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Cuerpo y Espíritu
Cuerpo y Espíritu
Introducción
Ya que no hay respuestas a estas preguntas, la búsqueda continúa en todas las direcciones
posibles.
Los antiguos sistemas de creencias, como las actuales enseñanzas orientales que están
ahora de moda, forman parte de esta búsqueda. La humanidad busca constantemente la
fundamentación lógica de su existencia. El hombre ha investigado las leyes de la naturaleza
durante miles de años.
Los científicos modernos están encontrando que cuanto más avanzan en sus
investigaciones, se vuelve más confusa y poco clara la imagen del mundo. Sin embargo, las
respuestas a las preguntas sobre el propósito de este mundo y de la humanidad aun no se
encuentran.
La Cábala, como ciencia, ofrece el método para la investigación del mundo. Este método
permite a la persona desarrollar la habilidad de sentir la parte oculta del universo. La
palabra “Cabalá” significa “recepción” y expresa la aspiración humana a recibir el
conocimiento más alto, a sentir la realidad del mundo.
Los actos del Creador se llaman “gobierno” o “naturaleza de la creación”. Los científicos
también investigan las acciones del Creador (ellos las denominan “naturaleza”, “leyes de la
naturaleza”) persiguiendo el mismo objetivo: aprender con el fin de imitar la “sabia”
naturaleza.
Todo lo que hacemos en nuestra vida es una imitación de la naturaleza. Toda obra de la
mano o pensamiento del hombre – la tecnología, la música, el arte – todo se basa en la
semejanza con la naturaleza.
No podemos crear algo nuevo. Sólo promovemos las acciones del Creador, que Él promulga
a través de nosotros. Simplemente nos parece que hacemos las acciones nosotros mismos.
Así fuimos creados: actuamos constantemente conforme lo dicta la naturaleza pero estamos
convencidos de que somos nosotros quienes estamos llevando a cabo nuestros deseos
personales.
La verdad es que éstas son también acciones del Creador. Es un programa de nuestro
desarrollo. Todos nuestros “descubrimientos” son revelaciones de cosas ya existentes, pero
antes ocultas de nosotros.
Nuestro cuerpo físico es como el cuerpo de un animal. Es similar a todos los cuerpos de
nuestro mundo y, obviamente, no tiene ninguna propiedad espiritual en sí.
Si no hay diferencia espiritual cualitativa, no importa cuán diferentes sean nuestros cuerpos
fisiológicos, espiritualmente se consideran como un solo cuerpo. En la espiritualidad la
diferencia reside en las propiedades, cualidades. Es porque la cáscara material exterior no
existe en el reino espiritual.
Por esta razón, cuando un Cabalista observa este mundo, ve a un representante de cada
especie. Pero si un Cabalista observa a la naturaleza a través del prisma de las verdaderas
propiedades espirituales, entonces su visión, la cual sólo distingue propiedades espirituales,
no capta nada en nuestro mundo, más que vacío.
Las propiedades fisiológicas de los cuerpos son idénticas. Por ejemplo, si alguien sufre de
alguna enfermedad, el médico le tratará de la misma manera que lo hace con pacientes que
padecen de la misma enfermedad.
Por supuesto, esto es válido para todos los objetos de nuestro mundo - todos los cuerpos
inanimados son como un solo cuerpo, todas las plantas son como una sola planta y todos
los animales son como un solo animal.
Hay un único reino espiritual. Es el reino de las propiedades que están más cerca o más
lejos en relación con el Creador. La presencia de los cuerpos materiales –inanimados,
vegetativos, animados – no importa en el reino espiritual, porque aquí la diferencia se
define sólo en términos de propiedades espirituales.
Si un cierto número de cuerpos no difieren entre sí, se funden en uno solo. De acuerdo con
esta ley de equivalencia de forma, quien adquiera las cualidades del Creador, se funde con
el Creador.
Toda la creación existe en este reino espiritual. Cobró existencia después de que el Creador
se reveló y continúa revelándose, al nivel de similitud de forma con Él. Sólo existimos Él y
nosotros.
Podemos decir que la fuerza de Atracción del Creador opera en el reino espiritual. Esta
fuerza atrae a la persona hacia el Creador, al nivel en que la persona se asemeja a Él, y así
es cómo la persona se mueve.
Estos son movimientos consecutivos, de múltiples niveles. El mejoramiento gradual de las
propiedades de la persona es un proceso de comprensión y evaluación internas de sus
propiedades como malas, seguido de esfuerzos voluntarios para mejorarlas con ayuda del
Creador.
El recibir ayuda crea una nueva propiedad en la persona. Automáticamente, según la “ley
de la gravitación”, ocupa un nivel nuevo, más alto, correspondiente a las nuevas
propiedades de la persona.
Entre mayor sea el grado de la persona, más cualidades tendrá en común con la creación.
Es similar en nuestro mundo, cuando una persona, que pasó por muchos estados y ha
adquirido experiencia, gana la experiencia de muchas personas. Por esta razón, lo general
es superior a lo particular.
Es por eso que la persona leal a su nación es superior al hombre ordinario; la persona leal al
mundo es superior a alguien leal a su nación. Hay una diferencia entre las personas devotas
a su familia, su ciudad, su nación o al mundo.
Este proceso es como el nacimiento de un ser humano. Primero, los cuerpos de la madre y
el padre producen determinadas células que más tarde se fusionan. Un nuevo organismo
empieza a desarrollarse y es completamente inconsciente de sí mismo, de forma similar a
un pensamiento no formado. Después, gradualmente, esta nueva entidad se da cuenta cada
vez más de su propia existencia, se separa de su curso original, se vuelve auto-consciente y
comienza sentirse a sí mismo.
Estos procesos están interrelacionados: la independencia aumenta a medida que uno deja
de estar bajo la influencia de los padres. Y por el contrario, el nacimiento es un cambio de
poder.
El nacimiento espiritual ocurre cuando la persona sustituye a su propio poder con el poder
del Creador: una persona se somete voluntariamente al dominio del Creador, desea actuar
a pesar de su razón y sigue la sabiduría del nivel espiritual superior.
Hasta ese momento, la persona no tiene deseos espirituales; está bajo la influencia de sus
deseos egoístas. El recibir de lo Alto nuevos deseos espirituales, sustituyendo a los egoístas
con deseos altruistas, es llamado nacimiento espiritual.
Sucede con la ayuda del Creador, la fuerza espiritual que da a luz a todo en todos los
mundos, incluyendo el nuestro. Todo lo que ocurre en nuestro mundo es consecuencia de
los acontecimientos en el mundo espiritual que descienden a nosotros. Se ha dicho: “la
fortuna, en el mundo superior, relacionada con la hierba en el mundo inferior, la impacta,
obligándola a completar su crecimiento”.
Esto significa que el nacimiento y el crecimiento posterior suceden sólo bajo la influencia de
la imperiosa fuerza impulsora de lo Alto. Esto es aun más cierto cuando hablamos del
nacimiento y del crecimiento espiritual - este proceso ocurre a pesar de nuestra naturaleza
egoísta.
Si no fuera por la fuerza espiritual del Creador que obliga desde lo Alto, la vida y el
movimiento dejarían de existir en nuestro mundo; todas las manifestaciones materiales son
consecuencias, manifestaciones de las fuerzas espirituales.
Cuando nuestros ojos se abran, veremos el Mundo Superior; descubriremos que lo corporal
no existe. Todo es solamente una serie de ciertas manifestaciones de las acciones de las
fuerzas espirituales, que nosotros vemos en su forma material, pues así se muestran a
nosotros en nuestros sentidos materiales de percepción.
A medida que ascendemos espiritualmente y nos acercamos más al Creador, fuerzas cada
vez mayores sustituyen las anteriores, hasta que vemos que no hay nadie, ni nada más que
el Creador.
La aparición de una propiedad nueva y distinta, diferente a las propiedades de este mundo,
impulsa a una persona fuera de este mundo hasta el nivel correspondiente a esa propiedad.
Este nivel es el nivel más bajo del mundo espiritual - Maljut del Mundo de Atzilut.
El nacimiento espiritual
La persona sólo puede adquirir propiedades altruistas y salirse (liberarse) de las egoístas,
entrar en el mundo de la corrección y alcanzar la primera propiedad espiritual, sólo cuando
logra dominar toda manifestación de sus cualidades egoístas.
Naturalmente, esas fuerzas anti-egoístas no existen en un ser humano. Una nueva fuerza
espiritual aparece en la persona sólo bajo la influencia de lo Alto; esta fuerza le asiste a
superar sus deseos naturales.
La liberación de las garras del egoísmo –el Faraón – se denomina ‘la liberación de Egipto’ o
‘el éxodo de Egipto’, mientras que la adquisición de nuevas propiedades altruistas se llama
‘entrar en la tierra de Israel’.
Sin embargo, en relación con la criatura per se, se puede decir que hasta su nacimiento, el
bebé existe en el vientre de su madre, en la oscuridad, sin darse cuenta de dónde está, de
quién es; no puede moverse ni alimentarse a sí mismo. Todo le viene de su madre. Tal es
nuestro estado hasta el nacimiento espiritual.
Un bebé nace en este mundo en el momento en que alcanza la madurez prenatal. Si no
llega a nacer, o si no abandona el lugar que fue tan adecuado hasta ese momento,
perecerá.
Así pues, el mejor lugar se convierte en el más peligroso. ¡Si se queda allí demasiado
tiempo, fallecerá! Esta es la razón por la que la madre misma expulsa al feto.
Antes de nacer espiritualmente, uno debe primero sentirse como un embrión espiritual,
percibido como el nacimiento de los deseos espirituales propios.
Sólo después de que uno nace espiritualmente, recibe la sensación y comprensión de lo que
significa existir en el mundo espiritual: respirar autónomamente, recibir del Superior, rogar,
sentir al Superior como el procreador y el guardián.
Durante este proceso, uno no utiliza sus deseos egoístas para nada; sólo los rechaza.
Cuando uno llega a Maljut del mundo de Atzilut, en cuanto a sus propiedades, se dice que
adquiere plenamente sus deseos altruistas –GE.
Después, siendo parte de Maljut del mundo de Atzilut, uno comienza a corregir sus deseos
egoístas: eleva su AJAP al mundo de Atzilut, transformando los deseos egoístas en
altruistas: el placer de recibir en ellos por el bien del Creador. Estas correcciones se realizan
gradualmente, en 6000 partes o peldaños, llamados años.
El próximo nivel que sigue se llama “Mesías”, el Redentor. La Luz que una persona recibe de
este grado es tan fuerte que le ayuda a corregir su propia naturaleza, a transformar el
egoísmo innato en altruismo y a cambiar el “corazón de piedra” (Lev HaEven) en el “corazón
vivo” (Lev Basar).
Entonces uno se eleva a los grados supremos de adhesión con el Creador, llamados 7º, 8º,
9º y 10º milenios. Como Baal HaSulam escribe, hay individuos que alcanzan estos grados,
mientras que viven en este mundo.
El artículo “Visión del Rabí Jiyá” en el Libro del Zohar narra cómo después de la muerte del
Rabí Shimon, su discípulo, el Rabí Jiyá, no podía entender por qué su Maestro no llegó al
grado final, la corrección final, el Gmar Tikkún.
Emergiendo de la oscuridad
Pero si un embarazo (la sensación de estar bajo la esclavitud egipcia del egoísmo) resulta
en un nacimiento prematuro, es decir, cuando uno no ha madurado lo suficiente, no ha
adquirido las propiedades altruistas requeridas para una existencia independiente en el
nuevo mundo, se le considera nacido muerto.
En este caso, la persona se ve obligada a continuar esta lucha con los deseos egoístas (la
guerra con Amalec, los conflictos internos, el culto del Becerro de Oro, sintiendo el nuevo
mundo espiritual llamado Sinaí, de la palabra Sina - odio).
A pesar de que nos son dados los poderes altruistas desde lo Alto, todavía no podemos
tomarlos.
Nacido muerto
Nacer muerto significa que la persona no fue capaz de adquirir las propiedades espirituales,
independientemente de lo que fue preparado para él o ella. La persona logra salir de las
propiedades egoístas, sin embargo, entra en la oscuridad.
La espiritualidad brilla, pero hay enormes obstáculos por delante: Yam Sof, “el mar final”
(Mar Rojo), el desierto seco y sin vida (Sinaí); así es cómo la persona imagina el mundo
espiritual en sus propiedades sin corregir.
Aunque una persona recibe la Luz Superior, no renuncia a sus propiedades anteriores por
completo, lo que resulta en la rotura de las tablas, el pecado del Becerro de Oro y así
sucesivamente.
Como Baal HaSulam escribe, la salida prematura del exilio egipcio fue la razón de todos los
demás exilios. Pero ningún acto del Creador es imperfecto: todo eso va a resultar ser un
paso necesario para la combinación posterior de las propiedades altruistas y egoístas,
requerida para su mutua compenetración, que es necesaria, a su vez, para hacer posible la
corrección de la totalidad del egoísmo.
Así, a cada paso tiene que haber un rompimiento de los deseos. Ya que sin la ruptura y
mezcla de estas propiedades opuestas en el hombre, la corrección es imposible. Esta es la
razón por la cual la combinación se produce en todos los niveles.
Los deseos se mezclan para que lo espiritual pueda entrar en todos los elementos
materiales, en el deseo de recibir, en el egoísmo, en la medida en que haga posible corregir
los deseos más bajos, los más alejados del Creador. Sólo entonces logramos una completa
y perfecta “Corrección Final”.
El Nacimiento
Sin embargo, después de un auténtico nacimiento espiritual, la persona recién nacida traga
el aire espiritual vigorizante y las primeras sensaciones espirituales se irrumpen en él.
Posteriormente, crece según se ha descrito anteriormente: primero, sólo alcanza los deseos
“de otorgar”, GE, y luego corrige e incorpora los AJAP, los deseos “de recibir”, aplicando la
intención por el bien del Creador.
Cuando la persona renuncia a los deseos egoístas, a los pensamientos acerca de sí mismo,
no quiere nada. Después, cuando sus ojos se abren y ve al Creador, comienza a sentir amor
por Él.
Al igual que en nuestro mundo, un bebé recién nacido llega a las manos amorosas de sus
padres, quienes velan por su desarrollo seguro y necesario; también le sucede esto a la
persona recién nacida a la espiritualidad: cada persona nacida en la espiritualidad se
encuentra en un cierto ambiente espiritual, llamado 600,000 almas o fuerzas bondadosas,
que tienen cualidades que ayudan a un recién nacido a sobrevivir y desarrollarse en el reino
espiritual.
La naturaleza del hombre es tal que siempre ve hacia el futuro, hacia su mayor crecimiento
o progreso. Su camino le parece como el ascenso “de abajo hacia arriba”, percibe cada
estado futuro como superior, mejor que el actual.
El hombre ha sido creado de tal manera que siempre aspira a su próxima condición como un
mejoramiento, en relación con su situación anterior.
Y ya que el hombre fue creado con esta aspiración por el futuro, es incapaz de percibir y
sentir los estados que preceden a su nacimiento físico.
Tampoco puede sentir cómo se conciben los deseos dentro de él, ni tiene idea del origen
que constituye su “yo”.
Pero, ¿cómo puede alguien alcanzar el grado del que recibe todos los deseos y en el que, en
otras palabras, se encuentra su futuro?
De repente, la persona tiene el deseo de lograr algo: de pronto siente un deseo de recibir,
de darse cuenta o de entender algo. Sin embargo, este pensamiento es resultado del deseo
que desciende a él. Este deseo descendente es lo que dio lugar al pensamiento en él para
cometer una acción determinada, alcanzar algo.
Por esta razón el hombre es como un libro al que le falta la primera mitad de las páginas. Y
“leyéndose a sí mismo”, investigándose con sus propiedades “terrenales” no corregidas, uno
no es capaz de comprender nada de sí mismo – no sólo el pasado, sino tampoco el futuro,
aunque nos parezca que sí lo hacemos.
Aquellos que entran en la espiritualidad tienen la ventaja de ver el futuro, puesto que han
alcanzado su pasado. También, adquieren la posibilidad de alcanzar las causas originales
que les obligan a desarrollarse, que determinan su condición actual, su “yo”.
Los Cabalistas comienzan a sentir su “yo” anterior y se asoman al futuro. Sólo si alguien
alcanza su raíz espiritual, puede realmente ver tanto a sí mismo como también lo que le
espera en el futuro. Sin este alcance, no ve nada delante de él.
Los deseos en una persona cambian todo el tiempo, y esto se debe a que su raíz espiritual,
dirigiéndola hacia la meta, está en constante renovación.
Sólo podemos mirar hacia atrás con el propósito de investigar nuestro estado previo, para
poder saber cómo avanzar más: no para justificar nuestra pereza o falta de acción, sino
para adquirir conocimiento y después seguir adelante a despecho de ello.
El ser humano abarca todo lo creado por el Creador: los mundos, los Sefirot, los ángeles y
todo nuestro mundo existen dentro del ser humano. Sin embargo nos parece que sentimos
todo desde afuera.
En realidad, nada existe fuera de nosotros, a excepción del Creador, a Quien no sentimos.
Sólo sentimos su influencia sobre nosotros, gracias a la cual alcanzamos capas aún más
profundas de nosotros mismos.
Nuestros sentidos nos dan una imagen invertida: lo que en realidad existe en nuestro
interior, nos parece que existe en el exterior, mientras que lo que realmente existe afuera
de nosotros es solamente el Creador.
¿Cómo se produce en nosotros la sensación que existe un mundo que nos rodea? Existimos,
por así decirlo, dentro de la Sefira de nuestras sensaciones. El Creador “nos presiona” desde
el exterior, mientras que nosotros, estando en nuestra Sefira actual, equilibramos las
presiones externas, percibimos y reaccionamos a Él con nuestros sentidos.
Al chocar la presión interna con la presión externa, la imagen, llamada “el mundo”, emerge.
Concebimos esta imagen como si existiese afuera, pero en realidad existe adentro de
nosotros.
Todos los instrumentos de medición están elaborados de acuerdo con este principio: no
miden la influencia en sí, sino su respuesta a esta influencia.
No podremos alcanzar el mundo exterior, pues no existe. Nuestra ciencia abarca sólo la
forma en que percibimos al Creador. Pero aunque sólo nos alcancemos a nosotros mismos,
comprendiendo la imagen sólo en nuestro interior, ello nos da suficiente información como
para existir en esta misma imagen. Esto se debe a que el Creador, al crear esta imagen
dentro de nosotros, actúa en nosotros de acuerdo con ella.
Lo que sea que sintamos, es lo más adecuado y necesario para nuestro desarrollo. La
pregunta “¿cómo puede una persona evolucionar espiritualmente en este mundo?” es
irrelevante.
El fragmento del Creador que uno siente y llama su mundo es exactamente lo que tiene que
sentir en dicho momento, y por lo tanto, deberá actuar específicamente en “su propio
mundo”.
¡Lo que hemos sentido en cada momento es la mejor sensación posible para nuestro
desarrollo espiritual!
Podemos entender a las demás personas sólo estando conscientes de uno mismo. Sólo
después de que descubramos las características del resto del mundo dentro de nosotros
mismos, seremos capaces de conocer la realidad circundante.
Con el fin de conocer la realidad circundante, hasta llegar al Creador, tenemos que
investigar nuestras propiedades, como está dicho: “Encontraré a mi Creador dentro de mi”.
El hombre está hecho de esta manera deliberadamente, para que pueda alcanzar lo que
está fuera de él. De lo contrario, no sería capaz de corregir “el mundo entero” a través de
sí.
Sin embargo, lo que no podemos comprender son nuestros propios orígenes, todo lo que
sucedió antes de tomar conciencia de nosotros mismos, antes de que este pensamiento
ocurriera: ¿Cómo se produjo?, ¿de dónde descendió este deseo hasta nosotros?
No tenemos un lenguaje accesible para expresar el motivo por el que recibimos las
propiedades particulares de nuestro “yo”.
Las mundos descendieron, desde arriba hacia abajo, alejándose cada vez más de la Luz del
Creador, y la Luz se debilitó con el fin de crear al ser humano, que comenzaría a existir en
completa alienación del Creador y llegara a la plena adhesión con Él.
Toda la preparación para la aparición del ser humano se llama “la parte posterior”. No
tenemos ninguna sensación de esto para nada, porque éstos son los grados más altos de la
Luz que desciende del Creador a nuestro mundo – el grado más bajo.
Sólo los Cabalistas alcanzan estos niveles de precipitación de la Luz a medida que remontan
de abajo hacia arriba y lo describen en sus libros. Aquellos que ascienden alcanzan su
propia concepción y, por lo tanto, son más conscientes de su Origen y de ellos mismos, y
alcanzan su propio futuro.
El secreto de la concepción
Entre más nos elevamos, más alcanzamos de nuestro “pasado.” Esto se debe a que todo
pasa por el mismo camino: desde arriba hacia abajo descienden los Sefirot, los Partzufim y
los mundos; y después el ser humano asciende desde abajo hacia arriba, hasta llegar a la
adhesión con el Creador.
El Creador revela todos los “pasos del descenso desde arriba hacia abajo”; sin embargo, el
desarrollo desde abajo hacia arriba, alcanzando todos los grados desde el más bajo (nuestro
mundo) al más alto (la corrección final), no es revelado, porque sólo la corrección de las
almas lo puede hacer posible.
Este deseo no se manifiesta en nosotros hasta el final de la corrección. Está tan oculto a
nosotros que ni siquiera podemos imaginarlo. Sólo cuando se corrige completamente y se
llena de la Luz, pueden ser los Cabalistas merecedores de alcanzar el rostro del Creador: la
plena revelación de la Luz en la totalidad de Maljut.
Se dice: “Es preferible un hombre sabio a un profeta”. Esto se debe a que un sabio recibe
con la ayuda de la pantalla y esto se convierte en su merecido alcance individual, el cual
puede controlar. En la medida del grado de su alcance, es un “compañero” del Creador: él
mismo da a luz, crea el grado al cual asciende y habita.
Mientras tanto, la profecía es una revelación desde “lo Alto”, un regalo. El Creador abre los
ojos del Cabalista, quien luego ve y comprende, pero sólo debido al Creador, más no por su
propia cuenta.
Concepción y crecimiento
Desde el momento en que una semilla cae al suelo, comienza a deshacerse de su forma
anterior, sus propiedades. A la semilla completa se le conoce como padre en relación a la
semilla desintegrada, la cual se descompone en el suelo y pierde sus antiguas propiedades.
Lo que queda de la forma anterior es sólo la energía, el potencial del futuro recién nacido.
Una semilla completa tiene muchas propiedades, todo un mundo, minerales, proteínas, etc.,
pero el programa de desarrollo es lo único que queda de ella y se transforma en una nueva
forma.
Lo único que queda de una fase anterior, es la energía que no está revestida en forma
alguna: la semilla solía tener tanto propiedades como forma, pero todo lo que queda es su
esencia, la cual no podemos comprender. La forma anterior ha sido completamente
destruida.
Hasta que haya algo del pasado, es llamado embrión, que desciende desde arriba hacia
abajo.
A medida que el deseo de la ascensión espiritual es inculcado en la persona desde lo Alto (si
es que esto ocurre), la persona desarrolla la necesidad de estudiar los libros auténticos,
comienza a buscar una guía, al verdadero Maestro, se vuelve más consciente de sí mismo y
de la maldad de su naturaleza.
El alcance de esta condición, la más baja, es el primer paso de nuestro avance hacia la
espiritualidad y aunque nuestro desarrollo se dirige hacia arriba, hacia el Creador, en un
inicio aparentemente nos alejamos de Él, en nuestras sensaciones.
Nos sentimos así porque revelamos o sentimos en nuestro interior cualidades egoístas cada
vez más bajas. Paralelamente, se nos muestra la precariedad de nuestro propio poder, de
nuestra falta de deseo de dirigirnos al Creador en busca de ayuda. La revelación de todos
estos factores nos da la posibilidad a nacer espiritualmente.
La persona que siente tener conocimiento, saber y entender por sí mismo cómo conducir su
vida o estudiar, todavía no ha pasado por el desarrollo desde arriba hacia abajo. Y sólo
después de ello, puede emprender el camino de abajo hacia arriba.
Hasta que llegamos al punto más bajo − la plena conciencia de nuestra naturaleza egoísta –
recorremos el camino de la comprensión de nuestro propio mal (siendo influidos por las
fuerzas que nos obligan a desarrollarnos de esta manera), llamado el camino del
sufrimiento.
Siendo afectados por estas fuerzas, en cada generación, a través del sufrimiento, cada uno
de nosotros gradualmente se da cuenta y acepta (de manera consciente o no) la
mezquindad de nuestra naturaleza egoísta. De esta forma nos acercamos a la meta de la
creación.
Pero, ¡cuán largo es este camino! El punto final de este camino es la comprensión de que el
egoísmo es tan destructivo que la única forma de evitar el sufrimiento es renunciar por
completo al egoísmo. Esta parte del camino se llama “la conciencia del mal” (Akarat HaRa).
Podemos acelerar nuestro desarrollo, para pasar por este proceso, corrigiéndonos a
nosotros mismos por medio de la Luz Superior (el camino de la Cabalá), si aspiramos a
corregirnos a través del camino de la Cabalá en lugar del camino del sufrimiento. La
diferencia entre estos dos caminos es que la Cabalá acelera en gran medida nuestro
desarrollo espiritual.
Cuanto más aspira uno a lo Alto, más claramente ve uno cuan bajo existe y desciende aún
más bajo, y más rápidamente “se pudre” como una semilla, a sus propios ojos para,
después de nacer, empezar a “brotar”.
Al principio, no nos damos cuenta de que nuestra ansia por la espiritualidad viene de lo Alto,
¡pero de qué otra manera podría esta ansia surgir del egoísmo! Y así deseamos la
espiritualidad, sólo porque no sabemos lo que es, pues la espiritualidad es la muerte, es
completamente opuesta al egoísmo, nuestra naturaleza actual.
Así como no podemos poner nuestra mano en el fuego, no podemos forzarnos a recibir
propiedades altruistas; son tan adversas a nosotros. Pero el propio egoísmo nos empuja
hacia lo espiritual (precisamente porque siente placer sólo de la Luz).
¿Cómo puede querer el egoísmo la autodestrucción? ¿Por qué la persona pasa de Lo
Lishma (por su propio bien) a Lishma (por el bien del Creador)?
Por ello se dice que el Creador engendró dos ángeles – la inclinación hacia el bien y hacia el
mal − y los dos llevan a una persona al Creador.
Pero hasta el momento en que desechamos nuestro egoísmo, creemos que esto es
imposible; tal como una semilla: hasta que no se desintegra por completo, no puede
adquirir una nueva forma. Mientras aun queda algo del estado anterior en la persona, se le
considera como descendiendo de arriba hacia abajo.
Y sólo cuando no queda nada de los deseos anteriores, comienza el ascenso desde abajo
hacia arriba. El último, el estado más bajo se sustituye inmediatamente por el ascenso hacia
arriba.
Las fuerzas impuras nos dicen: “Vale la pena adquirir la espiritualidad, ¿qué tienes en este
mundo? Pequeños placeres. En el mundo espiritual, ¡el deleite es millones de veces mayor,
real y eterno!”. ¡Esto es lo que nuestros Klipot nos dicen! De esta manera, nos ayudan a
emprender un viaje espiritual y después cambiar su objetivo y llegar a la pureza espiritual.
Dos ángeles
Las fuerzas pura e impura, los ángeles del Creador − dos sistemas opuestos de ABYA puros
e impuros − constantemente “pulen” a una persona, como las manos pulen un chícharo.
En nuestro mundo, nuestros deseos egoístas anhelan los placeres terrenales, pero cuando la
persona entra al mundo espiritual, en lugar de anhelar placeres mundanos, se desarrolla en
uno el deseo de recibir la Luz, el puro deleite para su propio beneficio, por la auto-
gratificación.
Al corregir este impulso, la persona asciende aún más alto, pero aquí, otra vez, las fuerzas
impuras, los Klipot le dan un deseo egoísta aún más grande de recibir la Luz para su propio
beneficio. Y de nuevo, convierte este deseo en altruista.
Y así crece, moviéndose “en dos piernas”. Las fuerzas impuras nos ayudan a ascender. El
Creador no engendró algo que pueda perjudicarnos: todo fue creado para su beneficio. Sin
embargo, no existe el mandamiento de amar las fuerzas impuras.
Se puede amar u odiar algo sólo en virtud de su beneficio. Por el momento amamos
las Klipot pues nos dan placer. Cuando veamos que nos alejan de una gran recompensa, las
percibiremos como nuestras enemigas.
¡Estos son toda nuestra vida! Nos encantan estos deseos y el placer en ellos; racias a ellos
sentimos el placer de la micro-dosis de Luz, la chispa de Luz Ner Dakik, que llamamos
“vida”.
Podemos acelerar nuestra senda de descenso, nuestro desarrollo prenatal, tan sólo
anhelando el ascenso. Este es el único medio para una rápida “conciencia de su propio mal”.
Uno puede recibir la fuerza y el deseo, la dirección correcta, buscar el verdadero objetivo
sólo de las fuentes Cabalísticas auténticas y bajo la orientación del Maestro verdadero.
Al realizar cada acto en la vida, tenemos que pensar: “¿Por qué hago esto?”. Es decir,
tomamos conciencia de cuán burdos, egoístas y débiles de voluntad somos, y de que sólo
buscamos pequeños placeres. Precisamente estas sensaciones desagradables se acumulan
en nosotros y provocan “el deterioro de la semilla”, a partir del cual eventualmente brotará
una nueva criatura que crecerá desde abajo hacia arriba.
Este punto más bajo de nuestro desarrollo se denomina en la Cabalá “el punto de nuestro
mundo”. Y la persona puede sentir este punto sólo cuando llega a la condición más baja en
sus sensaciones.
A esto se le llama: que existe en “Nuestro Mundo”. Cuando llega, inmediatamente recibe la
respuesta del Creador, asegurando su crecimiento mientras siente el Mundo Superior.
Percibimos todo sólo a través de nuestras sensaciones, lo que representa una “caja negra”
que se llena exclusivamente con lo que entra a través de nuestros cinco sentidos. Por lo
tanto, a fin de investigar algo, primero tenemos que conocernos completamente, tenemos
que darnos cuenta de la naturaleza limitada de nuestros sentidos y de las distorsiones que
aportan al medio ambiente.
Sin embargo, incluso cuando la persona alcanza los grados espirituales, su capacidad para
comprender continúa parcialmente limitada. Y esto ocurre independientemente del hecho de
que cada parte de la creación contiene todas las propiedades de las otras partes. Uno no
puede alcanzar todos los fenómenos a través de su parte: no ve las consecuencias de
muchos fenómenos, porque aún no ha alcanzado las razones detrás de ellos.
Muchas causas siguen siendo invisibles, debido a que esos estados anteriores no han sido
encontrados aun en el ascenso o retorno hacia lo Alto, están todavía en estado de
concepción y no se ha llegado a los niveles que dieron origen a las leyes y propiedades que
permanecen ocultos para uno.
Digamos que una persona alcanza un cierto grado. De ahí que, a partir de este grado para
abajo puede entender el principio y el final de las acciones. A esto se le denomina el nivel
de su logro. La persona en este mundo no ve nada en concreto del pasado porque no ha
alcanzado aún el futuro: no ha alcanzado sus estados espirituales.
A fin de comparar dos sensaciones, las sensaciones de dos individuos, estas sensaciones
han de existir en la persona que las compara. Sólo entonces las podrá contrastar (pero
desde luego, ¡sólo subjetivamente!).
Por esta razón, sin haber alcanzado nuestros estados anteriores (“prenatales”), no podemos
alcanzarnos a nosotros mismos. Y debemos alcanzarnos, pues de lo contrario no
alcanzaremos toda la creación.
Sólo al comenzar a ascender por los mismos grados por los cuales nuestra alma descendió,
comprenderemos nuestras propiedades.
Con el fin de conocer cualquier objeto por completo, necesitamos, en esencia, conocer sus
propiedades y manifestaciones negativas, malvadas. Esto es así porque lo único que se ha
creado es la voluntad de recibir placer, el egoísmo o el mal.
Para conocer plenamente un objeto, debemos discernir la mayor manifestación del deseo
egoísta en éste. Entonces nos convenceremos que hemos llegado a las profundidades de la
naturaleza, a la esencia primaria del objeto.
Por lo tanto, discernir la esencia de algo significa contemplar sus propiedades negativas. Y
puesto que el ser humano no es capaz de ver lo negativo en sí mismo, es incapaz de
conocerse.
¿Por qué no podemos ver nuestra maldad? Debido a que nuestro egoísmo no nos permite
ser conscientes de ello. Nuestra esencia es la voluntad de recibir placer. La ausencia de
placer nos hace sufrir.
No somos capaces de sufrir por nuestra propia voluntad - está por encima de nuestra
naturaleza. Si estamos de acuerdo con el sufrimiento evidente, se debe a que esperamos
una recompensa mayor al sufrimiento que estamos dispuestos a soportar.
Por esta razón, la gente se cree tales teorías como el comunismo, la caridad: esto
impresiona al egoísmo: “estaré satisfecho”, “le importaré a la gente”, “me sentiré bien y
seguro”. ¡Esta es una excelente coartada para el egoísmo! No queremos escuchar cosas
negativas sobre el egoísmo: es desagradable y nos hace sufrir.
Todo lo negativo que vemos en los demás, tratamos de verlo como positivo en nosotros
mismos. Vemos sólo bondad en las personas que nos simpatizan. En las personas que nos
son antipáticas, vemos sólo el mal.
Padres e hijos son un excelente ejemplo: todos los padres sólo ven lo positivo en sus hijos.
Trate de señalarles algo negativo y se ganará un enemigo. Usted señaló algo que es
verdadero, objetivo. Sin embargo, al egoísmo le gusta lo agradable, ¡no lo que es objetivo!
Cada minúscula sensación del mal es percibida como dolor. Así pues, aunque sabemos de
antemano que es malo, desconectamos nuestros sentidos, tratando de no escuchar; nos
desconectamos del mal que se nos muestra. Y esto sucede automáticamente.
De ahí la ley: “la fuente del placer no se percibe como maldad”. Y sólo como resultado de
una prolongada experiencia, una persona comienza a darse cuenta de que la aparente
bondad es realmente maldad. Lleva meses, años, para que una persona se de cuenta de
esto. Esta conciencia también requiere memoria y cualidades especiales de conciencia, la
exploración profunda de sí mismo. Y no todos son capaces de ello.
Nuestro cuerpo está hecho de egoísmo puro, de tal forma que entiende que el placer es
seguido de un ajuste de cuentas; que es necesario experimentar cierto castigo, lo que crea
un reflejo condicionado del placer: la sensación de sufrimiento posterior, hasta el punto en
que cualquier placer es percibido de antemano como malo.
Los Cabalistas, habiendo alcanzado los más altos grados en toda su plenitud, son
merecedores de una realización completa de estos niveles dentro de sí, lo que es llamado
“el alma”.
“El alma” es la vasija espiritual (Kli), llena de la Luz. Podemos comprender al Kli mediante
la Luz que lo llena, como se ha dicho: “En tu Luz contemplaré la Luz”. Cuando llega la Luz,
vemos tanto nuestras propiedades positivas como las negativas en relación con las
propiedades de la Luz.
Ya hemos mencionado que los mundos se alcanzan primero desde arriba hacia abajo: al
principio, alcanzamos el llamado “descenso de las almas”. Luego de abajo hacia arriba,
alcanzamos los grados de creciente cercanía con el Creador, el alcance en sí mismo.
En otras palabras, el ascenso a cada nuevo nivel espiritual comienza con el estado de Ibur,
aunque ocurre de manera diferente cuando el alma desciende inconscientemente, por la
voluntad y la fuerza del Creador. Al ascender conscientemente, con todas sus fuerzas y
oraciones, la persona se acomoda a sí misma en el estado de Ibur: el estado de completa
sumisión a las leyes espirituales de ese grado, completa subordinación a las leyes que le
son reveladas en ese grado.
Si, a pesar de los obstáculos de su egoísmo, la persona se compromete a seguir las reglas
de ese grado espiritual, se convierte en un feto, en el seno del Creador en ese grado. Y más
tarde nace y evoluciona, hasta que supera ese grado y entra en el estado de Ibur en el
grado más alto.
Y de esta manera, en cada grado empieza poco a poco a asimilarlo desde el estado de “feto”
- completa sumisión a sus leyes.
Mientras que una persona sea capaz de aceptar únicamente las leyes de cierto grado, pero
no adquiera sus deseos o propiedades, su estado en ese grado se denomina “feto”, Ubar.
Esto ocurre en cada grado.
Pero el momento en que comienza a cumplir las leyes de ese grado independientemente y
adquiere sus deseos, se le considera nacido en ese grado.
El mismo camino se repite una vez más: la persona se hace embrión del grado Superior,
que se convierte en su “Padre y Madre”.
Todos los grados a través de los cuales el alma del hombre desciende de arriba hacia abajo
se denominan el nacimiento del alma del hombre. Pero sólo mediante la adquisición de un
deseo independiente del grado Superior se considera a una persona nacida espiritualmente.
Al comenzar a estudiar la Cabalá, una persona entra en el período de toma de conciencia
de su propio mal. Empezamos este camino desde Lo Lishma, las aspiraciones egoístas.
Es por eso que al extraer una pequeña parte de la Luz de los objetos de nuestro mundo e
iluminando con ésta desde lo lejos, sin revestirse en ningún objeto específico, el Creador
infunde en la persona el deseo egoísta de obtener placer de lo espiritual.
De esta forma, la persona egoístamente aspira a la espiritual. Sin embargo, en última
instancia es el egoísmo mismo el que nos ayuda a dejarlo; el egoísmo trabajando contra sí.
La persona trata de sustituir un objetivo egoísta por otro. Esta es la etapa preliminar de
desarrollo de un verdadero deseo.
Naturalmente, el desarrollo espiritual es promovido desde arriba, por los objetos Superiores,
llamados Abba ve Ima (padre y madre). Esta etapa de nuestro desarrollo inconsciente se
llama Ibur. Este es un Ibur inconsciente de nuestro mundo. En el mundo espiritual, la
persona entra en el estado de Ibur conscientemente.
La persona que existe en su cuerpo físico, recibiendo gradualmente los deseos adicionales
de Maljut del mundo del Infinito, corrigiéndolos, tiene que alcanzar el mismo grado máximo
a partir del cual su alma descendió a este mundo; tiene que alcanzar ese grado, estando en
el cuerpo.
De esta manera, el ser humano alcanza una adhesión 620 veces mayor con el Creador que
la que su alma solía tener antes de descender y arroparse en el cuerpo.
Por esta razón, los estados espirituales pasados (antes de nacer) y presentes existen ahora
en el mismo grado simultáneamente.
Ambos estados existen en la persona. Pero la persona tiene ahora una pantalla sobre todas
sus propiedades previamente egoístas. Con la ayuda de la pantalla, la persona puede tomar
conciencia de sus estados anteriores y, por tanto, sentirlos plenamente, probar la Luz que le
llena.
Debido a que ahora la persona posee nuevas propiedades, siente al Creador 620 veces más.
Antes de esto, la persona existía en este mismo grado en el estado de Ibur, no tenía
los Kelim para ser consciente de su propio estado.
Pero no debemos pensar que la función de nuestro de mundo se completa con el nacimiento
espiritual de la persona, con su ascenso al primer grado espiritual, y que después de éste,
nuestro mundo pierde su valor y significado.
Por el contrario, los grados espirituales se revelan a través de los objetos de este mundo.
Mediante ellos, la persona comienza a sentir las categorías espirituales que existen en ellos.
Por esta razón, nuestro mundo le parece transparente.
Espiritualmente, una persona se vuelve superior a este mundo pero actúa a través de él.
Surge la oportunidad de hacer uso de nuestro mundo. Pues esto es exactamente el
propósito de la creación: estar en este mundo y desde aquí, el hombre ha de alcanzar el
Creador.
Nuestro mundo no es un nivel que se ha de olvidar una vez que se pase. Todo el trabajo se
realiza específicamente mediante los objetos de este mundo: a través de la familia, la
sociedad, todo el medio ambiente. Esta es la razón por la que el Cabalista no es alguien que
renuncia a la realidad. Al contrario, el Cabalista es quien está más conectado a ella.
Desde el momento del nacimiento y el inicio del movimiento espiritual de abajo hacia arriba,
poco a poco la evolución espiritual del ser humano pasa por los mismos procesos, asciende
por los mismos niveles por los que su alma descendió, pero ocurre en un orden inverso: de
abajo hacia arriba.
Se crea a sí mismo y a una pantalla para sus deseos, produciendo todos los grados dentro
de sí. Como resultado, poco a poco alcanza el Creador 620 más veces de lo que su alma lo
hizo antes de vestirse en el cuerpo.
Entonces, ¡qué gran posibilidad nos fue otorgada por el Creador! ¡El ser humano se
convierte más en creador por su propia condición, que el mismo Creador!
Alcanzando cada grado, el ser humano aprende la causa original de su condición y descubre
que el Creador ha preparado todo con antelación. Y la aparente sensación de que él mismo
ha alcanzado este grado fue inculcado en sus propiedades cuando descendió de arriba hacia
abajo.
Tal es la perfección del logro: ¡por un lado, el ser humano, por el otro, ¡el Creador! La
acción es intercambiable e inseparable: el ser humano hace todo, el Creador hace todo. Y
después, se funden en cada grado espiritual al que la persona asciende.
La Cabalá llama a esta doble percepción de un ser humano − que todo depende del Creador
y, simultáneamente, todo depende de un ser humano – “la gobernanza
de HaVaYaH – ELOKIM”, el doble gobierno.
En los grados espirituales, el doble gobierno se une a la percepción del hombre, al igual que
las nociones de tiempo: los estados de detección pasado, presente y futuro. Sin embargo, la
conciencia de sí mismo, de su “yo” continúa.
Nuestro idioma no tiene palabras para describir esta sensación espiritual, que no tiene
análogos en el mundo. Esto se debe a que en nuestro mundo hay una definición estricta de
toda causa y su efecto estrictamente definidos.
Así pues, ya sea el ser humano o el Creador pueden actuar como la causa, pero nunca
puede ser que todo dependa sólo del ser humano y, al mismo tiempo, todo dependa
únicamente del Creador. Esto contradice nuestro razonamiento: “todo depende de mí y, al
mismo tiempo, todo está predeterminado”. Sólo después de la liberación de uno mismo de
la “tierra” puede entender el ser humano que no existe ninguna contradicción en esto.
Como estos dos caminos − de arriba a abajo y de abajo hacia arriba − son absolutamente
idénticos, al realizar en nosotros mismos el camino de abajo hacia arriba, el desarrollo
espiritual de abajo hacia arriba, podemos entender el camino de descenso, la creación de
los mundos y de las almas de arriba hasta abajo. Esta es la razón por la que los Cabalistas,
al conocer los grados espirituales de abajo hacia arriba, nos describen el descenso de arriba
hasta abajo.
Los Cabalistas no nos describen su propio camino, porque desean describirnos los actos del
Creador en relación con toda la creación. Y en todo su desarrollo espiritual, el que alcanza,
extrae de estas descripciones los métodos y la ayuda para su elevación espiritual.
Todo lo que existe en la creación en general, también existe en cada una de sus diminutas
piezas. Por lo tanto, todas las propiedades y leyes que se aplican ascendente o
descendentemente en los niveles de los mundos ABYA tienen un lugar y se manifiestan en
cada una de sus pequeñas piezas.
El grado máximo se llama el Padre, la razón, el Creador. El grado menor que produce se
llama su hijo, rama, efecto o la creación.
El descenso de arriba hacia abajo resulta en el nacimiento de la parte inferior a partir de la
superior en cada grado, hasta la manifestación de la creación que es independientemente
consciente de sí misma, hasta la separación de la creación del Creador.
Viendo todo lo que fue creado en existencia, nosotros − de acuerdo con lo que está escrito:
“creado para que lo corrijamos” − descubrimos que todo fue creado por nuestros actos. En
otros mundos, la realidad circundante fue creada sólo para que moldeáramos la creación;
añadiendo a lo que ya fue creado.
Y, concretamente, debido a que está escrito: “creado para que lo corrijamos”, tenemos que
creer que todo lo que fue creado, fue creado para nosotros, para nuestros actos; que todo
depende sólo de nosotros, de la construcción de una pantalla. Nuestro papel en la creación
es completar nuestro desarrollo mediante la imitación de la naturaleza.
Todo lo que se despliega de arriba a abajo, empezando por el mundo del Infinito, desde el
Creador hasta Adán, la rotura de su alma, la aparición de nuestro mundo, hasta la
manifestación de los cuerpos físicos en este mundo y el momento en que la persona se da
cuenta de que el significado de su existencia es un objetivo del Creador − todas esas etapas
del desarrollo de la creación representan la concepción preliminar en el grado Superior, de
arriba hasta abajo.
Todos nuestros estados o propiedades futuros existen dentro de nosotros, al igual que
existen en una semilla todas las fases de su desarrollo futuro antes de plantarla.
Sólo tenemos que crear las condiciones externas necesarias para el éxito del desarrollo de
un recién nacido. Estas condiciones externas necesarias para el desarrollo son lo que
debemos crear para nuestra alma. Sólo entonces empezamos a evolucionar.
Este es nuestro trabajo. Nosotros no creamos nada nuevo, todo existe dentro de nosotros, y
sólo tenemos que descubrir los grados espirituales dentro de nosotros mismos, aprendiendo
a imitar a la naturaleza espiritual.
Además, en cuanto la persona crece, comienza a ver la verdadera imagen del mundo: el
mundo se vuelve transparente, a través de éste ve todos los mundos como concéntricos,
vestidos unos en los otros, ve cómo poco a poco todos ellos restringen (dentro de sí
mismos) una porción de la Luz del Creador y, de esta manera, a través de ellos, el Creador
se nos evidencia en las imágenes de nuestro mundo. Sin embargo, en la medida de su
desarrollo espiritual, detrás de los objetos de este mundo, la persona ve las fuerzas
espirituales.
El alcance “de arriba hacia abajo” nos enseña la manera de subir “desde abajo
hacia arriba”
El desarrollo por el que tenemos que pasar después de empezar nuestro nacimiento
espiritual es, en esencia, la repetición de los actos de la naturaleza que vemos dentro y
fuera de nosotros.
Subir los peldaños espirituales significa asemejarse a ellos en nuestras propiedades. Todo el
crecimiento de la persona consiste únicamente en ser cada vez más similar a la naturaleza
de los grados superiores, hasta llegar a la similitud con el Creador.
Porque todo lo que hacemos es sólo imitar a la naturaleza: la fabricación de pinturas, los
sonidos, los medios de transporte, la administración, todo nuestro conocimiento y las
ciencias - todo es una suma total de nuestra información sobre el medio ambiente que ya
nos ha sido revelada.
Todos los avances tecnológicos que parecen estar totalmente desconectados de la realidad
no son más que una imitación camuflada de la naturaleza.
Pero eso que llamamos naturaleza es sólo un pequeño fragmento del inmenso panorama
que existe en la realidad y se revela a quien asciende.
No vemos el panorama completo y, por tanto, no podemos reproducirlo ahora. Una parte
comprensible de la naturaleza es percibida dentro de nosotros, mientras que la parte
incomprensible de la naturaleza permanece fuera de nosotros. Pero esto es exactamente lo
que tenemos que revelar gradualmente a nosotros mismos. Y a esto se le llama evolución
por imitación de la naturaleza.
Además, si percibimos alguna pérdida, entendemos, por nuestra experiencia previa, que
sólo se trata de una carencia de nuestra comprensión actual sobre cómo perfeccionar el
funcionamiento de este organismo o sistema.
Y es por ello que por regla general todas nuestras intervenciones en la naturaleza están
seguidas por un amargo castigo en forma de circunstancias históricas, personalidades
distorsionadas y desastres.
Y esta es la razón por la que, durante siglos, hemos recibido un castigo por ello. Esto,
básicamente, es el camino del sufrimiento que nos espera si no procedemos por el camino
de la Cabalá.
La perfección oculta
En lo que respecta al Creador, todo es creado en perfección total − pero sólo hasta que
nacemos.
Podemos observar una notable diferencia entre la forma en que el Gobierno Superior
prepara, meticulosa y esmeradamente, para el nacimiento de cada especie, su desarrollo
inicial durante las primeras etapas después del nacimiento, y la lucha por la vida que cada
especie se ve obligada a soportar más tarde sólo para sobrevivir.
Este cambio es tan brusco que la razón por la que la naturaleza creó al ser humano con
gran cuidado, se oculta incluso a él, la corona de la creación.
Somos capaces de ver el propósito exacto del funcionamiento de cada órgano, célula o
molécula. Si todavía no conocemos este propósito, nos es claro que no lo hemos revelado
aún. Sin embargo, no somos capaces de responder a cual es el objetivo de todo este
organismo viviente − ¡eso nos es oculto!
Vemos una paradoja en la realidad circundante: todo está creado de acuerdo a las más
perfectas leyes, que no conocemos. ¿Por qué la naturaleza, que todo lo sabe, nos hizo
inconscientes de estas leyes? ¿Al no conocerlas, anulamos la totalidad de sus esfuerzos por
crear un organismo perfecto?
A escala mundial, tampoco vemos el propósito de la existencia del universo, no sabemos las
causas y significados de todo lo que sucede en la escala cósmica, en los países, las naciones
y, personalmente, dentro de nosotros. Las cosas más importantes en la realidad circundante
nos son simplemente ocultadas.
Y como hay condiciones especiales para el desarrollo prenatal de un feto y, luego, el amor y
la dedicación de los padres (cuidadosamente inculcado en nosotros por naturaleza, a fin de
garantizar el desarrollo de un recién nacido), sucede de igual manera con la sociedad
humana como la suma de los individuos: la sociedad nace y se desarrolla de acuerdo a leyes
idénticas.
Previamente, el Creador creó todos los mundos, hizo descender el alma a través de ellos
hasta nuestro mundo, creó allí al padre y la madre de carne y hueso a quienes les dio el
deseo de tener hijos, de amar a su futuro hijo, y les dio una serie de otros deseos egoístas,
gracias a los cuales disfrutan de sí mismos en beneficio de una tercera persona, un egoísmo
recién nacido.
Si nos imaginamos a la humanidad como un bebé recién nacido, ¿qué es lo que el Creador
le ha preparado como sus padres cariñosos? La ley general “Ama a tu prójimo como a ti
mismo” es lo que el Creador estableció como base para el desarrollo espiritual de la
sociedad.
Según el pensamiento del Creador, este derecho tiene que realizar las funciones de “Padre y
Madre”. Si la sociedad no observa esta ley altruista, toda ella, como un huérfano, sufre y
avanza hacia su propia destrucción, reemplazando formaciones sociales y los regímenes. Así
es como la sociedad se prepara para recibir la plenitud espiritual.
¿Dónde puede la sociedad encontrar padres devotos? Cada individuo tiene que encontrar los
padres en las personas a su alrededor, diciéndose a sí mismo que él es uno de un millón y
el millón en relación a él, son sus amantes padres.
Si la sociedad funciona como padre y madre, al dar a luz a cada miembro de la sociedad y al
cuidar de él o de ella como si fuese su propio hijo, los miembros de la sociedad − y la
sociedad en general − pueden progresar espiritualmente hasta el nivel de auto-corregirse
con la Luz del Creador. Así alcanzarán su predestinación plenamente.
Pero hasta que los miembros de la sociedad construyan su entorno de esta manera, cada
miembro se asemeja a un recién nacido, que ha perdido a su padre y a su madre y, por
supuesto, muere espiritualmente.
No tiene que ser un estado per sé, podría tratarse de una pequeña comunidad cerrada.
Todo depende de lo objetivos que se propone para sí y cuales principios sigue.
Si el grupo no puede actuar como un padre responsable para todos, por el bien de la
adhesión con el Creador, el grupo muere espiritualmente y se desintegra físicamente.
Una incansable fuerza espiritual que llamamos la naturaleza o las circunstancias, nos
empuja hacia el objetivo de la creación: “acercamiento al Creador”. Si nos corregimos,
entonces en la medida de nuestra corrección damos los pasos independientes, para desear
lo mismo que el Creador.
Hasta que un objeto espiritual madura y aplica sus propios esfuerzos en el avance hacia la
meta de la creación, la fuerza de la naturaleza le hace avanzar, y esta fuerza es muy cruel.
Este camino es llamado el camino del sufrimiento.
Esta fuerza impulsora nos obliga a preocuparnos por la salud, dormir, comer, casarnos,
tener hijos, amarles y educarles. Y no hay nada que podamos hacer − los deseos se
despiertan en nosotros, independientemente de nuestra voluntad.
Pero no es sino hasta que la persona, por medio de sus estudios de la Cabalá, comienza a
darse cuenta de la meta ante él y desea, en consecuencia, alcanzarla, que puede aceptarla
conscientemente y rogar al Creador que le dé la fuerza para lograrlo.
Al dar los primeros pasos conscientes hacia la meta de la creación, la persona libera a la
naturaleza de las funciones de supervisión y de trabajo en él; la persona misma realiza el
trabajo interior. El sufrimiento materialista-egoísta se sustituye con el sufrimiento espiritual
− una aspiración hacia la corrección por su propio bien y, más tarde, por el bien del
Creador.
Cada grado que la persona trasciende representa parte del trabajo que le fue “quitado” a la
naturaleza. El grado espiritual indica la proporción en que la persona concuerda con el
Creador o en otras palabras, en que él mismo cumple con lo que le está destinado.
Pero si la sociedad aspira a la unidad con el fin de recibir placeres, tal sociedad no tiene
derecho a existir, pues el objetivo del Creador se sustituye por un objetivo egoísta.
Al haber nacido en este mundo, la persona continúa su desarrollo espiritual prenatal. Este
desarrollo prenatal comenzó cuando su alma descendió de la Fuente de todas las almas en
el mundo del Infinito, pasó todos los grados desde arriba hacia abajo, hasta su nacimiento
espiritual en una de sus vidas en este mundo.
Aparentemente, con el fin de responder a estas preguntas, uno debe saber lo que Él creó.
Así pues, la primera etapa para “corregirnos” se reduce a saber qué fue hecho por el
Creador, es decir, conocer nuestro egoísmo. Y esta fase se llama la conciencia del mal,
familiarizándose con uno mismo − la única creación.
Pero en nuestro mundo, al observar los actos del Creador dentro y alrededor de sí mismo, el
hombre los ve como imperfectos.
Todas las propiedades negativas que vemos alrededor y dentro de nosotros mismos, todo
ello es exactamente lo que fue creado por el Creador, porque Él no creó nada más que el
egoísmo.
Sin embargo, después de crear el egoísmo, a nosotros, Él nos lo dejó para corregirlo. Lo
hizo deliberadamente, porque sólo por medio de nuestro trabajo podremos alcanzar Su
grado − el grado del Creador.
El resto es creado en la forma de sistemas automáticos, semejantes, por ejemplo, al
sistema digestivo. Pero la parte de la creación encomendada al hombre, no puede de
ninguna manera ser completada por el Creador.
No entendemos que es mucho más difícil para El Superior restringir sus acciones – dejar de
otorgar − porque su naturaleza es el otorgamiento.
Pudiendo tomar y recibir fácilmente, no podemos dar. Pero ir en contra del otorgamiento y
de lo que éste conlleva es inimaginablemente más difícil.
En nuestro mundo esto puede ser comparado con el estado de una madre que, debido a
algunas circunstancias ajenas a su control, priva a su bebé de las necesidades primarias.
Este estado del Creador es llamado “sufrimiento de Shejiná.”
Debemos entender que todo lo que es negativo fue creado deliberadamente y con un
esfuerzo aún mayor que todo lo que es positivo: es creado para nuestra participación
inmediata en el proceso de creación.
Dado que el Creador desea deleitar a Sus criaturas, para Él el restringir Su presencia,
ocultarse a Sí mismo y de esa forma crear sufrimiento le resulta repugnante a Sus
propiedades.
Justificando al Creador
¿Por qué los hombres justos son llamados justos? Es porque ellos coinciden con las
restricciones de la Luz, con la ausencia del Creador. Es decir, aceptan la oportunidad de
hacer el trabajo que el Creador les encomendó en la creación, la cual tienen que completar,
perfeccionar. De esta manera justifican la “imperfección” de la creación.
¿Qué hace el ser humano en la creación? Crea de sí mismo una semejanza de forma con el
Creador. ¿Qué significa “el Creador”? Un pequeño grado espiritual, ligeramente superior a
mí, es sentido por mí (si lo es) como el Creador. Esto se debe a que en verdad me trajo a la
vida y rige sobre mí todo el tiempo. Recibo de éste todo lo que existe dentro de mí y lo que
me sucede. Por esta razón, un grado superior siempre es llamado el Creador en relación al
grado menor.
En el momento en que una persona alcanza dicho nivel superior, volviéndose similar a su
Creador, instantáneamente siente un grado aun mayor que el Creador. Ascendiendo de esta
manera, la persona revela al Creador más y más.
¿Qué significa subir de un grado espiritual a otro? Mi grado anterior, mi estado previo, fue lo
que yo llamé mi Creador. Y ahora me asemejé a Él.
Para nosotros, el Creador siempre se nos muestra en el grado siguiente, como ejemplo, y
nos demanda seguirle, moldearnos a Su “imagen y semejanza”.
El Creador forma una mitad de la creación como ejemplo y la otra como el camino del ser
humano. El Creador hace del hombre Su compañero, dándole la oportunidad de comenzar
desde el estado más bajo para hacerse a sí mismo parecerse al Creador.
Durante este proceso, el ser humano siente simultáneamente dos tipos de influencias sobre
sí − la Providencia privada y la general, llamada HaVaYaH − ELOKIM: por un lado, le parece
a la persona que el hombre mismo tiene que crear todo lo creado por el Creador y, por otra
parte, la persona ve cómo el Creador actúa a través de él.
El alcance recíproco de estas dos fuerzas creativas: la suya propia y la fuerza del Creador,
actuando a través de la persona, así como la mutua adhesión entre el Creador y un ser
humano, es la sensación del placer y la perfección espiritual.
Un ser humano − HaVaYaH − siente que se está haciendo uno con la Providencia
− ELOKIM. Maljut se une a Bina en cada grado. Entonces una pregunta surge en la persona:
“¿Quién gobierna: el Creador o yo?”, pues en el momento de la adhesión mutua “yo y Él”
desaparece.
¿Qué papel desempeña el Maestro en este proceso que se desarrolla por el poder del
Creador y de aquellos bajo Su dominio? Todos los esfuerzos del Maestro están dirigidos a
hacer que sus discípulos sean independientes, sin que se apeguen él, para que bajo ninguna
circunstancia lo miren a él, sino más bien, que a través de él, vean al Creador.
El Creador siente gran placer de que Sus criaturas construyan y revisen la creación de
manera similar a él. Y adquirimos todo nuestro poder de revisión y de desarrollo en los
grados de ascenso, como una creciente imitación del Creador.
Damos al Creador tanto placer como la medida en que nuestras propiedades y actos se
asemejan a Él.
Una parte de nuestra naturaleza y de las propiedades que el Creador creó en nosotros
funciona automáticamente. Y la otra parte de nuestra naturaleza es creada en nosotros, y
sólo en nosotros, en cierto modo a fin de permitir que nos asemejemos a la naturaleza - el
Creador – completa y conscientemente.
Esta oportunidad se da a unos pocos; a aquellos a quienes el Creador desea acercar a Él.
Esto es así debido a que imitarle significa acercarse a Él. Y dicha oportunidad se da
dependiendo de los esfuerzos del hombre.
Proveer a la existencia, por otro lado, depende de nuestros actos. Por esta razón, nuestro
objetivo se reduce a combinar la Existencia con el Proveer a la Existencia a fin de que el
gobierno, denominado “Proveer a la Existencia” precisamente se asemeje al gobierno
llamado “Existencia”.
Y luego vemos que en todo, tanto en la Existencia como en la Provisión de ella, actúa sólo
Uno e Indivisible Creador, realizando todas las correcciones en nosotros, a través de
nosotros y creando una milagrosa sensación de que lo hacemos nosotros mismos.
Basados en un indicio de la vida espiritual, toda la creación se divide en dos tipos: el primer
tipo consiste en el inanimado, el vegetativo y el animado; mientras que el segundo tipo es
el hablante, al cual llamamos humano. El primer tipo es considerado totalmente muerto y
sólo al segundo tipo se le define como viviente.
Además, las palabras “vida” y “movimiento” implican sólo nociones espirituales aunque,
naturalmente, existen analogías directas con las nociones de nuestro mundo material.
Sin embargo, el desarrollo anterior preparó todas las propiedades en él; nace muerto. Por
este motivo, la primera sensación del mundo espiritual tiene un efecto calmante sobre él y
genera la restricción.
Por esta razón, surge la necesidad de una influencia espiritual externa: un recién nacido en
el Mundo Superior viene a la vida, despierta a la vida espiritual con la ayuda de “golpes”.
Sin embargo, a veces hay cierta debilidad en el nacimiento espiritual que hace que un
recién nacido espiritual sea débil espiritualmente. En tal caso, como resultado de esta
debilidad espiritual el medio ambiente que le rodea no puede evocar en él la restricción
espiritual.
Sin embargo, es necesario a fin de crear en el recién nacido espiritual un espacio vacío, un
deseo. Más tarde, este lugar puede ser llenado con la Luz de la vida espiritual.
Es decir, el recién nacido muere. Pierde la habilidad de crear un lugar − que aparece como
resultado de sucesivas restricciones y expansiones − en el cual la vida pudiese entrar.
El indicio de que uno es apto para la vida espiritual, para la recepción de la Luz del Creador,
es la fortaleza en el hombre para realizar, al menos, algún tipo de restricción espiritual.
Este clima espiritual espiritualmente frío que instiga la restricción, llega a la persona como
resultado del estudio de la Cabalá y de sus “buenas” obras.
Sin embargo, sin un estudio muy meticuloso de las fuentes originales especiales, mientras
se entiende su propósito − por qué se estudia y a quien ha escogido como su Maestro – uno
es incapaz de generar una restricción interior.
Esta es la consecuencia del “Akarat HaRa”, la conciencia del mal en el hombre. Revelar su
verdadero “yo”, la conciencia del mal, fuerza al hombre a trabajar en sí mismo, lo que se
llama “las buenas obras”.
¿Qué significa restringirse uno mismo? Un ser humano es la única creación. La única cosa
creada es el deseo de deleitarse en la Luz del Creador. Por lo tanto, el ser humano es el
deseo, aunque inconsciente al principio, de deleitarse en la Luz del Creador.
Tenemos un cerebro sólo para que nos ayude a llenar este deseo. De ello se deduce que
cuando hablamos acerca de la restricción espiritual, nos referimos a la restricción de los
deseos.
Si, influido por los estudios la Cabalá, se logra realizar esto, el espacio vacío se llenará con
la Luz de la vida. Y este espacio se llama “alma”.
La restricción debe ser el resultado de los actos y esfuerzos de uno mismo, pues la
naturaleza siempre se esfuerza por la ampliación, la expansión, y no la restricción.
En tal caso, se necesita la ayuda del Creador, de modo que la Luz especial, enviada
específicamente a él, entre a este Kli y lo lleva a su forma anterior. Esta Luz adicional que
entra al Kli después de una cierta restricción y lo regresa a su forma original es llamada
VIDA.
En caso de que el fruto espiritual esté bajo presión, las normas de conducta, las leyes y las
acciones le son impuestas, intentando reprimir el “yo” humano; la naturaleza pone a cada
cosa en su lugar, de regreso a los deseos anteriores. Esto se debe a que instintivamente se
esfuerza por llenarse hasta sus límites naturales, por recuperar todas las propiedades.
Esta presión externa es la base de la ética (Musar), que por tanto es descartada por la
Cabalá. Si alguien o algo externo limitan a un ser humano, no le ayudará. Él, o ella, debe
restringirse a sí mismo, desde dentro.
Para lograr esto, uno debe pasar de la fase de “la conciencia del mal”, es decir, conocer el
mal dentro de uno mismo, a darse cuenta de ello como el mal. En la medida de este
reconocimiento, la restricción se produce por sí misma, desde el interior de la persona.
Leer sobre esto en un libro no significa verlo descrito en nuestro interior. Sólo cuando uno
se dice tácitamente todo a sí mismo, esto se vuelve su primera restricción propia.
La contracción puede ocurrir bajo la influencia de factores externos tales como la sociedad,
sus tradiciones, rituales obligatorios o algo que la persona estudió antes, pero no lo
transformó en su naturaleza. Los hábitos implantados por la educación religiosa son
ejecutados naturalmente, automáticamente. Si ese es el caso, el ser humano no se
esfuerza. Se vuelve un hábito de su naturaleza.
La restricción realizada sin la conciencia del mal, sólo bajo la influencia de factores externos,
no se considerada proveniente del ser humano. El cuerpo (los deseos) se esfuerza
constantemente por volver al estado anterior, a anular las limitaciones que el ser humano
se vio obligado a aceptar bajo la influencia de presiones externas.
Nuestro pequeño egoísmo que sólo ansía su propia satisfacción no tiene fuerza para la toma
de conciencia independiente sobre la necesidad de realizar restricciones.
Pero el hombre desarrolla un afán de lograrlo, bajo la influencia de una fuerza externa – los
estudios correctos de Cabalá. Y si él está listo para ello, recibe la fuerza espiritual que le
permite restringirse a sí mismo.
Y sólo la fuerza externa, la Luz espiritual, amplía el Kli hasta sus límites actuales. En otras
palabras, cada vez que un hombre realiza dentro de sí una restricción, la Luz le llena,
genera una expansión, regresa al estado anterior, pero con otra serie de propiedades: en
vez de propiedades restringidas, la Luz expande las propiedades altruistas del hombre − en
lugar de las egoístas restringidas. Y esta Luz que se llama vida.
Así es como la respiración espiritual sucede: en primer lugar ocurre la restricción, ya que
tampoco puede uno inhalar si los pulmones están llenos de aire. Después, bajo la influencia
de la Luz del Creador, sucede la expansión posterior.
Esa es la razón por la que se dice: “déjame entrar”, “abre las puertas para mí”, en el
sentido de adjudícame un lugar en tu egoísmo que yo pueda llenar. Esta es la esencia de la
corrección gradual a la que el hombre debe someterse.
La esencia de la vida
Y sólo después de que somos capaces de realizar una restricción por nosotros mismos
podemos ser considerados como nacidos espiritualmente, como seres vivos. Pero, ¿cómo
puede un inanimado realizar una restricción en sí mismo, sin estar vivo primero?
Eso es posible mediante la recepción de la fuerza y deseos desde lo Alto, lo que requiere un
intenso trabajo interior; sólo es posible mediante la recepción de estos deseos y de la fuerza
a partir del estudio de las fuentes auténticas con un Maestro.
Ninguna criatura puede ir más allá de las fronteras, los límites dentro de los cuales ha sido
creado actualmente. Entonces, ¿cómo es posible que tengamos la capacidad de realizar una
restricción? De ninguna manera nos viene esta capacidad de nosotros mismos. El egoísmo
no puede contener un deseo que le es tan antinatural. Sin embargo, éste es infundido en
nosotros.
Mediante el acto espiritual del “rompimiento”, los deseos altruistas fueron colocados
forzadamente dentro de nuestros deseos egoístas aún antes de que llegáramos a este
mundo. Por lo tanto, existe un embrión de deseos altruistas dentro de nosotros. Recibimos
estos deseos de restricción desde arriba.
Un intento de realizar una restricción es una plegaria, una oración. Sólo si el hombre lo
intenta continuamente, si se aboca a cierto trabajo, se convierte ese trabajo en su camino,
ya que invierte parte de sí, sus deseos, su energía, su capital, su cerebro en ello. Y esto es
lo que a él, como un egoísta, le encanta porque esa parte es él, él mismo.
Por esta razón, la verdadera oración radica en nuestros esfuerzos por hacer lo imposible en
cada grado. Y es sólo gracias a estos esfuerzos que recibimos desde Arriba la fuerza para
lograr lo imposible por nosotros mismos.
Glosario de Términos
125 niveles − desde el nivel más bajo hasta el más alto de los mundos (5 mundos x
5 Partzufim x 5 Sefirot)
1995 − el año que marca el inicio de la época en que el egoísmo dentro de las almas que
bajan a nuestro mundo exige corrección
5 niveles de deseo − la creación engendrada por el Creador consta de 5 niveles del deseo
de sentir placer
6000 años − el período de corrección de las almas en la Tierra a partir de Adán. Los
niveles de los mundos BYA (Beriá, Yetzirá, Assiyá).
Idolatría − percibir lo que está sucediendo como algo que no viene del Creador
Jod − Maljut en el Partzuf
Nétzaj − ZA en Partzuf
Sexto cuerpo de percepción − el alma, el deseo de sentir el placer de la Luz del Creador
Vasija − deseo