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JORNADAS MEMORIAS Y ELABORACIÓN DEL PASADO RECIENTE EN ARGENTINA:

LOCALIZACIONES, ACTORES Y PERSPECTIVAS


IDES, BUENOS AIRES, 2008.

EL ARCHIVO DEL CENTRO DE ESTUDIOS LEGALES Y SOCIALES: UNA ETNOGRAFÍA DE LOS


PROCESOS DE DOCUMENTACIÓN DE LAS TRAMAS DE LA VIOLENCIA ESTATAL

María Valeria Barbuto y Guadalupe Basualdo,


vbarbuto@gmail.com; lupebasu@yahoo.com.ar
Proyecto UBACyT “Antropología política y jurídica
de las burocracias penales y tutelares”/
Área de Investigación, CELS.

Palabras clave: Archivos, derechos humanos, burocracias

SOBRE LAS FORMAS DE HACER (DE) ESTA ETNOGRAFÍA

Los estudios etnográficos sobre las “propias” culturas de los antropólogos han tensionado el
quehacer antropológico clásico, al menos en cuanto a su metodología y han producido
profundas discusiones en el campo de la disciplina. Aunque no es nuestra intención
adentrarnos en este debate, es dable mencionarlo, pues en el caso de esta etnografía sobre el
archivo del Centro de Estudios Legales y Sociales -CELS, se emparentó, al menos, con otras
dos características. Por un lado con el acercamiento crítico y el análisis etnográfico que
podemos tener los antropólogos ya no sólo cuando se trata de la propia cultura, sino además
cuando se es parte del propio campo. Por el otro, con la reflexión y el “extrañamiento”
necesario para que nuestra tarea cotidiana sea el problema de estudio, o, como la contracara
de una moneda, que una “etnografía” sea una herramienta para la realización de dicha tarea.

La propuesta de realizar una “etnografía del archivo del CELS” surgió de los dilemas y
necesidades que nos planteamos como integrantes del Área de investigación de esta
institución a partir de la tarea de “re-organizar” su archivo. Claro está, que los objetivos que
nos propusimos, las acciones que planificamos para desarrollarlos y las soluciones a los
problemas que encontramos están vinculados en una forma casi dialéctica con la perspectiva
antropológica que tenemos por formación, y por las preguntas y campo de interés específico
como parte del Equipo de Antropología Política y Jurídica del Instituto de Cs. Antropológicas
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.

Esta especial vinculación en un trabajo profesional y reflexivo y la acción desde un organismo


de derechos humanos ha sido objeto de análisis en un trabajo anterior de una de nosotras

1
sobre los procesos de construcción de memoria colectiva. Decíamos allí en referencia directa
al proceso social que se desarrolló a partir de la segunda mitad de la década del ’90, que fue
en las “iniciativas que ligan la memoria con el patrimonio cultural donde surgió con más
fuerza el requerimiento de un trabajo profesional y sistemático, por ejemplo en lo relativo a la
organización de archivos (documentales, orales), formas de narrar y representar las historias,
etc.”. Sin embargo, esta afirmación refiere a un proceso que distingue al conjunto del
movimiento de derechos humanos, mientras que “desde su creación en 1979 el CELS ha sido
uno de los organismos de derechos humanos caracterizado por el trabajo profesional. En un
inicio porque estuvo dedicado a la documentación y a las acciones legales para enfrentar los
crímenes del terrorismo de Estado, ampliando luego a otras áreas de derechos humanos e
incorporando a sociólogos, antropólogos, filósofos, etc.” (BARBUTO, 2007).

Este vínculo entre intelectuales y "emprendedores" (entrepeneurs) de memoria (JELIN, 2002)


ha impactado tanto en las acciones de los organismos de derechos humanos (en adelante
ODH) como en los desarrollos teóricos sobre el tema. Una particular densidad cobra esta
relación en el caso del ámbito del derecho, que será abordado de manera tangencial en nuestra
investigación y que sólo puede ser visto desde la particular constitución de los saberes de este
campo.

En este marco, es que nuestra perspectiva de abordaje al campo se compone de una dinámica
que conjuga el hacer y el pensar, el realizar y el reflexionar. El proceso de investigación esta
determinado por el vínculo entre la acción en un archivo y la reflexión en torno a la
problemática del archivo como “territorio” de disputa (DA SILVA CATELA y JELIN, 2002).

Nuestra investigación se enmarca en términos generales en la preocupación que Elizabeth


Jelin ha definido como “estudios que muestren las luchas y apropiaciones sociales y políticas
posteriores a la instalación de un archivo, las resignificaciones de los sentidos del pasado y
del propio archivo que puedan darse a medida que pasa el tiempo.” (JELIN, 2002).

En el año 2007, la Comisión Directiva y el Director del CELS decidieron crear un área
específica que aportara una perspectiva transversal a las múltiples investigaciones que realiza
este ODH. Como parte de esta tarea, también se propuso llevar adelante una “re-
organización” del archivo de la institución para mejorar su utilización, ponerlo a disposición
de investigadores externos y aportar al proceso de reflexión sobre la historia institucional de
cara a cumplirse 30 años de su fundación.

2
Desde “ordenar”, pasando por “aplicar criterios archivísticos internacionales”, hasta “exhumar
papeles”, “hacer arqueología” o simplemente “limpiar”, la tarea es “entendida” de maneras
bien diferentes por todos los integrantes actuales del CELS. Esta multiplicidad de
perspectivas sobre el proceso con los documentos es un punto importante que nos permite
reflexionar sobre los múltiples usos del archivo de cara a las diferencias generacionales de
quiénes trabajan en el CELS, así como a los diferentes entramados en los que tienen parte los
documentos de acuerdo a las distintas acciones que se desarrollan.

El archivo nos presentó en primer lugar una tarea de orden físico que desde un primer
momento se ligó con decisiones de clasificación. ¿Qué tipo de información encontramos?,
¿cuál es la lógica de la que proviene?, ¿de qué manera organizarla en relación a los usos
actuales? Estas fueron preguntas primarias que rigieron el carácter de la organización actual
del archivo.

Responder a la pregunta ¿qué tenemos? resultó más profundo que la simple tarea de revisar.
Nos obligó a interpelarnos sobre el rol (o función social) del archivo y de qué manera
responder a él. Por qué, para qué, para quién archivamos fueron interrogantes claves para
definir un ordenamiento que nos permitiera: delimitar racionalmente conjuntos documentales
cerrados y descriptivos respondiendo a las necesidades institucionales y a la lógica histórica
de los documentos, pero a su vez que resulte accesible a la mayor cantidad de personas.

En este marco nos propusimos, en primer lugar, la construcción de un “sentido” (en la


práctica una lógica o un criterio rector) que incorporara las historias y memorias del archivo
para recuperar el contexto de producción del documento, en particular para aprehender los
significados de papeles que develaban haber tenido múltiples orígenes y usos. Entender la
institución en su propia lógica, dejarnos instruir por ella, nos permitió acercarnos a las
diversas dimensiones de los documentos. En este sentido, relevamos los criterios con que se
encontraba clasificada gran parte de la documentación, re-visitamos las historias y memorias
de distintas etapas de la institución y los proyectos del archivo, a partir de cuales elaboramos
un sentido de conjunto para la documentación dispersa1, que no estaba clasificada.

Esta decisión implicó recorrer/reconocer historias y memorias, la recuperación de “saberes”,


“creencias” y “perspectivas” sobre el CELS y sobre los procesos políticos institucionales de
múltiples actores que aún hoy participan de la institución y de otros que ya no y que son
portadores de una memoria institucional que no ha quedado registrada. Esta contextualización

3
contribuyó a descubrir diversos significados que participan como una identidad integral, aún
cuando se contradicen, en la síntesis documental.

Por otra parte, nos propusimos promover y formar un sentido de clasificación. Pero la
clasificación no puede ser establecida por ley sino que exige una cierta situación de dialogía
entre la lectura que se hace del documento y el marco conceptual con el que se lo está
abordando. La organización y clasificación archivística nos permitió dotar de las condiciones
propicias e instrumentos adecuados para promover el acceso al archivo. Durante esta etapa, la
dificultad que se nos presenta es la de conservar un sentido libre y ligado a la vez. Es decir,
mantener junta la inmediatez del material y la mediación de la terminología que lo clasifica.
Por ello la necesidad de no usar terminologías de carácter contingente, sino términos que
expresen generalidades no sólo para tener mejor relación con aquellos que consultan el
archivo, sino además para permitir la permeabilidad al cambio de lectura sobre el archivo, no
anular su inestabilidad semántica.

¿Por qué abordar el “estudio” de un archivo y del proceso de organizarlo desde la perspectiva
etnográfica? Entendemos con Fernando Balbi, que “lo característico de la antropología social
es el implementar una ‘perspectiva etnográfica’, una mirada analítica que da por supuesta la
diversidad de lo real y trata de aprehenderla a través de un análisis centrado estratégicamente
en las perspectivas de los actores” explicaciones sobre hechos o eventos a las que “debemos
prestarle una atención desprejuiciada e intentar explicarla” (Balbi, 2008: 37). En este marco,
nos parece que, mediante un proceso de “extrañamiento” de nuestro ámbito cotidiano,
podemos constituir un campo de estudio donde practicar la observación directa y “confrontar
personalmente a los actores a efectos de aprehender sus perspectivas sobre los hechos de su
propia vida social”, que conforman la metodología más tradicional de la investigación
etnográfica (BALBI, 2008:39).

Pero también coincidimos con Balbi en que la etnografía puede plantearse una aproximación
diacrónica para el análisis de casos. En este sentido, entendemos la potencialidad del uso de
los documentos del archivo del CELS, en tanto “materiales que no fueron producidos a través
del tipo de trabajo de campos que asociamos habitualmente” a la etnografía (2008:39).
Pretendemos pues, construir un corpus etnográfico más abarcador y complejo, que pueda
dialogar con los documentos como fuentes sustanciales, entendiendo que “el documento no es
una mercancía estancada del pasado; es un producto de la sociedad que lo ha fabricado según

4
los vínculos de las fuerzas que en ellas retenían el poder […] Es el resultado ante todo de un
montaje, consciente o inconsciente, de la historia, de la época, de la sociedad que lo ha
producido, pero también de las épocas ulteriores durante las cuales ha continuado viviendo,
acaso olvidado, durante las cuales ha continuado siendo manipulado, a pesar del silencio” (LE
GOFF, 1991:236-238).2

SOBRE EL RECORRIDO INSTITUCIONAL DEL ARCHIVO DEL CELS

El CELS se fundó en 1979 en directa vinculación con el contexto histórico-político de la


última dictadura militar que instauró el terrorismo de Estado entre 1976 y 1983. Emilio
Mignone, Augusto Conte, Boris Pasik, Alfredo Galletti, José Westerkamp y Noemí Labrune
(todos miembros de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos –APDH), Angélica
Sosa de Mignone, Carmen Lapacó y Élida Galleti (integrantes de Madres de Plaza de Mayo)
gestaron un nuevo espacio para enfrentar la represión de Estado.3

Noemí Labrune, se refirió al origen del CELS como una “disidencia fecunda, necesaria si se
transforma enseguida en acción”. Es que en el seno de la Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos (APDH) quiénes luego fundarían la nueva institución afirmaban la
necesidad de identificar a las víctimas como “detenidos-Desaparecidos” de manera de poner
en primer plano el origen del secuestro. “Simplemente queríamos decir: son los detenidos-
desaparecidos, como una expresión de verdad histórica. Se los llevaron detenidos, están
desaparecidos… contesten: dónde están”.4 La visita in loco de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (CIDH) fue un segundo momento de profundas discusiones. Frente a la
idea de difundir una compilación de testimonios de sobrevivientes para difundir a
personalidades que con seguridad se entrevistarían con la CIDH, algunos integrantes de la
APDH evaluaron que esto implicaba un alto riesgo institucional y transgredía la voluntad de
los testimoniantes. También se discutía la relación con un organismo como la CIDH. Quienes
tenían la posición contraria revisaron miles de denuncias y seleccionaron trescientas que
demostraban la responsabilidad de agentes de gobierno con los secuestros y desapariciones.
Se imprimió entonces, un libro que las compilaba sin firma institucional pero con una carta de
respaldo del obispo Jaime de Nevares. “Eso circuló y ése fue el nacimiento del CELS”.5

Desde esta perspectiva, la actividad de documentar para probar la existencia de crímenes se


encuentra en el origen de la constitución del CELS. Sin embargo, esta actividad era llevada
adelante por varias de las organizaciones ya existentes. De hecho, la propia APDH efectuaba
una intensa tarea de conformación de listados de víctimas.

5
La característica de la planificación que los fundadores del CELS imaginan y ponen en
práctica está vinculada con algunos objetivos político-institucionales específicos y a cierto
tipo de “técnica” particular en el campo de los derechos humanos.

En 1981, Emilio Mignone planteaba que “el CELS nació como una necesidad racionalmente
analizada de la lucha por la causa de los derechos humanos. Es, como lo indican sus
propósitos, una institución con objetivos permanentes, no solamente limitada a la presente
situación, para bregar contra todo tipo de violaciones, discriminaciones y abusos que afecten a
los derechos de las personas y de la sociedad, por razones religiosas, ideológicas, políticas,
gremiales, raciales, culturales o por causa del sexo o la edad. Tiene por fin la defensa de la
dignidad de la persona humana y también de la soberanía del pueblo, el bienestar de la
comunidad –en particular de los sectores más desprotegidos- y del medio ambiente. Sus
instrumentos difieren de los utilizados por las organizaciones anteriormente mencionadas y de
ahí su carácter complementario y su indispensabilidad: llevar adelante acciones
administrativas y judiciales –leading cases- seleccionados por su posibilidad de establecer
precedentes y abrir brechas para la labor forense; desarrollar un programa de documentación
sobre el tema –legislación, testimonios, publicaciones, recortes periodísticos, discursos,
declaraciones, jurisprudencia, libros, folletos, etc.- que sirva a los propósitos del Centro y esté
a disposición de los organismos hermanos, nacionales, extranjeros e internacionales, Naciones
Unidad, O.E.A., abogados, académicos, investigadores, periodistas, dirigentes políticos,
religiosas y gremiales, gobiernos, etc; realizar investigaciones y prestar servicios”.6

Esta exposición de metas y actividades se vincula por un lado con la diferenciación de roles
específicos en relación a las demás organizaciones existentes en Argentina y, por el otro con
el modelo de organizaciones de otros países, en particular el Center for Legal and Social
Policy, Human Rigths Watch y Amnesty International.7

Estas organizaciones, nacidas durante las décadas del ’60 y ’70 en Estado Unidos y Europa se
dedicaron a enfrentar las violaciones a los derechos humanos interpelando y denunciando a
los poderes que cometían los abusos basados en tres principios. En primer lugar su
declaración de defender de manera general a cualquier persona que fuera objeto de graves
violaciones sin representar a un grupo de víctimas en particular (como podían ser sus
antecesoras, por ejemplo la National Association for the Advancement of Colored People –
NAACP) comunmente ligadas a las reivindicaciones de ciertos grupos. En segundo lugar,
resaltaban la ausencia de vínculos con sectores o partidos políticos y, de esta forma anulaban
una de las críticas a las que usualmente apelaban los gobiernos. Por último llevaban adelante

6
una labor con estrictos estándares probatorios de los crímenes que también abonaba la
legitimidad frente a las denuncias y las demandas.

En este sentido, Emilio Mignone retomó la propuesta de organización institucional y


metodología del Center for Legal and Social Policy (institución que además colaboró
económicamente con la creación del CELS). Este modelo también puede verse a partir del
fluido intercambio de actividades con Human Rights Watch, WOLA y Americas Watch
durante los primeros años de actividad.

En este modelo institucional, la documentación de casos e investigaciones destinadas a probar


los patrones de las violaciones de derechos ocupó un lugar central y se extendió en el tiempo
aunque con modificaciones en los temas de trabajo y estructuras de funcionamiento. Así, estos
objetivos son característicos desde entonces, y la tarea en torno a las violaciones a los
derechos humanos también durante la democracia, ha resultado en un archivo sobre la
violencia ejercida por las burocracias estatales.

Entre los años 1979 y 1983 el CELS se compuso de un equipo de abogados que llevaba
adelante las acciones legales y un programa de documentación que realizaba una intensa
actividad de sistematización de testimonios y pruebas para la denuncia del sistema clandestino
de represión y la existencia de lugares clandestinos de reclusión y tortura. Las fuentes de este
trabajo las constituían el material editado por la prensa nacional (en menor medida alguna
extranjera), las causas judiciales (en particular Habeas Corpus, Privaciones Ilegales de la
Libertad y Consejos de Guerra), las declaraciones y discursos públicos de los máximos
responsables militares, las órdenes de la lucha contra la subversión, las denuncias de
familiares y los testimonios de sobrevivientes de los centros clandestinos de detención.

Este corpus documental permitió establecer una hipótesis de trabajo, que luego se
transformaría en denuncia pública, en la cual Augusto Conte y Emilio Mignone plantearon el
funcionamiento del sistema represivo: la teoría del paralelismo global. En ella se explicaba
que la dictadura operaba a través de dos planos de normatividad. Por un lado, una legislación
de excepción que le otorgó a la junta de gobierno un poder absoluto sobre la Constitución
Nacional. Por el otro, una estructura operativa para la represión ad hoc inserta en las
estructuras de organización ordinarias de las fuerzas armadas.8

En base a esta hipótesis, cada vez que se establecía la existencia de un centro clandestino de
detención, se reconstruía su dependencia jerárquica y se procuraba “determinar la jurisdicción
operativa a que pertenecía el centro, teniendo en cuenta que, a los efectos de la denominada

7
lucha antisubversiva el país fue dividido en zonas de seguridad, subzonas, áreas, subáreas,
sectores y subsectores. En la medida de lo posible se estableció la cadena de mandos.”(CELS,
1986:1). Esta organización para la represión fue reconstruida a partir de las distintas directivas
de las Juntas Militares que fueron conociéndose por los discursos oficiales y por su inclusión
en las causas judiciales.

De esta manera se intentó reconstruir la identidad de las víctimas, los nombres de los
responsables de los crímenes y el sistema e ideología de la represión. Esta metodología de
trabajo en el uso de la información quedó explicitada en el Informe Final de la Conferencia
sobre la Coordinación de la información pública de los derechos humanos en América latina
realizada en Quito en el año 1982:

“1. La información es esencial para la protección y promoción de los derechos humanos. El


conocimiento de los principios que constituyen los derechos humanos, de las normas legales
nacionales e internacionales que los consagran y de la realidad en que frecuentemente son
conculcados, es el punto de partida indispensable para toda acción eficaz en este campo […]
3. Por eso se advierte la necesidad de impulsar el trabajo de documentación, de organización y
clasificación de los datos. Así se podrá a la vez conservar una memoria de la propia acción y
de la realidad en que ella se realiza y disponer de los elementos indispensables para adoptar
decisiones oportunamente. La documentación debe estar orientada a la acción, a las
necesidades de sus usuarios. Este trabajo supone incrementar el acceso a las fuentes de
información, adoptar sistemas de clasificación modernos que asuman los adelantos de la
informática y establecer canales expeditos para difundir la información […] 15. Respecto a
las violaciones de los derechos humanos se acordó que los centros de documentación
recopilarán un catastro lo más completo posible –como ocurre ya en algunos países- respecto
a estos atropellos. Identificando a las víctimas, la naturaleza de la trasgresión y los
culpables”.9

Desde su fundación, el CELS se propone “documentar la información aparecida en los


diarios”.10 Para ello, este corpus se alimentó de recortes de las notas de prensa que datan desde
1974 hasta 1979 aportados por los fundadores, además de la labor cotidiana de extraer las
noticias y clasificarlas. Se trata de un material que puede encontrarse en la mayoría de las
organizaciones y archivos particulares de los militantes: los llamados “recortes periodísticos”.
Este trabajo artesanal implicaba recortar la noticia y pegarla en una hoja tamaño oficio de
manera de posibilitar su duplicación con mayor facilidad. Esto resultaba en verdaderos
“collages” dado el formato tabloide de muchos medios de comunicación. Esta información se

8
clasificó en primer lugar cronológicamente, pero además, se realizaron “fichas” que
recuperaban temáticamente el contenido.

Desde los primeros años de la década del ’80, el CELS comienza a tomar y recibir testimonios
de sobrevivientes de los centros clandestinos. “Este tipo de información tenía el gran valor de
permitir seguir el rastro de los detenidos-desaparecidos y avanzar en el conocimiento de los
métodos represivos. De modo que la comenzamos clasificando por centro clandestino y
clasificamos tres tipos de informaciones: las que daban cuenta de los prisioneros que allí
estaban, las referidas a los grupos represivos y los datos sobre ubicación y descripción del
régimen de vida de estos campos de concentración”. 11

En esta “otra modalidad del archivo” (DA SILVA CATELA y JELIN, 2002) que
constituyeron los archivos de los organismos de derechos humanos, los datos individuales
recuperados de las memorias personales, interactuaron para darle sentido a la recuperación de
la identidad de las víctimas y la identificación de los responsables. Tal como lo propuso
Carlos Somigliana, miembro del Equipo Argentino de Antropología Forense, puede hablarse
de una “memoria instrumental” en la cual de los datos aislados puestos en cadena se recupera
el sentido del recorrido de una víctima.12

¿Qué caracteriza al CELS en el uso de esta información? Si el objetivo de este procesamiento


de información fue comprender las lógicas y magnitud del terrorismo de Estado, respaldar el
litigio de numerosas causas judiciales por los crímenes cometidos y denunciar probadamente
ante la opinión pública lo que sucedía, un uso específico lo fue conformando como un
“territorio” de disputa con los procedimientos administrativos de las burocracias estatales.

Un ejemplo de ello son las investigaciones publicadas en el año 1982 como “Colección
memoria y Juicio”. Esta colección, formada por siete cuadernillos destinados a hacer pública
la “información probada” sobre la represión: Conscriptos detenidos desaparecidos, El
secuestro como método de detención, Los niños desaparecidos, Un caso judicial revelador,
Uruguay/Argentina: coordinación represiva, Adolescentes detenidos-desaparecidos y
Muertos por la Represión. Uno de los integrantes del CELS de entonces recordaría que una
vez que los datos estaban probados se publicaban en estos cuadernillos que eran llevados a las
autoridades militares para exigirles explicaciones.13

Este material cumplía también un objetivo más general: explicar los métodos de la represión
“probando” su sistematicidad, explicitar la ideología que la sustentaba, publicar un listado de
las víctimas en cada caso y otorgar responsabilidades de acuerdo a los mandos. Para ello, en

9
todos los casos se utilizó información de prensa, testimonial y proveniente de los procesos
judiciales.

Para realizar una reflexión sobre la construcción de estos datos, es interesante vincularla a
cierto paradigma de los derechos humanos donde la verdad y la justicia son entendidas en
términos penales. "El modelo de castigo individual que predomina en la criminología y en el
trabajo legal sobre derechos humanos presume que el control está inextricablemente ligado a
la responsabilidad. Se descubre la verdad sobre el pasado para obtener justicia en el presente."
(COHEN, 1997:605). Así, las preguntas y los objetivos del trabajo de documentación se
alimentaban de las querellas judiciales para elaborar materiales destinados a la difusión y en
forma dialéctica pasaban a formar parte de nuevas denuncias en la justicia.

¿Qué cambio opera en el material documental cuando pasan a formar parte de un proceso
penal? Aquellos datos de la memoria de los que hablamos, encadenados dieron sentido a los
hechos y se “transformaron” en “evidencia”. El proceso necesario para que ello sucediera se
realizó, en primer lugar, por medio de un enorme trabajo que convirtió la memoria oral en
escrita, pues sólo así es susceptible de convertirse en “prueba judicial”. Por ejemplo, una
importante cantidad de los testimonios se grabaron en cintas de audio y se “desgrabaron”, y
esta metodología, merece alguna reflexión más allá de la practicidad que podía tener en las
décadas del 70 y el 80 el uso del papel.

La escritura ocupó (y ocupa aún hoy) un lugar central en la conformación de los


procedimientos burocráticos del Estado. Y en particular, en el sistema judicial aún rige el
paradigma del documento como “prueba objetiva” de que los hechos sucedieron. El cambio
hacia la valoración de los relatos orales vinculados al terrorismo de Estado puede constatarse
hacia fines de la década de los ’90 cuando tomó impulso el trabajo de construcción de una
“memoria colectiva” sobre el período.

El segundo elemento que constituye al proceso de construir “evidencia” es el conocimiento


del campo del derecho: su cerrada “jerga”, sus normas, sus reglas, sus clanes. Tal como lo ha
planteado María José Sarrabayrouse, los abogados del CELS eligen como forma de acción
política hacer un uso estratégico de este campo (SARRABAYROUSE OLIVEIRA, 2008).

Durante la transición a la democracia, la acción fundamental del CELS sigue siendo


documentar para probar en el ámbito de los tribunales. Se agudiza entonces, la tarea de
sistematización de los datos construidos durante la dictadura, en particular en torno a la tarea
de la Comisión Nacional de Desaparición Forzada de Personas –CONADEP 14; y tiene lugar

10
una intensa tarea legal en torno al Juicio a las Juntas y demás causas en trámite. En este
contexto, Acuña y Smulovitz han planteado que "el juicio se constituyó en el espacio en
donde la lógica jurídica, al transformar los datos de la historia en pruebas, terminó
produciendo la información legítima sobre lo que había pasado en los últimos años en
Argentina. La lógica jurídica, expuesta públicamente, tuvo la capacidad de ordenar el pasado,
dar verosimilitud y dejar fuera de toda sospecha al relato de los testigos, constituyéndose en
un efectivo mecanismo para el juicio histórico y político del régimen militar." (1995:58).

A partir del año 1986, el CELS inició un trabajo destinado a abordar las violaciones a los
derechos humanos que se presentaban en democracia. La incipiente agenda se caracterizó por
abordar las violaciones provenientes de las fuerzas de seguridad y las condiciones carcelarias,
en particular el derecho a la vida y a la integridad física. Este trabajo se realizó a través de las
herramientas históricas: el litigio, la documentación de casos y sistematización de patrones de
actuación de las fuerzas de seguridad, investigaciones y denuncias públicas.

El abordaje de la problemática de violencia policial, comienza a partir de que algunos


abogados del CELS reciben denuncias de este tipo de casos. Tal como lo explica Sofía
Tiscornia “se argumentaba que en esos casos se reactualizaban las metodologías represivas de
la dictadura y que debían ser investigadas por un organismo de derechos humanos como el
CELS. También se sostenía que la actuación policial en esos casos no era más que el
refinamiento y el uso masivo de aquellas técnicas policiales cuya operatividad Rodolfo Walsh
había demostrado en sus numerosos trabajos” (TISCORNIA, 2008: 159).

En este marco, se comenzó a sistematizar la información aparecida en los periódicos en una


base de datos, además de la recolectada a partir del litigio de ese tipo de causas judiciales. A
partir de esta sistematización se produjeron una serie de investigaciones sobre violencia
policial que fueron editadas por el CELS, y una serie de informes. En 1991 en conjunto con el
Núcleo de Estudios sobre Violencia (San Pablo) se publica “Muertes por violencia policial en
Argentina”, y en 1992 con Americas Watch “Informe sobre Violencia Policial. Año 1991 y
1er. Semestre 1992”. Es también durante estos años, que el CELS fortalece los lazos con el
Equipo de Antropología Política y Jurídica de la Facultad de Filosofía y Letras. Además de
las investigaciones, se desarrolla una base de datos para registrar los casos de la violencia
institucional con la que se buscaba determinar con información cuantitativa la profundidad del
problema, presentar propuestas para reducir el nivel de violencia de la policía y, en la
actualidad, ha sido útil en el marco del debate público sobre reforma de policía en la
Argentina.

11
En el año 1994, Emilio Mignone, elabora una propuesta de re-estructuración institucional que
es un intento por dejar atrás una lógica de funcionamiento atada a la resistencia a la dictadura,
que además reflejaba los problemas para adecuarse al nuevo trabajo en democracia. Se trata
de una reforma que incluyó la ampliación de la agenda temática, la reorganización de tareas,
responsabilidades y aspectos económicos.15 Así, estos cambios que se pusieron en práctica y
se consolidaron entre 1995 y 2000, estructuraron las actividades en “proyectos” primero y en
áreas y programas después. Por ejemplo, el proyecto “Incorporación de los tratados
internacionales de derechos humanos en el ámbito interno –DIDH- que funcionó entre 1995 y
1997, derivó sus tareas a partir de 1998 en el Programa de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, el Programa Memoria y lucha contra la Impunidad del Terrorismo de Estado y el
Área de Justicia.16

Sin pretender adentrarnos en la reorganización institucional del CELS, interesa resaltar a los
efectos de la tarea vinculada a la documentación, que estas áreas y programas fueron desde
entonces, las encargadas del relevamiento y sistematización de información de acuerdo a sus
objetivos, planificación y desarrollo de actividades. En este sentido, se creó un Área de
Documentación que fue depositaria de los archivos institucionales entre 1979 y 1994. Esto
incluyó el material documental generado por sus propias actividades como centro de
documentación, las causas judiciales vinculadas a la dictadura y algunas desarrolladas durante
la democracia y la documentación institucional como memorandums, correspondencia,
proyectos de financiamiento, etc. A este corpus se le sumó el material producido por el Área
de Documentación en la nueva estructura.

Sin embargo, este corpus no se conformó como resultado de una transferencia de la


documentación planificada, ni por medio de un proceso de valoración documental, sino como
parte de una suerte de “decantamiento” de las actividades que se cerraban y abrían y,
fundamentalmente, en torno a un proceso interno de disputa por ciertas funciones y
capacidades de cada parte de la estructura de trabajo.

EN BUSCA DE UNA DEFINICIÓN DE ARCHIVO

El término “archivo” en relación al bagaje documental sobre el pasado reciente ha sido


utilizado desde distintas actividades y disciplinas en los últimos años. Los archivos de
derechos humanos en particular tuvieron una atención social incomparable a la de los últimos
20 años. Frente a esta generalizada atención nos resulta imprescindible preguntarnos sobre la
definición de estos términos en uso.

12
La disciplina archivística entiende por archivo: un conjunto de documentos producidos o
recibidos por una persona o institución durante el ejercicio de sus funciones; una institución
encargada de la reunión y conservación de archivos y a la vez los edificios donde éstos se
conservan. La procedencia y orden original son los principios básicos para el tratamiento de
los documentos contenidos en un archivo, para la recuperación de información y sus
condiciones de producción (Nazar y Linares Pak, 2006-2007).

Un archivo entonces no puede ser entendido exclusivamente como un registro de lo dicho. Un


archivo no existe en sí mismo, no se construye a partir de la reunión de documentos sino que
es destino de un proceso dialéctico de confrontación entre marcos interpretativos. La actividad
archivante no consiste en la reunión de documentos que de todos modos existirían sino en la
producción de aquello que pasa a ser “lo archivable”, en la intervención sobre los materiales
como proceso de producción, un proceso de selección de inclusión y exclusión que define el
universo de significaciones sobre el cual pensar. (PITALUGA, 2006-2007).

Entendemos un archivo como una potencia situada, un territorio dialógico de enunciación que
define sus propios límites haciendo referencia a la instancia del discurso en acto, único e
irrepetible y al sistema general que fija su posición, a la relación al acontecimiento en el cual
es leído y a la estructura que construye las reglas a partir de las cuales es posible su lectura. Es
un corpus que reúne el conjunto de lo ya dicho, de las palabras que han sido efectivamente
pronunciadas o escritas, para habilitar la apertura del pensamiento y del decir. (AGAMBEN,
2005)

Esta conceptualización operativa, destinada al ordenamiento y accesibilidad de los


documentos sólo puede llevarse adelante recuperando los espacios de disputa y reapropiación
en el tiempo.

Pero el archivo del CELS participa además de un conjunto documental específico que aborda
la información sobre las violaciones a los derechos humanos llevadas adelante por la última
dictadura militar. En este sentido, es parte de aquellos archivos que han sido denominados
recientemente como “Archivos de la represión”, pero que incluyen distintos tipos de acervos
archivísticos: aquellos producidos por las instituciones de seguridad del Estado con fines
represivos; los que fueron generados por organizaciones (o personas) de la sociedad civil, con
fines de defensa, oposición, denuncia o resistencia y también por comisiones investigadoras,
con fines de conocimiento de la verdad y los de los procesos judiciales y acciones
reparatorias. (KARABABIBIAN, 2007 y JELIN, 2002).

13
Por otra parte, a diferencia de los archivos estatales, un fondo documental como el del CELS
tiene una “cualidad de intención” diferente pues no procede de una normativa que obligue,
reglamente, tipifique su existencia (PETRA, 2006-2007: 206). El fondo se compone, por un
lado, por los documentos producidos en su función de centro de documentación, una de las
misiones originarias en las que fue concebida la institución. Por otro lado, contiene un
conjunto de documentos que refieren al registro de la actividad institucional tanto
administrativa como de actividades. Este acervo, entonces, se hacía inteligible sólo si era
interpretado desde la estructura sobre la que opera (hacia dentro y hacia fuera), los objetivos
que persigue y las funciones que se propone para llevarlos adelante.

Pensar en estos términos nuestra tarea archivante, nos refracta entonces, la producción de
nuestra propia imagen institucional, la legitimación de los discursos sobre nuestro propio
pasado y en este sentido la producción de la institución en sí misma. Esta conceptualización
operativa, destinada al ordenamiento y accesibilidad de los documentos sólo puede llevarse
adelante recuperando los espacios de disputa y reapropiación en el tiempo. Tal como lo ha
planteado Da Silva Catela “la constitución de archivos es una de las prácticas que, en las
sociedades modernas, los individuos y los grupos desarrollan para codificar su pasado, crear
clasificaciones, inventar tradiciones, montar identidades.” (2002: 20).

***

¿Por qué reflexionar sobre el proceso de construcción de los archivos? Tal como dijimos en la
presentación, esta reflexión tiene una “cara de la moneda” destinada a la acción específica que
desarrollamos dentro del “campo”. En este sentido, cobra importancia el rol singular que ha
tenido la tarea de documentar y construir un acervo documental en la estructura institucional
de la organización y en la acción de disputa con los procedimientos administrativos de las
burocracias estatales que ha desarrollado el CELS (en particular a través de la acción legal).

Sin embargo, esta tarea es indisociable de un contexto en el que los archivos de derechos
humanos están presentes en las discusiones del movimiento de derechos humanos y más
recientemente en el ámbito académico. Su constitución como problemática específica forma
parte de un contexto más general.

En el marco de las discusiones sobre los derechos humanos como “valores morales”, los
archivos se inscriben como tecnologías de poder (FOUCAULT, 1998) que instituyen marcos
de significación a partir de los cuales es posible entrever los límites de discusión política
sobre determinadas nociones que resultan simbólicamente significativas en términos sociales.

14
El proceso de re-organización del archivo del CELS se inscribe en un proceso político
particular en el cual el discurso de los derechos humanos se convirtió en fundamento de cierta
política de Estado y, simultáneamente se constituyó en un núcleo denso de significados con
capacidad para articular simbólicamente en el espacio público otras demandas sociales. Los
“archivos de la represión” no han quedado exentos de esta situación, forman parte de las
“políticas estatales de la memoria”, constituyen una demanda en la lucha contra la impunidad
y son una fuente de disputa en el ocultamiento/develamiento de “la verdad”.

Es, dentro de esta tendencia hegemónica que sitúa privilegiadamente a los “archivos de
derechos humanos” que es necesario pensar “los dilemas y tensiones” surgidos de los
procesos de rescate y ordenamiento de los archivos: “el contenido de lo que se conserva, la
propiedad y el acceso- son los ejes centrales alrededor de los que se han desarrollado las
luchas sociales y políticas centradas en los archivos, entre distintos actores con intereses y
perspectivas diferentes.” (JELIN, 2002: 9).

Teniendo en cuenta estos dilemas y tensiones, haciendo visibles los procesos sociales y
políticos de construcción de un acervo documental, se plantea la posibilidad de contribuir a la
construcción de archivos públicos como una forma de disputar las políticas de acceso
restringido a la información de las que se hace eco el Estado. Instituir este archivo nos permite
habilitar otras fuentes de pensamiento historiográficas para la discusión y construcción del
pasado reciente, así como instalar institucionalmente la discusión sobre las formas de
construcción de la historia y la memoria.

15
NOTAS

* Lic. Antropología, Área de Investigación-CELS, Proyecto UBACyT “Antropología política


y jurídica de las burocracias penales y tutelares.”, vbarbuto@gmail.com.

** Estudiante de Antropología, Área de Investigación-CELS, Proyecto UBACyT


“Antropología política y jurídica de las burocracias penales y tutelares.”,
lupebasu@yahoo.com.ar.

De este proceso identificamos aquellos documentos que denominamos “dispersos”, por


encontrarse aislados de su contexto de producción y/o de cualquier grupo de documentación,
de qué manera abordarlos hacer con eso es una pregunta muchas veces no muy fácil de
responder.
2
Así, el documento es abordado desde una perspectiva distinta a la que primó desde la
escuela histórica positivista, y deja de ser entendido como una “prueba” de un hecho que
existió, como “fundamento” del hecho histórico (LE GOFF, 1991: 228).
3
El nucleamiento de los familiares de las víctimas y la constitución de ODH fue central en la
denuncia y resistencia a la dictadura. Algunos años antes del golpe de Estado se fundan
algunos ODH como reacción a la represión política, detenciones, torturas y desapariciones
que ya habían comenzado. Entre ellos se encuentra el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ)
creado en 1974 por Adolfo Pérez Esquivel como parte de un movimiento latinoamericano que
impulsó la filosofía de la “no violencia activa”; la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos (APDH) creada en 1975 como convergencia de dirigentes religiosos, políticos y
sociales; y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) que surge en
febrero de 1976 por la unión de siete iglesias. Pero a partir del golpe se forman algunas
organizaciones como consecuencia directa del terrorismo de Estado: la Comisión de
Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas en 1976, las Madres de Plaza
de Mayo y las Abuelas de Plaza de Mayo en 1977 y el Centro de Estudios Legales y Sociales
en 1979. Sólo la Liga Argentina por los Derechos del Hombre las precedía, habiendo sido
creada en 1937 con el objetivo de atender al problema de la persecución política, torturas y
detenciones de militantes gremiales y de partidos políticos. Con posterioridad, durante la
democracia surgirán nuevos ODH como la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos; la
Fundación Memoria Histórica y Social Argentina creada en 1987 por un grupo de familiares
de víctimas para realizar acciones en pos de la verdad y la memoria; la agrupación HIJOS
creada en 1995 por hijos e hijas de víctimas de la represión; la Asociación Buena Memoria
formada en 1998 por quiénes fueron parte de la generación víctima de la dictadura; y los
Herman@s que comenzaron a reunirse en el año 2002.
4
Noemí Labrune, intervención en el Seminario “CELS. 20 años de historia”. Realizado el
3/12/1999. Fuente: Archivo institucional del CELS.
5
Ibidem.
6
Carta de Emilio Mignone a Richard W. Dye, Representante de la Oficina para la Zona
Andina y el Cono Sur de la Fundación Ford, 20 de julio de 1981. Fuente: Archivo
Institucional del CELS.

16
7
Human Rights Watch nació en 1978, Amnesty Internacional en 1961. No fue posible
encontrar la fecha de creación del Center for Legal and Social Policy, aunque la realización de
actividades con objetivos similares a las mencionadas se encuentra profusamente
documentada en proyectos, correspondencia y memos de intercambio con el CELS que están
disponibles en al Archivos Institucional.
8
Existe una gran cantidad de fuentes y bibliografía para profundizar sobre este tema. Entre
otros pueden consultarse: Conte, A; Mignone, E..: "El caso argentino: desapariciones forzadas
como instrumento básico y generalizado de una política." Presentación al Coloquio La
política de desapariciones forzadas de personas, París, 1981; Centro de Estudios Legales y
Sociales -CELS: Colección Memoria y Juicio, Buenos Aires, 1982; Nunca Más. Informe de la
Comisión Nacional sobre la Desaparición Forzada de Personas. EUDEBA, Buenos Aires,
1984; Centro de Estudios Legales y Sociales -CELS: Terrorismo de Estado. 692
responsables, Ediciones CELS, Buenos Aires, 1986; D' Andrea Mohr, José Luis: Memoria
Debida, Colihue, Buenos Aires, 1999; Mittelbach, F y Mittelbach, J.: Sobre áreas y tumbas.
Informe sobre desaparecedores. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2000.
9
Huridocs, Encuesta sobre la Disponibilidad de información y documentación de derechos
humanos en América latina y el Caribe, cuadernillo, Roma, 1983. pág. 110 a 114.
10
Documento presentado al 5º Congreso de la Federación Latinoamericana de Asociaciones
de Familiares de Detenidos-Desaparecidos –FEDEFAM, 1984. Fuente: Archivo Institucional
del CELS.
11
Ibidem.

Disertación en el Seminario Internacional Políticas de la Memoria, Centro Cultural de la


12

Memoria Haroldo Conti, Octubre de 2008.


13
Información recuperada en un encuentro que sostuvimos con la persona que formó el
archivo del CELS, en septiembre de 2008, que tuvo el objetivo de recuperar su “memoria
institucional” e indagar sobre los procesos técnicos con los que se trabajaba.
14
Para profundizar en este proceso puede consultarse Crenzel, Emilio: La historia política del
Nunca Más, la memoria de las desapariciones en la argentina, SIGLO XXI, Buenos Aires,
2008.
15
Emilio Mignone, 1994, “Propuesta de reestructuración. Orígenes, Objetivos, Desarrollo”.
Archivo Institucional del CELS.
16
En la actualidad el CELS cuenta con las siguientes áreas y programas: Área de Litigio y
Defensa Legal; Área de Investigación; Área de Comunicación; Área de Desarrollo
Institucional, Programa de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; Programa Memoria
y Lucha contra la Impunidad; Programa de Violencia Institucional y Seguridad Ciudadana;
Programa de Justicia Democrática; Equipo de Salud Mental.

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