Está en la página 1de 88

https://www.facebook.

com/novelasgratis

Fuerte como el veneno


Sharon Kendrick

Protagonistas: Riccardo Masterton y Elizabeth Carson

Una vez se había acostado con ella. . . ¡Pero ahora ni siquiera la reconocía!

Cuando Riccardo Masterton reapareció en la vida de Elizabeth, él no pareció


darse cuenta de que era la misma chica con la que una vez había compartido una
semana de pasión. ¿O sí? Beth tenía sus buenas razones para no recordarle a
Rick su verdadera identidad. . . pero él parecía decidido a derribar las barreras
que ella había levantado entre los dos. ¿Qué pasaría cuando la pasión que existía
entre ellos ya no pudiese ser negada. . . ?

1
https://www.facebook.com/novelasgratis

DESEA alguna cosa más, señora Carson? Al oír la voz de su secretaria,


Elizabeth se apartó de la ventana, donde se había quedado soñando
despierta, en otro mundo. Estaba tan cansada que se habría sentado en la
silla, habría puesto sus largas piernas encima de la mesa, y habría echado
una cabezadita. Pero ese comportamiento tan despreocupado no hubiese
augurado nada bueno a la imagen que tenía en su empresa de asesora
financiera brillante e inteligente, y además, tenía una entrevista dentro de...
diez minutos.
—Creo que no, gracias, Jenny.
--Todavía tiene la voz fatal. Tengo otro paquete de pastillas para la
garganta en mi mesa, por si las necesita.
Elizabeth se colocó bien sus grandes gafas de cristal oscuro y sonrió a su
maternal recretaria,que llevaba con ella desde que empezó en Meredith y
Asociados.
—¡Si tomo más pastillas acabaré pareciéndome a una de ellas! —bromeó
Elizabeth—. Haz pasar al señor Masterton en cuanto llegue, ¿quieres?
Luego puedes irte.
Jenny sacudió la cabeza.
—No me importa quedarme. Para ser sincera, no me importaría ver si el
hombre se corresponde físicamente con esa voz de estrella de cine.
Elizabeth se rió.
—No lo creo! Esto es la realidad, no lo olvides. Déjame su expediente,
¿quieres, Jenny? Gracias.
Elizabeth observó a Jenny retirarse y cerrar la puerta tras ella, entonces
tomó el informe de Rick Masterton.
No era habitual que a Jenny le impresionase tanto un cliente, aunque
según iba leyendo las páginas mecanografiadas, lo entendió.
Rick Masterton, treinta y cuatro años. Nacido en Boston. Licenciado en
Derecho con Matrícula de Honor por la Universidad de Harvard. Seleccionado
para el Equipo Olímpico de Esquí, con el que no pudo competir debido a una
lesión que sufrió en el puño cuando llevó a cabo la detención de un
atracador en Nueva York.
Ahí Elizabeth sonrió, porque la persona que había redactado el informe sobre
Rick Masterton había escrito en el margen: «¡Este hombre no puede ser real!»
Elizabeth estuvo de acuerdo, mientras examinaba el resto del informe,
tomando nota de sus premios, méritos, reputación. Sacudió la cabeza con
incredulidad al ver que a su edad ya era un filántropo. Había donado nada
menos que toda una planta de un hospital infantil.
Tenía que haber algo mal en él, y Elizabeth se divirtió imaginándose qué podía
ser. Tal vez era bajo, con las inseguridades de un hombre bajo. O gordo. O
las dos cosas. Pero los esquiadores que iban a los Juegos Olímpicos solían
tener un buen físico, y no eran unos gordinflones. Tendría que esperar a ver
si Jenny se desilusionaba.
Miró su reloj, discretamente caro, que brillaba en su delgada muñeca.
Llegaría en diez minutos. Sería mejor que fuese a arreglarse un poco antes
de que llegase.

2
https://www.facebook.com/novelasgratis

Entró en el lujoso cuarto de baño. En vano había protestado a su jefe por


recibir ese trato preferencial. Para Paul Meredith, ella era la mejor. Había
sacudido su cabeza rubia enérgicamente y le había dicho:

—¡Elizabeth, te quedas con el cuarto de baño! Eres la mejor y, es más, te


mereces lo mejor.
Así que tenía su baño privado. Y lo más sorprendente era que ninguno de
sus colegas de la compañía había hecho ninguna objeción. Elizabeth
sospechaba que se debía a que era la única mujer entre un numeroso grupo
de hombres, y parecía que eso les provocaba un sentimiento colectivo de
protección hacia ella. Era agradable. Y sin complicaciones. Justo como ella
deseaba que fuese. Y según algunos- compañeros, incluyendo a Paul, que
habían intentado llevar la relación laboral a términos más personales, ella
lanzaba unas claras vibraciones de que mantuviesen las distancias. Cosa que
por supuesto ella no hacía conscientemente, pero se sentía satisfecha de que
los hombres la tratasen como a una hermana. Hacía años que Elizabeth
había decidido que su intensa vida profesional y tener que sacar adelante
a un hijo, no le dejaba tiempo para las complicaciones de una relación,
máxime cuando todas las relaciones parecían quedarse cortas respecto a la
que había cambiado su vida para siempre...
Miró su imagen en el espejo. Se había acostumbrado a su aspecto de mujer
madura profesional, pero algunas veces le costaba creer que esa mujer fuese
Elizabeth Carson. El traje de hilo que llevaba, de color claro, impecable y
muy entallado, tenía la chaqueta larga para disimular la exuberancia de sus
pechos. En el pasado había habido muchas ocasiones en las que a los
hombres se les habían ido los ojos hacia ahí.
Su imagen imperturbable era deliberada, la máscara tras la que se
ocultaba, y sus elegante trajes entallados eran su coraza. La metamorfosis
de Elizabeth Carson. ¿Cuándo la insegura huerfanita se había convertido
en esa mujer de aspecto imperturbable? Tal vez durante un fin de
semana...
Oyó un suave golpeteo, el ruido de la puerta de su despacho al abrirse, y la
voz de Jenny llamándola, lo que significaba que el cliente había llegado;
Elizabeth se giró sobre sus talones y salió a recibirlo, avanzando sobre sus
altos tacones que hacían que sus largas piernas pareciesen interminables.
Pero sus pasos flaquearon al verlo.
—El señor Masterton está aquí, señora Carson —dijo Jenny con eficacia.
Pero Elizabeth apenas registró las palabras mientras miraba al hombre que
parecía llenar su despacho. No era bajo, ni gordo, ni calvo. El mundo se
había quedado en silencio, y lo único que oía era el palpitar de la sangre que
recorría sus venas. Su peor pesadilla y su sueño preferido se habían hecho
realidad. Era él.
Pensando que tal vez estaba alucinando, parpadeó varias veces detrás de
sus gafas, y cuando volvió a abrir los ojos, vio que no era ninguna
alucinación. Estaba ahí, en su despacho. Riccardo. El padre de su hijo.

3
https://www.facebook.com/novelasgratis

Vagamente, a través de su confusión, Elizabeth pensó en lo extraña que


debía de parecer, pero no podía hacer nada al respecto. Se había quedado
literalmente sin habla mientras la esperanza se despertaba en su interior.
Pensando que había vuelto a buscarla, su cuerpo pareció querer correr hacia
él, hacia los tentadores y cálidos brazos que recordaba tan bien.
Pero mientras la miraba, ese rostro devastadoramente guapo no registraba
nada excepto una fría indiferencia. Y a Elizabeth se le cayó el alma a los pies.
Lo impensable había sucedido...
¡No la reconocía!
Ella siguió ahí de pie, mirándolo enmudecida, sin saber qué decir ni que
hacer, olvidándose de que estaba en su despacho y que su secretaria la
miraba con asombro. Sólo lo veía a él.
Él se volvió hacia Jenny.
—¿Siempre es así? —se burló.
Pero antes de que Jenny pudiese responder, Elizabeth se dio cuenta de que
tenía que recomponerse, y rápidamente. El hombre por el que había estado
suspirando todos aquellos años no la reconocía. ¿Y qué esperaba? En
aquel tiempo él tampoco había indicado que para él fuese algo más que
una chica a la que se había llevado a la cama. La amarga verdad fluyó por
ella como veneno, alejando todas sus fantasías y reemplazandolas por una
fría ira.
—Señor Masterton —lo saludó con frialdad—. Encantada de conocerlo.
Pero sus palabras sonaron falsas, y ni siquiera le tendió la mano. Los ojos
de él se endurecieron, y se quedaron mirándose el uno al otro como dos
boxeadores a punto de iniciar un combate.
Elizabeth trató de pensar con claridad y ser diplomática. Hizo un amago de
sonreír, y trató de que su voz no reflejase su desesperación.
—¿No quiere sentarse, señor Masterton?
Claramente irritado, él sacudió la cabeza ligeramente. Elizabeth comprendió
que si se hubiese sentado, ella habría tenido la ventaja psicológica de
elevarse por encima de él, mientras que así, a pesar de sus altos tacones,
era él el que se elevaba sobre ella.
—¿Le apetecería un café?
Impasible, él continuó mirándola ceñudamente. —Gracias —dijo con
sarcástico énfasis—. Pero no.
—En ese caso... Jenny —hizo un amago de sonreír a la mujer que la
miraba con extrañeza—, puedes irte.
Hasta mañana.
—Sí, señora Carson.
Elizabeth advirtió el desconcierto en la voz de la mujer y vio que él
levantaba la ceja burlonamente hacia Jenny. Hubiese abrazado a su
secretaria, al ver que lo ignoraba deliberadamente.
Cuando Jenny salió del despacho y cerró la puerta, Elizabeth se enfrentó
con la fría mirada que tenía delante.
—Si me disculpa un momento. Voy a arreglarme un poco.
Él no respondió, pero la expresión de su rostro lo decía todo. Extraña

4
https://www.facebook.com/novelasgratis

mujer.
Elizabeth consiguió llegar al cuarto de baño sin tambalearse, abrió el grifo y
puso las muñecas bajo el chorro de agua fría, intentando disminuir el
fuerte, palpitar de su pulso que había enrojecido sus pómulos, contrastando
con la blanca palidez de su rostro. Tenía que controlarse.
¿No estaba reaccionando de manera descabellada? Sólo porque él hubiese
olvidado que una vez, hacía mucho tiemno... Elizabeth se mordió el labio.
Que una vez se había acostado con ella.
Lo que no significaba nada. No en el momento actual. Y menos para un
hombre como él. Si ella había malinterpretado lo que sólo fue un placentero
devaneo, era asunto suyo, no de él. Y no tenía derecho a cargarle con las
repercusiones de aquel fatídico fin de semana.
Era un posible cliente, nada más. Pero ya sabía que no lo quería como
cliente. Lo había amado, por Dios Santo, era imposible que trabajase con él
como si nada hubiese ocurrido. Una voz gritó en su interior: «¡Díselo! Dile lo
de Peter».
Él seguía de pie, pero mirando por la ventana. Cuando oyó la puerta del
cuarto de baño, se volvió.
La idea de decírselo se desvaneció en cuanto Elizabeth se encontró con su
mirada. No la reconocía en absoluto. Una inmensa tristeza la invadió
mientras morían sus últimos sueños adolescentes.
—¿No quiere sentarse? —dijo ella, señalándole una silla con una mano
larga y elegante.
—Gracias —dijo él, en tono cortés pero cargado de desdén.
Esperó a que ella se sentase al otro lado de la mesa, observándola
detenidamente, tanto que por un momento Elizabeth pensó que la iba a
reconocer.
—¿Siempre es usted tan hostil con sus clientes, señora Carson? —preguntó él
con frialdad.
—He estado bajo muchas presiones últimamente—dijo ella, sintiendo que
empezaba a recuperar algo de su compostura habitual—. Y todavía estoy
recuperándome de una fuerte gripe que acabo de pasar.
Pero no había el más mínimo indicio de disculpa en el tono de su voz, y
los dos lo sabían. Él frunció el ceño, echando fuego por sus ojos verde
azulados, ante su descortesía.
Pero ella pretendía ser insultante. Sin importarle las consecuencias, quería
que ese hombre saliese de allí, inmediatamente. Ya le había destrozado la
vida una vez, y haría todo lo que fuese necesario para que no volviese a
ocurrir.
Los espectaculares ojos de color verde azulado seguían mirándola,
brillando ante la agresiva expresión de Elizabeth. Ella esperaba una brusca
réplica, pero él se recostó en la silla como si tuviese todo el derecho del
mundo a estar allí.
—Tiene problemas con los hombres, ¿verdad, encanto? —él miró
sugerentemente su cabello corto, casi como un chico, y ella captó la indirecta
inmediatamente, ruborizándose intensamente.

5
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¿Qué quiere decir?


Él encogió sus anchísimos hombros.

•Soy un hombre liberado. Esas cosas no me asustan. Ya sabe lo que dicen:


«Sobre gustos no hay nada escrito».
—Si está insinuando lo que creo que está insinuando—farfulló ella
furiosamente—, ¡puedo asegurarle que no!
—Bueno, algo es algo —dijo él en una voz dulce,casi peligrosa—. Porque
déjeme decirle algo, señora Carson... he oído hablar mucho de sus especiales
talentos. —¡Señor Masterton! —Elizabeth no pudo soportarlo más— Creo que
será mejor que se vaya ya.
—¿Irme? —su tono era burlón, pero sus ojos eran tan duros como
diamantes—. Pero si acabo de llegar.
Oh, esos ojos. Verde azulados como el color del mar bañado por el sol.
•Lo siento —dijo ella, aunque era patente que no era así—. Pero es obvio que
no vamos a poder trabajar juntos.
Elizabeth empezó a ordenar un montón de papeles que tenía encima de la
mesa, en un gesto que pretendía ser disuasorio, pero para su desesperación,
él se repanchingó más en la silla.
—¿Ah, sí? —inquirió él—. ¿Y eso por qué?
Ella deseó gritarle que era porque su presencia le hacía revivir en su mente
perturbadoras imágenes, de sus besos, de la perfección de su acto
amoroso... Por un momento estuvo a punto de echarse a llorar, pero contuvo
las lágrimas con enérgica determinación.
Elizabeth respiró hondo y consiguió esbozar una sonrisa en sus labios.
—Vamos, señor Masterton, no seamos ingenuos. No nos hemos caído muy
bien que digamos, ¿no cree? Choque de personalidades, o como quiera
llamarlo. A veces ocurre.
—Todo lo contrario —dijo él con un fuerte acento americano—. No hay nada
más estimulante que un pequeño conflicto. Agudiza la mente y —sus ojos
briLiaron— resulta reconfortante.
Recostado en la silla, Elizabeth vio que le estaba mirando las piernas,
cubiertas por medias de seda, por debajo de la mesa. Se despreció a sí misma
por el temblor que recorrió su cuerpo, y vio que él levantaba la comisura de los
labios al advertirlo.
La habitación estaba en completo silencio mientras se miraban el uno al
otro,según aumentaba la tensión, él la miraba con mayor interes.
Elizabeth pensó que el hombre no había perdido nada de ese atractivo físico
que la había cautivado a los dieciocho años. Sabía por el informe, que tenía
treinta y cuatro años, y se comportaba con la autoridad de un hombre rico y
poderoso.
Su rostro era único, jamás había visto a un hombre tan guapo como él. Tal
vez era la combinación de esos ojos asombrosamente luminosos, con unas
pestañas y unas cejas tan oscuras como el color ébano de su cabello. La tez
ligeramente morena eran de su madre italiana, como él le había dicho
entonces. La nariz era romana, lo que le daba a su perfil un aire

6
https://www.facebook.com/novelasgratis

aristocrático. Pero el cuerpo y el acento eran completamente americanos.


Sólido y musculoso, y una profunda voz de artista de cine.
Ella se inclinó hacia delante.
•Escúcheme. No puedo trabajar para usted. Le recomendaré a otra persona...
—No —dijo él con voz decidida—. Quiero que sea usted quien lleve mis
asuntos.
Ella nunca había arriesgado así su trabajo, rechazando un cliente tan
valioso, y rogó para que Paul no se enterase jamás de lo que estaba
haciendo.
•Creo que no lo entiende...
—No, señora Carson —le interrumpió él—. Creo que es usted la que no lo
entiende. Me han dado su nombre porque me han dicho que su especialidad
son las firmas de abogados, y ésa es la línea de mis negocios. Me han
dicho que es la mejor, y por eso quiero que me represente. Creo que debería
advertirla de que —la miró burlonamente— siempre consigo lo que quiero..
—Señor Masterton, déjeme recómendarle otras asesorías financieras.
Él se inclinó hacia ella, de manera que sus rostros quedaron separados por
escasos centímetros.
—Pero yo quiero esta asesoría, señora Carson. Y lo que es más importante,
la quiero a usted. No me importa si le gusto o no, por la razón que sea. Le
estoy pidiendo que me lleve los libros de contabilidad, no que se case
conmigo.
Elizabeth palideció ante la ironía de sus palabras.
—Tengo contactos legales y amigos en Inglaterra que han utilizado sus
servicios y están extraordinariamente satisfechos con su trabajo. Lo que no
me habían mencionado es que usted parece tener algún problema para
comunicarse. No es que eso importe, una asesora financiera necesita que se
le den bien los números, no las palabras —él achinó sus ojos ya de por sí
rasgados—. Lo que me intriga, sin embargo, es su reticencia, a llevar mis
cuentas. Dígame una cosa, ¿sabe Paul Meredith que uno de sus
principales asesores rechaza lucrativas ofertas de trabajo?
Ella advirtió la amenaza implícita en sus palabras, lo que le hizo darse
cuenta de que estaba a punto de echar a perder la carrera por la que
había trabajado tan duramente. Lo miró sin pestañear.
—Muy bien —dijo ella—. El cliente manda. Haré todo lo posible para que
quede satisfecho.
—Oh, seguro —convino él suavemente.
Por un momento la miró con intensa concentración,como si algo lo
desconcertase. Elizabeth contuvo la respiración, segura de que la iba a
reconocer, pero pasó momento.
Ella se aclaró la garganta, tomó un portafolios y, una la pluma en la mano,
lo miró expectantemente. —Señor Masterton...
—Rick.
Ella se preguntó por qué utilizaría el diminutivo americano en lugar de su
nombre italiano. Sacudió la cabeza. —Tal vez ése sea el estilo americano, pero
me temo que no es el nuestro. Si no le importa, preferiría manejar las cosas

7
https://www.facebook.com/novelasgratis

a un nivel formal.
Él la miró con un gesto de desdén en la boca. —Dios, qué neurótica —observó.
Ella lo miró cortésmente, como si no acabase de insultarla.
—¿Empezamos? —inquirió con frialdad, y vio que él asentía con la cabeza de
mala gana—. ¿Qué clase de negocios quiere establecer?
•Un despacho de abogados, por supuesto —afirmó él—. -¿Qué iba a ser?
•Pero usted se ha graduado en Estados Unidos, y no puede ejercer aquí si
no realiza algunos exámenes le convalidación.
—No pensaba ejercer. Eso se lo dejaré a mis colegas ingleses. Yo sólo estoy
aquí para montar el bufete, y después volveré a mi país.
—¿Eso significa que sólo estará aquí temporalmente? —preguntó ella sin
poder ocultar el alivio en su voz. Él torció el gesto.
—Sí, señora Carson. Unos meses como mucho.
—¿Y sería un despacho de asuntos generales, temas de empresa, fraudes,
divorcios...?
—Oh, no, señora Carson. Igual que usted, yo tengo una especialidad.

Ella tuvo un extraño presentimiento.


•¿Y cuál es?
—Estoy especializado en casos de custodia infantil.
•¿Casos de custodia infantil? —repitió Elizabeth. Por un momento, la invadió
el terror. Sabía lo de Peter.
—Sí —él encogió sus grandes y poderosos hombros—.He representado a
muchos padres en casos de apelación en Estados Unidos. Y hemos abierto
nuevos caminos.
Ella tragó saliva, haciendo girar la pluma entre sus dedos para que él no
viese que le temblaban las manos
•¿Ah, sí? ¿Y cómo es eso?
Ella vio que él se relajaba al entusiasmarse con el tema.
—La sociedad está cambiando. Las mujeres ya no tienen tanto derecho a la
custodia de sus hijos.
Elizabeth se sintió ligeramente mareada, se le nubló la vista, y se llevó la
mano al cuello de la camisa, para aflojárselo un poco. Cuando el aire fresco
entró, por su cuello, volvió a ver con claridad.
•Pero la madre tiene más derecho que el hombre —argumentó ella con la voz
ronca—. Un derecho biológico otorgado por la naturaleza, por el hecho de
que son ellas quienes los conciben y les dan la vida, los cuidan...
—Pero la naturaleza a veces es indiscriminada, ¿no cree? El futuro de un
niño no debería ser gobernado por algo tan azaroso como las leyes de la
naturaleza.
•Entonces discrimina a las mujeres, ¿verdad, señor Masterton? Utiliza toda su
elocuencia de abogado para comprar a sus ricos clientes el futuro de sus
hijos.
El frunció el ceño, momentáneamente desconcertado por la reaparición de su
agresividad.

8
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Todo lo contrario. Juzgo cada caso en particular y actúo en interés del


niño. Pero durante demasiado tiempo los padres han estado sufriendo
sentencias injus
tas impuestas por jueces sentimentales, otorgándoles accesos ridículos. Al
menos deberían compartir la custodia con un acceso ilimitado.
Al ver su rostro serio, él posó su oscura mirada en su mano izquierda.
—¿Está casada? —inquirió—. No lleva anillo. Su marido debe de ser un hombre
muy liberal.
•Estuve casada —dijo ella lentamente.
—¡Ah! Ahora entiendo por qué habla con tanto fervor del tema de la custodia
infantil.
Elizabeth comprendió que, como casi todo el mundo solía hacer, él había
asumido que su matrimonio había terminado con un divorcio, y no con una
muerte.
Él la miró con interés mientras continuaba:
•Un fervor que contradice ese... —y sus ojos se posaron en las líneas austeras
de su traje—... exterior tan frío —la sonrió, con una sonrisa que podía
conquistar todo—. Confío en no haber abierto viejas heridas. ¿Tiene hijos,
señora Carson?
Ella dejó la pluma sobre el portafolios, y le dirigió la sonrisa más fría de
toda la entrevista.
•Señor Masterton —dijo—, por fascinante que pueda resultarle mi vida privada,
creo que no tiene nada que ver con el motivo de su visita. Así que volvamos a
algunos puntos de su futuro despacho de abogados.
Ella empezó a hacerle preguntas, y él las fue respondiendo, pero durante el
resto de la entrevista la tensión vibró en el aire, como electricidad. Elizabeth
volvió a advertir en él la mirada de perplejidad.
Se puso a colocar los papeles de encima de su mesa, y lo miró con una
sonrisa de cortesía en los labios.
—Bien, señor Masterton... —hizo un esfuerzo por sonreír más genuinamente—.
Todo parece bastante claro. Haré que mi secretaria pase a máquina los
detalles a primera hora de la mañana.

Sus palabras pretendían dar por terminada la entrevista. Los dos lo sabían,
pero él permaneció impasible. Ella vio que arrugaba la frente como si
estuviese resolviendo algo en su cabeza.
Intentando distraerlo, Elizabeth volvió a hablar. —¿Desea alguna cosa más,
señor Masterton? ¿Hay algo más que quiera decirme?
•Sí —dijo él—. Cene conmigo esta noche.
•¿Cenar? —dijo ella con una ronca carcajada. Sin dejar de mirarla, él
sonrió. Pero era una sonrisa fría, a años luz de sus ojos.
•No se sorprenda tanto —murmuró—. Algún hombre la habrá invitado a cenar
alguna vez. Además, ha estado casada. ¿Por qué se pone la mano en el pecho
y actúa como si le estuviese proponiendo algo indecente?
—Usted es un cliente —dijo ella con una fría sonrisa.

9
https://www.facebook.com/novelasgratis

Él se encogió de hombros.
—No hay nada que prohíba que cenemos juntos. Considerémoslo una cena de
negocios.
•Pero ya hemos hablado de todo lo que teníamos que hablar al respecto.
—Tiene razón, desde luego, señora Carson —dijo él con el rostro enigmático—
. Me gustaría cenar con usted porque me intriga.
Ella se levantó con el corazón palpitándole con fuerza.
—¿Ah, sí?
—Mmm. Sí, mucho —él también se puso en pie—. Su actitud hacia mí ha
sido muy extraña, por decir algo. A su secretaria también le ha
sorprendido, así que no debe de ser habitual en usted. Y me pregunto por
qué. ¿Soy yo?
—¿Quiere decir que no he reaccionado a su despliegue de encanto? —dijo ella
furiosamente.
Él frunció el ceño, y entonces sonrió.
—Todavía no lo he utilizado —dijo—. ¿Quiere que lo haga?
—Quiero que me deje irme a mi casa —dijo ella rotundamente.
—Claro —él miró su reloj—. Se está haciendo tarde. ¿Ha quedado con
alguien?
¡La solución perfecta!
—Pues... sí. Sí, he quedado.
—Entonces la acompaño al ascensor —dijo él tranquilamente.
Elizabeth tomó su maletín de mala gana.
—Gracias.
El camino alfombrado hasta el ascensor se hizo kilométrico, aunque él no
mostró ningún deseo de romper el silencio que había entre ambos. Se echó
a un lado para que ella entrase en el ascensor, y para horror de Elizabeth,
entró él también. Sola en el pequeño habítaculo, sola con Ricardo
Masterton...
Ella fue a pulsar el botón de bajada, pero él se le adelantó y pulsó el botón
para que las puertas no se cerrasen mientras la miraba, escrutando su
rostro como si intentase encontrar la respuesta que sólo ella sabía.
Elizabeth se estremeció, de nervios, de miedo y de excitación, sí, de
excitación... Su reacción hacia ese hombre siempre había sido
alarmantemente única, y algunas cosas nunca cambiaban.
Muda, y a pocos centímetros de él, vio las duras facciones de su atractivo
rostro, y una voz la gritó desde lo más profundo de su corazón: «Díselo. Ese
es el hombre que amaste una vez, dile lo de su hijo. Dile lo de Peter». Y
Elizabeth volvió a temblar. Pero entonces vio que él asentía con la cabeza,
como si su temblor por estar tan cerca de él fuese algo normal.
—Las señales que envía son una mezcla intrigante y deliciosa —murmuró
él—. Parece incapaz de decidir si me manda al diablo o si cede a lo que de
verdad quiere...
Ella vio el brillo depredador en las profundidades de esos increíbles ojos y
pensó que se acercaba a ella como si fuese a besarla. Y si la besaba...
Elizabeth retrocedió. Él había soltado el botón y ella aprovechó para pulsar el

10
https://www.facebook.com/novelasgratis

botón de bajada. El ascensor se puso en marcha.


Esperaba irritación por su parte, sin embargo él la miró con cierta ironía, como si
le divirtiese la silenciosa disputa.
—Dígame —inquirió ella cortantemente—. ¿Siempre prodiga sus atenciones a
completas desconocidas?
•Eso es lo curioso —murmuró él—. No.
Las puertas se abrieron, y el conserje se adelantó. —Buenas noches, señora
Carson —la saludó el hombre jovialmente—. Me temo que lo ha perdido.
Rick frunció el ceño.
—¿Perder qué?
—Mi autobús —dijo ella tranquilamente.
•¿Autobús? —Rick Masterton la miró desconcertado—. Pero usted debe de tener
coche.
Ella sacudió la cabeza. Prefería la libertad del transporte público, donde podía
seguir trabajando de camino a su casa. Además, aparcar era una pesadilla.
—Nadie conduce en Londres —dijo ella, intentando que su voz sonase desdeñosa.
—Pues yo sí. Tengo un coche alquilado ahí fuera. Déjeme que la lleve a su casa.
Elizabeth se volvió al conserje.
—¿Frank? —sonrió al hombre—. Por favor, acompaña al señor Masterton a su
coche. Tengo que volver a mi despacho a recoger un par de papeles.
—Cómo no, señora Carson.
—Buenas noches, señor Masterton —dijo Elizabeth,tendiéndole la mano.
Él se la dio, pero a Elizabeth no se le pasó por alto el inconfundible brillo de
irritación que ardía en las profundidades de esos ojos increíbles.

Capítulo 2
ELIZABETH subió en el ascensor directamente a su despacho, sentándose
temblorosamente ante su mesa, y ocultando el rostro entre las manos.
Entonces se abrió la puerta del cuarto de al lado y ahí estaba
Jenny, mirándola horrorizada.
•¡Señora Carson! —exclamó, corriendo a su lado—. Elizabeth. ¿Qué sucede?
Elizabeth levantó la cabeza, con los ojos brillantes. —¿Qué ocurre? —repitió
Jenny—. ¿Necesita un médico?
Elizabeth volvió a cerrar los ojos brevemente. —Necesita algo —dijo Jenny con
firmeza.
A través de una neblina, Elizabeth oyó el ruido de botellas y vasos, y
momentos después, Jenny le puso un vaso de un líquido ámbar en la mano
—¿Qué es? —susurró.
•Brandy. Bébaselo.
Elizabeth vació el vaso como una niña obediente, agradeciendo el calor que
descendió por su estómago, como fuego.

11
https://www.facebook.com/novelasgratis

Jenny se sentó en la silla de enfrente, muy erguida, como si fuese a tomar


notas.
•¿Quiere hablar de ello?
Elizabeth sí quería hablar de ello. Aparte de John, no le había confiado a
nadie más la historia. Durante años se había sentido avergonzada de lo que
había sucedido, aunque la vergüenza a veces había estado salpicada de un
febril anhelo por el hombre que la había transformado de niña a mujer en
cuestión de horas.
—No puedo contártelo —dijo quedamente—. Es demasiado... horrible.
Jenny sonrió tristemente.
—No creo, querida. Recuerde que yo también tuve un hijo fuera del
matrimonio
Elizabeth la miró con los ojos como platos.
—Quieres decir que lo sabías...
—¿Que su marido no era el padre de Peter? Sí, lo sabía. Oh, por algunas
cosas que dijo. Llevo trabajando mucho tiempo con usted. Sabe que puede
confiar en mí.
—Lo sé —hubo una pausa—. Ese hombre... Rick Masterton... era... es... —
levantó la vista, con sus ojos color avellana llenos de espanto—. ¡Es el padre
de Peter, Jenny!
En lugar de la reacción de horror que Elizabeth esperaba, Jenny asintió
lentamente con la cabeza.
—Eso explica su comportamiento —dijo quedamente—. Pero no lo entiendo. Él
no ha parecido... —su voz se desvaneció.
—Él no me ha reconocido —terminó Elizabeth amargamente—. Lo único que
me faltaba para convencerme de que no signifiqué nada para él, ha sido
nuestro breve encuentro de hoy. No hubo ni un atisbo de reconocimiento
por su parte. Eso es todo lo que significo para Rick Masterton.
—Hábleme de ello —dijo Jenny.
Elizabeth suspiró al empezar a hablar, con una voz baja, tan lejana como
sus pensamientos.
—Todo empezó una tarde de verano, hace casi diez años —dijo pausamente,
según los recuerdos empezaron a cobrar forma—. Entonces no era Elizabeth,
sino Beth,y acababa de salir del orfanato. Me había ido a vivir con una
amiga a Londres...
Había sido una de esas tardes mágicas de agosto, de cielo muy azul, y aire
cálido envuelto en una neblina dorada por el sol, cuando el mundo parecía
un lugar feliz, y doblemente mágico para Beth, que había viajado desde Gales
para reunirse con su amiga Donna, quien había dejado el orfanato el año
anterior para vivir y trabajar en Londres.
•¡Aún no puedo creerlo! —había gritado Beth con entusiasmo, mirando sus
notas.
—¡Pues yo sí! —replicó Donna—. Y te mereces esos cuatro sobresalientes y la
beca. ¿No te dije que eras la chica más lista del orfanato?
—Pero Oxford —dijo Beth, sacudiendo ligeramente la cabeza con
desconcierto, balanceando su cola de caballo—. ¿Crees que encajaré allí?

12
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Con tu inteligencia, encajarás en cualquier parte —dijo Donna con


firmeza—. Venga, corre a darte un baño. Vamos a salir a celebrarlo.
•No tengo mucho dinero... —protestó Beth.
—No lo necesitarás, vamos a una fiesta.
•¿Una fiesta?
—No pongas esa cara, será una fiesta completamente decente.
•No me van mucho las fiestas —dijo Beth, indecisa—. ¿Quién la da?
—Oh, el sobrino del director ha venido de Estados Unidos, y han alquilado
una sala increíble que da al río. No les importará que lleve a una amiga.
•¿Estás segura?
•¡Que sí!
Pero «fiesta» era una humilde descripción para la fastuosa algarabía a la
que Donna llevó a Beth, que se puso a mirar el Támesis nerviosamente
por los ventanales. Jamás había visto tanta gente elegante junta,
bailando, bebiendo champán y riéndose a carcajadas.
Beth se mordió el labio, sintiéndose completamente fuera de lugar. Donna la
había vestido para la fiesta, ya que ella no tenía nada apropiado.
Desafortunadamente, Beth estaba más generosamente dotada que Donna, y
tenía exuberantes curvas. Sus cremosos pechos se asomaban
seductoramente por el corpiño del vestido verde de lentejuelas.
•Pareces otra —dijo Donna, inclinando la cabeza hacia un lado—. Y si
llevases colores más vivos, como esmeralda, morado, o azul, el color se
reflejaría en tus ojos. ¿De acuerdo?
•De acuerdo --dijo Beth vacilantemente.
—Y tienes que llevar el pelo suelto —insistió Donna.
Así que su brillante cabello castaño le caía en una cascada de ondas casi
hasta la cintura, y Beth casi no se había reconocido al mirarse al espejo.
Donna tenía razón. Sus ojos, normalmente opacos e indeterminados, esa
noche parecían dos espejos reflejando el verde brillante de su vestido, y
Donna le había aplicado una buena capa de rímel, así que su rostro era
todo ojos.
Al ir a ponerse sus gafas de montura metálica, por las que siempre se
habían burlado de ella en el orfanato, Donna se las quitó de las manos.
—Nada de gafas. Esta noche, no —le dijo su amiga con firmeza.
—Pero no veo nada sin ellas —protestó Beth.
—¿En serio?
—Bueno, no exactamente, pero sólo veo bien de cerca.
—¡Estupendo! —bromeó Donna—. Eso es lo único que te hace falta. ¡Ver al
chico con el que estás bailando!
Pero en la fiesta, en medio de esa elegante sala, contemplando a la borrosa
multitud, Beth se sintió un poco cohibida, y deseó estar en su apartamento,
en vaqueros y suéter como siempre, con el cabello recogido y la nariz
enterrada en un libro. Tal vez pudiera escabullirse inadvertidamente...
Tan ensimismada estaba, planeando su escapada que apenas se dio cuenta del
hombre que estaba a menos de un metro de ella, contemplando también la

13
https://www.facebook.com/novelasgratis

puesta de sol.
Bueno, en realidad sí que había, advertido su presencia; era uno de esos
hombres que no pasan desapercibidos. La mayoría de los hombres iban
vestidos de forma conservadora, o de traje o en pantalones de vestir con
impecables camisas de rayas. Ese hombre llevaba pantalones vaqueros, pero
con un estilo que le hacía parecer el hombre mejor vestido de la fiesta. Lle-
vaba una camisa amplia, que parecía de seda, a cuyo través se veía un
pecho firme y duro. La camisa estaba remetida por los pantalones. Tenía unas
caderas estrechas y unas largas piernas.
Beth suspiró, y apartó la vista cuando una rubia despampanante le empezó a
meter bocaditos de comida en la boca.
Recordando que ella no había comido, tomó un canapé con algo
intrigantemente negro por encima, lo mordió, empezó a masticar, y casi le dio
una arcada. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para tragarse el bocado, pero
el sabor viscoso y salado se le quedó en la boca; entonces, como en respuesta
a un ruego, alguien le puso un vaso de agua fría en la mano. Se lo bebió todo
antes de mirar un par de ojos divertidos, de color verde azulado.
—Me parece que no te gusta mucho el al caviar, ¿verdad? —él sonrió.
Era moreno, y tan guapo que ella pensó que sería italiano, o español... así
que se quedó impresionada al oír su fuerte acento americano.
¡Caviar! —ella se estremeció—. ¿Era eso? ¡Pues es la primera y última vez que
lo como!
Él se rió.
—¿No lo conocías?
Sólo porque no lo hubiese probado antes, no significa que no lo conociese —
replicó ella—. ¿Para qué están los libros?
Él enarcó las cejas ligerámente ante la reprimenda,pero sus ojos brillaban,
divertidos.
—¡Vale, reconozco mi error! —él alzó las manos en señal de defensa, y después
tomó un plato de aperitivos—.Toma uno de éstos.
Ella sacudió la cabeza.
—No gracias. Tomaré algo cuando llegue a casa. Buscó a Donna a su alrededor,
pero él le habló.
—No te irás ya —le preguntó.
Ella asintió con la cabeza.
—Éste no es mi ambiente.
—Ni el mío —dijo él de pronto—. Sabes, yo también tengo hambre. ¿Qué le
recomendarías a un americano para comer en Londres?
—¡Pescado y patatas fritas en papel de periódico!—dijo ella enseguida,
recordando una de sus escasas excursiones a la playa—. Pero no me
preguntes dónde encontrarlo —protestó ella mientras él la empujaba
suavemente hacia la puerta—. Porque no conozco nada de Londres.
—Yo tampoco —él sonrió—. Pero sé de un hombre que sí lo conoce.
Así fue como se encontraron en un taxi negro en dirección a la otra punta
de la ciudad, que les dejó delante de una tienda de pescado y patatas
fritas que olía deliciosamente.

14
https://www.facebook.com/novelasgratis

Todavía con el vestido de fiesta, pero con la chaqueta de Riccardo por


encima, se sentaron a disfrutar de su festín en el banco de un parque,
comiendo patatas fritas cubiertas de sal y vinagre, y grandes trozos de
bacalao rebozado.
Después tomaron otro taxi hasta Westminster, discutiendo todo el camino
sobre Verdi. Por casualidad pasaron por debajo del Big Ben justo a
medianoche, y los dos se quedaron pasmados al oír las potentes campanadas
a su alrededor.
Beth pensó que era como Cenicienta mientras levantaba la vista hacia ese
atractivo rostro moreno...
-Conocerlo fue lo más mágico que me ha sucedido nunca -dijo Elizabeth
lentamente, volviendo al presente y mirando a Jenny, que la observaba con
abierta curiosidad-. No sabía que existía gente como él... inteligente,
divertido... y oh, cielos, tan atractivo. Nunca había sentido una atracción
física por nadie antes que él... hizo que me sintiese... oh, no sé. Era tan
estúpidamente ingenua. Demasiado joven y sin ninguna experiencia para
darme cuenta de que sólo estaba ligando comigo.
•¿Pero qué sucedió? -preguntó Jenny-. ¿Qué pasó después?
Elizabeth miró a su secretaria, con la mirada perdida.
•Esa noche no volví a casa. Me fui con él al apartamento de sus tíos, y pasé
allí el fin de semana. Después descubrí que estaba embarazada.
-Jesús!
Elizabeth se esperaba aquello; la censura. Tal vez ésa era la razón por la
que sólo se lo había contado a John.
•Es horrible, ¿verdad? No es algo de lo que me sienta orgullosa.
Jenny sacudió la cabeza.
-No la estoy culpando. Por Dios santo, usted debía de ser muy joven.
•Dieciocho años.
-¿Y él?
•Veinticinco.
-Pero Elizabeth... ¿él lo sabe? ¿Lo del niño?
•No había razón para decírselo...
•Pero como padre, tenía derecho a...
-No! -exclamó Elizabeth ásperamente-. Un escarceo de un fin de semana
con una persona desconocida no convierte a nadie en padre. Y de todas
formas -ahí se le entrecortó la voz-... intenté ponerme en contacto con él.
Decírselo. Pero se había ido a Estados Unidos. Le dejé el domingo, y voló a
su país el lunes. Y tenía una prometida esperándolo. Así que ya ves -sonrió
llorosamente-. Para él sólo fue un revolcón, ¿no se dice así? Pero a mí me
dio lo que ha dado sentido a mi vida. Me dio a Peter. Por cierto... -se frotó
los ojos con los puños y miró su reloj-... será mejor que me vaya, volverá
pronto de su entrenamiento de fútbol.
Apuró su vaso de brandy y se puso de pie.
Jenny se levantó también, todavía desconcertada.
-¿Pero cómo es que él... cómo es que no la ha reconocido? Después de...

15
https://www.facebook.com/novelasgratis

después de... -su voz se apagó, cohibida.


Elizabeth se encogió de hombros.
-Fue hace casi diez años. Yo estoy mucho más delgada, me he cortado el
pelo, y en aquel momento no llevaba gafas. Y, supongo -dijo con
amargura-, que ha habido muchas otras en su cama desde entonces.
Pero Jenny, por favor, prométeme que no se lo contarás a nadie. Imagina si
se enteran mis compañeros.
—Por supuesto que no lo haré. Aunque no creo que a sus compañeros les
importase, en estos días. ¿Pero y Peter? ¿Sabe él todo esto? ¿Cree que su
marido era su padre?
Elizabeth sacudió la cabeza.
—No. Nunca le he mentido. Le conté la verdad, que amaba a su padre
muchísimo, pero que a veces las cosas no salen como uno espera.
—Pero ahora que Rick Masterton ha vuelto. ¿No cree que debería decírselo?
—No —dijo Elizabeth con fervor—. Ya es demasiado tarde. Y más ahora. Para
él sólo fui una compañera de cama a la que ni siquiera recuerda. Y él es un
hombre muy poderoso. Es un abogado especializado en casos de custodia
infantil, que defiende el derecho de los hombres que, según él, han sido
injustamente tratados por los tribunales. Imagina si descubre que no sólo
se le ha negado el acceso a su hijo, sino el saber que existe. Podría
arrebatarme a Peter. Y no puedo correr ese riesgo. Bueno, tengo que irme,
Jenny —sonrió con tirantez—. Gracias por escucharme. Hasta mañana.
Elizabeth anduvo las tres manzanas hasta la estación de Metro como en una
nube, y esperó el tren que la llevaría a su casa. Respiró hondo el aire fresco
mientras paseaba por el andén, agradeciendo el anonimato del vehículo
abarrotado, la mirada perdida de los demás viajeros, y la oportunidad que el
viaje le daba para pensar. Para asimilar el haberlo visto después de tanto
tiempo.
Pero cuando llegó a la hermosa casa de Regent's Park, su cabeza seguía
siendo un laberinto de imágenes confusas. Se dirigió fatigadamente por el
camino hasta la inconfundible puerta negra, tranquilizándose momen-
táneamente a la vista del elegante edificio.
Entró en el espacioso vestíbulo y oyó el sonido familiar de un videojuego.
—¡Peter! —llamó
Y el chico, de complexión delgada, pero que prometía ser tan alto como su
padre, llegó corriendo por el pasillo.
—Hola, mamá. Hoy he metido tres goles, ¿puedes creerlo? Eh... —examinó a
su madre detenidamente—. No has estado llorando, ¿verdad?
—¿Llorando? Claro que no —dijo Elizabeth con brío—. ¿Bueno, qué pasa
con mi abrazo?
—¡Mamá!
Habló con un horror fingido hacia el afecto físico que era normal en los
niños después de los seis años, pero de todas formas le dio un fuerte
abrazo, y ella tuvo que hacer un gran esfuerzo para que no se le saltaran
las lágrimas.
—¿Dónde está la señora Clarke? —preguntó ella, mirando a su alrededor.

16
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Ha subido arriba —dijo Peter—. Está tejiendo un jersey para su nieta. ¿Qué
hay de cena?
Elizabeth entró en la cocina con Peter y se puso a hacer unas tortillas y
una ensalada mientras Peter charlaba con entusiasmo de sus
posibilidades de jugar en un equipo junior ese otoño.
Elizabeth se dio cuenta de que esa noche estaba viendo a su hijo con otros
ojos. Cada vez que lo miraba, el corazón se le subía a la garganta,
consumida por un amor incondicional hacia el pequeño ser que con su
aparición había alterado dramáticamene el curso de su vida.
Durante años había intentado, sin mucho éxito, no pensar demasiado en su
padre, no sólo por el dolor,sino porque no tenía mucho sentido sufrir por un
hombre al que no volvería a ver.
Pero lo había visto, y era como si con su reaparición, de pronto se diese
cuenta de cómo se parecía Peter a su padre. El mismo cabello negro, los
mismos inconfundibles ojos verde azulados con ese curioso brillo, la misma
constitución de extremidades largas con el potencial de una fuerza de acero.
La misma agudeza mental.
Él levantó la vista de pronto, notando el escrutinio de su madre.
—Estás triste —le dijo con desconcertante percepción.
—Un poco —admitió ella, segura de que su rostro no reflejaba nada.
•¿Estás pensando en mi padre?
—¿Por qué dices eso? —preguntó ella, manteniendo un tono trivial.
Él se encogió de hombros.
•Porque te pones así siempre que piensas en él. Al verlo tan vulnerable,
Elizabeth se sintió repentinamente culpable.
—Echarás de menos tener un padre, ¿verdad? —tanteó.
—Tuve a John. Sé que no era mi verdadero padre, pero... era estupendo.
Elizabeth recordó a su ex-marido con el mismo afecto.
•Sí, era estupendo. Pero no haber conocido a tu verdadero padre...
—Tú siempre has sido suficiente para mí, mamá —repentinamente cohibido
por su admisión, frunció el ceño—. ¿Cuánto falta para la cena? Estoy
muerto de hambre.
•Ya está —dijo ella alegremente.
Y echó una esponjosa tortilla en un plato, puso la fuente de la ensalada
en el centro de la mesa, y los dos se sentaron.Elizabeth se dijo a sí misma
que no sucedería nada. En unos meses él se habría ido, y se acabó.
Pero estuvo despierta toda la noche, con el rostro tenso, contemplando sin
ver las sombras que la luz de la luna proyectaba en el techo, con la mente
llena de genes de Rick.

17
https://www.facebook.com/novelasgratis

Capítulo 3
LA MALA noche que pasó Elizabeth hizo que a la mañana siguiente
estuviese de mal humor, y gritó a Peter más de una vez, cosa que no
solía hacer. Normalmente era tranquila en lo que a su hijo se refería y,
cuando lo descubrió observándola con curiosidad, decidió controlarse,
decidida a apartar sus temores sin fundamento a partir de ese momento y
seguir con su vida.
Lo único bueno que le había sucedido era que, afortunadamente, su voz
había vuelto a la normalidad.
Cuando llegó a su oficina se encontró con que Jenny ya estaba allí; ofreció
a Elizabeth una amplia sonrisa y le entregó un montón de
correspondencia. Elizabeth suspiró aliviada. Obviamente Jenny era fiel a su
palabra, y sus confidencias del día anterior no iban a ser desveladas esa
mañana.
Elizabeth le dictó durante una hora y luego acometió una montaña de
papeles. Después hizo algunas llamadas, salió para entrevistarse con un
cliente y, cuando volvió, Jenny estaba sentada delante de su ordenador, con
una irónica sonrisa en el rostro, mientras señalaba un ramo de flores que
había sobre la mesa.
—Es para usted —dijo simplemente.
Elizabeth se quedó pasmada. Nunca había recibido flores, sin contar esa
rosa solitaria que Rick había puesto en la bandeja de su desayuno con
champán. Sabía sin mirar la tarjeta que era él quien había enviado esas
flores. Aunque no podían ser más diferentes de aquella rosa que ella había
atesorado entonces.
Esas flores las había enviado un hombre cuyos gustos habían madurado;
eran fragantes, sutiles y hemosas. Había grandes y tiernas rosas pálidas
que hacían un ocioso contraste con el límpido azul de las azulinas. Había
peonias de un rosa mucho más intenso, y hiedra verde oscuro junto a las
aromáticas espigas púrpuras la lavanda. Una cinta rosada ataba todos los
tallos daba la sensación de que las flores habían sido recogidas esa
mañana por el campo. Aunque eso era una suposición porque Elizabeth
había oído hablar de la floristería que había preparado el ramo y sabía que
cobraban una fortuna.
Tomó la tarjeta, y la leyó:
A pesar de nuestras desavenencias, o quizás debido a ellas, disfruté
inmensamente de nuestro encuentro. Cene conmigo esta noche. Rick.
Estrujó la tarjeta en la mano y la arrojó a la papelera. Estaba irritada, tanto
por el tono autoritario que había utilizado él como por su tonta reacción
ante el ramo, sintió el impulso repentino de hundir la nariz en su dulce
perfume, de llevárselo a su despacho y colocarlo amorosamente en un florero.
Pero prevaleció su sentido común.
—Puedes quedarte con las flores, Jenny —dijo repennamente—. O envíalas
abajo.

18
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¿Está segura? —Jenny la estudió con la mirada—.Son del señor Mastertón,


¿verdad?
—Sí, así es, y estoy segura... y si llama... dile que...
Pero no llegó a terminar la frase porque en ese momento Paul Meredith,
su jefe, entraba sonriente por la puerta.
—¿Decirle qué? Mmm, bonitas flores, ¿son tuyas, Elizabeth?
Elizabeth asintió con la cabeza.
—¿Y puedo saber quien te las ha enviado? —preguntó Paul con cierto brillo en
los ojos.
Elizabeth se resistía a decírselo, pero no iba a empezar a mentir a su jefe.
—Son de Rick Masterton —dijo ella fríamente.
—Es obvio que le has causado una buena impresión.
—Pareces sorprendido —dijo Elizabeth con cierta mordacidaz.
Paul frunció el ceño.
—Lo único que me sorprende es que nadie te haya robado el corazón hace
mucho tiempo. ¡Yo ya lo he intentado bastante!
Elizabeth sonrió. Durante años, Paul la había invitado frecuentemente a salir,
pero ella le había dicho que «no» tantas veces que sospechaba que él no
sabría qué hacer si llegara a aceptar alguna vez. Divorciado, con poco más
de cuarenta años, y una fachada tranquila que disimulaba su astucia para los
negocios, Paul era un buen partido, pero Elizabeth no tenía la más mínima
intención de salir con su jefe, y buscarse problemas. Al margen de que
sencillamente no le apetecía salir con él, ni con nadie. Excepto con Rick.
—¿Y dónde vais a cenar?
—No voy a ir —dijo Elizabeth, advirtiendo la perplejidad en el rostro de Paul, y
se volvió a su secretaria—. Por favor, transmítele el mensaje al señor
Masterton cuando llame.
Paul entró en el despacho de Elizabeth y ella lo siguió. Él se volvió para mirarla.
—¿Por qué no?
No tenía sentido hacerse la tonta con un hombre tan astuto como Paul,
pero al mismo tiempo no tenía ningún pretexto que no echase por tierra su
reputación.
Se imaginaba la reacción de Paul si le decía la verdad. Paul volvió a fruncir el
ceño ante su silencio. —¿Tienes una cita?
—No.
—¿Es Peter, entonces? ¿No tienes con quién dejarlo?
—No, Paul —dijo ella fatigadamente—. No es nada de eso.
—¿Entonces qué es? Se trata de un valioso cliente y ya has cenado con
clientes otras veces. ¿Por qué no vas a ir?
¿Es una orden? —ella lo miró sin pestañear. Él le devolvió la mirada con la
misma calma. No lo sé, Elizabeth... ¿tiene que serlo?
Ella sabía que Paul le estaba tomando el pelo, así que forzó una sonrisa
mientras se pasaba la mano por su corta y reluciente melena.
Si quieres saberlo... es que todavía me siento un poco mal de la gripe que
he pasado.
Paul se dio con la palma de la mano en la frente.

19
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Demonios, perdóname ¿por qué no me lo has dicho? —le sonrió


arrepentido—. Pensaba que era una oportunidad que la mayoría de las
mujeres no dejaría escapar. Cuando estuve en Estados Unidos el año
pasado, Rick virtualmente tenía que quitárselas de encima.
Supongo que por eso todos pensamos que eres tan sorprendente... tan
impredecible.
Ella se rió.
-¡No estoy muy segura de que eso sea un cumplido!
Bien, Paul... —le sonrió ampliamente—. ¿Querías verme por algo en
particular?

—Quería hablarte del caso Haynes. ¿Tienes el expediente?


—Claro que sí.
Elizabeth se perdió con alivio en las complejidades de la contabilidad de la
compañía Haynes.
Una vez que Paul salió de su despacho, Elizabeth trabajó hasta las tres.
Estaba pensando en tomarse un café cuando sonó el teléfono encima de su
mesa.
—Hola —dijo ella.
Hubo un silencio al otro lado de la línea.
•Hola —volvió a decir—. ¿Hay alguien ahí?
Hubo otra pausa, y entonces:
•¿Es usted, señora Carson?
•Sí, señor Masterton —respondió ella inmediatamente, y al instante se
arrepintió.
—Tiene buena memoria para los nombres y las voces, considerando que
acabamos de conocernos —observó él con escalofriante precisión, y cierta
aspereza en la voz—. Apuesto a que no reconoce así a todos sus clientes por
teléfono.
—No todos mis clientes tienen acento americano —replicó Elizabeth, retorciendo
la pluma entre sus dedos.
—Seguro que no.
Hubo algo en su tono que la inquietó, y se le aceleró el corazón.
—¿Desea preguntarme algo en particular, señor Masterton?
—Digamos que acaba de darme la respuesta —dijo él en el mismo tono
inquietante, y colgó.
--¡Señor Masterton, señor Masterton! —repitió Elizabeth tontamente, como
una telefonista agobiada. Y dejó el auricular con una mano temblorosa. ¿Por
qué habría colgado?
Sacudió la cabeza, intentando quitárselo de la mente. Ignorarlo. Y tomó su
pluma y empezó a escribir.
Pero no sirvió de nada. La sensación de presagio persistía, y se apoderó de
ella el temor irracional de que pudiese aparecer en la oficina. Incluso llamó a
Jenny por el interfono. Ésta se presentó en el acto.
-Si aparece el señor Masterton, házmelo saber inmediatamente.

20
https://www.facebook.com/novelasgratis

Pero no lo espera, ¿verdad?


Pues... no. No, no lo espero.
A las cinco y media le dijo a Jenny que se podía ir, y empezó a recoger.
Miró por la ventana. Era una tarde de mayo espléndida y clara. El paseo
hasta el metro le sentaría bien, y con un poco de suerte ahuyentaría sus
fantasmas y todos sus recelos.
Oyó un ruido detrás de ella. El débil sonido de unos pasos sobre la moqueta,
y una respiración. Sintió que se le erizaba el vello de la nuca.
—Hola, Beth —dijo él, muy, muy dulcemente.
Ella no se movió de momento, sintiendo que la sangre abandonaba su rostro y
se cubría de una gélida palidez. No de asombro, claro que no. Porque
inconscientemente era lo que había estado esperando desde el momento en
que él había colgado. No era asombro.
Era miedo.
Se volvió con la mente en un torbellino, buscando desesperadamente algo que
decir.
Él la miraba con frialdad y su rostro parecía esculpido en granito. El miedo
devolvió a Elizabeth a la niñez, y sus años de seguridad en sí misma se
desvanecieron por esas dos palabras que él acababa de pronunciar. La
mujer adulta se mezcló con la niña, y la niña ganó. Porque sólo una niña se
habría atrevido a hacerse la tonta con un rival tan devastador.
-¿Perdón? —dijo ella, enarcando las cejas.

Él torció la boca en una fría sonrisa.


—¿No te acuerdas? —se burló—. Entonces tal vez deba recordártelo yo.
Aturdida y confusa, sintiendo una nauseabunda excitación que competía con
su temor a ser dominada, no se dio cuenta de que él se acercaba a ella
sigilosamente.
Estaba tan rígida como una figura de cera y no pudo moverse cuando él la
agarró y se quedó mirándola, con un brillo de frialdad en los ojos y la boca
curvada en una cruel sonrisa.
—¿Quieres que te lo recuerde? —inquirió él—. Beth. Entonces inclinó la
cabeza y la besó, con una arrogancia sensual irresistible.
Ella abrió los labios automáticamente. Oh, la dulce y embriagadora
presión de su boca, provocando una respuesta inmediata en lo más
profundo de su ser. Él exploró con su lengua los contornos de sus labios,
como si la recordara por su sabor, y ella deslizó los brazos por sus
anchos hombros, agarrándose a él, temerosa de caer de rodillas. Oyó que
de la garganta de él salía un sonido apreciativo antes de profundizar el
beso, y ella gimió angustiadamente... deseando que hubiese sido así, y que
los largos años de soledad no hubiesen existido.
Él dejó de besarla entonces, tan bruscamente como había comenzado. Se
quedaron mirándose el uno al otro con el único sonido de sus respiraciones
agitadas mientras los dos luchaban por recuperar el aliento. Pero él se
recuperó antes que ella, y retrocedió un poco, observándola con ese aire
distante de estar evaluándola.

21
https://www.facebook.com/novelasgratis

—La misma Beth de siempre —dijo él en tono insultante—. Vaya reacción.


Sólo hay que pulsar el botón apropiado y ella empieza a arder. ¿Te ha
despertado esto la memoria? —se burló—. O tal vez te gustaría recordar algo
más.
La recorrió con sus ojos de pies a cabeza, deteniéndose en la exuberante
curva de sus senos.
Ella había deseado que la besara, pero no podía ignorar sus insultantes
palabras. Momentáneamente se preguntó por qué estaba tan furioso con
ella. Enseguida tuvo la respuesta, sin duda había herido su orgullo al
escabullirse de casa de sus tíos aquella mañana. Probablemente le hubiese
gustado que lo acompañáse al aeropuerto ruborizada y rebosante tras
cuarenta y ocho horas de hacer el amor sin parar, y que le despidiese
agitando un pañuelito blanco mientras él desaparecía de su vida. Su boca se
contrajo en una línea al recordar su duplicidad.
—Fuera —dijo ella, y él se rió.
—¿Fuera? —inquirió él con suavidad—. Oh, no, Beth.
Tú y yo tenemos mucho que hablar.
—Me llamo Elizabeth —replicó ella, intentando recuperar algo de autoridad.
Él sacudió la cabeza. —Para mí no. Podría llamarte Elizabeth, pero para
mí siempre serás Beth. Apasionada Beth; tan dulce y tierna como un
melocotón —él bajó la voz a un tono deliberadamente provocativo—, listo
para ser recogido.
Ella se estremeció a su pesar.
—Riccardo. Por favor...
—¡Ah! Así que te acuerdas.
—Claro que me acuerdo.
—Menos mal. Por un momento había pensado que me había estado
sobrevalorando todos estos años.
El color incendió las mejillas de Elizabeth ante el alarde sexual, y sintió
que se consumía de celos al imaginarse todas las mujeres que habría tenido
antes que ella. Y después. Tenía que salir de allí. Ya se había humillado
demasiado ante él en un solo día.

—Tengo que irme —dijo ella con la voz apagada, pero él sacudió la cabeza.
—Oh, no —dijo él siniestramente—. Tú y yo tenemos que hablar.
Elizabeth pensó en Peter, esperándola en casa. ¡Su hijo! Y sacudió la
cabeza.
•No puedo.
•¿Por qué no?
Ella vaciló.
—¿Tienes otro compromiso?
Ella se agarró a esa salida.
—Así es.
•Cancélalo —dijo él con la arrogante convicción de un hombre que sabía que
una mujer cancelaría cualquier compromiso, así como así, sólo por estar con

22
https://www.facebook.com/novelasgratis

él.
—No es sólo eso.
—¿Tienes un niño en casa, tal vez?
A Elizabeth se le detuvo el corazón. Pensó en Peter y se hizo la despistada,
pero algo le dijo que no debía mentir.
—Sí, así es. ¿Cómo lo sabes?
Él se encogió de hombros.
—Paul lo mencionó. De pasada.
¡Maldito Paul! ¡Maldito! Aunque en cierto sentido, se alegraba de que se
hubiese enterado así.
•¿Comprendes ahora por qué no puedo ir a tomar algo contigo?
Él se encogió de hombros con despreocupación.
•No importa. Iremos a tu casa. Me encantará conocer a tu hijo, Beth.
—No puedes —le dijo ella, demasiado rápido, y al ver la expresión de Rick, se
apresuró a continuar—: Quiero decir que procuro no llevar amigos a casa
cuando está él. Tiene un sueño muy ligero, y... —su voz adquirió un tono de
complicidad—... se despierta con cualquier ruido.
Él la miró con tal desagrado ante la insinuación de las palabras, que
Elizabeth pensó que iba a marcharse. Pero entonces vio que posaba su
mirada en la redondez de sus pechos donde el encaje se trasparentaba a
través de la fina blusa de seda blanca.
—Pobre chico —murmuró él como para sí—. ¿No puedes conseguir una canguro?
—dijo con más asperez ¿Con quién está ahora?
Elizabeth deseó detener el interrogatorio, pero temía demasiado el arma que él
blandía sin saberlo. Sus derechos de paternidad.
—¿Con quién está ahora? —repitió él mientras ella seguía mirándolo,
enmudecida.
—Tengo una señora interna que se ocupa de Peter mientras trabajo.
—Llámala entonces. Dile que llegarás tarde. Vamos, Beth —dijo él,
asrrastrando las palabras con una sonrisa y mirándola con un apetito
sexual que, a pesar de su desprecio, despertó algo dentro de ella—. Sabes que
quieres.
Elizabeth se dio cuenta de su determinación, y de que él no se daría por
vencido una vez que se había despertado su curiosidad... y su libido.
Lo miró fríamente.
—Sólo una copa, entonces.
Él le brindó una ceñuda sonrisa, como si su victoria significase poco para él.
—Vamos.
—Tengo que telefonear. ¿Te importa esperar fuera? Él vaciló, y se encogió de
hombros.
—Vale.
Ella sólo tardó dos minutos en llamar a la señora Clarke que, como siempre,
se mostró encantada de quedarse con Peter, diciéndole jovialmente a Elizabeth
que llegara tan tarde como quisiera.
Al salir de su despacho, se encontró a Rick sentado en la mesa de Jenny a
sus anchas, mirándola con curiosidad.

23
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Vamos —dijo él, levantándose.


Ella se mantuvo en silencio mientras bajaban en el ascensor, preguntándose
si estaba cometiendo la mayor insensatez de su vida: O la segunda.
A pesar de no ser de allí, Rick parecía saber muy bien a dónde iba cuando
la llevó a un bar que había a pocos minutos de allí a pie, un lugar
completamente nuevo para ella.
Sintió que él no dejaba de mirarla mientras se sentaba en un banco. Una
camarera que parecía una actriz se acercó a él enseguida y, tras pedir un
vino, Elízabeth se sorprendió comparándose con esa mujer de larga
cabellera rubia, mientras contemplaba su imagen en un espejo ahumado.
Miró su elegante traje de hilo de falda ajustada, su pelo corto y sus grandes
gafas. La imagen de lo que era... una aburrida oficinista.
Y entonces sus miradas se encontraron en el espejo durante un prolongado
instante.
—Has cambiado, Elizabeth —dijo él, pronunciando su nombre completo por
primera vez con sorna.
Y aunque fuese una estupidez, a ella le dolió.
—¿Sí?
Él la estudió con desapasionado interés.
—Desde luego que sí. Te has cortado aquella larga melena; y además has
adelgazado.
—Nunca he estado gorda —dijo ella con cierto desafio.
—No, pero tenías muchas curvas. Ahora estás muy estilizada. Más fría y
sofisticada. Y, desde luego, nunca te había visto con gafas.
—¿Por eso no me habías reconocido?
Él se recostó en el banco, sonrió agradecido a la camarera que había
depositado un plato de frutos secos delante de él, y sacudió la cabeza.
—No. Fue tu voz.
Elizabeth vio un brillo de ira en sus ojos.
—¿Mi voz?
—Sí. Las personas pueden volverse irreconocibles,pero su voz siempre es la
misma. Sin embargo la tuya ha cambiado. Es mucho más profunda y
ronca. Muy sexy.
—Acabo de pasar una gripe.
—Entiendo —dijo él, recuperando el brillo de sus ojos al mirarla—. Has
cambiado —repitió.
Ella lo miró fijamente.
—Lo sé. Ya no soy tan... impulsiva.
Él la miró con los ojos fríos y la voz extrañamente áspera.
—Entiendo. ¿Eso es lo que nuestro fin de semana fue para ti... un momento
impulsivo?
Ella recordó cómo había terminado. ¿Cómo se atrevía a criticarla, cuando
mientras habían estado haciendo el amor él tenía una novia esperándolo?
Nunca sabría las lágrimas que había derramado por él. Nunca. Su orgullo
no se lo permitiría.
—Desde luego —dijo ella como si tal cosa—. No te imaginarías otra cosa,

24
https://www.facebook.com/novelasgratis

¿verdad?
Elizabeth vio la ira en sus ojos mientras la camarera les llevaba el vino y la
cerveza. Ella bebió agradecida, sosteniendo el vaso con unos dedos que
parecían trozos de hielo.
El silencio que se hizo no pareció que a él le afectase lo más mínimo; se
limitó a observarla mientras bebía. Era imposible leer nada en ese atractivo
rostro moreno, y aunque sí hubiera podido, Elizabeth no se habría fiado de
su percepción, ya que una vez creía haber visto el amor en esos rutilantes
ojos, y no había acertado en absoluto.
—Bien. Háblame de ti, Elizabeth. ¿Qué has hecho todos estos años?
Ella se imaginó que estaba en una entrevista, y presentó los hechos
concisamente.
—Ya sabes, casi todo. Soy asesora financiera, viuda... y tengo un hijo.
Él dio un trago de su bebida.
—¿Qué edad tiene tu hijo?
—Siete años —mintió ella descaradamente.
Él asintió con la cabeza.
—¿Y tu marido ha fallecido... hace poco?
•John murió hace cuatro años.
—Lo siento.
Ella lo miró a los ojos, preguntándole en silencio si lo sentía de verdad.
•Era un buen hombre —dijo ella quedamente, y vio que él torcía el gesto antes
de dar otro trago de cerveza.
• ¿Y cuándo te casaste?
Cuando ella mencionó el mes, y el año, él endureció el rostro.
—Estuviste muy ocupada ese año, entonces. Con tantos hombres.
Ella ignoró la insinuación, pero llegó acompañada de esa evaluación
insolente a la que la había sometido en su oficina.
•Un marido rico, a juzgar por los abalorios que llevas —dijo él, fijándose en
el brillo de oro de su muñeca y sus orejas—. Te casaste bien, ¿eh, Elizabeth?
Si él supiera.
•¡No soy una cazafortunas! —dijo ella furiosamente—. Y no pienso quedarme
aquí sentada para que me insultes con tus insinuaciones.
Él se encogió de hombros.
—Los hechos hablan por sí mismos. Saliste de mi cama para meterte en la
de ese otro, y en cuestión de meses ya os estaban arrojando el arroz.
Ella le siguió la corriente, incapaz de contradecirle sin delatarse.
—Éste es un país libre —dijo ella fríamente.
Al ver la expresión de disgusto en su rostro, Elizabeth deseó levantarse y
gritarle que sabía lo de su prometida, que incluso había hablado con ella
por teléfono, pero su orgullo se lo impidió. Mejor que pensase que había
sido ella quien había terminado.
Fugazmente se preguntó si se habría casado con aquella novia. No llevaba
alianza, pero había muchos hombres casados que no la llevaban.
Elizabeth dejó la copa bruscamente sobre el cristal oscuro de la mesa, y se

25
https://www.facebook.com/novelasgratis

puso de pie; él hizo lo mismo, empequeñeciéndola completamente con su alta


estatura. —Tengo que irme.
—No has terminado tu copa.
—No quiero más.
—Toma.
Él se inclinó y le recogió la cartera de piel que ella había olvidado en el
banco, poniéndosela bajo el codo, y el breve contacto la hizo arder. Él
también lo sintió, Elizabeth lo percibió por la forma en que se oscurecieron
sus ojos y se agitaron las ventanas de su aristocrática nariz. Y ella bajó los
párpados para ocultar la confusión que le causaba que él reaccionara con
ella de manera tan inmediata.
Salieron a la puerta y Elizabeth observó con consternación la fina lluvia
que caía sobre los automóviles y los apresurados viandantes, que llevaban
sus paraguas abiertos. Ella había dejado el suyo en su oficina.

—Tengo el coche cerca de aquí. Deja que vaya a buscarlo, y te llevaré a


casa.
—¡No! —Elizabeth ni se dio cuenta de que había gritado hasta que vio a una
pareja que se volvió y se quedó mirándola—. Es mejor que no, Rick. ¿No te
das cuenta?Dejemos el pasado enterrado —dijo, y comenzó a andar bajo la
lluvia.
Pero con sus altos tacones no podía competir con él; lo oyó pegado a sus
talones antes de que la agarrara por los hombros y la estrechara
bruscamente entre sus brazos. La cartera resbaló de su brazo y cayó
sobre la acera, desparramando su contenido por todos lados, pero ninguno
de los dos hizo amago de recogerlo.
La llovizna salpicaba de lentejuelas el cabello oscuro de Rick, resbalando
por sus morenas mejillas, formando arroyitos, y Elizabeth sintió que se
formaba uno también en su mejilla, como una lágrima.
Él la abrasó con la mirada.
—Déjame —dijo ella ahogadamente—. Todo ha cambiado.
Él no dijo nada, sólo la atrajo hacia sí y la besó nuevamente.
El efecto fue tan soporífero como una droga intravenosa... imposible de
resistir. La lluvia sobre sus rostros se fundió, igual que sus bocas, sus
lenguas, sus cuerpos.
Ella sintió que su cuerpo se adhería al suyo. Encajaba tan bien que parecía
que habían sido, diseñados para complementarse. Tampoco tenía con qué
comparar... sólo había estado con él, de esa manera. Y el pensamiento de
su ridícula inocencia hizo que intentase apartarse, pero no pudo. Y no
porque él le sujetase firmemente con la mano en la espalda, haciendo que
sus caderas se fundiesen en una asombrosa intimidad. No podía moverse
porque no quería. Quería olvidarse de la realidad y fundirse en ese
aterrador placer.
Él separó brevemente su boca de la de ella para observarla, con sus ojos
claros brillantes y su cálido aliento en sus labios.

26
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Nada ha cambiado —dijo con arrogante presunción,pero cierta —. Dime que


no me deseas, Elizabeth —susurró burlonamente—. No puedes, ¿verdad?
Sin embargo, la hostigación no hizo que ella se retirase avergonzada,
porque presentía que, durante esos breves instantes en los que ambos
estaban redescubriendo lo buenos que siempre habían sido sus besos, él
había sido tan víctima de su propio deseo como ella.
Rick inclinó la cabeza y volvió a besarla, y Elizabeth gimió de deseo,
haciendo caso omiso de los viandantes que se volvían a mirarlos.
Se aferraron el uno al otro febrilmente y Elizabeth estaba tan absorta en el
trance que tardó varios segundos en darse cuenta de que él la estaba
soltando, mirándola con ojos abrasadores y con una perezosa sonrisa
curvando sus labios.
—Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad? —dijo él,e inclinó la cabeza para
susurrarle al oído—: Vayamos a algún sitio tranquilo donde no nos
molesten... ven al hotel conmigo —su voz adquirió un tono áspero—.
Tenemos que hablar, Elizabeth.
El sueño de Elizabeth se desintegró. Se sintió desfallecer ante su
sugerencia de ir al hotel con él. ¿Hablar? Era un nuevo nombre para lo que
evidentemente él tenía en mente. Y se preguntó cómo era posible que
después de todo lo que había sucedido aún se sintiese atraída por él.
Y estaba segura de que él sentía exactamente lo mismo por ella.
¿Pero no estaba ofreciéndole lo mismo que le había ofrecido entonces? ¿Ni
más, ni menos? Al menos en esa ocasión él no estaba siendo tan hipócrita
como para disfrazar su lujuria con palabras que ella había confundido con
amor...
—Elizabeth —dijo él suavemente.

Pero cuando intentó estrecharla entre sus brazos nuevamente, ella lo


rechazó con una fuerza que ignoraba que poseía.
—Lo siento, Rick, pero la respuesta es no. No me acuesto con extraños —dijo
con frialdad.
Él torció el gesto y una extraña luz centelleó en las profundidades de sus
ojos verde azulados.
—¿Crees que es eso lo que quiero? inquirió él con una suave voz que
destilaba ira.
—¿Qué otra cosa quieres que piense? preguntó ella amargarnente—. Eso fue
todo lo que hubo la última vez, ¿no?
A Elizabeth le sorprendió la extraña mirada que transformó momentáneamente
sus facciones en un semblante pálido y vacío que apenas reconocía.
—¿Es eso lo que piensas?masculló él—. ¿Por eso huiste de mí?
Por un instante se sintió tentada de decirle la verdad, de describir de qué
manera tan cruel había descubierto su duplicidad. Pero si se lo decía, ¿no
abriría la herida que deseaba que cicatrizase? ¿Por qué iba a hacer más
daño a su orgullo?
Irguió los hombros, mirándolo fijamente.
Digamos que me di cuenta de que cometí un error, y no sabía cómo
decírtelo Elizabeth vio un músculo contrayéndose furiosamente en su

27
https://www.facebook.com/novelasgratis

mejilla—. Como he dicho antes, dejemos el pasado como está.


Y entonces, temerosa de que pudiera ver las lágrimas que se agolpaban en
sus ojos, se agachó para recoger su bolso y las cosas que se habían
desparramado, y salió corriendo, para ser absorbida por una multitud que
salía de una sala de cine.

Capítulo 4
LOS DOS días siguientes fueron un infierno. Elizabeth intentó seguir como de
costumbre, esperando que nadie notase la tensa expectación que estaba
destrozando sus nervios, mientras en casa se esforzaba por no transmitirle
a Peter sus temores.
Habían transcurrido dos días desde aquella espantosa exhibición pública,
cuando Rick la había besado apasionadamente, a la vista de todos los curiosos
viandantes, apenas a unos minutos de su oficina. Dos días, y no había
pasado ni un segundo sin pensar en él.
Se sentía abatida y confusa, sabiendo que debería sentirse aliviada, que él
le había tomado la palabra y había decidido dejarla en paz. ¿Entonces por
qué no era así? ¿Porque, a pesar suyo, seguía sintiéndose irremediablemente
atraída por ese hombre? Y esos sentimientos iban acompañados de una
culpa mortificadora y persistente. ¿No era un grave error negarle a un hom-
bre el conocimiento de la existencia de su hijo? ¿Quizás su único hijo? Pero
un escalofrío helaba su piel cada vez que la culpa aparecía, porque seguía
temiendo el poder de Rick, como hombre y como abogado. Recordó los dos
famosos casos de custodia paterna que había ganado recientemente, contra
toda probabilidad.
¿Y qué pasaría si le hablaba de Peter? Aún en el mejor de los casos,
aceptando él alegremente su silencio durante todos esos años, no era muy
probable que él fuese a conformarse con ver a Peter una vez, y luego
desapareciese.
No. Conocía lo suficiente a Rick como para saber que querría formar parte
de la vida de su hijo y, en consecuencia, de la de ella, y eso sería muy, muy
doloroso.
Y no podía dejar de imaginarse la peor posibilidad.
Que él utilizase su poder y su pericia para arrebatarle a Peter...
Sin embargo, el sábado por la mañana había permitido que sus frágiles
esperanzas se convirtiesen en la certeza de que él iba a dejarla en paz.
Se levantó temprano, y se puso unos vaqueros gastados y una camisa de
cuadros en tonos esmeralda y salvia que resaltaban los destellos verdes de
sus ojos castaños. Se había lavado el cabello, dejándolo secar al aire, lo
que le daba un aspecto más suelto y suave que la versión de secador que
llevaba a la oficina. Al tener que ir al trabajo tan elegante e impecable, los
fines de semana tendía a rebelarse un poco, y a vestirse de forma
desaliñada, algo que le encantaba a su hijo porque significaba que, aunque

28
https://www.facebook.com/novelasgratis

se ensuciara inadvertidamente la ropa con los dedos embarrados o llenos


de chocolate, ¡ella ni siquiera pestañearía!
Poco antes de las nueve llevó a Peter al parque, a su partido de fútbol
semanal, y se quedó a un lado del campo con los demás padres y madres,
aplaudiendo fervorosamente al equipo de su hijo, y chillando hasta reventar
cuando Peter metió un gol. De vuelta a casa, en lo que se había
convertido una pequeña tradición, se detuvieron a comprar el periódico, el
tebeo de Peter, y unos croissants de chocolate.
Se habían sentado en la soleada cocina a disfrutar de todo ello, con sus
muebles de madera clara y sus amplias ventanas que daban a un patio repleto
de flores, cuando sonó el timbre.
Elizabeth fue a abrir la puerta, pensando que se trataba de uno de esos
vendedores que solían rondar por esa zona.
Pero estaba equivocada.
Al abrir la puerta se encontró a Rick, que entornó los ojos al verla, y ella deseó
no llevar esa ropa tan vieja, y el rostro sin maquillar, todo sonrosado. Se sentía
extrañamente desnuda y vulnerable, y eso era lo último que quería sentir.
—¿Qué... qué haces aquí? —susurró.
En respuesta a su pregunta, Rick paseó la mirada por el elegante pórtico de la
casa, exquisitamente diseñada.
—Bonito sitio tienes aquí —dijo él, arrastrando insultantemente las palabras—.
Seguro que has sabido ganártelo.
Ella apretó los labios orgullosamente al comprender su insinuación.
—¿Qué haces aquí? —inquirió ella quedamente.
Él se apoyó con insolencia en uno de los pórticos. —Vaya, Elizabeth —dijo él—.
Creo que te casaste con un hombre verdaderamente rico. John Carson.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella, con más urgencia en la voz de la que hubiera
deseado.
Él la miró como si fuese totálmente estúpida.
—Hay modos y maneras, ¿o es que no lo sabes?
—¿Has hecho que me investiguen?
Él sonrió fríamente.
—No seas tan melodramática, Elizabeth. He preguntado por ahí, eso es todo.
Averigué unas cuantas cosas, muy interesantes, por cierto. Es comprensible que
te inclinases más por un hombre que valía cien veces más que yo en aquel
momento, aunque por su aspecto no parece que representase una gran
competencia en el...hum... digamos... en el terreno físico. Casi un vejestorio
para ti, ¿no te parece, cielo?
—No te atrevas a hablar mal de un fallecido —replicó ella, enfurecida.
—Habría dicho lo mismo si estuviera vivo —repuso él—. Porque es verdad. Un
viejo, y una preciosa jovencita. Y hay sólo una incógnita para esa ecuación,
¿verdad? Dinero. Y mucho.
—John no era tan viejo! —protestó ella, irritada—. Sólo tenía treinta y ocho
años.
—¿Y tú tenías... cuántos... dieciocho? —se burló él.
Elizabeth decidió controlarse, e intentar librarse de él.

29
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Eso no es asunto tuyo —dijo ella con frialdad—. ¿Por qué estás aquí?
—Qué susceptible eres, Elizabeth —comentó él—. ¿Tanto te molesta verme?
Sus ojos verdes azulados parecían casi luminosos en su rostro moreno.
Vestía de manera informal esa mañana, con pantalones de pana color
caramelo, y una camisa de hilo de color crema. Los rayos del sol se
reflejaban en su cabello oscuro, proporcionándole un color negro azulado.
—¿No vas a invitarme a entrar?
Elizabeth sintió que se le erizaba el vello de los brazos,a través de la gruesa
tela de su camisa de cuadros. Pensó en Peter, sentado en la cocina, comiendo
croissants. —No... no puedes —tartamudeó.
—¿No?
La mirada de Rick se dirigió indolentemente hacia el interior de la casa.
Elizabeth deseó darle con la puerta en las narices, pero no se atrevió.

—Te lo he dicho. Mi hijo está en casa. No es justo para él.


El torció el gesto.
—Pero estoy seguro de que tendrás amigos, Elizabeth.
Tu objeción era, si no recuerdo mal, que temías despertarlo —Rick miró su
reloj—. Siendo más de las once de la mañana, hay pocas probabilidades de
que eso ocurra —sonrió con frialdad—. ¿No crees?
—¿Quién es, mamá?
Elizabeth se quedó helada, paralizada.
—¿Mamá?
Oyó el ruido de una silla, y unos pasos. Aun así no pudo moverse,
atrapada en las frías garras de lo inevitable, y comprendiendo que había
estado esperando ese momento desde el instante en que Rick había vuelto a
aparecer en su vida. Y, extrañamente, por el bien de su hijo, había una
pequeña parte de ella que siempre había deseado que ocurriese.
Peter debió de sentir algo en el ambiente porque no se acercó corriendo
como solía hacer. Alto y desgarbado, se aproximó a ellos cautelosamente.
Elizabeth fue sólo una espectadora, ajena a la escena que se desarrollaba
ante sus ojos.
Oyó que a Rick se le cortaba la respiración mientras permanecía tan inmóvil
como ella.
En el rostro de Peter se reflejaba una franca curiosidad mientras examinaba
a un hombre que tenía el mismo especial color de ojos que los que lo
observaban en el espejo cuando se miraba alguna vez.
Durante un instante de demencia total, Elizabeth llegó a pensar que se iban
a arrojar el uno en los brazos del otro, pero por supuesto no ocurrió así.
Oyó que Rick aspiraba aire profundamente, y entonces le oyó pronunciar
por lo bajo las dulces palabras en italiano, que sólo había oído cuando
hacían el amor.
Él dirigió la vista hacia ella, preguntándole con los ojos algo sobre lo que ella
jamás podría mentirle. Casi imperceptiblemente, Elizabeth asintió con la
cabeza, y él soltó el aire contenido lentamente, antes de volverse hacia el

30
https://www.facebook.com/novelasgratis

niño.
Peter fue el primero en hablar.
—Hola —dijo tímidamente—. Soy Peter.
—Hola, Peter —dijo Rick muy suavemente, sin apartar la vista del
muchacho—. Yo soy Rick.
—¡Eres americano! —gritó Peter encantado, y se volvió a su madre—. ¡No me
habías dicho que tuvieses amigos americanos? —la acusó.
Elizabeth seguía sin poder hablar. Miró a Rick con ojos suplicantes, y casi
retrocedió ante la gélida y dura mirada que recibió.
Rick se agachó para ponerse a la altura de Peter.
—Eso es porque ella no sabía que todavía le quedaba alguno sonrió—. Hace
mucho tiempo que no veía a tu madre.
—Oh —dijo Peter, y se quedó mirándolo—. ¿Sabes montar a caballo?
—Claro que sí.
—¿Y disparar?
Rick se rió, con una risa profunda y espontánea que una vez había hecho
estremecerse a Elizabeth de placer. —Sí sé disparar —dijo—. Pero prefiero no
hacerlo.Eso es para las películas de vaqueros.
—A mí me gustan mucho las películas de vaqueros —se aventuró a decir
Peter, y luego sonrió.
A Elizabeth se le partió el corazón al presenciar cómo su hijo, normalmente
tímido, simpatizaba con un extraño, que en realidad era su padre.
—¿Cariño, has terminado de desayunar? —preguntó Elizabeth con ternura,

aferrándose patéticamente a la esperanza de que Rick tal vez los dejara


tranquilos.
Los dos la miraron al unísono, como si fuese una intrusa. Y nuevamente
sintió esa mirada de silenciosa ira dirigida hacia ella.
—No tengo hambre —respondió Peter inmediatamente.
—Tú madre y yo precisamente estábamos hablando de salir a comer por ahí.
—¡Bien! Oh, mamá... ¿Cuándo?¿Cuándo?
Unos ojos de acero la turbaron.
—Ahora, ¿no es así, Beth?
—¿Beth? —exclamó Peter—. Nadie la llama Beth. Es Elizabeth.
Pero esa vez, Rick no le respondió, sino que posó la mirada en el rostro de
Elizabeth.
—¿No es así, Elizabeth? —repitió con una voz de seda,cuya amenaza sólo llegó
a sus oídos.
Ella asintió, con el corazón en la boca, sintiendo un frío terror recorriendo
sus venas.
—Sí, Rick —dijo con desmayo, al comprender que él tenía todas las cartas.
—¿Y puede quedarse tu ama de llaves esta noche?—continuó él.
—¿Esta noche? —repitió ella estúpidamente.
—Sí, Elizabeth —dijo él con parsimonia—. Necesitamos a alguien que se quede
con Peter esta noche, porque vamos a salir. Tú y yo tenemos mucho que
hablar.
—Yo... Peter...

31
https://www.facebook.com/novelasgratis

Elizabeth miró a su hijo con impotencia, pero Rick se anticipó a ella,


mirando al chico con una tierna sonrisa en los labios.
—No te importa si llevo a tu madre a cenar esta noche, ¿verdad, Peter?
Tenemos muchas cosas que contarnos.
Su tono fue muy adulto, y transmitía un sentido de hombre a hombre que
Peter captó inmediatamente, y sacudió la cabeza.
—Claro que no me importa. Vé, mamá... y pásatelo bien.
Elizabeth se habría reído ante esa nueva pose de adulto, pero habría
acabado llorando, y no habría podido detenerse.
—Bien, Peter —dijo Rick con suavidad—. ¿Crees que puedes preparar algo de
comer? ¿Sabes hacer bocadillos?
—¡Claro que sí! —alardeó Peter—. Casi tengo nueve años, sabes.
—Sí —dijo Rick rotundamente—. Lo sé.
Peter salió disparado hacia la cocina y Elizabeth perdió todo el color de sus
mejillas al recordar con qué facilidad le había mentido sobre la edad de su
hijo. Sola con Rick en el vestíbulo, lo miró, pálida.
Él la agarró por el brazo con tal ferocidad que Elizabeth hizo una mueca de
dolor.
—¿Dónde está el salón? —le preguntó ásperamente.
—Allí —respondió ella débilmente, señalando.
Sin ninguna ceremonia la arrastró a la habitación que ella había indicado,
y casi la arrojó sobre el sofá. Se acercó a la ventana y se quedó mirando
por ella durante varios minutos, antes de encararse con ella. Elizabeth
retrocedió ante la oscura ira que había endurecido aún más su rostro.
—Me dijiste que tu hijo tenía siete años —masculló él salvajemente—. ¡Me
mentiste!
—Sí.
¿Qué sentido tenía negarlo? Se sentía sorprendentemente tranquila, como si
alguien la hubiese vaciado de todo sentimiento, dejando tan solo una
concha vacía.
Hubo un momento de silencio.
—¿Bien, Elizabeth, exactamente cuántas personas conocen este pequeño
secreto nuestro? Éste sí que es en caso de un padre que es el último en
enterarse, ¿no es así?
—Aparte de mi marido... mi secretaria es la única persona a la que se lo he
dicho —replicó ella con calma—. Y ha sido recientemente.
Él se acercó un poco más a ella, bajando la voz.
—Soy su padre, ¿verdad Elizabeth? ¿No me han engañado mis ojos?
Elizabeth intentó pensar en la mejor manera de manejar la situación, pero
parecía haber perdido su capacidad para razonar.
—Sí, lo eres —admitió ella quedamente.
—Y si... el parecido de Peter conmigo no hubiese sido tan notable, si por
ejemplo hubiese salido completamente a ti, y no se pareciese en nada a
mí... ¿me lo habrías dicho, entonces? ¿O habría permanecido ignorante de su
existencia para siempre?
Elizabeth no deseaba responder a eso. Ya era suficientemente doloroso

32
https://www.facebook.com/novelasgratis

para ella tener que admitir ante sí misma que había pretendido ocultar a
Peter de su padre. Y sin embargo, deseaba que él tuviese una idea del
instinto protector que había guiado su comportamiento.
—Rick, quiero decirte que...
—No digas nada —la interrumpió él ásperamente, mirando por encima de
su hombro como si temiese que Peter irrumpiese en cualquier momento, y
pudiese oírles discutir—. Nada que pueda afectar al chico. Tendrás tu
oportunidad de decir lo que quieras esta noche. Ahora... —debió oír a Peter
que se acercaba, porque inyectó una nota cálida a su voz—... ¿no deberías
traer unos jerseys, Elizabeth, para ti y para Peter? Sé lo impredecible que es
vuestro clima británico.
Sus miradas se encontraron, y el convencional comentario se convirtió en
algo completamente distinto al relampaguear entre ellos el recuerdo, y
Elizabeth rememoró una fiesta en una noche de verano, mucho tiempo atrás...
***
—Cenicienta—susurró Riccardo, haciendo extraño eco a los pensamientos
de Beth, mientras resonaban las doce campanadas del Big Ben.
Y, siendo un Príncipe Azul, tendría que besarla. Elizabeth cerró los ojos
instintivamente, y él la envolvió en sus brazos, capturando sus labios en un
prolongado beso. Beth se aferró a él, besándolo con fervor, transmitiéndole
todas las emociones que había reprimido durante tantos años en el frío
ambiente del orfelinato. Hasta que sintió algo tan poderoso que le hizo
arder de deseo. Entonces se dio cuenta, sin demasiado asombro, que quería
que él la amase... como ella lo amaba a él.
Sacudió la cabeza ligeramente. Se estaba volviendo loca... ¡Si acababa de
conocerlo, por Dios Santo!
Pero no se apartó cuando el emitió un débil gemido y apretó su cuerpo
endurecido contra ella, susurrándole al oído:
—Dios, no quiero que te vayas a casa.
Ella lo miró, tranquila, con una soñadora sonrisa en sus labios
entreabiertos.
—No tengo que ir —susurró, y entonces se dio cuenta de que había hablado la
simple e inexperta Beth, y su voz tembló, insegura—: Si estás seguro...
—¿Seguro? —preguntó él con incredulidad, y su rostro se oscureció—. Te
deseo tanto, Beth, pero...
—¿Pero? —lo instó ella con el corazón en la boca, temiendo que la rechazara.
La miró fijamente durante un largo momento.

—Es difícil de explicar —reconoció él—. No es el momento apropiado...


Ella supo que se estaba comportando como un caballero y lo amó más aún por
ello, brindándole una sonrisa, como si le cediera a él la decisión. Sus ojos
confiados le decían que él era el experto, mientras asentía levemente con la
cabeza. Pero el movimiento hizo que sus pechos se irguieran, y su cremosa
exuberancia amenazó con romper el confinamiento del corpiño, y él emitió
un pequeño gruñido desde el fondo de su garganta, antes de tomar su mano
y llevársela a los labios para besarla.

33
https://www.facebook.com/novelasgratis

--Vámonos de aquí —dijo él con urgencia.


Durante las horas siguientes, Beth no tuvo un solo remordimiento, mientras
la llevó a la cama y le hizo el amor con pasión y reverencia, y con
precaución... excepto aquella única vez a medianoche en la que, soñolientos y
cálidos, se habían unido en un abrazo imposible de romper e imposible de
detener... cuando su acto amoroso había estado teñido de algo aproximado a la
desesperación. Él no había adivinado que era virgen, y ella no se lo dijo
porque había notado que algo le preocupaba, que al llevársela a la cama
había violado algún código de honor. Al menos eso creyó ella que fue la
razón por la que su rostro, insufriblemente guapo, adquirió una expresión
distante y salvaje cuando se dejó caer sobre ella y la llevó al paraíso de la
manera más deliciosa que se pudiese imaginar.
Pasaron todo el fin de semana en el piso.
—Es de mi tíos —le explicó él cuando ella le preguntó—. Lo utilizan cuando
vienen a Londres. Gracias a Dios... —y sus ojos brillaron—... están de viaje en
París. Los dioses deben de estar con nosotros, Elizabeth.
Realmente era un piso muy lujoso, en una de las zonas más caras de la
ciudad, y sin embargo Elizabeth apenas se fijó en los exquisitos cuadros,
los amplios suelos de mármol cubiertos con alfombras de seda...estaba
demasiado extasiada con ese hombre. Su hombre.
Comieron en el suelo. Hicieron el amor en el suelo; en realidad hicieron el amor
en todos los lugares posibles... y en algunos otros también. No salieron del piso
en todo el fin de semana, quedándose en la cama para ver películas antiguas,
en blanco y negro, de las que había una enorme colección. Nunca, advirtió más
tarde, llegaron a decirse los apellidos, y sin embargo hablaron de Derecho y de
política. Descubrieron que ninguno de los dos podría dibujar aunque su vida
dependiese de ello, pero que a ambos les gustaba el ajedrez. Elizabeth incluso
le ganó un par de veces.
—Nunca me había ganado una mujer —dijo él, con desganada admiración.
—Machista! —replicó ella.

Él levantó las manos.


—Suelo ser el mejor.
—Tal vez yo sea aún mejor.
Él sonrió.
—Entonces pensemos en algo que se me da muy bien, ¿te parece?
Ella pensó soñadoramente en unas cuantas cosas que a él se le daban bien,
mientras permitía que él le desabrochase la enorme camisa que él le había
dejado, y que acababa de ponerse.
Él no dejó de prodigarle exquisiteces que ella jamás había tenido... un desayuno
con champán y una rosa roja sobre la bandeja; salmón ahumado, e incluso ostras.
—Se supone que son afrodisíacas —le informó él con los ojos brillantes,
ofreciéndole una en la boca.
—¿Entonces, crees que deberíamos...? —inquirió ella inocentemente, adorando su

forma de reír y de apartar el plato para estrecharla entre sus brazos.


—Vas a terminar matándome —murmuró él—. ¿Lo sabes?
—¿Ah, sí? —preguntó ella sin aliento, alzando su boca para que la besase.

34
https://www.facebook.com/novelasgratis

¿O sería al revés? ¿No había una parte de ella que sentía que podría
acurrucarse y morir de placer, ahí mismo entre sus brazos? No había pensado ni
una sola vez en lo que iba a ocurrir cuando terminara el fin de semana. No
podía soportar pensar en ello.
Así que no lo hizo.
Pero el domingo por la noche se despertó de madrugada y se encontró sola en la
cama. Permaneció acostada en la silenciosa penumbra, y entonces, a medida que
sus ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad, lo vio. Estaba de pie en el balcón,
de espaldas a ella, con una pequeña toalla enrollada a la cintura, inmóvil mientras
contemplaba los tenues fuegos artificiales de la aurora que empezaban a dorar el
cielo.
La postura de sus anchos hombros desnudos, hizo que Elizabeth se diese cuenta
de que algo le preocupaba profundamente... y lo vio sacudir la cabeza y maldecir
por lo bajo, una y otra vez. Ella cerró los ojos rápidamente cuando lo vio
moverse, temerosa de mirarlo y ver el arrepentimiento en sus ojos.
Pero él no volvió a la cama, sino que se metió en uno de los cuartos de baño
del pasillo, seguramente para no molestarla... aunque lo hizo el sonido del
teléfono.
No había sonado en todo el fin de semana, y ella contestó instintivamente
alerta, recelosa, con el corazón en la boca.
—¿Diga? —dijo con la voz queda.
Una voz de mujer, grave y profunda, americana, dijo:
—¿Es usted la asistenta?

—Yo... —tartamudeó Beth.

—¿Está Riccardo? —interrumpió la voz con impaciencia.


—En este momento, no... —Elizabeth se hallaba completamente perdida, como
un pez fuera del agua.
—¿Y quién es usted? —exigió saber una voz autoritaria que volvió a convertirla
en Cenicienta.
Dejó de ser la joven mujer que se había sentido tan amada y deseada en los
brazos de Riccardo... y volvió a ser Beth nuevamente, la chica a quien su
madre no quiso, y que la abandonó en una caja de cartón a la puerta de
una comisaría. Beth, la chica del orfelinato.
—Soy la asistenta —mintió, sin saber por qué.
—Oh, bien, dígale que llame a Brooke, ¿quiere?
•¿Brooke? —repitió ella estúpidamente.
•Sí, Brooke. Su prometida.
•Elizabeth se quedó mirando imperturbable las implacables facciones de Rick,
llena de una nueva fortaleza tras su regreso al pasado. Sí, comprendía
su enfado al descubrir repentinamente que era padre, y quizás había
estado equivocada al ocultárselo, sobre todo tras su vuelta, pero no iba a
entrar alegremente en su vida para amenazar todo por lo que ella había
luchado.
¿Acaso no eran adultos? ¿Adultos inteligentes que podían llegar a algún

35
https://www.facebook.com/novelasgratis

acuerdo aceptable en lo concerniente a Peter? Porque ella tenía clara una


cosa... que Rick sería el último hombre que abandonaría a su hijo, una vez
que lo había encontrado... ¿pero eso dónde la dejaba a ella?
—Mamá! ¡Mamá! ¡Ya he preparado los bocadillos!
Peter entró precipitadamente en el salón, con el rostro radiante de placer,
buscando a Rick con la mirada, como para comprobar que seguía allí.
—Estupendo —dijo ella serenamente—. Voy por unas chaquetas y nos vamos.
Rick sonrió a Peter, y Elizabeth se sintió dolorosamente culpable al ver a
su hijo de ocho años, iluminándose literalmente en respuesta a esa sonrisa.
Aparde un par de profesores del colegio, no tenía mucho contacto con
hombres. Carecía de modelos.
—¿Cuál es el sitio al que más te gustaría ir, Peter?
Peter lo miró con los ojos ilusionados.
—¿Cualquier sitio del mundo?.
—Donde tú quieras.
—¿Podemos ir al Parque de Atracciones?
—¡Hecho!
—¡Bien! Gracias, Rick.
Elizabeth observó a Peter tirando de la mano de Rick mientras salían de
la casa. Iban el uno al lado del otro, camino del coche rojo de Rick,
andando con el mismo paso largo y las cabezas inclinadas mientras
hablaban, casi conspiradoramente.
El gigantesco parque de atracciones a las afueras de Londres fue un gran
éxito, y Peter montó en todas las atracciones que pudo.
Elizabeth se sentía desgarrada entre el deseo de disfrutar del obvio placer
de Peter, y el resentimiento. Porque aunque ella había llevado allí a Peter
otras veces, la presencia de Rick le hacía disfrutar el doble a su hijo. Sobre
todo porque montaba con él en atracciones a las que ella nunca se hubiera
atrevido a subir.
Se sorprendió a sí misma observando al hombre disimuladamente,
reconociendo que no había disminuido en absoluto aquella poderosa
atracción que había sentido hacia él en otra época. Un hombre al que las
demás mujeres miraban abiertamente en el parque, como lo había hecho la
camarera de aquel bar. Madres con sus hijos admiraban descaradamente
las fuertes líneas de su cuerpo, y su atractivo rostro moreno, mientras subía
risueñamente con Peter a las aterradoras atracciones. El hombre que había
cambiado su vida sin saberlo, quizás sin importarle, pero cuyos destinos
estaban firmemente entrelazados a través de su hijo.
Y era muy bueno con Peter... amable y firme... y divertido. Tenía ese don
especial que los hombres italianos solían tener con los niños. De gustarles de
verdad, y de respetarlos, incluso los de los demás. Y eso le añadía
masculinidad, en vez de restársela.
A pesar suyo, Elizabeth se sintió admirada al ver cómo su hijo se había
encariñado de ese hombre alto, sin saber que era su padre. Pero mientras los
observaba, sintió un escalofrío al pensar en esa noche, nerviosa ante la
inevitable confrontación.

36
https://www.facebook.com/novelasgratis

Se empaparon en algunas de las atracciones, y se comieron los bocadillos. Por


la tarde compraron gigantescas hamburguesas con batidos de fresa. O mejor
dicho, Rick y Peter lo hicieron, porque Elizabeth se limitó a permanecer
sentada, mordisqueando los bordes del pan, pero incapaz de tragar ni una
pizca de carne que, a medida que se enfriaba, se hacía más incomestible.
El día llegó a su fin, ante la desilusión de Peter, aunque Elizabeth sabía que
estaba muy cansado.
—¿Dónde vamos ahora? —preguntó Peter ansiosamente cuando los tres
estaban ya instalados en el flamante BMW.
—A casa —dijo Rick, cruzando miradas con Elizabeth por encima de la cabeza de
Peter.
—¡Oh! —protestó Peter automáticamente.
—¿Qué pasa? —preguntó Rick con suavidad—. Saldremos más días.
Peter lo miró ceñudamente.
—Seguro que no volveré a verte.

—Oh, claro que sí. Te lo prometo —unos ojos brillantes se clavaron en ella
como el láser-.Verás,Peter,Ahora que os he encontrado a ti y tu madre pienso
llantes se clavaron en ella como el láser—. Verás, Peter,ahora que os he
encontrado a ti y tu madre,pienso veros todo lo que pueda.

Capítulo 5
ESO ME ha sonado a amenaza —dijo Elizabeth, intentando disimular el
temblor de su voz mientras él arrancaba el coche.
Acababan de dejar a Peter en casa, y Elizabeth se había dado una ducha
rápida y se había cambiado de ropa.
•¿Una amenaza?
Él se volvió hacia ella, pero la luz mortecina sólo le permitió ver un
rostro duramente definido en la penumbra.
•Lo de vernos a menudo.
Gracias a Dios estaba oscuro, lo que impedía que su color subido la
delatara.
Él puso el coche en marcha con suavidad y sacudió la cabeza.
—No, Elizabeth, no era una amenaza. Hasta ahora nunca he amenazado a
una mujer, y no tengo intención de empezar a hacerlo ahora. Puedes
considerarlo más bien como una promesa, si quieres.
•¿Una promesa?
—Sí, desde luego. Ahora que he encontrado a mi hijo, no pienso dejarlo.
A ella se le cortó la respiración dolorosamente en la garganta, advirtiendo
que al menos su subconsciente deseaba oír algo totalmente distinto. Era una
tonta. Porque cuando Rick le había dicho a Peter que se verían todo lo
posible, ella había sentido una instintiva y embriagadora excitación,
confundiendo sus palabras. El mensaje sólo se refería a Peter, pero

37
https://www.facebook.com/novelasgratis

naturalmente no podía decirle eso al muchacho, de modo que había


recubierto sus palabras de convencionalismo, y la había incluido a ella. Y
por mucho que él lo negara, a ella sí le había sonado a amenaza. Una
amenaza a la seguridad y felicidad de su futuro.
Se recostó en el asiento, mirándose las manos. Se había puesto
deliberadamente un vestido corto de seda negro con pequeños botones de
perlas en la parte delantera, desde el cuello hasta los muslos.
Sobre el vestido llevaba una camisola de gasa, también negra. En su cuello
y en sus orejas brillaban un collar y unos pendientes de azabache, y se había
maquillado bastante los ojos y el rostro, rematando con un lapiz de labios
rojo que acentuaba la sensualidad de su boca. Se había contemplado en el
espejo de su dormitorio, totalmente satisfecha. Con su brillante melena dorada,
no quedaba ningún vestigio de Beth. Esa noche estaba radiante.
Salvo que en realidad no lo estaba. Interiormente,temía lo que pudiese
resultar de la cena. ¿La amenazaría con emprender acciones legales ¿O, peor
todavía, intentaría seducirla? ¿La tendría a su merced, tanto física
como mentalmente?
La llevó a un restaurante cerca de Holborn, sobre el que Elizabeth había
leído halagadoras críticas. No era ostentoso, ni espartano, aunque ella
sintió que era un desperdicio... para lo que iba a saborear la cena podía
haber sido comida de taberna.
Una vez que el camarero se fue, dejándoles con dos vasos de vino y un
platito de aceitunas, cayó sobre ellos un tenso silencio.
—¿No crees —dijo ella— que es un poco hipócrita por nuestra parte estar
sentados en un elegante restaurante como si hablásemos del tiempo?
—¿En vez del futuro de mi hijo?
—De nuestro hijo —le corrigió ella amargamente—. Y no lo olvides jamás.
Él entornó los ojos.
—Es toda una concesión por tu parte.
La palabra la paralizó. Era una palabra legal, y la idea de concesiones, de
tener que renunciar a algo, lo que fuese, de su adorado hijo, la llenaba de
ansias de luchar. Sintió una renovada fortaleza mientras su maternidad la
investía de poder protector.
—Déjame decirte una cosa, Rick —dijo ella con la voz tan firme como una
roca—. Peter es mi hijo, y lo quiero. Más aún, siempre me he preocupado
por él. Y reto a quien sea a que encuentre algún aspecto de su vida, física o
emocional, que haya sido descuidado —se inclinó un poco hacia delante, por
encima de la mesa, mirándolo sin pestañear—. Sé que eres abogado, y sé que
eres bueno, he leído tu expediente. También sé que eres rico, mucho más
rico de lo que yo seré jamás, y sé que el dinero es poder. Pero no me
quitarás a Peter... ¡no lo harás! Es más, me enfrentaré a ti ante cualquier
tribunal del mundo, y si eso falla, me lo llevaré muy lejos... donde jamás
volverás a vernos.
Su respiración se hizo dificultosa al finalizar su apasionado discurso, y lo miró
desafiante, esperando que él se la devolvería, con creces. Sin embargo, se
limitó a mirarla con gélida calma, como si los dos ya estuviesen ante un

38
https://www.facebook.com/novelasgratis

tribunal. Elizabeth podía leer sus pensamientos mientras la examinaba, tan


desapasionadamente como si estuviera en el banquillo de los testigos.
—¿Crees que esas son mis intenciones? —preguntó él, con una voz que la
hizo levantar la vista rápidamente—. ¿Quitártelo?
Hubo algo en la manera de preguntárselo que hizo que Elizabeth se sintiese
momentáneamente culpable, pero eliminó el sentimiento enseguida,
mirándolo a la cara e intentando ignorar los recuerdos agridulces que ese
atractivo rostro despertaba en ella.
—No tengo ni idea de lo que pretendes hacer —repuso ella en el mismo tono—.
Tal vez te gustaría decírmelo. Los ojos verde azulados de Rick reflejaron la
tenue luz que pendía sobre la mesa... hermosos e inquietantes ojos que aún
tenían el poder de obsesionarla.
—Es pronto para decirlo —respondió él elusivamente, clavándole una penetrante
mirada que endureció su expresión—. ¿Cómo? —preguntó él al fin.
Ella parpadeó, desconcertada.
—¿Cómo, qué?
—Peter —dijo él con impaciencia. ¿Cómo ocurrió?
Me aseguré de protegerte.
Ella sintió que le ardían las mejillas. Le pareció una humillación estar ahí
sentada en ese restaurante, hablando de una contracepción fallida a plena
luz del día, nueve años después del acto.
—¿Cómo? —repitió él muy suavemente.
Oh, Dios. Elizabeth sintió deseos de retorcerse las manos, como la
protagonista de algún espantoso melodrama.
—Aquella vez... hubo una vez... durante la noche.
Yo... nosotros... ¿no te acuerdas? —concluyó con desesperación.
Hubo una pausa. Advirtió que el fruncía momentáneamente el ceño, y
entonces una luz centelleó en sus ojos mientras levantaba la vista para
encontrarse con la de ella, y asentía con la cabeza.
—Claro que lo recuerdo —hubo una larga pausa—. Creí que había sido un
sueño —dijo con una voz extrañamente ronca.
También ella lo había creído, al principio. Ese episodio durante esas horas
irreales entre la noche y el día, cuando se habían medio despertado al mismo
tiempo, se habían buscado entre sueños el uno al otro sin saberlo. Había
sido su hora particular mágica. Ya que ningún acto de amor
real podía haber sido tan perfecto. Oh, las otras veces que él la había tomado
ese fin de semana, les había dado a los dos un inmenso placer recíproco,
pero ese episodio había transcurrido fuera del tiempo. La lenta y muda
cópula parecía haberles elevado fuera de los confines de la Tierra, y a otro
nivel completamente distinto...
—No fue un sueño —dijo ella rotundamente.
Recordó con horror la realidad de la prueba de embarazo positiva dos
semanas después. Aunque si fuese sincera consigo misma, admitiría que
había sentido el florecer en su cuerpo el mismo día de su extraordinario
acto de amor. Se recordó sentada en el pequeño cuarto de baño de Donna,
mirando el tubo de ensayo en su mano temblorosa mientras afrontaba el

39
https://www.facebook.com/novelasgratis

pensamiento de un futuro sola con su hijo...


—No fue un sueño —repitió ella.
—No —Rick la miraba con dureza—. ¿Qué hiciste?
—¿Tú qué crees? —le espetó ella—. Tuve el niño.
—Pero habías ganado una beca. Para Oxford, ¿no?
Elizabeth se sorprendió de que él recordara eso, y asintió con la cabeza.
—Sí, una beca que se suponía que iba a ser la culminación de toda una
vida de estudio. Renuncié a ella para tener a Peter —dijo ella brutalmente—.
No tenía elección.
Él sacudió la cabeza. —Siempre hay una elección.
Qué horrible sonaba. Elizabeth no pudo reprimir un escalofrío mientras
erguía los hombros.
—Para mí, no —dijo orgullosamente, levantando la barbilla, y haciendo que
su sedoso cabello cayese por su largo cuello.
—¿No?
—Ni por un instante, ni siquiera por un segundo.
—¿Tanto deseabas tener un hijo?
—¿Qué dices? ¡Por supuesto que no deseaba tener un hijo! —dijo ella con
resentimiento—. ¡No en aquel momento! ¡Deseaba ir a Oxford! Quería tener
la oportunidad de competir con los mejores cerebros del país.
Quería hacer algo con mi vida...
Con una mano temblorosa tomó el vaso y dio un buen trago de vino,
deseando no haberse puesto en evidencia de tal manera, con esa patética
exhibición de autocompasión, cuando él la estremeció con sus palabras.
—Pero has triunfado. Has hecho algo con tu vida—señaló Rick—. Y Peter es
un niño maravilloso, lo que te honra.
Ella lo miró sospechosamente, esperando la inevitable burla, pero no llegó, y
el comentario de Rick exigía cortesía.
Gracias —dijo ella, algo rígida.
--¿Y te casaste poco... después?
—Sí.
—¿Y lo amabas, Elizabeth?
Una extraña luz brillo en el fondo de sus ojos al hacerle la pregunta.
No tenía derecho a preguntar, no después de lo que le había hecho. Ella se
quedó mirando su panecillo. John había sido un hombre maravilloso. Le
había dado muchísimo en un momento en que ella realmente lo necesitaba.
Siempre estaría en deuda con él.
—No voy a responder a preguntas sobre John —dijo ella con tranquila
dignidad.
En cualquier caso, no era una pregunta que tuviera una adecuada
respuesta. Había querido a John, sí, en cierta manera. Pero lo que había
sentido por John no se parecía en nada a lo que había sentido por Rick,
a quien había amado con toda seguridad. ¿Pero cómo podía haber amado a
un hombre que la había utilizado y la había traicionado sin
remordimientos?
Levantó la cabeza con agradecimiento al ver que el camarero les llevaba

40
https://www.facebook.com/novelasgratis

sus ensaladas, mirando el huevo cocido que doraba las hojas de lechuga,
como si se tratase de la cosa más fascinante del mundo. Cenaron en un
tenso silencio, o más bien, Rick lo hizo. Elizabeth comió muy poco, pero
bebió vino como si fuese a acabarse el mundo, aunque su ánimo era tan
sombrío que ni siquiera el vino pudo levantarlo, y terminó con dolor de
cabeza, rechazando el queso y el postre.
El camarero les llevó una cafetera a la mesa, y Rick le indicó con la mano
que los dejase solos, y se inclinó hacia delante.
—¿Cómo te gusta el café?
—Solo, sin azúcar, por favor —ella se rió con amargura—. Qué poco sabemos
el uno del otro.
—¿Eso crees? Pues tenemos un hijo.
—Un accidente biológico —dijo ella.
Y se odió a sí misma al decir esa verdad, sabiendo que a Peter le haría daño
si la escuchase. Entonces las palabras de Rick parecieron leerle el
pensamiento.
—¿Qué le has dicho a Peter? —preguntó él ásperamente—. ¿Sabe algo de su
verdadero padre? ¿O ha crecido creyendo que su padre era tu marido?
Ella lo fulminó con la mirada.
—Nunca... jamás le he mentido a Peter. Le dije la verdad, al menos
hasta donde pensé que un niño debería saber.
—¿Hasta dónde?
Era curioso admitir que le había contado a Peter lo profundamente que
había amado a su padre.
—Le dije que con frecuencia... las relaciones... no...funcionan, y que su
padre... había desaparecido de nuesta vida hacía mucho tiempo.
Él dejó con brusquedad la taza en el plato, pero la delicada porcelana
resistió la agresión.
—¿Le dijiste que no se me dio ninguna oportunidad?¿Que se me ocultó su
existencia?
Pero ella había intentado ponerse en contacto con él sintió que tenía
derecho a saber lo de su hijo, y probablemente había alimentado una
pequeña esperanza que él la querría, habiendo un niño por medio... había
hablado con la tía de Rick, pero ella obviamenteno se lo había dicho nunca.
Recordó lo mal que se había sentido al llamar a la puerta del piso de sus
tíos, cuando una elegante rubia unos cuarenta años la miró
desdeñosamente con gélidos ojos azules.
—¿Sí?
—¿Es usted la tía de Riccardo? —adivinó Beth, humedeciéndose la boca
nerviosamente.
—¿Y tú quién eres? —replicó la mujer, arqueando sus cejas.
—Soy Beth. ¿Está... está Riccardo aquí? —preguntó ella, y probablemente
dejó ver su desesperación.
—¿Riccardo? No, me temo que no —entonces la mujer examinó el pálido rostro de
Beth, los ojos enrojecidos lacrimosos, y soltó una carcajada—. Oh, por
favor... ,otra no! —sacudió la cabeza de un lado a otro, pero no se le movió

41
https://www.facebook.com/novelasgratis

ni un pelo—. Dondequiera que va, las chicas lo persiguen —sonrió a Beth—.


Déjame darte un consejo, Beth. Hazte un favor, y olvídalo, ¿eh?
Pero Beth pensó en su bebé, y se mantuvo en sus trece.
—¿No ha dejado ninguna dirección? —insistió.
La mujer de pálida tez frunció el ceño.
—¿No lo entiendes, querida? —preguntó solemnemente—. Se va a casar. Con
Brooke.
Después de aquello, Beth ya no pudo seguir fingiendo que Brooke no era
importante. Salió corriendo hasta Hyde Park y se sentó en un banco a
llorar y llorar durante horas.
Y cuando sus lágrimas se agotaron, se puso de pie lentamente, con una
nueva determinación que la llenó de fuerza interior.
Sabía lo que tenía que hacer.
Durante un breve instante se colocó la mano en el vientre e hizo una
promesa a la criatura que ya había sido abandonada, igual que ella había
sido abandonada por su madre. Le juró que la protegería, pasase lo que
pasase.
Encontró una habitación con bastante facilidad, una habitación
destartalada, pero una habitación al fin y al cabo. Y luego un trabajo como
auxiliar contable.
John era su jefe, un hombre amable y tranquilo que había tenido sus
problemas. Por cuidar a una madre inválida, había pasado por alto el
matrimonio, y una vez que su madre falleció, se sentía, según le contó,
desesperadamente solo, y cargando con su propia cruz. Una cruz que hacía
que el problema de Beth pareciese un regalo, porque mientras ella estaba
en el proceso de crear una nueva vida, John luchaba para salvar la suya
de una enfermedad terminal.
Al cabo de unas semanas, la convenció de que él podía proporcionarle la
seguridad que ella necesitaba, al tiempo que ella podía darle algo que el
dinero de un hombre moribundo no podía comprar... un hijo, y Beth
aceptó casarse con él.
Elizabeth regresó al presente, y se encontró mirando fijamente el rostro
impasible de Rick, dándose cuenta de que no habían resuelto nada.
—Dime qué es lo que quieres —preguntó ella inexpresiva.

Él parecía tenerlo muy claro.


Quiero tener la oportunidad de ver a Peter y llegar a conocerlo.
Ella suspiró. Era lo que esperaba.
•¿Durante cuánto tiempo?
Mientras esté en Inglaterra... unos meses, como mucho.
—¿Y entonces?
Él empezó a levantarse de la silla.
Creo que esa es una pregunta que no tiene respuesta. De momento.
•¿Y cuándo querrías verlo? ¿Después del colegio?
¿Conmigo?
Cuando su horario escolar y sus actividades se lo permitan. Y no, contigo

42
https://www.facebook.com/novelasgratis

no. Preferiría verlo a él solo—y se puso de pie.


Ella frunció el ceño al considerar otro problema. —No sé qué voy a decirle a
Peter... de ti.
—No le digas nada de momento. Deja que me conozca y que confíe en mí.
Quizás lo adivine —al ver el rostro de Elizabeth, añadió—: Sí, los niños son
más listos de lo que pensamos.
—Tal vez tengas razón.
Rick pagó la cuenta, y abandonaron el restaurante, conduciendo velozmente
hasta su casa. Allí él le quitó las llaves, y le abrió la puerta, echándose a
un lado para dejarla pasar. Elizabeth retrocedió. Estaba demasiado cerca
para su comodidad.
Él debió advertir su pequeño escalofrío, porque apretó los labios. Estaban tan
cerca, que ella casi podía palpar la tensión.
Él soltó una áspera carcajada.
—Sí, es tentador, ¿verdad, Elizabeth? —dijo él, bajando la voz—. Tú también lo
sientes. Ambos lo sentimos, aun después de tanto tiempo. Saber que estamos
solos, que arriba hay una cama y que nada nos impide acostarnos en ella. Tal
vez haría algo para disipar la animosidad que hay entre nosotros. ¿Mmm?
¿Qué dices, Elizabeth?
Ella apenas se dio cuenta de que él cerraba la puerta tras de sí, y la empujaba
hacia el salón.
Elizabeth sabía lo que él iba a hacer, sabía que debía negarse, pero no le salían
las palabras. Lo observó mientras él echaba el pestillo, pero siguió sin hacer
nada. Permaneció así, como una extraña en su propia casa, mientras él
encendía dos lámparas. Mientras lo miraba fijamente, se le secó la boca, y el
corazón empezó a latirle con tal fuerza que se sorprendía de que él no lo
oyese.
Con los ojos tan oscuros como la noche, y una sonrisa dibujada en las
comisuras de sus labios, Rick se acercó a ella.
Alzó la mano para acariciarle la mejilla, y la dejó allí durante unos
segundos. Ella aspiró, y luego soltó el aire en un prolongado suspiro de
expectación cuando él deslizó la mano para acariciar su cuello, su hombro,
hasta llegar a su destino y cubrir la redondez de su pecho. Sus dedos
encontraron el pezón con posesiva destreza.
Él sonrió ampliamente al oír su suspiro, y siguió acariciándole el pezón con la
mano, endureciéndoselo hasta el éxtasis. Con la otra mano le rodeó la cintura
y la empujó hacia el suelo.
La razón la habría detenido, pero los deseos que volvía a despertar en ella
rechazaban sin piedad algo tan mundano como la razón.
Desvergonzadamente ella le permitió que la tendiera sobre la alfombra persa,
con Rick agachado a su lado.
Y volvió a suspirar.
—Lo sé —dijo él—. Lo sé.
Elizabeth cerró los ojos, ignorando la extraña nota abrasiva de la voz de Rick,
por temor a destruir el poderoso deseo que la esclavizaba
Él apartó la gasa negra de la camisola y empezó a desabrocharle el vestido

43
https://www.facebook.com/novelasgratis

de arriba a abajo.
—¿Te has puesto esto a sabiendas de que iba a quitártelo? —murmuró él con
una voz aterciopelada.
—Yo...
¿Lo habría hecho? ¿Aunque fuese inconscientemente?
Una vez que le desabrochó todos los botones, echó la sedosa tela a los lados,
sin moverse, sin decir nada por un momento.
Ella abrió los ojos rápidamente para ver qué ocurría,y se encontró con una
mirada de puro deseo mientras él se deleitaba la vista con su cuerpo medio
desnudo. Una mirada que la aterraba y la estremecía al mismo tiempo.
Sus palmas trazaron círculos sobre el encaje negro de su pequeño
sujetador, y Elizabeth volvió a cerrar los ojos, moviendo las caderas al mismo
ritmo mientras sentía un calor estremecedoramente primitivo en el vértice de
sus muslos.
Él le desabrochó el sujetador por delante, y sus pechos se derramaron,
gozosamente libres, dolorosa y exquisitamente excitados.
Él inclinó la cabeza hacia delante, y el calor de su boca inundó
posesivamente uno de sus sensitivos pezones. Ella soltó un gritito cuando se
lo acarició con la lengua, mordisqueándoselo, hasta que Elizabeth creyó que
iba a morir.
El deseo se hizo cada vez más intenso y de alguna manera se lo comunicó,
porque él deslizó la mano lentamente hacia sus braguitas.
—¡Oh! —exclamó cuando él apartó el encaje sin piedad y deslizó sus dedos en
su anhelante intimidad.
Aquello era un sueño; un hermoso sueño erótico.
Era Riccardo... su querido y adorado Riccardo, quien la conduciría a una
plenitud completa y total.
Pequeñas gotas de sudor se formaron en la frente de Elizabeth mientras
pronunciaba su nombre, agarrando con sus manos la oscura cabeza que
succionaba su pecho, al tiempo que sus dedos ejercían una magia deliberada.
Demasiado tarde ella sintió que llegaba la oleada. Lo deseaba, lo necesitaba
profundamente, en su interior.
—Lo sé —murmuró él otra vez—. Créeme, lo sé.
¡No podía saberlo! Porque la oleada estaba llegando, y si él no se detenía...
El sonido de las campanadas del reloj de pared, dando las doce, irrumpió
como un invasor, obligándola a volver a la realidad, a pesar suyo. Abrió los
ojos entrecerrados, y se encontró con la mirada oscura de Rick mientras
levantaba la cabeza de su pecho. Su mirada era impenetrable, con un
destello indescifrable que desapareció cuando se apartó de ella.
Con espanto, Elizabeth se vio reflejada en sus ojos, con las piernas
dobladas, el vestido abierto, el sujetador desabrochado y un delator rubor
por todo su cuerpo.
—Harías bien en vestirte —dijo él ásperamente, y se levantó súbitamente, con
los hombros rígidos.
Ella permaneció inmóvil, demasiado conmocionada como para hacer otra
cosa que mirarlo desde el suelo.

44
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¡Por Dios Santo! ¡Vístete ya! —dijo él con la voz extrañamente entrecortada.
Con dedos temblorosos, ella hizo lo que le ordenaba,mientras lo que
acababa de suceder se evaporaba un amargo recuerdo, en un vergonzoso
secreto, se puso de pie, mirándolo con ira. Podía ver lo excitado que
estaba, sabía que la mayoría de los hombres no se habrían detenido. Pero
se dio cuenta con amargura que Rick no era como la mayoría...
Al ver la mirada en los ojos de Elizabeth, él asintió con la cabeza.
—Oh, sí, Elizabeth... te deseo, no te equivoques al respecto. La tentación de
subirte por las escaleras y pasar el resto de la noche haciendo el amor
contigo es casi tan poderosa como un impulso vital. Podríamos meternos
desnudos bajo las sábanas y hacer el amor, tal vez eso nos haría olvidar
todo el engaño, todos ,los años perdidos.
—¿Años perdidos?
El corazón de Elizabeth dio un brinco de esperanza. Pero él se acercó a la
puerta y abrió el pestillo, con rostro lleno de ira.
—Sí, años perdidos. Sin mi hijo. Me has negado ocho años de la vida de mi
hijo, Elizabeth... y no creo que lo perdone jamás.
Ella se puso pálida ante el crudo desdén de su voz.
—¡Vete de aquí! —dijo ella, apretando los dientes.
—Oh, no te preocupes, cielo... ¡ya me voy!
Y cerró con un portazo, dejando a Elizabeth temblando, apoyándose en la
puerta para sostenerse, con los ojos cerrados mientras las lágrimas
empezaban a resbalar lentamente por sus mejillas.
Oh, Señor. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había podido comportarse así? ¿Cómo
le había permitido...? Se estremeció, y la verguenza borró todo rastro de pasión.
Subió silenciosamente por las escaleras a darse la ducha más larga de su
vida.

Capítulo 6
ELIZABETH colgó el auricular con la mano temblorosa. Acababa de confirmar
que Rick recogería a Peter a las dos de la tarde, para llevarlo a un teatro
infantil.
Él había empezado a ver a su hijo una o dos veces a la semana. Era una
locura... y ella apenas podía creer que estuviese sucediendo.
No todo había ido sobre ruedas. La primera vez que Rick había ido a
recogerlo, Peter se había mostrado sorprendentemente reacio a salir solo
con él, sin su madre.
Aunque tal vez no fuese tan sorprendente. La atmósfera entre los dos era
incomprensiblemente tensa y el niño probablemente estaba desconcertado.
La primera vez que Elizabeth había visto a Rick después del vergonzoso
episodio en el suelo del salón, no había sido capaz de mirarlo a los ojos.
Pero el orgullo y la indignación le impidieron encogerse como un perro
apaleado. Después de todo había sido él quien la había manipulado

45
https://www.facebook.com/novelasgratis

despiadadamente con sus técnicas sexuales.


Se había pasado noches enteras reviviendo la escena avergonzadamente,
hasta que una mañana de madrugada, lo había maldecido. ¡Si quería
verla arrepentida y vulnerable, estaba listo! Así que le abrió la puerta
con un desafiante brillo en los ojos, y vio algo parecido a una chispa de
humor en los de él.
Rick se volvió hacia Peter.
—¿Estás listo? —le preguntó con su profunda voz arrastrada.
—No quiero ir —dijo Peter con terquedad—. No sin mamá.
La situación fue remediada fácilmente.
—Vendrás hoy con nosotros, ¿verdad, Elizabeth? —sus luminosos ojos se
tornaron,hacia ella interrogativamente.
Estaba atrapada. No quería ir. ¿Pero qué podía hacer?
—Iré por esta vez —dijo ella de mala gana.
Pero gradualmente, conforme fueron pasando las semanas, Rick se ganó a
Peter. Con amor. Elizabeth se odió a sí misma por el resentimiento que
experimentaba, sabiendo que lo que sentía eran celos de su propio hijo.
Todos los días que salían, tenía que contenerse para no interrogar a Peter a
su vuelta, pero a veces la tentación era superior a sus fuerzas.
—¿De qué habláis Rick y tú? —le preguntó un domingo por la mañana.
Estaban desayunando mientras esperaban a que Rick llamase para llevar a
Peter al museo de cera.
—Oh, ya sabes —respondió él evasivamente, untándose una gruesa capa de
mermelada de fresa en una tostada.
—No, no lo sé —dijo Elizabeth con indignación.
Por eso te lo pregunto.
Peter se encogió de hombros, terminando de masticar un trozo de tostada, y
levantando la vista hacia ella.
—Pues cuando vamos al zoo, hablamos de animales,de dónde vienen, de
quién descienden. Él ha visto leones auténticos, sabes, en la selva. Y
guepardos. Cuando estaba en la universidad fue a África e hizo un
documental sobre ellos.
—¿Pero habla alguna vez de su vida en América? ¿De su familia?
—No es una familia muy grande, creo —dijo Peter con cierta reserva,
mordiéndose el labio como solía hacer cuando se sentía incómodo.
—¿Cómo de grande?
—No lo sé. ¿Por qué no se lo preguntas?
—Porque no quiero preguntárselo —dijo Elizabeth, enfadada.
—Bueno, entonces se lo preguntaré yo, ¿quieres?
—No se te ocurra!
Elizabeth se dio cuenta de que Rick y ella se estaban comportando como una
pareja recién divorciada. Por un silencioso acuerdo mutuo, se comportaban
impecablemente delante de Peter, intercambiando algún comentario sobre el
tiempo en el umbral de la puerta cuando él iba a recoger al niño. Aunque a
ella aquello le dolía, tal vez era la única manera de que Rick pudiese tener
una relación con su hijo al margen del torbellino de emociones que, como

46
https://www.facebook.com/novelasgratis

una reacción química, parecía producirse entre ellos siempre que estaban
juntos más de dos minutos.
Y al mismo tiempo que fortalecía su relación con Peter, Rick estaba
montando su despacho con asombrosa rapidez y eficacia.
En la oficina, nadie aparte de Jenny sabía que Rick iba a su casa
regularmente a recoger a Peter. No podía imaginarse la cara que pondría
Paul si se enterase de que ella era la madre del hijo de Rick Masterton.
Un día Rick insistió en que saliesen juntos, y justo antes de que llegase,
Paul entró en su despacho para hablar de un cliente con ella.
Después de darle toda la información, Elizabeth levantó la vista hacia el
atractivo rostro de Paul Meredith.
—No entiendo por qué Rick Masterton se molesta en abrir un despacho en
Inglaterra —dijo ella—. No cuando le está costando una fortuna.
Paul se encogió de hombros.
—Puede permitírselo. Y va a traer muchos clientes americanos con él. Además,
le gusta diversificarse. Hay rumores de que piensa dedicarse a la política —se
rió—. ¿Te imaginas a Rick de presidente de los Estados Uni-
dos?
El problema era que Elizabeth sí se lo imaginaba.
Tenía todos los atributos que un candidato pudiese desear, y además
poseía un gran carisma.
Cuando Jenny llamó por el interfono para anunciar su llegada, ella
murmuró automáticamente que lo hiciese pasar, acostumbrada a su
presencia debido a sus frecuentes visitas para recoger a Peter. Aun así, el
corazón le palpitó con fuerza en el pecho.
Y no se esperaba en absoluto la clara hostilidad que vio en sus ojos, cuando
se dio cuenta de que Paul estaba inclinado sobre su silla y tenía el brazo
apoyado en su respaldo.
Elizabeth sintió un extraño burbujeo de satisfacción en su interior. ¿Estaría
celoso? Pero entonces Rick avanzó con la mano extendida, sonriente.
—Paul —dijo afectuosamente.
Y entonces ella pensó que lo había imaginado. ¿Celoso? ¿Por qué demonios
iba a estar celoso? Ya le había dicho que no pensaba perdonarla por haber
mantenido en secreto el nacimiento de Peter.
Lo que más la sorprendía era que Peter hubiese aceptado a Rick en su vida
sin preguntar nada.
O eso pensaba. Porque al día siguiente, cuando Rick y él volvieron de un
agotador día en la playa, el niño levantó la mirada hacia su madre, con los
ojos chispeantes.
—¿Puede quedarse papá a cenar esta noche?
Hubo un completo silencio. Elizabeth miró a Rick, viendo que él había
recuperado la compostura antes que ella, pero por su mirada comprendió
que le dejaba a ella que manejase la situación.
—¿Cómo has llamado a Rick? —preguntó quedamente a su hijo.
Peter pasó la mirada de uno a otro, y se puso rojo. —Papá —murmuró, y miró
desafiantemente a su madre—. Es mi padre, ¿no?

47
https://www.facebook.com/novelasgratis

Las pupilas de Elizabeth se contrajeron bajo la mirada directa de Rick. Recordó


que le había dicho que ella nunca mentía a Peter.
—Sí, cariño, así es. ¿Cómo lo has adivinado?
—Se parece mucho a mí. Pero es algo más que eso... él me conoce —el gesto
de su boquita era beligerante cuando se volvió acusadoramente hacia Rick—.
¿Por qué no has venido nunca a verme?
Elizabeth se mordió el labio, esperando que Rick le relatase la crueldad de
los hechos.
Pero la sorprendió con su tono suave.
—Porque mamá y papá perdieron el contacto hace mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo?
—Antes de que tú nacieras.
Elizabeth le lanzó una mirada suplicante. No se podía esperar que un niño de
ocho años comprendiese la realidad de una aventura amorosa.
Y, para su alivio, él estuvo de acuerdo.
—Es muy dificil explicártelo ahora, Peter —le puso una mano al niño en el
hombro—. Las cosas que hacen los mayores a veces son muy complicadas. Lo
más importante es que nos hemos vuelto a encontrar...
—¿Y no volverás a irte?
Hubo un tenso silencio. Peter levantó la vista, con los ojos brillantes.
—Te irás, ¿verdad? Te irás y no volveré a verte nunca,y seguiré sin tener un
padre. ¡Te odio!
Salió corriendo de la habitación y Elizabeth quiso salir tras él.
—Déjalo.
Las lágrimas inundaban los ojos de ella también.
—Tengo que ir con él...
Rick sacudió la cabeza.
—Dale unos minutos. Déjale llorar.
—¿Qué hemos sacado de todo esto? —demandó ella amargamente. Sólo hemos
conseguido hacer más daño a Peter que si no hubiese sabido de tu existencia...
Él sacudió la cabeza.
—Eso no es cierto, y tú lo sabes —dijo sin alterarse—.Peter sólo se está
enfrentando a algo que tenía que afrontar tarde o temprano.
Y no quiero volver a perder el contacto con él, Elizabeth. Nunca. ¿Lo entiendes?
Ella se obligó a ser racional.
—¿Y qué pasa cuando vuelvas a Estados Unidos?
—Quería hablar contigo de eso. Ya estoy terminando de arreglar aquí las cosas.
El despacho está listo para empezar a funcionar, y no tendré que volver hasta
dentro de seis meses. Ya sabes eso.
Haciendo un enorme esfuerzo, Elizabeth se convirtió en su asesora financiera
por un momento.
—Sí, lo sé —dijo ella con pesadumbre. Siempre que vuelvas en marzo, antes de
que termine nuestro año fiscal.
Él asintió con la cabeza, metiéndose las manos en los bolsillos de sus
pantalones de pana, que no ocultaban el poder de su virilidad.

48
https://www.facebook.com/novelasgratis

—No queda mucho para julio —continuó él en la voz neutra, como si no


fuese el futuro de su hijo de lo que estuviesen hablando—. Las vacaciones
escolares empezarán pronto. Me gustaría que Peter se viniese conmigo de
vacaciones, si estás de acuerdo.
El pánico se apoderó de ella, y tuvo que agarrarse al respaldo de una silla
para no caerse. Las siete largas semanas de las vacaciones de verano. Se
imaginó a Peter atraído por ese hombre rico y encantador, al que había
llegado a querer enseguida.
—No, Rick —dijo ella con tranquila determinación—.No puedo dejar que
hagas eso. No puedo dejar que saques a Peter del país.
La voz de Rick fue igualmente tranquila.
—¿No confías en mí? ¿Crees que no te lo devolveré?
—Confío en ti —dijo ella lentamente, y oyó que él murmuraba algo por lo
bajo—. Pero temo dejarle marchar. Nunca hemos estado separados, y lo
echaría mucho de menos —dijo temblorosa—. ¿No lo entiendes?
Él frunció el ceño, y se dispuso a hablar.
—¿No puede venir mamá también? —preguntó una voz en la puerta.
Los dos se volvieron, y Elizabeth se quedó asombrada al ver que las lágrimas
de Peter se habían secado. Estaba tranquilo, excepto por algún hipo
esporádico, y miraba a su padre cara a cara.
Las facciones de Rick no mostraron ni un ápice de emoción.
—Si es lo que los dos queréis, claro que puede venir.
Pero su tono no reflejó ningún deseo de que fuese,y Elizabeth se
desmoronó. Se pasó la mano por el cabello como solía hacerlo siempre
que se encontraba en una dificil situación.
—No sé qué decir —dijo ella—. ¿Tenemos que decidirlo esta noche? Quiero
decir que... ¿por qué volver a Estados Unidos? ¿Qué te impide pasar aquí el
verano?
—Tengo otros compromisos...
—Se refiere a mi hermana —interrumpió Peter de pronto, y Elizabeth vio
que Rick lo miraba con el ceño fruncido.
El mundo empezó a dar vueltas a su alrededor.
—¿Quieres decir que... tenemos una hija? —preguntó como una estúpida.
—Yo tengo una hija —la corrigió él, casi con gentileza.
Ella clavó la vista en el picaporte de la puerta, mirándolo como si su vida
dependiera de él, intentando abstenerse de preguntarle lo que de repente
había cobrado una gran importancia, la pregunta cuya respuesta sabía que
le asestaría otro golpe a su maltratado corazón. Pero tenía que saberlo.
—¿Qué edad tiene?
Él vaciló, como si fuese consciente de la bomba que estaba a punto de
arrojar.
—Es casi de la misma edad que Peter —dijo finalmente.
Elizabeth sintió que se mareaba, de completa humillación.
—¿Y tú lo sabías? —le preguntó a Peter.
—Intenté decírtelo, mamá —protestó el niño—. Y tú dijiste que no querías
saberlo.

49
https://www.facebook.com/novelasgratis

Rick no dijo nada. Se quedó ahí de pie observando su reacción, con los
ojos centelleantes.
Elizabeth se aclaró la garganta, deseando que acabase aquella tortura.
—Entonces es obvio que el asunto está decidido. No quiero que Peter viaje
sin mí, pero naturalmente no podemos irrumpir así en tu familia. que tu
esposa...
—Antes de que continúes, Elizabeth,tengo que mi esposa ha muerto. Murió en
un accidente de navegación hace seis años.

Capítulo 7
B É B E T E e s t o . Rick había vuelto de meter a Peter en la cama y se
había encontrado a Elizabeth todavía en trance sentada en el sofá. Lé
echó una mirada y se dirigió directamente hacia el mueble bar. Elizabeth
tomó el vaso de whisky con agua que le ofreció y se bebió la mitad de un
trago.
Él levantó una ceja.
—Cuidado.
La bebida le calentó el estómago instantáneamente. De alguna manera, los
acontecimientos de la tarde la habían liberado. Ya no podía ocurrirle nada
peor. Sintió que recuperaba la confianza, incluso llegó a sonreír.
—No es necesario que hagas de niñera. Nunca he tenido que recurrir al
alcohol para salir de un aprieto... y desde luego no pienso empezar ahora.
Él apretó los labios, y dejó su vaso en la mesa.
—Así es como lo ves, ¿verdad? ¿Como un aprieto? Ella dejó también su
vaso sobre la mesa, se sentó más erguida y lo miró.
—¿Y cómo lo describirías tú? ¿Como un día memorable? El padre de mi hijo
aparece de pronto como un héroe que conquistaría a cualquier niño. Y
entonces descubrimos que tiene una hermana, convenientemente de la
misma edad —hizo un gesto de desagrado—. Tal vez sea dificil explicarles
más adelante su escasa diferencia de edad —tomó su vaso y bebió un poco
más de whisky, que le dio la confianza para hacer la temida pregunta—: ¿Por
cierto, cómo se llamaba tu esposa?
El frunció el ceño.
—Brooke.
—Brooke —repitió ella con la voz ligeramente temblorosa, pero sin revelar
nada—. Qué mujer tan comprensiva debía de ser. ¿No le importaba que
fueses por ahí dejando embarazadas a dos mujeres a la vez...?
—Maldita sea, Beth! —la interrumpió él bruscamente, pero bajando la voz para
no despertar a Peter—. ¿Qué derecho tienes a juzgar a nadie? No pudiste
esperar a salir de mis brazos para casarte con el hombre más rico al que
pudiste echar el guante; no pareció importarte que fuese tan mayor como
para ser tu padre. Dime... —sus ojos la recorrieron con expresiva aversión
a lo largo de su cuerpo—... ¿Qué se siente cuando te compran, hmm?

50
https://www.facebook.com/novelasgratis

Ella se puso pálida.


-¿Cómo te atreves?
—Cuéntame, Elizabeth, quiero saberlo. Háblame de tu matrimonio.
—No voy a decirte nada —dijo ella furiosamente—. Porque no es asunto tuyo.
El le clavó una mirada feroz que habría intimidado a cualquiera. Pero no a
ella. Oh, no. A ella no.
—Claro que es asunto mío —dijo él con crispación—. Al fin y al cabo, él fue
un padre para mi hijo, mientras vivió. Pero tu rostro no parece iluminarse
cuando hablas de él. Aunque tal vez eso no sea muy sorprendente.
Ella lo miró fijamente.
—¿Ah, no? ¿Y eso por qué?
—Quizás tu actitud era insultante para él. ¿No le molestaría que una
cazafortunas se aprovechase de él? —inquirió él con suavidad.
Ella le brindó una gélida sonrisa.
—Decídete, Rick —dijo sin perder la calma—. Primero nos acusas a John y a
mí de hacer el trueque más viejo de todos los tiempos, es decir, mi
juventud a cambio de su dinero. Y ahora sugieres que a él le molestaban
mis ambiciosas aspiraciones. Tendrás que hacerlo un poco mejor —dijo ella
con desdén—. No estás aplicando mucho tu lógica de abogado en ese argumento
particular.
Él apretó la mandíbula furiosamente.
—Tal vez sea porque encuentre imposible utilizar la lógica contigo —gruñó él,
con una mirada tan feroz que Elizabeth retrocedió.
—Y que conste —añadió ella tranquilamente—, que no me casé con él por su
dinero.
—¿Oh, en serio? —se burló él.
Entonces ella estuvo a punto de decírselo. Que había hablado con Brooke, y
con su tía, y que el descubrir su traición era lo que la había arrojado a la
seguridad de los brazos de John. ¿Pero para qué alimentar su ego? Lo
mantendría en secreto. Era un arma que tal vez podría utilizar contra él.
Él la miró sin pestañear, con una arrogante expresión marcada en las duras
líneas de su atractivo rostro.
•Parece que todavía no has decidido si vendrás o no con Peter a América.
Supongo que le dejarás venir.
Ella soltó una carcajada, deseando poder hacer algo para bajarle los humos.
•Naturalmente. Se muere de ganas de ir, y no estoy dispuesta a aceptar el
papel de madre mala. Dios sabe que ya tengo bastante con competir contigo.
—No tiene que ser una competición, Elizabeth.
•¿No? —dijo ella, echando chispas por los ojos—. La situación es imposible,
lo sé.
Él se encogió de hombros como si le diese completamente igual.
—Bueno, basta de dilaciones... ¿vas a venir a América o no?
—De nuevo parece que no tengo elección. Sí, claro que iré.
—¿No tendrás problemas con el trabajo?¿Con tomarte siete semanas
seguidas?

51
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Hablaré con Paul. Tendré que contratar un suplente.


—Si quieres que hable yo con él...
—Ni se te ocurra, Rick —lo fulminó con la mirada—. En el trabajo soy dueña
de mí misma, y no necesito tu asistencia. Ahora... —dejó su vaso medio vacío
encima de la mesa, algo mareada por el whisky—... será mejor
que me digas lo que encontraré cuando llegue allí.
Él dio otro sorbo de whisky
—A mi hija —titubeó—. Jessie
—¿Y quién cuida a... Jessie, mientras no estás allí?
—Tengo un ama de llaves, y mi madre vive cerca.
Oh, y Grace —frunció el ceño ligeramente—. Pasa por allí de vez en cuando,
no muy a menudo. Es la madre de Brooke.
—Entiendo. ¿Y cómo crees que se van a tomar lo de Peter?
—Ya he hablado con mi madre por teléfono. Me adelantaré el fin de
semana anterior para que Jessie se acostumbre a la idea. Después volveré
a buscaros —hizo una pausa—. Creo que va a dificultar mucho las
cosas el que sigamos peleándonos como hasta ahora.
Ella lo miró con incredulidad.
—¿Qué sugieres? ¿Que finjamos que somos buenos amigos?
El la miró fijamente.
—Eso es lo que sugiero, que al menos delante de la gente seamos amables el
uno con el otro. ¿Crees que seremos capaces de hacerlo, Elizabeth? ¿Quién
sabe? —su voz tornó mordaz—. Podría convertirse en una costumbre.
Ella lo dudaba, pero asintió con la cabeza de mala gana, sabiendo que él
tenía razón. Peter y ella serían unos intrusos, y ella la usurpadora de la
memoria de Brooke como esposa y madre, y necesitaba tener a Rick de su
lado. La madre de Rick probablemente la despreciaría, pero temía más la
reacción de Grace, la madre de Brooke.
Suspiró, con la mirada fija en su regazo, evitando encontrarse con la
mirada de Rick. Sabía que todos sus problemas empeoraban porque todavía
tenía fuertes sentimientos hacia el hombre que había engendrado a su hijo.
Qué fácil sería si pudiera ignorarlo,o, aún mejor,ser su amiga, como lo eran
tantos separados.
Pero había algo sin resolver en su relación. Algo que la hacía recelar de
quedarse con él en su casa. No era que no confiase en él, sino en ella
misma, después de cómo se había comportado la noche que él la había
llevado a cenar.
—Tal vez sería mejor que Peter y yo nos hospedásemos cerca, pero no en tu
propia casa...
—No —la interrumpió él con determinación. La casa es muy grande y hay
suficiente espacio para que vivamos todos sin molestarnos. Pero quiero que
Peter sienta que aquella también es su casa.
Que conozca a Jessie, y a sus abuelos.
En cierto sentido, él tenía razón.
—Siempre ha estado un poco falto de familiares —dijo Elizabeth, y una
inmensa tristeza se apoderó de ella por un instante.

52
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Lo sé, Beth —dijo él con suavidad.


Cuando él era tan comprensivo, tan amable, casi tierno, ella sentía la más
cruel de las puñaladas. Hacía que su imaginación inventase estúpidas
fantasías de lo sencilio que sería, tan natural y maravilloso, que formasen
una familia todos juntos.
Pero una voz le recordaba su traición, a ella y a la mujer con la que se
casó. Y desde que había llegado él no había hecho otra cosa que reprocharle
cosas, o demostrarle su dominación sensual.
—¿Entonces vamos a intentar ser amables el uno con el otro? —dijo él de
pronto.
•Si eso es lo que quieres.
Él soltó una extraña y vacía carcajada.
•Oh, creo que pasaremos por alto lo que yo quiero. No creo que te apetezca
oír lo que es.
Ella no lo dudó ni por un momento.

Capítulo ocho
ME SORPRENDE que no hayas alquilado un avión privado —bromeó
débilmente Elizabeth mientras aceptaba la copa de champán que le ofrecía
la azafata.
Se sorprendió de encontrarse de buen humor con Rick por primera vez. Y
para ser sincera, era casi un alivio poder relajarse lo suficiente como para
bromear, después de semanas de críticas y tensiones. Había reflexionado
sobre lo que había dicho él, llegando a la conclusión de que una tregua
sería más llevadera que una guerra total, aunque sólo fuese por el bien de
Peter.
Los anchos hombros de Rick, cubiertos de un modo informal con un jersey
de cachemir, de un verde claro que le recordaba al joven que había
conocido una vez,se alzaron con indiferencia.
—Alquilo aviones con frecuencia —afirmó él sin alardear—. Pero para los
vuelos transatlánticos prefiero la comodidad de un vuelo regular.
Elizabeth recorrió con la mirada el discreto lujo de la cabina. No describiría
ella el Concorde como un simple vuelo regular.
—¿A qué hora aterrizaremos en Nueva York?
—Llegaremos al aeropuerto Kennedy sobre las once. Allí nos espera un coche.
—Oh —dijo Elizabeth débilmente.
Ese viaje iba a hacerla creer que se trataba de una especie de celebridad
El se volvió para tomar la copa de champán que le ofrecía la rubia
azafata con una amplia sonrisa, y él se la agradeció con otra sonrisa,
deliciosa. Elizabeth escuchó los fuertes latidos de su corazón causados por
tan irresistible sonrisa, aunque fuera dirigida a otra persona. Y pensó con
resentimiento que a ella nunca le sonreía así.
Él frunció ligeramente el ceño mientras observaba el interés de Elizabeth

53
https://www.facebook.com/novelasgratis

en lo que la rodeaba.
—Seguramente estarías acostumbrada a viajar, así con tu marido —dijo él

con la voz grave y lánguida, aunque su mirada verde azulada fuese glacial—
. Aviones supersónicos, suntuosos yates, los mejores hoteles... los dis-
tintivos de una esposa de trofeo, ¿no es así?
Elizabeth miró rápidamente la cabeza inclinada de su hijo dormido,
agotado por la excitación del viaje. Así que esa era la razón por la que Rick
volvía a estar desagradable con ella, que Peter se había quedado dormido.
Levantó la mirada hacia aquel rostro atractivo y frío, dibujando líneas
con los dedos en el vaho que se había formado en la copa de champán.
—Es la primera vez que monto en avión —le dijo.
Él arqueó las cejas.
—¿En serio? Eso ha debido de resultarte muy decepcionante.
Otra vez, estaba ahí la insinuación de que se había casado por dinero.
—¿Qué dirías si te dijese que no me casé con John por su dinero?
Él le brindó la sonrisa más cínica que Elizabeth había visto en su vida.
—Te diría, mi querida Elizabeth —dijo él, bajando la voz—, que eres una
mentirosa muy bella, pero poco convincente.
—Para ti sólo puede ser blanco o negro, ¿verdad?dijo ella con amargura.
El se encogió de hombros, antes de clavarle una penetrante mirada que le
produjo a Elizabeth un escalofrío en la espalda.
—Entonces explícamelo, hazlo. ¿Qué fue, atracción física? —dijo él con
sarcasmo.
Ella captó la indirecta. John había sido un hombre pequeño y con gafas. Un
empresario brillante, pero de apariencia física insignificante. Eso a Beth no le
había importado. En aquel tiempo pensaba que ya había tenido bastante
atracción física con Rick como para que le durase toda la vida. Además
creía que la relación física entre John y ella se desarrollaría de forma natural,
como consecuencia de un afecto mutuo y profundo.
—Yo amaba a John —dijo ella pausadamente.
Tal vez no como había amado a Rick, pero sí en un sentido afectivo. John
le había dado la oportunidad de realizarse, la había amado sin lugar a dudas.
Repentinamente, Elizabeth comprendió que para ella había sido como el
padre que nunca tuvo.
El rostro de Rick se había oscurecido. Su ira era casi palpable, podía
sentirla, envolviéndola inexorablemente.
—Entonces dime —continuó él—. ¿Fue un hombre «comprensivo», Elizabeth?
Ella dejó su copa en la mesa con dedos temblorosos.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabía él algo de tus aventuras? ¿Tenía vuestra relación alguna carencia
en ese sentido? ¿Por eso te entregaste a mí con tanta avidez? —su voz
descendió hasta convertirse en un mero susurro—. Fuiste la mujer más
apasionada que he tenido jamás en mi cama, Elizabeth. Creo que ahora sé la
razón.
Eres repugnante —dijo ella, temblando—. Ni siquiera conocía a John cuando te
conocí a ti.

54
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¿En serio? —su voz sonó escéptica—. Tengo interés por saber qué es lo que te
hizo marcharte tan repentinamente. ¿Te desilusionó que te dijese que el piso
no era mío, sino de mis tíos? ¿No pudiste soportar la penuria de estar con un
hombre que estaba en sus comienzos?
Ella abrió la boca para decírselo. Lo de Brooke. Lo de la llamada telefónica; lo
del encuentro con su tía. ¡Así se le borraría esa altiva expresión de la cara!
Se dio cuenta de que lo estaba fulminando con la mirada, con la boca abierta
para hablar. Vio que él posaba la mirada en sus labios pintados con un carmín
rojo intenso, vio que entornaba los ojos con avidez,pero entonces frunció el
ceño al aparecer la azafata con la comida.
Elizabeth se sintió salvada por la campana. Casi histérica, pensó que no se
encontraba preparada para mantener la inevitable discusión que seguiría a sus
declaraciones, y menos con la deliciosa comida esperando ser servida por una
azafata que jadeaba como un cachorrillo impaciente.
—Nuestro hijo está dormido —dijo ella rápidamente a la azafata—. ¿Le

importaría...?
—Le puedo preparar algo cuando se despierte —dijo la azafata con dulzura,
mirando el dedo sin anillo de Elizabeth antes de posar una mirada lisonjera en el
rostro de Rick.
-Gracias-respondió él brevemente.
La azafata se dió por aludida y se retiró.
Elizabeth sólo picoteó su almuerzo.Sin embargo Rick no se reprimió,y dió
cuenta del plato de almejas gigantes al que siguió un roast beaf y una
ensalada.
—¿No comes? —preguntó él mirando el plato lleno de Elizabeth.
—¿A ti qué te parece? —replicó ella bruscamente.
Él esbozó una sonrisa.
—Continuaremos nuestra conversación más tarde, en privado —se pasó la servilleta
por la boca—. ¿Te ha dicho alguien alguna vez que tus ojos echan chispas como
fuegos artificiales cuando te enfadas? —dijo él inesperadamente.
•Con bastante frecuencia —replicó ella, disfrazando su indignación con una voz
aburrida—. Normalmente los envío a la librería más próxima a comprar un libro
titulado La originalidad del lenguaje cotidiano. Deberías leerlo.
Oh, Elizabeth —dijo él con suavidad, moviendo la cabeza—. Eres una mujer muy
estimulante para discutir. —¡No seas tan condenadamente condescendiente! Los
ojos de él centellearon, pero algo lo alertó y se movió ligeramente.
—Peter se está despertando —murmuró él, y añadió con la voz un poco más
alta—: Deberías comer algo, cariño. Faltan muchas horas para la cena.
—No gracias, cariño —lo imitó ella—. Hay algo en este vuelo que me da náuseas.
Vio que él sonreía al inclinarse para hablar con Peter, que retornaba lentamente al
mundo de los vivos.
•¿Has dormido bien?
—¡Mmmmm! —dijo Peter, estirándose.
—¿Listo para comer algo?
•¡Claro!

55
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Vaya, ya pareces un auténtico americano —se rió Rick,mientras levantaba la


mano ligeramente para llamar a la azafata.
Alzando la vista hacia la figura uniformada, muy femenina, dijo:
—Tráigale un sandwich de ternera, con mucha mayonesa y poco pepinillo.
Repentinamente ya no había nada de italiano en él. Era el típico americano, y
probablemente le encantaría que Peter fuese como él. Elizabeth se reclinó en su
asiento, y cerró los ojos con indignación.
—¿Por qué no intercambiamos nuestros asientos? —inquirió Rick—. Intenta dormir
un poco mientras yo juego a las cartas con Peter.
Ella accedió e intentó dormir, pero oía sus risas por lo bajo, cómo disfrutaban,
mientras que ella se sentía muy deprimida, preguntándose cómo la recibirían al
llegar a casa de Rick y cómo iba a vivir con él bajo el mismo techo.
Sin embargo, había una parte de ella que se sentía aliviada de no tener que
responsabilizarse de todo, como siempre. Había sido estupendo dejar que Rick se
ocupase de organizar el viaje y todo lo demás, permitiendo que ella se limitase a
preparar el equipaje. Llevaba mucho tiempo haciendo de madre y de padre
para Peter, y para ella era un descanso dejar que Rick hiciese de padre. Y
Peter estaba encantado con él, eso seguro.
Y aunque había tenido muchas dudas respecto a ese viaje, estaba contenta de
hacerlo, al menos por Peter. Quería que su hijo tuviera la familia que a ella le
había sido negada. Y él había aceptado la nueva situación con normalidad,
como si al conocer a Rick, una parte de él hubiese quedado explicada. Ella lo
podía entender mejor que nadie, porque había habido muchas ocasiones en su vida
en las que había anhelado saber algo de la historia de su familia. Alguna
información de lo que hacía su padre, del aspecto que tenía su madre. Y lo más
importante, por qué la abandonaron...
Bebió unos sorbos de champán y se puso a mirar por la ventana. Las nubes
parecían tan sólidas que no le hubiese extrañado ver a un querubín regordete
encaramado a una de ellas.
El resto de la jornada transcurrió en un aturdimiento de deferentes funcionarios
que los condujeron rápidamente a la limusina que les espiraba en el aeropuerto,
lo que dejó a Peter mudo de asombro, y que los llevó a Newhaven.
Elizabeh profirió una exclamación al ver el deslumbrante paisaje natural que
apareció ante sus ojos cuando dejaron Nueva York, y se dirigieron hacia
Conneticut.
Rick se volvió hacia ella.
—¿Qué ocurre?
Nada iba a estropearle a Elizabeth el súbito placer que sentía, la sensación de unas
verdaderas vacaciones. —¡Que está todo tan verde, y tan bonito!
Él sonrió, como si su comentario le hubiese causado satisfacción.
—Te gustará Westport.
Eso era lo que ella temía. Que llegara a gustarle demasiado su estilo de vida.
El trayecto hasta la casa de Rick fue más corto de lo que había imaginado.
Elizabeth no sabía lo que la esperaba al llegar allí; sabía que él era rico porque había
trabajado para él, pero no había sospechado que su riqueza fuese tan inmensa.
Por su apariencia, Westport era una zona cara, pero «mi casa», como la describió

56
https://www.facebook.com/novelasgratis

Rick mientras cruzaban las verjas de hierro forjado, la dejó prácticamente sin
respiración. Blanca, majestuosa y espléndida, se erigía sobre un extenso terreno
como una deslumbrante joya, y en la parte de atrás del edificio se veían los
prados verdes que descendían hacia las arenas doradas de una playa
privada.
—¡No me dijiste que tenías tu propia playa! —dijo ella acusadoramente.
—¿Ah, no? —murmuró él.
—¡Guau! —exclamó Peter—. ¡Guau!
—¿Te gusta? —le preguntó Rick.
—¡Que si me gusta!
Rick indicó al chófer que detuviera el coche. —Vamos andando —dijo.
Los tres descendieron de la limusina y enfilaron por el camino de coches. A
lo lejos, más allá de un grupo de abetos, se veía el deslumbrante azul
turquesa de un mar seductor.
--¡Guau! —dijo Peter por tercera vez, y salió corriendo hacia la casa.
—¡Peter! —gritó Elizabeth, sin mucho entusiasmo, pero Rick sacudió la
cabeza.
—Déjalo —dijo él—. No le va a pasar nada.
Elizabeth se volvió hacia Rick.
—¿Eres el dueño de todo esto?
Hubo una pequeña pausa.
—Sí, lo soy.
—Entiendo —ella se quedó pensativa—. Eres un hombre muy poderoso, Rick —
dijo por fin—. Mucho más poderoso de lo que había imaginado.
Él la miró con un brillo depredador en los ojos.
—Sí que lo soy —dijo sin presunción—. Hace muchos años me hice la promesa
de que me convertiría en un hombre rico —apretó los labios—. ¿Por qué? ¿Te
excita? —inquirió con dureza.
Estando tan cerca de él en aquel maravilloso paisaje azotado por el viento,
Elizabeth sintió la loca tentación de decirle que sí, que la excitaba.., oh, no
su dinero ni sus propiedades, ni su poder. Él la había excitado a los
dieciocho años, y la excitaba en ese momento.
La invadió la necesidad de decirle que era el único hombre al que había
amado, pero se contuvo con todas sus fuerzas.
Se volvió hacia él para observar su perfil moreno,hermosamente
recortado en el cielo mientras miraba a su hijo corriendo hacia la casa, y la
abrumó un sentimiento de tristeza, al pasar que todo podía haber sido
diferente. ¿Cómo habría sido Peter con ese hombre como padre?
—Es espléndida —dijo ella en tono convencional,mirando la casa.
Entonces se le ocurrió algo en lo que no había pensado. ¿Y si vivía con
alguna mujer? Era muy probable que tuviese novia, la amarga experiencia
le había demostrado que Rick era un hombre muy sensual, y sin
problemas de estricta fidelidad.
—¿Quién vive aquí? —preguntó ella repentinamente—.Contigo.
—En la casa principal, yo —afirmó él—. Y Jessie.
—¿Los dos solos?

57
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¿Qué esperabas? ¿Un harén? —Rick sacudió la cabeza—. No, mejor que no
contestes. Tengo un ama de llaves, Claudia, y su marido es el jardinero. El
edificio de la derecha es de ellos. Prefiero tener la casa para mí. Mis
padres viven a unos kilómetros de aquí, pero vienen con frecuencia a ver a
Jessie.
—Me sorprende que no hayas construido una casa aquí para ellos; hay
sitio suficiente.
Él asintió
—Es cierto, y a mi madre le encantaría. Pero yo soy un hombre
independiente, Elizabeth —sus ojos brillaron—. Éste es mi mundo. Sólo mío.
Esas últimas palabras le sonaron a Elizabeth como una advertencia.
Pero no se desanimó porque, por un momento, al verlo recortado en el cielo,
tan dominante, tan poderoso, y tan condenadamente guapo, la invadió una
sensación de añoranza, tan potente como el veneno. En aquel momento,
con advertencia o sin ella, lo deseaba muchísimo...
Elizabeth se forzó a encontrar su penetrante y seria mirada, cambiando su
propia expresión por la del típico interés de una invitada.
—Peter ya ha llegado a la casa —dijo ella—. Nos está esperando.
Él asintió con la cabeza, agarrándola por el codo, lo que la hizo vibrar.
—Vamos —dijo él.
Ella caminó a su lado en dirección a su hijo, conteniendo el aliento al ver
la puerta de la casa abierta, y una niña pelirroja acercándose a Peter. Casi
sin darse cuenta de que Rick le estaba apretando el codo con fuerza, los
dos se detuvieron momentáneamente antes de reanudar su marcha hacia
los niños.
—¿Lo sabe Jessie? —preguntó ella en voz baja—. ¿Sabe que Peter es tu hijo?
Él hizo una pausa, y después asintió.
—Sí. Decidí que era mejor que lo supiese desde el principio.
—¿Qué le dijiste?
—Algo parecido a lo que tú le contaste a Peter. Que perdí el contacto con él
hace mucho tiempo, y que estaba muy contento de haberlo encontrado.
—¿Y qué... le pareció?
Rick le lanzó una rápida mirada.
—No ha hablado mucho de ello. Es bastante reservada. Ha tenido una... —
vaciló—... una infancia inestable.
Me imagino que aprender a compartir un padre con un hermano nunca
resulta fácil, y menos de esta manera. Lo que espero haber conseguido es
convencerla de que en mi corazón hay sitio para los dos. Que conocer y
amar a Peter no tiene nada que ver con el amor que siento por ella.
Ella asintió con la cabeza ladeada. No quería que Rick viese que la simple
mención de la palabra amor era suficiente para que se le saltaran las
lágrimas. Señor, era una tonta. La mayor tonta del mundo.
Con Rick a su lado, Elilabeth se dirigió hacia los niños, observando sus
tentativas de relación.
Jessie levantó hacia ellos unos grandes ojos azules, curiosos. Lo que más
impactó a Elizabeth fue su escaso parecido con Rick. No podía ver en ella

58
https://www.facebook.com/novelasgratis

nada de él, al menos no a primera vista.


Era menuda, con el cabello del tono rojizo de las hojas de los árboles en
otoño, y tenía una boquita de capullo que intentaba sonreír.
Elizabeth frunció el ceño, tratando de concentrarse mientras miraba a la
niña volverse hacia su padre. Durante un segundo, sólo uno, le resultó
terriblemente familiar...

Capítulo 9
PAPÁ, papá! —gritó Jessie con excitación, y se arrojó en los brazos de su
padre. Él la tomó en volandas, estrechándola con fuerza entre sus brazos.
—Hola, tesoro —dijo él dulcemente—. ¿Cómo está mi niña?
—Está bien —Jessie le devolvió la sonrisa, y miró a Elizabeth.
¿No vas a saludar a nuestros invitados?
—Ya he saludado a Peter. Tiene ocho años y sabe montar a caballo, pero no
sabe nadar.
Unos grandes ojos azules se volvieron hacia Elizabeth, quien no pasó por
alto las pequeñas lineas que fruncían su frente.
Elizabeth pensó que seguramente estaba nerviosa. Tan nerviosa como ella,
y sonrió a la niña.
—Hola —dijo tímidamente.
—Jessie, ésta es Elizabeth —dijo Rick, en su voz grave.
—Hola, Jessie —dijo Elizabeth con suavidad y extendió las manos
momentáneamente, para bajarlas enseguida, no muy sorprendida de que
Jessie frunciese el ceño con recelo—. Te hemos traido una muñeca Sindy de
Inglaterra, con vestidos y todo —se apresuró a decir, esperando que no
pareciese que estaba intentando ganarse su aprecio—. ¿Te gustan las
muñecas Sindy?
Jessie se encogió de hombros.
—Están bien. Tengo más de una docena —respondió, arrastrando las palabras
como su padre.
•Pero esta Sindy es inglesa —dijo Elizabeth, tratando de sonreír.
Se alegraba de que Rick no interviniese, reprendiendo a su hija, lo que
indudablemente enfurecería más a la niña.
—¿Hay alguna diferencia?
Elizabeth sonrió.
—¡Claro que sí! Ésta viene con su paraguas y su impermeable.
•Mi Sindy preferida —declaró Jessie—, tiene un vestido de fiesta rosa y
dorado.
•¡Puaj! —dijo Peter expresivamente—. ¡Como una niña!
Jessie lo miró furiosamente, viendo aquello como un reto.
—También me gustan los Action Man —dijo ella, altanera.
—¿Sí? —dijo Peter, no muy convencido.
•Me encantan —hubo una pequeña pausa—. Y tengo una colección de insectos.

59
https://www.facebook.com/novelasgratis

¿Quieres verla?
El rostro de Peter indicó que estaba enormemente impresionado por aquella
información.
•¿Puedo, mamá?
Elizabeth se rió, repentinamente aliviada.
•Claro que sí. Pero hoy tienes que acostarte temprano; estás muy cansado
del viaje.
—¡Mamá!
•Peter... hablo en serio.
Rick sonrió.
Tu madre tiene razón. Cenarás antes esta noche, a las siete. Jessie te
enseñará tu habitación, ¿verdad,cariño? ¡Está justo al lado del cuarto de
los insectos! ¿Dónde está Claudia?
Jessie sonrió ampliamente, y la sonrisa la transformó.
Unos perfectos dientes blancos y unos brillantes ojos azules.
—Está dentro, cocinando. Vamos, Peter.
Los dos niños desaparecieron por la puerta, y segundos después, una mujer
menuda y morena que debía de tener unos sesenta años, con el cabello
gris, apareció en la puerta de la casa.
—¡Señor Rick, bienvenido a casa! —exclamó con una radiante sonrisa.
—Hola, Claudia —Rick sonrió afectuosamente, lo que le quitó diez años de
encima, para asombro de Elizabeth—. Elizabeth, quiero presentarte a
Claudia, mi ama de llaves. Claudia, ésta es la señora Carson. Su hijo
y ella se quedarán con nosotros a pasar el verano. El está arriba con
Jessie.
—Lo sé. ¡Han pasado corriendo por mi lado como relámpagos! Encantada de
conocerla, señora Carson.
Las dos se dieron la mano, y Claudia hizo una inclinación de cabeza. Elizabeth
se dio cuenta del breve pero intenso escrutinio de la mujer italiana.
—Vamos dentro, Elizabeth, te enseñaré tu habitación. ¿Puedes preparar la cena
para las ocho, por favor, Claudia? —y con el brazo le indicó a Elizabeth que lo
precediera.
Ella se estremeció ligeramente, no muy segura de querer que fuese él quien
le enseñase su habitación, pero no se le ocurría ninguna amable objeción
delante del ama de llaves. Así que optó por concentrarse en la casa
mientras lo seguía por las escaleras. El enorme vestíbulo era como un
escenario de cine, con un brillante suelo de madera del que salía una
escalera majestuosa que se dividía en dos en la parte de arriba. Del techo
colgaba una de las arañas más grandes que Elizabeth abía visto en su vida.
—Esta casa es enorme —dijo ella por segunda vez, mientras subían por las
escaleras.
Rick la miró.
—¿Nerviosa, Elizabeth? —inquirió con suavidad.
—¿Nerviosa? ¿Por qué iba a estarlo?
Él le dirigió una media sonrisa.

60
https://www.facebook.com/novelasgratis

•Te has puesto pálida como un fantasma. ¿Es por pensar en dormitorios?
Era tan preciso que Elizabeth sintió como si hubiese invadido su mente, como
si fuese capaz de leer sus atribulados pensamientos. Repentinamente se le
secó la boca y le resultó dificil respirar. Maldito. Y maldito el efecto que le
producía.
•Me gustaría ir a ver a Peter antes de nada —insistió ella.
•Desde luego —replicó él.
Pero ni siquiera Peter la salvaría de sus propias reacciones, porque cuando
Rick y ella se asomaron a una habitación, sólo vieron dos pequeñas cabezas
inclinadas cordialmente sobre una colección de dinosaurios de plástico.
•¿Necesitas algo, Peter? —preguntó Elizabeth. Él apenas levantó la vista.
—Estoy bien, gracias, mamá —dijo él distraídamente.
•¿Lo ves? —dijo Rick—. Todo el mundo está feliz. Ella no dijo nada mientras
lo seguía, hasta que él se detuvo delante de una puerta.
•Ya hemos llegado, Elizabeth. Ésta es tu habitación, justo en el mismo pasillo
que la de Peter.
•Un pasillo bastante largo, parece —dijo ella cortantemente.
Él soltó una pequeña carcajada y abrió la puerta.Al entrar, Elizabeth vio
algo en su semblante que hizo que su sangre se precipitase por sus venas,
por lo que apenas se fijó en el suntuoso mobiliario de la habitación.
—Parece muy acogedora —dijo ella rápidamente—. ¿Por qué cierras la
puerta?
—Porque quiero estar un rato contigo a solas.
A Elizabeth se le paralizó el corazón. Fingió mirar el dormitorio con interés
y después se encaró con él, subiéndose las gafas.
—Estoy muy cansada, Rick. ¿No puede esperar esto? Él sacudió la cabeza.
—No.
—¿Qué quieres?
Él se aproximó a ella, y Elizabeth tuvo que contenerse para no cerrar los ojos
y dejar que la abrazara.
Porque no había ninguna duda de que esas eran sus intenciones; estaba
escrito en su rostro, en la expresión de sus ojos oscurecidos, y en la
insistente palpitación que se apreciaba en su cuello.
Rick le rodeó la cintura con los brazos.
—Te deseo, Beth —dijo con la voz ronca—. Nunca he dejado de desearte,
¿sabes?
Ella intentó soltarse, pero él se lo impidió.
—¿Por eso me has traído a tu casa? —susurró—. ¿Para poder acostarte
conmigo?
—Una retorcida manera de hacerlo, ¿no crees? Atravesando el Atlántico.
Habría sido mucho más fácil haberme acostado contigo en Inglaterra.
Aunque claro, allí nos hubiésemos encontrado con la dificultad de que estaba
tu amante... —sus palabras se apagaron mientras descendía con la mirada
por su cuello, hasta la camisa de seda verde que cubría sus senos.
—¿Mi amante? —preguntó ella con incredulidad.

61
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Sí, tu amante —dijo él entre dientes—. Paul Meredith... tu jefe.


—¡Paul no es mi amante!
—Pero le gustaría serlo, ¿verdad? —susurró él.
—¿Y eso qué tiene que ver contigo? —replicó ella.
Los ojos de Rick se oscurecieron.
—No importa. Ahora, mi hermosa Elizabeth, estamos solos, sin los problemas
impuestos por otros...
Ella quiso responderle en el mismo tono cínico, pero no pudo hacerlo, pues
su proximidad la había debilitado. Se había jurado tras aquel último
episodio que no iba a reaccionar ante él, pero de nuevo un intenso fuego
había comenzado a arder en su interior. Probablemente aquel anhelo por él
fuese tan inevitable como respirar, lo que hacía imposible cualquier
resistencia.
Él sacudió la cabeza y la miró con una mirada tan abrasadora que hizo que
las mejillas de Elizabeth se encendiesen. La atrajo hacia sí, apretándola
contra su cuerpo, para que sintiese lo excitado que estaba, y ella deseó
vehementemente tenerlo en lo más profundo de su interior.
Oh, Dios, cómo lo deseaba. Qué maravillosamente la había hecho sentirse,
como si su cuerpo solo hubiese estado vivo en sus brazos. Se quedó ahí
inmóvil, convenciéndose a sí misma de que un minuto más en ese cielo no le
haría ningún daño.
•Rick —susurró suplicantemente.
•¿Qué?
Y posó su boca en la de ella, apartando toda razón de su mente.
Empezó a acariciarla con la mano por la espalda, causándole una sensual
languidez en sus extremidades, mientras el calor incendiaba seductoramente
su vientre.
•Riccardo...
Pretendía ser una protesta, pero le había rodeado el cuello con los brazos
y sintió el aliento de Rick en su oreja.
—¿Qué? —su voz estaba cargada de deseo.
—Por favor. No.
—¿Por favor? ¿O no? —se burló él.
—No.
—¿No qué? No estoy haciendo nada, ¿no?
Ella alzó la vista, asustada.
—Rick...
El sacudió la cabeza.
—No. Hemos esperado esto demasiado. Y tú lo deseas, Elizabeth, lo deseas
tanto como yo. Dime, sinceramente, que quieres que me detenga, y lo haré.
Ella abrió la boca para hablar pero no le salieron las palabras; en su lugar
los labios de Rick tocaron los suyos tan ligeramente, que Elizabeth empezó a
temblar con violencia.
Él se retiró entonces, y la miró, sorprendido de su reacción.
--Está bien murmuró él—. Está bien.

62
https://www.facebook.com/novelasgratis

Y con los brazos todavía rodeándola, la llevó hacia la cama, echándose


allí junto a ella, sobre la colcha, y mirándola con curiosidad, apoyado en
su codo.
Elizabeth tenía el rostro y el cuerpo incendiados del más delicioso fuego.
Era demasiado fácil sucumbir a la tentación, y sacudió la cabeza de un
lado a otro, como si estuviese intentando librarse de un insecto.
—No está bien —dijo ella, pero su voz sonó soñolienta, como anticipándose a sus
caricias.
Él le ofreció una lenta sonrisa mientras le quitaba cuidadosamente las gafas
y las dejaba en la mesilla.
-Entonces déjame que haga que esté bien. ¿Quieres, Elizabeth?
Ella cerró los ojos por un segundo, para no ver lo que él estaba haciendo, y
sintió sus dedos descendiendo por su blusa de seda hasta el valle de sus
senos. Se estremeció y sintió que se le endurecían deliciosamente los
pezones, lo que la incomodó, al saber que se le estarían marcando a través
del fino tejido de la blusa.
Cuando no pudo soportarlo más, abrió los ojos, y se encontró con el delicioso
embeleso del rostro de Rick, que empezaba a acariciarla.
—Mi hermosa Elizabeth, eres una criatura de deliciosos contrastes —
susurró él empezando a desabrocharle los botones de la blusa—. Por fuera
tienes una apariencia eficiente y formal, que oculta la mujer que hay en ti.
Pero debajo... ¡ah! —suspiró—. Largas piernas en medias de seda que te
delatan como los altos tacones que llevas. Y esto...
Le había abierto la blusa y sus exuberantes pechos parecían ir a estallar en
el sujetador de seda y encaje color crema que los confinaban. En un instante
él le desabrochó la delicada prenda y los liberó. Elizabeth se sintió
deliciosamente lasciva con los senos desnudos. Unos dedos largos y
sensuales empezaron a moverse seductoramente sobre ellos, y ella gimió
—Ves —él sonrió—. ¿Ves cuánto me deseas? Me pregunto —su voz se
enronqueció—, si me deseas tanto como yo a ti.
Él aspiró profundamente, y ella miró su rostro, impresionada por el primitivo
deseo que reflejaban sus dilatadas pupilas.
Al advirtir su mirada, él asintió con la cabeza, cambiando de postura
ligeramente, como para reducir la tensión.
—Sí —dijo él—. Mira lo que me haces. Ahora siéntelo.
Y le tomó la mano, llevándosela a la dura musculatura de su pecho, y
haciéndola descender por su vientre hasta su sexo, dejándola ahí. Elizabeth
sintió su feroz dureza palpitando bajo sus dedos, antes de que la
sansatez prevaleciese, y apartase la mano rápidamente, como si se hubiese
quemado.
El se rió y empezó a mover la mano por sus pechos con deliberada
provocación.
—Lo sé. No es propio sentir así, ¿verdad, Elizabeth?le susurró al oído—
Tengo que tenerte, ¿lo sabes?
La muda protesta de Elizabeth murió en eI instante en que sintió la mano
Rick ascendiendo sensualmente por su pierna hasta llegar a la piel desnuda

63
https://www.facebook.com/novelasgratis

de sus muslos, entre el elástico de las medias y las braguitas, y cuando sus
dedos se desliaron hacia arriba sintió que el calor la envolvía
completamente.
Él exhaló un grave y angustiado gemido cuando llegó a la coyuntura de sus
muslos y sus dedos empezaron a dibujar tentadores círculos mágicos.
Tal vez si él hubiera permanecido en silencio, su acto sexual habría llegado a
su inevitable culminación. Pero no lo hizo, y sus amargas palabras
invadieron la euforia de Elizabeth.
—¿Te tocaba así tu marido? ¿Te hacía sentir así?-la provocó, mientras
apretaba su mano posesivamente sobre la húmeda seda de sus bragas, y el
encanto se rompió al instante.
Retorciéndose debajo de él, salió de la cama y se puso de pie, mirándolo
desdeñosamente con las mejillas encendiadas.
—Uno de estos días tu libido te va a causar más de un problema —
declaró ella acaloradamente, con la voz casi tan temblorosa como su cuerpo.
El se echó boca arriba, con las manos detrás de la cabeza, y con la mirada
imperturbable como una roca, aunque no así su respiración.
—Podría decir lo mismo de ti.
Ella sacudió la cabeza.
—No, Rick. Yo soy una de esas personas curiosamente anticuadas que no
creen en tener a más de una persona a la vez.
Él frunció el ceño.
—Si quieres decirme algo, Elizabeth, adelante, pero déjate de adivinanzas
—¿De verdad quieres saber por qué desaparecí aquella mañana hace tantos
años? Me sorprende que a un hombre tan supuestamente inteligente como
tú no se le haya ocurrido se detuvo al ver la atención en la mirada de Rick,
saboreando aquel momento de triunfo—. Fue porque descubrí que nuestra
pequeña aventura no era lo que parecía. Descubrí que tenías novia, Rick. ¡Me
enteré de lo de Brooke!
Ni un atisbo de asombro o de culpabilidad atravesó su rostro, sino que
siguió con su mirada fría e imperturbable. Sólo un ligero movimiento de su
ceja indicó que le interesaba lo que ella tenía que decir.
—Me desperté a medianoche y vi que no estabas a mi lado... estabas en el
balcón —declaró ella acaloradamente—. De pie, envuelto en una toalla. Te oí
maldecir por lo bajo, una y otra vez, y me pareció que estabas lamentando
lo que había sucedido. Entonces entraste en el cuarto de baño, y mientras
estabas en la ducha sonó el teléfono. ¡Tu novia me confundió con la asistenta!
Tu novia —enfatizó, arrojando las palabras que había reprimido durante
tanto tiempo, en una venenosa ráfaga. Sus miradas se encontraron.
—Supongo que tendrás una buena razón para haberte guardado esta
información todas estas semanas —respondió él tranquilamente.
Ella lo miró, atónita. Estaba actuando como un abogado. Le devolvió su fría
mirada.
—Ya sabes lo que dicen —dijo ella con suavidad—. Que las armas más
efectivas son aquellas que ocultamos.
—Y necesitas armas contra mí, ¿verdad, Elizabeth? Ella se encogió de

64
https://www.facebook.com/novelasgratis

hombros.
—No quería correr ningún riesgo. Entonces temía que intentases quitarme a
Peter.
Él la miró con curiosidad.
—¿Y ya no?
—No admitió ella sinceramente—. Creo que quieres a Peter lo suficiente como
para no destrozar su felicidad.
El torció el gesto.
—Supongo que debo estar agradecido.
Elizabeth se dio cuenta de que había cambiado el tema de la conversación.
—Lo que acabo de mencionar sobre Brooke, ¿podrías negarlo?preguntó ella con
voz queda.
Hubo un momento de silencio.
—No —dijo él sin más, y cerró los ojos fatigadamente, con el rostro pálido.
—¡Pa... pá!
La voz de una niña llegó desde detrás de la puerta y él se levantó
rápidamente, metiéndose la camisa por los pantalones, con una mirada
repentinamente fría y severa.
—Quédate aquí —le dijo a Elizabeth con los dientes apretados--. Y por Dios

santo, abróchate la blusa. Yo me encargo de esto.


Ella se quedó completamente inmóvil por un momento, observando cómo él
iba a la puerta y giraba la llave. ¡No se había dado ni cuenta de que había
cerrado con llave! Él cerró con cuidado una vez que salió. Controlando.
Como siempre.
Elizabeth cerró los ojos de desesperación mientras intentaba abrocharse
torpemente el sujetador con manos temblorosas, mirando la colcha arrugada
de la cama con desagrado, preguntándose hasta dónde habrían llegado si él
no le hubiese preguntado por John.
Se sentó delante del tocador, mirando su imagen en el espejo y se abrochó
la blusa con dedos temblorosos. Tenía que recomponerse.
Iba a estar allí siete semanas para darle la oportunidad a Peter de conocer
a su padre y a la familia de su padre. Y ella sólo estaba allí como madre
de Peter, eso era todo.
Ya no era una adolescente, sino una adulta, y tenía que reconocer que la
fuerte atracción física que seguía existiendo entre ellos no tenía nada que
ver con que se gustasen. Era obvio que se desagradaban el uno al otro, y
que Rick nunca le ofrecería otra cosa que una aventura pasajera.
Miró su reflejo. Sin las gafas parecía mucho más joven, con las mejillas
enrojecidas y el cabello que empezaba a caerle en ondas por la nuca. Se
puso de pie temblorosamente, tomó las gafas de la mesilla, y se las puso.
Había llegado el momento de que empezase a ejercitar un poco de
autocontrol. Tenía que intentar ahogar la atracción física que sentía hacia
Rick.
Oyó un golpe en la puerta. Fue por su bolso y volvió a sentarse en el tocador
para cepillarse el cabello, intentando darle un poco de forma.
•Adelante.

65
https://www.facebook.com/novelasgratis

Se volvió cuando un torbellino le indicó que su hijo había llegado, con Jessie
pisándole los talones, y detrás de ellos, Rick, cuyo rostro no reflejaba
ningún sentimiento, ni había en él rastro de la pasión interrumpida.
Entonces miró a Peter, que estaba rebosante de felicidad.
¿Qué tal, cariño? —preguntó ella con dulzura, y se volvió hacia Jessie—.
¿Habéis jugado con los dinosaurios?
—Nos falta un heterodontosaurio —refunfuñó Peter.
Elizabeth advirtió que hablaba en plural, como si ya formase parte de la
familia, mientras que ella seguía siendo una intrusa. Forzó una sonrisa.
—¿No me digas?-bromeó—. Y la vida ya no tiene sentido, claro, sin un
heterodontosaurio.
Rick sonrió también, pero su sonrisa fue más natural que la de ella. Claro, él
no tenía nada que perder. Mañana podemos ir a buscar un...
Rick levantó la vista hacia a los niños socarronamente.
—Heterodontosaurio! corearon los dos triunfantemente.
—Os tomo la palabra —dijo él con gravedad. Miró a Elizabeth y levantó las
cejas ligeramente al ver su rostro—. Oye, Jessie —sugirió—. ¿Por qué no
llevas a Peter con Claudia, a ver si la convences para que os dé algo de
beber?
Con un golpeteo de sus pies, los dos obedecieron, y Elizabeth se puso de
pie para encararse con él, pero su mayor altura le dio a él una ventaja
psicológica.
—Rick...
—Déjame adivinar —la interrumpió él, mirándola pensativamente y frotándose
la barbilla con el pulgar y el índice—. Vas a darme un sermón por mis lujuriosas
intenciones con tu hermoso cuerpo.
Ella le lanzó una mirada que debería haberlo dejado de piedra.
—Has acertado a la primera, y preferiría que no volviese a suceder —dijo ella,
intentando que su voz pareciese neutra—. La convivencia será menos
traumática si dejamos las cosas a un nivel platónico.
El la miró larga y duramente.
—También podrías probar a decir «no» —se burló.
Elizabeth abrió la boca.
—¡Eres un bastardo!
Pero sus implacables y duras facciones no reflejaron la más mínima
reacción a su insulto. Siguió como si ella no hubiese dicho nada, con una
voz repentinamente intensa.
—Pero no puedes decir que no, ¿verdad, Elizabeth? Porque lo que sucede
cuando te toco es mucho más fuerte que tu deseo de mantenerme a raya. Y
no puedes evitar desearme, ¿verdad?
Ella intentó que sus facciones reflejasen la misma impasibilidad que él,
pero no pudo dejar de irritarse ante su fría mirada. Estuvo medio tentada
de tomar el cepillo del tocador y arrojárselo a la cabeza. Tal vez él vio un
ligero movimiento, ya que sonrió divertido.
—No te servirá de nada, Elizabeth. Como nuestro amigo el
heterodontosaurio, mi cabeza puede soportar duros golpes —abrió la

66
https://www.facebook.com/novelasgratis

puerta—. Si necesitas algo, llámame


Un billete de vuelta a Inglaterra fue en lo único en lo que pudo pensar
Elizabeth en aquel momento.

Capítulo 10
ELIZABETH debería haber dormido las horas que quedaban antes de cenar,
pero ni siquiera se molestó en intentarlo. Estaba demasiado alterada
para dormir, y no sólo mentalmente. Esa pequeña sesión de estimulación
erótica interrumpida la había dejado completamente agitada. Pequeñas
gotas de sudor bañaron su frente al recordar a Rick desnudando lentamente
sus pechos...
El sexo, o más bien su carencia, nunca había representado un problema para
ella. No después de su maravillosa iniciación con Rick todos esos años
atrás. El haberse sentido traicionada y el traumático descubrimiento de
que estaba embarazada, fue suficiente para hacerle jurar que no volvería a
tener relaciones íntimas con nadie.
Se había casado con John admirándolo y respetándolo, y había querido ser
para él una buena esposa en todo el sentido de la palabra. Pero John no
había querido que tuviesen una relación física, ya que la enfermedad
que estaba destruyendo su cuerpo había matado todas sus necesidades.
Y, un par de años después de su muerte, ella había tenido algunas citas.
Pero nada. Nadie la había tentado lo más mínimo, aunque la mayoría lo
habían intentado. Pero había sido como bailar sin música. Un beso había
sido una intrusión, mientras que un beso de Rick había sido como la fusión
de dos almas.
Sacudió la cabeza mientras se secaba el cabello con una toalla. ¡Sí, la
fusión de dos almas! Cómo se reiría él si supiese que su adolescente
romanticismo no había disminuido con los años.
¿Por qué no podía tener la madurez y sensatez de no sentir otra cosa
hacia él que el estar unidos por el vínculo de su hijo?
Una voz en su interior le dio la respuesta. Porque todavía lo amaba, loca y
apasionadamente, y nunca había dejado de amarlo, a pesar de todo lo que
le había hecho.
—No! —exclamó con desesperación.
Lo más probable era que estuviese utilizando el amor para justificar el hecho
de que lo deseaba tanto como él a ella, porque el amor podía justificarlo
todo.
Pero si ése fuese el caso, ¿por qué no lo había olvidado en todos esos años? Y
si sus sentimientos por él estaban basados únicamente en lo físico, ¿por qué
no compartía su cama con él mientras estaba allí? Elizabeth tuvo que
reconocer que no sería suficiente. Que volvería a Inglaterra con el corazón
destrozado...
Abrió la puerta del armario y escogió un vestido azul marino de corte

67
https://www.facebook.com/novelasgratis

austero, a juego con unos zapatos bajos que la hacían parecer formal,
eficiente y, esperaba, un poco intimidante Se maquilló mínimamente, y su
único adorno fue un collar de perlas que John le había regalado el día de su
boda.
Anteriormente había ido a ver a Peter y se había encontrado con que Rick
estaba a punto de llevarlos a nadar a la piscina. Apartando la vista de sus
piernas morenas y musculosas bajo el albornoz que llevaba, ella se había
agachado con inquietud para examinar el rostro de su hijo, sorprendida de
que se hubiese adaptado tan bien, y tan pronto.
—¿No estás cansado, cariño? ¿No preferirías echarte una siesta en vez de ir a
nadar?
—Mamá! —por la expresión de su rostro parecía como si le hubiese dado a
elegir entre un plato de col y un helado—. Estoy bien. Voy a echarle una
carrera a Jessie.
—¡Las chicas son fantásticas, los chicos son elásticos! —canturreó Jessie.
—Me parece que estoy de acuerdo contigo —dijo Elizabeth, compungida, sin mirar
a Rick a los ojos.
Y esa noche, cuando abrió la puerta de la habitación de Peter, vio que ya estaba
en la cama, y que Rick estaba apagando la luz del baño contiguo.
Elizabeth evitó su enigmática mirada y fue a sentarse al borde de la cama.
—Buenas noches, cariño —susurró—. ¿Has comido algo?
—¡Ajá! Después de nadar he comido pasta de Claudia, y papá me ha enseñado a
comerla como un italiano. Sólo tienes que enrollarla en el tenedor, sabes. ¡Ni
siquiera necesitas una cuchara! Ha sido fabuloso —dijo Peter, bostezando.
—Qué bien —dijo Elizabeth, un poco secamente. —y me ha bañado papá!
Elizabeth parpadeó. Le resultaba dificil imaginar al magnate cubierto de espuma
hasta los codos.
—¿Ah, sí? Qué bien.
—Mmm. Buenas noches, mamá —dijo Peter soñolientamente.
—Buenas noches, cariño.
Elizabeth le dio un ligero beso en la frente y se levantó. Rick la estaba esperando
en la puerta.
El también se había vestido para cenar, con pantalones de color gris marengo,
camisa blanca y una corbata de seda de un impresionante color aguamarina,
del mismo color de sus ojos. Su cabello negro como el ébano, estaba peinado en
perfectas ondas, y Elizabeth recordó lo despeinado y acalorado que había estado
en su cama poco antes. Su tonto corazón se aceleró, pero le sonrió tan
cortésmente como si no fuese más que un cliente.
—¿Quién va a cenar con nosotros? —preguntó ella en voz baja—. ¿Sólo nosotros
dos?
Él asintió con la cabeza, con una mirada de interrogación en los ojos.
—Así es. ¿Por qué, Elizabeth —dijo él burlonamente—. ¿Te preocupa eso?
—¿Por qué iba a preocuparme? —replicó ella—. ¡Tengo tanta hambre que me da
igual con quién cene!
Él soltó una ligera carcajada e hizo un gesto con la cabeza hacia la cama.
•Vamos abajo —dijo en voz baja—. Los dos están agotados después de tanto

68
https://www.facebook.com/novelasgratis

nadar y jugar al fútbol. Y yo —terminó, arqueando las cejas irónicamente.


—No te creo —dijo ella—. A ti nada puede cansarte. Ya conoces el dicho: bicho
malo nunca muere.
—Oye, Elizabeth —la reprendió él—. No olvides nuestro acuerdo. No deberías utilizar
tu lengua viperina para meterte conmigo toda la tarde.
•Preferiría llamarla precisa en lugar de viperina —replicó ella con vehemencia—. Y yo
no acordé nada.
—Ya me lo esperaba —él sonrió—. Bajemos a cenar.
Ella le permitió que la condujese por la majestuosa escalera con su enorme y
reluciente lámpara de cristal, y él le dio una pequeña vuelta por la planta baja
de la casa, llena de elegantes habitaciones de techos altos, cada una amueblada en
un espectacular estilo individual. El comedor estaba pintado de amarillo intenso,
con esmaltes azules y pequeñas piezas de porcelana china, haciendo que pareciese
como si hubiese sido transportada al sur de Francia. Era tan encantador e
inesperado que Elizabeth pudo dejar a un lado sus preocupaciones y exclamar
desinhibidamente:
¿Quién ha diseñado todo esto?
—Yo, el año pasado.
—¿No ha intervenido el toque de un decorador prfesional?
—Odio a los decoradores profesionales —dijo él, con sentimiento.
—Y yo —convino ella, sin querer.
Finalmente él la llevó a una salita forrada de libros, con dos sofás contiguos de
cretona, y un jarrón de cristal lleno de rosas rojas sobre una mesa lustrosa,
perfumando la habitación con su embriagadora fragancia. Elizabeth se sorprendió
mirando a su alrededor como si estuviese buscando algo. Fotos de Brooke. Pero
miró en vano.
—¿Vino? preguntó él.
-Gracias.
Para sorpresa de Elizabeth, la cena no fue un juicio, ni una prueba de fortaleza.
Por el contrario, Rick resultó ser una buena compañía. Era evidente que se
estaba portando mejor que nunca y ella le respondió con la misma amabilidad.
Tal vez el vino contribuyó a ello, así como la calidad de la excelente comida
italiana que Claudia les sirvió discretamente. Él probablemente estaba
comportándose como un buen anfitrión, para no violentarla delante de su
empleada, pero de todas formas, aquello no le restaba valor al hecho de que tenía un
magnífico sentido del humor. Sin darse cuenta, Elizabeth bajó la guardia a pesar
de todo lo que había sucedido por la tarde, y terminaron hablando de las
complejidades comparativas entre el sistema legal americano y el inglés.
Iba ya por la tercera taza de café, cuando sus ojos se posaron en el reloj de
pulsera de Rick, y se quedó asombrada de que fuese más de medianoche.
Terminó el café y dejó la taza.
•No sabía que fuese tan tarde.
•Ni yo tampoco —dijo él, lanzándole una desconcertante mirada con sus ojos
más brillantes de lo habitual.
•Será mejor que me vaya a la cama —dijo ella, con la voz repentinamente ronca.

69
https://www.facebook.com/novelasgratis

Él hizo un gesto afirmativo-con la cabeza.


—Como bien has dicho... es tarde.
•Buenas noches.
Elizabeth se dirigió a la puerta, aterrada de que él se diese cuenta de lo fácil que
podía seducirla con unas cuantas palabras amables y una buena conversación.
•Oh, Elizabeth...
Ella vaciló, con la mano en el picaporte de la puerta.
•Si?
—Mis padres están deseando conocer a Peter. Y a ti. Me gustaría invitarles a
principios de la semana que viene.
Ella asintió con la cabeza.
•Muy bien.
Entonces cruzó por su mente la imagen de una mujer rubia, de pie en el umbral de la
puerta del apartamento de los tíos de Rick, hacía tantos años, en Londres.
—¿Sólo tus padres? —preguntó ella con cautela.
•¿Quién más iba a venir?
•Pensé que tenías unos tíos muy allegados.
Él frunció el ceño.
•Así es, pero no los veo muy a menudo.
Ella soltó el aire aliviada. Gracias a Dios. Preferiría que aquel recuerdo no tuviese
que ser resucitado delante de nadie, pero mientras viviese recordaría la mirada
de compasivo desdén del rostro de aquella mujer.
Rick vaciló, como si fuese a decir algo más, pero aparentemente cambió de
opinión.
—Buenas noches —dijo él, y empezó a servirse otra taza de café.

Capítulo 11
ALA semana siguiente Elizabeth se sorprendió en más de una ocasión
al comprobar que la cena de la primera noche no había sido algo
fortuito. Podían convivir amigablemente.
En consecuencia, pudo relajarse y disfrutar de aquellos días, totalmente
convencida de que Peter estaba pasándoselo estupendamente.
Con Jessie era diferente. Aunque parecía haber acepado la presencia de
ambos con una encomiable ausencia de celos y de resentimiento, y jugaba
felizmente con Peter casi todo el tiempo, en otras ocasiones se quedaba en
silencio con su carita de duendecillo muy seria, y sus enormes ojos azules
tristes. ¿Echaría de menos a su madre, después de seis años?
Probablemente.
Elizabeth se compadeció de la pequeña. Ella nunca hablaba de su madre,
pero lo que más le sorprendía era que Rick tampoco mencionase a Brooke,
al menos no delante de ella, pero tal vez fuese sólo por diplomacia. Quizás
incluso hubiese retirado las fotos de Brooke antes le que ella llegase. Pero eso
seguramente habría hecho nucho daño a Jessie.

70
https://www.facebook.com/novelasgratis

O también podía ser que él la echase tanto de menos, que no pudiese


soportar pronunciar su nombre, o ver una foto suya.
Y si las circunstancias hubiesen sido diferentes, Elizabeth podría haberse
sentido libre de preguntarle a Rick por su esposa. Pero no podía. Y el no
saber nada, a total ausencia de recuerdos de la mujer, hacía que Brooke
dominase amenazadoramente la imaginación de Elizabeth.
Los días siguieron su curso.
Fueron a visitar Nueva York. Nadaban todos los días en la piscina de Rick o
iban a la playa. Rick los llevó al campo, predominantemente cubierto de densos
bosques. Los llevó a los parques nacionales donde Peter montó en canoa por primera
vez, e hicieron largas caminatas y montaron en barca. Todas las noches cenaban
temprano, los cuatro juntos, a las siete. Elizabeth prefería que fuese así, igual que
los niños. Y desde luego era mucho más fácil no sentirse afectada por Rick,
permaneciendo inmersa en las demandas de la atención a los niños
Una noche, después de cenar,Rick le propuso a Peter jugar al ajedrez.
—¿Sabes jugar? —le preguntó.
—Oh, sí —dijo Peter orgullosamente-.Me enseñó mamá. Ella juega muy bien.
Elizabeth se encontró con unos ojos verde azulado.
—Ya lo sé.
—¿Cómo lo sabes? —inquirió Peter.
-¡Porque ella siempre me machacaba!
—¿Ah, sí?
Los ojos la miraron divertidos al ver su turbación.
—Claro que sí.
—¿Sabes jugar, Jessie? —preguntó Elizabeth rápidamente.
Jessie se estaba mordiendo el labio.
—No, no sé —dijo la niña lánguidamente.
Rick frunció el ceño.
—Debería haberle enseñado —sus ojos se encontraron—. Pero hace años que no
juego.
El recuerdo de aquellos días de ajedrez eran demasiado dolorosos de evocar.
—Hay mucha gente a la que no le gusta el ajedrez, Jessie —se apresuró a
intervenir Elizabeth—. Y algunos dicen que es algo que hacen mejor los
hombres que las mujeres, pero yo no pienso así. Si quieres, puedo
enseñarte, y así ves si te gusta.
Los grandes ojos azules centellearon.
—Oh, sí, por favor.
Así que después de cenar, Elizabeth se metía en el estudio con Jessie, donde
podía enseñarle con tranquilidad, y empezó a disfrutar con las sesiones, cada
vez más entusiasmada con la niña, porque según fue conociendo a Elizabeth,
Jessie dejó de hacerse la niña rica aburrída. Y para Elizabeth era gratificante
oír el sonido de su risa mientras intentaba dominar las reglas básicas del
complicado juego.
Evidentemente aquello también alegraba a Rick. Una noche, cuando los niños
se habían ido a la cama, y estaban sentados en el salón leyendo, o mejor
dicho, él estaba leyendo, ya que a Elizabeth le resultaba dificilísimo

71
https://www.facebook.com/novelasgratis

concentrarse en el texto, con las largas piernas de Rick extendidas con


desgarbada elegancia justo a pocos centímetros de ella, él bajó su periódico y
la miró.
•Eres muy amable con Jessie. Gracias.
Ella sacudió la cabeza.
—No es necesario que me lo agradezcas; el placer es mío, disfruto
enseñándole.
•Lo sé. No es sólo por el ajedrez, sino porque la tratas con mucha
consideración. ¿Siempre eres así con los niños?
La verdad es que no me relaciono mucho ellos, aparte de Peter —explicó ella—.
Pero tanto Jessie como Peter me dan pena... los dos han perdido a uno de sus
padres —al ver el rostro de Rick, Elizabeth se corrigió inmediatamente—. Sé que
Peter te ha recuperado hasta cierto punto uno es más inseguro cuando crece
sólo con uno de sus padres...
—O con ninguno puntualizó él.
Ella se mordió el labio por dentro.
—No pretendo que me compadezcas...
—¿Pero crecer sin padres...?
—No es algo recomendado por los psicólogos infantiles —dijo ella
rotundamente—. Y ahora, ¿crees podríamos terminar nuestra sesión de
psicoanálisis?
¿Nunca has intentado encontrarlos?-preguntó él con curiosidad.
Ella lo miró con exasperación.
—Sólo pregunté una vez. La supervisora que habíaentonces en el orfanato
no era conocida por su amor a los niños, y fue un placer para ella decirme
que me habían abandonado en una caja de cartón delante de una comisaría
de policía.
—Zorra —dijo él por lo bajo.
Elizabeth se quedó deslumbrada por la compresión que ardía en las
profundidades de esos ojos verde azulados.
—¿Te importa que no volvamos a hablar de ello?-preguntó.
—Claro que no Rick levantó la cafetera de plata—. ¿Más café?
—Gracias.

El café era fuerte y aromático, y Elizabeth aceptó una de las pequeñas tazas
con el borde de plata.
Se quedaron en silencio durante un momento. Él bebió su café y no retomó
su periódico, sino que continuó mirándola serenamente bajo sus espesas
pestañas negras.
—Estás muy guapa esta noche —dijo él con suavidad.
—Gracias —respondió ella, sintiendo que el color incendiaba sus mejillas
ante el cumplido.
Repentinamente cohibida, acabó su café, preguntándose cómo se le había
ocurrido ponerse ese vestido tan frívolo.
Habían pasado el día en la playa, comiendo y jugando, y Elizabeth se
sentía-arrebatada del calor y del sol, y más relajada de lo que se había

72
https://www.facebook.com/novelasgratis

sentido hacía años.


Después de ducharse había sentido un impetuoso y femenino deseo de
arreglarse, de ponerse guapa. Pero ya no estaba tan segura de que debiera
haberlo hecho, no cuando Rick la miraba con tan abierta apreciación.
El vestido era rosa, con un corpiño de tirantes muy ajustado, que dejaba al
descubierto la crema dorada de su piel ligeramente bronceada. En
contraste con el ajustado corpiño, la falda era corta y vaporosa, de una tela
transparente que insinuaba la imprecisa forma de sus muslos.
De pronto Elizabeth no pudo soportarlo más, y se levantó rápidamente.
•Es tarde —dijo—. Me voy a acostar ya.
Él también se levantó, y a ella se le aceleró el corazón.
•Yo también.
A Elizabeth se le secó la boca. Casi todas las noches él se quedaba más
tiempo cuando ella se retiraba. Una noche se había despertado a
medianoche, pensando que había oído un ruido, y había ido a ver si Peter
estaba bien, encontrándose con que todavía salía luz por debajo de la puerta
del estudio de Rick.
Le temblaban las manos mientras subían uno al lado del otro por las
escaleras, y al llegar a la puerta de su habitación, él también se detuvo.
— Sabes, Elizabeth —dijo en una voz grave y acariciadora—, no deberías
volver a ponerte ese vestido.
No... —y le agarró la barbilla con los dedos seductoramente—... no, a menos
que quieras que te bese.
Ella se quedó mirándolo con los ojos muy abiertos y brillantes, dándose
cuenta de que era así como podía haber sido. Con la camaradería que iba
surgiendo de los ratos compartidos. No con ese impetuoso arrebato
físico que había estropeado su relación desde el primer momento.
—No —dijo ella con voz queda, temiendo echarse a llorar—. No quiero que
me beses mintió—. No te preocupes, tendré en cuenta tu comentario.
Mañana por la noche me pondré algo más apropiado.
—No creo que exista esa prenda —dijo él secamente, y se dirigió a su
habitación—. Buenas noches, Elizabeth.
—Buenas noches —repitió ella.
Mientras abría la puerta de su habitación, pensó que no le hubiese
importado que él hubiese ignorado sus deseos y la hubiese besado a pesar de
todo, y se quedó despierta en la cama imaginándose lo que podía haber
sucedido... lo que hizo que pasase una noche inquieta y frustrada.
Jessie aprendió a jugar al ajedrez enseguida, y los cuatro empezaron a
jugar por las noches después de cenar. Escuchaba la profunda risa de Rick
de vez en cuando, y Elizabeth pensaba que aquello debía de ser el paraíso,
aunque un paraíso de corta duración.
Peter se había adaptado tan bien, y tan rápidamente, que temía el momento
de tener que llevárselo de vuelta al frío y lluvioso invierno de Inglaterra.
Elizabeth estuvo nerviosísima el día de la visita de los padres de Rick a
cenar, cambiándose de ropa tres veces por lo menos para intentar
parecer respetable.

73
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Estás nerviosa —observó Rick, cuando ella bajó finalmente, con el vestido
azul marino de corte austero que se había puesto la primera noche.
—¿Tú que crees? —demandó ella, tomando el vaso de vino que él le ofrecía
y bebiendo agradecida—. No sé lo que les has contado de mí.
—Todo.
—¿Y qué es todo?
—Saben que nos conocimos, y que nos separamos. Saben que he descubierto
que tengo un hijo.
—¿Y qué han dicho? Supongo que pensarán que soy una...
Él la interrumpió.
—Son personas razonables, Elizabeth. Y no se atreverían a juzgarte, menos
sin conocerte —se oyó el timbre de la puerta—. Deben de ser ellos.
Él fue a abrir la puerta y Elizabeth se puso de pie lentamente. Las
palabras de Rick no habían hecho mucho para tranquilizarla. Esperaba ver
todo tipo de emociones negativas reflejadas en el rostro de la elegante mujer
que avanzaba hacia ella, pero con sorpresa, lo único que vio fueron las
amables sonrisas de los padres de Rick al acercarse a ella.
Su padre era americano. Un hombre alto e imponente, de más de sesenta
años, con los mismos fuertes rasgos que Rick había heredado, y esos ojos de
color verde azulado. Sonrió a Elizabeth y le dio la mano con fuerza. Sin saber
por qué, ella se acordó de una supervisora del orfanato que una vez le dijo
que siempre confiase en un hombre que tuviese un firme apretón de
manos. Y Rick tenía el mismo...
De su madre italiana, Rick había heredado su tez morena y el cabello, las
cejas y las pestañas negras como el ébano. Con asombro, Elizabeth advirtió
que Peter tenía algo de su abuela paterna, y se dio cuenta de que su hijo
podría tener algo que a ella le había faltado toda su vida, la oportunidad
de conocer más de sí mismo a través de su familia.
Elizabeth —dijo la señora Masterton, tendiéndole una mano muy bien
arreglada.
El hecho de que la llamase por su nombre de pila, desarmó a Elizabeth al
instante.
-Encantada de conocerla, señora Masterton —dijo ella, sonriendo.
—No, no, debes llamarme Enza. ¡Insisto! —la anciana le devolvió la sonrisa—.
Riccardo... pronunció el nombre de su hijo con un acento musical—.., me ha
hablado mucho de ti.
—¿Ah, sí?
Elizabeth no se imaginaba lo que podía haberle dicho.
—Lo bien que has sacado adelante a Peter, convirtiéndote al mismo tiempo en
una excelente asesora financiera —sus ojos estudiaron el rostro de Elizabeth,
al ver que se ponía completamente pálida—. Ven a sentarte, querida —dijo
la señora con amabilidad—. Has debido de pasar un día largo y traumático,
esperando nuestra llegada —sus ojos brillaron de comprensión—. Pero ya
verás como no mordemos.
El señor Masterton padre asintió con la cabeza.
—¡Sólo la deliciosa pasta de Claudia! Antes de nada... ¿qué es lo que tiene

74
https://www.facebook.com/novelasgratis

que hacer un hombre aquí para que le den algo de beber?


Todos se rieron, incluso Elizabeth, que se sintió de pronto como si le
hubiesen quitado un peso de encima, y se sentaron a beber champán antes
de empezar a cenar.
Elizabeth recuperó milagrosamente el apetito al saborear la deliciosa
comida.
-Claudia es estupenda-comentó Enza se ocupó de Jessie cuando era un
bebé,cuando su madre....
—Madre... —la interrumpió la voz de Rick—. Se te está enfriando la sopa.
La atmósfera se tornó eléctrica en la mesa, hasta que el padre de Rick
salió al rescate.
—Creo que he tenido alguna relación de negocios con tu jefe, Paul
Meredith, ¿no es así?
Elizabeth asintió con la cabeza, alegrándose de perderse en el tema de
acciones y valores y de la Comunidad Europea con el padre de Rick, pero
preguntándose lo que Enza había estado a punto de decir. Se fueron poco
antes de medianoche, quedando en pasar al día siguiente para conocer a
Peter.
Cuando Rick los acompañó a la puerta, fue cuando Elizabeth se dio cuenta
de que sus modales dejaban mucho que desear, ya que se había pasado toda
la velada acurrucada en el sofá, ¡descalza! Volvió al comedor y vio los
zapatos debajo de la mesa. Cuando se agachó para ponérselos, se encontró
con que Rick la estaba mirando con expresión pensativa.
—¿Tan relajada estabas que te has quitado los zapatos? ¿Entonces
podemos decir que la velada ha sido un éxito?
—Sabes que sí.
—Mejor de lo que me había imaginado —dijo él, apagando una vela con los
dedos, y la repentina ausencia de luz llenó su rostro de misteriosas
sombras—. No hace falta que te diga lo bien que les has caído.
—El sentimiento ha sido mutuo —dijo ella sin alterarse—. ¿Por qué me siento
como si acabase de pasar un examen?
Hubo un momento de silencio.
—Había olvidado —dijo él, en un tono indefinible, que ella no le había oído
nunca— que eras la mujer más inteligente que había conocido en mi vida,
pero nunca había contado la sagacidaz entre tus cualidades.
—Es demasiado tarde para juegos semánticos —dijo ella fatigadamente—. Ha
sido un día muy largo. A mí también me han gustado tus padres. Y ahora
me voy a la cama.
Sabía que él se había quedado ahí de pie, observándola mientras ella
subía por la majestuosa curva de las escaleras.

Capítulo 12
ELIZABETH se abanicó con un sombrero mientras se dirigía a la piscina,
sabiendo que no podía postergar lo inevitable. ¿Cómo podían haber
transcurrido seis semanas casi sin darse cuenta? Había sido una completa

75
https://www.facebook.com/novelasgratis

sorpresa ver la fecha en el periódico de esa mañana... ya casi estaban en


septiembre, y era hora de pensar en volver a casa.
Sorprendentemente, aquel había resultado ser uno de los períodos más
felices de su vida, pero todo llegaba a su fin.
Con tristeza en el corazón se acercó a la reluciente superficie azul turquesa
del agua. Claudia se había llevado a los niños a pasar el día fuera, y Rick
estaba trabajando en su estudio. Ella podía pasar toda la mañana en la
piscina.
Pero al detenerse en la puerta de la piscina, se sorprendió al ver allí a Rick
trabajando, sentado delante de un vieja mesa, con un vaso de agua
mineral al lado y un montón de papeles delante de él. Llevaba unos
vaqueros cortos deshilachados, una camiseta vieja que destacaba la
musculatura de sus brazos, y un cochambroso sombrero de paja sobre la
cabeza. Con su piel morena y su cabello negro rizándose en la nuca tenía
aspecto de pirata libertino, y peligrosamente atractivo.
Debió oírla porque levantó la vista brevemente, entornando los ojos para
estudiarla.
Algo en su manera de mirarla hizo que Elizabeth se ruborizase.
—Lo siento... no sabía que estuvieses aquí.
Él continuó examinándola en silencio.
—Deja de mirarme así —dijo ella, irritada.
—Lo siento —replicó él, imperturbable, sin sentirlo lo más mínimo—. Pero
si no quieres que los hombres te miren, no deberías andar por ahí con esos
pantalones cortos.
-¿Qué tienen de malo? preguntó Elizabeth, con el corazón acelerado.
La pregunta hizo sonreír a Rick, y se recostó en la silla con la mirada
clavada en la impúdica prenda.
—Todo. Se ajustan demasiado bien a tu cintura y te marcan demasiado
el trasero. Oh, y son demasiado cortos... tus piernas desnudas son
verdaderamente indecentes.
—Rick...
—Me gusta que no te hayas puesto las gafas, también. Aunque es divertido
quitártelas, desde luego. Y ya que estamos en ello murmuró, subiendo la
vista—, esa camiseta tampoco es muy apropiada... la forma en que te marca
esas maravillosas...
—¡Ya basta! —exclamó Elizabeth con la piel de gallina-. He venido a hablar
contigo, no a que me...
—¿Seduzca? —sugirió él con un destello en los ojos. Ella tragó saliva.
—Exacto —dijo remilgadamente.
—Oh, pero Elizabeth —suspiró él—. Tenerte cerca todo el tiempo, pero
fuera del alcance es un suplicio, ¿sabes?
—Supongo que nunca te has visto obligado a ejercitar tu autocontrol —
comentó ella sarcásticamente.
Por un instante, sus ojos se convirtieron en acero.
—Tienes una conmovedora mala opinión de mí —se burló él.
•¿Y quién tiene la culpa de eso? —replicó ella.

76
https://www.facebook.com/novelasgratis

•Él dio un sorbo de agua.


•Ven aquí. Siéntate.
—Me quedaré de pie, gracias.
Se sentía más segura cuanto más espacio hubiese por medio.
•¿De qué quieres hablar conmigo?
—De nuestra vuelta a casa.
—Ah. Eso está bien. Elizabeth... porque yo también quería hablarte de eso.
•¿Ah, sí?
—Ajá. Verás, tengo que hacerte una proposición.
Ella lo miró con desconfianza.
—¿Qué clase de proposición?
•Quiero que consideres el que os quedéis aquí. Peter y tú.
•Pero eso es imposible... Peter empieza el colegio la semana que viene —lo
miró con suspicacia—. ¿Cuánto tiempo habías pensa...?
•Para siempre —la interrumpió él.
Ella lo miró, y él se bajó el desvencijado sombrero para ocultar sus ojos.
—Creo que será mejor que te expliques —dijo ella cautelosamente.
Rick volvió a echarse el sombrero hacia atrás.
—Te lo has pasado bien aquí, ¿no? A pesar de todo lo que ha ocurrido
entre nosotros, tu estancia no ha sido tan dura, ¿verdad?
—No.
—¿Y Peter...?
Con respecto a Peter ella estaba en una situación de desventaja.
—A Peter le encanta estar aquí, ya lo sabes.
—Sí —asintió él serenamente—. Lo sé. Y también sé que Jessie está más
contenta de lo que ha estado en mucho tiempo —le dirigió una penetrante
mirada—. Le gustas —dijo sencillamente—. Y Peter también.
—Ella también me gusta a mí. Pero yo tengo mi vida en Inglaterra... los dos la
tenemos.
—Pero podías tener fácilmente una vida aquí, Elizabeth. Podrías vender tu
casa... ó alquilarla. Peter podría ir aquí al colegio... hay algunos excelentes por
esta zona.
Ella soltó una irónica carcajada.
—Qué desechable haces que parezca mi vida en Inglaterra, Rick. ¿Y mi trabajo
qué? Supongo que lo habrás tenido en cuenta.
Él asintió con la cabeza.
—Desde luego. Como sabes, mi organización es lo bastante grande como para
que pueda ofrecerte un trabajo perfecto para ti.
Elizabeth se sintió como si estuviese andando a tientas en una espesa niebla.
—¿Y si te dijera que no quiero trabajar contigo? Él se encogió de hombros.
—Hablé de ello con Paul antes de venir... estará encantado de trasladarte a una de
sus oficinas de aquí, en Nueva York.
—¡Espera un momento! —lo miró incredulamente, con los ojos como platos—.
¿Hablaste con Paul antes de venir?
—De pasada.

77
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¿De pasada? No tenías derecho a hacer eso, ningún derecho. ¿Qué le dijiste
exactamente?
—Todo —dijo él simplemente—. Lo nuestro. Estoy harto de mantenerlo en
secreto, como si fuera algo de lo que avergonzarse.
—¡Pero si «lo nuestro» no existe! —Elizabeth se llevó una mano a la cara al
pensar cómo habría corrido la noticia por su oficina—. ¡Oh, Dios mío! —
dijo débilmente.
—Déjame terminar —insistió él—. Toma.
Tomó dos cervezas de la nevera, las abrió, y le ofreció una botella helada.
Ella la tomó, agradecida de tener algo que hacer con sus temblorosas
manos.
—Tú no me odias...
—Yo no apostaría.
Él se rio.
—Yo tampoco te odio a ti. Por el contrario, vivir juntos ha resultado ser
sorprendentemente agradable,¿no crees?
Ella se resistió.
—¿Y dónde viviríamos... Peter y yo?
Él la miró con sorpresa.
—Aquí, naturalmente. Conmigo y con Jessie. Elizabeth sintió un agudo
dolor en el estómago. —¿Como hemos estado viviendo ahora? —preguntó ella
en tono sarcástico.
—No —gruñó él—. Así no.
Elizabeth tuvo que digerir aquello.
—Entiendo. ¿Entonces ese «vivir juntos» incluiría tener... cómo lo diría...
un conocimiento carnal mutuo?
Él sonrió sin poder evitarlo.
—¡Sí, por favor!
Elizabeth frunció el ceño.
—Es una propuesta realmente extraña la que me haces, Rick.
Él se encogió de hombros.
—Eso depende de ti. Yo preferiría legalizar el asunto,aunque sólo fuera por
Peter.
Ella apretó los labios deliberadamente para ocultar el temblor que la
acechaba. ¡Qué frío había sido él!
—No te preocupes —replicó ella ferozmente, maldiciéndolo con la mirada por su
indiferencia—. ¡Ni soñando te sometería a una prueba tan dura como
casarte conmigo!
Él sonrió lenta y perezosamente:
—Oh, no sería ninguna prueba, Elizabeth, te lo aseguro. Ni dura en absoluto.
No recuerdo haber deseado nunca a ninguna mujer como te deseo a ti.
—Vivir juntos requiere algo más que sexo —espetó ella.
—Estoy de acuerdo. Pero parece que también somos compatibles en la
mayoría de las cosas, ¿no crees? Sorprendentemente compatibles.
—¿Cuánto hace que piensas de esta manera? —le preguntó ella repentinamente.
Él dio un largo trago de cerveza.

78
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Hace tiempo —respondió él sin más.


—Así que tenía razón en lo de tus padres, ¿verdad?
He estado aquí para examinarme. He aprobado, y ahora viene la entrega del
diploma.
—No se trata de un trabajo —le recordó él—. ¿Cuáles son exactamente tus
objeciones?
—La confianza, Rick. Eso encabeza mi lista. ¿Cómo sabré dónde pasas las
noches?
—Las pasaré contigo, Elizabeth. Exclusivamente.
—Te aconsejo que no hagas promesas que no puedas cumplir —dijo ella con
amargura--. ¿Le dijiste eso también a Brooke? ¿Le prometiste serle fiel para
después saltar a la cama con la primera mujer que se te presentó?
O quizás yo no fui la primera mujer... quizás sólo fui una de una larga
lista...
—¡Ya basta! —rugió él, golpeando la botella de cerveza sobre la mesa.
—No... ¡no basta! —replicó ella, sacando su furia contenida durante tanto
tiempo—. Háblame de Brooke, Rick. ¿Pensabas en ella mientras estabas
conmigo, haciendo el amor? ¿Cerraste los ojos y...?
—No!
Rick emitió un salvaje,sonido desde el fondo de su garganta, apartando la
sillá tan violentamente, que la tiró al suelo, y avanzó hacia ella con el rostro
oscurecido por la ira.
—No —suplicó ella suavemente, retrocediendo hasta la pared con el corazón
acelerado, y no precisamentede miedo—. No quería...
—Oh, sí, claro que querías —masculló él—. Tanto como yo esto... —y le
cubrió la boca con la suya.
En cuanto la besó, Elizabeth supo que no tenía la más mínima posibilidad
de escapar. Estaba demasiado enfurecido, demasiado excitado, igual que
ella.
Su boca anegó la de ella con feroz pasión, y su mano se deslizó bajo su
camiseta para cubrir su pecho con exquisita presión.
—Oh, sí —dijo él en su boca, y ella cerró los ojos de placer mientras sus
lenguas se encontraban.
Apartó su boca de la de ella para bajar la cabeza, levantándole
impacientemente la camiseta, que se arrugó sobre sus pechos turgentes,
confinados en el bikini de satén escarlata.
Ella lo oyó gemir mientras permitía que le bajara la cremallera de los
pantalones, que cayeron al suelo. Entonces él trazó un sendero con la lengua
por su torso mientras caía de rodillas y encontraba su ombligo. La exploró
suave y húmedamente, ahí donde había crecido su hijo, y ella agarró la
cabeza morena con las manos.
Cuando Rick hundió el rostro en la ternura de su vientre, emitió un gemido de
deseo que exacerbó los sentidos de Elizabeth, haciéndola desfallecer.
Se le doblaron las rodillas, pero los brazos de Rick la atraparon cuando
caía al suelo, levantándola contra su pecho y mirándola desde arriba
mientras ella se apoyaba en él, indefensa.

79
https://www.facebook.com/novelasgratis

Él murmuró algo por lo bajo, dio una patada a la silla caída, y arrojó el
sombrero al otro extremo de la piscina, y Elizabeth adviritió entre sueños
que estaba despejando un espacio en el suelo para ellos.
—¿Aquí? —preguntó débilmente.
—Aquí —afirmó él seriamente, pero luego le ofreció una extraña sonrisa—. Si
esperamos a que te suba a la cama, probablemente cambies de parecer.
Rick se sacó la camiseta por la cabeza con un sólo movimiento, y a ella le
temblaron los dedos al sentir su pecho de acero, enroscándose el rizado
vello alrededor de su índice como si oficiara algún rito de homenaje pagano.
—Bruja soñadora-murmuró él como si le hubiese leído el pensamiento.
Le quitó la camiseta y la parte de arriba del bikini, trazando círculos con las
palmas de sus manos sobre los turgentes pechos, hasta que ella movió sus
caderas, sintiendo un descontrolado placer.
Él se despojó de los vaqueros deshilachados a toda velocidad, y ella observó
con intensa excitación que no llevaba calzoncillos...
—Oh —exclamó ella al verlo completamente desnudo y excitado.
Él se rió.
—Fíjate que estoy en desventaja. Yo no llevo nada, mientras que tú estás
tapada con esto...
Deslizó el dedo corazón por la parte de abajo del pequeño bikini, elevando
las cejas con sincero placer al encontrarse con el calor húmedo que lo
traspasaba. Entonces se lo quitó, y lo arrojó lejos, cayendo encima de su
sombrero.
Se puso encima de ella y la besó en la punta de la nariz. Ella sintió su
dureza presionándole el vientre, oyó el galope de su corazón contra su
pecho, y observó su melancólica sonrisa.
—Esto va a terminar demasiado rápido, cariño...
Pero ella ya estaba preparada para él, dispuesta para su exquisita captura,
tan extraña y tan familiar al mismo tiempo. Dispuesta para reemprender ese
ritmo primitivo con él. Dispuesta para la fortaleza de sus movimientos que,
con cada acometida, hacía su posesión más y más completa, transportándola
más y más cerca del delicioso desenlace. Ella sintió una oleada detrás de
otra, y cuando la primera contración de su útero anunciaba los perfectos
espasmos de la plenitud, oyó que él murmuraba algo... su nombre, le
pareció... antes de sentirle palpitando dentro de ella, apoyando la cabeza
en su cuello mientras se lo rozaba con los labios.
Deliberadamente, ella obligó a su mente a retroceder, concentrándose sólo en
la proximidad de sus miembros entrelazados, su negro cabello húmedo entre
sus dedos, el brillo de sudor en su espalda morena. Sintió que su
respiración se normalizaba, y entonces él levantó la cabeza para contemplar
las mejillas sonrojadas de Elizabeth con una expresión casi triste.
—¿Puede hacer esto que pienses en quedarte?
Ella hubiese llorado. Lo empujó con fuerza inútilmente, pero él se apartó
enseguida.
•Maldito seas, Rick. ¿No era más que una manera de persuadirme?
Él mantuvo el rostro impasible.

80
https://www.facebook.com/novelasgratis

He empezado por ira, pero una vez que empecé...pensé que podría inclinar
la balanza a mi favor, sí. ¿O me vas a decir que no has disfrutado?
—Sabes que sí —dijo ella sin énfasis, sentándose para localizar su ropa
desparramada por toda la piscina—. ¡Pero esa no es la cuestión!
Él hizo una mueca de desagrado.
—¿Sabes que estás haciendo maravillas con mi ego?
—Siento que tu ego haya sufrido... detesto hacerlo...
Él la sujetó por los hombros desnudos, con los ojos enfurecidos, pero ella se
soltó.
—¡Beth! Podría ser maravilloso... para todos nosotros. ¿Por qué te pones así
conmigo?
—¿Tú qué crees? —chilló ella también—. Porque aún no hemos resuelto
nada. Sólo hemos tenido una buena relación sexual, eso es todo.., y
probablemente piensas que me has manipulado para que me quede. ¡Pues
te equivocas! ¡No quiero pasarme el resto de mi vida pensando en qué cama
te habrás metido cada vez que salgas de viaje! Tal vez Brooke pudiera
soportarlo, pero yo no.
Hubo una larga pausa y entonces, sin mediar palabra, él recogió sus
vaqueros y se los puso, metió los pies en sus zapatillas de lona y se puso
de pie, ofreciéndole la mano para levantarse.
—Vete a casa, y cámbiate —le dijo abruptamente—. Yo voy a salir.
Algo en la dura expresión de su rostro la asustó y la confundió.
—¿A dónde vas?
La voz de Rick era lúgubre.
—Voy a hacer algo que debería haber hecho hace mucho tiempo. No hagas
nada hasta que vuelva... nada,¿entendido, Elizabeth? Vamos a resolver esto
de una vez por todas.
Había algo en el tono de su voz que la petrificó,y se quedó sentada
mirándolo mientras él tomaba su camiseta, y se marchaba sin pronunciar
palabra.
Elizabeth se vistió con sus arrrugadas prendas y regresó lentamente a la
casa, se dio una ducha y se puso unos vaqueros y una camisa de color
violeta oscuro, que de alguna manera reflejaba su estado de ánimo, ya que
su mente aún estaba adormecida y su cuerpo dolorido por la intensidad
de su amor, y la armagura de las palabras vertidas inmediatamente
después.
Se sentía incapaz de hacer nada. No tenía apetito. Entonces se puso a
deambular por la casa, sin sentido, como un fantasma rondando por un
lugar donde había sido feliz alguna vez, pasando los dedos por la superficie
de los exquisitos muebles como si se estuviera despidiendo de ellos.
Los minutos parecían pasar con cuentagotas, y estaba pensando con desgana
prepararse un café, cuando sonó el timbre de la puerta.
Fue al vestíbulo y abrió la puerta, encontrándose con un rostro que tardó
unos minutos en reconocer. El mismo rostro que la había mirado con pena
hacía muchos años, y que en ese momento la observaba con frialdad. La tía
de Rick.

81
https://www.facebook.com/novelasgratis

Iba vestida con un traje de hilo de color melocotón, y su cabello rubio


platino. Llevaba el rostro perfectamente maquillado, y las uñas esmaltadas
de rosa.
Elizabeth calculó que tendría unos cincuenta y tantos años, aunque
aparentaba diez menos.
Y repentinamente, la última pieza del rompecabezas encajó.
Clavó su mirada en esos ojos azules glaciales tan parecidos a los de Jessíe.
—¿Usted es la madre de Brooke?-preguntó pausadamente.
—Sí. Soy Grace Sparden. Creo que es hora de que tú y yo tengamos una
pequeña charla, ¿no crees... era Beth, verdad?
Elizabeth sintió que se le doblaban las rodillas mientras se recordaba con
dieciocho años, suplicando hablar con Rick.
—No veo que tengamos nada que decirnos.
—Creo que puedo serte de ayuda, querida. Deja de ponerte en ridículo.
Elizabeth tragó saliva, perdiendo su confianza con cada palabra,
convirtiéndose de nuevo en una insegura adolescente.
—Será mejor que pasemos al estudio —dijo Elizabeth rápidamente, pasando
ella primero y sintiéndose como un condenado al patíbulo.
En el estudio ninguna de las dos se sentó. Elizabeth entrelazó los dedos en
su regazo para evitar que le temblaran las manos.
—¿Qué tiene que decirme?
La mujer le dirigió una fría sonrisa. —Rick acaba de venir a verme. —¿Ah, sí?
—Me ha dicho que vas a venirte a vivir aquí con él.
—Lo había pensado.
—¿Habías?-preguntó Grace incisivamente.
—No veo que eso tenga nada que ver con usted.
Grace hurgó en su bolso blanco de piel, sacó un largo cigarrillo y lo
encendió.
—¿Recuerdas cuando viniste a buscar a Rick?

—¿Cómo voy a olvidarlo? Usted me mintió, me dijo que era la tía de Rick.
Una sonrisa fría.
—Ahí te equivocas... tú creíste que era la tía de Rick. Yo sólo dejé que
siguieras pensándolo —aspiró el cigarrillo con gélidos labios—. Dime,
Elizabeth... ¿qué harías si te dijese que él estaba allí? En el piso.
conmigo.
Elizabeth sintió que el calor abandonaba sus mejillas.
—No la creo.
Grace soltó una desagradable carcajada.
—¿No le crees capaz de eso? ¿A un hombre que es capaz de dejar
embarazadas a dos mujeres a la vez? Pues es verdad. Él oyó el timbre y se
escondió en el dormitorio. Me dio órdenes estrictas de que, si eras tú, me
librase de ti. Yo sabía lo que él quería. Puede que fuera su futura suegra,
pero nos entendíamos estupendamente... ya sabes lo que quiero decir.
Los ojos de la mujer brillaron provocativamente y Elizabeth sintió que se le
helaba la piel, pero mantuvo una expresión pétrea y orgullosa.
•¿Por qué me cuenta todo esto?

82
https://www.facebook.com/novelasgratis

Grace se encogió de hombros.


—Tal vez me des lástima Rick amaba a Brooke de verdad, pero aun así, la
engañaba. Es de esa clase de hombres, nunca cambiará —sonrió
ladinamente—. No ha vuelto después de ir a verme, ¿verdad? ¿Dónde está
ahora?
•No lo sé...
—Ni lo sabrás nunca. Yo vi cómo fue con Brooke. Cada vez que él salía, ella
se sentaba a esperar y a preguntarse con quién estaría esa noche.
•Fuera —dijo Elizabeth con la voz baja y temblorosa—. Llevese sus sucias
acusaciones, y salga de aquí ahora mismo.
•Pero nunca lo sabrás, ¿verdad? —apagó su cigarrillo viciosamente—. ¡Nunca
podrás fiarte de él!
Elizabeth apenas la oyó marcharse. Sus pies la condujeron lentamente a su
habitación. Miró a su alrededor como una persona que acabase de recuperar
su memoria perdida.
¿Qué estaba haciendo allí? ¿Estaba considerando atarse a un hombre que
nunca la querría, que estaba atormentado por el recuerdo de una esposa a la
que había engañado tanto que ni siquiera podía pronunciar su nombre?
No se quedaría. No podía quedarse. Lo amaba demasiado como para aceptar
un segundo puesto.
No advirtió el paso del tiempo. Bajó su maleta de encima del armario y la
puso sobre la cama, empezando a colocar sus zapatos metódicamente en el
fondo.
—¿Vas a alguna parte? —dijo una voz grave desde el umbral de la puerta.
Allí estaba Rick, con el sol en la espalda, lo que le hacía parecer más
grande y alto que nunca. Estaba inmóvil, observando los bruscos
movimientos de Elizabeth.
- No podía mirarlo. Si lo hacía, podía debilitarse, y tenía que ser fuerte, muy
fuerte.
—Estoy haciendo mi maleta, porque pienso que es hora de que Peter y yo nos
marchemos.
Él no se movió.
—¿Sí? ¿Y pensabas despedirte?
—Claro que sí —su determinación se derrumbó, y lo miró furiosamente—.
Tu suegra ha pasado a verme —lo acusó.
Él entró en la habitación.
-Ex-suegra —la corrigió tranquilamente—. Si, me pregunté si lo haría.
—¿Sabías que iba a venir aquí?

—Más bien me lo imaginé


—¿Cómo? ¿Porque estáis muy compenetrados... como insinuó ella?
—Ven a sentarte —dijo él suavemente, sentándose en la cama y dando unas
palmaditas a su lado—. Quiero hablar contigo.
—No quiero escucharte... quiero irme a mi casa.
Ella permaneció rebeldemente donde estaba, con los brazos cruzados sobre el
pecho, como si así pudiera impedir que le rompiera el corazón.

83
https://www.facebook.com/novelasgratis

—Déjame contarte una historia, Beth —la miró con firmeza y esperó a que ella
le prestase atención—. Imagínate a un joven americano al comienzo de su
carrera, que un verano viaja a Europa. Tiene una novia en su país... una
chica de una educación similar a la suya que conoció en la universidad.
No está entusiasmado, pero está satisfecho. Han salido durante uno o dos
años y todos piensan que terminarán casándose, de modo que en lo último
en lo que ese joven está pensando es en una relación. Visita Francia,
Italia, Alemania... y después, durante su último fin de semana en Londres,
conoce a una chica.
—No...
Él sacudió la cabeza para hacerla callar.
—Conoce a una chica —continuó— que le hace darse cuenta de lo que se está
perdiendo en la vida. Pero en qué momento. Sabe lo que debería hacer...
debería volver a Estados Unidos y decirle a su novia que todo ha terminado
antes de comprometerse. Pero... —ahí sonrió con tristeza—... era imposible
resisitirse a ti, Beth. Y no podía apartarme de ti.
Elizabeth sintió una punzada de culpabilidad al recordar la reticencia de
Rick a llegar más lejos, y la sutil insistencia de ella para que continuasen.
Los ojos verde azulados brillaron intensamente.
—Así que pasan el fin de semana juntos... que es casi perfecto, excepto
por la culpa que él sentía. La última noche él se despierta y mira a la
hermosa muchacha dormida en sus brazos —su voz se hizo muy queda
mientras revivía lo ocurrido—. Salí al balcón y supe lo que debía hacer.
Debía decirte la verdad, Beth... volver a Estados Unidos, y poner en orden
las cosas, y volver a ti, limpio, para empezar nuestro
futuro. Pero cuando volví a la habitación... —una triste mirada oscureció
momentáneamente sus facciones—... te habías ido.
—Ya te lo dije... llamó Brooke. Me sentí avergonzada, y furiosa.
—Lo sé. Déjame contarte lo que sucedió después. Volví a Estados Unidos
esa misma mañana, le conté a Brooke todo sobre ti y, seis semanas
después, en cuanto tuve una oportunidad, volví a Inglatera a buscarte.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos, detrás de sus gafas.
—Pero no me encontraste.
—Claro que sí. Contraté a un detective. Pero llegué demasiado tarde —dijo él
con gravedad—. Te hallé en una casa en Kensington. Recuerdo haber
estado bajo la lluvia, observando ese enorme edificio blanco, cuando saliste tú.
Había una gran coche negro esperándote. Llevabas un vestido negro, con
perlas en el cuello y en las orejas. Recuerdo haber pensado que estabas
más hermosa que nunca... y entonces vi a un tipo mayor que bajaba
detrás de ti, y en ese momento te odié. Volví a mi casa, pero no pude apartarte
de mi mente. Entonces recuperé mi sentido común, y pensé en volver a por
ti, en luchar por ti. Pero ya era tarde... descubrí que te habías casado.
Pensé que debías de estar muy enamorada para hacerlo, y que te había
perdido.
Elizabeth parpadeó.
—¿Así que volviste y te casaste con Brooke?

84
https://www.facebook.com/novelasgratis

Él asintió con la cabeza.


—Pero no fue tan sencillo. Brooke me dijo que estaba embarazada. Sabía que
el bebé no podía ser mío porque mi relación con Brooke concluyó en el
momento en que te conocí. Ella estaba histérica. No quería ser madre soltera.
Quería casarse como fuese. Empezó a proferir todo tipo de amenazas. Yo
temí por la criatura, y además, me sentía bastante afligido. Había
descubierto que te había perdido, pero Brooke y yo siempre nos habíamos
llevado bien... así que pensé que tal vez el matrimonio era la respuesta. Por
el bien del bebé, aunque no fuese por otra cosa. Yo no podía pensar con cla-
ridad...
Elizabeth se estremeció.
—Así que hiciste lo más honorable y te casaste con ella, y vivisteis felices.
Él le dirigió una extraña mirada.
—No, Elizabeth. No fue así. No fue un matrimonio como debería haber sido.
Viviendo con Brooke, llegué a conocerla. Le gustaba la variedad...
especialmente en cuanto a hombres —soltó una carcajada hueca—. Y como
madre era terrible. Pobre Jessie —suspiró—. Hice lo posible para compensarla.
—Lo conseguiste —dijo ella con suavidad—. Sabes que sí.
Él sonrió.
—Gracias.
—¿Jessie... lo sabe? —indagó Elizabeth dulcemente—. ¿Que tú no eres su
verdadero padre?
Él sacudió la cabeza.
—No. Es imposible decirle a una criatura que su padre podría ser uno entre
muchos, y de todas formas, por lo que a mí respecta, ella es mi hija.
•Oh, Dios... —Elizabeth se mordió el labio.
Salvo Brooke, Grace y yo, nadie lo sabía. Grace se quedó destrozada
cuando Brooke... su única hija... murió. Me hizo prometer que nunca
ensuciaría su memoria, revelando la verdad sobre la paternidad de Jessie.
Yo me comprometí a ello, y le di mi palabra... Pero eso fue antes de
volver a encontrarte, y me he dado cuenta de que si quería que tú te
quedaras, si quería que Brooke dejase de ser un fantasma entre
nosotros, tú tenías que saber la verdad. Eso ha sido lo que he ido a
decirle a Grace esta mañana, por cuestión de honor. Que iba a faltar a
mi palabra y por qué. Ella se ha puesto como una loca —sus ojos
verdes azulados la penetraron con su intensidad—. Tenías que haber visto
cómo se ha puesto...
Elizabeth asintió con la cabeza.
—Ya la conocía, sabes... en el piso de tus tíos, unas semanas después de
conocernos.
La tensión se reflejó en la frente de Rick.
—¿Por qué no me lo habías dicho?
—Porque es algo que prefería olvidar... Verás, intenté localizarte, para
decirte lo del bebé. Pensé que tenías derecho a saberlo. Grace abrió la
puerta... yo creí que era tu tía y ella dejó que lo creyera. Me dijo que

85
https://www.facebook.com/novelasgratis

habías vuelto con tu prometida. Hoy me ha dicho que le habías dado


instrucciones para que se librara de mí, y que estabas escondido en el
piso... Además de insinuar que si no volvías a casa esta tarde era
porque estarías disfrutando de las delicias de otra cama...
Él se puso de un tono gris y maldijo explicitamente por lo bajo.
—Hubo una emergencia en uno de los despachos... precisamente hoy.
¿Pero tú la has creído, claro? Elizabeth suspiró, y negó con la cabeza.
-Aunque te sorprenda, no. No la he creído. He llegado a conocerte bien
durante estas semanas. Son las personas superficiales las que necesitan
ser promiscuas, y tú no eres un hombre superficial en absoluto. He llegado
a darme cuenta de que no puedo culparte sólo a ti de lo que ocurrió aquel
fin de semana... yo te deseaba tanto como tú a mí, y te lo demostré...
—Debería haberte dicho...
Ella sonrió con dulzura.
•Sí, deberías haberlo hecho. Pero ahora entiendo por qué no lo hiciste.
Él cruzó la habitación y se,acercó a ella, extendiendo la mano para tomar
una de las suyas, fuerte, cálida y reconfortantemente.
•Quédate conmigo, Beth.
Ella pensó lo fácil que sería, y cuánto lo deseaba... pero no era suficiente.
•No puedo, Rick. ¿Acaso no ves que nada ha cambiado?
Él frunció el ceño.
•¿Mi explicación sobre Brooke no cambia nada?
• —No es eso...
•¿Qué es entonces?
Ella se mordió el labio, consciente de que si decía la verdad podría
marcharse de esa casa con la conciencia tranquila. Levantó la cabeza.
•Podrás ver a Peter, te lo prometo... pero yo no soy parte del trato.
—¿Porque...? —su voz sonó peligrosamente suave.
•Porque me ha costado mucho llegar hasta donde estoy. A veces ha sido
una lucha, pero jamás he traicionado mis ideales, ni una sola vez. No
podría vivir contigo pensando que podrías encontrar a alguien que te
interesara de verdad. Te casaste con Brooke por tu sentido del deber, y no
quiero que hagas lo mismo conmigo, Rick. Me valoro demasiado a mí
misma, y me temo que no podría pasar mi vida con un hombre que no me
ama...
¿Es eso lo que crees?
Ella asintió con la cabeza, demasiado emocionada para hablar.
—Entonces, en ese caso, mi queridísima Beth, no debes marcharte...
porque jamás encontrarás a un hombre que te ame tanto como yo.
Rick le tomó la otra mano, y ella lo miró, desconcertada.
—Sí —susurró él—. Amor... verdadero, fuerte y duradero. Por Dios, Elizabeth,
¿qué crees que he intentado decirte? Te amo... como te he amado —
continuó— desde el momento en que te vi en aquella fiesta. En todos
estos años no he dejado de amarte. Aun cuando sorprendentemente no te
reconocí, hubo algo en ti que me alcanzó de tal manera que me encontré

86
https://www.facebook.com/novelasgratis

deseando hacerte el amor con una intensidad que me dejó asombrado. Aun
cuando ardía de celos, pensando que te habías casado con John por su
dinero, no pude dejar de amarte. Cuando descubrí que teníamos un hijo
me sentí contrariado, sí, furioso en un principio, hasta que comprendí que
esa era la clave para volver a unirnos. Y descubrí que eramos tan
compatibles como lo habíamos sido siempre; era extraño cómo casi podía
leer tus pensamientos, y tú los míos.
Elizabeth cerró los ojos, y luego los abrió rápidamente, temerosa de
descubrir que todo había sido un sueño, pero una mirada al rostro
apasionado que tenía ante sí le dijo que todos sus deseos se habían hecho
realidad.
—Rick... —susurró.
—No —él sacudió la cabeza—. Déjame terminar. Quiero vivir contigo,
Elizabeth, y casarme contigo, no por Peter, o porque Jessie haya florecido
con tu cariño, sino porque eres mi mujer, mi alma gemela, a la que adoro
y respeto. Pero —y aquí la miró con severidad— yo también tengo mis
condiciones, y no podría vivir con una mujer que no me amase...
Ella sonrió lenta pero radiantemente, echándole los brazos al cuello.
—Oh, Rick —susurró—. Querido, querido Rick...
—¿Me amas?
—¿Tú qué crees?
—Entonces dímelo —dijo él con urgencia—. Necesito saberlo.
—Te amo, Riccardo —dijo ella—. Con toda mi alma.
Una mirada de absoluto placer ablandó los duros rasgos de su atractivo
rostro, y se llevó la mano de Elizabeth a los labios.
—Creo que los niños estarán casi tan felices como yo con la noticia. Lo que
me recuerda algo —su voz se hizo severa y autoritaria—. No volverán a
repetirse escenas tan desagradables como la que has debido de soportar
antes, y Grace sólo tendrá cabida en nuestras vidas como abuela de Jessie.
¿Contenta con eso? Sin aliento, con la cabeza apoyada en su hombro,
cálida y resplandeciente de incrédulo gozo, Elizabeth asintió.
—Sí, cariño —susurró.
Él la besó entonces, con una ternura que la estremeció. Le quitó las gafas
para besarle la punta de la nariz, y la curiosa intimidad del gesto le
provocó a Elizabeth ganas de llorar.
—No las llevabas la noche de la fiesta.
—Los chicos no os fijabais en las chicas que llevaban gafas.
—Tonterías —susurró—. Yo me fijaría en ti llevaras lo que llevaras. ¿Por eso
no las llevabas esa noche?
—En realidad fue Donna... la chica con la que vivía la que insistió en que no
las llevara. El problema era que no veía bien sin ellas... eras sólo un borrón
hasta que te acercaste.
—Eso explica por qué tu mirada me pasaba por alto... casi me da un patatús.
¡Jamás me había ocurrido nada igual!
—¡Entonces necesitabas que a tu presuntuoso ego le bajaran un poco los
humos! —repuso ella mientras él se reía.

87
https://www.facebook.com/novelasgratis

—¡Bruja!
Se acercó a ella, pero Elizabeth retrocedió.
•Hay algo que debes saber —dijo ella quedamente—. Cuando conocí a John, ya
estaba muy enfermo. Yo estaba embarazada y sola, y él se sentía... solo
también. Nos casamos por compañerismo y seguridad, pero seguridad
emocional, no material. Y eso es lo que fuimos... compañeros...
El le puso un dedo en los labios.
•Cariño, cariño... no es necesario. No digas nada más
—Lo que intento decirte es que tú has sido mi único amante —susurró ella—.
Eres mi único amante.
Él la envolvió en el cálido refugio de su pecho y empezó a desabrocharle la
blusa.
—Es una gran cosa que no vayan a molestarnos durante unas horas —
comentó Rick—. Porque... ¿tienes idea de lo que voy a hacer ahora?
—Ninguna idea en absoluto —dijo ella inocentemente—. Tal vez deberías
decírmelo.
Y, descendiendo la cabeza hasta su oído, él procedió a hacer ¡precisamente
eso!

Fin

88

También podría gustarte