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Nº 114 JUNIO 2023

Dr. Stefano Pizzo ALIMENTACIÓN Y


El Dr. Stefano Pizzo es médico
cirujano por la Universidad de
Oriente (Venezuela) y ha cumplido SALUD CUTÁNEA
funciones como Médico General,
incluyendo cargos en atención
primaria, urgencias y emergencias
médicas. La piel más allá de lo
Desde muy pronto también
estético
se interesó por la Nutrición y
la Dietética y se ha formado “La piel está ahí porque nos cuida, pero también
en Elaboración de Dietas y
Dietoterapia por la Universidad
porque necesita ser cuidada: por fuera y por
Europea del Atlántico, en dentro”
Santander. Dr. Pizzo
También ha realizado un Máster
Universitario en Nutrición La piel es uno de los rasgos físicos que nos identi-
Personalizada y Comunitaria, fica como personas. Es, básicamente, nuestra tarjeta
en este caso por la Universidad
de Valencia, y ha cursado las de presentación. En algunos casos, cuando tenemos
especialidades de Psicología y de una piel tersa, sedosa y libre de “imperfecciones”,
Psicopatología de la Nutrición, nos puede favorecer muchísimo. Pero, en el mo-
ambas por la Universidad Europea
del Atlántico. mento en que empieza a notarse más grasa, man-
chada y con marcas debidas a la edad o a procesos
Ejerció como Médico Dietista patológicos, la situación cambia para mal.
en la Zona Norte del Estado de
Anzoátegui (Venezuela), lo que
le permitió recuperar el contacto Pero la piel no es solo ese tejido que recubre nues-
presencial con los pacientes, y tro cuerpo. Se trata de la barrera protectora más
tras migrar a España dirige una
consulta online como Médico extensa que tenemos a nuestro servicio. Por esto y
Dietista en Alicante, donde reside mucho más hay que cuidarla por fuera y por den-
actualmente.
tro, teniendo en cuenta el sinfín de procesos que
A su extensa formación médica afectan a su estado.
se añade su no menos prolífica
labor como redactor médico y De hecho, en la salud de los distintos órganos y
divulgador, siendo la máxima
de su trabajo acercar todo tipo sistemas del cuerpo influyen cantidad de factores
de temas de salud a la mayor que repercuten en ella. Y esta es justo una de las
cantidad de gente posible.
finalidades de este Dossier: mostrar los factores,
Se considera una persona incapaz muy presentes en la actualidad, que pueden estar
de permanecer inmóvil por mucho dañando tu piel sin que lo sepas. Pero también en-
tiempo, razón por la que sigue
involucrándose en proyectos contrarás soluciones, basadas en la más reciente
con los que puede ayudar a las evidencia científica, con recomendaciones nutri-
personas a cuidar de su salud y la
de los suyos. cionales que puedes aplicar en tu día a día.

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Si quieres una piel libre de impurezas, prevenir el envejecimiento cutáneo prematuro, eliminar
el exceso de grasa superficial y trabajar en aquellos procesos inflamatorios que la dañan, toma
buena nota de lo que vas a leer a continuación.

¡Vamos a ello!

En este Dossier encontrará:

I. LA PIEL, EL REFLEJO DE LA SALUD INTERNA.......................................... 2


II. HISTOLOGÍA Y FUNCIONES DE LA PIEL...................................................... 3
III. FACTORES DE RIESGO...................................................................................... 7
IV. RECOMENDACIONES DIETÉTICAS Y NUTRICIONALES.......................... 12
V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................. 17
Por Stefano Pizzo

I. LA PIEL, EL REFLEJO DE LA SALUD


INTERNA

La piel sirve como carta de presentación ante el mundo. El hecho de tener una piel bien cuidada
y limpia denota bienestar. Y ello podría ir a la par de otras características que reflejan salud,
tales como tener buenas digestiones, un estado emocional estable, un sueño reparador, no pa-
decer dolencias en las articulaciones…

Porque, más allá del factor estético que se le ha dado y se le continúa dando a la piel, esta re-
presenta otro órgano del cuerpo humano. Un órgano…

• …con una organización específica que responde a las necesidades estructurales que lo
conforman.
• …con funciones definidas e indispensables para el bienestar del resto de órganos y sis-
temas.
• …con diversas capacidades para comunicarse con estructuras corporales vecinas y otras
más lejanas.
• …con un conjunto de microorganismos (microbioma) propio, que ayuda a resguardar su
salud.
• …con muchas otras características que no lo hacen diferente del resto de órganos que
residen en nuestro cuerpo.

Con esto en mente, es razonable considerar la piel como una entidad más que hace vida en y
con nuestro organismo, en vez de un órgano aparte. Del mismo modo, se puede afirmar que los
factores que afectan desde fuera a la piel también pueden influir en la salud interna de nuestro
cuerpo. Y, desde el punto de vista inverso, los factores perjudiciales que tengan un origen in-
terno pueden generar patologías cutáneas; es decir, que se reflejan hacia el exterior del cuerpo.

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Interés por lo que se ve, más que por lo que no se ve


Cuando se trata de la piel y las afecciones que la puedan perjudicar, nuestros ojos, usualmente,
no ven más allá de su capa externa. Cuando notamos una mancha en la piel, ¿cuántos de noso-
tros pensamos que se debe a algún proceso patológico interno y no simplemente a los efectos
del sol? Lo normal es que corramos a comprar lociones y bálsamos blanqueantes, cremas hidra-
tantes, protectores solares y demás productos. Y a veces, no bastando esto, pedimos cita para
algún tratamiento estético que nos ayude a recuperar esa juventud tan preciada.

Ahora bien, no quiero que se me malinterprete. No estoy en contra del uso de productos para
la piel o de la práctica de rutinas estéticas (hechas en casa o en un centro de medicina estética).
Es más, siempre y cuando sean beneficiosas, apoyaré la aplicación de este tipo de medidas en
pro de la piel.

Sin embargo, sí quiero hacer hincapié en que, al ver una lesión en nuestra piel (mancha, pústula,
verruga, etc.), no pensemos únicamente en lo que se puede hacer mediante los cuidados exter-
nos. También hay que considerar los procesos internos, capaces de modificar la apariencia de
nuestra piel, ya sea para bien o para mal.

II. HISTOLOGÍA Y FUNCIONES DE LA PIEL

Antes de hablar de los procesos internos que pueden afectar a la salud cutánea, hay que dete-
nerse un momento para conocer las estructuras que componen la piel. Y cuáles son las funcio-
nes fisiológicas que realizan cada una.

Este órgano pertenece al sistema tegumentario, encargado de proporcionar al cuerpo protec-


ción frente al medio externo. Lo hace sobre todo participando en la homeostasis: la capacidad
que poseemos para mantener unas condiciones internas estables, mientras se compensan los
cambios que ocurren en el exterior y viceversa.

Antes de hablar de las capas y estructuras de la piel, es necesario abordar las funciones del
sistema tegumentario de la misma:

• Es la primera línea de defensa del cuerpo humano, protegiéndonos contra micro (bacte-
rias, parásitos, virus…) y macroorganismos (insectos y otros animales visibles) potencial-
mente dañinos e infecciosos.
• Protege a los tejidos y órganos internos de elementos medioambientales, físicos y de trau-
matismos que puedan provocar alguna lesión importante. E interviene en el proceso de
cicatrización.
• Protege al cuerpo frente a los cambios bruscos de temperatura, siendo parte esencial de
la regulación de la temperatura interna, y del efecto de los rayos del sol UV y las posibles
quemaduras solares.
• Interviene en la regulación hídrica del cuerpo.
• Excreta materiales y tóxicos no deseados a través de la transpiración.

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• Permite la comunicación del organismo con el mundo externo a través del sistema ner-
vioso periférico y sus numerosos receptores presentes en la piel, responsables del tacto,
dolor, presión, calor y frío.
• Interviene en la producción y metabolismo de la vitamina D3 (colecalciferol) casi en su
totalidad a partir de los rayos solares UV. Además, en las capas de la piel se almacena agua
y grasa, que cumplen funciones indispensables para el correcto funcionamiento cutáneo.

Capas de la piel: de lo externo a la interno


La piel se considera uno de los órganos más
grandes del cuerpo humano. Equivale apro-
ximadamente al 15% del peso corporal total
y abarca de 1,5 a 2 m2 de superficie, depen-
diendo de las dimensiones de la persona. Está
conformada por dos capas principales: la epi-
dermis, más externa, y la dermis, la capa in-
terna y más grande. Algunos autores hablan
de una tercera capa, la hipodermis, la cual está
situada por debajo de la dermis y se compone
principalmente de tejido adiposo (grasa) o
subcutáneo, dándole sustento a la piel.

Analicemos cada capa un poco más en detalle.

En primer lugar, la epidermis se compone de cuatro tipos de células:

1. Queratinocitos. Equivalentes a cerca del 90% de las células de la epidermis, son los en-
cargados de producir queratina, una proteína fibrosa responsable de las características
protectoras a la piel. Estas células están en constante renovación, produciendo lo que
se conoce como “piel muerta”, que no es más que el resultado de la descamación de los
queratinocitos viejos para dar paso a los nuevos.
2. Melanocitos. Estas células se centran en la producción de melanina, pigmento oscuro
responsable del color de la piel. Las personas de diferentes razas tienen distintas can-
tidades de melanocitos, presentando también diferencias en su tamaño, núcleo y loca-
lización.
3. Células de Merkel. Son las responsables del sentido del tacto de la piel. Mantienen una
estrecha relación con el sistema nervioso periférico, encargado de controlar los recep-
tores sensoriales presentes en la piel, gracias a los cuales percibimos lo que ocurre a
nuestro alrededor.
4. Células de Langerhans. También llamadas “células dendríticas”, están relacionadas con
las acciones del sistema inmunológico. Son capaces de fagocitar (absorber partículas
grandes que conviene eliminar) y actuar como antígenos de otras células.

En cuanto a la dermis, se compone de diferentes capas de tejido conectivo denso e irregular.


Sobre todo, contiene fibras de colágeno y elastina, que apoyan la epidermis y unen todo este
conjunto a la hipodermis subyacente. A través de estas proteínas, la dermis le confiere al sis-
tema tegumentario su elasticidad y capacidad de estirarse.

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Al mismo tiempo, en la dermis se localizan numerosos capilares sanguíneos, los cuales ayu-
dan a regular la temperatura corporal y nutren las células locales. Y existen múltiples termina-
ciones nerviosas asociadas a receptores sensoriales (Meissner, Pacini, Ruffini y Krause), varias
fibras musculares y otras células comunes al tejido conectivo y al sistema inmune.

Por último, en la capa de la hipodermis se encuentran las glándulas sudoríparas y sebáceas,


así como los folículos pilosos.

Ahora bien. Además de la piel, el sistema tegumentario incluye a las uñas, formadas sobre todo
por queratina, y al pelo, que son prolongaciones proteicas que nacen en los folículos pilosos.
Ambas estructuras cumplen funciones de protección externa, regulación de la temperatura o
conductividad sensorial. Y, por supuesto, está su función estética.

Las afecciones cutáneas más frecuentes


Ahora que sabemos cuáles son las estructuras principales de la piel, es hora de entrar en ma-
teria clínica, dando paso a algunas de las afecciones y enfermedades cutáneas más comunes.

➢ Manchas seniles
Comencemos con algo sencillo, pero muy común. También llamadas “manchas de envejeci-
miento” o “cutáneas”, son zonas de pigmentación de color marrón claro a oscuro, planas y
ovaladas, que surgen en las partes del cuerpo más expuestas al sol (el dorso de las manos, el
rostro, los hombros y el cuello) y no desaparecen.

Se producen con el paso de los años, por lo que son propias de las personas mayores de 50
años (diferenciándose de las pecas, más comunes en la infancia). Debido a su parecido con
lesiones tumorales cancerosas, es importante notar cualquier cambio de coloración, aumento
de tamaño, aparición de sangrado, urticaria o cualquier otra característica que pueda denotar
malignidad.

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Su aparición se debe a cambios en la producción y el metabolismo de la melanina como res-


puesta a una continua exposición solar, pero también puede ser el resultado de procesos de
envejecimiento precoz. Ambos son factores prevenibles.

➢ Acné
Si bien las manchas seniles son bastante fre-
cuentes, el acné es la patología más común
en dermatología. Se trata de una enfermedad
inflamatoria crónica que afecta a las glándu-
las sebáceas y a los folículos pilosos. Entre
sus principales causas están las obstruccio-
nes resultantes de una excesiva producción
y acumulación de sebo (sustancia oleosa
producida por las glándulas sebáceas, indis-
pensable para mantener la piel hidratada y
protegida), así como de desechos de quera-
tina dentro de los folículos pilosos.

Las bacterias anaerobias que habitan la piel


(es decir, las que son capaces de sobrevivir
sin oxígeno) se benefician de dichas obs-
trucciones, produciendo todos los síntomas característicos del acné: pústulas, forúnculos,
nódulos y demás lesiones eritematosas.

El acné es más severo en la adolescencia, cuando las concentraciones de hormonas sexuales


estimulan a las glándulas sebáceas. Aunque también intervienen otros factores como la higiene
personal, la alimentación que se sigue o el uso de maquillaje, entre otros.

➢ Dermatitis
¿Quién no ha tenido algún episodio de piel enrojecida e irritante? Aunque esta afección suele
implicar una piel seca, irritada y que produce comezón (picor), también puede presentarse en
forma de ampollas, costras, exudado inflamatorio y descamaciones. Todo esto da paso a varios
tipos de dermatitis:

• Atópica. Es frecuente en niños, pero no exclusiva. Conlleva una hipersensibilidad cutánea


relacionada con otros trastornos del mismo ámbito, como alergias alimentarias, asma y
rinitis alérgica.
• Por contacto. Está provocada por el contacto directo con una sustancia (plantas, cosmé-
ticos, joyas, fragancias, pañales, etc.) o por la reacción alérgica a la misma.
• Seborreica. Afecta principalmente al cuero cabelludo y otras zonas oleosas del cuerpo,
lo que puede conllevar una piel grasosa cubierta de escamas blanquecinas, sarpullido o
descamación cutánea.

Como habrás visto, factores inflamatorios y alérgicos, o bien inmunológicos, están muy presen-
tes en los casos de dermatitis y pueden favorecer su cronicidad y que surjan complicación con
el tiempo. Sin embargo, al igual que ocurre con otras afecciones dermatológicas, estos factores
son prevenibles y tratables (mediante medidas farmacológicas o no).

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➢ Psoriasis
Se trata de una afección autoinmune caracterizada por una mayor proliferación de queratino-
citos en la dermis. Esto da lugar a una acumulación y formación de placas (a base de escamas
de color plateado), así como a una irritación y enrojecimiento, principalmente en las zonas del
cuero cabelludo, los codos y las rodillas.

Dado su origen, a día de hoy la psoriasis es incurable y dura toda la vida del paciente. Sin em-
bargo, sí pueden mitigarse sus síntomas si se actúa sobre los actores desencadenantes (cambios
bruscos de temperatura, infecciones, alimentación inadecuada, tabaquismo y abuso del alcohol,
estrés emocional…).

➢ Procesos cancerosos
Los más frecuentes son los melanomas y los carcinomas (de células basales y escamosas).
Casi todos responden a una exposición continua y excesiva a los rayos solares UV, lo que des-
emboca en mutaciones de ciertas poblaciones celulares que, con el tiempo, se vuelven malignas.

Los procesos subyacentes en el cáncer de piel se relacionan con el aumento de factores proin-
flamatorios locales, daño en el material genético celular, ciertos procesos de envejecimiento
prematuro y la pérdida de las capacidades de autocuración y regeneración celular.

Llegados a este punto, aunque ya se han mencionado algunas circunstancias implicadas en las
afecciones cutáneas, merece la pena analizar este tema en profundidad.

III. FACTORES DE RIESGO

Algunos factores conocidos que afectan al estado de la piel

Es más que sabido que las radiaciones ultravioletas (UV) provenientes del sol son responsa-
bles de daños en la piel si nos sobrexponemos a ellas. Hasta cierto punto, los mecanismos de
protección cutánea pueden combatir los efectos dañinos resultantes de esta sobrexposición.
Pero si se sostiene en el tiempo empiezan a fallar y dan paso a lesiones visibles que pueden
llegar a cronificarse.

Otras circunstancias externas que producen daños en las capas de la piel son: Los cambios de
temperatura (con la consecuente deshidratación, resequedad o exceso de humedad), así como
la contaminación ambiental, el uso de productos de limpieza que incluyan químicos agresivos,
la aplicación excesiva de maquillaje o los lavados demasiado frecuentes con agua muy caliente.

Asimismo, una incorrecta alimentación, el abuso del alcohol y el tabaquismo también pueden
causar procesos patológicos. Y sus efectos negativos manifestarse tras años de malos hábitos.

Tampoco se puede negar que la genética es el principal factor que dicta ley sobre el tipo de piel
y su capacidad para regenerarse -y degenerarse- a través de los años. También sobre su capaci-
dad de enfrentarse a distintos factores dañinos, así como su predisposición a padecer algunas
enfermedades dermatológicas.

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Del mismo modo, deben tenerse en cuenta los procesos hormonales que se dan en la puber-
tad, durante el embarazo o con la menopausia. Y lo mismo ocurre con los efectos promovidos
por altos niveles de estrés emocional, el sedentarismo y la falta de actividad física o una mala
calidad del sueño. Todo ello, así como múltiples patologías metabólicas, gastrointestinales,
reumáticas, inmunológicas y más pueden cambiar el estado de salud de la piel.

Otros factores asociados a afecciones cutáneas son:


• Procesos proinflamatorios agudos y crónicos.
• Envejecimiento prematuro.
• Desequilibrio y mal funcionamiento de órganos y sistemas.
• Concentraciones elevadas de tóxicos y productos de desecho.
• Pérdida de funciones celulares básicas.

Todo esto, entre otras posibles causas, puede llevar a una patología potencialmente mortal,
dependiendo principalmente del tipo de cáncer y de las características de cada persona.

Y hay más.

4 factores clave responsables de las patologías cutáneas


Quisiera empezar esta sección dejando algo claro: los 4 factores que voy a explicar a continua-
ción no son los únicos responsables de afecciones cutáneas. Sin embargo, decidí poner el foco
de atención en estos porque, a través de mi propia experiencia clínica y la de otros profesionales
de la salud, así como por lo aprendido con la literatura científica, es innegable su importancia.

Sin ellos, muchas de las patologías de la piel y de otros órganos y sistemas no aparecerían; o
tardarían mucho más en aparecer.

¡Empecemos a explorarlos!

1. Inflamación crónica
Conocemos el proceso de la inflamación como una respuesta inmediata del sistema de defensa
a algún tipo de traumatismo, ya sea sobre la piel u otro órgano. De este modo, el cuerpo forma
una especie de zona delimitada para promover la llegada de glóbulos blancos, plaquetas y otras
células y sustancias encargadas de reparar los tejidos dañados.

A pesar de provocar síntomas como hinchazón, dolor, enrojecimiento o calor, este proceso in-
flamatorio es necesario para corregir la afección local, resolviéndose en poco tiempo. Ahora
bien, la inflamación a la que me refiero ahora es la que se extiende en el tiempo, cronificándose
y volviéndose silente. Esta es a la que hay que temer.

La base de esta inflamación es la misma: la aparición de múltiples células y sustancias proinfla-


matorias, como citoquinas, leucotrienos e interleucinas de esta índole. Pero, en vez de concen-
trarse en un único sitio, se dispersan por todo el organismo sin darnos cuenta. Así es como una
gran cantidad de factores inflamatorios logra abarcar cada rincón del cuerpo, alterando poco a
poco sus estructuras y funciones a nivel celular.

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Con el tiempo, la afección llega a ser global y se ven comprometidos diversos órganos y siste-
mas, lo que puede dar lugar a enfermedades cardiovasculares, metabólicas, reumáticas, inmu-
nológicas y tumorales.

En el caso de la piel esta inflamación crónica afectaría al riego sanguíneo de la dermis y epider-
mis, a la composición de las fibras de colágeno, a la renovación y reparación celular y a otras
estructuras vecinas. Y todo esto predispondría a las enfermedades ya mencionadas.

Pero el origen de este tipo de inflamación no es un traumatismo o un proceso infeccioso. De-


pende de una mezcla de factores internos y medioambientales, que ya he citado: Sedentarismo,
estrés emocional, sueño malo, alcohol, diabetes o abuso de medicamentos.

El papel de la alimentación es fundamental en este aspecto (así como en los otros factores que
se analizan a continuación). De hecho, en el centro de los factores proinflamatorios están las
actuales dietas occidentales.

2. Estrés oxidativo
Hace referencia a las reacciones de oxidación-reducción (redox). Son procesos fisiológicos nor-
males que se producen como consecuencia del sinfín de reacciones bioquímicas que tienen
lugar en nuestro organismo segundo tras segundo. Después de muchas de estas reacciones
bioquímicas, es normal que se liberen diversos radicales libres. Se trata de moléculas inestables
a nivel de sus electrones que buscan su estabilidad a expensas de otras moléculas, lo que a la
larga tiene efectos negativos sobre el organismo.

Ciertamente, la naturaleza es sabia y, para frenar el avance de estos radicales libres, puso a
nuestra disposición los llamados antioxidantes (incluidos el glutatión o la ubiquinona). Estos
son capaces de donar un electrón al radical libre inestable para estabilizarlo, retardando así
-o evitando- la oxidación de otras moléculas más importantes. De esta forma, se produce un
enfrentamiento continuo entre antioxidantes y radicales libres que permite mantener el equi-
librio.

¿Cuándo surge el problema? Cuando la balanza se coloca a favor de los radicales libres, ya sea
por una mayor producción de los mismos o por una menor presencia de moléculas antioxidan-
tes. Aquí es cuando empezamos a hablar de estrés oxidativo.

Cuando ocurre esto los radicales libres siguen su comportamiento habitual de oxidar moléculas
para encontrar su estabilidad. La diferencia está en que ahora no hay suficientes antioxidantes
para frenarlos. Y esto afecta a diversas estructuras celulares. Más específicamente, al material
genético de su núcleo, de las membranas fosfolipídicas, de los complejos proteicos y, muy im-
portante, de la mitocondria.

Esta última es una de las partes más importantes de la célula, ya que se encarga de producir
ATP (adenosín trifosfato), la principal fuente de energía de las células y esencial para el correcto
funcionamiento del organismo.

Sin embargo, con el fallo en la producción de antioxidantes y la acumulación de radicales libres,


y considerando que el funcionamiento mitocondrial empieza a declinar poco a poco al aden-
trarnos en la segunda mitad de nuestras vidas, las moléculas que se ven afectadas por el estrés
oxidativo son cada vez mayores.

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Con el tiempo, estas moléculas dañadas pasan a ser estructuras afectadas y luego, como en un
efecto dominó, acaban alterando el funcionamiento de tejidos, órganos y sistemas. Este mismo
proceso es el que hay detrás del envejecimiento precoz y de la aparición de múltiples enferme-
dades cardiovasculares, metabólicas, neurológicas, neoplásicas (caracterizadas por un creci-
miento anormal de los tejidos), etc.

En la piel este estrés oxidativo se hace notar a través de varios procesos: la pérdida en la or-
ganización y producción de las fibras de colágeno, una mayor laxitud cutánea, el retardo en la
cicatrización y la aparición de las manchas seniles antes mencionadas.

3. Disbiosis intestinal
Seguro que habrás oído hablar de la microbiota intestinal, antes llamada “flora bacteriana”.
Se trata de una composición microbiana que vive en los intestinos y que, dependiendo de su
estado, puede beneficiarnos o no. Gracias a numerosas investigaciones se ha observado que
guarda una estrecha relación con diversos órganos y sistemas, pudiendo encargarse de la ho-
meostasis de todo el organismo. Produce así efectos que influyen sobre el estado inmunológico,
neurológico, metabólico y demás procesos del cuerpo.

Ahora bien, cuando la microbiota intestinal se altera se habla de disbiosis intestinal. Esta
puede darse por un aumento de los microorganismos más perjudiciales, por una disminución
de los que son beneficiosos y/o por la pérdida de la diversidad microbiana. Sea cual sea la causa,
la disbiosis intestinal puede contribuir significativamente al origen de diversas patologías.

Y teniendo en cuenta las múltiples interacciones de la microbiota intestinal con el cuerpo hu-
mano, los síntomas de la disbiosis no solo se limitan a los intestinales: episodios de diarrea y/o
estreñimiento, hinchazón abdominal, meteorismo (exceso de gas dentro del intestino), intole-
rancias alimentarias, malabsorción de nutrientes y déficits de los mismos.

Junto a estos, también puede aparecer una sintomatología generalizada con dolencias muscu-
lares y articulares, alergias, cefaleas, fatiga, cambios de humor y, por supuesto, problemas der-
matológicos. Diferentes estudios han señalado una posible relación entre la disbiosis intestinal
y varias enfermedades cutáneas: acné, dermatitis atópica y psoriasis, entre otras.

Con esto en mente, entre los procesos responsables de estos eventos cabe destacar:
• El aumento de la permeabilidad intestinal, lo que permitiría el paso de bacterias, toxi-
nas y demás agentes nocivos al torrente sanguíneo.
• Una menor regulación inmunitaria a nivel local y que se extendería a otras partes del
organismo.
• La desregulación del eje intestino-cerebro. Se refiere a una alteración de la comuni-
cación bidireccional entre la microbiota intestinal y el sistema nervioso central. Pues
bien, esto afectaría indirectamente a la producción de neurotransmisores (permiten la
comunicación entre las neuronas y los tejidos del cuerpo sobre los que actúan), lo que
también afectaría a la piel.
• La mala absorción de nutrientes necesarios para el mantenimiento de la piel, la cual
se ve afectada.
• La menor presencia de poblaciones bacterianas que producen ácidos grasos de cadena
corta (butirato, propionato y acetato), los cuales tienen potentes efectos antiinflamato-
rios.

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Aún no está del todo verificado, pero la menor presencia de Actinobacteria, Bacteroides, Bi-
fidobacterium, Ruminoccocus, Butyricicoccus, Coprobacillus, Lactobacillus y Faecalibacterium
prausnitzii, así como el aumento de algunas especies bacterianas pertenecientes a los géneros
Akkermansia y Proteobacteria, y de la especie Escherichia coli, se han visto involucrados en
muchas patologías dermatológicas.

4. Funciones de filtrado bloqueadas


El último factor guarda relación con los sistemas de excreción del cuerpo. Esto es, los que
permiten al organismo librarse de aquellos productos de desecho y toxinas que introducimos
desde afuera o que se producen en nuestro interior.

Me refiero a los sistemas formados por el hígado, los riñones, el intestino, los pulmones y la
piel. Estos órganos, mediante la bilis, la orina, las heces, el aire y el sudor, respectivamente, se
encargan de expulsar los elementos que son nocivos para el organismo.

El problema aparece cuando el estado de estos órganos se ve afectado por varios factores. Algu-
nos ya se han mencionado, pero cabe detallar cuáles son los que más perjudican a cada órgano
en concreto:
• El hígado se ve dañado por un elevado consumo de alcohol o de fármacos agresivos, por
infecciones virales, por altos niveles de colesterol y triglicéridos en sangre, etc.
• La capacidad de filtrado de los riñones se ve perjudicada por un consumo crónico de
medicamentos o por enfermedades autoinmunes, entre otros factores.
• El intestino sufre con una microbiota alterada o debido a intolerancias alimentarias,
permeabilidad aumentada, trastornos de malabsorción…
• El intercambio gaseoso que se da en los pulmones, esencial para una correcta respiración,
puede verse perjudicado por el tabaquismo, procesos infecciosos y neoplásicos, trastornos
que afecten a la capacidad pulmonar, etc. Y a su vez esa merma del sistema pulmonar im-
pide que la piel (entre otros órganos) reciba la cantidad adecuada de oxígeno.
• Y, por último, la piel no puede realizar correctamente su labor excretora (a través del
sudor) si está inflamada, irritada, sucia o bloqueada por una gran cantidad de maquillaje,
por ejemplo.

De esta manera, poco a poco, todos estos productos de desecho empiezan a acumularse en
nuestro interior. Funcionando como verdaderos agentes tóxicos, proinflamatorios y oxidantes,
exacerbando los procesos patológicos.

Un último comentario antes de hablar sobre alimentación


Todos estos son los factores perjudiciales internos que considero más importantes sobre la pa-
togenia de las enfermedades de la piel y de otros órganos y sistemas. Ahora bien, que los haya
separado por bloques no quiere decir que actúen de manera independiente. Lo normal es que
se den al mismo tiempo, alimentándose los unos a los otros y aumentando sus efectos dañinos
sobre el organismo.

Por esta razón su manejo debe realizarse teniendo en cuenta el panorama completo. Pero sin
dejar de atender de forma específica ciertos puntos patológicos. La idea es actuar sobre dicha
situación antes de que sea tarde. Una vez más, en la prevención está la clave del éxito.

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IV. RECOMENDACIONES DIETÉTICAS Y


NUTRICIONALES

Podría dedicarme a nombrar específicamente alimentos saludables concretos, algunos menos


comunes y más exóticos que otros, así como sus características en beneficio de la piel. Sin
embargo, creo que entender la alimentación de esta manera, además de crear clasificaciones
innecesarias, no tiene en cuenta el panorama completo ni la manera en la que comen la mayoría
de las personas.

De este modo, lo mejor que puedes hacer, en relación a una dieta en pro de la piel, es seguir
algunas recomendaciones que engloben todos los grupos alimenticios. Para ello te presento la
“Pirámide de la Alimentación Saludable”. Más específicamente, la última versión realizada
por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC):

Inspirada en los fundamentos de la dieta mediterránea, es la que usaré como guía para descri-
bir el estilo de alimentación que me gustaría tuvieras presente para la salud de tu piel (y la de
otros órganos).

Si sigues este tipo de dieta, verás como tu alimentación se vuelve más variada, sostenible, equi-
librada, confortable, nutritiva y, sobre todo, deliciosa.

¡Y todo esto mientras cuidas de tu piel!

Cereales, frutas y verduras: la base de la alimentación


En la base de la pirámide están los cereales y tubérculos, excelentes fuentes de hidratos de car-
bono y de energía. Y para aprovechar todas sus propiedades beneficiosas lo mejor es comerlos
de forma integral; es decir, completos y con mucha fibra dietética.

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De esta forma no solo disminuirás los picos de insulina y glucemia postprandiales (se refiere
al nivel de glucosa en sangre tras las comidas) debido a la menor carga glucémica de esos ali-
mentos, lo que previene el desbalance metabólico y los elementos proinflamatorios. También
ayudarás a promover el correcto tránsito intestinal que, a su vez, permitirá eliminar gran parte
de los productos de desecho producidos en el cuerpo.

Pero estos alimentos también pueden ayudar a la piel de otra forma. Resulta que las patatas,
el boniato, la pasta y el arroz son ricos en almidón, una forma de hidrato de carbono compleja.
Pues bien, cuando dejamos reposar y enfriar estos alimentos, después de su cocción, se crea
lo que se conoce como almidón resistente. Se trata de un compuesto más compacto bioquí-
micamente y capaz de resistir la digestión y mantenerse íntegro en el tracto gastrointestinal. Y
cuando llega al intestino este almidón cumple un papel prebiótico; es decir, de alimento para la
microbiota local. Más específicamente, este tipo de almidón es muy beneficioso para las bacte-
rias productoras de ácidos grasos de cadena corta, involucrados en los procesos antiinflama-
torios.

En el segundo nivel de la pirámide se encuentran las frutas y verduras. Y no hace falta que te
diga la gran cantidad de vitaminas y minerales que puedes conseguir consumiendo estos ali-
mentos.

Por un lado, las vitaminas A, D3 y E tienen propiedades antioxidantes (entre muchas otras
funciones) para hacer frente a los radicales libres. Por su parte la vitamina C, además de antio-
xidante, interviene en el metabolismo del colágeno: la proteína que da estructura y forma a la
piel. Y, por último, algunas vitaminas del grupo B, como el ácido fólico (B9), están involucradas
en la regeneración celular (proceso que se da muy frecuentemente a nivel cutáneo).

En el lado de los minerales, el sodio y el potasio son indispensables para la adecuada homeos-
tasis celular, regulando la cantidad de agua que entra y sale de la célula. Asimismo, el calcio
interviene en el metabolismo del colágeno, el zinc y el cobre son potentes antioxidantes y el
magnesio brinda efectos antiinflamatorios y de reparación cutánea.

Y la fibra dietética presente en frutas y verduras es una maravilla para toda esa población que
conforma la microbiota intestinal. Además de que ayuda en la regulación del tránsito intestinal.

Con esto en mente, llena tus comidas con todos estos alimentos, haciendo de tu plato uno bien
colorido y variado. Por ejemplo, verduras de hoja verde, hortalizas rojas, naranjas y moradas,
crucíferas y demás. Acompáñalas del hidrato de carbono que prefieras, siempre y cuando sea
lo más integral posible. ¿Y de postre? Opta por una fruta, ya sea cítrica, jugosa, dulce, tierna o
pulposa, pero siempre fruta.

Pero ojo porque en esta base aún falta un elemento muy importante de la dieta mediterránea: el
aceite de oliva virgen extra. Tiene propiedades protectoras sobre los sistemas cardiovascular,
metabólico e inmunológico, sobre todo gracias al ácido oleico que posee. Se trata de un ácido
graso monoinsaturado de la serie de los omega 9. Asimismo, este aceite es preferible a la toma
de aceites vegetales refinados porque tiene una mayor estabilidad ante el fuego, lo que evita la
formación de radicales libres y otros productos nocivos durante el cocinado.

Fuentes proteicas, lácteos, semillas y nueces


En este grupo de alimentos encontramos las fuentes proteicas más saludables, ya que favorecen
el desarrollo celular. Y también se perfilan como la opción más saludable en pro de la piel.

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En el caso de las proteínas, el consumo de aves de corral, pescado, legumbres y huevos debe
priorizarse por encima del de carnes rojas (que veremos más tarde). Su ingesta no solo provee
buenas cantidades de aminoácidos, necesarios para la regeneración y la reparación de las
células. También brinda vitaminas, especialmente del grupo B, así como un amplio espectro de
minerales que apoyan a la salud cutánea.

Por su parte, el colesterol presente en los huevos es un excelente componente de las mem-
branas celulares y ayuda a darles flexibilidad. Por ello su consumo, más que limitarlo, debe
promoverse. Asimismo, las grasas poliinsaturadas omega 3 del pescado azul (sardinas, atún,
salmón, anchoas, caballa, etc.) son potentes agentes antiinflamatorios. Y estudios científicos los
han relacionado con mejoras en la sintomatología de diversas patologías dermatológicas, como
el acné y la psoriasis.

Ahora bien, cabe destacar el consumo de legumbres como fuente principal de proteína vegetal,
la cual debe favorecerse por encima de la de origen animal. Es cada vez mayor la evidencia que
relaciona una alta ingesta de proteína vegetal con un menor riesgo de desarrollar enfermeda-
des cardiometabólicas y con parámetros inflamatorios más bajos. Y ello por no hablar de la
fibra dietética que proporciona, muy beneficiosa para la salud intestinal, el estado de la micro-
biota y el tránsito intestinal. En definitiva, las legumbres son verdaderos “superalimentos”, muy
efectivos contra los factores responsables de las patologías cutáneas.

En cuanto a los lácteos, además de ser buenas fuentes de calcio, algunos productos son some-
tidos a procesos de fermentación que benefician a las bacterias del intestino, comportándose
como alimentos probióticos. Es el caso de los yogures.

A pesar de esto, algunas personas pueden verse afectadas dermatológicamente por el consumo
frecuente de lácteos; sobre todo los que tienen un alto nivel de grasas saturadas, como los que-
sos curados. Si es su caso, sería mejor regular su ingesta y buscar sustitutos.

Por último, las semillas y nueces son buenas fuentes de minerales (calcio, magnesio y zinc)
y de vitaminas (E y del grupo B). Y también de ácidos grasos de las series omega 3 y 6 (estos
últimos solo actúa como proinflamatorio cuando su nivel es muy elevado en comparación con
los omega 3); son útiles en la regulación de los procesos inflamatorios, para el correcto funcio-
namiento de las membranas celulares y en la producción de sebo.

Alimentos que debe evitar


En la punta de la pirámide alimentaria se encuentran los alimentos y productos que hay que
comer con menos frecuencia. Incluso podrían eliminarse completamente de la dieta. Es el caso
de las carnes rojas y procesadas, los embutidos, los platos preparados ultraprocesados, el azú-
car y otros edulcorantes, los productos de bollería industrial o los aperitivos salados.

La propia dieta mediterránea se está viendo afectada por su occidentalización, lo que está ha-
ciendo que se dé más prioridad a estos productos que a los señalados en las líneas anteriores.
Y todo esto conlleva:
• Mayores índices inflamatorios, debido al alto consumo de azúcares, grasas trans y aceites
vegetales refinados ricos en omega 6.
• Mayor estrés oxidativo, a causa del menor consumo de alimentos antioxidantes en detri-
mento de aquellos que aumentan la producción de radicales libres.

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• Mayor afección de la microbiota intestinal, con la aparición de disbiosis intestinal y pro-


cesos inflamatorios.
• Mayor riesgo de desarrollar patologías cardiometabólicas, así como hepáticas, renales,
inmunológicas, reumáticas, oncológicas y, por supuesto, dermatológicas.

Algunas recomendaciones dietéticas


➢ No se olvide del agua
Es importante mencionar el aspecto hídrico de la dieta, dado que el agua es fundamental para
la salud de la piel y del resto del cuerpo. El líquido elemento ayuda a nuestro organismo a:
• Controlar la temperatura corporal.
• Transportar nutrientes.
• Eliminar toxinas.
• Facilitar el riego sanguíneo.
• Promover la comunicación celular.

Y mucho más…

Beber suficiente agua ayuda a que la piel esté bien hidratada, previene su envejecimiento pre-
maturo y aumenta su elasticidad y capacidad de recuperación. Y también favorece su desintoxi-
cación, evitando la retención de líquidos.

Por todo esto es recomendable beber de 1,5 a 2,5 litros de agua al día, dependiendo de los re-
querimientos de cada uno. Asimismo, hay que tener en cuenta que el agua también se obtiene
con sopas, cremas, infusiones, zumos, frutas y verduras.

En el caso de las bebidas alcohólicas, a pesar de que algunas como el vino son promovidas por
sus efectos antioxidantes, se recomienda evitarlas o consumirlas de forma moderada debido a
su carga de azúcares, grasas y demás sustancias nocivas.

➢ ¿Cómo preparar la comida?


Respecto a los métodos de cocción, en mayor medida deberían ser al vapor, a la plancha, al
horno o hervido, evitando las frituras y otros procesos caracterizados por temperaturas aún
más altas. Y es que estos últimos producen elementos volátiles inflamatorios y oxidantes. Ade-
más, hay que intentar que el tiempo de cocinado no supere lo estrictamente necesario para
conservar la mayor cantidad de nutrientes posible.

➢ Apueste por los complementos


Por último, pero no menos importante, puedes considerar la toma de suplementos nutriciona-
les que ofrezcan beneficios cutáneos (vitamina D3, omega 3, colágeno, probióticos…).

Lo idóneo es que este sea recomendado por un profesional de la salud después de haberse
confirmado el diagnóstico, tras lo que habrá que establecer un plan terapéutico persona-
lizado.

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Últimos consejos y conclusiones para una piel más sana


No puedo terminar este escrito sin antes hablar de los buenos hábitos que hay que seguir, más
allá de la alimentación, para tener una piel saludable, limpia y que resalte nuestra salud interior:
• Usa protector solar como filtro de las radiaciones solares UV, especialmente durante las
horas de máxima radiación. Sin embargo, en las horas de menos sol (antes de las 10 AM
y después de las 4 PM, aproximadamente) procura tomarlo unos 15 ó 30 minutos, sin
protector solar, para aumentar la producción de vitamina D3.
• Trata tu piel con suavidad, evitando limpiarla con agua muy caliente o con productos
químicos muy fuertes, usando toallas adecuadas y humedeciéndola diariamente.
• Mantén una rutina diaria de cuidado apropiada para tu tipo de piel. Usa los productos
correspondientes a tus características para nutrirla desde afuera hasta adentro.
• Realiza ejercicio físico de forma regular para ayudar a resolver posibles procesos pato-
lógicos que se estén desarrollando en tu interior.
• Duerme unas 7 horas por las noches para favorecer la regeneración cutánea y tener una
piel sana y descansada.
• Maneja correctamente el estrés y otras formas de alteraciones emocionales para evitar
crisis y brotes de afecciones cutáneas no deseados.
• Evita el tabaquismo.
• Intenta realizar una limpieza profunda y de hidratación de la piel. Se trata de un
procedimiento de tipo estético que interesa para un mayor cuidado cutáneo.

Asimismo, si ves una lesión en la piel, quisiera resaltar la importancia de ir más allá de lo que se
ve a simple vista. Con esto me refiero a no centrarse solo en la evidencia de agentes perjudicia-
les externos, sino pensar también en lo que puede estar pasando dentro del organismo: desde
pequeños procesos celulares a mecanismos fisiopatológicos más complejos.

Puedes incluir en tu día a día las claves que te he dado para alimentarte de manera adecuada,
nutritiva, variada y deliciosa. Comer bien es más fácil de lo que se piensa, así que, ¿por qué no
intentarlo?

Por último, en lo referente a patologías de la piel, en lo posible ponte en manos de profesionales


de la salud: especialistas en dermatología, médicos de base o estéticos y, por supuesto, dietistas
y nutricionistas.

Recuerda, la piel está ahí porque nos cuida, pero también porque necesita ser cuidada: por
fuera y por dentro.

¡Hasta la próxima!

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V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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