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Leccion 12 - La Escuela Racionalista de Derecho Natural
Leccion 12 - La Escuela Racionalista de Derecho Natural
EN LA ENCRUCIJADA
DEL DERECHO NATURAL MODERNO
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fera de poder que tiene el hombre en virtud de sus fuerzas naturales. Aquí
ius se opone a ley, pues es el poder físico que naturalmente tiene el hom-
bre. Con ello el derecho natural dejaba de tener su carácter ético, dejaba de
ser lo que corresponde a las finalidades del hombre, para designar al poder
físico y, con él, al conjunto de fuerzas del ser humano. El ius naturale no
era ley, sino más bien la ausencia de ley. Este derecho natural –o ausencia
de vínculo y de ley– lo poseía el hombre en el estado natural o estado aso-
cial, en un estado en el que el hombre no formaba sociedad con los demás
hombres. Según esta tendencia, en el tránsito del estado asocial al estado
civil o de sociedad, realizado mediante el pacto social, la razón dicta las
re- glas básicas del estado civil y esto es lo que recibe el nombre de ley de
la naturaleza o ley de la razón. Como puede observarse, esta ley natural o
ley de la razón no es un conjunto de normas que reflejan los fines y
tendencias de la naturaleza humana, sino prescripciones propias de la
razón en orden al adecuado establecimiento del estado de sociedad. Son un
mero producto de la razón. La tendencia que acabamos de describir es la
que siguen, con apreciables diferencias en cuanto al conjunto del sistema,
Hobbes, Spino- za, Locke y Rousseau.
b’) Para la otra tendencia, el derecho natural es la recta ratio, el dicta-
men de la recta razón que señala la norma adecuada a la naturaleza huma-
na, a sus bienes, fines y tendencias. Desde esta perspectiva, esta tendencia
–que siguieron Pufendorf, Wolff y Leibniz entre otros– no se diferenció
sustancialmente de la orientación clásica, aunque sí en otros aspectos im-
portantes.
racionalismo
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3. HUGO GROCIO
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4. THOMAS HOBBES
encontrarla; si esto no puede ser, hay que buscar todos los auxilios para la
guerra. Ésta es la que Hobbes llama ley fundamental de la naturaleza, que
tiene dos ramas, como acabamos de ver: buscar la paz, y defenderse a sí
mismo por todos los medios posibles. En cada sociedad civil el hombre en-
contró paz y seguridad, y ayuda en caso de guerra entre los distintos cuer-
pos políticos o sociedades civiles.
d) De esta ley fundamental, Hobbes dedujo la tabla entera de
preceptos naturales, de entre los cuales el primero es la renuncia al ius in
omnia. Esta renuncia supuso, según este autor, someterse a un poder
absoluto, convir- tiéndose así en el gran teórico del absolutismo.
e) Fácilmente puede observarse que Hobbes cambia sustancialmente
la noción de ley natural. No es ésta la ley que dimana de la naturaleza
huma- na, aunque algunos de sus preceptos puedan variar en el paso del
estado natural al estado civil. Son reglas racionales del pacto o contrato de
socie- dad, que no rigen en el estado natural. Si tenemos en cuenta que
Hobbes entiende que el estado de sociedad dimana de la voluntad humana
y que, para él, la ley es producto de un poder, dos conclusiones se derivan
de in- mediato: 1.ª) la ley natural no es ley en sentido propio y estricto; 2.ª)
la ley natural no es un conjunto de normas jurídicas naturales, sino el
supuesto racional o razonable del derecho positivo, que es el único
derecho o ley en sentido propio o estricto. Con lo cual apuntan los
primeros destellos positi- vistas de un iusnaturalismo claramente
trastocado.
De suyo los preceptos naturales, tal como los entiende Hobbes, son
más reglas lógicas o reglas convenientes de paz (convenient articles of
peace) que verdaderas leyes. Lo dice expresamente en el Leviathan, al
escribir que tales dictados de la razón son llamados leyes de modo
impropio: en realidad son conclusiones o teoremas concernientes a la
conservación y defensa de uno mismo. Esto se sobreentiende de tales
reglas en cuanto naturales, esto es, procedentes de la recta razón. Porque
son verdaderos mandatos en cuanto di- vinos, pues Hobbes afirma que las
leyes naturales proceden de Dios, que manda lo preceptuado en ellas por
la Sagrada Escritura; bajo este aspecto
–ley divino positiva– las leyes naturales son verdaderas leyes.
f) El filósofo inglés reduce, además, la ley natural a la moral, al
afirmar que las leyes naturales obligan sólo en el fuero de la conciencia y
sólo en este fuero son leyes: «... in foro conscientiae spectantur, ubi solum
obligant, et sunt leges». Es obvio, por tanto, que derecho –o ley, en sentido
propio, de la vida social– únicamente lo es el derecho positivo,
limitándose la ley natural a ser el fundamento racional y moral del derecho
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(positivo). Un derecho que unas veces es conforme a la razón y otras
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contra razón.
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5. BARUCH SPINOZA
abarca todo el orden eterno de la naturaleza, del cual el hombre es una par-
tícula. Lo natural humano –en cuanto principio de orden y del obrar
moral– no es –para Spinoza– lo racional, sino lo físico, cayendo así en un
reduc- cionismo físico-biológico que rompe toda distinción entre el orden
moral y el sustrato biológico-físico del hombre. En lógica consecuencia,
Spinoza escribió que no reconocía ninguna diferencia entre los hombres y
los de- más seres de la naturaleza, ni entre los hombres dotados de razón y
aque- llos a quienes verdaderamente falta, ni entre los sensatos, los fatuos
y los locos. Quien obra según las leyes de su naturaleza, lo hace con sumo
dere- cho, puesto que obra según la determinación de la naturaleza y no
puede obrar de otro modo.
Es claro, pues, que para Spinoza la ley o derecho natural es la ley de la
naturaleza física: «... por derecho e instituto de la naturaleza entiendo las
normas de la naturaleza de cada individuo, según las cuales concebimos
que cada cosa está naturalmente determinada a existir y a obrar de una
cier- ta manera. Por ejemplo, los peces están determinados por naturaleza a
na- dar, y los peces grandes a comerse a los chicos; por eso los peces, por
su supremo derecho natural, disponen del agua y los grandes se comen a
los pequeños. Es, en efecto, cierto que la naturaleza absolutamente
considera- da tiene el derecho soberano a todo lo que ella puede, esto es, el
derecho de la naturaleza se extiende hasta allí donde se extiende su
potencia [...] mas, como sea que la potencia universal de la naturaleza en
su totalidad no está fuera de la potencia de los individuos tomados en su
conjunto, de ahí se si- gue que cada individuo tiene supremo derecho a
todo lo que está bajo su poder, o sea el derecho de cada uno se extiende
hasta donde se extiende su determinada potencia».
En Spinoza –como decíamos– lo natural tiene el sentido de lo físico,
de donde el derecho de cada uno es tanto como su fuerza. Con ello se sub-
vertía el concepto mismo de derecho –y, consiguientemente, de derecho
natural–, al fundirse en un solo concepto el poder moral y el poder físico.
La base de esta fusión hay que buscarla en el panteísmo spinociano, al
identificar la sustancia con Dios: Deus sive substantia. De acuerdo con
eso,
«el poder de la naturaleza es el poder mismo de Dios, que posee un
derecho soberano sobre todo». De donde se trasladan a la naturaleza
ciertos rasgos propios de Dios, a la vez que se niega en Dios –por causa
del reduccionismo teológico en el que cae todo panteísmo (a Dios se le
dan medidas propias de lo creado)– la distinción entre potentia absoluta y
potentia ordinata.
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CAPÍTULO VI
que son objeto de las ciencias morales. Los entes morales forman el
mundo de la libertad y de la voluntad; en cambio, los entes físicos están
dominados por la causalidad y la necesidad. Mientras que el actuar físico
se determina por las causas y las leyes de la necesidad, el actuar moral
obedece a la deter- minación por la libertad, vinculada moralmente a
normas o leyes (mandatos). Junto a esta diferenciación causalidad-libertad,
los entes morales se distin- guen de los físicos, porque los físicos son
ajenos en sí a una valoración ética, mientras que los morales son
valorables en términos de moralidad. De este modo, diferenciando el
mundo físico y el moral, Pufendorf señalaba a la ciencia del derecho
natural un ámbito propio con leyes propias.
3. THOMASIO
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tipo de normas, también aquellas que son consejos por carecer de impe-
rium, entendiendo por imperio la capacidad de mandato coactivo; las leyes
en sentido estricto son aquellas que, por tener como rasgo la coactividad,
son imperativas en sentido estricto. Sólo estas últimas son leyes jurídicas.
Hecha esta distinción, Thomasio sostiene que la ley natural y divina
carece de coacción, por lo cual magis ad consilia pertinet, quam ad impe-
ria, más que ley es consejo, situándose en una posición que ya habían to-
mado algunos autores como Vázquez de Menchaca. Con ello redujo el de-
recho al humano positivo. Si bien el derecho natural regula lo justo y en tal
sentido cabe llamarlo derecho, le falta, para ser totalmente derecho, la co-
acción.
Con ello Thomasio ponía de relieve una de las más flagrantes parado-
jas de la Escuela moderna del Derecho Natural. Al tiempo que producían
una gran expansión de la idea del derecho natural, que pasó a primer plano
en el pensamiento social, jurídico y político, lo descargaban de contenido
jurídico, «moralizándolo», es decir, transformándolo en una moral social.
Si en Thomasio esto aparece con gran claridad, no es menos verdad para
los autores de las otras corrientes (pufendorfiana, wolffiana, etc.). Basta
ver cómo, por ejemplo, se integran dentro del derecho natural los deberes
del hombre erga seipsum (deberes de innegable índole moral y no jurídica)
o analizar sus definiciones de derecho natural para advertirlo.
4. CHRISTIAN WOLFF
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Habiendo enlazado de esta suerte los derechos a las obligaciones, tras- lada a los primeros las
características de las segundas. Los derechos natu- rales del hombre, al igual que sus obligaciones
naturales, son: universales, absolutos, innatos, inmutables y coercibles.
f) Con Wolff, la meta racionalista de construir un sistema de derecho natural rigurosamente elaborado
alcanzó su mayor cota. Este pensador pre- sentó, en efecto, un vasto sistema, formado por una serie
ininterrumpida de silogismos de un gran rigor formal, que, de las obligaciones y derechos pri- marios
nacidos de la esencia y de la naturaleza del hombre, alcanza a todas las derivaciones inmediatas y últimas
en una larga y detallada cadena de conclusiones comprensivas de todas las acciones humanas, cualesquiera
que sean. Lo mismo hizo respecto de la ley natural. Excluyendo todo ele- mento inductivo o empírico,
procedió sólo por deducción, mediante una cadena continua de silogismos (continuo ratiocinationis filo), a
partir de axiomas o definiciones, intentando dar a cada una de las normas de dere- cho natural la
certidumbre de las leyes matemáticas, y a su conjunto, la co- herencia rigurosa de un sistema cerrado.
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