en la cual el paciente prescribe al médico su propio tratamiento. Segtin él, al leer los sondeos se desprenden tres fases: De 1966 a 1969, la autosatisfaccion y el éxito social son los criterios univocos de evaluacién, y su resultado es muy po- sitivo. Desde 1967 para las primeras hasta 1975, los resulta- dos negativos se acumulan. Se constata (de hecho, muchos psicoanalistas constatan...) que después de la operacién persisten serias patologias mentales, aun en sujetos envia- dos sin vacilar al cirujano. Recién entre 1980 y 1990 los estu- dios vuelven a ser més favorables. La investigacién més sdlida data de 1992; fue realizada por Friedemann Pfafflin y Astrid Junge. Toma en cuenta varias . Castel, La Métamorphose impensable. Essai sur le transsexualisme et Videntité personnelle, op. cit, p. 157. 238 ‘ ee decenas de estudios catamnésicos que permiten considerar el devenir de 2000 pacientes operados entre 1961 y 1991. Estable- ce que muy pocos transexuales se lamentan por la operacién (entre 1 y 1,5%). Ademas, no se conforma con sefialar que la satisfaccion subjetiva es ampliamente predominante, sino que concluye que hay suficientes correlaciones objetivas externas como para sostener la pertinencia de las operaciones.” La Has observa en 2009 que “los estudios realizados sobre las pobla- ciones que han sufrido estas transformaciones, tanto en Fran- ciacomo en el extranjero, muestran una tasa de suicidio mucho menor que cuando estos cambios no son llevados a cabo, asi como una integracién social bastante lograda”;* aunque exis- ten pocos estudios -sefalan los expertos-, “éstos sugieren, no obstante, una mejoria muy sustancial en la salud de los transe- xuales después que se les da la cobertura correspondiente”. Asilo confirma el seguimiento de 207 transexuales operados entre 1991 y 2009 en el hospital Foch de Suresnes: sean MF 0 FM, su vida social ha mejorado en general; la tasa de morbilidad psi- quidtrica postoperatoria es del 3% y la de uso de téxicos es del 2%. Los autores lo resumen asf: “El 60% de los pacientes esta satisfecho con la cirugia, el 25% esta insatisfecho, y el 15% esta amedio camino. El 71% de los pacientes atribuye su insatisfac- ciéna la falta de estética, y el 46% a la falta de funcionalidad; el 83,5/ de los pacientes ha cambiado su estado civil”. Sobre todo, es preciso sefialar que “el 95% de los pacientes no ha expresa- do arrepentimiento alguno”. Los autores concluyen que “los pacientes, en su mayoria, manifiestan un bienestar psicolégico y sexual después de la operacién”; por otro lado, ellos sefialan “una mejor insercién social y familiar entre los FM y una mayor satisfaccién quirurgica y sexual entre los mr”.“ En resumidas 61. Pfaflin, A. Junge, Nachuntersuchungen nach Geschlechtsusumtandlung: eine fommentierte Literatureiibersicht (1961-1991) [Follow-up studies after sex reassigment surgery: a review (1961-1991)], Stuttgart, Schattauer, 1992 ‘Haute Autorité de Santé, Situation actuelle et perspectives d’évolution de la prise en charge médicale du transsexualisme en France, op. cit, p. 3. bid, p. 143, SL. Karpel, B. Gardel, M. Revol, C. Brémont-Weil, J-M. Ayoubi, B. Cordier, 239 cuentas, “no parece que haya razones empiricas para rechazar la demanda de cambio de sexo”. Tal es la opinién dominante hoy en dia. Sin embargo, hay algunos “arrepentidos” poco comunes. La intervencién quirtirgica no constituye la terminacién del trabajo de suplencia. Atin es necesario tener la capacidad para hacer que se acepte la construccién social del nuevo rol. No to- dos los transexuales tienen para ello la misma aptitud. A veces, la nueva imagen es poco creible. La aceptacién o el rechazo de los entornos familiares y profesionales es de gran importancia: puede facilitar la creacién de un nuevo lazo social, 0 bien, por el contrario, obstaculizarlo radicalmente. Retorno a la estructura suplente ¢Presenta algtin beneficio el hecho de hacer del transexualis- mo un tipo clfnico incluido en la estructura suplente, en lugar de clasificarlo entre los borderlines, convertirlo en un sindrome especifico, o considerarlo como una experiencia humana de va- riaci6n en torno a los géneros? Me inclino a creerlo. La hipéte- sis del tipo clinico especifico tiene la ventaja de proponer cierta inteligibilidad del fenémeno: arroja luz sobre el rechazo del inconsciente con el cual esté ligado; permite orientarse mejor dentro de la légica de un recorrido orientado hacia la compen- saci6n de la funcién falica; sitéa el recurso a la cirugia dentro de un trabajo de suplencia que debe ser coronado por medio de la construccién de un nuevo lazo social; introduce elementos de diferenciacién con respecto a procesos transgénero. Incluso puede incitar a arrojar una nueva mirada sobre las transexuali- zaciones inherentes a una psicosis clinica. Lo usual es considerar que la psicosis clinica constituye una contraindicacién a la demanda de reasignacién de sexo. Ahora “Bien-étre psychosocial postopératoire de 207 transsexuels”, en Annales médico- psychologiques, n° 6, vol. 173, julio de 2015, p. 511 65 A. Michel, Les Troubles de I'identité sexuée, Paris, Armand Colin, 2006, p. 107. 240 ee bien, pot més que sea pertinente considerar la feminizacién o jamasculinizacin como intentos de restaurar una falicizacion precaria y que, legado el caso, podrian servir como soporte ara una suplencia, se torna concebible considerar que algu- 10s psicéticos elaboran intentos de curacién que pasan por la transexualizacion. Esto es precisamente lo que observaba Nor- man Fisk en 1978, para su gran sorpresa. Con cinco sujetos, todos los cuales eran malos candidatos para la reasignacién de sexo debido a sus trastornos psicéticos asociados, constaté haber obtenido “resultados positivos extraordinarios e inespe- rados”.* Para tres de ellos, la sintomatologia psicética habia desaparecido después de la reasignacién de sexo, mientras que para los otros dos se habfa atenuado de manera notoria. De ello concluye que la transexualizacién, incluso sin operacién para uno de ellos, a veces puede tener efectos beneficiosos en pa- centes que, no obstante, se presentan como candidatos extre- madamente pobres para la reorientacién sexual. Asf pues, Fisk incita a efectuar una seleccién menos severa de los pacientes para la cirugfa de cambio de sexo. Lo incapacitante, y que debe incitar a rechazar la demanda, no es tanto la psicosis, sino sus consecuencias en las capacidades de socializacion del sujeto. Hay delirios compatibles con una vida social adaptada” y tran- sexualizaciones que pueden ser titiles para tratarlos. Lahipétesis de un trabajo inherente a la estructura suplente parece, por otro lado, mas pertinente que el recurso a la vaga nocién de estado limite. Este concepto nosografico, observa muy acertadamente Chiland, no explica el funcionamiento de los transexuales: a lo largo de los afios, ellos se han construido la conviccion de que per- tenecian al otro sexo para defenderse de una catédstrofe, de un estado de sufrimiento que vinculan con su género. Esta defensa es creadora, tal como lo dice F. Pfafflin. Se vuelve cada vez més s6lida e imposible de movilizar; si se quiebra 66 N. M, Fisk, “Five spectacular results”, en Archives of sexual behavior, vol. 7, 1°4, 1978, pp. 351-369, 67CE.J-C, Maleval, en Légica del delirio, Barcelona, Del Serbal, 1998. 241 de repente, no asistimos a una eflorescencia neurética, sino aun derrumbe psicético, segtin he podido constatarlo en va- rias oportunidades.* Es importante subrayar que la conviccién transexual puede conocer variaciones importantes. No siempre esta presente de forma permanente: en algunos, a veces se borra y a veces re- aparece. Antes de que ella alcance una solidez que ya la haga diffcilmente movilizable, un abordaje psicoterapéutico a veces resulta ser capaz de modificar el destino del sujeto. Después de la reasignacién, puede ocurrir que ayude a una mejor asuncién del nuevo rol. En este aspecto, el psicoanalista estd en la obligacién de acompaiiar a cada uno en su singularidad sin a priori sobre lo que conviene hacer 0 no. El observaré entonces que una cura puede generar tanto una solucién transexual como llevar a abandonarla, mientras que a veces ella permite al sujeto satis- facerse con el travestismo. El psicoandlisis deja al descubierto que el género no podria reducirse a un determinismo bioldgico nia un determinismo social: una eleccién inconsciente del su- jeto debe ademés contribuir en ello. 68 C. Chiland, Changer de sexe. Illusion et réalité, op. cit., p. 209. 242

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