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LA DIABLADA PUNEÑA

Danza originaria de la región del altiplano sudamericano. En


el Perú es la Región Puno donde se ha desarrollado de
manera importante. Sobre su origen coinciden en que se
originó en la ciudad de Juli (Provincia de Chucuito - Región
Puno) en las representaciones teatrales que promovían los
padres jesuitas ubicados en esta parte del Perú, dado que
en el año de 1577, los jesuitas establecieron 4 iglesias en
Juli: San Pedro, Santa Cruz, Asunción y San Juan Bautista; una para cada ayllu (comunidad
campesina) de Juli y es allí que en los días festivos, se hacían la representación de los actos
sacramentales y de los siete pecados capitales con la presentación de personajes que danzaban
con máscaras de diablos, esto con la finalidad de cristianizar a los habitantes de la zona, puesto
que los habitantes de la zona no sabían leer ni escribir y una forma de cristianizar era
realizando teatralizaciones.

Actualmente la Diablada ha sufrido diversas modificaciones, sobre todo coreográficas, pues


antes se bailaba en grupo de dos filas y al ritmo del sicuri (música producida por zampoñas y
tambores), actualmente se danza a los acordes de una banda de músicos con instrumentos
contemporáneos. Durante el desenvolvimiento de la danza los danzarines se desplazan con
bastante agilidad, dando espectaculares saltos, movimientos feroces, lanzando sordos gruñidos
y carcajadas infernales.

Vestuario: Algo que caracteriza a la diablada puneña es que en sus trajes se expresa la estética
de las diversas comunidades indígenas, ibéricas y africanas que conviven y dan sentido a la
realidad multicultural y mestiza que caracteriza al Perú.

El bien está simbolizado en el personaje de San Miguel Arcángel y el mal por los diablos que
representan los siete pecados capitales. En cuanto a las máscaras, estas representan los
diversos elementos de la cosmovisión andina y la religión católica. Además, tienen gran influencia
oriental, en ellas se refleja la mitología de la vieja China.

Los trajes son muy lujosos y lleva bordados de oro, plata y pedrerías. Destacan los caporales con
vestuarios que superan los 30 kilos, así como los diablos menores y las chinas diablas. Asimismo,
cuentan con elementos de la religión católica, así como de la cultura Tiahuanaco.
EL FESTEJO
El festejo fue creado por los habitantes negros que
fueron traídos a Lima como esclavos desde África (el
Congo, Angola, y Mozambique), Durante el siglo XVII
por los conquistadores españoles para realizar faenas
agrícolas, aunque cabe resaltar que el objetivo era el
trabajo en las minas debido a su físico robusto; sin
embargo, el clima frio de la sierra era adverso para
ellos alegándolos al trabajo de campo y doméstico. Es
así como su letra narra las costumbres, alegrías,
penas y sufrimientos de la raza negra de aquel entonces.

Para el acompañamiento musical, originalmente se usó tambores de parche sobre madera o


botijas de arcilla calabazas, la maraca, cencerro de madera, tablitas, siendo enriquecido con el
correr de los años con instrumentos como el cajón de madera, de origen afroperuano sobre el
cual se sienta el musico y ejecuta el ritmo típico usando sus dedos y palmas de sus manos,
también se acompaña con la guitarra, la quijada de burro y las palmas de los espectadores. La
música se desenvuelve siguiendo un compás de notas en cuatro por Cuatro, el ritmo es
continuado y estéticamente sensual, esto se logra mediante golpes de cajón y la quijada de
burro, cajita, agregándole últimamente las congas y el bongo.

Vestuario: El uso de la vestimenta se torna discutible en algunos casos, sin embargo, algunos
conjuntos utilizan la vestimenta propia de los negros esclavos en las que se aprecia la influencia
africana; mientras en otro y que lo más generalizados, utilizan trajes propios del siglo XIX que
consiste en camisa y pantalón con unas blondas en el botapié y un pañuelo a la cintura, camisones
de manga ancha y chaleco, no usan calzado.

Las mujeres utilizan en muchos casos una pañoleta amarrada a la cabeza, algunas ya no la usan;
vestido o falda de colores y muy amplia, fustanes largos de color blanco, tampoco usan calzado.
LA DANZA DE LAS TIJERAS
Considerada una de las expresiones artísticas de mayor exigencia física y
dueña de un aura mística singular, la Danza de Tijeras es un baile ancestral
andino. En 1995 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación y en 2010
fue inscrita en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de
la Humanidad de la Unesco. La Danza de Tijeras es un baile ritual cuyo origen se remonta a la
civilización chanka, que rivalizó con los incas en el siglo XV y se extendió por la cordillera andina
central del Perú, en las actuales regiones Huancavelica, Ayacucho y Apurímac.

Esta danza forma parte de la identidad de estas regiones y ayer cobró protagonismo al
participar un grupo de danzantes en la ceremonia de juramentación simbólica del presidente
Pedro Castillo celebra en la Pampa de Ayacucho.

Los intérpretes de esta ancestral danza sostienen que descienden de los "tusuq laykas" que eran
sacerdotes, adivinos y curanderos prehispánicos. Durante la época colonial fueron conocidos
como "supaypa wawan" o hijos del demonio, por lo que fueron perseguidos por la iglesia católica y
las autoridades españolas de entonces. Ello los obligó a refugiarse en las zonas altoandinas.

Con el paso del tiempo, los colonizadores aceptaron que volvieran a danzar, pero
condicionándolos a rendir tributo a Jesús y a los santos. Así se iniciaría la tradición de ejecutar
esta danza en las fiestas patronales.

Danza competitiva: La Danza de Tijeras se expresa como una competencia y su ejecución


coincide con fases importantes del calendario agrícola. Debe su nombre a las dos hojas de metal
pulimentado, parecidas a las de una tijera, que los bailarines blanden en su mano derecha.

Se ejecuta en cuadrillas y cada una de ellas –formada por un bailarín, un arpista y un violinista–
representa a una comunidad o un pueblo determinado. Para interpretar la danza se ponen frente
a frente las cuadrillas de bailarines, quienes al ritmo de las melodías interpretadas por los
músicos que les acompañan, tienen que entrechocar las hojas de metal y librar un duelo
coreográfico de pasos de danza, acrobacias y movimientos cada vez más difíciles.

Ese duelo entre los bailarines, llamado “Atipanakuy” en quechua, puede durar varias horas, y los
criterios para determinar quién es el vencedor son la destreza física y las coreografías de los
ejecutantes y la calidad interpretativa de los músicos que acompañan la danza.

Los bailarines, que llevan atuendos bordados con franjas doradas, lentejuelas y espejitos, tienen
prohibido ingresar a las iglesias con esta indumentaria porque sus capacidades, según la
tradición, son "fruto de un pacto con el demonio". Esto no ha impedido que la danza de las
tijeras se haya convertido en un componente apreciado de las festividades católicas.

Los conocimientos físicos y espirituales implícitos en la danza se transmiten oralmente de


maestros a alumnos, y cada cuadrilla de bailarines y músicos constituye un motivo de orgullo
para los pueblos de los que provienen.

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