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Unidad 04
Unidad 04
Uno de los factores más importantes que se deben considerar por su influencia
en las interacciones de los individuos con deficiencia mental, es su identidad
estigmatizada. Las personas, con o sin deficiencia, procuran mostrarse como individuos
capaces de satisfacer los requerimientos o expectativas de quienes intervienen en las
relaciones sociales de las que forman parte; es decir, como miembros útiles para la
sociedad. Sin embargo, el problema de aparentar un comportamiento competente se
vuelve en particular difícil para quienes han sido ubicados por la sociedad en un nivel
especial, sólo por lo que consideran su incompetencia. Prácticamente, toda interacción
social en que participan es afectada por la conciencia del estigma atado a su necesidad
especial y a los intentos por disfrazarla o negarla. Estos individuos a menudo tienen una
agenda oculta en sus interacciones. No sólo tratan de transmitir información, hacer
preguntas o participar en la conversación, sino que también tratan de proteger su
autoestima al demostrar que son capaces o al tratar de disfrazar su incompetencia
(Kernan y Sabsay, 1993, p.145).
Introducción
Forness y Kavale (1984) sostienen que la educación de las personas con
deficiencia mental ha servido históricamente como un catalizador para la solución de
aspectos cruciales de la educación especial. A través de los esfuerzos de padres y
profesionales que han trabajado con individuos con deficiencia mental, han surgido
temas como: educación de cero rechazos, intervención temprana, uso incorrecto de las
pruebas de inteligencia, efectos peyorativos de la etiquetación, eficacia de las clases
especiales, inclusión y participación de los padres en la ubicación de los alumnos
dentro de la educación especial.
El número de alumnos con deficiencia mental que se atiende en escuelas
públicas de Estados Unidos ha decrecido desde el año escolar 1976-1977 hasta 1993-
1994, en 37.69%; lo que equivale a 308 611 alumnos (Departamento de Educación de
Estados Unidos, 1995 ). En el ciclo de 1993-1994, la deficiencia mental, que representó
11.6% del total de alumnos con NEE, ocupó el tercer lugar en esta clasificación,
después de los problemas de aprendizaje, y los de habla y lenguaje. En contraste, entre
1976 y 1977, constituyeron el 24.9% del total de alumnos con NEE, colocándose en
segundo lugar, sólo después de los aprendices con problemas de habla y lenguaje.
En 1989 se atendió en Estados Unidos a casi medio millón de estudiantes con
deficiencia mental en programas de educación especial (Departamento de Educación
de Estados Unidos, 1990). Cerca del 96% de estos estudiantes fueron clasificados
como con deficiencia mental leve o moderada (Baroff, 1986), que es el tema de este
capítulo; el 4% restante se consideró como con deficiencia mental severa o profunda,
tema que se aborda en el capítulo 16 “Alumnos con NEE severas o múltiples”.
De acuerdo con Grossman (1983), la prevalencia de la deficiencia mental en
Estados Unidos es del 3%, aunque los estimados oscilan entre el 1% y el 3%. La
disminución del número de alumnos identificados como con deficiencia mental puede
deberse a la reclasificación de algunos de los niños que habían sido atendidos como
deficientes mentales y que ahora son considerados como con problemas de
aprendizaje o trastornos del desarrollo. Además, los criterios para la identificación de la
deficiencia mental se han vuelto más excluyentes desde que el punto de corte en el
coeficiente intelectual se redujo a 70 en 1973, y se agregó el requisito adicional de
presencia de déficit en conducta adaptativa, en 1983. También puede haber contribuido
a su disminución el énfasis en una evaluación más adecuada de los niños provenientes
de culturas diferentes. No obstante, los estudiantes afroamericanos siguen
representados de manera excesiva entre las personas diagnosticadas como con
deficiencia mental. A pesar de que sólo 16% de la población estudiantil en Estados
Unidos corresponde a los afroamericanos, 34% de los atendidos en los programas para
alumnos con deficiencia mental pertenece a este grupo (Office of Civil Rights, 1992).
Los aprendices con deficiencia mental reciben atención en distintos escenarios
educativos, entre los que se encuentran: las clases de educación general (7.1%), las
aulas de recursos (26.8%), clases separadas (56.8%), escuelas especiales (7.9%),
centros residenciales, hogar y hospitales (1.4%) (Departamento de Educación de
Estados Unidos, 1995).
Objetivo uno
Describir las características personales de los aprendices con deficiencia mental
leve o moderada.
Características personales
Etiología
La etiología (estudio de las causas) de la deficiencia mental comprende distintos
factores, algunos de los cuales se consideran como la causa única o suficiente de la
NEE. Entre los posibles motivos de deficiencia mental, se encuentran los siguientes
(Smith y Luckasson, 1992):
• factores biológicos
• infecciones e intoxicaciones (toxinas)
• lesiones
• factores socioeconómicos y ambientales
Características
Entre las formas en que difieren de sus compañeros los alumnos con deficiencia
mental, están las habilidades cognitivas, de lenguaje y de comportamiento social. Estos
factores repercuten en el juicio social; en el desarrollo del desamparo aprendido; en la
persistencia en el uso de estrategias ineficaces; en su autoconcepto, y en la transición.
Habilidades cognitivas. Tal vez las características más fácilmente reconocibles
en los aprendices con deficiencia mental leve o moderada son las relacionadas con las
habilidades cognitivas. El procesamiento de la información puede ser menos
automático, y presentar problemas en su integración o generalización (Ashman, 1983).
Cuando se requiere de niveles de procesamiento cognitivo más profundos, los
aprendices con deficiencia mental leve o moderada se vuelven cada vez más lentos
(Shultz, 1983); asimismo, cuanto más severa es su deficiencia, más tiempo y energía
necesitan para interpretar y procesar la información.
Fenilcetonuria: ejemplo de una intervención temprana exitosa
La fenilcetonuria es una anomalía autosómica, recesiva y congénita del metabolismo.
Los niños con fenilcetonuria por lo general son normales al nacer, ya que los nutrientes que han
consumido hasta entonces han sido metabolizados a través del cordón umbilical. La prueba de
sangre universal que se hace entre las primeras 24 y 48 horas después del nacimiento permite
diagnosticar el problema y comenzar el tratamiento. En caso de observar la presencia de
fenilcetonuria, se le da al bebé una dieta baja en fenilalanina, basada en una fórmula sintética
(la fenilalanina se encuentra en casi todas las proteínas) como único alimento.
Debido a que la fenilalanina es tóxica sólo para el tejido cerebral en desarrollo, el
tratamiento puede detenerse o disminuirse cuando el cerebro haya completado este proceso.
La práctica común es comenzar la alimentación normal del niño a la edad de ocho años,
aunque algunas investigaciones sugieren que seria conveniente prolongar el tratamiento. A
pesar de que la dieta puede evitar la deficiencia mental, los niños con fenilcetonuria pueden
tener problemas de aprendizaje, con trastornos particulares en la percepción (Brown,1986;
Brunner, Jordon y Berry,1983). Para los chicos sometidos a la dieta, el coeficiente intelectual
promedio en la edad adulta es de alrededor de 90; la deficiencia mental severa se presenta a la
edad de tres años, aproximadamente, en quienes no tuvieron tratamiento alguno.
Ellis y Wooldridge (1985) encontraron que los aprendices con deficiencia mental
retienen mejor las imágenes que las palabras al procesar información más abstracta y
compleja. Los problemas surgen cuando cambian de un modo de procesamiento a otro:
por ejemplo, de fotografías a texto, o de la palabra oral a la escrita. A menudo
presentan también dificultades para poner atención. Por ejemplo, Brooks y McCauley
(1984) establecen que su incapacidad para prestar suficiente atención a la tarea
durante un tiempo adecuado, puede dificultar aún más el desarrollo de habilidades
cognitivas.
Lenguaje
Beitchman y Peterson (1986) sugieren que muchos de los problemas de con-
ducta adaptativa de los alumnos con deficiencia mental pueden deberse a deficiencias
en el lenguaje y las estrategias de comunicación. Se ha encontrado que estos
aprendices se concentran más en los procesos formales y secuenciales del lenguaje
que los demás (Abbeduto y Nuccio, 1991).
Aunque los alumnos con deficiencia mental se desempeñan con eficacia en
contextos más sencillos, enfrentan más dificultades para mantener un tema de
conversación y otras habilidades pragmáticas cuando cambia el número de
participantes, de emisiones y el grado de adecuación de las respuestas de los
hablantes (Koetting y Rice, 1991). Además, tienen problemas para identificar el estado
emocional de las otras personas en situaciones y escenarios más complejos (Sternina,
1990); por ejemplo, pueden seguir sentados en el autobús junto a niños que se burlan
de ellos en forma constante.
En una investigación realizada con adultos con deficiencia mental leve y mode-
rada, Kernan y Sabsay (1993) hallaron que dentro de contexto, los individuos con
deficiencia mental comprendieron y contaron historias que en esencia, en cuanto a
estructura, eran iguales a las de las personas a quienes no se les había diagnosticado
ninguna NEE, y que pudieron identificar los principales puntos, juzgar la importancia de
la información, y hacer inferencias con base en su conocimiento previo relacionadas
con ellos. En consecuencia, Kernan y Sabsay sostienen que la comunicación de los
alumnos con deficiencia mental, cuando se comprende dentro del contexto de la
situación social en la que ocurre, a menudo demuestra sensibilidad y creatividad, que
de otro modo no se observaría.
Interacción social.
A pesar de la idea de que los individuos con deficiencia mental también tienen
“deficiencias en la inteligencia social” (Greenspan, 1979), a menudo comparten entre
ellos las siguientes cuatro “preocupaciones centrales”, que son una demostración de
sensibilidad social (Turner, 1983):
1. La necesidad de establecer relaciones de afiliación, de pertenencia, de tener
amigos, de relacionarse con fines amorosos.
2. El deseo de encontrar un refugio ante el predominio de las actitudes negativas,
etiquetas peyorativas y comparaciones sociales desfavorables por “ser
retrasado”, a través de su propio “rechazo de la desviación.”
3. La necesidad de armonía social y de solucionar conflictos.
4. El procurar evitar el aburrimiento y buscar algo de novedad y estimulación.
De acuerdo con lo planteado por Kernan y Sabsay (1993), además de estas
cuatro preocupaciones centrales, los aprendices con deficiencia mental carecen de
conocimiento y experiencia en ciertas áreas, como resultado de su NEE y de la actitud
de los demás ante la misma. Para enfrentarla, utilizan diversas estrategias. En términos
del rechazo de la desviación, o la negación de cualquier NEE, Kernan y Sabsay hablan
de la fabricación de normalidad; la cual consiste en la narración de historias
relacionadas con cualquier aspecto de la vida personal en las que el narrador asegura
haber tenido alguna experiencia, sin que en realidad la haya vivido. Las historias lo
presentan con una vida más normal y menos restrictiva de lo que es en realidad. Por
ejemplo, un individuo que vive en un hogar colectivo y recibe pocas visitas, puede tener
fotografías de “su esposa e hijos” en su billetera, y puede relatar lo que hizo la familia
en el fin de semana. Con frecuencia, la narración de estas historias se presenta
después de algún acontecimiento que haya dañado o amenazado la autoestima de
quien las cuenta. Por ejemplo, el narrador puede relatar historias en las que describe
las compras de Navidad, los villancicos y la abundancia de regalos después de haberse
quedado en su hogar colectivo durante las fiestas mientras los demás visitaban a sus
familias.
Graffam (1985) describe otro reto en la interacción social de los aprendices con
deficiencia mental. Él dice que cuando son adultos le dan poco crédito al concepto de la
casualidad o del accidente, así es que si ocurre un problema en sus relaciones sociales,
buscan un culpable, de manera que cuando explican un problema, por lo general hay
un “culpable”. Esta responsabilización, aunque a menudo es aceptada por sus
compañeros con deficiencia mental, es causa de tensión en sus interacciones con los
demás.
De acuerdo con Coffman y Harris (1980), los aprendices con deficiencia mental
muestran un “shock de transición” al enfrentarse a escenarios nuevos y desconocidos.
Este shock se caracteriza por una desorientación generalizada, regresión y tensión
emocional. El aprendiz puede presentar problemas para interpretar claves del entorno,
discrepancias de valor, sensaciones físicas y emocionales de insatisfacción, problemas
de ajuste y respuestas emocionales inadecuadas.
Las actividades de gran interés para la mayoría de los jóvenes ayudan al aprendizaje de
individuos con deficiencia mental.
Objetivo dos.
Conocer las formas de identificación y evaluación de los aprendices con
deficiencia mental leve y moderada.
Identificacióin y evaluación
McLean y Snyder-McLean (1988) describen cuatro rasgos críticos que son
relativamente consistentes en las distintas definiciones de deficiencia mental. Primero,
el problema es de desarrollo, es decir, no de un trauma inmediato, y se manifiesta a lo
largo del periodo de desarrollo. Segundo, el problema es “mental” en tanto que refleja
trastornos en el funcionamiento intelectual general. Tercero, la deficiencia mental es
penetrante, ya que afecta la habilidad del aprendiz para desempeñarse en todas las
esferas de actividad. Por último, la deficiencia mental sólo se define completamente
cuando se considera el desempeño adaptativo, incluyendo las conductas
independientes de autocuidado, el desarrollo del lenguaje, la autodirección y
socialización.
La definición de deficiencia mental utilizada en la Ley Pública 94-142 es la
adoptada de manera original por la Asociación Estadounidense para la Deficiencia
Mental (AAMR, por sus siglas en inglés) en 1973. Esta definición fue modificada en
1983 para darle un mayor énfasis a la conducta adaptativa. La AAMR volvió a revisarla
en 1993 con el propósito de aclarar y promover una comprensión general de la
deficiencia mental. De acuerdo con esta definición, la deficiencia mental “...se refiere a
limitaciones sustanciales en el desempeño actual. Se caracteriza por un rendimiento intelectual
significativamente por debajo del promedio, que existe de forma concurrente con limitaciones
relacionadas con dos o más de las siguientes áreas de aplicación de la habilidad adaptativa:
comunicación, autocuidado, convivencia en el hogar, habilidades sociales, participación en la
comunidad, autodirección, salud y seguridad, vida académica funcional, recreación y trabajo. La
deficiencia mental se manifiesta antes de los 18 años de edad.” (MR Express, 1993, p. 3)
Mi historia
John Angelo
Indiana, Pennsylvania
Tengo 21 años, me gradue de la escuela media superior de Indiana en junio de 1993. El
programa de mi escuela era de educación especial, pero yo estaba “integrado” a muchas
clases, tales como arte, gimnasia, salud, música, “El rincón del chef, “Matemáticas para
adolescentes”, “Por ti mismo” e “Inglés piloto”; también participé en cuatro musicales de la
escuela, en el coro y en el Club de animación; además, fui auxiliar en la Oficina de Orientación,
y el primer estudiante de educación especial en Indiana que participó tanto en las otras clases.
La educación especial fue buena para mí porque pude aprender más. Algunas de las
clases de educación regular se me dificultaron mucho. Una vez estuve en una clase regular de
historia, pero el libro era demasiado difícil de entender, tal vez con un libro más fácil, habría
podido quedarme en la clase.
Estuve en educación especial porque tengo síndrome de Down, lo que me dificulta
aprender algunas pero puedo leer muy bien, y eso es bueno. Me llevo muy bien con todos mis
maestros y los otros estudiantes. Cuando quiero hacer algo difícil, por lo general lo consigo
porque lo intento de veras.
Ahora tengo un empleo:, trabajo en Gatti's Pharmacy Services. Mi trabajo es bastante
complicado, pues -surto pedidos de medicinas para casas de asistencia, los empaco y los sello
con un aparato. También tiro cajas vidas y cartulinas; saco pastillas de las cajas y las pongo en
recipientes, algunas para destruidas y apara reciclarlas. Disfruto mi empleo y lo puedo hacer
porque realmente quiero y trato de hacer un buen trabajo.
Aparte de esto, soy voluntario en una casa de asistencia para ancianos, dirijo un equipo
de basquetbol, soy asistente voluntario en un equipo de futbol, y acólito y acomodador en la
iglesia, además, canto en el coro.
También me gusta jugar golf y otros; deportes, y; paso mucho tiempo con mis,
hermanos,, hermanas, sobrinos y sobrinas. Realmente disfruto mi vida.
Tomado de “A celebration of the Impact of the Individuals with Disabilities Educational
Act”, en The ARC 20 years of IDEA in America. Reproducido con la autorización del
editor y del autor.
Esta definición se basa en cuatro supuestos. Primero, la identificación de
aprendices con deficiencia mental debe sustentarse en una evaluación confiable, que
tome en cuenta su diversidad cultural y lingüística, así como sus diferencias individuales
en la comunicación y la conducta. Segundo, las limitaciones en sus habilidades
adaptativas deben presentarse dentro del contexto de la comunidad, propio de los
compañeros de su edad, y relacionadas con su necesidad de ayuda individual. Tercero,
a menudo se piensa que sus dificultades adaptativas coexisten con fortalezas en otras
habilidades o destrezas adaptativas. Por último, se considera que si se brindan apoyos
adecuados durante un periodo prolongado, mejorará su calidad de vida.
A pesar de los cambios de la definición, se conservan dos elementos básicos.
Primero, su inteligencia medida está significativamente por debajo de la media; y,
segundo, su conducta social no es la convencional cuando se compara con la de sus
semejantes en edad y cultura.
Wodrich y Barry (1991) encuestaron una muestra elegida al azar de psicólogos
escolares, respecto de las formas en que identificaron a los alumnos con deficiencia
mental. Los resultados mostraron que las herramientas más usadas para describir los
puntajes de su coeficiente intelectual fueron las Escalas de Inteligencia de Weschler,
junto con los registros de escalas de conducta adaptativa; por lo tanto, fueron también
las que más influyeron en las decisiones sobre la identificación y ubicación del alumno.
En cuanto a las escalas de conducta social, la más usada fue la Escala de Conducta
Adaptativa de Vineland.
Gold (1980) establece que hay varios supuestos implícitos en la definición de la
AAMR que limitan el potencial de los individuos etiquetados como deficientes mentales,
ya que, según señala, ésta supone que la inteligencia, tal como la definen las pruebas,
es permanente y tan general como para describir el potencial o rendimiento de un
alumno. Tal concepto también asume que existe un “periodo de desarrollo” definible
para toda la gente, y que de alguna manera tiene sentido catalogar a los individuos de
acuerdo con los resultados de las pruebas de inteligencia y conducta adaptativa. Por
último, Gold observa que en ella se asume que la deficiencia es más un fenómeno
inherente al individuo que resultado de los contextos en los que éste se desenvuelve,
por lo que propone como alternativa la siguiente definición:
La deficiencia mental se refiere a un nivel de funcionamiento que requiere, por parte de
la sociedad, procedimientos de entrenamiento superiores al promedio y mayores
ventajas en la conducta adaptativa, que se manifiesten a lo largo de la vida.
La persona con deficiencia mental se caracteriza por el nivel de energía requerido en su
proceso de entrenamiento para aprender, y no por las limitaciones con las que aprende.
El nivel de funcionamiento que alcanza, está determinado por la disponibilidad de tec-
nología para la capacitación y la cantidad de recursos que la sociedad esté dispuesta a
ofrecer y no por las limitaciones significativas en el potencial biológico.
La definición de Gold ubica las limitaciones impuestas por la deficiencia dentro
de los contextos sociales y culturales en los que el individuo se desempeña.
Desde una perspectiva sistémica, la deficiencia mental puede definirse como el
papel que se asigna al individuo en la sociedad y que asume dentro del contexto
ecológico en que se desenvuelve. De acuerdo con Mercer (1973), un individuo con
deficiencia mental, desde la perspectiva ecológica, es aquel que “ocupa un estatus de
deficiente mental y desempeña el papel de deficiente mental en uno o más de los
sistemas sociales en los que participa” (p. 27). Ésta puede ser la razón por la que los
niños clasificados como con deficiencia mental leve sean considerados de tal manera
durante el año y el día escolares, aunque funcionen dentro de los límites normales de
sus grupos culturales antes de entrar y después de salir del sistema escolar, y antes y
después de un día de clases. Estos niños fueron llamados “niños con deficiencia mental
de seis horas” en el informe del Comité Presidencial para la Deficiencia Mental
(President's Committee on Mental Retardation, 1970).
Reschley (1988) describe el exceso de representación de alumnos
pertenecientes a minorías culturales, étnicas o lingüísticas, insertos en las clases para
alumnos con deficiencia mental. Durante los años 70 y 80, hubo una gran cantidad de
litigios en la corte relativos a ubicación sesgada. En ellos se intentó abordar problemas
respecto al papel de las pruebas de inteligencia en el proceso de toma de decisiones
sobre la clasificación y colocación, lo acertado de las afirmaciones concernientes a la
naturaleza de la deficiencia mental leve, y las conclusiones sobre la efectividad de los
programas de educación especial para los aprendices con deficiencia mental leve. La
Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, a través de un panel en el que
participaron importantes investigadores de las disciplinas académicas, científicos
sociales especializados en minorías, y expertos legales en salud mental y en desarrollo
de pruebas, elaboró diversas recomendaciones para reformar la proporción excesiva de
alumnos pertenecientes a grupos culturales minoritarios en los programas para los
aprendices con deficiencia mental. Estas reformas incluyeron acciones como enfatizar
las intervenciones previas a la canalización, darle más importancia a la conducta
adaptativa en el proceso de identificación y poner más atención en la enseñanza que en
la colocación.
No obstante, al reconocer la gran diversidad existente dentro de los distintos
niveles de deficiencia mental, la AAMR ha agrupado a las personas con esta
característica en cuatro niveles: leve, moderado, severo y profundo. Las personas con
deficiencia mental leve tienen un coeficiente intelectual de entre 50-55 y 70. Estas
personas por lo general pueden desarrollar habilidades académicas básicas, autonomía
y vida independiente en la edad adulta. Los alumnos con deficiencia mental moderada
presentan coeficientes entre 35-40 y 50-55 en mediciones estandarizadas, y
comúnmente adquieren habilidades de autoayuda, de comunicación, sociales y algunas
ocupacionales. Los alumnos con deficiencia mental severa y deficiencia mental
profunda requieren de supervisión constante durante toda su vida; estos últimos tal vez
puedan desarrollar habilidades de autoayuda, y los que presentan deficiencia mental
severa quizá logren adquirir habilidades vocacionales simples.
Objetivo tres
Comprender las repercusiones que la deficiencia mental leve o moderada del
niño puede tener en su interacción dentro del hogar y el aula.
Las repercusiones de la deficiencia mental en la interacción del aprendiz dentro
del hogar y el aula
La interacción en el hogar
Ysseldyke, Thurlow, Christenson y Muyskens (1991) encontraron que el entorno
doméstico de los aprendices clasificados como con deficiencia mental leve era menos
conducente al logro académico que el de sus compañeros sin deficiencia,
particularmente en cuanto a la importancia y valoración de la educación. De acuerdo
con Turnbull y Turnbull (1986), un niño con deficiencia mental puede ser causa de
tensión familiar, que puede traer reacciones negativas de culpa, aflicción, negación,
sobreprotección y evasión.
El bienestar de las familias de niños con deficiencia mental está
significativamente relacionado con la conducta del niño y la satisfacción de sus
necesidades. Además, las características de su comportamiento están unidas de
manera estrecha a la percepción que tienen los padres de su progreso (Dunst, Trivette,
Hamby y Pollock, 1990). Orr, Cameron y Day (1991) indican que la percepción de las
familias acerca del nacimiento y diagnóstico de un niño con deficiencia mental son los
factores más significativos para su aceptación y las circunstancias resultantes.
Blacher y Bromley (1990) revisó los trabajos sobre la colocación de los
aprendices con deficiencia mental fuera de sus hogares biológicos. Concluyeron que su
ubicación está en función de la ayuda social con que cuenta la familia, el apego entre
padres e hijo, el ajuste familiar en general, las características específicas del niño, y los
recursos y necesidades familiares.
Salisbury (1990) encontró que pocas veces se recurre al cuidado temporal en
cualesquier nivel de deficiencia en los niños, aun cuando haya disponibilidad. Aunque
plantea que el nivel de funcionamiento del niño repercute en la depresión de los padres,
la ayuda social y el bienestar personal. Salisbury observó una discrepancia significativa
entre las necesidades de la familia en cuanto a la atención temporal y su utilización.
Black, Molaison y Smull (1990) hallaron que la necesidad de servicios de vivienda
comunitarios para jóvenes adultos con deficiencia mental se relaciona más con las
características del joven o con su deseo de salir de casa para realizar actividades
durante el día que con el interés de promover su independencia.
La adopción es una nueva alternativa para ubicar a los aprendices con
deficiencia mental fuera de casa. Glidden (1990) estudió la integración a largo plazo de
las familias que han adoptado a niños con deficiencia mental y observó resultados
positivos con casi todos los 567 niños dados en adopción.
Se ha observado que los escenarios inclusivos tienen resultados positivos en los aprendices
con deficiencia mental.
La interacción en el aula
Objetivo cuatro
Describir formas para mediar el entorno de los aprendices con deficiencia mental
leve o moderada.
Mediación del entorno (Artículo 12)
Polloway, Paton, Smith y Roderique (1991) argumentan que con los cambios en
la población de los alumnos con deficiencia mental y los desalentadores
descubrimientos que se hicieron en un estudio de seguimiento sobre los resultados en
los adultos después de las intervenciones educativas, es necesario modificar el
currículum para que refleje las necesidades a largo plazo de los estudiantes. Estos
autores proponen que los profesionales del área reconozcan los “entornos
subsecuentes”, para dar mayor atención a las variables que puedan influenciar las
transiciones horizontales y verticales de estos aprendices.
Las estrategias menos intrusivas, es decir, las que son menos notorias dentro del
aula de educación regular, surgen ahora para los aprendices con deficiencia mental. La
Estrategias instruccionales
Entre las estrategias instruccionales que se han aplicado en aprendices con
deficiencia mental, está la instrucción individualizada y la estimulación secuencial.
Cuando se utiliza esta última, los profesores deben proporcionarle al alumno apoyo
“apenas suficiente” para asegurar el éxito, de modo que el aprendiz utilice sus propios
recursos. Los pasos de la estimulación secuencial son los siguientes (Schloss, 1986):
1. Identificar la conducta objetivo.
2. Determinar la secuencia de tareas que se debe realizar para alcanzar el objetivo.
3. Planear los estímulos que se pueden aplicar para asistir al alumno.
4. Programar la posible secuencia de estímulos que se puede utilizar.
5. Implementar el programa instruccional comenzando por el estímulo menos
perceptible.
Entre los estímulos que pueden seleccionarse para la aplicación de la
estimulación secuencial, están la orientación física, el modelamiento, las claves
verbales y las visuales. Los profesores deben determinar, antes de la actividad, cómo
hacer desaparecer de manera gradual los estímulos e individualizar la instrucción de
acuerdo con el estilo y ritmo del alumno.
Podrían hacerse adecuaciones, para individualizar la instrucción de los
aprendices con deficiencia mental, como las siguientes: a) disminuir el ritmo de la
lección, b) reducir la duración de las sesiones de enseñanza, c) dividir los objetivos de
instrucción en subobjetivos y d) simplificar la instrucción; es decir, enseñar cada
concepto por separado (Darch y Thorpe, 1978).
Langone (1981) es partidario de que se haga un esfuerzo constante para
proporcionar instrucción relevante a los aprendices con deficiencia mental moderada.
También sugiere que los profesores se planteen las siguientes preguntas:
• ¿A dónde van mis estudiantes al final del día?
• ¿Dónde estarán dentro de varios años?
• ¿Qué habilidades necesitarán para vivir dentro de la comunidad?
• ¿Cómo puedo incluir actividades diarias para enseñarles estas habilidades?
Objetivo cinco
Describir las repercusiones de la deficiencia mental leve o moderada del
aprendiz en la participación en sistemas sociales más amplios como la
comunidad y la sociedad.
Las repercusiones en la participación en la comunidad y la sociedad
Aunque muchos aprendices con deficiencia mental leve viven de forma independiente
dentro de la sociedad, los espacios permanentes de apoyo para la vida son una opción
cada vez más viable para quienes necesitan de asistencia. Entre estas opciones están
los programas consistentes en un mentor o “amigo especial”, en los que el individuo
vive por su cuenta, pero recibe visitas ocasionales, llamadas telefónicas u otras formas
de contacto de la persona que lo apoya; o los departamentos supervisados, donde el
individuo vive en uno de los departamentos de un edificio en el que hay supervisores
permanentes o que asisten en un horario determinado; o los hogares comunitarios, en
los que a menudo pueden vivir de cinco a diez personas y pueden estar a cargo de
padres de familia o de empleados que trabajan por horas. A pesar de que ha sido difícil
encontrar estas alternativas de vivienda en algunas comunidades de Estados Unidos, la
población en general parece comprender su función y aceptarlas.
Algunos ciudadanos con NEE viven con otros de forma independiente.
Se han hecho cambios con la intención de ayudar a que los aprendices con defi-
ciencia mental tengan una experiencia “hogareña” más típica. Howard (1990) buscó la
forma de crear un ambiente de casa más “normal” y encontró que se podía lograr este
objetivo cambiando la estructura de los hogares comunitarios y eliminando reglas
innecesarias (por ejemplo, la de comprar colchas y sábanas por mayoreo para que
todas sean idénticas). Howard afirma que la presencia de padres y personal “para dirigir
las actividades” o para “realizarlas de acuerdo con un horario” a menudo limitaba la
capacidad del aprendiz para volverse más independiente y maduro en sus patrones de
comportamiento. Los padres y miembros del personal se sentían incómodos en muchas
situaciones cuando los residentes querían asumir la responsabilidad de tomar algunas
decisiones personales.
Empleo
Encontrar y conservar un empleo productivo es también un reto para los
aprendices con deficiencia mental. Hasazi, Gordon, Roe, Hull, Finck y Salembier
descubrieron, por medio de una encuesta a nivel estatal sobre las tasas de empleo de
los aprendices con deficiencia mental egresados de educación media superior entre
1980 y 1984, que sólo 41% de los egresados trabajaban medio tiempo o tiempo
completo dentro del mercado competitivo.
Hill, Seyfarth, Banks, Wehman y Orelove (1987) aplicaron una encuesta por co-
rrespondencia para estudiar las actitudes de los padres en relación con las condiciones
de trabajo de sus hijos e hijas adultos con deficiencia mental. En la muestra estudiada
detectaron poco interés por mejoras específicas de las condiciones de trabajo de sus
hijos, en particular, en cuanto a mayores ingresos. La mayoría de los padres mostraron
una actitud positiva hacia el trabajo de sus hijos, pero sólo el 12% tuvo alguna
preferencia por empleos competitivos. No obstante, los adultos jóvenes con deficiencia
mental no estaban satisfechos con sus experiencias laborales. También a través de
entrevistas, los aprendices describieron su trabajo en entornos resguardados como
aburrido y frustrante (Szivos, 1990). Cuando se les preguntó por qué no buscaban otro
empleo, surgieron cuatro razones: los puestos adecuados eran poco comunes, se
consideraban incompetentes, no había trabajos disponibles, y temían la
desacreditación.
En su análisis sobre la transición de la escuela a la vida adulta de individuos con
deficiencia mental, Gallivan-Fenlon (1994) descubrió que las familias, los jóvenes
adultos con deficiencia mental y los proveedores de servicios se enfrentaban a distintos
problemas, y cada uno de ellos tenía diferentes expectativas. Aunado a esto, la
inconsistencia de la educación especial e inclusiva que se proporcionaba a estos
jóvenes hacía difícil que los proveedores de servicios realizaran las transiciones. Los
tres grupos presentaron una visión restringida acerca del empleo y de las oportunidades
de una vivienda comunitaria. A pesar de los significativos beneficios del programa de
empleos y de inclusión en la comunidad, la mayoría de estos jóvenes estaba en una
situación de desempleo y aislamiento social.
Con apoyo, los adultos con deficiencia mental pueden realizar trabajos de mayor
complejidad. Mann y Svorai (1994) describen un programa de entrenamiento en
habilidades para el trabajo en donde se capacitó a los participantes en el uso de
tecnología, incluso computadoras y máquinas de fax. Por medio de evaluación
individualizada, adaptación del empleo y un “club laboral”, es decir, un grupo de apoyo,
alrededor de 60% de los participantes pudo obtener y conservar un empleo que
involucraba el uso de tecnología.
Aspectos familiares y de la comunidad
Se ha visto que las madres con deficiencia mental tienen más probabilidad que
las demás de perder la custodia de sus hijos ante las oficinas de servicios humanos.
Tymchuck y Andron (1990) encontraron que la separación del niño a menudo ocurría en
casos en que la madre, además de la deficiencia, tenía otro problema, o cuando no
deseaba asistir ni participar de forma activa en un programa de entrenamiento, o si no
contaba con alguien que la apoyara. Muchas madres con deficiencia mental que
pueden cuidar bien a sus hijos viven con algún pariente que comparte las
responsabilidades del cuidado del niño.
Riordan y Vasa (1991) estudiaron los ajustes realizados para aprendices con
deficiencia mental y su participación en organizaciones religiosas. Encontraron que el
clero tenía conocimiento de pocas personas con NEE dentro de su congregación y que
no era particularmente activo en la facilitación de instalaciones o servicios para estos
individuos ni para sus padres o familias. A pesar de haber algunos programas
proactivos religiosos para niños, el número de instalaciones y programas para
individuos con deficiencia mental disminuía conforme aumentaba la edad del alumno.
Resumen
A lo largo de este capítulo se analizó a la mayoría de los alumnos identificados
como con deficiencia mental, leve o moderada. El campo de la deficiencia mental ha
servido de catalizador para el desarrollo en otras áreas de la educación especial. Sin
embargo, el número de alumnos identificados es cada vez menor.
La etiología de la deficiencia mental es materia compleja. Entre las posibles
causas están los factores biológicos, las infecciones, la ingestión de sustancias tóxicas
y las lesiones. Los aprendices con alguno de estos factores pueden presentar
problemas en el procesamiento de información, en la atención y en el desarrollo del
lenguaje. Hay una dificultad en particular en el área de generalización; es decir, en la
aplicación de las habilidades aprendidas en un contexto, a escenarios diferentes.
La definición de la deficiencia mental se compone de los siguientes tres
aspectos: el funcionamiento cognitivo generalizado por debajo de la media, los
problemas concomitantes en adaptabilidad social, y el hecho de que ocurra durante el
periodo de desarrollo. Sin embargo, se encontró que hay una gran proporción de
aprendices pertenecientes a grupos minoritarios culturales, étnicos o lingüísticos en cla-
ses para estudiantes con deficiencia mental leve, lo cual se relaciona con la forma en
que se les valora y diagnostica.
El entorno familiar de los aprendices identificados como con deficiencia mental
leve facilita menos el aprovechamiento académico que el de los otros alumnos. Un
factor más que influye en su rendimiento es la naturaleza de su ubicación educativa.
Han surgido diversas y efectivas estrategias para la atención de estos
aprendices. Las tutorías de pares pueden ayudarles dentro de entornos menos
restrictivos, así como la modificación cognitivo-conductual y los auxiliares tecnológicos
de las aulas regulares. El entrenamiento en habilidades sociales se ha vuelto una
necesidad permanente en la instrucción de estos estudiantes.
Actualmente, se están creando mayores oportunidades para que los aprendices
con deficiencia mental vivan en sus comunidades. Los programas de vivienda asistida
los ayudan a ser tan independientes como les es posible. Sin embargo, los retos
continúan, ya que por lo general encuentran limitadas oportunidades de empleo.
Aunado a esto, cuando llegan a ser padres, tienen mayor probabilidad de perder la
patria potestad de sus hijos que quienes no están identificados como con deficiencia
mental.