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El apóstol 

San Pablo escribió 13 cartas (epístolas), estas son:

● Romanos (Rom)

● 1 Corintios (1 Cor)

● 2 Corintios (2 Cor)

● Gálatas (Gal)

● Efesios (Ef)

● Filipenses (Flp)

● Colosenses (Col)

● 1 Tesalonicenses (1 Tes)

● 2 Tesalonicenses (2 Tes)

● 1 Timoteo (1 Tim)

● 2 Timoteo (2 Tim)

● Tito (Tt)

● Filemon (Fl)

Este conjunto de cartas es conocido como las epístolas Paulinas y datan del siglo I y
forman parte del contenido de la Biblia cristiana en el Nuevo Testamento.

Carta a los Romanos

San Pablo escribió esta Carta desde Corinto, a principios del año 58, con el
ánimo de preparar su viaje a Roma, acreditando sus títulos ante esos fieles, que
no lo conocían aún. Muchos la consideran posterior a la Epístola a los Gálatas
(cf. Gál. 2, 1 y nota), pero es sin duda anterior a la Carta a los Efesios y demás
Epístolas llamadas de la cautividad, que fueron escritas al final del tiempo de los
Hechos, durante la primera prisión del Apóstol en Roma (años 61-63), es decir,
después de su paso definitivo a los gentiles (Hechos 28, 23 ss. y notas). El
Apóstol explica en la primera parte (caps. 1-11), como lo hace también a los
gentiles de Galacia, el misterio de la justificación mediante la fe que Jesucristo
nos mereció gratuitamente, igualando en ella a judíos y gentiles y revela el
misterio de la conversión final de Israel según los anuncios del Antiguo
Testamento, confirmados por Jesús en el Evangelio. En la segunda parte trata
otras cuestiones de vida espiritual, y añade, en la doxología final, una referencia
al "misterio oculto desde tiempos eternos" que expondrá especialmente en las
Cartas a los Efesios y a los Colosenses.

I Carta a los Corintios

El Apóstol escribió esta epístola durante su tercer viaje apostólico, en Efeso, a


principios del año 57. Entre los cristianos de Corinto se habían producido
disensiones y partidos que se combatían mutuamente: uno de Apolo, otros de
Pedro y de Pablo, y hasta uno que se proclamaba partido de Cristo. Además,
cundían entre ellos grandes abusos y escándalos, procesos y pleitos, desórdenes
en los ágapes, ciertas libertades de las mujeres en la Iglesia, y otras cuestiones
que llamaban la atención de San Pablo. Ningún otro documento apostólico pinta
tan clásicamente las dificultades de la Iglesia en medio de un mundo pagano.

II Carta a los Corintios

Esta segunda epístola fue escrita poco después de la primera, a fines del año 57,
en Macedonia, durante el viaje del Apóstol de Efeso a Corinto. Tito, colaborador
de S. Pablo, le trajo buenas noticias de Corinto, donde la primera carta había
producido excelentes resultados. La mayoría acataba las amonestaciones de su
padre espiritual. No obstante, existían todavía intrigas que procedían de judíos y
judío-cristianos. Para deshacerlas les escribió el Apóstol por segunda vez antes
de llegarse personalmente a ellos.

Carta a los Gálatas

Los habitantes de Galacia, provincia del Asia Menor, fueron ganados al Evangelio
por S. Pablo en su segundo y tercer viaje apostólico. Poco después llegaron
judíos o judío-cristianos que se les enseñaban "otro Evangelio", es decir, un
Jesucristo deformado y estéril, exigiendo que se circuncidasen y cumpliesen la
Ley mosaica, y pretendiendo que el hombre es capaz de salvarse por sus obras,
sin la gracia de Cristo. Además, sembraban desconfianza contra el Apóstol,
diciendo que él no había sido autorizado por los primeros Apóstoles y que su
doctrina no estaba en armonía con la fe de aquéllos. Para combatir la confusión
causada por esos doctores judaizantes, S. Pablo; escribió esta carta
probablemente desde Efeso, según suele creerse, entre los años 49 y 55 (cf. 2,
1 y nota). Su doctrina principal es: El cristiano se salva por la fe en Jesucristo, y
no por la Ley mosaica.

Carta a los Efesios

Toda esta epístola es un insondable abismo de misterios divinos que hemos de


conocer porque nos revelan el plan de Dios sobre nuestro destino, e influyen de
un modo decisivo en nuestra vida espiritual situándonos en la verdadera
posición, infinitamente feliz, que nos corresponde gracias a la Redención de
Cristo. Frente a tales misterios, dice el Card. Newman, "la conducta de la
mayoría de los católicos dista muy poco de la que tendrían si creyeran que el
cristianismo era una fábula". Efeso, capital de Asia Menor, donde más tarde tuvo
su sede el Apóstol S. Juan, es la ciudad en la que S. Pablo, en su tercer viaje
apostólico, predicó el Evangelio durante casi tres años. La carta, escrita en Roma
en el primer cautiverio (61-63), se dirige tal vez no sólo a los efesios sino
también a las demás Iglesias, lo que se deduce por la ausencia de noticias
personales y por la falta de las palabras "en Efeso" (v. 1), en los manuscritos
más antiguos. Algunos han pensado que tal vez podría ser ésta la enviada a
Laodicea según Col. 4, 16.
Carta a los Filipenses
La cristiandad de Filipos, ciudad principal de Macedonia, y primicias de la
predicación de S. Pablo en Europa, había enviado una pequeña subvención para
aliviar la vida del Apóstol durante su prisión en Roma. Conmovido por el gran
cariño de sus hijos en Cristo, el Apóstol, desde lo que él llama sus cadenas por el
Evangelio, les manda una carta de agradecimiento, que es, a la vez, un modelo
y un testimonio de la ternura con que abrazaba a cada una de las Iglesias por él
fundadas. La Epístola fue escrita en Roma hacia el año 63.

Carta a los Colosenses


El Apóstol escribe esta carta desde Roma donde estaba preso, hacia el año 62,
con el fin de explayarles, como a los Efesios, aspectos siempre nuevos del
Misterio de Cristo, y de paso desenmascarar a los herejes que se habían
introducido en la floreciente comunidad cristiana, "con apariencia de piedad" (II
Tim. 3, 5), inquietándola con doctrina falsas tomadas del judaísmo y paganismo
(necesidad de la Ley, de la observancia de los novilunios y de la circuncisión,
culto exagerado de ángeles, gnosticismo, falso ascetismo). A este respecto
véase, con sus notas, la Epístola a los Gálatas, especialmente el cap. 2.

I Carta a los Tesalonicenses


Tesalónica (hoy Salónica), capital de Macedonia, recibió la luz del Evangelio en el
segundo viaje apostólico de S. Pablo. No pudiendo detenerse allí a causa de la
sedición de los judíos, el Apóstol se dirige a ellos mediante esta carta, escrita en
Corinto hacia el año 52 -es decir, que es la primera de todas las epístolas- para
confirmarlos en los fundamentos de la fe y la vocación de la santidad, y
consolarlos acerca de los muertos con los admirables anuncios que les revela
sobre la resurrección y la segunda venida de Cristo.

II Carta a los Tesalonicenses


Esta segunda carta fue también escrita en Corinto, poco después de la anterior,
como lo acredita la permanencia de Silvano y Timoteo (cf. I Tes. 1, 1), para
tranquilizar a los tesalonicenses que, por lo que se ve (2, 2 y nota), eran
engañados por algunos sobre el alcance de aquella carta, cuyo contenido, lejos
de rectificarlo, confirma el Apóstol en 2, 15 (Vulg. 2, 14). Porque no faltaban
quienes descuidaban sus deberes cotidianos, creyendo que el día de Cristo había
pasado ya, y que por consiguiente, el trabajo no tenía valor (cf. I Tes. 4, 16), o
que las persecuciones que sufrían (v. 4; I Tes. 2, 14) pudiesen ser ya las del
"día grande y terrible del Señor" sin que ellos hubiesen sido librados por el
advenimiento de Cristo y la reunión con El (2, 1). S. Pablo los confirma en su
esperanza (v. 5-12) y les da las aclaraciones necesarias refiriéndose en forma
sucinta a lo que largamente les había conversado en su visita. De ahí que, para
nosotros, el lenguaje de esta carta tenga hoy algún punto oscuro que no lo era
entonces para los tesalonicenses (cf. 2, 5). "¿No debe esto despertarnos una
santa emulación para no saber hoy menos que aquellos antiguos?".

I Carta a Timoteo
Timoteo, hijo de padre pagano y madre judía, era el discípulo más querido de
Pablo, socio en su segundo viaje apostólico y compañero durante el primer
cautiverio en Roma. Después de ser puesto en libertad, Pablo le llevó al Asia
Menor, donde le confió la dirección de la Iglesia de Efeso. Esta primera carta,
escrita probablemente hacia el año 65, quiere alentar al Obispo Timoteo en su
lucha contra las falsas doctrinas y darle instrucciones referentes al culto y a las
cualidades de los ministros de la Iglesia, por lo cual constituye una lección
permanente de espíritu pastoral, dada por el mismo Espíritu Santo, junto con la
segunda a Timoteo, que es un doloroso cuadro de la apostasía, y la de Tito,
análoga a la presente y que contempla más el ordenamiento particular de cada
Iglesia, que hoy llamaríamos diócesis.

II Carta a Timoteo

El entrañable amor de S. Pablo a su "hijo carísimo" es el móvil ocasional de esta


segunda carta, escrita en Roma en el año 66 ó 67, que contiene, podemos decir,
el testamento espiritual de Pablo como Apóstol y Mártir. Estaba de nuevo en
cadenas, esta vez en la cárcel mamertina, y sentía la proximidad del martirio,
por lo cual pide a Timoteo que se llegue a Roma tan pronto como le fuese
posible, y con tal motivo exhorta a sus discípulos a la constancia en la fe, les
anuncia la apostasía y los previene contra las deformaciones de la doctrina y la
defección de muchos pretendidos apóstoles.
Desilusionado al ver que "todos buscan sus propios intereses (Filip. 2, 21), Pablo
se complace en destacar que al menos en Timoteo la fe no es fingida. A nadie
tenía tan unido en espíritu como a él (Filip. 2, 20).

Carta a Tito
La presente carta, contemporánea de la primera a Timoteo, fue dirigida, hacia el
año 65, a Tito compañero apostólico de Pablo en varios viajes y más tarde
obispo de la Isla de Creta. Tito, nacido de padres paganos, era "hijo querido
según la fe", lo que quiere decir que el Apóstol mismo lo había ganado para
Cristo. La situación religiosa en la isla era muy triste: los cretenses se
entregaban a muchos vicios, eran mentirosos, perezosos, inmorales; sin hablar
de los herejes que allí se habían infiltrado. Por lo cual Pablo escribe aquí otra de
sus Epístolas llamadas pastorales, para consolar a su hijo en la fe, dándole a la
vez instrucciones para el ejercicio del ministerio episcopal. Vemos una vez más
cómo el Apóstol relaciona íntimamente, desde el principio, la piedad con el
exacto conocimiento de la verdad, porque una cosa depende de la otra.

Carta a Filemón
Una mera carta privada, casi una esquela; pero sin embargo una joya de la
Sagrada Escritura. Tal es esta Epístola, escrita por S. Pablo en Roma, por el año
63. Su objeto es interceder por el esclavo Onésimo que había huido de la casa
de su amo Filemón de Colosas. La huida contribuyó a salvar el alma del fugitivo
que se hizo esclavo de Jesucristo y entonces volvió voluntariamente a su dueño,
sin preocuparse de la servidumbre material pues ya era libre en el alma, según
lo que Pablo enseña en I Cor. 7, 20-24. La carta es un documento clásico para
demostrar la posición de la Iglesia primitiva respecto de los esclavos (Tito 2, 9 s.
y nota). "Filemón", el destinatario de la epístola, parece haber sido uno de los
principales cristianos de la ciudad, dado que en su casa tenían los fieles sus
reuniones; por otra parte, es llamado colaborador del apóstol, es decir, uno de
aquellos que le prestaron ayuda en la difusión del Evangelio. Seguidamente son
nombrados: Apia y Arquipo. La primera es llamada hermana, en la acepción
cristiana de la palabra; el segundo, compañero de armas en el trabajo del
apostolado y la predicación (II Tim. 2, 3), parece haber sido el jefe (Col. 4, 17) o
por lo menos uno de los jefes de la comunidad que tenía sus habituales
reuniones en casa de Filemón. Aunque del mismo texto no pueda deducirse con
seguridad, algunos han unido a estas tres personas con vínculos más estrechos,
haciendo a Arquipo hijo de Filemón y Apia. Sostienen también, unánimemente
los comentadores, que la Iglesia a que se hace aquí referencia es la Iglesia de
Colosas, ciudad de Frigia, evangelizada por los discípulos del Apóstol; en efecto,
en la carta a los Colosenses, escrita en esta misma época aparecen nombradas
las mismas personas que en la nuestra, y en tratándose de Onésimo, se dice qu
ees de dicha ciudad y que acompaña al portador de la carta Tíquico. (Col. 4, 7
ss.) llevando a su vez, concluimos nosotros, la carta comendaticia para su
dueño" (Primatesta).

El pueblo está conformado por cuatro ayllus indios: Pichk'achuri, K'ayau, K'ollana
y Chaupi. Cada uno de estos ayllus tiene su barrio propio y su plaza.

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