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Transcriptor: Sebastian Betti Revisor: Lidia Cámara de la Fuente

Hay algunas preguntas que nos conmueven


y que nos acompañan toda la vida.
Una de las mías es esta: ¿qué vemos cuando vemos?
Y también ¿qué ven los demás?
Y ¿cómo ponernos de acuerdo?
Y, por supuesto, ¿quién decide?
El tema de la percepción me apasionó siempre.
Tal vez esto fue uno de los comienzos.
Un momento en que yo le pedí permiso a mi papá para ir a un campamento.
Ya me estaba diciendo que sí y se enteró de que había carpas mixtas.
Un desastre. Él debe haber visto algo así.

(muestra imágenes de formas que aparentan delfines o una pareja en situación


íntima de acuerdo a cómo se lo mire)

No sé qué ven Uds. Yo veo una pareja en una situación íntima. ¿Uds. también?
Pero yo era una chica de 13 años
y, como la mayoría de los chicos, veía delfines. ¿Uds. no ven los delfines?
Algunos sí, otros no. Así empiezan las peleas.
Pero también así empieza la maravilla.
La oportunidad de ver desde distintos puntos de vista.
De conocer el mundo de muchas maneras diferentes.
Porque siempre las hay.
Porque nuestra percepción y nuestro conocimiento,
no es algo que se nos da naturalmente como un reflejo de lo que hay,
aunque nos educaron en eso, sino como un encuentro con el mundo.
Y el contexto es fundamental para darnos cuentas de cómo percibimos.
Por eso les voy a invitar a compartir este otro experimento, de Adelson.

(muestra un experimento con ilusiones ópticas)

Este experimento tiene dos baldosas marcadas: en una dice A y en otra dice B.
Yo las veo muy distintas: muchísimo más clara la B que la A.
Uds. también, ¿no?
Bueno, las páginas de ilusiones ópticas, los libros técnicos al respecto,
todos dicen que parecen distintas pero que son iguales.
Y para convencernos agregan un argumento visual que es el siguiente.

(Proyecta el Video)
Vamos a ir cambiando el contexto. Fíjense lo que pasa.
Un poco más. Ya empieza a cambiar, ¿no?
Mmm. Ahora las veo iguales.
Pero ¿por qué me dice que parecían distintas, pero son iguales?
Antes las veía distintas. Ahora las veo iguales.
(Fin del video)

Lo único que cambió es mi percepción.


Yo no tuve un acceso a una realidad aparte de la percepción.
Algunos dirán, bueno, el que hizo el experimento
sabe qué pigmento usó, y usó el mismo.
Pero resulta que el pigmento no tiene un color en sí.
El color es algo que se forma en un ser que puede percibir,
una persona o un animal, en un contexto donde hay una luz;
de noche, todos los gatos son pardos.
Si nos encandilan, todos son blancos.
Sea el que fuere el pigmento que haya ahí.
Porque los pigmentos solos no producen nada.
Nuestra experiencia del mundo como seres perceptivos es muy compleja.
Además del contexto, de la experiencia,
de la imaginación --como le pasó a mi papá--
de cómo nos entrenaron -–los médicos ven algunas cosas en las ecografías
que no veo ni de casualidad;
en la primera ecografía, debo decirlo, lo único que pude darme cuenta
fueron las costillas de mi hija, el resto no entendía nada,
y ellos lo pueden percibir--
Y es que percibir es una actividad que depende mucho también de la historia.
Y de lo que esperamos ver.
Ahora los voy a invitar a hacer otro experimento
donde el lugar crucial va a ser la atención.
Así que les pido, como las maestritas de escuela,
por favor, presten atención.
Vamos a ver un video.
Hay dos equipos, uno con camiseta blanca y otro con camiseta negra.
Se están pasando la pelota entre sí.
Hay dos pelotas y Uds. tienen que contar los pases de pelota del equipo blanco.
Nada más que los pases de pelota del equipo blanco.
¿Están listos?
¡Ya!
(Proyecta el Video)
(Fin del video)

¿Cuántos?
30, guau.
Otra vez peleas. Pero yo los voy a invitar a algo divertido.
Porque la diversidad tiene siempre una tensión.
Y en la tensión está la creatividad, la novedad y el conocimiento.
¿Vieron algo más? ¿Algo raro?
¿Algo que les llamó la atención?
Público: Sí.
Sí, por ahí atrás hay alguien que vio tal vez un animal grandote,
del tamańo del gorila, o un oso.
Un bicho enorme que pasó, se quedó en el medio, bailó.
No lo vieron.
Vamos a verlo.

(Proyecta el Video)

Ahí entra, en el centro, mueve los brazos, baila, se queda un rato.

(Fin del video)

Yo lo adoro.
Y lo hice montones de veces. Y es muy gracioso.
A veces sale bien aunque uno vaya como un estúpido y diga:
¿Hicieron el experimento del gorila invisible?
Igual, cuando están contando los pases una gran mayoría,
aproximadamente más del 50 % por lo menos, no lo ve.
Y más divertido todavía: hicieron una investigación Simons y Chabris
que fueron los que crearon una versión de este experimento
y preguntaron a la gente si creería
que vería un gorila o no contando los pases.
Dijeron, claro que sí, el 75 % de la gente cree que deberíamos verlo.
Y, sin embargo, muchos no lo vimos.
Los investigadores dicen que esto se debe
a un fallo que llaman ceguera atencional.
Es decir, que la atención nos deja ciegos.
A mí me sorprendió todavía más la interpretación que el experimento.
¿A alguien se le ocurrió alguna vez que una piedra es ciega porque no puede ver?
Nunca diríamos eso.
¿Por qué tendríamos que ver nosotros algo
cuando estamos prestando atención a otra cosa?
La verdad es que en nuestra cultura
llevamos ya siglos de sospechar de los sentidos.
Ya Aristóteles, Platón, sospechaban de ellos.
Y en la actualidad los neurocientíficos
sospechan del cerebro y dicen que nos engańa.
Es muy común que cuando nuestras expectativas fallan
salgamos a buscar al culpable.
Los científicos no son ninguna clase de excepción a esta regla
y salen como en las películas "cherchez la femme", ¿no?
Como en el policial, hay que ir a buscar al culpable.
Rara vez se cuestionan si las expectativas eran adecuadas.
Si realmente nuestra visión nos muestra lo que hay.
O si lo que falla es la teoría de la visión.
A la percepción no le falla nada.
Nosotros hablamos, por ejemplo, de ilusiones ópticas.
¿Uds. vieron algún anteojo ilusionar? Sería rarísimo, ¿no?
Cuando dicen que el cerebro nos engaña,
¿a qué "yo" estaría engañando mi cerebro?
Y me pregunto también, el cerebro,
¿es un órgano que tiene intenciones propias, separadas, independientes?
Yo creo que no. Creo que hay otra forma de pensar esto.
Y esta otra forma tiene que ver con estos recorridos de mi vida
que me llevaron de la bioquímica a la filosofía,
de la filosofía a los temas de redes,
del trabajo sobre la percepción a la epistemología
--que es la teoría del conocimiento--
y allí me di cuenta de que desde muy antiguo
hay una teoría que no es nada intuitiva como dicen los autores del gorila
--este es el culpable que eligieron ellos: la intuición que nos engaña--
sino que hemos sido educados en ella.
Esta teoría empezó a existir en el Renacimiento.
Antes del Renacimiento no había nadie a quien se le ocurriera ver para creer.
No era un argumento. No era algo que la gente se planteara.
Recién en el Renacimiento aparecen cosas como esa caja
que Uds. ven que se llama cámara oscura
y que permite formar una imagen interna del David que está allí.
Lo elegí porque es renacentista.
Más tarde vino la fotografía, pero en el medio
para que Uds. se den cuenta de la dificultad que tuvo
nuestra cultura para aceptar esto, existió Galileo.
Seguro que en la escuela les contaron lo que le costó a Galileo
que alguien mirara por el famoso telescopio.
Y un par de siglos después vino Leeuwenhoek
a quien nadie le creía cuando miraba por el microscopio
y encontraba una cantidad enorme de microbios
en lo que se creía que era agua pura.
Así que, desde el siglo XVI-XVII hasta el siglo XIX,
esto de ver para creer tuvo muchas dificultades.
Inclusive Compte, que fue uno de los fundadores del positivismo,
dijo que el microscopio era un aparato maquiavélico
y no se podía confiar en él.
Pero una vez que se aceptó, ya en el siglo XIX,
cuando ya nadie más discutió,
se olvidó que alguna vez nadie había creído en ello.
Y se convirtió en el cristal con el que miramos el mundo.
Hoy los investigadores están desarrollando nuevos experimentos
que no encajan bien con la idea de que vemos la realidad.
Todos aceptan que no vemos la realidad.
Lo increíble es que siguen creyendo en la realidad.
Es decir, en una realidad externa, independiente,
que nació precisamente en ese momento.
En esta idea de separación entre el que conoce y aquello que conoce.
En eso que hoy llamamos teoría de la objetividad.
La objetividad es precisamente eso.
Creer que el conocimiento es un reflejo en la mente, o en el cerebro,
depende del gusto del consumidor, de una realidad externa e independiente.
Lo que nosotros estuvimos haciendo en los experimentos
es darnos cuenta de que lo que percibimos no es un reflejo del mundo,
sino que depende de nuestra actividad, de nuestra forma de ser afectados,
de nuestra historia, de la gente con la que estamos trabajando.
El conocimiento no es objetivo, pero tampoco subjetivo.
Una de las dificultades enormes para dejar de pensar en la objetividad,
o para cuestionarla siquiera, tiene que ver
con que nuestra cultura solo concibe dos cosas: o es objetivo o es subjetivo.
Pero los que vieron al gorila ¿qué son?
¿Objetivos o subjetivos? ¿Y los otros?
¿A quién ponemos en cada grupo?
Cuando nosotros abandonamos este pensamiento dicotómico
que solo admite dos opciones y entramos en el mundo de la interactividad
tenemos otra posibilidad de comprender nuestra experiencia del mundo.
Este es uno de los aspectos, para mí, clave.
Si yo cuando era chica hubiera podido saber todo esto
que la investigación me ha permitido conocer ahora,
la pelea con mi papá por lo menos la hubiera tomado de otra manera.
Yo no creo que mi papá me permitió ir
--porque me permitió ir al final al campamento, pero no fue porque
lo convencí con nada de la objetividad; hice huelga de hambre--
No son solamente ideas en nuestra mente.
Son formas de relación en el mundo.
Tienen importancia personal en nuestras parejas,
con nuestros padres, con nuestros amigos.
Tienen una importancia política fundamental.
Quien habla desde la objetividad, está pidiendo obediencia.
¿Quién puede ser el vocero de la objetividad?
Cuando Galileo invitó a mirar a las estrellas,
había muchos mundos nuevos por descubrir.
Él no pedía una nueva Inquisición, una nueva verdad.
Él solo quería lugar para un nuevo punto de vista, para ampliar la experiencia.
Pero esa experiencia después se hizo cada vez más chiquita
y cuando el objetivismo se consolidó, se consolidó también la idea
de un único punto de vista verdadero, de un acceso único a la realidad.
Y el periodismo es uno de los ámbitos donde más existe esta creencia.
Vamos a compartirla.

(Proyecta un Video)

Nora de Cortińas: Ella se arrimó para empujarlo y él aprovechó


y la agarró así haciéndose el bueno.
Yo estoy... ¿Digo lo que estaba haciendo?
Puteando al policía. Le estaba diciendo de todo.
Porque sabía que era una falsedad.
Marcelo Ranea: Ella está reclamándole al tipo no sé si que la deje pasar,
o que le devuelva el hijo, no sé, le está reclamando algo, mal.
Y, en un momento dado, ella le golpea el pecho al policía.
En ese momento en que ella le pega, él creo que se da cuenta
de que no tiene ninguna manera de frenarla,
de que la única manera de pararla
era o dándole un cachetazo, o abrazándola.
Cora Gamarnik: Es muy importante la foto de Jorge Sánchez,
porque muestra justamente otro gesto.
Es la misma situación en otro gesto de mucha tensión,
en donde la Madre está gritándole
y el policía la mira con un gesto muy desagradable.
Y esa foto Jorge Sánchez la expuso
en la muestra de periodismo gráfico de 1983 junto con esta.
Los fotógrafos, cuando mostraron las fotos, mostraron las dos juntas.
Se abre la exposición el primer día
y, al segundo día, van a la exposición y la foto de Sánchez no está.

(Fin del video)

Elegí muy a propósito este documental de Canal Encuentro,


"Fotos. Retrato un país", y en particular este que habla
de la "Marcha por la vida",
y los invito a verlo porque es fantástico, porque esta foto no es falsa.
No es una foto trucada.
Para la idea de ver para creer, tuvo mucha importancia también la Imprenta.
La idea de una copia fiel de un original.
Ahí empieza a formarse esta idea.
Pero en la era de la interactividad, creer que existen copias fieles
cuando seńoras de 80 parecen de 15, gracias al Photoshop
--y el Photoshop puede ser manejado por cualquiera de nosotros--
resulta bastante más difícil.
Y no es que yo crea que la objetividad
era posible antes, o que había fidelidad antes
--no soy tan ingenua-- pero creo que es más fácil darse cuenta ahora.
Creo que nuestros modos de vida contemporáneos
nos habilitan para incorporar más puntos de vista,
para reconocer la diversidad, para disfrutar de ella.
Les cuento que en el ańo 1802, Pierre-Simón de Laplace
le presentó a Napoleón su libro científico recién terminado.
Uno de los más importantes de la época.
Napoleón sabía bastante de ciencia.
Lo hojea, lo mira y dice: "Pero aquí no habla de Dios".
Porque en esa época no se podía escribir un libro científico
que no hablara de Dios.
Y Pierre-Simón de Laplace, tan tranquilo, le dijo:
"Me pareció una hipótesis prescindible".
Esa anécdota me anima.
Espero que en algunos siglos sea posible por lo menos conversar tranquilamente
si existe o no la objetividad.
Desde luego, mi planteo es que no, no hay tal.
Que lo que llamamos objetividad es apenas un foco estrecho del mundo.
Esa foto no es falsa. La otra, tampoco.
Pero ninguna foto puede capturar ninguna realidad.
Ninguna observación captura las realidades.
Lo que nos captura son las ideologías, como la objetividad.
Por eso cuando me preguntan si hablando mal,
porque así lo toman, de la objetividad hay que renunciar a la ciencia
les digo: "De ninguna manera".
La ciencia es una empresa creativa humana maravillosa
que he cultivado, en la que sigo trabajando,
que disfruto, que valoro y respeto.
La ideología objetivista es otra cosa.
No es ciencia, es ideología.
Y es un sistema a través del cual nos invitan a aceptar pasivamente
en vez de comprender activamente.
Tal vez de lo que se trata en estos tiempos de interactividad,
es de abrir nuestra experiencia a un mundo
donde quepan muchas experiencias distintas.
Soltar amarras, emprender un viaje creativo que reconozca la diversidad
en todas sus formas y en la legitimidad de los modos de conocer
y trabaje para ver cómo convivimos en la diversidad
sin aceptar que hay ningún punto de vista privilegiado.
Tal vez se trate de seguir el camino al que nos invitó Proust
cuando decía que el acto real de conocimiento
no consiste en encontrar nuevas tierras sino en ver con nuevos ojos.
Esa es mi invitación.

(Aplausos)

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