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En primer lugar, quiero agradecer al compañero Jorge Beraud haberme invitado a esta

presentación de su libro “Las gloriosas JJ.CC. porteñas. Lo que hacemos en vida resuena en
la eternidad”. Y lo hago, porque si bien este libro ya ha conocido varias presentaciones y,
según entiendo, vienen otras a corto plazo. Pero me gusta pensar que esta ocasión especial,
porque se realiza en la fiesta que organiza el Partido Comunista, y no en cualquier
momento, sino después de una larga y no deseada pausa, que impidió darnos los
tradicionales abrazos en esta querida fiesta. El libro de Jorge Beraud es ambicioso, pues
intenta cumplir varios objetivos, unos más declarados que otros. Por lo menos en mi lectura
del texto, me parece que hay dos fundamentales. El primero y más evidente, es la
centralidad que otorga al rescate de la memoria. Mucha tinta ha corrido sobre este tema,
pero una organización como el Partido Comunista de Chile y su rama juvenil, la
experiencia cotidiana lo ha mostrado la importancia que tiene. A lo largo de su larga
historia, los y las comunistas chilenas han sufrido 37 años de existencia clandestina
(alrededor de un tercio de toda su vida), han soportado intentos de exterminar a sus
dirigencias y militantes a través del secuestro y la desaparición forzada; también ha sido
tildados de anacrónicos, declarados en vías de extinción, representes de épocas pasadas y
todo tipo de caricaturizaciones de las batallas libradas por su militancia. Además, las
campañas anticomunistas de ayer y hoy, acusan a los y las comunistas de las peores
barbaries y crímenes. Es costumbre de estas campañas realizar una caracterización
monocausal del comunismo, explicarlo como un fanatismo ciego, responsable de los
crímenes como los del estalinismo en el país de los soviets o los de Pol Pot en Camboya.
Intentan asimilar la palabra “comunismo” o “comunistas” a un modelo universal igual para
todos los casos. Así, se desconoce las realidades nacionales, la lucha de los pueblos, las
historias cotidianas de los pobres del campo y la ciudad de cada región y país. En el fondo,
se busca ocultar las realidades materiales de existencia, ligadas a la explotación capitalista,
que da sentido y razón a la lucha que representa el comunismo. Entonces, como dice Jorge
en su libro, para los comunistas la batalla por la memoria no es un mero ejercicio
nostálgico, como aquellos cuando los excompañeros del liceo se juntan 20 años después y
hablan horas y horas de sus andanzas juveniles. La memoria tampoco es pura melancolía o
un gesto conservador que se resume con el dicho “todo tiempo pasado fue mejor”. No, en
este caso, el objetivo del ejercicio de memoria que contiene este libro, está ligado al
presente y a los desafíos de las batallas que se avecinan. Se trata de recordar para intervenir
en la batalla por la hegemonía cultural por como representar ese pasado. Batalla contra el
olvido, que quisiera someternos a un eterno presente, para así impedir pensar un futuro
distinto al orden dominante. En definitiva, Jorge escribe este libro para recordarnos que, al
igual que ayer y anteayer, es posible torcer el curso de la historia de la lucha de las clases
subalternas. Esto, me parece, es el trasfondo más profundo del libro de Jorge.

El segundo gran objetivo de esta obra tiene un nombre que brilla con luces propias
desde la primera hasta la última de sus páginas, La palabra es simplemente Valparaíso. El
autor reivindica el carácter particular de la ciudad puerto, de sus sinuosas escaleras, sus
empinadas pendientes que componen a sus numerosos cerros. El libro es un homenaje
manifiesto a porteños como Luis Tamayo, asesinado por la CNI en la década de los
ochenta. O como Carmen Gloria Larenas, joven militante comunista, perteneciente a una
numerosa familia ligada al partido, que perdió la vida por una bala disparada por miembros
de los aparatos represivos de la dictadura. Pero también es un homenaje a la generación de
jóvenes comunistas que experimentaron la fiesta de la Unidad Popular. Para esa generación
que gozó con los triunfos del Colo Colo de 1973 del Zorro Alamos, el chino Caszely y el
pollo Véliz. La que conoció la revolución cultural de la trilogía sexo/drogas y rock&roll,
pero a la chilena. Que cantó a todo pulmón “venceremos” por las calles del puerto, a la
salida del liceo o en los patios de la universidad. Esa generación que se empapó del sueño
del “hombre nuevo” (como se decía en aquel entonces). Tal vez si algo caracterizó el papel
de los jóvenes durante la Unidad Popular, fue el trabajo voluntario. Fue, seguramente, la
actividad a favor del gobierno de Salvador Allende que más personas movilizó durante los
denominados “mil días” del gobierno popular. Las historias contenidas en este libro que el
trabajo voluntario era uno de los principales ejes de las Juventudes Comunistas durante esto
años. Eran de tres tipos. Primero, los típicos que se organizaban los meses de verano, en
donde destacaban especialmente los estudiantes universitarios y en menor medida los de
enseñanza media. Los segundos fueron el día del trabajo voluntario, celebrados en el mes
de mayo entre 1971 y 1973. Ese día, encabezado por el presidente Allende, literalmente
millones de personas se movilizaban en infinidad de actividades. Por último, estaba el
trabajo voluntario espontáneo, que surgía “desde abajo”, desde la iniciativa popular para
apoyar la llamada “batalla por la producción”, que debía colaborar a combatir los espirales
inflacionarios, que como un fantasma, amenazaba la estabilidad del proceso revolucionario
de la Unidad Popular.

Pero en su afán por colocar a la memoria comunista de Valparaíso como el centro


de gravedad de su obra, el compañero Jorge nos recuerda también la multifacética
experiencias de la época. Ligada al poder popular, las organizaciones territoriales de todo
tipo se multiplicaban. Una de ellas es la experiencia del muralismo. Así, el frenético
activismo de la militancia comunista durante la campaña presidencial de 1970 se podía
resumir en tres conceptos: “jueves proletarios”; “brigadas de propaganda” y “domingos
insurgentes”. Los “jueves proletarios” consistían en las visitas semanales a diversas
industrias para hacer propaganda por Salvador Allende. La misión era aclarar las dudas
sobre el programa para de esta manera enfrentar la campaña del terror de los adversarios
del candidato de la Unidad Popular. Las “Brigadas Venceremos” estaban ligadas a las
actividades de propaganda. Se organizaron desde el extremo norte (Arica) hasta la zona sur
del país (Puerto Montt), para realizar propaganda en favor de Salvador Allende. Asimismo,
durante la campaña cobró gran presencia la Brigada Ramona Parra (BRP), surgida el año
1969, cuyos llamativos murales callejeros fueron claves durante el desarrollo de la batalla
electoral de la izquierda. Los “sábados rojos” complementaban las actividades de
propaganda para el resto de la militancia que no pertenecía a la BRP o a las Brigadas
Venceremos. Por último, los “domingos insurgentes” implicaba la salida hacia el territorio,
especialmente las poblaciones, “donde los jóvenes recorren casa por casa […] haciendo una
labor de difusión del Programa Popular, ayudando a formar comités de UP y repartiendo
propaganda”.

La campaña adquirió ribetes violentos. Las confrontaciones entre las brigadas


adversarias llegaron a incluir balazos y peleas cuerpo a cuerpo que dejaban lesionados en
ambos bandos. Durante un paro nacional convocado por la Central Única de Trabajadores
(CUT) para el día 8 de julio de 1970, fue asesinado Miguel Ángel Aguilera por disparos
realizados por la policía. El joven de 18 años militaba en una base de la Jota en la población
“Herminda de La Victoria”. Su muerte, ocurrida en un momento de grandes expectativas,
fue homenajeada con el optimismo del nuevo tiempo que se veía venir:

Ahí, debajo de la tierra


tú estás dormido, hermano, compañero,

tú corazón oye brotar la primavera

que como tú, sopla al brotar los vientos

Ahí, enterrado cara al sol

la nueva tierra cubre sus semillas,

la raíz profunda se hundirá

y nacerá la flor del nuevo día

(Canción “El alma llena de banderas”, de Víctor Jara, homenaje a Miguel Ángel
Aguilera)

Como lo señalara Gladys Marín, la carismática líder de la Jota, durante la campaña


de 1970, la subjetividad militante de los jóvenes comunistas no apuntaba a hacer una
política solo testimonial, sino que se basaba en la voluntad de poder: “Hoy existe la
posibilidad real de dar un paso histórico. La razón de nuestra existencia es alcanzar un
gobierno popular, avanzar al socialismo y construir la sociedad comunista”. Es decir, la
militancia no era entendida como un sacrificio para conseguir un lejano futuro mejor, sino
que una invitación a luchar para la construcción, inmediata y concreta, de un país, una
sociedad y un mundo más justos. Esa era la gran potencia del mensaje de la cultura juvenil
comunista. Esta es la memoria, ligada al puerto de Valparaíso, que contiene las páginas de
este libro.

Pero ese libro no se conforma con recordar solo los años de la epopeya de la Unidad
Popular. Un parte significativa de la obra se refiere a los años de lucha contra la dictadura.
Durante la UP los comunistas fueron los principales defensores de la vía chilena al
socialismo, que significaba buscar sustituir al capitalismo evitando una guerra civil, sino
que utilizando al aparato del Estado y las herramientas legales para lograrlo. El proyecto
allendista intentaba fundir en un mismo momento histórico democracia y socialismo. Es
decir, el socialismo como un momento superior de los derechos y libertades públicas.
Derrotado este proyecto gracias al golpe de estado de 1973, el Partido Comunista se sumió
en un profundo examen de sus estrategias. Había que tomar decisiones sobre cómo
recuperar la democracia en Chile, el norte que siempre tuvieron los comunistas en su
agenda. Tras arduos debates, que nunca dejaron de seguir desarrollándose durante toda la
dictadura, el PC optó por asumir que “todas las formas de lucha” eran válidas y necesarias
para hacer cumplir la consigna “democracia ahora”. Desde la tradicional lucha
reivindicativa de masas, encabezada por trabajadores y trabajadoras, estudiantes y
pobladores, hasta las expresiones más radicales, como las barricadas, la lucha callejera y
acciones de armadas. El PC creó el Frente Patriótico Manuel Rodríguez como “brazo
armado del pueblo”, la fuerza militar propia del partido, compuesta además por un
complejo entramado de unidades de combate, grupos operativos, talleres logísticos, etc. En
la conformación del aparato militar del partido, las juventudes comunistas de Chile jugaron
un papel fundamental, porque sus integrantes se integraron generosamente a sus filas,
asumiendo diversas responsabilidades. En este sentido, legendarias son las historias de los
militantes de la Jota desarrollando las llamadas “Operaciones Tigres” en Campodónico, que
eran expresiones de propaganda armada para manifestar la rebelión ante la dictadura. O las
acciones audaces de sus militantes, algunos de ellos que tendrían más tarde papeles
protagónicos en las acciones y conducción del Frente Patriótico. Las historias que narra
este libro muestra también este periodo duro pero heroico que enfrentó la militancia
comunista.

Por último, me gustaría mencionar un último objetivo que tiene este libro, y que
desde mi punto de vista lo cumple de manera cabal. Como ya decíamos, esta obra es un
relato coral, compuesto por muchas voces de actores y actrices que el autor entrevistó para
elaborar el texto. Por ello, el protagonista no es una persona en particular, sino los jóvenes
militante de la Jota de Valparaíso en diversas generaciones. Es más, es probable que nuevas
ediciones del libro vaya incorporando nuevos testimonios, para así enriquecer las distintas
tonalidades que tuvieron las experiencias de la memoria juvenil comunista porteña.
Entonces, lo que quiero resaltar es que Jorge Beraud es muy exitoso en contarnos historias
contextualizadas en su época. Y tanto lo es, es que logra también el objetivo de escribir un
libro cercano, ameno, para decirlo en una palabra, un libro entretenido. Es de esos que uno
empieza y no lo suelta hasta terminarlo. El lector agradecerá la pluma ágil y jovial de Jorge
Beraud, quien logró plasmar un libro que interesará a todas las edades y no solo a los
especialistas.
Para terminar, solo me queda decir que recomiendo calurosamente la lectura de este
libro, que emocionará a todos luchan por “otro mundo posible”.

Muchas gracias

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