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La Regulación Internacional de La Navegación y Del Transporte Aéreo
La Regulación Internacional de La Navegación y Del Transporte Aéreo
TEMA 3.
EXPERTO EN TRANSPORTE AÉREO, DERECHO AERONÁUTICO Y ESPACIAL
Desarrollo
OBJETIVOS DE LA LECCIÓN
Este último rasgo viene dado por la matriz normativa que surge a partir del Convenio de
Chicago de 1944 y sus Anexos técnicos, que constituyen el sustrato mínimo para el
desarrollo seguro de la aviación internacional, sin perjuicio de lo que cada Estado, a
partir de dicha base, estime indispensable regular.
La lección también aborda uno de los elementos más sustantivos que hacen a la
seguridad operacional, cual es el elemento humano y su rol durante el vuelo,
especialmente el régimen de licencias y habilitaciones y la figura del comandante de
aeronave.
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Es así que el artículo 1° del Convenio de Chicago, reconociendo una disposición del
Derecho Internacional Consuetudinario, consagra el derecho de soberanía en favor de
los Estados y lo concibe como “completo y exclusivo”, lo cual ha sido interpretado por
la doctrina jurídica como clarificador del hecho que, al contrario del Derecho del Mar,
este principio no implica el derecho de paso inocente, como asimismo que el espacio
situado sobre el territorio de cada Estado no está abierto libremente a todas las naciones.
En otras palabras, no existe “libertad del aire” en el espacio aéreo sujeto a soberanía,
como sí la hay en el espacio aéreo sobre la alta mar2.
Ya en los primeros análisis jurídicos surgidos con ocasión de los cada vez más
frecuentes desplazamientos de vehículos aéreos, aparece una dicotomía que marcaría el
debate por muchos años: la doctrina de la libertad del aire versus la teoría de la
regulación del mismo. Se atribuye al jurista francés Paul Fauchille la afirmación de que
“el aire es libre” y no susceptible de apropiación, de lo que se desprende que los Estados
tampoco pueden ejercer derechos de control sobre los vuelos, con excepción de aquellos
que sean inherentes a su autopreservación3.
Para dimensionar el alcance del poder soberano del Estado y sus organismos, podemos
señalar que la soberanía del Estado se expresa en el ejercicio de la facultad de limitar,
prevenir, autorizar, defender, controlar e impulsar iniciativas dentro de un área
geográfica determinada que delimita el ámbito de la libertad del Estado, dando lugar a
la exclusión de cualquier otra autoridad sobre ella, pero no referente a la división de ese
poder junto con otras autoridades locales más pequeñas4.
1
Conocida como CONVEMAR, fue acordada en 1982 en Montego Bay, Jamaica. Cuenta con 168
Estados signatarios.
2
Mateesco Matte, Nicolas. “Treatise on Air-Aeronautical Law”. Institute and Centre of Air and Space
Law, McGill University. Montreal, 1981. Págs. 132-133.
3
Dempsey, Paul Stephen. “Public International Air Law”. McGill University, Montreal, 2008. Págs. 11 y
12.
4
Cangelosi, Gabriela. “Espacio aéreo y soberanía”. En “Cuestiones Actuales de Derecho Aéreo”,
coordinado por María Jesús Guerrero Lebrón. Marcial Pons. Madrid, 2012.
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En otras unidades de este mismo curso serán estudiadas las provisiones que la así
denominada Carta Magna de la Aviación prescribe con respecto a los derechos de
sobrevuelo y aterrizaje, distinguiendo las situaciones de las aeronaves de Estado y las
aeronaves civiles y, entre estas últimas, las dedicadas a servicios aéreos internacionales
regulares y las que no se dedican a dichos servicios. En general, la circulación aérea es
concebida por el régimen jurídico internacional en términos restringidos, quedando
sujeto su ejercicio a autorizaciones y permisos como consecuencia del principio de
soberanía ya aludido. Mayor laxitud se concede, conforme lo indica el artículo 5 de la
Convención, a las aeronaves que no realizan vuelos comerciales regulares.
A pesar de lo anterior y aun cuando los principios generales del Derecho Internacional
permiten también colegir un imperativo no belicista en el uso de la aviación civil, fue
con motivo del trágico derribo de un Boeing 747 de Korean Airlines en 1983 (vuelo KE
007) en la ex Unión Soviética, que la OACI se abocó a introducir una enmienda en el
Convenio de Chicago que recogiera de manera explícita este axioma. Así, desde 1998 se
encuentra vigente el Artículo 3 bis del Convenio, que establece el deber de cada Estado
de abstenerse de recurrir al uso de armas en contra de aeronaves civiles en vuelos
internacionales y de poner, en cualquier forma, en peligro la vida de las personas a
bordo, o afectar la seguridad de la aeronave. Igualmente, este artículo consagra el
derecho de los Estados para exigir el aterrizaje de cualquier aeronave que vuele sobre su
respectivo territorio sin la debida autorización.
Sin perjuicio de lo anterior, es preciso mencionar que el texto original del Convenio ya
consideraba en su artículo 35 a) una importante disposición inspirada por similar
principio, según veremos más adelante.
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El artículo 12, por su parte, dispone que los Estados deben adoptar medidas para que las
aeronaves que vuelen o maniobren en su territorio, así como las que lleven sus marcas
de nacionalidad, donde quiera que éstas se encuentren, observen los reglamentos
aplicables en ese lugar a los vuelos y maniobras de aeronaves. Estas regulaciones
domésticas serán en todo lo posible concordantes con las normas y métodos
recomendados de la OACI.
El artículo 15, a su turno, exige a los Estados aplicar condiciones uniformes para el uso
de instalaciones y servicios de apoyo a la navegación aérea por aeronaves de todos los
Estados contratantes; no aplicar tasas o cargos económicos más altos a las aeronaves
extranjeras en vuelos regulares que a sus aeronaves nacionales que realicen similares
operaciones; no imponer tasas o cargos económicos por el solo derecho de tránsito,
entrada o salida de su territorio; publicar y comunicar al Consejo de la OACI las tasas o
cargos económicos que apliquen.
Por último, el artículo 44 del Convenio, al enunciar los propósitos y fines que inspiran a
la OACI, menciona en su letra g) el evitar la discriminación entre los Estados
contratantes o el otorgamiento de preferencias a algunos de ellos. Adicionalmente, otras
disposiciones del Convenio, como el artículo 9, que revisaremos a continuación,
también reconocen este principio.
Según la opinión de John Cobb Cooper, “la posesión de una nacionalidad es la base
para la intervención y protección por parte de un Estado; es también una protección
para otros Estados para la reparación de los errores cometidos por quienes se
encuentran a bordo contra sus ciudadanos nacionales”5.
5
Citado por Paul Stephen Dempsey en “Public International Air Law”. McGill Institute and Centre for
Research in Air and Space Law. Montreal, 2008. Pág. 34.
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de las leyes de ese Estado durante el vuelo sobre alta mar, sino también que dicho
Estado debe proteger a esa aeronave y sus titulares frente a la conducta ilícita de otros.
Por otra parte, en aplicación de los artículos 30, 31 y 32 del Convenio de Chicago, el
país de matrícula y, consiguientemente de nacionalidad de la aeronave, determinará el
otorgamiento del certificado de aeronavegabilidad, las licencias de radiotransmisión y
las licencias y habilitaciones de los tripulantes a cargo de ella, las cuales serán
reconocidas por los demás Estados en la medida que los requisitos conforme a los
cuales se hayan expedido o convalidado dichos certificados y licencias sean iguales o
superiores a las exigencias mínimas establecidos por la OACI.
Para que este entramado de reconocimientos recíprocos sea efectivo, es necesario que
los Estados tengan acceso a información transparente y precisa sobre las matrículas de
las aeronaves, circunstancia que prevé el artículo 21 del Convenio al establecer la
obligación de los Estados de entregar informes a la OACI sobre la matrícula y
propiedad de las aeronaves matriculadas en sus registros, información que la
Organización transmitirá a los Estados que así lo soliciten.
El artículo 28 del Convenio establece que todo Estado contratante se compromete, hasta
donde le sea posible, a establecer en su territorio aeropuertos, servicios de radio,
servicios meteorológicos y otras instalaciones y servicios para la navegación aérea que
faciliten la navegación aérea internacional.
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6
La OACI ha emitido diversos textos de orientación sobre esta materia, tales como el Manual sobre
Aspectos Económicos de los Aeropuertos (Doc 9562) y el Manual de políticas sobre derechos
aeroportuarios y por servicios a la navegación aérea (Doc 9082).
7
Véase por ejemplo Mario O. Folchi “Tratado de Derecho Aeronáutico y Política de la Aviación Civil”.
Astrea. Buenos Aires, 2015. Pág. 176, y Dempsey Op.cit. Pág. 132.
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En general, los ANSP pueden asumir la forma de un organismo o sección dentro del
aparataje gubernamental; una agencia autónoma de carácter público, o una entidad
privada. Incluso existe el caso de organismos multinacionales o intergubernamentales
como la Agencia para la Seguridad de la navegación Aérea en África y Madagascar
(ASECNA), la Corporación Centroamericana de Servicios de Navegación Aérea
(COCESNA) y la Organización Europea para la Seguridad de la Navegación Aérea
(EUROCONTROL).
Así también, agrega este mismo autor, existen poderosas razones para considerar el
traspaso de estas funciones a corporaciones público-privadas o entidades no
gubernamentales:
8
Dempsey. Op. Cit. Págs. 180-181.
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Sumado a ellos, necesario es mencionar el artículo 68, que faculta a cada Estado para
designar las rutas que deberá seguir dentro de su territorio todo servicio aéreo
internacional, así como los aeropuertos que podrá usar cualquiera de dichos servicios.
Pero los Estados no sólo están facultados para imponer restricciones o controles para
impedir o limitar el vuelo de extraños dentro de su espacio aéreo, sino que también
están obligados a proporcionar toda la asistencia que les sea posible cuando una
aeronave se encuentra en peligro, y a permitir que los propietarios de dichas aeronaves o
las autoridades de los Estados donde se encuentran matriculadas hagan lo propio. Así lo
establece el artículo 25 del Convenio de Chicago, norma que va de la mano con el
artículo 26, que obliga a los Estados en cuyo territorio ha ocurrido un accidente aéreo
que cause muerte o lesiones graves a investigar los hechos.
9
Véase el Doc 9980 “Manual sobre la privatización de los Aeropuertos y los Servicios de Navegación
Aérea” y el Doc 9161 “Manual sobre los aspectos económicos de los servicios de navegación aérea”,
ambos de la OACI.
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En otro sentido, cabe recordar que no sólo los Estados están individualmente
conminados a apoyar la navegación aérea en función de la seguridad y eficiencia de
ella, sino que también la OACI cuenta entre sus fines desarrollar los principios y la
técnica de la navegación aérea internacional y fomentar el establecimiento y
desenvolvimiento del transporte aéreo internacional, para lo cual, entre otras funciones,
debe estimular el desarrollo de aerovías, aeropuertos e instalaciones y servicios para la
navegación aérea empleados en la aviación civil internacional, como lo mandata el
artículo 44 de la Convención.
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En segundo término, como lo previene el artículo 31 del Convenio, toda aeronave que
se dedique a la navegación aérea internacional deberá estar provista de un certificado de
aeronavegabilidad expedido o convalidado por el Estado donde se encuentre
matriculada. Se entiende por “Aeronavegabilidad” conforme al Anexo 8 al Convenio de
Chicago, el estado de una aeronave, motor, hélice o pieza que se ajusta al diseño
aprobado correspondiente y está en condiciones de operar de modo seguro. Esta
exigencia se extiende a los equipos de radiotransmisión que se lleven a bordo, los cuales
deberán también haber sido objeto de una licencia de instalación y utilización otorgada
por el Estado de matrícula.
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Será en estos instrumentos – AOC y/o licencia de explotación – donde se definirá el tipo
de servicios que la empresa estará habilitada para proveer, sean por ejemplo de
transporte o de trabajos aéreos; de pasajeros, de carga o correo; nacionales o
internacionales; regulares o no regulares, etc.
10
Véase por ejemplo el Título 14, Parte 119, Subparte C, párrafo §119.36 del Código de Regulaciones
Federales de los Estados Unidos de América.
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adecuados cada vez que alguno de los elementos tenidos en cuenta para su emisión
experimenta algún cambio, con el objeto de dar efectiva y genuina cuenta de lo que la
empresa aérea está habilitada para hacer en el momento específico en que ejecutará sus
operaciones. Para ello, el operador debe reportar documentadamente toda modificación
relevante que amerite una enmienda al AOC o a la licencia de explotador.
El artículo 10 del Convenio de Chicago contiene la regla básica sobre el despegue de las
aeronaves y al respecto señala que, al salir del territorio de un Estado contratante, toda
aeronave deberá partir desde un aeropuerto internacional designado por la autoridad
competente de ese mismo Estado. La salida de toda aeronave desde el territorio de un
determinado Estado, al igual que su entrada y operación en el mismo, se regirán por las
leyes y reglamentos de ese Estado (artículo 11 del Convenio).
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Lo dicho previamente es válido para las aeronaves que se dediquen a los servicios de
transporte aéreo internacional, pero tratándose de aeronaves de Estado existe una regla
especial contenida en el artículo 3 del Convenio, la cual establece que “Ninguna
aeronave de Estado perteneciente a un Estado contratante podrá volar sobre el territorio
de otro Estado o aterrizar en el mismo sin haber obtenido autorización para ello, por
acuerdo especial o de otro modo y de acuerdo con las condiciones estipuladas”.
Hemos mencionado hasta ahora los principios dimanantes del Convenio de Chicago y
sus artículos más relevantes aplicables a las operaciones aeronáuticas internacionales,
sin embargo, en conformidad al sistema que emana de los artículos 37 y 38 del mismo
tratado, se contempla la existencia de diversos documentos técnicos específicos para
regular lo que la letra c) del citado artículo 37 denomina “reglamento del aire y métodos
de control del tránsito aéreo”. Esta misión ha sido cumplida con la adopción de los
Anexos 2 y 11, denominados respectivamente “Reglas del Aire” y “Servicios de
Tránsito Aéreo”, a los que deben sumarse principalmente, como marco técnico-jurídico
general de la aeronavegación y además de la normativa local que los Estados exijan
dentro de sus fronteras, el Anexo 6 sobre Operación de Aeronaves y el Anexo 10 sobre
Telecomunicaciones Aeronáuticas. Nos detendremos en particular en el denominado
Reglamento del Aire (Anexo 2), que constituye el documento del sistema normativo de
la OACI llamado especialmente a regular la circulación y maniobra de aeronaves, tanto
en tierra como en el espacio aéreo.
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Como marco normativo superior de este Anexo debe citarse al ya aludido artículo 12 del
Convenio de Chicago, el cual impone a los Estados contratantes diversas obligaciones
en relación con las reglas que aplicarán a los vuelos y maniobras dentro de sus
respectivos territorios. Estas obligaciones pueden sistematizarse de la siguiente forma:
a) Cada Estado se compromete a garantizar la observancia de los reglamentos
aplicables en su territorio por parte de toda aeronave que ingrese a él
b) Cada Estado se obliga a que las aeronaves que porten sus marcas de
nacionalidad y matrícula, donde quiera que éstas se encuentren, cumplirán las
reglas aplicables al vuelo en ese lugar
c) Cada Estado se compromete, hasta donde le sea posible, a mantener sus propios
reglamentos relativos al vuelo de aeronaves, los cuales deben ser concordantes
con los estándares y procedimientos aprobados por la OACI
d) Cada Estado se obliga a asegurar la persecución de toda persona que viole los
reglamentos aplicables.
Si bien el contenido de este Anexo es más bien técnico y está orientado a ser cumplido
por los pilotos y tripulaciones, podemos destacar algunos elementos de su texto que
presentan relevancia desde el punto de vista jurídico.
Así, este reglamento comienza fijando su propio ámbito de aplicación en los siguientes
términos: “El Reglamento del aire se aplicará a las aeronaves que ostenten las marcas
de nacionalidad y matrícula de un Estado contratante, cualquiera que sea el lugar en
que se encuentren, siempre que no se oponga al reglamento publicado por el Estado
que tenga jurisdicción en el territorio sobre el cual se vuele”.
Con el propósito de entender esta declaración debe recordarse que los Anexos al
Convenio de Chicago constituyen una base mínima para conferir seguridad y
confiabilidad a las operaciones, pero los Estados, al adoptarlos, pueden establecer
disposiciones más estrictas o exigentes en función de dichas finalidades.
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Una vez puesta en operación una aeronave, lo primero a determinar son las reglas a las
que se sujetará durante el vuelo, las que podrán ser las reglas de vuelo visual (VFR) o a
las reglas de vuelo por instrumentos (IFR), según corresponda. Usualmente, lo que
determinará la aplicación de unas u otras será la visibilidad horizontal y vertical, la
altitud y la condición diurna o nocturna.
11
A este respecto, Paul S. Dempsey concluye que, al establecer el artículo 12 del Convenio de Chicago
que “sobre alta mar las reglas aplicables serán las que se establezcan de acuerdo con el presente
Convenio”, se configura el único caso en que los Anexos adquieren carácter de “hard law” en lugar de
“soft law”, como en la generalidad de los casos. Dempsey, op.cit. Pág. 80.
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Respecto a la cercanía frontal, la norma señala que cuando dos aeronaves se aproximen
de frente, o casi de frente, ambas aeronaves alterarán su rumbo hacia la derecha.
Desde el punto de vista de la proximidad lateral, la regla prescribe que, si la
convergencia es a un nivel aproximadamente igual, la aeronave que tenga a la otra a su
derecha cederá el paso.
Por último, en cuanto a la proximidad por alcance, es decir, aproximación por detrás, el
criterio contemplado en el Reglamento es que toda aeronave que sea alcanzada por otra
tendrá el derecho de paso, y la aeronave que la alcance ya sea ascendiendo,
descendiendo o en vuelo horizontal, se mantendrá fuera de la trayectoria de la primera,
cambiando su rumbo hacia la derecha.
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Como ya hemos mencionado, los preceptos de este Reglamento son aplicables no sólo
durante el vuelo, sino también en tierra, ya que ambos contextos exigen condiciones de
operación segura. En tal sentido, existen también normas pertinentes para el
movimiento de las aeronaves en la superficie, orientadas a prevenir colisiones frontales,
laterales y por alcance.
Este mismo texto define al plan de vuelo como la “información especificada que,
respecto a un vuelo proyectado o a parte de un vuelo de una aeronave, se somete a las
dependencias de los servicios de tránsito aéreo”.
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Si bien la regla general es que el plan de vuelo se presente con suficiente antelación al
inicio de la operación, es también permitido que se comunique durante el vuelo y que
pueda ser modificado o actualizado en el transcurso de la operación.
Sin embargo, existe una realidad evidente y es que tanto el espacio aéreo como buena
parte de las instalaciones y servicios dispuestos para su desarrollo están concebidos para
ser utilizados en común por la aviación civil y por la aviación militar.
En muchos países, por ejemplo, los aeropuertos cumplen funciones mixtas, de tal modo
que en ellos conviven un terminal de vuelos comerciales con una base aérea militar. La
clave para que esta convivencia sea armónica está en la coordinación de las respectivas
autoridades, según lo prescribe en su párrafo 2.15 el Anexo 11, sobre Servicios de
Tránsito Aéreo.
No existe entonces inconveniente ni prohibición para el uso conjunto del espacio aéreo
y de los sistemas de apoyo a la navegación por parte de aeronaves militares y civiles,
pero ello debe abordarse por los Estados de tal forma que permita lograr la seguridad,
regularidad y eficiencia del transporte aéreo civil internacional. Por ello, la OACI ha
recomendado que los reglamentos y procedimientos establecidos por los Estados
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contratantes para regir el vuelo de sus aeronaves de Estado sobre alta mar garantizarán
que dichas operaciones cumplan el citado objetivo y, en la medida de lo posible,
observen las normas del Anexo 2.
Otro ángulo de la relación entre operaciones aéreas civiles y militares está dado por el
desarrollo de vuelos de aeronaves civiles en las así llamadas “zonas de conflicto”, es
decir, regiones o localidades en las que se desarrollan enfrentamientos armados entre
bandos militarizados o terroristas. Si bien se trata de un problema de larga data y ya
abordado en el artículo 3 bis del Convenio de Chicago, el asunto adquirió extrema
actualidad con el derribo del vuelo MH17 de Malaysia Airlines en 2014, mientras
sobrevolaba Donestk, en Ucrania, afectada por una guerra civil, falleciendo sus casi 300
ocupantes. Con motivo de ello, la OACI emitió el texto de orientación Doc 10084,
denominado Manual de evaluación de riesgos para operaciones de aeronaves civiles
sobre zonas de conflicto o cerca de estas zonas. En este documento se instruye a los
Estados para notificar las amenazas y peligros que adviertan en sus respectivos espacios
aéreos soberanos y coordinar actividades para minimizarlas, así como exigir a sus líneas
aéreas que elaboren y mantengan mecanismos de evaluación de riesgos para planificar
sus operaciones.
12
Doc 9554 de la OACI “Manual sobre las medidas de seguridad relativas a las actividades militares
potencialmente peligrosas para las operaciones de aeronaves civiles”.
13
Pueden citarse como ejemplo el artículo 3° del Código Aeronáutico argentino, el artículo 76 del Código
Aeronáutico chileno y el artículo 10 de la Ley de Aviación Civil boliviana.
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Es así como resulta posible reconocer con facilidad algunas razones justificativas para
imponer restricciones a la libertad de circulación, tales como las siguientes:
la seguridad de las personas, como ocurre por ejemplo en el caso de los vuelos
acrobáticos o los vuelos a baja altura en zonas pobladas
la seguridad de las operaciones, como en el caso de los vuelos nocturnos
la prevención de delitos o faltas, como en la prohibición de maniobras sobre
edificios o recintos de alta seguridad
la protección del medio ambiente, como acontece por ejemplo cuando se prohíbe
el vuelo de helicópteros sobre zonas de anidamiento de pájaros.
Pero así también es factible reconocer situaciones en las que la libertad de
desplazamientos debe poseer mayor laxitud en atención al interés superior subyacente,
como, por ejemplo:
ciertas actividades de las aeronaves de Estado
vuelos de búsqueda y rescate (SAR)
operaciones de asistencia y sanidad
tareas de policía y seguridad
casos de emergencia y fuerza mayor.
Creemos que la normativa internacional y los principios emanados del Convenio de
Chicago permiten a los Estados imponer las regulaciones adecuadas y el equilibrio
necesario para un desarrollo seguro de la navegación aérea, pero ello debe ir
acompañado de la adecuada acción fiscalizadora de la autoridad y, principalmente, de la
cooperación de los operadores en reconocer a la seguridad como eje central de su
actividad, más allá de cualquier otra consideración.
14
Folchi, Mario. “La Convención de Chicago de 1944 y la Política de Cielos Abiertos”. Buenos Aires,
agosto 2001.
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15
Las más importantes eran conocidas entonces como “The Big Four”: American, Eastern, United y
Trans World, a las que se sumaba Pan Am en rutas internacionales. Dempsey, Op. Cit. Págs. 18 y 19.
16
El IASTA cuenta a la fecha con 131 ratificaciones, en tanto que el Acuerdo de Transporte Aéreo
Internacional reúne sólo 11 ratificaciones, habiendo sido además denunciado por varios Estados que
inicialmente lo habían ratificado, incluido EE. UU., su principal promotor. Chile es parte sólo del primero
de ellos.
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Se instala de esta forma como único marco viable de intercambio de derechos el que
desde ese entonces es conocido como “bilateralismo”, es decir, la negociación entre
pares de Estados y mediante acuerdos específicos, de cada una de las condiciones de
acceso y utilización de las rutas aéreas.
Álvaro Lisboa explica de la siguiente manera lo que significan en términos prácticos las
opciones que presenta una negociación de condiciones aerocomerciales internacionales
entre dos Estados: “La normativa aplicable al transporte aéreo entre dos países
dependerá de si el vuelo en cuestión se realiza en forma directa entre ambos territorios
o con escalas en países intermedios; si se origina y termina en los territorios de ambas
partes (origen y destino) o continúa a países más allá del país de destino y, por último,
si lo realizan empresas de ambos países o de terceros países”17.
Este marco de bilateralismo impera hasta la actualidad, debiendo cada Estado estipular
las condiciones del transporte aéreo hacia otros Estados mediante el acuerdo de las
condiciones específicas en forma directa entre ambos. Lo anterior no obsta a la
posibilidad de establecer iguales condiciones entre varios Estados a la vez en un marco
multilateral, y es así que existen destacables, aunque no prolíficas, experiencias de
acuerdos regionales o subregionales de servicios aéreos18.
Las libertades del aire que se reconocen en la actualidad, son las siguientes19:
Primera libertad: Conocida también como “derecho de sobrevuelo o tránsito
pacífico”, es el privilegio otorgado por un Estado a otro para cruzar el territorio
del Estado otorgante sin aterrizar en él.
17
Lisboa Montt, Álvaro. “Política Aeronáutica”, en Revista Diplomacia N° 36, Academia Diplomática de
Chile, Santiago, 1986. Pág 31.
18
Algunos de ellos son el MALIAT (Acuerdo Multilateral para la Liberalización del Transporte Aéreo
Internacional); el acuerdo entre la UE y EE. UU.; la Declaración de Yamoussoukro entre Estados
africanos, etc.
19
Véase el Manual sobre Reglamentación del Transporte Aéreo Internacional. Doc 9626 OACI (Segunda
edición). Montreal, Canadá, 2004. Págs. 4.1-6, 4.1-9 y 4.1-10.
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Ahora bien, existen otras siete libertades asociadas al ejercicio del tráfico aéreo
propiamente tal, identificadas como “libertades comerciales” y que son las que
constituyen el objeto de las negociaciones bilaterales. Ellas son la expresión de los
denominados derechos de tráfico aéreo.
20
Doc 9626 OACI. Pág. 4.1-8.
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La necesidad de tener que convenir en acuerdos de este tipo deriva en primer lugar del
principio de soberanía, que reconoce a cada Estado poderes plenos en el espacio aéreo
sobre su territorio. Es por ello que el artículo 6 del Convenio de Chicago hace
obligatorio pedir un permiso especial u otra autorización para explotar servicios aéreos
internacionales regulares en el territorio o sobre el territorio de otro Estado contratante.
Por último, estos acuerdos son indispensables desde que no existe un acuerdo
multilateral generalizado que cumpla idénticos fines.
21
Ello guarda concordancia con lo prevenido en el artículo 25 de la Convención de Viena de 1969 sobre
Derecho de los Tratados.
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Pero no sólo los derechos de tráfico que dan origen a las frecuencias aéreas conforman
las materias negociadas, sino también otros importantes elementos que configurarán, en
definitiva, la relación aerocomercial bilateral entre los Estados que arriban al acuerdo.
Entre estas materias destacan, por ejemplo, las condiciones de designación y
autorización de las empresas operadoras de cada país, así como las causales para
revocar estas designaciones y autorizaciones. En otras palabras, los requisitos que deben
cumplir las compañías aéreas para ser consideradas titulares de los derechos de tráfico
concedidos recíprocamente entre los dos Estados que negocian. Se trata entonces de
determinar qué tipo de vínculo deberá tener una determinada aerolínea con el Estado
designante, a efectos de poder ser tenida como nacional de ese Estado, teniendo
presente que asignar o reconocer nacionalidad a personas jurídicas puede ser algo más
complejo que hacerlo con personas naturales.
Otros contenidos ineludibles en todo acuerdo de servicios aéreos son, entre varios, los
siguientes:
a) condiciones sobre la determinación de la capacidad a transportar, que puede
ser libre en un esquema liberalizado o quedar limitada por número de
frecuencias semanales, por puntos geográficos, por rutas específicas, por
número de asientos, etc.
b) la forma en que se establecerán las tarifas, sea que queden libremente fijadas
por los operadores, fijadas por la autoridad o bajo algún otro modelo de
limitación. En esta materia, es posible aplicar los principios de doble
aprobación o de doble desaprobación, según si el establecimiento de las
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Este acuerdo sirvió de modelo para muchos de los tratados bilaterales que sobre esta
materia se suscribieron en lo sucesivo y por los siguientes treinta años, imponiéndose un
estilo, formato y estructura de contenidos estandarizada a partir de su texto, con algunas
variantes como por ejemplo la predeterminación de capacidad.
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Chile, que en 1979 aprueba una política de total apertura de cielos, pionera en
Latinoamérica. Estas innovaciones trajeron novedades como la ausencia de restricciones
en lo tocante a la capacidad, un grado mucho menor de intervención gubernamental en
cuestiones tarifarias, un mayor acceso a los mercados y el derecho de cada parte a
designar más de una línea aérea para gozar de los derechos de tráfico acordados.
En los años ’90 comienza a generalizarse la llamada liberalización del transporte aéreo,
encabezada por países del extremo y medio oriente. Veremos a continuación las
características de esta tendencia de política aerocomercial.
Esta política, inspirada por cierto en los principios del libre comercio, suele abordar
también la simplificación de los requisitos de propiedad y control de las aerolíneas,
favoreciendo la flexibilización de las exigencias de nacionalidad, propiciando en
definitiva la libertad de los transportistas para desarrollar su actividad comercial.
Con todo, la liberalización del transporte aéreo asume como condición sine qua non la
observancia estricta y permanente de los estándares internacionales de seguridad.
En este marco es que se llega la proliferación de los así llamados acuerdos “de cielos
abiertos”, en los que se crea un régimen regulatorio que depende principalmente de una
competencia permanente en el mercado para alcanzar más y mejores servicios aéreos,
desprovistos en gran medida o enteramente, de la intervención de la autoridad en forma
previa al ejercicio de los derechos de acceso, el uso de la capacidad y la fijación de
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Este mismo autor identifica tres elementos esenciales que singularizan a las licencias
aeronáuticas: en primer lugar, la circunstancia de encontrarse sujetos a evaluación los
requisitos técnicos habilitantes para el desempeño, a través de la ya aludida
certificación. En segundo término, el hecho de tratarse de funciones propiamente
aeronáuticas, lo que excluye de sus efectos a quienes aun trabajando en este medio
cumplen labores administrativas, comerciales o de otra naturaleza. Y como tercer
elemento está el rol de la autoridad estatal en la emisión de la licencia y el control de
todo lo concerniente a su utilización. Por nuestra parte, agregaríamos un componente
adicional de la definición, cual es que las funciones que la licencia permite ejecutar
dicen relación directa con la seguridad del vuelo.
22
Folchi, Mario. “Tratado de Derecho Aeronáutico y Política de la Aeronáutica Civil”. Astrea. Buenos
Aires, 2015. Pág. 355.
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En cuanto a las facultades de que está dotada la autoridad estatal, los instrumentos
internacionales que hemos venido mencionando otorgan a ésta diversas atribuciones
específicas para administrar el sistema de licencias en función de la seguridad de la
aeronavegación. De esta forma, se les consagran las siguientes potestades especiales:
‒ Modificar la certificación médica por razones de salud clínicamente
demostradas, pudiendo ampliarla hasta en 45 días
‒ Exigir la reacreditación de aptitudes cuando existan motivos para ello
‒ Dispensar el cumplimiento de algún requisito médico previa comprobación de
pericia operacional
‒ Suspender o caducar una licencia a modo de sanción
‒ Convalidar parcialmente una licencia, es decir, reconocer únicamente algunas
atribuciones
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En cuanto a las exigencias a cumplir para ser acreedor de una licencia, en general y
acorde a las disposiciones del Anexo 1, pueden identificarse los siguientes factores a
evaluar en el proceso de otorgamiento:
Edad mínima
Conocimientos teóricos e instrucción práctica
Competencia lingüística
Experiencia calificada, en los casos de licencias que requieren previamente el
desempeño de funciones en ejercicio de otra actividad sujeta a licencia
Pericia, es decir, la demostración de destreza especialmente en vuelo
Aptitud psicofísica
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Más aun, dispone el Anexo en cuestión que los miembros del personal aeronáutico
titulares de licencia dejarán unilateralmente de ejercer sus atribuciones en cuanto tengan
conocimiento de cualquier disminución de su aptitud psicofísica que pudiera impedirles
ejercer en condiciones de seguridad dichas atribuciones.
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Así parece recogerlo el Anexo 1 cuando prescribe que: “Todo Estado contratante se
asegurará de que no se haga uso de las atribuciones otorgada por la licencia o por las
habilitaciones correspondientes, a menos que el titular mantenga competencia y cumpla
con los requisitos relativos a experiencia reciente que establezca dicho Estado”. Sin
embargo, el mismo texto agrega que la evaluación médica tendrá una validez acotada en
el tiempo a partir de la fecha del reconocimiento médico, estableciendo diferentes
plazos según la licencia de que se trate, siendo los períodos más extensos para el
personal de tierra y pilotos de aeronaves de uso no comercial, y más breves para pilotos
comerciales (párrafo 1.2.5.2).
El mismo Anexo imparte también las reglas básicas que los Estados deben aplicar como
método de convalidación de licencias, sin perjuicio de otras condiciones que puedan
establecer en sus reglamentaciones internas. De este marco, hemos seleccionado los
siguientes criterios:
1) Cuando un Estado contratante convalide una licencia extranjera hará constar la
convalidación mediante autorización apropiada que deberá acompañar a la
licencia extranjera y reconocerá a ésta como equivalente a las por él otorgadas
2) Cuando un Estado restrinja la autorización a atribuciones específicas, en la
autorización se precisarán las atribuciones de la licencia que se aceptarán como
equivalentes
3) La validez de la autorización no podrá exceder el plazo de validez de la licencia
extranjera
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Siguiendo los términos del Anexo 1, la habilitación se define como “la autorización
inscrita en una licencia o asociada con ella, y de la cual forma parte, en la que se
especifican condiciones especiales, atribuciones o restricciones referentes a dicha
licencia”.
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Una vez más debemos recordar que las normas y métodos recomendados que se
contienen en los Anexos al Convenio de Chicago constituyen la exigencia mínima que
23
Morillas Jarillo, Mª José; Petit-Lavall, Mª Victoria, y Guerrero Lebrón, Mª Jesús. “Derecho Aéreo y del
Espacio”. Marcial Pons. Madrid, 2014. Pág. 293.
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todo Estado debería cumplir para garantizar condiciones de seguridad aeronáutica, pero
nada impide que los países consideren en su normativa local condiciones más exigentes
o de mayor detalle que no se opongan a los criterios esenciales del respectivo Anexo.
Así, si bien el Anexo 1 no incluye por ejemplo la licencia de tripulantes de cabina o de
ingenieros aeronáuticos, algunos Estados las imponen a través de sus reglamentos
nacionales.
Sin embargo, dentro de todas las categorías reseñadas, existe una figura especial que va
más allá de la especialidad técnica y del desempeño en función del vuelo o el
desplazamiento de la aeronave. Se trata del comandante de aeronave, personaje al que el
Derecho ha dedicado sus mayores esfuerzos regulatorios y que, por lo mismo, es sin
duda la más atractiva desde un punto de vista jurídico internacional. En efecto, la
relevancia de su rol y las consecuencias de su actuación han motivado a la comunidad
aeronáutica internacional a diseñar un estatuto jurídico ad hoc para sus atribuciones.
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Pero la regulación del Anexo 1 no refleja a cabalidad los rasgos distintivos de quien nos
ocupa, ya que se limita la constatación de sus atributos técnicos que serán objeto de
certificación mediante una licencia aeronáutica, pero elude hacerse cargo de su
condición de autoridad a bordo, la que tiene su origen en la designación hecha por el
explotador. Advirtiendo esta insuficiencia, Tapia Salinas identifica las siguientes
características centrales del comandante: a) la complejidad de su rol, dada la cantidad y
heterogeneidad de sus funciones; b) el carácter técnico de sus actividades, las que
requieren una preparación altamente especializada; c) la profesionalidad de su
actuación, pues su papel va más allá de una simple función y aparece como un cargo de
autoridad y representación de terceros, y c) la singularidad de su figura, no comparable
a otros actores dotados de potestad jerárquica, ni siquiera al capitán de barco.
Por nuestra parte, agregaríamos que se trata de una figura única, ya que no puede haber
más de un comandante a bordo de la aeronave y su calidad no desaparece por el hecho
de apartarse de los controles técnicos de ella. En efecto, el Anexo 2 en su párrafo 2.3.1
señala que “el piloto al mando de la aeronave, manipule o no los mandos, será
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24
Knauth, Arnold W. “The Aircraft Commander in International Law”. Journal of Air Law & Commerce.
Vol.14 157 (1947). https://scholar.smu.edu/jalc/vol14/iss2/3
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6) Debería estar facultado para acudir ante los cónsules de cualquier país cuyos
nacionales manifiesten interés en la aeronave, sus pasajeros o su carga
7) Nacimientos y defunciones a bordo deberían ser debidamente registrados e
informados por el comandante
8) El tratado que se propone no debería referirse a las competencias necesarias para
desempeñar el puesto, lo cual debería quedar en manos de la OACI o las
legislaciones nacionales
9) El tratado propuesto se aplicaría a vuelos internacionales de aeronaves
registradas en un Estado que lo haya ratificado o adherido a él, o cuyo dueño es
un nacional de dicho Estado
10) El tratado no sería aplicable a aeronaves militares, de aduanas o de policía.
Como hemos dicho, el emprendimiento de Garnault y otros no cuajó en un convenio
internacional, por lo que hasta la fecha no existe un texto jurídico universal que
sistematice en forma exclusiva las atribuciones del comandante.
Por lo anterior, podemos afirmar que en la actualidad el marco jurídico del comandante
está conformado, además de las disposiciones del Convenio de Chicago y sus Anexos
que le resulten aplicables, y de las leyes y reglamentos de cada Estado que sean
pertinentes, por el Convenio sobre las Infracciones y Ciertos Otros Actos Cometidos a
Bordo de las Aeronaves, instrumento internacional este último suscrito en Tokio el año
de 1963 (Convenio de Tokio) y por las disposiciones del Convenio sobre Represión del
Apoderamiento Ilícito de Aeronaves, suscrito en La Haya en 1970.
A partir de lo dicho, podemos enumerar entre otras las siguientes facultades y deberes
del comandante de aeronave:
1. Cerciorarse de la aptitud técnica de la aeronave para la operación de que se trate.
Esto incluye la verificación de los documentos de abordo y certificados
exigibles; recabar la conformidad del mantenimiento y los informes
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8. Adoptar durante la operación todas las medidas que considere necesarias para la
seguridad de la aeronave, los pasajeros y la carga. Esto comprende la
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11. Asistir durante la operación a otras aeronaves que puedan encontrarse en peligro,
siempre que ello no signifique riesgo para la suya.
12. Comunicar al explotador, en cuanto ello sea posible, las medidas y decisiones
que adopte en ejecución de sus atribuciones.
13. Denunciar a las autoridades los delitos, faltas o irregularidades de que tome
conocimiento y entregarles a los presuntos responsables junto con las
pruebas e informes que se encuentren en su poder. Asimismo, tiene la
obligación de notificar a la autoridad más próxima y por el medio más rápido
de que disponga, cualquier accidente con resultado de muerte, lesiones o
daños a la propiedad o a la aeronave. En caso de fallecimiento a bordo,
deberá entregar a las autoridades los restos del difunto y sus pertenencias.
14. Dejar constancia en el libro de a bordo de las decisiones que adopte y sus
fundamentos, y todo hecho relevante acaecido durante la operación.
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25
Diederiks-Vershoor, I.H.Ph. “An Introduction to Air Law”. Wolters Kluwers, 2012. Pág. 268.
26
El Anexo 17 al Convenio de Chicago define a estos agentes como: “Persona autorizada por el
gobierno del Estado del explotador y el gobierno del Estado de matrícula para ir en una aeronave con el
propósito de protegerla y proteger a sus ocupantes contra actos de interferencia ilícita”.
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razones fundadas para creer que tales medidas son urgentes a fin de proteger la
seguridad de la aeronave o de las personas en la misma de un acto de interferencia ilícita
y, si el acuerdo o arreglo lo permite, de la comisión de infracciones graves.
Lo anterior constituye una innovación radical en lo que hasta ahora se concebía como el
rol del piloto al mando de la aeronave, pues se admite que un funcionario distinto de él
y ajeno a la aerolínea adopte por iniciativa propia medidas de fuerza en determinados
casos. Algunos autores han cuestionado esta reforma por debilitar la autoridad del
comandante como único y máximo poder a bordo de una aeronave27.
Por otra parte, desde el punto de vista de la materialidad de sus acciones vemos que el
radio de acción del comandante se extiende a la aeronave, las personas y las cosas
situadas en su interior, con atribuciones que comprenden obligaciones perentorias y
facultades discrecionales.
27
Véase por ejemplo el artículo de Alvaro Lisboa Montt “Modificación del Convenio sobre las
infracciones y ciertos otros actos cometidos a bordo de las aeronaves (Tokio 1963). Progresos e
inconvenientes”, en CEDAE on line: https://cedaeonline.com.ar/2014/11/02/modificacion-del-convenio-
sobre-las-infracciones-y-ciertos-otros-actos-cometidos-a-bordo-de-las-aeronaves-tokio-1963-progresos-e-
inconvenientes/
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28
https://www.airlines.iata.org/data/in-numbers-world-air-transport-statistics-2019
29
https://www.airlines.iata.org/news/wats-44bn-traveled-by-air-in-2018%C2%A0
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Buena parte de estos resultados se deben a la capacidad de las aerolíneas para adaptarse
a las condiciones del mercado y a las necesidades de los usuarios, introduciendo
innovaciones en sus prácticas comerciales y contractuales para, por ejemplo, optimizar
el uso de sus flotas, diseñar nuevos modelos de negocios y diversificar su oferta y
estructura tarifaria. En este contexto, no puede negarse la contribución revolucionaria
que ha significado la irrupción del modelo de bajo coste o low cost, cuyo aporte al
mercado de transporte de pasajeros únicamente en Europa se estimaba ya en 2016
superior a un 20% del total transportado en ese continente30.
En efecto, las cifras muestran que al año 2016, las aerolíneas de bajo costo
representaban aproximadamente el 25,5 % de los asientos disponibles en vuelos en todo
el mundo, siendo Europa la región que representa hasta hoy la mayor parte del mercado
de operadores de bajo coste. En 1992 este continente consolida el proceso de
liberalización de su mercado de transporte aéreo a través de la creación del Single
European Aviation Market. El estímulo al mercado proveniente de esta política generó
el rápido desarrollo de aerolíneas de bajo coste, creciendo su presencia en el mercado
desde un 1,4% en 1996 a más de un 20% en 2003.
30
Annual Analyses of the EU Air Transport Market 201. Final Report.
https://ec.europa.eu/transport/sites/transport/files/2016_eu_air_transport_industry_analyses_report.pdf
31
https://store.globaldata.com/report/gdtt0141mi--global-low-cost-airlines-market-market-overview-and-
insights-for-low-cost-airlines-to-2023/#product-1846499
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Entre las empresas aéreas que han liderado esta modalidad es común mencionar a la
irlandesa Ryanair; las norteamericanas Southwest y Jet Blue; la india IndiGo; la
australiana Jetstar; la húngara Wizzair; la malaya Air Asia, entre muchas otras.
32
Para una reseña histórica del modelo de bajo coste, véase el artículo “Origen y perspectivas de las
líneas aéreas low cost” de Cintia Yaryura, en Liber Amicorum en Honor a la Dra. Ángela Marina Donato,
editado por ALADA en 2014. Págs. 389-415.
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Andando el tiempo y con la aplicación del modelo en diferentes países con culturas,
geografías y economías diversas, los elementos clásicos que lo caracterizaron en su
nacimiento van experimentando, como es obvio, algunas variaciones. Así, comienzan a
agregarse nuevos caracteres, como por ejemplo los siguientes:
la incorporación de la venta de comidas a bordo
la aplicación de la tecnología para comercializar tickets on line y el uso de e-
ticketing, con la consiguiente supresión de las oficinas de venta de pasajes
la eliminación del entretenimiento a bordo
la exclusión del servicio de transporte de carga
la inclusión de vuelos en los extremos horarios del día (de madrugada y al
anochecer) para evitar los horarios de congestionamiento aeroportuario, que
provoca retrasos, aprovechando así tarifas aeroportuarias más reducidas
la separación de tramos de un mismo viaje, permitiendo al pasajero adquirir sólo
el tramo de ida o el de regreso independientemente
un programa agresivo de compra a futuro de combustible (fuel hedging)
el uso de escalas salariales más bajas
la reducción al mínimo del personal de cabina
condiciones flexibles de trabajo para el personal y bajo nivel de sindicalización.
Con todo, la mayoría de los rasgos introducidos en un inicio sigue siendo identificada
como la esencia de esta modalidad (el así llamado “paradigma Southwest”) y que
básicamente consiste en la desagregación de los servicios anexos al transporte mismo
(los denominados “ancillary services”) y su cobro por separado en la medida que el
pasajero decida utilizarlos.
33
Sobre este tema véase por ejemplo el interesante artículo “Airline Revenue Management: An Overview
of OR Techniques 1982-2001” de Kevin Pak y Nanda Piersma, de la Universidad de Ámsterdam,
disponible en https://www.researchgate.net/publication/4781132_Airline_Revenue_Management
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totalmente que el modelo de bajo coste traiga aparejado algún tipo de debilidad para la
seguridad de vuelo.
Aclarado lo anterior y teniendo presente los elementos que desde sus inicios han
caracterizado al modelo en cuestión, es también necesario evaluar las condiciones que
un determinado mercado debe ofrecer para propiciar un mejor desarrollo y proliferación
de esta modalidad comercial. Nos referimos, por ejemplo, a las condiciones
regulatorias, políticas, económicas e institucionales que favorecen la entrada de nuevos
oferentes, nacionales o extranjeros.
34
En Argentina, por ejemplo, el Artículo 42º de la Ley N° 19.030 establecía tarifas mínimas para el
transporte aéreo, orientadas a no perjudicar al transporte interurbano terrestre. Dicha norma debió ser
modificada para favorecer la entrada de operadores de bajo coste al mercado argentino.
35
Francis, Graham; Humpheys, Ian; Ison, Stephen y Aicken, Michelle. “Where next for low cost airlines?
A spatial and temporal comparative study”. En “Low Cost Carriers. Emergence, Expantion and
Revolution” editado por Lucy Budd y Stephen Ison. Ashgate Publishing. Dorchester, 2014.
36
A este respecto, suelen destacarse los emprendimientos y el compromiso de empresarios como Herb
Kelleher, fundador de Southwest Airlines; Richard Branson, creador de Virgin Atlantic Airways; Tony
Ryan, padre de Ryanair, y Bill Franke, impulsor del grupo Indigo Partners, propietario de las aerolíneas
Frontier, Wizzair, JetSmart y Volaris.
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chileno, australiano o brasileño por citar algunos ejemplos, el modelo supo adaptarse a
esta situación y ofrecer variantes que han resultado exitosas.
Del mismo modo, y aunque en su origen no era concebible la aplicación del esquema
low cost a largas distancias internacionales, hoy en día es posible encontrar operaciones
long haul como por ejemplo las de las compañías Norwegian Air Shuttle o Level, esta
última empresa filial del Grupo IAG.
Otra evidencia que puede constatarse al momento de analizar los elementos que
caracterizan a este modelo de explotación comercial, es que dichos rasgos no sólo son
típicos de las empresas de bajo coste, sino que los operadores tradicionales han
incorporado muchos de ellos dentro de su propio modelo, sin alterar la naturaleza de su
diseño empresarial, combinándolos con su marco habitual de comercialización y oferta
de servicios, para crear segmentos de tarifas especiales.
Ello, porque este tipo de compañías posee diferentes necesidades que las denominadas
legacy carriers u operadores tradicionales, por lo que, en general, no buscan terminales
de grandes dimensiones o instalaciones sofisticada y alta disponibilidad de servicios,
sino más bien aeropuertos simples y terminales sin lujos, que abaraten su operación.
Luego, para atraer y favorecer el desarrollo de un modelo de bajo coste, es funda mental
que la infraestructura existente o los proyectos en desarrollo contemplen facilidades que
se ajusten a esta nueva clase de operadores, de modo que su modelo sea sostenible en el
país de que se trate.
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Así, por ejemplo, una aerolínea low cost tenderá a no utilizar puentes de embarque, sino
más bien buses de acercamiento o incluso posiciones de estacionamiento remotas que
permitan el desplazamiento de sus pasajeros a pie por la plataforma.
En igual sentido, las aerolíneas que explotan este modelo prefieren operar en horarios
que no son los habituales y de mayor congestión, como en la noche y de madrugada, lo
que requiere la disponibilidad de servicios y personal de manera continua en los
aeródromos.
Por otra parte, el financiamiento de los sistemas aeronáuticos nacionales suele descansar
en gran medida en la recaudación de tasas, cargos, derechos e impuestos aeronáuticos
que los operadores pagan al Estado a cambio de la prestación por parte de éste de los
servicios que se entregan con fines de seguridad de la navegación aérea. El producto de
estos cobros constituye una importante fuente de recaudación para el Estado y,
conforme a las recomendaciones de la OACI, debería servir para sustentar los gastos y
ser reinvertido en la mantención de la red aeroportuaria, la red de ayudas a la
navegación aérea, la tecnología y equipamiento de seguridad, el personal especializado,
etc.
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Las tasas aeronáuticas que pagan los operadores aéreos se cobran por servicios tales
como aterrizaje, estacionamiento, iluminación, ILS, servicios de ayuda y protección en
ruta, etc., en tanto que los pasajeros están habitualmente afectos a un derecho por el uso
de las instalaciones, servicios y facilidades de los terminales aéreos, por la provisión de
seguridad aeroportuaria o, en algunos países, como apoyo al turismo.
Teniendo presente que el modelo low cost se caracteriza por ofrecer tarifas
inusualmente bajas, el precio de las tasas aeronáuticas y otros cargos aeroportuarios
adquiere especial relevancia, tanto en los servicios que se brindan a las aeronaves como
en los cobros formulados al pasajero. En lo primero, resulta útil la existencia de cobros
diferenciados por horarios y por uso efectivo. En lo segundo, es relevante atender al
costo total del viaje para el pasajero, el que se verá impactado por la correlación entre
tarifa y tasa de embarque.
En este sentido, por ejemplo, desfavorece al desarrollo del modelo de bajo coste el
hecho de recargar las tasas aeronáuticas con otros cobros ajenos a la estricta utilización
de instalaciones y servicios, como ocurre con ciertos impuestos para fines externos a la
aviación. Si bien a primera vista es evidente pensar que la recaudación estatal se vería
mermada con una decisión de esa naturaleza, es indispensable tener presente que el
incentivo al aumento de operaciones que ello traería compensará dicha merma con un
incremento del total recaudado.
Más allá de las rebajas o disminuciones en las tasas, cargos o impuestos aeroportuarios,
una alternativa que las autoridades podrían manejar para favorecer la entrada y
desarrollo del modelo de bajo coste, dentro del marco que sus respectivas leyes les
permitan, es la creación de tasas diferenciadas por variados factores, como por ejemplo
la aplicación de tasas gradualmente crecientes según la distancia entre los puntos de
origen y destino, o según el tipo de aeródromo, o tal vez la aplicación de recargos
especiales por el uso de los aeropuertos principales o de los horarios más demandados.
La experiencia muestra que la implementación de este tipo de herramientas de gestión
de cobros permite compensar en el mediano plazo la merma en ingresos directos con el
incremento en el número de operaciones y la irrupción de nuevos operadores.
En el mismo orden de ideas, es un hecho que la mayoría de los aeródromos suelen estar
situados en lugares un tanto alejados de los centros urbanos y ello resulta totalmente
razonable dadas las condiciones de seguridad y protección que su funcionamiento
demanda. Si bien la expansión urbana ha acercado los terminales a las ciudades, nunca
debería ser tanta esa cercanía como para poner en riesgo la subsistencia de los recintos
aeronáuticos. Hemos dicho que las bajas tarifas ofrecidas por los operadores de bajo
coste dejan al descubierto los montos de otros servicios asociados al transporte aéreo y
que, producto de dichas rebajas, comienzan a verse excesivamente altos. Así como
ocurre con las tasas, el precio del traslado hacia y desde los aeropuertos es un elemento
que forma parte de la experiencia y costo total del viaje.
El costo total del viaje para un pasajero aéreo incluye a lo menos tres variables: el
billete de pasaje aéreo; las tasas de embarque y los traslados desde y hacia los
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aeródromos. Esta última variable cobra especial relevancia, pues en muchos casos tiene
importante peso en el costo del viaje, lo que obliga a considerar la disponibilidad de
medios baratos de transporte público entre las ciudades y los terminales, así como
también generar complementación entre transporte aéreo y el terrestre, produciendo las
conexiones necesarias para acceder a otros puntos dentro del territorio.
Otras barreras que afrontar para promover el modelo bajo coste se vinculan a la relación
con el consumidor. Tal como reseñamos al inicio, este modelo posee ciertas
características definidas y estandarizadas entre las empresas que lo aplican. De ellas,
varias afectan directamente al pasajero y, así como se obtiene una tarifa muy
económica, también se debe estar dispuesto a sacrificar ciertas comodidades y
beneficios que son comunes en el modelo legacy, pero no en el de bajo costo.
En este sentido, el pasajero debe estar consciente, por ejemplo, de que la relación con la
aerolínea será virtual y no presencial, debiendo realizar todos los trámites por vía
electrónica y con limitaciones en la posibilidad de efectuar cambios de pasajes.
Igualmente, es necesario saber que habrá restricciones para el transporte de equipaje,
habitualmente reducido a una pieza pequeña, y que todo exceso por sobre ello será
cobrado aparte. Asimismo, a bordo del avión no habrá distinciones de clase, los
servicios de catering, entretenimiento y otros serán cobrados aparte; los asientos no
serán intercambiables ni previamente asignados; tendrán menor separación entre ellos37
y, posiblemente, ni siquiera se reclinen.
Siendo este el escenario, las posibilidades de quejas, reclamos y demandas por quienes
entiendan que todas estas características propias del modelo constituyen incumplimiento
de derechos mínimos del pasajero, crecerán sostenidamente. Para evitarlo se requiere un
esfuerzo de información, transparencia y difusión por parte de las mismas compañías y
de las autoridades. Disponer por todos los medios disponibles de información suficiente,
oportuna y veraz, especialmente sobre el hecho de que el modelo se basa en el pago
separado y opcional de todo servicio adicional al transporte resulta fundamental para su
adecuada comprensión y para prevenir el aumento de la conflictividad.
37
Se sostiene que en el modelo A-320, el más utilizado por las compañías low cost, se llega a tener hasta
186 asientos, en lugar de los 168 con que está diseñado, y que la separación se reduce de 84 cm. a sólo 74
cm.
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establecer como derechos del pasajero muchas de las condiciones que los modelos
tradicionales nos tienen acostumbrados a recibir.
Pero sin perjuicio de lo anterior, las empresas deben tener presente el mismo propósito
de transparencia a la hora de comunicar al público las restricciones asociadas a su
producto, especialmente en cuanto al precio final del vuelo, es decir, explicitando todos
los cargos que se suman a la tarifa o precio del pasaje. Del mismo modo, se debe
informar de manera detallada los servicios ofrecidos y su costo específico. Hay aquí un
desafío para el Derecho del consumidor y su aplicación al transporte aéreo, siendo
fundamental el rol orientador de las autoridades, pero también el rol fiscalizador de las
mismas.
Otros desafíos que ponen a prueba este modelo de gestión comercial se refieren a
circunstancias que afectan al transporte aéreo en general, pero que pueden golpear de
manera más intensa a las empresas de bajo coste, como por ejemplo la escasez de
pilotos, las estrictas regulaciones sobre seguridad y el aumento del precio del petróleo.
Como conclusión y rescatando los aspectos innovadores del modelo de bajo coste que
han beneficiado a la industria aeronáutica a nivel mundial, debemos destacar su aporte a
la democratización del transporte aéreo, haciendo posible que se incorporen más
personas a este medio, alzándose en muchos mercados como competidora directa del
transporte terrestre y ferroviario, más que del modelo legacy.
Sin embargo, estas empresas han contribuido también a profundizar los niveles de
competencia, diversificando la oferta de servicios para distintos tipos de consumidores y
forzando a las compañías tradicionales a modificar sus modelos de negocio. En este
sentido, uno de los riesgos a enfrentar es el exceso de competencia, que obligará a los
operadores a diferenciarse para seguir siendo competitivos en el mercado.
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