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Capítulo 3 La ciudad y el orden.

Hacia 1930, Buenos Aires es una urbe que se expande hacia las periferias,
producto de una masa inmigratoria que no da tregua a esta ciudad puerto,
que se debate entre la imposición del orden y las buenas costumbres que la
elite gobernante intenta mantener, junto con el control férreo de las
instituciones de una República que pasaba a concertarse en la primer
dictadura del siglo de la vida política de Argentina.

Cuando se aborda la década del 30 en la historiografía argentina, los


tópicos dominantes suelen ser el fraude electoral, la década infame, la
represión, el primer golpe de Estado de una larga sucesión de
interrupciones de facto, del siglo XX, la crisis económica, el derrumbe del
modelo agroexportador, tan fructífero para la elite oligárquica del siglo
XIX.

Pero hay una dimensión más específica, que tiene que ver con la
importancia del orden en esta Buenos Aires puerto y puerta de entrada de
las olas inmigratorias de las últimas décadas.

El orden político, social y espacial recorrerá los escritorios de funcionarios


de la dictadura, que intentan callar las voces de los sectores políticos
opositores (anarquistas, comunistas), mediante edictos que serán el brazo
jurídico de un despliegue institucional sin precedentes hasta el momento,
pero también comenzará a ser parte del discurso del sentido común de las
capas medias y bajas, que tendrán una percepción distinta sobre eltema,
muy distintos a la que domina el aparato burocratico que

Buenos Aires expandida hacia la periferia y callada, producto de la


declinación del anarquismo, y sus formas de protesta más radicalizadas.

Sin embargo, a pesar de los vaivenes políticos de la década infame, para la


ciudad el discurso de orden del espacio público era una premisa mayor que
las cuestiones políticas que tenían a la policía como protagonista de un
aparato represivo.

Es una ciudad en la que la pertenencia a una clase son inestables, por eso
para quienes tradicionalmente se reconocen arraigados en determinada
escala social, la percepción del orden es muy distinta de aquellos que
dependen de la amenazante crisis económica y sus consecuencias.

En este capítulo la autora recorre un camino que no es el típico de la


corriente historiográfica que describe la década del 30 como la del fraude
político, discursos nacionalistas, si no los de una preocupación muy
generalizada y compartida por distintos motivos, transversalmente por
distintas capas sociales, el orden social, la vigilancia del espacio público y
la circulación y comportamiento en las calles de Buenos Aires, como parte
de la vida cotidiana.

Es cierto que los años 30 están teñidos por la crisis económica y la


represión policial que se desata después del golpe de estado del 6 de
septiembre, bajo el mando del Ministro del Interior Matías Sanches
Sorondo, gestión Uriburu y de Leopoldo Melo quien lo sucedió en la
gestión de Agustin P Justo y la instalación del estado de sitio dado el
carácter excepcional del momento político, pero que se prorroga todo lo
necesario para sepultar las voces disidentes de la oposición política en las
expresiones más radicalizadas del anarquismo, comunismo y socialismo

En este contexto, la purga interna es inconfundible, y la creación de la


Seccion Especial (dedicada al comunismo) será eje burocrático sobre el que
pivotea la policía de la ciudad de Buenos Aires. Orden Social, orden
Público y luego Orden Político serán las etiquetas que desde principios del
900 le dan marco institucional al accionar represivo y censor de la fuerza
policial. L

La Sección Especial en cabeza de Leopoldo Lugones hijo necesitará de


muchos más hombres para la tarea, así como traductores de húngaro,
libanes, lituano, armenio, turco, etc para hacer inteligencia en asambleas,
interceptar correspondencia, allanar documentación en las moradas de los
presuntos delincuentes. La taquigrafía es el oficio requerido en estos
tiempos de observancia sobre parte de la ciudadanía, los allanamientos y
las detenciones de dirigentes son parte de la vida diaria de la urbe.

Villa Desocupación, en Puerto Nuevo, hoy Villa 31 es una muestra en las


propias puertas de ingreso a la ciudad de la desigualdad que las crisis del
Wall Street deja en nuestro ´país, sumado a la inerte acción propulsora de
una elite gobernante que despliega improvisadamente represión y
persecución de todo aquellos que entrara dentro de los estándares de un
edicto. Ebriedad, ruidos molestos, vestimenta indecorosa, malos modales,
vagancia, juego clandestino, desocupación, todo entra dentro de un marco
jurídico muy laxo, pero que aglutina en cárceles y comisarias a centenares
de personas que a los ojos europeizantes de la elite vernácula, deben ser
eliminados o al menos escondidos.

“Los desocupados molestan” dicen las crónicas de los diarios de la época,


el Mundo titula: “Trataron de asaltar varios comercios algunos
desocupados”…

1932, los edictos allanan el camino de acción de la policía, y el estado


monopoliza el control de la violencia, a través de las altas penalidades para
quienes porten armas de fuego sin permiso. Ser desocupado es igual a ser
sujeto punible de la sanción policial y jurídica.

El orden social y su necesidad de ser reglamentado sirve de excusa para


desplegar una serie de instituciones que irán intentando profesionalizar la
tarea policial, pero a su vez tendrá gran predicamento en el sentido común
de un vasto sector de la población, la clase bajas y medias, también
compran el discurso del orden público, la prensa abona con titulares
deterministas, la idea de una ciudad arrasada por delincuentes para lo cual
es necesaria la acción enérgica del Estado. Por eso desde asociaciones
vecinales y comunitarias pero también desde el poder económico adhieren
a la necesidad de muchas más policías desplegada en cada barrio, con el
cometido de vincularse de forma positiva con los vecinos honestos y
conocer de cerca el accionar de los delincuentes engranados en los
intersticios barriales de las periferias que irán expandiéndose cada vez más.

Recursos para la policía, Seccion 1ª (City), la comunidad asume juntar


dinero pero también demanda mayor presencia policial en sus barrios, no se
desvaloriza a la policía, todo lo contrario se la enaltece (ritos funerarios de
los caídos) y se entiende que la dimensión geográfica de la ciudad y el
componente humano y equipamiento deficiente, conspiran contra los
mejores resultados de su gestión.

Hay toda una tipificación de los indeseables, mendigos, nuevos pobres,


desocupados, gente cuyo acceso a las armas ilegales les da herramientas
para el delito, los invertidos, los consumidores de alcaloides, las patotas de
muchachos ruidosos, niños que tocan timbre, que cazan pajaritos con
gomeras. La moralidad que emerge y evoluciona con el transcurrir de las
décadas, no tolera fácilmente éstos arquetipos de delincuente social, y cada
vez más se transforma en una sociedad con mayores lazos con el poder
represivo, algo hay ahí que permite tanta violencia estatal, por acción o por
omisión.

Los ruidos de esta ciudad también han cambiado, los pregones callejeros,
las discusiones maritales que se escuchan por las ventanas de las casitas,
muchas veces en créditos blandos que permiten una movilidad social de la
clase media, los escapes de los automóviles, mucho más expandido que en
los primeros años del 900. Los ruidos molestos estarán en íntima relación
con la poca o mucha tolerancia de esa sociedad que convive con los nuevos
sonidos.

El edicto es una norma aplicada de manera heterogénea, arbitraria,


funcional a los intereses de la estadística y mensura del Poder Ejecutivo,
pero es un diagnóstico erróneo de una ciudad desbordada por la realidad
que la ciudad de Bs. As. no pudo afrontar, ante esto los números son una
muestra maniquea de una situación mucho más compleja (alcoholismo,
escandalo y violencia callejera son los top de la estadística policial.

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